domingo, 13 de enero de 2019

SIGNIFICADO Y CORRELACIÓN DE LOS TATTVAS




En la Naturaleza hay siete fuerzas, o siete centros de fuerza, como hay siete sonidos y siete colores, pues todo parece responder en nuestro sistema al número siete; y si bien en los anteriores volúmenes de esta obra no apuramos la nomenclatura y pruebas de los septenarios, expusimos, no obstante, lo suficiente para indicar a los pensadores que los hechos aducidos no eran coincidencias, sino valiosos testimonios de mucho peso.

Por varias razones limitan a cinco los Tattvas, los sistemas indos. Una de ellas ya se ha mencionado  anteriormente;  otra  es  que  sólo  estamos  en  la  quinta  raza,  y  sólo poseemos cinco sentidos (en cuanto alcanzan los conocimientos científicos); los otros dos, que todavía están latentes en el hombre, pueden probarse únicamente por testimonios fenoménicos, no admitidos en modo alguno por los materialistas. 

Los cinco sentidos físicos se hacen corresponder con los cinco Tattvas inferiores; y los otros dos, no desarrollados todavía en el hombre, con sus dos respectivas fuerzas o Tattvas olvidados por los brahmanes y no reconocidos aún por la ciencia profana, son tan subjetivos y sagrados, que sólo cabe conocerlos por medio de las más profundaciencias ocultas. Fácilmente se comprende que el sexto y séptimo sentidos y el sexto y séptimo Tattvas corresponden a los dos superiores principios humanos: Buddhi y la Envoltura Áurica, iluminados por la luz de Âtmâ. A menos que el ejercicio oculto nos abra  los  sentidos  sexto  y  séptimo,  jamás  comprenderemos  debidamente  sus correspondientes tipos. Así es que, desde el punto de vista esotérico, resulta errónea la afirmación expuesta en Las fuerzas más sutiles de la Naturaleza, al decir que el Tattva superior es el Âkâsha259, seguido [sólo] por otros cuatro, cada uno de los cuales tiene mayor densidad que el precedente. Porque dado que el casi homogéneo y sin duda universal principio, Âkâsha, se traduce por éter, queda empequeñecido y limitado a nuestro visible Universo, pues seguramente no es el éter del espacio. Diga lo que quiera la ciencia moderna, el éter es substancia diferenciada. 

El Âkâsha no es substancia, ni aun exotéricamente, ni para algunos orientalistas260,  pues  sólo  tiene  por  atributo  el SONIDO, cuyo substrato es, y más bien puede considerarse como el caos o el gran vacío del espacio261. Esotéricamente, el Âkâsha sólo es el Divino Espacio, y únicamente se convierte en éter en el último e ínfimo plano, o sea el terrestre. En este caso, el velo consiste en decir que el Sonido es “atributo” del Âkâsha, cuando en realidad no lo es, sino su primaria correlación, su primordial manifestación, el Logos, o Ideación divina hecho Verbo, y el “Verbo” o Palabra hecho “Carne”. Tan sólo podemos considerar el sonido como “atributo” del Âkâsha si antropomorfizamos este último. No es una característica del Âkâsha, aunque ciertamente es tan innato en él, como la idea de “Yo soy Yo es innata en nuestras mentes.


El Ocultismo enseña que el Âkâsha contiene y abarca los siete centros de fuerza, y por tanto, los seis Tattvas, de los que él mismo es el séptimo, o mejor dicho, su síntesis. Pero si el Âkâsha se toma únicamente en concepto exotérico, como creemos que lo toma el autor de la obra aludida, entonces está en lo cierto; porque dado que el Âkâsha es  universalmente  omnipresente,  siguiendo  la  purânica  limitación,  para  que  lo comprendan mejor nuestras finitas inteligencias, coloca el comienzo del Âkâsha sólo más allá de los cuatro planos de nuestra cadena terrestre  (véase Vol. I, pág. 201, Diagrama III), quedando los dos Tattvas superiores tan ocultos al hombre vulgar, como los sexto y séptimo sentidos lo están a la mente materialista.

