lunes, 10 de agosto de 2015

LA CRUZ Y LA DÉCADA PITAGÓRICA




            
Los primeros gnósticos  pretendían que su ciencia, la Gnosis, se basaba en un cuadrado, cuyos ángulos representaban, respectivamente, Sigê (el Silencio), Bythos (el Océano), Nous (el Alma Espiritual o Mente) y Aletheia (la Verdad).
             

Ellos fueron los primeros en revelar al mundo lo que había permanecido oculto durante edades, a saber: la Tau, en forma de lecho de Procusto; y Christos encarnando en Chrestos, en aquel que, para ciertos fines, se ofrecía voluntariamente a sufrir una serie de torturas mentales y físicas.
            
Para ellos, todo el Universo, metafísico y material, estaba contenido y podía expresarse y describirse por los dígitos que encierra el número 10, la Década Pitagórica.
            
Esta Década, que representa el Universo y su evolución desde el Silencio y los Abismos desconocidos del Alma Espiritual, o Anima Mundi, presentaba dos lados o aspectos al estudiante. Podía ser aplicada, y lo fue en un principio, al Macrocosmo, desde el cual descendía al  Microcosmo u hombre. Entonces existía la ciencia puramente intelectual y metafísica, o “Ciencia interna, así como la meramente materialista o “ciencia de la superficie”, y las dos podían explicarse por la Década y estar contenidas en ella. Podía estudiarse, en una palabra, tanto por el método deductivo de Platón como por el inductivo de Aristóteles.

 El primero partía de una comprensión divina, en que la pluralidad procedía de la unidad, o los dígitos surgían de la Década, sólo para ser finalmente reabsorbidos, perdidos en el Círculo infinito. El último dependía tan sólo de la percepción de los sentidos, en que la Década podía considerarse bien como la unidad que se multiplica, o como la materia que se diferencia; estando limitado su estudio a la superficie plana, a la cruz, o a los siete que proceden de los diez, o el número perfecto, tanto en la Tierra como en el cielo.
            Este doble sistema fue traído por Pitágoras de la India, juntamente con la Década. que era el mismo de los Brahmanes e Iranios, según los llaman los antiguos Filósofos griegos, nos lo garantiza toda la literatura sánscrita, tal como los Purânas y las Leyes de Manu

En estas Leyes o Mandamientos de Manu se dice que Brahmâ creó primeramente a los “diez Señores del Ser”, los diez Prajâpatis o Fuerzas Creadoras; las cuales diez producen otros siete Manus o más bien, según lo exponen algunos manuscritos, Munin (en lugar de Manûn), “devotos”, o seres santos, que son los siete Ángeles de la Presencia de la religión occidental. Este misterioso número siete, nacido del Triángulo superior ......, nacido este último de su propio vértice o los Abismos silenciosos del Alma Universal Desconocida (Sigê y Bythos), es la planta séptuple Saptaparna, nacida y manifestada en la superficie del suelo, procedente del misterio de la triple raíz  profundamente enterrada en aquel suelo impenetrable. 

Esta idea se halla por completo tratada en una de las Secciones del volumen II, Sección III, “La Substancia Primordial y el Pensamiento Divino”; lo cual debe tener el lector bien presente si quiere comprender la idea metafísica que encierra el citado símbolo

Así, en el hombre como en la naturaleza (según la Filosofía Esotérica cishimaláyica, que es la de la Cosmogonía del Manu original), la división septenaria es la que la Naturaleza misma determina. Sólo el séptimo principio (Purusha) es el YO divino, estrictamente hablando; pues, según se dice en Manu, “habiendo él (Brahmâ) compenetrado las partes sutiles de aquellos seis, de brillantez inconmensurable”, los creó o los llamó a “Sí”; o sea a la conciencia de aquel Yo Único. 

De estos seis, cinco elementos (o principios, o Tattvas, según piensa el comentador Medhâtithi) “son llamados los elementos atómicos destructibles”; y  estos se describen en la Sección antes mencionada.
            
Tenemos que hablar ahora de la lengua del misterio, la de las razas prehistóricas. 

No es una lengua fonética, sino puramente pictórica y simbólica. En la actualidad sólo es conocida completamente por muy pocos, pues hace más de 5.000 años que se convirtió para las masas en una lengua absolutamente muerta. Sin embargo, la mayor parte de los sabios gnósticos, griegos y judíos, la conocieron y usaron aunque de muy diversa manera. Presentaremos algunos ejemplos.
           
  En el plano superior, el número no es número alguno sino un cero - un CÍRCULO. En el plano de abajo, se convierte en uno, que es un número impar. Cada letra de los alfabetos antiguos tenía su significado filosófico y su razón de ser. El número uno significaba para los Iniciados de Alejandría un cuerpo derecho, un hombre vivo de pie, siendo el único animal que tiene tal privilegio. Y, añadiendo al “1” una cabeza fue transformado en una “P”, símbolo de paternidad, de potencia creadora; mientras que la “R” significa un “hombre en movimiento”, uno que camina. De aquí que PATER ZEUS no tuviese nada de sexual ni de fálico, ni en su sonido ni en la forma de sus letras; así como tampoco (Pater Deus) (según Ragón) 

. Si consideramos ahora el alfabeto hebreo, veremos que al paso que el uno o Aleph tiene un toro o buey por símbolo, el diez, el número perfecto o uno de la Kabalah, es un Yod ( ... y, i .... j) y significa, como primera letra de Jehovah, el órgano procreador, y lo demás.


Caracter Alef (Paleo Hebreo)

           

  Los número impares son divinos, los números pares son terrestres, diabólicos y desgraciados. Los pitagóricos detestaban el Binario.

