sábado, 20 de abril de 2019

LA DOCTRINA SECRETA - ESTANCIA VII - LOS PADRES DEL HOMBRE EN LA TIERRA (PARTE II)



4. ÉL ES LA RAÍZ QUE JAMÁS PERECE; LA LLAMA DE TRES LENGUAS Y DE CUATRO PABILOS (a). LOS PABILOS SON LAS CHISPAS QUE PARTEN DE LA LLAMA DE TRES LENGUAS475 PROYECTADA POR LOS SIETE –DE QUIENES ES LA LLAMA– RAYOS DE LUZ Y CHISPAS DE UNA LUNA QUE SE REFLEJA EN LAS MOVIENTES ONDAS DE TODOS LOS RÍOS DE LA TIERRA (b) 476. 

(a) La “Llama de Tres lenguas que jamás muere” es la Tríada espiritual inmortal: el Âtmâ-Buddhi y Manas, o más bien el fruto del último asimilado por los dos primeros, después de cada vida terrestre. Los “Cuatro Pabilos” que salen y se extinguen, son el Cuaternario, los cuatro principios inferiores, incluyendo al cuerpo. “Yo soy la Llama de Tres Pabilos y mis Pabilos son inmortales” dice el Difunto. “Yo entro en el dominio de Sekhem [el Dios cuya mano siembra la semilla de la acción producida por el alma desencarnada], y entro en la región de las Llamas que han destruido a sus adversarios [o sea que se han desembarazado de los Cuatro Pabilos creadores de pecado]”477. 
“La Llama Trilingüe de los Cuatro Pabilos” corresponde a las cuatro Unidades y los tres binarios del árbol sephirothal. 

(b) Así corno millares de destellos resplandecientes cabrillean en las aguas de un océano en cuya superficie resplandece una misma luna, del mismo modo nuestras efímeras personalidades –las envolturas ilusorias del inmortal Ego-Mónada– danzan y chispean en las ondas de Mâyâ. Aparecen y duran, a manera de los millares de centelleos producidos por los rayos de la luna, tan sólo mientras la Reina de la Noche radia su resplandor sobre las “Aguas Corrientes” de la Vida, el período de un Manvantara; y después desaparecen, sobreviviendo sólo los “Rayos” –símbolos de nuestros Egos eternos espirituales– que han vuelto a la Fuente-Madre y tornan a ser, como antes eran, unos con ella. 

5. LA CHISPA PENDE DE LA LLAMA POR EL MÁS TENUE HILO DE FOHAT. ELLA VIAJA A TRAVÉS DE LOS SIETE MUNDOS DE MÂYÂ (a). SE DETIENE EN EL PRIMERO478, Y ES UN METAL Y UNA PIEDRA; PASA AL SEGUNDO479, Y HELA HECHA UNA PLANTA; LA PLANTA GIRA A TRAVÉS DE SIETE CAMBIOS, Y VIENE A SER UN ANIMAL SAGRADO (b) 480. DE LOS ATRIBUTOS COMBINADOS DE TODOS ELLOS, SE FORMA MANU481, EL PENSADOR. ¿QUIÉN LO FORMA? LAS SIETE VIDAS Y LA VIDA UNA (c). ¿QUIÉN LO COMPLETA? EL QUINTUPLE LHA. ¿Y QUIÉN PERFECCIONA EL ÚLTIMO CUERPO? PEZ, PECADO Y SOMA… (d) 482. 

(a) La frase “a través de los siete Mundos de Mâyâ” se refiere aquí a los siete Globos de la Cadena planetaria y a las siete Rondas, o las cuarenta y nueve estaciones de existencia activa que se encuentran ante la “Chispa” o Mónada al principio de cada Gran Ciclo de Vida o Manvantara. 
El “Hilo de Fohat” es el Hilo de Vida de que se ha hecho mención anteriormente. Esto se refiere al más grande de los problemas filosóficos; a la naturaleza física y sustancial de la Vida, cuya naturaleza independiente es negada por la ciencia moderna por ser incapaz de comprenderla. 
Los reencarnacionistas y los creyentes en el Karma son los únicos que perciben vagamente que todo el secreto de la vida yace en la serie ininterrumpida de sus manifestaciones, sea en el cuerpo físico o aparte de él. Porque aun si: 

La vida, a manera de cúpula de cristales de múltiples colores, 
colora la blanca radiación de la Eternidad. 
Shelley - (Adonais). es, sin embargo, ella misma parte y partícula de aquella Eternidad; pues únicamente la Vida puede comprender a la Vida. ¿Qué es aquella “Chispa” que “pende de la Llama”? Es Jîva, la Mónada en conjunción con Manas, o Más bien su aroma, aquello que queda de cada Personalidad cuando es meritoria, y que pende de Âtmâ Buddhi, la Llama, por el Hilo de Vida. 
De cualquier manera que se interprete, y sea cual fuere el número de principios en que se divida al ser humano, fácilmente puede demostrarse que esta doctrina es sostenida por todas las antiguas religiones, desde la védica hasta la egipcia, desde la de Zoroastro hasta la judía. 

En el caso de esta última, las obras kabalísticas nos ofrecen pruebas abundantes de tal afirmación. Todo el sistema de los números kabalísticos está fundado en el Septenario divino, pendiente de la Tríada, formando así la Década, y sus permutaciones 7, 5, 4 y 3, que, finalmente, se sumen todos en el Uno mismo; un Círculo interminable y sin límites. 
El Zohar dice: La Deidad [la Presencia siempre invisible] se manifiesta por medio de los diez Sephiroths, que son testigos radiantes. Es la Deidad a manera del Mar, del cual rebosa una corriente llamada Sabiduría, cuyas aguas caen en un lago que se llama Inteligencia. De este recipiente salen, a manera de siete canales los Siete Sephiroths… Porque diez es igual a siete; la Década contiene cuatro Unidades y tres Binarios. Los Diez Sephiroths corresponden a los miembros del Hombre. 

Cuando yo [los Elohim] formé a Adam Kadmon, el Espíritu del Eterno salió lanzado de su Cuerpo, a manera de relámpago, y, radió a un mismo tiempo sobre las ondulaciones de los Siete millones de cielos, y mis diez Esplendores fueron sus Miembros. Pero ni la Cabeza ni los Hombros de Adam Kadmon pueden ser vistos; por lo tanto, leemos en el Siphra Dzenioutha, el “Libro del Misterio Oculto”: En el principio del Tiempo, después que los Elohim [los “Hijos de Luz y de Vida”, o los Constructores], hubieron formado de la Esencia eterna los Cielos y la Tierra, formaron los mundos de seis en seis. Siendo el séptimo Malkuth, el cual es nuestra Tierra483 en su plano, el más inferior de todos los estados de existencia consciente, El Libro de los Números caldeo contiene una explicación muy detallada de todo esto. 

La primera tríada del Cuerpo de Adam Kadmon [los tres Planos superiores de los Siete]484 no puede ser vista antes que el alma se encuentre en la presencia del Anciano de los Días. Los Sephiroths de esta Tríada superior son: 

1º “Kether (la Corona), representada por la frente del Macroprosopus; 

2º Chokmah (la Sabiduría, Principio masculino), representado por su hombro derecho; y 

3º, Binah (la Inteligencia, Principio femenino), por el hombro izquierdo”. 

Vienen luego los siete Miembros, o Sephiroths, en los planos de la manifestación, estando representada la totalidad de estos cuatro planos por Microprosopus, la Faz Menor o Tetragrammaton, el Misterio de “cuatro letras”. “Los siete Miembros manifestados y los tres ocultos constituyen el Cuerpo de la Deidad”. Así nuestra Tierra, Malkuth, es a la par el Mundo séptimo y el cuarto. 

Es lo primero cuando se cuenta desde el primer Globo de arriba, y lo segundo si se cuenta por las planos. Es generado por el sexto Globo o Sephira, llamado Yezud, “Fundación” o como se dice en el Libro de los Números, “por medio de Yezud, Él (Adam Kadmon) fecunda a la Heva primitiva [Eva o nuestra Tierra]”. Expresada en lenguaje místico, es ésta la explicación de por qué Malkuth, llamado la Madre Inferior, Matrona, Reina, y el Reino de la Fundación, es presentado como la desposada del Tetragrammaton o Microprosopus (el Segundo Logos), el Hombre Celestial. Cuando se libre de toda impureza, se unirá con el Logos Espiritual, o sea en la Séptima Raza de la Séptima Ronda, después de la regeneración, el día del “Sábado”. 

Pues el “Día Séptimo” posee además una significación oculta en que no sueñan nuestros teólogos. Cuando Matronitha, la Madre, es separada y traída cara a cara con el Rey en la excelencia del Sábado, todas las cosas se convierten en un cuerpo485. Convertirse en un cuerpo, significa que todo es reabsorbido una vez más en el Elemento Uno, convirtiéndose los espíritus de los hombres en Nirvânîs, y volviendo otra vez los elementos de todas las cosas a lo que eran antes: al Protilo o Sustancia no diferenciada. “Sábado” significa Reposo, o Nirvâna. 

No es el “séptimo día” después de seis días, sino un período cuya duración iguala al de los siete “días” o a cualquier período constituido de siete porciones. Así, un Pralaya es de duración igual a un Manvantara, o bien una Noche de Brahmâ es igual a su Día. Si los cristianos quieren seguir las costumbres judías, deben adoptar el espíritu y no la letra muerta de las mismas. Deberían trabajar durante una semana de siete días, y descansar siete días. Que la palabra “Sábado” ha poseído una significación mística, lo demuestra el desprecio de Jesús hacia el día del Sábado, y por lo que se dice en Lucas 486, el Sábado se entiende allí por la semana entera. Véase el texto griego en que a la semana se la llama “Sábado”. Literalmente: “Yo ayuno dos veces en el Sábado”. 

Pablo, un Iniciado, lo sabía bien cuando se refería como al Sábado, al reposo y felicidad eterna en los ciclos487: “y su felicidad será eterna, pues ellos serán siempre [uno] con el Señor, y gozarán un Sábado eterno” 488. La diferencia entre la Kabalah y la Vidyâ Esotérica arcaica –tomando la Kabalah tal como se halla contenida en el Libro de los Números caldeo, y no falsificada según está en su copia desfigurada, la Kabalah de los místicos cristianos– es muy pequeña a la verdad, estando limitada a divergencias de forma y de expresión poco importantes. Así el Ocultismo oriental se refiere a nuestra Tierra como al Cuarto Mundo, el inferior de los de la Cadena, encima del cual se lanzan hacia arriba en ambas curvas los seis Globos, tres en cada lado. 

