Las
anteriores enseñanzas de la Doctrina Secreta, completadas por tradiciones
universales, han debido demostrar ya que los Brâhmanas y Purânas, el Vendîdâd y otras escrituras mazdeístas;
las egipcias, griegas y romanas, y finalmente, hasta los anales sagrados
judíos, todas tienen el mismo origen. Ninguna
de ellas es un cuento sin sentido y sin fundamento, inventado para
atrapar al profano incauto; todas son alegorías que encierran, bajo un velo más
o menos fantástico, las grandes verdades reunidas en el mismo campo de la
tradición prehistórica. La falta de espacio nos impide entrar, en estos
volúmenes, en más minuciosos detalles acerca de las cuatro Razas que han
precedido a la nuestra. Pero antes de presentar al lector la historia de la
evolución psíquica y espiritual de los
padres directos antediluvianos de nuestra Quinta Humanidad (la Aria), y antes
de demostrar su influencia sobre todas las ramas laterales desarrolladas del
mismo tronco, tenemos que dilucidar algunos hechos más.
Se ha mostrado con el
testimonio de todo el mundo literario antiguo, y las especulaciones intuitivas
de más de un filósofo y hombre científico de las últimas edades, que las
enseñanzas de nuestra Doctrina Esotérica se hallan corroboradas, en casi todos
los casos, tanto por pruebas deducidas como por las directas, y que ni los
Gigantes “legendarios” ni los perdidos Continentes, así como tampoco la
evolución de las Razas precedentes, son cuentos sin ningún fundamento. En la
Adenda del siguiente volumen, la Ciencia se verá más de una vez imposibilitada de replicar; y esperamos
que esa Adenda resolverá todas las observaciones escépticas que se presenten
respecto al número sagrado en la naturaleza, y a nuestras cifras en general.
Mientras
tanto, fáltanos por concluir una tarea: la refutación del más pernicioso de
todos los dogmas teológicos, la MALDICIÓN bajo la cual se dice ha sufrido la
humanidad desde la supuesta desobediencia de Adán y Eva en el jardín del Edén.
Los
poderes creadores del hombre fueron un don de la Sabiduría Divina, no
consecuencia del pecado. Esto se ve claramente en la conducta paradójica de
Jehovah, que maldice primero a Adán y
Eva (o la Humanidad) por el supuesto crimen cometido, y luego bendice a su “pueblo escogido” diciendo:
“Creced multiplicaos, y llenad la
tierra” La Maldición no fue atraída sobre la humanidad por la Cuarta
Raza, pues la Tercera, relativamente sin pecado, los antediluvianos aun más
gigantescos, habían perecido del mismo modo; por tanto, el Diluvio no fue un
castigo, sino simplemente resultado de una ley periódica y geológica. Tampoco
cayó sobre ellos la maldición del KARMA por buscar la unión natural, como hacen todos los animales
sin mente en las épocas debidas; sino por abusar del poder creador, por
degradar el don divino y malgastar la esencia de la vida sin más objeto que la
satisfacción personal bestial. Cuando se comprende, se ve que el tercer
capítulo del Génesis se refiere al
Adán y Eva de la Tercera Raza que terminaba, y de la Cuarta que empezaba. En el
principio, la concepción era tan fácil para la mujer como para toda la creación
animal. Nunca estuvo en el plan de la Naturaleza que la mujer diese a luz a sus
hijos en el “dolor”. Desde aquella época, sin embargo, durante la evolución de
la Cuarta Raza, declaróse la enemistad entre su simiente y la simiente “de la
Serpiente”, la simiente o producto del Karma y de la Sabiduría Divina. Pues la
semilla de la mujer, la lujuria, aplastó
la cabeza de la semilla del fruto de
la sabiduría y del conocimiento, convirtiendo todo el misterio de la
procreación en satisfacción animal; de aquí que la ley del Karma “magullase el talón” de la Raza Atlante, cambiando de
un modo gradual, fisiológica, moral, física y mentalmente la naturaleza toda de
la Cuarta Raza humana, hasta que, en lugar de ser el rey saludable de la
creación animal de la Tercera Raza, el hombre se convirtió en la Quinta,
nuestra Raza, en un ser escrupuloso e impotente, y vino a ser el heredero más
rico del Globo de enfermedades de constitución y hereditarias, el más
consciente e inteligentemente bestial de todos los animales.
