Descubrimientos
recientes hechos por grandes matemáticos y kabalistas, prueban de este modo,
fuera hasta de sombra de duda, que todas las teologías, desde la más antigua
hasta la última, han surgido, no sólo de un origen común de creencias
abstractas, sino de un lenguaje esotérico universal o del Misterio. Estos
sabios poseen la clave del lenguaje universal antiguo, y la han usado con
éxito, aunque sólo una vez, para abrir la puerta herméticamente cerrada
que conduce al Vestíbulo de los Misterios. El gran sistema arcaico conocido
desde las edades prehistóricas como la Ciencia Sagrada de la Sabiduría, que está
contenido y puede encontrarse en todas las religiones antiguas así como en las
modernas, tenía, y tiene aún, su lenguaje universal -sospechado por el masón
Ragón- la lengua de los Hierofantes, que tiene siete “dialectos”, por decirlo
así, cada uno de los cuales se refiere y está particularmente apropiado a uno
de los siete misterios de la Naturaleza. Cada uno de ellos tenía su simbolismo
propio. La Naturaleza podía ser leída de este modo en su plenitud, o
considerada bajo uno de sus aspectos especiales.
La prueba de esto reside, hasta el
presente, en la gran dificultad que los orientalistas en general, y
especialmente los indianistas y egiptólogos, experimentan en la interpretación
de los escritos alegóricos de los arios y de los anales hieráticos de Egipto.
Esto sucede porque nunca quieren tener presente que todos los anales antiguos
estaban escritos en una lengua que era universal y conocida igualmente por
todas las naciones en los días de la antigüedad, pero que ahora sólo es
inteligible para unos pocos. Así como los números arábigos son claros para
cualquier hombre, sea cual fuere su nacionalidad; o así como la palabra inglesa
and, que se convierte en et para los franceses, en und
para los alemanes, en y para los españoles, y así sucesivamente, puede empero
expresarse en todas las naciones civilizadas con el signo &, igualmente
todas las palabras de esta Lengua del Misterio significaban la misma cosa para
todos los hombres. Ha habido hombres notables que han tratado de restablecer un
lenguaje filosófico y universal semejante: Delgarme, Wilkins, Leibnitz;
pero Demaimieux, en su Pasigraphie, es el único que ha probado su
posibilidad. El esquema de Valentín, llamado la “Kábala Griega”, basado en la
combinación de letras griegas, puede servir de modelo.
Los
muchos aspectos del Lenguaje del Misterio han conducido a la adopción de dogmas
y ritos variadísimos, en el exoterismo de los rituales de las Iglesias. Ellos
son, también, los que están en el origen de la mayor parte de los dogmas de la
Iglesia Cristiana; como por ejemplo, los siete Sacramentos, la Trinidad, la
Resurrección, los siete Pecados Capitales y las siete Virtudes. Sin embargo,
habiendo estado siempre las Siete Claves de la Lengua del Misterio bajo la
custodia de los más elevados Hierofantes iniciados de la antigüedad, sólo el
uso parcial de alguna de las siete pasó, por traición de algunos de los
primeros Padres de la Iglesia -ex Iniciados de los Templos- a manos de la nueva
secta de los nazarenos. Algunos de los primeros Papas fueron Iniciados; pero
los últimos fragmentos de su saber han caído ahora en poder de los Jesuitas,
que los han convertido en un sistema de hechicería.
Se
afirma que la India -no con sus actuales límites, sino incluyendo los
antiguos- es el único país en el mundo que cuenta todavía, entre sus hijos,
Adeptos que poseen el conocimiento de
todos los siete subsistemas, y la clave del sistema completo. Desde la caída de Menfis, Egipto principió a perder
todas estas claves, una a una, y la Caldea sólo conservaba tres en los días de
Beroso. En cuanto a los hebreos, no demuestran en todos sus escritos más que un
conocimiento completo de los sistemas astronómico, geométrico y numérico de
simbolizar todas las funciones humanas y especialmente las fisiológicas. Nunca
han poseído las claves superiores.
Mr. Gaston Maspero, el gran egiptólogo
francés y sucesor de Mariette Bey, dice:
Cada
vez que oigo hablar de la religión de Egipto, me siento impulsado a preguntar a
qué religión egipcia se refieren. ¿Es a la religión de la Cuarta Dinastía,
o a la religión del período de los Ptolomeos? ¿Es a la religión del vulgo, o a
la de los sabios? ¿A aquella que se enseñaba en las escuelas de Heliópolis o a
aquella otra que se hallaba en las mentes y en
los conceptos de la clase sacerdotal de Tebas? Porque entre la primera
tumba de Menfis, que lleva la inscripción de un rey de la tercera dinastía, y
las últimas piedras grabadas en Esneh, bajo César-Filipo, el Árabe, hay un
intervalo de cinco mil años por lo menos. Dejando a un lado la invasión de los
Pastores, la dominación etíope y la de los Asirios; la conquista persa, la
colonización de los griegos y las mil revoluciones de su vida política, el
Egipto pasó, durante estos cinco mil años, por muchas vicisitudes morales e
intelectuales. El cap. XVII del Libro de los Muertos, que parece
contener la exposición del sistema del mundo, según era comprendido en
Heliópolis durante la época de las primeras dinastías, sólo nos es conocido por
unas cuantas copias de la undécima y duodécima dinastía. Cada uno de los
versículos que lo componen era ya interpretado de tres o cuatro maneras
distintas; tan diferentes, que según ésta o aquella escuela, el Demiurgo se
convertía en el fuego del sol, Ra-shu o
en el agua primordial. Quince siglos más tarde, el número de las
interpretaciones había aumentado considerablemente. El tiempo, en su
transcurso, había modificado las ideas sobre el Universo y las fuerzas que lo
rigen. Durante los dieciocho siglos escasos que existe el Cristianismo, la
mayoría de sus dogmas se han elaborado, desarrollado y cambiado; ¿cuántas
veces, pues, no habrá podido alterar sus dogmas el clero egipcio, durante los
cincuenta siglos que separan a Teodosio de los Reyes Constructores de las
Pirámides?
