A continuación damos en forma tabular las clasificaciones de los principios del
hombre, adoptadas por los instructores Buddhistas y Vedantinos.
En la tabla anterior se verá que el tercer principio en la clasificación buddhista no se
menciona separadamente en la división vedantina, pues es meramente el vehículo de
Prâna. Se verá también que el cuarto principio está incluido en el tercer Kosha
(Envoltura), pues el mismo principio es tan sólo el vehículo del poder volitivo, que no es
sino una energía mental. Debe también observarse que el Vijnânamayakosha es
considerado como distinto del Mânomayakosha; pues después de la muerte tiene lugar
una división entre la porción inferior de la mente, que posee mayor afinidad con el
cuarto principio que con el sexto, y su porción superior, la cual se une a este último, y es,
de hecho, la base para la individualidad espiritual más elevada en el hombre.
También podemos indicar aquí a nuestros lectores que la clasificación mencionada en
la última columna es la mejor y la más sencilla en todas las cuestiones prácticas
relacionadas con el Râja Yoga. Aunque existen siete principios en el hombre, son tan sólo
tres los Upâdhis (bases) distintos, en cada uno de los cuales, su Âtmâ puede operar
independientemente del resto. Estos tres Upâdhis pueden ser separados por un Adepto,
sin peligro de matarse; pero no puede separar los siete principios sin destruir su
constitución.
El lector se encontrará ahora mejor preparado para ver que entre los tres Upâdhis
del Râja Yoga y su Âtmâ, y nuestros tres Upâdhis Âtmâ, y las tres divisiones
adicionales, no existe en realidad más que una pequeñísima diferencia. Además,
como todo Adepto en la India, de un lado u otro de los Himalayas, de las escuelas de
Patanjali, de Âryâsanga o de la Mahâyâna, tiene que convertirse en un Râja Yogi,
debe, por tanto, aceptar la clasificación Târaka Râja en principio y en teoría,
cualquiera que sea aquella a que recurra para propósitos prácticos y ocultos.
Así es
que importa muy poco que se hable de los tres Upâdhis con sus tres aspectos y Âtmâ,
la síntesis eterna e inmortal, o que se les llame los “Siete Principios”.
En beneficio de aquellos que pueden no haber leído, o si lo han hecho pueden no
haber comprendido claramente, en los escritos teosóficos, la doctrina referente a las
Cadenas septenarias de Mundos en el Kosmos Solar, exponemos las enseñanzas, que
en resumen son las siguientes:
1ª Todas las cosas, tanto en el Universo metafísico como en el físico, son
septenarias. De aquí que a cada cuerpo sideral, a cada planeta, ya visible o invisible,
se le atribuyan seis Globos compañeros.
La evolución de la vida procede en estos
siete Globos o cuerpos, desde el Primero al Séptimo, en Siete Rondas o Siete Ciclos.
2ª Estos Globos se forman por un proceso que los ocultistas llaman el
“renacimiento de las Cadenas Planetarias (o Anillos)”. Cuando uno de tales Anillos ha
pasado a su Séptima y última Ronda, el Globo primero o más elevado A seguido por
todos los otros hasta el último, en lugar de pasar por cierto período de reposo o de
“Obscuración”, como en sus Rondas precedentes, comienza a marchitarse. La
Disolución Planetaria (Pralaya) se halla próxima: su hora ha sonado; cada Globo tiene
que transferir su vida y su energía a otro planeta378.
3ª Nuestra Tierra, como representante visible de sus globos compañeros invisibles
y superiores, sus “Señores” o “Principios”, tiene que vivir, lo mismo que los demás,
durante siete Rondas. Durante las tres primeras, se forma y se consolida; durante la
cuarta se asienta y se endurece; durante las tres últimas, vuelve gradualmente a su
primera forma etérea: se espiritualiza por decirlo así.
4ª Su humanidad se desenvuelve por completo tan sólo durante la Cuarta Ronda, la
nuestra presente.
Hasta su cuarto Ciclo de Vida, se hace referencia a ella como
“Humanidad”, tan sólo a falta de un término más apropiado. A manera de la oruga
que se convierte en crisálida y en mariposa, el Hombre, o más bien lo que se
convierte en hombre, pasa al través de todas las formas y reinos durante la Primera
Ronda, y al través de todas las formas humanas durante las dos Rondas siguientes.
