jueves, 8 de noviembre de 2018

LA ”DOCTRINA DEL OJO” Y LA “DOCTRINA DEL CORAZÓN” 0 EL “SELLO DEL CORAZÓN



El profesor Albrecht Weber está en lo justo al afirmar que las Escrituras buddhistas completas las poseen únicamente los buddhistas del Norte. Porque los buddhistas del Sur no tienen siquiera idea de la existencia de una doctrina esotérica (semejante a perla en la concha de cada religión), al paso que chinos y tibetanos conservan numerosas señales de ella. Aunque degenerada y corrompida, la doctrina públicamente expuesta por Gautama, se guarda incólume en los monasterios chinos, a donde no puede llegar la curiosidad de los viajeros. Y aunque por tiempo de casi dos mil años, los “reformadores” hayan adulterado algún tanto el original con especulaciones de su invención, todavía alienta la verdad aun entre las masas. Pero tan sólo en las lejanías transhimaláyicas, vagamente llamadas Tíbet, en los más inaccesibles parajes del desierto y de la montaña, se conserva hoy día, en toda su prístina pureza, la esotérica “Buena Ley”, el “Sello del Corazón”. No estaba desacertado Swedenborg al decir de la olvidada y tanto tiempo perdida Palabra: Buscadla en China; y tal vez la encontréis en la Gran Tartaria. Swedenborg declara que así se lo revelaron ciertos “espíritus” que, según dijeron, practicaban su culto de conformidad con esta antigua y perdida Palabra. 

Sobre este particular observamos en Isis sin Velo que: otros estudiantes de Ciencias ocultas tenían, en este caso especial, mayor motivo de confianza que las revelaciones de los “espíritus”; pues habían visto los libros en que estaba la “Palabra”148. Tal vez no eran orientales los nombres de los “espíritus” que se comunicaron con el gran teósofo sueco. Las afirmaciones de un varón de tan reconocida y patente integridad, cuyos conocimientos en matemáticas, astronomía, ciencias naturales y filosofía, aventajaban en mucho a los de su época, no pueden desdeñarse tan de plano como si fueran las de un teósofo moderno. 

Además, declara Swedenborg que podía pasar voluntariamente al estado en que el Yo se desprende de los sentidos físicos, para actuar en el mundo donde, como en abierto libro, ven los ojos del alma todos los secretos de la Naturaleza149. Desgraciadamente, las dos terceras partes de las obras de este autor están escritas en sentido alegórico; y como los críticos las han tomado literalmente, no han excluido al gran vidente sueco de las invectivas lanzadas contra otros videntes. Después de echar una ojeada sobre las ciencias ocultas y la magia, con sus respectivos adeptos en Europa, cúmplenos mencionar ahora a los iniciados orientales. Si tras dos mil años de fe ciega en su texto literal, empieza a sospecharse en nuestros días el sentido esotérico de las Escrituras sagradas de Occidente, lo mismo puede afirmarse con respecto de los libros sagrados de Oriente. Por lo tanto, no es posible comprender sin clave los sistemas hinduista y buddhista, ni el estudio comparado de las religiones constituirá una “ciencia” hasta que los símbolos de cada religión descubran sus últimos secretos. 

De lo contrario, semejante estudio equivaldrá a perder el tiempo, o todo lo más a jugar al escondite. Apoyado en la autoridad de una Enciclopedia japonesa, dice Remusat que antes de morir reveló Buddha los secretos de su doctrina a su discípulo Kâshyapa, confiándole la exclusiva y sagrada guarda de la interpretación esotérica, a la que en China se le da el nombre de Chenfa–yen–tsang (“Misterio del Ojo de la Buena Doctrina”). A los estudiantes de Buddhismo Esotérico les parecerá falto de esoterismo el término “Misterio del Ojo”; pero si en vez de “Ojo” pusiéramos “Corazón” hubiera significado entonces lo que ahora tan sólo se insinúa. “Doctrina del Ojo” significa dogma, letra muerta y ritualismo eclesiástico, a propósito para quienes se satisfacen con fórmulas exotéricas. 

