La que escribe estas líneas tiene a la vista un manuscrito arcaico, una colección
de hojas de palma impermeables a la acción del agua, del fuego y del aire, por
un procedimiento específico desconocido. Hay en la primera página un disco de
perfecta blancura, destacándose sobre un fondo de un negro intenso. En la página
siguiente aparece el mismo disco, pero con un punto en el centro.
El primero, como
sabe el que se dedica a estos estudios, representa al Kosmos en la Eternidad, antes de
volver a despertar la Energía aún en reposo, la emanación del Mundo en sistemas
posteriores.
El punto en el disco, hasta entonces inmaculado, Espacio y Eternidad en
Pralaya, indica la aurora de la diferenciación. Es el punto en el Huevo del Mundo, el
germen interno de donde se desarrollará el Universo, el Todo, el Kosmos infinito y
periódico; germen que es latente o activo, periódicamente y por turnos. El único
círculo es la Unidad divina de donde todo procede y a donde todo vuelve: su
circunferencia, símbolo forzosamente limitado, por razón de la limitación de la
mente humana, indica la PRESENCIA abstracta y siempre incognoscible, y su plano,
el Alma Universal, aunque las dos son una.
El ser blanca sólo la superficie del disco, y
negro el fondo que lo rodea, muestra claramente que su plano es el único
conocimiento, aunque todavía opaco y brumoso, que el hombre puede alcanzar.
En
este plano se originan las manifestaciones manvantáricas; porque en esta ALMA es
donde dormita durante el Pralaya el Pensamiento Divino126, en el cual reposa oculto
el plan de todas las cosmogonías y teogonías futuras.
Es la VIDA UNA, eterna; invisible, aunque omnipresente; sin principio ni fin, aunque
periódica en sus manifestaciones regulares (entre cuyos períodos reina el oscuro
misterio del No-Ser); inconsciente, y sin embargo, Conciencia absoluta;
incomprensible, y sin embargo, la única Realidad existente por sí misma; a la verdad,
“un Caos para los sentidos, un Kosmos para la razón”. Su atributo único y absoluto,
que es Ello mismo, Movimiento eterno e incesante, es llamado esotéricamente el
Gran Aliento127, que es el movimiento perpetuo del Universo, en el sentido de
Espacio sin límites y siempre presente. Aquello que permanece inmóvil no puede ser
Divino.
Pero de hecho y en realidad, nada existe en absoluto inmóvil en el Alma
Universal.
Casi cinco siglos antes de nuestra era, Leucipo, el preceptor de Demócrito, sostenía
que el Espacio estaba eternamente lleno de átomos impulsados por movimiento
incesante, que daba origen, en el debido transcurso del tiempo, y a medida que se
agregaban, al movimiento rotatorio por virtud de colisiones mutuas que producían
movimientos laterales. Epicuro y Lucrecio enseñaron lo mismo, añadiendo
únicamente a la moción lateral de los átomos, la idea de la afinidad, que es una
enseñanza oculta.
Desde el comienzo de lo que constituye la herencia del hombre; desde la aparición
primera de los arquitectos del globo en que vive, la Deidad no revelada fue
reconocida y considerada bajo su único aspecto filosófico —el Movimiento
Universal, la vibración del Aliento creador en la Naturaleza–.
El Ocultismo sintetiza
así la Existencia Una: “La Deidad es un fuego misterioso vivo (o moviente), y los
eternos testigos de esta Presencia invisible, son la Luz, el Calor y la Humedad”,
trinidad esta última que abarca y es causa de todos los fenómenos de la
Naturaleza128.
El movimiento intracósmico es eterno e incesante; el movimiento cósmico, el visible o sea aquel que es objeto de la percepción, es finito y periódico.
Como eterna abstracción es lo Siempre Presente; como manifestación, es finito, así
en la dirección venidera como en la opuesta, siendo las dos el Alfa y la Omega de las
reconstrucciones sucesivas. El Kosmos —el Nóumeno– no tiene que ver con las
relaciones causales del Mundo fenomenal.
Sólo refiriéndonos al Alma intracósmica,
al Kosmos ideal en el inmutable Pensamiento Divino, podemos decir: “Jamás tuvo
principio, ni jamás tendrá fin”. Por lo que hace a su cuerpo u organización cósmica,
aunque no puede decirse que haya tenido una primera construcción, o que haya de
tener una última, sin embargo, a cada nuevo Manvantara, puede considerarse su
organización como la primera y la última de su especie, puesto que evoluciona cada
vez en un plano más elevado. Se declaró hace tan sólo unos cuantos años que:
La doctrina esotérica enseña, lo mismo que el buddhismo y el brahmanismo, y aun la
Kábala, que la Esencia una, infinita y desconocida, existe en toda eternidad, y que es ya
pasiva, o ya activa en sucesiones alternadas, armónicas y regulares.
En el poético lenguaje
de Manu, llámase a estas condiciones los Días y las Noches de Brahmâ.
Este último está
“despierto” o “dormido”. Los svâbhâvikas, o filósofos de la más antigua escuela del
buddhismo, que todavía existe en Nepal, especulan únicamente sobre la condición activa
de esta “Esencia” a la cual ellos llaman Svabhâvat, y consideran como una necedad el
teorizar acerca del poder abstracto e “incognoscible” en su condición pasiva.
De aquí que
sean llamados ateos por los teólogos cristianos y por los sabios modernos; pues ni unos
ni otros son capaces de comprender la lógica profunda de su filosofía. Los primeros no
consentirán otro Dios más que la personificación de dos poderes secundarios que han
dado forma al Universo visible, y la cual ha venido a ser el Dios antropomórfico de los
cristianos –el Jehovah masculino, rugiendo entre truenos y rayos–.
A su vez, la ciencia
racionalista considera a buddhistas y a svâbhâvikas como los “positivistas” de las edades
arcaicas. Si consideramos la filosofía de estos últimos sólo bajo uno de sus aspectos,
pueden tener razón nuestros materialistas en su manera de considerarla. Sostienen los
buddhistas que no hay Creador, sino una infinidad de poderes creadores, que
colectivamente forman la eterna substancia, cuya esencia es inescrutable; y de aquí que
no sea objeto de especulación para ningún filósofo verdadero. Sócrates rehusaba
invariablemente discutir acerca del misterio del ser universal, y sin embargo a nadie se le
ocurrió acusarle de ateísmo, excepto a aquellos que deseaban su muerte.
Al inaugurarse
un período de actividad —dice la Doctrina Secreta– tiene lugar una expansión de esta
Esencia Divina de fuera adentro y de dentro afuera, con arreglo a la ley eterna e
inmutable, siendo el último resultado de la larga cadena de fuerzas cósmicas, puestas así en movimiento progresivo, el universo fenomenal y visible. Del mismo modo, cuando
sobreviene la condición pasiva, tiene lugar una contracción de la Esencia Divina, y la obra
previa de la creación es gradual y progresivamente deshecha. El universo visible se
desintegra, sus materiales se dispersan, y solitarias “tinieblas” es lo único que incuba una
vez más sobre la faz del “abismo”. Empleando una metáfora de los libros secretos, que
explicará la idea de un modo más claro, una espiración de la “esencia desconocida”
produce el mundo; y una inhalación es causa de que desaparezca. Este proceso ha tenido
lugar de toda eternidad, y nuestro Universo presente es solamente uno de la serie
infinita que no ha tenido principio ni tendrá fin129.
Este párrafo será explicado, hasta donde sea posible, en la obra presente.
Y si bien
tal como se halla escrito nada contiene de nuevo para el orientalista, su
interpretación esotérica puede contener, sin embargo, muchas cosas que hasta la
fecha han permanecido por completo desconocidas para los eruditos occidentales.
La primera figura es un disco sencillo .
La segunda representa en el símbolo
arcaico, un disco con un punto en el centro ☼, la diferenciación primera en las
manifestaciones periódicas de la Naturaleza eterna, sin sexo e infinita, “Aditi en
AQUELLO” 130 o el Espacio potencial en el Espacio abstracto. En su tercera etapa, el
punto se transforma en un diámetro . Entonces simboliza una Madre-Naturaleza
inmaculada y divina, en el Infinito absoluto, que lo abarca todo. Cuando el diámetro
horizontal se cruza por uno vertical ⊕, el símbolo se convierte en la Cruz Mundana.
