PREG. Puesto que
Ammonio nunca confió a la escritura sus ideas, ¿cómo podernos cerciorarnos de la
verdad respecto a sus doctrinas?
TEÓS. Ni Buddha, ni Pitágoras, ni Confucio, ni Orfeo,
ni Sócrates, ni el mismo Jesús, dejaron escrito alguno tras de sí. Sin embargo,
la mayor parte de ellos son personajes históricos, y todas sus doctrinas han
sobrevivido. Los discípulos de Ammonio (entre los que se cuentan Orígenes y
Herennius) escribieron tratados y explicaron su ética.
Indudablemente,
esta última es tan histórica como los escritos Apostólicos, si no más.
Además,
sus discípulos Orígenes, Plotino y Longino (consejero de la famosa reina
Zenobia) legaron todos abundantes datos acerca del Sistema Filaleteo, al menos
en la medida que podía ser conocida públicamente su profesión de fe, pues la
escuela dividía sus enseñanzas en exotéricas y esotéricas.
PREG. Siendo
esotérica lo que se llama propiamente la Religión de la Sabiduría, según
afirmáis, ¿cómo pudieron ser transmitidos sus dogmas o principios hasta
nuestros días?
TEÓS. La Religión de la Sabiduría fue siempre una y la
misma, y siendo la última palabra del conocimiento humano posible, fue
cuidadosamente conservada. Existía edades antes de los Teósofos Alejandrinos,
alcanzó a los modernos y sobrevivirá a todas las demás religiones y filosofías.
PREG. ¿Por
quiénes y en dónde fue conservada?
TEÓS. Entre los Iniciados de cada nación; entre los
profundos investigadores de la verdad, sus discípulos; y en aquellas partes del
mundo en donde estas materias fueron siempre más apreciadas e investigadas; en
la India, el Asia Central y Persia.
PREG. ¿Puede
usted darme alguna prueba de su esoterismo?
TEÓS. La mejor prueba que podéis tener consiste en el
hecho de que cada culto religioso, o mejor dicho, filosófico antiguo,
comprendía una enseñanza esotérica o secreta, y un culto exotérico (público).
Es además un hecho bien sabido que los misterios de los antiguos consistían en “Mayores”
(secretos) y “Menores” (públicos); como en las solemnidades famosas llamadas en
Grecia Eleusinas. Desde los Hierofantes de Samotracia, Egipto, los Brahmanes iniciados de la India
Antigua, hasta los Rabinos hebreos, todos, por temor a
la profanación, ocultaron sus verdaderas creencias. Llamaban los Rabinos hebreos a sus series
religiosas seculares, la Mercavah (o cuerpo exterior), “el vehículo” o la cubierta que oculta al alma, es decir, a
su Ciencia Secreta más elevada. Jamás en la antigüedad divulgó nación alguna,
por conducto de sus sacerdotes, sus verdaderos secretos filosóficos a las masas,
dando sólo a éstas la parte exterior de los mismos. El Buddhismo del Norte tiene sus “vehículos”
“mayores” y “menores”, conocidos bajo el nombre de Mahayana el esotérico, y de Hinayana el exotérico, que son
dos Escuelas. No se los debe censurar por el secreto guardado, pues seguramente
a nadie se lo ocurriría dar en pasto, a un rebaño de ovejas, disertaciones
científicas eruditas sobre botánica, en vez de hierba. Pitágoras denominaba a su Gnosis “el
conocimiento de las cosas que son” o h gnwçiç onpwu, y reserva esos conocimientos sólo para sus discípulos, que habían
jurado guardar el secreto; para aquellos
que
podían asimilarse ese alimento mental y hallar en él satisfacción; a los que
juramentaba para guardar el secreto y el silencio.
Los alfabetos ocultos y las cifras secretas son el
desarrollo de los antiguos escritos hieráticos Egipcios, cuyo secreto estaba
antiguamente en poder de los Hierogramatistas, Sacerdotes Egipcios iniciados.
Según nos dicen sus biógrafos, Ammonio
Saccas juramentaba a sus discípulos para que no
divulgasen sus doctrinas superiores, excepto a aquellos que ya habían
sido
instruidos en los conocimientos preliminares, y que también estaban ligados por
juramento.
Finalmente
¿no hallamos la misma costumbre en el Cristianismo
primitivo, entre los Gnósticos, y hasta en las enseñanzas
de Cristo? ¿Acaso no habla él a las masas en parábolas de
doble sentido, explicando únicamente a los discípulos sus motivos? “A vosotros –dice–
es dado el conocer los misterios del reino de los cielos; pero a aquellos de
fuera todas esas cosas se explican en parábolas” (Marcos, IV, 11). “Los Esenios de Judea y del Carmelo hacían igual
distinción,
dividiendo a sus miembros en neófitos, hermanos y perfectos o iniciados.
Ejemplos acerca de este particular pueden
sacarse de todos los países.
PREG. ¿Puede
alcanzarse la “Sabiduría Secreta” únicamente por el estudio? Las Enciclopedias definen
la Teosofía en sentido parecido al que lo hace el Diccionario de Webster, es
decir, como una supuesta comunicación con Dios y los espíritus superiores, y la
adquisición consiguiente del conocimiento
sobrehumano por medios físicos y procedimientos químicos. ¿Es
esto exacto?