Creemos
que en este punto ha ido el eminente egiptólogo demasiado lejos. Los dogmas
exotéricos pueden haber sido a menudo alterados, pero nunca los esotéricos. No
ha tenido presente la sagrada inmutabilidad de las verdades primitivas, sólo
reveladas en los misterios de la Iniciación. Los sacerdotes egipcios habían
olvidado mucho, pero no alteraron nada. La pérdida de gran parte de las
enseñanzas primitivas fue debida a las muertes repentinas de grandes
Hierofantes, que fallecieron antes de haber tenido tiempo de revelar todo
a sus sucesores, y principalmente a causa de la falta de herederos dignos del
conocimiento. Sin embargo, han conservado en sus rituales y dogmas las
principales enseñanzas de la Doctrina Secreta.
Así, en el capítulo d el Libro de los
Muertos, mencionado por Maspero, se encuentra: 1º A Osiris diciendo que es
Tum (la fuerza creadora de la Naturaleza que da forma a todos los seres,
espíritus y hombres, generado por sí mismo, y por sí mismo existente), salido
de Nun, el río celestial, llamado la Madre-Paterna de los Dioses, la deidad
primordial, que es el Caos o el Océano, impregnado por el Espíritu invisible;
2º Él encontró a Shu, la fuerza solar, en la Escalera de la Ciudad de los Ocho
(los dos cuadrados del Bien y del Mal), y aniquiló los principios malos de Nun
(el Caos), los Hijos de la Rebelión; 3º Él es el Fuego y el Agua, esto es, Nun,
el Padre Primordial, y creó a los Dioses de sus miembros - catorce dioses (dos
veces siete), siete oscuros y siete luminosos (los siete Espíritus de la
Presencia de los cristianos y los Siete Espíritus malos); 4º Él es la Ley de la
Existencia y del Ser, el Bennu o Fénix, el Ave de la Resurrección en la
Eternidad, en quien la Noche sigue al Día y el Día a la Noche - alusión a los
ciclos periódicos de resurrección cósmica y de reencarnación humana; ¿pues qué
otra cosa puede significar? “El Viajero que cruza por millones de años, es el
nombre de uno; y las Grandes Verdes (Aguas Primordiales o Caos), es el nombre
del otro”: uno produciendo millones de
años en sucesión, y el otro absorbiéndolos, para devolverlos; 5º Él habla de
los Siete Luminosos que siguen a su señor, Osiris, que confiere la justicia, en
Amenti.
Todo
esto se ha demostrado ahora que ha sido la fuente y el origen de los dogmas
cristianos. Lo que los judíos tenían en Egipto, por Moisés y otros Iniciados,
se tornó bastante confuso y desfigurado en épocas posteriores; pero lo que la
Iglesia tomó de ambos, está todavía peor interpretado.
Sin
embargo, su sistema se ha probado actualmente que es idéntico en esta parte
especial de la simbología -principalmente la clave de los misterios de la
astronomía relacionados con los de la generación y concepción- a aquellas ideas
de las antiguas religiones cuya teología ha desarrollado el elemento fálico. El
sistema judío de medidas sagradas, aplicado a los símbolos religiosos, es el
mismo, en lo que se refiere a las combinaciones geométricas y numéricas que los
de Grecia, Caldea y Egipto; puesto que fue adoptado por los israelitas durante
los siglos de su esclavitud y cautiverio en aquellas dos últimas naciones.
¿Cuál era este sistema? El autor de The Source of Measures tiene la
íntima convicción de que “los Libros Mosaicos tenían por objeto, por medio de
un lenguaje artificial, el establecer un sistema geométrico y numérico de
ciencia exacta, que debía servir como origen de las medidas”. Piazzi Smyth cree
lo mismo. Algunos eruditos deducen que este sistema y estas medidas sn
idénticos a los usados en la construcción de la gran Pirámide; pero esto es tan
solo en parte. “El fundamento de esas medidas era la razón de Parker”, dice Mr.
Ralston Skinner en The Source of Measures.
El
autor de esta obra tan extraordinaria lo ha encontrado, dice, en el uso de la
razón integral del diámetro a la circunferencia de círculo, descubierto por
John A. Parker, de Nueva York. Esta razón es de 6561 para el diámetro, y 20612
para la circunferencia. Dice, además, que esta razón geométrica fue el origen
antiquísimo y probablemente divino de lo que ahora se ha convertido, por uso exotérico
y aplicación práctica, en las medidas lineales británicas, “cuya unidad
fundamental, esto es, la pulgada, era igualmente la base de uno de los codos
reales egipcios y del pie romano”.
Descubrió
también que había una forma modificada de la razón, a saber, 113 a 355; y que
mientras la última razón señalaba por medio de su origen a la integral exacta pi,
ó 6561 a 20612, servía también como base para cálculos astronómicos. El autor
descubrió que un sistema de ciencia exacta, geométrica, numérica y astronómica,
fundada en estas relaciones, y que se ha visto usado para la construcción de la
gran pirámide egipcia, era en parte el contenido de este lenguaje que se
halla contenido y oculto en la letra del texto hebreo de la Biblia. La pulgada
y la regla de dos pies, 24 pulgadas, interpretada para el uso de los elementos
del círculo, y las relaciones mencionadas, se vio que estaban en la base o
fundamento de este sistema natural de ciencia egipcio, y hebreo; mientras que,
por otra parte, parece evidente que el sistema mismo era considerado como de
origen y revelación divinos.
Pero
veamos lo que dicen los adversarios de las medidas de la pirámide del profesor
Piazzi Smyth.
Mr.
Petrie parece negarlas y echar por tierra los cálculos de Piazzi Smyth en sus
relaciones bíblicas. Otro tanto ha estado haciendo Mr. Proctor, el campeón
“coincidentalista”, durante muchos años, en todas las cuestiones de ciencias y
artes antiguas. Al hablar de “la multitud de relaciones independientes de la
Pirámide, que se han manifestado al tratar los piramidalistas de relacionar la
Pirámide con el sistema solar”, dice:
Estas coincidencias (las que “existirían
aunque no existiese la Pirámide”) son mucho más curiosas que cualquier
coincidencia entre la Pirámide y los números astronómicos; las primeras son tan
exactas y notables como reales; las segundas, que son sólo imaginarias
(?), han sido establecidas únicamente por el procedimiento que los chicos de
escuela llaman “hinchar el perro”; y ahora las nuevas medidas tomadas harán que
se rehaga el trabajo todo de nuevo.
