domingo, 4 de octubre de 2015

Los Manus Primitivos de la Humanidad




            
Los que están convencidos de que la “Gran Inundación”  relacionada con el hundimiento de todo un Continente (a excepción de algunas islas) no pudo haber tenido lugar en una época tan remota como la de hace 18.000.000 de años, y que el Manu Vaivasvata es el Noé indio, relacionado con el Avatâra Matsya, o el Pez, de Vishnu, pueden sentirse perplejos ante la discrepancia aparente entre los hechos establecidos y la cronología anteriormente expuesta. Pero a la verdad, no hay tal discrepancia. Se ruega al lector que tome The Theosophist de julio de 1883, pues estudiando el artículo que contiene sobre “El Principio Septenario en el Esoterismo”, se explicará todo el asunto. En la explicación que allí se da es en lo que según creo, difieren los Ocultistas de los brahmanes.
            
Sin embargo, en beneficio de aquellos que no tengan a mano The Theosophist de aquella fecha, citaremos uno o dos pasajes del mismo:

            
¿Quién fue Manu, el hijo de Svayambhuva? La Doctrina Secreta nos dice que este Manu no era ningún hombre, sino la representación de las primeras razas humanas, que se desenvolvieron con la ayuda de los Dhyân Chohans, al principio de la Primea Ronda. Pero se nos dice en sus Leyes (I, 80) que hay catorce Manus en cada Kalpa o “intervalo entre creación y creación” -léase más bien intervalo entre dos Pralayas menores- y que “en la presente edad divina ha habido hasta ahora siete Manus”. Los que saben que hay siete Rondas, de las cuales hemos pasado tres, encontrándonos ahora en la Cuarta; y que se les ha enseñado que hay siete Albores y siete Crepúsculos, o catorce Manvántaras; que al principio y al final de cada Ronda, y sobre y entre los planetas (Globos) hay un “despertar a la vida ilusoria” y un “despertar a la vida real”; y que, además, hay Manus-Raíces, y lo que hemos toscamente traducido como Manus-Simientes, las simientes de las razas humanas de la ronda futura (o los Shishtas, los supervivientes más aptos, misterio divulgado solamente a los que han pasado el tercer grado de la Iniciación); los que han aprendido todo esto, estarán en mejor situación para comprender el sentido de lo que sigue. En las Escrituras Sagradas indas se nos dice que: “El primer Manu produjo otros seis Manus (siete Manus primarios en total), y estos produjeron a su vez cada uno otros siete Manus”  (Bhrigu, I, 61-63), presentándose la producción de estos últimos en los tratados Ocultos, como 7 por 7. 

Así se pone en claro que Manu -el último, el Progenitor de la Humanidad de nuestra Cuarta Ronda- debe ser el séptimo, puesto que estamos en nuestra Cuarta Ronda, y hay un Manu-Raíz en el Globo A, y un Manu-Simiente en el Globo G. Así como cada Ronda planetaria principia con la aparición de un Manu-Raíz (Dhyân Chohan), y termina con un Manu-Simiente, así también un Manu-Raíz y un Manu-Simiente aparecen respectivamente al principio y al fin del período humano en cualquier planeta particular (Globo). Se verá fácilmente, por lo que se acaba de exponer, que un período Manvantárico (Manu-antara) significa, según el término lo demuestra, el tiempo entre la aparición de dos Manus o Dhyân Chochans; y por tanto, la  duración de las siete Razas en cualquier planeta particular (Globo), es un Manvántara Menor, y un Manvántara Mayor es el período de una Ronda humana en torno de la Cadena Planetaria. Por otra parte, como se dice que cada uno de los siete Manus crea 7 x 7 Manus, y que hay 49 Razas Raíces en los siete planetas (Globos) durante cada Ronda, se sigue que cada Raza-Raíz tiene su Manu. El Manu séptimo presente es llamado “Vaivasvata”, y representa en los textos exotéricos a ese Manu que en la India ocupa el lugar del Xisuthros babilónico y el Noé judío. Pero en los libros Esotéricos se nos dice que el Manu Vaivasvata, el progenitor de nuestra Quinta Raza -a la que salvó de la inundación que exterminó casi toda la Cuarta o Atlante- no es el séptimo Manu mencionado en la nomenclatura de los Manus-Raíces o Primitivos, sino uno de los 49 Manus emanados de este Manu-Raíz.
            
