1. HE AQUÍ EL PRINCIPIO DE LA VIDA INFORME SENCIENTE, (a). PRIMERO, EL
DIVION (b) 438, EL UNO, QUE PROCEDE DEL ESPÍRITU DE LA MADRE439;
DESPUÉS, EL ESPIRITUAL440; (c)
441 LOS TRES EMANANDO DEL UNO (d), LOS
CUATRO EMANANDO DEL UNO (e), Y LOS CINCO (f), DE LOS CUALES
PROCEDEN LOS TRES, LOS CINCO Y LOS SIETE (g). ÉSTOS SON LOS TRIPLES Y
LOS CUÁDRUPLES HACIA ABAJO; LOS HIJOS NACIDOS DE LA MENTE DEL
PRIMER SEÑOR442, LOS SIETE RESPLANDECIENTES443. ELLOS SON TÚ, YO, ÉL,
¡OH, LANÚ!, LOS QUE VELAN SOBRE TI Y TU MADRE, BHÛMI444.
(a) La jerarquía de los Poderes Creadores está dividida esotéricamente en Siete
(cuatro y tres), dentro de los Doce grandes órdenes, que recuerdan los doce signos
del Zodiaco; estando los siete de la escala en manifestación, relacionados además
con los Siete Planetas. Todos éstos se hallan subdivididos en grupos innumerables de
Seres divinos espirituales, semiespirituales y etéreos.
Las principales Jerarquías entre éstas, se hallan ligeramente apuntadas en el Gran
Cuaternario o los “cuatro cuerpos y las tres facultades”, exotéricamente, de Brahmâ,
y el Panchâsya, los cinco Brahmâs, o los cinco Dhyâni-Buddhas en el sistema
buddhista.
El grupo más elevado hállase compuesto por aquellas a que se da el nombre de las
Llamas Divinas, de las cuales se habla también como de los “Leones de Fuego” y de
los “Leones de Vida”, cuyo esoterismo hállase con seguridad oculto en el signo
zodiacal de Leo.
Son el nucléolo del Mundo superior Divino. Son los Soplos Ígneos
Informes, idénticos en un aspecto a la Tríada Sephirotal superior, que los kabalistas
colocan en el Mundo Arquetipo.
La misma Jerarquía, con los mismos números, se encuentra en el sistema japonés,
en los “Principios”, tal como lo enseñan las sectas shinto y buddhista. En este sistema, la Antropogénesis precede a la Cosmogénesis; pues lo Divino se sumerge en lo
humano, y crea –a mitad de camino en su descenso en la materia– el Universo visible.
Los personajes legendarios, observa reverentemente Omoie, “tienen que ser
comprendidos como la encarnación estereotipada de la doctrina superior [secreta], y
de sus verdades sublimes”.
El exponer este antiguo sistema por completo, nos
quitaría mucha parte del espacio de que disponemos; pero unas pocas palabras con
referencia al mismo no estarán fuera de lugar. Lo siguiente es un breve compendio
de esta Antropo-Cosmogénesis, y nos demuestra de qué modo tan fiel las naciones
más apartadas repetían la misma enseñanza arcaica.
Cuando todo era aún Caos (Kon-ton), tres seres espirituales aparecieron en el plano
de la creación futura:
1º Ame no ani naka nushi no Kami, “el Divino Monarca del Cielo
Central”;
2º, Taka mi onosubi no Kami, “la Producción Exaltada, Imperial y Divina del
Cielo y de la Tierra”; y 3º, Kamu mi musubi no Kami, “la Producción de los Dioses”,
sencillamente.
Aquellos seres carecían de forma o de substancia –nuestra Tríada Arûpa–, pues ni la
substancia celeste ni la terrestre se habían diferenciado todavía, “ni la esencia de las
cosas había sido formada”.
(b) En el Zohar —el cual, tal como se halla hoy día arreglado y reeditado por Moisés
de León, en el siglo XIII, con el auxilio de cristianos gnósticos de Siria y de Caldea, y
corregido y revisado después por muchas manos cristianas, es tan sólo un poco
menos exotérico que la Biblia misma—, este “Divino [Vehículo] “ ya no se presenta
como en el Libra de los Números caldeo. A la verdad, Ain Suph, la No-cosa Sin Límites
Absoluta, usa también la forma del Uno, el “Hombre Celeste” manifestado (la
Primera Causa), como su Carro (Mercabah en hebreo, Vâhana en sánscrito) o
Vehículo, para descender y manifestarse en el mundo de los fenómenos.
Pero los
kabalistas ni dicen claro cómo puede lo Absoluto hacer uso de algo o ejercitar
atributo alguno, desde el momento en que, como Absoluto, hállase desprovisto de
atributos; ni explican lo que en realidad sea la Primera Causa (el Logos de Platón), la
idea original y eterna, que se manifiesta por medio de Adam Kadmon, el Segundo
Logos, por decirlo así. En el Libro de los Números se explica que Ain (En, o Aiôr) es lo
único existente por sí mismo, mientras que su “Océano”, el Bythos de los gnósticos,
llamado Propatôr, es tan sólo periódico. El último es Brahmâ, como diferenciado de
Brahman o Para-brahman. Es el Abismo, el Origen de la Luz o Propatôr, que es el
Logos Inmanifestado o la idea abstracta, y no Ain Suph, cuyo Rayo emplea Adam
Kadmon (“macho, y hembra”) o el Logos Manifestado, el Universo objetivo, a manera
de Carro con el cual ha de manifestarse. Pero en el Zohar leemos la siguiente
incongruencia: “Senior occultatus est, et absconditus; Microprosopus manifestus est,et non manifestus”445.
Esto es una falacia, desde el momento en que Microprosopus,
o el Microcosmo, puede tan sólo existir durante sus manifestaciones, y es destruido
durante los Mahâpralayas. La Kabalah de Rosenroth no sirve de guía; antes bien, con
mucha frecuencia es origen de confusión.
El Primer Orden es el Divino. Lo mismo que en el sistema japonés, en el egipcio y en
cada una de las antiguas cosmogonías, en esta Llama divina, el “Uno”, se encienden
los Tres Grupos descendentes. Teniendo su existencia potencial en el Grupo
superior, se convierten ahora en Entidades determinadas y separadas. Se les llama las
Vírgenes de la Vida, la Gran Ilusión, etc., y colectivamente la estrella de seis puntas.
Esta última, en casi todas las religiones, es el símbolo del Logos como emanación
primera. Es el signo de Vishnu en la India, el Chakra, o Rueda; y el emblema del
Tetragrammaton, “El de las Cuatro Letras”, en la Kabalah, o metafóricamente, “los
Miembros del Microposopus” que son diez, y seis, respectivamente.
Los últimos kabalistas, y en especial los místicos cristianos, han destrozado de una
manera lastimosa este magnífico símbolo. A la verdad, el Microprosopus —que es,
filosóficamente hablando, completamente distinto del Logos inmanifestado y eterno
“uno, con el Padre”–, después de siglos de esfuerzos incesantes, de sofismas y de
paradojas, ha llegado finalmente a ser considerado como uno con Jehovah, el Dios
uno viviente (!), al paso que Jehová no es, después de todo, más que Binah, un Sephira
femenino. Nunca se repetirá bastante este hecho, para que el lector se fije bien en
ello. Pues los “Diez Miembros” del Hombre Celestial son los diez Sephiroth; pero el
primer Hombre Celestial es el Espíritu Inmanifestado del Universo, y jamás debió de
ser degradado en el Microprosopus, la Faz o Aspecto Menor, el prototipo del
hombre en el plano terrestre.
El Microprosopus es, como se ha dicho, el Logos
manifestado, y de éstos hay muchos. Acerca de esto nos ocuparemos después. La
estrella de seis puntas se refiere a las seis Fuerzas o Poderes de la Naturaleza, a los
seis planos, principios, etc., todos sintetizados por el séptimo o punto central en la
Estrella. Todos éstos, incluyendo las Jerarquías superiores e inferiores, emanan de la
Virgen de los Cielos o Celeste, la Gran Madre en todas las religiones, el Andrógino,
el Sephira Adam Kadmon. Sephira es la Corona, Kether, en el principio abstracto
únicamente, como una x matemática, la cantidad desconocida. En el plano de la
Naturaleza diferenciada, ella es la imagen femenina de Adam Kadmon, el primer
Andrógino. La Kabalah enseña que las palabras “Fiat Lux”
446 se referían a la formación
y evolución de los Sephiroth, y no a la luz como oposición a las tinieblas.
El rabino
Simeón dice:
!Oh, compañeros, compañeros! El hombre como emanación, era a la par hombre y
mujer, Adam Kadmon verdaderamente, y éste es el sentido de las palabras “Hágase la
Luz, y la Luz fue hecha”. Y éste es el hombre doble447.
