viernes, 1 de mayo de 2020

ISIS SIN VELO T. III CAPÍTULO III





EL REY.-Oigamos este relato del principio al fin.-
SHAKESPEARE: Todo es bien si bien acaba.
Acto V, escena III.

Él es el Uno egendrado por Sí mismo, de Quien todas las
cosas proceden y en ellas actúa. Ningún mortal le ve, pero Él
lo ve todo.- Himnos órficos.

Tuya es atenas, ¡oh Atenea! Escucha, ¡oh gran diosa!, y en
mi obscurecida mente derrama tu pura luz con ilimitada abundancia.
Derrama, ¡oh Reina perfectísima!, aquella luz sagrada
que eternamente irradia de tu serena faz. Con tu bendito e
impelente fuego inspira a mi alma mientras vaga por la tierra.
PROCLO; TRAYLOR: A Minerva.

La fe es la substancia de las cosas... Por su fe no pereció
con los incrédulos la ramera Rahab, que había ocultado
compasivamente a los espías.- Hebreos, XI, i, 31.

¿De qué aprovecharía, ¡oh hermanos míos!, la fe sin las
obras? ¿Podrá la fe salvarle? La ramera Rahab quedó
justificada por las obras al recibir a los espías y
despedirlos después por seguro camino.-Santiago, ii, 14, 25.


Clemente de Alejandría nos presenta al gnóstico Basílides “dedicado a la contemplación de las cosas divinas”. Esto mismo puede decirse de los fundadores de las primitivas sectas que acabaron por fundirse en la estupenda amalgama de intrincados dogmas con que Ireneo, Tertuliano y otros doctores definieron el actual cristianismo. Si se califican de heréticas aquellas sects, también habríamos de considerar herético el primitivo cristianismo. Basiílides y Valentino fueron anteriores a Ireneo y tertuliano, quienes todavía tienen menos motivo que aquéllos para cohonestar sus heréticas doctrinas, cuyo triunfo se debió a la propicia suerte y no al derecho divino ni a la eficacia de la verdad. Cabe asegurar con todo fundamento que el judaísmo, la cábala y el cristianismo son brinquiños de las dos recias ramas (induísmo y budismo) del robusto tronco de la prevédica religión universal a que pudiéramos llamar budismo prehistórico, posteriormente dogmatizado en el induísmo para rebrotar más tarde en el budismo de Gautama.

LA  SUCESIÓN  APOSTÓLICA


Con esta última religión tiene íntimo parentesco la predicada por Jesús y difundida por los apóstoles. El buddha Gautama restauró la prístina pureza del sentimiento religioso estableciendo su doctrina ética sobre tres principios fundamentales, conviene a saber:
1.º  El origen natural de todas las cosas.
2.º  Que la virtud lleva en sí misma el premio, y el vicio el castigo.
3.º  Que la vida terrena es de prueba para el hombre.
En estos tres principios se fundan todas las creencias religiosas, que pueden resumirse en Dios y la inmortalidad del espíritu. Por confusos que fueran los subsiguientes dogmas teológicos y por incomprensibles las metafísicas abstracciones que embarullaron las teologías de las diversas religiones, todas éstas, si exceptuamos el actual cristianismo, vivifican su filosofía con aquellos tres principios que resplandecieron múltiplemente en las doctrinas de Zoroastro, Pitágoras, Moisés, Platón y Jesús.
Examinemos, pues, siquiera brevemente, las numerosas sectas que se llamaron cristianas por creer en un Christos, y veamos hasta qué punto coincidieron los apóstoles Pedro y Pablo en la predicación de la nueva doctrina.
Otra vez hemos de referirnos al fraude capital de los doctores de la Iglesia, quienes con propósito de validar la supremacía de Roma, afirmaron contra toda prueba histórica que el apóstol Pedro sufrió el martirio en la ciudad eterna. Muy natural es que el clero romano se obstine en defender esta falsedad, porque una vez descubierta, quedaría sin apoyo alguno el dogma de la sucesión apostólica.
Recientemente se han publicado notables obras para refutar el supuesto martirio de Pedro en Roma, entre ellas El Cristo de Pablo, escrita por Reber, quien muy ingeniosamente demuestra:
1.º  Que la Iglesia de Roma no se estableció hasta el reinado de Antonino Pío.
2.º  Que si fuese cierto, como afirman Eusebio e Ireneo, que los apóstoles Pedro y Pablo nombraron por sucesor en el gobierno de la Iglesia a Lino, esta sucesión correspondería precisamente a los años 64 al 68 de la Era cristiana.
3.º  Que este período cae dentro del reinado de Nerón.
Apoyado en estas tres demostraciones, prueba Reber con sólido fundamento que el año 69 no podía estar San Pedro en Roma porque estaba en Babilonia, donde escribió su primera epístola, cuya fecha fijan Lardner y otros investigadores en aquel mismo año.
Acaso la Iglesia romana quiso denotar desde luego su índole al elegir por fundador titular al apóstol que negó tres veces a su Maestro en el momento del peligro, y el único (excepto Judas) que con sus provocaciones dio motivo a que le reprendiese, diciendo:

