domingo, 18 de noviembre de 2018

LO QUE EN REALIDAD ES LA MAGIA




La ciencia esotérica es, ante todo, el conocimiento de nuestras relaciones con la magia divina218, inseparable de nuestros divinos Yoes 219. Por lo tanto, antes de explicar y poner ejemplos de estas relaciones tal vez sea conveniente dar al estudiante idea exacta del pleno significado de la tan tergiversada palabra “Magia”. Muchos son los que ardientemente ansían estudiar ocultismo, pero muy pocos los que tienen idea, ni siquiera aproximada, de la ciencia oculta. Ahora bien; escasos estudiantes europeos o americanos pueden allegar provecho de las obras sánscritas ni aun de sus traducciones, que en su mayor parte son velos para los no iniciados. 

Por lo tanto, me propongo ofrecer a su atención demostraciones extraídas de las obras neoplatónicas cuya traducción es accesible; y a fin de esclarecer lo hasta aquí obscuro, bastará poner en ello determinada clave. De esta manera podrán servir admirablemente a nuestro propósito ambas gnosis, precristiana y postcristiana. Millones de cristianos conocen el nombre de Simón el Mago y lo poco que de él se dice en los Hechos de los Apóstoles; pero escasean los que han oído hablar de los confusos, fantásticos y contradictorios pormenores, que de su vida recuerda la tradición. La historia de sus pretensiones y de su muerte se halla tan sólo en los tendenciosos y casi quiméricos relatos de los Padres de la Iglesia, como Ireneo, Epifanio y Justino, y especialmente en el anónimo Philosophumena. 

Sin embargo, Simón el Mago es un personaje histórico; y el sobrenombre se lo dieron unánimemente todos sus contemporáneos, incluso los caudillos de la Iglesia cristiana, en significación de las taumatúrgicas facultades de que estaba dotado, sin distinguir si era mago blanco o mago negro. Esta distinción la hicieron luego en uno u otro sentido los cronistas, según se inclinaban al paganismo o al cristianismo. En el sistema de Simón el Mago y de su discípulo y sucesor Menandro, descubriremos lo que la palabra “Magia” significaba a la sazón para los iniciados. Simón, como todos los demás gnósticos, enseñaba que nuestro mundo había sido formado por ángeles inferiores, a los que daba el nombre de Eones, de los cuales sólo menciona tres grados, porque, según antes dijimos, era y es inútil enseñar nada de los cuatro superiores; y en consecuencia empieza él en el plano de los globos A y G. 

Su sistema se aproxima a la verdad oculta tanto como otro cualquiera; de suerte que podemos examinarlo, así como también los conceptos que él y su discípulo Menandro tenían de la “Magia”, para ver qué significaban con esta palabra. Según Simón, todo lo creado culminaba en el Fuego. Era éste para él, como lo es para nosotros, el principio universal, la infinita potencia emanada de la oculta Potencialidad. 

El Fuego era la primitiva causa del manifestado mundo de la existencia y tenía un dual aspecto, manifestado y secreto. El aspecto secreto del Fuego está oculto en su aspecto objetivo, que del primero dimana220. 
Así escribe Simón; lo que equivale a decir que lo visible está siempre presente en lo invisible, y lo invisible en lo visible. Esto era sólo nueva forma de la idea expuesta por Platón acerca de lo inteligible (noêton) y lo sensible (aisthêton), así como de las enseñanzas de Aristóteles sobre la potencia (dunamis) y el acto (energeia). Según Simón, era inteligencia todo aquello de que se podía pensar y todo aquello sobre que se podía actuar. El Fuego lo contenía todo. Y como todas las partes del Fuego estaban dotadas de inteligencia y razón, eran susceptibles de desarrollo por emanación y extensión. 

