Apréndelo todo, pero resérvalo para ti.
MÁXIMA GNÓSTICA.
Hay un Dios superior a los demás dioses y más divino
que los mortales, cuya forma no es humana ni tampoco
su
naturaleza es semejante a la del hombre. En vano
imaginan
los mortales que los dioses tienen sensaciones, voz y
cuerpo
humanos.-XENÓFANES (citado por Clemente de Alejandría
en su Stromateis,
V, 14, 110).
TICHIADES.-¿Quieres decirme, ¡oh Filocles!, por qué la
generalidad de los hombres se complacen en mentir y
además
se afanan en husmear lo que otros hacen?
FILOCLES.-Muchas razones, ¡oh Tichiades!, mueven
a los hombres a mentir cuando la mentira les allega
provecho.
Diálogo
de Luciano.
ESPARTANO.- ¿A quién he de confesar? ¿A ti o a Dios?
SACERDOTE.- A Dios.
ESPARTANO.- Pues entonces retírate.
PLUTARCO: (Aforismos
notables de los lacedemonios).
Examinaremos ahora algunos de los más
importantes misterios de la Kábala para señalar su relación con los mitos
filosóficos de varias naciones.
LA
ESENCIA SUPREMA
Representa la Kábala oriental a la
Divinidad bajo el símbolo de tres círculos envueltos en uno con el vaho de la
exhalación caótica. Según el Zohar,
los tres círculos se transmutan en tres
cabezas circundadas de un aura incolora inscrita en un círculo, que
simboliza la esencia desconocida. Este símbolo tiene tal vez su precedente
en el hermético Pymander o Logos egipcio, representado dentro de fuliginosa
nube. Ya hemos visto en el capítulo precedente que, según el Zohar, el supremo Dios es una
abstracción tal como lo inconciben las teogonías induístas y budistas. Es Hakama o Suprema Sabiduría
incomprensible por reflejo y subyacente dentro y fuera del Cráneo de Larga Faz (Sephira), la superior de las tres cabezas. Es
el infinito e ilimitado En Soph, el No-Cosa.
Desde luego, que las tres cabezas
superpuestas están tomadas de los tres induístas triángulos también
superpuestos. La cabeza superior simboliza la Trinidad en el Caos, del cual surge la Trinidad manifestada. El eternamente inmanifestado, ilimitado e
incondicionado En Soph, no debe
confundirse con el Creador, como suelen confundirlo los intérpretes. Todas las
cosmogonías consideran pasiva la
Esencia suprema; pues por ser ilimitada, infinita e incondicionada no tiene pensamiento ni idea, sino que actúa de conformidad a su propia naturaleza y de
acuerdo con la necesidad de la ley o sea de sí misma. Por esta razón dicen los
cabalistas hebreos que En Soph es no existente (...), pues como el finito
entendimiento del hombre no alcanza a comprenderle, es como si no existiera
para la mente humana.
La primera emanación de En Soph es Sephira o la Corona
(...). al llegar la hora del período de actividad, la suprema Esencia divina,
cuya luz es para el hombre obscuridad, se explayó de dentro afuera, según la
inmutable y eterna ley, para emanar de sí misma una inteligente entidad
espiritual, la Corona o primer
sephirote, que contiene en su ser los otros nueve sephirotes (...) o entidades
inteligentes, cuya totalidad está simbolizada en Adam Kadmon o Protogonos andrógino o bisexual (Didumos), arquetipo de la humanidad.
Esta entidad colectiva de los nueve sephirotes se descompone en tres tríadas
contenidas respectivamente en cada una de las tres Cabezas primordiales o
Trimurti trifácea de los induístas. La primera cabeza contiene a Sephira (la primera emanación), de la
que a su vez emanan Hackama
(Sabiduría), principio activo masculino, y Binah (...) (Inteligencia), principio pasivo femenino . Tenemos
así la primera Tríada Sephira-Hackama-Binah,
de cuyo trino conjunto emana Hesed (..)
(Misericordia), principio activo masculino del que emana a su vez Geburah (...) (Justicia), principio
pasivo femenino de cuya unión con el masculino nace Tiphereth (...) (Belleza). Así tenemos la segunda tríada o
cabeza constituida por Hesed-Geburah-Tiphereth
que colectivamente emanan a Netzah
(...) (Firmeza), principio activo masculino del que a su vez emana Hod (..) (Esplendor), principio pasivo
femenino de cuya unión con el masculino nace Jesod (..) (Fundación). Así tenemos la tercera tríada o cabeza
constituida por Netzah-Hod-Jesod. La
primera tríada simboliza el mundo mental; la segunda, el mundo perceptivo; la
tercera, el mundo material.
El décimo sephirote, representado en
el diagrama del Zohar por el círculo
ínfimo, está constituido por la duada Malchuth
(...) (Reino) y Shekinah (...) Adonai.
Dice la Kábala:
Antes de dar
forma al universo estaba Aquél sin forma alguna ni semejanza con ninguna cosa.
¿Quién podrá comprender cómo era Aquél antes de la creación si no tenía forma?
Por eso está prohibido representarle por forma ni semejanza alguna ni
designarle por su sagrado nombre ni aun simbolizarle en una letra o en un
simple punto... El Antiquísimo entre lo antiquísimo, el Desconocido entre lo
desconocido tiene forma y, sin embargo, no tiene forma. Tiene la forma en que
conserva al universo y, no obstante, carece de forma porque no es posible
concebirlo. Cuando por primera vez tomó forma en su primera emanación (Sephira) hizo que nueve espléndidas
luces emanaran a su vez de ella.
Veamos ahora la cosmogonía induísta:
De Aquél que
es y sin embargo no es, del inmortal Principio que subyace en nuestras mentes y
no pueden percibirlo nuestros sentidos, nació Purusha, el divino andrógino, convertido después en Narayana.
IDENTIDAD DE TODAS LAS RELIGIONES
Swayambhuva es para los brahmanes lo que En Soph para los cabalistas: la Esencia
desconocida. Ni los induístas ni los cabalistas podían pronunciar el nombre
inefable so pena de muerte. En las enseñanzas prevédicas de la India la primera
emanación de la esencia primordial es Nara o principio fecundantedel huevo mundanal, matriz del universo. Nara equivale, por lo tanto, a Sephira.
En los Libros de Hermes se lee:
En el
principio del tiempo nada existía en el caos; pero a su tiempo surgió el Verbo
del vacío, a manera de “humo incoloro”, y empezó a moverse sobre el principio
húmedo.
Por su parte dice el Génesis:
Y la tierra
estaba desnuda y vacía y las tinieblas estaban sobre el haz del abismo y el
Espíritu de Dios se movía sobre las aguas.
Según la Kábala, la primera emanación (Sephira)
de la desconocida Esencia (En Soph) se desdobla en dos elementos secundarios: Chochma (Sabiduría), activo masculino y Binah (Inteligencia), pasivo femenino. La tríada Sephira-Chochma-Binah constituye la
entidad creadora del mundo abstracto.
Análogamente, en la teogonía induísta,
Swayambhuva también se desdobla en
dos elementos secundarios: Nara
masculino y Nari femenino, que
fecundaron el huevo mundanal de donde surgió Viradj en su aspecto de Creador.
Por otra parte dice Champollión:
El punto
inicial de la mitología egipcia es la tríada Kneph-Neith-Phtah, a la que sigue la de Ammon (elemento masculino), Muth
(elemento femenino) y Khon (el
Hijo).
Los diez
Sephirotes equivalen a los diez Prajapatis emanados de Viradj, y que, conocidos
con el nombre de “Señores de todos los Seres” corresponden a los patriarcas
bíblicos.
Justino Mártir explica, muy
incompletamente por cierto, algunas herejías de su época; pero reconoce la identidad fundamental de todas las
religiones, que invariablemente admiten como punto inicial la Divinidad
desconocida e inactiva que emana de sí misma una Potestad virtualmente
racional, llamada por unos Sabiduría,
por otros el Hijo y por algunos Dios,
Ángel, Señor y Logos. Esta última denominación la aplican ciertas
religiones a la emanación primaria, pero otros sistemas consideran el Logos
como entidad procedente de aquélla. Filo supone en la Sabiduría los aspectos
masculino y femenino, y aunque procede por emanación del Padre a través del
supremo Eon, es consubstancial con Él desde antes de todas las creaciones.
Por esto Filo identifica a Adam Kadmon con la Mente y dice: “Llamemos Adam
a la Mente”.
LAS
RELIGIONES CULTUALES
En rigor no cabe considerar el Génesis más que como una rama desgajada
del árbol de la cosmogonía universal en forma de alegorías orientales. Así como
en la sucesión de los ciclos cada pueblo representa en el escenario del mundo
el papel que le está asignado en el drama de la evolución humana, así también
forja con las tradiciones de sus antepasados una religión nacional matizada con
sus peculiares características. Cada religión cultual ofrece rasgos distintivos
que denotan, sin otro vestigio, el temperamento psíquico de sus respectivos
fundadores, sin menoscabo del común parentesco que a todas las enlaza con la arquetípica
religión de sabiduría. Las Escrituras
hebreas no quedan exceptuadas de esta filiación. La historia de Israel no puede
remontarse ni un día más allá de la época de Moisés que de sacerdote
egipcio se convirtió en legislador hebreo, de suerte que el pueblo judío nació
con aquel niño recogido por la hija del rey de entre los juncales del lago
Moeris.
Desde el primero al último versículo,
nada tiene que ver el Génesis con el
pueblo escogido, sino que corresponde a la historia del mundo, y no es prueba
en contrario que los escritores judíos se lo apropiaran cuando Esdras mandó
recopilar los esparcidos textos sagrados que hasta hoy se han atribuido a
revelación divina y son compendio de las universales leyendas de la humanidad.
