“La Historia de la Creación y la de este Mundo,
desde su principio hasta el tiempo presente, está
compuesta de siete capítulos. El capítulo séptimo no
ha sido escrito todavía.”
T. Subba Row516.
El primero de estos “siete capítulos” ha sido intentado, y está ahora concluido.
Por muy incompleto y débil que sea como exposición, de todos modos se
aproxima –hablando en sentido matemático– a lo que constituye la base más
antigua de todas las cosmogonías subsiguientes. Atrevida es la tentativa de expresar
en una lengua europea el gran panorama de la Ley que eterna y periódicamente se
manifiesta; Ley impresa en las mentes plásticas de las primeras Razas dotadas de
Conciencia, por quienes la reflejaban de la Mente Universal; es empresa atrevida,
porque ningún lenguaje humano, salvo el sánscrito —que es el de los Dioses–, puede
hacerlo con algún grado de exactitud. Pero teniendo en cuenta la intención, deben
perdonarse a nuestra obra sus defectos.
Como conjunto, ni lo anterior ni lo que sigue se encontrará en su totalidad en parte
alguna. No se enseña en ninguna de las seis escuelas indas de filosofía, puesto que
pertenece a la síntesis de las mismas, a la séptima que es la Doctrina Oculta. No se
halla trazado en ningún papiro egipcio carcomido ni grabado en ningún ladrillo, o
muro de granito asirio.
Los Libros de la Vedanta –la “última palabra del saber
humano”– dan tan sólo el aspecto metafísico de esta cosmogonía del mundo; y su
tesoro inapreciable, los Upanishads –siendo Upa-ni-shad una palabra compuesta que
significa el dominio de la ignorancia por la revelación del conocimiento secreto y
espiritual– requieren hoy la posesión de una llave maestra, para que el estudiante
pueda hacerse cargo de su significación plena. La razón de esto me aventuro a
exponerla aquí, tal como la aprendí de mi Maestro.
El nombre Upanishad es traducido en general como “doctrina esotérica”. Estos
tratados forman parte del Shruti o Conocimiento “revelado”, la Revelación, en resumen, y están generalmente unidos a la porción brâhmana de los Vedas, como su
tercera división.
[Ahora bien] los Vedas poseen una significación distinta y doble: una expresada por el
sentido literal de las palabras; la otra indicada por el metro y el svara (entonación), que
son como la vida de los Vedas… Sabios pandits y filólogos niegan, por supuesto que el
svara tenga nada que ver con la filosofía o las antiguas doctrinas esotéricas; pero la
conexión misteriosa entre svara y luz es uno de sus secretos más profundos517.
Existen 150 Upanishads enumerados por los orientalistas, que consideran a los más
antiguos como escritos probablemente unos 600 años antes de nuestra Era; pero en
cuanto a textos genuinos, no existen ni la quinta parte de aquel número.
Los
Upanishads son a los Vedas lo que la Kabalah es a la Biblia judía. Exponen y explican
la significación secreta y mística de los textos védicos. Hablan del origen del
Universo, de la naturaleza de la Deidad y del Espíritu y el Alma, así como también de
la conexión metafísica entre la Mente y la Materia. En resumen: CONTIENEN el
principio y el fin de todo Buddha. De no ser así, no podrían los Upanishads ser
llamados esotéricos, desde el momento en que se encuentran hoy día bien a la vista,
unidos a los Libros Sagrados brahmánicos; que en nuestros tiempos se han hecho
accesibles, aun para los Mlechchhas (los sin casta) y para los orientalistas europeos.
Una cosa hay en ellos –y se encuentra en todos los Upanishads–, la cual invariable y
constantemente indica su antiguo origen, y prueba: (a) que algunas de sus partes
fueron escritas antes que el sistema de castas se convirtiera en la institución tiránica
que hoy existe; y (b) que la mitad de sus contenidos ha sido eliminada, a la vez que
algunos de ellos fueron vueltos a escribir, y abreviados.
“Los grandes Maestros del
Saber superior y los brahmanes son siempre representados como yendo a los reyes
Kshatriyas [casta militar], para convertirse en sus discípulos”. Según el profesor
Cowell observa pertinentemente, los Upanishads “respiran un espíritu
completamente diferente [de otros escritos brahmánicos]; una libertad de
pensamiento desconocida en ninguna obra más antigua, excepto en los himnos
mismos del Rig Veda”. El segundo hecho se explica por una tradición registrada en
uno de los manuscritos sobre la vida de Buddha.
Dice que los Upanishads fueron
originalmente unidos a sus brâhmanas desde el principio de una reforma que
condujo al exclusivismo del presente de castas entre los brahmanes, pocos siglos
después de la invasión de la India por los “Dos veces nacido”. En aquellos días
estaban completos, y se empleaban para la instrucción de los Chelâs que estaban
preparándose para la Iniciación.
Esto duró mientras los Vedas y los Brâhmanas permanecieron siendo única y
exclusiva propiedad de los brahmanes del templo; mientras nadie más tenía el derecho de estudiarlos ni siquiera leerlos, fuera de la casta sagrada. Vino entonces
Gautama, el Príncipe de Kapilavastu. Después de haber aprendido la totalidad de la
sabiduría brahmánica en los Rahasya o los Upanishads, y visto que las enseñanzas
diferían muy poco o nada de las de los “Maestros de la Vida” residentes en las
nevadas cordilleras de los Himalayas518, indignado el Discípulo de los brahmanes de
que la Sabiduría Sagrada fuese negada a todos, menos a éstos, decidió salvar al
mundo entero, popularizándola.
Entonces fue cuando viendo los brahmanes que sus
Conocimientos Sagrados y Sabiduría Oculta iban cayendo en manos de los
mlechchhas, abreviaron los textos de los Upanishads, que contenían en su origen tres
veces la materia de los Vedas y Brâhmanas juntos, sin alterar, sin embargo, una
palabra de los textos. Arrancaron simplemente de los manuscritos las partes más
importantes, que contenían la última palabra en lo referente al Misterio de la
Existencia. Desde entonces, la clave del código secreto brahmánico quedó en
posesión de los iniciados tan sólo, y los brahmanes estuvieron así en situación de
poder negar públicamente la exactitud de las enseñanzas de Buddha, apelando a sus
Upanishads, acallados para siempre acerca de las cuestiones principales. Tal es la
tradición esotérica, más allá de los Himalayas.
Sri Shankarâchârya, el más grande Iniciado viviente en los períodos históricos,
escribió muchos Bhâshyas (Comentarios) acerca de los Upanishads.
Pero sus tratados
originales, como hay razones para suponer, no han caído todavía en manos de los
filisteos; pues se hallan conservados con celo excesivo en sus monasterios (mathams).