La humanidad ha alcanzado su Tercera Raza Raíz; éste es el signo que representa el
origen de la vida humana. Cuando desaparece la circunferencia y queda únicamente
la +, este signo simboliza que la caída del hombre en la materia se ha realizado ya, y
que comienza la Cuarta Raza.
La Cruz dentro de un círculo simboliza el Panteísmo
puro; la cruz no inscripta, viene a ser fálica. Tenía los mismos y además otros
significados, que la Tau inscripta en un círculo , o que el martillo de Thor, llamado
cruz Jaina, o simplemente Svástica, dentro de un círculo .
Por medio del tercer símbolo –el círculo dividido en dos por un diámetro
horizontal– se daba a entender la primera manifestación de la Naturaleza creadora,
todavía pasiva, por ser femenina. La primera percepción vaga que el hombre tiene de
la procreación, es femenina; porque el hombre conoce a su madre más que a su
padre. De aquí que las deidades femeninas fuesen más sagradas que las masculinas.
La Naturaleza, por tanto, es femenina, y hasta cierto grado, objetiva y tangible; y el
Principio espiritual que la fecunda está oculto131. Añadiendo a la línea horizontal en el círculo una línea perpendicular, se formó la Tau T , la más, antigua forma de la
letra. Tal fue el símbolo de la Tercera Raza hasta el día de su caída simbólica –esto es,
la separación de los sexos efecto de la evolución natural–, cuando la figura se
convirtió en o la vida asexual modificada o separada–, un símbolo o jeroglífico doble. Con las subrazas de nuestra Quinta Raza, vino a ser en Simbología el Sacr', y
en hebreo N'cabvah, de las Razas primeramente formadas132; se cambió entonces en el emblema de la vida egipcia y más tarde aún en el signo de Venus .
Viene luego la Svástica (el martillo de Thor, en la actualidad la Cruz Hermética) separada por
completo de su círculo, con lo que viene a ser puramente fálica.
El símbolo esotérico del Kâli Yuga es la estrella de cinco puntas invertida, con sus dos puntas (cuernos) mirando hacia arriba, así así ; signo de la hechicería humana, posición que todo ocultista reconocerá como de la “mano izquierda”, y empleada en la magia ceremonial.
Es de esperar, que gracias a la lectura de esta obra, se modifiquen las ideas erróneas que en general tiene el público acerca del Panteísmo. Es falso e injusto considerar como ateos a los ocultistas, buddhistas y advaitis. Aunque no sean todos ellos filósofos, son por lo menos lógicos, estando fundados sus argumentos y objeciones en el raciocinio escrito. A la verdad, si el Parabrahman de los hindúes se tomase corno representante de las deidades ocultas e innominadas de otras naciones, se verá que este Principio absoluto, es el prototipo del cual todas las demás han sido copiadas. Parabrahman no es “Dios” porque no es un Dios. “Es lo supremo y lo no supremo (parâvara)” 133. Es lo supremo como causa, y lo supremo como efecto.
Parabrahman es simplemente, como Realidad sin par, el Kosmos que todo lo abarca –0 más bien el Espacio Cósmico infinito– en el sentido espiritual más elevado, por supuesto. Siendo Brahman (neutro) la Raíz suprema inmutable, pura, libre, que jamás declina, “la verdadera Existencia Una, Paramârthika”, y el absoluto Chit y Chaitanya (Inteligencia, Conciencia), no puede conocer, “porque AQUELLO no puede tener objeto de conocimiento”. ¿Puede llamarse a la llama la Esencia del Fuego? Esta esencia es la Vida y la Luz del Universo; el fuego y la llama visibles son la destrucción, la muerte y el mal”. “El Fuego y la Llama destruyen el cuerpo de un Arhat; su esencia
le hace inmortal” 134. “El conocimiento del Espíritu absoluto, al modo que la
refulgencia del sol o que el calor del fuego, no es otra cosa más que la misma Esencia
absoluta” dice Sankarâchârya.
Es “el Espíritu del Fuego”, no el Fuego mismo; por
tanto, “los atributos de este último, Calor o Llama, no son atributos del Espíritu, sino
de aquello de que este Espíritu es causa inconsciente”. ¿No es la sentencia anterior la
verdadera clave de la filosofía de los últimos Rosacruces? Parabrahman es, en
resumen, la agregación colectiva del Kosmos en su infinidad, y eternidad, el
“AQUELLO” y el “ESTO” a quien no pueden aplicarse agregados distributivos135. “En
el principio “ESTO” era el Mismo, uno solamente”136; el gran Sankarâchârya explica
que “ESTO” se refiere al Universo (Jagat); y que las palabras “en el principio”
significan antes de la reproducción del Universo fenomenal.
Por lo tanto, cuando los Panteístas se hacen eco de los Upanishads, que declaran, lo
mismo que la Doctrina Secreta, que “Esto” no puede crear, no niegan la existencia de
un Creador, o más bien de un conjunto colectivo de creadores; lo que hacen
únicamente, es rehusar, con mucha lógica, el atribuir la “creación”, y especialmente la
formación, cosas que son finitas, a un Principio Infinito.
Para ellos, Parabrahman es
una Causa pasiva, porque es absoluta; es el Mukta incondicionado; y lo único que
reniega a esta causa absoluta, es la Omnisciencia y la Omnipotencia limitadas,
porque éstos son también atributos, reflejados en las percepciones del hombre; y
porque, siendo Parabrahman el Todo Supremo, el siempre invisible Espíritu y Alma
de la Naturaleza, inmutable y eterna, no puede tener atributos; pues lo Absoluto
excluye naturalmente la posibilidad de conexión con una idea cualquiera finita o
condicionada. Y si los vedantinos asignan atributos únicamente a su emanación,
llamándola ISHVARA en unión con Mâyâ, y Avidyâ (Agnosticismo y falta de ciencia,
más bien que ignorancia), es difícil encontrar ateísmo alguno en esta idea137.
Puesto
que no pueden existir ni dos Infinitos ni dos Absolutos en un Universo, que se
supone sin límites, apenas puede concebirse a esta Existencia, que lo es por sí misma,
creando personalmente. Para los sentidos y percepciones de los seres finitos,
AQUELLO es No-Ser, en el sentido de que es la Seidad Una; porque en este Todo yace oculta su coeterna y coeva emanación o radiación inherente, la cual, al
convertirse periódicamente en Brahmâ (la Potencia masculino-femenina), se extiende
en el Universo manifestado. “Nârâyana moviéndose sobre las Aguas (abstractas) del
Espacio”, se transforma en las Aguas de substancia concreta, movidas por él, que
viene a ser ahora el Verbo o Logos manifestado.
Los brahmanes ortodoxos, aquellos que mayor oposición hacen a los panteístas y a
los advaitas, llamándoles ateos, se ven obligados, si Manu tiene alguna autoridad en
la materia, a aceptar la muerte de Brahmâ, el Creador, a la terminación de cada Siglo
de esta deidad (100 Años Divinos, período que para expresarlo según nuestros años,
requiere quince cifras).
Sin embargo, ningún filósofo entre ellos considerará esta
“muerte” en otro sentido que el de una desaparición temporal del plano manifestado
de la existencia, o como un reposo periódico.
Los ocultistas están, por lo tanto, conformes con los filósofos vedantinos advaitas,
en lo referente al principio mencionado. Demuestran aquéllos la imposibilidad de
aceptar, en el terreno filosófico, la idea del Todo absoluto, creando, ni aun
desenvolviendo el Huevo de Oro, en el cual se dice que penetra para transformarse
en Brahmâ, el Creador, quien se despliega más tarde en los Dioses y en todo el
Universo visible.
Dicen los ocultistas que la Unidad absoluta no puede pasar a la
Infinidad, porque la Infinidad presupone la extensión ilimitada de algo, y la duración
de aquel algo; y el Uno Todo —como el Espacio, el cual es su única representación
mental y física en esta Tierra, o plano nuestro de existencia– no es ni sujeto ni objeto
de percepción. Si pudiera suponerse al Todo eterno e infinito, a la Unidad
omnipresente, en vez de ser en la Eternidad, transformándose, por medio de
manifestaciones periódicas, en un Universo múltiple o en una múltiple Personalidad,
aquella Unidad dejaría de ser una. La idea de Locke, de que el “espacio puro no es
capaz ni de resistencia ni movimiento”, no es correcta.
