viernes, 21 de septiembre de 2018

EL MISTERIO DEL “SOL DE LA INICIACIÓN”


 La antigüedad de la Doctrina Secreta puede reconocerse mejor cuando se muestra el punto de la historia en que sus misterios habían sido ya profanados en provecho de déspotas ambiciosos y de astutos sacerdotes. Los dramas religiosos de profunda ciencia y filosofía, cuyo argumento estaba tejido con las más grandes verdades del universo espiritual y de la sabiduría oculta, eran ya perseguidos mucho antes de la época de Platón y aun de Pitágoras. Sin embargo, las primievales revelaciones hechas al género humano no habían desaparecido con los Misterios; y han quedado como patrimonio reservado a futuras y más espirituales generaciones.
            
Se dijo ya en Isis sin Velo  que en tiempo de Aristóteles no tenían ya los misterios su primitiva solemnidad y grandeza. Los ritos habían caído en desuso y degenerando en gran parte en especulaciones sacerdotales y ficciones religiosas. Es inútil afirmar cuándo aparecieron por primera vez en grecia, puesto que la historia documentada de Europa puede asegurarse que empieza con Aristóteles, ya que antes de esta época todo se enreda en inextricable confusión cronológica. Baste decir que en Egipto se conocían los Misterios desde los días de Moisés; y que Orfeo los llevó de la India a grecia. En un artículo titulado: “¿Se conocía la escritura antes de Pânini?”, se afirma que los pandús habían adquirido universal dominio sobre otras razas, y enseñándoles los misterios “sacrificiales”, unos 3.300 años antes de J. C. Efectivamente, cuando Orfeo, hijo de Apolo o Helios, recibió de su padre el phorminx (la lira de siete cuerdas, símbolo del séptuple misterio de la iniciación), ya los misterios se habían enmohecido con la edad en el asia central y la India. Dice Herodoto que Orfeo trajo los misterios de la India; y Orfeo es muy anterior a Homero y Hesiodo. Así es que ya en tiempo de Aristóteles, quedaban pocos adeptos verdaderos, en Europa y aun en Egipto. Los herederos de los que había dispersado la espada de los diversos invasores del egipto antiguo estaban también dispersos; y si ocho o nueve mil años antes la corriente de conocimiento se había deslizado lentamente desde las mesetas del asia central, hacia la India, Europa y el norte de África, por los años 500 antes de J. C. 

Empezó a remontar la corriente hacia el manantial de origen. Durante los dos mil años siguientes quedó casi completamente extinguido en Europa el conocimiento de la existencia de grandes adeptos, aunque en algunos lugares secretos se celebraban sin embargo los misterios en toda su primitiva pureza. El “Sol de Justicia” fulguraba todavía en el cielo de media noche; y mientras las tinieblas planeaban sobre el mundo profano, la eterna luz de adyta iluminaba las noches de iniciación. Los verdaderos misterios nunca se dieron al público. Los Eleusina y Agrae eran para las multitudes; el dios ..... del “buen consejo”, la gran divinidad orfeica, para el neófito.
            
¿Quién era el misterioso Dios que los simbologistas han confundido con el Sol? Todo el que conozca la antigua fe exotérica de los egipcios, sabe que para el pueblo era Osiris el Sol en el cielo, el “rey celeste”, Ro-Imphab; que los griegos llamaban al Sol “el ojo de Júpiter”, como para los modernos parsis ortodoxos es “el ojo de Ormuzd”; que, además, era considerado el Sol como el “Dios omnividente” (.....) el “Dios Salvador” y el “Dios preservador” (.....).
            
En el papiro de Paferonmes de Berlín, traducido por Mariette Bey (3), se lee:
            
Gloria a ti ¡oh Sol!, niño divino... tus rayos envían vida al puro y al ingenuo... Los dioses [los hijos de Dios] que se te acercan, tiemblan de pavor deleitoso... Tú eres el primer nacido, el Hijo de Dios, la Palabra.
            
