martes, 12 de mayo de 2020

ISIS SIN VELO T. III CAPÍTULO IV





Nada supera a estos Misterios, que de la grosería y rudeza
transportan nuestra conducta a la amabilidad, benevolencia
y ternura.-CICERÓN: De Legibus, II, 14.

Desciende, ¡oh Soma!, en aquella esplendorosa corriente
que eclipsó la luz del sol... ¡Oh Soma!, eres el océano de vida,
por todas partes difundido, que infundes potencia creadora
en los rayos del sol- Rig Veda, II, 143.

... Aparece la hermosa Virgen de abundosa cabellera con
dos espigas en la mano, y se sienta para amamantar
a su Niño – AVENAR.

Se atribuye el Pentateuco a Moisés, no obstante la circunstancia de que relata su propia muerte  y de que, por otra parte, el Génesis  llama Dan a una ciudad que, según el libro de los Jueces, se llamaba en un principio Laish, y no tomó el nombre de Dan hasta muy posteriormente. Bien pudo Josías rasgar sus vestiduras al oír las palabras del Libro de la Ley, porque había en él de Moisés tanto como de Jesús en el Evangelio de San Juan.
Los teólogos están encerrados en la alternativa de confesar o que Moisés era un impostor o que los libros a él atribuidos son una compilación de textos escritos en diferentes épocas por distintos autores. En ambos casos pierde el Pentateuco todo derecho a que se le considere fruto de la revelación divina. Está, por lo tanto, sin resolver en la Biblia el problema de la palabra del Dios de verdad, pues, según el texto, dijo Dios a Moisés:

CONTRADICCIONES  BÍBLICAS


Yo el señor, que aparecí a Abraham, a Isaac y a Jacob en Dios omnipotente. Y mi nombre de JEHOVAH no lo manifesté a ellos.

En cambio, tenemos contradictoriamente aquel otro pasaje que dice:

Y llamó el nombre de aquel lugar, Jehovah-jireh (el Señor ve) .

¿Qué pasaje es el verdadero e inspirado? ¿Cuál el mentiroso y falso?
Marción y los gnósticos tenían por engañosa la idea del Dios encarnado, y negaban, en consecuencia, la realidad física del cuerpo de Cristo, que decían era pura ilusión, pues no estaba formado de carne y sangre humanas, ni había nacido de mujer, ni su naturaleza divina pudo contaminarse por el contacto de la pecadora carne. No admitía Marción más autoridad apostólica que la de Pablo, cuya predicación se ajustaba al puro evangelio de verdad, sofisticado por los demás apóstoles con mezcolanzas de la ley mosaica.
Podemos añadir, por último, que la exégesis moderna, cuya escrupulosidad data de fines del siglo XVIII, considera que el texto ordenado por Marción sobre el Evangelio de San Lucas, único del que supo algo, es mucho más fiel y exacto que el correspondiente de los sinópticos, y así dice muy bien el autor de Religión Sobrenatural que “a Marción le debemos el verdadero texto de la oración dominical”.

Si de las sectas cristianas pasamos a la de los ofitas, que estaba en su apogeo en tiempo de Marción y los basilideanos, hallaremos en ella el fundamento de las herejías de todas las otras. Como los demás gnósticos, repudiaban por completo los textos mosaicos y no obstante algunos toques originales, su filosofía derivaba de la tradición cabalística de Caldea, basada en los libros herméticos, en las enseñanzas de Manú y en las prevédicas doctrinas de la religión de sabiduría; pues aunque muy eminentes orientalistas descubran en la filosofía gnóstica semejanzas con la religión gbudista, no invalidan con ello nuestra afirmación, porque el budismo es, al fin y al cabo, la fuente originaria del induísmo, ya que Gautama no se declaró contra los Vedas, sino contra las amañadas interpolaciones y la superposición de dísticos para simular la prueba de que las castas eran de ordenación divina por haber salido cada una de ellas de los respectivos miembros de Brahma. Gautama restauró en espíritu y en verdad la doctrina que de tiempos primievales se enseñaba en el impenetrable secreto de los internos recintos de las pagodas; y por lo tanto, no es maravilla que los dogmas fundamentales de los gnósticos coincidan con los del induísmo y budismo.

Sostenían los gnósticos que el Antiguo Testamento estaba inspirado por una divinidad subalterna, sin la más mínima frase de Sophia o sabiduría, y que el Nuevo Testamento había perdido su prístina pureza por vicio de las interpolaciones, enmiendas y añadiduras de los compiladores, que pospusieron la divina verdad al logro de sus egoístas y pendencieros propósitos.

Enseñaban los ofitas la doctrina de las emanaciones, tan odiosa para quienes tan sólo conciben la unidad en la trinidad y la trinidad en la unidad. No designaban con nombre alguno al Absoluto, cuya primera emanación femenina era Bythos o el Abismo, de concepto análogo al de la Shekinah con que los cabalistas simbolizaban el velo encubridor de la sabiduría en la principal de las tres cabezas. La Sabiduría absoluta e innominada de los ofitas equivale a la Mónada de los pitagóricos, y al igual que estos la consideraban manantial de que emanaba la Luz (Ennoia o Mente).

TEOGONÍA  COMPARADA


Tenemos, por lo tanto, según la doctrina ofita, una Tríada constituida por el Absoluto y sus dos emanaciones: Abrasax (masculina) y Bythos (femenina), análoga a la primordial Tríada caldea y la abstracta Trimurti induísta.
Si comparamos sinópticamente los tres sistemas, tendremos:
                                                          
                                                                                         SISTEMAS
   Conceptos                           INDUÍSTA                       CALDEO                           OFITA
   El Absoluto es                               Brahma Zyaus.                        En-Soph.                                 Innominado.

La Divinidad manifestada                Brahmâ-Nara (m),               Eikon-Anu (m),                     Innominado,
 y andrógina, masculino                 Nari (f).                             Anata (f).                            Abrasax (m),
femenina, es                                                                                                                        Bythos (f).

De la unión de ambas
emanaciones surge el                         Viradj.                                  Bel.                                    Ophis.
tercer principio, que es

La trinidad masculina,
dimanante del primordial                Brahmâ-Vishn-Siva             Sin-Samas-Bin (15)             Sigé – Bythos -
femenino , es                                                                                                                             Ennoia .


El sistema caldeo puede también exponerse con algunas variantes que no alteran la esencia. 
El Absoluto es Ad-ad , de quien por emanación procede Anu  y de éste Bel  y de éste Hea. Sus respectivos principios femeninos o místicas esposas, son: Anata, Belta y Davkina unificadas en Mylitta, que con la Tríada masculina constituía el Arba  o raíz de toda potencia y perfección.
Este sistema puede resumirse sinópticamente como sigue:

                        Anu
Tríada              Bel                              Mylitta. Arba o deidad cuaternaria.
                        Hoa

La equivalencia en el sistema cristiano es:

                        Padre
Trinidad           Hijo                             María . Tetraktys cristina.
                        Espíritu Santo.

Aquí vemos por qué se llamó Kirjath-Arba o ciudad de los Cuatro, la ciudad de los kabiris (axieros, eros, axiokersos) simbolizados en Axiokersa, Demetrio, Kadmiel Hoa, etc.
La década pitagórica se descompone simbólicamente en la equivalencia de

Anu  =  1;  Bel  =  2;  Hoa  = 3; en suma,   6
Anu-Bel-Hoa  +  Mylitta     =                     4
      Tríada                                 Década = 10

Ennoia u Ofis equivale al Hombre primitivo, al Pymander de los egipcios, al Unigénito del Padre, o sea la Potencia de la divina Mente o primera manifestación formal e inteligible del divino Espíritu. Simboliza la primordial aparición de la presencia divina en el mundo objetivo.
El Absoluto (Divinidad inmanifestada o Dios de misterio) fecunda con su voluntad a Bythos (abismo infinito e insondable), símbolo abstracto del Cosmos, incomprensible antes de su manifestación para la inteligencia humana. Pero como el común de las gentes no hubieran entendido el concepto de una Divinidad andrógina que en sí asumiera los principios masculino y femenino, la teología dogmática se vio precisada a idear un Logos o Verbo, es decir, la actualizante manifestación del Absoluto.


EL  TERCER  PRINCIPIO


Los ofitas, de acuerdo con las tradiciones caldeas, consideraban el tercer principio, Ennoia u Ofis, procedente generativamente del principio masculino (Sigé) y del femenino (Bythos) desdoblados del Absoluto. De la Tríada Sigé-Bythos-Ennoia procede Sophia , constituyéndose así la Tetraktys de que, a su vez, emana el Christos latente desde toda eternidad en la esencia del Absoluto, como latente también estuvo el Logos. Así, pues, Christos es uno en esencia con todos los demás principios emanados del Absoluto; pero ontológicamente considerado es una entidad andrógina constituida por los dos elementos Christos y Sophia, que se infundieron en la persona de Jesús.
Ireneo  dice que el Padre y el Hijo se enamoraron de la belleza de Sophia (mujer arquetípica), lo cual significa que la Luz, Ennoia, procedente del Padre y del Hijo fecundó a Sophia para emanar otros dos principios: el Christos perfecto y Achamoth (sabiduría inferior o ....). tenemos, por lo tanto, que Christos es el medianero y guía entre el Padre y el hombre espiritual, así como Achamoth (o más correctamente Hakhamoth) es la medianera entre el mundo mental y el mundo físico.
Por otra parte, Ophis y Sophia son los desdoblados principios de una entidad andrógina, o sean respectivamente la sabiduría masculina y la sabiduría femenina, o de otro modo, la Sophia mayor, Sophia Pneuma (Espíritu Santo inmanifestado o Mente arquetrípica de todas las cosas) y la Sophia menor (Ophis) o Espíritu Santo manifestado en la persona de Jesús, a quien por esta razón representaban los ofitas con el atributo de la serpiente Ophis.

El reverendo Preston, sacerdote católico de Nueva York, en un sermón predicado en las funciones del “Mes de María” expuso con toda claridad, análogamente a los filósofos paganos, el concepto del principio femenino en sus relaciones con la Trinidad. Dijo el predicador:

La obra de la Redención exigía que mediase en ella una madre, y la única mujer valedera para que por su mediación se cumpliera la obra de Dios, era María, cuya virginal pureza dispuso Dios al efecto, porque no era posible que una mujer contaminada fuese madre de Dios. Aun en su niñez fue la Santa Virgen más adorable que los serafines y querubines, y según iba creciendo era más pura. Por su misma santidad reinaba en el corazón de Dios, y llegada la hora, toda la corte celestial quedó en silencio para que la Trinidad escuchara la respuesta de María, sin cuyo consentimiento no hubiera sido posible la redención del mundo... en este mes de Mayo comienza la época de la Pascua, y pues la Naturaleza se engalana con flores y frutos que prometen copiosa cosecha, esperemos también nosotros la recolección del dorado fruto. En este mes despierta la mortecina tierra a nueva vida como símbolo de resurrección; y así, al postrarnos ante la imagen de la bendita e inmaculada virgen María, brotará de nosotros el vástago del buen propósito, la flor de la esperanza y el fruto de la santidad.

