miércoles, 18 de mayo de 2016

Las Siete Creaciones




No existía día ni noche, ni cielo ni tierra, ni
oscuridad ni luz, o Aquello, que es Brahma 
y Pums (Espíritu) y Pradhâna (Materia grosera)

          VISHNU PURÂNA (I. II.)

             
En el Vishnu Purâna, dice Parâshara a Maitreya, su discípulo:

            
Os he explicado así, excelente Muni, seis creaciones... la creación de los seres Arvâksrota fue la séptima, y fue la del hombre.
                                                                     
Luego prosigue hablando de dos creaciones adicionales muy misteriosas, interpretadas de varios modos por los comentadores.
             
Orígenes, comentando acerca de los libros escritos por Celso, su adversario gnóstico -libros que fueron todos destruidos por los prudentes Padres de la Iglesia-, contesta evidentemente a las objeciones de su contradictor, y revela su sistema al mismo tiempo. Éste era claramente septenario. Pero la teogonía de Celso, la génesis de las estrellas o planetas y el del sonido y el color, tuvieron una contestación satírica y nada más. Celso, como se ve, “deseando hacer gala de su saber”, habla de una escala de la creación con siete puertas, y por cima de aquélla la octava, siempre cerrada. Los misterios del Mithras persa son explicados, y “además se agregan razones musicales”. Y a éstas se esfuerza también “en añadir una segunda explicación también relacionada con consideraciones musicales” - es decir, con las siete notas de la escala, los Siete Espíritus de las Estrellas, etc.     
            
Valentín se extiende sobre el poder de los grandes Siete, que fueron llamados a producir este universo después que Ar(r)hetos, o el Inefable, cuyo nombre está compuesto de siete letras, hubo representado la primera Hebdómada. Este nombre (Ar(r)hetos) indica la naturaleza Septenaria del Uno, el Logos. “La diosa Rhea” -dice Proclo- “es una Mónada, Dúada y Héptada”, comprendiendo en sí misma a todos los Titanidae, “que son siete”.          

Las siete Creaciones se encuentran casi en todos los Purânas. Todas son precedidas por lo que Wilson traduce - el “Principio Continuo”, el Espíritu Absoluto independiente de toda relación con los objetos de los sentidos.
            
Ellas son: 

1º Mahat-tattva, el Alma Universal, la Inteligencia Infinita o Mente Divina; 
2º Tanmâtras, Bhûta o Bhûtasarga, la Creación Elemental, la primera diferenciación de la Substancia Continua Universal; 
3º Indriya o Aindriyaka, la Evolución Orgánica. “Estas tres fueron las Creaciones Prâkrita, los desarrollos de la naturaleza continua, precedidos por el Principio Continuo; 
4º Mukhya, “la Creación Fundamental (de las cosas perceptibles) fue la de cuerpos inanimados”; 
5º Tairyagyonya o Tiryaksrotas, fue la de los animales; 
6º Ûrdhvasrotas, o la de las divinidades (?); 
7º Arvâksrotas fue la del hombre.
            
Tal es el orden presentado en los textos exotéricos. Según la doctrina esotérica, hay siete “Creaciones” Primarias y siete Secundarias, siendo las primeras las Fuerzas que evolucionan por sí mismas procedentes de la FUERZA una sin causa; y mostrando las últimas el Universo manifestado emanado de los Elementos divinos ya diferenciados.
            
Tanto esotérica como exotéricamente, todas las Creaciones arriba enumeradas representan los siete períodos de la Evolución, sea después de una Edad o de un “Día” de Brahmâ. Ésta es por excelencia la doctrina de la Filosofía Oculta, la cual, sin embargo, jamás emplea el término “Creación”, ni siquiera el de evolución, respecto a la “Creación “ Primaria; pero llama a todas esas Fuerzas los “aspectos de la Fuerza sin causa”. En la Biblia, los siete períodos son empequeñecidos en los seis Días de la Creación y el séptimo Día de Descanso, y los occidentales se atienen a la letra. En la filosofía inda, cuando el Creador activo ha producido al Mundo de los Dioses, los Gérmenes de todos los Elementos indiferenciados, y los Rudimentos de los Sentidos futuros -en una palabra, el Mundo del Nóumeno-, el Universo permanece inalterado durante un día de Brahmâ, un período de 4.320.000.000 de años. Éste es el séptimo Período pasivo o el “Sabbath” de la Filosofía Oriental, que sucede a los seis períodos de evolución activa. En la Satapatha Brâhmana, Brahma (neutro), la Causa Absoluta de todas las causas, irradia a los Dioses. Habiendo irradiado a los Dioses por medio de su naturaleza, inherente, la obra se interrumpe. En el Primer Libro de Manu se dice:

            
A la expiración de cada noche (Pralaya), Brahma, habiendo dormido, despiértase, y  por la energía sola del movimiento hace emanar de sí mismo al Espíritu (o mente), que en su esencia es, y sin embargo, no es.

            
En el Sepher Yetzirab, el “Libro de la Creación” kabalístico, el autor evidentemente repitió el eco de las palabras de Manu. La Substancia Divina está representada en él, como habiendo existido sola desde la eternidad, ilimitada y absoluta, y como habiendo emitido al Espíritu de sí misma.

            
¡Uno es el Espíritu del Dios vivo, bendito sea su Nombre, que vive eternamente! Voz, Espíritu y Palabra: éste es el Espíritu Santo.
             
Y ésta es la Trinidad kabalística abstracta, con tan poco respeto antropomorfizada por los Padres. De este Uno triple emanó el Kosmos entero. Primero del Uno emanó el número dos o Aire, el elemento creador; y luego el número tres, Agua, procedió del Aire; el Éter o Fuego completa el Cuatro místico, el Arba-il. En la doctrina oriental, el Fuego es el primer Elemento - el Éter, sintetizando al todo, puesto que los contiene a todos ellos.
            
