miércoles, 19 de agosto de 2015

Almas Plastidulares y Células Nerviosas Conscientes



            Pero no se le ve nunca el fin a las maravillas de Haeckel y los de su escuela, a quienes los ocultistas y teósofos tienen perfecto derecho a considerar como viajeros materialistas que penetran indebidamente en terrenos metafísicos privados. No satisfechos con la paternidad del Bathybius (Haeckelii), inventan ahora “almas plastidulares” y “almas “átomos” sobre la base de fuerzas puramente ciegas y mecánicas de la materia. Se nos dice que:

            El estudio de la evolución de la vida del alma nos muestra que ésta se ha abierto camino desde los estados inferiores de la simple alma-célula a través de una serie sorprendente de estados graduales de la evolución, hasta el alma del hombre.

            “Sorprendente”, en verdad -basada como se halla esta extravagante especulación, en la conciencia de las “células nerviosas”. Pues, según se nos dice:

            Aunque no estemos actualmente en situación de poder explicar por completo la naturaleza de la conciencia, sin embargo, la observación comparada y genésica de ella indica claramente que es sólo una función más elevada y compleja de las células nerviosas.


            La canción sobre la conciencia de Mr. Herbert Spencer, ya se ha oído, según parece, y en lo sucesivo puede relegarse al almacén de las antiguallas, como una de tantas especulaciones inútiles. Sin embargo, ¿adónde llevan a Haeckel las “funciones complejas” de sus científicas “células nerviosas”? Una vez más directamente a las enseñanzas Ocultas místicas de la Kabalah acerca de la descendencia de las Almas como Átomos conscientes o incoscientes; a la MÓNADA Pitagórica y a las Mónadas de Leibniz; y a los “Dioses, Mónadas y Átomos” de la enseñanza esotérica a la letra muerta de las enseñanzas Ocultas, dejadas a los amateurs kabalistas y a los profesores de Magia ceremonial. Pues esto es lo que dice al explicar su terminología de nuevo cuño:

            Almas-Plastídulas. Las plastídulas o moléculas protoplásmicas, las partes más pequeñas y homogéneas del protoplasma, han de ser consideradas, en nuestra teoría plastidular, como los factores activos de todas las funciones de la vida. El alma plastidular difiere del alma inorgánica molecular en que posee memoria.

            Esto lo desarrolla en su extraordinaria conferencia sobre la “Perigénesis de la Plastídula, o las Ondas de movimiento de las Partículas Vivientes”. Es un progreso sobre la teoría de Darwin de la “Pangenesis” y un paso más, un movimiento cauteloso, hacia la “Magia”. La primera es una conjetura de que:

           
            Algunos de los átomos actuales idénticos que formaron parte de los cuerpos de los antecesores son transmitidos así por medio de sus descendientes de generación en generación, de tal modo que somos literalmente “carne de la carne” de la criatura primordial que se desarrolló en hombre

- explica el autor de A Modern Zoroastrian. Sobre esto último, el Ocultismo enseña que

 a) los átomos de la vida de nuestro Principio Vital (Prâna) no se pierden jamás enternamente cuando un hombre muere. Que los átomos mejor impregnados del Principio de la Vida, factor independiente, eterno y consciente, son transmitidos parcialmente de padre a hijo por medio de la herencia, y se reúnen parcialmente de nuevo, convirtiéndose en el principio animador del nuevo cuerpo en cada nueva encarnación de las Mónadas. 

Porque b), así como el Alma Individual es siempre la misma, así también los átomos de los principios inferiores (el cuerpo, su astral o doble vital, etc.) son atraídos por afinidad y por la ley Kármica a la misma individualidad, en una serie de diversos cuerpos.
           

  Para ser justos, o cuando menos lógicos, nuestros Haeckelianos modernos debieran tomar el acuerdo de que en lo sucesivo la “Perigenesis de la Plastídula” y otras conferencias semejantes se encuadernasen juntamente con las publicadas sobre el “Buddhismo Esotérico” y “Los Siete Principios del Hombre”. De este modo tendría el público una ocasión, en todo caso, de comparar las dos enseñanzas y juzgar luego cuál es la más o menos absurda, aun desde el punto de vista de la ciencia materialista y exacta.
            

Ahora bien; los Ocultistas, que buscan el origen de cada átomo del Universo, ya sea colectivamente o solo, en Una Unidad, la Vida Universal; que no reconocen que pueda haber en la Naturaleza algo inorgánico; que no admiten la Materia muerta - los Ocultistas están conformes con su doctrina del Espíritu y del Alma, cuando habla de la memoria de la voluntad y de la sensación de cada átomo. Pero ¿qué quiere decir un materialista con esta denominación? La ley de la biogénesis, en el sentido que la aplican los Haeckelianos, es el resultado de la ignorancia del hombre de  ciencia, acerca de la Física Oculta. Nosotros conocemos y hablamos de los “átomos de la vida” y de los “átomos durmientes”, porque consideramos estas dos formas de energía -la cinemática y la potencial- como producidas por una misma fuerza, o la Vida Una, y consideramos a esta última como el origen y el impulsor de todo. Pero ¿qué es lo que proporciona la energía, y especialmente la memoria a las “almas plastidulares” de Haeckel? La “ola moviente de partículas vivas” es comprensible con la teoría de la Vida Una Espiritual, de un Principio Vital universal independiente de nuestra conciencia. Es lo que, individualizado en el ciclo humano, se transmite de padres a hijos.
            Ahora bien; Haeckel, modificando la teoría de Darwin, sugiere, “más plausiblemente” de lo que cree el autor de A Modern Zoroastrian:

            Que no son los mismos átomos idénticos, sino sus movimientos y modo de agregación peculiares los que así han sido transmitidos (por la herencia).

