jueves, 16 de junio de 2016

EL PENSAMIENTO ANTIGUO VESTIDO A LA MODERNA



            
La Ciencia Moderna no es más que Pensamiento Antiguo desfigurado. Hemos visto, no obstante, cómo piensan y en qué se ocupan los hombres científicos intuitivos; y ahora se le darán al lector algunas nuevas pruebas de que más de un académico se aproxima inconscientemente a las ridiculizadas Ciencias Secretas.
            
Respecto de la Cosmogonía y de la materia primitiva, las especulaciones modernas son, de modo innegable, el pensamiento antiguo “perfeccionado” por las teorías contradictorias de origen reciente. Todo el fundamento pertenece a la Astronomía y Física arcaicas, griegas e indias, llamadas siempre en aquellos días Filosofía. En todas las especulaciones arias y griegas encontramos el concepto de una Materia no organizada, homogénea, o Caos, que todo lo penetra, y a la que los hombres de ciencia han vuelto a bautizar con el nombre de “condición nebular de la materia universal”. Lo que Anaxágoras llamó Caos en su Homoiomeria, se llama ahora “fluido primitivo” por Sir William Thomson. Los atomistas indios y griegos -Kanâda, Leucipo, Demócrito, Epicuro, Lucrecio, etc.- se reflejan, como en un claro espejo, en los mantenedores de la Teoría Atómica de nuestra época, principiando con las Mónadas de Leibnitz y terminando con los Átomos Vortiginosos de Sir William Thomson. Es verdad que la teoría corpuscular antigua es rechazada, habiendo ocupado su lugar la teoría ondulatoria. Pero la cuestión está en si la última se halla tan firmemente arraigada, que no esté expuesta a ser destronada como su predecesora. En Isis sin Velo se ha tratado con toda extensión de la Luz, bajo su aspecto metafísico.

            
La Luz es el primogénito y la emanación primera de lo Supremo, y la Luz es la Vida, dice el evangelista (y kabalista). Ambas son electricidad -el principio de vida, el Ánima Mundi- que impregna el Universo, el vivificador eléctrico de todas las cosas. La Luz es el gran Proteo mágico, y bajo la voluntad divina del Arquitecto  (o más bien de los Arquitectos, los “Constructores” llamados colectivamente Uno), sus ondas diversas y omnipotentes dieron nacimiento a toda forma así como a todo ser viviente. De su seno eléctrico henchido brotan la Materia y el Espíritu. En sus radiaciones yacen los principios de toda acción física y química, y de todos los fenómenos cósmicos y espirituales; ella vitaliza y desorganiza; ella da la vida y produce la muerte, y de su Punto Primordial surgieron gradualmente a la existencia las miríadas de mundos, los cuerpos celestes visibles e invisibles. En la radiación de esta Primera Madre, una en tres, fue donde “Dios”, según Platón, “encendió un Fuego que ahora llamamos el Sol”, y que no es la causa ni de la luz ni del calor, sino tan sólo el foco, o como pudiéramos decir, la lente por medio de la cual los Rayos de la Luz Primordial se materializan, se concentran sobre nuestro sistema Solar, y producen todas las correlaciones de fuerzas.

            
Éste es el Éter, como acaba de ser explicado en las ideas de Metcalfe, repetidas por el doctor Richardson, exceptuando la sumisión del primero a algunos detalles de la teoría ondulatoria moderna. No decimos que nos oponemos a la teoría; sólo aseguramos que necesita un complemento y reforma. Pero no son los ocultistas en modo alguno los únicos herejes en este particular, pues Mr. Robert Hunt, F. R. S., dice que:

