domingo, 28 de octubre de 2018

LOS LIBROS SECRETOS DE “LAM–RIN” Y “DZYAN”



El Libro de Dzyan 96 es el primer volumen de los Comentarios a los siete volúmenes secretos de Kiu–te, y un glosario de las obras exotéricas del mismo título. 

En poder de los lamas gelugpas del Tíbet, en la biblioteca de cualquier monasterio, hay treinta y cinco volúmenes de Kiu–te para uso de los profanos; y también catorce libros de comentarios y anotaciones sobre lo mismo, por los instructores iniciados. En rigor, aquellos treinta y cinco libros debieran titularse Versión Popular de la Doctrina Secreta, pues están llenos de mitos, velos y errores. Por otra parte, los catorce tomos de Comentarios con sus citas, anotaciones y un extenso glosario de términos ocultos, todo ello desarrollos de la pequeña obra esotérica titulada: Libro de la Sabiduría Secreta del Mundo 97, constituye un verdadero digesto de todas las ciencias ocultas. Estos Comentarios, al parecer, los reserva secretos y aparte a su cuidado, el Teshu Lama de Tji–gad–je [Shigatze]. 

Los libros de Kiu–te son relativamente modernos, pues se publicaron en el último milenio; mientras que los primeros volúmenes de los Comentarios son antiquísimos, y se conservan de ellos algunos fragmentos de los cilindros originales. Aparte de que los Comentarios explican y rectifican algunos de los, en apariencia, más fabulosos relatos de los libros de Kiu–te 98, poco tienen que ver con éstos. La relación entre ellos es análoga a la que hay entre la Kabalah caldeo–judaica y los libros de Moisés. En la obra titulada Avatumsaka Sûtra, en la sección que lleva por epígrafe: “El supremo Âtman [Alma] manifestado en el carácter de los arhats y “pratyeka Buddhas”, se dice que: A causa de que desde un principio todas las criaturas sencientes han confundido la verdad y abrazaron el error, vino a la existencia para su bien un oculto conocimiento llamado Alaya Vijnân. En dicho libro se pregunta: “¿Quién está en posesión del verdadero conocimiento?” Y la respuesta es: “Los grandes maestros de la montaña Nevada”. Se sabe que estos “grandes maestros” viven en la “nevada cordillera” himaláyica desde hace edades sin cuento. 

Negar que allí moran sus grandes Gurus parecería ridículo a los ojos de millones de indos, que creen que estos Gurus viven en los âshramas diseminados en ambas vertientes del Himâlaya. Cuando Buddha predicó en la India sus âshramas (pues es raro que estos grandes hombres se encuentren en Lamaserías, excepto durante cortas visitas), estaban en los puntos que ocupan ahora; y esto ocurría aún antes de que los mismos brahmanes viniesen del Asia Central para establecerse en el Indus. Y anteriormente, más de un dvija ario de histórico renombre y fama, aprendió de ellos lo que culminó más tarde en las principales escuelas filosóficas. La mayor parte de estos maestros eran ascetas y brahmanes arios. Ningún estudiante, a menos que esté muy adelantado, obtendrá provecho de la lectura de las obras exotéricas99, pues necesitan la clave del significado, que sólo pueden proporcionar los Comentarios. 
Además, hay algunas obras relativamente modernas que son positivamente perjudiciales en lo referente a la comprensión correcta, aun de lo concerniente al buddhismo exotérico. Tales son el Buddhist Cosmos, del bonzo Jinch'on, de Pekín; el Shing Tau–ki 100, de Wang Puk; el Hisai Sûtra 101, y algunos otros. 

D.S TVI

NOTAS

 96 Derivado de la palabra sánscrita dhyân, que significa meditación mística. 
 97 La Doctrina Secreta es un extracto de todas estas obras. El texto principal apenas daría materia para un folleto; pero las explicaciones y notas de los comentarios y glosarios daría materia para diez volúmenes del tamaño de Isis sin Velo. 
98 El monje italiano Della Penna se mofa en sus Memorias (véase la obra Tibet, por Markham, pág. 309 y sig.) de ciertas afirmaciones contenidas en los Libros de Kiu–te, y al efecto cita “la gran montaña de 160.000 leguas de altura” (una legua tibetana tiene cinco millas) en la cordillera de los Himalayas. 
Y dice el monje: “Según sus creencias, en el occidente del mundo hay un paraíso en donde mora un santo llamado Ho pahme que significa santo de esplendor e infinita luz. 
Este santo tiene varios discípulos, todos los cuales son Chang–chub”, esto es, “espíritus que por su perfección no necesitan santidad y educan e instruyen a los lamas renacidos ayudándolos a vivir”. 
De esto se infiere que los que Della Penna llama Chang–chub, y cuyo verdadero nombre es Yang–chhub (presumiblemente considerados “muertos”) son ni más ni menos que bodhisattvas vivientes, conocidos algunos por “los Hermanos” (Bhante). Respecto a la montaña de 160.000 leguas de altura, el Comentario que da la clave explica que, según la clave empleada por los autores del texto, “al occidente de la Montaña Nevada, a la distancia de 160 leguas [las cifras son un velo] contadas en derechura de cierto punto, está el Bhante Yul [el país o residencia de los Hermanos], residencia del Mahâ Chohan… “ Este es el verdadero significado. El “Ho pahme” a que se refiere el monje Della Penna, es el Mahâ Chohan, el jefe. 
99 En algunos manuscritos originales del sacerdote Thango–pa Chhego–mo se lee: “Los pocos misioneros católicos que visitaron nuestro país durante el siglo pasado (con nuestra protesta) , y que pagaron nuestra hospitalidad poniendo en ridículo nuestra sagrada literatura, han demostrado tener muy poca discreción y todavía menos cultura. 
Verdad es que el canon sagrado de los tibetanos, el Kah–gyur [Kanjur] y Bstanhgyur [Tanjur] comprende 1.707 obras distintas, de las cuales 1.083 son públicas y 624 secretas. Las primeras están contenidas en 350 volúmenes en folio, y las segundas en 77. ¿Podrían decirnos los buenos misioneros, sin embargo, cuándo tuvieron ni el más leve vislumbre de los libros secretos? Y aun cuando por casualidad hubiesen visto alguno, sepan los clérigos occidentales que ni siquiera un tibetano de nacimiento es capaz de comprender estos manuscritos sin dos claves: una para los caracteres y otra para su significado oculto. En nuestro sistema, todas las descripciones de localidades son alegóricas, y los nombres y palabras están intencionadamente encubiertos. Por lo tanto, es preciso estudiar primero la manera de descifrar, y aprender después la equivalencia de los símbolos y términos secretos con las palabras del lenguaje religioso. La escritura hierática de los egipcios es un juego de niños en comparación de los enigmas de nuestros sacerdotes”. 
100 Memorias de la Iluminación de Tathâgata, escrito el siglo VII. 
101 Libro de la Creación.

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