Para que se comprenda esto mejor, exponemos a continuación los nombres de los 14 Manus en su orden respectivo, y en su relación con cada Ronda: (Presionar la imagen para aumentar la misma)


Así, pues, Vaivasvata, aunque séptimo en el orden expuesto, es el Manu-Raíz primitivo de nuestra Cuarta Ola Humana (el lector debe tener siempre presente que Manu no es un hombre, sino la humanidad colectiva), mientras que nuestro Vaivasvata sólo fue uno de los siete Manus Menores que presiden sobre las siete Razas de este nuestro Planeta (Globo).  Cada uno de ellos tiene que ser testigo de uno de los cataclismos periódicos, y siempre recurrentes (por el fuego y por el agua), que cierran el ciclo de cada Raza-Raíz. Y este Vaivasvata - la encarnación ideal inda llamada respectivamente Xisuthros, Deucalion, Noé y otros nombres- es el “Hombre” alegórico que salvó a nuestra Raza, cuando casi toda la población de un hemisferio pereció por el agua, al paso que el otro hemisferio se despertaba de su obscuración temporal .
                                                                               
            
De este modo se demuestra que no hay verdadera discrepancia al hablar del Manvántara Vaivasvata (Manu-antara, literalmente “entre dos Manus”) como antiguo en 18.000.000 y pico de años, cuando el hombre físico, o verdaderamente humano, apareció primeramente en esta Cuarta Ronda sobre esta Tierra; y de los otros Vaivasvatas, verbigracia, el Manu de la Gran Inundación Cósmica Sideral -un misterio- y también el Manu Vaivasvata de los sumergidos Atlantes, cuando el Vivasvata de la Raza salvó a la humanidad escogida, la Quinta Raza, de una destrucción completa. Como estos diversos sucesos tan diferentes están intencionalmente mezclados en el Vishnu y otros Purânas en una sola narración, puede quedar aún en la mente del lector mucha perplejidad. Siendo, por tanto, necesarias más aclaraciones, se nos deben perdonar las repeticiones inevitables. Los “velos” que ocultan los verdaderos misterios de la Filosofía Esotérica son grandes e intrincados, y aun hoy no puede decirse la última palabra. Sin embargo, el velo puede ser levantado un poco más aún, y ofrecerse ahora al estudiante ansioso, algunas explicaciones que hasta el presente se han negado.
            
Según observó, si no estamos equivocados, el Coronel Vans Kennedy: “el principio en la filosofía religiosa inda es la unidad en la diversidad”. Si todos esos Manus y Rishis son llamados por un nombre genérico, se debe al hecho de que todos ellos son las Energías manifestadas de uno y el mismo Logos, los Mensajeros y Permutaciones, celestiales así como terrestres, de aquel Principio que está siempre en un estado de actividad -consciente durante el período de la Evolución Cósmica, e inconsciente (desde nuestro punto de vista) durante el Reposo Cósmico-; pues el Logos duerme en el seno de AQUELLO que “no duerme”, ni está nunca despierto, porque es Sat o la “Seidad”, no un Ser. De ELLO surge el Logos Invisible, que desenvuelve todos los demás Logos; el Manu Primordial que da el ser a los demás Manus, que emanan colectivamente al universo y todo lo que encierra, y que representa en su conjunto el Logos Manifestado. Por esto nos dicen los Comentarios que, al paso que ningún Dhyân Chohan, ni aun el más elevado, puede conocer por completo: el estado de la precedente Evolución Cósmica... los Manus conservan el conocimiento de sus experiencias en todas las Evoluciones Cósmicas a través de la Eternidad.                                                    
            
Esto es muy claro: el primer Manu es llamado Svâyambhuva, el “Manifestado por sí mismo”, el Hijo del Padre No manifestado. Los Manus son los Creadores de los Creadores de nuestra Primera Raza -el espíritu de la Humanidad-, lo cual no impide que los siete Manus hayan sido los primeros hombres Pre-Adámicos sobre la Tierra.
            