Mas él, volviéndose y mirando a sus discípulos, amenazó a Pedro, diciendo: Quítateme de delante, Satanás, porque no sabes las cosas que son de Dios, sino las que son de los hombres.

La Iglesia griega conserva una tradición, cuyo origen atribuye a Basílides, según la cual, cuando el canto del gallo representó a Pedro la cobardía de su triple negación, atravesaba Jesús entre soldados el patio de Anás y encarándose con Pedro le dijo: “En verdad te digo, Pedro, que me negarás en los siglos venideros hasta que pases de viejo y extenderás tus manos y otro te escarnecerá”.
Dicen los griegos que este vaticinio se refiere a la Iglesia romana, que constantemente está renegando de Cristo bajo el disfraz de falsa religión.

ADULTERACIÓN  DE  LOS  EVANGELIOS


El anónimo autor de la Religión Sobrenatural  prueba concluyentemente la adulteración de los cuatro Evangelios por mano de Ireneo y sus secuaces, quienes tergiversaron maliciosamente el cuarto, aparte de las falsificaciones llevadas a cabo por los doctores de la Iglesia, de suerte que resultan de muy dudosa autenticidad.
Con insuperable lógica y profundo convencimiento trata el autor de este punto en su obra, según puede colegirse del siguiente pasaje:

Ganamos muchísimo más que perdemos al no creer en la revelación divina, pues al paso que conservamos íntegro el tesoro de la moral cristiana, prescindimos de toda superstición de adulterados elementos. No estamos ya sujetos a una teología contraria a la razón y al sentido moral, ni tenemos de Dios y de su gobierno del universo absurdos remedos antropológicos, pues de la mitología hebrea nos remontamos al elevadísimo concepto del Ser de bondad y sabiduría infinitas, cuya impenetrable gloria le encubre a la percepción de la mente humana; pero, no obstante, le conocemos por la perfecta y maravillosa operación de sus leyes... Ningún valor tiene el argumento tantas veces aducido por los teólogos de que la revelación le es necesaria al hombre para robustecer su conciencia moral. Lo único necesario para el hombre es la VERDAD, y sólo con ella debe conformarse nuestra conciencia moral.