Una vez llegado a nuestra Tierra, al principio de la Cuarta, en la serie presente de
Ciclos de Vida y de Razas, el Hombre es la primera forma que aparece en ella, siendo
precedido únicamente por los reinos mineral y vegetal; teniendo aún el último que
desarrollarse y que continuar su evolución ulterior por medio del hombre. Esto se
explicará en los volúmenes III y IV.
Durante las tres Rondas que han de venir, la
Humanidad, lo mismo que el Globo en que vive, tenderá siempre a reasumir su forma
primitiva: la de una Hueste Dhyân Chohánica. El hombre tiende a convertirse en un
Dios, y después en Dios, lo mismo que todos los demás Átomos en el Universo.
Comenzando tan remotamente como en la Segunda Ronda, la Evolución procede ya
bajo un plan por completo diferente. Tan sólo durante la primera Ronda, es cuando el
Hombre (Celestial) se convierte en un ser humano en el Globo A; (se convierte de nuevo
en) un mineral, una planta, un animal, en el Globo B y C, etc. El proceso cambia por
completo desde la Segunda Ronda; pero habéis aprendido a ser prudentes… y os
aconsejo no digáis nada antes que llegue el oportuno momento para ello …379.
5ª. Cada Ciclo de Vida en el. Globo D (nuestra Tierra),380
se compone de siete Razas
Raíces, que comienzan con la etérea y terminan con la espiritual en una doble línea
de evolución física y moral, desde el principio de la Ronda terrestre hasta que
concluye. Una cosa es una “Ronda Planetaria” desde el Globo A al Globo G, el
séptimo; otra, la “Ronda del Globo”, o sea la terrestre.
Esto está muy bien descrito en el Esoteric Buddhism, y no necesita por ahora más
aclaraciones.
6ª La primera Raza-Raíz, esto es, los primeros “Hombres” en la tierra (prescindiendo
de la forma), fueron la descendencia de los “Hombres Celestiales”, llamados
correctamente en la filosofía inda los “Antecesores Lunares” o los Pitris, de los cuales
existen siete Clases o jerarquías. Como todo esto será explicado de un modo
suficiente en los capítulos próximos y en los volúmenes III y IV, no es necesario decir
más de ello por ahora.
Pero las dos obras ya citadas que se ocupan de asuntos referentes a la doctrina
ocultista, necesitan mención especial.
El Esoteric Buddhism es harto conocido en los círculos teosóficos, y aun por el público en general, para que sea necesario
detenernos en lo referente a sus méritos. Es un libro excelente, y más lo han sido
todavía los efectos que ha producido. Pero esto no desvirtúa el hecho de que
contiene algunas nociones erróneas, y de que haya hecho formar conceptos
equivocados, en lo referente a las Doctrinas Secretas, a muchos teósofos y lectores
profanos. Además, parece quizás un tanto materialista.
El libro Man (Hombre), que se publicó después, fue una tentativa para presentar la
doctrina arcaica desde un punto de vista más ideal, así como para interpretar algunas
visiones de la Luz Astral, y dar forma a algunas enseñanzas parcialmente recogidas
de los pensamientos de un Maestro, pero desgraciadamente mal comprendidas.
Esta
obra habla también de la evolución de las primitivas Razas de hombres en la Tierra, y
contiene algunas páginas excelentes de carácter filosófico. Pero después de todo, no
pasa de ser un pequeño e interesante poema místico. Ha fracasado en su misión, por
faltar las condiciones requeridas para la interpretación correcta de aquellas visiones.
De aquí que no deba maravillarse el lector si nuestros volúmenes contradicen en
diversos puntos estas primeras descripciones.
La cosmogonía esotérica en general, y especialmente la evolución de la Mónada
humana, difieren de un modo tan esencial en estos dos libros y en otras obras
teosóficas escritas independientemente por principiantes, que es imposible seguir
adelante en la obra presente, sin hacer mención especial de estos dos volúmenes
primeros; pues ambos tienen bastantes admiradores, especialmente Esoteric
Buddhism. Ha llegado ya el momento de la explicación de algunos puntos en este
sentido.
Los errores tienen que ser ahora confrontados con las enseñanzas originales,
y corregidos. Si una de dichas obras está escrita con propensión por demás
pronunciada hacia la ciencia materialista, la otra es decididamente demasiado
idealista, y a veces fantástica.
