miércoles, 5 de agosto de 2015

ENOC-ENOÏCHION-HENOCH



            La historia de la evolución del Mito Satánico no sería completa si omitiésemos observar el carácter del misterioso y cosmopolita Enoch, diversamente llamado Enos, Hanoch, y finalmente Enoichion por los griegos. De su libro fue de donde los escritores cristianos primitivos tomaron sus primeras nociones de los Ángeles Caídos.
           

  El Libro de Enoch se ha declarado apócrifo. Pero ¿qué es un apócrifo? La etimología misma de la palabra muestra que es sencillamente un libro secreto, esto es, que pertenecía al catálogo de las bibliotecas de los templos bajo la guarda de los Hierofantes y Sacerdotes Iniciados, y que no fue destinado jamás para el profano. Apócrifo viene del verbo crypto, “ocultar”. Durante edades el Enoïchion, el Libro del Vidente, fue conservado en la “ciudad de las letras” y obras secretas, la antigua Kirjath-sepher, más tarde Debir .       

Algunos de los escritores interesados en el asunto (especialmente los masones) han tratado de identificar a Enoch con Thoth de Memfis, el Hermes griego, y hasta con el Mercurio latino. Como individuos, todos estos son distintos uno de otro; profesionalmente si podemos emplear esta palabra tan limitada ahora en su sentido), todos pertenecen a la misma categoría de escritores sagrados, de Iniciadores y Recopiladores de Sabiduría Oculta y antigua. Los que en el Korán (2) se llaman genéricamente los Edris, o “Sabios”, los Iniciados, llevaban en Egipto el nombre de “Thoth”, el inventor de las Artes y de las Ciencias, de la escritura o de las letras; de la Música y astronomía. Entre los judíos, Edris se convirtió en “Enoch”, el cual, según Bar-Hebraeus, “fue el primer inventor de la escritura”, de los libros, de las Artes y de las Ciencias, y el primero que redujo a un sistema el progreso de los planetas (3). En Grecia fue llamado Orfeo, cambiando así de nombre en cada nación. Estando el número siete relacionado con cada uno de estos Iniciadores  primitivos, así como el número 365 de los días del año, astronómicamente, esto identifica la misión, el carácter y el cargo sagrado de todos estos hombres, aunque ciertamente no sus personalidades. Enoch es el séptimo Patriarca; Orfeo es el poseedor del Phorminx, la lira de siete cuerdas, que es el séptuple misterio de la Iniciación. 

Thoth, con el Disco Solar de siete rayos sobre su cabeza, viaja en el Barco Solar (los 365 grados), aumentando cada cuatro años un día (año bisiesto). 

Finalmente, Thoth-Lunuses el Dios septenario de los siete días, o la semana. Esotérica y espiritualmente, Enoïchion significa el “Vidente del Ojo Abierto”.
           
  La historia acerca de Enoch, referida por Josefo, a saber: que había ocultado sus preciosos Rollos o Libros bajo los pilares de Mercurio o Seth, es la misma que se cuenta de Hermes, el “Padre de la Sabiduría”, que ocultó sus Libros de Sabiduría bajo una columna, y luego, descubriendo las dos columnas de piedra, encontró la Ciencia escrita en ellas. Sin embargo, Josefo, a pesar de sus constantes esfuerzos en pro de la inmerecida glorificación  de Israel, y aunque atribuye esa Ciencia (o Sabiduría) al Enoch judío, no obstante, hace historia. Habla él de estas columnas como existiendo todavía en su tiempo (5). Nos dice que fueron construidas por Seth; y así puede haber sido, aunque ni por el Patriarca de este nombre (el fabuloso hijo de Adán), ni por el Dios de la Sabiduría egipcio -Teth, Set, Thoth, Tat, Sat (el último Sat-an), o Hermes, los cuales son todos uno- sino por los “Hijos del Dios-Serpiente”, o “Hijos del Dragón”, nombre bajo el cual eran conocidos los Hierofantes de Egipto y Babilonia antes del Diluvio, como lo fueron sus antepasados, los Atlantes.
           