Muy elocuente es el hecho de que el apóstol Pedro defendiera durante toda su vida el rito de la circuncisión; y por lo tanto, cabe inferir que a quienquiera, menos a Pedro, se le puede considerar como fundador de la Iglesia romana, pues si lo hubiera sido, de seguro que sus sucesores se sometieran a esta operación, siquiera por respeto al fundador.
El manuscrito hebreo: Sepher Toldoth Jeschu  da muy distinta versión referente a Pedro, de quien dice que, en efecto, era discípulo de Cristo, aunque algo disidente, pero sin que los judíos le persiguiesen, como han supuesto los historiadores eclesiásticos. El manuscrito habla con mucho respeto de Pedro, y le llama “siervo fiel del Dios vivo”, añadiendo que pasó austeramente el resto de sus días en lo alto de una torre de Babilonia entregado a la meditación, predicando la caridad y componiendo himnos religiosos. Dice también dicho tratado que Pedro recomendaba constantemente a los cristianos la paz y concordia con los judíos; pero luego de su muerte apareció en Roma otro apóstol diciendo que Pedro había adulterado las enseñanzas del Maestro y amenazó con los tormentos eternos de un infierno inventado por él a cuantos no creyeran en sus predicaciones, sin operar en apoyo de ellas milagro alguno de los prometidos
Las relaciones entre el apóstol Pedro y sus ex correligionarios judíos están apoyadas en el siguiente pasaje de Teodoreto:

Los nazarenos son judíos que veneran al ungido (Jesús) como a un justo y siguen el Evangelio según Pedro.

Según se infiere de los documentos históricos, las primeras sectas cristianas, fueron: nazarenos, ebionitas  y esenios o terpeutas, de los que eran una rama los nazarios. Todas estas sectas profesaban más o menos abiertamente la cábala, creían en la expulsión de los demonios por medio de conjuros mágicos, y hasta la época de Ireneo nadie las tuvo por heréticas.
Todas las sectas gnósticas creían igualmente en la magia, como comprueba el mismo Ireneo al hablar de los discípulos de Basílides diciendo:

Emplean imágenes, evocaciones, conjuros y todo lo referente a la magia.

LA  PALABRA  NAZARENO


Por otra parte, Dunlap, apoyado en la autoridad de Lightfoot, dice que a Jesús le llamaron por sobrenombre Nazaraios, aludiendo a la humildad de su condición social, pues dicha palabra significa “alejamiento de los hombres”.
Sin embargo, el verdadero significado de la palabra nazar (...) es “consagrado al servicio de Dios”, aunque en el gramatical sentido del lenguaje vulgar significaba diadema, y por figura de dicción se aplicó alegóricamente este nombre a los consagrados a Dios en cuya cabeza no tocaba filo de tijera.

A José, hijo de Jacob, le llaman nazareno las Escrituras, y el mismo título reciben Sansón (Semes-on ...) y Samuel (Sem-va-el ...). porfirio dice que a Pitágoras le inició en Babilonia el hierofante Zar-adas, y de esto cabe inferir que el nombre de Zoroastro o Zoro Aster equivale a Nazar de Ishtar, Zar-adas o Na-Zar-Ad, cuyas leves diferencias proceden de la diversidad de idiomas. De la propia suerte el escriba Esdras (...) era hierofante y Zorobabel o Zeru Babel (...) fue el zoro o nazar que acaudilló a los israelitas al salir de la cautividad de Babilonia.

Las Escrituras hebreas aluden a dos distintos cultos religiosos dominantes entre los isaraelitas: el exotérico de Baco bajo el nombre de Jehovah y el esotérico de los iniciados caldeos, nazares, teurgos y algunos profetas cuya metrópoli era Babilonia, donde había dos escuelas rivales de magia, una exotérica y otra esotérica que, satisfecha de sus impenetrables conocimientos, no tuvo reparo en someterse aparentemente al poder secular del reformador Darío. La misma conducta siguieron los gnósticos al acomodarse exotéricamente a la religión dominante en cada país, sin menoscabo especial de sus creencias esotéricas.

También cabe suponer que Zero-Ishtar fuese nombre común a los sumos sacerdotes o supremos hierofantes de la religión caldea, y que cuando los arios persas, en el reinado de Darío Hystaspes, vencieron al mago Gomates y restauraron el culto mazdeísta, sobrevino una confusión por la cual el Zero-Ishtar se convirtió en el Zara-tushra del Vendidad, que no aceptaron los demás arios, fieles a la religión védica.

