domingo, 9 de agosto de 2015

LOS UPANISHADS EN LA LITERATURA GNÓSTICA

  


             En Gnostics and their Remains, de King, se nos hace presente que la lengua griega sólo tenía una palabra para decir vocal y voz. Esto ha sido causa de muchas interpretaciones erróneas, en los no iniciados. Sin embargo, con el solo conocimiento de este hecho bien sabido, puede intentarse una comparación, e inundar de luz varios significados místicos. Así, las palabras, usadas con tanta frecuencia en los Upanishads y los Purânas, “Sonido” y “Lenguaje” pueden confrontarse con las “Vocales” gnósticas y las “Voces” de los Truenos y Ángeles del Apocalipsis. Lo mismo se verá en Pistis Sophia y otros fragmentos y manuscritos antiguos. Esto fue notado hasta por el autor mismo de la obra arriba mencionada.
           
  Por Hipólito, un primitivo Padre de la Iglesia, sabemos lo que Marcos -un pitagórico más bien que gnóstico cristiano, y seguramente kabalista- había recibido en revelación mística. Se dice que a Marcos le fue revelado que:

            Los siete cielos... emitieron cada uno una vocal, todas las cuales, combinadas juntas, formaban un solo concepto, “cuyo sonido al descender (de estos siete cielos) a la tierra, se convierten en el creador y padre de todas las cosas que existen en ella”.

            Lo cual traducido de la fraseología Oculta al lenguaje vulgar, diría: El Logos Séptuple, habiéndose diferenciado en siete Logos o Potencias Creadoras (Vocales), éstas (el Segundo Logos o “Sonido”) crearon todo en la tierra.
            
Seguramente que el que conozca la literatura gnóstica no podrá por menos de ver en el  Apocalipsis de San Juan una obra de la misma escuela de pensamiento, pues vemos a Juan que dice:

            Siete truenos emitieron sus voces... (y) yo iba a escribir... (pero) oí una voz del cielo que me decía: Sella esas cosas que dijeron los siete truenos y no las escribas .       

            El mismo mandato recibió Marcos, y el mismo también todos los completamente Iniciados, y semi-iniciados. La igualdad misma de las expresiones usadas y de las ideas que bajo ellas se ocultan, revelan siempre una parte de los Misterios. 

Debemos siempre buscar más de un sentido en todo misterio revelado alegóricamente, sobre todo en aquellos en que aparecen el número siete y su múltiplo siete por siete, o cuarenta y nueve. Ahora bien; cuando en Pistis Sophia los discípulos del Rabino Jesús le suplicaron que les revelase los “Misterios de la Luz de su Padre” -esto es, del Yo Superior iluminado por la Iniciación y el Conocimiento Divino-, Jesús contesta:

            ¿Buscáis estos misterios? No hay misterios más excelentes que ellos; los cuales conducirán nuestras almas a la Luz de las Luces, al lugar de la Verdad y del Bien, al sitio donde no existe varón ni hembra, ni forma en ese lugar sino Luz, imperecedera, impronunciable. Nada hay, por tanto, más excelente que los misterios que buscáis, exceptuando sólo el misterio de las siete Vocales, y sus cuarenta y nueve Poderes, y los números de los mismos. Y ningún hombre es más excelente que todas estas (Vocales).

            Según dice el Comentario hablando de los “Fuegos”:
           
  Los Siete Padres y los Cuarenta y nueve Hijos resplandecen en las TINIEBLAS, pues ellos son la VIDA y la LUZ, y la continuación de éstas durante la Gran Edad.
            Ahora bien; es evidente que, en toda interpretación esotérica de creencias exotéricas expresadas en formas alegóricas, se entraña la misma idea - el número fundamental siete, el compuesto de tres y cuatro, precedido por el TRES divino (.....) constituyendo el número perfecto diez.
             
