sábado, 26 de enero de 2019

PROEMIO - PÁGINAS DE UNOS ANALES PREHISTÓRICOS




La que escribe estas líneas tiene a la vista un manuscrito arcaico, una colección de hojas de palma impermeables a la acción del agua, del fuego y del aire, por un procedimiento específico desconocido. Hay en la primera página un disco de perfecta blancura, destacándose sobre un fondo de un negro intenso. En la página siguiente aparece el mismo disco, pero con un punto en el centro. 

El primero, como sabe el que se dedica a estos estudios, representa al Kosmos en la Eternidad, antes de volver a despertar la Energía aún en reposo, la emanación del Mundo en sistemas posteriores. 
El punto en el disco, hasta entonces inmaculado, Espacio y Eternidad en Pralaya, indica la aurora de la diferenciación. Es el punto en el Huevo del Mundo, el germen interno de donde se desarrollará el Universo, el Todo, el Kosmos infinito y periódico; germen que es latente o activo, periódicamente y por turnos. El único círculo es la Unidad divina de donde todo procede y a donde todo vuelve: su circunferencia, símbolo forzosamente limitado, por razón de la limitación de la mente humana, indica la PRESENCIA abstracta y siempre incognoscible, y su plano, el Alma Universal, aunque las dos son una. 

El ser blanca sólo la superficie del disco, y negro el fondo que lo rodea, muestra claramente que su plano es el único conocimiento, aunque todavía opaco y brumoso, que el hombre puede alcanzar. 
En este plano se originan las manifestaciones manvantáricas; porque en esta ALMA es donde dormita durante el Pralaya el Pensamiento Divino126, en el cual reposa oculto el plan de todas las cosmogonías y teogonías futuras. Es la VIDA UNA, eterna; invisible, aunque omnipresente; sin principio ni fin, aunque periódica en sus manifestaciones regulares (entre cuyos períodos reina el oscuro misterio del No-Ser); inconsciente, y sin embargo, Conciencia absoluta; incomprensible, y sin embargo, la única Realidad existente por sí misma; a la verdad, “un Caos para los sentidos, un Kosmos para la razón”. Su atributo único y absoluto, que es Ello mismo, Movimiento eterno e incesante, es llamado esotéricamente el Gran Aliento127, que es el movimiento perpetuo del Universo, en el sentido de Espacio sin límites y siempre presente. Aquello que permanece inmóvil no puede ser Divino. 

Pero de hecho y en realidad, nada existe en absoluto inmóvil en el Alma Universal. Casi cinco siglos antes de nuestra era, Leucipo, el preceptor de Demócrito, sostenía que el Espacio estaba eternamente lleno de átomos impulsados por movimiento incesante, que daba origen, en el debido transcurso del tiempo, y a medida que se agregaban, al movimiento rotatorio por virtud de colisiones mutuas que producían movimientos laterales. Epicuro y Lucrecio enseñaron lo mismo, añadiendo únicamente a la moción lateral de los átomos, la idea de la afinidad, que es una enseñanza oculta. 

Desde el comienzo de lo que constituye la herencia del hombre; desde la aparición primera de los arquitectos del globo en que vive, la Deidad no revelada fue reconocida y considerada bajo su único aspecto filosófico —el Movimiento Universal, la vibración del Aliento creador en la Naturaleza–. 
El Ocultismo sintetiza así la Existencia Una: “La Deidad es un fuego misterioso vivo (o moviente), y los eternos testigos de esta Presencia invisible, son la Luz, el Calor y la Humedad”, trinidad esta última que abarca y es causa de todos los fenómenos de la Naturaleza128. 
El movimiento intracósmico es eterno e incesante; el movimiento cósmico, el visible o sea aquel que es objeto de la percepción, es finito y periódico. Como eterna abstracción es lo Siempre Presente; como manifestación, es finito, así en la dirección venidera como en la opuesta, siendo las dos el Alfa y la Omega de las reconstrucciones sucesivas. El Kosmos —el Nóumeno– no tiene que ver con las relaciones causales del Mundo fenomenal. 

Sólo refiriéndonos al Alma intracósmica, al Kosmos ideal en el inmutable Pensamiento Divino, podemos decir: “Jamás tuvo principio, ni jamás tendrá fin”. Por lo que hace a su cuerpo u organización cósmica, aunque no puede decirse que haya tenido una primera construcción, o que haya de tener una última, sin embargo, a cada nuevo Manvantara, puede considerarse su organización como la primera y la última de su especie, puesto que evoluciona cada vez en un plano más elevado. Se declaró hace tan sólo unos cuantos años que: La doctrina esotérica enseña, lo mismo que el buddhismo y el brahmanismo, y aun la Kábala, que la Esencia una, infinita y desconocida, existe en toda eternidad, y que es ya pasiva, o ya activa en sucesiones alternadas, armónicas y regulares. 
En el poético lenguaje de Manu, llámase a estas condiciones los Días y las Noches de Brahmâ. 
Este último está “despierto” o “dormido”. Los svâbhâvikas, o filósofos de la más antigua escuela del buddhismo, que todavía existe en Nepal, especulan únicamente sobre la condición activa de esta “Esencia” a la cual ellos llaman Svabhâvat, y consideran como una necedad el teorizar acerca del poder abstracto e “incognoscible” en su condición pasiva. 

De aquí que sean llamados ateos por los teólogos cristianos y por los sabios modernos; pues ni unos ni otros son capaces de comprender la lógica profunda de su filosofía. Los primeros no consentirán otro Dios más que la personificación de dos poderes secundarios que han dado forma al Universo visible, y la cual ha venido a ser el Dios antropomórfico de los cristianos –el Jehovah masculino, rugiendo entre truenos y rayos–. 

A su vez, la ciencia racionalista considera a buddhistas y a svâbhâvikas como los “positivistas” de las edades arcaicas. Si consideramos la filosofía de estos últimos sólo bajo uno de sus aspectos, pueden tener razón nuestros materialistas en su manera de considerarla. Sostienen los buddhistas que no hay Creador, sino una infinidad de poderes creadores, que colectivamente forman la eterna substancia, cuya esencia es inescrutable; y de aquí que no sea objeto de especulación para ningún filósofo verdadero. Sócrates rehusaba invariablemente discutir acerca del misterio del ser universal, y sin embargo a nadie se le ocurrió acusarle de ateísmo, excepto a aquellos que deseaban su muerte. 
Al inaugurarse un período de actividad —dice la Doctrina Secreta– tiene lugar una expansión de esta Esencia Divina de fuera adentro y de dentro afuera, con arreglo a la ley eterna e inmutable, siendo el último resultado de la larga cadena de fuerzas cósmicas, puestas así en movimiento progresivo, el universo fenomenal y visible. Del mismo modo, cuando sobreviene la condición pasiva, tiene lugar una contracción de la Esencia Divina, y la obra previa de la creación es gradual y progresivamente deshecha. El universo visible se desintegra, sus materiales se dispersan, y solitarias “tinieblas” es lo único que incuba una vez más sobre la faz del “abismo”. Empleando una metáfora de los libros secretos, que explicará la idea de un modo más claro, una espiración de la “esencia desconocida” produce el mundo; y una inhalación es causa de que desaparezca. Este proceso ha tenido lugar de toda eternidad, y nuestro Universo presente es solamente uno de la serie infinita que no ha tenido principio ni tendrá fin129. Este párrafo será explicado, hasta donde sea posible, en la obra presente.

Y si bien tal como se halla escrito nada contiene de nuevo para el orientalista, su interpretación esotérica puede contener, sin embargo, muchas cosas que hasta la fecha han permanecido por completo desconocidas para los eruditos occidentales. La primera figura es un disco sencillo .

La segunda representa en el símbolo arcaico, un disco con un punto en el centro ☼, la diferenciación primera en las manifestaciones periódicas de la Naturaleza eterna, sin sexo e infinita, “Aditi en AQUELLO” 130 o el Espacio potencial en el Espacio abstracto. En su tercera etapa, el punto se transforma en un diámetro . Entonces simboliza una Madre-Naturaleza inmaculada y divina, en el Infinito absoluto, que lo abarca todo. Cuando el diámetro horizontal se cruza por uno vertical ⊕, el símbolo se convierte en la Cruz Mundana. La humanidad ha alcanzado su Tercera Raza Raíz; éste es el signo que representa el origen de la vida humana. Cuando desaparece la circunferencia y queda únicamente la +, este signo simboliza que la caída del hombre en la materia se ha realizado ya, y que comienza la Cuarta Raza.