Las primeras perplejidades y conceptos erróneos, nacieron a consecuencia de la
doctrina (incomprensible más que otra cosa para las inteligencias occidentales) que
se ocupa de las Obscuraciones periódicas y de las Rondas sucesivas de los Globos, a
lo largo de sus Cadenas circulares. Uno de estos conceptos se refiere a los “hombres
de la Quinta Ronda” y hasta a los de la “Sexta”.
Los que sabían que una Ronda era
precedida y seguida de un largo Pralaya, período de reposo, que crea un abismo
infranqueable entre dos Rondas hasta que llega el tiempo para un nuevo ciclo de
vida, no podían comprender el “sofisma” de hablar de “hombres de la Quinta y Sexta
Ronda”, en la nuestra, la Cuarta. Se sostenía que Gautama Buddha era un hombre de
la “Sexta Ronda”; Platón y otros grandes filósofos y genios, de la “Quinta”. ¿Cómo
podía ser esto?
Un Maestro enseñaba y sostenía que aún ahora existían en la Tierra
hombres de la “Quinta Ronda”; y aunque se comprendió que decía que la humanidad
todavía se hallaba “en la Cuarta Ronda”, en otro lugar parecía decir que nos
hallábamos en la Quinta. A esto, otro Maestro contestó con una “respuesta apocalíptica”.
“Unas pocas gotas de lluvia no constituyen una estación lluviosa, si
bien la presagian…”,
“No; no nos hallamos ahora en la Quinta Ronda; pero hombres
pertenecientes a la misma, pueden haber venido durante los últimos miles de años”.
¡Esto era peor que el enigma de la Esfinge!
Los estudiantes de Ocultismo sometieron
sus cerebros a las especulaciones más arduas. Durante un tiempo considerable
trataron de sobrepujar a Edipo y reconciliar las dos afirmaciones.
Y como los
Maestros se mantenían tan silenciosos como la misma esfinge de piedra, fueron
acusados de “inconsecuencia”, de “contradicción” y de “discrepancias”. Pero lo que
hacían era pura y sencillamente dejar a las especulaciones que siguiesen su curso, con
objeto de dar una lección que desgraciadamente necesita la mente occidental.
En su
presunción y arrogancia, tanto como en su costumbre de materializar todos los
conceptos y términos metafísicos, sin conceder lugar alguno a la metáfora y la
alegoría oriental, los orientalistas han hecho un embrollo de la filosofía indo
exotérica, y los teósofos hacían entonces lo mismo con respecto a las enseñanzas
esotéricas. Es evidente que hasta hoy día, estos últimos no han llegado a comprender
el significado de la expresión “Hombres de las Rondas Quinta y Sexta”.
Pero es
sencillamente lo siguiente: Cada Ronda lleva consigo un desenvolvimiento nuevo y
hasta un cambio completo en la constitución mental, psíquica, espiritual y física del
hombre; evolucionando todos estos principios en una escala siempre ascendente. De
aquí se deduce que los hombres, como Confucio y Platón, que pertenecían psíquica,
mental y espiritualmente a planos más elevados de evolución, eran en nuestra Cuarta
Ronda como la generalidad de los hombres en la Quinta Ronda, cuya humanidad se
halla destinada a encontrarse inmensamente más elevada, en esta escala de la
evolución, que nuestra humanidad presente.
Del mismo modo, Gautama Buddha (la
Sabiduría encarnada) era aún más elevado y más grande que todos los hombres que
hemos mencionado, a quienes se llama de la Quinta Ronda; por lo que,
alegóricamente, a Buddha y a Shankarâchârya se les llama “Hombres de la Sexta
Ronda”.
De aquí también la sabiduría oculta de la observación, calificada entonces
como “evasiva”, de que unas pocas gotas de lluvia no constituyen una estación
lluviosa, si bien la presagian”.
Y ahora se verá bien clara la verdad de la observación hecha en el Esoteric
Buddhism:
Cuando los hechos complicados de una ciencia por completo desconocida se exponen
por vez primera a inteligencias no preparadas, es imposible presentarlos con todas sus
modificaciones apropiadas… y desarrollos anormales… Tenemos que contentarnos en
un principio con las reglas generales, y ocuparnos después de las excepciones; y éste es
especialmente el caso en un estudio cuyos métodos de enseñanza tradicional,
generalmente seguidos, van encaminados a imprimir en la memoria ideas nuevas,
provocando la perplejidad de la que luego se sale.
