miércoles, 26 de febrero de 2014

Isis sin Velo TOMO IV Primera Parte


                                                                                   CAPÍTULO  PRIMERO



Los hijos pueden acusar a sus padres del crimen de herejía,
aunque sepan que por ello hayan de morir los acusados en
la hoguera... Y no sólo pueden negarles hasta el alimento si
 tratan de apartarlos de la fe católica, sino que también pueden
darles muerte con toda justicia. (Precepto jesuítico).

P. ESTEBAN FAGÚNEZ:  Praecepta Decalogi, Lugduni, 1640.


EL PRIOR. -¿Qué hora es?
EL GUARDIÁN. –La del alba. La hora en que se rasgó el
velo del templo y las tinieblas se derramaron por la
consternada tierra y se eclipsó la luz y se rompieron los útiles del
constructor y se ocultó la flamígera estrella y se hizo pedazos
la piedra cúbica y se perdió la PALABRA.

Magna est veritas et praevalebit


                                                    
                                                                                               -JAH-BUH-LUN.

El rabino Simeón-ben-Iochai compuso el Zohar (...), el más importante tratado cabalístico de los hebreos, un siglo antes de la era cristiana, según unos críticos, y después de la destrucción del templo, según otros. Completó la obra el rabino Eleazar, hijo de Simeón, ayudado de su secretario el rabino Abba, cuyo concurso era necesario, porque toda la vida de Eleazar no hubiera bastado a dar cima a una obra tan extensa y de materia tan abstrusa como el Zohar. Pero como los judíos ortodoxos sabían que el autor estaba en posesión de conocimientos ocultos y era dueño de la Mercaba que le aseguraba la recepción de la Palabra, atentaron contra su vida y se vio precisado a huir al desierto, donde estuvo doce años oculto en una cueva en compañía de sus fieles discípulos hasta su muerte, señalada por muchos portentos y maravillas (1).
Pero no obstante lo extenso de la obra y de tratarse en ella de muchos puntos de la secreta tradición oral, no los abarca todos, pues el venerable cabalista no confió nunca al escrito los puntos principales de la doctrina, sino que los comunicó oralmente a contados discípulos, entre los que se hallaba su hijo único. Por lo tanto, sin la iniciación en la Mercaba quedará incompleto el estudio de la Kábala, y la Mercaba sólo puede aprenderse en la “obscuridad”, en lugares apartados del mundo y después de pasar el estudiante por muchas y muy tremendas pruebas, para escuchar la enseñanza oralmente cara a cara y labio en oído, desde la muerte de Simeón-ben-Iochai, la doctrina oculta ha sido un secreto inviolable para el mundo externo.
El precepto masónico de labio en oído, o sea la comunicación en voz baja, deriva de los tanaímes, quienes a su vez la tomaron de los Misterios paganos. La práctica moderna de esta costumbre preceptiva debe atribuirse seguramente a la indiscreción de algún cabalista renegado, aunque la palabra transmitida es una moderna sustitución convencional de la “palabra perdida”, según veremos más adelante.
La verdadera palabra ha estado siempre en posesión privativa de algunos adeptos, de modo que tan sólo unos cuantos maestres de los templarios y otros tantos rosacruces del siglo XVII, íntimamente relacionados con los iniciados y alquimistas árabes, pudieron envanecerse de haberla poseído. Desde el siglo XII al XV nadie la poseyó en Europa, pues Paracelso fue el primer alquimista que recibió la iniciación, cuya última ceremonia confería al iniciado el poder de acercarse a la “zarza ardiente” y de fundir el becerro de oro y disolver su polvo en agua. Verdaderamente, esta agua y la palabra perdida resucitaron a los Adoniram, Gedaliah e Hiram de la época premosaica. La verdadera palabra, actualmente sustituida por la de Mac Benac y Mah, se había empleado muchísimo antes de que los “hijos de la viuda” de estos dos últimos siglos experimentaran sus pseudo-mágicos efectos.

 


LA  MASONERÍA  MODERNA


El primer masón activo de alguna importancia fue Elías Ashmole, a quien puede considerársele como el postrer alquimista y rosacruz. Fue recibido en la Compañía de masones activos de Londres el año 1646, cuando la masonería era una sociedad rigurosamente secreta sin color político ni religioso, que admitía en su seno a todo amante de la libertad de conciencia, deseoso de sustraerse a la persecución de los clericales (2). Hasta unos treinta años de la muerte de Ashmole, ocurrida en 1692, no apareció la moderna francmasonería, instituida el 24 de Junio de 1717 en la “Taberna del Manzano”, sita en la calle de Carlos del Covent-Garden de Londres. Según nos dicen las Constituciones de Anderson, las cuatro logias del Sur de Inglaterra eligieron a Antonio Sayer gran maestre de la masonería, y no obstante su relativamente moderna institución, estas logias se han arrogado la supremacía sobre todas las del mundo, como así se infiere de una inscripción colocada en la de Londres.
Dice Frank al comentar los exotéricos delirios cabalistas, como él los llama, que Simeón-ben-Iochai menciona repetidamente lo que los “compañeros” enseñaron en obras antiguas. Entre estos compañeros cita a los ancianos Ieba y Hamnuna (3), pero nada refiere de lo que estos dos hicieron, porque tampoco él lo sabe.
A la venerable escuela de los tanaímes, o con mayor propiedad, de los tananimes u hombres sabios, pertenecían los instructores de la doctrina secreta que iniciaron a unos cuantos discípulos en el misterio final, pues según dice el Mishna Hagiga (4), el contenido de la Mercaba sólo puede comunicarse a los sabios ancianos (5). La Gemara es todavía más explícita sobre el particular al decir: “Los principales secretos de los Misterios no se han de comunicar a todos los sacerdotes, sino tan sólo a los iniciados”. El mismo sigilo prevalecía en todas las religiones de la antigüedad.
Pero vemos que ni el Zohar ni ningún otro tratado cabalístico contienen doctrina puramente judía, sino que,  como resultado de milenios de estudio, es común patrimonio de todos los adeptos del mundo. Sin embargo, el Zohar en su texto original y con los signos secretos del margen, no según traducción y comentario de los críticos modernos, es la obra que enseña mayor suma de ocultismo práctico. Los signos secretos encierran las instrucciones ocultas para esclarecer las interpretaciones metafísicas y manifiestos absurdos en que de tal modo se engañó Josefo, por haber expuesto la letra muerta según la había recibido por profanos conductos (6).
Las enseñanzas de magia práctica que dan el Zohar y otros tratados cabalísticos, sólo aprovecharían a quienes acertaran a leerlas interiormente. Los apóstoles cristianos, por lo menos los que obraban milagros a voluntad (7), debieron estar enterados de esta ciencia, y así no es bien que los cristianos tachen de superstición los talismanes, amuletos y piedras mágicas con que su poseedor logra ejercer en otra persona aquella misteriosa influencia llamada vulgarmente “mal de ojo”. En las colecciones arqueológicas, así públicas como particulares, pueden verse todavía piedras convexas con enigmáticas inscripciones rebeldes a toda hermenéutica, como por ejemplo, la cornerina blanca descrita por King (8), cuyos reverso y anverso están cubiertos de inscripciones que sólo pueden interpretar los adeptos. De los talismanes que en su citada obra nos da King a conocer, se infiere que el evangelista San Juan, el iluminado de Patmos, estaba muy instruido en la ciencia cabalística, pues alude claramente a la cornerina blanca y la llama alba petra o piedra de iniciación, que por lo general lleva grabada la palabra premio y se le entregaba al neófito luego de vencidas felizmente las pruebas del primer grado de iniciación.


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