Esta es precisamente nuestra doctrina del Logos manifestado, y las partes primordialmente emanadas son nuestros Dhyân Chohans, los “Hijos de la Llama y del Fuego”, o Eones superiores. Este “Fuego” es el símbolo del activo y viviente aspecto de la Naturaleza Divina. En él subyace la “infinita Potencialidad en la Potencialidad”, que Simón llamaba lo “que existió, existe y existirá”, o la estabilidad permanente y la inmutabilidad personificada. De la Potencia Mental, la Divina Ideación se concretaba en acción. 
De aquí que las series de emanaciones primordiales del pensamiento engendran el acto, cuya madre es el aspecto objetivo del Fuego, y cuyo padre es el aspecto oculto. Simón llamaba sizigias (unidades pares) a estas emanaciones, porque emanaban de dos en dos,una como Eón activo y otra como Eón pasivo. 

Así emanaron tres pares (seis Eones en total, que con el Fuego eran siete), a los cuales dió Simón los nombres siguientes: “Mente y Pensamiento; Voz y Nombre; Razón y Reflexión”221, siendo el primero de cada par masculino, y el segundo femenino. De estos seis Eones primordiales emanaban los seis del mundo intermedio. Pero veamos lo que dice el mismo Simón: Cada uno de estos seis primitivos seres, contenía enteramente la infinita Potencia [de su Progenitor]; pero tan sólo en potencia y no en acto. Aquella Potencia había de actualizarse de conformidad con una imagen, a fin de que se manifestase en toda su esencia, virtud, grandeza y efectos; porque solamente entonces podría la emanada Potencia ser igual a su progenitor, la eterna e infinita Potencia. Por el contrario, si tan sólo hubiese permanecido potencialmente en las seis Potencias, sin lograr actualizarse de conformidad con una imagen, entonces la Potencia se hubiera perdido sin concretarse en acto222. Más claramente, se hubiera atrofiado, empleando la expresión moderna. 

 Ahora bien; ¿dan estas palabras a entender otra cosa, sino que para ser los Eones iguales en todo a la infinita Potencia, habían de imitarla en su acción, y ser a su vez principios emanadores, como su progenitor, para engendrar nuevos seres y transmutarse también en potencias activas? El directo resultado de este poder es producir emanaciones, tener el don de Kriyâshakti, cuyo efecto depende de nuestra propia acción. Por lo tanto, este poder es inherente al hombre como lo es a los Eones primordiales y aun a las secundarias emanaciones, puesto que así ellos como el hombre proceden del único y Primordial Principio, de la Potencia Infinita. Vemos, pues, en el sistema de Simón el Mago, que los seis primeros Eones, sintetizados por el séptimo, la Potencia progenitora, se actualizan y emanan a su vez seis Eones secundarios, sintetizados en sus respectivos progenitores. En el Philosophumena, compara Simón los Eones al “Árbol de la Vida”. 
Y en la Revelación 223, dice: Se ha escrito que hay dos ramificaciones de los Eones universales que no tienen, principio ni fin, como dimanantes ambas de la misma raíz, la invisible e incomprensible Potencialidad cuyo nombre es Sigê [el Silencio]. Una de estas [series de Eones] procede de arriba. 

Es esta la gran Potencia, la Mente universal [la Ideación Divina o Mahat de los indos]. Es masculina y regula todas las cosas. La otra procede de abajo. Es el gran Pensamiento manifestado, el Eón femenino, engendrador de todas las cosas. Estas [dos clases de eones] se corresponden224 mutuamente, se conjuntan y manifiestan a distancia media [la esfera o plano intermedio], el incoercible Aire, que no tiene principio ni fin225. Este “Aire” femenino es nuestro éter o luz astral de los cabalistas; y por lo tanto, corresponde al “Segundo Mundo” de Simón, nacido del Fuego o principio de todas las cosas. 