Como el autor de la observación era, según él mismo dice, “una inteligencia no
educada en el Ocultismo”, sus propias deducciones y su conocimiento más completo
de las modernas especulaciones astronómicas que de las doctrinas arcaicas, le
condujeron, de modo muy natural e inconsciente para él, a cometer algunos errores
más bien de detalle que no de “regla general”.
Uno de éstos se citará ahora. Es de
poca importancia, pero, sin embargo, a propósito para conducir a muchos
principiantes a conceptos erróneos; y como los errores de las primeras ediciones
fueron corregidos en las notas de la quinta edición, del mismo modo podrá ser la
sexta revisada y perfeccionada. Existían varias causas para tales errores. Fueron
debidos a la necesidad en que se encontraban los Maestros de dar las supuestas
“contestaciones evasivas”; siendo las preguntas demasiado insistentes, no podía
dejárselas pasar desapercibidas; mientras que por otro lado sólo podían ser
contestadas en parte. No obstante esta situación, la confesión de que “medio pan es
preferible a ninguno”, fue con demasiada frecuencia mal comprendida y apenas
apreciada corno debía serio. En consecuencia de ello, los chelas laicos europeos se
permitieron algunas veces especulaciones gratuitas. Entre éstas tenemos el “Misterio
de la Octava Esfera”, en su relación con la Luna; y la afirmación errónea de que dos
de los Globos superiores de la Cadena terrestre eran dos de nuestros conocidos
planetas; “además de la Tierra… existen únicamente otros dos mundos de nuestra
cadena que sean visibles… Marte y Mercurio… 381.
Ésta fue una gran equivocación; pero fue causada, tanto por lo vago e incompleto
de la contestación del Maestro, como por la pregunta misma, igualmente vaga e
indefinida.
Se preguntó lo siguiente: “¿Qué planetas, de entre los conocidos por la ciencia
ordinaria, además de Mercurio, pertenecen a nuestro sistema de mundos?” Ahora
bien: si por “sistema de mundos se pretendía significar nuestra Cadena o “Cordón”
Terrestre, por el que hacía la pregunta, en lugar del “Sistema Solar de Mundos”, como
debería haber sido, entonces, desde luego, la respuesta era muy probable resultase
mal comprendida”. Porque la contestación fue: “Marte, etc., y cuatro planetas más
acerca de los cuales la astronomía nada sabe. Ni A, B ni Y, Z son conocidos ni pueden
ser vistos por medios físicos, por perfeccionados que sean. Esto es claro:
(a) La
Astronomía nada conoce todavía en realidad de los planetas, ni respecto de los
antiguos ni respecto de los descubiertos en los tiempos modernos.
(b) Ningún
planeta compañero de A a Z, esto es, ninguno de los Globos superiores de cualquiera
Cadena del Sistema Solar puede ser visto, a excepción, por supuesto, de todos los
planetas que son los cuartos en el orden numérico, como nuestra Tierra, la Luna, etc.,
etc.
En cuanto a Marte, Mercurio y “los otros cuatro planetas”, están en una relación con la Tierra acerca de la cual ningún Maestro ni ocultista elevado hablará jamás, ni
mucho menos explicará la naturaleza.
En esta misma carta se expresa claramente tal imposibilidad, por uno de los
Maestros, al autor del Esoteric Buddhism: “Haceos cargo de que me estáis haciendo
preguntas que pertenecen a la Iniciación más elevada; que (sólo) os puedo dar una
idea general, pero que ni me atrevo, ni quiero entrar en detalles…” Copias de todas
cuantas cartas fueron recibidas o enviadas, excepto unas pocas particulares “en las
que no existía enseñanza alguna”, según dice el Maestro, las tiene la autora. Como
era su deber, en el principio, contestar y explicar ciertos puntos que no habían sido
tocados, es más que probable que no obstante las muchas notas en aquellas copias, la
escritora, en su ignorancia del inglés, y por temor a decir demasiado, haya podido
confundir las noticias dadas.
Ella asume la responsabilidad de ello en todos los casos.
Pero le es imposible consentir que los que estudian permanezcan por más tiempo
bajo impresiones erróneas, o que crean que la falta es del sistema esotérico.