El Zohar, por otra parte, llama a la Tierra el inferior o el séptimo; añadiendo que de los seis dependen todas las cosas que se hallan en él (el Microprosopus). La “Faz Menor [menor por ser manifestada y finita], está formada de seis Sephiroths” —dice la misma obra–. “Siete Reyes vienen y mueren en el Mundo tres veces destruido [Malkuth, nuestra Tierra, destruida después de cada una de las Tres Rondas por las que ha pasado]; y su reino [el de los Siete Reyes] será quebrantado” 489. Esto se refiere a las Siete Razas, cinco de las cuales han aparecido ya, y dos más que tienen todavía que aparecer en esta Ronda. Las narraciones alegóricas Shinto, acerca de la cosmogonía y el origen del hombre, en el Japón, aluden a la misma creencia. El capitán C. Pfoundes, que estudió cerca de nueve años, en los monasterios del Japón, la religión que existe bajo las distintas sectas del país, dice: La idea Shinto de creación, es como sigue: Saliendo del Caos (Kon-ton) la Tierra (In) era el sedimento precipitado, y los Cielos (Yo), las esencias etéreas que han ascendido: el Hombre (Jim) apareció entre los dos. 

El primer hombre fue llamado Kuni -to tatchinomikoto, y se le dieron otros cinco nombres, y entonces la raza humana apareció, varón y hembra. Isanagi e Isanami engendraron a Tenshoko doijin, el primero de los cinco Dioses de la Tierra. Estos “Dioses” son sencillamente nuestras Cinco Razas, siendo Isanagi e Isanami las dos clases de “Antecesores”, las dos Razas precedentes que dieron nacimiento al hombre animal y al racional. En los volúmenes III y IV se demostrará que el número siete, lo mismo que la doctrina de la constitución septenaria del hombre, ha sido preeminente en todos los sistemas secretos, y desempeña un papel tan importante en la Kabalah occidental, como en el Ocultismo oriental. Eliphas Lévi llama al número siete “la clave de la creación mosaica y de los símbolos de toda religión”. Presenta a la Kabalah siguiendo fielmente la misma división septenaria del hombre; pues el diagrama que él da en su Clef des Grands Mystères 490 es septenario. Puede verse esto con sólo una ojeada, por muy hábilmente que se halle velada la idea exacta. Es preciso también mirar el diagrama, “la formación del Alma.” en la Kabbalah Unveiled de Mathers491, de la mencionada obra de Lévi, para encontrar lo mismo, si bien con interpretación diferente. He aquí cómo aparece con los nombres kabalísticos y con los ocultos:



Lévi llama Nephesh a lo que nosotros llamamos Manas, y viceversa. Nephesh es el Soplo de Vida (animal) en el hombre, el Soplo de Vida instintivo en el animal; y Manas es la Tercer Alma –humana en su aspecto luminoso, y animal en su relación con Samaël o Kâma–. Nephesh es, en realidad, el “Soplo, de Vida” (animal) insuflado en Adán, el Hombre de Barro; por consiguiente, es la Chispa Vital, el Elemento animador. Sin Manas, el “Alma Razonadora” o Mente –la cual, en el diagrama de Lévi, es llamada erróneamente Nephesh–, Âtmâ-Buddhi es irracional en este plano, y no puede actuar. Buddhi es el Mediador Plástico; y no Manas, el medio inteligente entre la Tríada Superior y el Cuaternario Inferior. Pero muchas son las transformaciones extrañas y curiosas que se encuentran en las obras kabalísticas; prueba convincente de que esta literatura se ha convertido en un deplorable embrollo. Nosotros no aceptamos la clasificación, sino sólo en su relación, para mostrar los puntos de acuerdo. Vamos ahora a exponer en forma tabular lo que el muy cauto Eliphas Lévi dice en explicación de su Diagrama, y lo que la Doctrina Esotérica enseña; comparando ambas cosas. 
Lévi hace también una distinción entre la Pneumática oculta y la kabalística.



Tales son las copias desnaturalizadas de la Doctrina Esotérica en la Kabalah. Pero volvamos ahora a la Sloka 5 de la Estancia VII. (b) El bien conocido aforismo kabalístico dice: “Una piedra se convierte en una planta; una planta en un animal; el animal en un hombre; el hombre en un espíritu, y el espíritu en un dios”. La “Chispa” anima a todos los reinos por turno, antes de penetrar y animar al hombre divino, entre quien y su predecesor, el hombre animal, existe una diferencia radical. 
El Génesis comienza su antropología por el extremo erróneo –evidentemente para velar la verdad– y no conduce a ninguna parte. Los capítulos primeros del Génesis jamás han pretendido representar ni la más remota alegoría de la creación de nuestra Tierra. Marcan un concepto metafísico de algún período indefinido en la eternidad, cuando la ley de evolución lleva a efecto intentos sucesivos para la formación de universos. 

La idea se halla claramente expresada en el Zohar: Hubo antiguos mundos que perecieron tan pronto como entraron en la existencia; eran informes y se los llamaba Chispas. Del mismo modo, cuando el herrero golpea al hierro, saltan las chispas en todas direcciones. Las Chispas son los mundos primordiales, los cuales no podían continuar, porque el Sagrado Anciano (Sephira) no había asumido todavía su forma (de andrógino, o de sexos opuestos) de Rey y Reina (Sephira y Kadmon); y el Maestro no se había puesto todavía a la obra495. Si el Génesis hubiera comenzado como debía, encontraríamos en él, primero el Logos Celestial, el “Hombre Celeste”, que se desenvuelve como una Unidad Múltiple de Logos, cuyos Logos aparecen en su totalidad –Como el primer “Andrógino” o Adam Kadmon, el “Fiat Lux” de la Biblia, como ya hemos visto– después de su sueño praláyico, sueño que reúne en Uno a todos los Números esparcidos en el plan mâyâvico, a manera de los glóbulos de mercurio que en un plato se confunden en una sola masa. Pero esta transformación no tuvo lugar en nuestra Tierra ni en ningún plano material, sino en los abismos del Espacio, en donde se efectúa la diferenciación primera de la Materia original eterna. 

En nuestro Globo naciente, las cosas han procedido de distinto modo. La Mónada o Jîva, como se dice en Isis sin Velo 496 es, ante todo, precipitada por la Ley de Evolución en la forma más inferior de la materia: el mineral. Después de un séptuple giro, encerrada en la piedra o en lo que se convertirá en mineral y en piedra en la Cuarta Ronda, se desliza fuera de la misma, por decirlo así, como un liquen. Pasando desde allí, al través de todas las formas de materia vegetal, a lo que se llama materia animal, ha llegado ahora al punto en que debe convertirse en el germen, digámoslo así, del animal que se transformará en hombre físico, Todo eso, hasta la Tercera Ronda, es informe, como materia, e insensible corno conciencia. Pues la Mónada o Jîva, per se, no puede ser llamada ni siquiera espíritu; es un Rayo de luz, un Soplo de lo Absoluto, o más bien de LA ABSOLUTIDAD497; y no teniendo la Homogeneidad Absoluta relación ninguna con lo finito, condicionado y relativo, es inconsciente en nuestro plano. Por lo tanto, además del material que necesita para su futura forma humana, requiere la Mónada (a) un modelo espiritual o prototipo, para que aquel material pueda asumir su hechura; y (b) una conciencia inteligente para guiar su evolución y su progreso; ninguna de cuyas cosas poseen ni la Mónada homogénea ni la materia viviente, aunque privada de sentido. 

El Adán de polvo necesita le sea inspirada el Alma de Vida: los dos principios medios, que son la vida senciente del animal irracional y el Alma Humana, pues la primera es irracional sin esta última. Sólo cuando de andrógino potencial se ha convertido el hombre en varón y hembra, será dotado con esta Alma consciente, racional e individual (Manas), “el principio, o la inteligencia, de los Elohim”, para cuya recepción tiene que comer el fruto de la Ciencia del Árbol del Bien y del Mal. ¿Cómo ha de obtener todo esto? La Doctrina Oculta enseña que, mientras desciende la Mónada en su ciclo hacia la materia, estos mismos Elohim, o Pitris –los Dhyân Chohans inferiores– están desenvolviéndose pari passu con ella, en un plano más elevado y más espiritual, descendiendo también relativamente a la materia en su propio plano de conciencia, hasta llegar a un cierto punto donde se encontrarán con la mónada insensible encarnante, sumida en la materia más ínfima; y enlazándose las dos potencias, Espíritu y Materia, producirá su unión aquel símbolo terrestre del “Hombre Celestial” en el espacio, el HOMBRE PERFECTO. 

En la filosofía Sânkhya se habla de Purusha (el Espíritu) como de algo impotente, a menos de subir sobre los hombros de Prakriti (Materia), la cual, abandonada a sí misma, es insensible. Pero en la Filosofía Secreta se les considera como separados por grados diversos. El Espíritu y la Materia, si bien una y misma cosa en su origen, una vez en el plano de diferenciación, comienzan sus progresos evolucionarios en direcciones contrarias: el Espíritu, cayendo gradualmente en la materia, y la última ascendiendo a su condición original, la de una Substancia espiritual y pura. Ambos son inseparables, y sin embargo, siempre separados. 

En el plano físico, dos polos iguales se rechazarán siempre uno a otro, al paso que el negativo y el positivo se atraen mutuamente; en la misma situación se encuentran el Espíritu y la Materia, los dos polos de la misma Substancia homogénea, el Principio Raíz del Universo. Por lo tanto, cuando suena para Purusha la hora de subir sobre los hombros de Prakriti para la formación del Hombre Perfecto –el Hombre rudimentario de las dos y media Razas primeras, siendo tan sólo el primero, que se desenvuelve gradualmente hacia el más perfecto de los mamíferos—, los Antecesores Celestiales (Entidades de Mundos anteriores, llamados en la India los Shishta) entran en este nuestro plano y encarnan en el hombre físico o animal, del mismo modo que los Pitris habían entrado antes que ellos para la formación del último. 