Al comentar este pasaje nos permitiremos contradecir en algunos puntos al predicador, advirtiendo en primer lugar que no es privativo del cristianismo, sino de muchos siglos anterior, el concepto del principio femenino materno, unido al trínico principio masculino, con la ventaja de ser más filosófico y muchísimo menos antropomórfico que el concepto cristiano de la madre de Dios.

Por lo demás, parece como si oyéramos decir a Ireneo en su exposición de la llamada herejía gnóstica, que el Padre y el Hijo se enamoraron de la celeste virgen Sophia, o como si recordáramos el símbolo egipcio de Isis, a un tiempo esposa, hermana y madre de Osiris-Horus.
Los gnósticos sólo consideraban dos entidades; pero los cristianos paganizaron el concepto, asimilándolo a la Tríada caldea Anu-Bel-Hoa identificada con Mylitta.

Por lo concerniente al símbolo de la resurrección en la primavera, también lo tuvieron los paganos en la resurrección de Osiris, Adonis, Baco y otros dioses solares muertos a manos de sus enemigos. 
La primaveral renovación de la naturaleza, cuando germinan las simientes adormecidas en el invierno (que se suponían conservadas en el mundo inferior o Hades), está simbolizada en los tres días que antes de su resurrección pasan en el infierno Cristo, Orfeo, Hércules y otros personajes teogónicos.

EQUIVALENCIAS  TEOGÓNICAS


Precisamente lo que los cristianos califican de herejía es la doctrina induísta en toda su pureza. Vishnu, la segunda persona de la Trimurti, equivale al Logos (pues encarna voluntariamente en Krishna), y su a la par esposa, hermana e hija Lakmy o Lakshmy representa el mismo concepto que Isis respecto de Osiris, sephira respecto de En Soph y Ennoia de Bythos. Krishna es el redentor prometido por Brahma a la humanidad, y equivale al Christos de los gnósticos. Lakmy, esposa o aspecto femenino de Vishnu, es el símbolo de la naturaleza física, la madre de todas las formas objetivas, la mediadora (como la Achamoth de los gnósticos) entre el mundo mental y el mundo físico. Krishna, en equivalencia de Christos, es el medianero entre el Absoluto y el hombre espiritual.
Este dogma gnóstico-induísta es más lógico y admisible que el expuesto en las alegorías del Génesis acerca de la caída del primer hombre. El Dios de Moisés no sólo maldice a Adán y Eva, sino a la tierra entera con todo cuanto en ella existe; y aunque les promete un Redentor de la humanidad castigada por el pecado de los primeros padres, nada nos dice el Nuevo Testamento sobre la redención de la tierra y los seres vivientes malditos por Dios sin haber cometido pecado alguno. Por lo tanto, la alegoría gnóstica denota mayor sentido de justicia y razón que la cristiana.

En el sistema ofita, la sabiduría andrógina (Sophia) equivale al principio femenino Nari o Narayana que flota sobre las aguas, pero que no puede vivificarlas inmediatamente porque se lo impide su pura naturaleza intelectual; ni tampoco puede Sophia vivificar la materia por intervención del Padre supremo ni de Ennoia, cuya naturaleza es todavía más espiritual, sino que para vivificarlas ha de valerse de Achamoth, su propia emanación, cuya naturaleza, entre espiritual y material, la capacita para relacionarse afinemente con la materia caótica.

El sistema ofita sólo se diferencia del nazareno de San Juan en el cambio de nombres. 
Dice el Codex Nazaroeus  que Mano, el supremo rey de Luz, es el “gran primero”, lo cual significa que es la primera emanación de Ferho (el Absoluto, la Divinidad desconocida, la Vida sin forma). Es Mano el príncipe de los eones, y de él emanan cinco refulgentes rayos de la Luz divina (31). Por esto le llamaban los nazarenos Rex Lucis, según se ve en este pasaje:

Unus est Rex Lucis in suo regno, nec ullus qui eo altior, nullus qui ejus similitudinem retulerit, nuilus qui sublatis oculis, viderit Coronam quoe in ejus capite est.

Por otra parte, simboliza Mano la Sabiduría oculta en la Luz manifestada en torno de la principal de las tres cabezas cabalísticas. De Mano proceden por emanación tres principios de vida: Ebel Zivo (Logos), el Apóstol Gabriel (Christos) y el primer Mensajero de Luz. La Fetahil de los nazarenos equivale al aspecto espiritual de la Achamoth ofita y el Spiritus equivale al aspecto material de la misma Achamoth.
Fetahil es, según los nazarenos, el reflejo del señor Abatur, su padre, y le llaman también “el hombre novísimo”. Viendo el Spiritus sus vanos intentos para crear un perfecto mundo material, demanda auxilio al desjuicioso e insensato Karabtanos, y con él se une para engendrar los siete astros y definir, ayudados de estos, las formas del mundo objetivo, modeladas en la turbulenta materia caótica.

LOS PRIMITIVOS CRISTIANOS

Volviendo al sistema ofita, vemos análogos símbolos. Incapaz Sophía de crear por sí misma el mundo objetivo, emana de su propio ser a Achamoth, quien desciende al caos, y sobrecogida por la densidad de la materia, se desorienta y extravía; pero resuelta, no obstante, a formar un mundo objetivo, se mueve sobre el caos para vencer la inercia de los elementos, hasta que empapada, por decirlo así, de materia, y no pudiendo desembarazarse de ella, emana de sí misma el Creador  del mundo objetivo, que unas sectas consideraban como progenitor de Jehovah y otras como el mismo Jehovah. Precisamente este punto de la cosmogonía gnóstico-cabalística es el punto inicial del sistema mosaico, que aceptaron después los cristianos primitivos, cuya incultura (pues pertenecían a las ínfimas clases de la sociedad) no les permitía conocer las filosóficas doctrinas de los neoplatónicos ni siquiera los fundamentos metafísicos de la nueva religión que habían abrazado. Tanto los cristianos procedentes del judaísmo, sometidos hasta entonces a la tiranía dogmática de las sinagogas, como los procedentes del paganismo, cuya plebe fue siempre profana a los Misterios, confundieron en sus ineducadas mentes el concepto de Jehovah con el del Padre de Jesús, por lo que muerto éste se suscitaron deplorables contiendas entre los partidarios de Pedro y los de Pablo, pues lo que uno afirmaba, el otro invariablemente lo negaba.

En su vano intento de presentar como heréticas las doctrinas de los gnósticos, confunde tan lastimosamente Ireneo los conceptos y tergiversa las ideas de tal manera, sea por ignorancia o por malicia, que no es posible desenmarañar el enredo sin cuidadosa compulsa de la Kábala y del Codex. Así, por ejemplo, no establece Ireneo diferencia alguna entre los setianitas y los ofitas, y dice que llamaban Hominem al Supremo Dios e Hijo del Hombre a la Mente divina, cuando ni los setianitas  ni los ofitas  tuvieron jamás semejantes conceptos de la Divinidad. Pero Ireneo se contradice al exponer en otro pasaje de sus obras las doctrinas de Cerinto, discípulo de Simón el Mago, pues dice que, según Cerinto, el mundo no fue creado por el supremo Dios, sino por un Eón, Virtud o Potestad de tan inferior grado que no concebía a Aquél que está sobre todas las cosas. Este Eón se valió de José para engendrar en las entrañas de su esposa María el cuerpo de Jesús e infundirse en él. 
Por lo tanto, Jesús era, en cuanto hombre, como los demás hombres, y como ellos engendrado y nacido, por lo que se le llamó el Hijo del Hombre.
Tenemos, pues, que si, según los gnósticos, era Jesús físicamente hijo de hombre y espiritualmente era el Christos infundido en su cuerpo, ¿cómo podían llamar Hombre al Padre, e Hijo del Hombre a la Mente divina (Ennoia)?

Ni los cabalistas ni los gnósticos antropomorfizaron jamás la Divinidad suprema e incognoscible, sino que denominaron “Hombre arquetípico” a la segunda emanación del principio femenino desdoblado del Absoluto y conocido también con los diversos nombres propios de Shekinah, Sephira, Depth, etc. Por lo tanto, Adam Kadmon, Ennoia y demás denominaciones del Logos, son Unigénitos pero no Hijos del Hombre, pues este calificativo es peculiar del Christos procedente del Hombre arquetípico y Sophía la Mayor por virtud de la vivificante luz emanada del Padre, foco de toda luz, y por consiguiente de la luz del Christos.
La filosofía gnóstica distingue entre el Logos inmanifestado o Primer Logos, y el Logos manifestado y ungido o Christos. En opinión de Filo Judeo puede llamársele a Ennoia el Segundo Dios, pero en manera alguna el Segundo Hombre, como pretenden Ireneo y Teodoreto, pues siempre fue Ennoia para los gnósticos el “Hombre arquetípico”. Ambos autores cristianos tergiversan la filosofía gnóstica con empeño de identificar de todos modos, por heréticos que sean, a Jesús con el supremo Dios, cuando precisamente nunca se les ocurrió a los gnósticos  ecuacionar con el Absoluto, no ya la persona de Jesús, sino ni siquiera la entidad de Cristo.

VERSÍCULO  APÓCRIFO


Podemos comprobar las adulteraciones de Ireneo, Teodoreto y otros sectarios mediante el cotejo de los manuscritos originales con las copias posteriores. El artículo del credo que dice: descendió a los infiernos, no aparece en los manuscritos de los siglos IV y VI, de lo que se colige que fue una interpolación tomada de las leyendas de Baco y Hércules. Sobre el particular, dice el autor del Catálogo de los manuscritos de la Biblioteca Real :

            La interpolación en el credo apostólico del artículo: descendió a los infiernos es, a mi juicio, tan evidente como la del versículo séptimo de la primera epístola del apóstol San Juan.

            Ahora bien; este versículo dice así:
Porque tres son los que llevan los archivos en el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo. Y los tres son uno.

Sin embargo, después de haber figurado en los textos canónicos se le tuvo por apócrifo, porque no aparece en ningún manuscrito griego. Las dos primeras ediciones de Erasmo impresas en 1516 y 1519 omiten este versículo, que no consta en ningún manuscrito anterior al siglo XV  ni mencionan los exégetas griegos ni los doctores latinos, tan afanosos de pruebas a favor de la Trinidad. También lo omite Lutero en la edición alemana del Nuevo Testamento.
Eduardo Gibbon fue el primero en descubrir la interpolación del versículo apócrifo, y por tal lo tuvieron el arzobispo Newcome y el obispo Lincoln . 