En el Vishnu Purâna se dan los siete períodos completos; y se muestra la Evolución progresiva del “Alma-Espíritu”, y de las siete Formas de la Materia, o Principios. Es imposible enumerarlos en esta obra. Se invita al lector a considerar con atención uno de los Purânas.

            
R. Yehudah principió, está escrito: “Elohim dijo: que haya un firmamento en medio de las aguas”. ¡Ven, contempla! En el tiempo en que el Santo... creó al mundo, Él (ellos) creó 7 cielos Arriba. Creó 7 tierras Abajo, 7 mares, 7 días, 7 ríos, 7 semanas, 7 años, 7 veces y 7.000 años que el mundo ha existido... el séptimo de todos (los milenarios)... Así, hay 7 tierras Abajo; todas están habitadas excepto aquellas que están arriba, y aquellas que están abajo. Y... entre cada tierra extiéndese un cielo (firmamento) entre una y otra... y existen en ellas (en esas tierras) seres que aparecen distintos unos de otros... Mas si presentáis alguna objeción a esto, y decís que todos los hijos del mundo vinieron de Adam, no es así... Y las tierras inferiores, ¿de dónde vienen? Pertenecen a la cadena de la tierra, y de los Cielos arriba.

            
Ireneo también atestigua -y bien a pesar suyo- que los gnósticos enseñaban el mismo sistema, velando muy cuidadosamente el verdadero significado esotérico. Ese “velo”, sin embargo, es idéntico al del Vishnu Purâna y otros. Así escribe Ireneo respecto a los marcosianos:

            
Sostienen que antes que todo fueron producidos los cuatro elementos, el fuego, el agua, la tierra y el aire, según la imagen de la primera Tétrada arriba; y que si agregamos sus operaciones, o sea el calor, el frío, la humedad y la sequía, preséntase una semejanza exacta con la Ogdoada.

            
Sólo que esa “semejanza” y la Ogdoada misma son un velo exactamente como en las siete creaciones del Vishnu Purâna, a las que se añaden dos más, entre las cuales la octava, llamada Anugraha, “posee a la vez las cualidades de bondad y tinieblas”, idea ésta más bien sâmkhiana que puránica. Pues también dice Ireneo que:

            
Ellos (los gnósticos) tenían una octava creación semejante, que era buena y mala, divina y humana. Afirman que el hombre fue formado el octavo día. A veces declaran que fue hecho el sexto día, y otras el octavo; a no ser que acaso entiendan que su parte terrestre fue formada el sexto día, y su parte carnal (?) el octavo; haciendo una distinción entre estas dos.

            
La “distinción” existía, pero no como la presenta Ireneo. Los gnósticos tenían una Hebdómada superior e inferior en el Ciclo; y una tercera Hebdómada terrestre, en el plano de la materia. Iaô, el Dios Misterio y el Regente de la Luna, según está presentado en la Carta de Orígenes, era el principal de esos “Siete Cielos” superiores, por lo tanto idéntico al jefe de los Pitris Lunares, siendo ese nombre el que ellos dan a los Dhyân Chohans Lunares. “Afirman -escribe el mismo Ireneo- que esos siete cielos son inteligentes, y hablan de ellos considerándolos como ángeles”; y añade que por este motivo ellos llamaban a Iaô Hebdomas, mientras que su madre era llamada Ogdoas; pues, según explica, “conservaba el número de la Ogdoada primogénita y primaria del Pleroma”.
            
Esta “Ogdoada primogénita” era en Teogonía el Segundo Logos, el Manifestado, porque  había nacido del Primer Logos Séptuple; por consiguiente, es la octava en este plano manifestado; y en Astrolatría era el Sol, Mârttânda, el octavo Hijo de Aditi, a quien ella rechaza mientras conserva a sus Siete Hijos, los planetas. Pues los antiguos jamás consideraron al Sol como un planeta, sino como una Estrella central y fija. Ésta, pues, es la segunda Hebdómada nacida del Uno de Siete rayos, Agni, el Sol y muchos más; pero no los siete planetas, que son Hermanos de Sûrya, no sus Hijos. Entre los gnósticos, esos Dioses Astrales eran los Hijos de Ildabaoth  (de ilda, niño, y baoth, huevo), el Hijo de Sophía Achamôt, la hija de Sophía o Sabiduría, cuya región es el Pleroma. Ildabaoth produce de sí mismo esos seis Espíritus estelares: Jove (Iaô) (Jeovah), Sabaôth, Adonai (Adoneus), Eloi (Eloaeus), Osraios (Oreus), Astaphaios (Astaphaeus), y ellos son la Hebdómada segunda, o inferior. En cuanto a la tercera, está compuesta de los siete hombres primordiales, las sombras de los Dioses Lunares, proyectadas por la primera Hebdómada. En esto, como se ve, no se apartaron mucho los gnósticos de la Doctrina Esotérica, sólo que la velaban. En cuanto a los cargos hechos por Ireneo, que evidentemente ignoraba las verdaderas doctrinas de los “Herejes”, respecto a la creación del hombre el sexto día, y a la creación del mismo el octavo, estos  se refieren a los misterios del hombre interno. Este punto sólo resultará inteligible para el lector después que haya leído los volúmenes III y IV, y comprendido bien la Antropogénesis de la Doctrina Esotérica.
            
