jueves, 15 de octubre de 2015

Especulaciones Occidentales, fundadas en tradiciones Griegas y Puránicas

  

            
De este modo es natural ver que, aun con los escasísimos datos que ha obtenido el historiador profano, un sueco científico, Rudbeck, tratase de probar, hace dos siglos, que Suecia era la Atlántida de Platón. Hasta llegó a creer que en la configuración de la antigua Upsala había encontrado la situación y proporciones de la capital de la “Atlántida”, según las presentaba el sabio griego. Como probó Bailly, Rudbeck estaba en un error; pero también lo estaba Bailly, aún más, pues Suecia y Noruega habían formado parte de la antigua Lemuria, y también de la Atlántida por el lado de Europa; del mismo modo que la Siberia oriental y occidental y Mamschatka habían pertenecido a ella, por el de Asia. Pero, repetimos: ¿cuándo fue esto? Sólo estudiando los Purânas podemos encontrarlo aproximadamente, esto es, si no queremos tener en cuenta para nada las Enseñanzas Secretas.
            
Tres cuartos de siglo han transcurrido desde que Wilford presentó sus imaginarias teorías acerca de que las islas Británicas eran la “Isla Blanca”, el Atala de los Purânas. Esto era pura necedad, toda vez que Atala es una de las siete Dvipas, o Islas, pertenecientes a los Lokas inferiores, una de las siete regiones de Pâtâla (los antípodas). Además, según indica Wilford  los Purânas la colocan “en la séptima zona o séptimo clima” -más bien en la medida séptima de calor-, lo cual la localiza así entre las latitudes 24º y 28º Norte. Por tanto, debe buscarse en el mismo grado que el Trópico de Cáncer, mientras que Inglaterra se halla entre las latitudes 50º y 60º. Wilford la llama Atala, la Atlántida, la Isla Blanca. Su enemigo es llamado el “Demonio Blanco”, el Demonio del terror, pues dice:
             
En sus romances (indos y persas) vemos a Caiscaus que va a la montaña de Az-burj; o As-burj, a cuyo pie se pone el sol, a luchar con el Divsefid, o demonio blanco, el Târa-daitya de los Purânas, y cuya mansión estaba en el grado séptimo del mundo, correspondiendo a la séptima zona de los buddistas... o, en otras palabras, a la Isla Blanca.

            
Ahora bien; en esto es donde los orientalistas han estado, y están aún, frente a frente del enigma de la Esfinge, cuya errónea interpretación destruirá siempre su autoridad -ya que no a sus personas- a los ojos de todos los eruditos hindúes, Iniciados o no. Pues no hay en los Purânas, en cuyos detalles contradictorios fundaba Wilford sus especulaciones, una sola declaración que no tenga varios significados y que no se aplique tanto al mundo físico como al metafísico. Si los antiguos hindúes dividían geográficamente la faz del Globo en siete Zonas, Climas, Dvipas, y alegóricamente en siete Infiernos y siete Cielos, la medida de siete no se aplicaba en ambos casos a las mismas localidades. Ahora bien; el Polo Norte, el país del “Meru”, es lo que es la séptima división, por corresponder al séptimo Principio (o al cuarto metafísicamente) del cálculo Oculto. Representa él la región de Âtmâ, del Alma y de la Espiritualidad puras. De aquí que Pushkara se presente como la séptima Zona, o Dvipa, que circunada el Océano Kshira u Océano de Leche (la blanca región siempre helada), en el Vishnu y otros Purânas. Y Pushkara, con sus dos Varshas, se encuentra directamente al pie del Meru. Pues se ha dicho que:
             
Los dos países Norte y Sur del Meru tienen la forma de arco... (y que) la mitad de la superficie de la tierra está al Sur del Meru y la otra mitad al Norte del mismo - más allá del cual está la mitad de Pushkara.
             