Así es que ambos desarrollos para las dos creaciones (la del hombre animal y la del divino) difieren en gran manera. Los Pitris lanzan de sí mismos sus cuerpos etéreos como semejanzas suyas aun más etéreas y espectrales que ellos, o lo que llamaríamos ahora “dobles” o “formas astrales” a su propia imagen498. Esto proporciona a la Mónada su primera residencia, y a la materia ciega un modelo sobre el que construir en lo sucesivo. Pero el Hombre es todavía incompleto. En todas las escrituras arcaicas, esta doctrina ha dejado sus huellas desde Svâyambhuva Manu499 de quien descendieron los siete Manus o Prajâpatis primitivos, cada uno de los cuales dio origen a una Raza primitiva de hombres, hasta el Codex Nasaroeus, en el cual Karabtanos, o Fetahil (la materia ciega concupiscente), engendra en su Madre, Spiritus, siete Figuras, representando cada una el progenitor de una de las siete razas primitivas. “¿Quién forma a Manu [el Hombre], y quién forma su cuerpo? 

La Vida y las Vidas. Pecado500 y la Luna”. Aquí Manu representa al hombre espiritual y celeste, al Ego real que no muere en nosotros, el cual es la emanación directa de la “Vida Una” o la Deidad Absoluta. En cuanto a nuestros cuerpos físicos exteriores, la mansión o tabernáculo del Alma, enseña la Doctrina una extraña lección; tan extraña, que aunque se explique por completo y se la comprenda como es debido, tan sólo la Ciencia exacta del porvenir vindicará la plenitud de la teoría. Ya se ha dicho antes que el Ocultismo no acepta nada inorgánico en el Kosmos. La expresión “substancia inorgánica” empleada por la Ciencia significa simplemente que la vida latente, durmiendo en las moléculas de la llamada “materia inerte” es incognoscible. 
TODO ES VIDA, y cada átomo, aunque sea de polvo mineral, es una VIDA, si bien se halla fuera de nuestra comprensión y percepción, puesto que está fuera del límite de las leyes conocidas por quienes desechan el Ocultismo. 

Los “Átomos mismos –dice Tyndall– poseen al parecer un instinto del deseo de vida”. ¿De dónde, pues –preguntaríamos nosotros–, procede la tendencia “a lanzarse hacia la forma orgánica?” ¿Acaso resulta esto explicable de algún otro modo que según las enseñanzas de la Ciencia Oculta? Los mundos, para el profano, están construidos con los Elementos conocidos. Según el concepto de un Arhat, estos Elementos son, colectivamente, una Vida Divina; distributivamente, en el plano de las manifestaciones, son los innumerables e incontables crores de vidas. El Fuego solamente es UNO, en el plano de la Realidad única; en el de la Existencia manifestada, y por lo tanto ilusoria, sus partículas son Vidas ígneas, que viven y existen a expensas de cada una de las demás Vidas que consumen. Por lo tanto, se las llama los dé “DEVORADORES”… Cada cosa visible en este Universo, se halla constituida por semejantes VIDAS, desde el hombre primordial, divino y consciente, hasta los agentes inconscientes que elaboran la materia… De la VIDA UNA informe e increada, procede el Universo de Vidas. 

Primero manifestóse del Abismo [Caos] el Fuego frío y luminoso [¿luz gaseosa?], el cual formó los Coágulos en el Espacio [ ¿ nebulosas irresolubles, quizás? ]… Éstos combatieron, y un gran calor se desarrolló a causa de los encuentros y colisiones, lo cual produjo la rotación. Vino entonces el primer Fuego MATERIAL manifestado, las Llamas ardientes, los Vagabundos en los Cielos [Cometas]. 
El calor genera vapor húmedo; aquél forma agua sólida [?], después niebla seca, luego niebla líquida, acuosa, que apaga el luminoso resplandor de los Peregrinos [¿Cometas], y forma Ruedas sólidas, acuosas [Globos de MATERIA]. Bhûmi [la Tierra] aparece con seis hermanas. Éstas producen con su movimiento continuo el fuego inferior, el calor y una niebla acuosa, que da lugar al tercer Elemento del Mundo –el AGUA; y del aliento de todo nace el AIRE [atmosférico]. Estos cuatro son las cuatro Vidas de los cuatro primeros Períodos [Rondas] del Manvantara. Los últimos tres seguirán. 

El Comentario habla primeramente de los “innumerables e incontables crores de Vida”. ¿Estará, entonces, Pasteur dando inconscientemente el primer paso hacia la Conciencia Oculta, al declarar que, si se atreviese a expresar por completo su idea acerca del asunto, diría que las células orgánicas se hallan dotadas de una potencia vital que no cesa su actividad al acabarse la corriente de oxígeno que se les lanza, y por esta razón no rompe sus relaciones con la vida misma, la cual se halla sostenida por la influencia de aquel gas? “Añadiría yo –continúa diciendo Pasteur– que la evolución del germen se verifica por medio de fenómenos complicados entre los cuales tenernos que incluir procesos de fermentación”; y la vida, según Claudio Bernard y Pasteur, no es más que una fermentación. Que existen en la Naturaleza Seres o Vidas, pudiendo vivir y desarrollarse sin aire, aun en nuestro globo, ha sido demostrado por los mismos hombres de ciencia. Pasteur ha encontrado que muchas de las vidas inferiores, tales como vibriones y otros microbios y bacterias, pueden existir sin aire, el cual, por el contrario, los mata. 

Derivan el oxígeno necesario para su multiplicación, de las substancias diversas que les rodean. Él les llama aerobios, que viven de los tejidos de nuestra materia, cuando esta última ha cesado de formar una parte de un todo integral y viviente (llamado en este caso por la Ciencia, y de un modo muy anticientífico, “materia muerta”), y anaerobios. Los primeros se apoderan del oxígeno, y en gran manera contribuyen a la destrucción de la vida animal y de los tejidos vegetales, proporcionando a la atmósfera materiales que entran después en la constitución de otros organismos; los segundos destruyen, o más bien, aniquilan finalmente a las llamadas substancias orgánicas, siendo imposible la decadencia postrera sin su participación. Ciertas células-gérmenes, tales como las de la levadura de cerveza, se desarrollan y multiplican en el aire; pero cuando privadas de él, se adaptan por sí mismas a la vida sin aire y se convierten en fermentos, absorbiendo oxígeno de las substancias que con ellos le ponen en contacto, y con esto destruyéndolas. 

Las células en los frutos, cuando les falta el oxígeno necesario, obran como fermentos y estimulan la fermentación. “Por tanto, la célula vegetal manifiesta en este caso su vida como un ser anaerobio. ¿Por qué, pues, debe en este caso ser una excepción la célula orgánica?” –pregunta el profesor Bogolubof. Pasteur hace ver que en las substancias de nuestros tejidos y órganos, la célula, no encontrando oxígeno suficiente para sí misma, estimula la fermentación del mismo modo que la célula del fruto; y Claudio Bernard cree que la idea de Pasteur, acerca de la formación de fermentos, ha encontrado su aplicación y corroboración en el hecho de que la urea aumenta en la sangre durante la estrangulación; la VIDA hállase, por lo tanto, en todas partes en el Universo, y según enseña el Ocultismo, también existe en el átomo. “Bhûmi aparece con seis hermanas” –dice el Comentario. 

Es una enseñanza védica que “existen tres Tierras correspondientes a tres Cielos, y nuestra Tierra [la a cuarta] es llamada Bhûmi”. Ésta es la explicación dada por nuestros orientalistas occidentales exotéricos. Pero la significación esotérica y la alusión a la misma en los Vedas, es que se refiere a nuestra Cadena Planetaria: “tres Tierras” en el arco descendente, y “tres Cielos”, que son tres Tierras o Globos también, pero mucho más etéreos, en el arco ascendente o espiritual. Por los tres primeros descendemos a la materia, por los otros tres ascendemos al Espíritu; constituyendo el inferior Bhûmi, nuestra Tierra, el punto de giro, por decirlo así, y conteniendo potencialmente tanto Espíritu como Materia. De esto nos ocuparemos después. La enseñanza general del Comentario es, pues, que cada nueva Ronda desarrolla uno de los Elementos compuestos, como los conoce ahora la Ciencia, la cual desecha la primitiva nomenclatura, prefiriendo subdividirlos en constituyentes. 

Si la Naturaleza en el plano manifestado es el “Eterno venir a ser”, en este caso aquellos Elementos tienen que ser considerados desde el mismo punto de vista: tienen que desenvolverse, progresar y aumentar hasta, el final manvantárico. Así, según se nos enseña, la Primera Ronda desplegó tan sólo un Elemento, una naturaleza y una humanidad, en lo que puede llamarse un aspecto de la Naturaleza; denominado por algunos, de modo muy anticientífico, aunque puede ser así de hecho, “espacio de una dimensión”. La Segunda Ronda manifestó y desarrolló dos elementos, el Fuego y la Tierra; y su humanidad adaptada a esta condición de la Naturaleza (si es que podemos dar el nombre de humanidad a seres viviendo bajo condiciones desconocidas para los hombres), era “una especie de dos dimensiones”, usando de nuevo una frase familiar en un sentido estrictamente figurado, único medio de poderla emplear correctamente. 

El curso de desarrollo natural que estamos ahora considerando, dilucidará de un modo completo, y desacreditará la costumbre de especular acerca de los atributos del espacio de dos, tres y cuatro o más dimensiones; pero aunque sea de paso, merece la pena indicar el significado real de la intuición verdadera, pero incompleta, que ha sugerido (entre los espiritistas, teósofos y varios grandes hombres de ciencia, en esta cuestión)501, el empleo de la expresión moderna, “la cuarta dimensión del espacio”. Para principiar, no tiene, por supuesto, importancia alguna el absurdo superficial de que el Espacio pueda ser medido en ningún sentido. Esta frase familiar puede tan sólo ser una abreviación de la más completa, la «Cuarta dimensión de la materia en el Espacio” 502. 

Pero aun en esta forma es una expresión desdichada, puesto que, si bien es perfectamente cierto que el progreso de la evolución puede hacernos conocer nuevas cualidades características de la materia, aquellas con que nos hallamos ya familiarizados son, en realidad, más numerosas que las correspondientes a las tres dimensiones. Las facultades, o quizás en términos más propios, las cualidades características de la materia, deben siempre tener una relación directa y clara con los sentidos del hombre. La materia posee extensión, color, movimiento (movimiento molecular), sabor y olor, que corresponden a los sentidos existentes en el hombre, y la próxima cualidad que desarrolle, que llamaremos por el momento “Permeabilidad”, corresponderá al próximo sentido en el hombre, que podremos llamar “Clarividencia Normal”. Así es que cuando algunos audaces pensadores han estado anhelando una cuarta dimensión para explicar el paso de la materia al través de la materia, y la producción de nudos en una cuerda sin fin, lo que realmente les faltaba era una sexta cualidad característica de la materia. 

