Luc Benoist
En una perspectiva general,
se encuentra en algunos filósofos griegos la noción de esoterismo aplicada a
una enseñanza oral, trasmitida a algunos discípulos elegidos. Aunque sea
difícil en estas condiciones conocer su naturaleza, es posible deducir, a
partir de estas mismas condiciones que esta enseñanza superaba el nivel de una
filosofía y de una exposición racional para alcanzar una verdad más profunda,
destinada a penetrar de sabiduría el ser entero del discípulo, su alma y su
espíritu al mismo tiempo. Tal parece haber sido el objeto verdadero de las
lecciones de Pitágoras, las que, a través de Platón, han llegado hasta los
neopitagóricos de Alejandría.
Esta concepción de dos aspectos de una doctrina, uno exotérico y el
otro esotérico, opuestos en apariencia y en realidad complementarios, puede
generalizarse, ya que se funda sobre la naturaleza de las cosas. Aun cuando
esta distinción no es abiertamente reconocida, existe necesariamente en toda
doctrina que goce de alguna profundidad, algo que corresponda a estos dos
aspectos, que traducen las bien conocidas antítesis de lo exterior y lo
interior, el cuerpo y la médula, lo evidente y lo oculto, el camino ancho y el
estrecho, la letra y el espíritu, la cáscara y la sustancia. En la misma
Grecia, la doctrina de los filósofos había sido precedida en este camino por
los misterios religiosos, cuyo mismo nombre implica el silencio y el secreto.
No se ignora que los mistas debían jurar no revelar nada sobre los misterios
que los dramas litúrgicos de las célebres noches de Eleusis les habían
permitido conocer y mantuvieron su juramento a la perfección.
Habitualmente lo prohibido perteneciente a un conocimiento de cierto
orden, presenta grados diversos según su naturaleza. Puede ser simplemente un
silencio disciplinario destinado a probar el carácter de los postulantes, como
lo practicaban los pitagóricos. O bien, el silencio puede proteger secretos
técnicos relacionados con la práctica de un oficio, ciencia o arte y todas las
profesiones antiguas se encontraban en este caso. El ejercicio de ellas exigía
cualidades precisas y comprendía fórmulas que estaba prohibido divulgar.
Si pasamos ahora más allá del sentido literal, la oscuridad de una
doctrina puede subsistir pese a una exposición muy clara y completa. En este
caso el carácter esotérico deriva de la desigualdad de los espíritus y de una
incomprensión real por parte de los oyentes. Otro tipo de secreto es el que
corresponde al simbolismo de toda expresión escrita o hablada, sobre todo
cuando se trata de una enseñanza espiritual.
Siempre quedará en la expresión de
la verdad algo de inefable, pues el lenguaje no es apto para traducir los
conceptos sin imágenes del espíritu. Finalmente y sobre todo, el verdadero
secreto se justifica como tal por naturaleza; no reside en la capacidad de
nadie el divulgarlo. Se mantiene inexpresable e inaccesible para los profanos y
no se lo puede alcanzar de otro modo que con la ayuda de los símbolos. Lo que
trasmite el maestro al discípulo no es el secreto mismo, sino el símbolo y la
influencia espiritual que hacen posible su comprensión.
Así la noción de esoterismo implica en definitiva, tres etapas o tres
envolturas de dificultades crecientes. El misterio es en primer lugar lo que se
recibe en silencio, después, aquello de lo que está prohibido hablar,
finalmente, aquello de lo que es difícil hablar. El primer impedimento está
constituido por la forma misma de toda expresión. Es un esoterismo
"objetivo". El segundo depende de la naturaleza imperfecta de la
persona a quien se dirige. Se trata de un esoterismo “subjetivo”. Por último,
el postrer velo que oculta la verdad al expresarla afinca en su carácter
natural de inescrutable. Es éste el esoterismo "esencial" o
metafísico el que esperamos tratar más particularmente, pues gracias a él se
unifican interiormente todas las doctrinas tradicionales.
Es necesario agregar que si existe una correlación lógica entre
exoterismo y esoterismo, no hay una equivalencia exacta entre ellos, pues el
lado interior domina al exterior al que integra al superarlo, incluso cuando el
aspecto externo ha tomado como en Occidente la forma religiosa. El esoterismo,
por consiguiente no es sólo el aspecto íntimo de una religión, ya que el
exoterismo no posee siempre y obligatoriamente una forma religiosa y la
religión no tiene el monopolio de lo sagrado.
El esoterismo no es tampoco una
religión especial para uso de los privilegiados, como a veces se supone, pues
él no es autosuficiente, tratándose sólo de un punto de vista mas profundo
sobre las cosas sagradas. Permite comprender la verdad interior que expresa
toda forma, religiosa o no. En la religión domina el carácter de lo social,
aunque éste no sea exclusivo.
Ella es para todos, mientras que el esoterismo no
es accesible, sino a algunos. Y esto no por gusto, sino por naturaleza. Lo que
es secreto en el esoterismo llega a ser misterio en la religión. La religión es
una exteriorización de la doctrina limitada a lo que es necesario para la
salvación común de los hombres, siendo esta salvación una liberación detenida
en el plano del ser. En efecto, la religión considera exclusivamente al ser en
su estado individual y humano y le asegura las mejores condiciones psíquicas y
espirituales compatibles con este estado, sin intentar hacerlos salir de aquí.
En verdad que el hombre, en tanto que hombre, no puede superarse a sí
mismo. Pero si puede alcanzar un conocimiento y una liberación por
identificación, es porque posee ya en sí un estado universal correspondiente.
El esoterismo, que como vamos a ver, toma para revelársenos el canal metódico
de la iniciación, tiene por objeto liberar al hombre de los límites de su
estado humano, hacer efectiva la capacidad que ha recibido de alcanzar los
estados superiores en forma activa y duradera gracias a ritos rigurosos y
precisos.
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