Ildabaoth es una copia de Manu, quien se alaba como sigue:

            
¡Oh tú, el mejor de los hombres dos veces nacidos! Sabe que yo (Manu) soy aquél, el creador de todo este mundo, a quien ese masculino Virâj... espontáneamente produjo.

            
Él crea primeramente los diez Señores del Ser, los Prajâpatis, que, como nos dice el versículo 36, “producen otros siete Manus”. También se vanagloria Ildabaoth del mismo modo: “Soy Padre y Dios, y nadie está por encima de mí”, exclama. Por esta razón le humilla su Madre, diciendo con frialdad: “No mientas, Ildabaoth, porque el Padre de todo, el Primer Hombre (Anthreopos), es superior a ti, y así es Anthropos, el hijo de Anthropos”. Ésta es una buena prueba de que había tres Logos -además de los Siete nacidos del Primero-, siendo uno de ellos el Logos Solar. Por otra parte, ¿quién era ese Anthropos tan superior a Ildabaoth? Sólo los anales gnósticos pueden resolver este enigma. En Pistis-Sophia el nombre de cuatro vocales ieou va acompañado generalmente del epíteto “el Primitivo, o Primer Hombre”. Esto muestra nuevamente que la Gnôsis sólo era un eco de nuestra Doctrina Arcaica. Los nombres que corresponden a Parabrahman, a Brahmâ y a Manu, el primer Hombre pensador, están compuestos de sonidos de una, tres o siete vocales. Marcos, cuya filosofía era seguramente más pitagórica que otra cosa, habla de una revelación que tuvo acerca de los siete Cielos, cada uno de los cuales producía el sonido de una vocal, al pronunciar ellos los siete nombres de las siete jerarquías Angélicas.
            
Cuando el Espíritu ha impregnado hasta el átomo más diminuto de los Siete Principios del Kosmos, entonces principia la Segunda Creación, después del período de reposo más arriba mencionado.
            
“Los Creadores (Elohim) bosquejan durante la segunda “Hora” la forma del hombre”, dice el rabino Simeón en el Nuchthemeron of the Hebrews. “Hay doce horas en el día”, dice la Mishna, “y durante éstas es cuando tiene lugar la creación”. Las “doce horas del día” son también la copia empequeñecida de la Sabiduría primitiva, un eco débil, aunque fiel, de la misma. Son como los 12.000 Años Divinos de los Dioses, un velo cíclico. Cada Día de Brahmâ 14 Manus, a quienes los kabalistas hebreos, siguiendo en esto, sin embargo, el ejemplo de los caldeos, han disfrazado en 12 “Horas”. 
El Nuchthemeron de Apolonio de Tiana es lo mismo. “El Dodecaedro yace oculto en el Cubo perfecto”, dicen los kabalistas. El sentido místico de esto es que las doce grandes transformaciones del Espíritu en la Materia -los 12.000 Años Divinos- tienen lugar durante las cuatro grandes Edades, o primer Mahâyuga. Principiando con lo metafísico y sobrehumano, termina en las naturalezas físicas y puramente humanas del Kosmos y del Hombre. Si la Ciencia Occidental no lo consigue, en cambio la Filosofía Oriental puede dar el número de los años humanos que se suceden en la línea de las evoluciones espirituales y físicas de lo visible e invisible.
            
La Creación Primaria es llamada la Creación de la Luz (Espíritu); y la Secundaria, la de las Tinieblas (Materia) (19). Ambas encuéntranse en el Génesis. La primera es la emanación de los Dioses (Elohim) nacidos por sí mismos; la segunda la de la naturaleza física.
            
He aquí por qué está escrito en el Zohar:

            
Oh, compañeros, compañeros, el hombre, como emanación, era a la vez hombre y mujer; tanto del lado del Padre como del de la Madre. Y esto es el sentido de las palabras: Y Elohim dijo: “¡Hágase la Luz! y la Luz fue...” Y éste es el “Hombre doble”.

            
La Luz de nuestro plano es, sin embargo, obscuridad en las esferas superiores.
            
“El hombre y la mujer... del lado del PADRE” (Espíritu) se refiere a la Creación Primaria; y del lado de la MADRE (Materia), a la Secundaria. El Hombre doble es Adam Kadmon, el prototipo abstracto masculino y femenino, y el Elohim diferenciado. El Hombre procede del Dhyân Chohan, y es un “Ángel Caído”, un Dios en el destierro, como se mostrará.
            
Esas creaciones se describieron en la India como sigue:
            
I. La Primera Creación: Creación Mahat-tattva, llamada así porque fue la primordial evolución en sí de lo que tenía que convertirse en Mahat, la “Mente Divina, consciente e inteligente”; esotéricamente, el “Espíritu del Alma Universal”.

            
El más digno de los ascetas por medio de su poder (el poder de aquella causa), toda causa producida  se presenta por su propia naturaleza.

            
Y por otra parte:

            
Dado que las potencias de todos los seres se comprenden solamente por medio del conocimiento de Aquello (Brahma) que se halla fuera del raciocinio, la creación, y lo semejante, tales potencias se pueden referir a Brahmâ.

            
AQUELLO precede, por tanto, a la manifestación. “El primero fue Mahat”, dice el Linga Purâna; porque el Uno (Aquello) no es primero ni último, sino todo. Exotéricamente, sin embargo, esta manifestación es la obra del “Uno Supremo” (más bien un efecto natural de una Causa Eterna); o como dice el Comentador, puede haber sido concebido como significando que Brahmâ fue luego creado (?), identificándole con Mahat, la inteligencia activa, o la voluntad en acción de lo Supremo. La Filosofía Esotérica lo interpreta como la “Ley que actúa”.
            