            Si Haeckel o cualquier otro hombre de ciencia supiese más de lo que sabe acerca de la naturaleza del átomo no hubiera corregido de este modo tal punto. Pues lo que hace es manifestar lo mismo que Darwin, en lenguaje más metafísico. El Principio de la Vida, o Energía de la Vida, que es omnipresente, eterno, indestructible, es una Fuerza y un PRINCIPIO como nóumeno, al paso que es los Átomos, como fenómeno. Es una y la misma cosa, y no pueden considerarse como separadas excepto en el materialismo.
            Más adelante, Haeckel manifiesta acerca de las Almas-Átomos lo que a primera vista parece tan oculto como la Mónada de Leibniz:

            La reciente polémica acerca de la naturaleza de los átomos, los cuales tenemos que considerar como los últimos factores, bajo una forma u otra, en todos los procesos físicos y químicos, parece tener facilísimo arreglo, por el concepto de que estas masas excesivamente diminutas poseen, como centros de fuerzas, un alma persistente, y que cada átomo tiene sensación y el poder de moverse.

             No dice él una palabra respecto del hecho de ser ésta la teoría de Leibniz, y preeminentemente Oculta. Tampoco comprende el término “alma” como nosotros; pues para Haeckel es, simplemente, lo mismo que la conciencia, producto de la materia gris del cerebro, una cosa que, como el alma-célula,

            está tan indisolublemente ligada al cuerpo protoplásmico, como el alma humana al cerebro y a la espina dorsal.

            Rechaza él las conclusiones de Kant, de Herbert Spencer, de du Bois-Reymond y de Tyndall. este último expresa la opinión de todos los grandes hombres de ciencia, así como de los más grandes pensadores de las edades pasadas y presentes, al decir que:

            El paso de lo físico del cerebro a los hechos correspondientes de la conciencia es incomprensible. Si nuestra mente y sentidos fueran... iluminados de modo que nos permitiesen ver y sentir las moléculas mismas del cerebro; si fueran capaces de seguir todos sus movimientos, todas sus agrupaciones... descargas eléctricas..., estaríamos tan lejos como siempre de la solución del problema... El abismo entre las dos clases de fenómenos, seguiría siendo intelectualmente infranqueable.

            Pero la función compleja de las células nerviosas del gran empírico alemán, o en otras palabras, su conciencia, no le permiten seguir las conclusiones de los más grandes pensadores de nuestro globo. Él es más grande que ellos. Él asegura esto, y protesta contra todos:

            Nadie tiene derecho a sostener que en el futuro no podamos pasar más allá de los límites de nuestro conocimiento, que hoy parecen infranqueables.

            Y cita de la introducción de Darwin a The Descent of Man, las palabras siguientes, que modestamente aplica a sus contrarios científicos y a él mismo.

            Los que saben poco, y no los que saben mucho, son siempre los que positivamente afirman que este o aquel problema no será jamás resuelto por la Ciencia .
            
El mundo puede estar tranquilo. No está lejano el día en que el “tres veces grande”, Haeckel, demostrará a su satisfacción que la conciencia de Sir Isaac Newton no era, filosóficamente hablando, sino la acción refleja (o conciencia minus) causada por la perigénesis de las plastídulas de nuestro antecesor común y antiguo amigo, el Moneron Haeckelii. Aun cuando el mencionado Bathybius haya sido encontrado y presentado como un pretendiente que simula la substancia orgánica que no es, y aunque entre los hijos de los hombres sólo la mujer de Lot -y aun ésta, sólo después de su desagradable metamorfosis- pueda pretender como antepasado suyo el puñado de sal que es; todo eso no le desanima en lo más mínimo. Seguirá asegurando, con tanta sangre fría como siempre, que sólo el modo y movimiento peculiares del fantasma de los hace tiempo desaparecidos átomos de nuestro Padre Bahtybius -transmitido a través de evos de tiempo en el tejido celular de la materia gris del cerebro de todo gran hombre- son los que han hecho que Sófocles, Esquilo y también Shakespeare hayan escrito sus tragedias; Newton, sus Principia; Humboldt, su Cosmos, etc. También impulsaron a Haeckel a inventar sus nombres grecolatinos de tres pulgadas de largo, pretendiendo decir mucho con ellos, y no diciendo nada.
            Por supuesto, sabemos que los evolucionistas verdaderos y honrados están de acuerdo con nosotros; y que son los primeros en decir que no sólo son imperfectos los anales geológicos, sino que hay enormes vacíos en la serie de los fósiles hasta ahora descubiertos, que no podrán llenarse nunca. Nos dirán, además, que “ningún evolucionista pretende que el hombre desciende de ningún mono existente, ni tampoco extinguido”; sino que el hombre y los monos tuvieron su origen, probablemente hace evos de tiempo, en algún tronco fundamental común. Sin embargo, como de Quatrefages señala, expondrán igualmente como prueba corroboradora de sus asertos esta abundancia de falta de pruebas, diciendo que:

            Todas las formas vivas no han sido conservadas en  la serie de fósiles, por ser las probabilidades de conservación pocas y muy distantes entre sí... (hasta los hombres primitivos) enterraban o quemaban sus muertos.


            Esto es justamente lo que nosotros pretendemos. Es precisamente tan posible que el futuro nos reserve el descubrimiento del gigantesco esqueleto del Atlante, de treinta pies de altura, como el del fósil de un pitecoide “eslabón perdido”; sólo que lo primero es más probable.

No hay comentarios:

Publicar un comentario