Las tres dimensiones pertenecen en realidad tan sólo a un atributo o cualidad de la materia, a la extensión; y el sentido común popular, con justicia se rebela contra la idea de que, bajo cualquier condición de las cosas, puedan existir más de tres dimensiones semejantes a la longitud, anchura y espesor. Estos términos, y la misma palabra “dimensión” pertenecen a un estado de pensamiento, a un grado de evolución, a una cualidad característica de la materia. Mientras existan unidades de medida entre los recursos del cosmos, para ser aplicadas a la materia, no será posible medirla más que de tres modos y nada más; lo mismo que desde los tiempos en que la idea de medida por vez primera ocupó el entendimiento humano, no ha sido posible aplicar las medidas más que en tres sentidos. Pero estas consideraciones no militan en manera alguna en contra de la certeza de que, en el progreso del tiempo, a medida que las facultades de la humanidad se multipliquen, se multiplicarán también las características de la materia. Por lo demás, la expresión es todavía mucho más incorrecta que la familiar de que el Sol “sale” o se “pone”. 

Volvamos ahora a considerar la evolución material al través de las Rondas. La materia en la Segunda Ronda, como ya se ha dicho, puede en sentido figurado ser considerada como de dos dimensiones. Pero hay que advertir aquí otra cosa. Aquella expresión libre y figurada puede considerarse —en cierto modo, según hemos visto– como equivalente a la segunda característica de la materia, y correspondiendo a la segunda facultad perceptiva o sentido en el hombre. Pero estas dos escalas enlazadas de la evolución, hállanse relacionadas con los procesos corrientes dentro de los límites de una sola Ronda. La sucesión de los aspectos primarios de la Naturaleza, con que la sucesión de las Rondas se halla relacionada, tiene que ver, como ya se ha indicado, con el desarrollo de los Elementos (en el sentido oculto): Fuego, Aire, Agua, Tierra. Nos encontramos tan sólo en la Cuarta Ronda, y nuestro catálogo no pasa de este punto. 

El orden en que estos elementos se mencionan en la anterior enumeración, es el exacto para fines esotéricos y en las Enseñanzas Secretas. Milton estaba en lo justo al hablar de los “Poderes del Fuego, del Aire, del Agua y de la Tierra”; la Tierra, tal como la conocemos nosotros ahora, no existía antes de la Cuarta Ronda, hace centenares de millones de años, al principio de nuestra Tierra Geológica. El Globo era, dice el Comentario, “ígneo, frío y radiante, lo mismo que sus hombres y animales etéreos, durante la Primera Ronda” (expresando una contradicción o paradoja, según la opinión de nuestra ciencia presente): “luminoso y más denso y pesado durante la Ronda Segunda; acuoso durante la Tercera”. Así pues, están los Elementos trastrocados. Los centros de conciencia de la Tercera Ronda destinados a desarrollarse en la humanidad, tal como la conocemos nosotros, llegaron a la percepción del tercer Elemento, el Agua. 

Si tuviéramos que deducir nuestras conclusiones con arreglo a los datos que los geólogos nos suministran, diríamos entonces que no existía verdadera agua, ni aun durante el período carbonífero. Se nos dice que masas gigantescas de carbono, en los primeros tiempos difundidas en la atmósfera como ácido carbónico, fueron absorbidas por las plantas, mientras que una gran parte de aquel gas estaba mezclada con el agua. Ahora bien; si esto es así, y si debemos creer que todo el ácido carbónico que pasó a formar parte de aquellas plantas que formaron el carbón bituminoso, el lignito y demás, y que contribuyó a la formación de las calizas, etc.; que todo esto se hallaba en aquel período en la atmósfera en forma gaseosa, ¡deben de haber existido, entonces, mares y océanos de ácido carbónico líquido! Pero, ¿cómo pudo entonces ser precedido el período carbonífero por los períodos devoniano y siluriano –los de los Peces y Moluscos–, dada aquella teoría? 

Además, la presión barométrica debe de haber sido entonces varios centenares de veces superior a la presión de nuestra atmósfera presente. ¿Cómo podían resistirla organismos tan sencillos como los de ciertos peces y moluscos? Existe una obra curiosa de Blanchard, acerca del Origen de la Vida, en la cual hace ver algunas extrañas contradicciones y confusiones en las teorías de sus colegas, y la recomendamos a la atención del lector. Los de la Cuarta Ronda han añadido la Tierra como estado de materia, a los otros tres elementos en su transformación presente. En resumen, ninguno de los llamados Elementos era como son ahora, en las tres Rondas precedentes. 

En lo que se nos alcanza, el FUEGO puede haber sido puro Âkâsha, la Primera Materia del “Magnum Opus” de los Creadores y Constructores, aquella Luz Astral a la que el paradójico Eliphas Lévi llama a un mismo tiempo “Cuerpo del Espíritu Santo”, y a continuación “Baphomet”, el “Andrógino cabrío de Mendes”; el AIRE simplemente nitrógeno, el “Aliento de los Sostenedores de la Cúpula Celestial”, como le llaman los místicos mahometanos; el AGUA, aquel fluido primordial que fue requerido, según Moisés, para constituir un “Alma Viviente”. Y esto puede explicar las discrepancias flagrantes y las aserciones anticientíficas que se encuentran en el Génesis. Sepárese el primer capítulo del segundo; léase el primero como escritura de los elohístas, y el segundo como de los jehovistas, muy posteriores a aquéllos; y, sin embargo, si uno lee entre líneas, encuentra el mismo orden en que las cosas creadas aparecieron; a saber, Fuego (Luz), Aire, Agua y Hombre (o Tierra). 

Pues la sentencia del primer capítulo (el elohístico): “En el principio, Dios creó los cielos y la tierra” es una falsa traducción; no son los cielos y la tierra, sino el Cielo duplicado o doble, los Cielos superior e inferior, o sea la separación de la Substancia Primordial, que era luminosa en su porción superior y obscura en la inferior (el Universo manifestado), en su dualidad de lo invisible (para los sentidos), y lo visible para nuestras percepciones. “Dios separó la luz de las tinieblas” y después hizo el firmamento (Aire). “Hágase un firmamento en medio de las aguas, y separe las aguas de las aguas”, o sea, “las aguas que estaban bajo el firmamento [nuestro Universo manifestado visible] de las aguas sobre el firmamento” [los planos de existencia invisibles, para nosotros]. 

En el capítulo segundo (el jehovístico), las plantas y las hierbas son creadas antes que el agua, lo mismo que en el primero, la luz es producida antes que el sol. “Dios hizo la tierra y los cielos y todas las plantas del campo, antes que las hubiese en la tierra, y cada hierba del campo antes que creciera, pues el Señor Dios [los Elohim] no había hecho que lloviese sobre la tierra, etc.” –un absurdo a menos que se acepte la explicación esotérica—. Las plantas fueron creadas antes de haberlas en tierra, porque entonces no existía tierra alguna tal como es ahora; y la hierba del campo existía antes que creciera tal como lo hace ahora, en la Cuarta Ronda. Discutiendo y explicando la naturaleza de los Elementos invisibles y del “Fuego Primordial” mencionado antes, Eliphas Lévi le llama invariablemente la “Luz Astral”; para él es el “Grand Agent Magique”. Indudablemente que lo es, pero tan sólo en lo referente a la Magia Negra y a los planos más inferiores de lo que nosotros llamamos el Éter, cuyo nóumeno es el Âkâsha; y aun esto sería considerado como inexacto por los ocultistas ortodoxos. 

La “Luz Astral” es, simplemente, la más antigua “Luz Sideral” de Paracelso; y el decir que “todo cuanto existe ha sido desenvuelto de la misma, y que conserva y reproduce todas las formas” como él escribe, es enunciar la verdad tan sólo en lo referente a la segunda proposición. La primera es errónea; porque, si todo cuanto existe fue desenvuelto por medio (o por vía) de ellos, esto no es la Luz Astral, puesto que esta última no es la que contiene todas las cosas, sino a lo sumo, el reflector de este todo. Eliphas Lévi la presenta, con mucha razón, como “una fuerza de la Naturaleza” por medio de la cual, “un hombre solo que la dominase…, podría sumir al mundo en confusión y transformar su faz”; pues es el “Gran Arcano de la Magia trascendente” 

Al citar lo dicho por el gran kabalista occidental en la forma en que se ha traducido503, podemos quizás explicarlo mejor con la adición eventual de una palabra o dos, para hacer ver la diferencia entre las explicaciones occidentales y las orientales del mismo asunto. Dice el autor, en lo referente al gran Agente Mágico: Este fluido ambiente y omnipenetrante, este rayo destacado del esplendor del Sol [Central o Espiritual]… fijado por el peso de la atmósfera (?!) y por el poder de la atracción central… la Luz Astral, este éter electromagnético, este calórico vital y luminoso, es representado en los antiguos monumentos por el cinturón de Isis que se enrosca alrededor de dos polos…, y en las antiguas teogonías por la serpiente devorando su propia cola, emblema de la prudencia y de Saturno [emblema del infinito, de la inmortalidad y de Kronos –el Tiempo—, no el Dios o el planeta Saturno]. Es el dragón alado de Medea, la serpiente doble del caduceo y el tentador del Génesis; pero es también la culebra de bronce de Moisés rodeando la Tau…; por último, es el diablo del dogmatismo exotérico, y es realmente la fuerza ciega [no es ciega y Lévi lo sabía], que debe vencer las almas para desprenderse de las cadenas de la Tierra; porque de no hacerlo, serán absorbidas por el mismo poder que primero las produjo, y volverán al fuego central y eterno. 

Este gran Archaeus ha sido ahora públicamente descubierto por y para un solo hombre (J.W. Keeley, de Filadelfia). Para otros, está, sin embargo, descubierto, aunque debe permanecer casi inútil. “Hasta aquí llegarás…” Todo lo anterior es tan práctico como exacto, salvo un error, que ya hemos explicado. Eliphas Lévi comete una gran equivocación al identificar siempre la Luz Astral con lo que nosotros llamamos Âkâsha. Lo que es realmente, se explicará en el volumen IV. Eliphas Lévi escribe más adelante: El gran Agente Mágico es la cuarta emanación del principio de vida [nosotros decimos es la primera en el Universo interno, y la segunda en el externo (el nuestro)]. del cual el Sol es la tercera forma… porque el astro del día [el Sol] es tan sólo la reflexión y sombra material del Sol Central de verdad, el cual ilumina al mundo intelectual [invisible] del Espíritu, siendo él mismo sólo un fulgor prestado de lo Absoluto. 

