sábado, 24 de noviembre de 2018

COLORES, SONIDOS Y FORMAS




Prosigamos: El punto central del círculo es el Logos inmanifestado, correspondiente a la vida absoluta y al sonido absoluto. La primera figura geométrica, después del círculo o esferoide, es el triángulo que corresponde al movimiento, color y sonido. El punto del triángulo representa el segundo Logos, el “Padre–Madre” o el Rayo
Blanco incoloro, puesto que potencialmente contiene todos los colores. Se ve que irradia del Logos Inmanifestado o Palabra Impronunciada. Alrededor, el primer triángulo se forma sobre el plano de sustancia primordial (invertido respecto de nuestro plano) :

a. El doble astral de la Naturaleza, o el paradigma de todas las formas. 
b. La Ideación Divina, o Mente Universal. 
c. La Síntesis de la Naturaleza oculta, el Huevo de Brahmâ que todo lo contiene y del que todo dimana. 
d. El Alma material o animal de la Naturaleza, fuente de la inteligencia e instinto de los animales y vegetales. e. Fohat o el conjunto de las Inteligencias Dhyân Chohanicas. 
f. El Principio de Vida en la Naturaleza. 
g. El Principio Procreador de la vida en la Naturaleza. 

El principio que, en el plano espiritual, corresponde a la afinidad sexual en el inferior. Reflejado en el plano de la Naturaleza grosera, queda invertido el Mundo de la Realidad y toma en el aspecto terreno de nuestro plano: B a. El rojo es el color de la dualidad manifestada, o del macho y hembra. En el hombre se manifiesta este color en su ínfima forma animal. b. El anaranjado es el color de las vestiduras de los yoguis y sacerdotes buddhistas, el color del Sol y de la vitalidad espiritual, así como también el del Principio Vital. c. El amarillo oro es el color del Rayo Divino y Espiritual en todo átomo. En el hombre es el color de Buddhi. d. El verde y el rojo son, por decirlo así, colores intercambiables, pues el verde absorbe al rojo, por ser sus vibraciones tres veces más fuertes que las de este último. El verde es el color complementario del extremo rojo. Por esta razón, el Manas inferior se indica corresponder al verde, y el Kâma Rûpa al rojo. e. El Plano Astral, o envoltura áurica de la Naturaleza y del Hombre. f. La Mente o elemento racional en la Naturaleza y en el Hombre. g. 

 El más etéreo duplicado del cuerpo humano, el polo opuesto, cuyos puntos de vibración y sensibilidad están en la misma relación que el violado respecto del rojo. Lo dicho está sobre el plano manifestado; después del cual vienen los siete y el espectro manifestado, o sea el hombre en la Tierra. Con este último sólo el Mago Negro tiene que ver. En el Kosmos hay infinitas gradaciones y correlaciones de colores y sonidos, y por lo tanto, hay infinitos números. Así lo presume la misma Física, pues se sabe que hay vibraciones más lentas que las del rojo, y más rápidas que las del violado, los dos extremos de la percepción visual humana. Sin embargo, en el mundo físico es limitada la escala de vibraciones. Nuestros sentidos físicos no alcanzan ni más ni menos que las gradaciones septenarias de los colores del prisma, porque, aparte de éstas, no hay ninguna capaz de producirnos sensación de color o sonido. Siempre nos afectará el septenario graduado y no más, a no ser que aprendamos a paralizar nuestro cuaternario y discernir las vibraciones tanto superiores como inferiores mediante nuestros espirituales sentidos, residentes en el triángulo superior. 


 En este plano de ilusión, hay tres colores fundamentales, según demuestran las ciencias físicas: rojo, azul y amarillo, (o más bien, naranjado–amarillo), que corresponden a los siguientes principios humanos: 

 1º Kâma Rûpa, sede de las sensaciones animales, apegado al alma animal y vehículo de esta alma o manas inferior241. 