Nosotros le llamamos la Vida Una, la omnipresente, infinita, inteligente y divina Llama. En el sistema de Simón, este Segundo Mundo estaba gobernado por una Potencia, a la par masculina y femenina, activa y pasiva, buena y mala. De este Ser–Progenitor se dice que, como la Potencia infinita y primordial, “existió, existe y existirá”, mientras dure el Kosmos manifestado. Al emanar en acto, semejante a su propio Progenitor no era dual o andrógino. Es el Pensamiento (Sigê) que emanó de lo que llegó a ser como él mismo (el Progenitor), convirtiéndose en semejante a su imagen (o antetipo); el segundo fue entonces a su vez el primero (en su peculiar plano o esfera). Como dice Simón Ello [el Padre] era uno; porque conteniéndole en sí mismo [el Pensamiento], estaba solo. Sin embargo, no era el primero aunque fuese preexistente; sino que manifestándose a sí mismo de sí mismo, llegó a ser el segundo [o dual]. 
No fue llamado Padre hasta que [el Pensamiento] le dio este nombre. Por lo tanto, desenvolviéndose de sí mismo por sí mismo, manifestóse a sí mismo su propio Pensamiento, y así también el Pensamiento manifestado no se actualizó, sino que vio al Padre (oculto) en él, esto es, a la Potencia oculta (en sí misma). Y la Potencia [Dumamis, o sea Nous] y el Pensamiento [Epinoia] son masculino–femenino; pero al corresponderse recíprocamente –porque la Potencia en modo alguno difiere del Pensamiento– son uno solo. 

Así en las cosas de arriba está la Potencia, y en las de abajo el Pensamiento. Ocurre, por lo tanto, que si bien es uno lo manifestado por ambos, aparece duple, pues el andrógino lleva en sí mismo el elemento femenino. Así la Mente y el Pensamiento son inseparables uno de otro por ser uno, aunque aparezcan en dualidad. El [Simón] llama Nous y Epinoia, Cielo y Tierra a la primera Sizigia de las seis Potencias, y de la séptima que sintetiza el par; el elemento masculino mira abajo desde arriba y toma al pensamiento por su Sizigia [o esposa], para que la tierra reciba los frutos intelectuales venidos del cielo y consanguíneos de la tierra226. Análogamente es emanada la tercera serie de seis Eones, con el séptimo, su Progenitor, que es el Tercer Mundo de Simón. En todos los sistemas gnósticos resplandece este mismo concepto: el gradual descenso en la Materia por semejanza. Esta es ley que se remonta al primordial ocultismo, o magia. 
Para los gnósticos, como para nosotros, esa séptima Potencia que a las seis sintetiza, es el Espíritu que alienta sobre las tenebrosas aguas del indiferenciado Espacio. Es el Nârâyana o Vishnu de los indos, el Espíritu Santo de los cristianos. Pero mientras que en este último el concepto está condicionado y empequeñecido por limitaciones que requieren fe y gracia, la filosofía oriental afirma que el Espíritu penetra a todos los átomos conscientes o inconscientes. Ireneo completa la información acerca del ulterior desenvolvimiento de estos seis Eones. Según él, separado el Pensamiento de su progenitor y deduciendo de su identidad de Esencia con éste, lo que había de conocer, engendró en el mundo intermedio227 inferiores jerarquías de ángeles, potestades, dominaciones y huestes de toda clase, las cuales a su vez crearon, o mejor dicho, emanaron de su propia esencia nuestro mundo con sus hombres y demás seres, de quienes vigilantemente cuidan. 

 De aquí se sigue que todo ser racional (llamado hombre en el planeta Tierra) es de la misma esencia y posee potencialmente todos los atributos de los Eones superiores, de los primordiales Siete. A él le compete desenvolver en acto por imitación de “la imagen del altísimo que ante sí tiene”, la Potencia de que está dotado su primario Progenitor. Aquí podemos citar muy a propósito el pasaje siguiente: Así, pues, según Simón, este glorioso e imperecedero [principio] está oculto en todas las cosas, pero en potencia y no en acto. Este principio es lo que “existió, existe y existirá”, es decir, lo que existió arriba en no engendrada Potencia; lo que existe abajo en la corriente de las aguas, engendrado en una imagen; lo que existirá arriba junto a la gloriosa e infinita Potencia, cuando se identifique con esta imagen. Porque según dice Simón hay tres Eones permanentes sin los cuales nada de lo engendrado en las aguas a semejanza del progenitor sería, como es, un Eón celestial y perfecto, en modo alguno inferior en pensar a la inengendrada Potencia. 