Estos números se aplican igualmente a divisiones del tiempo, a cosmografía metafísica y física, así como al hombre y a todo lo demás en la Naturaleza visible. De modo que estas Siete Vocales con sus cuarenta y nueve Poderes, son idénticas a los Tres y Siete Fuegos de los indos y cuarenta y nueve Fuegos; idénticas a los misterios numéricos del Simorgh persa; idénticas a las de los kabalistas judíos. Estos últimos empequeñeciendo los números (una manera suya de poner velos) reducían el tiempo de cada Renovación sucesiva, o lo que llamamos Ronda en lenguaje esotérico, a 1.000 años solamente, o sean 7.000 para las siete Renovaciones del Globo, en lugar de lo que, como es más probable, 7.000.000.000; y asignaban a la  duración total del Universo, tan sólo 49.000 años (5).
           

  Ahora bien; la Doctrina Secreta proporciona una clave que nos revela, sobre el indisputable fundamento de la analogía comparada, que Garuda, el monstruoso semihombre y semiave alegórico -el Vâhana o vehículo en que Vishnu, como Kâla o el “Tiempo” se dice que montaba-, es el origen de todas estas alegorías. 

Es el Fénix indo, emblema del tiempo cíclico y periódico, el “Hombre-león” (Sinha), de cuyas representaciones están tan llenas las llamadas joyas gnósticas.

            Sobre los siete rayos de la corona del león, y correspondiendo a sus puntos, están las siete vocales del alfabeto griego, AEHIOTO, que son testimonio de los Siete Cielos.

            Éste es el León Solar y el emblema del Ciclo Solar, como Garuda es el del Gran Ciclo, el Mahâ Kalpa, coeterno con Vishnu, y también, por supuesto, emblema del Sol y del Ciclo Solar. Esto se demuestra por los detalles de la alegoría Garuda, cuando nació a causa de su “deslumbrante esplendor”, es tomado por Agni, el Dios del  Fuego, siendo por esto llamado Gaganeshvara, “Señor del Firmamento”. Su representación como Osiris en las joyas Abraxas (gnósticas), y las muchas cabezas de monstruos alegóricos, con cabeza y pico de águila o de halcón -ambas aves solares- denotan el carácter solar y cíclico de Garuda. Su hijo es Jatâyu, el ciclo de 60.000 años. Según observa muy bien C. W. King:

            Cualquiera que sea su significado primitivo (el de la joya con el león solar y las vocales) fue probablemente importado en su forma presente de la India (esa verdadera fuente principal de la iconografía gnóstica).

            Los misterios de las siete Vocales gnósticas, pronunciadas por los Truenos de San Juan, sólo pueden descifrarse por el Ocultismo primitivo y original del Aryâvarta, traído a la India por los primeros brahmanes, que habían sido iniciados en el Asia Central. Y éste es el Ocultismo que estudiamos y tratamos de explicar, en cuanto nos es posible, en estas páginas. Nuestra doctrina de las siete Razas y siete Rondas de vida y evolución alrededor de nuestra Cadena Terrestre de Esferas puede verse hasta en el Apocalipsis. Cuando los siete “Truenos”, o “Sonidos”, o “Vocales” -un significado de entre los siete, pues cada una de tales vocales se relaciona directamente con nuestra Tierra y sus siete Razas-Raíces de cada Ronda- “hubieron emitido sus voces”, pero prohibiendo al Vidente el escribirlas, y haciéndole “sellar aquellas cosas”, ¿qué hizo el Ángel “que está en el mar y en la tierra?”

            Levantó su mano al cielo, y juró por aquél que vive para siempre jamás...; que no existiría más el tiempo; sino que en los días de la voz del séptimo ángel, cuando ésta empiece a sonar, el misterio de Dios (del Ciclo) concluirá.

            Esto significa, en fraseología teosófica, que cuando termine la Séptima Ronda, entonces cesará el Tiempo. “El tiempo no existirá más” - muy naturalmente, puesto que vendrá el Pralaya y nadie quedará en la Tierra que lleve la división del tiempo, durante esa disolución periódica y suspensión de la vida consciente.
            
