miércoles, 12 de agosto de 2015

LOS MISTERIOS DE LA HEBDÓMADA (Parte 2)





LA TETRAKTYS EN RELACIÓN CON EL HEPTÁGONO


            De modo que el número siete, como un compuesto del 3 y del 4, es el factor común de toda religión antigua, porque es el común factor en la Naturaleza. Hay que justificar su adopción, y mostrar que es el número por excelencia, pues desde la aparición del Buddhismo Esotérico se han hecho muchas veces objeciones, y se han manifestado dudas respecto de la exactitud de estos asertos.
            Y en este punto digamos desde luego al estudiante que en todas estas divisiones numéricas nunca entra en los cálculos el Principio Universal ÚNICO, aunque se le ha mencionado como (el) uno, por ser el Único Uno. En su carácter de Absoluto, Infinito, y Abstracción Universal, es ÚNICO e independiente de todo otro Poder, ya sea noumenal o fenomenal. He aquí lo que dice el autor del artículo “Dios Personal e Impersonal”:

            Esta entidad no es ni materia ni espíritu; no es Ego ni no Ego; ni es sujeto ni objeto.
            
En el lenguaje de los filósofos indos es la combinación original y eterna de Purusha (el Espíritu) y de Prakriti (la Materia). Como los Advaitis sostienen que un objeto externo es meramente el producto de nuestros estados mentales, Prakriti no es más que una ilusión y Purusha la única realidad; es él la existencia única,  que permanece en el universo de las Ideas. Esto... pues, es el Parabrahman de los Advaitis. Aun cuando hubiese un Dios personal con un Upâdhi material cualquiera (base física de cualquier forma), desde el punto de vista de un Advaiti, habría tanta razón para dudar de su existencia noumenal como en el caso de cualquier otro objeto. En su opinión, un Dios consciente no puede ser el origen del universo, toda vez que su Ego sería el efecto de una causa anterior, si se da a la palabra consciente su significado ordinario. No pueden ellos admitir que el gran total de todos los estados de conciencia del universo sea su deidad, porque estos estados están constantemente cambiando, y que el idealismo cósmico cesa durante el Pralaya. Sólo hay un estado permanente en el Universo, que es el estado de inconsciencia perfecta, mero Chidâkâsham (el campo de la conciencia) de hecho.
            
Cuando mis lectores se hagan cargo del hecho de que este gran universo no es en realidad más que una enorme agregación de varios estados de conciencia, no se sorprenderán de encontrar que el último estado de inconsciencia sea considerado como Parabrahman por los Advaitis.

            Aunque completamente fuera de toda cuenta o cálculo humano, esta “enorme agregación de varios estados de conciencia” es un septenario, compuesto en su totalidad de grupos septenarios; sencillamente, porque “la capacidad de percepción existe en siete diferentes aspectos correspondientes a las siete condiciones de la materia”, o las siete propiedades o estados de la materia. Por lo tanto, la serie de uno a siete principia en los cálculos esotéricos con el primer principio manifestado, el cual es el número uno si principiamos a contar por arriba, y el número siete si lo hacemos desde abajo, o sea desde el principio más inferior.
           
  La Tétrada se considera en la Kabalah, como lo hacía Pitágoras, el número más perfecto, o más bien sagrado, porque emanaba del Uno, la primera Unidad manifestada, o más bien los Tres en Uno. Y este último ha sido siempre impersonal, sin sexo, incomprensible, aun cuando dentro de la posibilidad de las percepciones mentales superiores no hubo jamás intención de que la primera manifestación de la Mónada eterna representase el símbolo de otro símbolo, lo No-Nato por el Elemento-nacido, o el LOGOS uno por el Hombre Celeste. El Tetragrammaton, o la Tetraktys de los griegos, es el segundo logos, el Demiurgo.