La Cruz dentro de un círculo simboliza el Panteísmo puro; la cruz no inscripta, viene a ser fálica. Tenía los mismos y además otros significados, que la Tau inscripta en un círculo , o que el martillo de Thor, llamado cruz Jaina, o simplemente Svástica, dentro de un círculo . Por medio del tercer símbolo –el círculo dividido en dos por un diámetro horizontal– se daba a entender la primera manifestación de la Naturaleza creadora, todavía pasiva, por ser femenina. La primera percepción vaga que el hombre tiene de la procreación, es femenina; porque el hombre conoce a su madre más que a su padre. De aquí que las deidades femeninas fuesen más sagradas que las masculinas.

La Naturaleza, por tanto, es femenina, y hasta cierto grado, objetiva y tangible; y el Principio espiritual que la fecunda está oculto131. Añadiendo a la línea horizontal en el círculo una línea perpendicular, se formó la Tau T , la más, antigua forma de la letra. Tal fue el símbolo de la Tercera Raza hasta el día de su caída simbólica –esto es, la separación de los sexos efecto de la evolución natural–, cuando la figura se convirtió en o la vida asexual modificada o separada–, un símbolo o jeroglífico doble. Con las subrazas de nuestra Quinta Raza, vino a ser en Simbología el Sacr', y
en hebreo N'cabvah, de las Razas primeramente formadas132; se cambió entonces en el emblema de la vida egipcia  y más tarde aún en el signo de Venus .






Viene luego la Svástica (el martillo de Thor, en la actualidad la Cruz Hermética) separada por
completo de su círculo, con lo que viene a ser puramente fálica.
El símbolo esotérico del Kâli Yuga es la estrella de cinco puntas invertida, con sus dos puntas (cuernos) mirando hacia arriba, así así ; signo de la hechicería humana, posición que todo ocultista reconocerá como de la “mano izquierda”, y empleada en la magia ceremonial.

Es de esperar, que gracias a la lectura de esta obra, se modifiquen las ideas erróneas que en general tiene el público acerca del Panteísmo. Es falso e injusto considerar como ateos a los ocultistas, buddhistas y advaitis. Aunque no sean todos ellos filósofos, son por lo menos lógicos, estando fundados sus argumentos y objeciones en el raciocinio escrito. A la verdad, si el Parabrahman de los hindúes se tomase corno representante de las deidades ocultas e innominadas de otras naciones, se verá que este Principio absoluto, es el prototipo del cual todas las demás han sido copiadas. Parabrahman no es “Dios” porque no es un Dios. “Es lo supremo y lo no supremo (parâvara)” 133. Es lo supremo como causa, y lo supremo como efecto.

Parabrahman es simplemente, como Realidad sin par, el Kosmos que todo lo abarca –0 más bien el Espacio Cósmico infinito– en el sentido espiritual más elevado, por supuesto. Siendo Brahman (neutro) la Raíz suprema inmutable, pura, libre, que jamás declina, “la verdadera Existencia Una, Paramârthika”, y el absoluto Chit y Chaitanya (Inteligencia, Conciencia), no puede conocer, “porque AQUELLO no puede tener objeto de conocimiento”. ¿Puede llamarse a la llama la Esencia del Fuego? Esta esencia es la Vida y la Luz del Universo; el fuego y la llama visibles son la destrucción, la muerte y el mal”. “El Fuego y la Llama destruyen el cuerpo de un Arhat; su esencia le hace inmortal” 134. “El conocimiento del Espíritu absoluto, al modo que la refulgencia del sol o que el calor del fuego, no es otra cosa más que la misma Esencia absoluta” dice Sankarâchârya. 

Es “el Espíritu del Fuego”, no el Fuego mismo; por tanto, “los atributos de este último, Calor o Llama, no son atributos del Espíritu, sino de aquello de que este Espíritu es causa inconsciente”. ¿No es la sentencia anterior la verdadera clave de la filosofía de los últimos Rosacruces? Parabrahman es, en resumen, la agregación colectiva del Kosmos en su infinidad, y eternidad, el “AQUELLO” y el “ESTO” a quien no pueden aplicarse agregados distributivos135. “En el principio “ESTO” era el Mismo, uno solamente”136; el gran Sankarâchârya explica que “ESTO” se refiere al Universo (Jagat); y que las palabras “en el principio” significan antes de la reproducción del Universo fenomenal. 

Por lo tanto, cuando los Panteístas se hacen eco de los Upanishads, que declaran, lo mismo que la Doctrina Secreta, que “Esto” no puede crear, no niegan la existencia de un Creador, o más bien de un conjunto colectivo de creadores; lo que hacen únicamente, es rehusar, con mucha lógica, el atribuir la “creación”, y especialmente la formación, cosas que son finitas, a un Principio Infinito. 
Para ellos, Parabrahman es una Causa pasiva, porque es absoluta; es el Mukta incondicionado; y lo único que reniega a esta causa absoluta, es la Omnisciencia y la Omnipotencia limitadas, porque éstos son también atributos, reflejados en las percepciones del hombre; y porque, siendo Parabrahman el Todo Supremo, el siempre invisible Espíritu y Alma de la Naturaleza, inmutable y eterna, no puede tener atributos; pues lo Absoluto excluye naturalmente la posibilidad de conexión con una idea cualquiera finita o condicionada. Y si los vedantinos asignan atributos únicamente a su emanación, llamándola ISHVARA en unión con Mâyâ, y Avidyâ (Agnosticismo y falta de ciencia, más bien que ignorancia), es difícil encontrar ateísmo alguno en esta idea137. 

Puesto que no pueden existir ni dos Infinitos ni dos Absolutos en un Universo, que se supone sin límites, apenas puede concebirse a esta Existencia, que lo es por sí misma, creando personalmente. Para los sentidos y percepciones de los seres finitos, AQUELLO es No-Ser, en el sentido de que es la Seidad Una; porque en este Todo yace oculta su coeterna y coeva emanación o radiación inherente, la cual, al convertirse periódicamente en Brahmâ (la Potencia masculino-femenina), se extiende en el Universo manifestado. “Nârâyana moviéndose sobre las Aguas (abstractas) del Espacio”, se transforma en las Aguas de substancia concreta, movidas por él, que viene a ser ahora el Verbo o Logos manifestado. Los brahmanes ortodoxos, aquellos que mayor oposición hacen a los panteístas y a los advaitas, llamándoles ateos, se ven obligados, si Manu tiene alguna autoridad en la materia, a aceptar la muerte de Brahmâ, el Creador, a la terminación de cada Siglo de esta deidad (100 Años Divinos, período que para expresarlo según nuestros años, requiere quince cifras). 

Sin embargo, ningún filósofo entre ellos considerará esta “muerte” en otro sentido que el de una desaparición temporal del plano manifestado de la existencia, o como un reposo periódico. Los ocultistas están, por lo tanto, conformes con los filósofos vedantinos advaitas, en lo referente al principio mencionado. Demuestran aquéllos la imposibilidad de aceptar, en el terreno filosófico, la idea del Todo absoluto, creando, ni aun desenvolviendo el Huevo de Oro, en el cual se dice que penetra para transformarse en Brahmâ, el Creador, quien se despliega más tarde en los Dioses y en todo el Universo visible. 

Dicen los ocultistas que la Unidad absoluta no puede pasar a la Infinidad, porque la Infinidad presupone la extensión ilimitada de algo, y la duración de aquel algo; y el Uno Todo —como el Espacio, el cual es su única representación mental y física en esta Tierra, o plano nuestro de existencia– no es ni sujeto ni objeto de percepción. Si pudiera suponerse al Todo eterno e infinito, a la Unidad omnipresente, en vez de ser en la Eternidad, transformándose, por medio de manifestaciones periódicas, en un Universo múltiple o en una múltiple Personalidad, aquella Unidad dejaría de ser una. La idea de Locke, de que el “espacio puro no es capaz ni de resistencia ni movimiento”, no es correcta. 

