Annie Besant
Las ya
extinguidas religiones del
pasado han sido tan numerosas
y diversas como las vivientes lo son en la
actualidad. Pero dirigiendo una mirada retrospectiva a la historia
antigua para compararla con la moderna,
se nota la gran diferencia de no haber en aquella
indicio alguno de persecuciones religiosas. Se observa que cada culto tenía su propio dominio, su terreno propio en el que reinaba.
Cada nación tenía
su religión propia
que vivía en
buenas relaciones con
las de las naciones vecinas,
salvo en caso
de guerra. Así se vé que en
Roma, por ejemplo,
se edificó un grandioso panteón
donde tenían sitio y eran
debidamente honrados los
dioses de todas
las naciones del
imperio romano. Pudieron
haber a veces
celos o envidia
entre las religiones, pero estaban muy
lejos de pensar
en que debía imponerse determinada religión a todas
las naciones; antes bien
se consideraba natural
que cada nación
tuviese su culto
peculiar y que
los ciudadanos adorasen a su Dios
nacional.
Estudiando lo que sucedía
en el pasado, se ve que las dificultades a causa de la religión
fueron más bien políticas
que religiosas. Abandonar la religión del Estado equivalía a traicionar
al país, y así vemos
que de cuando en cuando
se castigaba al que apostataba de su
religión. Pero esto
se hacía porque pensaban
que el tal individuo había
renegado de su
patria y no
porque tuviese opiniones
propias en materia
de religión, pues es evidente que algunas religiones antiguas consideraban que en lo
concerniente a la
aceptación intelectual de la doctrina, el intelecto podía desplegarse a su conveniencia, y que no tenía límites
el campo del
pensamiento.
Por otra parte,
en una época relativamente moderna,
se vé que las persecuciones religiosas desempeñan un
gran papel en la historia
de las confesiones rivales. Se vé a los misioneros hacer grandes esfuerzos y
repetidas tentativas para
convertir a otros
pueblos a una
religión que no es la de sus
antepasados y, no sin razón,
se pregunta: ¿de qué procede
esta diferencia entre el mundo antiguo y el mundo
moderno en materia
de tolerancia?
¿De dónde proviene
la idea de que todos los pueblos han de aceptar determinada representación
de la verdad y abjurar
de la religión de sus
antepasados, para recibir
la traída de un país extranjero?
No es menos significativo que la tendencia
a la persecución coincida históricamente con la época en que
desaparecen de Europa
los Misterios. Con
motivo de su
gradual desaparición vemos levantarse el espectro de la persecución religiosa, de tal
suerte que nos
vemos forzados a relacionar los dos fenómenos y a preguntarnos si la desaparición de los Misterios señala el
comienzo de las
persecuciones.
Cuando examinamos la
diferencia entre el
culto exotérico y la enseñanza esotérica, cuando consideramos las religiones del pasado y estudiamos los Misterios de otros tiempos,
vemos que en el mundo
antiguo eran los
cultos tan diferentes como la son en el mundo moderno,
pero tambien comprobamos que todo culto tenía Misterios en que se iniciaban
los individuos más
adelantados de cada
religión, y en los que se formaban
los Instructores de estos
cultos. Avanzando más en nuestro
estudio hallamos que si la
exposición de las
doctrinas religiosas en el culto
exotérico difería según la nación,
el temperamento y las tradiciones de los
ciudadanos, el
fondo y esencia
de la enseñanza, que pone
al individuo en
posesión de la
Gnosis o
Conocimiento real, el saber
místico que substituye la creencia
por el conocimiento y permite
decir al hombre
con toda certeza:
"Yo conozco las cosas
de los mundos superfísicos», esta
enseñanza era en
todas partes única
e idéntica, y aunque difiriesen
los cultos externos, lo que constituía la entraña, el culto interno y fondo de los Misterios
era semejante en
todos.
Es lo que sucede
si entramos al
atardecer en una catedral. Vemos que la luz penetra
por los ventanales y toma el
color de la
vidriera de modo
que quien solo
viese la luz de un
ventanal en el interior del
templo diría que es roja, al paso que otra
persona colocada ante otra vidriera
diría que es azul, y una tercera
persona podría a su vez afirmar
que amarilla, y una cuarta
que violeta. Esto
es lo que ha sucedido
con las religiones exotéricas del mundo;
cada una tiene su
propio color, su manera propia
de exponer las
verdades espirituales, y quienes detienen la
vista en el
culto externo afirman
que las religiones difieren unas de
otras, y que no la misma la luz de la verdad
se abre paso a través
de cada una. Pero vosotros
los teósofos, si entrais
en la catedral de que he hablado sólo veréis
la luz blanca, y os
daréis cuenta de que la
diferencia de color
está en las vidrieras y no en la luz.
