El
manuscrito de que se han tomado estas explicaciones adicionales pertenece al
grupo llamado Tongshaktchi Sangye Songa,
o los “Anales de los Treinta y cinco Buddhas de Compasión”, como se les llama exotéricamente. Estos personajes, sin
embargo, aunque llamados Buddhas en la religión Buddhista del Norte, pueden
llamarse igualmente Rishis, Avatâras, etcétera, pues son “Buddhas que han
precedido a Shâkyamuni” sólo para los partidarios septentrionales de la ética
predicada por Gautama. Estos grandes Mahâtmâs, o Buddhas, son propiedad universal
y común; son Sabios históricos (por
lo menos para todos los Ocultistas que creen en tal Jerarquía de Sabios, y a
quienes su existencia les ha sido probada por los que saben de la Fraternidad).
Se han escogido de entre unos noventa y siete Buddhas de un grupo, y cincuenta
y tres de otro , en su mayor parte personajes imaginarios, que son
realmente la personificación de los poderes de los primeramente mencionados.
Estos “Cestos” de escritos de los más antiguos, sobre “hojas de palma”,
son guardados muy secretos. Cada manuscrito tiene como apéndice una corta
sinopsis de la historia de la subraza a que perteneció el Buddha-Lha
particular. El manuscrito especial del que han sido extractados los fragmentos
que siguen, y puestos luego en lenguaje más comprensible, se dice que ha sido
copiado de tablas de piedra que pertenecieron a un Buddha de los primeros días
de la Quinta Raza, que había presenciado el Diluvio y la sumersión de los
principales continentes de la Raza Atlante.
No está muy lejano el día en que
mucho si no todo de lo que aquí exponemos de los Anales Arcaicos se encontrará
ser exacto. Entonces los simbologistas modernos adquirirán la certidumbre de
que el mismo Odin, o el Dios Woden, el Dios más elevado de la mitología alemana
y escandinava, es uno de estos treinta y cinco Buddhas; uno de los primeros,
verdaderamente, porque el continente al que él y su Raza pertenecían, es
también uno de los primeros; tan primitivo, en verdad, que en aquellos días la
naturaleza tropical se encontraba en donde ahora se hallan los hielos
perpetuos, y se podía cruzar casi por tierra seca desde Noruega, por Irlanda y
Groenlandia, a las tierras que al presente circundan la Bahía de Hudson..
De una manera semejante en los días del apogeo de los Gigantes Atlantes, los
hijos de los “Gigantes del Oriente”, un peregrino podía hacer un viaje desde lo
que hoy se llama el desierto de Sahara, a las tierras que reposan ahora en
sueños sin ensueños, en el fondo de las aguas del Golfo de México y el Mar de
los Caribes. Sucesos que jamás han sido escritos fuera de la memoria humana,
pero que eran religiosamente transmitidos de una generación a otra, y de raza a
raza, pueden haberse conservado por la constante transmisión “dentro del libro
del cerebro”, y a través de evos sin cuento, con más verdad y exactitud que en
cualquier documento o anales escritos. “
Lo que forma parte de nuestras almas es
eterno”, dice Thackeray; y ¿qué puede haber más próximo a nuestras Almas que lo
que sucede en el albor de nuestras vidas? Esas vidas son innumerables; pero el
Alma o Espíritu que nos anima a través
de estas miríadas de existencias es la misma; y aunque el “libro” del cerebro físico puede olvidar sucesos
dentro de una vida terrestre, la masa de los recuerdos colectivos jamás abandonará
el Alma Divina que en nosotros mora. Sus murmullos podrán ser demasiado tenues;
el sonido de sus palabras demasiado alejado del plano que perciben nuestros
sentidos físicos; sin embargo, la sombra de los sucesos que fueron, tanto como la
sombra de los sucesos por acontecer,
se halla dentro de sus facultades perceptivas, y siempre presente ante su ojo
mental.
Quizás
es la voz del Alma la que dice, a los que creen en la tradición más que en la
historia escrita, que lo que vamos a manifestar es en un todo verdad, y se
relaciona con hechos prehistóricos.