 Para ellos era el origen de la diferenciación, y por tanto, de los contrastes, de la discordia o materia, principio del mal. En la Teogonía Valentiniana, Bythos y Sigê (el Oéano, Caos, Materia nacida en el Silencio) representan el Binario primordial. En todo caso, para los primitivos pitagóricos, la Duada era ese estado imperfecto en que cayó el primer ser manifestado, cuando se separó de la Mónada. Era el punto desde donde los dos caminos, el bien y el mal, se bifurcaban. Todo lo que tenía dos caras o era falso, lo llamaban “binario”. Sólo lo UNO era el bien y la armonía, porque ninguna desarmonía puede proceder del Uno solo. De aquí la palabra latina Solus con relación al Uno y Único Dios, el Ignoto de Pablo. Solus, sin embargo, se convirtió en Sol - el Sol.                                       
           
  El Ternario es el primero de los números impares, así como el triángulo es la primera de las  figuras geométricas. Este número es verdaderamente el número del misterio por excelencia. Para estudiarlo en el aspecto exotérico, hay que leer Cours Philosphique et Interprétatif des Initiations, de Ragón; y en el esotérico, el simbolismo de los números indos; pues las combinaciones que se le aplicaron son innumerables. Ragón basó sus estudios y fundó la famosa Sociedad Masónica de los Trinosofistas -los que estudian tres ciencias- sobre las propiedades Ocultas de los tres lados iguales del triángulo; lo cual es un progreso sobre los tres grados masónicos ordinarios, que se dan a los que no estudian nada y se dedican a comer y beber en las reuniones de sus Logias. Según escribe el fundador:

            La primera línea del triángulo que se da al aprendiz para estudiar es el reino mineral, simbolizado por Tubalc  ....... (Tubal-Caín).
            
El segundo lado, en el cual tiene que meditar el compañero, es el reino vegetal simbolizado por Shibb ...... (Shibboleth). En este reino principia la generación de los cuerpos. Ésta es la razón por la cual la letra G se presenta radiante ante los ojos del adepto (?¡).
            
El tercer lado queda para el maestro masón, el cual tiene que completar su educación con el estudio del reino animal. está simbolizado por Mac-benah ...... (hijo de purtrefacción).

            La primera figura sólida es el Cuaternario, el símbolo de la inmortalidad. Es la Pirámide, pues el Tetraedro se halla sobre una base triangular, y termina en punta en su vértice, dando, así, la Tríada y el Cuaternario, o el 3 y el 4.


            
Los Pitagóricos enseñaban la conexión y relación entre los Dioses y los números, en una ciencia llamada Aritmomancia. El Alma es un número, decían, que se mueve por sí y que contiene el número 4; y el hombre, espiritual y físico, es el número 3, pues el Ternario representaba para ellos, no sólo la superficie, sino también el principio de la formación del cuerpo físico. De modo que los animales eran sólo Ternarios, siendo únicamente el hombre un Septenario, al ser virtuoso; y un Quinario cuando era malo; pues:
            
El Número Cinco estaba compuesto de un Binario y un Ternario, y el Binario desordenaba y alteraba todo, en la forma perfecta. El hombre perfecto, decían, era un Cuaternario y un Ternario, o cuatro elementos materiales y tres inmateriales; y estos tres Espíritus o Elementos los encontramos igualmente en el Cinco cuando representa el microcosmo. Este último es un compuesto de tres Espíritus, y de un Binario directamente relacionado con la Materia grosera. De aquí que, como dice Ragón:

esta ingeniosa figura es la unión de dos acentos griegos (‘,)  colocados sobre las  vocales, que deben o no ser aspiradas. El primer signo (‘) es llamado el “espíritu fuerte” o superior, el Espíritu de Dios aspirado (spiritus), respirado por el hombre. El segundo signo (,), el inferior, es el “espíritu suave” representando el espíritu secundario...; el todo encierra al hombre entero. es la quintaesencia universal, el fluido vital o la vida.

            El sentido más místico del número 5 (Cinco) lo expone en un excelente artículo Mr. T. Subba Row, en Five Years of Theosophy, artículo titulado “Los Doce Signos del Zodíaco”, en el cual da algunas reglas que pueden ayudar al investigador a encontrar “el profundo significado de la antigua nomenclatura sánscrita, en los antiguos mitos y alegorías arios”. 

Mientras tanto, veamos lo que hasta ahora se ha declarado en las publicaciones teosóficas acerca de la constelación de Capricornio, y lo que de ella se conoce generalmente. Todos saben que


 es el décimo signo del Zodíaco, en el que pasa el sol por el solsticio de invierno, sobre el 21 de diciembre. Pero pocos son los que saben (aun en la India, a menos que estén iniciados) la verdadera relación mística que parece existir, según se nos dice, entre los nombres Makara y Kumâra. El primero significa algún animal anfibio, llamado a la ligera el “cocodrilo”, según creen algunos orientalistas; y el segundo es el título de los grandes patrones de los Yogis, según los Purânas Shaiva; de los hijos de Rudra (Shiva), que es también un Kumâra, y hasta uno con él. Por su conexión con el Hombre, los Kumâras están igualmente relacionados con el Zodíaco. Tratemos de ver lo que significa la palabra Makara.
            Dice el autor de “Los Doce Signos del Zodíaco”:

            Makara... contiene en sí la clave para su correcta interpretación. La letra ma es equivalente al número 5, y kara signifca mano. Ahora bien; en sánscrito, Tribhujam quiere decir un triángulo, bhujam o karam (ambos son sinónimos) se entiende que significa un lado. Así, pues, Makaram o Panchakaram significa un Pentágono.

 Ahora bien; la estrella de cinco puntas o pentágono representa los cinco miembros del hombre. 
 En el sistema antiguo, según se nos dice, Makara era el octavo signo en lugar del décimo.

            El signo en cuestión tiene por objeto representar los aspectos o caras del universo, e indica que la figura del universo está limitada por Pentágonos.

            Los escritores sánscritos “hablan también de Ashtadisha o el Espacio de ocho caras”, refiriéndose así a los Loka-pâlas, los ocho puntos de la brújula, cuatro puntos cardinales y cuatro intermedios.

            Desde un punto de vista objetivo, el “microcosmo” está representado por el cuerpo humano. Makaram puede representar simultáneamente el microcosmo y el macrocosmo, como objetos externos de percepción.

            Pero el verdadero sentido esotérico de la palabra Makara no es, en verdad, el de “cocodrilo”, ni mucho menos, aun cuando sea comparado con el animal descrito en el Zodíaco indo. Pues tiene la cabeza y las patas delanteras de antílope, y el cuerpo y la cola de pez. De aquí que el décimo signo del Zodíaco haya sido diversamente apreciado, como significando un tiburón, un delfín, etc., por ser el Vâhana de Varuna, el Dios del Océano; y muchas veces se le llama por esta razón Jala-rûpa o “forma de agua”. El delfín era vehículo de Neptuno-Poseidón para los griegos, y uno con él, esotéricamente; y este “delfín” es el “dragón marino”, así como el cocodrilo del Nilo Sagrado es el Vehículo de Horus, y Horus mismo. El Dios en forma de momia, con cabeza de cocodrilo, dice:

            Yo soy el pez (y la sede) del gran Horus de Kem-oor.