Geográficamente, pues, Pushkara es la América, Septentrional y Meridional; y alegóricamente es la prolongación de Jambu-dvipa, en medio de la cual se halla el Meru, pues es el país habitado por seres que viven diez mil años y que están libres de enfermedad y de decaimiento; donde no existen la virtud ni el vicio, ni castas ni leyes, porque estos hombres son “de la misma naturaleza que los Dioses” . Wilford tiende a ver el Meru en el Monte Atlas, y coloca también allí el Lokâloka. Ahora bien; el Meru, se nos dice que es el Svar-loka, la mansión de Brahmâ y de Vishnu, y el Olimpo de las regiones exotéricas indias; y se describe, geográficamente, como “pasando por medio del globo terrestre, y rebasando por cada lado”. En su parte superior están los Dioses, y en la inferior, o Polo Sur, la mansión de los Demonios (Infiernos). ¿Cómo, pues, puede ser el Meru el Monte Atlas? Por otra parte, Târadaitya, un Demonio, no puede ser colocado en la séptima Zona, si esta última ha de se identificada con la Isla Blanca, la cual es Shveta-dvipa, por las razones dadas en la nota anterior.
            
Wilford acusa a los brahmanes de “haber mezclado confusamente (islas y países)”, pero él es quien los ha mezclado y confundido aún más. Cree él que, como el Brahmânda y el Vâyu Purâna dividen el antiguo Continente en siete Dvipas, que se dice están rodeadas de un vasto océano, más allá del cual se encuentran las regiones y montañas de Atala, de aquí que:
             
Es muy probable que los griegos derivasen sus nociones de la célebre Atlántida, la cual, no pudiendo ser encontrada después de haber sido una vez descubierta, supusieron que había sido destruida por alguna conmoción de la Naturaleza.

            
Como encontramos alguna dificultad en creer que los sacerdotes egipcios, Platón y hasta el mismo Homero fundasen todas sus nociones de la Atlántida en Atala -región inferior situada en el Polo Sur-, preferimos atenernos a las declaraciones de los Libros Secretos. Creemos en los siete continentes, cuatro de los cuales han vivido ya su tiempo, el quinto existe aún, y dos aparecerán en el porvenir. Creemos que cada uno de estos no es estrictamente un continente con arreglo al sentido moderno de la palabra, sino que cada nombre, desde Jambu hasta Pushkara  se refiere a los nombes geográficos dados: I las tierras secas que cubren toda la superficie de la Tierra durante el período de una Raza-Raíz en general; II a lo que queda de éstas después de un Pralaya de Raza geológico, como, por ejemplo, Jambu; y III a aquellas localidades que entrarán, después de futuros cataclismos, en la formación de nuevos Continentes universales, Penínsulas o Dvipas, siendo cada Continente, en cierto sentido, una región mayor o menor de tierra seca rodeada de agua. Así, pues, cualquiera que sea la “mescolanza” que esta nomenclatura pueda representar para el profano, no hay ninguna de hecho para el que posee la clave.
            
Así, creemos saber que aun cuando dos de las Islas Puránicas -los Continentes Sexto y Séptimo- están aún por aparecer, sin embargo, ha habido, o hay tierras que entrarán en la composición de las futuras regiones secas, de nuevas Tierras cuyas superficies geográficas serán totalmente cambiadas, como lo fueron las del pasado. Por tanto, encontramos en los Purânas que Shâka-dvipa es (o será) un Continente, y que Shanka-dvipa, según lo presente el Vâyu Purâna, es sólo “una isla menor”, una de las nueve divisiones (a las cuales el Vâyu añade seis más) de Bhâratavarsha. Pues Shankha-dvipa fue poblada por “Mlechehhas (extranjeros impuros), que adoraban divinidades indas”, y por tanto, estaban relacionados con la India.
           
Esto explica a Shankhâsura, Rey de una parte de Shankha-dvipa, que fue muerto por Krishna; aquel Rey que residía en el palacio “que era una concha marina, y cuyos súbditos vivían también en conchas”, dice Wilford.
                       