He
aquí lo que dice uno de los pasajes:
LOS
REYES DE LA LUZ HAN PARTIDO INDIGNADOS. LOS PECADOS DE LOS HOMBRES SE HAN HECHO
TAN NEGROS QUE LA TIERRA SE ESTREMECE EN SU AGONÍA... LAS AZULADAS SEDES
PERMANECEN VACÍAS. ¿QUIÉNES ENTRE LAS (RAZAS) MORENAS, QUIÉNES ENTRE LAS ROJAS
NI AUN ENTRE LAS NEGRAS, PUEDE OCUPAR LAS SEDES DE LOS BENDITOS, LAS SEDES DE
LA SABIDURÍA Y DE LA PIEDAD? ¿QUIÉN PUEDE ASUMIR LA FLOR DEL PODER, LA PLANTA
DEL DORADO TALLO Y DE LA FLOR AZUL?
Los
“Reyes de la Luz” es el nombre que se da en todos los antiguos anales a los
Soberanos de las Dinastías Divinas. Las “Azuladas Sedes” está traducido como
“Tronos Celestiales” en algunos documentos. La “Flor del Poder” es ahora el
Loto; lo que puede haber sido en aquel tiempo, ¿quién lo sabe?
El
escritor prosigue, como el difunto Jeremías, lamentando el destino de su
pueblo. Habían perdido sus Reyes “Azules” (Celestiales) “los del color deva”,
de complexión lunar; y “los de faz refulgente (dorada)” partieron “a la Tierra
de la Dicha, la Tierra del Fuego y del Metal”, o de acuerdo con las reglas del
simbolismo, a las tierras situadas al Norte y Este, de donde “las Grandes Aguas
han sido barridas, absorbidas por la Tierra y disipadas en el Aire”. Las razas
sabias habían percibido “los Dragones negros de la tempestad, llamados por los
Dragones de la Sabiduría”, y “huyeron conducidas por los resplandecientes
Protectores del País más Excelente”, los grandes Adeptos antiguos,
probablemente los que los indos mencionan como sus Rishis y Manus. Uno de ellos
era el Manu Vaivasvata.
Los
“de color amarillo” son los antepasados de los que hoy clasifica la Etnología
como turanios, mogoles, chinos y otras naciones antiguas; y la tierra a que
huyeron no fue otra que el Asia Central. Allí nacieron razas completamente
nuevas; allí vivieron y murieron hasta la separación de las naciones. Pero esta
“separación” no se verificó ni en las localidades que la Ciencia Moderna
señala, ni del modo que se dice que los arios se dividieron y separaron, según
el profesor Max Müller y otros arianistas. Cerca de dos terceras partes de un
millón de años han transcurrido desde aquella época. Los gigantes de rostro
amarillo de los días postatlantes tuvieron tiempo sobrado de dividirse en los
tipos más heterogéneos y diversos, en su confinamiento obligado en una parte
del mundo, con la misma sangre de raza y sin ninguna infusión o mezcla extraña,
durante un período de cerca de 700.000 años. Lo mismo se ve en África; en
ninguna parte existe tal variedad extraordinaria de tipos, desde el negro hasta
el casi blanco, desde los hombres gigantescos hasta las razas enanas; y esto
sólo a causa de su forzado aislamiento. Los africanos no han abandonado su
continente durante cientos de miles de años. Si mañana desapareciese Europa
apareciendo otras tierras en su lugar, y si las tribus africanas se separasen y
esparciesen sobre la superficie de la Tierra, dentro de cien mil años formarían
ellas la masa de las naciones civilizadas. Los descendientes de nuestras
naciones más cultas, que pudieran haber sobrevivido en alguna isla sin medios de cruzar los nuevos
mares, serían los que caerían en un estado de relativo salvajismo. Así que la
razón que se da para dividir a la humanidad en razas superiores e inferiores cae por tierra y se convierte en una
ilusión.