Ésta
es la verdadera Maldición desde el punto de vista fisiológico, casi la única
que se indica en el Esoterismo kabalístico. Considerada bajo este aspecto, la
Maldición es innegable, porque es evidente. La evolución intelectual, marchando
en su progreso mano a mano con la física, ha sido, ciertamente, una maldición
más bien que una bendición; un don apresurado por los “Señores de Sabiduría”
que derramaron sobre el Manas humano
el fresco rocío de su propio Espíritu y Esencia. El Divino Titán ha sufrido,
pues, en vano; y casi se siente uno inclinado a lamentar su beneficio a la
humanidad, y a suspirar por aquellos días tan gráficamente descritos por
Esquilo en su “Prometeo Encadenado”, cuando al final de la primera Edad
Titánica (la Edad que siguió a la del Hombre Etéreo, del piadoso Kandu y
Pramlochâ) el hombre físico naciente, todavía sin intelecto y
(fisiológicamente) sin sentidos, se describe como:
Viendo, veían en vano;
Oyendo,
no oían; sino que semejantes a las sombras en sueños,
Durante
largo tiempo, todo lo confundían al acaso.
Nuestros
Salvadores, los Agnishvâtta y otros “Hijos divinos de la Llama de la
Sabiduría”, personificados por los griegos en Prometeo, bien pueden
quedar desconocidos y sin que se les dé las gracias, en la injusticia del
corazón humano. En nuestra ignorancia de la verdad, pueden ser indirectamente
maldecidos por el don de Pandora; pero verse proclamados y declardos DEMONIOS
por boca del clero es un Karma demasiado pesado para “Aquel” que, cuando Zeus,
“deseó ardientemente” extinguir toda la raza humana, “se atrevió él solo” a
salvar a la “raza mortal” de la perdición, o, como se hace decir al Titán que
sufre:
Para que no se hundieran, arrebatados al
tenebroso Hades,
Por
esto, terribles torturas me oprimen,
Cruel
sacrificio, que a lástima mueve,
Yo
que a los mortales compadecí...
El
coro observa muy pertinentemente:
¡Gran beneficio fue el que a los mortales otorgaste
Prometeo contesta:
Sí, y además les di el fuego,
CORO:
¿Conque el fuego llameante esos seres efímeros poseen?
PROM.:
Sí, y por él muchas artes con perfección aprenderán...
Pero
con las artes, el “fuego” recibido se ha convertido en la mayor de las
maldiciones; el elemento animal y la conciencia
de su posesión han cambiado el instinto periódico en animalismo y sensualidad
crónica. Esto es lo que amenaza a la humanidad como pesado manto
funerario. así surge la responsabilidad del libre albedrío; las pasiones
Titánicas que representan a la humanidad en su aspecto más sombrío:
La
insaciabilidad constante de las pasiones y deseos inferiores que, con cínica
insolencia, desafían las trabas de la ley .
Habiendo
Prometeo dotado al hombre, según el Protágoras
de Platón, con aquella “sabiduría que suministra el bienestar físico”, y no
habiendo cambiado el aspecto inferior del Manas del animal (Kâma), en lugar de
“una mente inmaculada, primer don del cielo”, creóse el eterno buitre del deseo
jamás satisfecho, del pesar y de la desesperación, acoplado a la “debilidad
soñolienta que encadena a la raza ciega de los mortales”, hasta el día en
que Prometeo sea puesto en libertad por su libertador, destinado por el cielo,
Heracles.