En esta Unidad, la Luz Primordial es el principio séptimo o más elevado;
Daiviprakriti, la Luz del Logos Inmanifestado. Pero en esta diferenciación se
convierte en Fohat o los “Siete Hijos”. La primera se halla simbolizada por el punto
Central en el Triángulo Doble; el segundo, por el exágono mismo, o los “Seis
Miembros” del Microprosopus; siendo el séptimo Malkuth, la “Desposada” de los
kabalistas cristianos o nuestra Tierra. De aquí las expresiones:
El primero después del Uno, es el Fuego Divino; el segundo, el Fuego y el Éter; el
tercero está compuesto de Fuego, Éter y Agua; el cuarto, de Fuego, Éter Agua y Aire.
El
Uno no se halla relacionado con los Globos poblados de hombres, sino con las Esferas
internas invisibles. El Primogénito es la VIDA, el Corazón y el Pulso del Universo; el
Segundo es su MENTE o Conciencia.
Estos elementos, Fuego, Agua, etc., no son nuestros elementos compuestos, y esta
“Conciencia” no tiene relación con nuestra conciencia. La conciencia del “Uno
manifestado”, si no absoluta, es todavía incondicionada. Mahat, la Mente Universal,
es la primera producción del Brahmâ Creador, y también de Pradhâna, la Materia no
diferenciada.
(c) El Segundo Orden de Seres Celestiales, los del Fuego y el Éter, correspondientes
al Espíritu y el Alma, o Âtmâ-Buddhi, cuyos nombres son legión, carecen todavía de
forma, pero son más definidamente “substanciales”. Constituyen la primera
diferenciación en la Evolución Secundaria o “Creación”, que es una palabra engañosa.
Como el nombre lo indica, ellos son los prototipos de las Jîvas o Mónadas que se
encarnan, y están constituidos por el Espíritu Ígneo de la Vida. Al través de éstos
pasa, a manera de luz pura, el Rayo que ellos suministran con su vehículo futuro, el
Alma Divina, Buddhi. Se hallan directamente relacionados con las Huestes del
Mundo superior de nuestro sistema. De estas Unidades Dobles emanan las “Triples”.
En la cosmogonía del Japón, cuando saliendo de la masa caótica aparece un núcleo a
manera de huevo, que contiene el germen y la potencia de toda vida, tanto universal
como terrestre, es lo Triple ahora citado lo que se diferencia.
El principio (Yo)
masculino etéreo asciende; y el principio femenino más grosero o más material (In) se
precipita en el universo de substancia, cuando tiene lugar una separación entre lo
celestial y lo terrestre. De éste, el femenino, la Madre, nace el primer ser objetivo y
rudimentario. Es etéreo, sin forma ni sexo, y sin embargo, de éste y de la Madre
nacen los Siete Espíritus Divinos, de quienes emanarán las siete “creaciones”;exactamente del mismo modo que en el Codex Nazaroeus, de Karabtanos y de la
Madre Spiritus, nacen los siete espíritus de “mala disposición” (materiales). Sería
demasiado largo dar aquí los nombres japoneses; pero una vez traducidos figuran en
este orden:
1º El “Célibe Invisible”, que es el Logos Creador del “Padre” que no crea, o la
potencialidad creadora de este último, manifestada.
2º El “Espíritu [o el Dios] de los Abismos sin rayos [Caos]”, el cual se convierte en
materia diferenciada o material para mundos; también el reino mineral.
3º El “Espíritu del Reino Vegetal”, de la “Vegetación Abundante”.
4º El “Espíritu de la Tierra” y el “Espíritu de las Arenas”; Ser de naturaleza doble,
conteniendo la primera la potencialidad del elemento masculino, y la segunda la del
elemento femenino. Estos dos eran uno, aun inconscientes de ser dos. En esta
dualidad se hallaban contenidos: (a) Isu no gai no Kami, el Ser masculino, obscuro y
muscular; y (b) Eku gai no Kami, el Ser femenino, blanco, más débil o más delicado.
Después 5º y 6º Espíritus que eran andróginos o de doble sexo.
7º El Séptimo Espíritu, el último emanado de la “Madre” aparece como la primera
forma divina y humana determinadamente varón y hembra.
Fue la séptima “creación” como en los Purânas, en donde el hombre es la séptima
creación de Brahmâ.
Estos Tsanagi-Tsanami descendieron al Universo por el Puente Celestial, la Vía
Láctea; y percibiendo “Tsanagi a grande profundidad una masa caótica de nubes y
agua, arrojó a los océanos su lanza cubierta de piedras preciosas, y la tierra seca
apareció. Después separáronse los dos para explorar a Onokoro, el mundo-isla
nuevamente creado”. (Omoie).
Tales son las fábulas exotéricas japonesas; la corteza que oculta el núcleo de la
misma verdad que la Doctrina Secreta.
(d) El Tercer Orden corresponde a Âtmâ-Buddhi-Manas: Espíritu, Alma e Inteligencia,
y es llamado las “Tríadas”.
(e) El Cuarto Orden lo forman Entidades substanciales. Éste es el grupo más elevado
entre los Rûpas (Formas Atómicas). Es el plantel de las Almas humanas, conscientes y
espirituales. Son llamados los “Jîvas Imperecederos”, y constituyen, al través del
orden inferior al suyo, el primer Grupo de la primera Hueste Septenaria –el gran
misterio del Ser humano consciente e intelectual. Pues este último es el campo
donde yace oculto, en su privación, el Germen que caerá en la generación. Este
Germen se convertirá en la potencia espiritual, en la célula física que guía el
desenvolvimiento del embrión, y que es la causa de la transmisión de las facultades hereditarias, y todas las cualidades inherentes en el hombre. La teoría darwinista, sin
embargo, acerca de la transmisión de las facultades adquiridas, no es enseñada ni
aceptada en Ocultismo.
Para este último, la evolución procede en líneas por
completo distintas; lo físico, según la enseñanza esotérica, se desenvuelve
gradualmente de lo espiritual, mental y psíquico. Esta alma interna de la célula física
–el “plasma espiritual” que domina al plasma germinal– es la llave que debe abrir un
día las puertas de la terra incognita del biólogo, llamada ahora el obscuro misterio de
la Embriología.
Es digno de observarse que mientras la química moderna rechaza como una
superstición del Ocultismo y también de la Religión la teoría de los Seres
substanciales e invisibles llamados Ángeles, Elementales, etc. (sin haberse fijado, por
supuesto, en la filosofía de estas Entidades incorpóreas, o meditado acerca de las
mismas), se haya visto obligada inconscientemente, gracias a la observación y a los
descubrimientos, a adoptar y reconocer la misma razón de progresión y de orden en
la evolución de los átomos químicos que el Ocultismo acepta, tanto para sus Dhyânis
como para su Átomos –siendo la analogía su primera ley–. Como se ha visto antes, el
mismo Grupo primero de los Ángeles Rûpa es cuaternario, añadiéndose un elemento
a cada uno de ellos en el orden descendente.
De igual modo son los átomos,
adoptando la nomenclatura química monoatómicos, diatómicos, triatómicos,
tetratómicos, etc., al progresar hacia abajo.
Téngase presente que el Fuego, el Agua y el Aire del Ocultismo, o los llamados
“Elementos de la Creación primaria” no son los elementos compuestos que figuran
en la tierra, sino Elementos noumenales homogéneos: los Espíritus de aquéllos.
Siguen después los Grupos o Huestes Septenarias. Colocados en un diagrama, en
líneas paralelas con los átomos, se verá que las naturalezas de estos Seres
corresponden de una manera matemáticamente idéntica, en cuanto a analogía, en su
escala de progresión hacia abajo, a los elementos compuestos. Esto se refiere tan
sólo, por a diagramas hechos por ocultistas; pues si la escala de Seres Angélicos fuese
colocada paralelamente con la escala de los átomos químicos de la Ciencia —desde
el hipotético helio hasta el uranio— se las encontraría desde luego diferentes.
Porque en el Plano Astral, los últimos tienen como correspondientes, sólo los cuatro
órdenes inferiores; siendo los tres principios más elevados en el átomo, o más bien la
molécula o elemento químico, perceptibles únicamente al ojo del Dangma iniciado.
Pero si la química desease encontrarse en el camino recto, tendría que corregir su
arreglo tabular con arreglo al de los ocultistas, lo cual rehusaría hacer. En la Filosofía
Esotérica, cada partícula física corresponde y depende de su nóumeno superior, el
Ser a cuya esencia pertenece; y, arriba como abajo, lo Espiritual se desenvuelve de lo
Divino, lo Psicomental de lo Espiritual –viciado en su plano inferior por lo astral–,
desplegándose toda la Naturaleza animada y la (al parecer) inanimada en líneas
paralelas, y diseñando sus atributos tanto de arriba como de abajo.
El número siete, aplicado al término Hueste Septenaria, arriba mencionado, no
implica tan sólo siete Entidades, sino siete Grupos o Huestes, como se ha explicado
antes.