Manu se declara creado por Virâj , o Vaishvânara, el Espíritu de la Humanidad, lo cual significa que su Mónada emana del Principio que nunca reposa, en el comienzo de cada nueva Actividad Cósmica; de aquel Logos o MÓNADA UNIVERSAL. (Elohim colectivo) que irradia de dentro de sí mismo todas esas Mónadas Cósmicas que se convierten en los centros de actividad, los Progenitores de los innumerables Sistemas Solares, así como de las Mónadas humanas aún no diferenciadas de las Cadenas Planetarias, así como de todos los seres que encierran. Svâyambhuva, o NACIDA POR SÍ, es el nombre de toda Mónada Cósmica que se convierte en el centro de Fuerza, de dentro del cual surge una Cadena Planetaria (de cuyas Cadenas hay siete en nuestro Sistema). Y las radiaciones de este Centro se convierten también en otros tantos Manus Svâyambhuva (nombre genérico misterioso que significa mucho más de lo que parece), y cada uno de ellos se convierte, como Hueste, en el creador de su propia Humanidad.
            
En cuanto a la cuestión de las cuatro distintas Razas de la especie humana que precedieron a nuestra Quinta Raza, nada de místico hay en ello, excepto los cuerpos etéreos de las primeras Razas; y esto es materia de historia legendaria, aunque, sin embargo, muy exacta. La leyenda es universal. Y si los sabios occidentales no gustan ver en ella sino un mito, en nada absolutamente influye. Los mexicanos tenían, y tienen aún, la tradición de la cuádruple destrucción del mundo por el fuego y el agua, lo mismo que la tenían los egipcios y que la tienen hasta hoy los hindúes.
            
Tratando de explicar la comunidad de leyendas que tienen los chinos, los caldeos, los egipcios, los indos y los griegos en la remota antigüedad, y la ausencia de vestigios seguros de una civilización más antigua que 5.000 años, el autor de Mythical Monsters observa que:

            
No debe... sorprendernos no descubrir en seguida los vestigios de la gente de hace diez, quince o veinte mil años, Con una arquitectura efímera... (como en China), los sitios que han ocupado las grandes ciudades pueden haber sido completamente olvidados en unos cuantos miles de años por decaimiento y ruina naturales, y mucho más... si... han intervenido cataclismos menores, tales como inundaciones locales, terremotos, aglomeraciones de cenizas volcánicas... el avance de arenas del desierto, la destrucción de las vidas por pestes mortíferas, por miasmas, o por la salida de vapores sulfurosos.

            
Puede inferirse cuántos de estos cataclismos han cambiado toda la superficie de la tierra, por la siguiente Estancia del Comentario veintidós:
            
Durante los primeros siete crores (70.000.000 de años) del Kalpa, la Tierra y de sus dos Reinos (mineral y vegetal), habiendo concluido el uno su séptimo círculo, y el otro estando apenas naciente, son luminosos y semietéricos, fríos, sin vida y transparentes. En el crore undécimo (177), la Madre (la Tierra) se hace opaca, y en el catorce (178) tienen lugar las angustias de la adolescencia. Estas convulsiones de la Naturaleza (cambios geológicos) duran hasta su vigésimo crore de años sin interrupción, después de lo cual se hacen periódicos, y a largos intervalos.
            
El último cambio se verificó hace cerca de doce crores (120.000.000 de años), pero la Tierra, con todo lo de su superficie, se había enfriado, endurecido y asentado edades antes.
            
