Fogg Phileas
Las
tradiciones antiguas relacionan al fuego con la divinidad. Esta idea se hace
evidente en el mito de Prometeo, donde el héroe arrebata el fuego a los dioses
para ser entregarlo a la humanidad. Su audacia lo condenaría a sufrir el
castigo divino de estar encadenado eternamente y que un águila le devorara el
hígado todos los días, ya que éste volvía a desarrollarse.
Los
platónicos creían que el fuego era el elemento más relevante. Quien nos revela
este concepto es Aristóteles, quien
decía que
"los pitagóricos afirman que en centro se halla el fuego, y que la Tierra, siendo uno de los astros, moviéndose en círculo alrededor del centro, produce el día y la noche. A los platónicos, empero, les parece que no debe atribuirse a la Tierra la posición central, pues creen que el lugar más digno debe pertenecer al elemento más digno, y que el fuego es más digno que la Tierra".
"los pitagóricos afirman que en centro se halla el fuego, y que la Tierra, siendo uno de los astros, moviéndose en círculo alrededor del centro, produce el día y la noche. A los platónicos, empero, les parece que no debe atribuirse a la Tierra la posición central, pues creen que el lugar más digno debe pertenecer al elemento más digno, y que el fuego es más digno que la Tierra".
El círculo de fuego
Desde
tiempos inmemoriales, los hombres buscaron calor y luz alrededor del fuego, por
lo cual podemos fácilmente relacionar a este elemento con la amistad y la
fraternidad entre los hombres. La figura geométrica que se forma naturalmente
en torno a los fogones es el círculo, por lo cual podemos representar al fuego
con esta figura geométrica.
El
simbolismo espiritual del fuego quizás se remonte al sabio Zoroastro, quien atribuye a Ahura Mazda (el bien) el símbolo del
fuego, y continuará en Grecia y Roma, donde Hestia (Vesta) era la diosa del
fuego. A ella le eran dirigidos todos los homenajes que le preparaban las vírgenes
Vestales , que cuidaban día y noche la flama sagrada.
El fuego del acampante
Quien
mejor ha reflejado el sentir del acampante frente al fuego ha sido Luis Pérez Aguirre en su magnífico
"Carnet de Ruta", donde dice:
"Cualquiera sea el número de personas a su alrededor, el fuego siempre logra crear un clima de serenidad y distensión. Parecería que tiene una fórmula especial que estrecha las amistades y hace olvidar los sinsabores de la lucha diaria.
En la oscuridad fraternal, entrecortada por los resplandores irregulares de las llamas que dibujan mil sombras extrañas, no sentimos casi la necesidad de comunicar con la palabra. Nos sentimos ligados por una comunión más intima que la del habla.
Esa tragedia muda y fantástica que se juega en la danza de las llamas es suficiente para apasionarnos; quizás porque es capaz de mantener ella sola el silencio y darle sentido.
El fuego que hemos encendido para nuestra alegría,
para nuestro calor o para nuestra cocina, nos habla con su presencia de muchas
cosas. Con el aire perfumado de la madera que se consume, llama constantemente
a la luz y a la vida subrayando la importancia de nuestras vidas. Para
comprender lo que significa el fuego, tenemos que salir de nuestras ciudades y
acampar. Solo allí nos librara su secreto completamente".
Elemento regenerador
El
fuego es un elemento purificador. Encontramos la regeneración a través del
fuego en el mito del ave fénix, que renace de sus cenizas. En la obra de
aventuras "Viaje al Centro de la Tierra", Julio Verne utiliza el símbolo del volcán como elemento
purificador. Los personajes de Verne entran en un volcán apagado (símbolo de la
ascensión) para salir purificados por un volcán en erupción. Esotéricamente
esta alegoría recibe el nombre de VITRIOL
(Visita Interiora Terrae Rectificando Invenies Occultum Lapidem, o Visita el
Interior de la Tierra y rectificándote encontrarás la piedra escondida).
El fuego es el elemento opuesto al agua, pero en su oposición encontramos una interesante coincidencia: ambos son los principales elementos purificadores en la mayoría de las culturas. Juan el Bautista decía: "Yo os bautizo en agua para arrepentimiento, mas el que viene tras de mí (...) os bautizará en Espíritu Santo y en fuego" (Mateo 3:11).
La antorcha
Una
antorcha representa al fuego "domesticado", pues se puede transportar
y gozar de los beneficios del fuego más allá del caprichoso avance de éste.
Tradicionalmente, las antorchas son instrumentos valiosos en las ceremonias, pues quien las lleva es un "portador de la luz", es decir que nos ayuda a apartarnos de las tinieblas. En el libro barroco de emblemas de Hohberg (1675), leemos que "cuando en una noche tenebrosa tiene que viajar un caminante y ve brillar una antorcha, ¡cuánto se alegra de verla! Así también la luz de Dios guía a los píos cuando en medio de la oscuridad pasan sus pruebas".
Cristo
dijo que Juan el bautista "era
antorcha que ardía y alumbraba" (Juan 5:35), dando a entender que era
un verdadero iluminado, portador de la luz espiritual.
La vela
Las
velas han vuelto a aparecer como elemento decorativo, pues en este mundo
ultratecnológico, el símbolo de la vela nos transporta imaginariamente al
pasado, cuando no existía la luz eléctrica. Para tener luz había que estar
cerca de la vela y esa proximidad con la vela también implicaba una proximidad
física con los seres queridos.
Una vela también implica intimidad y paz. En ella están presentes los cuatro elementos.
Por
esta razón, las velas que parecían destinadas a desaparecer en el mundo
moderno, han renacido como el ave fénix para brindar nuevamente su calor y su
luz.
La ceniza
Las
cenizas que quedan después de una fogata nos enseñan la ilusión del mundo, su
continuo devenir. Pérez Aguirre nos
revela que "la presencia de la
ceniza nos habla siempre de algo que ha vivido y se ha sacrificado. El fuego
que nos dio calor y luz a la noche, que cocinó nuestros alimentos y secó
nuestras ropas húmedas. Es el testimonio de algo que no podrá ser repetido
idénticamente. Esa rama convertida en ceniza ya no podrá volver a encenderse ni
prestar nuevamente sus servicios".
Es además símbolo de purificación, pues son el testimonio de la fuerza abrasadora del fuego. En lenguaje espiritual se habla de la "muerte mística", o sea la iniciación espiritual, donde muere el hombre viejo y nace el nuevo. El símbolo de esta nueva vida está dada por las cenizas, que nos recuerdan la regeneración del ave fénix.
Las salamandras
En
la tradición esotérica, los espíritus elementales del fuego son conocidos como
"salamandras", que se distinguen por su poder, pudiéndose aparecer
como lenguas o bolas de fuego. Generalmente sus formas son serpenteantes y
causan diversos fenómenos relacionados con el fuego, como los rayos y los
incendios.
Desde un punto de vista alegórico, la salamandra simboliza la imperturbabilidad del aspirante espiritual frente a la sociedad profana que lo rodea. Las personas virtuosas pueden estar en el más bajo de los ambientes y permanecer firmes en sus convicciones. Son salamandras: permanecen en el fuego, pero no se queman.
Aplicación
práctica
1)
Concentración en la fogata o
en la llama de una vela.
2)
Estudios sobre el Fuego
según las concepciones esotéricas.
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