De la clara comprensión de esta doctrina en los Brâhmanas y Purânas pende, creemos, la manzana de la discordia entre las tres sectas vedantinas: la Advaita, Dvaita y la Vishishthadvaita. La primera arguye lógicamente que no teniendo Parabrahman relación, como TODO absoluto, con el Mundo manifestado, pues lo Infinito no tiene conexión con lo Finito, no puede ni querer ni crear; que, por lo tanto, Brahmâ, Mahat, Îshvara, o cualquier nombre bajo el cual pueda ser conocido el  Poder Creador, los Dioses Creadores y todos, son simplemente un aspecto ilusorio de Parabrahman en el concepto de los que conciben; mientras que las otras sectas identifican a la causa Impersonal con el Creador o Îshvara.
           
Mahat o Mahâ-Buddhi es, sin embargo, según los Vaishnavas, la Mente Divina, en operación activa,  o como dice Anaxágoras, “una Mente directora y regularizadora, que fue la causa de todas las cosas”, ... . ... ... ... ...
            
Wilson vio en seguida la sugestiva relación existente entre Mahat y la Mât fenicia, o Mut, que para los egipcios era hembra, la Diosa Mut, la Madre, “que, como Mahat”, dice él, “fue el primer producto de la mezcla (?) del Espíritu y la Materia, y el primer rudimento de la Creación”. “Ex connexione autem ejus Spiritus prodidit Môt... Hinc ... seminium omnis creaturoe et omnium rerum creatio”, dice Brucker, prestándole un color aún más materialista y antropomórfico.
            
Sin embargo, en la superficie misma de los textos antiguos sánscritos que tratan de la Creación primordial, descúbrese, a través de cada sentencia exotérica, el sentido esotérico de la doctrina.

            
El Alma Suprema, la Substancia del Mundo que todo lo penetra (Sarvaga), habiendo entrado (sido atraída) en la Materia (Prakriti) y el Espíritu (Purusha), agitó los principios mentales y los inmutables el período de Creación (Manvántara) habiendo llegado.

            
El Nous de los griegos, que es la Mente (espiritual o divina) o Mens, Mahat, actúa sobre la Materia del mismo modo; “entra en ella” y la “agita”:

                        
Spiritus intus alit, totamque infusa per 
Mens agitat molem, et magno se corpore miscet.
           
            
En  la Cosmogonía Fenicia también “mezclándose el Espíritu con sus propios principios, da lugar a la creación”; la Tríada Órfica ofrece una doctrina idéntica; pues allí Phanes, o Eros, el Caos, conteniendo la Materia Cósmica confusa indiferenciada, y Cronos, el Tiempo, son los tres principios cooperadores, emanando del Punto Oculto e Incognoscible, que producen la obra de “Creación”. Y ellos son los indos Purusha (Phanes), Pradhâna (Caos) y Kâla (Cronos). Al buen profesor Wilson no le gusta la idea, como tampoco habría de agradar a sacerdote cristiano alguno, por liberal que fuese. Observa que: “la mezcla (del Espíritu supremo o Alma, con sus propios principios) no es mecánica; es una influencia o efecto ejercido sobre agentes intermediarios que produce efectos”. La frase del Vishnu Purâna: “así como el aroma afecta a la mente sólo a causa de su proximidad, y no por alguna operación inmediata sobre la mente misma, de igual modo el Ser Supremo influyó en los elementos de la creación”, la amplía el reverendo y erudito sanscritista correctamente de este modo: “así como los perfumes no deleitan a la mente por contacto real, sino por la impresión que causan sobre el sentido del olfato, que la comunica a la mente”; añadiendo, “la entrada del Supremo... en el Espíritu, así como en la Materia, es menos inteligible que el aspecto considerado de esto en otra parte, de la infusión del Espíritu, identificado con el Supremo, en Prakriti o la Materia sola”. Y él da la preferencia a este versículo del Pâdma Purâna: “El que es llamado el macho (espíritu) de Prakriti... ese mismo Vishnu divino entró en Prakriti”. Este aspecto está ciertamente más conforme con el carácter plástico de ciertos versículos de la Biblia que se refieren a los Patriarcas, como Lot y aun Adam, y otros de naturaleza todavía más antropomórfica. Mas esto es, precisamente, lo que condujo la Humanidad al Falicismo; estando la religión Cristiana llena del mismo, desde el primer capítulo del Génesis hasta el Apocalipsis.
            
Enseña la Doctrina Esotérica que los Dhyân Chohans son el agregado colectivo de la Inteligencia Divina o Mente Primordial; y que los primeros Manus, las siete Inteligencias Espirituales “nacidas de la mente”, son idénticos a los primeros. Así es que el Kwan-Shi-Yin, el “Dragón Áureo en que están los Siete”, de la Estancia III, es el Logos Primordial o Brahmâ, el Primer Poder Creador manifestado; y las Energías Dhyánicas son los Manus, o Manu Svâyambhuva colectivamente. Además, la relación directa entre los Manus y Mahat es fácil de ver. Manu viene de la raíz man, pensar; y el pensamiento procede de la mente. Es, en Cosmogonía, el Período Prenebular.
            