Por lo tanto, mientras la filosofía sánscrita e inda habla generalmente de cinco Tattvas tan sólo, los ocultistas enumeran siete, en correspondencia con los demás septenarios de la Naturaleza. Los Tattvas se presentan en el mismo orden que las siete fuerzas macro y microcósmicas, y son las siguientes:



1ª  ÂDI TATTVA. La fuerza primordial del Universo, emergida al comienzo de la manifestación (o período “creador”), del eterno e inmutable SAT, el substrato de todo
Se corresponde con la envoltura áurica o Huevo de Brahmâ, que circunda a los globos, los hombres y todos los seres. Es el vehículo que potencialmente contiene todas las cosas: espíritu y substancia, fuerza y materia. Âdi Tattva es, en Cosmogonía esotérica, la fuerza dimanante del Logos Inmanifestado o Primer Logos.


2ª  ANUPÂDAKA TATTVA262. La primera diferenciación en el orden o plano de la existencia (pues la primera es ideal), dimanante de la transformación de algo superior. Para los ocultistas esta fuerza procede del segundo logos.

3ª  ÂKÂSHA  TATTVA.  Es el punto de partida de todas las filosofías y religiones
exotéricas que lo consideran como éter o fuerza etérea. Por esto se designaba al
“supremo” dios Júpiter, con el nombre de Padre Éter. En la India, el que fue un día el dios supremo, Indra, es la expansión celeste o etérea, y lo mismo se dice de Urano, etc. Los cristianos tienen por tercera persona de su Trinidad al Espíritu Santo, al Pneuma, el aire o viento enrarecido. Todos estos conceptos los resume el Ocultismo en la fuerza del tercer logos, o sea la fuerza creadora en el ya manifestado Universo.

4ª VÂYU TATTVA. El plano aéreo, en el que la substancia es gaseosa.

TAIJAS TATTVA263. El plano de nuestra atmósfera.

6ª ÂPAS TATTVA. Substancia acuosa o líquida, y su fuerza.

7ª PRITHIVÎ TATTVA. Substancia sólida terrena. La fuerza o espíritu terrestre. Es la fuerza ínfima.


Todas estas fuerzas se corresponden con nuestros principios y con los siete sentidos y fuerzas del hombre. Según el Tattva o Fuerza engendrada o inducida en nosotros, así actuará nuestro cuerpo.


Ahora bien, lo que vamos a decir se encamina especialmente a quienes anhelen educir poderes “dedicándose al yoga”. De lo ya expuesto se infiere que no hay tratado alguno referente al Râja Yoga, que sea público y sirva para algo; pues todo lo más que dan los libros impresos, es tal o cual insinuación acerca del Hatha Yoga, cuyo resultado será, a lo sumo, desarrollar la mediumnidad, y en el peor caso la consunción. Si quienes practican la “meditación” y tratan de aprender la “ciencia de la respiración” leyeran atentamente Las fuerzas más sutiles de la Naturaleza,  hallarían que tan peligrosa ciencia sólo puede adquirirse por la utilización de los cinco Tattvas. 

En la Filosofía Yoga exotérica, y en la práctica del Hatha Yoga, se sitúa el Âkâsha Tattva en el cerebro físico del hombre; el Tejas Tattva en los hombros; el Vâyu Tattva en el ombligo264; Âpas Tattva en las rodillas; y Prithivi Tattva en los pies. De esta distribución se excluyen y se ignoran los dos Tattvas superiores y sus correspondencias; pero como quiera que estos dos Tattvas son los principales factores del Râja Yoga, no es posible determinar sin ellos ningún fenómeno de superior naturaleza intelectual ni espiritual, sino tan sólo, y a lo sumo, fenómenos físicos. Respecto a los “Cinco Alientos” o mejor dicho a los cinco estados de la respiración humana, como en el Hatha Yoga se corresponden con planos y colores terrenos como se ha indicado, ¿qué resultados espirituales cabe obtener? Por el contrario,  son  la  verdadera  antítesis  del  plano  del  espíritu,  o  superior  plano macrocósmico, reflejados invertidos en la luz astral. Así lo prueba la misma palabra tântrika Shivâgama. Comparemos.