            Para los gnósticos Peratae, Chozzar (Neptuno) es el que convierte la pirámide dodecagonal en una esfera, “y pinta su puerta con muchos colores”. Tiene él CINCO ministros andróginos: es Makara, el Leviathan.
            
Como el Sol naciente era considerado el Alma de los Dioses, enviada para manifestarse diariamente a los hombres; y como el cocodrilo salía del agua a sus primeros rayos, ese animal llegó por fin a personificar en la India un devoto del fuego solar, así como personificaba ese Fuego, o el Alma más elevada, entre los egipcios.
           
  En los Purânas, el número de los Kumâras cambia con arreglo a las exigencias de la alegoría. Para fines Ocultos, su número se da en un sitio como siete, luego como cuatro, después como cinco. En el Kûrma Purâna se dice de ellos:

            Estos cinco (Kumâras), ¡oh brahman!, fueron yogins que llegaron a estar completamente exentos de pasión.
                       
            Su nombre mismo muestra su relación con la mencionada constelación Makara, y con algunos otros caracteres Puránicos relacionados con los signos zodiacales. Esto se hace a fin de velar lo que era uno de los signos más sugestivos de los Templos primitivos. Los Kumâras, generalmente, están mezclados astronómica, fisiológica y místicamente  con un número de personajes y sucesos Puránicos. Apenas aludidos en el Vishnu, figuran en varios dramas y sucesos en todos los demás Purânas y literatura sagrada; de modo que los orientalistas, teniendo que recoger aquí y acullá los hilos de relación, han concluido por proclamar a los Kumâras “debidos principalmente a la fantasía de los escritores Puránicos”. Pero Ma - nos dice el autor de los “Doce Signos del Zodíaco - es “cinco”; Kara, una “mano” con sus cinco dedos, así como un signo de cinco lados, o un Pentágono. Los Kumâras (en este caso un anagrama para objetos Ocultos), como Yogis son cinco en el esoterismo, porque los dos últimos nombres han permanecido siempre secretos; son el quinto orden de Brahma-devas y los Chohans quíntuples que poseen el Alma de los cinco Elementos, predominando el Agua y el Éter, y por tanto, sus símbolos eran acuáticos e ígneos a la vez.

            La Sabiduría se halla oculto bajo el lecho de aquel que reposa en el Loto de Oro (Padma) flotando en el Agua.



            En la India, éste es Vishnu, uno de cuyos Avatâras fue Buddha, según se afirmaba en los  tiempos de antaño. Los Prâchetasas, los adoradores de Nârâyana -que, como Poseidón, se movían  moraban sobre las Aguas, y no debajo- se sumergieron en las profundidades del Océano para llevar a cabo sus devociones, y permanecieron allí 10.000 años; y los Prâchetasas son diez exotéricamente, pero cinco esotéricamente. Prachetâs es, en sánscrito, el nombre de Varuna, el Dios del Agua. Nereus, un aspecto de Neptuno, siendo de este modo los Prâchetasas idénticos a los “cinco ministros” de Chozzar macho-hembra, o Poseidón, de los gnósticos Peratae. Estos son respectivamente llamados Ou, Aoai, Ouô, Ouâb y...  siendo el quinto, hoy perdido, esto es, mantenido en secreto, un nombre triple (siete en conjunto). Esto, en lo que se refiere al símbolo “acuático”; el “ígneo” los relaciona con el símbolo ígneo, espiritualmente. Para fines de comprobación, téngase presente que así como la madre de los Prâchetasas era Savarnâ, la hija del Océano, así era Amphitrite, madre de los “ministros” místicos de Neptuno.
            

Ahora bien; recuerde el lector que estos “cinco ministros” están simbolizados tanto en el delfín, que había vencido la resistencia de la casta Amphitrite a casarse con Poseidón, como en Tritón su hijo. Este último, cuyo cuerpo de la cintura arriba es de hombre, y de la cintura abajo de delfín, un pez, se halla además muy misteriosamente relacionado con Oannes, el Dag babilónico, y también con el Matsya (Pez) Avatâra de Vishnu, pues ambos enseñaban la Sabiduría a los mortales. El delfín, como todos los mitólogos saben, fue puesto por Poseidón para su servicio, entre las constelaciones, y se convirtió para los griegos en Capricornio, el Chivo, con su parte posterior de delfín, siendo de este modo idéntico a Makara, cuya cabeza es también la de un antílope, y el cuerpo y la cola de pez. He ahí por qué el signo de Makara nació sobre la bandera de Kâmadeva, el Dios hindú del Amor, identificado, en el Atharva Veda, con Agni, el 

Dios del Fuego, hijo de Lakshmî, según lo expone correctamente el Harivamsha. Porque Lakshmî y Venus son una, y Amphitirte es la primera forma de Venus. Ahora bien; Kâma, el Makara-ketu, es Aja, el “no nacido”, y Âtmâ-bhû, el “existente por sí mismo”; y Aja es el LOGOS en el Rig Veda, en donde se le muestra como la primera manifestación del UNO; pues el “Deseo despertóse primero en ELLO, lo cual fue el germen primordial de la mente”, lo “que relaciona la entidad con la no entidad” -o Manas, el quinto, con Âtmâ, el séptimo, esotéricamente- dicen los Sabios. Ésta es la primera etapa. La segunda, en el plano siguiente de manifestación, muestra a Brahmâ -a quien elegimos como el representante de todos los otros Primeros Dioses de las naciones- haciendo surgir de su cuerpo a sus Hijos nacidos de la Mente, “Sanandana y otros”, los cuales, en la quinta “creación”, y también en la novena (con objeto de que sea un “velo”) se convierten en los Kumâras. Concluiremos recordando al lector que a Amphitrite se le sacrificaban cabras, así como a las Nereidas en las orillas del mar -lo mismo que hasta hoy se sacrifican cabras a Durgâ Kâli, que es sólo el aspecto negro de Lakshmî (Venus), el aspecto blanco de Shakti- indicando la relación que estos animales pueden tener con Capricornio, en el cual aparecen veintiocho estrellas en forma de una cabra, cuya cabra fue transformada por los griegos en Amalthea, la nodriza de Júpiter. Pan, el Dios de la Naturaleza, tenía pies de cabra, y se transformó en un macho cabrío al aproximarse a Tifón. 