II. La Segunda Creación: Bhûta, fue la de los Principios Rudimentales o Tanmâtras; de ahí que se la llame la Creación Elemental o Bhûtasarga. Es el período del primer soplo de diferenciación de los elementos Precósmicos, o la Materia. Bhûtadi significa el “origen de los Elementos”, y precede a Bhûtasarga, “la Creación”, o diferenciación, de esos Elementos en el Âkâsha Primordial, el Caos o Vacuidad. En el Vishnu Purâna se dice que continúa por el triple aspecto de Ahamkâra, al que pertenece, siendo traducida esta palabra por Egoísmo, pero significando más bien ese término intraducible del “concepto de sí” (I-amness), lo que nace primeramente de Mahat o la Mente Divina; el primer bosquejo nebuloso de la personalidad, pues el Ahamkâra “puro” conviértese en “apasionado” y finalmente en “rudimentario” o inicial; él es “el origen de todo ser, tanto consciente como inconsciente”, si bien la escuela esotérica rechaza la idea de que haya algo que sea inconsciente, salvo en nuestro plano de ilusión e ignorancia. En este período de la Segunda Creación, aparece la Segunda Jerarquía de los Manus, los Dhyân Chohans o Devas, que son el origen de la Forma (Rûpa), los Chitrashikhandinas, “los de Brillante Corona” o Rikshas; esos Rishis que se han convertido en las Almas animadoras de las Siete Estrellas (de la Osa Mayor). Esta Creación se refiere, en lenguaje astronómico y cósmico, al período de la Niebla de Fuego, el primer grado de la Vida Cósmica, después de su estado caótico, cuando los Átomos salen de Laya.
            
III. La Tercera Creación: La Tercera Creación o creación Indriya, fue la forma modificada de Ahamkâra, el concepto del “YO” (de Aham, “YO”), llamada la Creación Orgánica o Creación de los Sentidos, Aindriyaka. “Estas tres fueron la Creación Prâkrita, los desarrollos (discretos) de la naturaleza continua precedidos por el principio continuo”. “Precedidos por” debiera reemplazarse aquí con “principiando por Buddhi”; pues el último no es una cantidad discreta ni continua, sino que participa de la naturaleza de ambas, en el hombre como en el Kosmos. Unidad o Mónada humana en el plano de la ilusión, una vez libre de las tres formas de Ahamkâra y libertado de su Manas terrestre, Buddhi, en verdad, se convierte en una cantidad continua, tanto en duración como en extensión, porque es eterno e inmortal. Anteriormente se declara que la Tercera Creación, “abundando en la cualidad de bondad”, llámase Ûrdhvasrotas; y una o dos páginas más adelante háblase de la Creación Ûrdhvasrotas como de la “sexta creación... o la de las divinidades”. Esto muestra claramente que tanto los Manvántaras anteriores como los posteriores han sido confundidos intencionalmente, a fin de impedir que el profano percibiese la verdad. A esto llaman los orientalistas “incongruencia y contradicciones”. “Las tres creaciones que principian con la Inteligencia son elementales; pero las seis creaciones que proceden de las series de las que el Intelecto es la primera, son la obra de Brahmâ. 

Aquí “creaciones” significan en todas partes períodos de evolución. Mahat, el “Intelecto” o Mente, que corresponde con Manas, hallándose el primero en el plano cósmico y el último en el humano, también se encuentra aquí por bajo de Buddhi o Inteligencia supradivina. Por consiguiente, cuando leemos en Linga Purâna que “la primera Creación fue la de Mahat, siendo el Intelecto el primero en la manifestación”, debemos aplicar esa creación (especificada) a la primera evolución de nuestro Sistema y hasta a nuestra Tierra, no discutiéndose en los Purânas ninguna de las precedentes, sino haciéndose tan sólo alusión accidentalmente a las mismas.
            
Esta Creación de los primeros Inmortales, o Devasarga, es la última de la serie, y tiene un significado universal; refiérese, especialmente, a la evolución en general, y específicamente a nuestro Manvántara, que principia con la misma una y otra vez, mostrando así que se refiere a varios Kalpas distintos. Pues se dice que: “al final del pasado (Pâdma) Kalpa, el divino Brahmâ despertó de su noche de sueño, y contempló el Universo vacío”. Luego nos representan a Brahmâ, pasando de nuevo por las “Siete Creaciones”, en el período secundario de evolución, repitiendo las tres primeras en el plano objetivo.
            
IV. La Cuarta Creación: La Mukhya o Primaria, porque empieza la serie de cuatro. Ni el término cuerpos “inanimados” ni el de cosas “inmóviles”, según traduce Wilson, dan una idea correcta de las palabras sánscritas empleadas. No es solamente la Filosofía Esotérica la que rechaza la idea de que haya átomos “inorgánicos”, pues también lo hace el Hinduismo ortodoxo. Además, Wilson mismo dice: “Todos los sistemas indos consideran a los cuerpos vegetales como dotados de vida”. Charâchara, o el sinónimo sthâvara y jangama, está, por lo tanto, inexactamente interpretado como “seres animados e inanimados”, “sencientes e inconscientes”, o “seres conscientes e inconscientes”, etcétera. “Móviles y fijos” sería mejor, “puesto que se atribuye alma a los árboles”. La Mukhya es la “creación”, o más bien evolución orgánica, del reino vegetal. En este Período Secundario, los tres grados de los reinos elementales o rudimentarios son desarrollados en este Mundo, correspondiendo, inversamente en orden, a las tres Creaciones Prakríticas, durante el Período Primario de la  actividad de Brahmâ. Así como en aquel Período, según las palabras del Vishnu Purâna, “la primera creación fue la de Mahat o el Intelecto... La segunda fue la de los Principios Rudimentarios (Tanmâtras)... La tercera... la creación de los sentidos (Aindriyaka)”; así en éste, el orden de las Fuerzas Elementales es como sigue: 

1º, los Centros de Fuerzas nacientes, intelectuales y físicos; 
2º, los Principios Rudimentarios, la fuerza nervio, por decirlo así; y 
3º, la Percepción naciente del conocimiento interior, que es el Mahat de los reinos inferiores, y está especialmente desarrollada en el tercer orden de Elementales; a estos sucede el reino objetivo de los minerales, en donde esa “percepción” es latente por completo, para desarrollarse de nuevo sólo en las plantas. La Creación Mukhya es, pues, el punto medio entre los tres reinos inferiores y los tres superiores, que representa los siete reinos esotéricos del Kosmos y de la Tierra.
            
