martes, 3 de mayo de 2016

El Huevo del Mundo




¿De dónde procede este símbolo universal?
El Huevo fue añadido como signo sagrado a la Cosmogonía de todos los pueblos de la tierra, y fue reverenciado tanto por su forma como por su misterio interno. Desde los primeros conceptos mentales del hombre, se reconocía que era lo que representaba más propiamente el origen y el secreto del Ser.

El desarrollo gradual del germen imperceptible encerrado en la cáscara; el trabajo interno, sin ninguna intervención o fuerza externa notoria, que de una nada latente producía un algo activo, sin necesitar para ello más que del calor; y el que, habiéndose desenvuelto gradualmente una criatura viva concreta, rompía su cáscara apareciendo a los sentidos externos de todos, como un ser por sí mismo generado y por sí mismo creado; todo esto tiene que haber sido desde el principio un milagro permanente. La Enseñanza Secreta explica la razón de esta reverencia por el simbolismo de las razas prehistóricas. En el principio, la “Causa Primera” no tenía nombre. Más tarde la fantasía de los pensadores la figuró como un ave, siempre invisible y misteriosa, que hizo un Huevo en el Caos, cuyo Huevo se convirtió en el Universo. De aquí que Brahmâ fuese llamado Kâlahansa, “el Cisne en (el Espacio y en) el Tiempo”.

Convirtiéndose Brahmâ en el “Cisne de la Eternidad”, pone al principio de cada Mahâmanvantara un Huevo de Oro, que simboliza el gran Círculo, ... ...., que a su vez es el símbolo del Universo y sus cuerpos esféricos. La segunda razón, para haber sido elegido el Huevo como representación simbólica del Universo, y de nuestra Tierra, fue su forma. Era un Círculo y una Esfera; y la figura oviforme de nuestro Globo debió de haber sido conocida desde el principio de la simbología, puesto que fue adoptado el Huevo tan universalmente. La primera manifestación del Kosmos en forma de un huevo era la creencia más difundida de la antigüedad. Como muestra Bryant, era un símbolo adoptado entre los griegos, los sirios, los persas y los egipcios. En el Ritual egipcio, Seb, el Dios del Tiempo y de la Tierra, se dice que puso un Huevo, o el Universo, “un Huevo concebido a la hora del Gran Uno de la Fuerza Doble”.

 Ra es representado, lo mismo que Brahmâ, en gestación en el Huevo del Universo. El Difunto “resplandece en el Huevo del País de los Misterios”

Pues éste es “el Huevo al que se le da Vida entre los Dioses”. “Es el Huevo de la gran Gallina clueca, el Huevo de Seb, que sale de él como un halcón”. Entre los griegos, el Huevo Órfico está descrito por Aristófanes, y era una parte de los misterios dionisíacos, y otros, durante los cuales era consagrado el Huevo del Mundo y explicaba su significación; Porfirio lo muestra como una representación de la palabra “... ... ... ...”. Faber y Bryant han tratado de demostrar que el Huevo simbolizaba el Arca de Noé, creencia extravagante, a menos que sea aceptada como puramente alegórica y simbólica. Puede haber sido símbolo del Arca, como sinónimo de la Luna, el Argha que lleva la semilla universal de vida; pero seguramente no ha tenido nada que ver con el Arca de la Biblia. Sea como fuere, la creencia de que el Universo existía en el principio en la forma de un Huevo, era general.

Y como dice Wilson: En todos los Purânas se hace una relación semejante de la primera agregación de los Elementos en forma de un Huevo, con el epíteto usual de Haima o Hiranya “áureo”, como ocurre en Manu, 1, 9. Hiranya, sin embargo, significa “resplandeciente”, “brillante”, más bien que “áureo”, como está probado por el gran erudito indo, el difunto Swâmi Dayanand Sarasvati, en sus polémicas, inéditas, con el profesor Max Müller. Como se dice en el Vishnu Purâna: La Inteligencia (Mahat)... los elementos (inmanifestados) groseros inclusive, formaron un Huevo... y el mismo Señor del Universo habitó en él, con el carácter de Brahmâ.