Dice Parson sobre este punto:

Desde luego, que si el versículo de los tres archiveros celestes fuese auténtico, lo hubieran conocido los primeros autores cristianos y de seguro lo aprovecharan como argumento de valía en pro del dogma de la Trinidad y en contra de los herejes.

Isaac Newton  dice:

Lo mismo que hicieron los latinos con el versículo en cuestión, hicieron los griegos con el versículo 16 del capítulo III de la Epístola de San Pablo a Timoteo, pues alteraron de ... en ... la abreviatura de la palabra ..... que aparece en el original manuscrito alejandrino. Con esta modificación quedó alterado el texto, de modo que se lee: Grande es el misterio de santidad; Dios manifiesto en la carne, en vez de leer como en el original: Grande es el misterio de la santidad manifiesta en la carne... Pero ahora que ya concluyeron las discusiones sobre esta adulteración, cuantos leen el pasaje: Dios manifiesto en la carne, hallan en él una prueba evidente del dogma relativo a este punto.

Preguntemos otra vez: ¿quiénes fueron los primitivos cristianos? Los con vertidos por la sencilla elocuencia de Pablo, que en nombre de Jesús prometía libertarlos de las ligaduras del dogmatismo. Sabían que eran los “hijos de la promesa”, y no estaba velada para ellos la bíblica alegoría en que Agar  simboliza la Sinagoga judía, que convirtió en esclavitud la alianza del Sinaí y puso en cautiverio a los hijos de Jerusalén. Gran número de judíos conversos injertaron en el cristianismo la persecutoria intolerancia desatada contra todo el que abominaba de la mojigatería y el dogmatismo; pero, por otra parte, se afiliaron a la nueva religión muchos gentiles pertenecientes al vulgo del paganismo, que por ignorancia de las verdades religiosas enseñadas en los Misterios estaban ansiosas de saber cuál era el único y verdadero Dios en aquel confuso panteón de dioses mayores y menores.

ANTAGONISMO ENTRE PEDRO Y PABLO


A su vez, el apóstol Pedro, no desligado de las prácticas judías y partidario de la circuncisión, prometía a sus catecúmenos la resurrección a una vida futura, si observaban la ley, aunque ninguno de ellos tenía más idea de la resurrección que la expuesta por los fariseos, pero negada por los saduceos.
La animosidad de Pedro contra Pablo dificultó su apostolado, siendo así que hubiera podido convertir a gran número de paganos sin noción alguna de la vida futura, y a no pocos judíos, tanto de los que creían en la resurrección predicada por los fariseos, como de los pertenecientes a la escuela escéptica y materialista de los saduceos. Esto explica el escaso éxito que el cristianismo obtuvo entre las clases cultas y aristocráticas, según demuestra la historia eclesiástica, pues oían de labios de Pedro lo contrario de lo que decía Pablo, y vacilaban entre uno y otro, sin saber de qué parte estaba la verdad y la inspiración divina.
Decía Pablo:

Echa fuera a la sierva y a su hijo, porque no será heredero el hijo de la sierva con el hijo de la libre.
Y así, hermanos, no somos hijos de la sierva sino de la libre, con cuya libertad Cristo nos hizo libres.
Mirad que os digo yo, Pablo: que si os circundidareis, Cristo no os aprovechará de nada.

En cambio, Pedro exclamaba:

Porque hablando palabras arrogantes de vanidad...
Prometiéndoles libertad siendo ellos mismos esclavos de la corrupción, porque todo aquel que fue vencido queda esclavo del que lo venció.
Y si después de haberse apartado de las contaminaciones del mundo por el conocimiento de Nuestro Señor y Salvador, enredados de nuevo en ellas son vencidos... mejor les fuera no haber conocido el camino de la justicia que después de conocerlo volver las espaldas a aquel mandamiento santo que les fue dado.

¿Qué quiso significar Pedro con esto?

No podía aludir a los gnósticos, pues no les había sido comunicado el santo mandamiento, como a Pablo, ni como éste habían prometido el término de la esclavitud. Por otra parte, Pablo repudia la antigua alianza simbolizada en Agar, y Pedro la confirma. Pablo previene a las gentes contra las potestades y dignidades, mientras que Pedro las acata y amenaza a quienes las desacaten. Por último, Pedro prescribe la circuncisión, y Pablo la proscribe.
Con el tiempo, el episcopado de la nueva religión fundió en un molde artificiosamente dispuesto todas estas contradicciones, falsedades, amaños, supercherías e invenciones, cuyo caótico conglomerado se puso a cubierto de todo análisis y escrutinio merced a los terribles anatemas que contenían la curiosidad del lego so pretexto de sacrilegio y profanación de los Misterios divinos. Desde entonces se sacrificaron millones de vidas humanas en nombre del Dios de las misericordias, hasta que la Reforma se declaró contra Pedro a favor de Pablo. Pero por una extraña paradoja, el apóstol que abominó de la antigua ley de esclavitud, que dejó a la discreción individual observar o no el sábado y que repudió el dogmatismo anterior a San Juan Bautista, sirve de modelo y guía al protestantismo, que apoyado en la antigua ley con más tesón que los mismos judíos, mostró mayor intolerancia, fanatismo y espíritu persecutorio que la sinagoga rabínica.
Pues entonces, podemos preguntar nuevamente, ¿quiénes fueron los primitivos cristianos? Indudablemente los ebionitas, según opinan los más sagaces críticos, entre ellos el autor de la Religión sobrenatural, quien dice:

No cabe duda de que las Homilías clementinas fueron escritas por un gnóstico de la secta de los ebionitas, cuyas doctrinas asumieron un tiempo la más pura forma del cristianismo.

Y precisamente los ebionitas eran discípulos y continuadores de los primitivos nazarenos o gnósticos cabalistas, como se colige de los siguientes pasajes:

Es natural que los nazarenos admitieran también la doctrina de los eones, pues fueron instructores de los ebionitas y estos conocían dicha doctrina.
Ebión tenía las ideas de los nazarenos, las fórmulas de los corintios (quienes atribuían a los ángeles la creación del mundo) y el nombre de cristianos...
Nazarenos y ebionitas se unificaron por último, y contagiándose recíprocamente su malicia, decidieron que Cristo era de semilla de hombre.

JESÚS  Y  LOS  EBIONITAS


Renán dice que los parientes de Jesús eran ebionitas, y que los nazarenos consideraban como salvador y profeta a su primo y precursor Juan el Bautista, cuyos discípulos moraban en la parte opuesta del Jordán.
Dunlap demuestra que Juan bautizó a Jesús en un paraje del río donde se adoraba a Adonis, y dice a este propósito:

A orillas del Jordán, más allá del lago, moraban los nazarenos, secta anterior al nacimiento de Jesús, quien perteneció a ella. Seguramente, se dilataron por el Oriente del Jordán y por el Sudeste hacia tierras de loa árabes y sabeanos (61), en la dirección de Bosra. También debieron propagarse por el Norte hasta el Líbano y Antioquía y por el Nordeste hasta la colonia de Bercea, donde aún estaban en tiempo de San Jerónimo. En el desierto tal vez subsistían a la sazón los Misterios de Adonis, y se invocaba en las montañas el nombre de Adonai .

Según ya hemos visto, dice Teodoreto que los judíos nazarenos veneraban al Ungido como un hombre justo y seguían el Evangelio llamado de Pedro. Por otra parte, San Jerónimo encontró en la biblioteca de Cesárea, coleccionada por el mártir Panfilio, el original hebreo del apóstol Mateo el publicano, y dice sobre el particular:

Los nazarenos de Beroea de Siria me dieron licencia para traducir el original del Evangelio de San Mateo que la mayoría tienen por verdadero y he traducido recientemente al griego. Es el Evangelio seguido por los nazarenos y ebionitas, y el apóstol lo escribió en lengua caldea pero con caracteres griegos.

Es evidente que los apóstoles recibieron de Jesús enseñanzas secretas, pues el mismo San Jerónimo, tal vez en un momento de descuido, declara:

Muy trabajosa es la traducción que vuestras reverencias me han encomendado, pues el propio evangelista San Mateo no quiso escribir abiertamente, y si no hubiese sido enseñanza secreta hubiera añadido al Evangelio algún comentario suyo; pero como era cosa secreta, encubrió de su propio puño el texto con caracteres hebreos de modo que sólo pudieran comprenderlo los varones más religiosos, quienes recibían la explicación de sus antecesores y maestros. Así, no permitieron sacar copia alguna de este libro, y unos lo interpretaron en un sentido y otros en otro... Y sucedió que como Seleuco, discípulo de Maniqueo, publicara este libro después de haber publicado un texto apócrifo de los Hechos de los apóstoles, dio con ello motivo de escándalo y no de edificación, ya que los oídos de la Iglesia se mostraron sordos al sínodo que aprobó dicho libro.

Añade San Jerónimo que, no obstante haber traducido dos veces el texto hebreo escrito por San Mateo de su propio puño y letra, le costaba mucho trabajo comprenderlo, porque estaba en lenguaje enigmático. Sin embargo, tiene San Jerónimo el suficiente desahogo para condenar por herético todo comentario no suyo, aunque sabía muy bien que el texto original de San Mateo encerraba la verdadera doctrina de Jesús, de cuyas predicaciones fue testigo el evangelista, y que de los dos textos no era ciertamente apócrifo el de los nazarenos, sino el griego.
No obstante, San Jerónimo se declara a sabiendas defensor del texto adulterado en contra del auténtico, pues la aceptación de este último hubiera entrañado la muerte del dogmatismo cristiano, ya que el texto hebreo, seguido durante cuatro siglos por los nazarenos y ebionitas, no proclamaba la divinidad de Jesucristo.

¿A qué maravillarse de los misterios del cristianismo, desde el momento en que es religión puramente humana? Oigamos lo que uno de los más ilustres doctores de la Iglesia, San Gregorio Nacianceno, dice a su amigo y confidente San Jerónimo:

Nada tan a propósito para alucinar a las gentes como la palabrería, porque cuanto menos comprenden más admiran. Nuestros antecesores y maestros dijeron con frecuencia, no lo que pensaban, sino lo que las circunstancias les movían a decir.

PRIMITIVA  COSMOGONÍA  CRISTIANA


Pero volvamos al sistema cosmogónico de los genuinos cristianos primitivos.
Después de haber producido a Ilda-Baoth  sufrió muchísimo Achamoth por su contacto con la materia, hasta que, al cabo de vigorosos esfuerzos, escapó del cenagoso caos. Como no conocía el Pleroma, o región materna, llegó al espacio intermedio y desprendióse de las partículas materiales adheridas a su naturaleza espiritual. Entonces levanta una recia muralla entre el mundo mental y el mundo físico, por lo que Ilda-Baoth resulta ser el “hijo de las tinieblas”, el creador del mundo pecaminoso o aspecto físico del mundo. A ejemplo de Bythos, emana Ilda-Baoth de sí mismo, y a su propia imagen, seis entidades astrales reflejo una de otra, pero más tenebrosas a medida que se distancian de su progenitor, con el cual se distribuyen las siete regiones dispuestas escalonadamente a partir del espacio intermedio, donde está la región de su madre, Achamoth, hasta la tierra o séptima región. Así tenemos que Ilda-Baoth y sus seis emanaciones son los espíritus de las siete esferas planetarias, en cuyo último término está la tierra. Los nombres de los siete espíritus planetarios son: Ilda-Baoth, Jove o Jehovah, Sabaoth, Adonai, Eloi, Uraios y Astaphaios. 