            
La teoría ondulatoria no explica los resultados de sus experimentos. Sir David Brewster en su Treatise on Optics, mostrando “que los colores de la vida vegetal provienen... de una atracción específica que las partículas de estos cuerpos ejercen sobre los rayos solares diferentemente coloreados”, y que “por medio de la luz del sol se elaboran los jugos coloreados de las plantas; que cambian los colores de los cuerpos, etc.”; observa que no es fácil aceptar “que semejantes efectos puedan ser producidos por la mera vibración de un medio etéreo”. Y él se ve obligado, dice, “por esta clase de hechos, a razonar como si la luz fuese material” (?). El profesor Josiah P. Cooke, de la Universidad de Harvard, dice que “no puede convenir... con los que consideran la teoría ondulatoria de la luz como un principio científico establecido”. La doctrina de Herschel, de que la intensidad de la luz, en el efecto de cada ondulación, “es inversa al cuadrado de la distancia del cuerpo luminoso”, si es correcta, perjudica mucho, si es que no destruye, a la teoría ondulatoria. Que él está en lo cierto se comprobó repetidamente por medio de experimentos con fotómetros; y aun cuando principia a dudarse mucho de ella, la teoría ondulatoria permanece todavía en pie.

            
A esa observación de Sir David Brewster -de que se ve “obligado a razonar como si la luz fuese material”- hay mucho que replicar. La luz es, seguramente, en cierto sentido, tan material como la electricidad misma. Y si la electricidad no es material, si es sólo un “modo de movimiento”, ¿cómo se explica que pueda ser almacenada en los acumuladores de Faure? Helmholtz dice que la electricidad tiene que ser tan atómica como la materia; y Mr. W. Crookes, F. R. S., apoyó esta opinión en su mensaje en Birmingham a la Sección Química de la Sociedad Británica, de que era Presidente en 1886. He aquí lo que Helmholtz dice:

             
Si aceptamos la hipótesis de que las Substancias elementales están compuestas de átomos, no podemos evitar llegar a la conclusión de que también la electricidad, tanto negativa como positiva, está dividida en porciones elementales definidas, que se conducen como átomos de electricidad.

            
Aquí tenemos que repetir lo que dijimos en la Sección VIII, que sólo hay una ciencia que pueda dirigir en lo sucesivo la investigación moderna en el único sendero que conduce al descubrimiento de toda la verdad, hasta ahora oculta, y ésta es la más joven de todas, la Química, tal como ahora se presenta reformada. No hay otra, sin excluir la Astronomía, que pueda guiar tan infaliblemente a la intuición científica como lo puede la Química. Dos pruebas de esto pueden encontrarse en el mundo de la Ciencia; dos grandes químicos de los más eminentes en sus respectivos países, a saber, Mr. Crookes y el difunto profesor Butlerof: el uno creyente completo en los fenómenos anormales; el otro que era un espiritista tan ferviente como grande era en las ciencias naturales. Se hace evidente que la mente científicamente educada del químico, a la par que reflexiona sobre la última divisibilidad de la Materia, y en la caza hasta ahora infructuosa del elemento de peso atómico negativo, tiene que sentirse irresistiblemente atraída hacia aquellos mundos siempre encubiertos, hacia ese misterioso Más allá, cuyas profundidades inconmensurables parecen cerrarse a la aproximación de la mano demasiado materialista que trata de descorrer su velo. “Es lo desconocido y lo por siempre incognoscible” -advierte el gnóstico-monista-. “No es verdad -contesta el químico perseverante-. Estamos sobre la pista, no nos desanimamos, y voluntariamente entraríamos en la misteriosa región a la que la ignorancia pone la etiqueta de desconocida”.
            
En su discurso presidencial en Birmingham, dice Mr. Crookes:

            
Sólo hay un desconocido; la última esencia del Espíritu (Espacio). Aquello que no es lo Absoluto ni lo Uno, es, en virtud de esa misma diferenciación, por más alejada que se halle de los sentidos físicos, siempre accesible a la mente espiritual humana, que es un resplandor del Integral indiferenciable.