Permítaseme afirmar ahora de modo explícito, que la teoría expuesta es imposible,
con o sin evidencia adicional proporcionada por la Astronomía moderna. La ciencia
física puede proporcionar evidencia corroborativa, si bien todavía muy incierta; pero
únicamente en lo referente a los cuerpos celestes que estén en el mismo plano de
materia que nuestro Universo objetivo. Marte y Mercurio, Venus y Júpiter, así como
cada uno de los planetas descubiertos hasta la fecha, o los que están por descubrir,
son todos, per se, los representantes en nuestro plano de tales Cadenas.
Como
claramente afirma una de las numerosas cartas del Maestro de Mr. Sinnett: “existen
otras innumerables Cadenas manvantáricas de Globos habitadas por Seres
inteligentes, tanto dentro como fuera de nuestro Sistema Solar”. Pero ni Marte ni
Mercurio pertenecen a nuestra cadena. Son, lo mismo que los demás planetas,
Unidades septenarias en la gran hueste de Cadenas de nuestro sistema, y todos ellos
tan visibles como son invisibles sus Globos superiores.
Si todavía se objeta que ciertas expresiones en las cartas del Maestro eran a
propósito para inducir al error, la contestación es: Amén; así eran. El autor del
Esoteric Buddhism lo comprendió bien, puesto que escribió que tales son “los
métodos tradicionales de enseñanza…, provocando la perplejidad” de la que ellos
sacan o no sacan, según los casos.
De todos modos, si se pretende que esto podía
haber sido enseñado en un principio, y explicada como ahora la naturaleza verdadera
de los planetas, la contestación es que no se consideró conveniente hacerlo así
entonces, pues hubiera abierto el camino a una serie de otras preguntas que jamás
hubieran podido contestarse en razón de su naturaleza esotérica, y sólo hubieran
servido de embarazo. Se ha declarado desde un principio, y repetido muchas veces
desde entonces, que:
1º Ningún teósofo, ni siquiera como chela aceptado, no
digamos nada de los estudiantes, podía esperar que se le explicasen perfecta y
completamente las enseñanzas secretas, antes de haberse comprometido de un modo irrevocable al servicio de la Fraternidad y de haber pasado al menos por una
Iniciación; pues no pueden darse al público símbolos ni números, por ser los símbolos
y los números la clave del sistema esotérico.
2º Que lo que fue revelado era
meramente el revestimiento esotérico de lo contenido en casi todas las escrituras
exotéricas de las religiones del mundo –principalmente en los Brâhamanas y en los
Upanishads de los Vedas, y aun en los Purânas. Era una pequeña parte de lo que se
divulga de un modo mucho más completo en los volúmenes presentes; y aun esto es
muy incompleto y fragmentario.
Cuando se empezó la obra presente, teniendo la autora la seguridad de que la
especulación sobre Marte y Mercurio era errónea, dirigióse a los Maestros por
escrito, pidiéndoles una explicación y una versión autorizada. Ambas llegaron a su
debido tiempo, y a continuación se dan extractos de ellas al pie de la letra.
“
…Es por completo correcto que Marte se halla ahora en un estado de obscuración,
y que Mercurio comienza justamente a salir del mismo. Podéis añadir que Venus se
halla en su última Ronda… Si ni Mercurio ni Venus tienen satélites, es por las razones
… y también porque Marte posee dos satélites a que no tiene derecho
… Phobos, el supuesto satélite “interno”, no es tal satélite.
Así, lo observado largo
tiempo ha por Laplace y ahora por Faye, no concuerda; como veis (leed “Comptes
Rendus”, tomo XC, pág. 569), Phobos posee un tiempo periódico demasiado corto, y
por lo tanto, “debe existir algún defecto en la idea madre de la teoría”, como Faye
justamente observa… Además, ambos [Marte y Mercurio] son Cadenas septenarias
tan independientes de los señores y superiores siderales de la Tierra, como vos sois
independiente de los “principios” de Däumling [Tomasito del Pulgar o Pulgarcillo], los
cuales eran quizás sus seis hermanos, con o sin gorros de noche
… “La satisfacción de la curiosidad es, para algunos hombres, el fin del
conocimiento”, dijo Bacon, quien estaba tan en lo justo al formular este aforismo
como los que se hallaban familiarizados con ello antes que él, lo estaban al separar a
la SABIDURÍA del Conocimiento, y al trazar límites a lo que puede darse en un
tiempo determinado… Recordad:
………… el conocimiento reside
En cabezas repletas con pensamientos de otros hombres.