Los cuatro primeros (sin contar el de Ilda-Baoth) corresponden indistintamente al “Señor Dios” de los hebreos; y los dos últimos son los genios del fuego y del agua en la cosmogonía nazareno-ebionítica.
Pero Ilda-Baoth  no era entidad puramente espiritual, sino que, ambicioso y soberbio, desdeñó la espiritual luz del espacio intermedio que su madre Achamoth le ofrecía, y quiso crear un mundo a su semejanza. Auxiliado por sus seis hijos, los genios planetarios, creó al hombre; pero fracasó en su obra, porque el hombre aquél era un monstruo sin alma, ignorante, que se arrastraba por el suelo como una bestia. Entonces Ilda-Baoth implora el auxilio de su madre espiritual, quien le transmite un rayo de divina luz, con el que anima al hombre material. Dotado así de alma, obedece al impulso de la luz divina y se eleva más y más, hasta trascender la imagen de su creador Hilda-Baoth y mostrar semejanza con Ennoia, el Hombre arquetípico. Henchido por ello de rabiosa envidia, Ilda-Baoth estalla en animosidad contra su criatura, y clavando la emponzoñada vista en el abismo de la materia, reflejóse la pasión en ella como en un espejo, con tal intensidad que del abismo surgió Satán, cuya espiritual inteligencia está entremezclada de odio, envidia, falacia y lo más vicioso, ruin y grosero de la materia.

Más y más despechado Ilda-Baoth al ver la progresiva perfección del hombre, crea los reinos mineral, vegetal y animal con todos sus malos instintos y viciosas cualidades; pero impotente para abatir el árbol del conocimiento, que medra en cada una de las regiones planetarias, se resuelve a separar al hombre espiritual protectora, y le prohibe comer el fruto del árbol por temor de que descubra los misterios del mundo superior. Pero Achamoth, que protegía y amaba al hombre por haberle animado, envió a su propio hijo Ofis en forma de serpiente para inducir al hombre a comer del fruto del árbol. Y en cuanto el hombre quebrantó tan injusto y egoísta mandato, se capacitó súbitamente para comprender y abarcar los misterios de la creación.

Gracias a este conocimiento, formóse el hombre de su propia mitad espiritual y material una compañera. Ilda-Baoth se vengó de la primera pareja humana encerrándolos en una mazmorra de carne, indigna de su naturaleza, donde todavía están esclavizados. Pero Achamoth, que seguía protegiendo al hombre, estableció entre él y la mansión celeste una corriente de divina luz para su iluminación espiritual.

TIPOS  DUALÍSTICOS


También se encuentran en el sistema nazareno-ebionítico las alegorías del batallador dualismo entre el bien y el mal, el espíritu y la materia, cuyo origen se descubre en la India, de donde lo tomaron todas las cosmogonías. Los opuestos tipos dualísticos del sistema gnóstico son remedo y copia de otros antiquísimos en las primitivas concepciones míticas. Ofis y Ofiomorfos, Sofía y Achamoth, Kadmon y Adam, los genios y los eones, los ángeles, arcángeles, virtudes y potestades aparecen con otros nombres en los sistemas induísta, budista y mazdeísta, al paso que sirvieron de modelo a las personificaciones bíblicas. El “Zeroana” o “Tiempo sin límites” de los mazdeístas es el prototipo del “Abismo” y de la “Corona” de los gnósticos, así como del “En Soph” cabalístico. Los seis “Amshaspendas” creados por la “palabra” de Ormazd el “primogénito”, tienen sus copias reflejas en “Bythos” y sus emanaciones, así como el tipo dualístico Ormazd-Ahriman y sus devas ofrece analogía con Ilda-Baoth y sus seis genios planetarios, contaminados de materia.

Conmovida Achamoth por los males que no obstante su protección afligen a la humanidad, suplica a su celeste madre Sofía que recabe del desconocido Abismo el envío de Christos, hijo y emanación de la Virgen celeste, en auxilio de la decaída humanidad, pues Ilda-Baoth y sus seis hijos materiales desvían de ella la divina luz. Achamoth dice entonces a su hijo Ilda-Baoth que el reino de Christos sería tan sólo temporal, y fiado en ello manda Ilda-Baoth a su propio mensajero y protegido el profeta Juan el Bautista, de la estirpe de Seth; pero únicamente escucharon su palabra los nazarenos que adoraban a Iurbo-Adonai . 

Además, Achamoth indujo a Ilda-Baoth a que engendrase al hombre Jesús en la Virgen María para que fuese su reflejo en la tierra, pues la formación de una entidad física correspondía por naturaleza a Ilda-Baoth, por no estar en las funciones de una potestad más elevada. En cuanto nació Jesús, unióse el perfecto Christos a Sophía (sabiduría y espiritualidad) y fue descendiendo a través de las siete regiones planetarias, de cuya respectiva forma se iba revistiendo para encubrir su verdadera naturaleza a los genios de los planetas, al paso que absorbía de estos las chispas de divina luz que retenían en su esencia. Así pudo infundirse Christos en el cuerpo de Jesús en el momento del bautismo en el Jordán. Desde entonces operó Jesús milagros, pues hasta allí había estado del todo ignorante de su misión.
Al percatarse Ilda-Baoth de que Christos amenazaba derrocar el reinado de la materia, concitó en su contra a los judíos que le condenaron a muerte. Poco antes de morir Jesús en la cruz, abandonó su cuerpo la duada Christos-Sophía y se restituyó a su propia esfera. El cuerpo físico de Jesús quedó en la tierra, pero él siguió actuando en un cuerpo formado de éter.
Dice King acerca del particular:

Desde entonces sólo tuvo Jesús alma y espíritu, y por esto no le reconocieron sus discípulos cuando se les apareció después de resucitado. En cuerpo sutil permaneció en la tierra año y medio, y durante este tiempo recibió de Sophía la ciencia perfecta, la verdadera gnosis, que comunicó a los pocos discípulos capaces de recibirla y comprenderla.
Por fin ascendió Jesús al espacio intermedio donde se sienta a la diestra de Ilda-Baoth sin que éste lo advierta, y allí acoge a las almas purificadas por el conocimiento de Cristo. Cuando haya absorbido toda la luz espiritual retenida entre la materia del reino de Ilda-Baoth, quedará cumplida la obra de la redención y destituido el mundo. Tal es el significado de la reabsorción de toda luz espiritual en el pleroma de plenitud del que en un principio descendiera.

TEOGONÍA  OFITA


Pero Teodoreto, de quien toma King esta exposición doctrinal, apoya en los informes de Ireneo sus propias observaciones, muy imperfectas por cierto en lo concerniente a los ofitas del siglo III, cuando ya se habían entremezclado con otras sectas. Por su parte, también Ireneo los juzga deficientemente, y ni uno ni otro aciertan en la exposición de la verdadera teogonía de los ofitas, que con sólo tal o cual variación de nombres es la misma de los gnósticos y nazarenos. Ophis equivale al egipcio Chnuphis (serpiente del Bien), con majestuosa cabeza de león, símbolo antiquísimo de Thoth, el “Hijo de Dios” y Salvador de la humanidad. Dice Hermes Trismegisto:

¡Oh humanos! Vivid sobriamente y conquistad la inmortalidad. Yo soy vuestro instructor y guía y os conduciré a la salvación.

Así es que los primitivos gnósticos identificaban al Christos con Ophis (el Agathodaemon), y representaban a éste en figura de serpiente, como doble símbolo de la eternidad y de la sabiduría divina, análogamente a la significación del Chnuphis egipcio.
Decían los ofitas:

El supremo Eón emanó de sí mismo otros eones, entre ellos a Prunnikos  de naturaleza femenina, la cual se sumió en el caos, quedando impregnada de materia, hasta el punto de que no le era posible escapar de ella ni tampoco caer más abajo, donde nada había afín con su naturaleza . Así permaneció suspendida en el espacio intermedio y emanó de su ser a Ilda-Baoth , quien, a su vez, emanó siete eones o ángeles, que formaron los siete cielos.
Ilda-Baoth encubrió a estos siete genios cuanto estaba por encima de él, a fin de que nada supieran de lo que le fuese superior . Después los genios  crearon al hombre a imagen de su padre, pero de modo que se arrastraba encorvado por el suelo como los gusanos. Deseosa entonces Prunnikos de quitarle a Ilda-Baoth el poder de que inadvertidamente le había dotado, infundió en la forma humana un destello celeste: el espíritu. Al recibirlo, se alzó el hombre sobre sus pies, remontó su mente más allá de las siete esferas y glorificó al supremo Padre que está por encima de Ilda-Baoth. Envidioso éste, posó su mirada en los ínfimos sedimentos de la materia y engendró una potestad en figura de serpiente, que indujo a Eva a probar el fruto del árbol de la ciencia .

Resulta, por lo tanto, que la serpiente del Génesis, aparecida en escena sin previo aviso, es remedada copia del archideva, cuya cabeza de sierpe llaman los persas ash-mogh. Si la serpiente bíblica quedó privada de sus extremidades antes de tentar a la mujer, ¿cómo la condena Dios a arrastrarse sobre su vientre? No es posible suponer que anduviese apoyada en la cola.
Los Padres y doctores de la Iglesia sostuvieron la supremacía de Jehovah contra la opinión contraria de las escuelas gnósticas, que en último recurso fueron anatematizadas por heterodoxas. Esta controversia duró hasta algún tiempo después de Constantino, si bien en un principio hubo cristianos, como por ejemplo Tertuliano, que tuvieron de Jehovah el mismo concepto que los gnósticos, sin que San Clemente de Alejandría, defensor de la opinión contraria, viese nada de herético ni censurable en las doctrinas de Basílides.
Sobre este punto dice King:

A juicio de Clemente de Alejandría no era Basílides un hereje, esto es, un innovador contrario a las enseñanzas de la iglesia, sino sencillamente un filósofo teosófico que trataba de dar nuevas formas a verdades antiguas, con intento tal vez de conciliarlas con la nueva fe, cuya aceptación entrañaba necesariamente la renuncia a la antigua, como sucede en nuestros días con los indos ilustrados.