2º Envoltura áurica o esencia del hombre; 

3º Prâna o Principio de la vida. Pero si de los dominios de la ilusión, del reino del hombre, tal como vive en la Tierra sujeto sólo a sus percepciones sensorias, pasamos a la esfera de semiilusión, y observamos los colores naturales, o sean los correspondientes a los principios, es decir, los colores que en el hombre perfecto absorben a todos los demás, advertimos que los colores se corresponden complementariamente como sigue:
El hombre astral es una neblina de color violado pálido, dentro de un círculo azulado ovoide, sobre el cual radian en incesantes vibraciones los colores del espectro, predominando el color correspondiente al principio más activo de cada personalidad en el momento de la observación del clarividente. Así aparece el hombre en estado de vigilia; y del predominio de uno u otro color y de la intensidad de sus vibraciones, puede inferir el clarividente, si es conocedor de las correspondencias, el estado íntimo o el carácter de una persona, que de este modo resulta un libro abierto para los ocultistas prácticos.
Imagen extraída del Tomo XII de la Collected Writings (Plate II) En estado de éxtasis, el aura cambia completamente y ya no se distinguen en ella los siete colores del espectro. Durante el sueño tampoco se observa la “presencia” de todos los colores, y poco o nada se distinguen los correspondientes a los elementos espirituales del hombre, o sean: amarillo = Buddhi; añil = Manas Superior; azul = Envoltura áurica. El hombre espiritual queda libre durante el sueño (aunque su memoria física no pueda recordarlo en vigilia) y vive, revestido de su esencia suprema, en reinos de otros planos, en las regiones de lo real, que llamamos sueño en nuestro plano de ilusión. Por otra parte, un clarividente experto que tuviera ocasión de observar a la par un yogui en éxtasis y un sujeto hipnotizado, aprendería una provechosa lección de ocultismo, al advertir la diferencia entre el éxtasis determinado por voluntad propia, y el estado hipnótico resultante de extrañas influencias. 

En el yogui desaparecen enteramente los “principios” del cuaternario inferior y no se ven los colores rojo, verde, rojo–violado ni el áurico azul, pues apenas se notan vibraciones del dorado matiz de Prâna, y una llama violada estriada de oro, que parece arder en el punto correspondiente al tercer ojo, elevándose sobre la cabeza y culminando en un punto. Si el estudiante recuerda que el verdadero violado, o extremo del espectro, es un color homogéneo (y no una mezcla de rojo y azul), con vibraciones siete veces más rápidas que las del rojo; y que el matiz dorado es la esencia de los tres matices amarillos (anaranjado–rojo, amarillo–anaranjado y amarillo), comprenderá que el yogui vive en su cuerpo áurico, convertido en vehículo de Buddhi–Manas. Por el contrario, en un sujeto artificiosamente hipnotizado, por efecto de magia negra consciente o inconsciente (a menos que lo produzca un elevado adepto), se observarán todos los principios: el Manas superior, paralizado; el Buddhi, rigurosamente apartado del Manas a causa astral, enteramente sometido al verde Manas superior, paralizado; y el rojo–violado cuerpo astral, enteramente sometido al verde Manas inferior y al rojo Kâma Rûpa (los dos monstruos animales que en el hombre anidan).

Quien comprenda bien las anteriores explicaciones, verá fácilmente cuán necesario le es al estudiante (ya se esfuerce en actualizar sus ocultos poderes, ya pretenda tan sólo los psíquicos y espirituales dones de conocimiento metafísico y clarividencia) dominar por completo las correspondencias entre los principios humanos y los del Kosmos. Por ignorancia niega la ciencia materialista la existencia del hombre interno y de sus divinos poderes. Por conocimiento y personal experiencia afirman los ocultistas que esos poderes son tan naturales al hombre, como el nadar a los peces. Los científicos materialistas hacen como un Lapón que con toda sinceridad negase que las cuerdas de un violín, flojamente puestas sobre la caja, puedan producir sonidos agradables o melódicos. Verdaderamente, los principios humanos son las siete cuerdas de la lira de Apolo. En nuestra época, en que el olvido ha ocultado los conocimientos antiguos, las facultades del hombre son como las cuerdas flojas del violín del Lapón a que nos referíamos. Pero el ocultista que sepa templarlas y poner su violín a tono con las vibraciones luminosas y acústicas, arrancará de ellas divinas armonías. 

La combinación de estas facultades y la afinación entre el Microcosmos y el Macrocosmos , darán la geométrica equivalencia de la invocación: “Om Mani Padme Hum”. Por esta razón exigía la escuela pitagórica el previo conocimiento de la música y la geometría. 

