Fogg Phileas
Opuesto
al elemento "fuego", de naturaleza masculina y activa, tenemos al
agua, femenina y pasiva.. El agua es donde se originó la vida en la Tierra, y
sin ella no podríamos sobrevivir, por lo cual siempre ha sido interpretada como
símbolo de la vida.
El agua purificadora
Al
igual que el fuego, el líquido elemento limpia lo interior y lo exterior.
Cuando alguien es sumergido en una corriente de agua, renace a una vida nueva,
recibe la iniciación.
Juan
el bautista utilizó las aguas del río Jordán para bautizar a Jesús, y esta
costumbre se popularizó en el cristianismo, aunque lamentablemente en casi
todos los cultos se ha abandonado la simbólica inmersión. Estos ritos acuáticos
han existido en casi todas las culturas y es conocida la devoción de los
hindúes hacia el río sagrado de Ganges, donde se bañan para purificarse.
Los
griegos antiguos afirmaban que "para
el piadoso una gota es suficiente, pero al malo ni todo el océano con sus
corrientes puede lavarle".
En
el oráculo de Delfos, las pitonisas se sumergían en la sagrada fuente de
Castalia antes de entrar en contacto con el dios Apolo, y en los misterios de
Eleusis eran comunes los baños de purificación.
En
algunos grupos espirituales, antes de las ceremonias sagradas sus miembros se
lavan las manos y toman un vaso de agua, simbolizando así la pureza externa e
interna.
Desde
una óptica simbólica, las corrientes de agua representan el transcurso de una
vida ordenada.
Heráclito dijo que "no podemos sumergirnos dos veces en el
mismo río", significando con esto que en la segunda ocasión ni el río
ni nosotros somos iguales que la primera vez.
Según algunas tribus indígenas, los ríos son las venas de la Madre
Tierra. Los pantanos, en cambio, representan la corrupción, la vida mediocre
del hombre de ciudad, siendo además un lugar peligroso, habitado por espíritus
elementales malévolos.
El agua como pasaje a un estado superior
El
cruce de un río simboliza el pasaje a un estado de naturaleza inferior a otro
superior, es decir que significa la superación de una barrera.
Cuando
Moisés separó las aguas del Mar Rojo y lo cruzó junto a su pueblo, superó un
difícil obstáculo que lo separaba de la liberación. Pero los egipcios no
pudieron traspasar este escollo y perecieron, pues simbólicamente no eran
puros.
Y el
agua, como ya dijimos, representa en todo caso la purificación espiritual.
Limpia el pasado y nos prepara para el futuro.
En
la mitología griega aparece Carón, el barquero infernal que se encargaba de
transportar las sombras de los muertos al otro lado del río. Para trasponer el
río Aqueronte, los muertos deben dejar su pasado atrás. En el "Diálogo de
los muertos" de Luciano de Samosata,
Carón dice:
"La barca es pequeña,
vieja, hace agua por muchas partes, y a poco que se incline a uno u otro lado,
dará la vuelta y se irá a pique; y vosotros venís en gran número a la vez, y
todos traéis mucho equipaje. Si os embarcáis con todas esas cosas, temo que os
habéis de arrepentir después (...) Es menester que os embarquéis desnudos y que
dejéis en la orilla todo ese aparato inútil".
O
sea que para purificarnos, debemos dejar atrás los apegos y los bagajes del
pasado.
El puente
El
puente posee un idéntico simbolismo, ya que es una forma de atravesar un río u
otra corriente de agua. En las caminatas encontraremos muchos puentes, algunos
de ellos de piedra, otros colgantes, todos hermosos. Y en todos está presente
este simbolismo: abandonamos una lugar para empezar a recorrer uno nuevo. El
puente nos está brindando un nuevo comienzo.
En
la tradición esotérica a los grandes maestros espirituales se les llama
"constructores de puentes" y se afirma que existen tres clases de
seres elevados, simbolizando la liberación terrenal justamente con el cruce de
un río. La primera clase es la de los nadadores, que cruzan el río solitarios,
alcanzando el Nirvana por mérito propio.
La
segunda clase es la de los barqueros, que construyen una embarcación para
cruzar el río y alcanzar la liberación con un grupo de discípulos selectos.
La
tercera clase es aquella a la que pertenecen Cristo o Buda, los grandes
salvadores. Son quienes construyen un puente sobre el río para que todos
alcancen la otra orilla. Sin embargo, no muchos se atreven a cruzar el río y
prefieren ver la orilla opuesta con algo de temor.