TERTULIANO  CONTRA  BASÍLIDES


Ireneo y Tertuliano no opinaron lo mismo que Clemente. Las principales obras de Tertuliano contra los herejes rebosan de fanática animosidad y mala fe, aunque las escribió afiliado ya a la secta de Montano , desfigurando en ellas el sistema gnóstico, hasta convertirlo en absurda monstruosidad, sin más fundamento que la obcecación del fanatismo sectario. De Basílides, dice Tertuliano:

El hereje Basílides pierde el tino al decir que Abraxas es el Supremo Dios de quien emanó la Mente, llamada Nous por los griegos, y que de la Mente emanó el Verbo y del Verbo la Providencia y de la Providencia la Virtud y la Sabiduría y de estas dos los Principados y Potestades (90) con infinidad de emanaciones angélicas, en cuya inferior categoría coloca a los que formaron el mundo, y el último de todos ellos a Jehovah, que según Basílides no es Dios sino uno de los ángeles.

Inútil es aducir la argumentación de las Homilías clementinas  en prueba de que Jesús no distinguió jamás entre su “Padre” y el “Señor Dios” de Moisés, pues está demostrado que no fueron escritas por el autor a quien se atribuyen sino por un ebionita, en opinión de algunos comentadores, y en tal caso dataría de mucho antes de la época de San Pablo, so pena de que se interpolaran posteriormente los pasajes relativos a la identidad de Jehovah y el Padre de Jesús; pues los ebionitas, que según ha demostrado Epifanio, eran discípulos inmediatos de los nazarenos, nunca consideraron a Jehovah como el supremo Dios, sino que le llamaron Adonai-Iurbo.
Pero tan cuidadosamente celaban sus doctrinas los nazarenos, que el mismo Epifanio, no obstante escribir a últimos del siglo IV, no está seguro de cuáles fuesen sus dogmas, pues dice a este propósito:

Prescinden del nombre de Jesús y no se llaman iesaenos ni judíos ni cristianos, sino nazarenos. Creen en la resurrección de los muertos..., pero respecto de Cristo, no sé si lo consideran tan sólo como hombre o si creen, cual debieran creer, que nació de la Virgen María por obra del Santo Pneuma.

El autor de las Homilías pone en boca de Simón el Mago argumentos de índole gnóstica, mientras que Pedro trata de conciliar la ley mosaica y el rito de la circuncisión con la divinidad de Jesucristo, sin menoscabo de su fe en el “Señor Dios” que había dejado de “proteger” al “pueblo escogido”.
Según demuestra el autor de la Religión sobrenatural, el Epítome de las Homilías refunde la doctrina del texto con la conjeturable intención de eliminar los puntos heréticos (96). Simón el Mago opina, según las Homilías, que el Demiurgo, el constructor o Arquitecto del universo, no es el supremo Dios, y se apoya para ello en las palabras del mismo Jesús, que dice: “Ningún hombre conoció al Padre”. La misma obra nos representa a Pedro muy indignado contra la opinión de que los patriarcas no hubiesen podido “conocer al Padre”, pero Simón le replica, aduciendo en prueba de su aserto aquel pasaje en que Jesús da gracias al Señor de cielos y tierra por “haber revelado a los niños lo que encubrió a los sabios”, y a esto redarguye Pedro que lo encubierto a los sabios se refiere a los misterios de la creación.

Pero aunque en vez de supuesta por el autor de las Homilías 
hubiese sido real esta argumentación de Pedro, no demostraría la identidad de Jehovah con el “Padre” de Jesús, sino a lo sumo la adhesión de Pedro a la ley mosaica, al rito de la circunsición y a la letra del Antiguo Testamento sin que, no obstante su íntimo trato con Jesús, pueda aducir pruebas convincentes de que el misericordioso y omnipotente Padre fuese el colérico, vengativo y tonante Dios del Sinaí.

ESOTERISMO  CRISTIANO


Lo que plenamente demuestran las Homilías es que, aparte de la predicación pública, enseñaba Jesús secretamente a los contados discípulos merecedores de recibirla. Así pone el autor en boca de Pedro estas palabras:

Recordamos que nuestro señor y Maestro nos mandó diciendo: “Guardad los misterios para mí y los hijos de mi casa”. Por lo que también explicaba secretamente a sus discípulos los misterios del reino de los cielos (98).

Fácil es de comprender el sentido de la frase: “guardad los misterios para mí y los hijos de mi casa”, si por misterio entendemos la doctrina secreta que, según el original del Evangelio de San Mateo, enseñaba Jesús en la logia (100), análogamente a los ... (aporrheta) o lecciones secretas de los Misterios paganos, que tan sólo podían recibir los discípulos del círculo interno, elegidos para ejercer el sacerdocio. De esto cabe inferir que la doctrina secreta de Jesús, con toda su terminología, era substancialmente idéntica a la de los neoplatónicos y se apoyaba en la gnosis oriental, como todas las religiones primitivas. Posteriormente el fanatismo sacerdotal adulteró esta doctrina con interpolaciones y amaños contradictorios para conciliar los progresos de cada siglo con los errores del precedente. En algunos manuscritos hay conceptos tan groseros, que se delatan por sí mismos y demuestran la ignorancia en que los Padres de la Iglesia estaban del Evangelio que pretendían defender. Ejemplo de ello tenemos en que, según ya dijimos, Tertuliano y Epifanio acusaron a Marción de haber eliminado del Evangelio de San Lucas un pasaje que nunca estuvo en el texto original.

Uno de los errores más notorios es el de atribuir al profeta Isaías el vaticinio de que Jesús se valdría de parábolas al predicar a las gentes. Sobre esto, ponen las Homilías en labios de Pedro las siguientes palabras:

Pues Isaías dijo: Abriré mi boca con parábolas y revelaré lo que estuvo secreto desde el principio del mundo (101).

El autor de Religión sobrenatural dice a este propósito:

En el siglo III echó Porfirio en cara a los cristianos el error de atribuir a Isaías una frase de los Salmos, que puso en grave aprieto a los Padres de la Iglesia.
Eusebio y Jerónimo intentaron salir del paso achacando el error a torpeza del copista. Jerónimo va más allá y dice que en los primeros manuscritos no aparecía el nombre de Isaías en dicho pasaje, sino el de Asaph, que la ignorancia de los copistas substituyó por aquél... Pero contra esto vale advertir que en ningún manuscrito de los conocidos se ve el nombre de Asaph, aunque el de Isaías se ha ido borrando de todos ellos, excepto de algunos que escaparon a la rectificación. 
En el Código sinaítico, que probablemente es el manuscrito más antiguo de todos ellos, pues data del siglo IV, hay una nota que dice: “El profeta Isaías figuró en el texto por haberlo puesto la primera mano, pero lo borró la segunda”.

Es muy significativo que nada pruebe en el Nuevo Testamento la divinidad de Jesucristo a los ojos de sus discípulos, quienes ni antes ni después de su muerte le tributaron honores divinos, sino que sencillamente le llamaban “maestro”, o sea el mismo título con que a Pitágoras y Platón honraban los suyos.
En cuantas palabras se han puesto en boca de Jesús y los apóstoles no se advierte en estos la más leve señal de adoración divina ni Jesús se proclamó jamás idéntico a su Padre  y, aunque se llamaba hijo de Dios, añadía que “todos los hombres eran hijos del Padre celestial”. Esta doctrina derivaba legítimamente de la enseñada muchos siglos antes por Hermes, Platón y otros filósofos.

HUMANIDAD  DE  JESÚS


Nueva prueba de que Jesús no se arrogó la identidad con el Padre nos la da el pasaje siguiente:

...No me toques, porque aun no he subido a mi Padre; mas ve a mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y vuestro Padre; a mi Dios y vuestro dios .

La frase mi Padre y vuestro Padre, mi Dios y vuestro Dios denota igualdad de condición, aunque superioridad de evolución respecto de sus discípulos. Dice Teodoreto sobre este punto:

Los herejes coinciden con nosotros en el concepto de la Causa inicial de todas las cosas; pero dicen que no hay un solo Cristo-Dios, sino dos entidades, una superior y otra inferior, que precedentemente moró en varios. En cuanto a Jesús, unas veces dicen que procede de Dios y otras le llaman espíritu .

Este espíritu es el Christos, el mensajero de vida, que algunos llaman también arcángel Gabriel, equivalente al Logos de los neoplatónicos; pero no se le debe confundir con el Espíritu Santo o Vida, considerado como Potestad femenina  por las escuelas gnósticas, excepto la nazarena, para quien era el aspecto femenino del Espíritu, la luz astral generadora de todas las cosas materiales, o sea el caos contrarrevuelto por el Demiurgo.

Sobre esto dice el Zohar:

Al crear al hombre había luz (espiritual) junto al Padre y había luz (material) junto a la Madre. Tal es el hombre dual.

Por su parte dice el Código de los nazarenos.

El último día perecerán los siete astros mal ordenados y también los hijos del hombre que confesaron al Spiritus, al falso Mesías, al Deus. Perecerá también la madre del Spiritus.

Jesús acompañó sus predicaciones de señales y obras maravillosas; pero contra el excesivo entusiasmo de quienes lo divinizan, se opone la consideración de que no hizo ni más ni menos que lo que hicieron otros cabalistas en aquella época en que, por haberse agotado las fuentes de profecía, no estaban acostumbradas las gentes a los fenómenos mágicos y el escepticismo culminaba en la secta de los saduceos.
Dice Teodoreto:

Los gnósticos afirman que el mensajero o delegado de Dios cambia periódicamente de cuerpo de suerte que va de uno en otro y cada vez se manifiesta de distinto modo... Y los profetas iluminados usan conjuros e invocan a los demonios y practican la ceremonia del bautismo en la confesión de sus doctrinas... Profesan la astrología, la magia y los errores matemáticos.

El don de sanar a los enfermos y de operar prodigios, que Jesús comunicaba a sus discípulos, demuestra que estos iban aprendiendo a su lado la teoría y la práctica de la nueva ética, al paso que fortalecían su fe a medida que acrecentaban sus conocimientos. De esta gradación en el adelanto de los discípulos nos da ejemplo el caso de Pedro, quien, no obstante su débil fe al principio, llegó por fin a sobresalir en la taumaturgia, hasta el punto de que, según dicen los Hechos, le ofreció dinero Simón el Mago para que le comunicara el don de obrar milagros. Por otra parte, el apóstol Felipe fue un etrobático tan excelente como el pitagórico Abaris, aunque menos experto que Simón el Mago.
Ni en las Homilías ni en el texto original de los Evangelios ni en los Hechos de los Apóstoles hay prueba alguna de que los discípulos de Jesús viesen en su Maestro algo más que un profeta superior a todos los profetas. 