  Lo que Josefo por tanto nos dice, exceptuando la aplicación que hace de ello, debe ser verdad alegóricamente. Según su versión, las dos famosas columnas estaban enteramente cubiertas de jeroglíficos, los cuales, después de su descubrimiento, fueron copiados y reproducidos en los lugares más recónditos de los templos secretos de Egipto, y se convirtieron así en la fuente de su Sabiduría y conocimientos excepcionales. Estas dos “columnas”, en todo caso, son los prototipos de las “dos tablas de piedra”, talladas por Moisés por orden del “Señor”. De aquí que, al decir que todos los grandes Adeptos y Místicos de la antigüedad (tales como Orfeo, Hesiodo, Pitágoras y Platón) obtuvieron los elementos de su Teología de aquellos jeroglíficos, tenga razón en un sentido, y cometa un error en otro.

 La Doctrina Secreta nos enseña que las Artes, las Ciencias, la Teología y especialmente la Filosofía de todas las naciones que precedieron al último Diluvio universalmente conocido, pero no universal, habían sido registradas ideográficamente de los anales orales primitivos de la Cuarta Raza, la cual los había heredado de la primitiva Tercera Raza-Raíz, antes de la Caída alegórica. De aquí, también, que las columnas egipcias, las tablas, y hasta la “piedra blanca de pórfido oriental” de la leyenda masónica -la cual Enoch ocultó antes del Diluvio en las entrañas de la Tierra, temiendo que los verdaderos y preciosos secretos se perdiesen- fuesen simplemente copias más o menos simbólicas y alegóricas de los Anales primitivos. 

El Libro de Enoch es una de tales copias; y además, en un compendio caldeo ahora muy incompleto. Como ya se ha dicho, Enoïchion significa en griego el “Ojo Interno” o el Vidente; en hebreo, con la ayuda de puntos masoretéricos, significa el “Iniciador e “Instructor”

Enoch es un título genérico; y, además, su leyenda es la de otros varios profetas, judíos y paganos, con diferencias de detalles recogidos, siendo la forma fundamental siempre la misma. Elías es también llevado “vivo” al Cielo; y el Astrólogo de la corte de Isdubar, el Hea-bani caldeo, es igualmente elevado al Cielo por el Dios Hea, que era su patrón, como Jehovah lo era de Elías, cuyo nombre significa en hebreo “Dios-Jah”, Jehovah , también de Elihu, que tiene el mismo significado. 

Esta clase de muerte fácil, o eutanasia, tiene un sentido esotérico. Simboliza la “muerte” de cualquier Adepto que ha alcanzado el poder y el grado así como la purificación, que le permite “morir” en el Cuerpo Físico y seguir empero viviendo con vida consciente en su Cuerpo Astral. Las variaciones sobre este tema no tiene fin, pero el significado secreto es siempre el mismo. 

La expresión de Pablo  de “que él no vería la muerte” (ut non videret mortem), tiene por tanto un sentido esotérico, pero nada de sobrenatural. La maltrecha interpretación que se da a algunas alusiones bíblicas al efecto de que Enoch, “cuya edad igualará a la del mundo” (del año solar de 365 días), compartirá con Cristo y el profeta Elías los honores y la dicha del último advenimiento y de la destrucción del Anticristo , significa, esotéricamente, que algunos de los Grandes Adeptos volverán en la Séptima Raza, cuando todo error haya sido desvanecido, y el advenimiento de la VERDAD sea proclamado por aquellos Shishta, los santos “Hijos de la Luz”.
            

Iglesia latina no es siempre lógica, ni prudente. Declara apócrifo el Libro de Enoch, y ha ido hasta pretender por medio del Cardenal Cayetano y otras lumbreras de la Iglesia, la repudiación del Canon del mismo Libro de Judas, quien, por otra parte, como apóstol inspirado, hace citas del Libro de Enoch, que se considera como una obra apócrifa, santificándolo de este modo. Afortunadamente, algunos de los dogmáticos percibieron el peligro a tiempo. Si hubiesen aceptado la decisión de Cayetano, se hubieran visto obligados a rechazar también el Cuarto Evangelio; pues San Juan toma literalmente de Enoch toda una sentencia, que pone en boca de Jesús 
           