Y existen todavía razones mucho más importantes para hacernos creer que los
inapreciables Bhâshyas acerca de la Doctrina Esotérica de los brahmanes, por el más
grande de sus expositores, permanecerán siendo todavía, durante siglos, letra muerta
para la mayor parte de los indos, excepto para los brahmanes Smârtava. Esta secta,
fundada por Shankarâchârya, que es todavía muy poderosa en la India Meridional, en
la actualidad es la única que produce estudiantes con los conocimientos suficientes
para comprender la letra muerta de los Bhâshyas. La razón de esto es, según se me ha
dicho, que ellos únicamente son los que tienen en ocasiones verdaderos iniciados a
su cabeza, en sus mathams, como por ejemplo, en el Shringa-giri en los Ghâts
occidentales de Mysore.
Por otra parte, no existe ninguna secta en esa casta de los
brahmanes tan desesperadamente exclusiva, que lo sea más que la Smârtava; y la
reticencia de sus miembros en decir lo que saben, en cuanto a las ciencias ocultas y a
la Doctrina Esotérica, es tan sólo igualada por su altivez y conocimientos.
Por tanto, la escritora de estas afirmaciones tiene que hallarse preparada de
antemano para encontrar gran oposición, y aun la denegación de lo que presenta en
esta obra. No es que exista pretensión alguna a la infalibilidad o a la exactitud
perfecta en todos los detalles de cuanto se dice en ella.
Los hechos a la vista están, y
difícilmente pueden ser negados. Pero, debido a las dificultades intrínsecas de las
materias que se tratan y a las limitaciones casi insuperables de la lengua inglesa,
como de todos los demás idiomas europeos, para la expresión de ciertas ideas, es
más que probable que la autora no haya logrado presentar las explicaciones en su
forma mejor y más clara; aunque todo cuanto podía hacerse, bajo las más adversas
circunstancias, ha sido hecho, y esto es lo más que puede exigirse a cualquier escritor.
Recapitulemos y, por lo vasto de los asuntos expuestos, se demostrará cuán difícil,
si no imposible, es hacerles plena justicia.
1º la Doctrina Secreta es la Sabiduría acumulada de las Edades y, solamente su
cosmogonía, es el más asombroso y acabado de los sistemas, aun velado como se
encuentra en el exoterismo de los Purânas. Pero tal es el poder misterioso del
simbolismo oculto, que los hechos que han ocupado a generaciones innumerables de
videntes y profetas iniciados para ordenarlos, consignarlos y explicarlos al través de
las intrincadas series del progreso evolucionario, se hallan todos registrados en unas
pocas páginas de signos geométricos y símbolos.
La contemplación luminosa de
aquellos videntes ha penetrado en el centro mismo de la materia, y ha analizado el
alma de las cosas, allí donde un profano ordinario, por sabio que fuese, tan sólo
hubiera percibido la actuación externa de la forma. Pero la ciencia actual no cree en
el “alma de las cosas”, y por lo tanto, desechará todo el sistema de la antigua
cosmogonía. Inútil es decir que el sistema en cuestión no es fantasía de uno o de
varios individuos aislados; que es el archivo no interrumpido durante millares de
generaciones de videntes, cuyas experiencias respectivas se llevaban a efecto para
comprobar y verificar las tradiciones, transmitidas oralmente de una raza antigua a
otra, acerca de las enseñanzas de los Seres superiores y más exaltados que velaron
sobre la infancia de la humanidad; que durante largas edades, los “Hombres Sabios”
de la Quinta Raza, pertenecientes a los restos salvados y librados del último
cataclismo y alteraciones de los continentes, pasaron sus vidas aprendiendo, no
enseñando. ¿Cómo lo hacían?
Se contesta: comprobando, examinando y verificando
en cada uno de los departamentos de la Naturaleza las antiguas tradiciones, por
medio de las visiones independientes de los grandes Adeptos; esto es, de los
hombres que han perfeccionado hasta el mayor grado posible sus organizaciones
físicas, mentales, psíquicas y espirituales. No era aceptada la visión de ningún Adepto
hasta ser confrontada y comprobada por las visiones de otros Adeptos, obtenidas de
modo que se presentasen como evidencia independiente y por siglos de experiencia.
2º La Ley fundamental en ese sistema, el punto central del que todo ha surgido
alrededor y hacia el cual todo gravita, y del que depende toda su filosofía, es el
PRINCIPIO SUBSTANCIAL, Uno, Homogéneo y Divino: la Causa Radical única.
…Unos pocos, cuyas lámparas resplandecían más, han sido guiados
De causa en causa al manantial secreto de la Naturaleza,
Y han descubierto que debe existir un primer Principio…
Es llamado “Principio Substancial”, porque se convierte en “Substancia” en el estado
del Universo manifestado: una ilusión, mientras continúa siendo un “Principio” en el
ESPACIO visible e invisible, sin comienzo ni fin, abstracto. Es la Realidad
omnipresente; impersonal, porque lo contiene todo y cada una de las cosas. Su
impersonalidad es el concepto fundamental del sistema. Está latente en todos los
átomos del Universo, y es el Universo mismo.
3ª El Universo es la manifestación periódica de esta Esencia Absoluta y
desconocida. Llamarla “Esencia” es, sin embargo, pecar contra el espíritu mismo de la
filosofía. Porque aunque el nombre pueda ser derivación en este caso del verbo esse,
“ser”, no obstante no puede identificarse con un “ser” de ninguna especie concebible
por la humana inteligencia. Descríbese mejor AQUELLO como no siendo Espíritu ni
Materia, sino ambas cosas a la vez. Parabrahman y Mûlaprakriti son Uno en realidad,
si bien Dos en el concepto Universal del Manifestado, hasta en el concepto del Logos
UNO, la primera “Manifestación”, al cual (como demuestra el sabio autor de las
“Notas acerca del Bhagavad-Gîtâ), “AQUELLO” aparece desde el punto de vista
objetivo, como Mûlaprakriti, y no como Parabrahman; como su Velo, y no como la
Realidad Una oculta tras del mismo, la cual es incondicionada y absoluta.
4º El Universo, con cada una de las cosas que contiene, es llamado Mâyâ, porque
todo en él es temporal, desde la vida efímera de una mosca de fuego, hasta la del sol.
Comparado con la eterna inmutabilidad del UNO, y con la inmutabilidad de aquel
Principio, el Universo, con sus formas efímeras en cambio perpetuo, no debe ser
necesariamente, para la inteligencia de un filósofo, más que un fuego fatuo. Sin
embargo, el Universo es lo suficientemente real para los seres conscientes que en él
residen, los cuales son tan ilusorios como lo es él mismo.
5º Cada una de las cosas en el Universo, al través de todos sus reinos, es consciente;
esto es, se halla dotada de una conciencia de su especie propia y en su propio plano
de percepción. Debemos tener presente que sólo porque nosotros no percibamos
señal alguna de conciencia en las piedras, por ejemplo, no por eso tenemos derecho
para decir que ninguna conciencia existe allí. No existe semejante cosa como materia
“muerta” o “ciega”, como tampoco existe ninguna Ley “ciega” o “inconsciente”. Tales
ideas no encuentran lugar alguno entre los conceptos de la Filosofía Oculta. Ésta
jamás se de tiene ante apariencias superficiales, y para ella poseen más realidad las esencias noumenales que sus contrapartes objetivas; pareciéndose en esto a los
nominalistas de la Edad Media; para quienes los universales eran las realidades, y los
particulares existían tan sólo de nombre y en la imaginación humana.
