miércoles, 14 de octubre de 2015

Las tradiciones Persas mas antiguas acerca de Polo y de los continentes sumergidos



            
La sabiduría legendaria no podía desfigurar los hechos de tal modo que no pudiesen ser reconocidos. Entre las tradiciones de Egipto y Grecia por una parte y de Persia por otra -país siempre en guerra con los primeros-, hay demasiada semejanza de símblos y de números, para poder admitir que semejante  coincidencia sea debida a pura casualidad. Esto ha sido bien probado por Bailly. Detengámonos un momento a considerar esas tradiciones de todo origen importante, para comparar mejor las de los Magos con las llamadas “fábulas” griegas.
            
Esas leyendas han pasado a ser ahora cuentos populares, las tradiciones de Persia, así como más de una verdadera ficción se ha abierto paso en nuestra historia universal. Los relatos del Rey Arturo y de sus Caballeros de la Tabla Redonda son también cuentos de hadas a juzgar por las apariencias; y sin embargo están basados sobre hechos, y pertenecen a la historia de Inglaterra. ¿Por qué, pues, la tradición del Irán no ha de ser parte constitutiva de la historia y de los sucesos prehistóricos de la Atlántida? Esa tradición dice lo siguiente:
            
Antes de la creación de Adán, vivieron en la tierra dos razas sucesivas: los Devs, que reinaron 7.000 años, y los Peris (los Izeds), que sólo reinaron 2.000, existiendo todavía los primeros. Los Devs eran gigantes, fuertes y malvados; los Peris eran más pequeños de estatura, pero más sabios y bondadosos.
            
En esto reconocemos a los Gigantes atlantes y a los Arios, o a los Râkshasas del Râmâyana, y a los hijos de Bhârata-varsha o la India; los antediluvianos y los postdiluvianos de la Biblia.
            
Gyân (o Gnan, Jnâna, el Conocimiento Verdadero o Sabiduría Oculta), llamado también Gian ben-Gian (o la Sabiduría, hija de la Sabiduría), fue Rey de los Peris. Tenía él un escudo tan famoso como el de Aquiles, sólo que en lugar de servir contra un enemigo en la guerra, servía de protección contra la magia siniestra, la brujería de los Devs, Gian-ben-Gian había reinado 2.000 años cuando a Iblis, el Demonio, le fue permitido por Dios derrotar a los Peris y arrojarlos al otro extremo del mundo. Ni aun el escudo mágico, el cual siendo construido con arreglo a principios astrológicos, destruía los hechizos, encantamientos, etc., pudo vencer a Iblis, que era un agente del Destino, o Karma. Cuentan ellos diez reyes en su última metrópoli llamada Khanoom, y el décimo dicen fue Kaimurath, idéntico al Adán hebreo. Estos reyes corresponden con las diez generaciones antediluvianas de reyes, según las presenta Beroso.
            
A pesar de lo desfigurado de estas leyendas, no puede uno dejar de identificarlas con las tradiciones caldeas, egipcias, griegas y hasta con las hebreas; pues el mito judío, aunque desdeñando en su exclusivismo el hablar de las naciones preadámicas, permite, sin embargo, que éstas puedan inferirse claramente, al enviar a Caín, uno de los dos únicos hombres vivientes sobre la Tierra, al país de Nod, en donde se casa y construye una ciudad.
            
Ahora bien; si comparamos los 9.000 años mencionados por los cuentos persas, con los 9.000 años que Platón declara habían pasado desde el hundimiento de la última Atlántida, hácese aparente un hecho muy extraño. Bailly observó esto, pero lo desfiguró con su interpretación. La Doctrina Secreta puede devolver a los números su verdadero significado. Leemos en el Critias:
            
En primer término debemos recordar que han pasado 9.000 años desde la guerra de las naciones que vivían encima y fuera de las Columnas de Hércules, y las que poblaban la tierra por este lado.
            
