domingo, 14 de septiembre de 2014

ADULTERACIÓN DE LOS EVANGELIOS



El anónimo autor de la Religión Sobrenatural  prueba concluyentemente la adulteración de los cuatro Evangelios por mano de Ireneo y sus secuaces, quienes tergiversaron maliciosamente el cuarto, aparte de las falsificaciones llevadas a cabo por los doctores de la Iglesia, de suerte que resultan de muy dudosa autenticidad.
Con insuperable lógica y profundo convencimiento trata el autor de este punto en su obra, según puede colegirse del siguiente pasaje:

Ganamos muchísimo más que perdemos al no creer en la revelación divina, pues al paso que conservamos íntegro el tesoro de la moral cristiana, prescindimos de toda superstición de adulterados elementos. No estamos ya sujetos a una teología contraria a la razón y al sentido moral, ni tenemos de Dios y de su gobierno del universo absurdos remedos antropológicos, pues de la mitología hebrea nos remontamos al elevadísimo concepto del Ser de bondad y sabiduría infinitas, cuya impenetrable gloria le encubre a la percepción de la mente humana; pero, no obstante, le conocemos por la perfecta y maravillosa operación de sus leyes... Ningún valor tiene el argumento tantas veces aducido por los teólogos de que la revelación le es necesaria al hombre para robustecer su conciencia moral. Lo único necesario para el hombre es la VERDAD, y sólo con ella debe conformarse nuestra conciencia moral .

Muy elocuente es el hecho de que el apóstol Pedro defendiera durante toda su vida el rito de la circuncisión; y por lo tanto, cabe inferir que a quienquiera, menos a Pedro, se le puede considerar como fundador de la Iglesia romana, pues si lo hubiera sido, de seguro que sus sucesores se sometieran a esta operación, siquiera por respeto al fundador (11).

El manuscrito hebreo: Sepher Toldoth Jeschu  da muy distinta versión referente a Pedro, de quien dice que, en efecto, era discípulo de Cristo, aunque algo disidente, pero sin que los judíos le persiguiesen, como han supuesto los historiadores eclesiásticos. El manuscrito habla con mucho respeto de Pedro, y le llama “siervo fiel del Dios vivo”, añadiendo que pasó austeramente el resto de sus días en lo alto de una torre de Babilonia entregado a la meditación, predicando la caridad y componiendo himnos religiosos.

Dice también dicho tratado que Pedro recomendaba constantemente a los cristianos la paz y concordia con los judíos; pero luego de su muerte apareció en Roma otro apóstol diciendo que Pedro había adulterado las enseñanzas del Maestro y amenazó con los tormentos eternos de un infierno inventado por él a cuantos no creyeran en sus predicaciones, sin operar en apoyo de ellas milagro alguno de los prometidos (13)

Las relaciones entre el apóstol Pedro y sus ex correligionarios judíos están apoyadas en el siguiente pasaje de Teodoreto:

Los nazarenos son judíos que veneran al ungido (Jesús) como a un justo y siguen el Evangelio según Pedro.

Según se infiere de los documentos históricos, las primeras sectas cristianas , fueron: nazarenos , ebionitas  y esenios o terpeutas, de los que eran una rama los nazarios.
Todas estas sectas profesaban más o menos abiertamente la cábala, creían en la expulsión de los demonios por medio de conjuros mágicos, y hasta la época de Ireneo nadie las tuvo por heréticas .
Todas las sectas gnósticas creían igualmente en la magia, como comprueba el mismo Ireneo al hablar de los discípulos de Basílides diciendo:

Emplean imágenes, evocaciones, conjuros y todo lo referente a la magia.

LA  PALABRA  NAZARENO


Por otra parte, Dunlap, apoyado en la autoridad de Lightfoot, dice que a Jesús le llamaron por sobrenombre Nazaraios, aludiendo a la humildad de su condición social, pues dicha palabra significa “alejamiento de los hombres” .

Sin embargo, el verdadero significado de la palabra nazar (...) es “consagrado al servicio de Dios”, aunque en el gramatical sentido del lenguaje vulgar significaba diadema, y por figura de dicción se aplicó alegóricamente este nombre a los consagrados a Dios en cuya cabeza no tocaba filo de tijera.

A José, hijo de Jacob, le llaman nazareno las Escrituras, y el mismo título reciben Sansón (Semes-on ...) y Samuel (Sem-va-el ...). porfirio dice que a Pitágoras le inició en Babilonia el hierofante Zar-adas, y de esto cabe inferir que el nombre de Zoroastro o Zoro Aster equivale a Nazar de Ishtar, Zar-adas o Na-Zar-Ad , cuyas leves diferencias proceden de la diversidad de idiomas. De la propia suerte el escriba Esdras (...) era hierofante y Zorobabel o Zeru Babel (...) fue el zoro o nazar que acaudilló a los israelitas al salir de la cautividad de Babilonia.

Las Escrituras hebreas aluden a dos distintos cultos religiosos dominantes entre los isaraelitas: el exotérico de Baco bajo el nombre de Jehovah y el esotérico de los iniciados caldeos, nazares, teurgos y algunos profetas cuya metrópoli era Babilonia, donde había dos escuelas rivales de magia , una exotérica y otra esotérica que, satisfecha de sus impenetrables conocimientos, no tuvo reparo en someterse aparentemente al poder secular del reformador Darío. La misma conducta siguieron los gnósticos al acomodarse exotéricamente a la religión dominante en cada país, sin menoscabo especial de sus creencias esotéricas.

También cabe suponer que Zero-Ishtar fuese nombre común a los sumos sacerdotes o supremos hierofantes de la religión caldea, y que cuando los arios persas, en el reinado de Darío Hystaspes, vencieron al mago Gomates y restauraron el culto mazdeísta, sobrevino una confusión por la cual el Zero-Ishtar se convirtió en el Zara-tushra del Vendidad, que no aceptaron los demás arios, fieles a la religión védica.

No cabe duda de que Moisés estuvo iniciado, pues la religión mosaica viene a ser una entremezcla de heliolatría y sarpolatría con ligeros toques monoteísticos que Esdras elevó a concepto fundamental en las Escrituras recopiladas al regreso de la cautividad. De todos modos, el libro de los Números es posterior a Moisés, y sin embargo, en él se ve con toda claridad el culto pagano del sol y de la serpiente.

Los nazares o profetas, los nazarenos y los iniciados eran abiertamente contrarios al culto exotérico de Baco bajo el nombre de Jehovah, y se atenían estrictamente al espíritu de las religiones simbólicas, sin parar mientes en las idolátricas ceremonias de la letra muerta. Por esto, los sacerdotes, que en la superstición tenían su lucro, concitaban frecuentemente las iras del populacho contra los profetas, hasta el punto de morir algunos de ellos lapidados.


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