Así dicen los simonianos: “Yo y tú [somos] uno; ante mí [estabas] tú; yo estoy después de ti”. Según Simón, estas frases significan la Potencia una, dividida entre arriba y abajo, que se engendra a sí misma y se nutre a sí misma, y a sí misma se busca y se halla. Es su propio padre, madre, hermano, esposa, hija e hijo. 
Es lo Único, porque es la Raíz de todos los seres y de todas las cosas228. De modo que, de este triple Eón, sabemos que el primero es el increado Âtman, el Poder que “existió, existe y existirá”; el segundo, engendrado en las tenebrosas aguas del Espacio229, de la imagen del primero en ellas reflejada, moviéndose sobre ellas; el tercer Mundo230 quedará dotado con todos los poderes de esa eterna y omnipresente imagen si con ella se identifica. Porque: todo lo que es eterno, puro e incorruptible está oculto en todas las cosas, pero potencial y no actualmente. Y además: todas las cosas son esta imagen, con tal que la imagen inferior (el hombre) ascienda en espíritu y pensamiento a la originaria Fuente y Raíz. 

 La Materia, en su concepto de Substancia, es increada y eterna. Por esto, ni Simón el Mago, ni los maestros gnósticos, ni los filósofos orientales, hablaron de su origen. La “Materia Eterna” recibe sus varias formas en el Eón inferior por obra de los ángeles Creadores, o Constructores, como nosotros los llamamos. ¿Por qué, pues, no podría hacer lo mismo el hombre, directo heredero del supremo Eón, por el poder de su pensamiento, nacido del espíritu? Esto es lo que se llama Kriyâshakti, o el poder de producir formas en el plano objetivo, por la fuerza de la Idea y de la Voluntad, de la Materia invisible e indestructible. Verdaderamente dice Jeremías citando la “palabra del Señor”: Antes de que te formase en el vientre te conocí; y antes de que salieras de la matriz te santifiqué231. Porque Jeremías se refiere en este pasaje al hombre cuando todavía era un Eón u Hombre Divino, lo mismo que dicen Simón el Mago y la filosofía oriental. Los tres primeros capítulos del Génesis son tan esotéricos como cuanto expusimos en el apunte I. Porque, según dice Simón232, el paraíso terrenal es la matriz, y el Edén es la región circundante. 

El río que procedente del Edén regaba el jardín, es el cordón umbilical, dividido en cuatro partes, o sean las corrientes que de él fluían, los cuatro canales que sirven para nutrir el feto, es decir, las dos arterias y las dos venas por donde circula la sangre y proporcionan el aire respirable; pues como el feto está enteramente envuelto en el amnios, se alimenta por medio del cordón umbilical y recibe el aire (según Simón) por medio de la aorta233. Hemos dicho todo esto para dilucidar lo que vamos a exponer. Los discípulos de Simón el Mago eran numerosos y aprendieron la magia de su maestro. Empleaban “exorcismos” (como les llama el Nuevo Testamento), hechizos y filtros; creían en sueños y visiones, que producían a voluntad; y finalmente, sometían a su obediencia a los espíritus inferiores. A Simón el Mago le apellidaban “el Gran Poder de Dios”, o literalmente, “la Potencia de la Deidad llamada Grande”. Lo que en su tiempo se llamaba Magia es lo que ahora llamamos Teosofía o Sabiduría, Poder y Conocimiento divinos. Menandro, discípulo directo de Simón, fue también un mago insigne. Dice Ireneo, entre otros escritores: el sucesor de Simón fue el samaritano Menandro, que llegó al pináculo de la ciencia mágica. 