A
esto contesta con razón Mr. C. Staniland Wake:
Tienen
que haber sido, sin embargo, más que meras coincidencias, si los
constructores de la pirámide poseían el conocimiento astronómico desplegado en
su perfecta orientación y en sus otras características astronómicas admitidas.
Los poseían seguramente; y en este “conocimiento”
estaba basado el programa de los Misterios y de la serie de Iniciaciones: de
aquí la construcción de la Pirámide, registro perdurable y símbolo
indestructible de estos Misterios e Iniciaciones en la Tierra, como lo son en
el Cielo los cursos de las estrellas. El ciclo de la Iniciación era una
reproducción en miniatura de aquella
gran serie de cambios cósmicos a que los astrónomos han dado el nombre
del año tropical o sideral. Lo mismo que a la conclusión del ciclo del año
sideral (25.868 años), vuelven los cuerpos celestes a las mismas posiciones
relativas que ocupaban al principio; así, al finalizar el ciclo de la
Iniciación, el hombre interno recobra el estado prístino de pureza y
conocimiento divinos, de donde partió al emprender su ciclo de encarnación
terrestre.
Moisés,
Iniciado en la Mistagogía egipcia,
basó los misterios religiosos de la nueva nación que creó, sobre la misma fórmula
abstracta derivada de este ciclo sideral, que simbolizó bajo la forma y medidas
del tabernáculo, que se supone construyó en el desierto. Sobre estos datos,
construyeron los últimos Grandes Sacerdotes judíos la alegoría del Templo de Salomón - edificio que no ha
tenido nunca existencia real, como tampoco el rey Salomón, que es simplemente
un mito solar, como el de Hiram Abif de los masones, según Ragón tiene bien
demostrado. Así pues, si las medidas de este templo alegórico, símbolo del
ciclo de la Iniciación, coinciden con las de la Gran Pirámide, es debido al
hecho de que las primeras se derivaron de las últimas, por medio del
Tabernáculo de Moisés.
Que
nuestro autor ha descubierto de un modo innegable una y hasta dos de
las claves se demuestra plenamente en la obra citada. No se necesita más
que leerla para sentir una convicción creciente de que el significado oculto de
las alegorías y parábolas de ambos Testamentos, se halla ahora de
manifiesto. Pero que él debe este descubrimiento mucho más a su propio genio
que a Parker y a Piazzi Smyth, es igualmente cierto. Pues, como se ha mostrado,
no es tan seguro que las medidas de la Gran Pirámide, tomadas y adoptadas por
los piramidistas bíblicos, estén fuera de toda duda. Una prueba de ello es la
obra llamada The Pyramids and Temples of Gizeh (Las Pirámides y Templos
de Gizeh), por Mr. F. Petrie, además de otras obras escritas muy recientemente
para contradecir los mencionados cálculos que sus autores llaman
“tendenciosos”. Colegimos que casi todas las medidas de Piazzi Smyth difieren
de las hechas posteriormente con más cuidado por Mr. Petrie, quien termina la
Introducción de su obra con el siguiente período:
Respecto de los resultados de toda investigación,
muchos de los teóricos estarán de acuerdo con un americano que era creyente
entusiasta en las teorías de la Pirámide cuando vino a Gizeh. Tuve allí el
gusto de disfrutar de su compañía durante un par de días, y la última vez que
comimos juntos, me dijo en tono triste: “Tengo la misma impresión que si
hubiera asistido a un funeral. Como quiera que sea, haced que las antiguas
teorías tengan un entierro decente, pero teniendo cuidado de no enterrar vivas,
en nuestra prisa, a las solamente heridas”.
Respecto
del cálculo, en general, del difunto J. A. Parker, y especialmente acerca de su
tercera proposición, hemos consultado a algunos eminentes matemáticos, quienes
en resumen han dicho que:
El
argumento de Mr. Parker se basa en consideraciones sentimentales más bien que
en consideraciones matemáticas, y lógicamente carece de fuerza.
La
Proposición III, a saber que:
El
círculo es la base o principio natural de toda área, siendo artificial y
arbitrario el haber hecho esto con el cuadrado, en la ciencia matemática
es un
ejemplo de proposición arbitraria, y no se puede tener confianza en ella en el
razonamiento matemático. La misma observación es aún más aplicable a la
Proposición VII, que declara que:
Puesto
que el círculo es la forma primitiva en la Naturaleza, y por ello la base del área;
y puesto que el círculo es medido por el cuadrado e igual al mismo sólo en
razón de la mitad de su circunferencia por el radio, por lo tanto, la
circunferencia y el radio, y no el cuadrado del diámetro, son los únicos
elementos naturales y legítimos del área, por los cuales todas las formas
regulares se hacen iguales al cuadrado, e iguales al círculo.
La
Proposición IX es un ejemplo notable de falso razonamiento, aun cuando es en el
que se basa principalmente la cuadratura de Mr. Parker. Afirma que:
El
círculo y el triángulo equilátero son opuestos uno al otro en todos los
elementos de su construcción, y de aquí que el diámetro de un círculo, que es
igual al diámetro fraccionario de un cuadrado, esté en razón duplicada e
inversa al diámetro de un triángulo equilátero, cuya área sea uno, etc.,
etcétera.
Admitiendo,
en gracia del argumento, que se pueda decir que un triángulo tenga un radio en
el sentido que le damos al radio de un círculo -pues lo que Parker llama el
radio de un triángulo es el radio de un círculo inscrito en el triángulo, y por
lo tanto, de ningún modo el radio del triángulo- y admitiendo por un momento
las otras proposiciones matemáticas e imaginarias, unidas en sus premisas, ¿por
qué hemos de deducir que si el triángulo y el círculo son opuestos en todos los
elementos de construcción, el diámetro de cualquier círculo definido ha de
estar en la razón duplicada e inversa del diámetro de un triángulo dado
equivalente? ¿Qué relación necesaria hay entre las premisas y la deducción? El razonamiento
es de una clase desconocida en geometría, y no sería aceptado por verdaderos
matemáticos.
