SECCIÓN I
SIMBOLISMO E IDEOGRAFÍA
¿No
es siempre un símbolo para quien sabe
distinguir,
una revelación más o menos clara, o
confusa,
de lo semejante a Dios?... A través de
todas
las cosas... brilla débilmente algo de la
Idea
Divina. Más aún: la enseña más elevada que
han
encontrado jamás los hombres y que han
abrazado,
la cruz misma, no posee significación
alguna,
salvo una accidental y extrínseca.
CARLYLE,
Sartor Resarius
El
estudio del significado oculto en cada una de las leyendas religiosas y
profanas de cualquiera nación, ya sea grande o pequeña, y especialmente en las
tradiciones del Oriente, ha ocupado la mayor parte de la vida de la que estas
líneas escribe. Ella es de los que poseen la convicción de que ninguna fábula
mitológica, ningún suceso tradicional de las leyendas de un pueblo, ha sido en
tiempo alguno pura ficción, sino que cada una de semejantes narraciones
encierra algo de verdaderamente histórico. En esto difiere la autora de
aquellos mitólogos, por grande que sea su reputación, que no ven en cada mito
más que la confirmación de la tendencia supersticiosa de los antiguos, y que
creen que todas las mitologías han tenido su origen en los mitos solares
y se basan en los mismos. A semejantes pensadores superficiales les ha puesto
admirablemente en el lugar que les corresponde el poeta y egiptólogo Mr. Gerald
Massey, en una conferencia sobre “Luniolatría, Antigua y Moderna”. Su crítica
acerada es digna de reproducirse en esta parte de nuestra obra, por ser eco
fiel de nuestros propios sentimientos, tan abiertamente expresados desde 1875,
cuando escribimos “Isis sin Velo”.
Durante
los últimos treinta años, el profesor Max Müller ha estado enseñando en sus
libros y discursos, en el Times, Saturday Review y en varias revistas,
desde la tribuna de la Royal Institution, en el púlpito de la Abadía de
Westminster, y en su cátedra de Oxford, que la mitología es una enfermedad del
lenguaje, y que el antiguo simbolismo era resultado de algo parecido a una
aberración mental primitiva.
“Sabemos
-dice Renouf, repitiendo a Max Müller, en sus conferencias de Hibbert- que la
mitología es la enfermedad que brota durante un estado peculiar de la
cultura humana”. Tal es la trivial explicación de los no evolucionistas, y
semejantes explicaciones son todavía aceptadas por el público inglés, que
piensa por cerebros de otros. El profesor Max Müller, Cox, Gubernatis y otros
tratadistas de mitos solares, nos han descrito al primitivo inventor de mitos
como una especie de metafísico indo germanizado, proyectando su propia sombra
sobre una niebla mental, y hablando ingeniosamente del humo, o por lo menos de
las nubes; convirtiendo el cielo sobre su cabeza en la cúpula del país
de los sueños, pintarrajeada con las imágenes de pesadillas aborígenes.
Conciben al hombre primitivo a su semejanza, y le contemplan como
irresistiblemente inclinado a la propia mixtificación, o como dice Fontenelle,
“sujeto a contemplar cosas que no existen”. Ellos han presentado bajo un
aspecto falso al hombre primitivo o arcaico, como inducido desde un principio y
de un modo estúpido, por una imaginación activa y falta de dirección, a creer
toda suerte de falsedades, que eran inmediata y constantemente contradichas por
su propia experiencia diaria; como un necio fantástico en medio de aquellas
feas realidades con que le agobiaba la experiencia, a manera de los iceberg
aplastantes que dejan sus huellas en las rocas sumergidas en el mar. Quédame
por decir, y algún día se reconocerá como cierto, que estos maestros, aceptados
como tales, no se han aproximado más a los principios de la mitología y del
lenguaje, que el poeta Willie de Burns a Pegaso. He aquí mi contestación: Es
sólo un sueño del metafísico teórico, creer que la mitología fuese una
enfermedad del lenguaje o de cualquier otra cosa que no sea su propio cerebro.
El origen y el significado de la mitología ha sido totalmente equivocado por
estos traficantes en mitos solares. La Mitología era un modo primitivo de objetivar
el pensamiento primitivo. Estaba fundada en hechos naturales, y todavía puede
comprobarse en los fenómenos. Nada hay de insano ni de irracional en ella,
cuando se la considera a la luz de la evolución, y cuando se comprende por
completo su manera de expresarse por el lenguaje de los signos. La locura
consiste en tomarla por historia humana o por revelación Divina. La
Mitología es el depósito de la ciencia más antigua del hombre, y lo que
principalmente nos interesa, es lo siguiente: cuando sea de nuevo interpretada
correctamente, está destinada a ocasionar la muerte de aquellas falsas
teologías a que sin saberlo ha dado origen.