 Tenemos, pues, que tanto del maestro como del discípulo se asegura que alcanzaron el mayor grado de poder en el arte de encantamientos, cuyo logro atribuyen los cristianos a “la ayuda del demonio”; aunque sus “obras” eran idénticas a las que el Nuevo Testamento relata como milagrosas por divina virtud y se creen y aceptan como viniendo de Dios y por Dios. Pero cabe preguntar si los llamados “milagros” de “Cristo” y de los apóstoles han tenido alguna vez más acertada explicación que las mágicas proezas de los llamados magos y hechiceros. Por mi parte afirmo que nunca la tuvieron. Los ocultistas no creemos en fenómenos sobrenaturales; y los Maestros se sonríen al oír la palabra milagro. Veamos, pues, cuál es el verdadero significado de la palabra Magia. La fuente y la base de la magia está en el Espíritu y en el Pensamiento, ya en el plano puramente divino, ya en el plano terrestre. 

Los que conocen la historia de Simón, pueden escoger entre las dos versiones, la de la magia blanca y la de la magia negra, que se dan a su unión con Elena, llamada por él su Epinoia (Pensamiento). Los que, como los cristianos, tenían interés en desacreditar a su peligroso émulo, dijeron que Elena era una hermosa mujer de carne y hueso a quien Simón había encontrado en un lupanar de Tiro, y que según opinaban sus biógrafos, era la reencarnación de la Elena de Troya. ¿Cómo podía, pues, ella ser el “Pensamiento Divino”? En el Philosophumena se atribuye a Simón el Mago la afirmación de que en los ángeles inferiores o terceros Eones había elementos de mal a causa de su materialidad, y que el hombre, procedente de ellos, adolecía de este vicio de origen. ¿Qué significaba esto? Que cuando los terceros Eones llegaron a poseer a su vez el pensamiento divino por la recepción del Fuego, en vez de crear al hombre como un ser completo, de conformidad con el plan del universo, no le comunicaron desde un principio la Chispa Divina (el Pensamiento, o Manas Terrestre), y por ello el hombre insensato, es decir, desprovisto de mente, cometió el pecado original como milenios antes lo cometieran los ángeles, al negarse a procrear. 

Finalmente, después de retener los terceros Eones a Epinoia (el Pensamiento Divino), prisionera entre ellos, y de infligirle toda clase de injurias y profanaciones, concluyeron por encerrarla en el ya corrompido cuerpo del hombre. Después de esto, según interpretan los enemigos de Simón, Epinoia pasó de uno a otro cuerpo femenino a través de los siglos y de las generaciones, hasta que Simón la reconoció en el cuerpo de la “prostituta” Elena, la “oveja descarriada” de la parábola. Pintan a Simón como el Salvador bajado a la tierra para rescatar esta “oveja” y a los hombres en quienes Epinoia está todavía bajo el dominio de los ángeles inferiores. De aquí que los mágicos hechos de Simón se atribuyan al efecto de sus relaciones sexuales con Elena y se consideren magia negra. Ciertamente, los principales ritos de esta clase de magia se basan en la repugnante interpretación literal de mitos, tan nobles como el ideado por Simón para simbolizar sus enseñanzas. Quienes lo comprendían perfectamente supieron que “Elena” significaba el matrimonio de Nous (Âtmâ–Buddhi) con Manas, la unión mediante la cual se identifican la Voluntad y el Pensamiento y quedan dotados de divinos poderes. Porque la pura esencia de Âtman, el primordial, eterno y universal Fuego Divino que “existió, existe y existirá”, pertenece a todos los planos. Buddhi es su vehículo o Pensamiento, generado por el “Padre” a quien también genera, y a su vez a la Voluntad. Ha existido, existe y existirá siempre, y en conjunción con Manas se convierte en lo masculino–femenino tan sólo en esta esfera. 