La Iglesia se ha apoderado de estos términos, y toma por vaticinios de la venida de cristo, las expresiones de los ritos de la iniciación y las respuestas de los oráculos paganos. Sin embargo no hay nada de esto, porque todo ello conviene a cualquier iniciado conspicuo. Si en los himnos y plegarias de las Iglesias cristianas hay expresiones usadas miles de años antes de nuestra era en los escritos hieráticos, es sencillamente porque los latinos se las han apropiado descaradamente, con la esperanza de que la posteridad no descubriese la superchería; y se ha hecho todo lo posible para destruir los manuscritos paganos, con objeto de asegurar la impunidad de la Iglesia. El cristianismo ha tenido sus grandes videntes y profetas como cualquiera otra religión; pero no se acrecienta su mérito, con negar el de sus predecesores.
            
Escuchemos a Platón:
            
Has de saber, Glauco, que cuando hablo de la producción del bien, me refiero al Sol. El Hijo tiene perfecta analogía con el Padre.
            
Jámblico llama al Sol “la imagen de la divina inteligencia o Sabiduría”. Eusebio, repitiendo las palabras de Filón, llama al sol levante (.....) el ángel maestro; y añade que el arcángel que es polyonymous  es el Verbo o Cristo. La palabra Sol se deriva de solus, es decir, "“l altísimo"” todo lo cual facilita la comprensión del emblema. Sin embargo, los antiguos distinguían entre el Sol y su prototipo.
            
Sócrates loaba al Sol naciente, como siguen hoy loándolo los parsis. Homero, Eurípides y Platón hablan del Júpiter-Logos, la “Palabra” o el Sol. No obstante, los cristianos sostienen con De Mirville, que puesto que el oráculo respondió a una consulta diciendo que el dios Iao era el Sol, “debieron conocer los paganos y griegos el Jehovah de los judíos  que resultaría ser el mismo Iao”. La primera parte de esta proposición parece que no se relaciona con la segunda, y mucho menos puede admitirse lógicamente la conclusión; pero si los cristianos se empeñan en probar la identidad de Iao y Jehovah, no se opondrán a ello los ocultistas, si bien en tal caso debemos admitir igualmente la identidad de Jehovah y Baco. Extraño es que las gentes de la cristiandad civilizada, fuertemente asidas hasta ahora a la túnica de los idólatras judíos, que fueron tan sabeos  como el populacho de Caldea, no acierten a comprender que Jehovah es el concepto judaico de Ja-va o Iao de los fenicios, nombre secreto de uno de los varios dioses del misterio o kabiris. Para los iniciados en los misterios no fue nunca Jehovah “el Dios supremo” como lo consideraron los hebreos; sino tan sólo un espíritu plenario subordinado al Sol visible, de la misma manera que el Sol visible era para los iniciados el astro central, y no el Sol espiritual central.
            
Y el ángel del Señor dijo a Manoah: “¿Por qué preguntas por mi nombre, que es oculto?”.
con el dios Baco, y según se indicó ya en Isis sin Velo, es seguramente.
            
Con otod, es difícilmente discutible la identidad del Dios del Sinaí Dionisio. Doquiera fue adorado Baco se conoció la tradición de Nyssa  y de la cueva en donde fue criado. Fuera de Grecia era Baco el dios supremo, “el omnipotente Zagreus” a cuyo servicio estuvo Orfeo, el fundador de los Misterios. Ahora bien; de no admitir que Moisés era un sacerdote iniciado, un adepto cuyas obras se relatan alegóricamente, habrá de admitirse que tanto él como su pueblo, adoraron a Baco, pues según la Escritura:
            
Moisés edificó un altar y le dio por nombre Jehova-Nissi [es decir, Iao-nisi o Dionisi].

            
Para corroborar esta afirmación recordaremos que, Osiris, el Zagreus egipcio o Baco, nació en el monte Sinaí, llamado Nissa por los egipcios. La serpiente de bronce era un nis (.....), y Nisan es el mes de la Pascua judía.

D.S TV

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