Que
el sistema arcaico esotérico haya o no originado la pulgada inglesa, es de poca
importancia, sin embargo, para el metafísico estricto y verdadero. No es
incorrecta la interpretación esotérica de la Biblia de Mr. Ralston Skinner,
sólo porque las medidas de la Pirámide pueda verse que no concuerdan con las
del Templo de Salomón, con las del Arca de Noé, etc., o porque la Cuadratura
del Círculo de Mr. Parker sea rechazada por los matemáticos. Pues la
interpretación de Mr. Skinner depende principalmente de los métodos
kabalísticos y del valor rabínico de las letras hebreas. Sin embargo, es de
mucha importancia comprobar si las medidas usadas en la evolución de la
religión simbólica aria en la
construcción de sus templos, en las cifras que se dan en los Purânas,
especialmente en su cronología, sus símbolos astronómicos, la duración de los
ciclos y otros cómputos, eran o no las mismas empleadas en las medidas y signos
bíblicos. Pues esto probará que, a menos que los judíos tomasen su codo y
medidas sagradas de los egipcios (Moisés siendo iniciado por sus Sacerdotes),
tuvieron que adquirir estas nociones en la India. En todo caso, las
transmitieron a los primeros cristianos. De aquí que los ocultistas y
kabalistas son los verdaderos herederos del conocimiento o Sabiduría Secreta
que se encuentra en la Biblia; pues ellos únicamente comprenden su verdadero
significado, mientras que los judíos y cristianos profanos están atenidos a la
corteza y a la letra muerta de la misma. Se ha demostrado ahora por el autor de
The Source of Measure, que este sistema de medidas fue el que condujo a
la invención de los nombres de Dios, Elohim y Jehovah, y a su adaptaciòn al
falicismo; y que Jehovah es una copia, no muy lisonjera, de Osiris. Pero tanto
este autor como Mr. Piazzi Smyth parecen estar bajo la impresión de que a)
la prioridad del sistema pertenece a los israelitas, siendo la lengua hebrea el
lenguaje divino, y b) que este lenguaje universal pertenece a la
revelación directa.
La última hipótesis es tan sólo
correcta en el sentido mostrado en el último párrafo de la Sección precedente;
salvo que no estamos todavía de acuerdo, respecto de la naturaleza y carácter
del divino “Revelador”. La primera hipótesis respecto de la prioridad
dependerá, por supuesto, para el profano, de a) el testimonio interno y
externo de la revelación, y b) de las ideas preconcebidas de cada cual.
Esto, en todo caso, no puede impedir que el kabalista deísta, o el ocultista
panteísta, crean cada cual a su modo; sin que el uno convenza al otro. Los
datos que la historia suministra, son muy pobres y demasiado poco
satisfactorios para que ninguno de ellos pueda probar el escéptico cuál tiene
razón.
Por otro lado, las pruebas que la tradición
proporciona, son rechazadas tan constantemente, que no da lugar a esperar que
se resuelva la cuestión en la época presente. Mientras tanto, la ciencia
materialista continuará riéndose tanto de los kabalistas como de los
ocultistas; pero una vez descartada la enojosa cuestión de la prioridad, la
ciencia, en las ramas de la filología y de la religión comparada, se verá
últimamente precisada a pronunciarse, y obligada a admitir la aserción común.
Uno a
uno van siendo los asertos admitidos, a medida que los hombres científicos, uno
después de otro, se ven obligados a reconocer los hechos que de la Doctrina
Secreta se han dado, aun cuando raramente reconocen que se les han anticipado.
Así ocurrió en los días en que gozaba de más autoridad la opinión de Mr. Piazzi
Smyth respecto de la pirámide de Gizeh, siendo su teoría que el sarcófago de
pórfido de la Cámara del Rey, que era “la unidad de la medida de las dos
naciones más ilustradas de la tierra, Inglaterra y América”, no fue más que un
“arcón de trigo”. Esto lo negamos rotundamente en Isis sin Velo,
que precisamente se acababa de publicar. Entonces la prensa de Nueva York se
levantó en armas (los periódicos el Sun y principalmente el World)
contra nuestra presunción de corregir o demostrar errores a semejante estrella
del saber. En esta obra habíamos dicho que Herodoto, al tratar de aquella
pirámide:
... pudo haber añadido que exteriormente simbolizaba
el principio creador de la Naturaleza, y también arrojaba luz sobre los principios
de la geometría, matemáticas, astrología y astronomía. Interiormente, era
un templo majestuoso, en cuyos sombríos retiros tenían lugar los Misterios, y
cuyos muros habían presenciado a menudo las escenas de la iniciación de
miembros de la familia real. El sarcófago de pórfido que el profesor Piazzi
Smyth, astrónomo Real de Escocia, degrada convirtiéndolo en arcón de trigo, era
la fuente bautismal al salir de la cual el neófito “nacía de nuevo” y se
convertía en adepto.
Entonces
se rieron de nuestra afirmación. Fuimos acusados de haber tomado nuestras ideas
del “iluso” Shaw, escritor inglés que había sostenido que el sarcófago había
sido usado para celebrar los Misterios de Osiris, aunque no conocíamos la
existencia de este autor. Y ahora, seis o siete años después (1882), he aquí lo
que Mr. Staniland Wake escribe:
La
llamada Cámara del Rey, de la que dice un entusiasta piramidista: “Las paredes
pulimentadas, los hermosos materiales, las grandes proporciones y el lugar
preferente, hablan con elocuencia de futuras glorias”; si no era la “cámara de
perfecciones” de la tumba de Cheops, era, probablemente, el lugar en donde
el que se iniciaba era admitido después de haber pasado por el estrecho y
empinado pasaje y por la gran galería, con su modesta terminación, que
gradualmente le preparaban para la etapa final de los Sagrados Misterios.