6º El universo es elaborado y dirigido de dentro afuera. Tal como es arriba es abajo,
así en los cielos como en la tierra; y el hombre, el microcosmo y la copia en miniatura
del macrocosmo, es el testimonio viviente de esta Ley Universal y de su manera de
obrar. Vemos que cada movimiento externo, acción, gesto, sea voluntario o
mecánico, orgánico o mental, es precedido y producido por un sentimiento o
emoción internos, por la voluntad o volición, y por el pensamiento o mente. Pues
ningún movimiento o cambio exterior, cuando es normal, en el cuerpo externo del
hombre, puede tener lugar a menos que sea provocado por un impulso interno,
comunicado por una de las tres funciones citadas; y lo mismo sucede con el Universo
externo o manifestado. Todo el Kosmos es dirigido, vigilado y animado por series
casi interminables de Jerarquías de Seres sencientes, teniendo cada uno de ellos una
misión que cumplir, y quienes (ya se les llame por un nombre o por otro, Dhyân-
Chohans o Ángeles) son “Mensajeros” en el sentido tan sólo de ser agentes de las
Leyes Kármicas y Cósmicas.
Varían hasta el infinito en sus grados respectivos de
conciencia y de inteligencia; y el llamarlos a todos Espíritus puros, sin mezcla alguna
terrena, “sobre la que el tiempo hará presa algún día”, es tan sólo tomarse una
licencia poética. Pues cada uno de estos Seres, o bien fue o se prepara para
convertirse en un hombre, si no en el presente Manvantara, en uno de los pasados o
en uno de los futuros. Cuando no son hombres incipientes, son hombres
perfeccionados; y en sus esferas superiores menos materiales, difieren moralmente
de los seres humanos terrestres tan sólo en que se hallan libres del sentimiento de la
personalidad y de la naturaleza emocional humana: dos características puramente
terrenas. Los primeros, o sea los “perfeccionados”, han quedado libres de aquellos
sentimientos, porque (a) ya no poseen cuerpos carnales, carga siempre
entorpecedora para el Alma; y (b) no encontrando obstáculos el elemento espiritual
puro, o estando más libre, se hallan menos influidos por Mâyâ que el hombre, a
menos que éste sea un Adepto que conserva sus dos personalidades (la espiritual y la
física), separadas por completo.
Las Mónadas incipientes, no habiendo tenido aún
cuerpos humanos, no pueden tener ningún sentimiento de personalidad o de
Ego–ismo. Siendo lo que se pretende significar por “personalidad” una limitación y
una relación, o como lo ha definido Coleridge, “la individualidad existente en sí
misma, pero con una naturaleza como base”; la palabra no puede aplicarse, por
supuesto, a entidades no humanas; pero como hecho acerca del cual insisten
generaciones de Videntes, ninguno de estos seres, elevados, o ínfimos, posee
individualidad o personalidad como Entidades separadas, o sea en el sentido en que
el hombre dice “Yo soy yo y nadie más”; en otras palabras, no tienen conciencia de tan
manifiesta separación como existe en la tierra entre los hombres y entre las cosas.
La
Individualidad es la característica de sus respectivas Jerarquías, no de sus unidades; y estas características varían tan sólo con el grado del plano a que esas Jerarquías
pertenecen: cuanto más próximo se halle a la región de la Homogeneidad y a lo
Divino, tanto más pura y menos acentuada será la individualidad de aquella
Jerarquía. Son finitas bajo todos sus aspectos, con la excepción de sus principios más
elevados, las Chispas inmortales que reflejan la Llama Divina Universal,
individualizadas y separadas tan sólo en las esferas de la Ilusión por una
diferenciación tan ilusoria como el resto.
Ellas son “Los Vivientes” puesto que son las
corrientes proyectadas desde la Vida Absoluta sobre el lienzo cósmico de la Ilusión;
Seres en quienes la vida no puede quedar extinguida antes que el fuego de la
ignorancia sea extinguido en aquellos que sienten estas “Vidas”. Habiendo brotado a
la existencia bajo el poder vivificante del Rayo increado –reflexión del gran Sol
central que radia sobre las orillas del Río de la Vida–, el Principio Interno en ellos es
lo que pertenece a las Aguas de la inmortalidad, al paso que su vestidura diferenciada
es tan perecedera como el cuerpo del hombre. Por lo tanto, razón tenía Young al
decir que
Los ángeles son hombres de una especie superior…
y nada más. No son los Ángeles “ministros” ni “protectores” ni son tampoco
“Heraldos del Altísimo”, y todavía menos los “Mensajeros de la Cólera” de ningún
Dios, tal como los creados por la imaginación humana. Apelar a su protección es una
necedad tan grande –como la de figurarse que se puede alcanzar su simpatía gracias
a cualquier especie de propiciación; pues ellos, lo mismo que el hombre, son los
esclavos y criaturas de la Ley Kármica Cósmica inmutable.
La razón para ello es
evidente. No poseyendo elemento alguno de personalidad en su esencia, no pueden
estar dotados de cualidades personales ningunas, tales como las que los hombres, en
sus religiones exotéricas, atribuyen a su Dios antropomórfico (un Dios celoso y
exclusivo que se regocija y siente cólera, que se complace con sacrificios y que es más
despótico en su vanidad que cualquier hombre frívolo y finito). El hombre, siendo un
compuesto de las esencias de todas estas jerarquías celestiales, puede, como tal,
lograr hacerse superior, en un sentido, a cualquier jerarquía o Clase, y hasta a una
combinación de las mismas. “El hombre no puede ni propiciar ni mandar a los Devas”
—se ha dicho—. Pero paralizando su personalidad inferior, y llegando con ello al
pleno conocimiento de la no-separatividad de su Propio Superior y Absoluto SER,
puede el hombre, aun durante su vida terrestre, llegar a ser como “Uno de Nosotros”.
Así, alimentándose del fruto del saber que disipa la ignorancia, es como el hombre se
convierte en uno de los Elohim, o Dhyânis; y una vez en su plano, el Espíritu de
Solidaridad y de Armonía perfecta que reina en cada jerarquía debe extenderse sobre
él y protegerle en todos sentidos.
La dificultad principal que impide a los hombres de ciencia creer en los espíritus
divinos, así como en los de la Naturaleza, es su materialismo. El principal obstáculo que ante sí encuentra el espiritista, y que le impide creer en lo mismo, conservando a
la vez una creencia ciega en los “Espíritus” de los difuntos, es la ignorancia general en
que se halla todo el mundo (excepto algunos ocultistas y kabalistas) respecto a la
verdadera esencia y naturaleza de la Materia. En la aceptación o no aceptación de la
teoría de la Unidad de todo en la Naturaleza, en su última Esencia, es en lo que
principalmente se apoya la creencia o la incredulidad en la existencia en torno
nuestro de otros seres conscientes, además de los Espíritus de los muertos. En la
justa comprensión de la Evolución primitiva del Espíritu-Materia, y de su esencia real,
es en lo que tiene el estudiante que apoyarse para la mejor dilucidación de la
Cosmogonía Oculta, y para obtener la única clave segura que puede guiarle en sus
estudios subsiguientes.