La Sabiduría, en mentes atentas así mismas…
“Jamás lograréis imprimirlo demasiado profundamente en las mientes de aquellos a
quienes comunicáis algunas de las enseñanzas esotéricas.”
Además, he aquí más extractos de otra carta escrita por la misma autoridad. Esta
vez fue en contestación a algunas objeciones presentadas ante los Maestros. Se
fundaban en razonamientos tan extremadamente científicos como fútiles, acerca de la conveniencia de tratar de conciliar las teorías esotéricas con las especulaciones de
la ciencia moderna, y fueron escritas por un joven teósofo a modo de prevención
contra la “Doctrina Secreta” y con referencia al mismo asunto. Él había declarado que
si existían semejantes Tierras compañeras, “debían ser tan sólo un poco menos
materiales que nuestro globo”; ¿cómo, pues, no podían ser vistas?
La contestación
fue:
“…Si las enseñanzas psíquicas y espirituales fuesen mejor comprendidas, sería casi
imposible hasta imaginar una incongruencia semejante. A menos que no haya tanto
deseo de reconciliar lo irreconciliable (o sea las ciencias metafísicas y espirituales con
la filosofía física o natural; siendo lo “natural” sinónimo para ellos [los hombres de
ciencia] de la materia que cae bajo la percepción de sus sentidos corporales), ningún
progreso puede realmente alcanzarse. Nuestro Globo, como se ha enseñado desde un
principio, está en el fondo del arco de descenso, donde la materia de nuestras
percepciones se manifiesta en su forma más grosera
…
De aquí que sea racional que estén en planos superiores al de nuestra tierra, los
Globos que la dominan. En resumen: como Globos, están en COADUNACIÓN, pero
no en CONSUBSTANCIALIDAD con nuestra Tierra, y por lo tanto, pertenecen a otro
estado de conciencia por completo distinto. Nuestro plan planeta (lo mismo que todo
cuanto vemos) está adaptado al estado peculiar de su población humana, estado que
nos permite contemplar a simple vista los cuerpos siderales coesenciales con nuestro
plano y substancia terrenos, del mismo modo que sus habitantes respectivos, los de
Júpiter, los de Marte y otros, suelen percibir nuestro pequeño mundo; porque nuestros
planos de conciencia, diferenciándose como se diferencian en grado, pero siendo los
mismos en especie, se hallan en el mismo estado de materia diferenciada
… Lo que yo escribí fue: “El Pralaya menor se refiere tan sólo a nuestros pequeños
Cordones de Globos. (En aquellos días de verbal confusión, a las Cadenas las
llamábamos “Cordones”… ) A un tal Cordón pertenece nuestra Tierra”. Esto debía
haber mostrado claramente que los demás planetas eran también «Cordones” o
CADENAS
… Para que él [refiriéndose al objetante] percibiese siquiera la silueta vaga de uno de
tales “planetas” en los planos superiores, tiene primero que desembarazarse hasta de
las sutiles nubes de materia astral que se interponen entre él y el plano próximo…”
Con esto se hace patente por qué no podemos percibir, ni aun con el auxilio de los
mejores telescopios, lo que se halla fuera de nuestro mundo de materia. Únicamente
los llamados Adeptos, que saben cómo dirigir su visión mental y cómo transferir su
conciencia, tanto física como psíquica a otros planos de existencia, pueden hablar
con autoridad acerca de tales asuntos. Ellos nos dicen bien claramente:
“ Llevad la vida necesaria para la adquisición de semejante conocimiento y poderes, y
la Sabiduría vendrá a vosotros naturalmente. Cuándo seáis capaces de poner a tono vuestra conciencia con cualquiera de las siete cuerdas de la “Conciencia Universal”,
con aquellas cuerdas que se hallan en tensión sobre la caja sonora del Kosmos,
vibrando de una Eternidad a otra; cuando hayáis estudiado por completo la “Música
de las Esferas”, entonces únicamente tendréis libertad completa para compartir
vuestro saber con aquellos con quienes esto pueda hacerse sin temor.