Ahora
bien; los cristianos, especialmente los católicos romanos, han tratado de
relacionar proféticamente este drama con el advenimiento de Cristo. No se podía
cometer error mayor. El verdadero teósofo, el que busca la Sabiduría Divina y
rinde culto a la Perfección absoluta -la Deidad Desconocida, que no es Zeus ni
Jehovah-, rechazará tal idea. Señalando a la antigüedad, probará que jamás ha
habido un pecado original, sino sólo
un abuso de la inteligencia física siendo guiado lo psíquico por lo Animal, y
extinguiendo entre ambos la luz de lo Espiritual. Dirá él, pues: ¡Todos los que
podáis leer entre líneas, estudiad la Antigua Sabiduría en los viejos dramas,
indos y griegos; leed con atención el “Prometeo Encadenado”, representado en
los teatros de Atenas hace 2.400 años! El mito no pertenece a Hesiodo ni a
Esquilo; sino que, como Bunsen dice, “es más antiguo que los mismos helenos”,
pues verdaderamente pertenece a la aurora de la conciencia humana. El Titán crucificado es el símbolo personificado
del Logos colectivo, la “Hueste” de los “Señores de la Sabiduría” o el HOMBRE
CELESTE, que encarnó en la Humanidad. Además, según demuestra su nombre (Pro-me-theus, “el que va ante él” o el
futuro) (189), en lo que él ideó y enseñó a la humanidad, la penetración
psicológica no era lo de menos. Pues según sus quejas a las hijas del Océano:
De modos diversos determiné las profecías
Y
entre los sueños distinguí primeramente
La
visión verdadera... y a los mortales guié
A
un arte misterioso...
Todas
las artes, de Prometeo los mortales recibieron.
Dejando,
por unas páginas, el asunto principal, detengámonos a ver lo que puede ser el
significado oculto de esta tradicional alegoría, una de las más antiguas así
como de las más sugestivas. Como se relaciona directamente con las primeras
Razas, no será esto una verdadera digresión.
El
asunto de la trilogía de Esquilo, de la cual se han perdido dos piezas, es
conocido de todo lector culto. El semidiós roba a los Dioses (los Elohim) su
secreto, el misterio del Fuego
Creador. Por este atentado sacrílego, Cronos (190) lo derriba y le entrega a
Zeus, el Padre y Creador de una humanidad que él hubiera deseado ciega
intelectualmente y semejante al animal; una Deidad Personal que no quería ver al HOMBRE “como uno de nosotros”. Por
tanto, Prometeo, el “Dador del Fuego y de la Luz”, es encadenado al Monte
Cáucaso y condenado a la tortura. Pero el Destino triforme (Karma) cuyos
decretos, como dice el Titán, hasta Zeus -
Ni
aun él al destino escapar puede...
- ordena que estos sufrimientos sólo durarán
hasta el día en que nazca un hijo de Zeus -
Sí,
un hijo más fuerte que su padre .
.............................................................................
Uno
de tu propia estirpe (de Io) será.
Este “Hijo” librará a Prometeo
(la humanidad que sufre) de su propio don fatal. Su nombre es “Aquel que tiene
que venir”.
Bajo
la autoridad, pues, de estas pocas líneas, las cuales, como toda otra sentencia
alegórica, puede ser amoldada a cualquier sentido (bajo la autoridad de las
palabras pronunciadas por Prometeo y dirigidas a Io, la hija de Inaco,
perseguida por Zeus), toda una profecía ha sido construida por algunos
escritores católicos. Dice el Titán crucificado:
Y , portento increíble, las encinas
parlantes
Las
cuales claramente, sin enigmática frase,
Te
proclamaron como la ilustre esposa de Zeus
.........................................................................
............ halagándote
Con
sólo el suave contacto de su diestra;
Luego
al oscuro Epafo parirás, cuyo nombre
Registra
su concepción sagrada ...