El Espacio no es ni un “vacío
sin limites” ni una “plenitud condicionada”, sino ambas cosas. Siendo138
(en el plano
de la abstracción absoluta) la Deidad siempre ignota, que es un vacío sólo para
mentes finitas, y en el plano de la percepción mayávica, el Plenum; el contenedor
absoluto de todo lo que es, sea manifestado o no manifestado, es, por, lo tanto,
aquel TODO ABSOLUTO.
No existe diferencia alguna entre “En Él vivimos, nos
movemos y tenemos nuestra existencia”, del Apóstol cristiano, y las palabras del
Rishi indo: “El Universo vive en Brahmâ, procede de él y volverá a él”: porque
Brahman (neutro), el no manifestado, es aquel Universo in abscondito; y Brahmâ, el manifestado, es el Logos, macho-hembra139
en los dogmas simbólicos ortodoxos;
siendo el Dios del Apóstol Iniciado y el del Rishi, a un mismo tiempo el Espacio
Invisible y el Visible.
Al Espacio se le llama en el simbolismo esotérico “El Eterno
Madre-Padre de Siete Pieles”.
Se halla constituido, desde su superficie no
diferenciada, hasta la diferenciada, por siete capas.
¿Qué es lo que fue, es y será, ya haya Universo o no, ya existan dioses o no existan?”
—pregunta el Catecismo esotérico Senzar–. Y la contestación es: “El Espacio”.
Lo que se rechaza no es el Dios desconocido Uno y siempre presente en la
Naturaleza, o la Naturaleza in abscondito, sino el “Dios” del dogma humano, y su
“Verbo” humanizado.
En su presunción infinita y en su orgullo y vanidad inherentes,
el hombre le ha dado forma por sí mismo con mano sacrílega, haciendo uso de los
materiales que ha encontrado en su propia y mezquina fábrica cerebral, y lo ha
impuesto a sus semejantes como revelación directa del uno y no revelado
ESPACIO140.El ocultista acepta la revelación como procedente de Seres divinos, si bien finitos,
las Vidas manifestadas; pero jamás de la Vida Una no manifestable; sí de aquellas
Entidades llamadas Hombre Primordial, Dhyâni-Buddhas o Dhyân Chohans, los Rishi-
Prajâpati de los indos, los Elohim o Hijos de Dios de los judíos, los Espíritus
Planetarios de todas las naciones, los cuales han venido a ser Dioses para los
hombres. El ocultista considera también a Adi-Shakti –la emanación directa de
Mûlaprakriti, la eterna RAÍZ de AQUELLO, y el aspecto femenino de la Causa
Creadora, Brahmâ, en su forma âkâshica del Alma Universal–, como Mâyâ,
filosóficamente, y causa de la Mâyâ humana. Pero esta manera de ver no le impide
creer en su existencia por todo el tiempo que dura, esto es, durante un
Mahâmanvantara; ni aplicar el Âkâsha, la radiación de Mûlaprakriti141, a fines
prácticos, por hallarse relacionada esta Alma del Mundo con todos los fenómenos
naturales conocidos o desconocidos por la ciencia.
Las religiones más antiguas del mundo –exotéricamente, porque la raíz o
fundamento esotérico es uno– son la indostánica, la mazdeísta y la egipcia. Viene
luego la caldea, producto de aquéllas, enteramente perdida para el mundo hoy día,
excepto en su desfigurado sabeísmo tal como al presente lo interpretan los
arqueólogos. Después, pasando por cierto número de religiones de que se hablará
más adelante, viene la judaica, que esotéricamente sigue la línea del magismo
babilónico, como en la Kabalah; y exotéricamente es, como en el Génesis y el
Pentateuco, una colección de leyendas alegóricas. Leídos a la luz del Zohar, los cuatro
primeros capítulos del Génesis son los fragmentos de una página altamente filosófica
de cosmogonía. Dejados en su disfraz simbólico, son un cuento de niños, una horrible
espina clavada en el costado de la ciencia y de la lógica, un efecto evidente de Karma.
El haberlos dejado servir de prólogo al cristianismo, fue un cruel desquite por parte
de los rabinos, los cuales conocían mejor lo que significaba su Pentateuco. Fue una
protesta silenciosa contra su despojo, y a la verdad, los judíos llevan hoy la ventaja a sus perseguidores tradicionales. Las creencias exotéricas anteriormente mencionadas
serán explicadas a la luz de la doctrina universal, a medida que avancemos.
El Catecismo Oculto contiene las siguientes preguntas y respuestas:
¿Qué es aquello que siempre es? –El Espacio, el eterno Anupâdaka [que no tiene padres].
¿Qué es aquello que siempre fue? –El Germen en la Raíz.
¿Qué es aquello que está siempre viniendo y yendo? –El Gran Aliento.
Entonces, ¿existen tres Eternos? –No; los tres son uno.– Lo que siempre es, es uno; lo que
siempre fue, es uno; lo que está siempre siendo y viviendo a ser, es también uno; y éste es
el Espacio.
Explica ¡oh Lanú!, [discípulo]. –El Uno es un Círculo no interrumpido [Anillo] sin
circunferencia alguna, pues no está en ninguna parte y está en todas; el Uno es el Plano sin
límites del Círculo, que manifiesta un Diámetro solamente durante los períodos
manvantáricos; el Uno es el Punto indivisible no encontrado en parte alguna, y percibido
en todas partes durante aquellos períodos; es la Vertical y la Horizontal, el Padre y la
Madre, la cúspide y la base del Padre, las dos extremidades de la Madre, que no llegan en
realidad a parte alguna, porque el Uno es el Anillo, así como también los Anillos que están
dentro de aquel Anillo. Es Luz en las Tinieblas y Tinieblas en la Luz: el “Aliento que es
eterno”.
Procede de fuera adentro, cuando está en todas partes, y de dentro afuera,
cuando no está en ninguna parte (o sea Máyá 142, uno de los Centros) 143. Se extiende y se
contrae (espiración e inspiración). Cuando se extiende, la Madre se difunde y esparce;
cuando se contrae, la Madre retrocede y se repliega. Esto produce los períodos de
Evolución y de Disolución, Manvantara y Pralaya.
El Germen es invisible e ígneo; la Raíz [el
Plano del Círculo] es fría; pero durante la Evolución y el Manvantara, su vestidura es fría y
radiante. El Aliento caliente es el Padre que devora la generación de los Elementos de múltiple faz [heterogéneos], y deja los de una sola faz [homogéneos]. El Aliento frío es la
Madre que los concibe, los forma, los da a luz y los recibe de nuevo en su seno para
volverlos a formar otra vez en la Aurora [del Día de Brahmâ, o Manvantara].
Para que la generalidad de los lectores comprendan con mayor claridad, debe
decirse que la Ciencia Oculta reconoce siete Elementos Cósmicos, cuatro de los
cuales son enteramente físicos, y el quinto (el Éter) semimaterial, el cual llegará a ser
visible en el aire hacia el final de nuestra Cuarta Ronda, para dominar por completo
sobre los demás durante toda la Quinta.
Los dos restantes se hallan todavía
absolutamente fuera del alcance de la percepción humana. Aparecerán, sin embargo,
como presentimiento durante las Razas Sexta y Séptima de esta Ronda; y serán
conocidos del todo en las Rondas Sexta y Séptima respectivamente144.
Estos siete
Elementos, con sus innumerables subelementos, que son mucho más numerosos que
los conocidos por la ciencia, son simplemente, modificaciones condicionales y
aspectos del Elemento Uno y único. Este último no es el Éter145
ni siquiera el Akâza,
sino el origen de éstos.
El Quinto Elemento, hoy día invocado con completa libertad
por la ciencia, no es el Éter supuesto por Sir Isaac Newton, aunque él le llama por
este nombre, habiéndolo asociado probablemente en su mente con el Æther, el
“Padre-Madre” de la antigüedad. Como Newton intuitivamente dice: “La Naturaleza
es un operador perpetuo que actúa en forma circular; engendrando fluidos de
sólidos, cosas fijas de cosas volátiles y volátiles de fijas; las sutiles de las groseras y las groseras de las sutiles… Así, quizás, pueden todas las cosas haberse originado del
Éter”
146.
Debe tener presente el lector que las Estancias tratan únicamente de la cosmogonía
de nuestro sistema planetario, y de lo que es visible alrededor suyo, después de un
Pralaya Solar.