Tales
son los hechos que presentan los Anales Arcaicos. Comparándolos con algunas
teorías modernas de la evolución, minus
la Selección Natural, estas declaraciones aparecen muy razonables y
lógicas. Así, mientras los arios son los descendientes del Adán amarillo, de la raza gigantesca
ario-atlante, altamente civilizada; los semitas, y con ellos los judíos, son
los del Adán rojo; de modo que, tanto De Quatrefages como los escritores del Génesis mosaico tienen razón. Porque si
el capítulo V del libro primero de Moisés pudiera compararse con las
genealogías que se encuentran en nuestra Biblia Arcaica, se observaría en ellas
el período desde Adán a Noé, aunque, por supuesto, bajo nombres distintos,
estando los años de los respectivos Patriarcas convertidos en períodos, y
siendo el todo simbólico y alegórico. En el manuscrito de que nos estamos
ocupando, son muchas y frecuentes las referencias al gran conocimiento y
civilización de las naciones Atlantes que muestran el régimen de algunas de
ellas y la naturaleza de sus artes y ciencias. Si de la Tercera Raza-Raíz, los
Lemuro atlantes, se ha dicho ya que pereció “con sus elevadas civilizaciones y
Dioses”, ¡cuánto más puede decirse esto de los Atlantes!
De
la Cuarta Raza es de donde los arios primitivos adquirieron su conocimiento del
“conjunto de cosas maravillosas” (de) el Sabhâ y Mayasabhê mencionados en
el Mahâbârata, el don de Mayasura a los Pândavas. De ellos aprendieron la aeronáutica, la Vimâna Vidyâ, el
“conocimiento de volar en vehículos aéreos”, y por tanto, sus grandes
conocimientos de meteorografía y meteorología. De ellos también heredaron los
arios su más valiosa ciencia de las virtudes ocultas de las piedras preciosas y
otras de la Química, o más bien, la Alquimia, la Mineralogía, Geología, Física
y astronomía.
Varias
veces se ha hecho la escritora la siguiente pregunta: ¿Es original la historia
del Éxodo, por lo menos en sus
detalles, según se refiere en el Antiguo
Testamento? ¿O es, como la historia de Moisés y muchas otras, sencillamente
otra versión de las leyendas que se contaban de los Atlantes? Porque, ¿quién
puede dejar de ver la gran semejanza de los rasgos fundamentales, al oír
referir la historia de estos últimos? Recuérdese la cólera de “Dios” ante la
obstinación de Faraón, su orden a los “elegidos” de despojar a los egipcios,
antes de partir, de sus “joyas de plata y joyas de oro”, y finalmente,
los egipcios y su Faraón ahogados en el Mar Rojo. Léase luego el fragmento
siguiente de la historia primitiva en el Comentario:
Y el “Gran Rey de la Faz resplandeciente”,
el jefe de todos los de faz amarilla se entristeció al ver los pecados de los
de faz negra.
Envió él sus vehículos
aéreos (Vimânas) a todos los jefes hermanos (jefes de otras naciones y tribus)
con hombres piadosos dentro, diciendo:
“Preparaos. Alzaos
vosotros, hombres de la Buena Ley, y cruzad la tierra mientras esté (aún)
seca”.
“Los Señores de la
tempestad se aproximan. Sus carros se aproximan a la Tierra. Solamente una
noche y dos días más vivirán los Señores de la Obscura Faz (los hechiceros) en
esta tierra paciente. Está ella condenada y tienen que hundirse con ella. Los
Señores inferiores de los Fuegos (los Gnomos y los Elementales del Fuego) están
preparando sus Agnyastras mágicas (armas de fuego construidas por medio de la
Magia). Pero los Señores de mirada Tenebrosa (“Mal Ojo”) son más fuertes que
ellos (los Elementales), y estos son los esclavos de los poderosos. Están ellos
versados en el Astra (Vidyâ, el conocimiento mágico más elevado). Venid y
usad los vuestros (esto es, vuestro poderes mágicos, para contrarrestar los de
los Hechiceros). Que los Señores de la Faz resplandeciente (los Adeptos de la
Magia Blanca) hagan que los Vimânas de los Señores de la Obscura Faz pasen a
sus manos (o posesión), a fin de que ninguno (de los Hechiceros) pueda escapar
por su medio de las aguas, evitar la Vara de las Cuatro (Deidades Kármicas) y
salvar a sus perversos (secuaces o pueblos)”.