En este Huevo, o Brâhman, estaban los continentes, los mares y las montañas, los planetas y las divisiones de los planetas, los dioses, los demonios y la humanidad. Tanto en Grecia como en la India, el primer Ser masculino visible, que reunía en sí mismo la naturaleza de los dos sexos, habitó en el Huevo y salió de él. Este “Primogénito del Mundo” es, según algunos griegos, Dionysus, el Dios que salió del Huevo del Mundo, y del que derivan los Mortales y los Inmortales. El Dios Ra, en el Libro de los Muertos, es representado radiante en su Huevo (el Sol), y emprende su marcha tan pronto como el Dios Shu (la Energía Solar), le despierta y le da impulso. “Él está en el Huevo Solar, el Huevo al que se le da Vida entre los Dioses”. El Dios Solar exclama: “Yo soy el Alma Creadora del Abismo Celestial. Nadie ve mi Nido, nadie puede romper mi Huevo; ¡yo soy el Señor !”.

En vista de esta forma circular, el “...” saliendo del ... o Huevo, o el macho de la hembra en el andrógino, es extraño ver a un erudito decir, fundándose en que los manuscritos indos de mayor antigüedad no muestran rastro de ello, que los antiguos arios ignoraban la notación decimal. El 10, siendo el número sagrado del Universo, era secreto y esotérico, tanto como unidad que como cero, el Círculo. Además, el profesor Max Müller dice que “las dos palabras, cipher y cero, que no son sino una, bastan a probar que nuestros números fueron tomados de los árabes”.

Cipher es el cifrón árabe, y significa “vacío”, traducción del sánscrito sunyan, “nada” -dice el citado profesor
. Los árabes tomaron sus números del Indostán, y nunca pretendieron su descubrimiento. En cuanto a los pitagóricos, basta mirar los antiguos manuscritos del tratado de Boecio, De Arithmetica, compuesto en el siglo VI, para ver entre los números pitagóricos el “1” y el “0”, como la primera y última cifra .

Y Porfirio, que cita del Moderatus pitagórico, dice que los números de Pitágoras eran “símbolos jeroglíficos, por cuyo medio explicaba las ideas concernientes a la naturaleza de las cosas”, o el origen del Universo. Ahora bien; si, por una parte, los manuscritos más antiguos de la India no muestran hasta el presente rastro alguno de notación decimal, y Max Müller afirma muy claramente que hasta ahora sólo ha encontrado nueve letras, iniciales de los numerales sánscritos; por otra parte, tenemos anales tan antiguos como aquéllos, que facilitan las pruebas necesarias. Nos referimos a los sepulcros y a las imágenes sagradas de los templos más antiguos del lejano Oriente. Pitágoras derivó su conocimiento de la India; y vemos al profesor Max Müller corroborando esta declaración, por lo menos hasta el punto de admitir que los neopitagóricos fueron los primeros en enseñar el “cálculo” entre los griegos y los romanos; que “en Alejandría o en Siria conocieron las cifras indas, y las adaptaron al Ábaco pitagórico”.

 Esta admisión cautelosa, implica que el mismo Pitágoras sólo conocía nueve cifras. Así pues, podríamos contestar con razón que, aun cuando no tengamos pruebas exotéricas de que la notación decimal era conocida por Pitágoras que vivió en el mismo fin de las edades arcaicas, sin embargo, tenemos trestimonios suficientes para demostrar que el completo de los números, tal como lo da Boecio, era conocido de Pitágoras aun antes de fundarse Alejandría . Este testimonio lo encontramos en Aristóteles, que dice que “algunos filósofos sostienen que las ideas y los números son de la misma naturaleza, y que en total suman diez”. Esto creemos que basta para demostrar que la notación decimal les era conocida, por lo menos, cuatro siglos antes de Cristo; pues Aristóteles no parece tratar el asunto como una innovación de los neopitagóricos.