Si Mr. Staniland Wake hubiese sido un teósofo, hubiera
podido añadir que el pasaje empinado y estrecho que conducía a la Cámara del
Rey tenía una “puerta estrecha” en verdad; la misma “entrada angosta” que
“conduce a la vida” o nuevo renacimiento espiritual a que alude Jesús en Mateo; y que era esta entrada en el Templo
de la Iniciación, a la que se refería el escritor que registró las palabras que
se suponen pronunciadas por un Iniciado.
De este modo, las más grandes inteligencias
científicas, en lugar de encogerse de
hombros ante lo que suponen “fárrago de ficciones absurdas y supersticiones”,
como se llama generalmente a la literatura brahmánica, tratarán de aprender el
lenguaje universal simbólico, con sus claves numéricas y geométricas. Pero aun
en esto fracasarán si participan de la creencia de que el sistema kabalístico
judío contiene la clave de todo el misterio; pues no es así. Ni
tampoco lo posee enteramente en la actualidad ninguna Escritura; pues ni aun
los Vedas son completos. Cada religión antigua no es más que un capítulo
o dos del volumen de los misterios arcaicos primitivos; sólo el Ocultismo
oriental puede vanagloriarse de estar en posesión de todo el secreto, con sus siete
claves. En esta obra se establecerán comparaciones y se explicarán tanto como
sea posible, dejando el resto a la intuición personal del estudiante. Al decir
que el Ocultismo oriental posee el secreto, no se quiere significar que la que
escribe pretenda tener conocimiento “completo”, ni siquiera aproximado, porque
sería absurdo. Lo que sé, lo digo; lo que no puedo explicar, tiene el
estudiante que encontrarlo por sí mismo.
Pero aun suponiendo que todo el ciclo del Lenguaje
universal del Misterio sea dominado durante siglos, basta con lo que ha sido ya
descubierto en la Biblia por algunos sabios, para que pueda demostrarse
matemáticamente lo que se afirma. Como el judaísmo se sirvió de dos claves de
las siete, y han sido descubiertas ahora estas dos claves, ya no se trata de
especulaciones e hipótesis individuales, y mucho menos de “coincidencias”, sino
de una interpretación correcta de los textos de la Biblia, del mismo
modo que cualquiera que sepa aritmética, lee y comprueba una suma. De hecho,
todo lo que hemos dicho en Isis sin Velo se encuentra ahora corroborado
en Egyptian Mystery or The Source of Measures, con tales
interpretaciones de la Biblia por medio de las claves numéricas y
geométricas.
Unos
cuantos años más y este sistema destruirá la interpretación de la letra muerta
de la Biblia del mismo modo que la de todas las demás creencias
exotéricas, presentando los dogmas al desnudo, en su significado verdadero. Y
entonces este significado innegable, por más completo que sea, quitará el velo
del Misterio del Ser, y además cambiará por completo los sistemas modernos
científicos de la Antropología, Etnología y especialmente de la Cronología. El
elemento de Falicismo encontrado en todos los nombres de Dios y en las
narraciones del Antiguo Testamento, y en parte en el Nuevo, podrá
también con el tiempo hacer variar mucho las opiniones materialistas modernas,
en Biología y Fisiología.
Tales aspectos de la Naturaleza y del hombre
(despojados de su repulsiva crudeza moderna), por la autoridad de los cuerpos
celestes y de sus misterios, quitarán el velo que cubre las evoluciones de la
mente humana, y mostrarán cuán natural era semejante curso del pensamiento. Los
llamados símbolos fálicos se han hecho repulsivos sólo a causa del elemento
animal y material introducido en ellos. En un principio estos símbolos eran
sólo naturales; pues tuvieron su origen en las razas arcaicas, que procedían,
según su conocimiento personal, de antepasados andróginos; y eran las primeras
manifestaciones que presenciaron de los fenómenos de la separación de los sexos
y del subsiguiente misterio de crear a su vez. Si las razas posteriores los han
degradado, especialmente “el pueblo escogido”, esto no afecta al origen de los
símbolos. La reducida tribu semítica -una de las más pequeñas ramificaciones de
los cruzamientos de la cuarta y quinta subraza, las llamadas mogola-turania e
indo-europea, después de la sumersión del gran Continente- sólo podía aceptar
su simbología en el espíritu que se le daba por las naciones de donde procedía.
Puede ser que, en las primeras épocas mosaicas, no fuese la simbología tan
grosera como se hizo después bajo el manejo de Esdras, que reformó todo el Pentateuco.
Pues el mito, por ejemplo, de la hija del Faraón (la mujer), el Nilo (el Gran
Abismo y el Agua) y el niño encontrado flotando en la barquilla de juncos, no
había sido compuesto primitivamente para Moisés, ni por él; sino que se ha
descubierto su mayor antigüedad en los fragmentos de los ladrillos babilónicos,
en la leyenda del rey Sargón, que vivió mucho antes que Moisés.
Mr. George Smith, en su Assyrian Antiquities , dice: “En el palacio de Sennacherib, en Kuyunjik, encontré otro fragmento
de la curiosa historia de Sargón... publicada en mi traducción en las Transactions
of the Society of Biblical Archeology”. La capital de Sargón, el Moisés
Babilónico, “era la gran ciudad de Agade, llamada Accad por los semíticos,
mencionada en el Génesis como la capital de Nimrod... Accad está
situada cerca de la ciudad de Sippara en el Éufrates y al norte de Babilonia”. Otra “coincidencia” extraña se encuentra en el hecho de que el nombre de
la vecina ciudad de Sippara es el mismo que el de la mujer de Moisés, Zipporah . Por supuesto que la leyenda es una hábil adición hecha por Esdras, quien
no debía ignorar el original. Esta curiosa fábula se encuentra en
fragmentos de tablillas de Kuyunjik, como sigue:
1.
Sargina, el rey poderoso, el rey de Accad, soy yo.
2. Mi
madre era una princesa, a mi padre no le conocí; un hermano de mi padre
gobernaba en la comarca.
3.
En la ciudad de Azupiran, situada en la
proximidad del río Éufrates.
4. Mi
madre, la princesa, me concibió; con sufrimientos me dio a luz.
5. Me
colocó en un arca de juncos; con betún cerró mi salida.
6. Me
lanzó al río, el cual no me ahogó.