“Que los de Faz
Amarilla envíen sueño de sí mismos (¿mesmericen?) a los de Faces Negras. Que aun a ellos (los
Hechiceros) se les evite el dolor y el sufrimiento. Que todos los hombres
fieles a los Dioses Solares aten (paralicen) a los hombres que dependen de los
Dioses Lunares, para que no sufran ni escapen a su destino”.
“Y que los de Rostro
Amarillo ofrezcan su agua de vida (sangre) a los animales parlantes de los de
Faz Negra, para que no despierten a sus amos”.
“La hora ha sonado, la
negra noche pronta está”.
...............................................................................................................................................
“Que su destino se cumpla. Somos los
servidores de los Grandes Cuatro. Que vuelvan los Reyes de la Luz”.
El gran Rey dejó caer
su Faz Resplandeciente y lloró...
Cuando los Reyes se
reunieron, las aguas se habían movido ya...
(Pero) las naciones
habían cruzado ya las tierras enjutas. Estaban más allá del nivel del agua. Sus
Reyes las alcanzaron en sus Vimânas y las condujeron a las tierras del Fuego y
del Metal (Este y Norte).
Además
en otro pasaje se dice:
Llovieron estrellas (meteoros) sobre las
tierras de las Faces Negras; pero ellos dormían.
Lo animales parlantes
(los vigilantes mágicos) se estuvieron quedos.
Los Señores inferiores
esperaban órdenes, pero éstas no llegaron, porque sus amos dormían.
Las aguas se elevaron,
y cubrieron los valles desde un extremo a otro de la Tierra. Las tierras altas
quedaron, el fondo de la Tierra (las tierras de las antípodas) permaneció seco.
Allí moraban los que escaparon; los hombres de las Faces Amarillas y de mirada
recta (la gente sincera y franca).
Cuando los Señores de
la Faz Obscura se despertaron y pensaron en sus Vimânas a fin de huir de las
aguas, no las encontraron.
Luego
otro pasaje presenta a algunos de los Magos más poderosos de las “Caras
Obscuras” que se despertaron más pronto que los demás, persiguiendo a los que
“les habían despojado”, y que estaban en la retaguardia; pues “las naciones que
conducían eran más espesas que las estrellas en la vía láctea”, dice un
Comentario más moderno, escrito sólo en sánscrito
De mismo modo que una serpiente dragón
desenvuelve lentamente sus anillos, así los Hijos de los Hombres, conducidos
por los Hijos de la Sabiduría, desdoblaban sus pliegues, y esparciéndose se
extendieron como una corriente veloz de dulces aguas... muchos de entre ellos
de corazón débil perecieron en el camino. Pero la mayor parte se salvaron.
Sin embargo, los
perseguidores, “cuyas cabezas y pechos sobresalían por encima de las aguas”,
les dieron caza “durante tres términos lunares”, hasta que finalmente,
alcanzados por las aguas cada vez más altas, perecieron hasta el último hombre,
hundiéndose el suelo bajo sus pies y tragando la tierra a los que la habían
profanado.
Esto
tiene todas las apariencias de ser la materia original sobre la cual se
construyó en el Éxodo la historia
parecida, muchos cientos de miles de años después. La biografía de Moisés, la
historia de su nacimiento, de su infancia y de su salvación del Nilo por la
hija de Faraón está ahora demostrado que ha sido tomada de la narración Caldea
sobre Sargón. Y si es así, si los ladrillos asirios que se hallan en el Museo
Británico son una buena prueba de ello, ¿por qué no ha de ser lo mismo que los
judíos robaran sus joyas a los egipcios, la muerte de Faraón y de su ejército,
y así sucesivamente? Los Magos gigantescos de Ruta y Daitya, los “Señores de la
Faz Oscura”, pueden haberse convertido, en el último relato, en los Magos
egipcios; y las naciones de cara amarilla de la Quinta Raza, en los virtuosos
hijos de Jacob, en el “pueblo escogido”. Otra declaración nos queda que hacer.
