jueves, 27 de febrero de 2014

Ante el Velo- Isis sin Velo Tomo I (Parte 1) c





Pocas palabras bastarán para evitar al lector la confusión dimanante del uso frecuente de ciertos términos en sentido diverso del acostumbrado. Deseamos no dar lugar a error ni falsedad. La Magia puede tener para unos lectores una significación y distinta para otros. Nosotros le daremos la significación que tiene para los sabios y prácticos orientales, y lo mismo haremos respecto de las palabras ciencia hermética, ocultismo, hierofante, adepto, brujo, etc., que por otra parte son de fácil comprensión. Aunque las diferencias entre los términos sean frecuentemente insignificantes, conviene saber su significado, que vamos a dar por orden alfabético.
           
AKÂSA. – Literalmente en sánscrito significa firmamento; pero en su místico sentido, significa el cielo invisible, o, como dicen los brahmanes en el sacrificio del Soma (Gyotishtoma Agnishtoma), el dios Akâsa, o dios Firmamento. De los Vedas se infiere que los indos de cincuenta siglos atrás le atribuían las mismas propiedades que los lamas tibetanos de hoy, quienes le consideran como fuente de vida, depósito de toda energía y propulsor de todo cambio en la materia. En estado latente, coincide el Akâsa con nuestra idea del éter universal; en estado de actividad, es el Dios omnipotente y director de todo. En los sacrificios y misterios brahmánicos desempeña el papel de Sadasya, o presidente de los mágicos efectos de las ceremonias religiosas, y tiene su sacerdote propio (Hotar) que toma su nombre. Los sacerdotes de la India y otros países eran antiguamente representantes en la tierra de distintos dioses, y cada uno de ellos tomaba el nombre de la divinidad en cuyo nombre obraba.
           
El Akâsa es indispensable agente de toda krityâ u operación mágica, ya religiosa, ya profana. La expresión brahmánica “excitar el Brahmâ” (Brahmâ jinvati), significa despertar el poder latente en el fondo de las operaciones mágicas, pues los sacrificios védicos son magia ceremonial. Este poder del Akâsa o electricidad oculta, el alkahest de los alquimistas o disolvente universal, la misma anima mundi, como luz astral. En el momento del sacrificio está embebida en el espíritu de Brahmâ y mientras aquél se lleva a cabo es el mismo Brahmâ. Éste es evidentemente el origen del dogma cristiano de la transubstanciación. En lo que se refiere a los efectos generales del Akâsa, el autor de una de las obras más modernas de filosofía oculta: Arte Mágico, da por vez primera una muy inteligible e interesante explicación del Akâsa, en conexión con los fenómenos atribuidos a su influencia por fakires y lamas.
           
ALMA. – Es el nephesh de la Biblia; el principio vital, el soplo de vida que todos los animales, incluso los infusorios, comparten con el hombre. En las traducciones de la Biblia se interpreta indistintamente por vida, sangre y alma. El texto original del Génesis dice: “No matemos su nephesh” (25). Así en los demás pasajes.
           
ALQUIMISTAS. – De Al y Chemi, el fuego o dios Kham de que tomó nombre el Egipto. Los rosacruces medioevales como Roberto Fludd, Paracelso, Tomás Vaughan (Eugenio Filaleteo), Van-Helmont y otros, fueron alquimistas que buscaban el espíritu oculto en la materia inorgánica. Muchos han acusado a los alquimistas de charlatanería y presunción; pero no cabe tratar de impostores y mucho menos de insensatos a hombres como Rogerio Bacon, Agrippa, Enrique Kunrath, y el árabe Geber, el primero que reveló en Europa algunos secretos químicos. Los sabios de hoy reedifican las ciencias físicas sobre la base de la teoría atómica de Demócrito, restablecida por John Dalton, sin recordar que Demócrito de Abdera era alquimista de talento bastante para profundizar los secretos de la naturaleza y llegar a ser filósofo hermético. Olaus Borrichias dice que el origen de la Alquimia se pierde en remotísimos tiempos.
           