En la
fraseología moderna se dice algunas veces que una afirmación es mítica en
proporción de su falsedad; pero la antigua mitología no era un sistema o modo
de falsificación en ese sentido. Sus fábulas eran medios de comunicar hechos;
no eran ni falsificaciones ni ficciones... Por ejemplo, cuando los egipcios
representaban a la luna como un gato, no eran tan ignorantes que
supusiesen que la luna era un gato; ni veían en su extraviada fantasía parecido
alguno de la luna con un gato; ni tampoco era el mito-gato mera expansión de
metáfora verbal, ni tenían ellos intención de crear embrollos y enigmas...
Habían observado simplemente que el gato veía en la oscuridad, y que sus ojos
aumentaban y se hacían más luminosos por la noche. La Luna era durante la noche
el vidente en los cielos, y el gato era su equivalente en la tierra; y así el
gato doméstico fue adoptado como un signo natural y representativo, como una
pintura viviente del orbe lunar... Y de esto provino que el Sol, que en el
mundo de abajo veía durante la noche, pudo también ser llamado el gato, como
sucedió, porque también vela en las tinieblas. El nombre del gato es mau
en egipcio, que significa vidente, de mau, ver. Un tratadista de
mitología asegura que los egipcios “imaginaban un gran gato tras del sol, el
cual era la pupila del ojo del gato”. Pero esta suposición es por completo
moderna. es la mercancía de Max Müller en el mercado. La Luna, como gato,
era el ojo del sol, porque
reflejaba la luz solar, y porque el ojo refleja la imagen en su espejo. En
la forma de la diosa Pashtr, el gato vigila por el sol, sujetando y destrozando
con su garra la cabeza de la serpiente de las tinieblas, llamada su eterna
enemiga.
Ésta
es una exposición muy correcta de los mitos lunares bajo su aspecto
astronómico. Sin embargo, la Selenografía es la menos esotérica de las
divisiones de la simbología lunar. Para dominar la Selenognosis -si se nos
permite la invención de la palabra- es necesario llegar a conocer a fondo algo
más que su significado astronómico. La Luna está íntimamente relacionada con la
Tierra, como se ha mostrado en las Estancias; y está más directamente
relacionada con todos los misterios de nuestro Globo, que el mismo
Venus-Lucifer, hermano oculto y alter ego de la Tierra.
Las
infatigables investigaciones de los mitólogos occidentales, especialmente de
los alemanes, durante el último siglo y en el presente, han hecho ver a las
personas libres de prejuicios, y, por supuesto, a los ocultistas, que sin el
auxilio de la simbología (con sus siete divisiones, por completo desconocidas
de los modernos), ninguna escritura sagrada antigua puede ser comprendida
correctamente. La simbología debe ser estudiada en cada uno de sus aspectos,
pues cada nación tiene su método peculiar de expresión; en una palabra, ningún
papiro egipcio, ninguna olla india, ningún ladrillo asirio ni ningún manuscrito
hebreo, debe leerse y aceptarse literalmente.
Esto
lo saben los eruditos. Las sabias conferencias de Mr. Gerald Massey, bastan por
sí solas para convencer a cualquier cristiano de recto criterio, que el aceptar
la letra muerta de la Biblia, equivale a caer en un error más grosero y
supersticioso que cualquiera de los que hasta el presente ha elaborado el
cerebro de los salvajes insulares del mar del Sur. Pero el punto en que el
orientalista -ya sea arianista o egiptólogo- que más ame la verdad, y que con
más ahínco la busque, parece que continúa ciego, es el hecho de que cada uno de
los símbolos en los papiros u ollas, es un diamante de muchas facetas, cada una
de las cuales, no sólo encierra varias interpretaciones, sino que se relaciona
igualmente con varias ciencias. De esto es un ejemplo la interpretación que se
acaba de citar de la luna simbolizada por el gato, ejemplo de imagen
sidéreo-terrestre; pues la luna encierra muchos otros significados además de
éste, en otras naciones.
Según
ha sido demostrado por un sabio masón y teósofo, Mr. Kenneth Mackenzie, en su Royal
Masonic Cyclopedia , hay una gran diferencia entre el emblema y el
símbolo. El primero “comprende una serie mayor de pensamientos que el
último, el cual, puede decirse más bien que encierra una sola idea especial”.