El Grupo más elevado, los Asuras nacidos en el primer cuerpo de Brahmâ, que
se convirtió en “Noche” son septenarios; esto es, están divididos, como los Pitris; en
siete clases, tres de las cuales son Arûpa (sin cuerpo) y cuatro con cuerpo448. Son, de
hecho más bien nuestros Pitris (Antepasados), que los Pitris que proyectaron el
primer hombre físico.
(f) El Quinto Orden es muy misterioso, pues se halla relacionado con el Pentágono
microcósmico, la estrella de cinco puntas, que representa al hombre. En la India y en
Egipto, estos Dhyânis estaban relacionados con el Cocodrilo, y su mansión está en
Capricornio. Pero estos términos son transmutables en la astrología inda; pues el
décimo signo del Zodiaco, que es llamado Makara, se ha traducido libremente por
“Cocodrilo”. La palabra misma es interpretada de varias maneras en Ocultismo, como
se hará ver más adelante. En Egipto, el difunto —cuyo símbolo es el pentágono o la
estrella de cinco puntas que representan los miembros de un hombre– era
presentado emblemáticamente transformado en un cocodrilo. Sebekh, o Sevekh (o
“Séptimo”), como dice Mr. Gerald Massey, mostrando que es el tipo de la
inteligencia es, en realidad, un dragón, no un cocodrilo. Es el “Dragón de la Sabiduría”
o Manas, el Alma Humana, la Mente, el Principio Inteligente, llamado en nuestra
filosofía esotérica el Quinto Principio.
Dice el difunto “Osirificado”, en el Libro de los Muertos o Ritual, bajo el emblema
de un Dios multiforme con cabeza de cocodrilo:
Yo soy el cocodrilo que preside en el temor. Yo soy el Dios-cocodrilo a la llegada de su
Alma entre los hombres. Yo soy el Dios-cocodrilo traído para la destrucción.
Alusión a la destrucción de la pureza espiritual divina, cuando el hombre adquiere
el conocimiento del bien y del mal; y también a los Dioses o ángeles él “caídos” de
todas las teogonías.
Yo soy el pez del gran Horus [como Makara es el “Cocodrilo” el vehículo de Varuna].
Yo estoy sumergido en Sekhem449.
Esta última sentencia corrobora y repite la doctrina del “Buddhismo Esotérico”,
puesto que alude directamente al Quinto Principio (Manas), o más bien a la porción
más espiritual de su esencia, que se sumerge en Âtmâ-Buddhi, es absorbida y se
identifica con él después de la muerte del hombre. Pues Sekhem es la residencia, o
Loka, del dios Khem (Horus-Osiris, o Padre e Hijo); de aquí el Devachan de Âtmâ-Buddhi.
En el Libro de los Muertos se ve al Difunto entrando en Sekhem con Horus-
Thot, y “saliendo del mismo como espíritu puro”. Así el difunto dice:
Yo veo las formas de [mí mismo, como varios] hombres transformándose
eternamente… Yo conozco este [capítulo]. Aquel que lo conoce… asume toda clase de
formas vivientes450.
Y dirigiéndose con fórmula mágica a lo que en el esoterismo egipcio se conoce por
el “corazón hereditario” o el principio que reencarna, el Yo permanente, dice el
Difunto:
¡Oh, corazón mío, mi corazón hereditario, preciso para mis transformaciones… no te
separes de mí ante el guardián de las balanzas! Tú eres mi personalidad dentro de mi
pecho, compañero divino que velas sobre mis carnes [cuerpo]451.
En Sekhem es en donde reside oculta la “Faz Misteriosa”, o sea el hombre real bajo
la falsa personalidad, el triple cocodrilo de Egipto, el símbolo de la Trinidad superior
o Tríada humana: Âtmâ Buddhi y Manas.
Una de las explicaciones del verdadero significado oculto de este emblema
religioso egipcio, es fácil.
El cocodrilo es el primero en esperar y recibir los fuegos
ardientes del sol de la mañana y muy pronto llegó a personificar el calor solar. Al salir
el sol, era como la llegada a la tierra y entre los hombres “del alma divina que anima a
los Dioses”. De ahí el extraño simbolismo. La momia se revestía con la cabeza de un
cocodrilo, para mostrar que era un Alma que llegaba de la tierra.
En todos los antiguos papiros, se llama al cocodrilo Sebekh (Séptimo) el agua
simboliza también, esotéricamente, el quinto principio; y como ya se ha dicho, Mr.
Gerard Massey demuestra que el cocodrilo era la “Séptima Alma, la suprema de las
siete, el Vidente invisible”.
Aun esotéricamente, Sekhem es la residencia del Dios
Khem, y Khem es Horus vengando la muerte de su padre Osiris; por tanto, castigando
los pecados del hombre cuando éste se convierte en un Alma desencarnada. Así el
difunto “osirificado” se convierte en el Dios Khem, que “espiga el campo del Aanroo”
o sea que recoge su premio o su castigo; pues aquel campo es la región celestial
(Devachan) en donde al difunto se le da trigo, el alimento de la justicia divina. El
Quinto Grupo de los Seres Celestiales se supone que contiene en si mismo los
dobles atributos de ambos aspectos del Universo, el espiritual y el físico; los dos
polos, por decirlo así, de Mahat, la Inteligencia Universal, y la doble naturaleza del
hombre, la espiritual y la física. De aquí que su número Cinco, duplicado y convertido
en Diez, lo relaciona con Makara, el décimo signo del Zodiaco.
(g) Los órdenes Sexto y Séptimo participan de las cualidades inferiores del
Cuaternario.
Son Entidades conscientes y etéreas, tan invisibles como el Éter, que
brotan a manera de los renuevos de un árbol, del primer Grupo central de los Cuatro,
y a su vez hacen brotar de sí innumerables Grupos secundarios, de los cuales, los
inferiores son los Espíritus de la Naturaleza o Elementales, de especies y variedades
infinitas; desde los informes e insubstanciales –los Pensamientos ideales de sus
creadores– hasta los atómicos, organismos invisibles para la percepción humana.
Estos últimos son considerados como los “espíritus de átomos”, pues constituyen el
primer escalón (hacia atrás) desde el átomo físico (criaturas sencientes, si no
inteligentes). Todos ellos se hallan sujetos al Karma, y tienen que agotarlo en cada
ciclo. Pues, según la Doctrina enseña, no existen seres privilegiados en el Universo,
sea en el nuestro o en otros sistemas, sea en los mundos externos o internos452, tales
como los Ángeles de la religión occidental y de la judaica. Un Dhyân Chohan tiene
que llegar a serlo; no puede nacer o aparecer súbitamente en el plano de la vida
como un Ángel en pleno desarrollo.
La Jerarquía Celestial del Manvantara presente
se encontrará transportada en el siguiente ciclo de vida a Mundos superiores más
elevados, y hará lugar para una nueva Jerarquía compuesta de los elegidos de nuestra
humanidad. La existencia es un ciclo interminable dentro de la Eternidad Absoluta,
en que se mueven innumerables ciclos internos, finitos y condicionados. Dioses
creados como tales, no demostrarían mérito personal alguno al ser Dioses. Una clase
semejante de Seres (perfectos únicamente en virtud de la naturaleza especial e
inmaculada inherente en ellos), a la faz de una humanidad que sufre y lucha, y aun de
la creación inferior, sería el símbolo de una injusticia eterna de carácter por completo
satánico, un crimen siempre presente.
Es una anomalía y una imposibilidad en la
Naturaleza. Por lo tanto, los “Cuatro” y los “Tres” tienen que encarnarse lo mismo
que todos los demás seres. Este Sexto Grupo, por otra parte, permanece casi
inseparable del hombre, que deriva de él todos sus principios, a excepción del más
elevado y del inferior, o su espíritu y cuerpo, siendo los cinco principios humanos
intermedios la esencia misma de estos Dhyânis. Paracelso los llama los Flagæ; los
cristianos, los Ángeles Custodios; los ocultistas, los Antepasados, los Pitris. Ellos son
los Dhyân Chohans Séxtuples, que poseen en la composición de sus cuerpos los seis
Elementos espirituales; es decir, hombres de hecho menos el cuerpo físico.
Solamente el Rayo Divino, el Âtman, procede directamente del Uno.
Cuando se
pregunta: ¿cómo puede ser esto? ¿Cómo es posible concebir que estos “Dioses” o
Ángeles sean a un mismo tiempo sus propias emanaciones y sus mismas
personalidades? ¿Es en el mismo sentido que en el mundo material, donde el hijo es (en cierto modo) su padre, puesto que es su sangre el hueso de sus huesos y la carne
de su carne? A esto los Maestros contestan: así es, en verdad. Pero ha de haberse
penetrado profundamente en el misterio del Ser, antes que pueda comprenderse por
completo esta verdad.