A la verdad, según se acaba de mostrar, cada uno de los llamados “Espíritus” es o
bien un hombre descarnado o un hombre futuro.
Así como desde el Arcángel más
elevado (Dhyân Chohan) hasta el último Constructor consciente (la clase inferior de
Entidades Espirituales), todos ellos son hombres que han vivido evos ha, durante
otros Manvantaras, en esta o en otras Esferas; asimismo los Elementales inferiores,
semiinteligentes y no inteligentes, son todos hombres futuros. El hecho tan sólo de
que un Espíritu se halle dotado de inteligencia, es una prueba para el ocultista de que
aquel Ser debe haber sido un hombre, y adquirido su saber e inteligencia al través del
ciclo humano. Sólo existe una Omnisciencia e Inteligencia indivisible y absoluta en el
Universo, y ésta vibra al través de cada uno de los átomos y de los puntos
infinitesimales de todo el Kosmos, que carece de límites, y al que las gentes llaman
Espacio, considerado independientemente de cualquiera de las cosas que en él se
hallan contenidas.
Pero la primera diferenciación de su reflexión en el Mundo
manifestado es puramente Espiritual, y los Seres generados en la misma no se hallan
dotados de una conciencia que tenga relación con aquella que nosotros concebimos.
No pueden poseer conciencia o inteligencia humanas antes que la hayan adquirido
personal e individualmente. Puede ser esto un misterio; sin embargo, es un hecho
para la Filosofía Esotérica, y muy aparente por cierto.
Todo el orden de la Naturaleza demuestra una marcha progresiva hacia una vida
superior. Existe designio en la acción de las fuerzas, al parecer más ciegas. La
evolución completa con sus adaptaciones interminables, es una prueba de ello. Las
leyes inmutables que hacen desaparecer a las especies débiles, para hacer lugar a las
fuertes, y que aseguran la “supervivencia de los más aptos” aunque resulten tan
crueles en su acción inmediata, obran todas en dirección de la gran meta final.
El
hecho mismo de que tienen lugar adaptaciones; de que los más aptos son los que
sobreviven en la lucha por la existencia, demuestra que lo llamado “Naturaleza
inconsciente” es, en realidad, un conjunto de fuerzas manipuladas por seres
semiinteligentes (Elementales), guiados por Elevados Espíritus Planetarios (Dhyân Chohans), cuya agregación colectiva forma el Verbo manifestado del Logos
Inmanifestado y constituye a la vez la Mente del Universo y su Ley inmutable.
La Naturaleza, tomada en su sentido abstracto, no puede ser “inconsciente”; pues es
la emanación de la Conciencia Absoluta, y por tanto, un aspecto suyo en el plano de
la manifestación. ¿Dónde está el atrevido que niegue a la vegetación y aun a los
minerales una conciencia propia especial?
Todo cuanto puede decir, es que esta
conciencia se halla más allá de los límites de su comprensión.
Tres distintas representaciones del Universo, en sus tres distintos aspectos,
imprime en nuestro pensamiento la Filosofía Esotérica: la Preexistente, desenvuelta
de la Siempre existente, y la Fenomenal –el mundo de la ilusión, la reflexión, la
sombra de la anterior. Durante el gran misterio y drama de la vida, conocido con el
nombre de Manvantara, el Kosmos real es como los objetos colocados tras de un
lienzo blanco, sobre el cual proyectan sombras. Las figuras y cosas verdaderas
permanecen invisibles, mientras los hilos de la evolución son manejados por manos
también invisibles. Los hombres y las cosas son, así, sólo las reflexiones en el campo
blanco de las realidades que se hallan tras las asechanzas de Mahâmâyâ o la Gran
Ilusión. Esto era enseñado en toda filosofía y en toda religión, tanto antes como
después del Diluvio, en la India y en la Caldea; tanto por los Sabios chinos como por
los griegos.
En los dos primeros países eran alegorizados estos tres Universos, en las
enseñanzas exotéricas, por las tres Trinidades, emanando del Germen eterno central,
y constituyendo con él una Unidad Suprema: la Tríada inicial, la manifestada y la
creadora, o los Tres en Uno. La última es tan sólo el símbolo, en su expresión
concreta, de las dos primeras ideales. De aquí que la Filosofía Esotérica pase por
encima de lo obligado de esta concepción puramente metafísica, y que llame sólo a
la primera la Siempre Existente. Esta es la opinión de cada una de las seis grandes
escuelas de la filosofía inda; los seis principios de aquel cuerpo unido de la Sabiduría,
del cual la Gnosis, el Saber oculto, es el séptimo.
Quien estas líneas escribe, espera que, por muy superficialmente que se hayan
comentado las Siete Estancias, se ha dicho ya lo suficiente en esta parte cosmogónica
de la obra para demostrar que las enseñanzas arcaicas son, en su propia esfera, más
científicas (en el moderno sentido de la palabra) que cualquier otra de las antiguas
Escrituras, consideradas y juzgadas por sus aspectos exotéricos.
Sin embargo puesto
que, como se ha declarado antes, la obra presente reserva mucho más que expone, se
invita al estudiante a que emplee su propia intuición. Nuestro principal deseo es
dilucidar lo que ya ha sido dado, y muy incorrectamente en ocasiones, lo cual
deploramos; suplir con materias adicionales cuando y como sea posible, los
conocimientos sugeridos antes, y proteger nuestras doctrinas de los ataques
demasiado violentos del sectarismo moderno, y más especialmente del Materialismo
de los últimos tiempos, con mucha frecuencia llamado erróneamente Ciencia,
mientras que, en realidad, tan sólo las palabras “sabios” y “semisabios” deberían asumir la responsabilidad de las muchas teorías ilógicas ofrecidas al mundo. En su
gran ignorancia, el público, al paso que acepta ciegamente cada una de las cosas
emanadas de “autoridades” y considera como un deber mirar cada dictum
procedente de un hombre de ciencia como un hecho probado; al público, decimos, se
le enseña a burlarse de todo cuanto se presenta como procedente de orígenes
“paganos”.
Por lo tanto, como a los sabios materialistas sólo puede combatírseles
con sus propias armas (las de la controversia y el argumento), se incluye un
Addendum a cada volumen, contrastando las respectivas opiniones, y demostrando
cómo, hasta las grandes autoridades, pueden errar con frecuencia.
Creemos que esto
puede ser eficaz, haciendo ver los puntos débiles de nuestros contrarios, y probando
que sus sofismas harto frecuentes, que se hacen pasar como dicta científica, son
inexactos. Nosotros nos atenemos a Hermes y a su “Sabiduría”, en su carácter
universal; ellos, a Aristóteles, en contra de la intuición y de la experiencia de los
tiempos, imaginando que la verdad es propiedad exclusiva del mundo occidental. De
aquí la desavenencia.