En las orillas del Nilâ (173) había luchas frecuentes entre los Devatâs (Seres Divinos, Semidioses) y los Daityas (Gigantes); pero siendo esta última tribu la que prevaleció, su rey y Jefe Shankhâsura, que residía en el Océano, hizo frecuentes incursiones... de noche.

            
No es en las orillas del Nilo, como supone Wilford, sino en las costas del África Occidental, al Sur de donde está ahora Marruecos, donde tuvieron lugar estas batallas. Hubo un tiempo en que todo el Desierto de Sahara era un mar, después un continente tan fértil como el Delta, y luego, después de otra sumersión temporal, se convirtió en un desierto, parecido a aquella otra soledad, el Desierto de Shamo o de Gobi. Esto se indica en la tradición Puránica, pues en la misma página antes citada, se dice:
            
(La) gente estaba entre dos fuegos; pues, mientras Shankhâsura saqueaba un lado del continente, Racacha (o Krauncha), rey de Crauncha-dwip (Krauncha-dvipa), desolaba el otro; ambos ejércitos... convirtieron así la más fértil de las regiones en un árido desierto.
              
Seguro es que Europa fue precedida no sólo por la última isla de la Atlántida de que habla Platón, sino también por un gran continente, que primero se dividió, y últimamente se subdividió en siete penínsulas e islas llamadas (Dvipas). Cubría él todas las regiones Atlánticas del Norte y del Sur, así como partes del Pacífico, del Norte y Sur, y tenía islas hasta en el Océano Índico (restos de la Lemuria). Este aserto está corroborado por los Purânas indios, por escritores griegos y por tradiciones persas, asiáticas y mahometanas. Wilford, que confunde lastimosamente las leyendas indas y musulmanas, muestra esto, sin embargo, claramente. Sus hechos y citas de los Purânas presentan una evidencia concluyente de que los indos Arios y otras antiguas naciones fueron navegantes antes que los fenicios, a quienes se atribuye ahora el haber sido los primeros marinos que aparecieron en los tiempos postdiluvianos. He aquí lo que leemos en Asiatic Researches:

En su desesperación, los pocos indígenas que quedaron (en la guerra entre los Devatâs y Daityas) elevaron sus manos y su corazón a Bhagavân, y exclamaron: “Que el que nos liberte... sea nuestro rey”; y usaron la palabra ÎT (un término mágico que Wilford, evidentemente, no entendió) que tuvo eco en todo el país.
             
Entonces estalla una violenta tempestad; las aguas del Kâli se agitan de un modo extraño, “y aparece sobre las olas... un hombre, llamado después ÎT, a la cabeza de un ejército numeroso, diciendo abhayan, o no hay temor”; y derrotó al enemigo. “El Rey ÎT -explica Wilford- es una encarnación subordinada a Mrira” -Mrida, ¿una forma de Rudra probablemente?- quien “restableció la paz y prosperidad en todo el Shamkha-dvipa, por medio de Barbaradêsa, Misrast’hân y Arva-st’hân, o Arabia”, etc.
            
Seguramente, si los Purânas indos dan una descripción de guerras en continentes e islas situados más allá del África Occidental, en el Océano Atlántico; si sus escritores hablan de Barbaras y otras gentes como los Árabes -ellos que nunca se ha sabido que hayan navegado ni cruzado el Kâlapâni, las Negras Aguas del Océano, en los días de la navegación fenicia- entonces estos Purânas tienen que ser más antiguos que los fenicios, a los cuales se les asigna la época de 2.000 a 3.000 años antes de Cristo. En todo caso, sus tradiciones tienen que ser más antiguas, pues un adepto escribe:
            
En el relato anterior, los indos hablan de esta isla como existiendo, y con gran poderío; por tanto, tiene que haber sido hace más de once mil años.
            