2. EL RAYO ÚNICO MULTIPLICA LOS RAYOS MENORES, LA VIDA PRECEDE A LA
FORMA, Y LA VIDA SOBREVIVE AL ÚLTIMO ÁTOMO453. A TRAVÉS DE LOS
RAYOS INNUMERABLES EL RAYO DE VIDA, EL UNO, PARECIDO A UN HILO
QUE ENSARTA MUCHAS CUENTA454.
Esta Sloka expresa el concepto –puramente vedantino, como ya se ha explicado en
otra parte– de un Hilo de Vida, Sûtrâtmâ, prosiguiendo al través de generaciones
sucesivas. ¿Cómo, pues, habrá de explicarse esto? Recurriendo a un símil, a una
ilustración familiar, si bien necesariamente imperfecta, como tienen que serlo todas
nuestras analogías. Antes de recurrir a ella, sin embargo, preguntaré si parece a
cualquiera de nosotros antinatural, menos aun “sobrenatural”, el crecimiento y
desarrollo de un feto hasta ser un niño sano, pesando varias libras. ¿De qué se
desenvuelve? ¡De la segmentación de un óvulo infinitamente pequeño y de un
espermatozoo! ¡ Y luego vemos que el niño se desarrolla hasta ser un hombre de gran
estatura! Esto se refiere a la expansión atómica y física, desde lo microscópicamente
pequeño hasta algo muy grande; de lo invisible a simple vista a lo visible y objetivo.
La Ciencia tiene contestación para todo esto, y me atrevo a decir que sus teorías
embriológicas, biológicas y fisiológicas son bastante correctas en lo que se refiere a
lo que puede alcanzar la observación exacta de lo material.
Sin embargo, las dos
dificultades principales de la ciencia embriológica (a saber: cuáles son las fuerzas que
obran en la formación del feto, y cuál es la causa de la “transmisión hereditaria” del
parecido físico, moral o mental) no han sido resueltas nunca de un modo apropiado;
ni lo serán hasta el día en que los sabios condesciendan a aceptar las teorías ocultas.
Pero si este fenómeno físico no asombra a nadie, excepto en lo que confunden a los
embriólogos, ¿por qué nuestro desarrollo intelectual e interno, la evolución de lo
Humano-Espiritual a lo Divino-Espiritual, ha de considerarse o ha de parecer más
imposible que el otro?
Mal aconsejados estarían los materialistas y evolucionistas de la escuela de Darwin
si aceptasen las recientes teorías ideadas por el profesor Weissmann, el autor de
Beiträge zur Descendenzlehre, respecto a uno de los dos misterios de la embriología,
tal como antes se han especificado, que él cree haber resuelto; pues cuando tenga la
solución completa, habrá entrado ya la Ciencia en los dominios de lo verdaderamente Oculto, y se habrá salido para siempre de la región del
transformismo, tal como lo enseña Darwin.
Las dos teorías son irreconciliables,
desde el punto de vista del materialismo.
Considerada desde el de los ocultistas, la
nueva teoría, sin embargo, resuelve todos estos misterios. Los que no están
enterados del descubrimiento del profesor Weissmann –en un tiempo darwinista
ferviente– deben apresurarse a hacerlo. El filósofo-embriólogo alemán hace ver
–pasando sobre los juicios de los griegos Hipócrates y Aristóteles, en línea recta
hasta las enseñanzas de los antiguos arios– una célula infinitesimal, entre millones
de otras, trabajando para la formación de un organismo; determinando sola y sin
auxilio alguno, por medio de la segmentación y multiplicación constante, la imagen
correcta del hombre o animal futuro, con sus características físicas, mentales y
psíquicas. Esta célula es la que imprime en la faz y en la forma del nuevo individuo
los rasgos de los padres o de algún antecesor distante; esta célula es también la que
le transmite las idiosincrasias intelectuales y mentales de sus padres, y así
sucesivamente.
Este Plasma es la porción inmortal de nuestros cuerpos,
desarrollándose por medio de un proceso de asimilaciones sucesivas. La teoría de
Darwin, que considera a la célula embriológica como la esencia o el extracto de todas
las demás células, se da de lado; es incapaz de explicar la transmisión hereditaria.
Sólo existen dos medios para explicar el misterio de la herencia: o bien la substancia
de la célula germinal se halla dotada de la facultad de cruzar todo el ciclo de
transformaciones que conducen a la construcción de un organismo separado, y
después a la reproducción de células germinales idénticas, o bien estas células
germinales no tienen en modo alguno su génesis en el cuerpo del individuo, sino que
proceden directamente de la célula germinal hereditaria, transmitida de padre a hijo,
al través de largas generaciones. Esta última hipótesis es la que Weissmann ha
aceptado y desarrollado; y a esta célula es a la que atribuye la porción inmortal del
hombre.
Hasta aquí, bien: y cuando esta teoría casi correcta sea aceptada, ¿cómo
explicarán los biólogos la aparición primera de esta célula eterna? A menos que el
hombre “crezca” como el inmortal “Topsy”, y no haya nacido, sino caído de las nubes,
¿cómo nació en él aquella célula embriológica?
Completad el Plasma Físico mencionado arriba, la “Célula Germinal” del hombre
con todas sus potencialidades materiales, con el “Plasma Espiritual”, por decirlo así, o
el fluido que contiene los cinco principios inferiores del Dhyâni de Seis principios, y
tenéis el secreto, si sois lo suficiente espirituales para comprenderlo.
Ahora expongamos el símil prometido.
Cuando la semilla del hombre animal es lanzada en el terreno abonado de la mujer
animal, no puede germinar, a menos que haya sido fructificada por las cinco virtudes
[el fluido o emanación de los principios] del Hombre Séxtuple Celestial. Ésta es la razón por que el Microcosmo es representado como un Pentágono dentro del Exágono
en forma de estrella, el Macrocosmo455.
Las funciones de Jîva en esta Tierra son de un carácter quíntuple. En el átomo mineral
se halla relacionado con los principios inferiores de los Espíritus de la Tierra (los
Séxtuples Dhyânis); en la partícula vegetal, con el segundo de los mismos, el Prana
(Vida); en el animal, con los anteriores más el tercero y el cuarto; en el hombre, debe el
germen recibir la fructificación de todos los cinco.
De otra manera no nacerá superior
a un animal 456.
Así es que tan sólo en el hombre esta Jîva completo. En cuanto a su séptimo
principio, es tan sólo uno de los Rayos del Sol Universal; pues cada criatura racional
recibe únicamente el préstamo temporal de aquello que tiene que devolver a su
origen. Respecto a su cuerpo físico, está formado por las Vidas terrestres más
inferiores a través de la evolución física, química, y fisiológica; “los Bienaventurados
nada tienen que ver con las depuraciones de la materia” —dice la Kabalah en el Libro
de los Números caldeo.
Viene a ser lo siguiente: la Humanidad en su primera forma prototípica y de
sombra, es la producción de los Elohim de Vida o Pitris; en su aspecto cualitativo y
físico, es la producción directa de los “Antepasados”, los Dhyâni más inferiores, o
Espíritus de la Tierra; y en cuanto a su naturaleza moral, psíquica y espiritual, la debe
a un grupo de Seres divinos, cuyo nombre y cualidades características se darán en los
volúmenes III y IV. Colectivamente, son los hombres la obra manual de Huestes de
espíritus varios; distributivamente son el tabernáculo de estas Huestes; y en
ocasiones, e individualmente, los vehículos de alguno de ellos.
En nuestra Quinta
Raza presente, por completo materializada, el Espíritu terreno de la Cuarta es
todavía fuerte en nosotros; pero estamos aproximándonos a los tiempos en que el
péndulo de la evolución dirigirá decididamente su propensión hacia arriba,
conduciendo a la humanidad al nivel espiritual de la primitiva Tercera Raza-Raíz.
Durante su niñez hallábase la humanidad constituida por completo por aquella
Hueste Angélica, los Espíritus que residían y que animaban a los monstruosos y
gigantescos tabernáculos dé barro de la Cuarta Raza, construidos y compuestos de
millares incontables de Vidas, como lo son ahora nuestros cuerpos también. Esto será
explicado después en el Comentario presente. La ciencia, percibiendo vagamente la
verdad, puede encontrar bacterias y otros animales microscópicos en el cuerpo
humano, y ver en ellos tan sólo visitantes casuales y anormales, a quienes se
atribuyen las enfermedades.
El Ocultismo –que distingue una Vida en cada átomo y
molécula, sea en el cuerpo humano o en el mineral, en el aire, en el fuego y en el agua– afirma que nuestro cuerpo entero se halla construido por tales Vidas; siendo,
comparativamente en tamaño, la más diminuta bacteria visible al microscopio, como
un elefante respecto al más pequeño infusorio.