El doctor Kenealy y otros creían que los cálculos de los números cíclicos siete y cuarenta y nueve fueron traídos por los Rabinos de Caldea.

 Esto es más que probable. Pero los babilonios, que poseían todos esos ciclos y los enseñaban solamente en sus grandes misterios iniciadores de Magia astrológica, obtuvieron su sabiduría y conocimiento de la India. Por tanto, no es difícil reconocer en ellos a nuestra propia Doctrina Esotérica. En sus cómputos secretos, los japoneses tienen las mismas cifras en sus ciclos. En cuanto a los brahmanes, sus Purânas y Upanishads son buena prueba de ello. Los últimos han pasado por completo a la literatura gnóstica; y un brahman sólo necesita leer Pistis Sophia (12) para reconocer la propiedad de sus antepasados, hasta en la misma fraseología y símiles empleados. Comparemos. En Pistis Sophia los discípulos dicen a Jesús:

            Rabino revélanos los misterios de la Luz (esto es, el “Fuego del Conocimiento o Iluminación”)... por cuanto te hemos oído decir que hay otro bautismo de humo, y otro bautismo del Espíritu de la Luz Santa ( esto es, el Espíritu del Fuego).

            Según dice Juan de Jesús:

            Yo te bautizo verdaderamente con agua...; pero... él te bautizará con el Espíritu Santo y con fuego (Mateo, III, 11).

            La significación verdadera de esta frase es muy profunda. Significa que Juan, asceta no iniciado, no puede comunicar a sus discípulos una sabiduría mayor que la de los Misterios relacionados con el plano de la Materia, cuyo símbolo es el Agua. Su gnosis era la del dogma exotérico y ritual, la de la ortodoxia de la letra muerta (14); al paso que la sabiduría que Jesús, Iniciado en los Misterios Superiores, les revelaría, era de un  carácter más elevado, pues era la del “Fuego” de la Sabiduría de la verdadera Gnosis o Iluminación Espiritual real. La una era el Fuego, la otra el Humo. Para Moisés, el Fuego en el Monte Sinaí y la Sabiduría Espiritual; para las multitudes del “pueblo” que estaba abajo, para el profano, el Humo del Monte Sinaí, esto es, la  corteza exotérica del ritualismo ortodoxo o sectario.
            

Ahora bien; teniendo en cuenta presente lo expuesto, léase el diálogo entre los sabios Nârada y Devamata en el Anugîtâ (15), episodio del Mahâbhârata, cuya antigüedad e importancia pueden verse en los Libros Sagrados del Oriente, editados por el profesor Max Müller. Nârada discurre sobre los “soplos” de los “aires vitales”, según llaman en las toscas traducciones a tales palabras como Prâna, Apâna, etc., cuyo total significado y aplicación a las funciones individuales, apenas pueden traducirse al inglés. Dice él de esta ciencia que:

            Enseña el Veda que el fuego es, verdaderamente, todas las deidades, y el conocimiento (de él) se encuentra entre los brahmanes, acompañado de la inteligencia.

            Por  “fuego -dice el comentador- él quiere significar el Yo. Por “inteligencia” -dice el Ocultista- Nârada no quería significar ni la “discusión” ni la “argumentación”, según cree Arjuna Mishra, sino la “inteligencia”, verdaderamente, o la adaptación del Fuego de la Sabiduría al ritualismo exotérico, para el profano. Ésta es la principal empresa de los brahmanes, que fueron los primeros en dar el ejemplo a otras naciones, las que de este modo antropomorfizaron e hicieron carne a las verdades metafísicas más grandes. Nârada muestra esto plenamente, y dice:

            El humo de ese (fuego) que es de gloria excelente (aparece) en forma de ... tinieblas (efectivamente); (sus) cenizas... (son) las pasiones; y ... la bondad es aquello, en relación con él, en que se deposita la ofrenda.