Hasta aquí es bastante exacto. Pero cuando la gran autoridad de los kabalistas occidentales añade que, sin embargo, “no es el Espíritu inmortal como han imaginado los Hierofantes indos”, contestamos nosotros que calumnia a dichos Hierofantes, porque no han dicho semejante cosa; pues hasta las mismas escrituras puránicas exotéricas contradicen por completo el aserto. Jamás indo alguno ha confundido a Prakriti con el “Espíritu inmortal”; la Luz Astral está tan sólo por encima del plano inferior de Prakriti, el Kosmos Material. Prakriti es siempre llamado Mâyâ, Ilusión, y se halla condenado a desaparecer con el resto, incluso los Dioses, a la hora del Pralaya. 
Como se ha hecho ver, Âkâsha no es ni siquiera el Éter, y por tanto, menos todavía, como podemos imaginar, puede ser la Luz Astral. Los incapaces de penetrar más allá de la letra muerta de los Purânas, han confundido en ocasiones a Âkâsha con Prakriti, con el Éter, y hasta con el cielo visible. Cierto es también que aquellos que han traducido invariablemente la palabra Âkâsha por “Éter” –Wilson, por ejemplo–, viendo que se le llamaba “la causa material del sonido”, poseyendo, además, esta única y sola propiedad han imaginado, en su ignorancia, que era “material'' en el sentido físico. 

Cierto, además, que si las cualidades características tienen que ser aceptadas literalmente, entonces, desde el momento en que nada material o físico, y, por lo tanto, condicionado y temporal, puede ser inmortal (según la metafísica y la filosofía), la consecuencia sería que Âkâsha no es ni infinito ni inmortal. Pero todo esto es erróneo, puesto que Pradhâna, la Materia Primordial, y el Sonido, como propiedad, han sido mal comprendidos; siendo el primer término (Pradhâna) ciertamente sinónimo de Mûlaprakriti y de Âkâsha, y el segundo (el Sonido), sinónimo del Verbo, la Palabra o el Logos. Esto es fácil de demostrar, pues se ve en las frases siguientes del Vishnu Purâna 504: “No existía ni día ni noche, ni cielo ni tierra, ni tinieblas, ni luz, ni ninguna otra cosa, sino tan sólo Una, inapreciable para la inteligencia o aquello que es Brahman y Pums [Espíritu] y Pradhâna [Materia Primordial]…” Ahora bien, ¿qué es Pradhâna, si no es Mûlaprakriti, la Raíz de Todo bajo otro aspecto? Pues aunque se dice después que Pradhâna se sumerge en la Deidad, como todas las cosas, para dejar tan sólo al Uno absoluto durante el Pralaya, es, sin embargo, considerado como infinito e inmortal. 

La traducción literal se da como sigue: “Un Espíritu Brahma Prâdhânika: AQUELLO era”; y el comentarista interpreta la palabra compuesta como sustantivo, y no corno una palabra derivada, empleada atributivamente, o sea como “algo unido a Pradhâna”. Debe tenerse en cuenta, además, que el sistema puránico es dualista, no evolucionario; y que con respecto a esto, se encontrará mucho más desde un punto de vista esotérico, en el Sânkhya, y hasta en el Mânava-Dharma-Shâstra, por mucho que este último difiera del primero. Por tanto, Pradhâna, hasta en los Purânas, es un aspecto de Parabrahman, no una evolución, y debe ser lo mismo que el Mûlaprakriti vedantino. “Prakriti, en su estado primario, es Âkâsha” –dice un sabio vedantino505–. 

Es casi Naturaleza abstracta. Âkâsha, pues, es Pradhâna en otra forma, y como tal, no puede ser el Éter, el agente siempre invisible, cortejado hasta por la misma ciencia física. Ni es la Luz Astral. Es, corno se ha dicho, el nóumeno del séptuple Prakriti diferenciado506, la siempre inmaculada “Madre” del “Hijo” huérfano de padre, que se convierte en “Padre” en el plano inferior manifestado. Pues Mahat es el primer producto de Pradhâna o Âkâsha; y Mahat –la Inteligencia Universal, “cuya propiedad característica es Buddhi”– no es otro que el Logos, puesto que se le llama Ishvara, Brahmâ, Bhâva, etc.507. Él es, en resumen, el “Creador” o la Mente Divina en operación creativa, “la Causa de todas las cosas”. Él es el “Primogénito”, de quien nos dicen los Purânas, que “la Tierra y Mahat son las fronteras externa e interna del Universo”, o en nuestro lenguaje, los polos positivo y negativo de la Naturaleza dual (abstracta y concreta) ; pues el Purâna añade: De esta manera –como fueron las siete formas [principios] de Prakriti contadas desde Mahat a la Tierra—, así en la disolución (elemental) (pratyâhára), estas siete vuelven a entrar sucesivamente una en otra. 

El Huevo de Brahmâ (Surva-mandala) se disuelve con sus siete zonas (dvîpa), siete océanos, siete regiones, etc.508. Éstas son las razones por las que los ocultistas rehúsan dar el nombre de Luz Astral al Âkâsha, o llamarle Éter. “En la casa de mi Padre hay muchas moradas”, puede ser puesto en parangón con el proverbio ocultista: “En casa de nuestra Madre existen siete mansiones” o planos, el inferior de los cuales está por encima y en torno de nosotros: la Luz Astral. Los elementos, sean simples o compuestos, no pueden haber permanecido los mismos desde el principio de la evolución de nuestra cadena. Todas las cosas en el Universo progresan constantemente durante el Gran Ciclo, al mismo tiempo que van de un modo incesante arriba y abajo en los ciclos menores. 

La Naturaleza jamás permanece estacionaria durante el Manvantara, pues siempre está viniendo a ser 509, no simplemente siendo; y las vidas mineral, vegetal y humana siempre están adaptando sus organismos a los Elementos reinantes a la sazón y, por lo tanto, aquellos Elementos eran entonces apropiados para ellas, como lo son ahora para la vida de la humanidad presente. Tan sólo en la próxima Ronda, la Quinta, será cuando el quinto Elemento, el Éter, el cuerpo grosero del Âkâsha (si es que aun así puede llamársele), se convertirá en un hecho familiar de la Naturaleza para todos los hombres, como el aire nos es familiar a nosotros ahora, y cesará de ser como al presente, hipotético, y un “agente” para tantas cosas. Y tan sólo durante aquella Ronda serán susceptibles de completa expansión los sentidos más elevados, cuyo desarrollo y evolución favorece el Âkâsha. Como ya se ha indicado, puede esperarse, en el período apropiado durante esta Ronda, el desarrollo de un conocimiento familiar parcial de la propiedad característica de la materia –Permeabilidad–, cuyo desarrollo se debe verificar a la par que el sexto sentido. 

Pero con el siguiente Elemento añadido a nuestros recursos, en la Ronda próxima la Permeabilidad se convertirá en una característica tan manifiesta de la materia, que las formas más densas de esta Ronda no aparecerán más obstructoras a las percepciones del hombre, que hoy una espesa niebla. 
Volvamos ahora al Ciclo de Vida. Sin extendernos mucho en la descripción dada de las VIDAS Superiores, debemos dirigir ahora nuestra atención sencillamente a los Seres terrenos y a la Tierra misma. 
Esta última, se nos dice, es construida para la Primera Ronda por los “Devoradores”, que desintegran y diferencian los gérmenes de otras Vidas en los Elementos; y puede suponerse lo verifican de un modo muy parecido a como lo hacen en el estado presente del mundo, los aerobios cuando minan y desorganizan la estructura química de un organismo, transformando la materia animal y generando substancias que varían en sus constituciones. Así considera el Ocultismo a la llamada edad azoica por la Ciencia, pues muestra que jamás en ninguna época ha permanecido la Tierra sin vida sobre ella. En dondequiera que exista un átomo de materia, una partícula o una molécula, aun en su condición más gaseosa, allí hay vida, por latente e inconsciente que sea. 

Cualquiera cosa que abandone el Estado Laya se convierte en Vida activa; ella es arrastrada al torbellino del MOVIMIENTO [el Disolvente Alquímico de la Vida]; Espíritu y Materia son los dos Estados del UNO, que no es mi Espíritu ni Materia, siendo ambos la Vida Absoluta, latente… El Espíritu es la primera diferenciación de [y en] el ESPACIO; y la Materia, la primera diferenciación del Espíritu. Lo que no es ni Espíritu ni Materia, es ELLO – la CAUSA sin Causa del Espíritu y de la Materia, que son la Causa del Kosmos. Y a AQUELLO lo llamamos la VIDA UNA o el Aliento Intracósmico 510. Una vez más decimos: cada cosa debe producir su semejante. La Vida Absoluta no puede producir un átomo inorgánico, sea simple o complejo; y aun en Laya existe la vida, del mismo modo precisamente que un hombre sumido en un estado profundamente cataléptico, es un ser viviente, aunque muestre todas las apariencias de un cadáver. 

Cuando los “Devoradores” —en los que los hombres de ciencia son invitados a ver, con algún asomo de razón, átomos de la Niebla de Fuego, a lo cual no opondría el ocultista objeción alguna–, cuando los Devoradores, decimos, han diferenciado “los Átomos de Fuego”, por un proceso peculiar de segmentación, estos últimos se convierten en Gérmenes de Vida, que se agregan con arreglo a las leyes de la cohesión y de la afinidad. Entonces los Gérmenes de Vida producen Vidas de otra clase, que actúan sobre la estructura de nuestros Globos. Así, en la Primera Ronda, habiendo sido el Globo construido por las primitivas Vidas de Fuego (o sea formado en esfera), no poseía solidez, ni cualidades, salvo un resplandor frío, sin forma, sin color; tan sólo hacia el final de la Primera Ronda desarrolla un Elemento, el cual, de Esencia simple, y por decirlo así, inorgánica, se ha convertido ahora, en nuestra Ronda, en el fuego que conocemos en todo el Sistema. 