Los “tabernáculos” antes mencionados han mejorado en contextura y en simetría de
forma, creciendo y desarrollándose con el Globo que los lleva; pero el
perfeccionamiento físico ha tenido lugar a expensas del Hombre Interno espiritual y
de la Naturaleza. Los tres principios medios en la tierra y en el hombre se hicieron
más materiales con cada Raza, retrocediendo el Alma para hacer lugar a la
Inteligencia Física; y convirtiéndose la esencia de los Elementos, en los elementos
materiales y compuestos que hoy conocemos.
El hombre no es, ni podría nunca ser, el producto completo del “Señor Dios”; pero
es el hijo de los Elohim, tan arbitrariamente puestos en el género masculino y en el
número singular.
Los primeros Dhyânis, comisionados para “crear” el hombre a su
imagen, podían únicamente proyectar sus sombras a manera de un modelo delicado,
sobre el cual pudiesen trabajar los Espíritus naturales de la materia. Sin duda alguna,
el hombre se halla formado físicamente por el polvo de la Tierra, pero sus creadores
y formadores fueron muchos. Ni puede tampoco decirse que el “Señor Dios infundió
en sus narices el Soplo de Vida”, a menos de que Dios sea identificado con la “Vida
Una”, omnipresente, aunque invisible; y a menos que la misma operación sea
atribuida a “Dios”, con referencia a cada “Alma Viviente”, la cual es el Alma Vital
(Nephesh), y no el Espíritu Divino (Ruach) que sólo al hombre asegura un grado
divino de inmortalidad, que ningún animal como tal puede alcanzar en este ciclo de
encarnación.
Si el “Soplo de Vida” ha sido confundido con el “Espíritu” inmortal, se
debe a lo inadecuado de las expresiones empleadas por los judíos y ahora por
nuestros metafísicos occidentales, los cuales son incapaces de comprender y, por lo
tanto, de aceptar más que un hombre trino y uno: Espíritu, Alma y Cuerpo. Esto se
aplica también directamente a los teólogos protestantes, que al traducir cierto
versículo del Cuarto Evangelio457, han pervertido por completo su significado.
Esta
errónea traducción dice: “el viento sopla en donde se le oye”, en lugar de “el espíritu
va a donde quiere”, como en el original y también en la traducción de la Iglesia griega
oriental.
El ilustrado y filosófico autor de News Aspects of Life trata de sugerir a sus lectores
que el Nephesh Chiah (Alma Viviente), según los hebreos:
Procedió o fue producido por la infusión del Espíritu o Aliento de Vida en el cuerpo en
desarrollo del hombre, y tuvo que invalidar y substituir a aquel Espíritu en el Yo así
constituido; de modo que el Espíritu entró, se perdió de vista y desapareció en el Alma
Viviente.
El cuerpo humano, según aquel autor piensa, tiene que ser considerado como una
matriz en la cual y de la cual, el Alma, que él parece colocar en lugar más elevado que
el Espíritu, se desarrolla. Considerada funcionalmente, y desde el punto de vista de la
actividad, es innegable que el Alma está más elevada, en este mundo de Mâyâ finito
y condicionado.
El Alma –dice él– “es últimamente producida del cuerpo animado del
hombre”. Así es que el autor identifica el “Espíritu” (Âtmâ) simplemente con el “Soplo
de Vida”. Los ocultistas orientales harán objeciones a esta afirmación, pues está
fundada en el erróneo concepto de que Prâna y Âtmâ o Jîvâtmâ son una misma cosa.
El autor apoya el argumento mostrando que entre los antiguos hebreos, griegos y
aun latinos, Ruach, Pneuma y Spiritus significaban Viento –entre los judíos
indudablemente, y muy probablemente entre los griegos y romanos; existiendo una
relación sospechosa entre la palabra griega anemos (viento) y la latina animus (alma).
Esto es muy traído por los cabellos. Pero es difícil encontrar un campo de batalla a
propósito para zanjar esta cuestión, desde el momento en que, según parece, el Dr.
Pratt es un metafísico práctico, una especie de kabalista positivista, mientras que los
metafísicos orientales, en especial los vedantinos, son todos idealistas. Los ocultistas
son también de la escuela esotérica vedantina extrema; y aunque llaman a la Vida
Una (Parabrahman), el Gran Hálito y el Torbellino, separan el séptimo principio por
completo de la materia, y niegan que tenga relación o conexión alguna con ella.
Así es que en la filosofía de las relaciones entre lo psíquico, espiritual y mental, y las
funciones físicas en el hombre, reina una confusión casi inextricable.
Ni la antigua
psicología aria ni la egipcia son en la actualidad comprendidas de un modo
apropiado; ni pueden ser asimiladas, sin aceptar el septenario esotérico, o por lo
menos, la quíntuple división vedantina de los principios humanos internos. Faltando
esto, será siempre imposible comprender las relaciones metafísicas y las puramente
psíquicas y aun fisiológicas entre los Dhyân Chohans o Ángeles en un plano, y la
humanidad en el otro. Obras esotéricas orientales (arias) no han sido hasta la fecha
publicadas; pero tenemos los papiros egipcios que hablan claramente de los siete
principios o de las “Siete Almas del Hombre”.
El Libro de los Muertos da una lista
completa de las “transformaciones” que cada Difunto sufre mientras va
despojándose uno por uno de todos aquellos principios (materializados, para mayor
claridad, en entidades o cuerpos etéreos). Debemos recordar además a todos los que
pretenden probar que los antiguos egipcios no enseñaban la Reencarnación, que el
“Alma” (el Ego o Yo) del Difunto, se dice que vive en la Eternidad; que es inmortal,
“coetánea con la Barca Solar”, o sea con el Ciclo de Necesidad, con la que desaparece.
Esta “Alma” surge del Tiaou, el Reino de la Causa de la Vida, y se une con los vivientes
en la Tierra durante el día, para volver al Tiaou cada noche. Esto expresa las
existencias periódicas del Ego458.
La sombra, la Forma astral, es aniquilada, “devorada por el Uræus”459, los Manes
serán aniquilados; los dos Gemelos (los principios Cuarto y Quinto) serán disipados;
pero el Alma-Pájaro, “la Golondrina Divina y el Uræus de Llama” (manas y Âtmâ-
Buddhi) vivirán en la eternidad, pues son los maridos de su madre.
Otra analogía significativa entre el esoterismo ario o brahmánico y el egipcio, es
que el primero llama a los Pitris los “Antepasados Lunares” de los hombres, y los
egipcios hacían del Dios-Luna, Taht-Esmun, el primer antecesor humano.
Este Dios Luna “expresaba los Siete poderes de la naturaleza, que eran anteriores a él y
que se hallaban en él sintetizados como sus siete almas, de las cuales era él el expositor
como el Octavo. [De aquí la octava esfera.] Los siete rayos del Heptakis o Iao… caldeo
en las piedras gnósticas, indican el mismo septenario de almas… La primera forma del
místico Siete, se la veía figurada en el cielo por las siete grandes estrellas de la Osa
Mayor, la constelación asignada por los egipcios a la Madre del Tiempo, y de los siete
“Poderes Elementales”460.
Como sabe muy bien todo indo, esta misma constelación representa en la India los
Siete Rishis, y es llamada Riksha y Chitrashikandin.
Cada cosa produce únicamente su semejante. La Tierra da al Hombre su cuerpo, los
Dioses (Dhyânis), sus cinco principios internos, la sombra psíquica, del cual con
frecuencia aquellos Dioses son el principio animador. El Espíritu (Âtman) es uno e
indistinto. No está en el Tiaou.
Pero, ¿qué es el Tiaou? La alusión frecuente al mismo en el Libro de los Muertos
contiene un misterio. Tiaou es el camino del Sol nocturno; el hemisferio inferior o la
región infernal de los egipcios, colocada por ellos en el lado oculto de la Luna.
En su
Esoterismo, el ser humano salía de la Luna –un triple misterio astronómico,
fisiológico y psíquico a un tiempo–, cruzaba el ciclo entero de la existencia, y volvía
después al lugar de su nacimiento antes de salir de él otra vez. Por eso se presenta al
Difunto llegando al Occidente, siendo juzgado ante Osiris, resucitando como el Dios
Horus y describiendo círculos en torno de los cielos siderales, lo cual es una
asimilación alegórica a Ra, el Sol; habiendo entonces cruzado el Nut, el Abismo
Celestial, vuelve una vez más a Tiaou; a semejanza de Osiris, el cual, como el Dios de
la vida y de la reproducción, reside en la Luna. Plutarco461
presenta a los egipcios
celebrando una fiesta llamada “El Ingreso de Osiris en la Luna”.
En el Ritual 462
es
prometida la vida después de la muerte; y la renovación de la vida es colocada bajo el patrocinio de Osiris-Lunus, porque la Luna era el símbolo de las renovaciones de la
vida o reencarnaciones, debido a su crecimiento, mengua, muerte y reaparición cada
mes. En el Dankmoe 463
se dice: “¡Oh, Osiris-Lunus!, aquello te renueva tu renovación”.