ANTROPOLOGÍA. – La ciencia del hombre, subdividida en:
            Fisiología, que descubre los misterios de los órganos, y su funcionamiento en el hombre, animales y plantas.
            Psicología, que estudia el alma como entidad distinta del espíritu, en sus relaciones con el espíritu y con el cuerpo. La ciencia moderna relaciona generalmente el alma con las condiciones del sistema nervioso, sin atender a su esencia y naturaleza psíquica. Los médicos llaman a la Psicología ciencia de la locura, y en las escuelas de medicina dan el nombre de lunática a la cátedra de esta ciencia.
           
CALDEOS o kasdimos. – Al principio una tribu y después una casta de sabios cabalistas. Eran los sabios y magos de Babilonia, astrólogos y adivinos. El famoso Hillel, precursor de Jesús en filosofía y ética, era caldeo. Frank, en su Kabbala, hace notar la estrecha semejanza de la “doctrina secreta” del Avesta, con la metafísica religiosa de los caldeos.
           
DACTYLOS (daktulos, dedo). – Nombre dado a los sacerdotes consagrados al culto de Kybelê (Cibeles). Algunos arqueólogos derivan este nombre de ..., dedo, porque los dactylos eran diez, como los dedos de las manos, pero no consideramos correcta esta hipótesis.
           
DEMIURGOS o Demiurgo. – Artífice; el Poder Supremo que ha construido el universo. Los francmasones derivan de esta palabra su frase de “Gran Arquitecto”. El magistrado principal de algunas ciudades griegas llevaba este título.
           
DEMONIOS. – Nombre dado en los pueblos antiguos, y especialmente por los filósofos alejandrinos, a toda clase de espíritus, buenos y malos, humanos o de otra naturaleza. Con frecuencia este nombre es sinónimo de dioses o ángeles; pero algunos filósofos distinguen entre las diversas clases.
           
DERVICHES, o “encantadores danzantes”. – Aparte de la austeridad de vida y de las prácticas de oración y meditación, los santones mahometanos se parecen muy poco a los fakires indos. Estos pueden llegar a ser sannyasis o santos mendicantes; los primeros jamás irán más allá de las fases secundarias de las manifestaciones ocultas. El derviche puede ser también potente hipnotizador, pero jamás se someterá voluntariamente a las abominables y casi increíbles mortificaciones que el fakir se inflige con creciente avidez hasta morir entre lentos y crueles tormentos. Las más horribles operaciones, como desollarse vivo, cortarse los dedos de pies y manos, amputarse las piernas, sacarse los ojos, enterrarse hasta el cuello y pasar así muchos meses, son para ellos juegos de niños. Uno de los tormentos más frecuentes es el tshiddy-parvâday (26). Consiste en suspender al fakir de uno de los brazos movibles de una especie de horca que suele verse en las cercanías de los templos. En el extremo de cada uno de estos brazos, hay una polea a la que está arrollada una cuerda con un garfio de hierro pendiente, que se clava en la desnuda espalda del fakir, cuya sangre inunda el suelo, y levantado en alto se le hace girar alrededor de la horca. Desde el primer momento de tan cruel operación, hasta que por su propio peso el cuerpo cede rasgado por el garfio y cae sobre las cabezas de la multitud, ni un solo músculo del rostro del fakir se contrae en lo más mínimo y queda tan tranquilo, grave y reposado como si saliera de un refrigerante baño. El fakir se goza en despreciar los mayores tormentos, porque está convencido de que cuanto más mortifique su cuerpo material, más brillante y santo será en cuerpo espiritual. El derviche no es capaz de infligirse tales torturas.
           
DIOSES PAGANOS. – El vulgo confunde lastimosamente los dioses con los ídolos del paganismo. Sin embargo, el verdadero concepto expresado en la palabra dioses, nada tiene de objetivo ni antropomórfico, pues o bien se refiere a las entidades planetarias y a los espíritus desencarnados de hombres puros, o bien representa para los iniciados de todas las religiones y escuelas la manifestación visible de una potestad ordinariamente invisible. Cada una de estas ocultas potestades tenía por símbolo el dios bajo cuyo nombre se la invocaba, de suerte que los múltiples dioses de los panteones indio, griego y egipcio son sencillamente representaciones de las potestades invisibles del universo. Cuando en los oficios religiosos invoca el brahmán a la diosa Aditya, representación femenina del sol, actualiza la potencia del espíritu residente en el sol mediante la palabra de poder (Vâch) contenida en el mantra empleado en la invocación.
           