Pero puede aducirse otra prueba de la gran antigüedad de estos indos arios que describieron la última isla superviviente de la Atlántida, o más bien de aquel resto de la parte oriental, del Continente que pereció poco después del levantamiento de las dos Américas - los dos Varshas de Pushkara. Y describieron lo que conocían, porque habían morado una vez en él. Esto puede demostrarse, además, con un cálculo astronómico de un Adepto que critica a Wilford. Recordando lo que este orientalista había manifestado respecto del Monte Ashburj, “a cuyo pie se pone el sol”, donde ocurrió la guerra entre los Devatâs y los Daityas , dice:
            
Consideraremos, pues, la latitud y longitud de la perdida isla y del Monte Ashburj que ha quedado. Fue en el séptimo grado el mundo, esto es, en el séptimo clima (el cual está entre la latitud de 24 a 28 grados Norte) ...Esta isla, hija del Océano, se ha descrito muchas veces como estando al Oeste; y al sol se le presenta como poniéndose al pie de su montaña (Ashburj, Atlas, Tenerife o Nilâ, no importa el nombre), y luchando con el Demonio Blanco de la “Isla Blanca”.
             
Ahora bien; si consideramos esta declaración desde su aspecto astronómico, como Krishna es el Sol encarnado (Vishnu), un Dios solar, y como   se dice que mató el Div-sefid, el Demonio Blanco -una personificación posible de los antiguos habitantes del pie del Atlas-, puede quizás que sólo sea una representación de los rayos verticales del Sol. Por otra parte, estos habitantes, los Atlantes, según hemos visto, son acusados por Diodoro de maldecir diariamente al Sol, y de luchar siempre contra su influencia. Esto es, sin embargo, una interpretación astronómica. Ahora quedará probado que Shankhâsura, y Shankha-dvipa, y toda su historia, es también geográfica y etnológicamente la Atlántida de Platón bajo la vestimenta inda.
            
Se ha observado que, puesto que en los relatos Puránicos la isla existe todavía, estos relatos tienen que tener más de los 11.000 años que han transcurrido desde que Shankha-dvipa, o la Poseidonis de la Atlántida, desapareció. Pero ¿no puede ser posible que los indos conocieran esta isla aún antes? Volvamos de nuevo a las demostraciones astronómicas que aclaran perfectamente este punto, si con el referido Adepto consideramos que:
            
En el tiempo en que el “coluro” tropical del verano pasaba por las Pléyades, cuando Cor Leonis se hallaba sobre el ecuador, y cuando Leo estaba vertical a Ceilán al ponerse el sol, entonces Tauro estaría vertical a la isla de la Atlántida al mediodía.
            
Esto quizás explique por qué los singaleses, herederos de los Râkshasas y Gigantes de Lankâ y descendientes directos de Sinha, o Leo, estuvieron relacionados con Shakha-dvipa o Poseidonis (la Atlántida de Platón). Sólo que, como el Sphinxiad de Mackey indica, esto tiene que haber ocurrido hace unos 23.000 años, astronómicamente; en cuyo tiempo la oblicuidad de la eclíptica tuvo que haber sido más de 27 grados, y por consiguiente, Tauro debe de haber pasado sobre la Atlántida o Shankha-dvipa. Y que esto era así se demuestra claramente. Dicen los Comentarios:
            
El toro sagrado Nandi fue traído de Bhârata a Shankha para encontrarse con Rishabha (Tauro) en cada Kalpa. Pero cuando los de la Isla Blanca (descendientes originalmente de Shveta-dvipa) (181), que se habían mezclado con los Daityas (Gigantes) de la tierra de iniquidad, se hubieron vuelto negros por el pecado, entonces Nandi permaneció por siempre en la Isla Blanca (o Shveta-dvipa) ... Los del Cuarto Mundo (Raza) perdieron AUM.


            
Asburj, o Azburj, ya sea o no el pico de Tenerife, era un volcán cuando principió la sumersión de la “Atala Occidental”, o Infierno, y los que se salvaron refirieron lo sucedido a sus hijos. La Atlántida de Platón pereció entre el agua por debajo y el fuego por encima, pues la gran montaña no cesó de vomitar llamas.
            
