domingo, 25 de noviembre de 2018

LA UNIDAD DE LA DEIDAD



El puro y simple esoterismo no habla de un Dios personal; y por esto se nos tilda de ateos. Pero en realidad, la Filosofía oculta se basa en la ubicua presencia de Dios, de la Divinidad Absoluta; y aunque sobre lo Absoluto no especulamos, por ser sagrado e incomprensible a la inteligencia finita, toda la Filosofía esotérica se funda, sin embargo, en los poderes de la Divinidad como Fuente de cuanto vive, alienta y existe. 

Las religiones antiguas demostraban lo uno por medio de lo vario. En Egipto, India, Caldea, Fenicia, y finalmente en Grecia, las ideas acerca de la Deidad se expresaban por múltiplos de tres, cinco y siete; y además, por ocho, nueve y doce dioses mayores, que simbolizaban los poderes y atributos de la única y sola Divinidad. Esto se relacionaba con esa infinita subdivisión por números irregulares y especiales a que sometían a su Divinidad única, los metafísicos de aquellos pueblos. 

De esta manera constituido, el ciclo de los dioses tenían todas las cualidades y atributos de lo Único supremo e incognoscible; porque en este conjunto de divinas personalidades, o más bien de símbolos personificados, mora el Dios único, el Dios uno, el Dios de quien dicen los indos que no tiene segundo. ¡Oh Dios Ani! [Sol espiritual], Tú resides en la aglomeración de tus divinas personificaciones243. Estas palabras indican que los antiguos creían que toda manifestación procede de la misma única Fuente, que todo emana del idéntico Principio que sólo puede desenvolverse completamente en los colectivos agregados de sus emanaciones. 

 El pleroma de Valentino es equivalente al espacio de la Filosofía oculta; porque pleroma significa “plenitud”, las regiones superiores. Es la suma total de las divinas manifestaciones y emanaciones, que denotan la plenitud o totalidad de los rayos procedentes del uno que se diferencian en todos los planos y se transforman en potestades divinas, llamadas ángeles y espíritus planetarios por los filósofos de todas las naciones. 
Los Eones y Potestades del pleroma de los gnósticos, equivalen a los Devas y Siddhas de los Purânas. La Epinoia, la primera manifestación femenina de Dios, el “Principio”, de Simón el Mago y Saturnino, ofrece los mismos caracteres que el Logos de Basílides; y ambos se remontan a la esotérica Alêtheia, la verdad de los Misterios. Todos estos conceptos entonan, en diferentes épocas y en distintos idiomas, el sublime canto de los papiros egipcios de miles de años atrás, según se nos enseña: Los dioses te saludan y te adoran, ¡oh inescrutable y única Verdad! Y dirigiéndose a Ra, añaden:  Los dioses se prosternan ante tu majestad, loan las almas de los que los engendraron… y te dicen: Paz a todas las emanaciones del Padre inconsciente de los dioses… Tú engendras los seres. Nosotros adoramos las almas que emanan de Ti. ¡Oh Desconocido! Tú nos engendraste, y así Te loamos adorando a las almas–dioses que de Ti descienden y en nosotros viven. Por esto se dijo: “No sabéis que sois templo de Dios y que el espíritu de Dios mora en vosotros”244. 

 Esto es señalado en el artículo “Orígenes del ritualismo en la Iglesia y la Masonería” de la revista Lucifer, de Marzo de 1889. Ciertamente, si se dijo hace diecisiete siglos: “El hombre no puede poseer la Verdad (Alêtheia), si no es partícipe de la Gnosis” cabe decir ahora: El hombre no puede conocer la Verdad si no estudia los secretos del pleroma del Ocultismo. Estos secretos se encierran todos en la Teogonía de la antigua Religión de Sabiduría, que es la Alêtheia de la Ciencia Oculta. 

D.S TVI

NOTAS

243 Apud Grebut Papyrus Orbiney, pág. 101. 
244 San Pablo I, Corintios, III, 16.

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