Mientras tanto,
sed prudentes. No deis a nuestra generación presente las grandes Verdades que
constituyen la herencia de las Razas futuras. No intentéis quitar los velos del secreto
del Ser y del No-Ser, para quienes son incapaces de ver la significación oculta de la
Heptacorde de Apolo, la lira del dios radiante, en cada una de cuyas siete cuerdas
reside el Espíritu, el Alma y el Cuerpo Astral del Kosmos, cuya cáscara tan sólo es lo
que ha caído ahora en manos de la Ciencia moderna… Sed prudentes, decimos,
prudentes y sabios, y sobre todo, tened cuidado con lo que crean aquellos a quienes
enseñáis; no sea que engañándose a sí mismos engañen a otros… pues tal es el destino
de todas las verdades con que los hombres no están aún familiarizados… Dejad más
bien que las Cadenas Planetarias y otros misterios supercósmicos y subcósmicos
continúen siendo cosas soñadas para todos aquellos que ni pueden ver, ni creen que
otros vean…”
Es sensible que pocos de entre nosotros hayan seguido este sabio consejo; y que
muchas perlas inapreciables, muchas joyas de sabiduría, hayan sido arrojadas a un
enemigo incapaz de apreciar su valor, y que volviéndose en contra nuestra nos ha
desgarrado.
“Imaginémonos –escribe el mismo Maestro a sus “dos chelas laicos” como Él
llamaba al autor del Esoteric Buddhism y a otro caballero, su condiscípulo durante
algún tiempo–, imaginémonos que nuestra tierra es uno de un grupo de siete planetas
o mundos habitados por hombres
… [Los “Siete planetas” son los planetas sagrados de la antigüedad, y todos son
septenarios]. Ahora bien; el impulso de vida llega a A, o más bien a aquello que está
destinado a convertirse en A, y que en este sentido es tan sólo polvo cósmico [un
centro laya]…, etc.”
En estas cartas primeras en que los términos tenían que inventarse y que acuñarse
las palabras, los “Anillos” se convertían con frecuencia en “Rondas”, y las “Rondas” en
“Ciclos de Vida”, y viceversa. A uno que escribió llamando a una “Ronda” un “Anillo
de Mundos”, contestó el Maestro: “Creo que esto conducirá a mayor confusión.
Hemos convenido en llamar una Ronda al paso de una Mónada del Globo A al Globo G
o Z… El “Anillo de Mundos” es correcto
… Advierta muy eficazmente a Mr … que convenga en una nomenclatura antes de
pasar más adelante… ”
No obstante tal acuerdo, muchos errores, debidos a esta confusión, se deslizaron en
las primitivas enseñanzas. Hasta las mismas “Razas” eran en ocasiones confundidas con las “Rondas” y “Anillos”, lo que condujo a errores semejantes en el libro Man:
Fragments of Forgotten Truth. Desde un principio había escrito el Maestro:
“No siéndome permitido comunicar a usted toda la verdad o divulgar el número de
fracciones aisladas… no puedo satisfacerle.”
Esto fue en contestación a las preguntas: “Si estamos en lo cierto, entonces la
existencia total anterior al período del hombre es 637”, etc. A todas las preguntas -
referentes a números, la contestación fue: “Tratad de resolver el problema de 777
encarnaciones… Aunque estoy obligado a reservar explicaciones…, sin embargo, si no
resolvéis el problema por vos mismo, será mi deber el decíroslo”.
Pero nunca fue resuelto, y sólo resultaron perplejidades y errores incesantes.
La enseñanza misma acerca de la constitución septenaria de los cuerpos siderales y
del macrocosmo, de la que procede la división septenaria del microcosmo u hombre,
ha sido de las más esotéricas hasta ahora. En los tiempos antiguos se acostumbraba
participarla sólo en la Iniciación, juntamente con los números más sagrados de los
ciclos. Corno se ha dicho en una de las revistas teosóficas382, no se pensó en revelar
ahora todo el sistema de cosmogonía, ni por un instante se consideró la cosa posible,
en el momento en que unas pocas explicaciones fueron dadas con parsimonia en
contestación a cartas, escritas por el autor del Esoteric Buddhism, haciendo infinidad
de preguntas.
Entre éstas las había referentes a problemas tales, que ningún
MAESTRO, por elevado e independiente que sea, tendría derecho a contestar,
divulgando así al mundo los misterios más arcaicos y venerados al través de los
tiempos, en las antiguas instituciones de los templos. De aquí que tan sólo unas pocas
de las doctrinas fueran reveladas en sus líneas generales, mientras que los detalles
fueron siempre reservados; y todos los esfuerzos hechos para adquirir más noticias
en lo referente a los mismos, fueron desde el principio sistemáticamente eludidos.