El “Monstruo vomitador de fuego” fue el único que sobrevivió de entre las ruinas de la desgraciada isla.
            
¿Es que se acusa también a los griegos, a quienes se atribuye haber hecho suya una ficción inda (Atala), y haber inventado otra de ella (la Atlántida), de haber tomado de ellos sus nociones geográficas y el número siete?
             
“La famosa Atlántida ya no existe, pero casi ni se puede dudar de que existiera”, dice Proclo; “pues Marcelo, que escribió una historia sobre los asuntos etíopes, dice que tal gran isla existió una vez, y esto lo prueban los que escribieron historias acerca del mar externo. Pues ellos cuentan que en este tiempo había siete islas  en el Mar Atlántico, consagradas a Proserpina; y además de éstas, tres de inmensa magnitud consagradas a Plutón..., (Júpiter), y Neptuno. Y, además, los habitantes de la última isla (Poseidonis) conservaban la memoria de las prodigiosas dimensiones de la isla Atlántida, según lo habían referido sus antepasados, y que ella gobernó durante mucho tiempo todas las islas del mar Atlántico. Desde esta isla puede pasase a otras grandes islas más allá, las cuales no están lejos de la tierra firme, cerca de la cual está el verdadero mar”.
           
  Estos siete dvipas (traducidos erróneamente por islas) constituyen, según Marcelo, el cuerpo de la famosa Atlántida... Esto muestra evidentemente que la Atlántida es el antiguo continente... La Atlántida fue destruida después de una violenta borrasca (?); esto es bien conocido de los puránicos, algunos de los cuales aseguran que, a consecuencia de esta espantosa convulsión de la naturaleza, desaparecieron seis de los Dvipas.
               
Ya se han dado bastante pruebas para satisfacer al mayor escéptico. No obstante, se añadirán pruebas directas basadas en  la Ciencia exacta. Sin embargo, aun cuando se escribieran volúmenes, de nada servirían para aquellos que no quieren ver ni oír sino por los ojos y oídos de sus autoridades respectivas.
            
De aquí la enseñanza de los escoliadores católicos romanos, a saber: Que Hermón, el monte de la tierra de Mizpeth -que significa “anatema”, “destrucción”- es lo mismo que Monte Armón. Como prueba de esto, citan muchas veces a Josefo afirmando que, aun en su tiempo, se descubrían en él diariamente enormes huesos de gigantes. Pero era la tierra de Balaam, el profeta a quien el “Señor amaba”. Y tan mezclados están los hechos y personajes en el cerebro de los mencionados escoliadores, que cuando el Zohar explica que “las aves” que inspiraron a Balaam significan “Serpientes”, esto es, los Hombres Sabios y adeptos en cuya Escuela había aprendido los misterios de la profecía, aprovechan de nuevo la ocasión para mostrar al Monte Hermón, habitado por los “dragones alados del Mal, cuyo jefe es Samael” - ¡el Satán judío! Según dice Spencer:

A estos espíritus impuros encadenados en el Monte Hermón del Desierto fue enviado el chivo de Israel, el cual tomó el nombre de uno de ellos (Azaz (y) el).

            
No es así, decimos nosotros. El Zohar tiene la explicación siguiente acerca de la práctica de la magia, la cual es llamada en hebreo Nehhaschim o las “Obras de las Serpientes”. Dice (part. III, col. 302):
           
Es llamada Nehhaschim porque los magos (Kabalistas prácticos) trabajan rodeados por la luz de la Serpiente Primordial, que perciben en el cielo como una zona luminosa compuesta de miríadas de pequeñas estrellas.


Esto significa sencillamente la Luz Astral, llamada así por los Martinistas, por Eliphas Lévi, y ahora por todos los Ocultistas modernos.

H.P Blavatsky D.S T III

No hay comentarios:

Publicar un comentario