No cabe duda de que Moisés estuvo iniciado, pues la religión mosaica viene a ser una entremezcla de heliolatría y sarpolatría  con ligeros toques monoteísticos que Esdras elevó a concepto fundamental en las Escrituras recopiladas al regreso de la cautividad. De todos modos, el libro de los Números es posterior a Moisés, y sin embargo, en él se ve con toda claridad el culto pagano del sol y de la serpiente.
Los nazares o profetas, los nazarenos y los iniciados eran abiertamente contrarios al culto exotérico de Baco bajo el nombre de Jehovah, y se atenían estrictamente al espíritu de las religiones simbólicas, sin parar mientes en las idolátricas ceremonias de la letra muerta. Por esto, los sacerdotes, que en la superstición tenían su lucro, concitaban frecuentemente las iras del populacho contra los profetas, hasta el punto de morir algunos de ellos lapidados.

LA  FÁBULA  DE  EURÍDICE


Otfriedo Müller nos descubre las diferencias entre los Misterios órficos y el culto exotérico de Baco, aunque los iniciados en ellos profesaban públicamente la religión báquica; pero la austera moralidad y el riguroso ascetismo de las doctrinas de Orfeo, que tan escrupulosamente seguían sus discípulos, eran de todo punto incompatibles con la grosera obscenidad y torpeza de lasceremonias populares.
La fábula de Aristeo que persigue a Eurídice por los bosques, donde la mata una serpiente, es clarísima alegoría de la fuerza bruta (Aristeo) que persigue a la doctrina esotérica (Eurídice), muerta por acometida de los dioses solares (la serpiente), que la sepultan en el mundo subterráneo o lugar inferior, muy distinto del infierno teológico. Además, cuando las bacantes despedazan a Orfeo, la alegoría da con ello a entender la profunda diferencia entre la religión esotérica y el culto exotérico, y que los groseros ritos populares tienen siempre entre el vulgo mejor acogida que la sencilla y divina verdad.

Difícil resulta determinar con precisión los ritos del esoterismo órfico, pues los himnos originales se perdieron desde un principio, y ni Platón ni Aristóteles tuvieron por auténticas las copias existentes en su tiempo. Sin embargo, la tradición oral indica que Orfeo aprendió sus doctrinas en la India de boca de los magos, o sean las mismas que profesaban los iniciados de todos los países.
Los esenios pertenecían a la escuela pitagórica, antes de que alteraran más bien que perfeccionaran su organización bajo el influjo de aquellos misioneros budistas establecidos per saeculorum millia en las riberas del mar Muerto, según nos dice Plinio. Pero si por una parte los misioneros budistas disciplinaron monacalmente a los esenios con estricta observancia de las reglas conventuales, también dieron vivo ejemplo de las austeras virtudes que en grado heroico practicó Sakya, a quien precedieron en ejemplaridad algunos filósofos antiguos con sus discípulos y siguieron siglos después Jesús y los ascetas cristianos, hasta que, relajándose poco a poco, las olvidó por completo la Iglesia romana.

Los nazares iniciados se habían mantenido siempre fieles a las enseñanzas esotéricas que antes de ellos profesaron los primitivos adeptos. Los discípulos de Juan el Bautista formaban una rama desgajada de los esenios y por tanto no debemos confundirlos con los otros nazares a quienes Oseas inculpó de haberse entregado a Bosheth (...), que era el máximo de la abominación .
La secta de los nazarenos era muy anterior a la ley de Moisés, y nació en la comarca de Galilea, secularmente enemistada con el resto de Israel y compuesta en otro tiempo de una confusa mezcolanza de gentes idólatras, cuya capital era Nazara, después Nazareth, donde los primitivos nazarenos celebraban los Misterios de vida o asambleas de iniciación, cuyos ritos religiosos diferían opuestamente de los del culto popular de Adonis en Biblos.
Mienstras los menospreciados galileos adoraban al verdadero Dios con el don de clarividencia trascendental, los israelitas, que presumían de pueblo escogido, se entregaban a cultos idolátricos, según demuestra el siguiente pasaje:

Y saliendo una forma de mano, me asió de una guedeja de mi cabeza y me elevó el Espíritu entre la tierra y el cielo y me llevó a Jerusalén en visión de Dios... Y habiendo entrado, miré, y he aquí toda semejanza de reptiles y de animales y todos los ídolos de la casa de Israel estaban pintados en la pared por todo el rededor. Y a setenta hombres de los ancianos de la casa de Israel que estaban en pie delante de las pinturas... Y me dijo: Hijo de Israel en las tinieblas, porque dicen: No nos ve el Señor... Y me introdujo por la puerta de la casa del Señor que miraba al Norte, y he aquí mujeres que estaban allí sentadas llorando a Tammuz (Adonis).

NAZARENOS  Y  NAZARES


Seguramente que los pueblos paganos no superaron jamás al escogido en las abominables obscenidades que sus mismos profetas les echan en cara con tanta frecuencia.
Así se explica la hostilidad, recrudecida posteriormente, entre los nazarenos y los judíos carnales, a quienes acusaban los primeros de adorar a Baco o Iurbo-Adonai.
Dice el Código de los Nazarenos:

No adores al sol que llaman Adonai, Kadush  y El-El. Este Adonai escogerá una nación y la congregará en asambleas... Jerusalén llegará a ser el refugio de los abortivos, que se perfeccionarán (se circuncidarán) con espada y adorarán a Adonai.

Descendían los nazarenos de los nazares de la Biblia, y su postrer caudillo de nota fue Juan el Bautista. Los escribas y fariseos de Jerusalén no les molestaban, a pesar de su heterodoxia, y aun el mismo Herodes temía un motín popular, porque las gentes consideraban a Juan como profeta.
Los discípulos de Jesús estaban en su mayor parte afiliados a la secta de los esenios, que era un desprendimiento de la de los nazarenos, o como si dijéramos, una herejía de herejía a los ojos de los fariseos, quienes miraban aviesamente a Jesús por sus innovadoras predicaciones.
Así se explica fácilmente la notable analogía entre el ritual de los primitivos cristianos y el de los esenios, que, según hemos dicho, habían sido catequizados por los misioneros budistas repartidos por Egipto, Grecia y Judea desde el reinado del celoso monarca Asoka; pero si bien es cierto que a los esenios cabe la honra de haber contado a Jesús entre los suyos, disentía de la comunidad en algunos puntos de observancia externa, por lo que en rigor no fue esenio, según veremos más adelante, ni tampoco nazar de los primitivos. El Código de los nazarenos y las injustas acusaciones de los gnósticos bardesanianos nos dicen lo que fue Jesús, según vemos en el siguiente pasaje:

Jesús es Nebo, el falso Mesías, el debelador de la antigua religión ortodoxa.

Fundó Jesús la secta de los nazares disidentes, de acuerdo con las enseñanzas budistas, como claramente se infiere de la palabra ... (Nebo, dios de la sabiduría) pues ... (naba) en hebreo significa hablar por inspiración. Pero Nebo es equivalente a Mercurio, y éste a Buddha en el monograma planetario de los indos. Además, los talmudistas sostenían que Jesús estaba inspirado por el genio de Mercurio.
Por lo tanto, el reformador nazareno pertenecía a una de dichas sectas, aunque no sea posible dilucidar cuál de ellas; pero está fuera de duda que predicó la filosofía de Sakya el Buddha. Denunciados los nazares por los últimos profetas y malditos por el Sanhedrín, que los persiguió solapadamente, quedaron confundidos en el concepto público con los otros nazares, de quienes dijo Oseas:

... y se enagenaron para su confusión y se hicieron abominables como aquellas cosas que amaron.