La “Doctrina del Corazón” o “Sello del Corazón” (Sin Yin) es la única verdaderamente real. Así lo corrobora Hiuen Tsang, que en su traducción del Mahâ–Prajnâ–Pâramitâ (Ta–poh–je–King), que consta de ciento veinte tomos, dice que después de subir al nirvâna el gran Maestro, su discípulo Kâshyapa, encargado por Él de interpretar sus enseñanzas, confió a Ananda (discípulo favorito de Buddha) la promulgación del “Ojo de la Doctrina”; pues el “Corazón” de la Ley quedó en el exclusivo poder de los arhats. La esencial diferencia entre el “Ojo” y el “Corazón”150 está patentemente establecida en varios volúmenes de la obra sobre “Buddhismo Chino”, escrita por diversos misioneros que, no obstante haber residido muchos años en China, sólo conocen lo que aprendieron de apócrifas escuelas esotéricas, pues nadie hubiera sido capaz de proporcionar a los declarados enemigos de su fe, antiguos manuscritos y obras esotéricas. Esta visible contradicción entre la doctrina y la práctica no parece haber hecho mella en los tonsurados historiadores occidentales de los secretos dogmas de extrañas gentes. 

Así el reverendo Joseph Edkins menciona en la obra Buddhismo Chino varias escuelas esotéricas, creyendo sinceramente haber hecho “un examen minucioso” de los dogmas secretos de buddhistas, cuya obras “habían sido, hasta últimamente, “inaccesibles” en su primitiva forma”. No será demasiado afirmar que aun hoy sigue siendo “inaccesible” la genuina literatura esotérica y que yerra crasamente dicho respetable caballero al decir en su obra151 que: … según parece, no hubo ninguna doctrina secreta que no divulgasen quienes la conocieron. Digámosle, al propio tiempo, que los Yü luh (“Recuerdos de las Sentencias”) de famosos instructores, son sencillamente velos tanto o acaso más tupidos que los de los Purânas de los brahmanes. Ocioso fuera transcribir la interminable lista de los más conspicuos orientalistas occidentales, ni tampoco tendría utilidad alguna aportar las investigaciones de Remusat, Burnouf, Koeppen, St. Hilaire y St. Julien, que cobraron fama por haber descubierto el antiguo mundo indo y publicado los sagrados y secretos libros del buddhismo; pues cuanto ellos revelan no estuvo jamás oculto. 

El error de todos los orientalistas puede inferirse en el que incurrió Max Müller, el más popular si no el más grande de ellos. Nos referimos a lo que jocosamente dice del “dios Quien” (Ka). Oigámosle: Habían roto tan completamente con el pasado los autores de los Brâhmanas, que sin acordarse del poético carácter de los himnos ni del anhelo de los poetas tras la Divinidad desconocida, exaltaron el pronombre interrogativo ¿Quién? (Ka) a la categoría de dios… En todos los versículos interrogativos declara el autor que Ka es Prajâpati, o el Señor de las Criaturas. Pero no se contentaron con esto. Algunos himnos en que aparece el pronombre en forma interrogativa se llamaron Kadvat Kaya, es decir, con Kad o Quid. Pero pronto se formó el nuevo adjetivo Kaya152 para calificar no sólo los himnos sino también los sacrificios ofrecidos al dios Ka… En tiempo de Pânini adquirió esta palabra tal legitimidad que se explicó su formación por medio de una regla especial. El comentador identifica aquí a Ka con Brahman. Si el comentador lo hubiese identificado con Parabrahman, acertara mejor que equiparándole a “Brahman”. Difícil es explicarse por qué razón no se ha de poder expresar con un pronombre interrogativo el secreto y sagrado Nombre del Espíritu supremo, absoluto, sin sexo ni forma (a quien nadie se atrevería a clasificar entre las divinidades manifestadas ni entre los nombres de la primitiva nomenclatura del simbólico Panteón). 