En el Timaeus, Platón dice lo mismo. Pero como la Doctrina Secreta declara que la mayor parte de los últimos insulares atlantes perecieron en el intervalo entre hace 850.000 y 700.000 años, y que los arios tenían ya una antigüedad de 200.000 años cuando la primera gran “Isla” o Continente fue sumergido, parece que no hay posibilidad de reconciliar estos números. Pero realmente ello es posible. Siendo Platón un Iniciado, tenía que usar el lenguaje velado del Santuario, y lo mismo les sucedía a los Magos de Caldea y de Persia, por medio de cuyas revelaciones exotéricas fueron preservadas las leyendas persas que pasaron a la posteridad. Del mismo modo, vemos que los hebreos dan a la semana “siete días”, y hablan de una “semana de años”, cuando cada uno de sus días representa 360 años solares, y de hecho toda la “semana” tiene 2.520 años. Tenían ellos una semana sabática, un año sabático, etc.; y su sábado duraba indiferentemente 24 horas o 24.000 años en los cálculos secretos de sus Sods. Nosotros, los de la época presente, llamamos “siglo” a una centuria. 

Los del tiempo de Platón, o por lo menos los escritores iniciados, significaban por un milenio, no 1.000 años, sino 100.000; mientras que los indos, más independientes que nadie, no han ocultado nunca su cronología. Así, por 9.000 años, los Iniciados leen 900.000; durante cuyo tiempo -esto es, desde la primera aparición de la raza Aria, cuando las partes pliocenas de la que fue la gran Atlántida principiaron a sumergirse gradualmente (138), y otros continentes a aparecer en la superficie, hasta la desaparición final de la pequeña isla Atlántida de Platón- las razas Arias no habían cesado nunca de luchar contra los descendientes de las primeras razas de gigantes. Esta guerra duró hasta cerca del fin de la edad que precedió al Kali Yuga, y fue la Mahâbhârata, o Gran Guerra, tan famosa en la historia india. Tal mezcla de sucesos y épocas, y la reducción de cientos de miles de años a miles, no contradice el número de años transcurridos, con arreglo a la declaración que hicieron los sacerdotes egipcios a Solón, desde la destrucción del último resto de la Atlántida. La cifra de 9.000 años era exacta, pues este último suceso nunca había sido secreto, sino que se había borrado de la memoria de los griegos. 

Los egipcios tenían sus anales completos, a causa de su aislamiento; pues estando rodeados por el mar y el desierto, no habían sido inquietados por otras naciones hasta unos cuantos milenios antes de nuestra Era.
            
La historia obtiene la primera vislumbre de Egipto y sus grandes Misterios por medio de Herodoto, si no tomamos en cuenta la Biblia y su extraña cronología. Y cuán poco nos podía decir Herodoto, lo confiesa él mismo, cuando, al hablar de la tumba misteriosa de un Iniciado en Saïs, en el sagrado recinto de Minerva, dice:
             
Detrás de la capilla... está la tumba de Uno, cuyo nombre considero impío divulgar... En el recinto hay grandes obeliscos, y cerca hay un lago rodeado de un muro de piedra en forma de círculo... En este lago ejecutan por la noche aquellas aventuras personales que los egipcios llaman Misterios; sin embargo, sobre estos asuntos, aunque conozco perfectamente sus detalles, tengo que guardar un discreto silencio.
             
Por otra parte, es bien sabido que ningún secreto era tan bien guardado y tan sagrado para los Antiguos como el de sus ciclos y cómputos. Desde los egipcios hasta los judíos, se consideraba como el mayor de los pecados el divulgar todo lo que perteneciera a la medida exacta del tiempo. Por divulgar los secretos de los Dioses fue Tántalo precipitado en las regiones infernales; los guardianes de los sagrados Libros Sibilinos tenían pena de muerte si revelaban una palabra de los mismos. En todos los templos, especialmente en los de Isis y Serapis, había Sigaliones, o imágenes de Harpócrates, que tenían un dedo sobre los labios. Y los hebreos enseñaban que el divulgar los secretos de la Kabalah, después de la iniciación en los Misterios Rabínicos, era lo mismo que comer del fruto del Árbol del Conocimiento; y merecía pena de muerte.
            
Y sin embargo, los europeos han aceptado la cronología exotérica de los judíos. ¡Qué milagro, pues, que desde entonces haya influido y dado color a todos nuestros conceptos de la Ciencia y de la duración de las cosas!
            