Asímismo al entrar
en el templo de los
Misterios, veréis que la verdad
es única, aunque
pueda estar expresada de difel-entes
maneras, y que si los
matices que afectan los diferentes cultos
son tan diferentes como los
colores del arco
iris, no hay en el
interior del templo de los
Misterios más que la blanca
luz de la verdad. Creo que gracias
a este conocimiento basado en los hechos, y por lo tanto invariable, mientras que el lenguaje
en que los hechos se
exponen varía con el orador;
gracias a que en el
corazón de todas las religiones antiguas palpitaban los
Misterios, reveladores de la verdad una, no
mancillaron el mundo
antiguo las persecuciones religiosas. Los
instructores de entonces
sabían que no hay más
que una sola
verdad, aunque los
pueblos difieran en su manera de comprenderla cuando está velada por las formas externas del dogma, ritos
y ceremonias.
De esto se desprende
que, si hoy deseamos persuadir
a las religiones del mundo a que confraternicen y no sigan
por más tiempo luchando entre
sí, será preciso
en primer término descubrir la
fuente de común
orígen en donde
todas puedan también
encontrar sus instructores. Debemos por lo
tanto, trabajar, anhelar
y esperar el
restablecimiento de la
antigua institución de los
Misterios para iluminar
y ayudar al
mundo. Debemos estudiar
y vivir de tal suerte
que encontremos discípulos capaces por el ardor de sus aspiraciones, pureza de vida y profundidad de conocimientos, de atraer
de lo alto a los
grandes instructores y de mostrarse
dignos de que los
instruyan hombres
perfectos, cuyosconocimientos sobrepujan a los de la ciencia
terrena.
Reflexionemos
sobre lo que
eran los Misterios. Consideremos las fases
por que pasaron y digamos si es posible
encontrar hoy elementos de donde salieran
discípulos dignos de
instrucción. Jamás en los
mundos superiores hay
parsimonia en la
dispensación de la
verdad. Nunca proviene de lo alto el obstáculo
que impide el
derrame del conocimiento en el mundo,
sino que en
nuestro mundo terrestre, en la rebeldía
del espíritu humano está el impedimento para
que la verdad arraigue. En la tendencia moderna de hacer
sin cesar objeciones y
preguntas, reside la
dificultad que se
opone a la
restauración de los Misterios.
El mundo levanta las
barreras que obstruyen
el paso de la verdad.
Sin embargo, estas
condiciones, en apariencias deplorables, estaban previstas en el gran
plan de evolución. No hay nada que
esté fuera de este
plan, y si a veces
pensamos que las
cosas van mal, es por
cortedad de nuestra
vista, porque no
somos capaces de ver la
totalidad del plan y juzgamos
unicamente por la
porción que percibimos. La gran evolución de la humanidad se extiende por millares y millares
de años, y un millón de años
es, para las
grandes inteligencias que
presiden la evolución, como un día
para nosotros. En la
ejecución de tal
plan, en el
desenvolvimiento gradual y
sucesivo de sus
etapas, nadie queda olvidado, ni aun los malvados. Todos tienen su lugar en la senda de la evolución, y el arquitecto que
trazó el plan
sabe bien qué
edificio ha de
levantar.
Para el desarrollo de la humanidad, para la evolución superior del hombre, fue necesario un
período en que
nuestra inteligencia desarrollase el indócil aspecto
de inquirir y razonar,
sin el cual no
hubiera podido conocer
el mundo inferior. Era conveniente que en un
remoto pasado, las infantiles naciones
elevasen los ojos
hasta los divinos
instructores y aprendiesen docilmente las lecciones
que les daban estos maestros
divinos. Pero era
igualmente
conveniente que a
medida que crecía
la joven humanidad, desarrollase los poderes
de la virilidad, lo que no hubiese sucedido
si siempre hubiera
sido conducida como
con andadores por los
grandes seres que la habían
guiado. Así llegó tiempo en que los instructores dijeron al
adolescente: " Vé hijo mío, vé al
mundo y descubre
en él por tí mismo
la verdad. Desarrolla en tí el conocimiento, que es uno de los
aspectos del Espíritu.divino, y conquista, por tu propia
fuerza, el conocimiento que el mundo puede desenvolver en tí, pues tarea peculiar tuya es dominar el
mundo inferior, descubrir
las leyes de la naturaleza y encontrar tu
sendero mientras el guía
permanece temporáneamente invisible.»