Pero esto es un misterio en el que la escritora no se atreve a extenderse, por no estar segura de ser comprendida. El aspecto místico de la interpretación tiene que dejar a la intuición del estudiante. Anotemos un dato más en relación con el misterioso número Cinco. Simboliza él al mismo tiempo el Espíritu de la Vida Eterna, y el espíritu de la vida y el amor terrestre - en el compuesto humano; e incluye la magia divina y la infernal, y la quintaesencia universal e individual del ser. Así, las cinco palabras o vocales místicas pronunciadas por Brahmâ en la “creación”, que se convirtieron luego en los Panchadasha (ciertos Himnos védicos atribuidos a este Dios), son en su potencialidad creadora y mágica, el aspecto blanco de los cinco Ma-kâras Tántricos negros, o las cinco m’s. Makara, la constelación, es un nombre aparentemente sin sentido y absurdo; sin embargo, aun sin contar su significado anagramático en conjunción con el término de Kumâra, el valor numérico de su primera sílaba, y su resolución esotérica en cinco, tienen un significado muy grande y oculto en los misterios de la naturaleza.
            

Baste decir que así como el signo de Makara está relacionado con el nacimiento del Microcosmo espiritual, y con la muerte o disolución del Universo físico - su paso al reino de lo Espiritual (17), asimismo están relacionados con ambos los Dhyân Chohans, llamados Kumâras en la India. Por otra parte, en las religiones exotéricas ellos se han convertido en sinónimo de los Ángeles de las Tinieblas. Mâra es el Dios de las Tinieblas, el Caído, y la Muerte (18);y sin embargo, es uno de los nombres de Kâma, el Primer Dios de los Vedas, el Logos, del cual han surgido los Kumâras, y esto los relaciona aún más con nuestro “fabuloso” Makara indo y el Dios de cabeza de cocodrilo de Egipto (19). Los Cocodrilos en el Nilo Celeste son cinco, y el Dios Tum, la Deidad Primordial que crea los cuerpos celestes y los seres vivos, produce estos Cocodrilos en su quinta “creación”. Cuando Osiris, el “Sol Difunto es enterrado y entra en el Amenti, los Cocodrilos sagrados se sumergen en el abismo de las Aguas primordiales - el “Gran Verde”. Cuando el Sol de la Vida se levanta, vuelven a surgir fuera del río sagrado. Todo esto es altamente simbólico, y muestra cómo las verdades primitivas esotéricas encontraron su expresión en símbolos idénticos. Pero, como declara Mr. T. Subba Row:

             El velo hábilmente echado sobre ciertas partes del misterio relacionado con estos signos (zodiacales) por los antiguos filósofos, jamás será levantado para diversión ni edificación del público no iniciado.

            No era el número Cinco menos sagrado para los griegos. Las “Cinco Palabras” de Brahmâ se han convertido entre los gnósticos en las “Cinco Palabras” escritas en la Vestidura Âkâshica (Resplandeciente de Jesús en su glorificación - las palabras “Zama Zama Özza Rachama Özai” (ZAMA ZAMA QZZA RAXAMA QZAI), traducidas por los orientalistas “la vestidura, la gloriosa vestidura de mi fuerza”. Estas palabras eran, a su  vez, el “velo” anagramático de los cinco Poderes místicos representados en la vestidura del Iniciado “resucitado” después de su última prueba de tres días de trance, convirtiéndose los cinco en siete sólo después de su “muerte”, cuando el Adepto se convierte en el Christos pleno, el completo Krishna-Vishnu, esto es, sumergido en el Nirvâna. El E de Delfos, un símbolo sagrado, era también el número cinco; y cuán sagrado era, lo muestra el hecho de que los corintios, según Plutarco, reemplazaron el numeral de madera del Templo de Delfos por uno de bronce, y éste fue cambiado por Livia Augusta en un facsímile de oro.
            
Es fácil reconocer en los dos “Spiritus” - los signos griegos (‘,) de que habla Ragón-Âtmâ y Buddhi, o el Espíritu Divino y su Vehículo, el Alma Espiritual.
            
El Seis o el Senario es tratado más adelante en esta Sección, mientras que el Septenario lo será por completo en el curso de este volumen, en la Sección sobre “Los Misterios de la Hebdómada”.
            
La Ogdoada u Ocho significa el movimiento eterno y su espiral de los ciclos, el 8,  es simbolizado a su vez por el Caduceo. Él muestra la respiración regular del Kosmos, presidida por los Ocho Grandes Dioses - los Siete de la Madre primordial: el Uno y la Tríada.
           
  Luego viene el número Nueve, o el triple Ternario. es el número que se reproduce constantemente bajo todas las formas y figuras en toda la multiplicación. Es el signo de todas las circunferencias, puesto que su valor en grados es igual a 9, esto es, a 3 + 6 + 0 . Es un mal número bajo ciertas condiciones, y muy desgraciado. Si el número 6 era el símbolo de nuestro Globo en estado de ser animado por un Espíritu divino, el 9 simbolizaba nuestra Tierra informada por un Espíritu malo.
          
  El Diez, o la Década, vuelve a traer todos estos dígitos a la unidad y termina la tabla pitagórica. De aquí que esta figura, .......... -la unidad dentro del cero - son el símbolo de la Deidad, del Universo y del Hombre. Tal es el significado secreto de “la fuerte presa de la garra de león, de la tribu de Judah” (la “presa del maestro masón”) entre dos manos, cuyos dedos son en junto diez.
            