  Ludolf, el “padre de la literatura etíope”, encargado de investigar los diversos manuscritos Enochianos presentados por Pereisc, el viajero, a la biblioteca Mazarine, declaró que ¡”entre los abisinios no podía haber ningún Libro de Enoch”! Investigaciones y descubrimientos posteriores echaron por tierra esta afirmación demasiado dogmática, como todos saben. Bruce y Ruppel encontraron el Libro de Enoch en Abisinia, y lo que es más, lo trajeron a Europa unos años después, y el obispo Laurence lo tradujo. Pero Bruce despreciaba su contenido y se burlaba de él; como hicieron todos los demás hombres de ciencia. 

Declaró él que era una obra gnóstica referente a la Época de los Gigantes que devoraban hombres y que tenía una gran semejanza con el Apocalipsis . ¡Los Gigantes! ¡Otro cuento de hadas!
            
Pero no fue ésta, sin embargo, la opinión de todos los mejores críticos. El doctor Hanneberg coloca al Libro de Enoch en el mismo lugar que el Libro Tercero de los Macabeos, a la cabeza de la lista de aquellos cuya autoridad se halla más cerca a la de las obras canónicas.
            

Verdaderamente, “¡cuando los doctores no están de acuerdo...!”
            
Como de costumbre, sin embargo, todos tienen razón y todos se equivocan. El aceptar a Enoch como un carácter bíblico, como una persona sola viva, es lo mismo que aceptar a Adán como el primer hombre. Enoch fue un término genérico aplicado a docenas de individuos, en todos tiempos y épocas, y en toda raza y nación. Esto puede inferirse fácilmente del hecho de que los antiguos talmudistas y los maestros de Midrashismo no están generalmente de acuerdo en sus opiniones sobre Hanokh, el Hijo de Yered. Algunos dicen que Enoch fue un gran Santo, amado de Dios y “llevado vivo al cielo”; esto es, que alcanzó Mukti o el Nirvâna en la Tierra, como lo hizo Buddha y lo hacen otros aún; y otros sostienen que fue un brujo, un mago malvado. 

Esto muestra que “Enoch”, o su equivalente, era un término, aun en los días de los últimos talmudistas, que significaba “Vidente”, “Adepto de la Sabiduría Secreta”, etc., sin ninguna especificación del carácter de portador del título. Josefo, hablando de Elías y de Enoch  observa que:

            Está escrito en los libros sagrados que desaparecieron ellos (Elías y Enoch), pero de modo que nadie sabía que hubieran muerto.

            Lo cual significa sencillamente que habían muerto en sus personalidades; como mueren los Yogis hasta hoy en la India, y aun algunos monjes cristianos - para el mundo. Desaparecieron ellos de la vista de los hombres y murieron (en el plano terrestre) hasta para sí mismos. Esto parece un modo figurado de hablar, pero, sin embargo, es literalmente verdad.
            

“Hanokh comunicó a Noé la ciencia del cálculo (astronómico) y del cómputo de las estaciones”, dice el Pirkah de Midrash , atribuyendo R. Eliezar a Enoch lo que otros atribuyeron a Hermes Trismegisto; pues los dos son idénticos en su sentido esotérico. En este caso “Hanokh” y su “Sabiduría” pertenecen al ciclo de la Cuarta Raza Atlante , y Noé al de la Quinta . En este sentido ambos representan Razas Raíces: la presente y la que le precedió. En otro sentido, Enoch desapareció, “se fue con Dios, y no existió más, porque Dios se lo llevó”; refiriéndose la alegoría a la desaparición del Conocimiento Sagrado y Secreto de entre los hombres; pues “Dios” (o Java-Aleim, los altos Hierofantes, los Jefes de los Colegios de Sacerdotes Iniciados)  se lo llevaron consigo; en otras palabras, los Enoch o los Enoïchions, los Videntes y su Conocimiento y Sabiduría, confináronse estrictamente a los Colegios Secretos de los Profetas, para los judíos, y a los Templos para los gentiles.
           