Las enseñanzas secretas referentes a la evolución del Kosmos
Universal no se pueden dar, pues no serían comprendidas ni aun por las inteligencias
superiores de esta época; y al parecer hay muy pocos Iniciados, aun entre los más
grandes, a quienes sea permitido especular acerca de este punto. Además, dicen los
Maestros terminantemente, que ni siquiera los más elevados Dhyâni-Chohans han
penetrado jamás los misterios más allá de los límites que separan las miríadas dé
sistemas solares del Sol Central, así llamado. Por lo tanto, lo que se publica se refiere
solamente a nuestro Cosmos visible, después de una Noche de Brahmâ.
Antes que el lector pase a considerar las Estancias del Libro de Dzyan, que
constituyen la base de la presente obra, es absolutamente necesario que conozca los
pocos conceptos fundamentales que sirven de asiento, y que compenetran todo el
sistema a que su atención va a ser dirigida. Estas ideas fundamentales son pocas en
número, pero de su clara percepción depende la inteligencia de todo lo que sigue;
por lo tanto, no es necesario encarecer al lector lo que importa familiarizarse con
ellas desde el principio, antes de comenzar la lectura de la obra.
La Doctrina Secreta establece tres proposiciones fundamentales:
I. Un PRINCIPIO Omnipotente, Eterno, Sin Límites e Inmutable, sobre el cual toda
especulación es imposible, porque trasciende el poder de la concepción humana, y
sólo podría ser empequeñecido por cualquiera expresión o comparación de la
humana inteligencia. Está fuera del alcance del pensamiento, y según las palabras del
Mândûkya es “inconcebible e inefable”.
Para que la generalidad de los lectores perciba más claramente estas ideas, debe
comenzar con el postulado de que hay Una Realidad Absoluta anterior a todo Ser
manifestado y condicionado. Esta Causa Infinita y Eterna, obscuramente formulada
en lo “Inconsciente” y en lo “Incognoscible” de la filosofía europea corriente, es la
Raíz sin Raíz de “todo cuanto fue, es o ha de ser”. Hállase, por de contado,
desprovista de toda clase de atributos, y permanece esencialmente sin ninguna
relación con el Ser manifestado y finito.
Es la “Seidad”
147, más bien que Ser, Sat en
sánscrito, y está fuera del alcance de todo pensamiento o especulación. Esta Seidad se simboliza en la Doctrina Secreta bajo dos aspectos. Por una parte, el
Espacio Abstracto absoluto, que representa la mera subjetividad, lo que ninguna
mente humana puede excluir de concepto alguno, ni concebir en sí mismo.
Por otra
parte, el Movimiento Abstracto absoluto, que representa la Conciencia
Incondicionada. Los mismos pensadores occidentales han hecho ver que la conciencia
es inconcebible para nosotros sin el cambio, y lo que mejor simboliza el cambio es el
movimiento, su característica esencial. Este último aspecto de la Realidad Una se
simboliza también por el término el Gran Aliento, símbolo suficientemente gráfico
para necesitar otra explicación.
Así pues, el primer axioma fundamental de la
Doctrina Secreta es esta metafísica Una y Absoluta SEIDAD, simbolizada por la
inteligencia finita en la Trinidad teológica.
Pueden, sin embargo, servir de auxilio al estudiante algunas explicaciones más, que
añadiremos aquí.
Herbert Spencer ha modificado últimamente su Agnosticismo, de tal modo, que
asegura que la naturaleza de la “Primera Causa”
148. que el ocultista deriva con más
lógica de la Causa sin Causa, lo “Eterno” y lo “Incognoscible”, puede ser
esencialmente la misma que la de la conciencia que reside dentro de nosotros; en
resumen: que la Realidad impersonal que compenetra el Kosmos, es el puro
nóumeno del pensamiento.
Este adelanto de su parte le lleva muy cerca del principio
esotérico y vedantino149.
Parabrahman, la Realidad Una, lo Absoluto, es el campo de la Conciencia Absoluta;
esto es, aquella Esencia que está fuera de toda relación con la existencia
condicionada, y de la cual, la existencia, consciente es un símbolo condicionado. Pero
en cuanto salimos, en nuestro pensamiento de ésta, para nosotros Absoluta
Negación, surge el dualismo en el contraste de Espíritu (o Conciencia), y Materia,
Sujeto y Objeto.
El Espíritu (o Conciencia) y la Materia, sin embargo, deben ser considerados, no
como realidades independientes, sino como los dos símbolos o aspectos de lo
Absoluto, Parabrahman, que constituyen la base del Ser condicionado, ya sea
subjetivo, ya objetivo.
Considerando esta tríada metafísica como la Raíz de la cual procede toda
manifestación, el gran Aliento toma el carácter de Ideación precósmica.
Él es la
fuente y origen de la fuerza y de toda conciencia individual, y provee de inteligencia
directora al vasto plan de la Evolución cósmica. Por otra parte, la Substancia-Raíz
precósmica (Mûlaprakriti) es el aspecto de lo Absoluto que sirve de fundamento a
todos los planos objetivos de la naturaleza.
Así como la Ideación Precósmica es la raíz de toda conciencia individual, así
también la Substancia Precósmica es el substrátum de la Materia en sus varios
grados de diferenciación.
Por lo dicho se verá con claridad que el contraste de estos dos aspectos de lo
Absoluto es esencial para la existencia del Universo Manifestado.
Separada de la
Substancia cósmica, la Ideación Cósmica no podría manifestarse corno conciencia
individual; pues sólo por medio de un vehículo (upâdhi) de materia, surge esta
conciencia como “Yo soy Yo”; siendo necesaria una base física para enfocar un Rayo
de la Mente Universal a cierto grado de complejidad. A su vez, separada de la
Ideación Cósmica, la Substancia Cósmica permanecería como abstracción vacía, y
ninguna manifestación de Conciencia podría seguirse.
El Universo Manifestado, por lo tanto, está informado por la dualidad, la cual viene
a ser la esencia misma de su Ex-istencia como manifestación. Pero así como los polos
opuestos de Sujeto y Objeto, de Espíritu y Materia, son tan sólo aspectos de la
Unidad Una, en la cual están sintetizados, así también en el Universo Manifestado
existe “algo” que une el Espíritu a la Materia, el Sujeto al Objeto.
Este algo, desconocido al presente para la especulación occidental, es llamado
Fohat por los ocultistas.
Es el “puente” por el cual las Ideas que existen en el
Pensamiento Divino, pasan a imprimirse sobre la Substancia Cósmica, como Leyes de
la Naturaleza. Fohat es así la energía dinámica de la Ideación Cósmica; o considerado
bajo su otro aspecto, es el medio inteligente, el poder directivo de toda
manifestación, el Pensamiento Divino transmitido y hecho manifiesto por medio de
los Dhyân Chohans150, los Arquitectos del Mundo visible. Así, del Espíritu o Ideación
Cósmica, viene nuestra Conciencia; de la Substancia Cósmica los diversos Vehículos
en que esta Conciencia se individualiza y llega al yo, a la conciencia de sí mismo, o
conciencia reflexiva; mientras que Fohat, en sus manifestaciones varias, es el eslabón
misterioso que une la Mente a la Materia, el principio vivificador que electriza cada
átomo para darle vida.
El siguiente resumen ofrecerá al lector una idea más clara:
1. Lo ABSOLUTO: el Parabrahman de los vedantinos o la Realidad Una, Sat, que es,
como dice Hegel, al mismo tiempo, Absoluto Ser y No-Ser.
2. El Primer Logos: el Logos impersonal, y en filosofía, no manifestado, el precursor
del Manifestado. Ésta es la “Primera Causa”, lo “Inconsciente” de los panteístas
europeos.
3. El Segundo Logos: Espíritu-Materia, Vida; el “Espíritu del Universo”, Purusha y
Prakriti.
4. El Tercer Logos: la Ideación Cósmica, Mahat o Inteligencia, el Alma Universal del
Mundo; el Nóumeno Cósmico de la Materia, la base de las operaciones inteligentes
de la Naturaleza, llamado también Mahâ-Buddhi.
La REALIDAD UNA; sus aspectos duales en el Universo condicionado.