Sobre esto dice Bunsen que las tradiciones caldeas de la tribu natal de Abraham se remontan lo menos a tres mil años antes del abuelo de Jacob, y en ellas se descubren reminiscencias de fechas desfiguradas y mal comprendidas para señalar la genealogía de algunos personajes e indicar las épocas. Por su parte, afirma Alejandro Polyhistor que Abraham nació en Kamarina o Uria (ciudad de adivinos) y fue el inventor de la astronomía. La torre de Babel la construyeron mancomunadamente los hijos de Sem y de Cam, pues en aquel entonces las gentes se consideraban de una misma raza y hablaban una sola lengua. Sin embargo, Babel era sencillamente un observatorio astronómico construido por los adeptos de la primitiva religión de sabiduría o doctrina secreta.
Dice la sibila berociana:
Antes de la
torre, Zeru-an, Titán y Yapetosthe gobernaban la tierra. Zeru-an quiso
sobreponerse a sus dos hermanos, pero estos se resistieron y entonces intervino
su hermana Astlik para apaciguarlos, conviniendo los cuatro en que gobernara
Zeru-an bajo condición de que sus hijos varones pereciesen a manos de los
titanes escogidos de propósito para darles muerte.
Sar es el dios del firmamento en
la teogonía babilónica. De aquí que la primera providencia tomada por Zoroastro
al establecer la nueva religión mazdeísta fue dar en el Zend-Avesta nombres de espíritus malignos a las divinidades védicas
y prescindir de algunas de ellas, por lo que no echamos de ver en dicho libro
sagrado el menor vestigio de Chakkra
o ciclo simbólico del firmamento.
Elam, uno de los hijos de Sem,
simboliza un ciclo de acontecimientos. Se le llama también a este ciclo Ulam (...), Mundo, Tiempo viejo, Sempiterno, Gigante, Ras. Cuando el sabio y cabalista rey Salomón dijo: “Fui
difundido desde Ras” aludía al
misterio de la trina naturaleza del espíritu humano; pero interpretado
cabalísticamente significa que el Yo superior, el Ego eterno e inmortal, fue
efundido desde la eternidad por medio de la creadora sabiduría del desconocido
Dios.
PASAJES
DE SALOMÓN
La traducción canónica de dicho
pasaje dice así:
El Señor me
poseyó desde el principio de sus caminos, desde el principio, antes de que
criase cosa alguna... Caundo Él preparaba los cielos estaba yo presente... con
Él estaba yo concertándolo todo...
Estos pasajes carecen de sentido sin
explicación cabalística.
Con el Yo de la citada sentencia significa el rey sabio su propio Ego o
divino espíritu efundido del eterno manantial de luz y sabiduría, el universal
espíritu de la Divinidad.
El hilo de la gloria que deshilvana
En Soph desde la suprema cabeza cabalística por medio del Adam primitivo al
través del cual “relucen todas las cosas”, simboliza el Ego humano. Así dice
Salomón:
... me
deleitaba cada día en su presencia... Regocijándome en la redondez de la
tierra; y mis delicias estar con los hijos de los hombres.
El Ego se regocija en los hijos de los hombres porque sin el
espíritu no habría más que la dualidad vida-forma en que cuando en demasía
grosera y material no puede infundirse el ego. Por esto mismo dice Salomón:
Hijo mío (el
hombre dual), guarda mis palabras y esconde dentro de ti mis preceptos. Guarda
mis mandamientos y vivirás.
Tal como suelen los teólogos
interpretar este capítulo parece como si se refiriera a Cristo el Hijo de Dios
cuando dice que quien le sigue alcanza la vida eterna y vence a la muerte; pero
aun desde el punto de vista de esta errónea interpretación, se advierte, desde
luego, que no hay en dicho pasaje la menor referencia a Cristo, so pena de
someterse la teología cristiana a la doctrina de la emanación, puesto que el
rey sabio dice:
“Desde la
eternidad fue efundida”, refiriéndose a la Sabiduría.
Por lo tanto, Cristo no sería el
mismo Dios, como la teología católica supone, sino emanación de Dios como creyeron
los gnósticos. De aquí que estos diesen a la palabra con el significado de ciclo o período indefinido de tiempo y además
el de jerarquía espiritual. Así suelen llamar los gnósticos eterno Eon al
Christos, si bien el calificativo de eterno no es aplicable a los eones, porque
por eterno se entiende lo que no tiene principio ni fin, y los eones o
emanaciones tienen principio, desde el instante en que adquieren
individualidad, aunque hayan estado eternamente absorbidos en la Unidad. Así es
que su existencia individual tuvo principio,
pero no tendrá fin.
La fantasía popular transformó a las
emanaciones en dioses, espíritus, ángeles y demonios, no ciertamente
inmortales, sino de existencia sujeta a la duración de los ciclos, lo que
prueba no sólo el motivo de identificar el eon (tiempo) con el eon (emanación
espiritual), sino además el irrefutable monoteísmo de las antiguas religiones,
pues de esta creencia en la finitud de los eones participaron igualmente
caldeos, egipcios, induístas y budistas, que aun hoy en día la mantienen.
Según la teoría de los ciclos, las
emanaciones de la causa primera viven “un día de Brahmâ”, equivalente a 14.320
millones de años terrestres. Al término de este ciclo dejarán de existir las
divinidades inferiores y aun la misma Trimurti y cesará el universo.
Después surgirá gradualmente del pralaya un nuevo universo y los hombres
de la tierra podrán comprender a Swayambhuva
tal cual es. Porque únicamente Swayambhuva,
la Causa primera, llena de continuo el infinito espacio de su eterna gloria.
No cabe mejor prueba de la profunda reverencia
que los injustamente llamados “gentiles” sentían hacia la única y suprema Causa
de todas las cosas visibles e invisibles. Por otra parte, de esta antiquísima
doctrina derivaron los cabalistas sus enseñanzas y en ella aprendieron los
tanímes a interpretar el Génesis en
sentido coincidente con las enseñanzas de los svâbhâvikas o budistas de Nepal; y como estos, creyeron en la eternidad e indestructibilidad de la materia
y en muchas creaciones y destrucciones de universos que existieron antes del
nuestro, según se infiere de este pasaje:
Así vemos
que el Santo, cuyo nombre bendito sea, creó y destruyó sucesivamente varios
mundos antes de crear el nuestro y al crearlo dijo: “Éste es bueno, los otros
no me complacieron”.
Además, también coinciden cabalistas
y svâbhâvikas (a quienes injustamente se les tilda de ateos) en creer que a
favor del impulso inicial dado a la materia por Sephira o potestad creadora inherente a la Esencia suprema, cada
ser engendra a su semejante, sin necesidad de creaciones individuales, con
arreglo al tipo que le precede inmediatamente en la gradación del universo. Así
lo da a entender el siguiente pasaje:
El
ilimitado, incomprensible y absoluto punto surgió de sí mismo y su resplandor
sirvió de vestidura a los puntos indivisibles que también se dilataron por sí
mismos... De este modo todas las cosas nacieron de una perpetua agitación hasta
que finalmente apareció el mundo.
TEOGONÍA
ZOROASTRIANA
Los libros zoroatrianos
correspondientes a la época en que el hierofante y rey Darío restauró el cualto
de Ormazd con las puras enseñanzas de la primitiva sabiduría oculta (...) hablan del Zeru-ana, o tiempo sin límites, equivalente al chakkra o ciclo de los brahmanes simbolizado en el dedo con que al
cielo señalan las imágenes de los dioses mayores. La identidad de este
símbolo en todas las religiones antiguas basta para demostrar su común
procedencia de una misma fe primitiva. Tan sólo es posible llamar Tiempo sin límites al Ser eterno sin
principio ni fin, designado por los mazdeístas con el nombre de Zeruana Akarene cuya gloria es
demasiado intensa y cuya luz demasiado brillante para que la mente humana le
comprenda y los ojos lo contemplen.
Según la teogonía zoroastriana o
mazdeísta, la primera emanación de Zeruana Akarene es Ormazd, el Rey de vida,
la Luz eterna que del seno de las tinieblas donde se ocultaba desde toda la
eternidad se manifestó al exterior. Por su Palabra
o Logos creó Ormazd el mundo
intelectual arquetípico y transcurridos tres ciclos mayores creó el mundo
material en seis períodos. Ormuzd emanó de sí los seis Amshaspendas o primarios
hombres espirituales, intermediarios entre Él y su universo. De Ormazd,
considerado como Logos, emanó Mithras, jefe de los veintiocho izedas o ángeles
tutelares de las almas humanas. Los ferueres
son las ideas abstractas de todas las cosas, concebidas en la mente de Ormazd
antes de asumir forma concreta. Equivalen a las “privaciones” de Aristóteles, o
sean las cosas sin forma ni substancia.
La Kábala rabínica adoptó la teogonía mazdeísta sin otra alteración
que el cambio de nombres, y más tarde se la incorporaron los gnósticos con
algunas adiciones del semi-mago, semi-gnóstico Manes. De los calumniosos y
parciales tratados de los Padres de la Iglesia, no es posible inferir las
verdaderas doctrinas de los basilideanos, valentinianos y marcionitas, sino que
es preciso descubrirlas en los restos de las obras de los nazarenos
bardesanesianos, ya que no existe ningún manuscrito original de aquellos
heresiarcas. Sin embargo, aunque el mundo lo ignore, todavía subsisten en el
Líbano y Palestina comunidades religiosas que conservan secretamente libros y
tradiciones de los ofitas. Durante más de mil años ha estado la verdad
encubierta en estos parajes, y resulta de ello que el verdadero sistema ofita
difiere notablemente del que exponen Orígenes en la antigüedad y Matter en los
tiempos modernos.