Pero así como el padre
vela por su hijo con tierno
amor mientras éste
lucha en la vida, y
siempre está dispuesto a ayudarle con
sus consejos cuantas
veces sea necesario, de la propia
manera
obran los Padres
de la raza, los Hermanos
Mayores que alcanzaron la perfección antes de que los
más jóvenes empezasen a remontar
la escala de la evolución Aunque fuera de nuestra vista, vigilan
sin cesar por la
joven humanidad, y
aunque invisibles para
los ojos físicos,
están siempre cerca
de ella, dispuestos a socorrerla. Mientras
ocultaron sus externas
formas guiaron
a las naciones
tan positivamente como cuando
permanecieron personalmente en la Ciudad
de las Puertas de Oro, de la
Atlántida, o en la Ciudad
Blanca, de Shambala, en los comienzos de nuestra raza
aria.
Pero los tiempos
han cambiado con el consiguiente cambio de métodos,
y con razón se ha
dicho que la evolución no es una
escala ascendente, sino
más bien una
espiral que vuelve
sin cesar sobre si misma elevándose gradualmente a medida
que la evolución progresa.
Así vuelve
de nuevo lo
pasado a presente, pero un presente de un nivel superior al
camino recorrido
por la humanidad en el pasado, y están
cercanos los tiempos
de la restauración de los
Misterios porque
hoy día se
preparan los discípulos, y como dice
el antiguo adagio:
Cuando el
discípulo esté presto,
aparecerá el Maestro.
Trasladaos con el
pensamiento a la
época en que se instituyeron los Misterios y daos cuenta
de cuál era su
función. La religión
externa o exotérica ordena, manda y
dice: «Harás esto,
no harás aquello».
Esta religión exterior mantiene
al hombre en el camino recto por la autoridad exterior y superior a él, por un código
de moral y reglas de
conducta que los
hombres obedecen sin
como prender frecuentemente su razón, y
unicamente por que un profeta
las declaró, porque
sus preceptos están
contenidos en una
Escritura Sagrada, porque
una Iglesia ha
proclamado sus
mandamientos y porque
la tradición dice:
«Tal es el camino, seguidle».Por esta manera de
instruir, por este
código de moral,
por este sistema
de leyes, se forma el hombre de bien, el
ciudadano digno, el amante
marido y buen
padre, siempre dispuesto
a trabajar por su país, al que todos
miran y admiran por su enérgico
carácter y noble
conducta. Pero la
perfección no consiste solamente en esto. Un
sabio dijo, hace
mucho tiempo: «La
leyes un maestro de escuela para conducirnos a Cristo». En
efecto, llega una hora en la evolución
humana en que termina la
obra de la ley externa
por que se
desarrolla interiormente la ley del
espíritu, hora en
que ya no guía al
hombre un mandato
externo, sino
una autoridad interna,
cuando solo habla
el Dios interno
y no el Dios externo.
Precisamente los Misterios explayan el Dios interno y transmutan
al hombre de bien en hombre perfecto,
en que el escondido Dios brille y se manifieste en toda su gloria.
Así vemos que en la
escuela de Pitágoras, eran muchos los
que al recibir las enseñanzas externas aprendían las
virtudes cívicas y
sociales, y llegaban
a ser modelos de virtud y gloria de la antigua Grecia.
Pero esto no era más
que el atrio del templo, el aspecto
correspondiente al mundo exterior,
el anteumbral de los Misterios. Porque habia otra escuela, secreta y oculta,
en donde podían
ser admitidos quienes
habían alcanzado el
bien, y en la que el hombre
de bien se convertía en un Dios.
Tal era el
objeto de los
Misterios: admitir al
hombre de bien
que había dominado todas
las tentaciones ordinarias, que había llegado
al punto en que el
mundo ya no le
atraía ni le
dominaba, que había
desenvuelto en sí las esenciales virtudes, base de
todo el edificio
moral, y era capaz de atravesar
el atrio para
acompañarle al Templo
en donde se le enseñaba
a educir los poderes del Dios interno y a moldear y transmutar
sus materiales vestiduras en vehículos de las
fuerzas divinas, en
lugar de ser
obstáculos para ellos
como le sucede
en el mundo a la mayoría
de las gentes.
Los Misterios enseñaban
al hombre, en
primer término, a
purificar sus vestiduras materiales, no solamente
de los pecados comunes entre
los hombres y de las
ordinarias pasiones de la humanidad,
sino sutilizarlas de
modo que lograra
distínguirlas una de
otra a fin de vivir
consciente y deliberadamente en la material
mansión de la que es
habitante y no
prisionero. Porque la
mayor parte de los actuales
hombres viven como
prisioneros en la
mansión de carne
en que habitan. Ignoran que existe
una llave capaz
de abrirles las
puertas; no saben
que la llave está en
ellos mismos y no en poder ajeno;
piensan que la
muerte tiene la llave y que sólo la muerte
puede abrir la puerta del
cuerpo para que el espíritu
se eleve, libre e
inmortal a conocer
su naturaleza divina. Pero no es así.