7. El
río me llevó a Akki, el conductor acuático, me llevó.
8.
Akki, el conductor acuático, con ternura entrañable, me recogió.
Y ahora comparemos la narración de la
Biblia en el Éxodo:
Y cuando ella (la madre de Moisés) no pudo ocultarlo
por más tiempo, tomó un arca de juncos y la untó de barro y pez, puso al niño
en ella y lo echó a flotar por la orilla del río.
Mr.
G. Smith continúa luego diciendo:
Este
suceso se cree que tuvo lugar cosa de 1600 años antes de Cristo, más bien antes
de la supuesta época de Moisés; y como sabemos que la fama de Sargón llegó a
Egipto, es muy probable que esta narración estuviese relacionada con el suceso
relatado en el Éxodo II; pues toda acción, una vez ejecutada, tiene
tendencia a repetirse.
Pero
ahora que el profesor Sayce ha tenido el valor de hacer retroceder las fechas
de los reyes caldeos y asirios en 2000 años más, Sargón debió preceder a Moisés lo menos en 2000
años. La confesión es muy significativa, pero a las cantidades les faltan uno o
dos ceros.
Ahora
bien; ¿cuál es la deducción lógica? Seguramente aquella que nos da derecho para
decir que la fábula que cuenta Esdras de Moisés la había aprendido en
Babilonia, y que aplicó la alegoría que se refería a Sargón, al legislador
judío. En una palabra, que el Éxodo no fue escrito nunca por Moisés,
sino reconstruido por Esdras con antiguos materiales. Y siendo así, ¿por qué no
ha podido este hombre versado en el último culto fálico caldeo añadir otros
símbolos y mitos, mucho más groseros en su elemento fálico? Se nos dice que
la creencia primitiva de los israelitas
era muy diferente de la que fue desarrollada, siglos más tarde, por los
talmudistas, y antes que estos, por David y Ezequías.
Todo
esto, a pesar del elemento exotérico, tal como ahora se encuentra en los dos Testamentos,
es lo suficiente para clasificar a la Biblia entre las obras esotéricas,
y relacionar su sistema secreto con el simbolismo indo, caldeo y egipcio. Todos
los símbolos y números bíblicos, sugeridos por observaciones astronómicas, pues
la Astronomía y la Teología están estrechamente relacionadas, se encuentran en
los sistemas indos, tanto exotéricos como esotéricos. Estos números y sus
símbolos, los signos del Zodíaco, los planetas, sus aspectos y nodos -este
último término habiendo pasado ahora a nuestra botánica moderna- son conocidos
en la Astronomía como sextiles, cuartiles, etc., y han sido usado durante
siglos y evos por las naciones arcaicas; y, en cierto sentido, tienen el mismo
significado que los numerales hebreos. Las primeras formas de la Geometría
elemental debieron, seguramente, ser sugeridas por la observación de los
cuerpos celestes y sus agrupaciones. De aquí que los símbolos más arcaicos en
el Esoterismo oriental sean un círculo, un punto, un triángulo, un cuadrado, un
pentágono, un hexágono y otras figuras planas con varios lados y ángulos. Esto
nos muestra que el conocimiento y el uso de la simbología geométrica son tan
antiguos como el mundo.
Partiendo
de esta base, es fácil comprender cómo la misma Naturaleza pudo haber enseñado
a la humanidad primitiva, aun sin la ayuda de sus divinos instructores, los
primeros principios de un lenguaje de símbolos, numérico y geométrico. De
aquí que encontremos números y figuras usados como expresión y anales del
pensamiento en todas las Escrituras simbólicas arcaicas. Son siempre las mismas
con sólo ciertas variaciones, resultantes de las primeras figuras. Así fue como
la evolución y correlación de los misterios del Kosmos, de su crecimiento y
desarrollo -espiritual y físico, abstracto y concreto- fueron primeramente registrados en cambios de forma geométrica.
Cada Cosmogonía ha principiado con un círculo, un punto, un triángulo y un
cuadrado hasta el número 9, todo luego
sintetizado por la primera línea y un círculo, la Década pitagórica mística, la
suma de todo, que abarcaba y expresaba los misterios de todo el Kosmos;
misterios registrados de un modo cien veces más completo en el sistema indo que
en otro, para aquel que pueda comprender su lenguaje místico. Los números 3 y 4
en su suma de 7, así como también 5, 6, 9 y 10, son las piedras angulares de
las Cosmogonías Ocultas. Esta Década y sus mil combinaciones se encuentran en
todas partes del mundo. Pueden ser reconocidas en las cavernas y en los templos
abiertos en la roca del Indostán y del Asia Central; en las pirámides y
monolitos de Egipto y América; en las catacumbas de Ozimandyas; en los
baluartes de las fortalezas coronadas de nieve del Cáucaso; en las ruinas de
Palenque; en la Isla de Pascua; en todas partes doquier el hombre antiguo ha
sentado su planta. El 3 y 4, el triángulo y el cuadrado, o los signos
universales masculino y femenino, que muestran el primer aspecto de la deidad
que se desarrolla, se hallan para siempre estampados en la Cruz del Sur en los
Cielos, lo mismo que en la Cruz Ansata egipcia, como lo ha expresado muy bien
el autor de The Source of Measures:
El
Cubo desdoblado es al desplegarse una cruz de la Tau, o forma egipcia, o de la
forma de la cruz cristiana... Un círculo unido a la primera, da la Cruz
Ansata... los números 3 y 4 que se cuentan en la cruz, muestran una forma del
candelabro (hebreo) de oro (en el Sanctasantórum) y los 3 + 4 = 7 y 6 + 1 = 7,
días en el círculo de la semana, como las siete luces del sol.
Igualmente, así como la semana de siete luces dio origen al mes y al año,
así es también el indicador del tiempo del nacimiento... La forma de la
cruz se muestra, pues, por el uso relacionado de la fórmula 113:355, y el
símbolo se completa fijando un hombre en la cruz . Esta clase de
medida fue hecha para concordar con la idea del origen de la vida
humana, y de aquí la forma fálica.