El Espacio no es ni un “vacío sin limites” ni una “plenitud condicionada”, sino ambas cosas. Siendo138 (en el plano de la abstracción absoluta) la Deidad siempre ignota, que es un vacío sólo para mentes finitas, y en el plano de la percepción mayávica, el Plenum; el contenedor absoluto de todo lo que es, sea manifestado o no manifestado, es, por, lo tanto, aquel TODO ABSOLUTO. 
No existe diferencia alguna entre “En Él vivimos, nos movemos y tenemos nuestra existencia”, del Apóstol cristiano, y las palabras del Rishi indo: “El Universo vive en Brahmâ, procede de él y volverá a él”: porque Brahman (neutro), el no manifestado, es aquel Universo in abscondito; y Brahmâ, el manifestado, es el Logos, macho-hembra139 en los dogmas simbólicos ortodoxos; siendo el Dios del Apóstol Iniciado y el del Rishi, a un mismo tiempo el Espacio Invisible y el Visible. 
Al Espacio se le llama en el simbolismo esotérico “El Eterno Madre-Padre de Siete Pieles”. 
Se halla constituido, desde su superficie no diferenciada, hasta la diferenciada, por siete capas. 
¿Qué es lo que fue, es y será, ya haya Universo o no, ya existan dioses o no existan?” —pregunta el Catecismo esotérico Senzar–. Y la contestación es: “El Espacio”. Lo que se rechaza no es el Dios desconocido Uno y siempre presente en la Naturaleza, o la Naturaleza in abscondito, sino el “Dios” del dogma humano, y su “Verbo” humanizado. 

En su presunción infinita y en su orgullo y vanidad inherentes, el hombre le ha dado forma por sí mismo con mano sacrílega, haciendo uso de los materiales que ha encontrado en su propia y mezquina fábrica cerebral, y lo ha impuesto a sus semejantes como revelación directa del uno y no revelado ESPACIO140.El ocultista acepta la revelación como procedente de Seres divinos, si bien finitos, las Vidas manifestadas; pero jamás de la Vida Una no manifestable; sí de aquellas Entidades llamadas Hombre Primordial, Dhyâni-Buddhas o Dhyân Chohans, los Rishi- Prajâpati de los indos, los Elohim o Hijos de Dios de los judíos, los Espíritus Planetarios de todas las naciones, los cuales han venido a ser Dioses para los hombres. El ocultista considera también a Adi-Shakti –la emanación directa de Mûlaprakriti, la eterna RAÍZ de AQUELLO, y el aspecto femenino de la Causa Creadora, Brahmâ, en su forma âkâshica del Alma Universal–, como Mâyâ, filosóficamente, y causa de la Mâyâ humana. Pero esta manera de ver no le impide creer en su existencia por todo el tiempo que dura, esto es, durante un Mahâmanvantara; ni aplicar el Âkâsha, la radiación de Mûlaprakriti141, a fines prácticos, por hallarse relacionada esta Alma del Mundo con todos los fenómenos naturales conocidos o desconocidos por la ciencia. 

Las religiones más antiguas del mundo –exotéricamente, porque la raíz o fundamento esotérico es uno– son la indostánica, la mazdeísta y la egipcia. Viene luego la caldea, producto de aquéllas, enteramente perdida para el mundo hoy día, excepto en su desfigurado sabeísmo tal como al presente lo interpretan los arqueólogos. Después, pasando por cierto número de religiones de que se hablará más adelante, viene la judaica, que esotéricamente sigue la línea del magismo babilónico, como en la Kabalah; y exotéricamente es, como en el Génesis y el Pentateuco, una colección de leyendas alegóricas. Leídos a la luz del Zohar, los cuatro primeros capítulos del Génesis son los fragmentos de una página altamente filosófica de cosmogonía. Dejados en su disfraz simbólico, son un cuento de niños, una horrible espina clavada en el costado de la ciencia y de la lógica, un efecto evidente de Karma. El haberlos dejado servir de prólogo al cristianismo, fue un cruel desquite por parte de los rabinos, los cuales conocían mejor lo que significaba su Pentateuco. Fue una protesta silenciosa contra su despojo, y a la verdad, los judíos llevan hoy la ventaja a sus perseguidores tradicionales. Las creencias exotéricas anteriormente mencionadas serán explicadas a la luz de la doctrina universal, a medida que avancemos. 

El Catecismo Oculto contiene las siguientes preguntas y respuestas: ¿Qué es aquello que siempre es? –El Espacio, el eterno Anupâdaka [que no tiene padres]. ¿Qué es aquello que siempre fue? –El Germen en la Raíz. ¿Qué es aquello que está siempre viniendo y yendo? –El Gran Aliento. Entonces, ¿existen tres Eternos? –No; los tres son uno.– Lo que siempre es, es uno; lo que siempre fue, es uno; lo que está siempre siendo y viviendo a ser, es también uno; y éste es el Espacio. Explica ¡oh Lanú!, [discípulo]. –El Uno es un Círculo no interrumpido [Anillo] sin circunferencia alguna, pues no está en ninguna parte y está en todas; el Uno es el Plano sin límites del Círculo, que manifiesta un Diámetro solamente durante los períodos manvantáricos; el Uno es el Punto indivisible no encontrado en parte alguna, y percibido en todas partes durante aquellos períodos; es la Vertical y la Horizontal, el Padre y la Madre, la cúspide y la base del Padre, las dos extremidades de la Madre, que no llegan en realidad a parte alguna, porque el Uno es el Anillo, así como también los Anillos que están dentro de aquel Anillo. Es Luz en las Tinieblas y Tinieblas en la Luz: el “Aliento que es eterno”. 

Procede de fuera adentro, cuando está en todas partes, y de dentro afuera, cuando no está en ninguna parte (o sea Máyá 142, uno de los Centros) 143. Se extiende y se contrae (espiración e inspiración). Cuando se extiende, la Madre se difunde y esparce; cuando se contrae, la Madre retrocede y se repliega. Esto produce los períodos de Evolución y de Disolución, Manvantara y Pralaya. 
El Germen es invisible e ígneo; la Raíz [el Plano del Círculo] es fría; pero durante la Evolución y el Manvantara, su vestidura es fría y radiante. El Aliento caliente es el Padre que devora la generación de los Elementos de múltiple faz [heterogéneos], y deja los de una sola faz [homogéneos]. El Aliento frío es la Madre que los concibe, los forma, los da a luz y los recibe de nuevo en su seno para volverlos a formar otra vez en la Aurora [del Día de Brahmâ, o Manvantara]. 

Para que la generalidad de los lectores comprendan con mayor claridad, debe decirse que la Ciencia Oculta reconoce siete Elementos Cósmicos, cuatro de los cuales son enteramente físicos, y el quinto (el Éter) semimaterial, el cual llegará a ser visible en el aire hacia el final de nuestra Cuarta Ronda, para dominar por completo sobre los demás durante toda la Quinta. 

Los dos restantes se hallan todavía absolutamente fuera del alcance de la percepción humana. Aparecerán, sin embargo, como presentimiento durante las Razas Sexta y Séptima de esta Ronda; y serán conocidos del todo en las Rondas Sexta y Séptima respectivamente144. 
Estos siete Elementos, con sus innumerables subelementos, que son mucho más numerosos que los conocidos por la ciencia, son simplemente, modificaciones condicionales y aspectos del Elemento Uno y único. Este último no es el Éter145 ni siquiera el Akâza, sino el origen de éstos. 
El Quinto Elemento, hoy día invocado con completa libertad por la ciencia, no es el Éter supuesto por Sir Isaac Newton, aunque él le llama por este nombre, habiéndolo asociado probablemente en su mente con el Æther, el “Padre-Madre” de la antigüedad. Como Newton intuitivamente dice: “La Naturaleza es un operador perpetuo que actúa en forma circular; engendrando fluidos de sólidos, cosas fijas de cosas volátiles y volátiles de fijas; las sutiles de las groseras y las groseras de las sutiles… Así, quizás, pueden todas las cosas haberse originado del Éter” 146. 