            Es decir, aquella facultad del discípulo que percibe la verdad sutil (la llama) que se escapa hacia el cielo, mientras que el sacrificio objetivo queda como prueba y testimonio de piedad, sólo para el profano. Pues ¿qué otra cosa quiere decir Nârada con lo que sigue:

  Los que comprenden el sacrificio comprenden el Samâna y el Vyâna como la principal (ofrenda)

El Prâma y el Apâna son partes de la ofrenda... y entre ellos está el fuego. Éste es el asiento excelente del Udâna, según lo entienden los brahmanes. En cuanto a lo que es distinto de estos pares, he aquí lo que digo: El día y la noche son un par, entre ellos está el fuego... Lo que existe y lo que no existe son un par, entre ellos está el fuego...

            Y a cada contraste de estos, añade Nârada:

            Ese es el asiento excelente de Udâna, como comprendido por los brahmanes.

            Ahora bien; mucha gente no conoce todo el significado de la afirmación de que Samâna y Vyâna, Prâna y Apâna - que se dice son “aires vitales”, pero que nosotros decimos son principios con sus respectivas facultades y sentidos - son entregados a Udâna, el soi-dissant “aire vital” principal, (?) que se dice que actúa en todas las coyunturas. Así, el lector que ignora que la palabra “Fuego” en estas alegorías significa a la vez el “Yo”  y el Conocimiento Divino superior, no comprenderá nada en esto, y se le escapará por completo el sentido de nuestro argumento, así como el traductor y hasta el editor, el gran sanscritista de Oxford, Max Müller, no comprendieron el verdadero significado de las palabras de Nârada. Exotéricamente, esta enumeración de los “aires vitales” tiene, por supuesto, aproximadamente, el significado que se le atribuye en las notas, a saber:

            El sentido parece que es el siguiente: El curso de la vida en el mundo es debido a las operaciones de los aires vitales unidos al yo y conducen a sus manifestaciones como almas individuales (?). De estos, El Samâna y el Vyâna son dominados y refrenados por Prâna y Apâna... Los dos últimos son refrenados y dirigidos por el Udâna, el que de este modo domina a todos. Y el dominio de éste, que es el dominio de todos los cinco... conduce al yo supremo.

            Lo anterior se da como una explicación del texto, que registra las palabras del brahman, que refiere cómo alcanzó la última Sabiduría del Yogismo, y por tanto, la Omnisciencia. Al decir que había “percibido por medio del yo la sede que se halla en el yo”, donde mora el Brâhman libre de todo; y al explicar que ese principio indestructible estaba completamente fuera de la percepción de los sentidos -esto es, de los cinco “aires vitales” -añade él que:

            En medio de todos estos (aires vitales) que discurren por el cuerpo y se absorben los unos a los otros, arde el séptuple fuego Vaishvânara.     

            Este “Fuego”, según el comentario de Nilakantha, es idéntico al “Yo”, el YO supremo, que es la aspiración del asceta; siendo Vaishvânara una palabra que se usa muchas veces en lugar del Yo. Luego el brahman prosigue enumerando lo que significa la palabra “séptuple”, y dice:

            La nariz (o el olfato), y la lengua (el gusto), y el ojo, y la piel, y el oído como el quinto, la mente, y el entendimiento, son las siete lenguas de la llama de Vaishvânara . Éstas son las siete (clases de) combustible para mí...  Estos son los siete grandes sacerdotes oficiantes .

            Estos siete sacerdotes los admite Arjuna Mishra en el sentido de significar “el alma diferenciada como otras tantas (almas o principios) con referencia a estos varios poderes”, y finalmente, el traductor parece aceptar la explicación, y a pesar suyo admite que “pueden significar” esto; aunque, por su parte, cree que el sentido es:

 Los poderes de oír, etc. (los sentidos físicos, en una palabra), presididos por las diversas deidades.

