Fogg Phileas
El
simbolismo de los bosques es muy enriquecedor, ya que en la antiguedad éstos
fueron lugares sagrados, parajes donde el hombre entraba en contacto con la
divinidad y apreciaba su maravillosa obra. En el bosque impresionan el
silencio, el misterio y la belleza.
Los
celtas tenían sus templos en los bosques, siendo la encina su árbol sagrado. En
la Roma imperial (al igual que en la Grecia clásica), la ciudad estaba rodeada
de bosques sagrados, entre los cuales el de Diana en el camino de Arisia y el
de Vesta al pie del Monte Palatino eran los más conocidos.
El
simbolismo de la Caballería medieval establecía una diferencia entre la corte y
el bosque. La corte significaba un lugar de encuentro, con normas establecidas,
en una palabra la "vida en sociedad", mientras que el bosque era un
lugar para que los caballeros se iniciaran en sus aventuras, superando los
peligros que aparecían por doquier.
El
bosque era símbolo de la "iniciación", un sitio de perfeccionamiento
y purificación, donde el caballero solitario hallaba la libertad.
Los peligros del bosque
Los
cuentos infantiles recurren una y otra vez a la fantasía de los bosques, como
un lugar peligroso y a la vez fascinante, donde viven ogros, brujas, gigantes,
enanos y dragones. Encontramos estas referencias en la bella durmiente del
bosque, Caperucita, Blancanieves, Pulgarcito, Hansel y Gretel, entre otros.
Estos personajes representan casi siempre al buscador espiritual que debe
enfrentarse a diversos escollos relacionados con el mal, pero que en el bosque
encuentran alguien que los auxilia para cumplir su misión.
En
las obras de J.R.R. Tolkien, los
bosques alcanzan una dimensión mágica que nadie ha podido imitar. Los miembros
de la "Comunidad del Anillo", comandada por el hobbit Frodo Bolsón,
siempre dudan antes de aventurarse en los misteriosos bosques, pues estos están
plagados de leyendas, secretos y peligros.
El bosque como refugio para la iluminación
Emerson dice que "en el bosque retornamos a la razón y
la fe. Allí siento que nada habrá de acontecerme en la vida sin que la
Naturaleza pueda subsanarlo. De pie sobre la tierra desnuda, bañada mi frente
por el aire leve y erguido hacia el espacio infinito, todo mezquino egoísmo se
diluye. Me convierto en un globo ocular transparente; nada soy: lo veo todo;
las corrientes del Ser Universal me circulan; soy una porción de Dios. (...) En
los lugares silvestres, encuntro lago más caro y próximo a mí que en las calles
o poblados. En el paisaje tranquilo y, especialmente, en la lejana línea del
horizonte, el hombre contempla algo tan hermoso como su propia naturaleza".
El
silencio del bosque es un verdadero refugio para la iluminación, para
encontrarnos a nosotros mismos y descubrir nuestra verdadera naturaleza.
John Muir opinaba que "si a la gente en general se la pudiera
llevar a los bosques, incluso por una vez, a oir a los árboles hablar por
sí mismos, desaparecerían todas las
dificultades en cuanto a la preservación forestal".
En
síntesis: el bosque es símbolo de la riqueza de la vida espiritual, un
verdadero santuario, con intermediarios entre el cielo y la tierra, los
árboles, que entierran sus raíces en el suelo, pero que intentan llegar al
cielo con sus ramas.
Dadas
sus características, el bosque es un lugar ideal para realizar ceremonias
místicas y practicar meditación.
El árbol
Como
ya dijimos, el árbol ha sido interpretado por diversas culturas como un
intermediario entre el cielo y la tierra, ya que sus raíces se hunden en lo más
profundo de la materia y sus ramas se elevan hacia las regiones del espíritu.
Es por esta razón que podemos afirmar que el árbol es un símbolo dual.
Buda alcanzó la iluminación bajo
el árbol de la Bodhi, del cual un vástago todavía perdura en Ceylán, mientras
que en la mitología nórdica Odín
recibe el secreto de las runas colgado en las ramas de Yggdrasil. Este árbol
era un fresno gigante, con ramas que llegaban a la tierra de los muertos, la de
los hombres, la de los duendes, la de los rectos y la de los gigantes. Por esta
razón, las misiones cristianas de San Bonifacio (674-754) al llegar a tierra
nórdica se encargaron de talar todos los árboles consagrados al dios Odín.
La
relación del árbol con el conocimiento la encontramos también en la tradición
judeocristiana, cuando Eva vio que "el
árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable
para alcanzar sabiduría" y comió de su fruto.