La tierra estaba en su primer Rûpa, cuya esencia es el Principio âkâshico, llamado ***, que ahora se conoce por Luz Astral (denominación completamente errónea), a la cual Eliphas Lévi llama “Imaginación de la Naturaleza”, probablemente rehuyendo darle su verdadero nombre, como hacen otros. Hablando de ella, en su Prefacio a la Histoire de la Magie, Eliphas Lévi dice: Por medio de esta fuerza, todos los centros nerviosos comunican secretamente entre sí; de ella nacen la simpatía y la antipatía; de ella provienen nuestros sueños, y tienen lugar los fenómenos de la segunda vista y las visiones extranaturales… La Luz Astral [obrando bajo el impulso de voluntades poderosas]… destruye, coagula, separa, quebranta y se acumula en todas las cosas… Dios la creó aquel día en que dijo “Fiat lux”… Es dirigida por los Egrégores, o sean, los jefes de las almas, que son los espíritus de la energía y de la acción511. Eliphas Lévi debió haber añadido, que la Luz Astral, o Substancia Primordial, si es materia alguna es lo que, llamado Luz, Lux explicado esotéricamente, es el cuerpo de aquellos Espíritus mismos y su misma esencia. 

Nuestra luz física es la manifestación en nuestro plano, y la radiación reflejada, de la Luz Divina que emana del cuerpo colectivo de los que son llamados las “Luces” y las “Llamas”. Pero ningún otro kabalista ha poseído como Eliphas Lévi el talento de amontonar una contradicción sobre otra, y de hacer que en una misma frase se contradiga una paradoja a la otra con tal fluidez de lenguaje. Él conduce al lector al través de los valles más bellos, para dejarle, después de todo, en una roca estéril y desierta. Dice el Comentario: Por medio de las radiaciones de los siete Cuerpos de los siete Órdenes de Dhyânis, nacen las siete Cantidades Discretas [Elementos], cuyo movimiento y unión armoniosa producen el Universo manifestado de la Materia. La Segunda Ronda hace que se manifieste el segundo Elemento –el AIRE–, cuya pureza aseguraría la vida continua a quien de él hiciese uso. Sólo han existido en Europa dos ocultistas que lo hayan descubierto, y aun en parte aplicado a la práctica, si bien su composición ha sido conocida siempre entre los más elevados Iniciados orientales. 

El ozono de los químicos modernos es veneno comparado con el verdadero Disolvente Universal, acerca del que jamás se hubiera podido pensar, a menos de existir en la Naturaleza. Desde la segunda Ronda, la Tierra –hasta entonces un feto en la matriz del Espacio– comenzó su existencia real: ella había desarrollado ya la Vida individual senciente, su segundo Principio. El segundo corresponde al sexto [Principio]; el segundo es Vida continua; el otro, temporal. La Tercera Ronda desarrolló el tercer Principio –el AGUA–, al paso que la Cuarta transformó la forma plástica gaseoso-fluídica de nuestro Globo, en la esfera groseramente material, dura e incrustada, en la cual vivimos ahora. “Bhûmi” ha obtenido su cuarto Principio. A esto puede objetarse que queda quebrantada la ley de analogía, acerca de la cual tanto se insiste. Nada de eso. 

La Tierra alcanzará su forma verdaderamente postrera –su cuerpo concha–, a la inversa en esto del hombre, tan sólo hacia el final del Manvantara, después de la Séptima Ronda. Tenía razón Eugenio Philalethes al asegurar a sus lectores, “bajo su palabra de honor”, que nadie había visto todavía la “Tierra”, esto es, la Materia en su forma esencial. Nuestro Globo se halla hasta la fecha en su estado Kâmarûpico, el Cuerpo Astral de Deseos del Ahamkâra, el ciego Egotismo, la producción de Mahat, en el plano inferior. No es la materia constituida molecularmente, y menos todavía el cuerpo humano Sthûla Sharîra, el más grosero de todos nuestros “Principios”, sino en realidad el Principio medio, el verdadero centro animal; al paso que nuestro cuerpo es tan sólo su envoltura, el factor e instrumento irresponsable, por medio del cual actúa la bestia en nosotros. Todo teósofo inteligente comprenderá lo que quiero decir. Así es que la idea de que el tabernáculo humano está construido por Vidas innumerables lo mismo precisamente que la corteza rocosa de nuestra Tierra, no tiene nada de repulsiva en sí para el místico verdadero. 

No puede la Ciencia oponerse a la enseñanza ocultista pues no porque el microscopio no logre jamás descubrir la vida última o el último átomo viviente, puede rechazar la doctrina. (c) Nos enseña la Ciencia que en los organismos del hombre y del animal, lo mismo vivos que muertos, hormiguean las bacterias de un centenar de diversas especies; que nos vemos amenazados desde fuera con la invasión de microbios a cada una de nuestras inspiraciones, y de dentro por leucomaínas, aerobios, anaerobios y muchas más cosas. Pero la Ciencia no ha ido todavía tan lejos como la doctrina oculta, la cual asegura que nuestros cuerpos, lo mismo que los de los animales, plantas y piedras, están por completo construidos de semejantes seres, a los que, exceptuando sus mayores especies, ningún microscopio puede observar. En lo que se refiere a las porciones puramente animal y material en el hombre, hállase la Ciencia en camino de descubrimientos, que irán muy lejos, corroborando esta teoría. 

La Química y la Fisiología son los dos grandes magos del futuro, que están destinados a abrir los ojos de la humanidad a las grandes verdades físicas. Cada día se demuestra más y más claramente la identidad entre el animal y el hombre físico, entre la planta y el hombre, y aun entre el reptil y su madriguera, la roca, y el hombre. Una vez comprobada la identidad de los constituyentes físicos y químicos de todos los seres, puede muy bien decir la ciencia química que no existe diferencia alguna entre la materia de que se forma un buey y la que forma al hombre. Pero la doctrina oculta es mucho más explícita. Ella dice: No solamente los constituyentes químicos son los mismos, sino que las mismas Vidas invisibles infinitesimales forman los átomos de los cuerpos de la montaña y de la margarita, del hombre y de la hormiga, del elefante y del árbol que le resguarda del sol. 

Toda partícula (ya la llamen orgánica o inorgánica) es una Vida. Todo átomo y molécula en el Universo es a la par dador de vida y dador de muerte para las formas, por cuanto construye por agregación universos, y los efímeros vehículos dispuestos para recibir el alma que transmigra; así como del mismo modo destruye y cambia eternamente las formas, y expele las almas de sus mansiones temporales. Crea y mata; genera y destruye por sí; trae a la existencia, y aniquila, a ese misterio de los misterios, el cuerpo viviente del hombre, animal o planta, a cada segundo en el tiempo y en el espacio; genera igualmente la vida y la muerte la belleza y la fealdad, el bien y el mal, y aun las sensaciones agradables y desagradables, las benéficas y las maléficas. Es esa VIDA misteriosa, representada colectivamente por millones innumerables de Vidas, la que sigue, en su camino propio y esporádico, la ley del atavismo hasta el presente incomprensible; la que copia parecidos de familia, como asimismo los que encuentra impresos en el aura de los generadores de cada ser humano futuro; un misterio, en resumen, al cual se concederá mayor atención en otra parte. Por ahora, puede citarse un ejemplo como ilustración. 

La ciencia moderna empieza a descubrir que la tomaína, el alcaloide venenoso generado por la materia en descomposición y por los cadáveres –una vida también– , extraído con auxilio del éter volátil, produce un olor tan fuerte como el de las más lozanas flores de azahar; y que privados de oxígeno, estos alcaloides, o bien producen el más repugnante y desagradable de los olores, o el más agradable de los aromas, que recuerda el de las flores más delicadas; y se sospecha que esas flores deben su agradable perfume a la venenosa tomaína. La esencia ponzoñosa de ciertos hongos es casi idéntica al veneno de la cobra de la India, la más mortífera de las serpientes. 
Los sabios franceses Arnaud, Gautier y Villiers han encontrado en la saliva de hombres vivos el mismo alcaloide venenoso que en la del sapo, la salamandra, la cobra y el trigonocéfalo de Portugal. Se ha probado que el veneno más mortal, llámese tomaína, leucomaína o alcaloide, es generado por los hombres, animales y plantas vivas. 

El mismo sabio Gautier ha descubierto un alcaloide en la carne fresca y en los sesos de un buey, y un veneno al cual llama xanthocreatinina, semejante a la sustancia extraída de la saliva venenosa de los reptiles. Los tejidos musculares, los órganos más activos en la economía animal, se sospecha que son los generadores o factores de venenos que tienen la misma importancia que el ácido carbónico y la urea en las funciones de la vida, y son los productos postreros de la combustión interna. Y aunque no se ha determinado todavía por completo si los venenos pueden ser generados por el sistema animal de los seres vivientes, sin la participación e intervención de los microbios, se ha visto, sin embargo, que el animal produce sustancias venenosas en su estado fisiológico o vivo. Así, habiendo descubierto los efectos, tiene la Ciencia que buscar sus causas primarias, y jamás podrá encontrarlas sin el auxilio de las antiguas ciencias, la alquimia, la física y la botánica ocultas. 

A nosotros se nos enseña que cada cambio fisiológico, además de los fenómenos patológicos, enfermedades (aun más, la vida misma, o más bien los fenómenos objetivos de la vida, producidos por ciertas condiciones y cambios en los tejidos del cuerpo, que permiten y fuerzan a la vida a que actúe en aquel cuerpo), que todo esto es debido a esos invisibles “Creadores” y “Destructores” llamados microbios de un modo tan vago y general. Pudiera suponerse que estas Vidas Ígneas y los microbios de la ciencia son idénticos. Esto no es verdad. Las Vidas Ígneas constituyen la séptima y más elevada subdivisión del plano de la materia, y corresponden en el individuo a la Vida Una del Universo, si bien únicamente en aquel plano de materia. Los microbios de la Ciencia son la subdivisión primera y más inferior en el segundo plano, el del Prâna material o Vida. 

El cuerpo físico del hombre sufre un completo cambio de estructura cada siete años, y su destrucción y conservación son debidas a las funciones alternadas de las Vidas Ígneas, como Destructores y Constructores. Son Constructores sacrificándose ellas mismas, en forma dé vitalidad, para contener la influencia destructora de los microbios; y proporcionando a éstos lo que es necesario, les obligan bajo esa restricción a construir el cuerpo material y sus células. También son ellas Destructoras, cuando aquella restricción desaparece; y faltándoles a los microbios la energía vital constructora, quedan en libertad para convertirse en agentes destructores. Así, durante la primera mitad de la vida del hombre, los primeros cinco períodos de siete años, hállanse las Vidas Ígneas indirectamente dedicadas a construir el cuerpo material del hombre; la Vida se halla en una escala ascendente, y se emplea la fuerza en la construcción y el aumento. 