 Pero nosotros sabemos algo más que esto; sabemos que el sistema decimal debe de haber sido usado por la humanidad de las primeras edades arcaicas puesto que toda la parte astronómica y geométrica de la lengua sacerdotal secreta estaba basada en el número 10, o la combinación de los principios masculino y femenino; y que la llamada “Pirámide de Cheops” está construida sobre medidas de esta notación decimal, o más bien sobre los dígitos y sus combinaciones con el cero. Sobre esto, sin embargo, se ha dicho bastante en Isis sin Velo, y es inútil repetirlo.

 El simbolismo de las Deidades lunares y solares está mezclado de un modo tan laberíntico, que es casi imposible separar unos de otros signos, tales como el Huevo, el Loto y los Animales “Sagrados”. El Ibis, por ejemplo, era muy venerado en Egipto. Estaba consagrado a Isis, que a menudo es representada con la cabeza de este pájaro, y también estaba consagrado a Mercurio o Thoth, que se dice tomó su forma cuando escapó de Tifón. Había dos clases de Ibis en Egipto -dice Herodoto -; uno enteramente negro, y el otro negro y blanco. Del primero se decía que luchaba con las serpientes aladas, que venían de la Arabia en la primavera e infestaban el país, y las exterminaba; el otro estaba consagrado a la Luna, porque este planeta es blanco y brillante en su lado externo, y obscuro y negro en el lado que jamás muestra a la Tierra. Además, el Ibis mata las serpientes de tierra, y hace un terrible destrozo en los Huevos de los cocodrilos, salvando así a Egipto de tener el Nilo más que infestado por esos horribles saurios.

Se dice que este pájaro ejecuta esto a la luz de la Luna, siendo así ayudado por Isis, cuyo símbolo sideral es la Luna. Pero la verdad esotérica más correcta que yace bajos estos mitos populares, es que Hermes, como lo demuestra Abenephius, cuidaba de los egipcios bajo la forma de aquel pájaro, y les enseñaba las artes y ciencias ocultas. Esto quiere decir sencillamente que el ibis religioso tenía, y tiene, propiedades “mágicas” en común con muchas otras aves, sobre todo el albatros y el cisne blanco simbólico, el Cisne de la Eternidad o Tiempo, el Kâlahansa. Si hubiera sido verdaderamente de otro modo, ¿por qué tenían todos aquellos antiguos, que no eran más necios que nosotros, semejante temor supersticioso a matar ciertas aves?

En Egipto, el que mataba un Ibis, o el Halcón Dorado, símbolo del Sol y de Osiris, corría peligro de muerte y con mucho trabajo escapaba de la misma. La veneración de algunas naciones por las aves era tal, que Zoroastro, en sus preceptos, prohíbe su muerte como un crimen horrible. En nuestra época nos reímos de toda clase de adivinación. Sin embargo, muchas generaciones han creído en la adivinación por medio de las aves y hasta en la Zoomancía, que, según Suidas, fue comunicada por Orfeo, que enseñaba el modo, bajo ciertas condiciones, de percibir en la yema y clara de un huevo lo que el pájaro que hubiese salido de él hubiera visto a su alrededor durante su corta vida.

Este arte oculto, que hace 3.000 años exigía el más profundo saber y los cálculos matemáticos más abstrusos, ha caído ahora en el abismo de la degradación; y hoy son los cocineros viejos y los que dicen la buenaventura quienes predicen el destino a las jóvenes sirvientas que buscan marido en la clara de un huevo puesto en un vaso. Sin embargo, hasta los cristianos tienen aún hoy sus aves sagradas; por ejemplo, la Paloma, símbolo del Espíritu Santo. Tampoco han olvidado los animales sagrados; y su zoolatría evangélica, con su Toro, Águila, León y Ángel (en realidad el Querubín o Serafín, la Serpiente de fuego alada), es tan pagana como la de los egipcios o la de los caldeos. estos cuatro animales son, realmente, los símbolos de los cuatro elementos, y de los cuatro principios inferiores en el hombre. Sin embargo, corresponden física o materialmente a las cuatro constelaciones que forman, por decirlo así, el séquito o cortejo del Dios Solar, y que, durante el solsticio de invierno, ocupan los cuatro puntos cardinales del círculo zodiacal. Estos cuatro “animales” se ven en muchos de los Nuevos Testamentos católico-romanos en que se hallan los “retratos” de los Evangelistas. Son los animales del Mercabah de Ezequiel.