Y Sabekh dice a Seti I464
: “Tú te renuevas a ti mismo como el Dios Lunus cuando
niño. Esto se halla todavía mejor explicado en un papiro del Louvre465.
“Apareamientos y concepciones abundan cuando [Osiris-Lunus] es visto en los cielos
en aquel día”. Osiris dice: “¡Oh, rayo único y resplandeciente de la Luna! Yo salgo de
las multitudes [de estrellas] que describen círculos… Ábreme el Tiaou, por Osiris N.
Yo saldré de día y haré lo que tengo que hacer entre los vivientes”466, o sea dar lugar
a concepciones.
Osiris era “Dios manifestado en la generación” porque los antiguos conocían
mucho mejor que los modernos las verdaderas influencias ocultas del cuerpo lunar
sobre los misterios de la concepción.
En los sistemas más antiguos nos encontramos
siempre a la Luna con género masculino.
Así, Soma, según los indos, es una especie
de Don Juan sideral, un “Rey” y el padre, aunque ilegítimo, de Buddha –la Sabiduría.
Esto se refiere al Conocimiento Oculto, la sabiduría adquirida gracias a un
conocimiento completo de los misterios lunares, incluyendo los de la generación
sexual. Posteriormente, cuando la Luna fue relacionada con Diosas femeninas, con
Diana, Isis, Artemisa, Juno, etcétera, aquella conexión fue debida también a un
conocimiento completo de la fisiología y de la naturaleza femenina, tanto física
como psíquica.
Si en lugar de enseñar en las escuelas dominicales inútiles lecciones de la Biblia a las
multitudes de harapientos y mendigos, se les enseñase astrología –por lo menos en
lo referente a las propiedades ocultas de la Luna y a sus influencias con respecto a la
generación–, entonces habría poca necesidad de temer el aumento de población, ni
habría que recurrir a la cuestionable literatura de los Malthusianos para detenerlo.
Porque la Luna y sus conjunciones es lo que regula las concepciones, y todo astrólogo
en la India lo sabe.
Durante las Razas anteriores, y por lo menos al principio de la
presente, los que se permitían relaciones maritales durante ciertas fases lunares que
las hacían estériles, eran considerados como hechiceros y pecadores. Pero ahora
mismo, estos pecados de la antigüedad, que originaba el abuso del conocimiento
oculto, serían preferibles a los crímenes de hoy día, que son perpetrados a causa de la
completa ignorancia de tales influencias ocultas.
Pero en un principio, el Sol y la Luna eran las únicas deidades visibles, y por sus
efectos, por decirlo así, tangibles, psíquicas y fisiológicas —el Padre y el Hijo–, al
paso que el Espacio o el Aire en general, o aquella expansión de los Cielos llamada
Nut por los egipcios, era el Espíritu oculto o Aliento de los dos. El Padre y el Hijo
alternaban en sus funciones, y obraban juntos armónicamente en sus efectos sobre la
naturaleza terrestre y la humanidad; de aquí que fueran considerados como uno,
aunque siendo dos como Entidades personificadas. Los dos eran masculinos, y ambos
poseían su función distinta, si bien colaboradora en la causal generación de la
humanidad.
Todo esto con referencia a los puntos de vista astronómico y cósmico
considerados y expresados en lenguaje simbólico, el cual se ha convertido en
teológico y dogmático en nuestras últimas razas. Pero tras de este velo de símbolos
cósmicos y astrológicos, se hallaban los misterios ocultos de la antropografía y de la
primitiva génesis del hombre. Y en cuanto a esto, ningún conocimiento de símbolos,
ni siquiera el de la clave del lenguaje simbólico postdiluviano de los judíos, podrá
servirnos de auxilio, si no es con nado en las escrituras nacionales para usos
exotéricos; todo lo cual, por muy hábilmente velado que estuviera, era tan sólo la
mínima parte de la historia real y primitiva de cada pueblo, refiriéndose con
frecuencia, además, como en las escrituras hebreas, meramente a la vida humana
terrestre de aquella nación, y no a su vida divina.
Aquel elemento psíquico y
espiritual pertenecía al MISTERIO y a la INICIACIÓN.
Existían cosas que jamás eran
consignadas en papiros o pergaminos, sino grabadas en rocas y en criptas
subterráneas, como en Asia Central.
Sin embargo, hubo un tiempo en que el mundo entero sólo tenía “una lengua y un
conocimiento” y entonces sabía más el hombre, en lo referente a su origen, que
ahora; y sabía que el Sol y la Luna, por muy grande que sea el papel que representen
en la constitución, crecimiento y desarrollo del cuerpo humano, no eran los agentes
directos de su aparición en la Tierra; pues estos agentes, a la verdad, son los Poderes
vivos e inteligentes que los ocultistas llaman Dhyân Chohans.
Respecto a esto, un admirador muy ilustrado del esoterismo judaico, nos dice que:
La Kabalah dice expresamente que Elohim es una “abstracción general”; lo que
llamamos en matemáticas “un coeficiente constante” o “una función general” no
particular, y que entra en toda construcción; esto es, por la razón general de 1 a 31415
las cifras Elohísticas [y astro Dhyânicas].
A esto contesta el ocultismo oriental: Conforme; son una abstracción para nuestros
sentidos físicos. Para nuestras percepciones espirituales, sin embargo, y para nuestro
ojo espiritual interno, los Elohim o Dhânis no son más abstracción que para nosotros
nuestra alma y nuestro espíritu.
Desechad lo uno y tendréis que desechar lo otro,
puesto que lo que constituye en nosotros la Entidad que sobrevive, es en particular la
emanación directa de aquellas Entidades celestiales, y en parte también ellas mismas.
Una cosa es cierta; los judíos conocían perfectamente la hechicería y varías fuerzas
maléficas; pero, a excepción de algunos de sus grandes profetas y videntes, como
Daniel y Ezequiel –perteneciendo Enoch a una raza demasiado distante y no a
ninguna nación, sino a todas, como un carácter genérico–, conocían muy poco el
Ocultismo realmente divino, ni hubieran querido usarlo; siendo su carácter nacional
contrario a todo cuanto no estuviera directamente relacionado con sus propios
beneficios étnicos de tribu e individuales, como lo atestiguan sus propios profetas, y
las maldiciones por ellos lanzadas sobre la «raza dura de cerviz”.
Pero aun la Kabalah
muestra claramente la relación directa entre los Sephiroth, o Elohim, y los hombres.
Por lo tanto, cuando se nos demuestre que la identificación kabalística de Jehovah
con Binah, un Sephira femenino, posee todavía en sí otra significación suboculta,
entonces, y sólo entonces, estarán dispuestos los ocultistas a entregar la palma de la
perfección al kabalista.
Mientras tanto, se sostiene que, como Jehovah es, en el
sentido abstracto de “un Dios viviente” un número sencillo, una ficción metafísica, y
únicamente una realidad cuando se le coloca en su lugar apropiado como emanación
y como Sephira, tenernos el derecho de afirmar que el Zohar, según de ello es testigo
en todo caso el Libro de los Números, expresaba en su origen, antes que los kabalistas
cristianos lo hubiesen desfigurado, y expresa todavía, la misma doctrina que
nosotros; o sea la de que el Hombre emana, no de un Hombre celeste, sino de un
Grupo Septenario de Hombres Celestes o Ángeles, lo mismo que en Pymander, el
Pensamiento Divino.
3. CUANDO EL UNO SE CONVIERTE EN DOS, APARECE EL TRIPLE (a), Y LOS
TRES467
SON UNO; Y ÉSTE ES NUESTRO HILO ¡OH, LANÚ!, EL CORAZÓN DEL
HOMBRE-PLANTA, LLAMADO SAPTAPARNA (b).
(a) “Cuando el Uno se convierte en Dos, el Triple aparece”; o sea cuando el Uno
Eterno lanza su reflejo en la región de la Manifestación, aquel reflejo, el Rayo,
diferencia al Agua del Espacio, o según las palabras del Libro de los Muertos: “El Caos
cesa gracias al fulgor del Rayo de Luz Primordial disipando la total oscuridad, con el
auxilio del gran poder mágico de la Palabra del Sol [Central] “. El Caos se convierte
en andrógino; el Agua es incubada por la Luz, y el Ser Triple brota como su
“Primogénito”. “Ra [Osiris-Ptah] crea sus propios miembros [como Brahmâ], creando
los Dioses destinados a personificar sus fases” durante el Ciclo”
468.
El Ra egipcio,
saliendo del Abismo, es el Alma Divina Universal en sur aspecto manifestado, y lo
mismo es Nârâyana, el Purusha “oculto en el Âkâsha, y presente en el Éter”.