Las potestades espirituales son los hotares o vicarios del supremo Ser, mientras que a su vez el brahmán es, en el momento de oficiar, el vicario o embajador en la tierra de la invocada potestad celestial.
           
DRUIDAS. – Casta sacerdotal que floreció en las Galias y gran Bretaña.
           
ESENIOS. – De asa, el que sana. Secta de judíos que, según Plinio, vivieron cerca del mar Muerto per millia soeculorum, durante miles de siglos. Han supuesto algunos si serían fariseos ultrarradicales, y otros, lo que parece más cierto, los tienen por descendientes de los benim-nabim de la Biblia, o sean los kenitas y nazaritas. Tenían muchas ideas y prácticas budistas, y es digno de mención que los sacerdotes de la Gran Madre en Éfeso, la Diana-Bhavanî de múltiples pechos, llevaban también este nombre. Eusebio y De Quincey dicen que eran los cristianos primitivos y esto es muy probable. El título de hermano, usado en la Iglesia primitiva, es de origen esenio. Constituían una comunidad o koinobión análoga a la de los primeros conventos. Conviene advertir que únicamente los saduceos o zadokitas, la casta sacerdotal y sus partidarios, perseguían a los cristianos, pues los fariseos eran por lo general indulgentes y con frecuencia se declaraban a favor de aquéllos. Jaime el Justo fue fariseo hasta su muerte; pero Pablo, o Aher, fue tenido por hereje.
           
ESPÍRITU. – Mucha confusión ha producido la discrepancia de los escritores en el empleo de esta palabra, que por regla general se considera sinónima de alma, sin que los lexicógrafos se preocupen de separar su respectiva acepción. Esto es consecuencia natural de la ignorancia orriente, y de haber desdeñado la distinción adoptada por los antiguos. Más adelante dilucidaremos la importantísima diferencia entre espíritu y alma. Baste decir, por ahora, que el espíritu es el nous de Platón, el principio inmortal, inmaterial, purísimo y divino del hombre, el coronamiento de la tríada humana.
           
ESPÍRITUS ELEMENTALES. – Criaturas que evolucionan en los cuatro reinos elementales de: tierra, aire, fuego y agua. Los cabalistas los llaman respectivamente: gnomos, sílfides, salamandras y ondinas. Podemos llamarlos fuerzas de la naturaleza, como agentes serviles de la ley general, y también suelen valerse de ellos los espíritus desencarnados, ya puros o impuros, los Adeptos encarnados, ya blancos, ya negros, para producir los fenómenos que deseen. Los espíritus elementales nunca llegan a ser hombres (27).
            Bajo la denominación general de hadas y duendes, los espíritus de los elementos aparecen en los mitos, fábulas, tradiciones y poesías de todas las naciones antiguas y modernas. Sus nombres son muchísimos: peris, devas, dijinos, silvanos, sátiros, faunos, elfos, enanos, trasgos, espectros, sombras, duendes, ondinas, salamandras, damas blancas, etc. Han sido vistos, temidos, bendecidos, exorcizados e invocados en todo el mundo y en toda época. ¿Será posible que estuvieran alucinados cuantos los vieron?
            Los elementales son los principales agentes de los espíritus desencarnados, y aunque nunca aparecen en las sesiones, producen todos los fenómenos objetivos.
           
ESPÍRITUS ELEMENTARIOS. – Propiamente hablando, son las almas desencarnadas de los depravados que poco antes de la muerte se separaron de su divino espíritu y no pueden aspirar a la inmortalidad. Eliphas Levi y otros cabalistas, apenas distinguen entre los espíritus elementarios que fueron hombres, y los demás seres que pueblan los elementos y son fuerzas ciegas de la naturaleza. Una vez separadas del cuerpo estas almas (también llamadas cuerpos astrales) de personas materializadas, quedan irresistiblemente atraídas a la tierra, donde experimentan una vida temporal y finita en las condiciones que más armonizan con su naturaleza inferior; y como durante la vida no cultivaron su espiritualidad, sino que la subordinaron a lo material y grosero, son incapaces de seguir el elevado camino del ser puro y desencarnado que se aleja de la sofocante y mefítica atmósfera de la tierra. Después de un período de tiempo más o menos largo, estas almas materiales empiezan a desintegrarse, hasta que, a semejanza de la niebla, se disuelven, átomo por átomo, en los elementos circundantes.
           