Ante todo, conviene recordar que, para los ocultistas, el septenario de la Naturaleza, así visible como invisible, consiste en tres (y cuatro) Fuegos, que se despliegan en los cuarenta y nueve Fuegos. Esto indica que análogamente a como el macrocosmos se divide en siete grandes planos de diversas diferenciaciones de substancia (desde el espiritual o subjetivo hasta el material o completamente objetivo, desde el Âkâsha hasta la viciada atmósfera de nuestra Tierra), de la propia suerte cada uno de estos siete grandes  planos  tiene  tres  aspectos,  basados  en  cuatro  Principios,  según  antes indicamos. Esto parece muy natural, por cuanto la misma ciencia reconoce tres estados de materia, con más los estados que se llaman “críticos” o intermedios, entre el sólido, líquido y gaseoso.

Ahora bien; la luz astral no es una masa universalmente difundida, sino que pertenece tan sólo a nuestra Tierra y los demás cuerpos del sistema que se hallan en el mismo plano de materia que ella. Nuestra luz astral es, por decirlo así, el cuerpo etéreo o Linga Sharîra de nuestro planeta; con la diferencia de que, en vez de ser su primordial prototipo, como en el caso del Chhâyâ o doble humano, es opuestamente al revés. Los cuerpos del hombre y del animal crecen y se desarrollan adaptados al molde de sus dobles antetípicos; mientras que la luz astral proviene de las emanaciones terrestres; crece y se desarrolla según su progenitor prototípico, y en sus traicioneras ondas se reflejan invertidas, todas las cosas, tanto de los planos superiores como del inferior y sólido plano terrestre. De aquí la confusión de colores y sonidos para el sensitivo clarividente y clariaudiente, ya sea médium, ya Hatha Yogui, que se fía de lo impreso en dicha luz. Las siguientes tablas paralelas de los Tattvas (ver página siguiente), según su concepto esotérico y tántrico, en relación con los sonidos y colores, indicarán s claramente lo expuesto.

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 Tal es la Ciencia Oculta en que los modernos ascetas y yoguis de la India basan su desarrollo y poderes anímicos. Se les conoce con el calificativo de Hatha Yoguis. La ciencia del Hatha Yoga se apoya en el Prânâyâma o “detención del aliento” a cuyo ejercicio se oponen unánimemente nuestros Maestros. Porque ¿qué es el Pranâyâma? Literalmente traducido significa: la “muerte del aliento vital”. Según hemos dicho, Prâna  no  es  Jîva  la  eterna  fuente  de  la  vida  inmortal;  ni  está  en  modo  alguno relacionado con Pranava, como algunos piensan, porque Pranava es un sinónimo de Aum en sentido místico. En Las fuerzas más sutiles de la Naturaleza, se halla todo lo que sobre esto se ha enseñado pública y claramente. Pero tales prácticas sólo pueden conducir a la magia negra y a la mediumnidad. Varios Chelas impacientes, a quienes personalmente conocimos en la India, cayeron en las prácticas del Hatha Yoga, no obstante nuestras advertencias. Dos de ellos se volvieron tísicos, y uno de éstos murió; algunos quedaron casi idiotas; otro se suicidó; y uno logró desarrollarse como Tântrika o Mago Negro; pero felizmente para él, pronto vino la muerte a cortar su carrera.

La ciencia de los Cinco Alientos: el húmedo, el ígneo, el aéreo, etc., tiene un doble significado y dos aplicaciones. Los Tântrikas la toman literalmente, en lo relativo a la regulación del vital aliento pulmonar; mientras que los antiguos râja yoguis la referían al aliento mental o de “voluntad”, que sólo puede conducir a las superiores facultades de clarividencia, a la función del tercer ojo y a la adquisición de los verdaderos poderes ocultos del Râja Yoga. Enorme es la diferencia entre ambos métodos. El primero, según queda indicado, emplea los cinco Tattvas inferiores; el segundo comienza por emplear únicamente los tres superiores, para el desarrollo mental y volitivo, dejando los demás para luego de dominados aquellos tres; por lo que sólo emplean uno (Âkâsha) de los cinco Tattvas tántricos. Según dice muy bien la obra citada: “los Tattvas son las modificaciones de Svara”. Pero Svara es la raíz del sonido, el substrato de la pitagórica música de las esferas, lo que está más allá del espíritu en la moderna acepción de la palabra, el espíritu en el espíritu; o como propiamente se interpreta, “la corriente de la oleada de vida” la emanación de la Vida Única. 