Así, pues, si hemos de creer a la Enseñanza Esotérica, no han ocurrido disturbios ni cambios geológicos universales desde hace ciento veinte millones de años; pero la Tierra, aun antes de ese tiempo, estaba en situación de recibir su provisión humana. La aparición de esta última, sin embargo, en su completo desarrollo físico, tuvo lugar, según se ha dicho ya, hace sólo unos dieciocho millones de años, después del primer gran fracaso de la Naturaleza para crear seres por sí sola -esto es, sin la ayuda de los “Constructores” divinos- y después de la sucesiva evolución de las tres primeras Razas que siguió a aquél. La duración verdadera de las primeras dos y media Razas se reserva, excepto únicamente para los Iniciados superiores. La historia de las Razas principia con la separación de los sexos, cuando la precedente Raza andrógina, productora de huevos, se hubo extinguido con rapidez, y las subrazas siguientes de la Tercera Raza-Raíz aparecieron como una raza, por completo nueva, fisiológicamente. Esta “Destrucción” es la que alegóricamente se llama el gran “Diluvio del Manu Vaivasvata”, cuando la narración muestra al Manu Vaivasvata, o la Humanidad, permaneciendo sólo sobre la Tierra en el Arca de Salvación, remolcada por Vishnu en la figura de un pez monstruoso, y los Siete Rishis “con él”. La alegoría es muy clara.
            
En el simbolismo de todas las naciones, el “Diluvio” representa la Materia caótica indeterminada -el Caos mismo; y el agua el principio Femenino- el “Gran Océano”. Según expone el Diccionario griego de Parkhurst:
            
corresponde al rasit hebreo, o Sabiduría... y (al mismo tiempo) al emblema del poder generador femenino, el arg o arca, en que el germen de la naturaleza (y de la humanidad) flota o se desarrolla sobre el gran abismo de las aguas, durante el intervalo que tiene lugar después de cada ciclo del mundo (o de raza).
             
Archê  o Arca, es también el nombre místico del Espíritu Divino de la Vida, que se desarrolla sobre el Caos. Ahora bien; Vishnu es el Espíritu divino como principio abstracto, y también como el Preservador y Generador, o Dador de la Vida -la tercera Persona de la Trimûrti-, compuesta de Brahmâ el Creador, Shiva el Destructor, y Vishnu el Preservador. A Vishnu se le presenta, en la alegoría, bajo la forma de un Pez, guiando el Arca del Manu Vaivasvata sobre las Aguas de la Inundación. 

Es inútil hacer digresiones acerca del sentido esotérico de la palabra Pez (como han hecho Payne Knight, Inman, Gerald Massey y otros). Su sentido teológico es fálico, pero el metafísico es divino. Jesús fue llamado el Pez, como fueron Vishnu y Baco; el “Salvador” de la Humanidad, siendo sólo el monograma del dios Baco, que era llamado también  el Pez. Por otra parte, los Siete Rishis del Arca simbolizan los siete “principios”, los cuales se completaron en el hombre después que él se separó y se convirtió en una criatura humana, cesando así de ser divina.
            
Pero, volviendo a las Razas. Los detalles acerca de la sumersión del Continente habitado por la Segunda Raza-Raíz no son numerosos. Se da la historia de la Tercera o Lemuriana, como también la de los Atlantes; pero sólo se alude a las otras. Se dice que la Lemuria pereció sobre 700.000 años antes del principio de lo que ahora se llama la Edad Terciaria (el Eoceno). Durante este Diluvio (esta vez un verdadero diluvio geológico) al Manu Vaivasvata se le muestra salvando también a la especie humana -en realidad a una parte de ella, la Cuarta Raza- precisamente lo mismo que salvó a la Quinta Raza cuando la destrucción de los últimos Atlantes, los restos que perecieron hace 850.000 años, después de lo cual ya no volvió a haber ninguna gran sumersión hasta los días de la Atlántida de Platón, o Poseidonis, la cual era conocida de los egipcios sólo porque aconteció en tiempos relativamente recientes.           
            
La sumersión de la gran Atlántida es la más interesante. Ese es el cataclismo del cual los anales antiguos,  tales como el Libro de Enoch, dicen: “los extremos de la Tierra se aflojaron”, y sobre el cual se han construido las leyendas y alegorías de Vaivasvata, Xisuthros, Noé, Deucalion y todos los tutti quanti de los Elegidos Salvados. Como la tradición no tiene en cuenta la diferencia entre los fenómenos siderales y los geológicos, llama a ambos “Diluvios”, sin distinguir. Sin embargo, hay una gran diferencia. El cataclismo que destruyó el enorme Continente, del cual es la Australia la reliquia mayor, fue debido a una serie de convulsiones subterráneas, y a la ruptura del lecho de los mares. El que destruyó a su sucesor, el Cuarto Continente, fue ocasionado por disturbios sucesivos de la rotación del eje. Principió durante los primeros períodos Terciarios, y continuando durante largas edades, se llevó sucesivamente los últimos vestigios de la Atlántida, con la excepción, quizás, de Ceilán y una pequeña parte de lo que es ahora el África. Cambió él la faz del globo, sin que haya quedado memoria alguna de sus florecientes continentes e islas, de su civilización y ciencias, en los anales de la historia, excepto en los Anales Sagrados del Oriente.
            