  Enoch, interpretado con sólo la ayuda de la clave simbólica, es el tipo de la naturaleza doble del hombre, espiritual y física. Por esto ocupa el centro de la Cruz Astronómica, según la presenta Eliphas Lévi tomada de una obra secreta, que es una Estrella de Seis puntas, el “Adonai”. En el ángulo superior del Triángulo superior está el Águila; en el ángulo inferior izquierdo está el León; en el de la derecha el Toro; mientras que entre el Toro y el León, sobre ellos y debajo del Águila, está la faz de Enoch o del Hombre (17). Ahora bien; las figuras del Triángulo superior representan a las Cuatro Razas, omitiendo la Primera, los Chhâyâs o Sombras; y el “Hijo del Hombre”, Enos o Enoch, está en el centro, colocado entre la Cuarta y Quinta Razas, pues representa la Sabiduría Secreta de ambas. Estos son los cuatro Animales de Ezequiel y del Apocalipsis. Este Doble Triángulo, que en Isis sin Velo se presenta frente al Ardhanâri indo, es con mucho el mejor. 

Pues en este último están simbolizadas solamente las tres Razas históricas (para nosotros); la Tercera, la Andrógina, por Ardha-nâri; la Cuarta, por el fuerte y poderoso León; y la Quinta, la Aria, por lo que es su símbolo más sagrado hasta hoy, el Toro (y la Vaca).
            Un hombre de vasta erudición, un sabio francés, M. de Sacy, encuentra varias declaraciones de lo más singulares en el Libro de Enoch; “dignas del más serio examen”, dice. Por ejemplo:

            El autor (Enoch) hace constar el año solar de 364 días, y parece conocer períodos de tres, de cinco y de ocho años, seguidos de cuatro días, suplementarios que, en su sistema, parecen ser los de los equinoccios y solsticios .

            A lo cual añade, más adelante:

            Sólo veo un medio de excusarlos (estos “absurdos”), y es el de suponer que el autor explique algún sistema fantástico que pueda haber existido antes que el orden de la naturaleza hubiese sido alterado en la época del Diluvio Universal 

            Eso es, precisamente; y la Doctrina Secreta enseña que este “orden de la naturaleza” fue así alterado, como también la serie de las humanidades de la Tierra. Pues, según el ángel Uriel dice a Enoch:

            Mira, te he mostrado todas las cosas, ¡oh Enoch!; y todas las cosas te he revelado. Tú ves el sol, la luna y los que conducen las estrellas del cielo, los cuales hacen que se repitan todas sus operaciones, y estaciones. En los días de los pecadores, los años se acortarán... La luna cambiará sus leyes...

            
En aquellos días también, años antes del gran Diluvio que hizo desaparecer a los Atlantes y cmabió la faz de toda la Tierra (porque “laTierra (o su eje) se inclinó”), la naturaleza geológica, astronómica y cósmicamente, en general, no podía ser la misma, precisamente porque la tierra se había inclinado. Citando de Enoch:

            Y Noé gritó con amargura; óyeme, óyeme, óyeme; tres veces. Y dijo... La tierra trabaja y se estremece con violencia. Seguramente, pereceré con ella.

            Lo cual,  dicho sea de paso, se parece a una de las muchas “contradicciones” que se ven en la Biblia cuando se lee literalmente. Pues esto es, cuando menos, un temor bien extraño en uno que había “encontrado gracia a los ojos del Señor”, y se le había dicho que construyera un Arca. Pero aquí vemos al venerable Patriarca expresando tanto temor como si, en lugar de “amigo” de Dios, fuese uno de los Gigantes condenados por la Deidad encolerizada. La Tierra se había ya inclinado; el diluvio sólo era simplemente cuestión de tiempo, y sin embargo, Noé parece ignorar que ha de salvarse.
          
  El cumplimiento de un decreto había, a la verdad, llegado; el decreto de la Naturaleza y de la Ley de Evolución, de que la Tierra cambiase su raza, y que la Cuarta Raza fuese destruida para hacer sitio a una mejor. El Manvántara había alcanzado su punto de vuelta de tres y media Rondas, y la Humanidad física gigantesca había alcanzado el punto culminante de la materialidad grosera. De ahí el versículo apocalíptico, que habla del mandamiento emitido de su destrucción, “para que tuviese lugar su fin” -el fin de la Raza:

            Pues ellos conocían (verdaderamente) todos los secretos de los ángeles, todos los poderes secretos y opresores de los Satanes, y todos los poderes de los que ejercen la hechicería, así como también de los que hacen imágenes fundidas en toda la tierra.