            La Tétrada, según piensa Thomas Taylor, es, en todo caso, el animal mismo de Platón, quien, como Siriano observa justamente, fue el mejor de los Pitagóricos; subsiste en la extremidad de la tríada inteligible, como ha mostrado muy satisfactoriamente Proclo en el libro III de su tratado sobre la teología de Platón. Y entre estas dos tríadas (el doble triángulo), una inteligible y la otra intelectual, existe otro orden de dioses que participa de ambos extremos...

            El mundo Pitagórico, según Plutarcoconsistía en un cuaternario doble.
            Este aserto corrobora lo que se dice acerca de la preferencia dada por las teologías exotéricas a la Tetraktys inferior. Pues:

            El cuaternario del mundo intelectual (el mundo de Mahat) es T’Agathon, Nous, Psyche, Hyle; mientras que el del mundo sensible (de la Materia), el cual es propiamente lo que Pitágoras significaba por la palabra Kosmos, es el Fuego, el Aire, el Agua y la Tierra. Los cuatro elementos son denominados rhizomata, las raíces o principios de todos los cuerpos compuestos.

            Esto es; la Tetraktys inferior es la raíz de la ilusión, del Mundo de la Materia; y éste es el Tetragrammaton de los judíos, y la “deidad misteriosa”, sobre la cual meten tanto ruido los kabalistas.

            Este número (el cuatro) forma el medio aritmético entre la mónada y la heptada; y comprende todos los poderes, tanto de los números productores como de los producidos; pues éste, entre todos los números bajo diez, es hecho de cierto número; la duada doble forma una tétrada, y la tétrada doblada (o desarrollada) hace la hebdómada (el septenario). Dos multiplicado por sí mismo da cuatro; y multiplicado de nuevo por sí mismo produce el primer cubo. Este primer cubo es un número fértil, el campo de la multitud y de la variedad, constituido por dos y cuatro (dependiendo de la mónada, el séptimo). De modo que los dos principios de las cosas temporales, la pirámide y el cubo, la forma y la materia, fluyen de una fuente, el tetrágono (en la tierra; la mónada, en el cielo).

            Aquí, Reuchlin, la gran autoridad en la Kabalah, muestra que el cubo es la “materia”, al paso que la pirámide o la tríada es la “forma”. Para los Hermesianos, el número cuatro se convierte en el símbolo de la verdad sólo cuando es amplificado en un cubo, el cual desarrollado, hace siete, como simbolizando los elementos masculino y femenino y el elemento de la vida.
            
Algunos estudiantes se han encontrado embarazados para explicarse por qué la línea vertical, que es masculina, se convierte en la cruz en una línea partida en cuatro (siendo cuatro un número femenino), al paso que la horizontal (la línea de la materia) se divide en tres. Pero esto es fácil de explicar. Dado que la cara media del “cubo desarrollado” es común, tanto a la barra vertical como a la horizontal, 


siendo así doble, se convierte en espacio neutro, por decirlo así, y no pertenece a ninguna. La línea del espíritu permanece triádica, y la línea de la materia doble, siendo el dos un número par, y por tanto también femenino. Por otra parte, según Theon, en su Mathematica, los Pitagóricos que dieron el nombre de Armonía a la Tetraktys, “porque es un diatesaron en sesquitercia”, eran de opinión  que:

            La división del canon del monocordio era hecho por la tetraktys en la duada, tríada y tétrada; pues comprendía una proporción sesquitercia, una sesquialtera, una duple, una triple y una cuádruple, cuya sección es 27. En la anotación musical antigua, el tetracordio consistía en tres grados o intervalos, y cuatro términos de sonidos llamados por los griegos diatesaron, y por nosotros un cuarto.