Ésta es la explicación metafísica, y se refiere al principio mismo de la Evolución, o
como diríamos más bien, de la Teogonía. El significado de la Estancia, cuando se
explica desde otro punto de vista, en su referencia al misterio del hombre y su
origen, es todavía más difícil de comprender. Con objeto de formar un concepto
claro de lo que significa el Uno convirtiéndose en Dos y transformándose después en
el Triple, tiene el estudiante que enterarse primero perfectamente de lo que
nosotros llamamos Rondas.
Si se dirige al Esoteric Buddhism (primera tentativa para
trazar un bosquejo aproximado de la Cosmogonía arcaica), verá que se entiende por
Ronda la evolución en serie de la Naturaleza material naciente, de los siete Globos
de nuestra Cadena469
con sus reinos mineral, vegetal y animal, estando el hombre
incluido en el último y a la cabeza del mismo, durante el período entero de un Ciclo
de Vida, al que más tarde llamarían los brahmanes un “Día de Brahmâ”. Es, en
resumen, una revolución de la “Rueda” (nuestra Cadena Planetaria), la cual está
compuesta de siete Globos o siete “Ruedas” separadas, esta vez en otro sentido.
Cuando la evolución ha descendido en la materia desde el Globo A al Globo G o Z,
esto es una Ronda. 0 la mitad de la Cuarta revolución, en la cual nuestra Ronda
presente “la evolución ha alcanzado el colmo de su desenvolvimiento físico, ha
coronado su obra con el hombre físico perfecto y, desde este punto, comienza su
vuelta hacia el espíritu”. Todo esto casi no necesita repetirse; pues se halla bien
explicado en el Esoteric Buddhism.
De lo que en él apenas se trataba, y lo poco que en
él se dice ha conducido a muchos al error, es del origen del hombre, y respecto de
este punto puede hacerse ahora un poco más de luz, lo suficiente para hacer más
comprensible la Estancia; pues el asunto no será explicado de un modo completo más
que en su lugar debido, en los volúmenes III y IV.
Ahora bien; cada Ronda en el arco descendente, es tan sólo una repetición en forma
más concreta de la precedente; así como cada Globo hasta nuestra Cuarta Esfera, la
Tierra actual, es una copia más corpórea y densa de la Esfera menos material que la
precede, en su orden sucesivo en los tres planos superiores470.
En su camino hacia
arriba por el arco ascendente, la Evolución espiritualiza y etereíza, por decirlo así, la
naturaleza general de todo, llevándolo a un nivel con el plano en que se halla
colocado en el arco opuesto el Globo gemelo; siendo el resultado que cuando se
llega al séptimo Globo en cualquier Ronda, la naturaleza de todo lo que evoluciona,
vuelve a la condición en que se hallaba en su punto de partida, con la adición, cada
vez, de un grado nuevo y superior en los estados de conciencia. Así resulta claro que
el llamado “origen del hombre” en esta nuestra Ronda presente, o Ciclo de Vida en
este Planeta, debe ocupar el mismo lugar en el mismo orden –salvo detalles
fundados en condiciones locales y de tiempo– que en la Ronda precedente. Además,
debe explicarse y recordarse que, así como la obra de cada Ronda se dice que
corresponde a un Grupo diferente de los llamados Creadores, o Arquitectos, lo
mismo sucede con cada Globo, o sea que se halla bajo la vigilancia y dirección de
Constructores y Vigilantes especiales: los diferentes Dhyân Chohans.
Creadores es una palabra incorrecta; pues ninguna religión, ni siquiera la secta de
los Visishthadvaitîs en la India (que antropomorfiza a Parabrahman mismo), cree en
la creación ex-nihilo, como los cristianos y judíos, sino en la evolución de materiales
preexistentes.
El Grupo de la Jerarquía a cuyo cargo se halla la “creación” de los hombres es, pues,
un Grupo especial; y desenvolvió el hombre-tipo en este Ciclo; precisamente como
un Grupo todavía más elevado y espiritual, lo desenvolvió en la Tercera Ronda. Pero
como es el sexto, en la escala descendente de Espiritualidad (siendo el último y
séptimo el de los Espíritus terrestre [Elementales], que forman, construyen y
condensan gradualmente su cuerpo físico), este Sexto Grupo no desenvuelve más
que la forma-sombra del hombre futuro, una copia de sí mismo, sutil, transparente,
apenas visible.
A la Quinta Jerarquía (los seres misteriosos que presiden sobre la
constelación de Capricornio, Makara o “el Cocodrilo”, en la India y en Egipto)
corresponde la obra de animar a la forma animal, vacía y etérea, y hacer de ella el
Hombre Racional. Éste es uno de los asuntos de que muy poco puede decirse al
público en general. Es un misterio verdaderamente; pero tan sólo para quien se halla
preparado a desechar la existencia de Seres Espirituales, conscientes e intelectuales
en el Universo, limitando la Conciencia plena sólo al hombre, y esto únicamente
como una “función del cerebro”. Muchas son aquellas de las Entidades Espirituales
que se han encarnado corporalmente en el hombre, desde el principio de su aparición, y que, sin embargo, existen tan independientes como antes en lo infinito
del Espacio.
Para decirlo con mayor claridad, una Entidad invisible semejante, puede estar
corporalmente presente en la tierra sin abandonar, sin embargo, su estado y
funciones en las regiones suprasensibles. Si esto necesita explicación, nada mejor
podemos hacer que recordar al lector casos análogos en lo llamado “Espiritismo”, si
bien son muy raros, al menos en lo referente a la naturaleza de la Entidad que se
encarna o toma posesión temporalmente de un médium. Pues los llamados
“espíritus” que pueden en ocasiones apoderarse de los cuerpos de los médiums, no
son las Mónadas o Principios Superiores de personalidades desencarnadas.
Semejantes “espíritus” pueden ser tan sólo Elementarios, o Nirmânakâyas.
Precisamente, así como ciertas personas, sea en virtud de una organización peculiar,
o gracias al poder del saber místico adquirido, pueden ser vistas en su “doble” en un
sitio, mientras su cuerpo se halla a muchas millas de distancia; del mismo modo
puede suceder un hecho análogo, tratándose de Seres superiores.
El hombre, filosóficamente considerado, es, en su forma exterior, sencillamente un
animal, apenas más perfecto que su antecesor, parecido al pitecoide, de la Tercera
Ronda. Es un Cuerpo vivo, no un Ser viviente, puesto que para darse cuenta de la
existencia, el “Ego Sum” necesita conciencia de sí mismo; y un animal puede poseer
tan sólo conciencia directa, o instinto. Tan bien comprendido era esto por los
antiguos, que hasta el kabalista ha considerado al alma y al cuerpo como dos vidas,
independientes una de otra. En New Aspects of Life, el autor expone esta enseñanza
kabalística:
Sostienen ellos que, funcionalmente, Espíritu y Materia, de correspondiente opacidad,
tendieron a unirse; y que los Espíritus creados resultantes estaban constituidos, en el
estado desencarnado, por una gama en que se hallaban reproducidas las diferentes
opacidades y transparencias del Espíritu elemental o increado. Y que estos Espíritus, en
estado desencarnado, atrajeron, se apropiaron, dirigieron y asimilaron el Espíritu
elemental y la Materia elemental, cuya condición se hallaba en conformidad con la suya
propia… Ellos enseñan, por tanto, que existía una gran diferencia en la condición de los
Espíritus creados; y que en la íntima asociación entre el mundo del Espíritu y el mundo
de la Materia, los Espíritus más opacos, en el estado desencarnado, eran arrastrados
hacia las partes más densas del mundo material, y tendían por lo tanto, hacia el centro de
la Tierra, en donde encontraban condiciones más apropiadas a su estado; al paso que los
Espíritus más transparentes pasaban al aura que rodea al planeta, encontrando los más
enrarecidos su residencia en el satélite de aquél471.
Esto se refiere exclusivamente a nuestros Espíritus Elementales, y nada tiene que
ver con las Fuerzas Inteligentes Planetarias, Siderales, Cósmicas o interetéricas, o “Ángeles” como les llama la Iglesia Romana. Los kabalistas judíos, en especial los
ocultistas prácticos que se ocupan de magia ceremonial, tan sólo han tenido en
cuenta los Espíritus de los Planetas y los llamados “Elementales”. Por lo tanto, lo
expuesto abarca sólo una parte de las enseñanzas esotéricas.
El Alma, cuyo vehículo corpóreo es la envoltura astral, etéreo-substancial, puede
morir, y sin embargo, continuar el hombre viviendo en la tierra. Esto es, puede el
alma libertarse del tabernáculo y abandonarlo por varias razones, tales como la
locura, la depravación espiritual y física, etc.
La posibilidad de que el Alma (es decir,
el Ego Espiritual eterno) resida en los mundos invisibles, mientras su cuerpo vive en
la Tierra, es una doctrina eminentemente oculta, en especial en la filosofía buddhista
y china. Muchos son los hombres sin alma entre nosotros; pues este caso se sabe que
tiene lugar entre los extremadamente materializados y perversos, así como entre
personas “que adelantan en santidad y no vuelven más”.