El Gran Aliento de que hablábamos en el primer tomo de esta obra es Âtmâ, que etimológicamente significa: “el movimiento eterno”. Ahora bien; mientras el chela asceta de nuestra escuela sigue cuidadosamente para su desarrollo mental el método propio de la evolución del Universo, esto es, de lo universal a lo particular, el Hatha Yogui invierte los términos y empieza por esforzarse en obtener la supresión de su (vital) aliento. Pero si, como enseña la filosofía hinduista, “Svara asume la forma de Âkâsha” al comienzo de cada evolución, y sucesivamente va tomando las formas de Vâyu (aire), Agni (fuego), Âpas (agua), y Prithivî (materia sólida)265, resulta patente la razón de empezar por los superiores y suprasensibles Tattvas. Los Râja Yoguis no descienden, en los planos de la substancia, más acá del Sûkshma (la materia sutil), mientras que los Hatha Yoguis únicamente desarrollan y emplean sus poderes en el plano material. Algunos Tântrikas colocan los tres Nâdîs, llamados: Sushumnâ, Idâ y Pingalâ, en la medula oblongada, cuya línea central designan con el nombre de Sushumnâ, y con los respectivos de Pingalâ e Idâ las divisionederecha e izquierda. También colocan en el corazón los tres Nâdîs, con los mismos nombres. 

La escuela transhimaláyica de los antiguos Râja Yoguis de la India, con los cuales no deben confundirse los yoguis modernos, coloca el Sushumnâ, asiento principal de los tres Nâdîs, en el conducto central de la medula espinal, e Idâ y Pingalâ a los lados izquierdo y derecho. Sushumnâ es el Brahmadanda, el canal (de la medula espinal), cuyo oficio desconoce la Fisiología, como desconoce los oficios del bazo y de la glándula pineal. Son  Idâ  y  Pingalâ  los  sostenidos y bemoles del  fa, tónica de la naturaleza humana y nota media de la septenaria armonía de los principios que, cuando vibran convenientemente, despiertan a los centinelas de ambos lados (al Manas espiritual y al Kâma físico), y subyugan lo inferior por medio de lo superior. Pero este efecto ha de resultar del ejercicio del poder de la voluntad, y no de la científica o regulada supresión del aliento. Si observáis una sección transversal de la médula espinal, advertiréis tres columnas una de las cuales transmite las órdenes volitivas, y la otra una vital corriente de Jîva266  durante lo que se llama el estado de Samâdhi y otros análogos.

Quien haya estudiado ambos métodos, el Hatha Yoga y el Râja Yoga, echará de ver una enorme diferencia entre ambos: el primero es puramente psíquicofísico; el segundo puramente psíquicoespiritual. Los tántricos no parecen ir allá de los seis visibles y conocidos  plexos,  con  cada  uno  de  los  cuales  relacionan  los  Tattvas;  y  la  gran importancia que atribuyen al plexo principal de éstos, el Mûlâdhâra Chakra (el plexo sagrado) indica su egoísta y material anhelo de adquirir poderes. Los Cinco Alientos y los  cinco  Tattvas  de  los  tántricos,  se  relacionan  principalmente  con  los  plexos prostático, epigástrico, cardíaco y laríngeo; y como casi desconocen el Âjnâ, nada saben del sintetizante plexo laríngeo. Muy distintamente les sucede a los discípulos de la antigua  escuela,  que  comienzan  por  dominar  el  órgano  a  que  los  anatómicos occidentales llaman cuerpo pituitario, sito en la base del cerebro, sobre la faringe. 

En la serie de los objetivos órganos craneanos, correspondientes a los subjetivos principios Tâttvicos, está el cuerpo pituitario relacionado con el tercer ojo (la glándula pineal), como Manas lo está con Buddhi. El despertamiento y desarrollo del tercer ojo debe lograrse por medio de aquel órgano vascular, de aquel insignificante corpúsculo del que, volvemos a repetirlo, nada sabe aún la Fisiología. El uno es el energizador de la voluntad; el otro, el de la percepción clarividente.