ETROBACIA. – Nombre griego, que significa pasear o levantar en el aire; los espiritistas modernos la llaman levitación. Puede ser consciente o inconsciente. En el primer caso es magia; en el segundo, desequilibrio, enfermedad o un poder cuya significación se dilucida en pocas palabras.
            En un manuscrito siríaco, traducido por Malchus, alquimista del siglo XV, se lee una explicación simbólica de la etrobacia con respecto a Simón el Mago. Dice así:
            “Simón, con el rostro en tierra, murmuró: “¡Oh madre Tierra, ruégote me concedas algo de tu aliento, y yo te daré el mío! ¡Suéltame, oh madre, y llevaré tus palabras a las estrellas y fielmente volveré después a ti!” y la tierra, vigorizando sin detrimento su condición, envió a su genio a infundir algo de su aliento en Simón, mientras él respiraba en ella; y las estrellas se regocijaron a la vista del Potente”.
           
Para comprender esto, es preciso recordar que las electricidades del mismo signo se repelen y las de signo contrario se atraen. “El más elemental conocimiento de la química”, dice el profesor Crooke, “nos enseña que mientras los cuerpos de opuesta naturaleza se combinan enérgicamente, apenas hay afinidad entre dos metales o dos metaloides de propiedades análogas”.
           
La tierra es un cuerpo magnético o un gran imán, como afirmó ya Paracelso hace 300 años. Está cargada de electricidad positiva, que genera continua y espontáneamente en su centro de movimiento. Los cuerpos humanos y todos los objetos materiales están cargados de electricidad negativa, lo cual equivale a decir que los cuerpos orgánicos e inorgánicos generan y se cargan constante e involuntariamente por sí mismos de electricidad contraria a la de la tierra. Ahora bien: ¿qué es el peso? Sencillamente la atracción de la tierra. “Sin la atracción de la tierra nada pesarían nuestros cuerpos”, dice el profesor Stewart (28), “y si pesáramos doble, experimentaríamos doble atracción”. ¿Cómo podemos librarnos de esta atracción? Según la ley antes enunciada, la atracción de nuestro planeta retiene a los cuerpos en la superficie terrestre; pero ¿cómo explicar que la ley de gravitación haya sido infringida muchas veces por levitaciones de personas y objetos inanimados? La condición de nuestro sistema fisiológico, al decir de los filósofos teúrgicos, depende en gran parte de nuestra voluntad, que bien regulada puede operar entre otros “milagros” el cambio de polaridad eléctrica, de negativa en positiva, de modo que el imán-tierra repela el objeto o cuerpo y no ejerza la gravedad acción ninguna. Será entonces tan natural para el hombre lanzarse al espacio, hasta que la fuerza repulsiva pierda su eficacia, como antes permanecer sobre la tierra. La elevación de su vuelo dependerá de la mayor o menor habilidad en cargar su cuerpo de electricidad positiva. Obtenido este dominio sobre las fuerzas físicas, la levitación es cosa tan sencilla como el respirar.
           
El estudio de las enfermedades nerviosas ha demostrado que, tanto en el sonambulismo ordinario, como en el hipnótico, parece disminuir el peso del cuerpo. El profesor Perty cita el caso del sonámbulo Kochler, que flotaba sobre el agua. La vidente de Prevost no podía permanecer sentada en la bañera, porque sobrenadaba en el agua del baño. Dice además que Ana Fleiser, enferma de epilepsia, se mantenía con frecuencia en el aire, según la vio varias veces el superintendente del hospital, y en otra ocasión se levantó hasta más de dos metros por encima de su cama, en presencia de testigos fidefignos, entre los cuales había dos eclesiásticos. En su Historia de las brujerías de Salem cita Uphame el caso parecido de Margarita Rule. “La levitación, dice el profesor Perty, ocurre con mayor frecuencia en los sujetos extáticos que en los sonámbulos”. Estamos acostumbrados a considerar la gravitación como ley absoluta e inalterable, y nos parece inadmisible la idea de una completa o parcial levitación que la contraríe. Sin embargo, en estos fenómenos la gravitación queda anulada por fuerzas materiales. En muchas enfermedades, como por ejemplo en las calenturas nerviosas, el peso del cuerpo humano parece aumentar, pero en los éxtasis disminuye. Por lo tanto, pueden haber fuerzas físicas contrarias a la gravedad.
           