Como lo declara con verdad Ragón: Los antiguos Hierofantes han combinado tan hábilmente los dogmas y símbolos de sus filosfías religiosas, que sólo pueden ser explicados por completo por la combinación y el conocimiento de todas las claves. Sólo pueden ser interpretados aproximadamente, aun cuando se llegase a descubrir tres de los siete sistemas, a saber: el antropológico, el psíquico y el astronómico. Las dos principales interpretaciones, la más elevada y la más inferior, la espiritual y la fisiológica, fueron conservadas en el mayor secreto, hasta que la última cayó en poder de los profanos. Esto, en cuanto a los Hierofantes prehistóricos, entre quienes lo que se ha convertido ahora en lo pura, o impuramente, fálico, era una ciencia tan profunda y tan misteriosa como la Biología y Fisiología lo son ahora. Era propiedad suya exclusiva, el fruto de sus estudios y descubrimientos.

Las otras dos eran las que trataban de los Dioses Creadores o Teogonía, y del hombre creador; esto es, de los Misterios ideales y prácticos. Estas interpretaciones fueron tan hábilmente veladas y combinadas, que han sido muchos los que, si bien han llegado a descubrir un significado, han fracasado en la comprensión de otros, no pudiendo nunca descifrarlos lo bastante para cometer indiscreciones peligrosas. Las más elevadas, la primera y la cuarta -la Teogonía en relación con la Antropología- eran casi imposibles de sondear. De esto tenemos pruebas en la “Sagrada Escritura” judía. La serpiente se convirtió en símbolo de la Sabiduría y emblema de los Logos, o los Nacidos por Sí Mismos, por ser ovípara. En el templo de Philae, en el Alto Egipto, se preparaba un huevo, artificialmente, con arcilla mezclada con varios inciensos. Era luego empollado por medio de un procedimiento particular, y se producía una cerasta, o víbora con cuernos. Lo mismo se hacía en los templos indos, en la antigüedad, respecto de la cobra.

El Dios Creador emerge del Huevo que sale de la boca de Kneph, como una Serpiente alada; pues la Serpiente es el símbolo de Toda Sabiduría. Entre los hebreos, la misma Deidad se simboliza por las “Serpientes de Fuego” o Voladoras de Moisés en el desierto; y entre los místicos alejandrinos se convierte en el Orphio-Christos, el Logos de los gnósticos. Los protestantes tratan de demostrar que la alegoría de la Serpiente de Bronce y de las Serpientes de Fuego se refiere directamente al misterio del Cristo y de la Crucifixión, mientras que, en verdad, tiene mucha más relación con el misterio de la generación, cuando no está asociada al Huevo con el Germen Central o Círculo con su Punto central.

Los teólogos protestantes nos hubieran querido hacer creer en su interpretación, ¡sólo porque la Serpiente de Bronce estaba izada en un palo! Pero esto se refería más bien al Huevo egipcio mantenido en alto apoyado por la Tau sagrada; puesto que el Huevo y la Serpiente son inseparables en el culto y simbología antiguos en Egipto, y que tanto la Serpiente de Bronce como la de Fuego eran Seraphs, los ardientes Mensajeros “Ígneos” o los Dioses Serpientes, los Nâgas de la India. Sin el Huevo era un símbolo puramente fálico, pero asociado a aquél, se refería a la creación cósmica. La Serpiente de Bronce no tenía un significado tan santo como los protestantes quieren atribuirle; ni era realmente glorificada con preferencia a las Serpientes de Fuego, para cuya mordedura era sólo un remedio natural; siendo el significado simbólico de la palabra “Bronce” el principio femenino, y el “Fuego” u “Oro” el principio masculino.