Las tradiciones persas, por tanto, están llenas de dos razas o naciones que algunos creen completamente extinguidas ahora. Pero no es así, pues sólo están transformadas. Estas tradiciones hablan siempre de las Montañas de Kaf (¿Kafaristân?), que contienen una galería construida por el gigante Argeak, en donde se guardan estatuas de los hombres antiguos, en todas sus formas. Las llaman Sulimanes (Salomones) o los sabios reyes del Oriente, y cuentan setenta y dos reyes de ese nombre . Tres de entre ellos reinaron 1.000 años cada uno.
            
Siamek, el hijo querido de Kaimurath (Adán), su primer rey, fue asesinado por su gigantesco hermano. Su padre hacía conservar un fuego perpetuo en la tumba que contenía sus cenizas; ¡de aquí el origen del culto del fuego, como creen algunos orientalistas!
            
Luego vino Huschenk, el prudente y el sabio. Su Dinastía fue la que volvió a descubrir los metales y piedras preciosas, después que fueron escondidos por los Devs o Gigantes en las entrañas de la Tierra, así como también el modo de hacer trabajos con el bronce, abrir canales y mejorar la agricultura. Como de costumbre, se atribuye también a Huschenk el haber escrito la obra llamada Sabiduría Eterna, y hasta la construcción de las ciudades de Luz, Babilonia e Ispahan, aunque, a la verdad, fueron construidas edades después. Pero, así como el Delhi moderno está construido sobre otras seis ciudades, del  mismo modo estas ciudades pueden estar construidas en el emplazamiento de otras de inmensa antigüedad. En cuanto a su época, sólo puede inferirse de otra leyenda.
            
En la misma tradición se atribuye a este sabio príncipe el haber hecho la guerra a los Gigantes en un Caballo con doce patas, cuyo nacimiento se atribuye a los amores de un cocodrilo con un hipopótamo hembra. Este Dodecápedo se encontró en la “isla seca” o nuevo continente; fue necesaria mucha fuerza y astucia para apoderarse del maravilloso animal; pero tan pronto como Huschenk montó, derrotó a toda clase de enemigos. Ningún Gigante podía hacer frente a su tremendo poder. Finalmente, sin embargo, este rey de reyes fue muerto por una roca enorme que los Gigantes le tiraron desde las grandes montañas de Damavend.
            
Tahmurath es el tercer rey de Persia, el San Jorge del Irán, el caballero que siempre venció al Dragón y que finalmente le mata. Es el gran enemigo de los Devs, que, en su tiempo, habitaban en las Montañas de Kaf, y que de vez en cuando atacaban a los Peris. Las antiguas crónicas francesas de las tradiciones populares persas le llaman Dev-bend, el vencedor de los Gigantes. A él también se le atribuye la fundación de Babilonia, Nínive, Diarbek, etc. Lo mismo que su abuelo Huschenk, Thamurath (Taimuraz) tenía su montura, pero mucho más rara y rápida: un ave llamada Simorgh-Anke. Un pájaro maravilloso en verdad, inteligente, poligloto y hasta muy religioso. ¿Qué es lo que dice este Fénix persa? Se lamenta de su vejez, pues nació ciclos y ciclos antes de los días de Adán (Kaimurath). Ha presenciado las revoluciones de largos siglos. Ha visto el principio y el fin de doce ciclos de 7.000 años cada uno, los cuales, multiplicados esotéricamente, nos darán de nuevo  840.000 años. Simorgh nació con el último Diluvio de los Pre-Adamitas, dice el “Romance de Simorgh y el buen Khalif.
            
¿Qué dice el Libro de los Números? Esotéricamente, Adam Rishoon es el Espíritu Lunar (Jehovah, en un sentido, o los Pitris), y sus tres hijos, Ka-yin, Habel y Seth, representan las tres Razas, como ya se ha explicado. Noé-Xisuthros representa a su vez (en la clave cosmo-geológica) la Tercera Raza separada, y sus tres hijos sus últimas tres razas; Cam, además, simboliza la raza que descubrió la “desnudez” de la Raza Padre, y de los “Sin-mente”, esto es, que pecó.
            