De aquí que cuando Simón el Mago afirma de sí mismo que es el Padre, el Hijo y el Espíritu, y dice que Elena es su Epinoia o Pensamiento Divino, simboliza con ello la unión de Buddhi con Manas. Elena representaba la Shakti, o potencia femenina, del hombre interno. Oigamos ahora a Menandro. Según él, los ángeles inferiores eran las emanaciones de Ennoia (el Pensamiento Proyectante). Ennoia enseñó a Menandro la ciencia mágica, junto con el arte de dominar a los ángeles creadores del mundo inferior, o sean las pasiones de la naturaleza inferior. Los discípulos de Menandro, una vez recibido el bautismo (la Iniciación) de manos de su maestro, se decía adquirían la “inmortalidad”, a despecho de la vejez, por “resurrección de entre los muertos”234. Esta “resurrección”, prometida por Menandro, significaba simplemente el paso de las tinieblas de la ignorancia a las claridades de la luz, de la verdad, el despertamiento del inmortal Espíritu del hombre a la interna e imperecedera vida. Tal es la Ciencia de la Magia o Râja Yoga. 

 Cuantos conocen la filosofía neoplatónica, saben que sus principales representantes, como Plotino y especialmente Porfirio, combatieron la teurgia fenoménica. Pero Jámblico, el autor de De Mysteriis, va más allá y explica el verdadero concepto de la palabra teurgia, mostrándonos en ella la Divina Ciencia del Râja Yoga. La Magia, según Jámblico, es una divina, excelsa y sublime Ciencia, superior a toda otra. Es eficaz medicina para todos… No tiene su fuente en el cuerpo ni se limita a las pasiones del compuesto humano ni a su constitución; sino que todo se deriva por ella de nuestros dioses superiores, de nuestros divinos Egos, que como un hilo de plata se remontan desde nuestra chispa interna al primordial Fuego divinos235. 

 Jámblico abomina de los fenómenos físicos que, según dice, son producidos por malignos espíritus que engañan a los hombres (los fantasmas mediumnímicos), al paso que enaltece vehementemente la Teurgia Divina, para cuyo ejercicio es indispensable ser “hombre de alma casta y acendrada moralidad”. La opuesta clase de magia es privativa de hombres impuros y egoístas, y nada tiene de divina. Los falsos profetas no hallaron jamás en sus comunicaciones nada que procediese de nuestros dioses superiores. Así, la Magia Blanca o Teurgia consiste en el conocimiento de nuestro Padre (Yo superior), y la Magia Negra supone sujeción a la naturaleza inferior. La Teurgia requiere santidad de alma que desecha y excluye toda cosa corporal; la Magia Negra es la profanación del alma. La Teurgia es la unión con los dioses (con el propio Dios interno), y fuente de todo bien; la Magia Negra es el comercio con el demonio (Elementales), y si no les dominamos nos dominan hasta arrastrarnos poco a poco a la ruina moral (mediumnidad). En resumen: 
 La teurgia nos une más fuertemente con la divina naturaleza. Esta naturaleza se engendra por sí misma, actúa por medio de sus propios poderes, es inteligente, y lo mantiene todo. Es el ornamento del Universo, y nos incita a la inteligible verdad, a la perfección y a compartir la perfección con los demás. 

Tan íntimamente nos une a todos los actos creadores de los dioses, en proporción a la capacidad de cada cuál, que luego de cumplir los sagrados ritos se consolida, el alma en sus acciones e inteligencias [de los dioses], hasta que se identifica con ellas y es absorbida por la primordial y divina esencia. Tal es el objeto de las sagradas iniciaciones de los egipcios236. Después nos dice Jámblico cómo ha de realizarse la unión de nuestro Yo superior con el Alma Universal, es decir, con los dioses. Al efecto, habla él de Manteia, equivalente al Samâdhi, o éxtasis supremo237. También habla del ensueño, que es visión divina cuando el hombre se transmuta nuevamente en Dios. Por medio de la Teurgia o Râja Yoga, logra el hombre los siguientes poderes: 

1º Discernimiento profético mediante el Yo superior, que le revela, las verdades del plano en que actúa; 

2º Éxtasis e iluminación; 

3º Acción en espíritu (en cuerpo astral o por medio de la voluntad); 

4º Dominio sobre los demonios insensatos, inferiores (Elementales), por la naturaleza misma de nuestros Egos purificados. Todo esto requiere la purificación del ego; y así, según Jámblico, la Magia no es ni más ni menos que la iniciación en la Teurgia. Pero antes es preciso educar los sentidos y conocer el Yo humano, en relación con el Divino Yo. 