Debe tener presente el lector que las Estancias tratan únicamente de la cosmogonía de nuestro sistema planetario, y de lo que es visible alrededor suyo, después de un Pralaya Solar. 
Las enseñanzas secretas referentes a la evolución del Kosmos Universal no se pueden dar, pues no serían comprendidas ni aun por las inteligencias superiores de esta época; y al parecer hay muy pocos Iniciados, aun entre los más grandes, a quienes sea permitido especular acerca de este punto. Además, dicen los Maestros terminantemente, que ni siquiera los más elevados Dhyâni-Chohans han penetrado jamás los misterios más allá de los límites que separan las miríadas dé sistemas solares del Sol Central, así llamado. Por lo tanto, lo que se publica se refiere solamente a nuestro Cosmos visible, después de una Noche de Brahmâ. 

Antes que el lector pase a considerar las Estancias del Libro de Dzyan, que constituyen la base de la presente obra, es absolutamente necesario que conozca los pocos conceptos fundamentales que sirven de asiento, y que compenetran todo el sistema a que su atención va a ser dirigida. Estas ideas fundamentales son pocas en número, pero de su clara percepción depende la inteligencia de todo lo que sigue; por lo tanto, no es necesario encarecer al lector lo que importa familiarizarse con ellas desde el principio, antes de comenzar la lectura de la obra. La Doctrina Secreta establece tres proposiciones fundamentales: 

I. Un PRINCIPIO Omnipotente, Eterno, Sin Límites e Inmutable, sobre el cual toda especulación es imposible, porque trasciende el poder de la concepción humana, y sólo podría ser empequeñecido por cualquiera expresión o comparación de la humana inteligencia. Está fuera del alcance del pensamiento, y según las palabras del Mândûkya es “inconcebible e inefable”. 
Para que la generalidad de los lectores perciba más claramente estas ideas, debe comenzar con el postulado de que hay Una Realidad Absoluta anterior a todo Ser manifestado y condicionado. Esta Causa Infinita y Eterna, obscuramente formulada en lo “Inconsciente” y en lo “Incognoscible” de la filosofía europea corriente, es la Raíz sin Raíz de “todo cuanto fue, es o ha de ser”. Hállase, por de contado, desprovista de toda clase de atributos, y permanece esencialmente sin ninguna relación con el Ser manifestado y finito. 

Es la “Seidad” 147, más bien que Ser, Sat en sánscrito, y está fuera del alcance de todo pensamiento o especulación. Esta Seidad se simboliza en la Doctrina Secreta bajo dos aspectos. Por una parte, el Espacio Abstracto absoluto, que representa la mera subjetividad, lo que ninguna mente humana puede excluir de concepto alguno, ni concebir en sí mismo. 
Por otra parte, el Movimiento Abstracto absoluto, que representa la Conciencia Incondicionada. Los mismos pensadores occidentales han hecho ver que la conciencia es inconcebible para nosotros sin el cambio, y lo que mejor simboliza el cambio es el movimiento, su característica esencial. Este último aspecto de la Realidad Una se simboliza también por el término el Gran Aliento, símbolo suficientemente gráfico para necesitar otra explicación. 

Así pues, el primer axioma fundamental de la Doctrina Secreta es esta metafísica Una y Absoluta SEIDAD, simbolizada por la inteligencia finita en la Trinidad teológica. Pueden, sin embargo, servir de auxilio al estudiante algunas explicaciones más, que añadiremos aquí. Herbert Spencer ha modificado últimamente su Agnosticismo, de tal modo, que asegura que la naturaleza de la “Primera Causa” 148. que el ocultista deriva con más lógica de la Causa sin Causa, lo “Eterno” y lo “Incognoscible”, puede ser esencialmente la misma que la de la conciencia que reside dentro de nosotros; en resumen: que la Realidad impersonal que compenetra el Kosmos, es el puro nóumeno del pensamiento. 

Este adelanto de su parte le lleva muy cerca del principio esotérico y vedantino149. 
Parabrahman, la Realidad Una, lo Absoluto, es el campo de la Conciencia Absoluta; esto es, aquella Esencia que está fuera de toda relación con la existencia condicionada, y de la cual, la existencia, consciente es un símbolo condicionado. Pero en cuanto salimos, en nuestro pensamiento de ésta, para nosotros Absoluta Negación, surge el dualismo en el contraste de Espíritu (o Conciencia), y Materia, Sujeto y Objeto. El Espíritu (o Conciencia) y la Materia, sin embargo, deben ser considerados, no como realidades independientes, sino como los dos símbolos o aspectos de lo Absoluto, Parabrahman, que constituyen la base del Ser condicionado, ya sea subjetivo, ya objetivo. Considerando esta tríada metafísica como la Raíz de la cual procede toda manifestación, el gran Aliento toma el carácter de Ideación precósmica. 

Él es la fuente y origen de la fuerza y de toda conciencia individual, y provee de inteligencia directora al vasto plan de la Evolución cósmica. Por otra parte, la Substancia-Raíz precósmica (Mûlaprakriti) es el aspecto de lo Absoluto que sirve de fundamento a todos los planos objetivos de la naturaleza. Así como la Ideación Precósmica es la raíz de toda conciencia individual, así también la Substancia Precósmica es el substrátum de la Materia en sus varios grados de diferenciación. Por lo dicho se verá con claridad que el contraste de estos dos aspectos de lo Absoluto es esencial para la existencia del Universo Manifestado. 

Separada de la Substancia cósmica, la Ideación Cósmica no podría manifestarse corno conciencia individual; pues sólo por medio de un vehículo (upâdhi) de materia, surge esta conciencia como “Yo soy Yo”; siendo necesaria una base física para enfocar un Rayo de la Mente Universal a cierto grado de complejidad. A su vez, separada de la Ideación Cósmica, la Substancia Cósmica permanecería como abstracción vacía, y ninguna manifestación de Conciencia podría seguirse. 
El Universo Manifestado, por lo tanto, está informado por la dualidad, la cual viene a ser la esencia misma de su Ex-istencia como manifestación. Pero así como los polos opuestos de Sujeto y Objeto, de Espíritu y Materia, son tan sólo aspectos de la Unidad Una, en la cual están sintetizados, así también en el Universo Manifestado existe “algo” que une el Espíritu a la Materia, el Sujeto al Objeto. Este algo, desconocido al presente para la especulación occidental, es llamado Fohat por los ocultistas. 

Es el “puente” por el cual las Ideas que existen en el Pensamiento Divino, pasan a imprimirse sobre la Substancia Cósmica, como Leyes de la Naturaleza. Fohat es así la energía dinámica de la Ideación Cósmica; o considerado bajo su otro aspecto, es el medio inteligente, el poder directivo de toda manifestación, el Pensamiento Divino transmitido y hecho manifiesto por medio de los Dhyân Chohans150, los Arquitectos del Mundo visible. Así, del Espíritu o Ideación Cósmica, viene nuestra Conciencia; de la Substancia Cósmica los diversos Vehículos en que esta Conciencia se individualiza y llega al yo, a la conciencia de sí mismo, o conciencia reflexiva; mientras que Fohat, en sus manifestaciones varias, es el eslabón misterioso que une la Mente a la Materia, el principio vivificador que electriza cada átomo para darle vida. 

El siguiente resumen ofrecerá al lector una idea más clara: 

1. Lo ABSOLUTO: el Parabrahman de los vedantinos o la Realidad Una, Sat, que es, como dice Hegel, al mismo tiempo, Absoluto Ser y No-Ser. 
2. El Primer Logos: el Logos impersonal, y en filosofía, no manifestado, el precursor del Manifestado. Ésta es la “Primera Causa”, lo “Inconsciente” de los panteístas europeos. 
3. El Segundo Logos: Espíritu-Materia, Vida; el “Espíritu del Universo”, Purusha y Prakriti. 
4. El Tercer Logos: la Ideación Cósmica, Mahat o Inteligencia, el Alma Universal del Mundo; el Nóumeno Cósmico de la Materia, la base de las operaciones inteligentes de la Naturaleza, llamado también Mahâ-Buddhi. 