            Por otra parte, el cuaternario, aunque número par, y por tanto número femenino (“infernal”), variaba según su forma. esto lo indica Stanley . El cuatro era llamado por los Pitagóricos el guardián de la clave de la Naturaleza; pero en unión del tres, que lo convertía en siete, se transformaba en el más perfecto y armonioso de los números; en la naturaleza misma. El cuatro era “lo masculino de la forma femenina” cuando formaba la cruz; y el siete es el “Amo de la Luna”, pues este planeta tiene que alterar su apariencia cada siete días. Sobre el número siete, Pitágoras compuso su doctrina de la Armonía y de la Música de las Esferas, llamando un “tono” a la distancia de la Luna a la Tierra; de la Luna a Mercurio medio tono, y desde éste a Venus lo mismo; de Venus al Sol uno y medio tono; desde el Sol a Marte un tono; de allí a Júpiter medio tono; desde éste a Saturno medio tono; y desde allí al Zodíaco un tono; constituyendo así siete tonos - el diapasón armónico

Toda la melodía de la Naturaleza está en estos siete tonos, y por esto se llama la “Voz de la Naturaleza”.
            
Plutarco explica, que los griegos más antiguos consideraban la Tétrada como la raíz y principio de todas las cosas, dado que era el número de los elementos que producían todas las cosas  creadas, visibles e invisibles.
            Para los hermanos de la Rosa Cruz, la figura de la cruz, o el cubo desarrollado, constituía el tema de discusión en uno de los grados teosóficos de Peuvret, y era tratado con arreglo a los principios fundamentales de la luz y las tinieblas o el bien y el mal .

             El mundo inteligible surge de la mente divina (o unidad) de este modo. La Tetraktys, reflejándose en su propia esencia, la primera unidad, productora de todas las cosas, y en su propio principio, se muestra así: Una vez uno, dos veces dos, inmediatamente surge una tétrada, teniendo en su ápice la unidad más elevada, y se convierte en una Pirámide, cuya base es una simple tétrada, correspondiendo a una superficie, sobre la cual la luz radiante de la unidad divina produce la forma del fuego incorpóreo, por razón del descenso de Juno (la materia) a las cosas inferiores. De aquí se produce la luz esencial, que no quema, sino que ilumina. Ésta es la creación del mundo medio, que los hebreos llaman lo Supremo, el mundo de la deidad (de ellos). Es denominado el Olimpo, la luz completa, y está lleno de formas separadas, en donde está la sede de los dioses inmortales, deûm domus alta, cuya cúspide es la unidad, su muro la trinidad y su superficie el cuaternario .

             La “superficie” tiene así que permanecer un área sin significación, si se la abandona a sí misma. Sola la UNIDAD, “iluminado” el cuaternario, el famoso cuatro inferior tiene también que construir para sí un muro procedente de la trinidad, para poder manifestarse. Por otra parte, el Tetragrammaton, o Microposopus, es “Jehovah” arrogándose muy indebidamente el “Era, Es y Será”, que ahora se traduce por “Yo soy lo que soy”, y se interpreta como refiriéndose a la Deidad abstracta más elevada; mientras que esotéricamente y en estricta verdad, sólo significa la MATERIA eterna, periódicamente caótica y turbulenta, con todas sus potencialidades. 

Pues el Tetragrammaton es uno con la Naturaleza, o Isis, y es la serie exotérica de Dioses andróginos tales como Osiris-Isis, Jove-Juno, Brahmâ-Vâch, o el Jah-Hovah kabalístico; todos macho-hembras. Todos los dioses antropomórficos, de las naciones antiguas, tienen su nombre escrito con cuatro letras, como observó muy bien Marcelo Ficino. Así, para los egipcios, era Teut; entre los árabes Alah; para los persas, Sire; entre los magos, Orsi; para los mahometanos, Abdi; entre los griegos, Teos; para los antiguos turcos, Esar; para los latinos, Deus; a los cuales Juan Lorenzo Anania añade el Gott alemán; el Bouh sarmaciano, etc..
            

Siendo la Mónada una, y un número impar, los Antiguos decían por esto que los números impares eran los solos perfectos; y -quizás egoístamente, aunque siendo, sin embargo, un hecho- los consideraban a todos como masculinos y perfectos, aplicables a los Dioses celestes; mientras que los números pares, tales como dos, cuatro, seis, y especialmente ocho, siendo femeninos, eran considerados imperfectos, y aplicados solamente a las Deidades terrestres e infernales. Virgilio anota el hecho diciendo:Numero deus impare gaudet”. “Al Dios le satisface un número impar”.
            