Las Homilías son un alegato en pro del monoteísmo, aparte de la disquisición puesta en boca de Pedro con intento de probar la identidad del Dios de Moisés con el “Padre” de Jesús. El autor de las Homilías parece tan opuesto al paganismo como a la divinidad de Jesucristo, y como si desconociera el concepto del Logos, trata únicamente de Sophía, la Sabiduría según los gnósticos, diciendo que la dualidad Christos-Sophía se infundió en Jesús como antes se había infundido en Adán, Enoch, Noé, Abraham, Isaac, Jacob y Moisés, a quienes coloca a un mismo nivel de espiritualidad y les llama “verdaderos profetas” y las “siete columnas del mundo”. Por otra parte, el autor niega resueltamente por boca de Pedro la caída de Adán, y en consecuencia el dogma de la redención según lo expone la teología cristiana, cuyos conceptos en este punto tilda de blasfemos, aceptando en cambio la doctrina cabalística y en cierto modo platónica de la permutación. De acuerdo con ella, dice el autor de las Homilías por boca de Pedro, que Adán no sólo no pecó sino que era incapaz de pecar, porque, como verdadero profeta, estaba poseído del mismo espíritu de Dios que después se infundió en Jesús.

LA REENCARNACIÓN SEGÚN LAS HOMILÍAS


El “Hijo de Dios” simboliza el espíritu inmortal del hombre, la entidad divina u hombre verdadero, pues los vehículos inferiores son entidades imperfectas que, privadas de la luz del espíritu, quedan reducidos a una duada animal. El hombre verdadero es trino y no pierde la inmortalidad en los sucesivos renacimientos a través de las esferas que cada vez le acercan más y más al esplendente reino de la eterna y absoluta Luz.
 Dice la Kábala:

El Primogénito de Dios, el santo Velo, la Luz de luces, envía la revolución del Delegado, porque es la primera Potestad .

A lo que arguye un doctor de la Iglesia:

No hay más pneuma (espíritu) ni más dunamis (poder) de Dios que el Logos, el primogénito de Dios... Ángeles y potestades hay en los cielos.

Sin embargo, esta doctrina es puramente cabalística y la tomaron los cristianos del Zohar y de las sectas gnósticas, pues Jesús no la aprendió en las sinagogas judías sino en las escuelas cabalísticas. 
El texto mosaico apenas habla de los ángeles y potestades celestes, no obstante las directas comunicaciones de Moisés con el “Señor Dios de Israel”, y de aquí la enseñanza relativa a los ángeles se mantuviera secreta y la condenara por herética la sinagoga. Tal es la razón de que Josefo tilde de herejes a los esenios, diciendo:

Los que se afilian a la secta de los esenios juran conservar en toda su pureza las doctrinas recibidas y transmitirlas en tiempo oportuno tal como las recibieron y mantener secretos los libros de la secta y los nombres de los ángeles.

Los saduceos no creían en los ángeles ni tampoco los iniciados griegos, quienes sólo reconocían los dioses y semidioses del Olimpo. Únicamente los cabalistas y teurgos sostuvieron desde tiempo inmemorial la creencia en los ángeles, que posteriormente adoptaron Platón y Filo Judeo, más tarde los gnósticos y por último los cristianos.
Josefo no dijo respecto de Jesús lo que Eusebio le atribuye en su amañada interpolación, sino que, por el contrario, señala en los esenios las características culminantes en la doctrina de Jesús. Así dice de ellos:

Para orar se retiraban a lugares solitarios... Su palabra es más valedera que un juramento y esquivan siempre el jurar... Entran en las casas de gentes desconocidas y las tratan como si fuesen íntimos amigos.

Estos rasgos distintivos coinciden con los consejos que Jesús dio, según los siguientes pasajes:

Mas tú cuando orares, entra en tu aposento y cerrada la puerta, ora a tu Padre en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. Pero yo os digo que de ningún modo juréis ni por el cielo, porque es el trono de Dios...; mas vuestro hablar sea sí, sí, no, no; porque lo que excede de esto, de mal procede.

LOS NABATEANOS DE AYER Y DE HOY


Los nazarenos, lo mismo que los esenios y los terapeutas, interpretaban esotéricamente las Escrituras prescindiendo de la fórmula externa de la ley mosaica, que el mismo Jesús tuvo en poco, a pesar de los esfuerzos de Ireneo en presentarle de perfecto acuerdo con Moisés,
Dice Munk  que en el desierto moraban sobre cuatro mil esenios que tenían libros místicos y vaticinaban el porvenir. Los nabateanos profesaban con levísimas diferencias las mismas doctrinas que los nazarenos y sabeanos, y todos ellos veneraban mayormente a Juan el Bautista que a Jesús. 
El historiador persa Iezidi dice:

Los nabateanos llegaron a Siria procedentes de Busrah. Observan el bautismo y creen en siete arcángeles, aunque al mismo tiempo veneran a Satán. Su profeta Iezed, que floreció muchísimo antes de Mahoma, enseñaba que Dios le enviaría un mensajero para revelarle el significado de un libro escrito en los cielos desde la eternidad.

Los nabateanos moraban en el Líbano, donde todavía están sus descendientes, y su sistema religioso era puramente cabalístico. Maimónides los identifica con los sabeanos, según se infiere de este pasaje:

Te diré cuáles son las obras que tratan de las creencias e instituciones de los sabeanos. La más famosa es la titulada: Agricultura de los nabateanos, que tradujo Ibn Wahohijah y rebosa de quimeras paganas... Habla de la preparación de talismanes para contrastar el poder de los espíritus, magos, demonios y trasgos que moran en el desierto.

Hoy día, las tribus diseminadas más allá del Jordán y los samaritanos de Damasco, Gaza y Naplosa, la antigua Siquem, conservan tradicionalmente, en toda su primitiva sencillez, la fe de sus padres, no obstante las persecuciones sufridas durante dieciocho siglos. Entre ellos hemos de buscar las tradiciones verídicas, por mucho que las hayan desfigurado superposiciones posteriores, y compararlas con las leyendas forjadas por los Padres de la Iglesia so capa de revelación. Dice Eusebio que antes del sitio de Jerusalén, la naciente comunidad cristiana, la mayoría de cuyos individuos habían conocido personalmente a Jesús y los apóstoles, se refugiaron en la ciudad de Pella, sita al otro lado del Jordán. Es, por lo tanto, muy natural que esta primitiva colonia, durante tantos siglos apartada del resto del mundo, haya conservado íntegra la doctrina del Fundador, y allí debemos buscar la fuente originaria del cristianismo. 

Después de la muerte de Jesús, todos los cristianos, fuesen ebionitas, nazarenos o gnósticos, se refundieron bajo la común creencia de que Jesús había sido un hombre justo, un profeta poseído de la entidad Christos-Sophía manifestada por su mediación. Los primitivos cristianos se mantuvieron unidos contra la fanática intolerancia de la sinagoga y el tiránico tecnicismo de los fariseos, hasta que de este común tronco se desgajaron dos ramas: los tanaímes y los gnósticos. 
Entre los primeros se agruparon los partidarios de Pedro y Juan Evangelista; entre los segundos, los que siguieron a Pablo, y a fines del siglo II absorbieron a las escuelas gnósticas, cuya mística simbología se incorporó a la Iglesia romana.
Entre estas contradicciones hermenéuticas y dogmáticas, ¿qué cristiano se atreverá a definir su fe? 
El texto siriaco del Evangelio de San Lucas dice:

Jesua, lleno del Santo Espíritu, volvió del Jordán y el Espíritu le condujo al desierto.

Añade el mismo texto que el Espíritu Santo descendió sobre Jesús en figura de paloma.
Sobre el particular dice Dunlap:

La dificultad está en que el Evangelio declara que Juan Bautista vio descender el Espíritu (Poder de Dios) sobre Jesús en el momento del bautismo, es decir, en plena virilidad; y por lo tanto, tiene fundamento la creencia de los ebionitas y nazarenos de que antes del bautismo no es posible admitir en Jesús los atributos del Logos. Por otra parte, los gnósticos creían que Jesús era el Logos manifestado en la carne.

El Apocalipsis de San Juan y las opiniones del sincero obispo Sinesio, que por fin abrazó las doctrinas neoplatónicas, corroboran la sencilla fe de los primeros cristianos. Sinesio, discípulo de Hipatia, exclama en un arrebato de inspiración:

¡Oh! Padre de los mundos... Padre de los eones... Artífice de los dioses, santa es tu alabanza.

Y dice Hermes:

Santo es Dios, el Padre de todos los seres. Santo es Dios, cuyo poder se manifiesta en la Sabiduría. Bendito eres Tú, que todo lo creaste con tu palabra. Creo en Ti y de Ti doy testimonio, y voy a la VIDA y a la LUZ.

¿Qué obispo cristiano se ha expresado tan ortodoxamente como el divino pagano?

DEGOLLACIÓN DE LOS INOCENTES


Las evidentes discrepancias de los Evangelios sinópticos y las adulteraciones que los desfiguran encubren un fondo de verdad que posteriormente falsearon las exigencias de la Iglesia, hasta convertir las superposiciones en dogmas, tanto por pruebas ficticias como por la ciega fe del vulgo. La supuesta degollación de los inocentes por el rey Herodes tiene algún fundamento alegórico, pues el relato está tomado de las tradiciones induístas, en que el rey Kansa, tirano de Madura, ordena la muerte del niño Krishna, hijo de su sobrina Devaki, porque los astrólogos le pronosticaron que el recién nacido llegaría a arrebatarle la corona. Pero Krishna se libra de la furia de Kansa por la protección de Mahadeva, quien sugiere a la madre la idea de escapar a país extraño, mientras que el rey Kansa, con objeto de asegurar la muerte de su presunto rival, manda degollar a todos los niños menores de dos años.

Aunque es sorprendente el parecido entre el relato induísta y el del Nuevo Testamento, opinan algunos comentadores, Gaffarel entre ellos, que la degollación de los inocentes, tal como aparece en los Evangelios, alude a las persecuciones emprendidas durante el reinado de Herodes contra los cabalistas y varones doctos que se habían apartado de la ortodoxia judía, y se les llamaba “niños inocentes” a causa de su pureza de vida. Por otra parte, como sucede en algunos grados de la moderna masonería, los iniciados computaban por años simbólicos su grado de iniciación.
De no aceptar la interpretación de los cabalistas, forzosamente hemos de reconocer que el relato evangélico del degüello de los inocentes es copia de la leyenda inda.
La mayor parte de comentadores advierten que la historia no menciona ésta ni ninguna otra matanza de niños, y en verdad que un suceso de tan horrenda magnitud no hubiera pasado por alto a los historiadores de la época. El tetrarca de Jerusalén era vasallo de Roma, que sin duda no dejara impune tan monstruoso crimen. En cambio, los textos judíos dan copiosas pruebas de la persecución emprendida contra los iniciados. El Sepher Toldoth Jeschu dice a este propósito:

JESÚS SEGÚN LAS TRADICIONES HEBREAS


María fue madre de un niño llamado Jeschu, y ya crecido lo puso al cuidado del rabino Elhanan. Y el niño adelantaba en conocimientos porque estaba dotado de aguda comprensión. Después de Elhanan educó a Jeschu el rabino Joshua, hijo de Perchiah, quien le inició en el conocimiento secreto; pero como el rey Janeo mandase matar a todos los iniciados, el rabino Joshua huyó a Alejandría con el niño.
Durante su permanencia en Alejandría se hospedaron en casa de una muy principal y docta señora, a quien el joven Jesús diputó por bella no obstante un defecto que en los ojos tenía, y así se lo declaró a su maestro. Encolerizado éste al escuchar que su discípulo encontrara algo bueno en el país de la esclavitud, le maldijo y apartóle de su presencia.