De aquí que los símbolos -lunares o solares, por ejemplo- de varios países,
comprendiendo cada uno una idea o series de ideas especiales, forman
colectivamente un emblema esotérico. El último es “una pintura o signo concreto
visible, que representa principios o una serie de principios, comprensibles
para aquellos que han recibido ciertas instrucciones (Iniciados)”.
Diciéndolo aún más claro, un emblema es generalmente una serie de pinturas
gráficas, consideradas y explicadas alegóricamente, y que desarrollan una
idea en vistas panorámicas, presentadas unas después de otras. De este modo los
Purânas son emblemas escritos. Igualmente lo son el Antiguo o Mosaico y
Nuevo o cristiano Testamentos, o la Biblia, y todas las demás Escrituras
exotéricas. La misma citada autoridad dice:
Todas
las sociedades esotéricas han hecho uso de los emblemas y los símbolos, como
sucede con la Sociedad Pitagórica, la de los eleusinos, la de los Hermanos
Herméticos de Egipto, la de los Rosacruces y la de los Francmasones. Muchos de
estos emblemas no son de conveniente divulgación, y una diferencia muy
pequeña puede hacer que el emblema o símbolo difiera grandemente de su
significado. Los sigilla mágicos, fundados en ciertos principios de los
números, participan de su carácter; y aun cuando parecen monstruosos y
ridículos a los ojos del ignorante, demuestran todo un cuerpo de doctrina a los
que han aprendido a reconocerlos.
Las
sociedades antes mencionadas, son todas comparativamente modernas; pues ninguna
de ellas se remonta más allá de la Edad Media. ¡Cuánto más conveniente no es,
pues, que los estudiantes de las escuelas arcaicas más antiguas se abstengan de
divulgar secretos de una importancia mucho más capital para la humanidad (por
ser peligrosos en manos de ignorantes), que los llamados “secretos masónicos”,
que se han convertido actualmente, como dicen los franceses, en los de
Polichinela! Pero esta restricción puede tan sólo aplicarse al significado
psicológico, o más bien al psicofisiológico y cósmico del símbolo y emblema, y
aun así, sólo parcialmente.
Un Adepto debe negarse a participar las condiciones
y modos que conducen a una correlación de elementos (ya sean psíquicos o
físicos), que pueden producir resultados perniciosos lo mismo que benéficos;
pero siempre está pronto a comunicar al estudiante serio, el secreto del
antiguo pensamiento en todo lo que se refiere a la historia que se halla oculta
bajo símbolos mitológicos, suministrando así un horizonte mayor a la vista
retrospectiva del pasado, que contenga datos útiles relacionados con el origen
del hombre, la evolución de las Razas y la geognosia; y, sin embargo, esta es
la queja del día, no sólo entre los teósofos, sino también entre los pocos
profanos que se interesan en el asunto: ¿Por qué -dicen- no revelan los Adeptos
lo que saben? A esto se les podría contestar: ¿Cómo han de hacerlo, toda vez
que de antemano sabemos que ningún hombre científico aceptaría, ni siquiera
como hipótesis, y mucho menos, por tanto, como teoría o axioma, los hechos que
le comunicasen? ¿Habéis llegado vosotros siquiera a aceptar o creer en el abecé
de la Filosofía Oculta que contiene el Teosophist, el Buddhismo Esotérico,
y otras obras y revistas? ¿No ha sido, hasta lo poco que se ha dado,
ridiculizado y escarnecido, y confrontado con la “teoría animal” y con la del
“mono” de Huxley y de Haeckel por un lado, y con la costilla de Adán y la
manzana por otro? A pesar de estas perspectivas tan poco envidiables, se da en
la obra presente una multitud de hechos; y el origen del hombre, la evolución
del Globo y de las Razas, humanas y animales, se tratan ahora con toda la
extensión que la escritora puede hacerlo.
Las
pruebas que se han presentado en corroboración de las antiguas enseñanzas, se
hallan esparcidas en todas las escrituras de las civilizaciones de la
Antigüedad. Los Purânas, el Zend Avesta y los antiguos clásicos,
están llenos de ellas; pero nadie se ha tomado la molestia de recopilar estos
hechos y confrontarlos entre sí. La causa de ello es que todos estos hechos
fueron registrados simbólicamente; y que los más expertos, las inteligencias
más penetrantes entre nuestros arianistas y egiptólogos, han sido oscurecidas
por conceptos preconcebidos, y aún con más frecuencia, por los puntos de vista
parciales del significado secreto. Sin embargo, hasta una parábola es un
símbolo hablado; según piensan algunos, no es más que una ficción o fábula;
mientras que nosotros decimos que es una representación alegórica de
realidades, de la vida, de sucesos y de hechos. Y así como de una parábola se
deduce siempre una moral, siendo esta moral una verdad y un hecho real de la
vida humana, del mismo modo se deducía un hecho histórico verdadero (por
aquellos que estaban versados en las ciencias hieráticas), de ciertos emblemas
y símbolos registrados en los antiguos archivos de los templos. La historia
religiosa y esotérica de todas las naciones se encontraba embebida en los
símbolos; nunca fue literalmente expresada en muchas palabras.