TEÓS. No lo creo, ni existe lexicógrafo alguno capaz
de aplicarse a sí mismo, o explicar a los demás, cómo puede alcanzarse el
conocimiento sobrehumano por medio de procedimientos físicos
o químicos.
Si Webster hubiese dicho por medios metafísicos y alquímicos, hubiese sido la
definición casi correcta, aproximada a la verdad; lo que ha escrito es absurdo.
Los antiguos Teósofos, así como los modernos, sostenían que lo infinito no puede
ser conocido por lo finito, es decir, percibido por el yo finito; pero que la
esencia divina puede ser comunicada al Ego Espiritual en estado de éxtasis.
Difícilmente puede alcanzarse esa condición, como sucede con el hipnotismo, por “procedimientos
físicos y químicos.”
PREG. ¿Cómo
explicáis esto?
TEÓS. Plotino definió el verdadero éxtasis como “la liberación de la inteligencia
de sus conocimientos finitos, y su unión e identificación con lo infinito.”
Ésta es la condición más elevada –dice el Prof. Wilder–, pero su duración no es
permanente, y solo a muy pocos les es dado alcanzarla. Tal condición es idéntica al estado que se
conoce en la India con el nombre de Samâdhi. Este último es practicado por los yoguis, que lo facilitan físicamente
por la mayor abstinencia en la comida y bebida, y por un esfuerzo mental
continuo para purificar
y elevar la mente. La meditación es silenciosa y no pronunciada, o como lo
expresa Platón, “es el ardiente anhelo del alma hacia lo divino; no para pedir alguna
gracia o favor particular (como sucede con la oración común), sino por el bien
en sí, por el Bien Supremo Universal” (del que somos en la tierra una parte, y
de cuya esencia todos procedemos).
“Así
pues –añade Platón–, guarda silencio en presencia de los seres divinos, hasta que se disipen las
nubes ante tus ojos y te permitan ver con la luz que de ellos emana, no aquello
que se te presenta como bueno, sino aquello que es intrínsecamente bueno.” 6
5
Véase: Neoplatonismo
y Alquimia; por A. Wilder.
6
Esto es lo que el ilustrado autor de Neoplatonismo, el
profesos A. Wilder, M.S.T., describe como fotografía
espiritual : “El alma es la cámara en la que todos los
hechos y acontecimientos futuros, pasados y presentes están fijados; y la mente llega a tener
conciencia de ellos. Más allá de nuestro mundo de límites, todo es un día sólo o estado –el pasado y el futuro
comprendidos en el presente…– La muerte es el último éxtasis en la tierra. El alma entonces se ve libre de las trabas del cuerpo, y su parte
más noble se une a la naturaleza
superior, participando así de la sabiduría y
presciencia de los seres superiores. La verdadera Teosofía es para los místicos aquel estado que Apolonio de
Tyana describía así : “Puedo ver el presente y el futuro como en un claro espejo. No necesita el sabio
contemplar los vapores de la tierra y la corrupción del aire para prever los acontecimientos… Los theoi
o dioses ven lo futuro; los hombres comunes, el
presente; los
PREG. ¿No es,
por lo tanto, la Teosofía un sistema nuevo como creen algunos?
TEÓS. Sólo la gente ignorante puede considerarla de
esta manera. En su ética y enseñanza, si no de nombre, es tan antigua como el
mundo, así como es, entre todos, el sistema más amplio y católico (universal).
PREG. ¿Cómo se
explica entonces que haya sido tan desconocida la Teosofía en las naciones del Hemisferio
Occidental? ¿Por qué fue un libro cerrado para las razas, sin duda alguna más
cultas y adelantadas?
TEÓS. Creemos que antiguamente han existido naciones
tan cultas, y con seguridad espiritualmente más “adelantadas”, que lo estamos
nosotros. Pero hay varias razones que motivan esa ignorancia voluntaria. Una de
ellas la dio San Pablo a los cultos Atenienses: la falta, durante largos siglos, de verdadero conocimiento
espiritual, y hasta de interés por él, debida a una inclinación exagerada a las
cosas sensuales y a una larga sujeción a la letra
muerta
del dogma y del ritualismo. Pero la razón principal consiste en el hecho de
haberse conservado siempre secreta la verdadera Teosofía.
PREG. Habéis
presentado pruebas de la existencia del secreto; pero ¿cuál era la causa real
del mismo?
TEÓS. Las causas eran las siguientes: Primeramente, la perversidad de la
naturaleza del hombre vulgar y su egoísmo,
tendiendo siempre a la satisfacción de sus
deseos personales en detrimento del prójimo. A semejantes seres jamás se les hubiese
podido confiar secretos divinos.
En segundo término, su incapacidad para
conservar los conocimientos sagrados y divinos limpios de toda degradación.
Esta última fue la causa de la perversión de las verdades y símbolos más
sublimes, y de la transformación gradual de las cosas espirituales en formas antropomórficas y comunes; en
otras palabras, el rebajamiento de la idea divina y la idolatría.
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