El anónimo autor de la Religión Sobrenatural prueba concluyentemente la adulteración de los
cuatro Evangelios por mano de Ireneo y sus secuaces, quienes tergiversaron
maliciosamente el cuarto, aparte de las falsificaciones llevadas a cabo por los
doctores de la Iglesia, de suerte que resultan de muy dudosa autenticidad.
Con insuperable lógica y profundo
convencimiento trata el autor de este punto en su obra, según puede colegirse
del siguiente pasaje:
Ganamos
muchísimo más que perdemos al no creer en la revelación divina, pues al paso
que conservamos íntegro el tesoro de la moral cristiana, prescindimos de toda
superstición de adulterados elementos. No estamos ya sujetos a una teología
contraria a la razón y al sentido moral, ni tenemos de Dios y de su gobierno
del universo absurdos remedos antropológicos, pues de la mitología hebrea nos
remontamos al elevadísimo concepto del Ser de bondad y sabiduría infinitas,
cuya impenetrable gloria le encubre a la percepción de la mente humana; pero,
no obstante, le conocemos por la perfecta y maravillosa operación de sus
leyes... Ningún valor tiene el argumento tantas veces aducido por los teólogos
de que la revelación le es necesaria al hombre para robustecer su conciencia
moral. Lo único necesario para el hombre es la VERDAD, y sólo con ella debe
conformarse nuestra conciencia moral .
Muy elocuente es el hecho de que el
apóstol Pedro defendiera durante toda su vida el rito de la circuncisión; y por
lo tanto, cabe inferir que a quienquiera,
menos a Pedro, se le puede considerar como fundador de la Iglesia romana,
pues si lo hubiera sido, de seguro que sus sucesores se sometieran a esta
operación, siquiera por respeto al fundador (11).
El manuscrito hebreo: Sepher
Toldoth Jeschu da muy distinta
versión referente a Pedro, de quien dice que, en efecto, era discípulo de
Cristo, aunque algo disidente, pero sin que los judíos le persiguiesen, como
han supuesto los historiadores eclesiásticos. El manuscrito habla con mucho
respeto de Pedro, y le llama “siervo fiel del Dios vivo”, añadiendo que pasó
austeramente el resto de sus días en lo alto de una torre de Babilonia entregado
a la meditación, predicando la caridad y componiendo himnos religiosos.
Dice también dicho tratado que Pedro
recomendaba constantemente a los cristianos la paz y concordia con los judíos;
pero luego de su muerte apareció en Roma otro apóstol diciendo que Pedro había
adulterado las enseñanzas del Maestro y amenazó con los tormentos eternos de un
infierno inventado por él a cuantos no creyeran en sus predicaciones, sin
operar en apoyo de ellas milagro alguno de los prometidos (13)
Las relaciones entre el apóstol Pedro
y sus ex correligionarios judíos están apoyadas en el siguiente pasaje de
Teodoreto:
Los
nazarenos son judíos que veneran al ungido (Jesús) como a un justo y siguen el
Evangelio según Pedro.
Según se infiere de los documentos
históricos, las primeras sectas cristianas , fueron: nazarenos , ebionitas y esenios o terpeutas, de los que eran una
rama los nazarios.
Todas estas sectas profesaban más o
menos abiertamente la cábala, creían en la expulsión de los demonios por medio
de conjuros mágicos, y hasta la época de Ireneo nadie las tuvo por heréticas .
Todas las sectas gnósticas creían
igualmente en la magia, como comprueba el mismo Ireneo al hablar de los
discípulos de Basílides diciendo:
Emplean
imágenes, evocaciones, conjuros y todo lo referente a la magia.
LA
PALABRA NAZARENO
Por otra parte, Dunlap, apoyado en la
autoridad de Lightfoot, dice que a Jesús le llamaron por sobrenombre Nazaraios, aludiendo a la humildad de su
condición social, pues dicha palabra significa “alejamiento de los hombres” .
Sin embargo, el verdadero significado
de la palabra nazar (...) es
“consagrado al servicio de Dios”, aunque en el gramatical sentido del lenguaje
vulgar significaba diadema, y por
figura de dicción se aplicó alegóricamente este nombre a los consagrados a Dios
en cuya cabeza no tocaba filo de tijera.
A José, hijo de Jacob, le llaman nazareno las Escrituras, y el mismo
título reciben Sansón (Semes-on ...) y Samuel (Sem-va-el ...). porfirio dice
que a Pitágoras le inició en Babilonia el hierofante Zar-adas, y de esto cabe
inferir que el nombre de Zoroastro o Zoro Aster equivale a Nazar de Ishtar, Zar-adas o Na-Zar-Ad , cuyas leves diferencias
proceden de la diversidad de idiomas. De la propia suerte el escriba Esdras
(...) era hierofante y Zorobabel o Zeru Babel (...) fue el zoro o nazar que
acaudilló a los israelitas al salir de la cautividad de Babilonia.
Las Escrituras hebreas aluden a dos
distintos cultos religiosos dominantes entre los isaraelitas: el exotérico de
Baco bajo el nombre de Jehovah y el esotérico de los iniciados caldeos,
nazares, teurgos y algunos profetas cuya metrópoli era Babilonia, donde había
dos escuelas rivales de magia , una exotérica y otra esotérica que, satisfecha
de sus impenetrables conocimientos, no tuvo reparo en someterse aparentemente
al poder secular del reformador Darío. La misma conducta siguieron los
gnósticos al acomodarse exotéricamente a la religión dominante en cada país,
sin menoscabo especial de sus creencias esotéricas.
También cabe suponer que Zero-Ishtar
fuese nombre común a los sumos sacerdotes o supremos hierofantes de la religión
caldea, y que cuando los arios persas, en el reinado de Darío Hystaspes,
vencieron al mago Gomates y restauraron el culto mazdeísta, sobrevino una
confusión por la cual el Zero-Ishtar se convirtió en el Zara-tushra del Vendidad, que no aceptaron los demás
arios, fieles a la religión védica.
No cabe duda de que Moisés estuvo
iniciado, pues la religión mosaica viene a ser una entremezcla de heliolatría y
sarpolatría con ligeros toques monoteísticos que Esdras elevó a concepto
fundamental en las Escrituras recopiladas al regreso de la cautividad. De todos
modos, el libro de los Números es
posterior a Moisés, y sin embargo, en él se ve con toda claridad el culto
pagano del sol y de la serpiente.
Los nazares o profetas, los nazarenos
y los iniciados eran abiertamente contrarios al culto exotérico de Baco bajo el
nombre de Jehovah, y se atenían estrictamente al espíritu de las religiones
simbólicas, sin parar mientes en las idolátricas ceremonias de la letra muerta.
Por esto, los sacerdotes, que en la superstición tenían su lucro, concitaban
frecuentemente las iras del populacho contra los profetas, hasta el punto de
morir algunos de ellos lapidados.
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