Los Misterios enseñan,
por el contrario, que el
cuerpo no es una prisión,
sino una morada
con llave para abrir
las puertas y
salir a voluntad. Así los discípulos aprendían primeramente cómo, por intensa y profunda
meditación, era posible
substraerse de la
envoltura externa, y fijar temporaneamente la vida
en las más sutiles vestiduras internas. Aprendían los
discípulos a separar lo grosero de lo
sutil, a educar
los sentidos sutiles
por el mismo método
con que la naturaleza educó los sentidos
físicos a través
de inconmensurables espacios
de tiempo. Aprendían
que los poderes
reales de la
visión y de la audición
residen en el hombre espiritual, y no en el
cuerpo de que está revestido, de suerte que el cuerpo
debía valerse de órganos para servir a las fuerzas
espirituales, pues de por sí no era más que un obstáculo, hasta que transmutada y moldeada
la materia por el espíritu para sus propios fines, llegaba a ser el cuerpo un
instrumento adecuado.
Estos Misterios
aún existen bajo la dirección de la Gran Jerarquía Blanca, cuyos miembros son los
únicos seres que
tienen el derecho
de conceder o
denegar la entrada.
En verdad,
jamás la tierra
ha estado privada
de los verdaderos Misterios. Han
existido siempre, porque
se hallan en
manos de los
Hombres perfectos, que
revelan a sus
neófitos las realidades de los mundos superiores, enseñándoles a familiarizarse consciente y deliberadamente con ellos, de
la misma
manera que el
científico de hoy
día comienza a familiarizarse con el mundo
fisico.
Aun en nuestros
días, en los
verdaderos Misterios, cuando
la puerta de la iniciación se abre ante el neófito
que, una vez
preparado, ha sido
conducido hasta la
entrada, este neófito
se desprende de su cuerpo
físico para iniciarle primeramente en su
cuerpo astral, y
ponerlo a prueba,
sin que conozca el
manejo de los
poderes de este
mundo astral ni la manera
de hacer servir
sus influencias en beneficio de la humanidad. Cuando llegue este
caso, que se
presenta de cuando en
cuando, y leáis la descripción de las pruebas
de los Misterios, y de los obstáculos que hay que vencer, advertid que estas pruebas están relacionadas con el saber y el poder y no con el endurecimiento físico, como se relata en las historias mal llamadas ocultistas, que mencionan el paso a través
del fuego, del agua y de todos los elementos
terrestres.
Estas no son más que las primeras
y las más elementales de las pruebas que esperan al neófito en el plano astral,
y son a propósito para el hombre que ha de
demostrar al maestro
su capacidad de dominar las fuerzas de la naturaleza por el conocimiento, única fuente de poderío.
Porque en el mundo en que estéis,
ya en este bajo mundo en que viven los hombres, o en la altísima
región del mundo nirvánico, sólo el conocimiento da poderío. El
conocimiento permite a los hombres mandar, y como justamente se ha dicho,
para el espíritu no está
velada ninguna región
de la naturaleza.
Por esto se
designaba en tiempos
pasados con el
nombre de Gnóstico
(que significa
"el que sabe", al
hombre que debía
entrar en el
Templo de los
misterios. Toda iniciación implica una dilatación de conciencia. Cada
vez que atraviesa una puerta, la
siguiente no se
abre sino despues de adquirir
suficientes conocimientos para
mover la llave en la
cerradura. A medida
que estudieis las
iniciaciones sucesivas, encontrareis que cada una
comprende los tres
grados de neófito, candidato e iniciado, para penetrar en mundos cada vez más superiores, donde prueban que son
capaces de manejar
sus fuerzas, de emplear
sus influencias y de perseguir
siempre el sólo y único fin
de llegar a ser más
útiles a sus
semejantes y ayudar a los que emprenden
una más rápida vía
de progreso, o un camino
más corto, que
conduzca a la
felicidad.
En efecto, la
adquisición del conocimiento sólo se justifica por el uso
que podais hacer
de él para servir, y
aquellos en cuyo
poder están las
llaves del Conocimiento no las pondrán
sino en manos de quien
se haya mostrado
ansioso de servir,
haya sojuzgado los
deseos de su yo inferior, y se haya
entregado a la
voluntad de su Yo superior
que no conoce otra voluntad
que la de Dios.