Esto
fue interpretado por varios fanáticos (Des Mousseaux y De Mirville, entre
otros) como una clara profecía. Io “es la madre de Dios”, se nos dice, y el
“oscuro Epafos”, Cristo. Pero este último no ha destronado a su Padre, excepto
metafóricamente, si nos referimos a Jehovah como el Padre; ni el Salvador
cristiano ha precipitado a su Padre
en el Hades. Prometeo dice (en el verso 930) que Zeus será también humillado:
.............................tal
matrimonio prepara
Que
desde el trono de su poderío a la nada
Lo
precipitará; cumpliráse así en todo
La
maldición de su padre Cronos...
............................
Dejadle, pues, estar
Confiado
en su alto y mugiente trueno,
Y
blandiendo con ambas manos el rayo fiero;
Pues
estos no le librarán, y tendrá que caer,
Caída
ignominiosa, intolerable ...
El
“oscuro Epafos” era el Dionisio-Sabasius, hijo de Zeus y de Deméter en los
Misterios Sabasios, durante los cuales el “Padre de los Dioses”, tomando la
forma de Serpiente, engendró con
Deméter a Dionisio, o el Baco Solar. Io es la Luna y, al mismo tiempo, la Eva
de una nueva raza, y lo mismo es
Deméter, en el caso presente. El mito de
Prometeo es verdaderamente una profecía; pero no se refiere a ninguno de los
Salvadores cíclicos que han aparecido periódicamente en varios países y en
diversas naciones, en sus estados transitorios de evolución. Se refiere al
último de los misterios de las transformaciones cíclicas, en cuya serie la
humanidad, habiendo pasado del estado etéreo al físico sólido, desde la
procreación espiritual a la fisiológica, marcha ahora adelante en el arco
opuesto del ciclo, hacia esa segunda fase de su estado primitivo en que la mujer no conocía hombre y la progenie
humana era creada, no engendrada.
Ese
estado volverá al mundo en general cuando éste descubra y aprecie realmente las
verdades que yacen en el fondo de este gran problema del sexo. Será él como la
“luz que nunca ha brillado ni en la tierra ni en el mar”; y tiene que llegar a
los hombres por medio de la Sociedad Teosófica. Esa luz conducirá a la verdadera intuición espiritual.
Entonces, según se dijo una vez en una carta a un teósofo:
El mundo tendrá una raza de Buddhas y
Cristos, porque el mundo habrá descubierto que está en su poder el procrear
niños semejantes a Buddha, o Demonios... Cuando este conocimiento venga,
todas las religiones dogmáticas, y con éstas los Demonios, se extinguirán.
Si
reflexionamos sobre el desarrollo sucesivo de la alegoría, y del carácter de
los héroes, el misterio puede descifrarse. Cronos es, por supuesto, el
“Tiempo”, en su curso cíclico. Devora él a sus hijos, incluso a los Dioses personales de los dogmas exotéricos. En
lugar de Zeus, ha devorado él a su ídolo de piedra; pero el símbolo ha crecido,
y sólo se ha desarrollado en la fantasía humana, a medida que la humanidad ha
descendido en el ciclo hacia su perfección intelectual y física solamente, no
hacia la espiritual. Cuando haya progresado igualmente en su evolución
espiritual, Cronos no seguirá engañándose. En lugar de la imagen de piedra, se
tragará a la misma ficción antropomórfica. Porque la Serpiente de la Sabiduría,
representada en los Misterios Sabasios por el Logos antropomorfizado, la unidad
de los Poderes espirituales y físicos, creará con el Tiempo (Cronos) una
progenie: Dionisio-Baco o el “oscuro Epafos”, el “poderoso”, la Raza que le
derribará. ¿En dónde nacerá? Prometeo muestra su origen y lugar de su
nacimiento en su profecía a Io. Io es la Diosa Lunar de la generación, pues
ella es Isis y es Eva, la Gran Madre. Él muestra el sendero de la marcha
(de las razas), tan claramente como pueden expresarlo las palabras. Ella tiene
que dejar Europa e ir al continente asiático, llegando allí a la más elevada de
las montañas del Cáucaso (véase 737); pues el Titán le dice:
Cuando el río atravieses que separa
Entrambos
continentes, hacia el Oriente abrasador ...
tiene que viajar en dirección al
Este, después de pasar el “Bósforo Kimmeriano” y cruzar lo que evidentemente es
el Volga y ahora Astrakhan sobre el mar Caspio. Después de esto encontrará
“furiosos vientos del Norte”, y de allí pasará al país de la “hueste de
Arimaspian” (al Este de la Escitia de Herodoto) hacia
Las ondas cargadas de oro de Plutón ...