            
Dos o tres párrafos, al final mismo de su conferencia sobre la Génesis de los Elementos, demuestran que el eminente hombre científico se halla en el camino real de los mayores descubrimientos. Durante algún tiempo ha estado incubando “el protilo original”, y ha llegado a la conclusión de que “al que obtenga la Clave le será permitido descubrir algunos de los misterios más profundos de la creación”. El Protilo, como lo explica el gran químico, es:

            
... una palabra análoga al protoplasma, para expresar la idea de la materia primitiva existente antes de la evolución de los elementos químicos. La palabra que me he aventurado a usar para este objeto, se halla compuesta de ... (anterior a) y de ... (la substancia de que están hechas las cosas). La palabra no es de nuevo cuño; pues hace 600 años que Roger Bacon escribió en su Arte Chymiae que “Los elementos están hechos con ... y cada elemento se convierte en la naturaleza de otro elemento”.

            
El conocimiento de Roger Bacon no vino a este maravilloso mago antiguo  por inspiración, sino porque estudiaba obras antiguas sobre Magia y Alquimia, y tenía la clave de la verdadera significación de su lenguaje. Pero véase lo que dice Mr. Crookes del Protilo, próximo vecino del inconsciente Mûlaprakriti de los ocultistas:

            
Partamos del momento en que el primer elemento vino a la existencia. Antes de este tiempo, la materia, como nosotros la conocemos, no existía. Es tan igualmente imposible concebir la materia sin energía, como la energía sin la materia; desde cierto punto de vista, ambos son términos convertibles. Antes del nacimiento de los átomos, todas esas formas de energía que se hacen evidentes cuando la materia actúa sobre la materia, no podían haber existido; ellas estaban encerradas en el protilo sólo como potencialidades latentes. Coincidiendo con la creación de los átomos, todos esos atributos y propiedades, que forman los medios para distinguir un elemento químico de otro, surgen a la existencia dotados por completo de energía.

            
Con todos los respetos debidos al gran conocimiento del conferenciante, el ocultista expondría esto de diferente manera. Diría que ningún Átomo es nunca “creado”, pues los Átomos son eternos en el seno del Átomo Uno -”el Átomo de Átomos”- considerado durante el Manvántara como el Jagad-Yoni, la matriz material causativa del Mundo. Pradhâna, la Materia inmodificada -la que es la primera forma de Prakriti o la Naturaleza material, tanto visible como invisible- y Purusha, el Espíritu, son eternamente uno; y ellos son Nirupâdhi, sin cualidades adventicias o atributos, sólo durante el Pralaya, y cuando se hallan más allá de cualquiera de los planos de conciencia de la existencia. El Átomo, tal como es conocido por la ciencia moderna, es inseparable de Purusha, que es Espíritu, pero al que ahora se le da el nombre de “energía” en la Ciencia. El Átomo en el Protilo no ha sido desmenuzado ni sutilizado; ha pasado sencillamente a aquel plano, que no es plano, sino el estado eterno de todas las cosas fuera de los planos de ilusión. 

Tanto Purusha como Pradhâna son inmutables e inconsumibles, o Aparinânim y Avyava, en la eternidad; y ambos pueden ser mencionados durante los períodos Mayávicos, como Vyaya y Parinâmin, o lo que puede espaciarse, ocultarse y desaparecer, y que es “modificable”. En este sentido, Purusha debe, por supuesto, considerarse en nuestros conceptos como distinto de Prabrahman. Sin embargo, eso que la Ciencia llama “energía” o “fuerza”, y que Metcalfe ha explicado como fuerza binaria, no es nunca energía sola ni puede serlo; pues es la Substancia del Mundo, su Alma, lo Todo-compenetrante, Sarvaga en conjunción con Kâla, el Tiempo. Los tres son la trinidad en uno, durante el Manvántara, la Unidad toda potencial, que actúa como tres cosas distintas sobre Mâyâ, el plano de la ilusión. En la filosofía órfica de la antigua Grecia eran llamados Phanes, Caos y Cronos: la tríada de los filósofos ocultistas de aquel tiempo.
           