Como dice Hermes: “El conocimiento difiere mucho del
sentido; porque el sentido es de cosas que le sobrepujan; pero el conocimiento es el
fin del sentido”, esto es, de la ilusión de nuestro cerebro físico y de su inteligencia;
marcando así fuertemente el contraste entre el saber laboriosamente adquirido de
los sentidos y de la mente (Manas), y la omnisciencia intuitiva del Alma Espiritual y
Divina (Buddhi).
Cualquiera que sea el destino que el porvenir remoto reserve a estos escritos,
esperamos haber probado los hechos siguientes:
1º la Doctrina Secreta no enseña Ateísmo alguno, excepto en el sentido que
encierra la palabra sánscrita Nâstika, no admisión de los ídolos, incluyendo a todo
Dios antropomórfico. En este sentido, todos los ocultistas son Nâstikas.
2º Admite un Logos o un “Creador” Colectivo del Universo; un Demiurgo en el
sentido que se implica al hablar de un “Arquitecto” como “Creador” de un edificio,
aunque el Arquitecto no ha tocado jamás una piedra del mismo, sino que habiendo
proporcionado el plano, deja todo el trabajo manual a los obreros; en nuestro caso, el
plano fue proporcionado por la Ideación del Universo, y el trabajo de construcción
quedó a cargo de las Huestes de Fuerzas y de Poderes inteligentes. Pero aquel
Demiurgo no es una deidad personal, esto es, un Dios extracósmico imperfecto, sino
sólo la colectividad de los Dhyân Chohans y de las demás Fuerzas.
3º Los Dhyân Chohans son dobles en sus caracteres estando compuestos de (a) la
Energía bruta irracional, inherente en la Materia, y (b) el Alma inteligente, o
Conciencia cósmica, que guía y dirige a aquella energía, y es el Pensamiento Dhyân
Chohánico, reflejando la Ideación de la Mente Universal. El resultado es una serie
perpetua de manifestaciones físicas y de efectos morales en la Tierra, durante los
períodos manvantáricos, estando todo subordinado a Karma. Como este proceso no es siempre perfecto; y puesto que por muchas que sean las pruebas que exhiba de
una Inteligencia directora tras del velo, no por eso dejan de presentarse brechas y
grietas, y aun con mucha frecuencia fracasos evidentes, por tanto, ni la Hueste
colectiva (el Demiurgo), ni individualmente ninguno de los Poderes que actúan, son
temas a propósito para el culto u honores divinos. Todos tienen derecho, sin
embargo, a la reverencia agradecida de la Humanidad; y el hombre debe esforzarse
siempre en favorecer la evolución divina de las Ideas, convirtiéndose, en todo lo que
pueda, en cooperador de la Naturaleza, en su trabajo cíclico. Sólo el siempre
ignorado e incognoscible Kârana, la Causa sin Causa de todas las causas, es quien
debe poseer su tabernáculo y su altar en el recinto santo y jamás hollado de nuestro
corazón; invisible, intangible, no mencionado, salvo por “la voz tranquila y queda” de
nuestra conciencia espiritual.
Quienes le rinden culto, deben hacerlo en el silencio y
en la soledad santificada de sus Almas; haciendo a su Espíritu único mediador entre
ellos y el Espíritu Universal, siendo sus buenas acciones los únicos sacerdotes, y sus
intenciones pecaminosas las únicas víctimas visibles y objetivas sacrificadas a la
Presencia.
“Y cuando ores, no seas como los hipócritas… sino entra en tu cámara interna, y
cerrada la Puerta, ora a tu Padre en secreto”
519. Nuestro Padre se halla dentro de
nosotros “en secreto”, nuestro Séptimo Principio en la “cámara interna” de la
percepción de nuestra alma.
“El Reino de Dios” y de los Cielos se halla dentro de
nosotros –dice Jesús– y no fuera. ¿Por qué permanecen los cristianos tan en absoluto
ciegos al significado de suyo evidente de las palabras de sabiduría que se complacen
en repetir mecánicamente?
4º La Materia es Eterna. Es el Upâdhi o Base Física, para qué en ella construya la
Mente Universal e Infinita, sus ideaciones. Por lo tanto, sostienen los esoteristas que
no existe en la Naturaleza ninguna materia “muerta” o inorgánica, siendo la
distinción qué entre las dos ha establecido la Ciencia, tan infundada como arbitraria
y desprovista de razón. Sea lo que quiera lo que la Ciencia piense –y la Ciencia exacta
es mujer voluble, como todos sabemos por experiencia–, el Ocultismo sabe y enseña
lo contrario, como lo ha hecho desde tiempo inmemorial, desde Manu y Hermes
hasta Paracelso y sus sucesores.
Así Hermes, el Tres veces Grande, dice:
¡Oh hijo mío! la materia llega a ser; primeramente era; porque la materia es el vehículo
para la transformación. El venir a ser es el modo de actividad del Dios increado o
previsor. Habiendo sido dotada la materia [objetiva] con los gérmenes de la
transformación, es conducida al nacimiento; pues la fuerza creadora la moldea de acuerdo con las formas ideales. La Materia, todavía no engendrada, no tenía forma; ella
llega a ser cuando es puesta en acción520.
A esto, la difunta Anna Kingsford, la hábil traductora y compiladora de los
Fragmentos Herméticos, dijo en una nota:
El Dr. Menard hace observar cómo en griego la misma palabra significa nacer y venir a
ser. La idea es aquí, que el material del mundo es en su esencia eterno, pero que antes de
la creación o del “venir a ser” se halla en una condición pasiva o inmóvil. Así es que “era”
antes de ser puesto en operación; ahora “llega a ser” esto es, es móvil y progresivo.
Y añade ella la siguiente doctrina, puramente vedantina, de la filosofía hermética:
La Creación es, por lo tanto,. el período de actividad [Manvantara] de Dios, quien
según el pensamiento hermético [o lo que según el vendantino] posee dos modos:
Actividad o Existencia, Dios desenvuelto (Deus explicitus); y Pasividad del Ser [Pralaya],
Dios envuelto (Deus explicitus). Ambos modos son perfectos y completos, como lo son
los estados de vela y de sueño en el hombre. Fichte, el filósofo alemán, distinguía el Ser
(Sein) como Uno, que conocemos sólo por medio de la existencia (Dasein), como el
Múltiple. Esta opinión es enteramente hermética.
Las “Formas Ideales”… son las ideas
arquetípicas o formativas de los neoplatónicos; los conceptos eternos y subjetivos de las
cosas subsistentes en la Mente Divina antes de la “creación” o llegar a ser.
0, como en la filosofía de Paracelso:
Todas las cosas son el producto de un esfuerzo universal creador… Nada existe muerto
en la Naturaleza. Todas las cosas son orgánicas y vivas y por lo tanto el mundo entero
parece ser un organismo viviente521.