V. La Quinta Creación: La Creación  Tiryaksrotas o Tairyagyonya, la de los “animales (sagrados)”, que corresponde en la Tierra sólo a la creación de los animales mudos, Lo que se entiende por “animales” en la Creación primaria es el germen del despertar de la conciencia o de la “percepción del conocimiento interior”, lo que vagamente se observa en algunas plantas sensitivas sobre la Tierra, y más marcadamente en la Mónera protística. En nuestro Globo, durante la Primera Ronda, la “creación” animal precede a la del hombre, mientras que los animales mamíferos se desarrollan del hombre en nuestra Cuarta Ronda en el plano físico. En la Primera Ronda, los átomos animales son arrastrados hacia una cohesión de forma humana física; mientras que en la Cuarta ocurre lo contrario, de acuerdo con las condiciones magnéticas desarrolladas durante la vida. Y esto es la “Metempsicosis”. Este quinto Grado de Evolución, llamado exotéricamente “Creación”, puede considerarse, tanto en el Período Primario como en el Secundario, en el uno como lo espiritual y cósmico, y en el otro como lo material y terrestre. Es la archibiosis, u origen de la vida; “origen” tan sólo, por supuesto, en cuanto se refiere a la manifestación de la vida en todos los siete planos. En este período de la evolución es cuando el movimiento absolutamente eterno y universal, o vibración, lo que se llama “Gran Hálito” en lenguaje esotérico, se diferencia en el Átomo primordial, primero manifestado. A medida que las ciencias químicas y físicas progresa, este axioma oculto encuentra cada vez más su corroboración en el mundo del saber; la hipótesis científica, según la cual los elementos más simples de la materia son idénticos en su naturaleza, y sólo difieren unos de otros a consecuencia de las varias distribuciones de los átomos en la molécula o partícula de substancia, o a causa de los modos de su vibración atómica, gana cada día más terreno.
            
Así, del mismo modo que la diferenciación del germen primordial de la vida tiene que preceder a la evolución del Dhyân Chohan del tercer Grupo o Jerarquía del Ser en la Creación Primaria, antes de que esos Dioses puedan revestirse en su primera forma etérea (rûpa), así también la creación animal tiene por la misma razón que preceder al “hombre divino” sobre la Tierra. Y he aquí por lo que vemos en los Purânas que “la quinta, la Creación Tairyagyonya, fue la de los animales”.
            
VI. La Sexta Creación: La Creación Ûrdhvasrotas o la de las Divinidades. Mas esas Divinidades son simplemente los Prototipos de la Primera Raza, los Padres de su progenie de “huesos blandos”, “nacida de la mente”. Estos son los que se convirtieron en los Evolucionadores de los “Nacidos del Sudor”, expresión que se explica en los volúmenes V y VI.
            
Los “Seres Creados” -explica el Vishnu Purâna-, “aun cuando son destruidos (en sus formas individuales) en los períodos de disolución, siendo afectados, sin embargo, por los actos buenos o malos de existencia anteriores, jamás quedan exentos de sus consecuencias. Y cuando Brahmâ produce de nuevo el mundo, son la progenie de su voluntad”.
            
“Concentrando su mente en sí mismo (Voluntario-Yoga), Brahmâ crea los cuatro Órdenes de Seres denominados Dioses, Demonios, Progenitores y Hombres”; Progenitores significa aquí los Prototipos y Evolucionadores de la primera Raza Raíz de hombres. Los Progenitores son los Pitris, y son de Siete Clases. En  la mitología exotérica se dice que han nacido del “costado de Brahmâ”, como Eva de la costilla de Adán.
            
Finalmente, la “Creación Sexta” es seguida, y la “Creación “ en general se termina por:
            
VII. La Séptima Creación: La evolución de los Seres Arvâksrotas, “que fue... la del hombre”.
            
La “Octava Creación” mencionada no es Creación alguna; es un “velo”, pues se refiere a un proceso puramente mental, al conocimiento de la “Novena Creación”, la cual, a su vez, es un efecto que se manifiesta en la Secundaria, de lo que fue una “Creación” en la Creación Primaria  (Prâkrita). La Octava, pues, llamada Anugraha, la Creación Pratyayasarga o Intelectual de los Sânkhyas, es “la creación, de la cual tenemos una noción (en su aspecto esotérico), o a la cual prestamos consentimiento intelectual (Anugraha), en oposición a la creación orgánica”. Es la percepción correcta de nuestras relaciones con toda la serie de “Dioses”, y especialmente de aquellas que tenemos con los Kumâras, la llamada “Novena Creación”, que es en realidad un aspecto, o reflejo, de la Sexta en nuestro Manvántara (el Vaivasvata). “Existe una novena (creación), la Creación Kumâra, que es a la vez primaria y secundaria”, dice el Vishnu Purâna, el más antiguo de semejantes textos. Según explica un texto Esotérico:
            
Los Kumâras son los Dhyânis, inmediatamente derivados del Principio Supremo, que reaparecen en el período de Vaivasvata Manu, para el progreso de la humanidad (36).
            