Hasta que el hombre no domina completamente este estudio, será incapaz de antropomorfizar lo “amorfo”, entendiendo por esta palabra los dioses superiores e inferiores, los seres mundanales y supramundanales, que los principiantes sólo pueden vislumbrar en sonidos y colores. Porque tan sólo los adeptos pueden ver a un “dios” en su verdadera y transcendental forma, de la que el discípulo (Chela) únicamente percibe el aura. Las visiones de figuras completas, ocasionalmente percibidas por los médiums y los sensitivos, corresponden a cualquiera de las tres categorías siguientes, únicas que pueden ver: 

1º Cuerpos astrales de hombres vivos; 
2ºNirmânakâyas238; 
3º Fantasmas, Elementarios y Elementales, revestidos de formas tomadas generalmente de la luz astral, o de figuras que se hallan en el “ojo de la mente” de los circunstantes o del mismo médium, y que se reflejan en sus respectivas auras. Con lo dicho comprenderán ahora mucho mejor los estudiantes la necesidad de conocer previamente las correspondencias entre nuestros “principios” (o diversos aspectos del trino hombre físico y espiritual), y nuestro paradigma, que es su raíz en el Universo. 

 En vista de ello resumiremos nuestras enseñanzas sobre las Jerarquías, directa y para siempre relacionadas con el hombre. * * * Bastante hemos dicho para indicar que mientras para los orientalistas y el vulgo profano, la frase “Om Mani Padme Hum” significa: “¡Oh, la Joya en el Loto!”, esotéricamente significa: “¡Oh, mi Dios en mí!” En efecto; hay un Dios en cada ser humano, pues el hombre fue y volverá a ser Dios. La frase alude a la indisoluble unión entre el Hombre y el Universo; porque el loto es el símbolo universal del Kosmos en su absoluta totalidad, y la Joya es el Hombre Espiritual, o Dios. 

 En el precedente apunte expusimos las correspondencias entre los colores, los sonidos y los “principios”; y quienes hayan leído los tomos III y IV de esta obra, recordarán que estos siete principios dimanan de las siete Jerarquías superiores de ángeles, o Dhyâns Chohans, que a su vez están relacionadas con los colores y sonidos, y constituye colectivamente el Lagos Manifestado. En la eterna música, de las esferas, hallamos la perfecta escala correspondiente a los colores, y en el número, determinado por las vibraciones del color y sonido, que “subyace en todas las formas y guía todos los sonidos”, vemos el pináculo del Universo Manifestado. Podemos corroborar estas correspondencias por la relación entre el color y sonido, y las figuras geométricas que expresan las progresivas etapas de la manifestación del Kosmos239. 
 Pero el estudiante quedará confuso si al estudiar los diagramas no tiene en cuenta dos cosas: 

1ª Que como nuestro plano es de reflejo, y por lo tanto, ilusorio, las diversas notaciones están invertidas y deben contarse de abajo arriba: La escala musical empieza por abajo, desde el do grave hasta el si sobreagudo; 

2ª que Kâma Rûpa, que corresponde al do de la escala musical, abarca todas las potencialidades de la Materia, y es necesariamente el punto de partida de nuestro plano. Además, por él empieza la notación en todos los planos, en correspondencia con la “materia” de cada uno de ellos. Por otra parte, el estudiante debe recordar también que estas notas tienen que ser dispuestas en círculo, indicando que el fa es el tono medio de la Naturaleza. 