5º El Universo ha sido desarrollado de su plan ideal, sostenido al través de la
Eternidad en la Inconsciencia de lo que los vedantinos llaman Parabrahman. Esto es
prácticamente idéntico a las conclusiones de la filosofía occidental más elevada, “las
Ideas innatas, eternas y existentes por sí mismas” de Platón, reflejada ahora por Von
Hartmann. Lo “Incognoscible”, de Herbert Spencer, sólo tiene un parecido muy débil
con aquella Realidad trascendente en que creen los ocultistas, apareciendo con
frecuencia tan sólo como la personificación de una “fuerza tras de los fenómenos”
(una Energía infinita y eterna, de la cual todas las cosas han procedido); al paso que el
autor de la Filosofía de lo Inconsciente se ha aproximado tanto (en este sentido
únicamente) a la solución del gran Misterio, como puede hacerlo un mortal. Pocos
han sido, ya sea en la filosofía antigua o en la de la Edad Media, los que se han
atrevido a tratar de la cuestión o sugerirla siquiera. Paracelso la menciona incidentalmente, y sus ideas se hallan de modo admirable sintetizadas por el Dr. F.
Hartmann, M. S. T., en su Paracelsus, que acabamos de citar.
Todos los kabalistas cristianos han comprendido bien la idea oriental fundamental.
El Poder activo, el “Movimiento Perpetuo del gran Aliento” despierta el Cosmos a la
aurora de cada nuevo Período, poniéndolo en movimiento por medio de las dos
Fuerzas contrarías, la centrípeta y la centrífuga, que son lo masculino y lo femenino,
positivo y negativo, físico y espiritual, constituyendo las dos la Fuerza Primordial una,
y siendo de este modo causa de que se objetive en el plano de la Ilusión. En otras
palabras, este movimiento doble transfiere el Cosmos desde el plano del Ideal
eterno al de la manifestación finita, o desde lo Noumenal a lo Fenomenal. Todas las
cosas que son, eran y serán, SON eternamente, hasta las mismas Formas
innumerables, que son finitas y perecederas tan sólo en su aspecto objetivo, pero no
en su forma ideal. Ellas han existido como Ideas en la Eternidad, y cuando
desaparezcan, existirán como reflexiones.
El Ocultismo enseña que no puede darse a
nada ninguna forma, sea por la Naturaleza o por el hombre, cuyo tipo ideal no exista
ya en el plano subjetivo. Más aún: que ninguna forma o figura es posible que entre en
la conciencia del hombre, o se desenvuelva en su imaginación, que no exista en
prototipo, al menos como una aproximación. Ni la forma del hombre, ni la de ningún
animal, planta o piedra, ha sido jamás “creada”; y tan sólo en este nuestro plano es
donde ha comenzado a “venir a ser”, esto es, a objetivarse en su estado material
presente o expansionarse de dentro hacia afuera: desde la esencia más sublimada y
suprasensible, hasta su aspecto el más denso. Por lo tanto, nuestras formas humanas
han existido en la Eternidad como prototipos astrales o etéreos: con arreglo a cuyos
modelos, los Seres Espirituales o Dioses, cuyo deber era traerlas a la existencia
objetiva y vida terrestre, desarrollaron las formas protoplásmicas de los Egos futuros,
de su propia esencia.
Después de lo cual, cuando este Upâdhi o molde fundamental
humano estuvo dispuesto, las Fuerzas terrestres naturales comenzaron a actuar
sobre aquellos moldes suprasensibles, que contenían, además de sus elementos
propios, los de todas las formas pasadas vegetales y futuras animales de este Globo.
Por lo tanto, la envoltura exterior del hombre ha pasado por cada uno de los cuerpos
vegetales y animales, antes de asumir la forma humana.
Como esto será plenamente
descrito en los volúmenes III y IV, en los Comentarios, no es necesario hablar más
aquí acerca de ello.
Según la filosofía hermético-kabalística de Paracelso, el Yliaster o protomateria
primordial –el antecesor precisamente del Protilo recién nacido, introducido en la
química por Mr. Crookes— es el que de sí mismo desenvolvió el Cosmos.
Cuando la creación [evolución] tuvo lugar, el Yliaster se dividió; se fundió y se disolvió,
por decirlo así, desarrollando [de dentro] de sí mismo el Ideos o Caos (Misterium
Magnum, Iliados, Limbus Mayor o Materia Primordial). Esta Esencia Primordial es de una
naturaleza monística y se manifiesta no sólo como actividad vital o fuerza espiritual,poder oculto incomprensible e indescriptible, sino también como materia vital de que se
compone la substancia de los seres vivientes. En este Limbus o Ideos de materia
primordial…, única matriz de todas las cosas creadas, hállase contenida la substancia de
todas las cosas.
Los antiguos la describen como el Caos… del cual surgió a la existencia
el Macrocosmo, y después cada ser separadamente, por división y evolución en Mysteria
Specialia 522. Todas las cosas y todas las substancias elementales estaban contenidas en
él, in potentia, pero no in actu 523.
Esto hace observar con justicia el traductor, Dr. F. Hartmann, que “parece como si
Paracelso se hubiese anticipado al moderno descubrimiento de la “potencia de la
materia” hace trescientos años”.
Este Magnus Limbus o Yliaster de Paracelso es, pues, sencillamente, nuestro
antiguo amigo “Padre-Madre”, dentro, antes de que apareciese en el Espacio. Es la
Matriz Universal del Cosmos, personificada en el carácter doble del Macrocosmo y
Microcosmo, o el Universo y nuestro Globo524, por Aditi-Prakriti, la Naturaleza
espiritual y física.
Pues vemos explicado en Paracelso que:
El magnus Limbus es el semillero del cual todas las criaturas se han desarrollado, del
mismo modo que de una semilla diminuta se desarrolla un árbol; con la diferencia, sin
embargo, de que el gran Limbus tiene su origen en la Palabra de Dios, al paso que el
Limbus menor (la semilla o esperma terrestre) lo tiene en la tierra. El gran Limbus es el
germen del cual todos los seres han procedido, y el pequeño Limbus es cada uno de los
seres últimos en reproducir su forma, y que ha sido a su vez producido por el grande. El
pequeño posee todas las cualidades del grande, en el mismo sentido que un hijo tiene
una organización similar a la de su padre… Cuando… Yliaster se disolvió, Ares, el poder
divisor, diferenciador e individualizador [Fohat, otro antiguo amigo]… comenzó a obrar.
Toda producción tuvo lugar a consecuencia de la separación. Del Ideos fueron
producidos los elementos del Fuego, Agua, Aire y Tierra, cuyo nacimiento, sin embargo,
no tuvo lugar de un modo material o por simple separación, sino espiritual y
dinámicamente (ni siquiera por combinaciones complejas, esto es, mezcla mecánica
como opuesta a combinación química], así como puede brotar el fuego de un pedernal, o
un árbol de una semilla, aunque no existan originalmente ni fuego en el guijarro, ni árbol
en la semilla.