 LAS RAÍCES DEL COLOR Y DEL SONIDO 

 Además de lo dicho, cada uno de los siete Rayos Primordiales, que constituyen el Logos Manifestado, es a su vez séptuple. Así como los siete colores del espectro solar corresponden a los siete Rayos, o Jerarquía , de la propia manera cada Rayo o Jerarquía tienen también siete divisiones, correspondientes a la misma serie de colores. Pero en este caso, el color peculiar de la Jerarquía particular predomina en intensidad sobre el conjunto de los demás. Tan sólo pueden simbolizarse estas Jerarquías como círculos concéntricos de colores espectrales. Cada Jerarquía puede ser representada por una serie de siete círculos concéntricos, en que cada círculo representa un color espectral por el orden de la escala cromática. Pero en cada una de estas “ruedas” habrá un círculo cuyo color es más brillante e intenso que el de los otros seis; y la rueda tendrá, por lo tanto, un aura (una franja, como dicen los físicos) de este color, predominante y característico de la Jerarquía. Cada una de estas Jerarquías proporciona la esencia (el Alma); y es la “Constructora” de uno de los siete reinos de la Naturaleza: tres elementales, mineral, vegetal, animal y el del hombre espiritual242. Además, cada Jerarquía proporciona el aura de uno de los siete principios humanos, con su color peculiar. Por otra parte, como cada una de ellas gobierna en uno de los planetas sagrados, se comprenderá fácilmente el origen de la Astrología que, cuando merece este nombre, tiene fundamento estrictamente científico.
Imagen extraída del Tomo XII de la Collected Writings (Plate III). La escuela oriental representa las Siete Jerarquías o Potestades creadoras, por una rueda de siete círculos concéntricos, cuyos respectivos colores son los siete del espectro . Llamadles Arcángeles, si queréis; o Espíritus planetarios, o Regentes de los siete planetas sagrados, como lo hacemos nosotros. En todo caso, los círculos concéntricos simbolizan a las ruedas de Ezequiel, según algunos ocultistas y cabalistas occidentales, y a los “Constructores”, o Prajâpatis, según nosotros. El estudiante debe examinar con mucho cuidado este diagrama

El Linga Sharîra deriva del subrayo violado de la Jerarquía violada; el Manas Superior deriva del subrayo añil de la Jerarquía añil, y así sucesivamente. Cada hombre nace bajo la influencia de determinado planeta, y por lo tanto, predomina en su constitución el color peculiar de dicho planeta, y sobresale el “principio” que tiene su origen en la Jerarquía del mismo color. También habrá en su aura colores derivados de los demás planetas; pero el del planeta regente será el más fuerte. Ahora bien; un hombre en quien, por ejemplo, predomine el principio correspondiente al planeta Mercurio, podrá dominar a otro hombre nacido bajo otro planeta si actúa sobre el principio mercúrico de este otro hombre; porque el débil elemento mercúrico de éste quedará vencido por el más vigoroso elemento mercúrico del dominador, quien, en cambio, tendrá escaso influjo sobre los hombres nacidos también bajo el mismo planeta. 

Ésta es la clave de las ciencias ocultas del magnetismo e hipnotismo. El estudiante notará que designamos a las Jerarquías por sus correspondientes colores; y lo hacemos de propósito para no designarlas numéricamente, y evitar su confusión con los números de los principios humanos, que no tienen números que les pertenezcan. Todavía no es lícito revelar los verdaderos nombres de estas Jerarquías. Sin embargo, ha de recordar el estudiante que los colores que percibe la vista física, no son los verdaderos y ocultos colores de la Naturaleza, sino simplemente los efectos producidos en el mecanismo visual, por determinadas gradaciones vibratorias. 

Por ejemplo, Clerk Maxwell ha demostrado que los efectos visuales de un color pueden imitarse mediante apropiadas combinaciones de otros tres colores. Se infiere, por lo tanto, que nuestra retina tiene únicamente tres sensaciones distintas de color, y en consecuencia, nuestro organismo físico no puede percibir los siete colores realmente existentes, sino las que pudiéramos llamar sus “imitaciones”. Por ejemplo, el anaranjado–rojo del primer “triángulo” no es una combinación de naranjado y rojo, sino el verdadero rojo “espiritual” si se nos permite el calificativo; mientras que el rojo (color de sangre) del espectro, es el color de Kâma o el deseo animal, inseparable del plano físico. 240 La tónica o diapasón de la Naturaleza manifestada. 241 Según queda dicho, el rojo y el verde son intercambiables. 242 Véase Five Years of Theosophy, págs. 273 a 278 (edición de 1885; págs. 175–8 en la edición revisada de 1894)

D.S TVI

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