Si fijamos ahora nuestra atención en la cruz egipcia, o la Tau





 podremos descubrir que esta letra, tan exaltada por los egipcios, griegos y judíos, está misteriosamente relacionada con la Década. La Tau es el Alfa y Omega de la Secreta Sabiduría Divina, que está simbolizada por la letra inicial y final de Thot (Hermes). Thot fue el inventor del alfabeto egipcio, y la letra Tau terminaba los alfabetos de los judíos y samaritanos, quienes la llaman el “fin” o “perfección”, “culminación” y “seguridad”. De aquí que, según nos dice Ragón, las palabras erminus (fin) y Tectum (techo) sean símbolos de protección y seguridad, lo cual es más bien una definición prosaica. Pero tal es el destino común de las ideas y de las cosas en este mundo de decadencia espiritual, aunque al mismo tiempo de progreso físico. Pan fue en un tiempo la Naturaleza Absoluta, el Uno y el Gran Todo; pero cuando la historia percibe la primera vislumbre de él, Pan ha caído ya a ser un diosecillo del campo, un Dios rural; la historia no quiere reconocerle, al paso que la teología hace de él, el Demonio. Sin embargo, su flauta de siete tubos, emblema de las siete fuerzas de la naturaleza, de los siete planetas, de las siete notas musicales, en una palabra, de toda la armonía septenaria, muestra bien su  carácter primordial. Así sucede con la Cruz. Mucho antes de que los judíos hubiesen ideado su candelabro de oro del Templo, con tres mecheros en un lado y cuatro en el otro, e hiciesen del número siete un número femenino de la generación  -introduciendo así el elemento fálico en la religión- las naciones más espirituales habían hecho de la cruz (como 3 + 4 = 7) su símbolo divino más sagrado. De hecho, el círculo, la cruz y el siete -habiéndose hecho de este último una base de la medida circular- son los primeros símbolos primordiales. Pitágoras, que trajo su sabiduría de la India, dejó a la posteridad una vislumbre de esta verdad. Su Escuela consideraba al número 7 como un compuesto de los números 3 y 4, los cuales explicaba de un modo dual. En el plano del mundo noumenal, el Triángulo era, como primer concepto de la Deidad manifestada, su imagen, “Padre-Madre-Hijo”; y el Cuaternario, el número perfecto, era la raíz noumenal, ideal, de todos los números y cosas en el plano físico. Algunos estudiantes, en vista de lo sagrado de la Tetraktys y del Tetragrammaton, confunden el significado místico del Cuaternario. 

Este último era para los Antiguos sólo una “perfección” secundaria, por decirlo así, porque únicamente se relacionaba con los planos manifestados; mientras que el Triángulo, el Delta griego



era el “vehículo de la Deidad desconocida”. Una buena prueba de esto es que el nombre de la Deidad principia con Delta. Zeus se escribía (Deus), por los naturales de Beocia, y de aquí el Deus de los latinos. Esto, considerado en relación al concepto metafísico respecto del significado del septenario en el mundo fenomenal; pero para fines de la interpatción profana o exotérica, el simbolismo cambiaba. 

El tres se convertía en la ideografía de los tres Elementos materiales, Aire, Agua, Tierra; y el cuatro venía a ser el principio de todo lo que no es corpóreo ni perceptible. 

Pero esto no ha sido nunca aceptado por los verdaderos Pitagóricos. Considerado como un compuesto de 6 y 1 el Senario  y la Unidad, el número 7 era el centro invisible, el Espíritu de todo, pues no existe ningún cuerpo hexagonal sin que se encuentre en él una séptima propiedad, como punto central. Por ejemplo, los cristales y copos de nieve, en lo que se llama naturaleza “inanimada”. Además el número siete, dicen ellos, tiene toda la perfección de la UNIDAD 

el número de los números. Pues, así como la unidad absoluta es increada, e indivisible, y por tanto, sin número, y ningún número puede producirla, lo mismo sucede con el siete; ningún dígito contenido en la Década puede engendrarlo o producirlo. Y el cuatro es el que proporciona una división aritmética entre la unidad y el siete, pues excede al primero por el mismo número (tres), por el cual a su vez le excede el siete, puesto que el cuatro tiene tantas unidades sobre el uno como el siete tiene sobre el cuatro (23).
            
Para los egipcios el número 7 era el símbolo de la vida eterna”, dice Ragón, y añade que ésta es la razón de la letra griega Z, que no es sino un doble 7, y la inicial de Zaô, “Yo vivo”, y de Zeus, el “padre de todo lo viviente”.
            
Además, el número 6 era el símbolo de la Tierra durante el otoño e invierno, los meses de “sueño”; y el número 7 durante la primavera y el verano, pues el Espíritu de la Vida la animaba en este tiempo, la  Fuerza séptima o central informadora. Lo mismo se encuentra en los mitos y símbolos egipcios de Osiris e Isis, que personifican metafísicamente el Fuego y el Agua, y físicamente el Sol y el Nilo. el número del año solar, 365 en días, es el valor numérico de la palabra Neilos (Nilo). Esto, juntamente con el Toro, con el creciente y la cruz ansata entre sus cuernos, y la Tierra bajo su símbolo astronómico (....) son los símbolos más fálicos de la antigüedad posterior.

            El Nilo era el río del tiempo con el número de un año, o un año y un día (364 + 1 = 365). Representaba el agua parturienta de Isis, o Madre Tierra, la luna, la mujer y la vaca; también el taller de Osiris, representando el T’sod Olaum de los hebreos. El antiguo nombre de este río era Eridanus, o el Iardan hebreo, con el sufijo copto o griego antiguo. Ésta fue la puerta de la palabra hebrea Jared, o fuente, u origen... del río Jordán que tenía el mismo uso mítico entre los hebreos, que el Nilo entre los egipcios (24); era la fuente de la descendencia, y contenía las aguas de la vida (25).