Las ondas cargadas de oro de Plutón ...
Lo
cual ha conjeturado acertadamente el profesor Newman que significa el Ural,
siendo los Arimaspi de Herodoto “los habitantes conocidos de esta región
aurífera”.
Y
ahora se presenta (entre los versículos 825 y 835) un enigma para todos los
intérpretes europeos. Dice el Titán:
No
te acerques a estos (a los Arimaspi y Grifos); a una tierra mucho más lejana
Llegarás
después, donde mora una raza negra
Cerca
de las fuentes del Sol, de donde viene el Etíope río;
Seguirás
por sus orillas hasta que llegues
A
los poderosos rápidos, de do las Biblinas alturas
Envían
al Neilos aguas sacras y puras.
Allí
se ordenó a Io que fundase una colonia para ella y sus hijos. Ahora veremos
cómo ha sido interpretado el pasaje. A Io se le dice que tiene que viajar hacia
Oriente hasta llegar al río Ethiops, el cual tendrá que seguir hasta su caída
en el Nilo, de donde la perplejidad. “Según las teorías geográficas de los
primeros griegos”, nos dice el autor de la versión de “Prometeo Encadenado”:
Esta
condición la llenaba el río Indus. Arrian (VI, 1) refiere que Alejandro el
Grande, al estarse preparando para navegar por el Indus (habiendo visto
cocodrilos en este río y en ningún otro, excepto en el Nilo...), le pareció que
había descubierto las fuentes del Nilo; como si éste, saliendo de algún lugar
de la India, y corriendo a través de mucha tierra desierta, perdiese por esto
su nombre de Indus, corriese... luego por tierras inhabitadas, y fuese entonces
llamado Nilo por los etíopes de aquellos lugares, y después por los egipcios.
Virgilio, en la Geórgica IV, se hace eco de este antiguo error.
Tanto
Alejandro como Virgilio pueden haberse equivocado considerablemente en sus
nociones geográficas; pero la profecía de Prometeo no ha pecado del mismo modo,
ni mucho menos; en todo caso, no en su espíritu esotérico. Cuando se simboliza
cierta Raza, y se dan los sucesos de su historia alegóricamente, no hay que
esperar una exactitud topográfica en el itinerario trazado para su
personificación. Sin embargo, sucede efectivamente que el río Ethiops es el
Indus, y es también el Nil o Nilâ. Es el río que nace en la montaña, la Celeste Kailâsa, la Mansión de los Dioses, a
22.000 pies sobre el nivel del mar. Era el Río Ethiops, y así fue llamado por
los griegos mucho tiempo antes de los días de Alejando, porque sus orillas,
desde Attock hasta Sind, estaban pobladas por tribus a quienes generalmente se
llamaba etíopes orientales. La India y Egipto eran dos naciones hermanas, y los
etíopes orientales -los poderosos constructores- vinieron de la India, como
está bastante bien probado, según creemos, en Isis sin Velo.
En
este caso ¿por qué no ha de haber podido Alejandro, y hasta el erudito
Virgilio, usar de la palabra Nilo o Neilos al hablar del Indus, puesto que es
uno de sus nombres? Hasta hoy día el Indus es llamado en las regiones alrededor
de Kalabagh, Nil, “azul”, y Nilâ, el “río azul”. Las aguas son allí de tal
color azul oscuro, que este nombre le fue dado desde tiempo inmemorial; y una
pequeña ciudad situada en sus orillas, y que existe hasta hoy, lleva el mismo
nombre. Es evidente que Arrian, que escribió mucho tiempo después de los días
de Alejandro, y que ignoraba el antiguo nombre del Indus, ha calumniado
inconscientemente al conquistador griego. Nuestros modernos historiadores no
han sido tampoco más cautos al juzgar como lo han hecho, pues a menudo hacen
las declaraciones más concluyentes por meras apariencias, lo mismo que sus
antiguos colegas de antaño, cuando no había Enciclopedia alguna a su
disposición.