“El Espíritu es viviente, y la “Vida es Espíritu”; y Vida y Espíritu [Prakriti-
Purusha (?)] producen todas las cosas, pero son esencialmente uno y no dos…”. Los
elementos también tienen cada uno su propio Yliaster, porque toda la actividad de la materia en cada forma, es tan sólo un efluvio de la misma fuente. Pero así como de la
semilla se desarrollan las raíces con sus fibras, después el tronco con sus ramas y su hojas,
y por fin las flores y semillas; del mismo modo nacieron todos los seres de los Elementos,
y se componen de substancias elementales, de la que otras formas pueden venir a la
existencia, presentando los caracteres de sus padres525. Los elementos, como madres de
todas las criaturas, son de una naturaleza invisible, espiritual, y tienen alma526.
Brotan
todos del Mysterium Magnum.
Compárese esto con el Vishnu Purâna:
De Pradhâna [la Substancia Primordial], presidida por Kshetrajna [“el espíritu
encarnado” (?)], procede el desarrollo desigual [Evolución] de aquellas cualidades… Del
gran Principio (Mahat) Inteligencia [Universal, o Mente]… procede el origen de los
elementos sutiles y de los órganos del sentido…527.
Puede demostrarse de este modo que todas las verdades capitales de la Naturaleza
eran universales en la antigüedad; y que las ideas fundamentales referentes al
Espíritu, a la Materia y al Universo, o acerca de Dios, de la Substancia y del Hombre,
eran idénticas. Estudiando las dos filosofías religiosas más antiguas del mundo, el
hinduismo y el hermetismo, en las escrituras de la India y de Egipto, se observa
fácilmente la identidad de las dos.
Esto resulta claro para el que lea la última traducción y versión de los Fragmentos
Herméticos” antes mencionados por nuestra amiga la Dra. Anna Kingsford, cuya
pérdida deploramos.
Desfigurados y torturados como han sido, durante su paso por
manos sectarias griegas y cristianas, la traductora, con mucho ingenio e intuición, ha
tomado los puntos débiles y ha procurado remediarlos por medio de explicación y de
notas. Dice ella:
La creación del mundo visible por los “dioses activos” o Titanes, como agentes del Dios
Supremo528, es una idea completamente hermética, que se puede reconocer es todos los
sistemas religiosos, y en armonía con las modernas investigaciones científicas (?), las
cuales nos presentan en todas partes al Poder Divino operando por medio de las fuerzas
naturales.
Y citando de la traducción:
Aquel Ser Universal que es y contiene todo, pone en movimiento el alma y el Mundo,
todo cuanto la Naturaleza comprende. En la múltiple unidad de la vida universal, las
individualidades innumerables distinguidas por sus variaciones, están, sin embargo,
unidas de tal manera, que el conjunto es uno, y que todo procede de la Unidad529.
Y de otra traducción, tomamos:
Dios no es una mente sino la causa de que la Mente exista; no un espíritu, sino la causa
del Espíritu; no es luz sino la causa de la Luz530.
Lo anterior demuestra claramente que el “Divino Pymander”, por muy desfigurado
que haya sido en algunos párrafos con “pulimentos” cristianos, fue, sin embargo,
escrito por un filósofo, al paso que la mayor parte de los llamados “Fragmentos
Herméticos” son producción de sectarios paganos, con tendencia hacia un Ser
Supremo antropomórfico. Sin embargo, ambos son el eco de la Filosofía Esotérica y
de los Purânas indos.
Compárense dos invocaciones, una al “Supremo Todo” hermético, la otra al
“Supremo Todo” de los arios posteriores.
Dice un Fragmento Hermético citado por
Suidas:
Yo te imploro, ¡oh Cielo!, obra santa del gran Dios; yo te imploro,
Voz del Padre
pronunciada en el principio, cuando el mundo fue formado; yo te imploro por la Palabra,
Hijo único del Padre, que sostiene todas las cosas; sé favorable, sé favorable531.
Esto viene después de lo que sigue:
Así, la Luz Ideal era antes que la Luz Ideal, y la luminosa Inteligencia de la Inteligencia
era siempre, y su unidad no era más que el Espíritu envolviendo al Universo. Fuera de
Quien [del cual], no hay ni Dios, ni Ángeles, ni ningunos otros esenciales, porque Él [Ello]
es el Señor de todas las cosas, y el Poder y la Luz; y todo depende de Él [Ello], y está en Él
[Ello].
Esto se contradice por el mismo Trismegisto, a quien se hace decir:
Hablar de Dios es imposible. Pues lo corpóreo no puede expresar lo incorpóreo… Lo
que no posee cuerpo ni apariencia, ni forma, ni materia, no puede ser comprendido por los sentidos. Yo comprendo, Tatios; comprendo, que lo imposible de definir, eso es
Dios532.
La contradicción entre ambos párrafos es evidente; y esto demuestra (a) que
Hermes era un seudónimo genérico, usado por una serie de generaciones de místicos
de toda especie; y (b) que es necesario gran discernimiento antes de aceptar un
Fragmento como enseñanza esotérica, tan sólo porque sea innegablemente antiguo.
Comparemos lo anterior con la invocación parecida en las Escrituras indas –tan
antiguas, indudablemente, si no mucho más que aquéllas–. Parâshara, el “Hermes”
ario, instruye a Maitreya, el Asclepios indo, e invoca a Vishnu en su triple hipostasis:
Gloria al inmutable, al santo, al eterno y supremo Vishnu, de naturaleza universal, el
poderoso sobre todo; a aquel que es Hiranyagarbha, Hari y Shankara [Brahmâ, Vishnu y
Shiva], el creador, el conservador y el destructor del mundo; a Vâsudeva, el libertador (de
sus adoradores); a aquel cuya esencia es a la vez simple y múltiple; que es a un tiempo
sutil y corpóreo, continuo y discreto; a Vishnu, causa de la emancipación final; gloria a
Vishnu, supremo, cansa de la creación de la existencia y del fin de ese mundo; que es la
raíz del mundo y que está formado por el mundo 533.
Ésta es una gran invocación, llena en el fondo de significación filosófica; pero, para
las masas profanas, sugiere tanto un Ser antropomórfico como la oración hermética.
Debemos respetar el sentimiento que ha dictado a las dos; pero no podemos menos
de encontrarlas en completo desacuerdo con su significación interna, y hasta con lo
que se halla en el mismo tratado hermético, en, que se dice:
Trismegisto: La Realidad no existe sobre la tierra, hijo mío, y no puede existir allí…
Nada es real sobre la tierra; tan sólo existen apariencias… El [Hombre] no es real, hijo
mío, como hombre. Lo real consiste únicamente en sí mismo, y permanece lo que es… El
hombre es transitorio; por lo tanto, no es real; él es tan sólo apariencia y apariencia es la
ilusión suprema.
Tatios: Entonces, ¿los mismos cuerpos celestes no son reales, padre mío, puesto que
también varían?
Trismegisto: Lo sujeto a nacimiento y al cambio no es real…; existe en ellos cierta
falsedad, porque también ellos son variables…
Tatios: ¿Y qué es, pues, la Realidad primordial, oh Padre mío?
Trismegisto: Quien [Lo que] es único y solo, ¡oh Tatios! Quien [Lo que] no está
constituido por la materia, ni está en cuerpo alguno. Quien [Lo que] no tiene ni color ni
forma, ni cambia, ni es transmitido, pero que siempre Es534.