            Era, diciéndolo claramente, el símbolo de la Tierra personificada, o Isis considerada como la matriz de esta Tierra. Esto se muestra con suficiente claridad; y el Jordán -el río ahora tan sagrado para los cristianos- no encerraba ningún significado más sublime ni poético, que las aguas parturientas de la Luna - Isis o Jehovah en su aspecto femenino. Ahora bien; según ha demostrado el mismo sabio, Osiris era el Sol y el río Nilo, así como el año de 365 días; mientras que Isis era la Luna, el lecho de ese río o la Madre Tierra, “para cuyas energías parturientas era una necesidad el agua”, así como también el año lunar de 354 días, “el tiempo hacedor de los períodos de gestación”. Todo esto, pues, es sexual y fálico; y nuestros modernos eruditos parece que no encuentran en estos símbolos nada más que un significado fisiológico o fálico. Sin embargo, no hay más que leer las tres cifras 365, o el número de días de un año solar, con la clave Pitagórica, para encontrar en ellas un significado altamente filosófico y moral. Un ejemplo bastará. Puede leerse:

                        La Tierra (3) - animada por (6) - el Espíritu
                                               de Vida (5)

            Sencillamente, porque 3 es equivalente a la Gamma griega (I’) que es el símbolo de Gaia, la Tierra, mientras que la cifra 6 es el símbolo del principio animador o informante, y el 5 es la quintaesencia universal que se extiende en todas direcciones, y forma toda materia .
           

  Los pocos ejemplos que se han presentado revelan solamente una pequeña parte de los métodos usados para leer las ideografías y numerales simbólicos de la antigüedad. Como el sistema es de una grandísima y compleja dificultad, muy pocos,  aun entre los Iniciados, podrían dominar todas las siete claves. ¿Es, pues, de admirar que la Naturaleza metafísica degenerase gradualmente en la física; que el Sol, que en un tiempo fue el símbolo de la Deidad, se convirtiese, con el transcurso de los siglos, sólo en el de su ardor creador, y que de aquí cayese en un signo de significación fálica? ¡Pero, seguramente, aquellos cuyo método, como el de Platón, era proceder de lo universal a lo particular, no pudieron jamás haber principiado simbolizando sus religiones con emblemas sexuales” Es mucha verdad, aunque dicho por Eliphas Lévi, la paradoja encarnada, que “el hombre es Dios en la Tierra, y Dios es el hombre en el Cielo”. ¡Pero esto no podía aplicarse, ni se aplicó jamás, a la Deidad Una, sino sólo a las Huestes de SUS rayos encarnados, llamados por nosotros Dhyân Chohans, por los antiguos dioses, y transformados ahora por la Iglesia en Demonios a la izquierda, y en el Salvador a la derecha!
           

  Pero todos esos dogmas salieron de la raíz única, la raíz de la Sabiduría, que crece y medra en el suelo indo. No hay un solo Arcángel cuyo origen no pueda encontrarse en su prototipo, en la tierra sagrada de Âryâvarta. Estos prototipos están todos relacionados con los Kumâras que aparecen en escena “rehusando”, como Sanatkumâra y Sananda, “crear progenie”. Sin embargo, son llamados los “creadores” del hombre (pensante). Más de una vez se les pone en relación con Nârada - otro manojo de aparentes incongruencias, que es, sin embargo, un tesoro de doctrinas filosóficas. Nârada es el jefe de los Gandharvas, los cantores y músicos celestiales; esotéricamente, la razón de esto se explica por el hecho de que los Gandharvas son los “instructores de los hombres en las Ciencias Secretas”. Ellos son los que “amando a las mujeres de la Tierra” les revelaron los misterios de la creación; o, como en el Veda, el Gandharva “celeste” es una deidad que conocía los secretos del cielo y las verdades divinas en general, y las revelaban. Si tenemos presente lo que se dice de esta clase de Ángeles en Enoch y en la Biblia, entonces la alegoría es clara; su jefe, Nârada, al paso que rehusa procrear, conduce a los hombres para que se conviertan en Dioses. 

Además, todos estos, como se declara en los Vedas, son Chhandajas, “nacidos por la voluntad”, o encarnados, en diferentes Manvántaras, por su propia voluntad. En la literatura exotérica se les muestra existiendo edad tras edad; algunos con “la maldición de renacer”, otros encarnando como un deber. Finalmente, lo mismo que los Sanakâdikas -los siete Kumâras que fueron a visitar a Vishnu en la “Isla Blanca” (Shveta-dvîpa), la Isla habitada por los Mahâ Yogis- ellos están relacionados con Shâkadvipa, y con los Lemures y Atlantes de la Tercera y Cuarta Razas.
            

En la filosofía Esotérica, los Rudras (Kumâras, Âdityas, Gandharvas, Asuras, etc.), son los Dhuyân Chohans o Devas más elevados, en lo que se refiere a la inteligencia. Son aquellos que, debido a la adquisición por propio desenvolvimiento de la naturaleza quíntuple -de aquí lo sagrado del número cinco- se hicieron independientes de los puros Devas Arûpa. Éste es un misterio muy difícil de ñpenetrar y entender correctamente. Pues vemos que los que fueron “obedientes a la ley” están, igualmente que los “rebeldes”, condenados a renacer en todas las edades. Nârada, el Rishi, es maldecido por Brahmâ, condenado a incesante peripatetismo en la tierra, esto es, a renacer constantemente. Es un rebelde contra Brahmâ, y sin embargo, su destino no es peor que el de los Jayas, los doce grandes Dioses creadores producidos por Brahmâ como sus auxiliares en las funciones de la creación. Pues estos, sumidos en la meditación, se olvidaron sólo de crear; y por esto fueron igualmente condenados por Brahmâ a renacer en cada Manvántara. Y, sin embargo -juntamente con los rebeldes-, son llamados Chhandajas, o los nacidos, por su propia voluntad, en forma humana.
            

Todo esto es muy enigmático para el que no puede leer y comprender los Purânas, sino en el sentido de su letra muerta  De aquí que veamos a los orientalistas rehusando el enigma y cortando el nudo gordiano de la perplejidad, al declarar todo el esquema como “ficciones... de la fantasía brahmánica y de su afición a exagerar”. Pero para el estudiante de Ocultismo, todo está lleno de profundo significado filosófico. Gustosos dejamos la corteza para los sanscritistas occidentales, pero reclamamos la esencia del fruto para nosotros. Hacemos más: concedemos que, en un sentido, mucho de lo que hay en estas llamadas “fábulas” se refiere a alegorías astronómicas acerca de constelaciones, asterismos, estrellas y planetas. Sin embargo, al paso que al Gandharva del Rig Veda se le hace allí personificar el fuego del Sol, los Devas Gandharvas son entidaes de un carácter tanto físico como psíquico; mientras que los Apsarasas (co notros Rudras) son a la vez cualidades y cantidades. En una palabra: si alguna vez se desenmaraña la Teogonía de los Dioses védicos revelará insondables misterios de la Creación y del Ser. Con verdad dice Parâshara:

            Estas clases de treinta y tres divinidades... existen edad tras edad... y su aparición y desaparición es... de la misma manera que como el sol se pone y vuelve a salir.