Ha habido varias Dinastías Divinas; una serie para cada Raza-Raíz, principiando
con la Tercera, concordando y estando adaptada cada serie a su Humanidad. Las
últimas siete Dinastías mencionadas en los anales egipcios y caldeos
pertenecían a la Quinta Raza, la cual, aunque llamada generalmente Aria, no lo
era del todo, toda vez que ella estuvo siempre muy mezclada con razas a las
cuales la Etnología da diferentes nombres. Imposible sería, visto el limitado
espacio de que disponemos, entrar en más detalles de la descripción de los
Atlantes, en los cuales cree todo el Oriente tanto como creemos nosoros en los
antiguos egipcios, pero cuya existencia niegan la mayor parte de los hombres
científicos occidentales; como han negado, antes de esto, muchas verdades,
desde la existencia de Homero hasta la de las palomas mensajeras. La
civilización de los Atlantes fue aún mayor que la de los egipcios. Sus
descendientes degenerados, la nación de la Atlántida de Platón, fueron los que
construyeron las primeras Pirámides en el país, y eso seguramente antes del
advenimiento de los “etíopes orientales”, como llama Herodoto a los egipcios.
Esto puede deducirse muy bien de la declaración de Ammanio Marcelino, el cual
dice de las Pirámides que:
Hay
también pasajes subterráneos y retiros tortuosos, los cuales, se dice, fueron
construidos en diferentes lugares por hombres hábiles en los antiguos
misterios, por medio de los cuales adivinaban la venida de un diluvio, a fin de
que la memoria de todas sus ceremonias sagradas no se perdiese.
Estos
hombres, que “adivinaban la venida de los diluvios” no eran egipcios, los cuales
no tuvieron jamás ninguno, exceptuando las crecidas periódicas del Nilo.
¿Quiénes eran? Los últimos restos de los Atlantes, afirmamos nosotros; esas
razas que la Ciencia sospecha confusamente, y pensando en las cuales, dice Mr.
Charles Gould, el bien conocido geólogo:
¿Podemos
suponer que hemos agotado en lo más mínimo el gran museo de la naturaleza?
¿Hemos penetrado, efectivamente, más allá de sus antecámaras? ¿Abraza la
historia escrita del hombre, que comprende unos cuantos miles de años, todo el
curso de su existencia inteligente? ¿O tenemos en las largas eras míticas, que
se extienden sobre cientos de miles de años, registradas en las cronologías de
Caldea y de China, recuerdos oscurecidos del hombre prehistórico, transmitidos
por la tradición y transportados quizás por unos pocos supervivientes a países
que hoy existen, desde otras tierras, que, como la fabulosa (?) Atlántida de
Platón, hayan sido sumergidas, o escenario de alguna gran catástrofe que las destruyera con toda su civilización?.
Después
de esto podemos volvernos con más confianza hacia las palabras de un Maestro,
que escribió lo que sigue, algunos años antes de que Mr. Gould escribiese el
párrafo anterior:
La Cuarta Raza tuvo sus períodos de la más
elevada civilización. Las civilizaciones griegas y romanas y hasta la egipcia
no son nada comparadas con la civilización que principió con la Tercera Raza
(después de su separación).
Pero
si se niega esta civilización y el dominio de las artes y ciencias a la Tercera
y Cuarta Razas, nadie negará que entre las grandes civilizaciones de la
antigüedad, tales como las de Egipto y la India, se extienden las oscuras
edades de crasa ignorancia y barbarie, desde el principio de la Era cristiana
hasta nuestra civilización moderna, durante cuyo período se perdió toda memoria
de estas tradiciones. Como se dice en Isis
sin Velo:
¿Por
qué hemos de olvidar que, edades antes de que las proas de las naves del
aventurero genovés hendiesen las aguas occidentales, habían ya los barcos fenicios
dado la vuelta al globo y extendido la civilización en regiones ahora
silenciosas y desiertas? ¿Qué arqueólogo se atrevería a asegurar que la misma
mano que planeó las Pirámides de Egipto, Karnak, y las mil ruinas que ahora se
desmenuzan en el olvido de las arenosas orillas del Nilo, no erigiese el Angkor-Vat monumental de Cambodia; o trazase los
jeroglíficos sobre los obeliscos y puertas de la desierta aldea india
últimamente descubierta en la Colombia Británica por Lord Dufferin; o los de
las ruinas de Palenque y Uxmal, de la América Central? ¿No hablan muy alto en
favor de las antiguas civilizaciones las reliquias que atesoramos en nuestros
museos, últimos recuerdos de las “artes perdidas”? Y ¿no prueban ellas, una y
otra vez, que las naciones y continentes que han pasado, han sepultado consigo
artes y ciencias; que ni el primer crisol que se calentó en los conventos de la
Edad Media ni el último que hayan roto nuestros modernos químicos han
resucitado, ni resucitarán, a lo menos en el presente siglo?.