Además, la Doctrina Secreta afirma:
II. La Eternidad del Universo in toto, como plano sin límites; periódicamente
“escenario de Universos innumerables, manifestándose y desapareciendo
incesantemente”, llamados “las Estrellas que se manifiestan” y las “Chispas de la
Eternidad”. “La Eternidad del Peregrino ”151
es como un abrir y cerrar de ojos de la
Existencia por Sí Misma”, según dice el Libro de Dzyan. “La aparición y desaparición de
Mundos, es como el flujo y el reflujo regular de las mareas.”
Esta segunda aserción de la Doctrina Secreta es la universalidad absoluta de aquella
ley de periodicidad, de flujo y reflujo o, de decadencia y crecimiento, que la ciencia
física ha observado y consignado en todas las esferas de la Naturaleza. Alternativas
tales como Día y Noche, Vida y Muerte, Sueño y Vigilia, son hechos tan comunes, tan
perfectamente universales y sin excepción, que será fácil comprender cómo vemos
en ellas una de las Leyes absolutamente fundamentales del Universo.
Enseña también la Doctrina. Secreta:
III.
La identidad fundamental de todas las Almas con el Alma Suprema Universal,
siendo esta última un aspecto de la Raíz Desconocida; y la peregrinación obligatoria
para todas las Almas, destellos suyos, a través del Ciclo de Encarnación, o de
Necesidad, conforme a la Ley Cíclica y Kármica, durante todo el término de aquél. En
otras palabras: ningún Buddhi puramente espiritual (Alma Divina) puede tener una
existencia consciente independiente, antes que la chispa que brotó de la Esencia pura del Principio Sexto Universal, o sea el ALMA SUPREMA, haya pasado por todas las
formas elementales pertenecientes al mundo fenomenal de aquel Manvantara, y
adquirido la individualidad, primeramente por impulso natural, y después por los
esfuerzos propios conscientemente dirigidos y regulados por su Karma, ascendiendo
así por todos los grados de inteligencia desde el Manas inferior hasta el superior;
desde el mineral y la planta al Arcángel más sano (Dhyâni Buddha).
La Doctrina
fundamental de la Filosofía Esotérica no admite en el hombre ni privilegios, ni dones
especiales, salvo aquellos ganados por su propio Ego, por esfuerzo y mérito
personales a través de una larga serie de metempsicosis y reencarnaciones. Por esto
dicen los indos que el Universo es Brahman y Brahmâ; porque Brahman está en todos
los átomos del Universo, siendo los seis principios de la naturaleza la expresión, o los
aspectos diversamente diferenciados, del Séptimo y Uno, única Realidad en el
Universo, sea cósmico o microcósmico; y también porque las permutaciones
psíquicas, espirituales y físicas del Sexto (Brahmâ, el vehículo de Brahman) en el
plano de la manifestación y de la forma, se consideran por antífrasis metafísica,
como ilusorias y mayávicas.
Pues aunque la raíz de todos los átomos
individualmente, y de todas las formas colectivamente, es este Séptimo Principio o la
Realidad Una, sin embargo, en su apariencia manifestada, fenomenal y temporal,
todo ello es tan sólo una ilusión pasajera de nuestros sentidos.
En su modo de ser absoluto, el Principio Uno bajo sus dos aspectos, Parabrahman y
Mûlaprakriti, carece de sexo, es incondicionado y eterno. Su emanación
manvantárica, periódica, o irradiación primaria, es también Una, andrógina, y en su
aspecto fenomenal, finita. Cuando la irradiación irradia a su vez, todas sus
irradiaciones son también andróginas, convirtiéndose en los principios masculino y
femenino en sus aspectos inferiores. Después dé un Pralaya, ya sea el Mayor, ya el
Menor —este último dejando a los mundos en statu quo 152 – lo primero que
despierta a la vida activa es el plástico Âkâsha, el Padre-Madre, el Espíritu y el Alma
del Éter, o sea el Plano del Círculo.
El Espacio es llamado la Madre, antes de su
actividad cósmica, y el Padre-Madre en la primera etapa de su despertar. En la
Kabalah es también Padre-Madre-Hijo. Pero mientras en la doctrina oriental, éstos
constituyen el Séptimo Principio del Universo Manifestado, o su Âtma-Buddhi-
Manas (Espíritu-Alma-Inteligencia), ramificándose y dividiéndose la Tríada en siete
Principios cósmicos y en siete principios humanos; en la Kabalah occidental de los
místicos cristianos, se considera la Tríada o Trinidad, y entre sus ocultistas, el
Jehovah macho-hembra, Jah-Havah. En esto estriba toda la diferencia entre las Trinidades esotérica y cristiana. Los místicos y los filósofos, los panteístas orientales
y occidentales, sintetizan su Tríada pregenética en la abstracción divina pura.
El
ortodoxo, la antropomorfiza. Hiranyagarbha, Hari Sansâra153, las tres Hipóstasis del
Espíritu que se manifiesta (el “Espíritu del Espíritu Supremo”, con cuyo título saluda
Prithivî, la Tierra, a Vishnu en su Avatâra primero), son las cualidades abstractas
puramente metafísicas de la Formación, la Conservación y la Destrucción, y son las
tres divinas Avasthâs (Hipóstasis) de lo que “no perece con las cosas creadas”
Achyuta, nombre de Vishnu; mientras que el cristiano ortodoxo escinde su Deidad
creadora personal en los tres personajes de la Trinidad, y no admite ninguna Deidad
superior. Esta última es, en Ocultismo, el Triángulo abstracto; para él ortodoxo, es el
Cubo perfecto.
El dios creador o los dioses reunidos, son considerados por el filósofo
oriental como Bhrântidarshanatah, “falsas apariencias”, algo “concebido, por razón
de apariencias erróneas, como una forma material”, y que se explica como
procedente del concepto ilusorio del Alma humana personal y egotista (el Quinto
Principio inferior). La traducción corregida que aparece en las notas de Fitzedward
Hall, a la versión de Wilson del Vishnu Purâna, lo expresa-de un modo feliz: “Brahma
en su totalidad, tiene esencialmente el aspecto de Prakriti, así desplegado como sin
desplegar (Mûlaprakriti), y también el aspecto del Espíritu y el aspecto del Tiempo.
El
Espíritu, ¡oh tú, dos veces nacido!, es el aspecto principal del Brahma Supremo154. El
aspecto siguiente es doble: Prakriti, a la vez desplegado y sin desplegar; y el último es
el Tiempo”.
A Cronos se le presenta también en la teogonía órfica como siendo un
Dios o agente engendrado.
En esta etapa del despertar del Universo, el simbolismo sagrado lo representa como
un Círculo perfecto con el Punto (Raíz) en el centro. Éste era un signo universal, y por
lo tanto lo encontramos también en la Kabalah. Sin embargo, la Kabalah occidental,
en la actualidad en manos de los místicos cristianos, lo ignora por completo, a pesar
de hallarse claramente presentado en el Zohar.
Estos sectarios comienzan por el fin,
y presentan como símbolos del Kosmos pregenético el signo ⊕, llamándolo “La
Unión de la Rosa y de la Cruz”, ¡el gran misterio de la generación oculta, de donde
procede el nombre Rosacruz (Rosa Cruz)! Esto puede deducirse de uno de los más
importantes y mejor conocidos de sus símbolos, el cual, hasta la fecha, jamás ha sido comprendido ni aun por los místicos modernos. Éste es el Pelícano rasgando su seno
para alimentar a sus siete hijos; el verdadero credo de los Hermanos de la Rosa-Cruz,
y una emanación directa de la Doctrina Secreta del Oriente.
Brahman (neutro) es llamado Kâlahamsa, que significa, según lo explican los
orientalistas occidentales, el Cisne Eterno (u oca), y lo mismo es Brahmâ, el Creador.
Así se da lugar a un grande error. A Brahman (neutro), debe hacerse referencia como
Hamsa-vâhana (el que usa el Cisne como Vehículo), y no a Brahmâ, el Creador, que es
el verdadero Kâlahamsa; mientras que Brahman (neutro), es Hamsa y A-hamsa, como
se explicará en los Comentarios.
Téngase presente que los términos Brahmâ y
Parabrahman no se emplean aquí porque pertenezcan a nuestra nomenclatura
esotérica, sino sencillamente por ser más familiares a los estudiantes de Occidente.
Ambos son los perfectos equivalentes de nuestros términos de una, tres y siete
vocales, que corresponde al TODO UNO, y al Uno “Todo en Todo”.
Tales son los conceptos fundamentales en que se apoya la Doctrina Secreta.