Pero al número siete, o Heptágono, lo consideraban los Pitagóricos como un número religioso y perfecto. Era llamado Telesphoros, porque por su medio todo en el Universo y la humanidad es llevado a su fin, esto es, a su culminación. La doctrina de las Esferas gobernadas por los siete Planetas Sagrados muestra, desde la Lemuria a Pitágoras, a los siete Poderes de la Naturaleza terrestre y sublunar, así como a las siete grandes Fuerzas del Universo, procediendo y desenvolviéndose en siete tonos, que son las siete notas de la escala musical.
            
La Héptada (nuestro Septenario) era consideerado como número de una virgen, porque es no-nacida (lo mismo que el Logos o el Aja de los Vedantinos):

            Sin padre... ni madre... sino procediendo directamente de la mónada, que es el origen y corona de todas las cosas.

            Y puesto que la Héptada procede directamente de la Mónada, de aquí que sea, como se enseña en la Doctrina Secreta de las escuelas más antiguas, el número perfecto y sagrado de este nuestro Mahâmanvantara.
            

El Septenario, o Héptada, estaba consagrado verdaderamente a varios Dioses y Diosas; a Marte, con sus siete servidores; a Osiris, cuyo cuerpo estaba dividido en siete y dos veces siete partes; a Apolo, el Sol, entre sus siete planetas, tocando el himno al de los siete rayos, en su arpa de siete cuerdas; a Minerva, la sin padre ni madre, y a otros.
           
El Ocultismo cishimaláyico con su división septenaria, y por causa de la misma, debe ser considerado como el más antiguo, origen de todos. Le son contrarios algunos fragmentos dejados por neoplatónicos; y los admiradores de estos, que apenas saben lo que defienden, nos dicen: Ved,  vuestros precursores creían solamente en un hombre triple, compuesto de Espíritu, Alma y Cuerpo. Mirad, el Târaka Râja Yoga de la India limita esta división a 3, nosotros a 4, y los Vedantinos a 5 (Koshas). A esto, nosotros, los de la  escuela Arcaica, preguntamos:
          
¿Por qué, pues, dice el poeta griego que no son cuatro sino siete los que cantan alabanza al Sol Espiritual?

                  Siete letras sonoras cantan alabanzas de mí.
                  Al Dios inmortal, la Deidad todopoderosa.

            ¿Por qué además es el triuno Iao, el Dios del Misterio, llamado el “cuádruple”, y también los símbolos triádicos y tetrádicos se hallan bajo un nombre unificado entre los cristianos - el Jehovah de las siete letras? 

¿Por qué en el Shebâ hebreo es el Juramento (la Tetraktys Pitagórica) idéntico al número 7? O, como dice Mr. Gerald Massey:
           
            El tomar un juramento era sinónimo de “septear”, y el 10 expresado por la letra (Jod) era el número completo de Iao-Sabath (el Dios de diez letras).

            En Auction de Luciano:

            Pitágoras pregunta: “¿Cómo contáis vosotros?” La respuesta es: “Uno, Dos, tres, Cuatro”. Entonces Pitágoras dice: “¿Veis? en  lo que vosotros concebis Cuatro, hay Diez, un Triángulo perfecto y nuestro Juramento (¡la Tetraktys, el Cuatro! - o Siete en junto)”.

            ¿Por qué? -dice también Proclo-.
            
El Padre de los Versos Dorados celebra la Tetraktys como fuente  de la naturaleza perenne?.

            Sencillamente porque los kabalistas occidentales que citan las pruebas exotéricas contra nosotros, no tienen idea del verdadero significado esotérico. Todas las Cosmologías antiguas -las Cosmografías más antiguas de los dos pueblos más remotos de la Quinta Raza-Raíz, los indo-arios y los egipcios, juntamente con las primeras razas chinas, restos de la Raza Cuarta o Atlante- basaban todos sus misterios en el número 10; representando el Triángulo superior el Mundo invisible y metafísico, y el tres y cuatro inferiores, o -Septenario, el Reino  físico. No es la Biblia judía la que hizo notable el número 7. 