Relata a continuación el texto en estilo alegórico una serie de aventuras, de las que se colige que Jesús completó su iniciación en las escuelas cabalistas de la India, después de instruido en la ciencia de los egipcios. Muerto el rey Janeo regresó Jesús a Judea.
El erudito autor de Tela ígnea Satanae dice que se levantaron contra Jesús dos cargos substanciales: 
1.º Que prevalido de su iniciación en Egipto había descubierto los secretos del templo. 
2.º Que los había profanado al divulgarlos entre gentes que, incapaces de comprenderlos rectamente, los desnaturalizaron. Pero copiemos la traducción del texto hebreo sobre el particular, que dice así:

Hay en el santuario del Dios vivo una piedra cúbica en que están esculpidos los sagrados caracteres cuya combinación revela los atributos y poderes del Nombre inefable que dan la clave del conocimiento de las ocultas fuerzas de la Naturaleza.
Llaman los hebreos a esta piedra Scham hamphorash, y está custodiada por dos leones  de oro que rugen cuando alguien se acerca. Siempre había guardias de vista en las puertas del templo, y en el santuario sólo entraba una vez al año el sumo pontífice. Pero Jesús, que conocía el secreto por haberlo aprendido en Egipto, forjó una clave invisible con la que pudo entrar en el santuario sin que nadie le viese... Cogió los caracteres de la piedra cúbica escondiéndoselos en el muslo, y en seguida salió del templo para asombrar al pueblo con sus milagros. Resucitaba muertos, sanaba leprosos y endemoniados, y a su voz emergían del fondo del mar las piedras para formar una montaña desde cuya cumbre predicaba su doctrina; pero como no pudiera mover la piedra cúbica del santuario, modeló otra de arcilla y la enseñaba a las gentes por verdadera.
Por fin, prendieron a Jesús y estuvo cuarenta días en la cárcel donde le azotaron por sedicioso, le lapidaron después por blasfemo en un paraje llamado Sud, y finalmente le crucificaron.

Este relato, como todos los de los libros hebreos, tiene doble significado: el literal y el esotérico, cuya explicación dan los libros cabalísticos. Sin embargo, por mucha cautela que se haya de tener para aceptar los relatos judíos referentes a Jesús, son algo más verídicos que los de los demasiado celosos Padres de la Iglesia. Lo cierto es que Jaime, el “hermano del Señor” como le apellidan los textos, nada dice acerca de la resurrección, y en ningún pasaje de sus Epístolas llama a Jesús “Hijo de Dios” ni siquiera “Cristo Dios”, sino tan sólo una vez el “Señor gloriosísimo”, como también llamaban los nazarenos a Juan el Bautista.
Así vemos en el siguiente pasaje:

Hermanos míos, no queráis poner la fe del señor gloriosísimo Jesucristo en acepción de personas.

Las expresiones usuales de los nazarenos al hablar de Juan el Bautista son las mismas que emplea Santiago o Jaime al referirse a Jesús, y así le llama “hombre de semilla de hombre”, “Mensajero de Vida”, “Mensajero de Luz”, “mi Señor Apóstol”, “Rey brotado de la Luz”, etc.
Dice el Código de los nazarenos.

Paz a ti, mi Señor Juan Abo Sabo, Señor de gloria.

Además tenemos estos otros dos pasajes:

Condenasteis y matasteis al justo.
Porque Juan el justo vino a vosotros en camino de justicia.

CONCEPTOS  DEL  APÓSTOL  SANTIAGO


El apóstol Santiago no confiere a Jesús el título de Mesías en el sentido que le dan los cristianos, sino que alude al cabalístico Rey Mesías, el Señor de Sabaoth, y repite varias veces que vendrá el Señor; pero sin que en pasaje alguno lo identifique con Jesús.
Así dice:

Tened, pues, paciencia, hermanos, hasta la venida del Señor... Esperad, pues, también, vosotros, con paciencia..., porque se ha acercado la venida del señor... Tomad, hermanos, por ejemplo del fin que tiene la aflicción, el trabajo y la paciencia al profeta (Jesús) que habló en nombre del Señor.

Si bien en el texto actual de la Biblia aparezca el plural “profetas” en vez del singular, se trata de una evidente adulteración, cuyo propósito no hay necesidad de indicar. En el versículo siguiente añade Santiago:

Ved que tenemos por bienaventurados a los que sufrieron. Visteis el sufrimiento de Job y visteis el fin del Señor, porque el Señor es misericordioso y piadoso.

En este pasaje equipara en perfecta igualdad el ejemplo de Jesús con el de Job.
Pero ¿a qué aducir más argumentos? El mismo Jesús glorifica al profeta del Jordán diciendo:

¿Mas qué salisteis a ver?, ¿un profeta? Ciertamente os digo y aun más que un profeta... En verdad os digo que entre los nacidos de mujer no se levantó mayor que Juan el Bautista.

¿Y de quién había nacido el que así hablaba? La Iglesia romana convirtió en diosa a María, la Madre de Jesús; pero a los ojos de los demás cristianos era una mujer, concebida o no sin mancilla. Por lo tanto, el mismo Jesús confesaba que Juan era mayor que él al decir que no había otro mayor entre los nacidos de mujer. Lo mismo se colige de las palabras del arcángel Gabriel: “Bendita eres entre todas las mujeres”. No la llama “diosa” ni la titula “madre de Dios” ni siquiera “virgen”, sino tan sólo “mujer”, aunque la distingue entre todas las de su sexo en razón de su pureza.
Los nazarenos tenían también los nombres de bautistas, sabeanos y cristianos de Juan. No creían que el Mesías fuese el Hijo de Dios, sino sencillamente un profeta que había abrazado las doctrinas de Juan, el hijo del Abosabo Zacarías, quien le dijo:

El que crea en mi justicia y en mi bautismo entrará en mi asociación y compartirá conmigo el solio, asentado en la mansión de vida del supremo Mano y del fuego viviente.

Expone Orígenes sobre el particular:

Algunos dicen que Juan el Bautista fue el Cristo. El ángel Rasiel de los cabalistas equivale al arcángel Gabriel de los nazarenos y al Mensajero enviado por Dios, según los cristianos, para anunciar a María la Encarnación del Verbo.

Pablo adoptó la terminología de los nazarenos en aquel pasaje que dice:

Y el postrero de todos, como a un aborto, me apareció también a mí.

Además, Pablo no repara en decir que pertenece a los herejes, como se infiere de este pasaje:

... según la secta que ellos dicen herejía sirvo yo a mi Padre y Dios.

Cuando empezó a prevalecer la doctrina gnóstica que consideraba a Jesús como el Verbo hecho carne, hubo una escisión entre cristianos y nazarenos, pues estos acusaban a aquéllos de pervertir las doctrinas de Juan y no practicar el bautismo en el Jordán.
Sobre esto dice Milman:

A medida que el Evangelio transponía las fronteras de Palestina, el nombre de Cristo, santificado y venerado en las ciudades orientales, se convirtió en una especie de abstracción metafísica, al paso que la religión iba encubriendo su puro aspecto moral bajo la forma de teogonía especulativa.
El único documento originalmente auténtico que de los tiempos apostólicos ha llegado hasta nosotros, es el Evangelio de San Mateo, seguido por los nazarenos, que contiene la doctrina secreta y las parábolas de Jesús a que alude Papias. Estas parábolas o proverbios eran análogos a los compendios (aporretha) que servían de texto al neófito y explicaban algunos ritos y símbolos necesarios para la iniciación. Si no hubiese sido así, ¿cómo se comprendería el secreto de Mateo).

ANTONOMASÍAS  DEL  LOGOS


Los primitivos cristianos tenían diversos grados de iniciación, y el reconocimiento entre ellos se practicaba por medio del apretón de manos y de ciertas palabras convenidas a modo de santo y seña, como de ello nos ofrecen pruebas evidentes la infinidad de joyas y amuletos de procedencia gnóstica, cuya significación es toda una simbología. Adoptaron además los cristianos los sobrenombres aplicados por los cabalistas al Logos, tales como Luz de Luz, Mensajero de Vida y Luz, así como casi toda la terminología gnóstica  en que abundan los Hechos de los apóstoles y el Evangelio de San Juan.
Hay un pasaje cabalístico que dice:

El Unigénito de Dios, emanado del Altísimo, con aquel que es el Espíritu del Ungido.

En otro pasaje llaman los cabalistas al Unigénito el ungido del Altísimo, todo lo cual concuerda substancialmente con las expresiones del Evangelio de San Juan:

Era la luz verdadera. Y la luz en las tinieblas resplandece. Y el Verbo fue hecho carne y habitó entre nosotros y vimos la gloria de él, gloria como de Unigénito del Padre.

Resulta, por lo tanto, que los conceptos del Logos y del Christos eran ya conocidos siglos antes del cristianismo, pues la gnosis oriental precedió de muchísimo a Moisés, y así hemos de buscar su origen en la primieval filosofía asiática. En las epístolas de Pedro y Judas Tadeo también se advierte la terminología de la cábala oriental, según aparece en los siguientes pasajes:

Y mayormente aquellos (los ofitas)... osados, pagados de sí mismos, desprecian las potestades.
Tornóse el perro a lo que vomitó y la puerca lavada a revolcarse en el cieno.

Así habla Pedro, sirviendo con ello de modelo al posterior lenguaje de Tertuliano e Ireneo.
Por su parte dice Judas, repitiendo las frases de Pedro y empleando términos cabalísticos:

Así como Sodoma y Gomorra... fueron puestas por escarmiento..., de la misma manera estos también contaminan su carne y desprecian la dominación y blasfeman de la potestad.

PRINCIPADOS  Y  POTESTADES


            La Dominación es, según la Kábala, el Empíreo o décmo Sephirote. Las Potestades y Dignidades son los Arcángeles y Ángeles del Zohar. Estas emanaciones son el dogma capital de la religión mazdeísta, de cuyo Zendavesta tomó el Talmud prestada la doctrina; y así resulta que por haber prevalecido entre los cristianos las opiniones del elemento judaico acaudillado por Pedro, viene a ser el cristianismo como una secta disidente del mazdeísmo, pues se apartan del verdadero concepto cabalístico de las Potestades. La enseñanza de Pablo, contraria a la adoración de los ángeles, demuestra que este apóstol advertía ya el peligro de divulgar entre su grey una filosofía que sólo eran capaces de comprender debidamente los magos y tanaímes. Dice Pablo a este propósito, contra la opinión de Pedro y sus secuaces:

Nadie os extravíe afectando en humildad dar culto a los ángeles que nunca vio, andando hinchado vanamente en el sentido de su carne.