Pero véase cuánto se aproxima Mr. Crookes al “Incognoscible”, y qué probabilidades existen para la aceptación de las verdades Ocultas en sus descubrimientos. Hablando de la evolución de los Átomos, continúa él diciendo:

            
Detengámonos al final de la primera vibración completa y examinemos el resultado. Hemos encontrado ya los elementos del agua, del amoníaco, del ácido carbónico, de la  atmósfera, de la planta y de la vida animal; fósforo para el cerebro, sal para los mares, barro para la tierra sólida... fosfatos y silicatos suficientes para un mundo y unos habitantes no muy distintos de los actuales. A la verdad, los habitantes humanos tendrían que vivir en un estado de simplicidad más que arcadiana, y la ausencia del fosfato cálcico resulta una perplejidad por lo que a la existencia de los huesos se refiere.... Al otro extremo de nuestra curva... vemos una gran laguna... Este oasis y los vacíos que le preceden y siguen pueden referirse con gran probabilidad al modo particular en que nuestra tierra se convirtió en un miembro de nuestro sistema solar. Si esto es así, puede ser que sólo en nuestra tierra ocurran estos vacíos, y no sean generales en todo el Universo.

            
Esto justifica varios asertos de las obras Ocultas.
            
Primero, que ni las estrellas ni el Sol puede decirse que estén constituidos de los elementos terrestres familiares a la Química, aunque se hallen presentes en las vestiduras externas del Sol, así como también otros muchos elementos hasta ahora desconocidos para la Ciencia.
            
Segundo, que nuestro Globo tiene su laboratorio especial en los confines de su atmósfera, cruzados los cuales, todo Átomo y moléculas cambian y se diferencian de su naturaleza primordial.
            
Y tercero, que aun cuando ningún elemento presente en nuestra Tierra fuese posible que faltara en el Sol, hay en éste muchos otros que no han sido alcanzados ni descubiertos todavía en nuestro globo.

            
Algunos pueden faltar en ciertas estrellas y cuerpos celestes en el curso de su formación; o, aunque presentes en ellos, estos elementos, a causa de su presente estado, pueden no responder todavía a las pruebas científicas usuales.

            
Mr. Crookes habla del helium, cuerpo de peso atómico inferior aún al del hidrógeno; cuerpo simple puramente hipotético en lo que concierne a nuestra tierra, aunque existe en abundancia en la cromosfera del Sol. La Ciencia Oculta añade que ninguno de los cuerpos simples considerados como tales por la Química merece realmente este nombre.
            
También vemos a Mr. Crookes hablando con aprobación de:

            
El poderoso argumento del Dr. Carnelly en favor de la naturaleza compuesta de los llamados cuerpos simples, según su analogía con las radículas compuestas.

            
Hasta ahora, sólo la Alquimia, dentro de su período histórico, y en los llamados países civilizados, ha conseguido obtener un verdadero cuerpo simple o una partícula de Materia homogénea, el Mysterium Magnum de Paracelso. Pero esto era antes de la época de Lord Bacon.  

            
...Volvamos ahora a la parte superior del esquema. Con hidrógeno de peso atómico = 1, no queda sitio para otros cuerpos simples, excepto, quizás, para el hipotético Helium. Pero si lográsemos pasar “a través del espejo” y cruzar la línea cero en busca de nuevos principios, ¿qué encontraríamos al otro lado del cero? El Dr. Carnelly pide un cuerpo simple de peso atómico negativo; aquí hay amplio espacio y margen suficiente para una serie en la sombra, de tales insubstancialidades. Helmholtz dice que la electricidad es probablemente tan atómica como la materia; ¿es la electricidad uno de los cuerpos simples negativos, y el éter luminoso otro? La materia, tal como la conocemos ahora, no existe aquí; las formas de energía que son aparentes en los movimientos de la materia, tan sólo son todavía posibilidades latentes. Una substancia de peso negativo no es inconcebible. ¿Pero podemos formarnos un concepto claro de un cuerpo que se combine con otros cuerpos en proporciones que se expresen por cualidades negativas?.
            