LA
TRINIDAD CABALÍSTICA
La trinidad cabalística sirvió de
modelo a la cristiana, pues ya dijeron los cabalistas:
El Anciano,
cuyo nombre sea bendito, tiene tres cabezas, pero las tres son una sola.
Tria capita exsculpta sunt unum intra alterum
et alterum supra alterum.
Tres cabezas están una dentro de otra y una sobre otra.
La primera cabeza simboliza la sabiduría oculta (sapientia abscondita) y en ella se esconde el Anciano en impenetrable misterio. Es una cabeza que no es cabeza (caput quod non est caput), pues nadie puede saber lo que esta cabeza encierra.
No
hay mente capaz de abarcar esta sabiduría. El Senior Sanctissimus está rodeado por las tres cabezas. Es la eterna
Luz de sabiduría y la sabiduría es el
manantial de toda manifestación. Las tres cabezas se incluyen en la cabeza que
no es cabeza y las tres cobijan la Faz
corta de modo que iluminan con su luz todas las cosas.
En Soph emite un hilo desde Al y la luz sigue la dirección del hilo hasta explayarse por medio de Adam Kadmon (Adam primario) que permanece oculto mientras el plan de la manifestación no está dispuesto (statum dispositionis). El hilo atraviesa de cabeza a pies al oculto Adam donde se encubre la figura del hombre.
La idea de la unidad trina puede compararse para su mejor comprensión a la naturaleza química de la llama, que quien la observe verá como dos luces: una blanca y brillante hacia arriba y otra azulada obscura hacia abajo. La blanca se eleva a lo alto y la azulada parece como el asiento de la primera; y sin embargo, las dos son una sola y única llama. El asiento azulado está, no obstante, en relación directa con la materia combustible, situada todavía más abajo. La llama brillante nunca muda de color y permanece siempre blanca; pero en la llama azulada se notan diversos matices, y mientras su parte superior se enlaza con la brillante, su inferior está en contacto con la materia combustible que, al consumirse, va ascendiendo a la superior unidad de la llama brillante.
Tales fueron las abstractas ideas de
los antiguos acerca de la Trinidad en la unidad. El hombre terreno, microcosmos
del macrocosmos o reflejo del celeste arquetipo humano (Adam Kadmon) es también
trino, pues tiene cuerpo, alma y
espíritu.
Dice el Zohar:
Todo cuanto
creó el Anciano de los Ancianos ha de vivir necesariamente por relación de
macho y hembra... Al Increado nadie puede llamarle Tú porque es el espíritu de la cabeza
blanca en quien se unen las tres
cabezas. Del fuego sutil en una lado de la cabeza blanca y del aire sutil
en el otro lado emanó Shekinah, su
velo. El Anciano de los Ancianos es el misterio de los misterios.
Por su parte dice Idra Rabba:
Este aire es
el más oculto atributo del Anciano de los Días... Todas las cosas están en Él y
en todas las cosas está Él oculto... El cráneo de la cabeza blanca no tiene
principio, pero tiene su fin reflejado en la redondez de nuestro universo.
Observa Klenker que los
cabalistas consideran la primera emanación de naturaleza andrógina, es decir,
que su luz sintetiza todas las luces y su espíritu resume todos los demás
espíritus.
La Shekinah de los cabalistas equivale a la Sophia de los ofitas y el Adam
Kadmon o Bythos; pero con intento
de ocultar su sistema de emanaciones a la curiosidad de los profanos,
identificaron a Kadmon, “hombre arquetípico”, Fuente de luz o Pymander, con Ennoia
o Mente de Bythos o el Abismo.
Tanto los nazarenos como los
gnósticos se valieron de personificadas alegorías para expresar sus conceptos,
y así dijeron que el Primero y Segundo hombres se enamoraron de la
belleza de Sophia o Sephira, la primera mujer, que por ellos
fecundada concibió al Christos o
Adam de carne que antes de su caída estaba cobijado por el espíritu de Adam
Kadmon su padre y de Shekinah su madre.
LA
CABALÍSTICA SHEKINAH
La Esencia primaria se manifiesta por
medio de su sabiduría y emana el Logos inteligible cuyo cuerpo es el universo
visible. Los ofitas simbolizaban la sabiduría en figura de serpiente. Vemos,
por lo tanto, que el primero y segundo hombre, o sean los dos Adanes,
personifican la primera y segunda vida. Adam Kadmon es andrógino y en él
subyace la Eva espiritual no nacida
todavía, así como en el segundo Adam está la Eva de carne a que el Génesis llama madre de todos los
vivientes.
En la teogonía de los nazarenos
bardesanianos, que podemos considerar como una Kábala dentro de otra Kábala, el
Anciano de los Días (Antiquus Altus)
lleva el nombre de Abatur (Segunda vida) y es padre de Fetahil
(Tercera vida), el Demiurgo o arquitecto del universo visible, quien para
crearlo se vale de los genios auxiliares que actúan bajo las órdenes de su jefe
supremo. Estas dos vidas superiores son la morada de Ferho, la Primera vida, invisible y sin forma, “existente
desde antes de que criatura alguna viniese a la existencia” y en quien
reside el viviente espíritu de suprema gracia. Los dos son UNO desde la
eternidad y son también la Luz y la causa de la Luz. Por lo tanto equivalen a
la sabiduría oculta y a la oculta Shekinah o Espíritu Santo de los cabalistas.
“La Luz manifestada es la vestidura
del Oculto en los cielos”, dice Idra Suta.
Nadie conoce
sus senderos excepto el Macroprosopus
(Larga Faz), el supremo Dios activo.
Por su parte dicen los rabinos:
No quiero
que me lean como estoy escrito. En este mundo escribirán mi nombre Jehovah y lo
leerán Adonai.
Por mediación de la andrógina
naturaleza de Adam Kadmon, a un tiempo padre y madre, el Espíritu del Anciano
de los Ancianos se infunde en el Microprosopus
(Faz Corta) o Adam del Edén.
Cuando se desdoblan de Adam Kadmon
los dos aspectos masculino y femenino en las dos distintas personalidades de
Adam y Eva, se repite la alegoría, pues ambos Adanes se enamoran de su belleza
y de aquí el mito de la tentación y la caída. Coinciden cabalistas y ofitas en
este punto. Los ofitas representan a Ophis
y Ophiomorphos en figura de
serpientes y simbolizan en el primero la Eternidad, la Sabiduría y el Espíritu, mientras que el segundo personifica la astucia, la envidia y la materia.
Espíritu y materia están simbolizados en serpientes. Adam Kadmon equivale al
Ophis que incita al hombre y a la mujer a que prueben el fruto del “Árbol del
Bien y del Mal” con propósito de enseñarles los misterios de la sabiduría
oculta. La Luz tienta a las tinieblas y las tinieblas atraen a la Luz, porque las
tinieblas son la materia y “la suprema Luz no brilla en sus tinieblas”. Con el
conocimiento sobreviene la tentación del Ophiomorphos que al fin prevalece. La
caída del hombre simboliza el dualismo de todas las religiones, según se
advierte en el siguiente pasaje:
Y Adán
conoció a Eva, su mujer, la cual concibió y parió a Caín diciendo: ... ... ...
(Kiniti ais Yava). He adquirido un hombre
por Dios. Cum arbore peccati Deus
creavit seculum.
COTEJO DE SISTEMAS
Cotejemos ahora este sistema con el
de los nazarenos y otras escuelas.
Según los nazarenos, Ish Amon, el Pleroma o ilimitado círculo donde están todas las formas, es la Mente divina que opera en el silencio.
De pronto la luz brota de las tinieblas y aparece la segunda vida que a su vez
engendra la tercera, el Padre de todo ser viviente, el creador que con su
espíritu vivifica la materia inerte. Por esto se le llama el Anciano del mundo.
Las Escrituras induístas describen
como sigue la manifestación de Swayambhuva, el Señor existente por Sí mismo:
Movido a
emanar seres de su propia substancia divina, manifestó primeramente las aguas
de cuyo seno brotó una simiente germinativa, brillante como el oro y refulgente
como luminar de mil rayos. De aquella simiente nació el mismo Swayambhuva en
forma de BRAHMA principio de todas las cosas.
Por lo que toca a la cosmogonía
egipcia, Kneph o Chnuphis (Sabiduría divina) representado en figura de serpiente,
tiene en la boca un huevo del que brota Phtha,
equivalente en la simbología cosmogónica al Brahmâ
induísta, símbolo del germen universal de todas las cosas.
El huevo simboliza la materia
primordial o indiferenciada que sirvió de tegumento al universo visible y en él
estaban contenidos el hombre y la mujer, el espíritu de vida en cuya luz
se resumen todas las demás luces o espíritus de vida. La manifestación primaria
está representada por la serpiente simbólica de la sabiduría, en un principio
divina, pero que se adultera cuando Phtha
(equivalente al Adam Kadmon de los cabalistas y al Christos de los gnósticos)
cae en la materia. Es el hombre celeste que, unido a Zoe (el Espíritu Santo de la teogonía egipcia), engendra los cinco
elementos: aire, agua, fuego, tierra y éter.
También en la teogonía induísta
Swayambhuva-Nara desenvuelve de sí mismo el elemento femenino contenido en su
propia esencia divina. Este elemento femenino es Nari, la virgen inmortal, que
cuando fecundada por el espíritu recibe el nombre de Tanmâtra, la madre de los cinco elementos: aire, agua, fuego,
tierra y éter.