            Pero sea el que quiera el significado, bien en la interpretación científica o en la ortodoxa, este pasaje de la pág. 259 explica los asertos de Nârada de la página 276 , y los muestra refiriéndose a los métodos exotérico y esotérico y confrontándolos. 

Así el Samâna y el Vyâna, aunque sujetos al Prâna y al Apâna,  todos cuatro dependiendo de Udâna cuando se trata de la adquisición del Prânâyâma (del Hatha Yogi, principalmente, o forma inferior de Yoga) se mencionan, sin embargo, como la ofrenda principal; pues, como con razón arguye K. Trimbak Telang, sus “operaciones son prácticamente más importantes para la vitalidad”; esto es, son las más groseras, y se ofrecen en el sacrificio, a fin de que desaparezcan, por decirlo así, en la cualidad de obscuridad de aquel fuego, o sea su HUMO - forma de ritual meramente exotérica. Pero Prâna y Apâna, aunque se presentan como subordinados (a causa de ser menos groseros o más purificados), tienen el FUEGO entre los dos; el Yo y el Conocimiento Secreto poseído por ese Yo. Esto en cuanto al bien y al mal, y para “lo que existe y lo que no existe”; todos estos “pares”  tienen el Fuego entre ellos, esto es, el Conocimiento Esotérico, la Sabiduría del YO Divino. Que los que se encuentren satisfechos con el Humo del Fuego permanezcan donde están, esto es, dentro de la obscuridad egipcia de las ficciones teológicas e interpretaciones de la letra muerta.
            
Lo que acabamos de exponer se ha escrito solamente para los estudiantes occidentales de Ocultismo y Teosofía. La escritora no intenta explicar estas cosas ni a los indos, que tienen sus Gurus; ni a los orientalistas, que creen saber más que todos los Gurus y Rishis juntos, pasados y presentes. Estas citas y ejemplos, algún tanto extensos, son necesarios, aunque no sea más que para indicar al estudiante las obras que tiene que consultar, a fin de instruirse y beneficiarse, comparando. Que lea Pistis Sophia a la luz del Bhagavad Gitâ, del Anugîtâ y otras; y entonces verá claro en la declaración hecha por Jesús en el Evangelio gnóstico, desapareciendo en el acto los “velos” de la letra muerta. Léase lo que sigue y compárese con la explicación que se acaba de dar de las Escrituras indas.

            Y ningún Nombre es más excelente que todos estos, un Nombre en el cual están contenidos todos los Nombres, y todas las Luces, y todos los (cuarenta y nueve) Poderes. Sabiendo este Nombre, si un hombre deja este cuerpo de materia, ningún humo (esto es, ninguna ficción teológica) , ninguna obscuridad, ningún Poder, ni Gobernante de la Esfera (ningún Genio personal o Espíritu Planetario llamado Dios) del Destino (Karma)... podrá retener al Alma que conoce ese Nombre... Si él pronuncia este Nombre ante el fuego..., la obscuridad huirá... Y si pronuncia este nombre ante... todos sus Poderes, más aún, hasta ante Barbelo , y el Dios Invisible, y los Dioses tres veces poderosos, tan pronto como haya pronunciado ese nombre en aquellos sitios, todos serán lanzados unos sobre otros, de manera que podrán fundirse y perecer, y gritarán: ¡Oh Luz de toda luz, existente en las luces sin límites, acuérdate también de nosotros y purifícanos! .

            Fácil es ver lo que son esta Luz y este Nombre: la Luz de la Iniciación y el nombre del “Yo-Fuego”, que no es ningún nombre, ni acción, sino un Poder Espiritual Siemprevivo, más elevado aún que el verdadero “Dios Invisible”, pues este Poder es ÉL MISMO.
           