 Se dice en el Libro de los Números que los judíos se quejaban del Desierto en donde no había agua, después de lo cual, “el Señor envió serpientes de fuego” para que los mordiesen; y luego, para favorecer a Moisés, le dio como remedio la Serpiente de Bronce sobre un palo para que la mirasen; y entonces, “cualquiera que contemplaba la serpiente de bronce... vivía” (?). Después de esto, el “Señor” reunió a la gente en el pozo de Beer, les dio agua, y el pueblo de Israel, agradecido, entonó esta canción: “Surge ¡oh! pozo”. Cuando el lector cristiano, después de estudiar el simbolismo, llegue a conocer el significado interno de estos tres símbolos, el Agua, el Bronce y la Serpiente, y algunos más, en el sentido que les da la Santa Biblia, no le gustará relacionar el nombre sagrado de su Salvador con el incidente de la Serpiente de Bronce.

Los Serafim (...) o Serpientes de Fuego Aladas están sin duda alguna relacionados con la idea, y son inseparables de la “Serpiente de la Eternidad, Dios”, como lo explica el Apocalypse de Kenealy; pero la palabra Querube significaba también Serpiente en un sentido, aunque su significación directa es diferente, pues los Querubines y los Grifos Alados de los persas (...), los guardianes de la Montaña de Oro, son una misma cosa; y el nombre compuesto de los primeros, muestra su carácter, puesto que está formado de kr (...) un círculo, y aub u ob (...) serpiente, y por tanto, significa una “serpiente en un círculo” Y esto establece el carácter fálico de la Serpiente de Bronce, y justifica que Ezequías la rompiese. Verbum satis sapienti! En el Libro de los Muertos, como se ha mostrado, se menciona a menudo el Huevo. Ra, el Poderoso, permanece en su Huevo, durante la lucha entre los “Hijos de la Rebelión” y Shu, la Energía Solar y el Dragón de las Tinieblas.

El Difunto resplandece en su Huevo cuando cruza el País del Misterio. Él es el Huevo de Seb. El Huevo era el símbolo de la Vida en la Inmortalidad y en la Eternidad; y también el signo de la matriz generadora; mientras que la Tau, que estaba asociada con él, era sólo el símbolo de la vida y del nacimiento en la generación. El Huevo del Mundo estaba colocado en Khum, el Agua del Espacio o el Principio femenino abstracto; convirtiéndose Khum, con la “caída” de la humanidad en la generación y falicismo, en Ammon, el Dios Creador. Cuando Ptah, el “Dios Flamígero”, lleva el Huevo del Mundo en la mano, entonces el simbolismo viene a ser por completo terrestre y concreto en su significación. En conjunción con el Halcón, símbolo de Osiris-Sol, el símbolo es doble, y se refiere a ambas Vidas: la mortal y la inmortal. Los grabados de un papiro en el (Edipus Egyptiacus de Kircher muestran un huevo flotando sobre la momia. Éste es el símbolo de la esperanza y la promesa de un Segundo Nacimiento para el Muerto Osirificado; su Alma, después de la debida purificación en el Amenti, tendrá su gestación en este Huevo de la Inmortalidad, para renacer de él en una nueva vida sobre la tierra.

Pues este Huevo, en la Doctrina Esotérica, es el Devachán, la mansión de la Dicha; el Escarabajo Alado siendo también otro símbolo de lo mismo. El Globo Alado no es sino una forma del Huevo, y tiene el mismo significado que el Escarabajo, el Khopiru -de la raíz khopru, venir a ser, renacer-, el cual se relaciona con el renacimiento del hombre y con su regeneración espiritual. En la Theogony de Mochus vemos al AEther primero, y luego al Aire, los dos principios de los cuales Ulom, la Deidad (...) Inteligible, el Universo visible de la Materia, nació del Huevo del Mundo. En los Orphic Hymns, Eros-Phanes se despliega del Huevo Divino, al que impregnan los Vientos AEthéreos, siendo el Viento el “Espíritu de Dios”, o más bien el “Espíritu de la Obscuridad Desconocida” -la Idea Divina de Platón-, que se dice se mueve en el AEther.