Una génesis de los cuerpos simples tal como la que se ha bosquejado no se confinaría a nuestro pequeño sistema solar, sino que seguiría la misma serie de sucesos en todos los centros de energía visibles al presente como estrellas.
            
Antes del nacimiento de los átomos para gravitar los unos hacia los otros, no podía ejercerse presión alguna; pero en los confines de la esfera de niebla ígnea, en que todo es protilo -y en cuyo núcleo las fuerzas colosales que indica el nacimiento de un elemento químico ejercen todo su dominio-, el violento calor iría acompañado por una gravitación suficiente para impedir que los elementos acabados de nacer se lanzasen al espacio. A medida que aumenta el calor, aumentan la expansión y el movimiento molecular; las moléculas tienden a separarse, y sus afinidades químicas se amortiguan; pero la enorme presión de la gravitación de la masa de materia atómica, fuera de lo que, en gracia de la brevedad, llamaré corteza naciente, contrarrestaría la acción del calor.
            
Más allá de la corteza naciente habría un espacio en que no podría tener lugar acción química alguna, debido a que allí la temperatura estaría por encima de lo que se llama el punto de disociación de los compuestos. En este espacio, el león y el cordero yacerían juntos; el fósforo y el oxígeno se mezclarían sin unirse; el hidrógeno y el cloro no mostrarían tendencia a lazos más estrechos; y hasta el flúor, ese gas enérgico que los químicos han podido aislar sólo hace uno o dos meses, flotaría libre y sin combinarse.
            
Fuera de este espacio de materia atómica libre, existiría otra capa en que los elementos químicos formados se habrían enfriado hasta el punto de la combinación; y la serie de sucesos tan gráficamente descrita por Mr. Mattieu Williams, en The Fuel of the Sun, tendría entonces lugar, culminando en la tierra sólida y en el comienzo del tiempo geológico (pág. 19).

            
Ésta es la descripción, en lenguaje estrictamente científico, pero hermoso, de la evolución del Universo diferenciado, según las Enseñanzas Secretas. El sabio termina su discurso con períodos, cada una de cuyas frases es como un brillante rayo de luz tras el negro velo del materialismo, hasta entonces echado sobre las ciencias exactas, y es un paso hacia el Sanctasanctórum de lo Oculto. He aquí cómo se expresa:

            
Hemos echado una ojeada sobre la dificultad de definir un cuerpo simple; hemos hecho observar también la rebelión de muchos químicos y físicos notables contra la aceptación ordinaria de la palabra cuerpo simple; hemos pesado la improbabilidad de su existencia eterna  o de su origen casual. Como última alternativa, hemos ideado su origen por medio de un proceso de evolución como el de los cuerpos celestes, según Laplace, y el de las plantas y animales de nuestro globo, según Lamarck, Darwin y Wallace. En el orden de los cuerpos simples, tal como lo conocemos, hemos visto una señalada aproximación al del mundo orgánico. A falta de una prueba directa de la descomposición de cualquier cuerpo simple, hemos buscado y encontrado una prueba indirecta... Hemos considerado luego el aspecto de la génesis de los elementos; y últimamente hemos pasado en revista un esquema de su origen sugerido por el método del profesor Reynolds, para ilustrar la clasificación periódica.... Resumiendo todas las anteriores consideraciones, no podemos, a la verdad, aventurarnos a afirmar de modo positivo, que nuestros llamados cuerpos simples se hayan desenvuelto de una materia primordial; pero podemos sostener que la balanza de las pruebas, a mi juicio, se inclina de modo franco en favor de esta hipótesis.
 