El traductor del Vishnu Purâna lo corrobora, observando que “esos sabios... viven tanto tiempo como Brahmâ; y sólo son creados por él en el Primer Kalpa, aunque su generación es presentada muy comúnmente, pero no pertinentemente, en el Vârâha (Secundario) o Pâdma Kalpa”. Así los Kumâras son, exotéricamente, “la creación de Rudra o Nilalohita (una forma de Shiva) por Brahmâ... y de ciertos otros hijos nacidos de la mente de Brahmâ”. Pero, en la doctrina esotérica, son los progenitores del verdadero Yo espiritual en el hombre físico, los Prajâpatis superiores, mientras que los Pitris o Prajâpatis inferiores no son más que los Padres del modelo, o tipo de su forma física, hecho “a su imagen”. Cuatro (y a veces cinco) son mencionados libremente en los textos esotéricos, siendo secretos tres de los Kumâras.
            
“Los cuatro Kumâras (son) los Hijos nacidos de la mente de Brahmâ. Algunos especifican siete”. Todos esos siete Vaisdhâtra, nombre patronímico de los Kumâras, “los Hijos del Hacedor”, son mencionados y descritos en el Sânkhya Kârikâ de Îshvara Krishna con el Comentario de Gaudapâdâchârya (Paraguru de Shankarâchârya) unido al mismo. Discute la naturaleza de los Kumâras, aunque se abstiene de mencionar por su nombre a todos los siete Kumâras; pero los llama, en cambio, “los siete hijos de Brahmâ”, lo que son, pues son creados por Brahmâ en Rudra. La lista de nombres que nos da es la siguiente: Sanaka, Sanandan, Sanâtana, Kapila, Ribhu y Panchashikha. Pero todos estos son también alias.
            
Los cuatro exotéricos son Sanatkumâra, Sananda, Sanaka y Sanâtana; y los tres esotéricos Sana, Kapila y Sanatsujâta. Reclamamos de nuevo una atención especial a esta clase de Dhyân Chohans, porque aquí yace el misterio de la generación y herencia a que se hace alusión en el Comentario sobre la Estancia VII, al tratar de las Cuatro Órdenes de Seres Angélicos. El volumen III explica su situación en la Jerarquía Divina. Veamos, mientras tanto, lo que acerca de ellos dicen los textos exotéricos.
            
Dicen poco; y para aquél que no acierta a leer entre líneas, nada. “Tenemos que recurrir aquí para la dilucidación de este término a otros Purânas”, observa Wilson, que ni por un momento sospecha que se halla en presencia de los “Ángeles de las Tinieblas”, el “gran enemigo” mítico de su Iglesia. Así pues, se esfuerza sólo en “dilucidar” que “aquellas (Divinidades) negándose a crear progenie (y rebelándose de este modo contra Brahmâ), permanecieron, como el nombre del primero (Sanatkumâra) implica, siempre niños, Kumâras; es decir, siempre puros e inocentes, por lo que llámase a su creación la Kaumâra”. Los Purânas, sin embargo, pueden quizás darnos un poco más de luz. “Siendo eternamente como cuando nació, es llamado aquí joven, y por consiguiente, es bien conocido su nombre como Sanatkumâra”. En los Shaiva Purânas, siempre se describe a los Kumâras como Yogins. El Kurma Purâna, después de enumerarlos, dice: “Aquellos cinco ¡oh Brahmanes! que lograron la completa exención de la pasión, eran Yogins”. Son cinco, porque dos de los Kumâras sucumben.
            
Tan poco fieles son algunas traducciones de los orientalistas, que en la traducción francesa del Harivamsha se lee: “Los siete Prajâpati, Rudra, Skanda (su hijo) y Sanatkumâra procedieron a crear seres”. Mientras que, según muestra Wilson, el original dice: “Esos siete... crearon progenie; y así lo hizo Rudra, pero Skanda y Sanatkumâra, refrenando su poder, se abstuvieron (de crear)”. “Los cuatro órdenes de seres” son considerados algunas veces como refiriéndose a Ambhâmsi, que interpreta Wilson como “Aguas literalmente”, y cree que es un “término místico”. Sin duda alguna, así es; pero evidentemente no acertó a comprender el significado esotérico verdadero. Las “Aguas” y el “Agua” representan el símbolo de Âkâsha, el “Océano Primordial del Espacio” sobre el que Nârâyana, el Espíritu nacido en sí mismo, se mueve, reclinándose en la que es su progenie

“El Agua es el cuerpo de Nara; así hemos oído explicar el nombre del Agua. Como Brahmâ descansa sobre el Agua, por eso es apellidado Nârâyana”. “El puro, Purusha, creó las Aguas puras”. El Agua es al mismo tiempo el Tercer Principio en el Kosmos material, y el tercero en el reino de lo espiritual: el Espíritu del Fuego, la Llama, el Âkâsha, el Éter, el Agua, el Aire, la Tierra, son los principios cósmicos siderales, psíquicos, espirituales y místicos, preeminentemente ocultos, en cada plano del ser. “Dioses, Demonios, Pitris y Hombres” son los cuatro órdenes de seres a quienes se aplica el término Ambhâmsi, porque todos son el producto de las Aguas (místicamente), del Océano Akâshico, y del Tercer principio en la Naturaleza. En los Vedas es un sinónimo de Dioses. Los Pitris y los Hombres en la Tierra son las transformaciones o renacimientos de Dioses y Demonios (Espíritus) de un plano superior. El agua es, en otro sentido, el principio femenino. Venus Afrodita es el mar personificado y la Madre del Dios del Amor, la Generadora de todos los Dioses, de igual modo que la Virgen María cristiana es Mare, el Mar, la Madre del Dios occidental del Amor, de la Compasión y la Caridad. Si el estudiante de Filosofía Esotérica piensa profundamente sobre el asunto, verá seguramente cuán significativo es el término Ambhâmsi en sus múltiples relaciones con la Virgen del Cielo, con la Virgen Celestial de los alquimistas, y hasta con las “Aguas de la Gracia” de los bautistas modernos.
            