No sería este lugar a propósito para hacer una defensa, ni para dar pruebas de su
valor racional inherente; ni puedo tampoco detenerme a demostrar cómo se hallan
de hecho contenidos en todos los sistemas de filosofía dignos de este nombre, si
bien a menudo bajo un disfraz engañoso.
Cuando el lector los haya comprendido claramente, y haya visto la luz que arrojan
sobre todos los problemas de la vida, no necesitará mayor justificación a sus ojos,
puesto que su verdad será tan evidente para él como la luz del sol. Paso, por tanto, al
asunto objeto de las Estancias tal como se dan en este volumen, comenzando por
presentarlas en una relación escueta, con la idea de facilitar el trabajo del estudiante,
al poner ante su vista, en pocas palabras, el concepto general explicado en ellas.
La historia de la Evolución Cósmica, tal como se halla expuesta en las Estancias, es,
por decirlo así, la abstracta fórmula algebraica de esta evolución. Por lo tanto, el
lector no debe concebir la esperanza de encontrar en ellas la explicación de todas las
etapas y transformaciones que tienen lugar entre los comienzos de la Evolución
Universal y nuestro presente estado.
Sería imposible dar tal explicación, que sería
incomprensible a quienes ni siquiera pueden hacerse cargo de la naturaleza del plano
de existencia inmediato, al que, por el momento, se halla limitada su conciencia.
Las Estancias dan, por lo tanto, una fórmula abstracta, que puede aplicarse mutatis
mutandis a toda evolución: a la de nuestra tierra diminuta; a la de la Cadena de
Planetas de que esta tierra forma parte; a la del Universo Solar a que pertenece esta
Cadena; y así, en escala ascendente, hasta que la mente vacila y queda exhausta por
el esfuerzo realizado.
Las siete Estancias que en este volumen se dan, representan los siete términos de
esta fórmula abstracta. Se refieren y describen las siete grandes etapas del proceso evolutivo, de que tratan los Purânas como las “Siete Creaciones”, y la Biblia como los
“días” de la Creación.
La Estancia I describe el estado del Todo Uno durante el Pralaya, antes del primer
movimiento del despertar de la Manifestación.
Basta pensar un momento para comprender que tal estado sólo puede expresarse
simbólicamente; pues es imposible describirlo. Y ni aun puede ser simbolizado sino
por medio de negaciones; porque siendo el estado de lo Absoluto per se, no puede
tener ninguno de aquellos atributos específicos que nos sirven para describir los
objetos en términos positivos.
De aquí que sólo puede sugerirse tal estado por
medio de la negación de todos aquellos atributos más abstractos que los hombres
sienten, más bien que conciben, como el límite más remoto a que puede llegar su
poder de concepción.
La Estancia II describe una etapa que para una inteligencia occidental viene a ser
casi tan idéntica al estado referido en la primera Estancia, que el explicar la idea de
su diferencia requeriría por sí sola un tratado. Por tanto, debe quedar a la intuición y
a las facultades más elevadas, del lector, el penetrar hasta donde sea posible la
significación de las frases alegóricas de que se hace uso. En verdad, hay que tener
presente que todas estas Estancias hablan más a las facultades íntimas que a la
inteligencia ordinaria del cerebro físico.
La Estancia III describe el despertar del Universo a la vida después del Pralaya.
Refiere cómo surgen las Mónadas de su estado de absorción en el seno del Uno; cuya
etapa es la primera y superior en la formación de los Mundos. El término Mónada
puede aplicarse lo mismo al más vasto Sistema Solar, que al átomo más diminuto.
La Estancia IV presenta la diferenciación del “Germen” del Universo en la Jerarquía
Septenaria de Poderes Divinos conscientes, que son las manifestaciones activas de la
Suprema Energía Una. Ellos son los constructores y modeladores, y en último
término los creadores de todo el Universo manifestado, en el único sentido en que el
nombre de “Creador” es inteligible; dan forma al Universo y le dirigen; son los Seres
inteligentes que ajustan y vigilan la evolución, encarnando en sí mismos aquellas
manifestaciones de la Ley Una, que conocernos como “Leyes de la Naturaleza”.
Genéricamente son conocidos con el nombre de Dhyân Chohans, si bien cada uno
de los diversos grupos tiene su propia denominación en la Doctrina Secreta.
Esta etapa de la evolución es llamada en la mitología india la “Creación de los
Dioses”.
La Estancia V describe el proceso de la formación del mundo. En primer lugar,
Materia Cósmica difusa; después el “Torbellino Ígneo”, la primera etapa de la
formación de una nebulosa. Esta nebulosa se condensa y, después de pasar por varias transformaciones, forma un Universo Solar, una Cadena Planetaria o un solo Planeta,
según los casos.
La Estancia VI indica las etapas subsiguientes de la formación de un “Mundo”,
mostrando la evolución de este Mundo hasta su cuarto gran período, que
corresponde al período en que vivimos actualmente.
La Estancia VII continúa la historia, trazando el descenso de la vida hasta la
apariencia del hombre; y así termina el libro primero de LA DOCTRINA SECRETA.
El desarrollo del “Hombre” desde su primera aparición sobre esta tierra en la Ronda
actual, hasta el estado en que hoy se encuentra, constituirá el asunto de los libros
tercero y cuarto.
Las Estancias que forman la tesis de todas las secciones de esta obra, se presentan
traducidas en lenguaje moderno; pues hubiera sido por demás inútil el hacer el
asunto más dificultoso con la introducción de la fraseología arcaica del original, cuyo
estilo y palabras son enigmáticos. Se intercalan extractos de las traducciones china,
tibetana y sánscrita de los Comentarios y Glosas originales de Senzar sobre el Libro
de Dzyan, siendo ésta la primera vez que dichas traducciones se vierten a un lenguaje
europeo. Es casi innecesario decir que tan sólo son aquí citadas porciones de las siete
Estancias.
Si se publicasen completas, serían incomprensibles para todos, excepción
hecha de unos cuantos elevados ocultistas. Tampoco hay necesidad de asegurar aquí
al lector que la escritora, o más bien la humilde reproductora de estas líneas, no
entiende mejor que la mayor parte de los profanos aquellas porciones suprimidas.
Con objeto de facilitar la lectura y de evitar referencias demasiado frecuentes a
notas puestas al pie, se ha considerado más cómodo reunir textos y glosas, usando
los nombres propios sánscritos y tibetanos, cuando no pudiesen evitarse, con
preferencia a los originales; con tanta mayor razón, cuanto que tales nombres son
todos aceptados como sinónimos, usándose los últimos tan sólo entre los Maestros y
sus Chelas (o discípulos).
Si hubiera de traducirse al español el versículo primero empleando únicamente los
sustantivos y términos técnicos que constan en una de las versiones tibetana y
senzar, diría corno sigue:
Tho-ag en Zhi-gyu durmió siete Khorlo. Zodmanas zhiba. Todo Nyug seno. Konch-hog no;
Thyan-Kam no; Lha-Chohan no; Tenbrel Chugnyi no; Dharmakâya cesó; Tgenchang no
había llegado a ser; Barnang y Ssa en Ngovonyidj; solamente Tho-og Yinsin en la noche de
Sun-chan y Yonggrub (Paranishpanna), etc.
Todo esto sonaría como un completo Abracadabra.
Como esta obra se ha escrito para instrucción de los estudiantes de Ocultismo y no
en beneficio de los filólogos, evitaremos términos extranjeros semejantes, siempre que sea posible. Únicamente se dejan los términos intraducibles, que no se
comprendan sin una explicación; pero todos ellos se darán en su forma sánscrita. No
hay para qué recordar al lector que éstos son, en casi todos los casos, los últimos
desarrollos de este lenguaje, y pertenecen a la Quinta Raza Raíz.
El sánscrito, tal
como ahora se conoce, no fue hablado por los atlantes; y la mayor parte de los
términos filosóficos empleados en los sistemas de la India, posteriores al período del
Mahâbhârata, no se encuentran en los Vedas ni en las Estancias originales, sino tan
sólo sus equivalentes. Al lector que no sea teósofo, se le invita, una vez más, a
considerar todo lo que sigue corno un cuento de hadas, si así le parece; todo lo más,
como una especulación de soñadores, aún no demostrada; y en el peor de los casos,
como una de tantas hipótesis científicas, pasadas, presentes y futuras, algunas de las
cuales ya han muerto, mientras otras todavía están en pie. No es ella, en sentido
alguno, menos científica que muchas de las llamadas teorías científicas; pero en todo
caso es más filosófica y más probable.