Por un instante
apartamos nuestras miradas
de estos altos
Misterios, de que aun al
presente se habla
en el mundo exterior con
más frecuencia que en el
pasado, encontramos que en otros tiempos existían muchas escuelas
preparatorias de los
Misterios de grado
inferior, que gradualmente disponían a los neófitos
para los Misterios superiores. y que
algunas de estas instituciones aún hoy día
existen. Siempre se encuentran escuelas ocultas diseminadas por nuestro globo,
y todas ven únicamente el fin de sus aspiraciones en la Gran
Fraternidad Blanca. Estas escuelas marchan en muy distintas direcciones. siguiendo cada una la vía por que fue orientada en otros
tiempos. Difieren en sus caractéristicas, en sus métodos
y sus maneras de instruir, pero todas se dan cuenta
de que preparan a los
candidatos para los verdaderos Misterios,
presididos por la Gran Jerarquía. y si nos
remontamos al pasado
vemos que era efectivamente conocida
la existencia de los Misterios menores, si bien
sus métodos de
enseñanza permanecian ocultos.
Encontramos, por ejemplo,
que en la evolución de las religiones, hubo un estado
en que los discípulos no pudieron
ya dejar a
voluntad su cuerpo
físico para acudir
al Templo de
los Misterios, único
lugar donde podía
conferirse la gran
Iniciación.
Puede que alguno
de vosotros sepa
que en comunicación con las
Pirámides de Egipto
había cámaras de
iniciación desprovistas de
puertas, porque el no destinado
a entrar no podía pasar a
traves del muro que
rodeaba el Templo,
y aquellos que
podían a voluntad
dejar el cuerpo
físico no tenian necesidad de puertas, porque
únicamente el cuerpo
sutil llegaba a
presencia de los Hierofantes de los Misterios. Por la misma causa existen aún en Irlanda antiguas torres que han preocupado
mucho a los arqueólogos, porque
no tienen abertura
alguna de entrada.
Las puertas son, en efecto,
inútiles para el
hombre que sabe
utilizar sus cuerpos
sutiles, porque no hay muros que le detengan
ni puertas que se le
cierren. Nada hay que pueda
impedirle ir donde
desee, nada en esta tierra
que pueda levantarse como barrera a su paso.
Así es que en los
Misterios de tiempos
pasados, tanto superiores como inferiores, sólo
podían ser admitidos
en el sendero de iniciación
quienes sabían hacer
uso de sus vehículos sutiles.
Pero llegaron tiempos
en que los candidatos no
pudieron ya dejar
a voluntad sus
cuerpos físicos, y hubo
necesidad de otro
método. Se sumerge
entonces al neófito
en un sueño mágnetico o
hipnótico tocándole con lo que en la Grecia
antigua se llamó el tirso,
que era una varita originariamente llena de fuego
vivo, y cuyo
contacto, rompiendo de
pronto los lazos
entre los vehículos
inferiores y los superiores, permitía al espíritu funcionar libremente en el interior de su vehículo
astral y tener en él
conciencia de la vida superior.
Por esto
vemos en alguna
pintura al fresco,
o en antiguas esculturas, un
sacerdote en pie
con una varilla
terminada en cono en las
manos. Esta era una de las formas de la Varilla
de Poder que se usaba entonces
y que se aplicaba
a lo largo de la columna
vertebral hasta el punto de enlace con el
cráneo.
A medida que la varilla ardiente remontaba la columna vertebral, se replegaba el cuerpo astral
sobre si mismo, siguiendo
la ascensión de la varilla,
hasta el momento
en que tocando ésta la cabeza, dejaba
escapar el cuerpo
astral, por el
cráneo, libertándole para
alcanzar los mundos superiores.
Más tarde perdióse
tambien este poder,
continuando el mundo su descenso a los
abismos de la materia. Permanecieron sólo disponibles los
poderes de la
visión y de la audición
astrales, por cuyo medio
se instruía a los candidatos, mostrándoles cuadros animados, modelados en materia astral, que representaban las realidades de otros mundos. No actuaba entonces el candidato en el
mundo astral, sino
que tan sólo
se le mostraba un cuadro
del mismo, pero
tan animado, que
le proporcionaba muchas informaciones, y aun en
nuestros dias, este
es el método de enseñanza comunmente empleado.
Cuando los cuadros
animados compuestos por
los grandes Instructores se muestran del
modo dicho, se
encuentra en ellos
la reproducción de la historia
del pasado. Así se
representa en la materia del plano astral la gran obra de la construcción de los mundos; el discípulo
estudia este cuadro a medida
que ante él se desarrolla, y comprende, mejor
que por la palabra, cuan
real es esta
historia del pasado.