Entre todas las siete grandes divisiones de Dhyân Chohans o Devas, no existe ninguna con la que se halle tan relacionada la humanidad como con los Kumâras. Imprudentes son los teólogos cristianos que los han rebajado a la categoría de Ángeles Caídos, y que ahora los llaman Satán y Demonios; pues entre esos moradores celestes que se “niegan a crear”, hay que señalar uno de los sitios más prominentes al Arcángel Miguel, el Santo patrón más grande de los Iglesias occidentales y orientales, bajo su nombre doble de San Miguel y su copia supuesta sobre la tierra, San Jorge venciendo al Dragón.
            
Los Kumâras, los hijos nacidos de la Mente de Brahmâ-Rudra, o Shiva, en lenguaje místico el rugiente y terrorífico destructor de las pasiones humanas y de los sentidos físicos, que siempre marchan hacia el desarrollo de las percepciones espirituales superiores y hacia el crecimiento del hombre interno eterno, son la progenie de Shiva, el Mahâyogi, el gran patrón de todos los yoguis y místicos de la India.
            
Shiva-Rudra es el Destructor, así como Vishnu es el Conservador; y ambos son los Regeneradores, tanto de la Naturaleza espiritual como de la física. Para vivir como planta, debe morir la semilla. Para vivir como una entidad consciente en la Eternidad, las pasiones y sentidos del hombre deben morir antes que su cuerpo. Que “vivir es morir y morir es vivir” se ha comprendido muy poco en Occidente. Shiva, el Destructor, es el Creador y Salvador del Hombre Espiritual, así como el buen jardinero de la Naturaleza. Escarda las plantas humanas y cósmicas, y mata las pasiones del hombre físico para llamar a la vida las percepciones del hombre espiritual.
            
Los Kumâras mismos, siendo pues los “ascetas vírgenes”, se niegan a crear al ser material Hombre. Bien puede sospecharse que se relacionan directamente con el Arcángel cristiano Miguel, el “combatiente virgen” del Dragón Apophis, cuyas víctimas son todas las Almas demasiado vagamente unidas a su Espíritu inmortal, el Ángel que, como lo indican los gnósticos, se negó a crear, exactamente como lo hicieron los Kumâras. ¿Acaso no preside ese Ángel patrón de los judíos, sobre Saturno (Shiva o Rudra), y el Sabbath, el día de Saturno? ¿No le representan como de la misma esencia que su Padre (Saturno), y no es llamado el Hijo del Tiempo, Cronos o Kâla, una forma de Brahmâ (Vishnu y Shiva)? ¿Y acaso no es idéntico el Anciano tiempo de los griegos con su guadaña y reloj de arena, al Anciano de los Días de los Kabalistas, siendo este último “Anciano” el mismo Anciano de los Días indo, Brahmâ, en su forma trina, cuyo nombre también es Sanat, el Anciano? Cada Kumâra lleva el prefijo de Sanat y Sana. Y Shanaishchara es Saturno, el planeta Shani, el Rey Saturno, cuyo secretario entre los egipcios era Thot-Hermes, el primero. De este modo hállanse identificados tanto con el planeta como con el Dios (Shiva), los que a su vez se nos muestran ser los prototipos de Saturno, que es igual a Bel, Baal, Shiva y Jehovah Sabbaoth, el Ángel de la Faz de quien Mikael es ... “quien (es) como Dios”. 

Él es el patrón y Ángel Custodio de los judíos, como nos dice Daniel; y antes de que fuesen degradados los Kumâras, por aquellos que ignoraban su nombre mismo, a Demonios y Ángeles Caídos, los ofitas griegos, los ocultamente inclinados predecesores y precursores de la Iglesia Católica Romana, después de su escisión y separación de la Iglesia griega primitiva, ya habían identificado a Miguel con su Ophiomorphos, el espíritu rebelde y opuesto. Esto no significa otra cosa que el aspecto inverso, simbólicamente, de Ophis, la Sabiduría Divina o Christos. 

En el Talmud, Miguel es el “Príncipe del Agua” y el Jefe de los Siete Espíritus, por la misma razón que uno de sus muchos prototipos Sanatsujâta, el jefe de los Kumâras, es llamado Ambhâmsi, las “Aguas”, según el comentario sobre el Vishnu Purâna. ¿Por qué? Porque las Aguas es otro nombre del gran Profundo, las Aguas Primordiales del Espacio, o el Caos, y también  significa la Madre, Ambâ, significando Aditi y Âkâsha, la Virgen-Madre Celestial del Universo visible. Además, las “Aguas del Diluvio “ también son llamadas el “Gran  Dragón “ u Ophis, Ophiomorphos.
            
En el volumen III se tratará de los Rudras en su carácter septenario de “Espíritus del Fuego”, en el “Simbolismo” relacionado con las estancias. Allí también  consideraremos la Cruz ( 3 + 4) bajo sus formas primitivas y posteriores, y emplearemos, como medio de comparación, los números pitagóricos a la par de la metrología hebrea. De este modo resultará evidente la importancia inmensa del número siete, como número fundamental de la Naturaleza. Lo examinaremos desde el punto de vista de los Vedas y de las Escrituras caldeas; como existió en Egipto miles de años antes de Jesucristo, y según se halla tratado en los anales gnósticos; mostraremos que su importancia como número fundamental ha sido reconocida en la ciencia física; y trataremos de probar que la importancia prestada al número siete a través de toda la antigüedad no fue debida a fantásticas imaginaciones de sacerdotes incultos, sino a un conocimiento profundo de la Ley Natural.

H.P.B  D.S TII

No hay comentarios:

Publicar un comentario