La fuerza del agua
Los
sufíes cuentan esta historia sobre los ríos: "Desde su fuente en las montañas el río había atravesado todo tipo
de paisajes hasta que finalmente llegó al desierto. Y cuentan las arenas que el
río enfrentó esta barrera tal como había superado las otras. Pero se encontró
con que a medida que avanzaba su agua desaparecía...
Y mientras más esfuerzos realizaba, era peor. Iba a
caer en la angustia, cuando oyó una voz: "Así como el viento cruza el
desierto", decían las arenas, "puede hacerlo el río. Déjate absorber
por el viento". El río recordó su rostro juvenil allá arriba, en las
montañas. Pero él no quería perder su personalidad. Finalmente hasta había
tenido nombre propio entre los hombres. "No tienes otra solución",
insistieron las arenas, "aquí lo más que puedes ser es un pantano, y un
pantano no es un río".
El río recordó que alguna vez había viajado en el
viento y era una nube que atravesaba la inmensidad de las arenas hasta volar
sobre unas distantes montañas, donde volvía a ser agua y caía como lluvia sobre
la tierra donde rodaba otra vez transparente, montaña abajo".
Ese
avance implacable de los ríos, más allá de los obstáculos que halla a su paso,
nos demuestra el enorme poder del agua.
En
el Tao Te King, dice Lao Tsé: "Nada en el mundo es más blando y más
débil que el agua; mas ¡no hay nada como el agua para erosionar lo duro y lo
fuerte!, pues nada puede reemplazarla. Que lo débil venza a lo fuerte y lo
blando venza a lo duro, es algo que todos conocen pero que nadie
practica".
La lluvia
La
lluvia es otro elemento purificador. Sin embargo, los seres humanos rara vez
disfrutan de la magnificencia de las lluvias, pues ésta les empapa la ropa, les
alborota el cabello y les arruina el maquillaje. El poeta Kabir exclamaba: "¿Tienes
un cuerpo? No te sientes en el portal. ¡Sal afuera y camina bajo la
lluvia!".
Si
sientes que la lluvia es una bendición, una maravilla natural, no podrás
pasarla mal en un día lluvioso. Son nuestros preconceptos los que nos llevan a
despreciar a la lluvia.
En
el fenómeno de la lluvia podemos apreciar muy claramente los ciclos de la
Naturaleza.
El escritor alemán Wolfgang
Goethe veía en esto una alegoría de los ciclos humanos, afirmando que "el alma del hombre se asemeja al agua.
Llega al cielo y al cielo sube, y de nuevo ha de caer sobre la tierra en un
cambio sempiterno".
Muchas
culturas han visto a la lluvia como una bendición divina, que daría prosperidad
al pueblo mediante una buena cosecha. De esta forma, la lluvia es el semen del
Padre Cielo que fecunda a la Madre Tierra, dando origen a la vida terrenal.
Revalorizar el agua
Las
cañerías de la ciudad le han quitado al agua su encanto, pues el esfuerzo en la
búsqueda del preciado líquido no existe. Simplemente caminamos unos pocos pasos
y tenemos agua para saciar nuestra sed.
Luis Pérez Aguirre
señala que "estamos demasiado
acostumbrados a la realidad del agua. Desde que la domesticamos con nuestra
técnica y la industrialización, se nos conviertió en algo común y banal. Su
presencia es exigida sin ser valorada. Está demasiado cerca nuestro. Basta
abrir una canilla, usar una ducha o ver las cañerías, para que su misterio
quede esfumado".
En
la vida al aire libre, nuestra relación con el agua es bien distinta.
Generalmente no está a nuestro alcance, sino que debemos empeñarnos por conseguirla.
En las caminatas, debemos cargarla a nuestras espaldas, cuidándola como un
precioso tesoro, para beberla prudentemente en los descansos del agotador
sendero.
Somos agua
Nuestro
organismo se compone -básicamente- de agua, por lo cual no es falaz afirmar que
esencialmente "somos agua".
El científico Claude Bernard afirmaba que "cuando el hombre salió del mar,
se llevó el océano consigo" y Jacques
Cousteau compartía esta opinión al decir: "El agua de mis células
reacciona recordándome que soy el mar".
Aplicación práctica
1)
Meditación sobre el
simbolismo del río o del cruce del río.
2) Estudio sobre el agua según la tradición esotérica.
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