Subirse
a un árbol simboliza el ascenso espiritual, donde el camino no es fácil y se
transita de la oscuridad a la luz. Por otro lado, plantar un árbol es vencer a
la muerte, ya que seguramente este seguirá vivo tras nuestra desaparición
física.
Dice
Antoine de Saint-Exúpery: "Hay hombres débiles que no pueden
superarse. Ponen su felicidad en lo mediocre después de haber asesinado lo más
grande que hay en ellos. Se detienen en una posada durante toda su vida. Llaman
felicidad arrastrarse en torno a sus mezquinas provisiones. Renuncian a oir la
voz de Dios, voz que es necesidad, búsqueda y sed indescriptibles. No buscan el
sol como los árboles en medio del bosque que jamás lo tendrán almacenado, sino
que deben perseguirlo ascendiendo, erguidos como columnas gloriosas, lisas, que
brotadas de la tierra se han convertido en fuerza persiguiendo a su Dios".
Ejercicios con los árboles
1) Recepción de energía arbórea: Los
árboles expulsan "prana" (energía vital) que no utilizan y es posible
acceder a esa energía sintonizándonos con ellos. Para ello existen diversas
técnicas que se basan en el mismo principio, las cuales enumeraremos a
continuación.
En
todos los casos es necesaria una relajación inicial y una sintonización con el
árbol, mediante una contemplación consciente.
a) Método indígena: Para absorber la
energía, algunas tribus americanas se acostaban contra el árbol, sintiendo como
ésta fluía hacia el cuerpo del practicante.
La
veneración de los indígenas norteamericanos por los árboles queda en evidencia
en algunos pasajes de la obra "El Canto de Hiawatha" de Longfellow.
b) Técnica oriental: Adoptada por algunos
estudiosos de las filosofías orientales, entre ellos el Coronel Olcott, que
acudía a un eucalipto cuando estaba muy agotado.
Nos
debemos acostar enfrente al árbol y colocar nuestras piernas apoyadas sobre el
tronco, sintiendo como la energía fluye desde nuestros pies hacia todo nuestro
cuerpo.
c) Técnica de las manos: Utilizada por
algunos espiritualistas de Occidente, se basa en la recepción de energía a
través de las manos. Para practicar este método debemos sentarnos frente al
árbol en posición de loto o similar y colocar las manos paralelas al tronco del
árbol, a pocos centímetros de éste.
Cada
persona debe descubrir cuál es la técnica que más se adapta a su persona, ya
que el éxito de estas técnicas depende de nuestra sensibilidad y concentración.
Algunos
árboles -como el pino y el eucalipto- poseen propiedades más perceptibles y por
esta razón que se aconseja comenzar la práctica con éstas especies, aunque es
necesario aclarar que cada clase de árbol brinda un tipo de energía diferente.
Luego
de la recepción de esta energía arbórea nos sentiremos con más vitalidad. Según
el investigador Arthur Powell "los árboles consumen prana (energía
vital), pero rechazan los átomos cargados de prana rosáceo que no
necesitan".
Estas
técnicas de absorción son altamente positivas para aquellas personas estresadas
o nerviosas.
Algunas
técnicas europeas de recepción de energía (aún a distancia) reciben el nombre
de "yugum" y se basa en algunas posturas físicas para conectarnos con
las diferentes clases de árboles.
3) Sentir la savia: En el hermoso libro
"Mi planta de naranja-lima", José
Mauro de Vasconcelos dice: "Los
árboles hablan por todas partes. Por las hojas, por las ramas, por las raíces.
¿Querés ver? Apoyá tu oido en su tronco y vas a escuchar palpitar su
corazón". Y esto es justamente el objetivo que percibe este ejercicio
enseñado por Joseph Bharat Cornell,
para el cual necesitamos un estetoscopio.
El
objetivo es descubrir como un árbol, aunque parezca quieto, está rebosante de
vida y puede "latir". En primer lugar, debemos elegir un árbol que
tenga quince centímetros de diámetro por lo menos y una corteza no muy gruesa.
Luego debemos colocar el estetoscopio firmemente sobre la corteza y sin
moverlo, sentir como fluye la savia en su interior. Para que este ejercicio
tenga éxito, debemos probar una y otra vez en diferentes lugares del árbol para
poder sentirlo más claramente.
APLICACIÓN PRÁCTICA
1) Meditación sobre el
símbolo del árbol
2) Llevar a cabo las
prácticas sugeridas anteriormente.
3) Estudios sobre el prana.
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