            Hubo un tiempo en que el símbolo oriental de la cruz y el círculo, la Svastika, fue adoptado universalmente. Para los buddhistas esotéricos y hasta para los exotéricos, chinos y mogoles, significa las “diez mil verdades”. Estas verdades, dicen, pertenecen a los misterios del Universo Invisible y de la Cosmogonía y Teogonía Primordiales.
            Desde que Fohat cruzó el Círculo como dos líneas de llama (horizontal y verticalmente), las Huestes de los Benditos nunca han dejado de enviar sus representantes a los Planetas, por los cuales tienen que velar desde el principio.
          

  Ésta es la razón por la que la Svastika es colocada siempre -como en Egipto la cruz ansata- sobre el pecho de los Místicos difuntos. Se la encuentra en el corazón de las imágenes y estatuas de Buddha, en el Tibet y en Mogolia. Es también el sello que se coloca en el corazón de los Iniciados vivos, y que algunos tienen grabado por siempre a fuego en la carne. Esto es, porque deben guardar estas verdades inviolables e intactas, en el silencio y secreto eternos, hasta el día en que son percibidas y leídas por sus sucesores escogidos -nuevos Iniciados-, “dignos de que se les confíen las diez mil perfecciones”. Tanto se ha degradado ahora, sin embargo, que muchas veces la colocan en el tocado de los “Dioses”, los horribles ídolos de los sacrílegos Bhons -los Dugpas o Brujos de las fronteras tibetanas-, hasta que los ve un Gelugpa y la arranca juntamente con la cabeza del “Dios”, aunque mejor sería que fuera la del sacrílego la separada de su cuerpo pecador. Sin embargo, nunca puede perder sus propiedades misteriosas. Echemos una ojeada retrospectiva, y la veremos usada igualmente por los Iniciados y Videntes, así como por los Sacerdotes de Troya; pues Schliemann ha encontrado muchos ejemplares de ella en el emplazamiento de esta antigua ciudad. Se la encuentra entre los antiguos peruanos, asirios y caldeos, así como en las paredes de las construcciones ciclópeas del mundo antiguo; en las catacumbas del Nuevo Mundo y en las del Antiguo (?), en Roma, donde -pues se supone que los primeros cristianos se ocultaban con su religión- es llamada Crux Dissimulata.

            Según De Rossi, la Svastika fue, desde una época muy remota, una forma favorita de la cruz empleada con un significado oculto, que muestra que el secreto no era el de la cruz cristiana. Una cruz Svastika en las catacumbas es el signo de una inscripción que dice: “ZQTIKQ ZOTIKH ( ? ZQTIKH), Vitalis Vitalia”, o vida de la vida .

            Pero la mayor prueba de la antigüedad de la cruz es la presentada por el autor mismo de The Natural Genesis.

            El valor de la cruz, como símbolo cristiano, se supone que  data del tiempo en que Jesucristo fue crucificado. Y sin embargo, en la iconografía “Cristiana” de las catacumbas no aparece figura alguna de hombre sobre la Cruz, durante los primeros seis o siete siglos. Existen todas las formas de la cruz excepto esa -el supuesto punto de partida de la nueva religión. No fue ella la forma inicial del Crucifijo, sino la final (30). Durante unos seis siglos después de la era Cristiana, la fundación de la religión cristiana en un redentor crucificado hállase por completo ausente del arte cristiano. La primera forma conocida de la  figura humana sobre la cruz es el crucifijo presentado por el Papa Gregorio el Grande a la Reina Teodolinda de Lombardía, que se halla ahora en la iglesia de San Juan de Monza, mientras que en las catacumbas de Roma no se ve imagen alguna del crucificado antes de la de San Giulio, perteneciente al siglo VII u VIII... No hay ningún Cristo ni ningún Crucificado; la Cruz es el Cristo, como los Stauros (la Cruz) era un tipo, y un nombre de Horus el Cristo Gnóstico. 

La Cruz, no el crucificado, es el símbolo primario de la Iglesia Cristiana. La Cruz, no el crucificado, es el objeto esencial de representación en su arte, y de adoración en su religión. El germen de todo el desarrollo y desenvolvimiento puede encontrarse en la cruz. Y esta cruz es precristiana, es pagana y gentil, en una media docena de formas diferentes. El Culto principió con la cruz, y Juliano tenía razón al decir que se aventuraba a “la guerra con la X”, la cual a todas luces consideraba había sido adoptada por los a-gnósticos y mitólatras, dándole un significado imposible. Durante siglos la cruz ocupó el lugar del Cristo, y se dirigían a ella como a un ser vivo. Fue divinizada en un principio, y por último, humanizada.

            Pocos símbolos del mundo encierran más significado Oculto real que la Svastika. Es ella simbolizada por la cifra 6. Lo mismo que ésta, señala en su exterioridad concreta, como sucede con la ideografía del número, al Cenit y al Nadir, Norte, Sur, Oeste y Este; en todas partes se ve la unidad, y a esta unidad reflejada en todo y en cada unidad. Es el emblema de la actividad de Fohat, de la continua revolución de las “Ruedas”, y de los Cuatro Elementos, el “Cuatro Sagrado”, en su sentido místico, además del cósmico; por otra parte, sus cuatro brazos, doblados en ángulos rectos, están íntimamente relacionados, como se muestra en otra parte, con las escalas Pitagórica y Hermética. El que esté iniciado en los misterios del significado de la Svastika, dicen los Comentarios, “puede encontrar en ella, con precisión matemática, la evolución del Cosmos y todo el período de Sandhyâ”. También “la relación de lo Visible con lo Invisible” y “la primera procreación del hombre y de las especies”.
            