Los físicos, fisiólogos, anatómicos, etc., comprenderán mejor que los demás lectores las siguientes explicaciones.

Respecto a las funciones de la glándula pineal o Conarium y del cuerpo pituitario, no hallamos descripción alguna refrendada por las autoridades académicas. En efecto, al examinar las obras de los más eminentes especialistas, se advierte la supina ignorancia en que confiesan estar acerca de la economía humana, vital, tanto en el orden fisiológico como en el psíquico. Lo siguiente es cuanto hemos podido entresacar de las autoridades científicas, acerca de estos dos importantes órganos  La glándula pineal, o Conarium, es un cuerpo oblongo redondeado, de seis a ocho milímetros de largo, de color gris rojizo obscuro y conectado con la parte posterior del tercer ventrículo del cerebro. Tiene en su base dos finas fibras medulares, que se dirigen divergentemente hacia los tálamos ópticos. Conviene advertir que los tálamos ópticos son,  de  acuerdo  con  los  más  notables  fisiólogos,  los  órganos  de  recepción  y concentración de las impresiones más sensitivas y sensoriales de la periferia del cuerpo267. Se nos dice que las dos bandas de los tálamos ópticos que se inflexionan para encontrarse ambas, se unen en la línea media, donde se transforman en los dos pedúnculos de la glándula pineal.

El cuerpo pituitario, o hipófisis cerebral, es un órgano pequeño y duro, de unos doce milímetros de ancho, seis de largo y otros seis de alto. Está formado por dos lóbulos, uno anterior en forma de habichuela, y otro posterior y más redondo, uniformemente unidos. Se nos dice que sus partes constitutivas son casi idénticas a las de la glándula pineal; y sin embargo, no es posible advertir externamente la más leve relación  entre  ambos  centros.  Los  ocultistas  saben  que  están  relacionados,  aun anatómica y físicamente. Por otra parte, los disectores estudian cadáveres; y, como ellos mismos admiten, la substancia cerebral de todos los tejidos y órganos se contrae y cambia de estructura en seguida, en realidad pocos minutos después de la muerte. Al cesar la vida, que esponja y llena las cavidades y vigoriza todos los órganos de la masa cerebral, ésta se encoge, toma un aspecto pastoso y se obstruyen pasos antes abiertos. Pero la contracción y aun la entremezcla de partes, resultante del encogimiento y pastosidad del cerebro, no prueba que antes de la muerte no haya relación entre el cuerpo pituitario y la glándula pineal. Según ha indicado el profesor Owen, existe en realidad en el cráneo del feto humano y en el de algunos peces una relación entre ambos órganos, tan objetiva como lo es un surco y un conductor. Un adepto puede ver en un hombre normal las pulsaciones del aura dorada, en ambos centros, tan continuas como las del corazón. Sin embargo, este movimiento se intensifica con el esfuerzo para desarrollar la facultad de la clarividencia, y el aura vibra con mayor impulso. 

El arco pulsatorio del cuerpo pituitario crece más y más hasta que, como corriente eléctrica al herir a un objeto sólido, choca finalmente con la glándula pineal, y el dormido órgano despierta y se inflama con el puro Fuego Âkâshico. Tal es la descripción psicofisiológica de ambos órganos que, en el plano físico, simbolizan concretamente los metafísicos conceptos llamados Manas y Buddhi. Para que Buddhi sea consciente en el plano físico, necesita el más diferenciado fuego de Manas;  pero una vez el sexto sentido ha despertado al séptimo, la luz que irradia de este séptimo sentido, ilumina los campos del infinito. Por breve espacio de tiempo es entonces omnisciente el hombre; lo pasado y lo futuro, el espacio y el tiempo, son para él un presente. Si es un adepto, almacenará en su memoria física el conocimiento así adquirido; y nada, excepto el crimen de entregarse a la magia negra, será capaz de quitárselo. Si tan sólo es un chela o discípulo, almacenará sólo partes de la verdad total en su memoria, con la condición de qudurante años repita el procedimiento, sin consentir que ni un lunar de impureza le mancille mental o físicamente, antes de recibir la completa iniciación.