Esto está por completo conforme con las enseñanzas vedantinas.
El pensamiento
principal es oculto; y muchos son los párrafos en los Fragmentos Herméticos que
pertenecen a la Doctrina Secreta.
Esta última enseña que todo el Universo está regido por Fuerzas y Poderes
inteligentes y semiinteligentes, como se ha sentado desde el principio. La Teología
cristiana admite y aun impone la creencia en ellos, pero establece entre los mismos
una división arbitraria, llamándolos “Ángeles” y “Demonios”. La Ciencia niega la
existencia de ambos, y ridiculiza hasta la idea. Los espiritistas creen en los “Espíritus
de los Muerto”, y fuera de éstos, niegan la existencia de ninguna otra especie o clase
de seres invisibles. Los ocultistas y kabalistas son, por lo tanto, los únicos expositores
racionales de las antiguas tradiciones, que han culminado ahora en fe dogmática por
una parte, y en negaciones dogmáticas, por la otra.
Pues ambas, creencia e
incredulidad, comprenden tan sólo un pequeñísima parte de los horizontes infinitos
de las manifestaciones espirituales y físicas; y por tanto ambas tienen razón desde
sus puntos de vista respectivos, y ambas se hallan en el error al creer que pueden
circunscribir la totalidad dentro de sus propios estrechos límites especiales, pues
jamás podrán hacerlo. En este punto la Ciencia, la Teología y aun el Espiritismo
muestran bien poca más sabiduría que el avestruz, cuando oculta la cabeza en la
arena a sus pies, creyendo que nada puede existir más allá de su propio punto de
observación y del área limitada que ocupa su estúpida cabeza.
Como las únicas obras que en la actualidad existen acerca del asunto en cuestión, al
alcance del profano perteneciente a las razas “civilizadas” de Occidente, son los
libros o más bien Fragmentos Herméticos anteriormente mencionados, podemos, en
el caso presente, contrastarlos con las enseñanzas de la Filosofía Esotérica. Hacer
otras citas con este objeto sería inútil, desde el momento que el público nada sabe
acerca de las obras caldeas traducidas al árabe que se hallan en posesión de algunos
Iniciados sufís. Por lo tanto, hay que recurrir, para la comparación, a las “Definiciones
de Asclepios”, tal como han sido últimamente compiladas y glosadas por Mrs. Anna
Kingsford, M.S.T., algunas de cuyas sentencias coinciden de una manera notable con
la Doctrina Esotérica oriental. Aunque no son pocos los párrafos que presentan la
impresión marcada de una mano cristiana posterior, sin embargo en conjunto, las
cualidades características de los Genios y de los Dioses son las de las enseñanzas
orientales, aunque en lo referente a otras cosas existen párrafos que difieren
ampliamente de nuestras doctrinas.
En cuanto a los Genios, los filósofos herméticos llamaban Theoi (Dioses), Genios y
Daimones a aquellas entidades que nosotros llamamos Devas (Dioses), Dhyân
Chohans, Chitkala (el Kwan-Yín de los buddhistas) y otros varios nombres. Los
Daimones son (en el sentido socrático y aun en el sentido teológico, oriental y latino)
los espíritus guardianes de la raza humana; “los que residen en la vecindad de los
inmortales, velando desde allí sobre los asuntos humanos” –como dice Hermes–.
Esotéricamente son llamados Chitkala, algunos de los cuales son los que han
proporcionado al hombre sus Principios cuarto y quinto de su propia esencia, y otros
son los llamados Pitris. Esto será explicado cuando lleguemos a la producción del
hombre completo. La raíz del nombre es Chit, “aquello por lo cual las consecuencias
de las acciones y las especies de conocimiento son elegidas para el uso del alma o
conciencia, la voz interna en el hombre. Entre los Yogis, Chit es sinónimo dé Mahat,
la Inteligencia primera y divina; pero en la Filosofía Esotérica, Mahat es la raíz de
Chit, su germen; y Chit es una cualidad de Manas en conjunción con Buddhi; una
cualidad que atrae a sí, por afinidad espiritual, a un Chitkala, cuando se desarrolla
suficientemente el hombre. Por esto se dice que Chit es una voz que adquiere vida
mística y se convierte en Kwan-Yin.
BLAVATSKY
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BLAVATSKY
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516 The Theosophist, 1881.
517 T. Subba Row: Five Years of Theosophy, pág. 154.
518 Llamados también en los Anales chinos “los Hijos de Sabiduría” y de la “Niebla de Fuego” y los
“Hermanos del Sol”. Si-dzang (Tíbet) es mencionado en los manuscritos de la biblioteca sagrada de la
provincia de Fo-Kien, como la gran sede de la sabiduría oculta, desde tiempo inmemorial, épocas antes
de Buddha. El Emperador Yu, el “Grande” (2.207 años antes de nuestra Era), místico piadoso y gran
Adepto, se dice que obtuvo su Saber de los “Grandes Maestros de la Cordillera Nevada” en Si-dzang.
519 Mateo, VI, 5-6.
520 The Virgin of the World, pág. 134-5.
521 Paracelsus, Franz Hartmann, M. D. pág. 44.
522 Esta palabra es explicada por el Dr. Hartmann, según los textos originales de Paracelso que tenía
ante él, como sigue: Según este gran Rosacruz, “Mysterium es todo aquello de lo cual pueda
desenvolverse algo que está tan sólo germinalmente contenido en ello. Una semilla es el Mysterium
de una planta, un huevo el de un pájaro, etc.”
523 Ob. cit., págs. 41-42.
524 Tan sólo los kabalistas de la Edad Media, siguiendo a los judíos y a uno o dos neoplatónicos han
sido los que han aplicado la palabra Microcosmo al hombre. La antigua filosofía llamaba a la Tierra el
Microcosmo del Macrocosmo, y al hombre el producto de los dos.
525 “Esta doctrina presentada hace trescientos años” —observa el traductor– es idéntica a la que ha
puesto en revolución al pensamiento moderno, después de haber sido transformada y elaborada por
Darwin. Más elaborada aún lo está por Kapila en la filosofía Sânkhya.”
526 El ocultista oriental dice que son guiados y animados por Seres Espirituales, los Obreros en los
mundos invisibles, y tras del velo de la Naturaleza Oculta, o Naturaleza in abscondito.
527 Wilson, I, 11 (vol. I, pág. 35).
528 Expresión frecuente te en dichos “Fragmentos” a la cual nos oponemos. La Mente Universal no es
un Ser o “Dios”.
529 The Virgin of the World, pág. 47; “Asclepios”, parte primera.
530 Divine Pymander, IX, pág. 64.
531 The Virgis of the World, pág. 153.
532 Ob. cit., págs. 139-140. Fragmento del ”Physical Eclogues” y “Florilegium” de Stobaeus.
533 Vishnu Purâna, I, 11, Wilson, I, págs. 13-15.
534 Ob. cit., págs. 135-138.
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