            Y ahora una pregunta natural: ¿Quién pudo informar al autor apócrifo de esta poderosa visión -y aquí no importa la época que se le asigne antes del tiempo de Galileo- de que la Tierra podía ocasionalmente inclinar su eje? ¿De dónde pudo sacar tales conocimientos astronómicos y geológicos, si la Sabiduría Secreta en cuyas fuentes habían bebido los antiguos Rishis y Pitágoras, es sólo una fantasía, una invención de tiempos posteriores? ¿Leyó Enoch, quizás proféticamente, en la obra de Federico Klée sobre el Diluvio, las líneas que siguen?

            La posición del globo terrestre respecto del sol ha sido, evidentemente, en los tiempos primitivos, distinta de lo que es ahora; y esta diferencia debe haber sido causada por un desplazamiento del eje de rotación de la tierra.

            Esto nos hace recordar la declaración anticientífica que hicieron los sacerdotes egipcios a Herodoto, a saber: que el sol no se había levantado siempre donde ahora se levanta, y que en tiempos pasados la eclíptica había cortado al Ecuador en ángulos rectos (23).
           
  Hay muchos de estos “dichos obscuros” esparcidos por los Purânas, la Biblia y otras Mitologías; y para los Ocultistas ellos ponen de manifiesto dos hechos: a) que los antiguos conocían tan bien, y quizás mejor que los modernos, la Astronomía, la Geognosía y la Cosmografía en general; y b) que el modo de conducirse del globo ha variado más de una vez desde el estado primitivo de las cosas. Así, Jenofontes asegura en alguna parte, bajo la fe ciega de su religión “ignorante” (que enseñaba que Faetón, en su deseo de aprender la verdad oculta, hizo que el Sol se desviase de su curso natural), “que el Sol se volvió hacia otro país”; lo cual es un paralelo -algo más científico, sin embargo, ya que no tan temerario- de lo que Josué, parando por completo el curso del Sol. No obstante, ello puede explicar la enseñanza de la Mitología del Norte, de que antes del actual orden de cosas, el Sol se levantaba al Sur, al paso que colocaban la Zona Frígida (Jeruskoven) al Este, mientras que ahora está al Norte (24).
            

El Libro de Enoch es, en una palabra, un resumen, un compendio de los principales rasgos de la historia de la Tercera, Cuarta y Quinta Razas; unas poquísimas profecías de la presente época del mundo; un largo resumen retrospectivo, introspectivo y profético de sucesos universales y completamente históricos (geológicos, etnológicos, astronómicos y psíquicos), con un toque de Teogonía de los anales antediluvianos. El Libro de este personaje misterioso es mencionado y citado muchas veces en Pistis Sophia, y también en el Zohar y en su Midrashim más antiguo. Orígenes y Clemente de Alejandría lo tenían en muy alta estima. Por tanto, el decir que es una  falsificación post-cristiana, es decir un absurdo y hacerse culpable de anacronismo; pues Orígenes entre otros, que vivió en el siglo II de la Era cristiana, lo menciona como obra venerable y antigua. El Nombre secreto y sagrado y su potencia están bien y claramente descritos en el antiguo libro, aunque de modo alegórico. Desde el capítulo dieciocho al cincuenta, las Visiones de Enoch son todas descriptivas de los misterios de la Iniciación, uno de los cuales es el Valle Ardiente de los “Ángeles Caídos”.
            
Quizás tuvo San Agustín mucha razón al decir que la Iglesia rechazaba el Libro de Enoch de su canon, a causa de su gran antigüedad (ob nimiam antiquitatem) . ¡No había lugar, dentro de los límites de 4.004 años antes de Cristo, asignados al mundo desde su “creación”, para los sucesos que en él se
mencionan!

H.P. Blavatsky- D.S T IV


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