            
Así pues, la Ciencia inductiva, en sus ramas de Astronomía, Física y Química, a la vez que avanza tímidamente hacia la conquista de los secretos de la Naturaleza, en sus últimos efectos sobre nuestro plano terrestre, retrocede a los días de Anaxágoras y de los caldeos en sus descubrimientos: a) Del origen de nuestro mundo fenomenal; y b) De los modos de formación de los cuerpos que componen el Universo. Y teniendo que volver, para sus hipótesis cosmogónicas, a las creencias de los primitivos filósofos y a sus sistemas, basados todos en las enseñanzas de una Doctrina Secreta universal respecto de la Materia primordial, con sus propiedades, funciones y leyes, ¿no tenemos derecho a esperar que no esté muy lejano el día en que la Ciencia aprecie mejor la Sabiduría de los Antiguos que lo ha hecho hasta ahora?
            
No hay duda de que la Filosofía Oculta podría aprender mucho de la Ciencia Exacta moderna; pero ésta, por otro lado, podría progresar por la antigua sabiduría en más de un ramo, y principalmente en Cosmogonía. Podría aprender, por ejemplo, la significación mística, alquímica y trascendental de las muchas substancias imponderables que llenan los espacios interplanetarios, y que, compenetrando a los mundos, son la causa directa, en el extremo inferior, de la producción de los fenómenos naturales que se manifiestan por la llamada vibración. El conocimiento de la naturaleza verdadera, no la hipotética, del Éter, o más bien del Âkâsha, y otros misterios, en una palabra, puede sólo conducir al conocimiento de las Fuerzas. Esta Substancia es contra la que la escuela materialista de los físicos se rebela con tal furia, especialmente en Francia, y la cual tiene sin embargo que defender la Ciencia Exacta. No pueden ellos abandonarla sin incurrir en el riesgo de echar abajo los pilares del Templo de la Ciencia, y como modernos Sansones, quedar sepultados bajo sus ruinas.
            
Las teorías basadas sobre la no aceptación del concepto de la Fuerza, fuera e independiente de la Materia pura y simple, se ha demostrado que son todas falsas. No abarcan ni pueden abarcar el problema, y muchas de las hipótesis científicas han resultado poco científicas. “El Éter produce el Sonido”, se dice en los Purânas, y se han reído de la afirmación. El Sonido es el resultado de las vibraciones del aire, se nos replica corrigiéndonos. - ¿Y qué es el aire? ¿Podría existir si no hubiese un medio etéreo en el Espacio que sostuviese sus moléculas? La cuestión es sencillamente la siguiente:  El Materialismo no puede admitir la existencia de algo fuera de la Materia, porque con la aceptación de una Fuerza imponderable -fuente y cabeza de todas las Fuerzas físicas- tendría que admitir virtualmente otras Fuerzas inteligentes, y esto conduciría a la Ciencia muy lejos. Porque tendría que aceptar como consecuencia la presencia en el hombre de un poder aún más espiritual, por completo independiente esta vez de toda clase de Materia de que los físicos tengan conocimiento. De aquí que, aparte de un Éter hipotético del Espacio y de los cuerpos groseros físicos, todo el Espacio sideral desconocido sea, para los materialistas, un vacío sin límites en la Naturaleza: ciego, ininteligente, inútil.
            
Y ahora la cuestión que sigue es ésta: ¿Qué es esa Substancia Cósmica, y hasta qué punto se puede avanzar en la deducción de su naturaleza o en arrancarle sus secretos, sintiéndose así en lo firme al darle un nombre? ¿Hasta dónde, especialmente, ha avanzado la ciencia moderna en la dirección de estos secretos, y qué es lo que hace para resolverlos? El último favorito de la Ciencia, la Teoría Nebular, puede proporcionarnos alguna contestación a esta pregunta. Examinemos, pues, las credenciales de esta Teoría Nebular.

H.P. Blavatsky D.S T II

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