Por tanto, lo que los hombres vivientes (Iniciados) pueden hacer, más fácilmente lo
pueden verificar los Dhyânis, quienes se hallan libres de todo cuerpo físico que les
estorbe. Ésta era la creencia de los antediluvianos, y hoy gana rápidamente terreno
también en la moderna sociedad inteligente, entre los “espiritistas”, así como en las
Iglesias griega y romana, las cuales enseñan la ubicuidad de sus Ángeles.
Los
zoroastrianos consideraban a sus Amshaspends como entidades dobles (Ferouers),
aplicando este dualismo –en filosofía esotérica por lo menos– a todos los habitantes
espirituales e invisibles de los mundos, innumerables en el espacio, visibles para
nuestros ojos. En una nota de Damascio (siglo VI) acerca de los oráculos caldeos,
tenemos una amplia evidencia de la universalidad de esta doctrina, pues dice: “En
estos oráculos, los siete Cosmocratores del Mundo [“Las Columnas del Mundo”],
mencionados igualmente por San Pablo, son dobles; una serie estaba designada para
regir los mundos superiores, espirituales y siderales, y la otra para vigilar y guiar los
mundos materiales”. Tal es también la opinión de Jámblico, quien establece una
distinción evidente entre los Arcángeles y los Archontes472.
Lo que antecede puede aplicarse, por supuesto, a la distinción hecha entre los
grados u órdenes de los Seres Espirituales, y en este sentido, la Iglesia Católica
Romana trata de interpretar y de enseñar la diferencia; porque, al paso que los
Arcángeles son, según sus enseñanzas, divinos y santos, sus “Dobles” son
denunciados por ella como Demonios.
Pero la palabra Ferouer no ha de
comprenderse en este sentido, pues significa sencillamente el reverso o el lado
opuesto de algún atributo o cualidad. Así es que, cuando el ocultista dice que el
“Demonio es lo inverso de Dios” –el mal, el reverso de la medalla—, no pretende
significar dos realidades separadas, sino los dos aspectos” o facetas de la misma Unidad. Ahora bien: el mejor de los hombres vivientes, puesto al lado de un Arcángel
(tal como los describe la Teología), aparecería como ente infernal. De aquí que haya
cierta razón para rebajar a un “doble” inferior, que se halla mucho más
profundamente sumido en la materia que su original. Pero, sin embargo, existe bien
poco motivo para considerarles como demonios, y esto es precisamente lo que los
católicos romanos hacen contra toda razón y lógica.
Esta identidad entre el Espíritu y su “Doble” material—en el hombre es el reverso—
explica todavía mejor la confusión, a que ya se ha aludido en esta obra, en los
nombres e individualidades, así como en los números, de los Rishis y los Prajâpatis,
especialmente entre los del Período del Satya Yuga y el período Mahâbhâratiano.
También arroja más luz sobre lo que enseña la Doctrina Secreta con respecto a los
Manus-Raíz y los Manus-Semilla.
Se nos enseña que no solamente estos
Progenitores de nuestra humanidad poseen su prototipo en las Esferas Espirituales,
sino también cada ser humano, cuyo prototipo es la esencia más elevada de su
Séptimo Principio. Así los siete Manus se convierten en catorce, el “Manu-Raíz”
siendo la Causa Primera y el Manu-Semilla su efecto; y desde el Satya Yuga (el
primer período) hasta el Período Heroico, estos Manus o Rishis se convierten en
veintiuno en número.
(b) La sentencia final de esta Sloka demuestra cuán antiguas son la creencia y la
doctrina de que el hombre es séptuple en su constitución. El “Hilo” del Ser que anima
al hombre y que pasa al través de todas sus personalidades o renacimientos en esta
Tierra –alusión a Sûtrâtmâ–, el Hilo, además, en el cual todos sus “Espíritus” se hallan
engarzados, ha sido hilado de la esencia del Triple, del Cuádruple y del Quíntuple,
que contienen todo lo precedente. Panchâshikha, según el Padma Purâna473
es uno de
los siete Kumâras que van a Shveta-Dvipa a adorar a Vishnu. Veremos más adelante
qué conexión existe entre los “célibes” y castos Hijos de Brahmâ, que se niegan a
“multiplicar” y los mortales terrestres. Entretanto, es evidente que “el Hombre-
Planta, Saptaparna”, se refiere de este modo a los siete principios, y que el hombre es
comparado a esta planta de siete hojas, tan sagrada para los buddhistas.
La alegoría egipcia en el Libro de los Muertos, que se refiere al “premio, del Alma”,
es tan significativa respecto de nuestra Doctrina Septenaria, como poética.
Concédese al Difunto un lote de tierra en el campo de Aanroo, donde los Manes, las
sombras divinizadas de los muertos, recogen, como cosecha de las acciones que han
sembrado en vida, el trigo de siete codos de alto, que crece en un territorio dividido
en catorce y siete porciones. Este trigo es el alimento con que vivirán y prosperarán,
o que les matará en el Amenti, un reino del cual el campo de Aanroo, es sólo un dominio. Porque, como se dice en el himno474, el Difunto allí, o bien es destruido, o
se convierte en un espíritu puro para la Eternidad, a consecuencia de las “siete veces
setenta y siete vidas” pasadas o por pasar en la Tierra. La idea del trigo, cosechado
como “fruto de nuestras acciones” es muy gráfica...Continua...
BLAVATSKY
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438 Vehículo.
439 Âtman.
440 Âtmâ-Buddhi, Alma Espiritual. Esto se relaciona con los principios cósmicos.
441 Además.
442 Avalokiteshvara.
443 Constructores. Los siete Rishis creadores, relacionados ahora con la constelación de la Osa Mayor.
444 La Tierra.
445 Ronsenroth, Liber Mysterii, IV, I.
446 Génesis, I.
447 Auszüge aus dem Zohar, págs. 13-15.
448 Véase Vishnu Purâna, libro I.
449 Cap. I, XXXVIII.
450 Cap., LXIV 29-30.
451 Ibíd., 34-35.
452 Cuando a un Mundo se le denomina “Mundo superior”, no es a causa de su colocación, sino porque es superior en calidad o esencia. Sin embargo, un Mundo tal, es en general comprendido por el profano como el “Cielo” y colocado encima de nuestras cabezas
453 De la forma, el Sthûla Sharira, el Cuerpo Externo.
454 Perlas, en el Ms. de 1886.
455 Anqrwpoç obra sobre Embriología oculta, libro I.
456 Esto es, idiota de nacimiento.
457 Juan, III, 8.
458 Cap. CXLVIII.
459 Ibíd., CXLIX, 51.
460 The Seven Souls of Man, pág. 2; conferencia por Gerald Massey.
461 De Iside et Osiride, XLIII.
462 Cap. XLI.
463 IV, 5.
464 Abydos, de Mariette, lámina 51.
465 P. Pierret. Etudes Egyptologiques
466 Ritual, cap. II.
467 Unidos en.
468 Ob. cit., XVII, pág. 4.
469 Varios críticos hostiles se muestran ansiosos de probar que en nuestra primera obra Isis sin Velo no se enseñaban ni los Siete Principios del hombre, ni la constitución septenaria de nuestra Cadena. Si bien en aquella obra la doctrina podía ser tan sólo ligeramente indicada, existen, sin embargo, muchos párrafos en que se hace mención expresa de la constitución septenaria, tanto del Hombre como de la Cadena. Hablando de los Elohim (vol. II, pág. 420), se dice: “Ellos permanecen sobre el séptimo cielo (o mundo espiritual); pues son quienes, según los kabalistas, han formado sucesivamente los seis mundos materiales, o más bien tentativas de mundos, que han precedido al nuestro propio, que según ellos dicen, es el séptimo”. Nuestro Globo es, por supuesto, en el diagrama que representa la Cadena, el séptimo y el más inferior; aunque, como la evolución en estos Globos es cíclica, es el cuarto en el arco descendente en la materia. Y además (II, 367), se dice: “Según las nociones egipcias, lo mismo que en las de todas las demás creencias fundadas en la filosofía, no era el hombre meramente… una unión de alma y cuerpo; era una trinidad cuando se le añadía el espíritu. Además, aquella doctrina le hacía consistir… de cuerpo…, forma astral o sombra… alma animal…, alma superior… e inteligencia terrestre… [y] de un sexto principio, etc., etc.”: el séptimo – el ESPÍRITU. Tan claramente se hallan mencionados estos principios, que aun en el Índice (II, 683) se encuentran “Los Seis Principios del hombre” siendo el séptimo, en estricta verdad, la síntesis de los seis y no un principio, sino un destello del Todo Absoluto.
470 Véase el diagrama III.
471 Páginas 340-351: “Genesis of the Soul”.
472 De Mysteriis, II, 3.
473 Asiatic Researches, XI, 99-100.
474 Cap XXXII, 9.
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