Knorr de Rosenroth, en sus estudios
de interpretación de la Kábala, se
expresa como sigue:
En el
concepto de Sabiduría oculta puede considerarse la Divinidad infinita
equivalente al Padre mencionado en el
Nuevo Testamento. La Luz que del Infinito fluye sobre el Adán
primario o Mesías, y en él se
infunde, corresponde al Hijo de los
cristianos. Y la influencia o efluvio del Hijo en el universo material equivale
al Espíritu Santo.
Achamoth, el principio entre
espiritual y material que vivifica la materia caótica es el Espíritu Santo de
los gnósticos y el Spiritus de los
nazarenos. Es Achamoth la hermana de
Christos y ambos son hijos de Sophía, emanación de Bythos.
Dice Movers a este propósito:
El Hijo (Zeus-Belo o Sol-Mithra) es emanación
de la Suprema Luz, imagen del Padre. Supónesele Creador.
Por otra parte tenemos el siguiente
pasaje:
Dicen los
filósofos que el aire primordial es el Anima
mundi. Pero la vestidura (Shekinah) es superior al aire primordial, puesto
que está íntimamente unida al ilimitado En Soph .
TRINIDADES
COMPARADAS
Así resulta Sophía equivalente a Shekinah,
y Achamoth equivalente al Anima mundi o Luz astral de los cabalistas, que contiene el germen espiritual y
material de todo cuanto es. Achamoth,
como la Eva bíblica, es la madre de todo lo viviente.
El sistema nazareno admite tres
trinidades análogas a las tres del sistema prevédico según nos muestra el
siguiente cuadro sinóptico:
La primera,
prototipo espiritual, es la Trinidad oculta abstracta e inmanifestada; la
segunda procede de la primera y es la Trinidad activa o manifestada en el
universo visible; la tercera es la borrosa imagen de las precedentes y
cristaliza en humanos dogmas que varían según la fantasía religiosa de cada
país.
Los nazarenos simbolizaban la
Trinidad inmanifestada en Ferho-Bythos-Fetahil.
Ferho es el supremo Señor de esplendor y luz, antes de quien nada existe;
Bythos la vida inmanifestada e inmanente desde toda eternidad, en el Señor
supremo; Fetahil, el espíritu de vivificante gracia. La segunda Trinidad está
formada por Mano-Spiritus-Ledhaio.
Mano corresponde emanativamente a Ferho y es la primera luz y vida celeste (Rex lucis); Spiritus es la segunda vida
y contiene el pensamiento que se manifiesta en Ledhaio o Señor de Justicia,
tercera persona de la segunda Trinidad, correspondiente a Fetahil, símbolo del
creador. La tercera Trinidad está formada por Abatur-Netubto-Jordán, emanados en sucesiva correspondencia de las
dos trinidades precedentes. Abatur es el Padre, el Anciano de los Ancianos de quien procede Netubto y ambos engendran a Jordán equivalente al Christos.
Según las alegorías nazarénicas, en
el arcano o asamblea de esplendor iluminada por Mano, de quien emanan las chispas de esplendor, se levantaron los
genios que moran en la luz y fueron al visible Jordán de fluyentes aguas para
reunirse en consejo y evocar al Hijo unigénito (Lehdaio), el Señor de Justicia
de imagen imperecedera que no puede concebirse por reflejo.
Mano es el príncipe de los siete
eones cuyos nombres apuntan los nazarenos como sigue:
Mano (Rex lucis), Aiar-Zivo, Ignis-Vivus, Lux, Vita, Aqua-Viva e
Ipsa-Vita. El Mano de los nazarenos es, después de todo, copia calcada del
primario Manú de los induístas (emanación de Swayambhuva), de quien
sucesivamente proceden los otros seis Manúes o prototipos de las razas humanas,
simbolizados en las siete lámparas ardientes, que son los siete Espíritus de
Dios.
De nuevo reconocemos en Fetahil el
origen de la doctrina cristiana.
ALEGORÍAS
APOCALÍPTICAS
Dice el Evangelista:
Y vuelto, vi
siete candelabros de oro. Y en medio de los siete candelabros de oro, a uno
semejante al Hijo del Hombre... y su cabeza y sus cabellos eran blancos como
lana blanca y como nieve y sus ojos como llama de fuego. Y sus pies semejantes
a latón fino cuando está en un horno ardiente.
Aquí repite el apóstol cabalista las
palabras de Ezequiel y Daniel:
Y sobre el
firmamento... había una semejanza de trono... y encima una semejanza como
aspecto de hombre. Y vi como apariencia de electro, a manera de aspecto de
fuego.
Y sentóse el
Anciano de los Días. Su vestidura blanca como la nieve y los cabellos de su
cabeza como lana limpia, su trono de llama de fuego...
Las visiones apocalípticas derivan de
la Cabeza blanca en que según el Zohar se resume unitariamente la trinidad
cabalística y que “encubre el espíritu en su cráneo” circuido de sutilísimo
fuego. La “figura de hombre” a que alude Daniel equivale al Adam Kadmon a cuyo
través pasa el hilo de luz representado por el fuego. Fetahil, la tercera vida
de la Trinidad primaria, es el Vir
novisimus a quien el evangelista Juan ve “que tenía en su diestra siete
estrellas en medio de siete candelabros de oro”.
Obediente a la voluntad de su Padre
el supremo Eón de siete cetros y siete genios, se coloca Fetahil en el más
alto lugar para servir de agente a su Padre en la creación del universo visible y permanece “brillando en la vestidura del Señor resplandeciente por obra
de los genios”. Es Fetahil el Hijo del Padre (Vida) y de la Madre (Luz).
Según San Juan:
En Él estaba
la vida y la vida era la luz de los hombres.
Según San Pablo:
... Dios lo
creó todo por Jesucristo .
Según el Codex, el Padre de toda vida exclama:
Levántate
¡oh Primogénito!, ve y ordena todas las criaturas.
Análogamente dice Cristo:
Así como el
Padre viviente me ha enviado, así Dios envió a su Hijo unigénito para darnos
vida.
Por otra parte, según los nazarenos,
Fetahil reasciende al seno del Padre luego de terminada su obra y esto
mismo confirma Jesús al decir:
... porque
yo voy al Padre.
En contra de la errónea
interpretación de la teología cristiana que identifica a Jehovah con el Padre mencionado
en el Nuevo Testamento, aduciremos
que cuando Jesús habla del Padre que está en
secreto seguramente no dijera tal si hubiese aludido al Jehovah bíblico que
se apareció primero a los patriarcas, luego a Moisés y por último a todos los
ancianos de Israel. Cuando Jesús dice que el templo es la “casa de su
Padre” y que pudiera destruirlo y reedificarlo en tres días, no se refiere a la
fábrica arquitectónica de sillería, sino al cuerpo físico que según el sabio
cabalista Salomón es en todo hombre el templo de Dios, es decir, de su
individual espíritu.
Análogas expresiones a la de “el
Padre que está en el secreto” aparecen en la Kábala, el Codex y otras
Escrituras, según vemos en los siguientes pasajes:
Nadie ha
visto la Sabiduría oculta en el cráneo ni nadie ha contemplado el Abismo.
Además, la Kábala dice:
El Hijo del oculto Padre, que mora en luz y gloria,
es el Ungido (Seir-Anpin) que
sintetiza en sí los diez Sephirotes. Es el Christos, el Hombre celeste por cuya
mediación creó el Espíritu de Dios todas las cosas (Efesios III, 9) y produjo los cuatro elementos: aire, agua, fuego y
tierra.
QUERUBINES
Y SERAFINES
Precisamente en este simbolismo funda
Ireneo su más poderoso argumento para demostrar la necesidad de que hayan de
ser cuatro los evangelios y dice:
No pueden
ser ni más ni menos que cuatro, porque así como hay cuatro partes del mundo y
cuatro vientos generales (... ...) justo es que la Iglesia tenga cuatro
columnas. Además, los querubines también son cuatrifáceos y sus rostros
cuádruples son símbolo de las obras del Hijo de Dios, del Verbo, del Hacedor de
todas las cosas que se sienta más arriba de los querubines.
No nos detendremos a discutir la
peculiar santidad de los cuatrifáceos querubines, aunque tal vez descubiréramos
su origen en las antiguas pagodas de la India como vâhanes o vehículos de los dioses mayores, así como también
pudiéramos inquirir en la sabiduría cabalista, tan repugnada por la Iglesia, la
veneración en que el catolicismo los tiene, según advertimos en el siguiente
pasaje:
Al salir de
su morada, se presentan las almas una por una ante el sagrado rey, en forma
sublime con cuyo semblante ha de aparecer en el mundo. De esta forma sublime
procede la imagen. Los tipos de estos semblantes son cuatro: ángel, león, toro
y águila.