Todos los
pensamientos y emociones, toda la instrucción y conocimientos revelados y
adquiridos de las primeras Razas, tenían su expresión pictórica en la alegoría
y en la parábola. ¿Por qué? Porque las palabras habladas tienen una potencia
no sólo desconocida, sino que no se sospecha siquiera, ni se cree naturalmente
por los “sabios” modernos. Porque el sonido y el ritmo están estrechamente
relacionados a los cuatro Elementos de los antiguos; y porque tal o cual
vibración en el aire, es seguro que despierta los Poderes correspondientes, y
la unión con los mismos produce resultados buenos o malos, según el caso. Nunca
se permitió a ningún estudiante recitar narraciones de hechos históricos,
religiosos, ni reales, con palabras que claramente los determinasen, para
evitar que los Poderes relacionados con tales sucesos pudiesen ser atraídos
nuevamente. Tales acontecimientos se narraban tan sólo durante la Iniciación, y
todos los estudiantes tenían que registrarlos en los símbolos correspondientes,
sacados de su propia mente y examinados después por su Maestro, antes de ser
definitivamente aceptados. Así, paulatinamente, fue creado el Alfabeto Chino,
del mismo modo que poco antes de éste habían sido determinados los símbolos
hieráticos en el antiguo Egipto. En la lengua china, cuyos caracteres pueden
leerse en cualquier otra lengua, y el cual, como acaba de decirse, es poco
menos antiguo que el alfabeto egipcio de Thoth, todas las palabras tienen su
símbolo correspondiente, en forma pictórica. Esta lengua posee muchos miles de
tales símbolos, letras o logogramas, cada uno de los cuales significa toda una
palabra; pues letras propiamente, o un alfabeto, como lo entendemos, no existen
en el idioma chino, como tampoco existían en el egipcio, hasta una época mucho
más cercana.
De
este modo, un japonés que no sepa una palabra de chino, al encontrarse con uno
de esta nación que nunca haya oído la lengua del primero, se puede comunicar
con él por escrito, y se comprenderán perfectamente, puesto que su escritura es
simbólica.
La
explicación de los principales símbolos y emblemas, es lo que ahora se intenta;
pues el Libro III, que trata de Antropogénesis, sería excesivamente difícil de
comprender sin un conocimiento preparatorio, al menos de los símbolos
metafísicos.
Por
otro lado, no sería justo entrar en la lectura esotérica del simbolismo, sin
tributar el debido homenaje a quien ha hecho un grandísimo servicio en este
siglo, descubriendo la clave principal de la antigua simbología hebrea,
entretejida de modo acentuado con la metrología, una de las claves de lo que
fue en otro tiempo Lenguaje del Misterio universal. Me refiero a Mr. Ralston
Skinner, de Cincinnati, autor de The Key to the Hebrew-Egyptian Mystery in
the Source of Measures (Clave del Misterio Hebreo-Egipcio en el Origen de
las Medidas), a quien por este concepto damos las gracias. Místico y kabalista
por naturaleza, trabajó durante muchos años en este sentido, y sus esfuerzos
fueron verdaderamente coronados de gran éxito. Según él mismo dice:
El
que esto escribe está completamente seguro de que hubo un antiguo lenguaje que
se ha perdido para los tiempos modernos hasta la época presente, pero cuyos
vestigios, sin embargo, existen en abundancia... El autor descubrió que esta
razón geométrica (la razón integral numérica del diámetro a la circunferencia
del círculo) era el origen, muy antiguo y probablemente divino..., de las
medidas lineales... Parece casi probado que el mismo sistema de geometría, de
números, de razón y de medidas, era conocido y usado en el continente de la
América del Norte, aun antes que lo conocieran los descendientes semitas...
La
particularidad de este lenguaje era que podía estar contenido dentro de otro,
de un modo oculto, y que no podía ser percibido sino con la ayuda de ciertas
instrucciones especiales; letras y signos silábicos poseían al mismo tiempo,
los poderes o significado de los números, de las figuras geométricas, las
pinturas, o la ideografía y símbolos, cuyo objeto dibujado era expresamente
auxiliado por parábolas en forma de narraciones o porciones de narraciones; y a
la vez podían ser expuestas separada, independientemente y de varios modos, por
medio de pinturas, en trabajos en piedra
o en construcciones de tierra.