Descendiendo aún más la humanidad. vemos que también
perdieron este poder
los oficiantes de los Misterios, y llegamos
a un estado, que mencionan los autores griegos,
en que la enseñanza debía representarse en escenas de nuestro mundo físico y no por los animados
cuadros del mundo astral. Se trataba entonces simplemente de hombres que se habían ejercitado en
representar escenas
que servían de complemento a las lecciones
que los neófitos debían
aprender. El mundo
astral estaba representado por una escena
dramática, o por
animales que simbolizaban las pasiones, y en las
que hombres vestidos
de pieles y con caretas de animales
rodeaban al candidato
a los Misterios, tratando de
espantarle y hacerle
retroceder, de tal
manera que si el neófito
conservaba en su fondo algún
gérmen de vicio,
este enemigo interior,
encerrado en la ciudadela de la mente, respondía a la amenaza
externa que le hacía el actor que representaba el vicio, y el hombre,
aterrado, viendo, por así decirlo, manifestado el vicio en una
forma exterior, retrocedía sin atreverse a
afrontar a su
enemigo ni llegar
al fin de la prueba.
Continuaron así los Misterios hasta el advenimiento del Cristianismo, y si leeis
los primitivos libros cristianos, principalmente los escritos por
los Padres de la Iglesia,
de los discípulos de los Apóstoles, y de los autores
que les sucedieron, encontraréis en ellos sus huellas. Leed a San Clemente de Alejandria y las obras de Orígenes,
tal como las
poseemos, y veréis
que, en los orígenes del
Cristianismo, existían los
Misterios -los verdaderos Misterios de Jesús- comparables, en
cierto modo, a los de
tiempos más antiguos.
Y efectivamente, tambien había en los
primeros tiempos del
Cristianismo dos clases de instrucción.
En un
principio las enseñanzas estaban en poder
de quienes,-según declaran
Orígenes y San Clemente-
habían sido instruidos en las enseñanzas dadas secreta y oralmente
por el Cristo, cuando vivía
entre los hombres.
Recordaréis que dijo a sus
Apóstole s-«A Vosotros
es dado saber el Misterio
del reino de Dios; mas a los que están
fuera por parábolas
todas las cosas»- (Marcos,
4:11). Y actualmente la Iglesia se contenta
con parábolas, y no
parece advertir que le faltan
las enseñanzas interiores que explican los
Misterios de Dios.
Estos conocimientos perpetuados por la
tradición, y que
sucesivas generaciones de
hombres dignos y santos se
transmitian oralmente, constituían las primeras enseñanzas de los Misterios, de las que dice Orígenes
que dió en secreto el
Cristo a sus
propios discípulos.
Despues había otros
Misterios más elevados
en los que se enseñaban
los secretos de los mundos superiores, no ya por
labios humanos, sino por
labios sobrehumanos, como
se puede
ver en San
Ignacio de Antioquía, o en San
Ireneo, quienes declaran
que los instructores de los primitivos
Misterios cristianos eran los ángeles
o seres sobrehumanos que asistían
a los individuos que, despues
de recibir oralmente el conocimiento transmitido, habían sido juzgados
dignos de aprender de los mismos
ángeles esta enseñanza superior y de
relacionarse directamente con
los habitantes de los mundos
sutiles.
Según ya se ha
dicho, esto mismo
ocurría en Grecia
y Egipto en
donde, los llamados
ángeles por los
cristianos, y las
religiones más antiguas
llaman seres brillantes o devas, revelaban
los Misterios de los mundos
superiores.
En el
Cristianismo primitivo existían
los Misterios, tras el culto exterior, como en cualquiera de las antiguas religiones. Se bautizaba a los hombres
en la Iglesia cristiana, pasando
enseguida por la Comunión y
utilizando de este
modo las formalidades externas dejadas por el Cristo
para ayudar a los
creyentes. Pero recordad
que San Pablo dijo:
«Hablamos sabiduría entre los perfectos» (1 Corintos
2: 6.) Declara asímismo que no se dé enseñanza
superior a quienes, aunque bautizados y admitidos a la comunión, eran todavía «niños
en Cristo».
Pero todo esto
desapareció, aunque no por completo, porque los verdaderos Misterios siempre subsisten, con la sola
diferencia de que
por lo menos en Occidente se cerró el
camino para llegar a
ellos. En efecto,
no existían escuelas
intermediarias en que los fieles pudieran recibir
instrucción. No queda más que la tradición para atestiguar que tales Misterios existen o habían existido,
y solamente, de
tarde en tarde,
surje un hombre
que instruido personal
e individualmente en
estas
cosas, llega a ser bastante
esforzado para abrirse
paso hasta los
Misterios, por siempre
existentes en manos
de la verdadera Fraternidad de los Maestros
de
Sabiduría. Sin embargo
había aún algunos
centros de estudios
de esta clase.