Después de pasado este período, principia la edad de retroceso, y agotando su energía, la obra de las Vidas Ígneas, comienza también la obra de la destrucción y de la decadencia. Puede encontrarse aquí una analogía entre los sucesos cósmicos en el descenso del Espíritu hacia la materia, durante la primera mitad de un Manvantara (lo mismo planetario que humano), y su ascenso, a expensas de la materia, en la segunda mitad. Estas consideraciones tienen que ver tan sólo con el plano de la materia; pero la influencia restrictiva de las Vidas Ígneas en la subdivisión más inferior del segundo plano (los microbios) es confirmada por el hecho descrito en la teoría de Pasteur antes mencionada de que las células de los órganos, cuando no encuentran el oxígeno suficiente para sí mismas, se adaptan a aquella condición y forman fermentos, los cuales, absorbiendo oxígeno de las sustancias con que se ponen en contacto, las destruyen. 

Así comienza el proceso de destrucción por la célula que priva a su vecina de la fuente de su vitalidad cuando es insuficiente el suministro; y una vez comenzada la ruina de este modo, progresa constantemente. Experimentadores tales como Pasteur son los mejores amigos y auxiliares de los Destructores, y los peores enemigos de los Creadores, si los últimos no fuesen al mismo tiempo destructores también. Sea como fuese, una cosa hay cierta en esto: el conocimiento de estas causas primarias y de la última esencia de cada Elemento, de sus Vidas, sus funciones, propiedades y condiciones de cambio, constituye la base de la MAGIA. 

Paracelso ha sido, quizás, el único ocultista en Europa, durante los últimos siglos de la Era Cristiana, que estaba versado en este misterio. Si una mano criminal no hubiese puesto fin a su vida años antes del tiempo que la Naturaleza le había concedido, la Magia fisiológica tendría muchos menos secretos para el mundo civilizado, que los que ahora tiene. (d) Pero, ¿qué tiene que ver la Luna con todo esto? –se nos puede preguntar–. ¿Qué tienen que hacer, en compañía de los microbios de vida, “Pez, Pecado y Soma (la Luna)” en la frase apocalíptica de la Estancia? Con los microbios nada, excepto que éstos se sirven del tabernáculo de barro preparado por ellos; con el Hombre perfecto divino, todo, puesto que “Pez, Pecado y Luna” constituyen unidos los tres símbolos del Ser inmortal. Esto es todo cuanto puede darse. Ni pretende la autora saber más acerca de este extraño símbolo, que lo que puede inferirse sobre ellos de las religiones exotéricas [del misterio quizás existente bajo el Avatâra Matsya (Pez) de Vishnu, el Oannes caldeo, el Hombre-Pez, representado en el signo imperecedero del Zodiaco, Piscis, que se encuentra en los dos Testamentos en la persona de Josué, “Hijo de Num (el Pez)” y Jesús; del alegórico “Pecado” o Caída del Espíritu en la Materia; y de la Luna], en lo que se refiere a su relación con los Antecesores Lunares, los Pitris. 

Por ahora, puede convenir recordar al lector que, al paso que las Diosas Lunares se hallaban relacionadas en todas las mitologías, especialmente en la griega, con los nacimientos, a causa de la influencia de la Luna sobre las mujeres y la concepción, la conexión real y oculta de nuestro satélite con la fecundación, es hoy día por completo desconocida para la fisiología, que considera como supersticiones groseras a todas las prácticas populares relacionadas con la misma. Como es inútil discutirlas en todos sus detalles, lo único que podernos hacer como de paso será tan sólo presentar el simbolismo lunar, para mostrar que dicha superstición pertenece a las más antiguas creencias, y aun al judaísmo –base del Cristianismo–. 

Para los israelitas, la principal función de Jehovah era la de conceder hijos; y el esoterismo de la Biblia, interpretado kabalísticamente, muestra de un modo indudable que el “Sanctasantórum”, en el Templo, era sencillamente el símbolo de la matriz. Esto se halla demostrado hoy día, fuera de toda duda, por la lectura numérica de la Biblia en general, y la del Génesis especialmente. Esta idea debieron de tomarla a todas luces los judíos de los egipcios e indos, cuyo “Sanctasantórum” está simbolizado por la Cámara del Rey en la Gran Pirámide, y por los símbolos Yoni del hinduismo exotérico. Para dar mayor claridad al asunto, y para mostrar al mismo tiempo la enorme diferencia existente entre el espíritu de la interpretación y el significado original de los mismos símbolos entre los antiguos ocultistas orientales y los kabalistas judíos, remitimos al lector a la Sección de “El Sanctasantórum”, en el IV volumen. 

El culto fálico desarrollóse tan sólo con la pérdida de las claves de la significación verdadera de los símbolos. Fue la última y más fatal desviación del camino real de la verdad y del saber divino, hacia el sendero lateral de la ficción, elevada a la categoría de dogma merced a la falsificación humana y a la ambición jerárquica. 

6. DESDE EL PRIMER NACIDO512, EL HILO ENTRE EL SILENCIOSO VIGILANTE Y SU SOMBRA SE HACE MÁS Y MÁS FUERTE Y RADIANTE A CADA CAMBIO513. LA LUZ DEL SOL DE LA MAÑANA SE HA CAMBIADO EN LA GLORIA DEL MEDIODÍA… 

Esta frase: “El Hilo entre el Silencioso Vigilante y su Sombra [el Hombre] se hace más y más fuerte a cada Cambio”, es otro misterio psicológico que encontrará su explicación en los volúmenes III y IV. 

Por ahora bastará decir que el “Vigilante” y sus “Sombras” (éstas en el mismo número que reencarnaciones tenga la Mónada), son uno. El Vigilante, o el Divino Prototipo, hállase en :el peldaño superior de la Escala del Ser: la sombra, en el inferior. Por otra parte, la Mónada de cada ser viviente, a menos que la depravación moral de éste quebrante la conexión y se precipite perdido por el “Sendero Lunar” –empleando la expresión oculta–, es un Dhyân Chohan individual, distinto de los demás, y con una especie de individualidad espiritual propia, durante un Manvantara especial. Su Primario, el Espíritu (Âtman), es uno, por supuesto, con el Espíritu Universal único (Paramâtma) ; pero el Vehículo (Vâhan), que es su tabernáculo, el Buddhi, es parte y componente de aquella Esencia Dhyân-Chohânica; y en esto es en lo que radica el misterio de aquella ubicuidad, que ha sido discutida unas cuantas páginas atrás. 

“Mi Padre que está en los ciclos y yo, somos uno” –dice la Escritura Cristiana; y en esto es, de todos modos, el eco fiel del dogma esotérico. 

7. “ÉSTA ES TU RUEDA ACTUAL” –DIJO LA LLAMA A LA CHISPA–. ”TÚ ERES YO MISMA MI IMAGEN Y MI SOMBRA. YO ME HE REVESTIDO DE TI, Y TÚ ERES MI VÂHAN514, HASTA EL DÍA “SÉ CON NOSOTROS”, EN QUE HAS DE VOLVER A SER YO MISMA Y OTROS, TÚ MISMA Y YO (a)”. ENTONCES LOS CONSTRUCTORES, TERMINADA SU PRIMERA VESTIDURA, DESCIENDEN SOBRÉ LA RADIANTE TIERRA, Y REINAN SOBRE LOS HOMBRES, QUE SON ELLOS MISMOS… (b). 

(a) El día en que la Chispa se vuelva a convertir en la Llama; cuando el hombre se confunda con su Dhyân Chohan, “yo mismo y otros, tú mismo y yo”, como dice la Estancia, significa que en Paranirvâna (cuando el Pralaya haya reducido no sólo los cuerpos materiales y psíquicos, sino aun los mismos Egos espirituales, a su principio original), las Pasadas, las Presentes y aun las Futuras Humanidades, así como todas las cosas, serán uno y lo mismo. Todo habrá reingresado en el Gran Aliento. En otras palabras: “todo será sumergido en Brahman” o la Divina Unidad.

 ¿Es esto la aniquilación como algunos piensan? ¿Es ateísmo como otros críticos –los adoradores de una deidad personal y creyentes en un paraíso antifilosófico– se inclinan a creer? Ni lo uno ni lo otro. Es más que inútil volver a la cuestión de un supuesto ateísmo en lo que es espiritualismo del carácter más refinado. El ver aniquilación en el Nirvâna, equivale a decir también que es aniquilado un hombre sumido en sueño, profundo, sin ensueños, que no deja impresión ninguna ni en la memoria ni en el cerebro físico, por hallarse entonces el “Yo Superior” del durmiente en su estado original de Conciencia Absoluta. Pero este ejemplo responde tan sólo a un aspecto de la cuestión –el más material; puesto que reabsorción no es, en manera alguna, tal “sueño sin ensueños” sino al contrario, Existencia Absoluta; una unidad incondicionada o un estado, para cuya descripción es el lenguaje humano absoluta y desesperadamente inadecuado. 

La única aproximación a algo parecido a un concepto del mismo, puede intentarse únicamente en las visiones panorámicas del Alma, a través de las ideaciones espirituales de la Mónada divina. Ni se pierde la Individualidad, ni siquiera la esencia de la Personalidad, si es que queda alguna, por ser reabsorbida. Pues por ilimitado que sea, con arreglo al concepto humano, el estado paranirvânico, tiene, sin embargo, un límite en la Eternidad. Una vez alcanzado, la misma Mónada resurgirá de allí como un ser todavía más perfecto, en un plano mucho más elevado, para volver a comenzar su ciclo de actividad perfeccionada. La mente humana no puede, en su estado actual de desarrollo, trascender y apenas puede alcanzar a estas alturas de pensamiento. Vacila ante el borde de lo Absoluto y de la Eternidad incomprensibles. 

(b) Los “Vigilantes” reinan sobre los hombres durante todo el período del Satya Yuga y los Yugas subsiguientes menores, hasta el principio de la Tercera Raza-Raíz; después de la cual lo verifican los Patriarcas, los Héroes y los Manes, como en las Dinastías egipcias enumeradas por los sacerdotes a Solón, los Dhyânis encarnados de un orden inferior, hasta el Rey Menes y los reyes humanos de otras naciones. Todos estaban cuidadosamente anotados. 