En el Katha-Upanishad indo, Purusha, el Espíritu Divino, ya está presente ante la Materia Original; “de cuya unión surge la Gran Alma del Mundo”. Mahâ-Âtmâ, Brahmâ, el Espíritu de Vida, etc.; todos estos últimos nombres son idénticos al Anima Mundi o “Alma Universal”, la Luz Astral de los kabalistas y ocultistas, o el “Huevo de las Tinieblas”. Además de ésta, hay muchas preciosas alegorías sobre el asunto, esparcidas en los Libros sagrados de los brahmanes. En uno de ellos, el creador femenino es primeramente un germen, luego una gota de rocío celeste, una perla y después un Huevo. En tales casos, demasiado numerosos para citarlos separadamente, el Huevo da nacimiento a los cuatro elementos dentro del quinto, el AEther, y está cubierto con siete envolturas que más adelante se convierten en los siete mundos superiores y siete inferiores. Rompiéndose en dos, la cáscara se convierte en el Cielo y los contenidos en la Tierra, formando la clara las Aguas Terrestres.

Por otra parte, también Vishnu sale del Huevo con un Loto en la mano, Vinatâ, hija de Daksha, y esposa de Kashyapa, “el nacido de sí mismo, que surgió del Tiempo”, uno de los siete “Creadores” de nuestro Mundo, produjo un Huevo, del que nació Garuda, el Vehículo de Vishnu; la última alegoría teniendo relación con nuestra Tierra, pues Garuda es el Gran Ciclo. El Huevo estaba consagrado a Isis; por lo cual los sacerdotes de Egipto nunca comían huevos. A Isis casi siempre se la representa teniendo un Loto en una mano, y un Círculo y una Cruz (cruz ansata) en la otra. Diodoro de Sicilia declara que Osiris nació de un Huevo, lo mismo que Brahmâ. Del Huevo de Leda nacieron Apolo y Latona, y también Castor y Pólux, los Gemelos resplandecientes. Y aun cuando los buddhistas no atribuyen a su fundador el mismo origen, sin embargo, lo mismo que los antiguos egipcios y los modernos brahmanes, tampoco comen huevos, para no destruir el germen de vida latente en ellos, y no cometer pecado. Los chinos creen que su Primer Hombre nació de un Huevo que Tien dejó caer del Cielo a la Tierra en las Aguas.

Este huevo-símbolo es todavía considerado por algunos como representando la idea del origen de la vida, lo cual es una verdad científica, aunque el ovum humano sea invisible a la simple vista. De aquí el respeto que vemos le demuestran, desde la más remota antigüedad, los griegos, los fenicios, los romanos, los japoneses y los siameses, las tribus de América, tanto del Norte como del Sur; y hasta los salvajes de las islas más remotas. Entre los egipcios, el Dios Oculto era Ammon o Mon, el “Oculto”, el Espíritu Supremo. Todos sus Dioses eran dobles (la Realidad científica para el santuario; su doble, la Entidad fabulosa y mística, para las masas). Por ejemplo, como se ha observado en la Sección “Chaos, Theos, Kosmos”, Horus el Mayor era la Idea del Mundo permaneciendo en la Mente del Demiurgo, “nacido en las Tinieblas antes de la Creación del Mundo”; el Segundo Horus era la misma Idea saliendo del Logos, revistiéndose de materia y entrando en la existencia positiva .