Tahmurath visita en su montura alada las Montañas de Koh-kaf o Kaph. Allí encuentra a los Peris maltratados por los Gigantes, y mata a Argen, y al gigante Demrusch. Luego pone en libertad a la buena Peri, Mergiana, a quien Demrusch había tenido prisionera, y la lleva a la “tierra seca”, esto es, al nuevo continente de Europa. Después de él vino Glamschid, que construyó Esikekar, o Persépolis. Este rey reina 700 años, y en su gran orgullo se cree inmortal, y exige honores divinos. El destino le castiga; vaga errante durante 100 años por el mundo bajo el nombre de Dhulkarnayan, el de “dos cuernos”. Pero este epíteto no tiene relación alguna con el caballero patihendido de “dos cuernos”. Los de los “dos cuernos” es el epíteto que se da en Asia -la cual es demasiado incivilizada para conocer los atributos del Demonio- a los conquistadores que han dominado el mundo de Oriente a Occidente.
            
Luego vienen el usurpador Zohac, y Feridan, uno de los héroes persas que vence al primero y lo encierra en las montñas de Damavend. A estos siguen muchos otros, hasta llegar a Kaikobâd, que fundó una nueva Dinastía.
            
Tal es la historia legendaria de Persia que tenemos que analizar. En primer término ¿qué son las Montañas de Kaf?
            
Sean lo que quieran en su aspecto geográfico, ya sean las montañas caucásicas o las del Asia Central, la leyenda coloca a los Devs y los Peris mucho más allá de estas montañas, al Norte, pues los Peris son los antecesores remotos de los Parsis o Farsis. La tradicón oriental se refiere siempre a un mar sombrío, glacial, desconocido, y a una oscura región, en la cual, sin embargo, están situadas las “Islas Afortunadas”, en donde, desde el principio de la vida sobre la tierra, corre la Fuente de Vida. La leyenda asegura, además, que una parte de la primera “isla seca” (continente) se desprendió del cuerpo principal y ha permanecido desde entonces más allá de las Montañas de Koh-kaf, “el cinturón de piedra que rodea al mundo”. Un viaje de siete meses de duración llevará al que posea el “Anillo de Sulimán” a aquella “Fuente”, si viaja directamente hacia el Norte tan recto como vuela el pájaro. Por tanto, viajando desde Persia en derechura hacia el Norte, se llegará al grado sesenta de longitud, refiriéndose al Oeste, hacia Nueva Zembla; y desde el Cáucaso a los hielos eternos más allá del Círculo Ártico, se llegará, entre los sesenta y cuarenta y cinco grados de longitud, o entre Nueva Zembla y Spitzbergen. Esto, por supuesto, si uno tiene el caballo dodecápedo de Huschenk o el Simorgh alado de Tahmurath, o Taimuraz, para poder curzar por encima del Océano Ártico.
            
Sin embargo, los trovadores vagabundos de Persia y del Cáucaso sostendrán, aun hoy, que mucho más allá de las nevadas crestas del Kap o Cáucaso hay un gran continente oculto ahora para todos; al que llegan aquellos que pueden servirse de la progenie de doce patas del cocodrilo y del hipopótamo hembra, cuyas patas se convierten a voluntad en doce alas, o para aquellos que tengan la paciencia de esperar a que Simorh-Anke quiera cumplir la promesa que hizo de que antes de morir revelaría a  todos el continente oculto, y lo haría de nuevo visible y de fácil acceso por medio de un puente que los Devs del Océano construirán entre esta parte de la “tierra seca” y sus partes disgregadas. Esto se relaciona, por supuesto, con la Séptima Raza, pues Simorgh es el Ciclo Manvantárico.
            
Es muy curioso que Cosme Indicoplesta, que vivió en el siglo VI después de Jesucristo, haya sostenido siempre que el hombre nació y habitó primeramente en un país “más allá del Océano”, de cuyo aserto le había dado prueba en la India un sabio caldeo. Dice él:
             
Las tierras en que vivimos están rodeadas por el Océano, pero más allá de este Océano hay otro país que toca a las paredes del firmamento; y en esta tierra fue donde el hombre fue creado y vivió en el Paraíso. Durante el Diluvio, Noé fue llevado en su arca a la tierra en que ahora habita su posteridad.
             
El caballo de doce patas de Huschenk fue encontrado en el continente llamado la “isla seca”.
             