Hesiodo usó las palabras “el séptimo es el día sagrado” antes de que se hubiese oído hablar de Sábado de “Moisés”. El uso del número 7 nunca estuvo limitado a una sola nación. 

Esto está bien probado por los siete vasos del templo del Sol, cerca de las ruinas de Babian en el Alto Egipto; por los siete fuegos ardiendo constantemente durante siglos ante los altares de Mithra; por los siete templos santos de los Árabes; por las siete penínsulas, las siete islas, siete mares, siete montañas y ríos de la India, y del Zohar (véase Ibn Gebirol); los Sephiroth judíos de los siete esplendores; las siete deidades góticas; los siete mundos de los caldeos y sus siete Espíritus; las siete constelaciones mencionadas por Hesiodo y Homero; y todos los sietes interminables que los orientalistas encuentran en todos los manuscritos que descubren.
           
  Lo que finalmente tenemos que decir es lo siguiente: Ya se ha dicho bastante para mostrar por qué los principios humanos fueron y son divididos en siete en las Escuelas Esotéricas. Háganse cuatro, y el hombre, o bien se quedará sin sus elementos terrestres inferiores, o bien, considerado desde el punto de vista físico, se le convertirá en un animal sin alma. El cuaternario tiene que ser la Tetraktys superior o la inferior - la celeste o la terrestre; para ser comprensible según las enseñanzas de la antigua Escuela Esotérica, el hombre tiene que ser considerado como un septenario. Esto era tan bien comprendido, que hasta los llamados gnósticos cristianos adoptaron este venerable sistema. 

Éste permaneció secreto durante largo tiempo, pues aunque se sospechaba, ningún manuscrito de aquella época habla de él lo suficientemente claro para satisfacer al escéptico. Pero en nuestra ayuda ha venido la curiosidad literaria de nuestros días: el Evangelio más antiguo y mejor conservado de los gnósticos, Pistis Sophia. Para que la prueba sea absolutamente completa, citaremos de una autoridad, C. W. King, el único arqueólogo que ha tenido una ligera vislumbre de esta acabada doctrina, y el mejor escritor de nuestro tiempo, sobre los gnósticos y sus joyas.         
           
  Según este extraordinario tratado de literatura religiosa -verdadero fósil gnóstico- la Entidad humana es el Rayo Septenario del Uno, precisamente como nuestra Escuela lo enseña. Está ella compuesta de siete elementos, cuatro de los cuales son tomados de los cuatro mundos manifestados kabalísticos. Véase:


            De Asiah alcanza el Nephesh, o sede de los apetitos físicos (también el aliento vital); de Jezirah, el Ruach, o sede de las pasiones (?¡); de Briah, el Neshamah o razón; y de Aziluth obtiene el Chaiah, o principio de la vida espiritual. Esto parece una adaptación de la teoría Platónica del Alma, obteniendo sus facultades respectivas de los Planetas, en su progreso descendente a través de sus esferas. 

Pero el Pistis Sophia, con su acostumbrado atrevimiento, presenta esta teoría bajo una forma mucho más poética (párrafo 282). El Hombre Interno es, de un modo semejante, formado por cuatro constituyentes, pero estos son suplidos por los AEons rebeldes de las Esferas, quedando, sin embargo, en ellos el Poder - una partícula de la luz Divina (“Diviniae particula aurae”); el Alma (el quinto) “ formada con las lágrimas de sus ojos y del sudor de sus tormentos”; el  Falsificación del Espíritu (correspondiente al parecer a nuestra Conciencia) (el sexto); y últimamente el Moloa, Hado  (el Ego kármico), cuyos deberes son conducir al hombre al fin que le está destinado; si tiene que morir por el fuego, conducirlo al fuego;  si tiene que morir por una fiera, conducirle a la fiera - (el séptimo) !.

H.P. Blavatsky D.S T IV



No hay comentarios:

Publicar un comentario