Parecerá extraño y casi incomprensible que el principal éxito de la Gupta Vidyâ, o Conocimiento Oculto, dependa de semejantes ráfagas de clarividencia, y que éstas a su vez dependan en el hombre de tales dos insignificantes excrescencias de la cavidad craneal, de “dos verrugas córneas cubiertas de arenilla gris (acervulus cerebri) “, como dice Bichat en su Anatomía descriptiva. Sin embargo, así es. Pero no hemos de desdeñar esta arenilla; pues precisamente es lo que indica la interna e independiente actividad de la glándula pineal, e impide a los fisiólogos clasificarla entre los atrofiados e inútiles órganos (aun remanentes, en la hoy completamente cambiada anatomía del hombre), de algún período de su desconocida evolución. Esta “arenilla” es en extremo misteriosa, y se substrae burlonamente a las investigaciones de los materialistas. En la cavidad de la superficie anterior de esta glándula en los jóvenes, o en su sustancia en los viejos, se encuentra Tal es el “acervulus cerebri”.


Esta “arenilla” brillante es una concreción de la misma glándula, al decir de los fisiólogos; pero nosotros replicamos que tal vez no sea así. La glándula pineal es para los ocultistas orientales el Devâksha u “Ojo Divino”. Es el órgano principal de la espiritualidad en el cerebro humano, la sede del genio, el mágico Sésamo pronunciado por la purificada voluntad del místico, que abre las avenidas de la verdad, para quien sabe cómo aprovecharla. La Ciencia Esotérica enseña que Manas, el Ego mental, no se une del todo al niño hasta los seis o siete años de edad, antes de la cual ningún niño es responsable, ni según la Iglesia ni según los códigos legales269. Ahora bien; el famoso anatómico alemán Wengel, observó en millares de casos la extraña circunstancia de que, con rarísimas excepciones, esta “arenilla” o concreción de color dorado, sólo se encontraba en niños mayores de siete años. En los locos apenas existen estos cálculos, y en los idiotas faltan por completo. Morgagni270, Grading271  y Gum272  fueron sabios en su tiempo y lo son hoy, pues son los únicos fisiólogos que han relacionado la arenilla con la mentalidad. Así, pues, como los niños de corta edad, los viejos decrépitos y los idiotas no tienen arenilla, ésta debe de estar relacionada con la mente.

Puesto  que  todos  los  átomos,  ya  de  materia  inorgánica,  ya  de  orgánica,  son concreciones del cristalizado espíritu, o Âkâsha, el Alma Universal, ¿por qué pregunta el 

Ocultismo, ha de haber objeción contra el fenómeno de que las concreciones pineales resulten de la acción mental eléctrica sobre la materia circundante por que dichas concreciones estén compuestas, según demuestra el análisis, de materia animal, fosfato y carbonato cálcicos?

Nuestros siete chakras se hallan todos situados en la cabeza; y estos chakras capitales gobiernan y dirigen los siete (porque hay siete) principales plexos o centros del cuerpo, además de los cuarenta y dos menores, a los que la Fisiología niega este nombre. Nada importa que el microscopio no pueda descubrir tales centros en el plano objetivo; pues tampoco ha descubierto ni descubrirá, el microscopio, la diferencia entre los nervios motores y los sensitivos, que transmiten todas nuestras sensaciones corporales y físicas, a pesar de lo cual, la sola lógica debiera demostrar la existencia de tales diferencias. Y si la palabra plexo, así aplicada, no expresa para la mente occidental la idea requerida por el término anatómico, entonces llamémosles chakras, padmas, ruedas, corazón, loto y pétalos. Consideremos que la Fisiología, no obstante su imperfección, admite grupos septenarios en todo el interior y el exterior del cuerpo, como, por ejemplo, los siete orificios de la cabeza, los siete “órganos” de la base del cerebro, los siete plexos: faríngeo, laríngeo, cavernoso, cardíaco, epigástrico, prostático y sacro, etc.


A su debido tiempo, los estudiantes adelantados aprenderán minuciosos pormenores acerca de los principales chakras, con el uso de ellos; pero, entretanto, han de aprender cosas no tan difíciles. Si se me pregunta si los siete plexos o centros Tattvicos de acción son los centros en que vibran los siete Rayos del Logos, responderé afirmativamente, con la observación de que los Rayos del Logos vibran en cada átomo, por vibrar en la materia de este átomo.