Hallaréis sus huellas en la
literatura antigua y en la de la Edad Media, y os
comunicaré una palabra
que sirve de
clave para hallarlas, aunque sin conocer
exactamente su significado. Cuando entre los
libros antiguos encontréis uno designado bajo
el nombre de Rosario,
sabed que este es el nombre que daban en la Edad Media a los libros Secretos, en que el alquimista, el astrólogo y el investigador, en demanda
de sabiduría secreta,
escribían jeroglífica y
simbólicamente las verdades
que conocían, pero que no osaban
exponer abiertamente. Porque
no olvidéis que hablamos del
tiempo de las
persecuciones, del tiempo
en que los hombres no
osaban decir las
cosas que sabían
por miedo a que la
religión exóterica los
condenase a la
hoguera y que
los conocimientos materiales destruyesen la verdad espiritual. Pero a pesar
de todo había
algunos grupos de
estudiantes y de
sabios, porque en la tierra
jamás se rompió
del todo la
cadena. Solamente que los hombres no sabían a donde dirigirse; buscaban sin cesar y no encontraban instructores, y los que entonces
sabían recelaban de
comunicar su saber
por temor a que un
llamado discípulo fuese un
espía o un
traidor y los
pusiera en riesgo
de muerte. Conocida
es la terrible tragedia
de los Templarios, que tenían
algunos conocimientos de los Misterios ocultos, como lo
prueba que en la tortura
algunos de ellos
divulgaron fragmentos de
conocimientos por los cuales se les hizo
condenar. Recordaréis que en el
tormento declaró un
Templario que por
estar iniciado en los
Misterios debía marchar
sobre la Cruz,
y esta palabra simbólica fué,
quizá por ignorancia, tomada
como prueba de impiedad
y condenado por
blasfemo. Y, sin
embargo, esto significa
que el hombre pone su fé sobre la Cruz que le eleva hasta el conocimiento, y que si posaba sobre
ella un instante
sus pies, era
para que la
Cruz le elevase
hasta un medio
más puro, en donde
se enseñaban algunos
misterios inferiores.
La gran
Sociedad de la Franc-Masonería
es un organismo que ha subsistido desde los días en que
desaparecieron los Misterios, y fué en su origen
depositaria del simbolismo y uno de sus canales,
aunque la mayor
parte de sus actuales
miembros no saben lo que poseen, y en general desconocen los
símbolos, cuyas expresiones, pero no sus
realidades, diputan por
sabiduría. Los francmasones han conservado en
símbolos lo que
han perdido en
saber, con el fin de
atestiguar que nunca
desapareció la sabiduría
por completo de la tierra.
Continuando nuestra
investigación a través
del pasado, vemos
que, procedente de
Oriente, llegó a
Europa Christian Rosenkreutz para fundar
la muy conocida Sociedad de los Rosacruces. Digo
«muy conocida»
porque la menciona la historia, aunque los ignorantes crean que se trata de un mito y no de un
hecho histórico, olvidando que frecuentemente el
mito y la leyenda son la historia de una gran verdad en ellos encubierta. Christian Rosenkreutz era un discípulo de la Sabiduría y había sido
enviado por la
Gran Fraternidad para
reavivar en Europa
la llama del
conocimiento.
De esta
primera Sociedad Rosacruz
salieron los doce
Hermanos que restablecieron en Europa las bases de la ciencia,
cultivaron la alquimia, de que derivó
la química, y
enseñaron la astrología, de que nació la astronomía, y de este modo cimentaron las bases de los modernos
conocimientos. El verdadero conocimiento proviene de las regiones superiores para
descender al mundo
material, y no
nace en el
mundo inferior para
elevarse a las regiones superiores. Entonces comenzó a
reflorecer en Europa
la ciencia, y fué posible
la lenta y gradual
difusión del conocimiento. Podéis seguir las
huellas de muchas
Sociedades secretas, ligadas
todas entre sí, aunque
con diferentes nombres,
que enseñan todas
un mismo
conocimiento,
cuyo fin era
preparar a Europa
para la restauración de los Misterios en forma más amplia y
efectiva.
Así llegamos
a los siglos XVII y XVIII en que el misterioso personaje Conde de San Germain
trabaja con nuestro antiguo
instructor H. P.
Blavatsky , miembro
entonces de una gran familia austriaca que
aún lleva el
nombre de Zimsky.