Estos cuatro semblantes son los
querubines a que alude David al impetrar el advenimiento del Mesías en esta
invocación: “¡oh Tú! Que estás sentado entre los querubines, envíanos tu
resplandor”. Así se infiere que para representar Ezequiel en los cuatro
animales los cuatro seres que sostienen el trono de Jehovah, tomó por modelo
los cuatro genios llamados Kirub (toro) Nirgal (león), Ustur (esfinge) y Nathga
(águila), todos ellos con rostro humano. En esto tenemos otra prueba no menos
fehaciente de que durante la cautividad de Babilonia se asimilaron los hebreos
las creencias religiosas de sus dominadores y las trasladaron a las recopiladas
Escrituras, de donde se infundieron más tarde en el cristianismo. Además, vemos
que admirado Ezequiel de la gloria del Señor le da repetidamente el título de
“Hijo del Hombre”, en lo que se advierte la filiación cabalista de este profeta
cuyo libro está escrito esotérica y exotéricamente, con significado
idéntico al del Apocalipsis. Los
cabalistas conferían el título de “Hijo del Hombre” a todos los profetas y a sí
mismo se lo aplicó Jesús. Además, la descripción que de Cristo nos da Ireneo,
presentándolo como el Hacedor de todas las cosas, sentado sobre los querubines,
es idéntica al Shekinah cuyo trono ponían los hebreos sobre los querubines del
propiciatorio. Por otra parte, el simbolismo cabalista llama serafín o querubín
al décimo sephirote apellidado Gloria,
cuyo símbolo es la columna de la izquierda (Booz)
del templo de Salomón, mientras que el noveno sephirote Victoria corresponde a la columna de la derecha (Jachin). La denominación “Hijo del
Hombre” sólo pueden emplearla los cabalistas y así es Ezequiel el único profeta
que la usa porque los demás no estuvieron tan versados en la ciencia cabalista.
Representa la Kábala colectivamente los sephirotes en figura de un hombre (Seir-Anpin) formado por multitud de
círculos dispuestos en 243 números correspondientes a las distintas jerarquías
celestes.
La descripción que da Ezequiel de la
figura de cuatro criaturas vivientes con cuatro rostros cada una y las manos de
un hombre bajo sus alas ofrece notable analogía con la imagen escultórica
de Vishvakarma hijo de Brahma, existente en una de las sagradas cuevas de
Ellora. A Brahma y Júpiter se les daba el título de “padre de los hombres”.
LOS SEPHIROTES Y EL MONTE MERU
En las representaciones budistas del
monte Meru, llamado por los birmanos Myé-nmo
y por los siameses Sineru vemos el
simbolismo original de Adam Kadmon o Seir Anpin (el hombre celeste) en quien se
sintetizan los eones en sus diversas jerarquías de sephirotes, potestades,
tronos, virtudes y dominaciones que de él derivó posteriormente la Kábala. La representación budista del
monte Meru consiste en dos columnas unidas por un arco cuya bóveda en forma de
media luna es la morada de A’di Buddha, la suprema Sabiduría o invisible
Divinidad. Bajo el punto culminante de esta bóveda se extiende el círculo
representativo de la primera emanación del Absoluto que corresponde al
Adam Kadmon con los diez sephirotes inmanentes en él. Del círculo de Brahmâ
emanan otros nueve, circuidos por el décimo, que algunas veces están figurados
en la representación por pagodas cuyos nombres expresan atributos de la
divinidad manifestada. Siguen más abajo los siete planos o esferas celestes,
cada una de ellas rodeada por un mar. Son las mansiones de los devatas o dioses, cuya pureza y
espiritualidad decrece en proporción de su cercanía a la tierra. Después se ve
el monte Meru formado por tres grandes círculos, símbolo de la Trinidad del
hombre, con infinidad de otros menores en su interior.
Quienes conozcan el valor numérico de las letras de los nombres bíblicos, como el de la Gran Bestia del Apocalipsis, el de Mithra (... ...) y otros, podrán inferir fácilmente la identidad de las divinidades del monte Meru y de las emanaciones de los cabalistas. También cabe equiparar unos y otras a los genios que, según los nazarenos, tenían asignadas funciones peculiares en perfecta correspondencia con el simbolismo de la doctrina secreta, tal como se enseñaba en los tiempos arcaicos.
Apoyado en las reglas dadas por el obispo Newton para interpretar el significado de los textos por el valor numérico de las letras, da King en su obra: Los gnósticos y sus huellas, vagas insinuaciones sobre el particular que, sin embargo, corroboran nuestra aserción. Este eminente arqueólogo, que tanto tiempo empleó en el estudio de las joyas gnósticas, demuestra que toda dicha teoría está copiada de la índica.
El durga
o aspecto femenino de las divinidades orientales corresponde al concepto que
los cabalistas simbolizan en la celeste jerarquía de las Virtudes, aceptada rutinariamente por los Padres de la Iglesia y
desfigurada más tarde por los teólogos cristianos.
Dice King:
Aunque la
interpretación numérica se tenga por ciencia exclusiva de los judíos
talmudistas, no hay duda de que la aprendieron de los caldeos, fundadores del
arte mágico. Los nombres de Iao, Abraxas, etc., no fueron invención
gnóstica, sino sagrados nombres ya conocidos en las más antiguas fórmulas de
Oriente. A estos nombres alude seguramente Plinio cuando enumera las virtudes
atribuidas a las amatistas en que estaban grabados los del sol y la luna sin
traducción definida en las lenguas latina y griega. En los nombres: Sol eterno, Abraxas y Adonai, que
aparecen grabados en estas joyas, echamos de ver los amuletos ridiculizados por
Plinio.
Volviendo a la representación del
monte Meru vemos que el conjunto está rodeado por el mar Mayor (Mahasamut) equivalente a la luz astral o
éter de los cabalistas. En el círculo céntrico de la representación aparece la
figura de Seir Anpin, el hombre celeste, que muchas lamaserías tibetanas
identifican hoy día con la imagen de Gautama, última encarnación del Buddha.
Debajo del monte Meru está la morada
de la Naga máxima, la reina de las sierpes (Rajah
Naga) y diosa de la tierra, que está en recelo del gran dragón. Más abajo todavía está la octava esfera o región infernal. Los nazarenos
admitían siete demonios impostores que engañan a los hijos de Adán pero
en contraposición consideran siete Vidas
o benéficos Espíritus planetarios
emanados de Cabar-Zio que brillan y
resplandecen por su propia virtud en el seno de la luz que fluye de lo alto.
LOS ATRIBUTOS DE SIVA
Junto a la puerta de la Mansión de Vida está dispuesto el trono
para el señor del Esplendor con tres tabernáculos. Análogamente, los
tabernáculos de la Trinidad induísta están colocados debajo de la bóveda de
media luna en la representación del monte Meru, y figuran el cielo de Brahma
empedrado de zafiros. El paraíso de Indra resplandece con mil soles; el
de Siva está en el Nordeste y su trono es de lapislázuli y el pavimento
de los cielos de ascuas de oro. “Cuando se sienta en el trono arde en fuego
hasta los lomos”. En las fiestas religiosas de Hurdwar se tributa culto de
suprema divinidad a Siva, cuyos atributos coinciden con los que después
confirieron los judíos a Jehovah. La piedra binlanga consagrada a Siva es
de la misma especie mineralógica que la empleada por Jacob para edificar un
altar (Bethtel) al Señor en forma de
columna, por el estilo de linga
dedicado a Siva; y en verdad que aun hoy día podrían llevarse estos
patriarcales litos en las procesiones sivaíticas de Calcuta sin que nadie les
atribuyera origen hebreo. La imagen de Siva suele tener cuatro cabezas con cuatro brazos alados, tres ojos de configuración natural y el cuarto en
forma de media luna, para simbolizar las agitaciones del Océano.
La profecía de Ezequiel concuerda con
los atributos de Siva, según vemos en los siguientes pasajes:
Y en medio
de él había semejanza de cuatro animales... y en ellos había semejanza de un
hombre... Cuatro caras tenía cada uno y cuatro alas cada uno...; sus pies, pies
derechos..., con aspecto de cobre encendido... y tenían caras y alas por los
cuatro lados.
Y sobre el
firmamento... había una semejanza de trono como piedra de zafiro... Y vi como
apariencia de electro, como aspecto de fuego por lo interior de él al contorno;
desde sus lomos arriba y de sus lomos abajo vi como apariencia de fuego.
Y era la
semejanza del rostro de ellos cara de hombre... y de león... y de buey... y de
águila.
Y cada uno
tenía cuatro caras: la una cara de querubín y la segunda cara, cara de hombre,
y en el tercero cara de león y en el cuarto cara de águila.
Y sus pies
semejantes a latón fino cuando está en un horno ardiente.
También echamos de ver este cuádruple
aspecto en los dos querubines de oro colocados a uno y otro extremo del Arca de
la Alianza. Además, estas cuatro faces simbólicas las adoptaron los cuatro
evangelistas Mateo, Marcos, Lucas y Juan a quienes respectivamente representan
con el ángel, el león, el toro y el
águila las Biblias latinas y griegas.
Dice Sanchoniathon al hablar de la
mitología antigua:
Tarot, la
suprema Divinidad de los egipcios, equivalía simbológicamente a Saturno o
Kronos y estaba representada con cuatro ojos, dos delante y dos detrás,
abiertos y cerrados, y cuatro alas, dos extendidas y dos plegadas. Los ojos
denotaban que el dios ve dormido y duerme despierto; la posición de las alas da
a entender que vuela en reposo y reposa volando.
La identidad de Saturno y Siva está corroborada por el emblema del damara o reloj de arena que simboliza el curso del tiempo personificado en la potencia destructora del dios. El buey Nardi, vehículo (vâhan) de Siva y su más sagrado emblema, se reproduce en el Apis egipcio y en el toro que crea Ormazd y mata Ahriman. El pueblo de Eritene profesaba la religión zoroastriana dericada de la doctrina secreta, pues era la religión de los persas cuando conquistaron la Asiria. Desde entonces pasa de sistema en sistema religioso el emblema de Vida figurado en el toro. Los magos lo aceptaron al advenimiento de la dinastía persa y de Daniel se dice que fue adivino principal de los magos y astrólogos de Babilonia. Así vemos en los querubes de los judíos talmudistas una leve modificación de los becerros y otros atributos de Siva, como también el buey Apis en las esfinges o querubes del Arca de la Alianza, para encontrarlo algunos miles de años más tarde en compañía del evangelista San Lucas.