¿Acaso los partidarios de la religión más antropomórfica del mundo, tienen derecho a atacar a los antiguos filósofos por una exagerada veneración y respeto religiosos? Pero estamos ahora tratando del buddhismo. Sus enseñanzas orales y secretas, transcritas en copias simples por los supremos jerarcas de las genuinas escuelas esotéricas, están expuestas en una obra de San–Kian–yi–su, quien dice al comparar a Bodhidharma con Buddha: “Julai” (Tathâgata) enseñó grandes verdades y las causas de las cosas, llegando a ser instructor de hombres y devas. Salvó a multitud de gentes, y expuso oralmente el contenido de más de quinientas obras. De aquí se derivó el Kiau–men, o rama exotérica de la doctrina, considerada desde entonces como las palabras de Buddha. Del cielo occidental [Shamballah] trajo Bodhidharma el “Sello de la Verdad” (el verdadero sello) y alumbró en Oriente los manantiales de la contemplación, encaminándose directamente al corazón y naturaleza de Buddha, con desdén de la parasitaria y forastera instrucción libresca. Así estableció el Tsung–men, o rama esotérica de la doctrina que entrañaba la tradición del corazón de Buddha153… Unas cuantas observaciones del autor del Buddhismo Chino arrojan luz sobré los universales errores de los orientalistas en general, y de los misioneros en “tierras gentiles” en particular. 

Los teósofos, sobre todo los indos, deben fijarse mucho en ellas, porque se dirigen poderosamente a su intuición. Transcribiremos en bastardilla las frases más notables: La palabra ordinaria de las escuelas esotéricas [chinas] es dan, equivalente a la sánscrita dhyâna… El buddhismo ortodoxo chino se ha convertido poco a poco, pero con paso firme, en buddhismo heterodoxo. El buddhismo de los libros y tradiciones antiguas ha llegado a ser el buddhismo de la contemplación mística… La historia de las antiguas escuelas que surgieron hace muchísimo tiempo en las comunidades Buddhistas de la India sólo pueden reconstituirse ahora parcialmente. Tal vez China ilumine retrospectivamente la historia religiosa del país de que procedió el buddhismo154. Ninguna parte de la historia puede ayudarnos tan eficazmente a recobrar los perdidos conocimientos como los relatos de los patriarcas, cuya cronología completó Bodhidharma.


Al inquirir la explicación más satisfactoria de las narraciones china y japonesa de los patriarcas y los siete Buddhas que terminan en Gautama o Shâkyamuni, conviene tener en cuenta las tradiciones jainas, tal como eran en el siglo vi de nuestra era, cuando el patriarca Bodhidharma conmovió a la nación china… Al trazar el origen de las diversas escuelas de buddhismo esotérico, es preciso advertir que estuvieron regidas por un principio semejante al de la sucesión apostólica. Todas afirman que recibieron la doctrina por medio de una serie de instructores, cada uno de los cuales la aprendió personalmente de su antecesor hasta la época de Bodhidharma, y así sucesivamente en las series hasta el mismo Shâkyamuni y los primitivos Buddhas 155. Más adelante, por considerarlo como una claudicación del buddhismo estrictamente ortodoxo, se queja de que el emperador de China reciba con extremado respeto a los lamas del Tíbet. Los siguientes pasajes, entresacados de diversas partes de la obra, resumen los conceptos de Edkins: No es raro encontrar eremitas en las cercanías de los grandes templos buddhistas… y no se cortan jamás el pelo… Rechazan la doctrina de la metempsícosis. El Buddhismo es una especie de panteísmo basado en que la metempsícosis infunde vida en toda la naturaleza y que esta vida es la Divinidad bajo diferentes formas personales. La Divinidad no es un ser consciente ni una Causa libre y autónoma, sino un Espíritu que todo lo penetra. Los buddhistas esotéricos de China mantienen rigurosamente para ellos solos una doctrina156 en que nada se dice de metempsícosis… ni de ninguna otra de las partes menos nobles del sistema buddhista… El paraíso occidental prometido a los adoradores de Amida Buddha es… incompatible con la doctrina del nirvâna [?]157… pues promete la inmortalidad, en vez de la aniquilación. 

La remota antigüedad de esta escuela está comprobada por la fecha de la traducción del Amida Sutra transmitido por Kumârajîva; y además porque el Wu–liang–sheu–Khing data de la dinastía de Han. El radio de su influencia se echa de ver en la profunda adoración que tibetanos y mogoles tributan a este Buddha, y en que el nombre de este apócrifo [?] personaje es más popular en China que el del histórico Shâkyamuni. Mucho tememos que el erudito autor tenga equivocados conceptos del nirvâna y de Amita Buddha. Sin embargo, no carece de importancia que un misionero corrobore la existencia de varias escuelas de buddhismo esotérico en el celeste imperio. Al llegar a su apogeo el abuso de las dogmáticas Escrituras ortodoxas del buddhismo, cuando estaba a punto de perderse el verdadero espíritu de la filosofía de Buddha, aparecieron procedentes de la India varios reformadores que inauguraron enseñanzas orales. 