La REALIDAD UNA; sus aspectos duales en el Universo condicionado. Además, la Doctrina Secreta afirma: II. La Eternidad del Universo in toto, como plano sin límites; periódicamente “escenario de Universos innumerables, manifestándose y desapareciendo incesantemente”, llamados “las Estrellas que se manifiestan” y las “Chispas de la Eternidad”. “La Eternidad del Peregrino ”151 es como un abrir y cerrar de ojos de la Existencia por Sí Misma”, según dice el Libro de Dzyan. “La aparición y desaparición de Mundos, es como el flujo y el reflujo regular de las mareas.” Esta segunda aserción de la Doctrina Secreta es la universalidad absoluta de aquella ley de periodicidad, de flujo y reflujo o, de decadencia y crecimiento, que la ciencia física ha observado y consignado en todas las esferas de la Naturaleza. Alternativas tales como Día y Noche, Vida y Muerte, Sueño y Vigilia, son hechos tan comunes, tan perfectamente universales y sin excepción, que será fácil comprender cómo vemos en ellas una de las Leyes absolutamente fundamentales del Universo. 
Enseña también la Doctrina. Secreta: III. 

La identidad fundamental de todas las Almas con el Alma Suprema Universal, siendo esta última un aspecto de la Raíz Desconocida; y la peregrinación obligatoria para todas las Almas, destellos suyos, a través del Ciclo de Encarnación, o de Necesidad, conforme a la Ley Cíclica y Kármica, durante todo el término de aquél. En otras palabras: ningún Buddhi puramente espiritual (Alma Divina) puede tener una existencia consciente independiente, antes que la chispa que brotó de la Esencia pura del Principio Sexto Universal, o sea el ALMA SUPREMA, haya pasado por todas las formas elementales pertenecientes al mundo fenomenal de aquel Manvantara, y adquirido la individualidad, primeramente por impulso natural, y después por los esfuerzos propios conscientemente dirigidos y regulados por su Karma, ascendiendo así por todos los grados de inteligencia desde el Manas inferior hasta el superior; desde el mineral y la planta al Arcángel más sano (Dhyâni Buddha). 

La Doctrina fundamental de la Filosofía Esotérica no admite en el hombre ni privilegios, ni dones especiales, salvo aquellos ganados por su propio Ego, por esfuerzo y mérito personales a través de una larga serie de metempsicosis y reencarnaciones. Por esto dicen los indos que el Universo es Brahman y Brahmâ; porque Brahman está en todos los átomos del Universo, siendo los seis principios de la naturaleza la expresión, o los aspectos diversamente diferenciados, del Séptimo y Uno, única Realidad en el Universo, sea cósmico o microcósmico; y también porque las permutaciones psíquicas, espirituales y físicas del Sexto (Brahmâ, el vehículo de Brahman) en el plano de la manifestación y de la forma, se consideran por antífrasis metafísica, como ilusorias y mayávicas. 

Pues aunque la raíz de todos los átomos individualmente, y de todas las formas colectivamente, es este Séptimo Principio o la Realidad Una, sin embargo, en su apariencia manifestada, fenomenal y temporal, todo ello es tan sólo una ilusión pasajera de nuestros sentidos. En su modo de ser absoluto, el Principio Uno bajo sus dos aspectos, Parabrahman y Mûlaprakriti, carece de sexo, es incondicionado y eterno. Su emanación manvantárica, periódica, o irradiación primaria, es también Una, andrógina, y en su aspecto fenomenal, finita. Cuando la irradiación irradia a su vez, todas sus irradiaciones son también andróginas, convirtiéndose en los principios masculino y femenino en sus aspectos inferiores. Después dé un Pralaya, ya sea el Mayor, ya el Menor —este último dejando a los mundos en statu quo 152 – lo primero que despierta a la vida activa es el plástico Âkâsha, el Padre-Madre, el Espíritu y el Alma del Éter, o sea el Plano del Círculo. 

El Espacio es llamado la Madre, antes de su actividad cósmica, y el Padre-Madre en la primera etapa de su despertar. En la Kabalah es también Padre-Madre-Hijo. Pero mientras en la doctrina oriental, éstos constituyen el Séptimo Principio del Universo Manifestado, o su Âtma-Buddhi- Manas (Espíritu-Alma-Inteligencia), ramificándose y dividiéndose la Tríada en siete Principios cósmicos y en siete principios humanos; en la Kabalah occidental de los místicos cristianos, se considera la Tríada o Trinidad, y entre sus ocultistas, el Jehovah macho-hembra, Jah-Havah. En esto estriba toda la diferencia entre las Trinidades esotérica y cristiana. Los místicos y los filósofos, los panteístas orientales y occidentales, sintetizan su Tríada pregenética en la abstracción divina pura. 

El ortodoxo, la antropomorfiza. Hiranyagarbha, Hari Sansâra153, las tres Hipóstasis del Espíritu que se manifiesta (el “Espíritu del Espíritu Supremo”, con cuyo título saluda Prithivî, la Tierra, a Vishnu en su Avatâra primero), son las cualidades abstractas puramente metafísicas de la Formación, la Conservación y la Destrucción, y son las tres divinas Avasthâs (Hipóstasis) de lo que “no perece con las cosas creadas” Achyuta, nombre de Vishnu; mientras que el cristiano ortodoxo escinde su Deidad creadora personal en los tres personajes de la Trinidad, y no admite ninguna Deidad superior. Esta última es, en Ocultismo, el Triángulo abstracto; para él ortodoxo, es el Cubo perfecto. 

El dios creador o los dioses reunidos, son considerados por el filósofo oriental como Bhrântidarshanatah, “falsas apariencias”, algo “concebido, por razón de apariencias erróneas, como una forma material”, y que se explica como procedente del concepto ilusorio del Alma humana personal y egotista (el Quinto Principio inferior). La traducción corregida que aparece en las notas de Fitzedward Hall, a la versión de Wilson del Vishnu Purâna, lo expresa-de un modo feliz: “Brahma en su totalidad, tiene esencialmente el aspecto de Prakriti, así desplegado como sin desplegar (Mûlaprakriti), y también el aspecto del Espíritu y el aspecto del Tiempo. 
El Espíritu, ¡oh tú, dos veces nacido!, es el aspecto principal del Brahma Supremo154. El aspecto siguiente es doble: Prakriti, a la vez desplegado y sin desplegar; y el último es el Tiempo”. 

A Cronos se le presenta también en la teogonía órfica como siendo un Dios o agente engendrado. En esta etapa del despertar del Universo, el simbolismo sagrado lo representa como un Círculo perfecto con el Punto (Raíz) en el centro. Éste era un signo universal, y por lo tanto lo encontramos también en la Kabalah. Sin embargo, la Kabalah occidental, en la actualidad en manos de los místicos cristianos, lo ignora por completo, a pesar de hallarse claramente presentado en el Zohar. 

Estos sectarios comienzan por el fin, y presentan como símbolos del Kosmos pregenético el signo ⊕, llamándolo “La Unión de la Rosa y de la Cruz”, ¡el gran misterio de la generación oculta, de donde procede el nombre Rosacruz (Rosa Cruz)! Esto puede deducirse de uno de los más importantes y mejor conocidos de sus símbolos, el cual, hasta la fecha, jamás ha sido comprendido ni aun por los místicos modernos. Éste es el Pelícano rasgando su seno para alimentar a sus siete hijos; el verdadero credo de los Hermanos de la Rosa-Cruz, y una emanación directa de la Doctrina Secreta del Oriente. Brahman (neutro) es llamado Kâlahamsa, que significa, según lo explican los orientalistas occidentales, el Cisne Eterno (u oca), y lo mismo es Brahmâ, el Creador. Así se da lugar a un grande error. A Brahman (neutro), debe hacerse referencia como Hamsa-vâhana (el que usa el Cisne como Vehículo), y no a Brahmâ, el Creador, que es el verdadero Kâlahamsa; mientras que Brahman (neutro), es Hamsa y A-hamsa, como se explicará en los Comentarios. 

Téngase presente que los términos Brahmâ y Parabrahman no se emplean aquí porque pertenezcan a nuestra nomenclatura esotérica, sino sencillamente por ser más familiares a los estudiantes de Occidente. Ambos son los perfectos equivalentes de nuestros términos de una, tres y siete vocales, que corresponde al TODO UNO, y al Uno “Todo en Todo”. Tales son los conceptos fundamentales en que se apoya la Doctrina Secreta. No sería este lugar a propósito para hacer una defensa, ni para dar pruebas de su valor racional inherente; ni puedo tampoco detenerme a demostrar cómo se hallan de hecho contenidos en todos los sistemas de filosofía dignos de este nombre, si bien a menudo bajo un disfraz engañoso. 