La “Topografía Cristiana” de Cosme Indicoplesta, y sus méritos, son bien conocidos; pero en este punto el buen padre repite una tradición universal, la cual, por otra parte, ha sido ahora corroborada por los hechos. Todos los viajeros árticos sospechan la existencia de un continente o “tierra seca” más allá de la línea de los hielos eternos. Quizás sea ahora más comprensible el significado del siguiente pasaje de uno de los Comentarios:
            
En los primeros comienzos de la vida (humana), la única tierra seca estaba en el extremo de la derecha de la Esfera, en donde está inmóvil el (Globo) (155). Toda la tierra era un vasto desierto de agua, y el agua era tibia... Allí nació el hombre, en las siete zonas del lugar inmortal e indestructible, del Manvántara. Existía allí una primavera eterna en la obscuridad. (Pero) lo que es obscuridad para el hombre de hoy, era luz para el hombre en su aurora. Allí reposaban los Dioses y allí Fohat  reina desde entonces... Por esto dicen los sabios Padres que el hombre nació en la cabeza de su Madre (la Tierra), y que sus pies (de la tierra) en el extremo de la izquierda generaron (engendraron) los vientos perniciosos que soplan de la boca del Dragón inferior... Entre la Primera y la Segunda (Razas) la (Tierra) Central Eterna fue dividida por el agua de la Vida.
            
Ésta fluye alrededor de su cuerpo (el de la Madre Tierra) y lo anima. Uno de sus extremos surge de su cabeza; a sus pies (el Polo Sur) se vuelve impura. Se purifica (a su vuelta) en su corazón, que late bajo el pie de la sagrada Shamballah, que no había nacido entonces (en el principio). Pues en el cinturón de la morada del hombre (la Tierra) es donde se encuentra oculta la vida y la salud de todo el que vive y alienta  Durante la Primera y Segunda (Razas) el cinturón estaba cubierto por las grandes aguas. (Pero) la gran Madre trabajaba bajo las olas, y una nueva tierra se unió a la primera, que nuestros sabios llaman la cofia (el gorro). Trabajó aún más para la Tercera (Raza) y su cintura y ombligo aparecieron sobre el agua. Era el cinturón, el sagrado Himavat, que se extiende alrededor del Mundo. Rompióse hacia el Sol poniente, desde su cuello  abajo (hacia el Sudoeste) en muchas tierras e islas, pero la Tierra Eterna (el gorro) no se rompió. Tierras secas cubrieron la faz de las aguas silenciosas en los cuatro lados del Mundo. Todas éstas perecieron (a su vez). Luego apareció la mansión de los malvados (la Atlántida). La Tierra Eterna estaba entonces oculta, pues las aguas se solidificaron (se helaron) bajo el aliento de sus narices y los malos vientos de la boca del Dragón, etc.
            
Esto indica que el Asia Septentrional es tan antigua como la Segunda Raza. Puede decirse hasta que el Asia es contemporánea del hombre, puesto que desde el principio mismo de la vida humana existía ya su Continente Fundamental, por decirlo así, y la parte del mundo conocida ahora por Asia sólo fue separada de él en tiempos posteriores, y dividida por las aguas glaciales.
            
Por tanto, si entendemos correctamente la enseñanza, el primer Continente que vino a la existencia cubrió todo el Polo Norte como una corteza continua, y así sigue hasta hoy, más allá de aquel mar interior que parecía como un espejismo inalcanzable a los pocos viajeros árticos que lo percibieron.
            
Durante la Segunda Raza surgieron más tierras de debajo de las aguas, como una continuación de la “cabeza” desde el “cuello”. Principiando en ambos hemisferios, en la línea por encima de la parte más al Norte del Spitzbergen, en la proyección de Mercator hacia nuestro lado, pudo haber incluido por el lado de América las localidades que ahora están ocupadas por la Bahía de Baffin y las islas y promontorios vecinos. Allí, apenas alcanzó, hacia el Sur, el grado setenta de latitud; aquí formó el continente en forma de herradura de que habla el Comentario; de cuyos dos extremos, uno incluía la Groenlandia con una prolongación que cruzaba el grado cincuenta un poco al Sudoeste, y el otro Kamschatka, estando unidos los dos extremos por lo que ahora es la franja Norte de las costas de la Siberia oriental y occidental. Esto rompióse en pedazos y desapareció. En los primeros tiempos de la Tercera Raza se formó la Lemuria. Cuando, a su vez, fue destruida, apareció la Atlántida.

H.P. Blavatsky D.S T III

No hay comentarios:

Publicar un comentario