Y hoy puede hacerse la misma pregunta que se
hizo entonces; puede preguntarse nuevamente:
¿Cómo
es el punto de vista más avanzado a que se ha llegado en nuestros tiempos sólo
nos permite distinguir en la nebulosa distancia, a lo largo del sendero alpino
del conocimiento, las pruebas monumentales que exploradores anteriores han
dejado para señalar las altas mesetas que habían alcanzado y ocupado?
Si
nuestros maestros modernos están tan avanzados sobre los antiguos, ¿por qué no
nos devuelven las artes perdidas de nuestros antepasados postdiluvianos? ¿Por
qué no nos dan los inalterables colores de Luxor; la púrpura de Tiro, el
brillante bermellón y el azul deslumbrante que decoran las paredes de este
palacio, y que permanecen tan brillantes como el primer día que se aplicaron;
el cemento indestructible de las pirámides y de los antiguos acueductos; la
espada de Damasco, que pueda retorcerse como un tirabuzón en su vaina, sin que
se rompa; los tintes vistosos sin igual de las vidrieras de las antiguas
catedrales; y el secreto del cristal maleable verdadero? Y si la química no
llega ni aun a rivalizar en algunas artes siquiera sean las de los primeros
tiempos de la Edad Media, ¿por qué enorgullecernos de conquistas que, según
toda probabilidad, eran perfectamente conocidas hace miles de años? Mientras
más avanzan la arqueología y filología, más humillantes son para nuestro
orgullo los descubrimientos que se hacen diariamente; más glorioso es el
testimonio que presentan en favor de aquellos que, quizá a causa de la
distancia de su remota antigüedad, han sido hasta ahora considerados como
ignorantes que se debatían en el lodo más profundo de la superstición.
Entre
otras artes y ciencias, los Antiguos tenían -sí, y como herencia de los
Atlantes- la Astronomía y el Simbolismo, que incluyen el conocimiento del
Zodíaco.
Como
ya se ha explicado, toda la Antigüedad creía, con buenos fundamentos, que la
humanidad y sus razas están íntimamente relacionadas con los Planetas y con los
Signos del Zodíaco. Toda la historia del mundo se halla registrada en los
últimos. En los templos antiguos de Egipto hay un ejemplo de esto en el Zodíaco
de Dendera; pero excepto en una obra árabe, propiedad de un Sûfi, la escritora
no ha visto nunca una copia exacta de estos anales maravillosos de la historia
pasada -y también de la futura- de
nuestro Globo. Sin embargo, los anales originales existen, innegablemente.
Como
los europeos no conocen los verdaderos Zodíacos de la India, y los que los
conocen no los entienden, como sucede con Bentley, se aconseja al lector, para
que compruebe lo que decimos, que se dirija a la obra de Denon, en la
cual pueden verse y examinarse los dos famosos Zodíacos egipcios. Habiéndolos
visto personalmente, la escritora no necesita fiarse de lo que otras personas
que los han estudiado y examinado cuidadosamente, digan de ellos. El aserto de
los sacerdotes egipcios a Herodoto, de que el Polo terrestre y el Polo de la
Eclíptica habían antes coincidido, ha sido corroborado por Mackey, que declara
que los Polos están representados en los Zodíacos en ambas posiciones.
Y
en lo que muestra a los Polos (ejes polares) en ángulo recto, hay señales que
indican que no era la última vez que se hallaban en esta posición; sino la primera (después que los
Zodíacos fueron trazados). Capricornio está allí representado en el Polo Norte;
y Cáncer está dividido, cerca de su mitad, en el Polo Sur; lo cual es una
confirmación de que tenían originalmente su invierno cuando el Sol estaba en
Cáncer. Pero la característica principal de que es un monumento que conmemora
la primera vez que el Polo había
estado en aquella posición, son el León y la Virgen.