Esto era perfectamente natural. De los cuatro Vidyâs, de las siete ramas del
Conocimiento mencionadas en los Purânas, a saber: Yajna-Vidyâ, la práctica de ritos
religiosos, con objeto de producir ciertos resultados; Mahâ-Vidyâ, el gran saber
(mágico) degenerado ahora en el culto Tântrika; Guhya-Vidyâ, la ciencia de los
Mantras y de su verdadero ritmo o canto, de las encantaciones místicas, etc.; Âtmâ-
Vidyâ, o la Sabiduría Divina y verdaderamente Espiritual; tan sólo esta última es la
que puede lanzar luz final y absoluta sobre las enseñanzas de las tres primeramente
citadas. Sin el auxilio de Âtmâ-Vidyâ, las otras tres no son más que ciencias
superficiales, cual magnitudes geométricas con largo y ancho, pero sin ningún
espesor.
Son a manera del alma, miembros y mente de un hombre que duerme, capaz
de movimientos mecánicos, de sueños caóticos y aun de andar como sonámbulo, de
producir efectos visibles, pero estimulados sólo por causas instintivas, no intelectuales, y menos todavía por impulsos espirituales plenamente conscientes.
Gran parte de las tres ciencias primeramente nombradas puede publicarse y
explicarse. Pero a menos que Âtmâ-Vidyâ proporcione la clave para sus enseñanzas,
permanecerán por siempre a manera de fragmentos de un libro de texto mutilado,
con esbozos de grandes verdades, vagamente percibidas por los más espirituales,
pero desnaturalizadas fuera de toda proporción, por aquellos que quisieran clavar a
cada sombra en la pared.
Originóse también entonces una gran perplejidad en las mentes de los que
estudiaban por la exposición incompleta de la doctrina de la evolución de las
Mónadas.
Para hacerse bien cargo, tanto de esta evolución como del proceso del
nacimiento de los Globos, deben examinarse ambos mucho más bajo su aspecto
metafísico, que desde un punto de vista en cierto modo estadístico; comprendiendo
figuras y números que raras veces es permitido emplear con amplitud.
Desgraciadamente, son pocos los que se sienten inclinados a ocuparse de estas
doctrinas tan sólo en el sentido metafísico. Hasta el mejor escritor occidental de
nuestras doctrinas declara en su obra, al hablar de la evolución de las Mónadas, que
“en semejante metafísica pura, no estamos ahora empeñados”
383
. Y en tal caso, como
observa el Maestro en una carta que le dirige: “¿Por qué esta predicación de nuestras
doctrinas, y todo este trabajo penoso, y este nadar “in adversum flumen”? ¿Por qué el
Occidente ha de… aprender… del Oriente… aquello que jamás puede satisfacer las
exigencias de las gustos especiales de los estéticos?” Y llama la atención de aquel a
quien escribe acerca de “las formidables dificultades con que tropezamos [los
Adeptos] a cada tentativa para explicar nuestra metafísica a la inteligencia
occidental”.
Y bien puede decirlo; pues fuera de la metafísica, no es posible la Filosofía
Ocultista ni el Esoterismo. Es lo mismo que tratar de explicar las aspiraciones y los
afectos, el amor y el odio, lo más íntimo y sagrado de las operaciones del alma y la
inteligencia del hombre viviente, por medio de una descripción anatómica del pecho
y del cerebro de su cadáver.
Examinemos ahora dos principios mencionados antes, a los que apenas se ha hecho
alusión en el Esoteric Buddhism, y que ampliaremos ahora todo cuanto podamos.
BLAVATSKY
NOTAS
373 Kosha es “Envoltura” literalmente; la envoltura de cada principio.
374 El Cuerpo Etéreo o Linga Sharira.
375 Sthûla-upâdhi o base del principio.
376 La Vida.
377 Buddhi.
379 Extracto de cartas del Maestro acerca de varios asuntos.
380 En esta obra no nos ocupamos de otros Globos más que incidentalmente.
381 Esoteric Buddhim, pág. 136.
382 Lucifer, mayo 1888.
383 Esoteric Buddhism (5ª edición), pág. 46.
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