Cuando el lector los haya comprendido claramente, y haya visto la luz que arrojan sobre todos los problemas de la vida, no necesitará mayor justificación a sus ojos, puesto que su verdad será tan evidente para él como la luz del sol. Paso, por tanto, al asunto objeto de las Estancias tal como se dan en este volumen, comenzando por presentarlas en una relación escueta, con la idea de facilitar el trabajo del estudiante, al poner ante su vista, en pocas palabras, el concepto general explicado en ellas. La historia de la Evolución Cósmica, tal como se halla expuesta en las Estancias, es, por decirlo así, la abstracta fórmula algebraica de esta evolución. Por lo tanto, el lector no debe concebir la esperanza de encontrar en ellas la explicación de todas las etapas y transformaciones que tienen lugar entre los comienzos de la Evolución Universal y nuestro presente estado. 

Sería imposible dar tal explicación, que sería incomprensible a quienes ni siquiera pueden hacerse cargo de la naturaleza del plano de existencia inmediato, al que, por el momento, se halla limitada su conciencia. Las Estancias dan, por lo tanto, una fórmula abstracta, que puede aplicarse mutatis mutandis a toda evolución: a la de nuestra tierra diminuta; a la de la Cadena de Planetas de que esta tierra forma parte; a la del Universo Solar a que pertenece esta Cadena; y así, en escala ascendente, hasta que la mente vacila y queda exhausta por el esfuerzo realizado. Las siete Estancias que en este volumen se dan, representan los siete términos de esta fórmula abstracta. Se refieren y describen las siete grandes etapas del proceso evolutivo, de que tratan los Purânas como las “Siete Creaciones”, y la Biblia como los “días” de la Creación. La Estancia I describe el estado del Todo Uno durante el Pralaya, antes del primer movimiento del despertar de la Manifestación. Basta pensar un momento para comprender que tal estado sólo puede expresarse simbólicamente; pues es imposible describirlo. Y ni aun puede ser simbolizado sino por medio de negaciones; porque siendo el estado de lo Absoluto per se, no puede tener ninguno de aquellos atributos específicos que nos sirven para describir los objetos en términos positivos. 

De aquí que sólo puede sugerirse tal estado por medio de la negación de todos aquellos atributos más abstractos que los hombres sienten, más bien que conciben, como el límite más remoto a que puede llegar su poder de concepción. La Estancia II describe una etapa que para una inteligencia occidental viene a ser casi tan idéntica al estado referido en la primera Estancia, que el explicar la idea de su diferencia requeriría por sí sola un tratado. Por tanto, debe quedar a la intuición y a las facultades más elevadas, del lector, el penetrar hasta donde sea posible la significación de las frases alegóricas de que se hace uso. En verdad, hay que tener presente que todas estas Estancias hablan más a las facultades íntimas que a la inteligencia ordinaria del cerebro físico. 

La Estancia III describe el despertar del Universo a la vida después del Pralaya. Refiere cómo surgen las Mónadas de su estado de absorción en el seno del Uno; cuya etapa es la primera y superior en la formación de los Mundos. El término Mónada puede aplicarse lo mismo al más vasto Sistema Solar, que al átomo más diminuto. La Estancia IV presenta la diferenciación del “Germen” del Universo en la Jerarquía Septenaria de Poderes Divinos conscientes, que son las manifestaciones activas de la Suprema Energía Una. Ellos son los constructores y modeladores, y en último término los creadores de todo el Universo manifestado, en el único sentido en que el nombre de “Creador” es inteligible; dan forma al Universo y le dirigen; son los Seres inteligentes que ajustan y vigilan la evolución, encarnando en sí mismos aquellas manifestaciones de la Ley Una, que conocernos como “Leyes de la Naturaleza”. Genéricamente son conocidos con el nombre de Dhyân Chohans, si bien cada uno de los diversos grupos tiene su propia denominación en la Doctrina Secreta. 

Esta etapa de la evolución es llamada en la mitología india la “Creación de los Dioses”. La Estancia V describe el proceso de la formación del mundo. En primer lugar, Materia Cósmica difusa; después el “Torbellino Ígneo”, la primera etapa de la formación de una nebulosa. Esta nebulosa se condensa y, después de pasar por varias transformaciones, forma un Universo Solar, una Cadena Planetaria o un solo Planeta, según los casos. 

La Estancia VI indica las etapas subsiguientes de la formación de un “Mundo”, mostrando la evolución de este Mundo hasta su cuarto gran período, que corresponde al período en que vivimos actualmente. La Estancia VII continúa la historia, trazando el descenso de la vida hasta la apariencia del hombre; y así termina el libro primero de LA DOCTRINA SECRETA. 

El desarrollo del “Hombre” desde su primera aparición sobre esta tierra en la Ronda actual, hasta el estado en que hoy se encuentra, constituirá el asunto de los libros tercero y cuarto. Las Estancias que forman la tesis de todas las secciones de esta obra, se presentan traducidas en lenguaje moderno; pues hubiera sido por demás inútil el hacer el asunto más dificultoso con la introducción de la fraseología arcaica del original, cuyo estilo y palabras son enigmáticos. Se intercalan extractos de las traducciones china, tibetana y sánscrita de los Comentarios y Glosas originales de Senzar sobre el Libro de Dzyan, siendo ésta la primera vez que dichas traducciones se vierten a un lenguaje europeo. Es casi innecesario decir que tan sólo son aquí citadas porciones de las siete Estancias. 

Si se publicasen completas, serían incomprensibles para todos, excepción hecha de unos cuantos elevados ocultistas. Tampoco hay necesidad de asegurar aquí al lector que la escritora, o más bien la humilde reproductora de estas líneas, no entiende mejor que la mayor parte de los profanos aquellas porciones suprimidas. Con objeto de facilitar la lectura y de evitar referencias demasiado frecuentes a notas puestas al pie, se ha considerado más cómodo reunir textos y glosas, usando los nombres propios sánscritos y tibetanos, cuando no pudiesen evitarse, con preferencia a los originales; con tanta mayor razón, cuanto que tales nombres son todos aceptados como sinónimos, usándose los últimos tan sólo entre los Maestros y sus Chelas (o discípulos). 

Si hubiera de traducirse al español el versículo primero empleando únicamente los sustantivos y términos técnicos que constan en una de las versiones tibetana y senzar, diría corno sigue: Tho-ag en Zhi-gyu durmió siete Khorlo. Zodmanas zhiba. Todo Nyug seno. Konch-hog no; Thyan-Kam no; Lha-Chohan no; Tenbrel Chugnyi no; Dharmakâya cesó; Tgenchang no había llegado a ser; Barnang y Ssa en Ngovonyidj; solamente Tho-og Yinsin en la noche de Sun-chan y Yonggrub (Paranishpanna), etc. Todo esto sonaría como un completo Abracadabra. Como esta obra se ha escrito para instrucción de los estudiantes de Ocultismo y no en beneficio de los filólogos, evitaremos términos extranjeros semejantes, siempre que sea posible. Únicamente se dejan los términos intraducibles, que no se comprendan sin una explicación; pero todos ellos se darán en su forma sánscrita. No hay para qué recordar al lector que éstos son, en casi todos los casos, los últimos desarrollos de este lenguaje, y pertenecen a la Quinta Raza Raíz. 

El sánscrito, tal como ahora se conoce, no fue hablado por los atlantes; y la mayor parte de los términos filosóficos empleados en los sistemas de la India, posteriores al período del Mahâbhârata, no se encuentran en los Vedas ni en las Estancias originales, sino tan sólo sus equivalentes. Al lector que no sea teósofo, se le invita, una vez más, a considerar todo lo que sigue corno un cuento de hadas, si así le parece; todo lo más, como una especulación de soñadores, aún no demostrada; y en el peor de los casos, como una de tantas hipótesis científicas, pasadas, presentes y futuras, algunas de las cuales ya han muerto, mientras otras todavía están en pie. No es ella, en sentido alguno, menos científica que muchas de las llamadas teorías científicas; pero en todo caso es más filosófica y más probable. En vista de los muchos comentarios y explicaciones que se necesitan, las referencias a las notas se señalan de la manera acostumbrada; al paso que las sentencias que tienen que ser comentadas, se marcan con letras. 