En vista de los muchos comentarios y explicaciones que se necesitan, las referencias
a las notas se señalan de la manera acostumbrada; al paso que las sentencias que
tienen que ser comentadas, se marcan con letras.
Se añaden algunas materias en los
capítulos que tratan del simbolismo, los cuales contienen a menudo mayor
instrucción que los Comentarios.
H.P.B
D.S TI
NOTAS
126 Casi no es necesario recordar al lector que las expresiones Pensamiento Divino, Mente Universal
no deben considerarse determinando ni aun vagamente un proceso intelectual parecido al que se
manifiesta en el hombre. Lo “Inconsciente”, según ven Hartmann, llegó al vasto plan de la creación, o
más bien de la evolución, “por medio de una sabiduría clarividente superior a toda conciencia”, la cual,
en el lenguaje vedantino, significa Sabiduría absoluta. Únicamente los que conocen lo mucho que se
remonta la intuición sobre los lentos procedimientos del raciocinio, podrán formarse el más débil
concepto de aquella absoluta Sabiduría, que trasciende las ideas de Tiempo y Espacio.
La mente, tal
cual la conocemos, se resuelve en una serie de estados de conciencia, cuya duración, intensidad,
complejidad y demás cualidades son variables, fundados todos en la sensación, en último término, la
cual a su vez es Mâyâ. La sensación, además, implica necesariamente limitación. El Dios personal del
Deísmo ortodoxo, percibe, piensa y es afectado por la emoción; se arrepiente y experimenta “fiera
cólera”. Pero la noción de semejantes estados mentales lleva claramente consigo el inconcebible
postulado de la exterioridad de los estímulos excitantes, por no decir nada de la imposibilidad de atribuir la inmutabilidad a un ser cuyas emociones fluctúan con los sucesos que tienen lugar en los
mundos que preside. El concepto de un Dios Personal como inmutable e infinito, es, por lo tanto,
antipsicológico, y lo que es peor, antifilosófico.
127 Platón demuestra ser un Iniciado cuando dice en Craty1us, que qeóç es derivado del verbo qéein,
mover, correr, porque los primeros astrónomos que observaron los movimientos de los cuerpos
celestes, llamaron a los planetas qeoí, dioses. Más tarde la palabra ha producido otra álh’qeia – el
aliento de Dios.
128 Los nominalistas, arguyendo con Berkeley que “es imposible… formarse la idea abstracta del
movimiento independientemente del cuerpo que se mueve” (Principles of Human Knowledge.
Introducción, párrafo 10), pueden preguntar: ¿Qué es el cuerpo productor de tal movimiento? ¿Es una
substancia? ¿Entonces creéis en un Dios Personal?, etc. A esto se contestará después, en parte
avanzada de este libro; mientras tanto reclamamos nuestros derechos de concepcionalistas como
opuestos a las opiniones materialistas de Roscelini, respecto al Realismo y al Nominalismo.
“¿Ha
revelado algo la ciencia —dice Edward Clodd, uno de sus más hábiles defensores— que debilite o se
oponga a las antiguas palabras en que se encuentra expresada la esencia de todas las religiones pasadas, presentes o futuras; esto es, conducirse con rectitud, ser compasivo y permanecer humilde
ante Dios?” Y estamos conformes con tal que entendamos por la palabra Dios, no el crudo
antropomorfismo, que es todavía la columna vertebral de nuestra teología corriente, sino el simbólico
concepto de aquello que es Vida y Movimiento del Universo, conocer lo cual, en el orden físico, es
conocer el tiempo pasado, presente y futuro, en la existencia de las sucesiones de fenómenos; y
conocer lo cual, en el orden moral, es conocer lo que ha sido, es y será, dentro de la humana
conciencia. (Véase Science and the Emotions. Discurso pronunciado en la South Place Chapel, Finsbury,
London, diciembre 27, 1885).
129 Isis sin Velo, II, págs. 264-65.
130 Rig Veda.
131 Los matemáticos occidentales y algunos kabalistas americanos dicen que también en la Kabalah “el
valor del nombre Jehovah es el del diámetro de un círculo”. Añádase a esto que Jehovah es el tercero de los Sephiroth, Binah, palabra femenina, y se tendrá la clave del misterio. Este nombre, que es
andrógino en los primeros capítulos del Génesis, se convierte por medio de ciertas transformaciones
kabalistas, en masculino, cainita y fálico. La elección de una deidad entre los dioses paganos, el
constituirla en un dios nacional para invocarla como al “Dios Uno Vivo”, el “Dios de los Dioses”, y el
proclamar este culto monoteísta, no puede convertir a tal deidad en el Principio Uno, cuya “Unidad no
admite multiplicidad, cambio, ni forma”, ni mucho menos en el caso de una deidad priápica, como hoy
se ha demostrado que es Jehovah.
132 Véase la muy significativa obra The Source of Measures, en donde el autor explica la significación
verdadera de la palabra Sacr’, de la cual se derivan “sagrado”, “sacramento”, palabras que han venido a
ser sinónimos de santidad, aunque son puramente fálicas.
133 Mândûkya Upanishad, I, 28.
134 Bodhimür: Libro II.
135 Véase el Vedânta Sâra, por el Mayor G.A. Jacob, así como también The Aphorisms of Shândilya,
traducidos por Cowell, página 42.
136 Aitareya Upanishad.
137 Sin embargo, orientalistas cristianos llenos de prejuicios, y más bien fanáticos que otra cosa,
pretenden probar que esto es puro ateísmo. Como prueba de esto, véase Vedânta Sâra, del Mayor
Jacob. Y, sin embargo, la antigüedad entera repite este pensamiento:
Omnis enim per se divom natura necesse est
Immortali aevo summa cum pace fruatir
según dice Lucrecio; – un concepto puramente vedantino.
138 Los mismos nombres de las dos principales deidades, Brahmâ y Vishnu, hace tiempo que debían
haber sugerido sus significaciones esotéricas. Brahman o Brahm, es derivado por algunos de la raíz
brih, crecer o desplegar (véase Calcutta Review, voI. LXVI, pág. 14); Vishnu, de la raíz wish, penetrar,
entrar en la naturaleza de la esencia; siendo así Brahmâ-Vishnu el Espacio infinito, del cual los Dioses,
los Rishis, los Manus y todo en este Universo, son simplemente las potencias (Vibhûtayah).
139 Véase en Manu la relación de Brahmâ separando su cuerpo en macho y en hembra; esta última la
hembra Vâch, en quien crea a Virâj; y compárese esto con el esoterismo de los capítulos II, III y IV del
Génesis.
140 El Ocultismo, ciertamente, se halla “en la atmósfera” al final de este nuestro siglo. Entre otras
muchas obras recientemente publicadas, recomendamos especialmente una a los estudiantes del
Ocultismo teórico que no quieran aventurarse más allá de la esfera de nuestro plano humano
particular. Su título es: New Aspects of Life and Religion, por Henry Pratt, M. D. Está llena de dogmas y
filosofía esotéricos; esta última más bien limitada en sus capítulos finales, por lo que parece un
espíritu de positivismo condicionado.
Sin embargo, lo que dice del Espacio, como “Causa Primera
Desconocida” merece citarse:
“Este algo desconocido, reconocido así como forma corpórea primaria de la Unidad Simple, e
identificado con ella, es invisible e impalpable” [como espacio abstracto concedido]; y puesto que es
invisible e impalpable, es, por lo tanto, incognoscible. Y esta incognoscibilidad ha conducido al error
de suponer que es un simple vacío, una mera capacidad receptiva. Pero aun considerado como vacío
absoluto, tiene que admitirse que el espacio es, o ya existente por sí mismo, infinito y eterno, o bien
que haya tenido una primera causa fuera de él, detrás y más allá de él mismo”.
“Y sin embargo, aun cuando tal causa pudiera encontrarse y definirse, esto equivaldría tan sólo a
transferir a ella los atributos que de otra manera corresponden al espacio, no haciéndose así más que
rechazar la dificultad del origen un paso más atrás, sin obtener ninguna luz más en cuanto a la causa
primera”. (Ob. cit., pág. 5).
Esto es precisamente lo que han hecho los creyentes en un Creador antropomórfico, puesto en el
lugar de un Dios intracósmico.