Tales fueron Bodhidharma y Nâgârjuna, autores de las más importantes obras de la escuela china de contemplación, durante los primeros siglos de la era cristiana. Sábese, además, como dice el Buddhismo Chino, que Bodhidharma fundó escuelas esotéricas subdivididas más tarde en cinco ramas principales. Los datos expuestos en dicha obra son exactos; pero todas las conclusiones, sin exceptuar una, son erróneas. Dijimos en Isis sin Velo (Vol. II, pág. 566) que: Buddha enseña la doctrina de los renacimientos tan claramente como después la enseñó Jesús. Deseoso de romper con los antiguos misterios, que no admitían en su seno a las masas ignorantes, declara resueltamente su pensamiento en varios pasajes, aunque por lo general se mantiene silencioso respecto de muchos dogmas secretos. Así dice: “Algunos nacerán otra vez. Los malos irán al infierno [Avitchi]; los buenos al cielo [Devachan]; los que estén libres de todo deseo mundano entrarán en el nirvâna”158. En otro pasaje dice Buddha: “Es mejor creer en una vida futura, que depare felicidad o desgracia; porque si el corazón cree en ella, abandonará el pecado y obrará virtuosamente; y aunque no hubiese resurrección [renacimiento] tal vida traerá reputación y la recompensa de los hombres. Pero quienes creen que a la muerte sigue la extinción, no reparan en cometer cuantos pecados les sugiere el antojo, puesto que niegan la vida futura”. (Véase La Rueda de la Ley). 

 ¿Cómo, pues, puede ser la inmortalidad “incompatible con la doctrina del nirvâna”? 

Lo antes trascrito son tan sólo unos cuantos pensamientos que Buddha declaró abiertamente a sus arhats predilectos; pero el insigne Santo dijo mucho más. A título de comentario sobre los erróneos conceptos de los orientalistas contemporáneos, “que en vano intentan sondear los pensamiento de Tathagata”, al par que sobre las falsas miras de aquellos brahmanes que “aun hoy repudian al gran Maestro”, copiaremos algunos juicios expuestos con relación al Buddha y al estudio de las ciencias ocultas, en una obra escrita en chino por un tibetano, y publicada en el monasterio de Tien–tai para uso de los buddhistas que viven en tierras extrañas, y están en riesgo de ser despojados por los misioneros. como razonablemente dice el autor, puesto que cada converso no sólo queda “despojado” de su propio credo, sino que es una desdichada adquisición para el cristianismo. Extractaremos los pasajes, traducidos de intento para la presente obra. Si ningún oído profano escuchó el potente Chau–yan159 de Vu–vei–Tchen–jen160, de nuestro amado Señor y Bodhisâttva, ¿cómo le ha de ser posible a cualquiera afirmar cuáles fueron sus verdaderos pensamientos? 

El santo Sang–gyas–Panchhen161 nunca deparó la intuición de la Única Realidad a los Bhikkus162 no reformados163. Pocos son los que, ni aun entre los Tu–fon164, los conocen, pues las escuelas de Tsung–men165 os encubre más y más cada día… Ni siquiera el Fa–siong–Tsung166 puede comunicar la sabiduría enseñada en el verdadero Naljor–chod–pa167… todo ello es doctrina del “Ojo” y nada más. Se echa de menos una guía restricta, puesto que escasean los Tch’an–si [instructores] de meditación interna168, y a la Buena Ley ha substituido la adoración de los ídolos [Siang–Kyan]. Los bárbaros169 sólo han oído hablar de los ídolos y nada saben del Bas–pa–Dharma170. ¿Por qué ha de esconderse la verdad como una tortuga en su concha? Porque, como el cuchillo tonsural171 de los lamas, puede hoy convertirse en arma demasiado peligrosa, aún para manejarla por el lanu. Por lo tanto, a nadie se ha de confiar prematuramente el conocimiento. Apenas hay Chagpa–Thog–mad, y los mejores se han retirado al bendito Tushita172. 