Las
Estancias muestran la cruz y estos números como representando un papel muy importante
en la Cosmogonía arcaica. Por otro lado, nos aprovecharemos de los testimonios
recogidos por el mismo autor, en la sección que acertadamente llama “Vestigios
Primordiales de estos Símbolos”, para mostrar la identidad de los símbolos y su
significado esotérico en todo el mundo.
Desde
el punto de vista general tomado de la naturaleza de la forma de los números...
es un asunto interesantísimo de investigación, el cuándo y dónde fueron
primeramente conocidos su existencia y su uso. ¿Ha sido cuestión de revelación
en lo que conocemos como época histórica, ciclo excesivamente moderno,
comparado con la edad de la raza humana? Parece, efectivamente, que la fecha de
su posesión por el hombre, está mucho más lejana en el pasado respecto de los
antiguos egipcios, que estos respecto de nosotros.
Las
islas de Pascua, en el “medio del Pacífico”, presentan la apariencia de
ser picos, restos de las montañas de un continente sumergido, por
existir en estos picos multitud de estatuas ciclópeas, vestigios de la civilización
de un pueblo numeroso e inteligente, que por necesidad debió de haber ocupado
un área muy extensa. En la espalda de estas imágenes, se ve la “cruz ansata”
y la misma modificada de conformidad con los contornos del cuerpo humano. La
descripción completa con la representación del territorio y sus abundantes
estatuas, así como también copias de las imágenes, se encuentran en el número
de enero de 1870 del London Builder...
En el
Naturalist, que se publica en Salem, Massachusetts, en uno de los primeros
números (sobre el 36), se encuentra una descripción de algunas figuras,
esculpidas en las rocas de las crestas de las montañas de la América del Sur,
mucho más antiguas, según se asegura, que las razas hoy existentes. Lo extraño
de estos trazos consiste en que exhiben los contornos de un hombre extendido
sobre una cruz , por medio de una serie de dibujos de los cuales resulta
que de la forma de un hombre se desprende la de una cruz, pero hecho de
tal modo, que la cruz puede ser tomada por el hombre, o el hombre por la cruz.
Es
sabido que la tradición ha conservado entre los aztecas una relación muy
perfecta del diluvio... El barón Humboldt dice que debemos buscar el
país de Aztalán, el país original de los aztecas, por lo menos tan alto como el
paralelo 42 de latitud Norte, desde donde, viajando, llegaron por fin al valle
de Méjico. En este valle, los montículos de tierra del lejano Norte se
convierten en la elegante pirámide de piedra de oras estructuras, cuyos restos
se están encontrando ahora. La relación entre los restos aztecas y los
egipcios, es bien conocida... Atwater está convencido de que conocían la
Astronomía, por el examen de cientos de aquéllas. Humboldt da, acerca de una de
las construcciones piramidales más perfectas de los aztecas, la descripción
siguiente:
“La
forma de esta pirámide (de Papantla), que tiene siete pisos, es más
puntiaguda que la de ningún otro monumento de esta clase descubierto hasta el
presente; pero su altura no es extraordinaria, pues sólo es de 57 pies, y su
base de 25 por lado. Sin embargo, es notable en un sentido: está construida
toda ella de piedras talladas de un tamaño extraordinario y de preciosa forma. Tres
escalera conducen a la cima, cuyos escalones están adornados con esculturas
jeroglíficas y pequeños nichos, presentados con gran simetría. El número
de estos nichos parece hacer alusión a los 318 signos simples y compuestos
de los días de su calendario civil”.
318 es el valor Gnóstico de Cristo, y el número famoso
de los disciplinados o circuncidados servidores de Abraham. Cuando se considera
que 318 es un valor abstracto y universal, que expresa el valor del
diámetro tomando la circunferencia como unidad, se hace manifiesto su
uso en la composición del calendario civil.
Idénticos
signos, números esotéricos y símbolos se encuentran en Egipto, el Perú, Méjico,
la Isla de Pascua, India, Caldea y Asia Central -hombres crucificados, y
símbolos de la evolución de las razas procedentes de Dioses-, y sin embargo, he
aquí a la ciencia repudiando la idea de una raza humana que no sea hecha a nuestra
imagen; a la Teología defendiendo sus 6.000 años desde la creación; a la
Antropología enseñando nuestra descendencia del mono, y al clero derivándola de
Adán, 4.004 años antes de Cristo!!
¿Debemos
nosotros (por temor a incurrir en la pena de ser llamados necios,
supersticiosos y hasta mentirosos) abstenernos de presentar pruebas,
tan buenas como cualesquiera otras, sólo
porque no haya aún alboreado el día en que se darán todas las Siete Claves a la
Ciencia, o más bien a los hombres de saber que investigan el ramo de la
simbología? ¿Debemos, frente a los abrumadores descubrimientos de la Geología y
la Antropología respecto a la antigüedad del hombre, circunscribirnos a los
6.000 años y a la “creación especial”, o a aceptar con sumisa admiración
nuestra genealogía y descendencia del mono, a fin de evitar la penalidad que
comúnmente recae sobre todos los que se apartan de las trilladas sendas, tanto
de la Teología como del Materialismo? No así, mientras se sepa que los anales
secretos guardan las Siete Claves mencionadas sobre el misterio de la génesis
del hombre. Por deficientes, materialistas y erróneas que sean las teorías
científicas, están mil veces más cerca de la verdad que las vaguedades de la
Teología. Éstas se hallan en las agonías de la muerte, para todos los que no
sean incondicionalmente santurrones y fanáticos. Algunos de sus defensores
podría decirse que han perdido la razón. Pues, ¿qué puede uno pensar cuando,
frente a los absurdos de la letra muerta de la Biblia, son estos, sin
embargo, sostenidos públicamente y con tanta fiereza como siempre; y cuando se
ve a sus teólogos afirmar que aun cuando “las escrituras se abstienen
cuidadosamente (?) de contribuir de un modo directo al conocimiento científico,
ellos no han tropezado nunca con ninguna declaración que no pueda sostener
la luz de la Ciencia Progresiva” (!!!).
De
aquí que no tengamos otra alternativa que o aceptar ciegamente las deducciones
de la Ciencia, o romper con ella, y hacerle frente sin temor, declarando lo que
la Doctrina Secreta nos enseña, y estando por completo dispuestos a sufrir las
consecuencias.