Calculando
con amplitud, los egiptólogos creen que la Gran Pirámide fue construida 3.350
años antes de Cristo, y que Menes y su Dinastía existieron 750 años antes
de la aparición de la Cuarta Dinastía, durante la cual se supone fueron construidas las Pirámides. Así, pues, la edad
asignada a Menes es 4.100 años antes de Cristo. Ahora bien; la declaración de Sir
J. Gardner Wilkinson, de que todos los hechos llevan a la conclusión de que los
egipcios habían ya
Hecho
grandes progresos en las artes civilizadas antes
de la edad de Menes, y quizás antes de que emigrasen al valle del Nilo,
es muy sugestivo, por destruir
esta hipótesis de la relativamente moderna civilización de Egipto. Señala ella
una gran civilización en tiempos prehistóricos,
y una antigüedad aún mayor. Los
Schesoo-Hor, los “siervos de Horus”, fueron el pueblo que se estableció en
Egipto; y según afirma M. Maspero, a esta “raza prehistórica”
Pertenece
el honor de haber constituido el Egipto, tal como ahora lo conocemos desde el
principio del período histórico.
Y Staniland Wake, añade:
Fundaron
ellos las principales ciudades de Egipto y establecieron los santuarios más
importantes.
Esto
era antes de la época de la Gran
Pirámide y cuando el Egipto acababa casi de levantarse sobre las aguas. Sin
embargo:
Poseían la forma de escribir en jeroglíficos,
especial de los egipcios, y debían estar ya considerablemente adelantados en
civilización.
Según
dice Lenormant:
Fue
el país de los grandes santuarios prehistóricos, sede del dominio sacerdotal,
el que representó un papel tan importante en el origen de la civilización.
¿Cuál
es la fecha asignada a este pueblo? Se nos participa que 4.000 o a lo más 5.000
años antes de Cristo (Maspero). Ahora bien; se nos dice que por medio del ciclo
de 25.868 años (el Año Sideral) es como puede comprobarse aproximadamente el
año de la construcción de la Gran Pirámide.
Suponiendo
que el estrecho pasaje pendiente que conduce desde la entrada estuviera
dirigido hacia la estrella polar de los constructores de la Pirámide, los
astrónomos han demostrado que en el año 2170 antes de Cristo el pasaje señalaba
al Alfa del Dragón, la estrella polar de entonces... Mr. Richard A Proctor, el
astrónomo, después de declarar que la estrella polar estaba en la posición
requerida hace cosa de 3.350 años antes de Cristo, así como también en 2170
antes de Cristo, dice: “Cualquiera de estos correspondería con la posición del
pasaje descendente de la Gran Pirámide; pero los egiptólogos nos dicen, en
absoluto, que no cabe duda que la última época es demasiado tardía”.
Pero
también se nos manifiesta que:
Esta
posición relativa del Alfa del Dragón y de Alcione, siendo extraordinaria... no
podría volver a ocurrir en todo un Año Sideral .
Esto
demuestra que, puesto que el Zodíaco de Dendera indica el paso de tres años
Siderales, la Gran Pirámide debe de haber sido construida hace 78.000 años; o
que, en todo caso, esta posibilidad merece ser aceptada por lo menos con tanta
confianza como la última fecha de 3.350 antes de Cristo.
Ahora
bien; en el Zodiaco de cierto templo en la lejana India Septentrional se ven
las mismas características de los signos del Zodiaco de Dendera. Los que
conocen bien los símbolos y constelaciones indas podrán ver en la descripción
del egipcio si las indicaciones del tiempo son o no exactas. en el Zodíaco de
Dendera, según lo conservan los Adeptos Griegos y Coptos egipcios modernos, y
lo explica Mackey un poco diferentemente, el León está sobre la Hidra, y su cola
está casi recta señalando hacia abajo en un ángulo de cuarenta o cincuenta
grados, concordando esta posición con la conformación original de estas constelaciones. Pero Mackey añade:
En
muchos sitios vemos al León (Sinha) con la cola vuelta hacia arriba sobre la
espalda, y terminando con una cabeza de Serpiente; mostrando así que el León
había estado invertido; lo cual,
verdaderamente, debió de haber ocurrido con todo el Zodíaco, y todas las demás
constelaciones, cuando el Polo estuvo invertido.