En resumen: las notas musicales o los sonidos, colores y números, proceden de uno a siete, y no de siete a uno, como erróneamente se enseña, al contar el rojo en primer término del espectro. Por esto fue preciso poner arbitrariamente los principios y días de la semana en el diagrama II. La escala musical y los colores, con relación al número de vibraciones, van del grosero mundo de la materia al mundo del espíritu de la manera siguiente:



De nuevo suplicamos al estudiante, por las razones expuestas, que deseche de su mente toda otra correspondencia entre los “principios” y los números. La numeración esotérica no puede corresponder con la convencional exotérica. La primera es real; la segunda depende de apariencias ilusorias. En el Buddhismo Esotérico se clasificaron los principios semiveladamente, a fin de no confundir a los estudiantes. 

D.S TVI 

 NOTAS 

 218 En sentido espiritual y secreto, la palabra magia significa “Gran Vida” o sea vida espiritual y divina. La raíz es magh, en sánscrito mahat; en parsi maz, en griego megas, y en latín magnus, todo lo cual significa “grande”. 
219 Con esta palabra Yo es se designa algo más que nuestro espíritu superior. 
 220 Philosophumena, VI, 9. 
221 Nows, Epinoia; Phônê y Onoma; Logismos y Enthumêsis. 
222 Philosophumena, VI, 12. 
223 La Gran Revelación (Hê Megalê Apophasis), atribuída a Simón. 
224 Literalmente, que se oponen en pares o hileras. 
225 Obra citada, VI, 18. 
226 Id., I. 13. 
227 Cada mundo consta de dos planos, el superior y el inferior, masculino y femenino. El último acaba por reunir en sí ambos elementos, y se transmuta en andrógino. 
228 Philosophumena, VI, 17. 
229 El caos, o substancia indiferenciada, nuestro Buddhi. 
230 Manas en el hombre. 
 231 Profecía de Jeremías, I–5. 
232 Philosophumena, VI, 14. 
233 Al principio hay los vasos omfalo mesentéricos, dos arterias y dos venas, que desaparecen después como el “área vascular” de la vesícula umbilical, de que proceden. Respecto a los vasos umbilicales, el cordón arrolla en sí de derecha a izquierda una sola vena umbilical que lleva al feto la sangre oxigenada de la madre, y dos arterias umbilicales o hipogástricas que llevan a la placenta la sangre impura del feto. Los vasos ofician así inversamente a cómo sucede en la vida extra uterina. De esta suerte corrobora la ciencia los conocimientos del ocultismo antiguo, pues en la época de Simón el Mago, ningún hombre, excepto los iniciados, sabían absolutamente nada de Fisiología ni de la circulación de la sangre. Mientras estaba en prensa el presente estudio, recibí dos folletos del doctor Jerome A. Anderson, publicados respectivamente en 1884 y 1888, en los que se demuestra con argumentos científicos la nutrición del feto, tal como queda expuesta en el apunte I. En resumen, el feto se nutre por ósmosis mediante el líquido amniótico y respira por medio de la placenta. Poco o nada sabe la ciencia acerca del líquido amniótico y sus oficios. Si alguien quisiere estudiar esta cuestión, puede valerse del folleto del doctor Anderson, titulado: Remarks on the Nutrition of the Fœtus (Wood & Cª, Nueva York). 
 234 Véase Eusebio, Historia Eclesiástica, III. 26. 
235 De Mysteriis, I, 100 y 109. 
 236 De Mysteriis, cap. V. pág. 290, y cap. VII. 
237 De Mysteriis, . p. III, sección III, pág. 100. 
238 Adeptos, ya de la derecha ya de la izquierda, cuyos cuerpos han muerto, pero que han aprendido a vivir en el invisible espacio, en sus etéreas personalidades 
 239 Véase volúmenes I, III y IV.

1 comentario:

  1. estamos envueltos en una gama de poder, que funciona con nuestros sentidos manejando nuestra intuicion

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