Horus el “Mayor”, o Haroiri, es un aspecto antiguo del Dios Solar, contemporáneo de Ra y Shu; a Haroiri se le toma con frecuencia equivocadamente por Hor (Horsusi), Hijo de Osiris y de Isis. Los egipcios representan a menudo al Sol naciente bajo la forma de Hor, el Mayor, levantándose de un Loto completamente desarrollado, el Universo, y el disco solar se ve siempre en la cabeza del halcón de aquel Dios. Haroiri es Khnum. Lo mismo sucede con Khnum y Ammon, ambos representados con cabezas de morueco, y a menudo confundidos el uno con el otro, aunque sus funciones son diferentes. Khnum es el “modelador de hombres”, formando a los hombres y a las cosas, del Huevo del Mundo, con una rueda de alfarero; Ammon Ra, El Generador, es el Aspecto secundario de la Deidad Oculta. Khnum era adorado en Elefanta y Philae, y Ammon en Tebas. Pero Emepht, el Principio Uno Supremo Planetario, es el que hace surgir el Huevo de su boca, y es, por lo tanto, Bramhâ.

La Sombra de la Deidad Kósmica y Universal, de aquello que cobija y compenetra al Huevo con su Espíritu vivificador, hasta que madura el germen contenido en él, era el Dios del Misterio, cuyo nombre era impronunciable. Sin embargo, Ptah es “el que abre” la Vida y la Muerte, el que procede del Huevo del mundo para comenzar su obra doble. Según los griegos, la forma espectral de los Chemis (Chemi, el antiguo Egipto), que flota sobre las Ondas Etéreas de la Esfera Empírea, fue llamada a la existencia por Horus-Apolo, el Sol Dios, que hizo que se desenvolviese del Huevo del Mundo. El Brahmânda Purâna contiene por completo el misterio sobre el Huevo Áureo de Brahmâ; y por esto es por lo que, quizás, es inaccesible a los orientalistas, quienes dicen que este Purâna, como el Skanda, “ya no puede obtenerse en un cuerpo colectivo”, sino “que está representado por una variedad de Khandas y Mâhâtmyas que pretenden derivarse de él”.

Al Brahmânda Purâna se le describe como “el que ha declarado en 12.200 versos la magnificencia del Huevo de Brahmâ, y el que contiene una relación de los Kalpas futuros, como revelación de Brahmâ”.

Así es, en efecto, y quizá sea mucho más. En la Cosmogonía escandinava, considerada por el profesor Max Müller como “muy anterior a los Vedas”, en el problema de Wöluspa, el Canto de la Profetisa, se descubre de nuevo el Huevo del Mundo en el Germen-fantasma del Universo, que está representado como recogido en el Cinnungagap, la Copa de la Ilusión, Mâyâ, el Abismo Ilimitado y Vacío. En esta Matriz del Mundo, antes región de oscuridad y de desolación, Nefelheim, el Lugar de la Niebla (el nebular, como ahora lo llaman), en la Luz Astral, cayó un Rayo de Luz Fría que hizo rebosar la copa, y se heló en ella. Entonces, el Invisible sopló Aguas (Caos), llamadas las Corrientes de Eliwagar, destilándose en gotas vivificantes, cayeron y crearon la Tierra y el Gigante Ymir, que sólo tenía la “semejanza del hombre” (el Hombre Celeste), y la Vaca, Audumla (la “Madre”, Luz Astral o Alma Cósmica), de cuya ubre fluyeron cuatro torrentes de leche; los cuatro puntos cardinales, los cuatro manantiales de los cuatro ríos del Edén, etc.; cuyos “cuatro” están simbolizados por el Cubo en todos sus diferentes significados místicos.

 Los cristianos (especialmente las Iglesias griega y latina) han adoptado por completo el símbolo, y ven en él una conmemoración de la vida eterna, de la salvación y de la resurrección. Esto se ve y está corroborado por la costumbre tradicional de cambiar los “Huevos de Pascua”. Desde el anguinum, el “Huevo” del Druida Pagano, cuyo solo nombre hacía temblar de miedo a Roma, hasta el Huevo rojo de Pascua del campesino eslavo, ha pasado un ciclo. Y, sin embargo, ya sea en la Europa civilizada o entre los salvajes abyectos de la América Central, encontramos el mismo pensamiento arcaico primitivo, si nos tomamos el trabajo de buscarlo, y si a consecuencia del orgullo de nuestra imaginada superioridad intelectual y física, no desfiguramos la idea original del símbolo.

H.P.B   D.S T II

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