Se añaden algunas materias en los capítulos que tratan del simbolismo, los cuales contienen a menudo mayor instrucción que los Comentarios. 

 H.P.B 
 D.S TI 

NOTAS


126 Casi no es necesario recordar al lector que las expresiones Pensamiento Divino, Mente Universal no deben considerarse determinando ni aun vagamente un proceso intelectual parecido al que se manifiesta en el hombre. Lo “Inconsciente”, según ven Hartmann, llegó al vasto plan de la creación, o más bien de la evolución, “por medio de una sabiduría clarividente superior a toda conciencia”, la cual, en el lenguaje vedantino, significa Sabiduría absoluta. Únicamente los que conocen lo mucho que se remonta la intuición sobre los lentos procedimientos del raciocinio, podrán formarse el más débil concepto de aquella absoluta Sabiduría, que trasciende las ideas de Tiempo y Espacio. 
La mente, tal cual la conocemos, se resuelve en una serie de estados de conciencia, cuya duración, intensidad, complejidad y demás cualidades son variables, fundados todos en la sensación, en último término, la cual a su vez es Mâyâ. La sensación, además, implica necesariamente limitación. El Dios personal del Deísmo ortodoxo, percibe, piensa y es afectado por la emoción; se arrepiente y experimenta “fiera cólera”. Pero la noción de semejantes estados mentales lleva claramente consigo el inconcebible postulado de la exterioridad de los estímulos excitantes, por no decir nada de la imposibilidad de atribuir la inmutabilidad a un ser cuyas emociones fluctúan con los sucesos que tienen lugar en los mundos que preside. El concepto de un Dios Personal como inmutable e infinito, es, por lo tanto, antipsicológico, y lo que es peor, antifilosófico. 
127 Platón demuestra ser un Iniciado cuando dice en Craty1us, que qeóç es derivado del verbo qéein, mover, correr, porque los primeros astrónomos que observaron los movimientos de los cuerpos celestes, llamaron a los planetas qeoí, dioses. Más tarde la palabra ha producido otra álh’qeia – el aliento de Dios. 
128 Los nominalistas, arguyendo con Berkeley que “es imposible… formarse la idea abstracta del movimiento independientemente del cuerpo que se mueve” (Principles of Human Knowledge. Introducción, párrafo 10), pueden preguntar: ¿Qué es el cuerpo productor de tal movimiento? ¿Es una substancia? ¿Entonces creéis en un Dios Personal?, etc. A esto se contestará después, en parte avanzada de este libro; mientras tanto reclamamos nuestros derechos de concepcionalistas como opuestos a las opiniones materialistas de Roscelini, respecto al Realismo y al Nominalismo.
 “¿Ha revelado algo la ciencia —dice Edward Clodd, uno de sus más hábiles defensores— que debilite o se oponga a las antiguas palabras en que se encuentra expresada la esencia de todas las religiones pasadas, presentes o futuras; esto es, conducirse con rectitud, ser compasivo y permanecer humilde ante Dios?” Y estamos conformes con tal que entendamos por la palabra Dios, no el crudo antropomorfismo, que es todavía la columna vertebral de nuestra teología corriente, sino el simbólico concepto de aquello que es Vida y Movimiento del Universo, conocer lo cual, en el orden físico, es conocer el tiempo pasado, presente y futuro, en la existencia de las sucesiones de fenómenos; y conocer lo cual, en el orden moral, es conocer lo que ha sido, es y será, dentro de la humana conciencia. (Véase Science and the Emotions. Discurso pronunciado en la South Place Chapel, Finsbury, London, diciembre 27, 1885). 

129 Isis sin Velo, II, págs. 264-65. 
130 Rig Veda. 
131 Los matemáticos occidentales y algunos kabalistas americanos dicen que también en la Kabalah “el valor del nombre Jehovah es el del diámetro de un círculo”. Añádase a esto que Jehovah es el tercero de los Sephiroth, Binah, palabra femenina, y se tendrá la clave del misterio. Este nombre, que es andrógino en los primeros capítulos del Génesis, se convierte por medio de ciertas transformaciones kabalistas, en masculino, cainita y fálico. La elección de una deidad entre los dioses paganos, el constituirla en un dios nacional para invocarla como al “Dios Uno Vivo”, el “Dios de los Dioses”, y el proclamar este culto monoteísta, no puede convertir a tal deidad en el Principio Uno, cuya “Unidad no admite multiplicidad, cambio, ni forma”, ni mucho menos en el caso de una deidad priápica, como hoy se ha demostrado que es Jehovah. 
132 Véase la muy significativa obra The Source of Measures, en donde el autor explica la significación verdadera de la palabra Sacr’, de la cual se derivan “sagrado”, “sacramento”, palabras que han venido a ser sinónimos de santidad, aunque son puramente fálicas. 
133 Mândûkya Upanishad, I, 28. 
134 Bodhimür: Libro II. 
135 Véase el Vedânta Sâra, por el Mayor G.A. Jacob, así como también The Aphorisms of Shândilya, traducidos por Cowell, página 42. 
136 Aitareya Upanishad. 
137 Sin embargo, orientalistas cristianos llenos de prejuicios, y más bien fanáticos que otra cosa, pretenden probar que esto es puro ateísmo. Como prueba de esto, véase Vedânta Sâra, del Mayor Jacob. Y, sin embargo, la antigüedad entera repite este pensamiento: Omnis enim per se divom natura necesse est Immortali aevo summa cum pace fruatir según dice Lucrecio; – un concepto puramente vedantino. 
 138 Los mismos nombres de las dos principales deidades, Brahmâ y Vishnu, hace tiempo que debían haber sugerido sus significaciones esotéricas. Brahman o Brahm, es derivado por algunos de la raíz brih, crecer o desplegar (véase Calcutta Review, voI. LXVI, pág. 14); Vishnu, de la raíz wish, penetrar, entrar en la naturaleza de la esencia; siendo así Brahmâ-Vishnu el Espacio infinito, del cual los Dioses, los Rishis, los Manus y todo en este Universo, son simplemente las potencias (Vibhûtayah). 
139 Véase en Manu la relación de Brahmâ separando su cuerpo en macho y en hembra; esta última la hembra Vâch, en quien crea a Virâj; y compárese esto con el esoterismo de los capítulos II, III y IV del Génesis. 
140 El Ocultismo, ciertamente, se halla “en la atmósfera” al final de este nuestro siglo. Entre otras muchas obras recientemente publicadas, recomendamos especialmente una a los estudiantes del Ocultismo teórico que no quieran aventurarse más allá de la esfera de nuestro plano humano particular. Su título es: New Aspects of Life and Religion, por Henry Pratt, M. D. Está llena de dogmas y filosofía esotéricos; esta última más bien limitada en sus capítulos finales, por lo que parece un espíritu de positivismo condicionado. 

Sin embargo, lo que dice del Espacio, como “Causa Primera Desconocida” merece citarse: “Este algo desconocido, reconocido así como forma corpórea primaria de la Unidad Simple, e identificado con ella, es invisible e impalpable” [como espacio abstracto concedido]; y puesto que es invisible e impalpable, es, por lo tanto, incognoscible. Y esta incognoscibilidad ha conducido al error de suponer que es un simple vacío, una mera capacidad receptiva. Pero aun considerado como vacío absoluto, tiene que admitirse que el espacio es, o ya existente por sí mismo, infinito y eterno, o bien que haya tenido una primera causa fuera de él, detrás y más allá de él mismo”. 
“Y sin embargo, aun cuando tal causa pudiera encontrarse y definirse, esto equivaldría tan sólo a transferir a ella los atributos que de otra manera corresponden al espacio, no haciéndose así más que rechazar la dificultad del origen un paso más atrás, sin obtener ninguna luz más en cuanto a la causa primera”. (Ob. cit., pág. 5). Esto es precisamente lo que han hecho los creyentes en un Creador antropomórfico, puesto en el lugar de un Dios intracósmico. 