  Pero si el hábil y sabio autor de Gnostics and their Remains no ha concedido mucho al espíritu de alegoría y misticismo en los fragmentos traducidos de Pistis Sophia y citados por él en la mencionada obra, otros orientalistas lo han hecho mucho peor. No teniendo ni su percepción intuitiva del origen indo de la Sabiduría gnóstica, y menos aún del significado de sus “joyas”, la mayor parte de ellos, principiando por Wilson y concluyendo por el dogmático Weber, han cometido los disparates más extraordinarios respecto a casi todos los símbolos. Sir M. Monier Williams y otros muestran el más decidido desdén hacia los “Buddihistas Esotéricos”, como son llamados ahora los Teósofos; y sin embargo, ningún estudiante de Filosofía Oculta ha confundido nunca un ciclo con un personaje vivo y viceversa, como sucede muchas veces con nuestros modernos orientalistas. Uno o dos ejemplares pueden ilustrar nuestro aserto más gráficamente. 

Tomemos el más conocido. En el Râmâyana, Garuda es llamado “el tío materno de los 60.000 hijos de Sagara”; y Amshumat, nieto de Sagara, “el sobrino de los 60.000 tíos”, que fueron reducidos a cenizas por la mirada de Kapila - el Purushottama, o Espíritu Infinito, que hizo desaparecer el caballo que Sagara guardaba para el sacrificio del Ashvamedha. Además, el hijo de Garuda (31) -Garuda mismo siendo el Mahâ Kalpa o Gran Ciclo- Jatâyu, rey de la tribu alada (en el momento de ser muerto por Râvana que se lleva consigo a Sitâ), dice, hablando de sí mismo: “¡hace 60.000 años que nací, oh, rey!”; después de lo cual, volviendo la espalda al sol, muere.         
           

Jatâyu es, por supuesto, el ciclo de 60.000 años dentro del Gran Ciclo de Garuda; de aquí que se le represente, ad libitum, como su hijo o como su sobrino, pues todo el sentido se  funda en que se le coloque en la línea de los descendientes de Garuda. Por otra parte, también, está Diti, madre de los Maruts, cuya descendencia y progenie pertenecían a la posteridad del Hiranyâksha, “cuyo número era 77 crores (o 770 millones) de hombres”, según el Padma Purâna. Todas estas narraciones se declara que son “ficciones sin sentido” y absurdos. Pero la verdad es hija del tiempo, y el tiempo dirá.
            

Mientras tanto, ¿qué cosa más fácil que el tratar, por lo menos, de comprobar la cronología Puránica? Hay muchos Kapilas; pero el Kapila que mató a la progenie del rey Sagara -consistente en 60.000 hombres- fue indudablemente el Kapila fundador de la filosofía Sânkhya, puesto que así lo declaran los Purânas; aunque uno de ellos niega en redondo la imputación, sin explicar su sentido esotérico. El Bhâgavata Purâna  dice que:

            No es verdad lo que se dice de que los hijos del rey fueron abrasados por la ira del sabio. ¿Pues cómo la cualidad de las tinieblas, producto de la cólera, puede existir en un Sabio cuyo cuerpo era la bondad y que purificó el mundo -como si dijéramos, el polvo de la tierra atribuido al cielo? ¿Cómo podía la perturbación mental atacar a este sabio, identificado con el Espíritu Supremo, que ha gobernado aquí (en la tierra) la sólida nave de (la filosofía) Sânkhya, con la ayuda de la cual, el que desea obtener la liberación cruza el temido océano de la existencia, ese sendero de la muerte?.
            