Quien haya estado en la India el tiempo
suficiente para conocer siquiera a la ligera las divinidades induístas,
advertirá desde luego la semejanza entre Jehovah y otros dioses de la India
además de Siva. Los talmudistas judíos tenían en mucho respeto a Siva bajo el
aspecto de Saturno, y los cabalistas alejandrinos le consideraron como el
directo inspirador de la ley y de los profetas. uNo de los diversos nombres de
Saturno era Israel, y en determinado aspecto coincide míticamente con Abraham,
según insinuaron hace tiempo Movers y otros orientalistas. Por este motivo, los
valentinianos, basilídeos y ofitas colocaron en el planeta Saturno la morada de
Ilda-Baoth, la divinidad a la par creadora y destructora que dictó la ley en el
desierto y habló por boca de los profetas. La Biblia nos ofrece nuevas pruebas en corroboración de este
comentario, según vemos en el pasaje siguiente:
¿Por ventura
me ofrecisteis hostias y sacrificios en el desierto, en cuarenta años, casa de Israel?
Y llevasteis
la tienda para vuestro Moloch y la imagen de vuestros ídolos (chiun), la
estrella de vuestro Dios, cosas todas que os hicisteis.
Ciertamente que Moloch y Chiun eran
diversas expresiones nominativas del concepto de Saturno, idéntico a Baal,
Kivan y Siva, cuyos símbolos se apropiaron los hebreos.
EL
SOSIOSH ZOROASTRIANO
Lo mismo sucede con los numerosos
Logos menores. El Sosiosh zoroastriano es análogo al décimo Avatar de los
induístas, al quinto Buddha de los budistas, al Mesías de los cabalistas, al
Gabriel de los nazarenos, al Christo de los gnósticos, al Logos de Filo
Judeo y al Verbo del evangelista. El cristianismo hilvana y zurce todos estos
conceptos para engalanarse con el remiendo.
En el Avesta encontramos la doctrina dualista que después prevaleció
entre los cristianos. La lucha entre Ormazd (espíritu de luz o principio del
bien) y Ahriman (espíritu de tinieblas o principio del mal) subsiste en
el mundo desde los orígenes del tiempo; y según la doctrina zoroastriana,
cuando esta lucha llegue al punto culminante y el mundo esté a punto de
sucumbir, degenerado y corrompido, bajo el poderío de Ahriman, aparecerá
Sosiosh, el Salvador de la humanidad, quien, seguido de lucida hueste de genios
benéficos, vendrá caballero en un corcel blanco como la leche.
Esto mismo nos dice el siguiente
pasaje del Apocalipsis:
Y vi el
cielo abierto y apareció un caballo
blanco y el que estaba sentado sobre él, era llamado Fiel y Veraz... Y le
seguían las huestes que hay en el cielo, en caballos blancos.
El Sosiosh zoroastriano no es ni más
ni menos que una transmutación del
Vishnú induísta que aun hoy día aparece en el templo de Rama representado en
figura del Salvador o Conservador correspondiente a su futura décima encarnación
(Kalki-Avatar). Es un guerrero armado
de todas armas, que cabalga en un caballo blanco y blande sobre su cabeza
la cortante espada mientras que con la izquierda sostiene un escudo formado de
anillos concéntricos. La misma alegoría reproducen estos pasajes:
Y sus ojos
eran como llamas de fuego y en su cabeza muchas coronas... Y salía de su boca
una espada de dos filos... Y vi un ángel que estaba en el sol.
Según las Escrituras zoroastrianas,
Sosiosh nació de una virgen y al fin de los tiempos vendrá a redimir y
regenerar a la humanidad, precedido de dos profetas que anunciarán su venida.
Después habla el texto zoroastriano
de la resurrección general, en que
los buenos irán al cielo y los malos con Ahriman al infierno para purificarse
allí en un lago de metal derretido... después de purificados gozarán todos de
felicidad eterna y acaudillados por Sosiosh cantarán las alabanzas del Eterno. Es evidente el remedo de las Escrituras induístas, porque también a
Vishnú se le representa con varias coronas en la cabeza y en su décimo avatar
arrojará a los malvados a las regiones infernales donde luego de purificados
alcanzarán la remisión de sus culpas; y aun los mismos ángeles protervos que se
rebelaron contra Brahmâ y fueron lanzados por Siva al abismo sin fondo irán a reunirse con los dioses en el monte Meru.
JESÚS
HABLA COMO HOMBRE
Cotejados los conceptos cabalístico, nazareno y gnóstico acerca del Logos, Metatron o Mediador, fácilmente echaremos de ver el error de los Padres de la Iglesia al concretar un símbolo puramente metafísico en la personalidad de Jesús, que nos presentan como único sujeto de las profecías de todos los tiempos. Confundieron a Jesús con el mito teomítico para simbolizar la época inmediata a la terminación del círculo máximo en que “la buena nueva”, desde el cielo anunciada, proclamaría la regeneración humana en el sentimiento de la fraternidad universal.
Dice Jesús:
¿Por qué me
llamas bueno? Sólo uno es bueno que es Dios.
No son estas palabras propias de la
segunda persona de la Trinidad idéntica a la primera. No es el lenguaje de un
Dios. Por otra parte, si el Espíritu Santo de las Trinidades paganas y
gnósticas estaba encarnado en la persona de Jesús, no se comprende qué quiso dar
a entender al distinguir entre el “Hijo del Hombre” y el “Espíritu Santo” en
las siguientes palabras:
Y todo el
que profiera una palabra contra el Hijo del Hombre, perdonado le será; mas a
quien blasfemare contra el Espíritu Santo, no le será perdonado.
Es verdaderamente admirable la
identidad entre algunas frases de Jesús y las que siglos antes enunciaron
cabalistas y paganos, como se infiere de los siguientes pasajes:
Ni Dios ni
hombre ni señor puede ser bueno. Tan sólo Dios es bueno.
El hombre no
puede ser bueno. Únicamente Dios es bondad.
Mi doctrina
es sencilla y de fácil comprensión.
La doctrina
de nuestro maestro estriba en la invariable rectitud de corazón y en hacer a
los demás lo que quisiéramos que hicieran con nosotros.
A Jesús
Nazareno, varón aprobado por Dios entre vosotros por virtudes y prodigios.
Fue un
hombre enviado de Dios que tenía por nombre Juan.
En este pasaje se equipara a Juan en
dignidad con Jesús.
Juan el Bautista, en la solemne
ocasión de bautizar a Jesús, no le trata como Dios sino como hombre, diciendo:
Éste es
aquél de quien yo dije: en pos de mí viene un varón...
Al hablar de sí mismo dice Jesús:
Mas ahora me
queréis matar siendo hombre que os he dicho la verdad que oí de Dios.
El ciego de Jerusalén, curado de su
ceguera por el insigne taumaturgo, al relatar lleno de gratitud y admiración el
milagro, no llama Dios a Jesús sino que sencillamente dice:
Aquel hombre
que se llama Jesús, hizo lodo y ungió mis ojos...
No hay necesidad de añadir más
ejemplos en comprobación de una verdad aseverada antes de ahora por otros
comentadores. No hay peor mal que el fanatismo obcecado, y pocos hombres tienen
el valor de decir, como Priestley:
No
encontramos prueba alguna de la divinidad de Jesucristo antes del año 141,
época de San Justino Mártir, quien del paganismo se convirtió al cristianismo.
CRISTIANOS
Y BUDISTAS
Cerca de seiscientos años después de
la muerte de Jesucristo, calificada de deicidio, apareció Mahoma cuando
el mundo greco-romano era todavía presa de turbulencias religiosas y se
resistía a consolidar en las costumbres el cristianismo impuesto por los
edictos imperiales. Mientras los concilios discutían el texto bíblico, la
unidad de Dios prevalecía contra el concepto de la Trinidad y el número de
musulmanes sobrepujaba al de cristianos, porque Mahoma no pretendió jamás
igualarse con Dios, pues de lo contrario no hubiese difundido tan rápidamente
su religión. Aun hoy los creyentes en Mahoma superan en número a los creyentes
en Cristo. Gautama predicó como simple mortal siglos antes de Cristo y, sin
embargo, su ética religiosa aventaja inmensamente en belleza moral a cuanto
pudieron soñar Tertuliano y San Agustín.
El verdadero espíritu del cristianismo
se echa de ver por entero en el budismo y parcialmente en las demás religiones
calificadas de paganas. Gautama no se atribuyó naturaleza divina ni tampoco le
divinizaron sus discípulos; y a pesar de ello, el budismo tiene hoy muchísimos
más prosélitos que el cristianismo. Pocos son los induístas, budistas,
mahometanos y judíos que apostatan de su fe, al paso que por los países
occidentales se extiende de día en día la lepra del materialismo que amenaza
corroer el propio corazón del cristianismo. En las naciones tan erróneamente
llamadas paganas apenas hay ateos, y los pocos inficionados de materialismo
pertenecen a las clases acomodadas de las ciudades populosas, donde abundan los
europeos. Con mucha razón dice el obispo Kidder:
Si un sabio
se viese precisado a elegir entre todas las religiones que se profesan en el
mundo, seguramente dejaría en último término el cristianismo.
En un folleto copia Peebles del Athenoeum de Londres un artículo en que
se describe el dichoso estado de los virtuosos habitantes de Yarkand y Kashgar,
y a manera de comentario exclama:
¡Benignos
cielos! ¡No permitáis que los misioneros cristianos se acerquen a los felices y
paganos tártaros!.