Pero veamos si la Ciencia, con sus especulaciones
materialistas, y hasta la Teología en el estertor de su agonía, y en su lucha
suprema para reconciliar los 6.000 años desde Adán con las Geological
Evidences of the Antiquity of Man (Evidencias Geológicas de la Antigüedad
del Hombre), de Sir Charles Lyell, no nos ayudan inconscientemente ellas
mismas. La Etnología, según confesión de algunos de sus más instruidos
entusiastas, encuentra ya imposible explicar las variedades de la raza humana,
a menos de no aceptar la hipótesis de la creación de varios Adanes.
Hablan de “un Adán blanco y de otro negro; de un Adán rojo y
de otro amarillo”. Si fuesen indos que enumerasen los renacimientos
de Vâmadeva en el Linga Purâna, poco más podrían decir. Pues, hablando
de los repetidos nacimientos de Shiva, dice aquella Escritura, que en un Kalpa
era blanco, en otro negro y en otro de color rojo, después
de lo cual el Kumâra se convierte en “cuatro jóvenes de tez amarilla”.
Esta extraña coincidencia, como diría Mr. Proctor, habla en favor de la
intuición científica; pues Shiva-Kumâra representa, alegóricamente, a las Razas
humanas durante la génesis del hombre. Y también condujo a otro fenómeno de
intuición, esta vez en las filas teológicas. El autor desconocido del Primeval
Man (El Hombre Primitivo), en un desesperado esfuerzo para escudar la
Revelación divina, de los inexorables y elocuentes descubrimientos de la
Geología y Antropología, al hacer la observación de que “sería una desgracia
que los defensores de la Biblia se viesen reducidos a la alternativa de
abandonar la inspiración de la Escritura, o de negar las conclusiones de los
geólogos”, encuentra una transacción. Aún más, dedica un voluminoso libro a
probar el hecho de que “Adán no fue el primer hombre (20) creado en la
tierra”. Las exhumadas reliquias del hombre preadámico, “en lugar de debilitar
su fe en la Escritura, añaden más pruebas a la veracidad de la misma”.
¿Cómo es esto? De la manera más sencilla del mundo; pues el autor aduce que,
en adelante, “nosotros” (el clero)
“podemos dejar a los hombres científicos proseguir sus estudios, sin intentar
refrenarlos con el temor de la herejía”. A la verdad, ¡esto debe de ser un
consuelo para los Sres. Huxley, Tyndall y Sir C. Lyell!
La
narración de la Biblia no principia con la creación, como comúnmente se
supone, sino con la formación de Adán y
Eva, millones de años después de haber sido creado nuestro planeta. Su
historia anterior, en lo que concierne a la Escritura, no se ha escrito aún...
Pudo haber habido no una, sino veinte razas diferentes en la tierra antes del
tiempo de Adán, lo mismo que puede haber veinte razas distintas de hombres en
otros mundos.
¿Quiénes
o qué eran esas razas, puesto que el autor persiste en sostener que Adán es el
primer hombre de nuestra raza? ¡Eran la raza y las razas Satánicas! “Satán
nunca (estuvo) en el cielo, (siendo) los ángeles y los hombres una especie”. La
raza preadámica de “Ángeles fue la que pecó”. Satán fue “el primer Príncipe de
este mundo”, leemos. Habiendo muerto a consecuencia de su rebelión, permaneció
en la tierra como Espíritu desencarnado, y tentó a Adán y a Eva.
Las
primeras edades de la raza satánica, y especialmente durante la vida del
mismo Satán (!!!), pueden haber constituido un período de civilización
patriarcal y de relativo reposo (época de los Tubal-Caínes y de los Jubales,
cuando tanto la Ciencia como las artes intentaron arraigarse en aquel suelo
maldito)... ¡Qué asunto para un poema épico!... Hay incidentes inevitables que
debieron haber ocurrido. Vemos ante nosotros... al alegre amante primitivo galanteando
a su ruborosa novia en una noche húmeda de rocío, bajo los robles daneses, que
entonces crecían en donde ahora ningún roble crece.... al anciano patriarca
primitivo... a la prole primitiva inocente saltando alegremente a su lado...
¡Mil cuadros semejantes se despliegan a nuestra vista!.
La
mirada retrospectiva hacia esta “ruborizada novia” satánica, en los días de la
inocencia de Satán, no pierde nada de su poesía al ganar en originalidad. Todo
lo contrario. La novia cristiana moderna -que no se ruboriza a menudo en
nuestros días delante de sus alegres amantes del día- pudiera hasta aprender
una lección moral de esta hija de Satán, creada en la exuberante fantasía de su
primer biógrafo humano. Estos cuadros -y para apreciarlos en todo su valor es
necesario examinarlos en el libro que los describe- se han imaginado todos con el objeto de reconciliar
la infalibilidad de la Escritura revelada con la Antiquity of Man
(Antigüedad del Hombre) de Sir. C. Lyell, y otras obras científicas que la
perjudican. Pero esto no impide que exista una verdad y un hecho en el
fundamento de estas extravagancias, que el autor no ha querido nunca firmar ni
con su nombre ni con otro alguno. Pues sus razas preadámicas (no satánicas,
sino simplemente atlantes, y antes que estos los hermafroditas) se encuentran
mencionadas en la Biblia, cuando se lee esotéricamente, así como se
encuentran en la Doctrina Secreta. Las Siete Claves descubren los misterios,
pasados y futuros, de las siete grandes Razas Raíces, y de los siete Kalpas.
Aunque la génesis del hombre y hasta la geología esotérica serán seguramente
rechazadas por la Ciencia (tanto como las razas satánicas y preadámicas), sin
embargo, si, no teniendo otro camino para salir de apuros, los hombres
científicos se ven en el caso de escoger entre las dos versiones, tenemos la
seguridad, a pesar de la Escritura, y una vez que el Lenguaje del Misterio se
halle casi dominado, de que optarán por las enseñanzas arcaicas.
H.P. Blavatsky D.S T II
H.P. Blavatsky D.S T II
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