Por esto niega la Ciencia Moderna la existencia de la Atlántida. Niega ella hasta todo cambio violento del eje de la Tierra y quisiera atribuir el cambio de climas a otras causas. Pero esta cuestión continúa en pie. Si el Dr. Croll afirma que todas esas alteraciones pueden explicarse por los efectos de la nutación y de la precesión de los equinoccios, hay otros, tales como Sir Henry James y Sir John Lubbock, que están más inclinados a aceptar la idea de que son debidas a un cambio en la posición del eje de rotación. En contra de esto están a su vez la mayoría  de los Astrónomos. Esto no obstante, ¿qué es lo que han dejado siempre de negar y de combatir, sólo para aceptarlo más tarde, cuando la hipótesis se ha convertido en un hecho innegable?
            
Más adelante, en la Adenda del volumen IV, se verá en cuánto concuerdan, o más bien, están en desacuerdo, nuestras cifras con la Ciencia Moderna, al comparar cuidadosamente la Geología y la Antropología de nuestra época moderna con las enseñanzas de la Ciencia Arcaica. En todo caso, el período asignado por la Doctrina Secreta al hundimiento de la Atlántida no parece estar muy en desacuerdo con los cálculos de la Ciencia Moderna, la cual, sin embargo, llama “Lemuria” a la Atlántida, siempre que admite tal Continente sumergido. Respecto del período prehumano, todo lo que puede decirse ahora es que, aun antes de la aparición de la Primera Raza “sin mente”, la Tierra carecía de habitantes. Podremos añadir, sin embargo, que lo que la Ciencia, que sólo reconoce al hombre físico, tiene derecho a considerar como el período prehumano, puede concederse que se extendió desde la Primera Raza hasta la primera mitad de la Raza Atlante, puesto que sólo entonces fue cuando el hombre se convirtió en el “ser orgánico completo que ahora es”. Esto sólo concedería al Hombre Adámico unos cuantos millones de años.
            
El autor de la Qabbalah observa con verdad que: “El hombre de hoy, como individuo, sólo es una concatenación del modo de ser de la vida humana precedente”, o más bien de las vidas.

            
Según la Qabbalah, las chispas de alma contenidas en  Adán se separaron en tres clases distintas, correspondientes a sus tres hijos, a saber: ‘Hesed, Habel; Ge’boor-ah, Qai-yin, y Ra’h-min, Seth. Estos tres fueron divididos en 70 especies, llamadas las principales raíces de la raza humana.
            
El Rabí Yehudah dijo: “¿Cuántas vestiduras (del hombre incorpóreo) son éstas a las cuales se ha dado cima (desde el día en que el hombre fue creado)?” Dijo R. El’azar: “Las montañas del mundo (los grandes hombres de la generación) discuten el asunto, pero hay tres: una para encerrar en ella el espíritu Rua’h, el cual está en el jardín (del Edén) sobre la tierra; una que es más preciosa que todas, con la cual el Neshamah está revestido, en aquel Conjunto de Vida, entre los ángeles de los Reyes...; y una vestidura exterior, que existe y no existe, que es vista y no vista. Con esta vestidura está Nephesh revestido, y en ella va y vuela en el mundo de un lado para otro.
             
Esto se refiere a las Razas, a sus “vestiduras” o grados de materialidad, y a los tres “principios” del hombre en sus tres vehículos.

H.P. BLAVATSKY D.S T III

Material auxiliar NEFESH, RUAJ, NESHAMÁ 

Biblioteca El Rincón de la Teosofía: Las Leyes de Manú




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