En el Talmud es Miguel el príncipe de las Aguas, a cuyas órdenes militan siete espíritus subalternos. Los judíos consideraban a Miguel como su patrono y ángel tutelar, y así tenían por herejes y blasfemos a los ofitas que identificaban a Miguel con su Ofiomorfos o Demiurgos, el creador del mundo material y personificación de la envidia y la malicia, príncipe de los malignos espíritus, equivalentes a los devas zoroastrianos. Sin embargo, Jesús no aludió jamás a los ángeles sino en el sentido de mensajeros y enviados de Dios; por lo que puede afirmarse que los adoradores de los ángeles fueron los primeros herejes del cristianismo y los causantes de las posteriores herejías.
Dice Pablo sobre las potestades del mundo invisible, pero siempre presente:

Porque nosotros no tenemos que luchar contra la carne y la sangre sino contra los principados y potestades, contra los gobernadores de estas tinieblas del mundo, contra los espíritus de maldad en los aires.

Esto nos da a entender inequívocamente que, no obstante las discrepancias de Pablo en algunos puntos de la doctrina gnóstica, estaba de acuerdo con la de las emanaciones; y por otra parte, que sabía distinguir entre el Jehovah de los judíos o Demiurgo, y el Dios predicado por Juan. En cambio, Pedro, Judas y los partidarios del culto de los ángeles, no sólo adoraban a Miguel sino también a Satán, que fue ángel antes de su caída, pues denostan a los gnósticos  por hablar mal de Satán, según se colige de los siguientes pasajes:

Como quiera que los ángeles que son mayores en fortaleza y virtud no pronuncian contra sí juicio delante del Señor.
Cuando el arcángel Miguel, disputando con el diablo, altercaba sobre el cuerpo de Moisés, no se atrevió a fulminarle sentencia de blasfemo, mas dijo: Rechácete el señor.

Si esto no resultara suficientemente claro, podríamos recurrir a la Kábala para determinar el verdadero concepto de las dignidades.
Dice el Deuteronomio:

Y murió allí Moisés en tierra de Moab mandándolo el Señor y enterróle enfrente de Phogor y no supo hombre alguno su sepulcro hasta el día de hoy.

Resulta evidente, por lo tanto, la contradicción de este pasaje con el de Judas, que viene a corroborar las aserciones de los gnósticos respecto a que el supremo Dios era incognoscible; que Ilda-Baoth era el Demiurgo; y que Iao, Adonai, Sabaoth y Elohi eran la cuaternaria emanación que unitariamente constituía a Jehovah, llamado también por los gnósticos Miguel o Samael, o sea un ángel muy distante de la Divinidad. En esto coincidían los gnósticos con el eminente doctor judío Hillel y varios teólogos de Babilonia; pues, según nos dice Josefo, las sinagogas judías estaban muy deferentes con las escuelas del asia central cuyas doctrinas seguían, hasta el punto de considerar como metrópolis de sus enseñanzas los colegios de Sora, Pumbiditha y Nahaidea. La versión caldea del Pentateuco, debida al famoso teólogo babilónico Onkelos, aventajaba en autoridad a toda otra, y de acuerdo con este erudito rabino sostuvieron después Hillel y otros tanaímes que la entidad de la zarza ardiente, del monte Sinaí y del monte Nebo no fue el mismo Dios, sino Memro, el ángel del Señor; así como la entidad que el Nuevo Testamento confunde con Iahoh era una de sus emanaciones, hijos o mensajeros.

LOS  GNÓSTICOS  Y  LOS  APÓSTOLES


De todo esto se infiere que los gnósticos eran mucho más cultos que los apóstoles y estaban mejor versados en la doctrina caldea y aun en los mismos dogmas de la religión judía; al paso que la ruda ignorancia de los apóstoles les llevaba a valerse en las discusiones de dicterios tan soeces como “bestias brutas”, “marranos”, “perros” y otros denuestos tan prodigados por Pedro.
De entonces a ahora esta agresividad ha llegado a las cumbres de la jerarquía sacerdotal, pues no obstante haber dicho el Fundador del cristianismo que todo aquél que llamare “raca” a su hermano, reo es de pecado, todos los jerarcas romanos, desde el pescador de Galilea hasta los opulentos pontífices del día, porfiaron en zaherir cáusticamente a sus adversarios de tal modo que, por último, se revuelve Lutero contra ellos exclamando:

Todos los papistas son borricos. Tanto da que estén cocidos, asados, fritos, desollados o en jigote. Siempre serán borricos.

Por su parte, Calvino calificaba a los católicos de “perros malignos, cuyos insolentes ladridos corrompen el sentido de las Escrituras”. El doctor Warburton tilda de “farsa impía” la religión papista, y en cambio, Dupanloup asegura que el culto sabatino protestante es la “misa del diablo”, de la que todos los clérigos de la secta son “ministros ladrones.
La misma ignorancia y torcido espíritu de investigación movió a la Iglesia cristiana a conferir a sus lumbreras títulos pertenecientes a los gnósticos, como por ejemplo, cuando a Pablo le llaman vaso de elección, sobrenombre propio del heterodoxo Manes.
Lo mismo ocurre con las invocaciones a la Virgen María, copiadas de las religiones egipcia e induísta, según demuestra el siguiente cuadro sinóptico:

LETANÍAS  COMPARADAS


      RITUAL  INDUÍSTA                      RITUAL  EGIPCIO                   RITUAL  CATÓLICO

Letanía de la Virgen Nari o                  Letanía de la Virgen Isis                 Letanía lauretana
              Devanaki


1. Santa Nari – Mariama, Madre         1. Santa Isis, Madre                                  1. Santa María.
    perpetua fecundidad.                           Universal      
2. Madre de Dios encarnado                2. Madre de los dioses                     2. Mater Dei.  
3. Madre de Krishna.                           3. Madre de Horus.                         3. Mater Christi.
4. Eterna Virgen                                   4. Virgen generadora                      4. Virgo virginis.
5. Madre Purísima                               5. Alma madre del Universo           5. Materdivinae gratiae.                                                                      
6. Virgen Castísima                    6. Sagrada virgen tierra                         6. Virgo christianísima.
7. Madre taumatra                      7. Madre de toda virtud                         7. Mater purísima.
                                                                                                                     Mater inmaculata.
                                                                                                                     Mater inviolata.
                                                                                                                     Mater amabilis.
                                                                                                                     Mater admirabilis.
8. Virgen trigana                                8. Ilustre Isis, potísima,                    8. Virgo potens.
                                                             misericordiosa y justa                    Virgo clemens.
                                                                                                                  Virgo fidelis.
9.      Espejo de la suprema).                 9. Espejo de Justicia y Verdad        9. Speculum justitiae.
       conciencia                           .
10. Madre sapientísima                    10. Misteriosa Madre del                 10. Sedes sapientiae.
                                                              Mundo 
11,Virgen del loto blanco                   11. Loto sagrado.                             11. Rosa mística.
12. Matriz áurea                                 12. Sistro áureo.                               12. Domus aurea.
13. Luz celeste                                   13. Astarté.                                        13. Stella matutina.
14. (La misma invocación).                 14. Nimbo de la luna.                     14. Foederis arca.
15. Reina de cielos y tierra                 15. Reina de cielos y tierra.              15. Regina coeli.
16. Alma madre de todos los              16. Dechado de madres                   16. Mater dolorosa.
     seres 
17. Concebida sin mancha de            17. Virgen madre.                             17. Regina sine labe
      pecado.                                                                                                originale concepta .


            Las monjas del catolicismo, con el voto de castidad, tuvieron su precedente en las consagradas a Isis, en Egipto, a Vesta en roma y a Nari en la India, donde todavía subsisten las devadasis o religiosas consagradas al culto de la virgen Nari, que viven conventualmente en riguroso celibato.
            
Pero volviendo a nuestro tema, echamos de ver que si bien la teología cristiana toma la doctrina de los ángeles y arcángeles de la Kábala oriental, de que la Biblia mosaica es a modo de alegórica pantalla, olvida en el remedo el orden jerárquico de las emanaciones, pues los querubines y serafines de que aparecen rodeadas las imágenes pictóricas de la Virgen María son entidades equivalentes a los elohimes y benielohimes de los hebreos y pertenecen al Jezirah o tercer mundo, según la Kábala inmediatamente superior al Asiah o cuarto e ínfimo mundo donde moran los clipotes (197) presididos por Belial.

Dice Ireneo, al explicar a su modo las herejías de los dos primeros siglos, que “según los herejes, únicamente el Hijo unigénito, el Nous puede conocer al Propator”, como así llamaban los valentinianos  al perfecto Eon preexistente a Bythos. Este concepto del Propator es también cabalístico, según se infiere del siguiente pasaje:

Senior occultatus est et absconditus. Microprosopus manifestus est et non manifestus (200).

La teogonía hebrea considera la suprema Divinidad como una abstracción, “sin forma ni existencia ni semejanza con cosa alguna”. Por su parte Filo Judeo llama al creador el “Logos cercano a Dios” o “segundo Dios” que es la “Sabiduría de Dios”. Según el esoterismo hebreo, Dios es NADA y no tiene nombre, por lo que se le llama En-Soph. Por otra parte, el Evangelio atribuido a San Juan se muestra acorde con los valentinianos al decir:

No porque alguno ha visto al Padre, sino aquél que vino de Dios, éste ha visto al Padre.

De este pasaje se infiere la ligereza con que la Iglesia cristiana condenó a los gnósticos por negar que Jehovah fuese el mismo Dios manifestado a Moisés y los profetas. Además invalida este pasaje cuantos argumentos levantó Pedro contra Simón el Mago, pues, según las Homilías, dice éste:

Nadie ha visto al Padre sino Jesús que de Dios es.

De esto se colige que o bien el autor del cuarto Evangelio nada supo de las Homilías o que no fue Juan el amigo y compañero de Pedro a quien tan palmariamente contradice en este punto. De todos modos, el citado pasaje, como otros varios que pudieran añadirse, descubre las relaciones del cristianismo con la Gnosis y la Kábala.

PLAGIOS  DEL  CRISTIANISMO


El dogma, la moral y el ritualismo de la religión cristiana están tomados del induísmo y budismo, al paso que las ceremonias, ornamentos sacerdotales y pompa cultual derivan del lamaísmo o budismo tibetano. Los monasterios católicos son remedos serviles de los del Tíbet y de la Mongolia, aunque los exploradores y misioneros que visitaron los países budistas achacaron el plagio a los tibetanos y mongoles, que son precisamente los plagiados, según nos dirá la página histórica que sobre el particular ha llegado el tiempo de escribir.

BLAVATSKY


















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