La
raza de Io, la “doncella con cuernos de vaca”, es, pues, sencillamente la raza
avanzada primitiva de los etíopes, traída por ella del Indus al Nilo, el cual
recibió su nombre en memoria del río madre de los colonos de la India.
Por tanto, Prometeo dice a Io que el Neilos sagrado -el Dios, no el río-
la guiará “a la tierra de tres ángulos”,
a saber, el Delta, en donde se ordenó previamente a sus hijos que fundasen
“aquella remota colonia” (833 y sig.).
Allí
es donde una nueva raza principia (los egipcios), y una “raza femenina” (873),
la cual, la “quinta en descendencia” del oscuro Epafos:
En número de cincuenta volverá a Argo
Luego una de las cincuenta vírgenes caerá por el amor y
..
Tendrá con Argos una raza de reyes
...........................................................
Pero de esta estirpe saldrán héroes indomables,
Pero de esta estirpe saldrán héroes indomables,
Arqueros
famosos, que me libertarán de estos males.
Cuándo
surgirán estos héroes es lo que el Titán no dice; pues, según observa:
Para
expresar esto extensamente, necesítase largo discurso.
Pero
“Argos” es Arghyavarsha, la Tierra de las Libaciones y de los antiguos
Hierofantes, de donde saldrá el Libertador de la Humanidad, nombre que se
convirtió edades después en el de su vecina la India: la Aryâvarta de antaño.
Varios
escritores antiguos, entre ellos Cicerón y Clemente de Alejandría,
han dicho que el asunto formaba parte de los Misterios Sabasian. Estos últimos
escritores son los únicos que atribuyen a su verdadera causa el hecho de haber
sido Esquilo acusado por los atenienses de sacrilegio y condenado a morir
apedreado. Dicen ellos que Esquilo, no estando iniciado, había profanado los
Misterios exponiéndolos en sus Trilogías en un escenario público. Pero
hubiera incurrido en la misma pena si hubiese sido iniciado; lo cual es lo que
debe haber sucedido, porque de otro modo hubiera tenido, como Sócrates, un
Demonio que le revelase el Drama alegórico, sagrado y secreto, de la
Iniciación. En todo caso, el “padre de la tragedia griega” no fue quien inventó
la profecía de Prometeo; pues lo que él hizo fue sólo repetir en forma
dramática lo que era revelado por los sacerdotes durante los Misterios de
Sabasia. Estos últimos eran una de las festividades sagradas más
antiguas, cuyo origen es hasta hoy día desconocido de la historia. Los
mitólogos lo relacionan, por medio de Mithra, el Sol, llamado Sabasio en
algunos antiguos monumentos, con Júpiter
y Baco. Sin embargo, no fue nunca propiedad de los griegos, sino que data de
tiempo inmemorial.
La
traductora del drama se maravilla de que Esquilo se hiciese culpable de
semejante
discrepancia
entre el carácter de Zeus, tal como se le presenta en el “Prometeo Encadenado”,
y el que se describe en los demás dramas.
Esto
es por lo que Esquilo, lo mismo que Shakespeare, fue y seguirá siendo siempre
la “Esfinge” intelectual de las edades. Entre Zeus, la Deidad Abstracta del
pensamiento griego, y el Zeus Olímpico, había un abismo. Este último no representaba
en los Misterios más principio que el aspecto inferior de la inteligencia
física humana (Manas enlazado con Kâma); mientras que Prometeo, el aspecto
divino de Manas sumergido en Buddhi, al cual aspira, era el Alma divina.