En  estos  volúmenes  hemos  revelado  casi  del  todo  que  los  “Hijos  de  Fohat personifican  las  naturales  fuerzas  del  movimiento,  sonido,  calor,  luz,  cohesión, electricidad y magnetismo o flúido neurótico. Sin embargo, esta verdad no le enseñará al estudiante a armonizar y acomodar el Kundalini del plano cósmico con el  vital Kundalini, o sea el flúido eléctrico con la fuerza nerviosa; y si no sabe armonizarlos, de seguro que se ocasionará la muerte, porque la velocidad del flúido eléctrico es de
460.000 kilómetros por segundo273,  y  la  del  flúido  neurótico  tan  sólo  de  unos veintiocho metros. Las siete Shaktis, llamadas Para–Shakti, Jnâna–Shakti, etc., son los aspectos femeninos de los “Hijos de Fohat”. Sin embargo, en el actual estado evolutivo, sus  nombres  podrían  confundir  al  estudiante  occidental,  y  así  vale  más  dar  los equivalentes usuales. Como quiera que cada fuerza es septenaria, suman en total cuarenta y nueve El Ocultismo ha resuelto hace siglos la cuestión actualmente suscitada por la ciencia, acerca de si el sonido es capaz de añadir sensaciones de luz y color a sus naturales sensaciones sonoras. 

Toda vibración o impulso de un cuerpo físico que produce cierta vibración del aire, es decir, que produce la colisión de partículas físicas, cuyo sonido es capaz de afectar al oído, origina al mismo tiempo un fulgor luminoso, que asumirá determinado color. Porque en el reino de las fuerzas ocultas, un sonido audible es sólo un color subjetivo; y un color perceptible sólo es un sonido inaudible. Ambos proceden de la misma sustancia potencial, llamada éter por los físicos y ahora designada por otros varios nombres; pero que nosotros llamamos el plástico e invisible espacio. Esto quizá parezca hipótesis paradójica, aunque hay hechos que lo prueban. Por ejemplo, la sordera completa no supone la imposibilidad de percibir sonidos; pues la medicina recuerda varios casos probatorios de que la mente recibe sonidos en forma de sensaciones cromáticas, por medio del órgano de la vista. La circunstancia misma de que en un principio se escribieran en color los tonos intermedios de la escala musical, no es ni más ni menos que una reminiscencia inconsciente de las antiguas enseñanzas ocultas, según las cuales el color y el sonido son dos de los siete correlativos aspectos que, en nuestro plano, tiene la primera sustancia diferenciada de la Naturaleza.

He aquí un ejemplo de la relación entre el color y el sonido, muy digno de atención para los ocultistas. No sólo los adeptos y chelas adelantados, sino también los psíquicos de inferior categoría, tales como los clarividentes y psicómetras, pueden percibir en torno  de  cada  individuo  un  aura  psíquica  de  varios  colores,  correspondiente  al temperamento del mismo; es decir, que los misteriosos anales registrados en el Huevo áurico no son exclusivo patrimonio de evolucionados adeptos, sino también, a veces, de psíquicos naturales. En esta aurea están señalados los pensamientos, pasiones y cualidades humanas, por los respectivos colores y matices, aunque algunos de éstos sienten más bien que se perciben. Los psíquicos mejores, según ha indicado Galton, pueden también percibir colores producidos por las vibraciones de instrumentos musicales, en que cada nota sugiere un distinto color. Así como las cuerdas vibran en audibles notas, así también los nervios del cuerpo humano vibran y tremolan en correspondencia con las diversas emociones, bajo el general impulso de la circulante vitalidad de Prâna, determinando de esta suerte ondulaciones con efectos cromáticos en el aura de la persona.

Por lo tanto, podemos considerar el sistema nervioso del hombre como un arpa eólica, responsiva al impulso de la fuerza vital, que no es una abstracción, sino una realidad dinámica que manifiesta en coloraciones los más sutiles matices del carácter individual. Si estas vibraciones nerviosas se intensifican lo suficiente y se ponen en relación vibratoria con un elemento astral, determinan un sonido. ¿Cómo dudar, pues, de la relación entre las fuerzas microcósmicas y macrocósmicas?