Desde los primeros tiempos del
cristianismo, el nombre de cristiano ha sido siempre más bien simulación que
prueba de santidad. Véase cómo fustiga San Pablo a los fieles de Corinto en
este pasaje:
Por cosa
cierta se dice que hay entre vosotros fornicación, y tal fornicación, cual ni
aun entre los gentiles; tanto, que alguno abusa de la mujer de su padre.
San Pablo es el único apóstol digno
de este título por el claro concepto que del incomparable filósofo y mártir de
Galilea resplandece en sus Epístolas,
no obstante las adulteraciones perpetradas en su texto por los canonistas.
Respecto a los demás apóstoles y en
particular a los evangelistas, no es posible fiar mucho en ellos desde el
momento en que atribuyen a su maestro milagros relatados en los libros indos en
iguales términos y circunstancias, como vemos, por ejemplo, en el conmovedor
episodio de la resurrección de la hija de Jairo, que está copiado de análogo
prodigio de Krishna, según demuestra el siguiente pasaje:
RESURRECCIÓN
DE KALAVATTI
Quiso el rey
Angashuna que se celebraran con gran pompa los desposorios de su hija, la
hermosa Kalavatti, con Govinda, hijo de Vamadeva, el poderoso rey de Antarvédi.
Pero mientras Kalavatti se solazaba en el bosque con sus compañeras, la mordió
una culebra y murió de la mordedura. Angashuna rasgó sus vestiduras, cubrió de
ceniza su cabeza y maldijo el día en que naciera.
De repente
llegó a palacio el rumor de voces que repetían mil veces: ¡Pacya pitaram! ¡Pacya gurum! (¡El Padre! ¡El Maestro!). Entonces
acercóse Krishna sonriente, apoyado en el brazo de Arjuna... ¡Maestro! –exclamó
Angashuna arrojándose a sus pies y regándolos con sus lágrimas, -¡mira mi pobre
hija!- Y le mostró el cuerpo de Kalavatti tendido sobre una estera.
-¿Por qué
lloras? –preguntó entonces Krishna con suave acento. -¿No ves que duerme?
Escucha el rumor de su hálito parecido al suspiro del viento de la noche que
acaricia las hojas de los árboles. Mira cómo se colorean sus mejillas; cómo
tiemblan sus párpados a punto de abrirse; cómo se estremecen sus labios prontos
a soltar la palabra. Está dormida. Yo te lo digo. ¡Mira!, ya se mueve. ¡Kalavatti! ¡Levántate y anda!
Al punto
recobró el cuerpo el aliento, el color y la vida, y obediente la doncella al
mandato de Krishna, levantóse y fuése con sus compañeras.
La
maravillada multitud exclamó: “Verdaderamente éste es un dios, puesto que la
muerte es sueño para él”.
Los evangelistas introdujeron en el
cristianismo éste y otros episodios, con añadidura de dogmas cuya extravagancia
supera a los más delirantes conceptos del paganismo, pues necesitaron matar a
su Dios para que de su muerte recibieran la vida espiritual, resultando de todo
ello que la Iglesia ha convertido profanamente la corte celestial en una
compañía de cómicos asalariados.
Seis siglos antes de la era cristiana
zahirió ya Jenófanes la antropomorfización de Dios en una sátira citada por
Clemente de Alejandría, que dice así:
Hay un Dios
supremo sin forma ni naturaleza de hombre. Pero los engreídos mortales imaginan
que los dioses tienen voz y cuerpo y sensaciones humanas. De la propia suerte,
si los leones pudiesen valerse de manos como el hombre, pintarían a los dioses
en figura de león y los caballos los pintarían en la de caballo y los bueyes en
la de buey. Cada especie atribuiría a la Divinidad su propia forma y condición.
El panteísta poeta indo Vyasa dice al tratar de la ilusión de los sentidos (Maya):
Los dogmas
religiosos sólo sirven para ofuscar la razón humana... El culto de las
divinidades, cuyas alegorías encubren el respeto que el hombre siente por las
leyes naturales, prostituye la verdad en provecho de las más groseras
supersticiones.
El arte cristiano pinta la figura del Todopoderoso según el cabalístico modelo del Anciano de los Días, como se ve en las pinturas y esculturas de los templos católicos, en las exornaciones de los misales y recientemente en los poéticos dibujos con que Gustavo Doré engalanó las páginas de la Biblia.
La pavorosa majestad de Aquél a quien ningún pagano osó representar en figura concreta, toma bajo el lápiz de Doré la de un venerable anciano que, en el centro del caos y envuelto en nubes, ve el mundo a sus pies y con la mano izquierda recoge los pliegues de sus amplias vestiduras, mientras que mantiene la derecha levantada con imperioso ademásn. Acaba de pronunciar el Fiat y toda su excelsa persona irradia luz. Como alegoría gráfica honra esta composición al artista, pero no recibe Dios la misma honra. Vale más la abstención de los paganos en punto a representaciones, que las blasfemamente antropomórficas de la incognoscible Causa primaria. Si de este modo representan a Dios, no han de extrañarnos las más extravagantes iconografías de Cristo, los apóstoles y los santos.
En su afán de aducir purebas de la
autenticidad del Nuevo Testamento,
incurren aun los más sinceros y mejor intencionados exégetas y teólogos en
deplorables engaños. No cabe suponer que un comentador tan erudito como el
canónigo Westcott desconociese los textos talmúdicos y cabalísticos, pues cita
párrafos enteros de la obra: El pastor de
Hermas, para apuntar su sorprendente analogía con el Evangelio de San Juan,
sin echar de ver que dichos párrafos están tomados de la literatura
cabalística. Dice así Wescott:
El concepto
que Hermas expone acerca de la naturaleza de Cristo y de la misión que trajo al
mundo coincide con el de la doctrina apostólica y ofrece sorprendentes
analogías con el Evangelio de San Juan. Para Hermas es Jesús comparable a una
roca más alta que las montañas, capaz de sustentar el mundo... Es anterior a la
creación y, sin embargo, abre nuevas puertas a la humanidad y recibe de su
Padre consejos relativos a la creación... Nadie puede llegar al Padre sino por
el Hijo.
IDENTIDAD
DE ALEGORÍAS
Aunque el autor de Religión sobrenatural demuestra la
analogía entre el texto de El pastor de
Hermas y el cuarto Evangelio, omite decir que las palabras de Hermas
remedan con ligeras variaciones los textos cabalísticos, según podemos inferir
del siguiente cotejo.
Dice Hermas:
Dios plantó
la viña, esto es, creó a los hombres y dióles su Hijo para que lavasen sus
pecados.
Dice la Kábala:
El Anciano
de los Ancianos, de Larga Faz, plantó una viña cuya vid es la vida. El espíritu
del rey Mesías lava sus vestiduras en el vino de lo alto desde la creación del
mundo.
Dice el Código de los nazarenos:
Siete viñas
planta Iavar Zivo y Ferho las riega... Cuando los bienaventurados suban a
reunirse con las criaturas de Luz verán a Iavar Zivo, el Señor de Vida y
primaria Vid.
Dice el Evangelio:
Yo soy la
verdadera vid y mi Padre es el labrador.
Dice el Génesis:
No será
quitado de Judá el cetro y de sus pies el legislador, hasta que venga el que ha
de ser enviado (Shiloh)... Atando a la viña su pollino y a la vid, ¡oh hijo
mío!, su asna. Lavará en el vino su vestido y en la sangre de uvas su palio.
Dice Hermas:
Y en medio
de la llanura me enseñó una gran roca blanca
que de allí se levantaba y la roca era más alta que las montañas, de
configuración rectangular a propósito para sostener el mundo entero. En la roca
estaba tallada una puerta cuya labra me pareció reciente a pesar de ser muy
antigua la roca.
Dice el Zohar:
A cuarenta mil mundos superiores se extiende la blancura
de su cabeza. Cuando por virtud de los setenta nombres del Metatron
descienda Seir a Iezirah abrirá una nueva puerta... El espíritu
decisorio cortará en dos partes la vestidura ... Al advenimiento del rey
Mesías, de la sagrada piedra cúbica del templo se levantará durante cuarenta
días una luz blanca que se irá
difundiendo hasta cubrir el mundo entero... Entonces se dará a conocer el rey
Mesías y se le verá salir por la puerta del Edén... Aparecerá en la tierra de
Galil... Cuando haya satisfecho los pecados de Israel guiará a los hombres por
una nueva puerta hacia el tribunal... En la Puerta
de la mansión de Vida está dispuesto el trono para el señor del esplendor.
Más adelante dice el comentador:
La roca y la puerta simbolizan el Hijo de Dios. Pero ¿cómo puede ser la roca
vieja y la puerta nueva? A esto me respondió el Señor: Escucha y compréndelo,
hombre ignorante. El Hijo de Dios es anterior a la creación y de su Padre
recibió consejo en sus obras. Por esto es viejo.
Lo mismo dicen invariablemente, no
sólo los cabalistas, sino también los induístas.
Del Código de los nazarenos:
Vidi virum excellentem coeli terroeque
conditore natu majorem. Vi al
varón más excelente, anterior en nacimiento al Hacedor de cielos y tierra.
El Dionisio de los misterios
eleusinos llamado también Iacchos, Iaccho o Iahoh que había de libertar a
las almas, era anterior al Demiurgo. En los misterios del Anthesteria, después
del bautismo purificador en el agua de los lagos (limnoe) pasaban los iniciados (mystoe)
por una puerta dispuesta a propósito paa este objeto, llamada puerta de
Dionisio o de los purificados.
En el Zohar, el Demiurgo dice al Señor: “Hagamos al hombre a nuestra
imagen”. En el Génesis se lee:
Los Elohim dijeron: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza”. En
los Vedas, Brahma toma consejo de Parabrahma sobre la mejor manera de crear el
mundo.