Para
esclarecer una ambigüedad referente al término lenguaje, diré: primero, que
esta palabra significa la expresión hablada de las ideas; y segundo, que puede
significar la expresión de las ideas en otra forma. Este antiguo lenguaje está
de tal modo compuesto en el texto hebreo que, por medio de los caracteres
escritos, al ser pronunciados forman el lenguaje primeramente definido, puede
comunicarse, intencionalmente, una serie de ideas muy distintas de las que se
expresan por la lectura de los signos fonéticos. Este segundo idioma manifiesta
veladamente series de ideas, copias en la imaginación de cosas sensibles, que
pueden ser dibujadas, y de cosas que pueden clasificarse como reales sin ser
sensibles; como, por ejemplo, el número 9 puede ser tomado como una realidad
aun cuando no tiene existencia sensible; asimismo una revolución, puede tomarse
como dando lugar, o produciendo una idea real, a pesar de que semejante
revolución no tiene substancia. Este lenguaje de ideas puede consistir en
símbolos que se hallen concretados en términos y signos arbitrarios, que tengan
un campo muy limitado de conceptos sin importancia, o puede ser una lectura de
la Naturaleza, en alguna de sus manifestaciones, de un valor casi
inconmensurable, para la civilización humana. Una imagen de algo natural, puede
dar origen a ideas de asuntos coordinados que radien en varias y hasta en
opuestas direcciones, como los rayos de una rueda, dando lugar a realidades
naturales que pertenezcan a un género de ideas muy distinto de la tendencia aparente
de la lectura primera, por la que se principió.
Una noción puede originar la
noción relacionada; pero al tener esto efecto, todas las ideas resultantes, por
muy incongruentes que en apariencia sean, tienen que brotar del símbolo
original y estar armónicamente relacionadas unas a otras. Así pues, con una
idea dibujada, lo suficientemente radical, puede llegarse a idear el cosmos
mismo hasta en sus detalles de construcción. Semejante lenguaje común no se
emplea ya; pero el que esto escribe se pregunta si en alguna época muy remota
no era esta lengua, o una semejante, de uso universal en el mundo, y poseída, a
medida que se moldeaba más y más en sus formas de arcano, por sólo una clase o
casta selecta de la humanidad. Quiero decir con esto, que el lenguaje popular o
nativo comenzó, aun en su origen, a ser usado como vehículo de este modo
especial de comunicar las ideas. Sobre este punto los testimonios son de mucha
fuerza; y verdaderamente, parece como si en la historia de la raza humana
hubiese tenido lugar, por causas que no podemos averiguar, por lo menos en el
presente, la desaparición o pérdida de un lenguaje primitivo perfecto, y de un
sistema perfecto de ciencia. ¿Deberemos decir perfecto porque era de origen y
de importancia divino?.
“Origen
divino” no quiere significar aquí una revelación de un Dios antropomórfico, en
una montaña en medio de truenos y relámpagos; sino, según lo entendemos, un
lenguaje y un sistema de ciencias comunicados a la primera humanidad por una
humanidad más avanzada, tan elevada, que fuese divina a los ojos de
aquella humanidad infantil; en una palabra, por una “humanidad” de otras
esferas: Esta idea no contiene nada de sobrenatural, y el aceptarla o
rechazarla, depende del grado de presunción y arrogancia, de la persona a quien
se le exponga. Porque, si los profesores de la Ciencia moderna confesasen tan
sólo que, aun cuando nada saben del destino del hombre desencarnado -o más
bien, no quieren aceptar nada-, sin embargo este futuro puede estar preñado de
sorpresas y de revelaciones inesperadas para ellos (cuando sus Egos se vean
libres de sus cuerpos), entonces el escepticismo materialista tendría mucha
menos fortuna que la que tiene. ¿Quién de ellos sabe, o puede decir, lo que
sucederá cuando el Ciclo de Vida de este Globo toque a su fin, y hasta nuestra madre Tierra caiga en su último
sueño? ¿Quién osará afirmar que los Egos divinos de nuestra humanidad
-al menos los elegidos de entre las multitudes que pasan a otras esferas- no se
convertirán a su vez en los instructores “divinos” de una nueva humanidad, por
ellos generada, en un nuevo Globo, llamado a la vida y a la actividad por los
“principios” desencarnados de nuestra Tierra? Todo esto puede haber sido la
experiencia del Pasado, y estos extraños anales yacen embebidos en el “Lenguaje
del Misterio” de las edades prehistóricas; el lenguaje ahora llamado
SIMBOLISMO.
H.P. Blavatsky D.S T II
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