Siempre que a Zeus se le representa como cediendo a sus pasiones inferiores, es
nada más que el Alma Humana, el Dios celoso,
vengativo y cruel, en su Egoísmo o Yo exclusivista. De aquí que a Zeus se le
represente como una Serpiente, el tentador intelectual del hombre, que, sin
embargo, engendra en el curso de la evolución cíclica al “Salvador-Hombre”, al
Baco Solar o Dionisio - más que hombre.
Dionisio
es uno con Osiris, con Krishna y con Buddha, el Sabio celeste, y con el Avatâra
(décimo) futuro, el Christos Espiritual glorificado, que libertará al Christos
en sufrimiento (la humanidad, o Prometeo), en su prueba. Esto, según dicen las
leyendas brahmánicas y buddhistas, que repiten como eco las enseñanzas de
Zoroastro y ahora las cristianas (estas últimas sólo ocasionalmente), sucederá
al final del Kali Yuga. Sólo después de la aparición del Kalki Avatâra, o
Sosiosh, nacerá el hombre de la mujer sin pecado. Entonces Brahmâ, la deidad
hindú; Ahura Mazda (Ormuzd), la de Zoroastro; Zeus, el Don Juan olímpico
griego; Jehovah, el Dios de tribu, celoso, vacilante y cruel de los israelitas,
y todos sus semejantes del Panteón universal de la fantasía humana, se
desvanecerán y desaparecerán en el aire sutil. Y juntamente con ellos se
desvanecerán sus sombras, los aspectos
sombríos de todas estas Deidades, representadas siempre como sus “hermanos
gemelos” y criaturas, en la leyenda Exotérica: su propia reflexión sobre la Tierra, en la Filosofía Esotérica. Los Ahrimanes
y Tifones, los Samaels y Satanes, serán todos destronados en ese día, cuando
todas las pasiones malas sean subyugadas.
Hay
una Ley Eterna en la Naturaleza que tiende siempre a ajustar los opuestos y a
producir una armonía final. Debido a esta Ley de desarrollo espiritual que se
sobrepondrá al físico y puramente intelectual, la humanidad se verá libre de
sus falsos Dioses, y se verá, finalmente, redimida por sí misma.
En
su revelación final, el antiguo mito de Prometeo (cuyos prototipos y antitipos
se encuentran en todas las antiguas teogonías) radica en cada una de éstas, en
el origen mismo del mal físico, porque está en el umbral de la vida física
humana. Cronos es el “Tiempo”, cuya primera ley es que el orden de las fases
sucesivas y armónicas en el proceso de la evolución durante el desarrollo
cíclico, se conserve estrictamente, bajo la pena severa del desenvolvimiento
anormal, con todos sus consiguientes resultados. No estaba en el programa del
desarrollo natural, que el hombre, por más que sea un animal superior, se
convirtiera desde luego, intelectual, espiritual y psíquicamente, en el
Semidiós, que es en la Tierra, mientras que su constitución física permanece
más débil, más impotente y efímera que la de casi todos los mamíferos de gran
tamaño. El contraste es demasiado grotesco y violento; el tabernáculo demasiado
indigno del Dios que en él mora. Así el don de Prometeo se convirtió en una
maldición, aun cuando sabida de antemano
y prevista por la Hueste personificada en ese personaje, como su nombre
bien lo indica. En esto se hallan fundados su pecado y su redención a la
vez. Pues la Hueste que encarnó en una parte de la humanidad, aunque inducida a
ello por Karma o Némesis, prefirió el libre albedrío a la esclavitud pasiva; el
dolor, y hasta la tortura intelectual consciente, “durante el transcurso de
miríadas de tiempos”, a la beatitud instintiva, imbécil y vacía. Sabiendo que
semejante encarnación era prematura y no estaba en el programa de la
Naturaleza, la Hueste Celestial, “Prometeo”, se sacrificó, sin embargo, para
beneficiar con ello a una parte, al menos, de la humanidad. Pero al paso
que salvaba al hombre de la oscuridad mental, le infligió las torturas de la
propia conciencia de su responsabilidad (resultado de su libre albedrío),
además de todos los males de que es heredero el hombre y la carne mortal. Esta
tortura aceptóla Prometeo para sí, puesto que la Hueste se mezcló desde
entonces con el tabernáculo preparado para ella, el cual era aún imperfecto en
aquel período de formación.