Ahora que he señalado que las operaciones Tántricas (tal como se describen en el tratado de Râma Prâsad y otros del mismo carácter, publicados de cuando en cuando en 
la prensa teosófica)274, propenden a la magia negra, y son mucho más peligrosas cuando se toman como medio del propio desenvolvimiento, espero que los estudiantes estarán en guardia contra ellas.

Conviene advertir que ningún tratadista coincide con otro hasta hoy en la localización de los chakras y padmas en el cuerpo; y además, todos invierten los colores Táttvicos, como sigue:

(a) Âkâsha. Se le da color negro o le dejan sin color, mientras que en correspondencia con Manas, es añil.

(b) Vâyu. Se le da color azul, cuando es verde por corresponder al Manas inferior.

(c) Âpas. Se le da color blanco, cuando, por corresponder al cuerpo astral, es violado, con un substrato de color blanco de plata, lunar.

Únicamente aciertan en el color rojo atribuido a Tejas. Por todo ello es fácil ver, que estas discrepancias son velos muy peligrosos.

Además, la práctica de los Cinco Alientos resulta mortalmente nociva, tanto en el orden fisiológico como en el psíquico, según ya hemos indicado. Es realmente el Prânâyâma, la muerte del aliento, pues sus efectos son la muerte moral para quien la practica, y muchas veces la muerte física.

D.S TVI

NOTAS


258 La Clave de la Teosofía, pág. 141, edición inglesa.
259 Siguiendo al Shivâgama, el autor de la citada obra enumera los Tattvas y sus correspondencias en el orden siguiente: Âkâsha (éter), Vâyu (gas), Tejas (calor), Âpas (líquido), y Prithivî (sólido).

260 Véanse las Notas sobre el Víshnu Purâna, de Fitz–Edward Hall.
261 El par de opuestos a que nos hemos referido al hablar de la Vida Una (la Raíz de todo) y el Âkâsha en su período de prediferenciación se corresponde con el Brahma neutro y el Aditi de algunos hinduístas, y están en la misma relación que el Parabrahman y Mûlaprakriti de los vedantinos.

262  Anupâdaka (Opapâtika  en pâly) significa el “sin padres” o nacido de   mismo, por transformación. Ejemplo de ello tenemos en Brahmâ que surge del Loto (símbolo del Universo) que se nutre del ombligo de Vishnu. En este símbolo representa Vishnu el ilimitado y eterno espacio; y Brahmâ representa el Universo y el Logos. El Buddha mítico nace también de un Loto.
263 De Tejas, que significa luminoso.
264 Sede de todos los dioses fálicos, “creador
265  Véase The Theosophist, Febrero de 1888, pág. 276.
 266 No de Pranâ o la fuerza vital del hombre físico.


267  Según los ocultistas, de la periferia del huevo áurico, por cuyo medio nos comunicamos con los planos superiores del universo.

una substancia amarillenta, translúcida, brillante y dura, cuyo diámetro no excede de un milímetro268


268  Sœmmerring, De Acervulo Cerebri, II, 322.
269   En la Iglesia griega ortodoxa no pueden los niños recibir el sacramento de la penitencia antes de los siete años, que es para ellos la edad del uso de razón.
270 De Caus., Ep. XII.
271 Advers Med., II, 322.
272 De Lapillis Glandulæ Pinealis in Quinque Ment Alien, 1753.
273  Los experimentos llevados a cabo por varios físicos para determinar la velocidad del flúido eléctrico difieren notablemente en sus resultados, pues la velocidad depende del conductor. N. del T. La velocidad que para la corriente eléctrica da la autora, coincide con la que encontró Wheastone en 1883, de 463.000 kilómetros por segundo, o 450.000 en un hilo de cobre. Fizeau y Gonnelle la calcularon en menos de 180.000 kilómetros para un hilo de hierro. Kischhoff y Maxwell, le asignaron una velocidad de

300.000 kilómetros o aproximadamente la de la luz. Según Gould, en los hilos telegráficos ordinarios es de sólo 22.500 a 25.700 kilómetros. Aquí la autora trata del cuerpo humano, que es un buen conductor

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