En opinión de los simbologistas, esta edad mitopoética debe, por supuesto, considerarse tan sólo como un cuento de hadas. Pero desde el momento en que las tradiciones y aun las crónicas de semejantes dinastías de Reyes Divinos, de los Dioses reinando sobre los hombres, seguidos por dinastías de Héroes o Gigantes, existen en los anales de todas las naciones, es difícil comprender cómo todos los pueblos que existen bajo el sol, algunos de los cuales están separados por vastos Océanos y pertenecen a diferentes hemisferios, tales como los antiguos peruanos y mexicanos, así como los caldeos, pueden haber compuesto los mismos “cuentos de hadas”, con igual orden en los sucesos515. Sea como fuere, comoquiera que la Doctrina Secreta enseña historia –la cual, no por ser esotérica y tradicional, deja de ser menos digna de fe que la historia profana–, tenemos tantos títulos a nuestras creencias como el que más, sea religioso o escéptico. Y aquella Doctrina dice que los Dhyâni-Buddhas de los dos Grupos superiores, a saber, los Vigilantes o los Arquitectos, proporcionan a las múltiples y diversas Razas, reyes y jefes divinos. 

Estos últimos son los que enseñaron a la humanidad sus artes y ciencias, y los primeros los que revelaron las grandes verdades espirituales de los mundos trascendentes a las Mónadas encarnadas que acababan de desprenderse de sus Vehículos pertenecientes a los Reinos inferiores, y que habían, por lo tanto, perdido todo recuerdo de su origen divino, las grandes verdades espirituales de los Mundos trascendentes. De este modo, como se expresa en la Estancia, “descienden los Vigilantes sobre la radiante Tierra y reinan sobre los hombres, que son ellos mismos”. 
Los Reyes reinantes terminaron su ciclo en la Tierra y en otros Mundos, en las Rondas precedentes. En los Manvantaras futuros, ascenderán ellos a Sistemas más elevados que nuestro Mundo planetario; y los Elegidos de nuestra humanidad, los Precursores en el duro y difícil camino del Progreso, son los que ocuparán el lugar de sus predecesores. 

El próximo gran Manvantara contemplará a los hombres de nuestro propio Ciclo de Vida, convertidos en los instructores y guías de una humanidad cuyas Mónadas puede que se hallen ahora aprisionadas –semiconscientes– en lo más inteligente del reino animal, al paso que sus principios inferiores estarán animando, quizás, a los ejemplares más elevados del mundo vegetal. Así han procedido los ciclos de la evolución septenaria, en la Naturaleza Séptuple: la espiritual o divina; la psíquica o semidivina; la intelectual, la pasional, la instintiva o cognicional; la semicorporal y la puramente material o física. Todas éstas se desenvuelven y progresan cíclicamente, pasando de una a otra, en un doble sentido, centrífugo y centrípeto, uno en su esencia última y siete en sus aspectos. 

El más inferior es, por supuesto, el que depende de nuestros cinco sentidos, y que se halla sujeto a los mismos, los cuales verdaderamente son siete, como se demostrará más adelante, con la autoridad de los Upanishads más antiguos. Esto en lo referente a las vidas individual, humana, senciente, animal y vegetal, cada una de ellas microcosmo de su macrocosmo superior. Lo mismo en cuanto al Universo, el cual manifiesta periódicamente al objeto de los progresos colectivos de las Vidas innumerables, las expiraciones de la Vida Una; a fin de que, por medio del constante Volver a ser, cada átomo cósmico en este Universo infinito, pasando de lo informe y lo intangible, al través de las naturalezas complejas de lo semiterrestre, a la materia en plena generación, y volviendo después atrás, reascendiendo a cada nuevo período a estados más elevados y más próximos a la meta final; a fin de que, repetimos, pueda cada átomo alcanzar, por medio de esfuerzos y méritos individuales, aquel estado en que vuelve a convertirse en el TODO UNO e Incondicionado. 

Pero entre el Alfa y la Omega discurre el “Camino” abrumador, bordeado de espinas, que primero se dirige hacia abajo, y después … serpentea el sendero hacia lo alto del collado; Sí, hasta la misma cumbre. Partiendo inmaculado para el largo viaje, descendiendo más y más en la materia pecadora, y habiéndose relacionado con cada uno de los átomos del Espacio manifestado, el Peregrino (después de haber luchado y sufrido al través de cada una de las formas de vida y de existencia), tan sólo en el fondo del valle de la materia, y a la mitad de su ciclo es cuando llega a identificarse con la humanidad colectiva. Ésta, la ha hecho según su propia imagen. A fin de progresar hacia lo alto y hacia su patria, tiene el “Dios” ahora que ascender el sendero fatigoso y escarpado del Gólgota de la Vida. 

Es el martirio de la existencia consciente de sí misma. Como Vishvakarman, tiene que sacrificarse a sí mismo para redimir a todas las criaturas para resucitar de entre las Muchas a la Vida Una. Entonces asciende, en verdad, a los cielos; en donde, sumido en la incomprensible Existencia y Bienaventuranza Absolutas del Paranirvâna, reina incondicionalmente, y de donde volverá a descender en el próximo “Advenimiento” que una porción de la humanidad espera, según el sentido de la letra muerta, como el “segundo Advenimiento”, y la otra como el último “Kalki Avatâra”. ______________________________________ 

474 Cap XXXII, 9. 
475 Su Tríada Superior. 
476 Bhumi o Prithivi. 
477 Book of the Dead, I, 7. Compárese también Mysteries of Rostan. 
478 Reino. 
479 Reino. 
480 La primera Sombra del Hombre Físico. 
481 El Hombre. 
482 La Luna. 
483 Véase Mantuan Codex. 
484 La formación del “Alma Viviente” u Hombre expresaría la idea con mayor claridad. “Un Alma Viviente” es en la Biblia un sinónimo del Hombre. Éstos son nuestros siete “Principios”. 
485 Ha Idra Zata Kadisha, XXII, pág. 746. 
486 XVIII, 12. 
487 Hebreos, IV. 
488 Cruden, sub voce. 
489 Libro de los Números, L, VIII, 3. 
490 Pág. 389. 
491 Lámina VII, pág. 37. 
492 Esta tríada está separada del Cuaternario inferior, pues se desliga por sí misma, después de la muerte. 
493 Eliphas Lévi ha confundido los números, sea de propósito o por cualquier otra causa; para nosotros, su núm. 2 es núm. 1 (el Espíritu) ; y haciendo de Nephesh a la vez, el Mediador Plástico y la Vida, hace que en realidad resulten tan sólo seis principios, porque repite los dos primeros. 
494 El Esoterismo enseña lo mismo. Pero Manas no es Nephesh; ni este último es el principio astral, sino. el Cuarto Principio, y también el Segundo, Prâna; pues Nephesh es el “Soplo de Vida” en el hombre, así como en el animal y en el insecto; de la vida física y material, la cual no posee espiritualidad alguna en sí misma. 
495 Zohar, “Idra Suta”, libro III, pág. 292, b. 
496 I, 302. 
497 Neologismo para expresar la cualidad de absoluto (Absoluteness). - Nota del Traductor. 
498 Léase en Isis sin Velo (vol. II, págs. 297-303) la doctrina del Codex Nazaroeus todos los principios de nuestras enseñanzas se encuentran allí bajo una forma y alegoría diferentes. 
499 Manu, Libro I 
500 La palabra “Pecado” (Sin) es curiosa, pero posee una relación oculta particular con la Luna, siendo, además, su equivalente caldeo. 
501 La teoría del profesor Zöllner ha sido muy bien recibida por varios sabios, que son también espiritistas; los profesores Butlerof y Wagner, de San Petersburgo, por ejemplo. 
502 “El conceder realidad a las abstracciones es el error del Realismo. El Espacio y el Tiempo son, con frecuencia, considerados como aparte de todas las experiencias concretas de la mente, en lugar de ser generalizaciones de éstas en ciertos aspectos”. Bain, Logic, parte II. página 389. 
503 The Mysteries of Magic, por A. E. Waite. 
504 Wilson, I, 23-24. 
505 Five Years of Theosophy, pág. 169. 
506 En la filosofía Sânkhya, las siete Prakritis o “producciones productivas” son Mahat, Ahamkâra y los cinco Tanâtras. Véase Sânkhya Kârikâ, III, y el Comentario de la misma. 
507 Véase Linga Purâna, Sección Primera, LXX, 12 y siguientes, y Vâyu Purâna; cap. IV; pero especialmente el primer Purâna, Sección Primera, VIII, 67-74. 
508 Vishnu Purâna, libro VI, cap. IV. No hay para qué decirlo a los indos, que se saben sus Purânas de memoria; pero sí es útil recordar a nuestros orientalistas y a los occidentales que consideran como autoridad las traducciones de Wilson, que en su traducción inglesa del Vishnu Purâna, él es culpable de las contradicciones y errores más ridículos. Así es que en este mismo asunto de los siete Prakritis, o las siete zonas del Huevo de Brahmâ, las dos narraciones difieren por completo. En el vol. I, pág. 40, se dice que el Huevo se halla exteriormente investido por siete envolturas. Wilson dice así: “por Agua, Aire, Fuego, Éter y Ahamkâra”, cuya última palabra no existe en los textos sánscritos. Y en el vol. V, pág. 198, del mismo Purâna se ve escrito: “de esta manera fueron las siete formas de la Naturaleza (Prakriti) contadas de Mahat a la Tierra” (?). Entre Mahat o Mahâ-Buddhi y “Agua, etc”, la diferencia es muy considerable.
509 También es así para el gran metafísico Hegel. Para él la Naturaleza era un perpetuo venir a ser.
El concepto es puramente esotérico. La Creación u Origen, en el sentido cristiano de la palabra, es en absoluto inconcebible. Como dice el pensador antes citado: “Dios (el Espíritu Universal) se hace objetivo como Naturaleza, y de nuevo se levanta de ella”.
510 Book of Dzyan, Com. III, par. 18.
511 Pág. 19.
512 El Hombre Primitivo o Primero.
513 Reencarnación.
514 Vehículo.
515 Véase, por ejemplo, Sacred Mysteries among the Mayas and the Quiches, por Auguste le Plongeon, que muestra la identidad entre los ritos y creencias egipcios y los del pueblo que describe. Los antiguos alfabetos hieráticos de los mayas y de los egipcios son casi idénticos

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