Muchos, y aun podemos decir que la mayor parte de los asuntos
tratados por el Dr. Pratt, son antiguas ideas y teorías kabalistas que presenta en una forma
completamente nueva: “Nuevos Aspectos” de lo Oculto en la Naturaleza, ciertamente. El espacio, sin
embargo, considerado corno una Unidad Substancial (la Fuente viviente de la Vida), es, como la causa
sin Causa Desconocida, el más antiguo dogma del Ocultismo, millares de años más antiguo que el
Pater-Æther de los griegos y latinos. Así son la “Fuerza y la Materia, como Potencias del Espacio,
inseparables y reveladoras incógnitas de lo Desconocido”. Todas ellas se encuentran en la filosofía aria, personificadas por Vizvakarman, Indra, – Vishnu, etc., etc. Sin embargo, están expresadas, muy
filosóficamente y bajo muchos aspectos no comunes, en la obra anteriormente citada.
141 En oposición al Universo manifestado de la materia, la palabra Mûlaprakriti (de mûla, raíz, y
prakriti, naturaleza), o la materia primordial no manifestada –llamada por los alquimistas occidentales
Tierra de Adam– es aplicada por los vedantinos a Parabrahman.
La materia es dual en la metafísica
religiosa, y septenaria en las enseñanzas esotéricas, como toda otra cosa en él Universo. Como
Mûlaprakriti,, es no diferenciada y eterna; corno Vyakta, viene a ser diferenciada y condicionada,
según el Shvetâshvatára Upanishad, I, 8, y el Devî Bhâgavata Purâna. El autor de las cuatro
conferencias sobre el Bhagavad Gîtâ, dice hablando de Mûlaprakriti: “Desde su [del Logos] punto de
vista objetivo, Parabrahman le aparece como Mûlaprakriti… Por supuesto, que este Mûlaprakriti es
material para él, como cualquier objeto material lo es para nosotros… Parabrahman es una realidad
incondicionada y absoluta, y Mûlaprakriti es una especie de velo echado sobre aquél”. (Theosophist,
voI. VIII, pág. 304).
142 Considerando la filosofía esotérica como Mâyâ (o la ilusión de la ignorancia), todas las cosas
finitas, debe necesariamente mirar del mismo modo todos los cuerpos y planetas intracósmicos,
viendo que son algo organizado, y por lo tanto, finito. Así pues, la expresión “procede de fuera
adentro, etc.” se refiere en la primera cláusula a la aurora del Mahâmanvantara, o gran nueva
evolución, después de una de las disoluciones periódicas completas de todas las formas compuestas
de la naturaleza en su última esencia o elemento, desde el planeta a la molécula; y en su segunda
cláusula, al Manvantara parcial o local, el cual puede ser solar o tan sólo planetario.
143 Por Centro se entiende un centro de energía o un foco cósmico: cuando la llamada “Creación” o
formación de un planeta, es verificada por la fuerza que los ocultistas designan como Vida, y la ciencia
corno Energía, entonces el proceso tiene lugar de dentro afuera, considerándose que todos los átomos
contienen en si mismos la energía creadora del Aliento divino. Así es que, mientras después dé un
Pralaya Absoluto, cuando el material preexistente consiste sólo de Un Elemento y el Aliento “está en
todas partes” este último obra de fuera adentro, después de un Pralaya Menor, habiendo
permanecido todo en statu quo —en un estado de enfriamiento por decirlo así, como la luna– al
primer estremecimiento del Manvantara, el planeta o planetas comienzan su vuelta a la vida de
dentro afuera.
144 Es curioso observar cómo, en los cielos evolucionarios de las ideas, el pensamiento antiguo parece
reflejarse en la especulación moderna. ¿Había leído y estudiado Mr. Herbert Spencer a los antiguos
filósofos indos, cuando escribió cierto pasaje en sus First Principles (pág. 482)? 0 es, acaso, un
relámpago independiente de percepción interna, lo que le hace decir semicorrectamente:
“Estando
fijados en cantidad (?) el movimiento lo mismo que la materia, parece que al llegar a un límite en
cualquiera dirección el cambio de la distribución de la materia llevado a cabo por el movimiento (?),
este último elemento indestructible habría de necesitar una distribución en sentido inverso. Al
parecer, las fuerzas universalmente coexistentes de atracción y de repulsión, que, como hemos visto,
actúan rítmicamente en todos los cambios menores del Universo entero, actúan también
rítmicamente en la totalidad de sus cambios, produciendo unas veces un período inconmensurable
durante el cual, predominando las fuerzas de atracción, originan una concentración universal, y
produciendo después un período igualmente inmenso durante el cual, predominando las fuerzas
repulsivas, causan la difusión universal – eran alternas de evolución y disolución”.
145 Cualesquiera que sean las opiniones de la ciencia física sobre este asunto, la ciencia oculta ha
enseñado durante largos períodos que Âkâsha (del cual el Éter es la forma más grosera), el quinto
Principio Cósmico universal —al cual corresponde, y del cual procede el Manas humano– es,
cósmicamente, una materia radiante, fría, diatérmana y plástica, creadora en su naturaleza física,
correlativa en sus aspectos y porciones más groseras e inmutable en sus principios más elevados. En la
condición creadora es llamada la Sub-Raíz; y en conjunción con el calor radiante, “vuelve a la vida
mundos muertos”. En su aspecto superior, es el Alma del Mundo; en su aspecto inferior, es el
Destructor.
146 Hypoth, 1675.
147 Seidad: neologismo que nos hemos visto obligados a introducir para traducir la palabra inglesa Beness,
que es también un neologismo. Indica el algo que hace que el Ser sea; la cualidad del Ser. N. del
T.
148 “Primera”, presupone necesariamente algo que “es lo primero aparecido”, “lo primero en tiempo,
espacio y categoría”; y, por lo tanto, finito y condicionado. Lo “primero” no puede ser lo Absoluto,
porque es una manifestación. Así pues, el Ocultismo oriental llama al Todo Abstracto la Causa Una sin
Causa, la Raíz sin Raíz, y aplica el nombre “Primera Causa” al Logos, en el sentido que Platón da a esta
palabra.
149 Véanse las cuatro eruditas conferencias de T. Subba Row, sobre el Bhagavad Gîtâ, en The
Theosophist de febrero de 1887.
150 Llamados Arcángeles, Serafines, etc., por la Teología cristiana.
151 “Peregrino” es el nombre dado a nuestra Mónada (los Dos en uno) durante su ciclo de
encarnaciones. Es el único Principio inmortal y eterno que existe en nosotros, siendo una porción
indivisible del todo integral, el Espíritu Universal, del cual emana, y en el cual es absorbida al final del
ciclo. Cuando se dice que emana del Espíritu Uno, se emplea una expresión tosca e incorrecta, por
falta de palabras propias. Los vedantinos la llaman Sûtrâtmâ (Alma-Hilo); pero sus explicaciones
difieren algo de las de los ocultistas; explicar estas diferencias es asunto de los vedantinos.
152 No son los organismos físicos los que permanecen en statu quo, y menos aún sus principios
psíquicos, durante los grandes Pralayas Cósmicos o los Solares, sino únicamente sus fotografías,
âkâshicas o astrales. Pero durante los Pralayas Menores, los planetas, una vez sumidos en la “Noche”
permanecen intactos, aunque muertos, a la manera de un enorme animal que, sepultado en los hielos
polares, se conserva lo mismo durante largos períodos.
153 Esto es: Brahmâ, Vishnu y Shiva. N. de los Traductores.
154 Spencer, a pesar de que lo mismo que Schopenhauer y que von Hartmann, únicamente reflejó un
aspecto de los antiguos filósofos esotéricos, y, por lo tanto, conduce a sus lectores a la lúgubre orilla
de la desesperación agnóstica, reverentemente formula así el gran misterio: “lo que permanece
inmutable en cantidad, aunque siempre cambiando de formas bajo estas apariencias sensibles que el
Universo nos presenta, es un poder desconocido e incognoscible, al que nos vemos obligados a
reconocer como ilimitado en el Espacio, y sin principio ni fin en el Tiempo”. Sólo la Teología
pretenciosa se atreve a medir el Infinito y a descorrer el velo que cubre a lo Insondable e
Incognoscible; jamás lo hace la Ciencia ni la Filosofía.
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