Hablando
del Zodíaco circular, que también presenta Denon, dice:
Allí...
el León está sobre la Serpiente, con
la cola formando una curva hacia abajo, de lo cual deducimos que, aun cuando
han tenido que pasar seiscientos o setecientos mil años entre las dos
posiciones, sin embargo no habían ellos producido sino poca o ninguna
diferencia en las Constelaciones de Leo y de la Hidra; mientras que Virgo está
representado de un modo muy diferente en las dos - en el Zodíaco circular, la
Virgen amamanta a su hijo; pero
parece que no habían tenido esta idea cuando el Polo estaba primeramente dentro
del plano de la Eclíptica; pues en este
Zodíaco, según lo presenta Denon, vemos tres Vírgenes entre el León y la
Balanza, la última de las cuales tiene en la mano una espiga de trigo. Es mucho
de sentir que en este Zodíaco haya una rotura de las figuras en la parte última
de Leo y el principio de Virgo, la cual ha hecho desaparecer un Decan de
cada signo.
Sin
embargo, el significado es claro, dado que los tres Zodíacos pertenecen a tres
épocas diferentes, a saber: a las tres últimas razas de familia de la cuarta
subraza de la Quinta Raza-Raíz, cada una de las cuales ha debido de vivir
aproximadamente de 25.000 a 30.000 años. La primera de ellas, los “Asiáticos
Arios”, presenciaron la suerte de la última población de los Gigantes Atlantes (los Continentes-Islas, Ruta y Daitya), que pereció hace unos 850.000
años hacia el fin del Período Mioceno. La cuarta subraza presenció la
destrucción del último resto de los Atlantes; los Arios-Atlantes de la última
isla de la Atlántida, esto es, hace unos 11.000 años. Para comprender esto se
aconseja al lector que mire el diagrama del Árbol Genealógico de la Quinta
Raza-Raíz -llamada en general, aunque poco correctamente, la Raza Aria- y las
explicaciones del mismo.
Que
el lector tenga bien presente lo que se dice de las divisiones de las Razas-Raíces
y de la evolución de la Humanidad en esta obra, expresado clara y concisamente
en el Buddhismo Esotérico de Mr.
Sinnett.
1º Hay siete Rondas en cada Manvántara; esta
Ronda es la Cuarta, y actualmente nos hallamos en la Quinta Raza-Raíz.
2º Cada Raza-Raíz tiene siete subrazas.
3º Cada subraza tiene a su vez siete
ramificaciones, que pueden llamarse “ramas” o razas de “familia”.
4º Las pequeñas tribus, retoños y brotes de
estos últimos, son innumerables, y dependen de la acción Kármica.
Examínese
el Árbol Genealógico que aquí se incluye, y se comprenderá. La ilustración es
puramente un diagrama, y sólo tiene por objeto ayudar al lector a formarse una
idea del asunto, en medio de la confusión que existe entre los términos que se
han empleado diferentes veces para las divisiones de la Humanidad. También se
ha intentado expresar aquí en números (aunque sólo dentro de límites
aproximados y para la comparación), la duración del tiempo durante el cual es
posible distinguir definidamente una división de otra. El intentar dar fechas
exactas a algunas de ellas sólo conduciría a una confusión irremediable; pues
las Razas, subrazas, etc., hasta sus más pequeñas ramificaciones, pasan por
encima y se mezclan unas con otras, hasta el punto de ser imposible separarlas.
La
Raza humana ha sido comparada a un árbol, y esto sirve admirablemente como
ilustración.
El
tallo principal de un árbol puede compararse a la Raza-Raíz (A).
Sus
brazos más largos a las divesas subrazas en número de siete (B1, B2, etc.)
Cotinua...
H.P.Blavatsky D.S T III
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