 Otro pasaje habla del hombre que pretende dominar los misterios del esoterismo antes de que el maestro iniciado (Tch–an–si) le considere dispuesto a recibirlo, y lo compara a quien sin linterna intentara buscar en noche oscura y en un paraje lleno de escorpiones, una aguja que hubiese perdido su vecino. Más adelante se lee: Quien desee adquirir el Sagrado Conocimiento, ha de “preparar de antemano la lámpara de la comprensión interna”; y después, “alumbrado por tan clara luz”, servirse de sus buenas acciones como de un paño para limpiar de toda impureza su místico espejo173, de modo que en él brille el fidelísimo reflejo del Yo… Primero esto; después el Tong–pa–nya174; por último el Sammâ Sambuddha175. 
 Los aforismos de Lin–tsi, en el Buddhismo Chino, corroboran las afirmaciones expuestas: Dentro del cuerpo que siente, conoce, piensa y obra, está Wu–wei–chen–jen, el “verdadero hombre sin posición” que se hace claramente visible sin que lo encubra la más tenue película. ¿Por qué no lo reconoces?… Si la mente no viene a la existencia consciente, hay liberación por doquiera… ¿Qué es un buddha? Una mente clara y en descanso. ¿Qué es la ley? 

Una mente clara e iluminada. ¿Qué es Tau? En todo lugar, la carencia de impedimentos y la pura iluminación. Los tres son uno. (VII, págs. 163–4). El reverendo autor del Buddhismo Chino se mofa del simbolismo de la disciplina buddhista. Sin embargo, los “bofetones y golpes” que se infligen los adoradores de Buddha tienen prodigiosa semejanza con los “disciplinazos” y otras mortificaciones corporales, a que desde los primeros siglos se entregan los monjes cristianos. Pero tengamos en cuenta que el reverendo Edkins es un protestante, que substituye la mortificación y la disciplina por la vida regalada y comodona. Edkins se burla de la sentencia de Lin–tsi que dice: El “verdadero hombre sin posición” Wu–wei–chen–jen, está envuelto en una cáscara espinosa como la de la castaña. 

No es posible acercarse a él. Este es Buddha. El Buddha que está en vosotros. Verdaderamente: ¡Un niño no puede comprender los siete enigmas!176. 