Para el Ocultista oriental, el Árbol del Conocimiento, en el Paraíso del propio corazón del hombre, se convierte en el Árbol de la Vida Eterna, y no tiene nada que ver con los sentidos animales del hombre. Es un misterio absoluto que sólo se revela por los esfuerzos del aprisionado Manas, el Ego, para librarse de la esclavitud de la percepción de los sentidos, y ver a la luz de la Realidad Una, eternamente presente. Para el kabalista occidental, y ahora mucho más para el simbólogo superficial, criado en la atmósfera mortal de la Ciencia Materialista, la explicación principal de los misterios de la cruz es su elemento sexual. Hasta el, por otro lado, comentador moderno espiritual, encuentra ese rasgo en la cruz y la Svastika antes que ningún otro.

            La cruz se usaba en Egipto como un talismán protector y un símbolo de poder salvador. A Tifón, o Satán, se le ve efectivamente encadenado a la cruz y sujeto por ella. En el Ritual, el Osorio grita: “El Apohis ha sido derribado, sus cuerdas sujetan el Sur, Norte, Este y Oeste; sus cuerdas le sujetan. Har-ru-bah lo ha atado” (33). Éstas eran las Cuerdas de los cuatro cuadrantes, o la Cruz. Thor se dice que aplastó la cabeza de la serpiente con su martillo... una forma de la Svastika o cruz de cuatro pies... En los primitivos sepulcros de Egipto, el modelo de la Cámara tenía la forma de una cruz (34). La pagoda de Mathura... el lugar del nacimiento de Krishna, fue construida en forma de cruz (35).

            Esto es perfecto,  nadie puede distinguir en ello ese “culto sexual” con que los orientalistas gustan romper la cabeza del Paganismo. Pero ¿qué pasa con los judíos y las religiones exotéricas de algunas sectas indas, especialmente los ritos de los Vallabâchâryas? Pues, como se ha dicho, el culto de Shiva, con su Lingam y Yoni, es demasiado elevado filosóficamente, a pesar de su moderna degeneración, para poder llamarle un simple culto fálico. Pero el culto del Árbol o de la Cruz (36) de los judíos, según lo han denunciado sus propios Profetas, no puede escapar a la inculpación. Los “hijos de los brujos, la semilla del adúltero” (37), como Isaías los llama, nunca perdieron ocasión de “inflamarse con los ídolos bajo cada árbol verde” (38) - lo cual no denota ninguna recreación metafísica. De estos judíos monoteístas es de quien las naciones cristianas han derivado su religión, su “Dios de Dioses, el Dios único viviente”, al paso que despreciaban y se burlaban del culto de la Deidad de los antiguos Filósofos. Dejémosles que crean y rindan culto a la forma física de la cruz, como mejor les plazca.
          

  Pero para el amante de la verdadera Sabiduría Oriental Arcaica; para aquel que no adora en espíritu nada que no sea la Unidad Absoluta, ese gran Corazón siempre en pulsación, que palpita en todas partes, en cada átomo de la naturaleza; para él, cada uno de estos átomos contiene el germen con el cual puede levantar el Árbol del Conocimiento, cuyo fruto da la Vida Eterna y no sólo la física. Para él, la cruz y el círculo, el Árbol o la Tau -aun después que todos los símbolos relacionados con ellos han sido señalados y leídos, uno después de otro- permanecen todavía siendo un profundo misterio en su Pasado, y sólo a este Pasado dirige él su ansiosa mirada. Poco le importa que sea la Semilla de la que procede el Árbol genealógico del Ser, llamado el Universo. Ni tampoco le interesan los Tres en Uno, el triple aspecto de la Semilla -su forma, color y substancias- sino más bien la Fuerza que dirige su crecimiento, siempre misteriosa, siempre desconocida. Pues esta Fuerza vital, que hace germinar la Semilla, abrirse y echar retoños, forma luego el tronco y ramas, las cuales, a su vez, se doblan como las ramitas del Ashvattha, el Árbol santo de Bodhi; echan su semilla, se arraigan y procrean otros árboles - ésta es la única FUERZA que tiene realidad para él, por ser el eterno Aliento de la Vida. 

El filósofo pagano buscaba la causa, el moderno se contenta con sólo los efectos y busca la primera en los últimos. Lo que hay más allá, no lo sabe, ni le importa tampoco al agnóstico moderno, rechazando así el único conocimiento sobre el cual puede basar su ciencia con toda seguridad. Sin embargo, esta Fuerza manifestada tiene una respuesta para aquél que trata de profundizarla. El que ve en la cruz el círculo decusado de  Platón, el pagano, y no el antetipo de la circuncisión, como lo hizo el cristiano (San) Agustín (39), es por ello considerado por la Iglesia como  gentil, y por la Ciencia, como loco. Y ocurre esto porque al paso que se niega a rendir culto al Dios de la generación física, confiesa que no puede saber nada de la Causa que se halla más allá de la llamada Primera Causa, la Causa sin Causa de esta Causa Vital. Al paso que admite tácitamente la Omnipresencia del Círculo sin Límites, y hace de ella el Postulado universal sobre el que se basa todo el Universo manifestado; el Sabio guarda un silencio reverente respecto de aquello sobre lo cual ningún hombre mortal debe atreverse a especular. “El Logos de Dios es el revelador del hombre, y el Logos (el Verbo) del hombre es el revelador de Dios”, dice Eliphas Lévi en una de sus paradojas. A esto, contesta el ocultista oriental: Con la condición, sin embargo, de que el hombre sea mudo, sobre la Causa que produjo a Dios y a su Logos. De otro modo, se convierte él invariablemente en el ultrajador, no en el revelador, de la Deidad Incognoscible.
            

Vamos ahora a tratar de un misterio: la Hebdómada en la Naturaleza. Quizás, todo lo que digamos se atribuya a coincidencia. Se nos podrá decir que este número de la naturaleza es muy natural -como verdaderamente nosotros decimos que lo es- y no tiene más significación que la ilusión del movimiento que forma los llamados “círculos estróbicos”. No se dio gran importancia a estas “singulares ilusiones” cuando el profesor Sylvanus Thompson las presentó en la sesión de la Asociación Británica en 1877. Sin embargo, quisiéramos saber la explicación científica de por qué el siete ha de constituirse siempre en un número prominente -seis círculos concéntricos alrededor de un séptimo, y siete anillos uno dentro de otro, alrededor de un punto central, etc.- en esta ilusión, producida por la vibración de un platillo, o cualquier otro recipiente. Nosotros damos en la Sección que sigue la solución que la Ciencia niega.

H.P.Blavatsky  D.S T IV


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