Muchos, y aun podemos decir que la mayor parte de los asuntos tratados por el Dr. Pratt, son antiguas ideas y teorías kabalistas que presenta en una forma completamente nueva: “Nuevos Aspectos” de lo Oculto en la Naturaleza, ciertamente. El espacio, sin embargo, considerado corno una Unidad Substancial (la Fuente viviente de la Vida), es, como la causa sin Causa Desconocida, el más antiguo dogma del Ocultismo, millares de años más antiguo que el Pater-Æther de los griegos y latinos. Así son la “Fuerza y la Materia, como Potencias del Espacio, inseparables y reveladoras incógnitas de lo Desconocido”. Todas ellas se encuentran en la filosofía aria, personificadas por Vizvakarman, Indra, – Vishnu, etc., etc. Sin embargo, están expresadas, muy filosóficamente y bajo muchos aspectos no comunes, en la obra anteriormente citada. 
141 En oposición al Universo manifestado de la materia, la palabra Mûlaprakriti (de mûla, raíz, y prakriti, naturaleza), o la materia primordial no manifestada –llamada por los alquimistas occidentales Tierra de Adam– es aplicada por los vedantinos a Parabrahman. 
La materia es dual en la metafísica religiosa, y septenaria en las enseñanzas esotéricas, como toda otra cosa en él Universo. Como Mûlaprakriti,, es no diferenciada y eterna; corno Vyakta, viene a ser diferenciada y condicionada, según el Shvetâshvatára Upanishad, I, 8, y el Devî Bhâgavata Purâna. El autor de las cuatro conferencias sobre el Bhagavad Gîtâ, dice hablando de Mûlaprakriti: “Desde su [del Logos] punto de vista objetivo, Parabrahman le aparece como Mûlaprakriti… Por supuesto, que este Mûlaprakriti es material para él, como cualquier objeto material lo es para nosotros… Parabrahman es una realidad incondicionada y absoluta, y Mûlaprakriti es una especie de velo echado sobre aquél”. (Theosophist, voI. VIII, pág. 304). 
142 Considerando la filosofía esotérica como Mâyâ (o la ilusión de la ignorancia), todas las cosas finitas, debe necesariamente mirar del mismo modo todos los cuerpos y planetas intracósmicos, viendo que son algo organizado, y por lo tanto, finito. Así pues, la expresión “procede de fuera adentro, etc.” se refiere en la primera cláusula a la aurora del Mahâmanvantara, o gran nueva evolución, después de una de las disoluciones periódicas completas de todas las formas compuestas de la naturaleza en su última esencia o elemento, desde el planeta a la molécula; y en su segunda cláusula, al Manvantara parcial o local, el cual puede ser solar o tan sólo planetario. 
143 Por Centro se entiende un centro de energía o un foco cósmico: cuando la llamada “Creación” o formación de un planeta, es verificada por la fuerza que los ocultistas designan como Vida, y la ciencia corno Energía, entonces el proceso tiene lugar de dentro afuera, considerándose que todos los átomos contienen en si mismos la energía creadora del Aliento divino. Así es que, mientras después dé un Pralaya Absoluto, cuando el material preexistente consiste sólo de Un Elemento y el Aliento “está en todas partes” este último obra de fuera adentro, después de un Pralaya Menor, habiendo permanecido todo en statu quo —en un estado de enfriamiento por decirlo así, como la luna– al primer estremecimiento del Manvantara, el planeta o planetas comienzan su vuelta a la vida de dentro afuera. 
144 Es curioso observar cómo, en los cielos evolucionarios de las ideas, el pensamiento antiguo parece reflejarse en la especulación moderna. ¿Había leído y estudiado Mr. Herbert Spencer a los antiguos filósofos indos, cuando escribió cierto pasaje en sus First Principles (pág. 482)? 0 es, acaso, un relámpago independiente de percepción interna, lo que le hace decir semicorrectamente: 
“Estando fijados en cantidad (?) el movimiento lo mismo que la materia, parece que al llegar a un límite en cualquiera dirección el cambio de la distribución de la materia llevado a cabo por el movimiento (?), este último elemento indestructible habría de necesitar una distribución en sentido inverso. Al parecer, las fuerzas universalmente coexistentes de atracción y de repulsión, que, como hemos visto, actúan rítmicamente en todos los cambios menores del Universo entero, actúan también rítmicamente en la totalidad de sus cambios, produciendo unas veces un período inconmensurable durante el cual, predominando las fuerzas de atracción, originan una concentración universal, y produciendo después un período igualmente inmenso durante el cual, predominando las fuerzas repulsivas, causan la difusión universal – eran alternas de evolución y disolución”. 
145 Cualesquiera que sean las opiniones de la ciencia física sobre este asunto, la ciencia oculta ha enseñado durante largos períodos que Âkâsha (del cual el Éter es la forma más grosera), el quinto Principio Cósmico universal —al cual corresponde, y del cual procede el Manas humano– es, cósmicamente, una materia radiante, fría, diatérmana y plástica, creadora en su naturaleza física, correlativa en sus aspectos y porciones más groseras e inmutable en sus principios más elevados. En la condición creadora es llamada la Sub-Raíz; y en conjunción con el calor radiante, “vuelve a la vida mundos muertos”. En su aspecto superior, es el Alma del Mundo; en su aspecto inferior, es el Destructor. 
146 Hypoth, 1675. 
147 Seidad: neologismo que nos hemos visto obligados a introducir para traducir la palabra inglesa Beness, que es también un neologismo. Indica el algo que hace que el Ser sea; la cualidad del Ser. N. del T. 
 148 “Primera”, presupone necesariamente algo que “es lo primero aparecido”, “lo primero en tiempo, espacio y categoría”; y, por lo tanto, finito y condicionado. Lo “primero” no puede ser lo Absoluto, porque es una manifestación. Así pues, el Ocultismo oriental llama al Todo Abstracto la Causa Una sin Causa, la Raíz sin Raíz, y aplica el nombre “Primera Causa” al Logos, en el sentido que Platón da a esta palabra. 
149 Véanse las cuatro eruditas conferencias de T. Subba Row, sobre el Bhagavad Gîtâ, en The Theosophist de febrero de 1887. 
150 Llamados Arcángeles, Serafines, etc., por la Teología cristiana. 
151 “Peregrino” es el nombre dado a nuestra Mónada (los Dos en uno) durante su ciclo de encarnaciones. Es el único Principio inmortal y eterno que existe en nosotros, siendo una porción indivisible del todo integral, el Espíritu Universal, del cual emana, y en el cual es absorbida al final del ciclo. Cuando se dice que emana del Espíritu Uno, se emplea una expresión tosca e incorrecta, por falta de palabras propias. Los vedantinos la llaman Sûtrâtmâ (Alma-Hilo); pero sus explicaciones difieren algo de las de los ocultistas; explicar estas diferencias es asunto de los vedantinos. 
152 No son los organismos físicos los que permanecen en statu quo, y menos aún sus principios psíquicos, durante los grandes Pralayas Cósmicos o los Solares, sino únicamente sus fotografías, âkâshicas o astrales. Pero durante los Pralayas Menores, los planetas, una vez sumidos en la “Noche” permanecen intactos, aunque muertos, a la manera de un enorme animal que, sepultado en los hielos polares, se conserva lo mismo durante largos períodos. 
153 Esto es: Brahmâ, Vishnu y Shiva. N. de los Traductores. 
154 Spencer, a pesar de que lo mismo que Schopenhauer y que von Hartmann, únicamente reflejó un aspecto de los antiguos filósofos esotéricos, y, por lo tanto, conduce a sus lectores a la lúgubre orilla de la desesperación agnóstica, reverentemente formula así el gran misterio: “lo que permanece inmutable en cantidad, aunque siempre cambiando de formas bajo estas apariencias sensibles que el Universo nos presenta, es un poder desconocido e incognoscible, al que nos vemos obligados a reconocer como ilimitado en el Espacio, y sin principio ni fin en el Tiempo”. Sólo la Teología pretenciosa se atreve a medir el Infinito y a descorrer el velo que cubre a lo Insondable e Incognoscible; jamás lo hace la Ciencia ni la Filosofía.

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