Según expone el canónigo Westcott,
pregunta Hermas:
-¿Y por qué
es nueva la puerta?, ¡oh Señor!
- Porque se
manifestó el último día de la gracia, a fin de que por ella entren en el reino
de Dios cuantos sean salvos (178).
LA PLENITUD
DE LOS TIEMPOS
En este pasaje se advierte la errónea
afirmación de que Jesús se manifestó como Mesías en la plenitud de los tiempos
que aun han de llegar, no obstante los vaticinios atribuidos a inspiración
divina que la daban por llegada al advenimiento del que supusieron el Mesías
prometido.
El evangelista San Juan incurrió en
el mismo error de que tan engañosas interpretaciones se derivaron entre los
cristianos ortodoxos por tomar al pie de la letra las alegorías del texto
evangélico. Por otra parte, la plenitud de los tiempos no pudo profetizarse ni
siquiera aproximadamente, pues hubiera contradicho al evangelista Marcos cuando
dice: “Mas de aquel día ni de aquella hora nadie sabe, ni los ángeles en el
cielo ni el Hijo, sino el Padre.
Los cristianos tomaron indudablemente
esta creencia del Apocalipsis, lo
cual nos demuestra su filiación cabalista y pagana, pues, en efecto, se refería
a un ciclo que, según sus cómputos, terminaba a últimos del siglo I. En
corroboración de ello podemos aducir también que los evangelistas Marcos y Juan
no se conocían lo suficientemente uno a otro. Filo designó el Logos con el
sobrenombre de Petra (roca) que,
según ya vimos, significa “intérprete” en lenguas caldea y fenicia. Justino
Mártir le da en todas sus obras el título de Ángel y distingue entre el Logos y el Creador, diciendo a este
propósito:
El Verbo de
Dios es el Hijo de Dios y también el Ángel y el Apóstol, porque manifiesta
(interpreta) cuanto debemos saber y fue enviado para manifestar lo que ha de
ser revelado.
Veamos otro texto:
El Adán
inferior está distribuido en sus propios senderos, en treinta y dos líneas de
sendero y nadie le conoce sino por Seir. Pero nadie conoce al Adán superior ni
sus senderos excepto el de Lara Faz.
Larga Faz es el Supremo Dios. Seir equivale al nazareno Ebel-Zivo, el Legado o Apóstol Gabriel.
Los
nazarenos sostenían con los cabalistasque ni el Mesías que había de venir
conocía al Adán Superior, con lo cual daban a entender que más allá de la
Divinidad manifestada se encubría la inmanifestada. Seir-Anpin es para los
cabalistas el tercer Dios, mientras que el Logos, según Filo Judeo, es el segundo. Esto aparece
más claro en el siguiente pasaje:
El falso Mesías dirá: “Yo soy Dios, el Hijo de Dios. Mi Padre me envió... Soy el primer mensajero. Soy Ebel Zivo y vengo de lo alto”. Pero no le creais, porque no será Ebel Zivo, pues Ebel Zivo no querrá ser visto en esta edad.
De aquí que algunos gnósticos opinen
que el ángel de la Anunciación no fue Ebel-Zivo (Gabriel) sino Ilda-Baoth,
quien formó el cuerpo físico de Jesús
en el que se infundió Christos en el
momento del bautismo en el Jordán.
No cabe dudar, como asegura Nork, de que los padres de la Iglesia conocieron en traducción griega el Bereshith Rabba, la parte más antigua
del Midrash Rabboth. Pero si por una
parte conocían las religiones de los países vecinos lo suficientemente para dar
a su religión un aspecto que de las demás las distinguiera externamente, en
cambio era lastimosa la ignorancia en que estaban del Antiguo Testamento y de la filosofía griega.
CURIOSAS
TERGIVERSACIONES
Tan vacilantes andaban los piadosos
Padres de la Iglesia en el análisis de las herejías, que Hipólito tomó por el
de un heresiarca el nombre de Kol-Arbas
con que los valentinianos designaban la sagrada Tetrada pitagórica.
Aparte de estos involuntarios
errores, tenemos las deliberadas adulteraciones de las doctrinas ajenas.
Ejemplo de ello nos dan: la conversión de la mitológica aura placida (brisa suave) en dos supuestas mártires cristianas
Aura y Plácida; la santificación de una lanza y de una capa bajo
los nombres de San Longinos y San Amfíbolo; y las citas erróneamente
anotadas por los Padres de la Iglesia referentes a profetas que jamás dijeron
lo que en ellas se les atribuye. Ante semejantes confusiones cabe preguntar con
asombro si desde la muerte del insigne Maestro ha sido la teología cristiana
algo más que un delirio incoherente.
La malicia de los Padres de la Iglesia
en su afán de combatir herejías, llega al extremo de sostener sin rebozo las
más descabelladas falsedades e inventar relatos enteros con propósito de
cohonestarlas a los ojos de los ignorantes. La donosa confusión de Hipólito al
tomar por un heresiarca el nombre de la Tetrada, diciendo que Kolorbaso explicaba su doctrina con
números y medidas, no hubiera tenido otra consecuencia que la ridiculez
del error, de no insistir después Epifanio deliberadamente en mantenerlo,
al afirmar contra su íntimo sentir que “un tal Heracleón sucedió al heresiarca Colorbaso”.
Estos solapados procedimientos acabaron con los gnósticos, únicos que poseían algunas migajas del puro cristianismo primitivo. En la época de los Padres todo fue tumulto y embrollo hasta el momento en que la definición de los dogmas cortó el vuelo a toda discutible discrepancia de opiniones. Durante largos siglos se castigó con severas penas, incluso a veces la de muerte, la sustentación de doctrinas contrarias a las definidas dogmáticamente por la Iglesia, encubriéndolas bajo velo de misterio; pero desde que los exégetas se resolvieron a poner cada cosa en su punto, quedó invertida la situación de ambas partes, de modo que los despojados paganos acuden en demanda de lo que se les usurpara y dan motivo para recelar de la ruidosa quiebra de la teología cristiana.
A esto la condujo
el fanatismo de la secta sedicente ortodoxa, cuyos secuaces no fueron ni los
“más corteses ni los más cultos ni los más ricos de entre los cristianos”, como
de los gnósticos asegura que fueron el autor de la Decadencia y caída del imperio romano. Los gnósticos no se
mancharon con la sangre de quienes discrepaban de su opinión. Sin embargo,
tampoco creemos exacto el juicio de Renán cuando dice que todos los ortodoxos echaban olor de ajo. De esta suerte
quedaron los gnósticos arrollados por las supersticiosas e ignorantes
muchedumbres. Perecieron los amantes de la verdad, los filaleteos de la escuela
armónica, y las vociferaciones de las turbas cristianas resonaron en los mismos
lugares donde la sabia doncella Hipatia enseñó sublimes filosofías y declaró
Amonio Saccas que el propósito de Cristo había sido restaurar en su prístina
pureza la sabiduría antigua y eliminar de las religiones confesionales los
errores con que la superstición las adulteraba. En vez de la voz del
aleccionado por Dios, se oían los iracundos chillidos del cruel fanatismo
supersticioso.
EL
FANATISMO SUPERSTICIOSO
Decía San Jerónimo:
Si tu padre
se tendiera en el umbral de tu casa y si tu madre te mostrase los pechos a que
te amamantó, pasa por encima de tu padre y pisotea los pechos de tu madre,
para, sin verter ni una lágrima, acudir al llamamiento del Señor.
Digno par del precedente pasaje es
por su espíritu el siguiente en que Tertuliano declara su deseo de ver en los
infiernos a los filósofos paganos, diciendo:
¡Qué
magnífica escena! ¡Cómo me regocijaría! ¡Qué alborozo!; ¡qué triunfo cuando a
esos ilustres monarcas de quienes se dice que subieron al cielo, los oiga yo
gemir con su dios Júpiter en las más profundas simas del infierno! Entonces los
sayones que persiguieron el nombre de Cristo arderán en un fuego
incomparablemente más vivo que el de las hogueras encendidas para abrasar a los
mártires.
Todavía alienta este espíritu de
crueldad en el dogmatismo cristiano contra el que se levantan opuestamente las
enseñanzas de Cristo. Dice Ekiphas Levi a este propósito:
El Dios en
cuyo nombre hemos de pisotear los maternales senos merece que nos lo
representemos blandiendo la exterminadora espada, con el infierno abierto a sus
pies. Moloch quemaba en pocos instantes a los niños que en sacrificio se le
ofrecían; pero estaba reservado a los discípulos del que para redimir a la
humanidad murió en la cruz, forjar un nuevo Moloch cuya pira arda eternamente.
En América también empieza a estragar
los ánimos la perversión del espíritu del cristianismo, y prueba de ello nos
dan las siguientes palabras del fanático reformador Moody que exclama:
Un Hijo
tengo y Dios sabe cuánto le amo; pero prefiriría que hoy mismo le sacaran los
ojos, antes de que llegase a hombre sin fe ni esperanza en Cristo.
A esto replica muy juiciosamente un
periódico de Chicago:
Tal es el
espíritu de la inquisición que muchos creen desvanecido. Si el fanatismo de
Moody le incita a la contingencia de arrancarle los ojos a su propio hijo ¿qué
no haría con los hijos de los demás? Tal es el espíritu de Loyola que en pleno
siglo XIX sigue con sus jerigonzas; y gracias a que la ley civil le detiene el
brazo, no vuelve a encender las hogueras y a caldear al rojo vivo los
instrumentos de tortura.
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