            El Purâna tiene el deber de hablar así. Tiene él un dogma que promulgar y tiene que exponer con prudencia - para guardar todo secreto respecto de las verdades místicas divinas, que durante edades sin cuento sólo se han divulgado en la Iniciación. Por tanto, no es en los Purânas donde debemos buscar una explicación del misterio relacionado con los diversos estados trascendentales del ser. Que la narración es una alegoría, lo demuestra ella misma: los 60.000 “hijos” brutales, viciosos e impíos, son la personificación de las pasiones humanas que “una simple mirada del Sabio” -el Yo que representa el mayor estado de pureza que puede alcanzarse sobre la tierra- reduce a cenizas. Pero tiene ello también otros significados, cíclicos y cronológicos, tal el de un método de marcar las épocas en que florecieron ciertos Sabios, que se ve también en otros Purânas.
            

Ahora bien; se ha comprobado, tanto como puede serlo una tradición, que fue en Hardwar, o Gangâdvâra, la “puerta del Ganges”, al pie de los Himalayas, donde Kapila permaneció en meditación durante años. No lejos de la cordillera Sewalik, el paso de Hardwar es llamado hasta hoy “el Paso de Kapila”, y el lugar es llamado también por los ascetas “Kapilasthen”. Allí es donde el Ganges, Gangâ, surgiendo de su montañosa garganta, principia su curso por las calurosas llanuras de la India; y se ha confirmado claramente, por la investigación geológica, que la tradición que pretende que el Océano bañaba la base de los Himalayas en remotas edades, no está del todo desprovista de  fundamento, pues aún quedan diversos vestigios de ello.
            La Filosofía Sânkhya pudo haber sido traída y enseñada por el primer Kapila, y tan sólo escrita por el último.
            

Ahora bien; Sagara es, hasta hoy en la India, el nombre del Océano, y especialmente de la Bahía de Bengala, en la desembocadura del Ganges . ¿Han calculado alguna vez los geólogos el número de milenios que ha necesitado el mar para retirarse a la distancia a que está ahora de Hardwar, que se alza actualmente a 1.024 pies sobre su nivel? Si lo hubiesen hecho, esos orientalistas que muestran a Kapila floreciendo desde el siglo I al IX después de Cristo, podrían cambiar de opinión, aunque sólo fuera por una de las dos buenas razones siguientes: Primeramente, el verdadero número de años transcurridos desde los días de Kapila, se encuentra, sin ningún género de duda, en los Purânas, aun cuando los traductores no puedan verlo; y, en segundo lugar, el Kapila del Satya Yuga y el del Kali Yuga pueden ser una misma INDIVIDUALIDAD, sin ser la misma PERSONALIDAD.

           

  Por otra parte, Kapila, a la vez que es el nombre de un personaje, del Sabio que existió en un tiempo y fue el autor de la  Filosofía Sânkhya, es también el nombre genérico de los Kumâras, los Ascetas y Vírgenes celestes; por tanto, el hecho mismo de llamar el Bhâgavata Purâna a eso Kapila, -cuando precisamente acababa de mostrarlo como una parte de Vishnu- el autor de la Filosofía Sânkhya, debió haber advertido al lector la existencia de un “velo” ocultando un significado esotérico.

 Que fuese hijo de Vitatha, como dice el Harivamsha, o de otro caulquiera, el autor de la Sânkhya no puede ser el mismo que el Sabio del Satya Yuga, al principio mismo del Manvántara, cuando se muestra Vishnu bajo la forma de Kapila, “comunicando a todos los seres la verdadera Sabiduría”; pues esto se refiere al período primordial, cuando los “Hijos de Dios” enseñaron a los hombres recién creados las artes y ciencias, que desde entonces han sido cultivadas y preservadas en los santuarios por los Iniciados. Hay varios Kapilas muy conocidos en los Purânas. Primeramente el Sabio primitivo, luego Kapila uno de los tres Kumâras “secretos”, y Kapila, hijo de Kashyapa y de Kadrû- “serpiente de muchas cabezas” - además de Kapila, gran Sabio y Filósofo de Kali Yuga. Siendo este último un Iniciado, una “Serpiente de Sabiduría”, un Nâga, fue mezclado de intento con los Kapilas de las edades precedentes.

H.P Blavatsky  D.S  T IV

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