Siendo
incapaz la evolución espiritual de marchar a la par que la física, una vez rota
su homogeneidad por la mezcla, el don se convirtió por ello en la causa
principal, si no en el único origen, del Mal. Altamente filosófica es la
alegoría que muestra a Cronos maldiciendo a Zeus por destronarle, en la Edad de
Oro primitiva de Saturno, cuando todos los hombres eran Semidioses, y por crear
una raza física de hombres relativamente débiles e impotentes; y después,
entregando a su venganza (la de Zeus) al culpable que despojó a los Dioses de
su prerrogativa de crear, elevando con ello al hombre a su nivel, intelectual y
espiritualmente. En el caso de Prometeo, Zeus representa a la Hueste de los
Progenitores Primarios, los PITRIS, los “Padres” que crearon al hombre sin
entendimiento y sin mente; al paso que el Divino Titán representa a los
Creadores Espirituales, los Devas que “cayeron” en la generación. Los primeros
son inferiores espiritualmente, pero más fuertes físicamente que los
“Prometeos”; y, por tanto, estos últimos aparecen vencidos. “La Hueste
inferior, cuya obra destruyó el Titán, echando así por tierra los planes de
Zeus”, estaba en esta Tierra en su propia esfera y plano de acción; mientras
que la Hueste superior estaba desterrada del cielo, y se encontró cogido en las
redes de la Materia. Los de la Hueste inferior eran dueños de todas las Fuerzas
Titánicas inferiores y Cósmicas; los Titanes superiores sólo poseían el Fuego
intelectual y espiritual. Este drama de la lucha de Prometeo con el Zeus
sensual, déspota y tirano del Olimpo, lo vemos representado diariamente en
nuestra presente humanidad; las pasiones inferiores encadenan las aspiraciones
superiores a la roca de la Materia, para generar muchas veces el buitre del
dolor, del pesar y del arrepentimiento. En todos estos casos se vuelve a ver de
nuevo
Un dios ... encadenado, presa de la
angustia;
El
enemigo de Zeus, odiado por todos,
un Dios, que ni aun tiene aquel
supremo consuelo de Prometeo, que sufría por propio sacrificio
Porque
a los hombres amaba demasiado;
pues el Titán divino es impulsado
por el altruismo, y el hombre mortal por el propio interés y el egoísmo en
todas las ocasiones.
El
moderno Prometeo se ha convertido ahora en Epi-meteo “el que ve sólo después
del suceso”; porque la filantropía universal del primero ha degenerado hace mucho
tiempo en interés y adoración propios. El hombre volverá a ser el Titán libre de antaño; pero no antes de que la
evolución cíclica haya vuelto a establecer la interrumpida armonía entre las
dos naturalezas, la terrestre y la divina; después de lo cual se hará
impenetrable a las Fuerzas Titánicas inferiores, invulnerable en su Personalidad
e inmortal en su Individualidad. Pero esto no sucederá sino cuando haya
eliminado de su naturaleza todo elemento animal. Cuando el hombre comprenda que
“Deus non fecit mortem”, sino
que el hombre mismo la ha creado, volverá a ser el Prometeo de antes de su
caída.
Para
el simbolismo completo de Prometeo y el origen de este mito en Grecia, se envía
al lector al tomo IV, Parte II, Sección 6: “Prometeo, el Titán”, etc. En dicha
Parte, especie de suplemento del presente trozo, se exponen todos los informes
adicionales sobre aquellas doctrinas que serán controvertidas y disputadas.
Esta obra es tan heterodoxa, cuando se la confronta con los modelos aceptados
de la Teología y de la Ciencia Modernas, que no se omitirá prueba alguna que
tienda a mostrar que tales modelos usurpan muchas veces una autoridad ilegal.
H.P. BLAVATSKY D.S T III
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