 148 Obra citada, II, 470 (edición inglesa) . 
 149 A menos que la información sea exacta y riguroso el método, las visiones individuales, aunque correctas y verdaderas en la vida del alma, no quedan fotografiadas en la memoria física, y ciertas células cerebrales es seguro que estragarán nuestros recuerdos. 
150 O lo que es lo mismo, entre la forma exotérica y la esencia esotérica, entre la fría metafísica y la sabiduría divina. 
151 Pág. 161. 
153 Chinese Buddhism, pág. 158. 
El reverendo Edkins ignora tal vez la verdadera existencia de estas escuelas, y juzga por el disfraz chino de las mismas, a las que llama “Buddhismo heterodoxo”; y hasta cierto punto es así. 
154 Los recuerdos de estas escuelas y de sus enseñanzas se han perdido en India tan sólo para el público en general y para los orientalistas occidentales; pero se conservan en algunos Mathams (refugios o cenobios de contemplación mística). Sin embargo, vale más buscarlos en sus legítimos propietarios, los llamados “míticos” adeptos o mahâtmâs. 152 Como si dijéramos quienésico o sea Io relativo al Quien. – N. del T. 155 Chinese Buddhism, págs.  155–159. 
156 Verdaderamente rechazan la vulgar teoría de la transmigración de las almas o entidades humanas en animales; pero no niegan que los hombres proceden evolutivamente de los animales, por lo menos en cuanto se relaciona con los principios inferiores. 
157  Por el contrario es del todo compatible si se explica según la doctrina esotérica. El paraíso o cielo occidental” no es una ficción localizada en excelsos espacios, sino un desierto lugar circuído de montañas. Está destinado a residencia de aquellos estudiantes de sabiduría esotérica (discípulos de Buddha) que han alcanzado la categoría de lohans y anâgâmins (adepto). Se le llama “occidental” sencillamente por consideraciones geográficas. El “gran cinturón montañoso de hierro” qué rodea el Avîtchi y los siete lokas que circuyen el “paraíso occidental”, son representaciones muy exactas de localidades y cosas muy conocidas de los estudiantes orientales de ocultismo. 
 158 Dhammapada, V, 126, pág. 41, ed. española. 
159 Los secretos e iluminadores preceptos. 
160 El Buddha en Buddha.  Los orientalistas han traducido extraviadamente esta palabra por “el hombre sin posición” (?); pero significa sencillamente el ego, o verdadero hombre interno. “Buddha en Buddha” quiere decir que Gautama era el mismo interna que externamente. 
161 Uno de los sobrenombres de Gautama Buddha en el Tíbet. 
162 Monjes. 
163 No iniciados. 
164 Tibetanos. 
 165 Escuelas esotéricas de China. 
166 Escuela de contemplación fundada por el viajero Hiuen–Tsang, y hoy casi extinguida. Fa–siong–Tsung significa: “Escuela que descubre la interna naturaleza de las cosas”. 
167 En sánscrito yogâchârya. Enseñanza esotérica del yoga. (En chino: Yo–gami–Kiau) . 
168 Tchung–kwan o autocontemplación. 
169  Los pueblos de Occidente. 
170 Doctrina Secreta. 
171 El “cuchillo tonsural” es de hierro meteórico, y sirve, como su nombre indica, para cortar los “mechones” de pelo que simbolizan el voto del novicio al recibir las órdenes menores. Este cuchillo tiene una hoja de dos filos tan aguzados como los de navaja de afeitar, y se guarda en un estuche de asta. Por medio de un muelle salta la hoja como un relámpago y vuelve a cerrarse con la misma rapidez. Para servirse de ella es preciso tener habilidad, pues de lo contrario se expone quien la maneja a herir en la cabeza al joven Gelung o Gelung–ma (candidatos a sacerdotes y monjas) durante los ritos preliminares, que son públicos. 172 Changpa–Thog–mad es el nombre tibetano de Âryâsanga, fundador de la escuela Yogâchârya o Naljorchodpa. Dícese que el mismo Maitreya Buddha (el Buddha que ha de ser de la sexta raza) enseñó “sabiduría” al iniciado Âryâsanga en Tushita (región celestial presidido por Él) y de Él recibió los cinco libros de Champaitehos–nga. Sin embargo, la Doctrina Secreta enseña que Âryâsanga vino de Dejung o Shamballah, llamada la “fuente de la felicidad” (sabiduría adquirida), que algunos orientalistas diputan por ciudad “fabulosa. 
173  Tal vez convenga recordar al lector que el “espejo” pertenecía al simbolismo del Thesmoforia (una parte de los misterios eleusinos), y que se empleaba en la investigación del Atmu, el “Ser oculto” o “Yo”. En su excelente opúsculo sobre dichos misterios, dice el doctor Alejandro WiIder, de Nueva York: “A pesar de la afirmación de Herodoto y otros autores de que los misterios báquicos eran egipcios, hay muchas probabilidades de que procedieran originariamente de la India y tuviesen carácter saivítico o buddhista. Kore–Persep–honeia era la misma diosa Parasu–pani o Bhavâni, y Zagreus procede de Chakara, país que se dilata entre dos océanos. Si esto es una leyenda turania, podemos reconocer fácilmente los “cuernos” como símbolo del cuarto creciente llevado por los lamas y convenir en que toda la leyenda [la fábula de Dionisio–Zagreus] está basada en la sucesión y transmigración de los lamas… Toda la historia de Orfeo… está impregnada de sabor indo”. La leyenda de la “sucesión y transmigración de los lamas” no tuvo su origen en estos sacerdotes, cuyo establecimiento tan sólo data del siglo vii, sino en los caldeos y brahmanes, pertenecientes a época muy anterior. 
174  Estado de completa liberación sin culpa ni deseo alguno. 
175 Estado durante el cual ve el adepto la larga serie de sus vidas pasadas y revive todas sus anteriores encarnaciones en éste y otros mundos. (Véase la admirable descripción contenida en la Luz de Asia). 
176 Ibíd., pág. 164.

No hay comentarios:

Publicar un comentario