Se vió entonces a estos
dos hermanos, discípulos de la Gran Logia,
trabajar sin descanso
a fin de que Europa
pudiese acrecentar sus conocimientos. Después se vieron detenidos por una barrera porque trataron de modificar por el conocimiento el estado de
cosas existentes, y el conocimiento cayó entonces en
manos de gentes no dispuestas para recibirlo. En
efecto, el hambre,
la miseria, la
tiranía, el sufrimiento y la corrupción, tanto en la Iglesia como en el Estado, gra vitaban sobre los instructores que trataban
de guiar a los hombres hacía el conocimiento, y el tremendo
estallido de la
Revolución Francesa levantó olas de
sangre que interrumpieron las enseñanzas esotéricas. A pesar de esto, ciertos individuos recibieron entonces, en algunos
puntos, esta enseñanza, hasta el día en que
los dos precitados
instruetores, hermanos ya en el
pasado, pudieron reanudar
su obra en mayor escala. Lo que había fracasado en el siglo XVIII fué, en efecto, intentado de nuevo en el siglo XIX en
otras condiciones, fundándose y afirmándose por
ellos las bases
de la Sociedad Teosófica. Permaneció uno de ellos oculto,
porque había alcanzado
el nivel de
Maestro y ya no trabajaba abiertamente entre los
hombres.
El otro era H.P.Blavatsky , la noble
dama rusa a quien se debe la
fundación de la
Sociedad Teosófica y, en gran parte,
su vida actual. Comenzaron entonces
los preparativos para la
restauración de los Misterios; y el hermano
de quien un
Maestro ha dicho:
«El Hermano que conocéis con el nombre
de H.P.Blavatsky, pero no con
otro», este hermano
comenzó a echar
los cimientos de los Misterios que, más tarde,
serán plenamente restablecidos entre
nosotros, instituyendo en el seno
de la Sociedad Teosófica una Escuela
preparatoria.
Desde que los Misterios
desaparecieron de Europa, se mostró entonces a los hombres
por vez primera
la verdadera Via
para que pudiesen
avanzar, indicando el
camino hacia los
Maestros que la fundaron, y la Escuela
instituida por su mensajero traza la senda que ha de seguir el discípulo
para llegar al
Portal de los
verdaderos Misterios. De
nuevo se proclama
la existencia del Sendero,
y prestos se
hallan los Instructores a comunicar la enseñanza.
Una vez más resuena
en el mundo entero la promesa de las Escrituras induistas: «Despiértate,
levántate, busca a los grandes
Instructores y presta
atención porque el
sendero es estrecho y aguzado como el filo de una
navaja de afeitar» . Este grito
ha sonado de
nuevo, y hay
oidos para escucharlo y labios dispuestos a responder.
De este
modo, en nuestra
época, en nuestros
mismos días, en las numerosas
naciones de este nuestro mundo
mortal, hay Discípulos que reciben la
enseñanza con el fin de que sea posible
el
gradual restablecimiento de los Misterios y restituirlos a lo que eran en el pasado,
y se encuentran también Portales que
conducen a los
verdaderos Misterios, regidos
por el directo gobierno de la Gran
Fraternidad.
Nuestro título de
gloria es saber
para qué trabajamos, y nuestro privilegio el de ser
colaboradores conscientes en la ejecución del plan en que trabajan
los Maestros a fin de
difundirlo por la
tierra. Pero jamás debemos
nosotros fijar Sus
límites ni señalar
Su pujanza, sino mostrar Su amor y
compasión, pues pueden hacer
llegar a Ellos
a los hombres desde donde
les convenga, si bien, hoy dia, solamente
hay una ruta francamente indicada,
por la que con seguridad
se llega a encontrarlos.
De modo que el sendero
está libre; el
portal exterior completamente abierto y cuantos
lo deseen pueden entrar
en él. Pero en lo que concierne a los Misterios no sucede lo
mismo. «Porque estrecha
es la puerta y angosto
el camino que
lleva a la
vida eterna, y bien pocos
son los que le hallan».
Mateo 7:14.
Pocos hay al
presente, pero habrá un número
cada vez más
considerable a medida
que los años transcurran; pocos hay hoy dia,
pero acrecerá grandemente su número durante
los dias venideros. Porque poderosas fuerzas se explayan sobre nuestro mundo. Se han abierto las puertas del
mundo celeste,
y la vida y la
pujanza se vierten
sobre el mundo de los
hombres.
Gran dicha es que vuestro
karma os haya
hecho nacer en estos propicios
días, y gran ventura que en ellos
vivais. Pero mil
veces más felices
seríais si se
despertase en vosotros
la intuición,
esa voz del Espíritu
que habla a fin de que podais responder
al llamamiento de los Maestros y franquearos un
camino para llegar
a sus pies.
Aparecido en "El
Loto Blanco" de
Octubre 1917, traducido
de «Le Lotus Bleu»
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