La revista de Madrid: Criterio Espiritista cita el interesante caso de una joven labradora de cerca de Santiago, que se suspendía en el aire al colocar horizontalmente sobre ella, a una distancia de medio metro, dos barras de hierro magnetizadas.
           
Si los médicos observasen a estos individuos levitados, verían que están electrizados en el mismo signo que el suelo, el cual, según la ley de gravedad, debería atraerlos, o al menos evitar su levitación. Y si los desequilibrios físico-nerviosos o los éxtasis espirituales producen inconscientemente los mismos efectos, tendremos que esta fuerza puede ser dirigida y regulada a voluntad.
           
EVOLUCIÓN. – Desarrollo de los órdenes de animales superiores procedentes de los inferiores. La ciencia moderna sólo estudia la evolución física y nada sabe de la espiritual, que obligaría a los contemporáneos a confesar su inferioridad respecto de los antiguos filósofos y psicólogos. Los sabios de la antigüedad se elevaban hasta el INCOGNOSCIBLE, para tomar por punto de partida la primera manifestación del invisible, el inevitable, que por razonamiento estrictamente lógico, es el Ser creador, necesario en absoluto, el Demiurgo del Universo. La evolución comienza, según ellos, en el espíritu puro, que desciende gradualmente hasta tomar forma visible y tangible de materia. Llegados a este punto, discurren conforme a la teoría de Darwin, pero sobre más amplias y extensas fases.
           
El Rig-Veda-Samhita (29) el libro más antiguo del mundo, al que nuestros más prudentes eruditos asignan dos o tres mil años de antigüedad sobre la era cristiana, dice en el “Himno de los Marutes”:
          
  “El No Ser y el Ser están en el supremo cielo, en la cuna de Daksha, en el regazo de Aditi”. (Mandala 1, versículo 166).
           
En la primera época de los dioses, el Ser (la Divinidad comprensible) nació del No-ser (la Divinidad incomprensible). Después nacieron las Regiones invisibles y de ellas, Uttânapada”.
            “De Uttânapada nació la Tierra, y de ella las Regiones visibles. Daksha nació de Aditi, y Aditi de Daksha”. (Ídem).
           
Aditi es el Infinito, y Daksha es daksha-pitarah, que significa literalmente el padre de los dioses; pero Max-Müller y Roth dicen que significa padres de la fuerza que “conservan, poseen y conceden las facultades”. De todos modos, es fácil ver que “Daksha, nacido de Aditi, y Aditi de Daksha”, significa lo que los modernos llaman “correlación de fuerzas”. Así se infiere del siguiente párrafao traducido por Müller:
           
“Considero a Agni como el origen de toda existencia, o padre de la fuerza” (III, 27, 2). Esta misma idea, clara y evidente, prevaleció en las doctrinas de los zoroastrianos, magos y filósofos del fuego de la Edad Media. Agni es el dios del fuego, del Éter Espiritual, la verdadera substancia de la esencia divina, del Dios Invisible presente en cada átomo de Su creación y llamado por los Rosacruces “Fuego Celestial”. Si cuidadosamente comparamos los versos de este mandala, uno de los cuales dice: “El Cielo es su padre, la Tierra su madre, Soma su hermano y Aditi su hermana” (I, 191, 6) (30) con la Tabla Esmeraldina de Hermes, hallaremos el mismo substrato metafísico y filosófico en idéntica doctrina.
           
“Como todas las cosas han sido producidas por medio de un Ser, así también todas las cosas han sido producidas de esta única cosa por adaptación: “Su padre es el sol; su madre la luna”... etc. Separa la tierra del fuego, lo sutil de lo grosero... Lo que he dicho sobre la operación del sol es compelto”. (Tabla Esmeraldina) (31).

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