Así se comprende que los fariseos menospreciaran de tal modo a Jesús y le llamaran despectivamente el “Galileo”. Así se comprende también la pregunta de Nathaniel:

Pues qué, ¿puede salir de Nazareth cosa buena?

tan sólo porque sabía que Jesús era natural de esta ciudad galilea. Esto nos lleva a suponer con fundamento que los primitivos nazares no profesaban la religión mosaica como los judíos, sino más bien la de los teurgos caldeos. Por otra parte, la notoria tergiversación del texto original de los Evangelios substituyó la palabra nozari (nazareno o nazar) por la de Nazareth, de modo que el original decía:

¿Puede venir de un nazareno cosa buena?

ERRORES  BÍBLICOS


Los errores de la Biblia son leves en comparación de los que se echan de ver en los Evangelios, y no hay más valiosa prueba del sistema de piadosos fraudes sobre que se funda el armazón del mesianismo.
El evangelista San Mateo dice al hablar de Juan:

Éste es Elías que había de venir.

En esto se descubre una antigua tradición cabalística; pero cuando le preguntan al Bautista: “¿Eres tú Elías)” y responde: “No lo soy”, ¿a quién hemos de creer?, ¿al Bautista o al Evangelista? ¿Y dónde queda la revelación divina?
Evidentemente, el propósito de Jesús fue idéntico al de Buda, esto es, baneficiar ampliamente al género humano por medio de una reforma religiosa que restableciese la ética en toda su pureza, pues hasta entonces el verdadero concepto de Dios y de la Naturaleza había sido privativo de los adeptos a las escuelas esotéricas.
Pero aunque Jesús no se abstuviese de beber vino podía ser nazareno, pues según el Libro de los Números, luego que el sacerdote agita ante el altar la cabellera de un nazareno, ya puede éste beber vino. La amarga lamentación de Jesús al ver que nada bastaba para satisfacer al pueblo, está concretada en el siguiente pasaje:

Juan vino sin comer ni beber y dijeron de él: “Tiene demonio”. El Hijo del Hombre vino comiendo y bebiendo y dicen: “He aquí un glotón y beodo”. (San Mateo, XI, 19).

Sin embargo, participaba Jesús de las costumbres de los esenios y de los nazarenos, pues no sólo le oímos mandar un mensajero a Herodes diciéndole que lanzaba demonios y curaba enfermos, sino que se titula profeta y se declara igual a los demás profetas.
El bautismo es uno de los ritos más antiguos, y todas las naciones lo practicaban en los Misterios a manera de ablución sagrada. Dunlap opina que el nombre de nazar deriva del verbo nazah (rociar), a lo cual se añade que, según los nazarenos, Bahak-Zivo creó el universo del “agua obscura”, y por otra parte afirma Richardson que la palabra bahak significa llover.
Sin embargo, no es fácil identificar el Bahak-Zivo de los nazarenos con el dios Baco, aunque éste fuese “el dios de la lluvia”, pues los nazarenos eran acérrimos adversarios del culto de Baco. Dice Preller  que las hyadas o ninfas de las lluvias educaron a Baco, y que al terminar los Misterios los sacerdotes rociaban los altares y los ungían con aceite; pero todo esto es muy deleznable prueba.

El bautismo en el Jordán nada tenía que ver con los ritos exotéricos del culto de Baco ni con las libaciones en honor de Adonai o Adonis, tan aborrecido de los nazarenos, pues no es necesario suponer semejante analogía para probar que la pública ceremonia bautismal derivaba de los Misterios, cuyos ritos en modo alguno deben confundirse con los supersticiosos e idolátricos de la plebe pagana. Juan fue el profeta de los nazarenos y recibió en Galilea el nombre de Salvador; pero no fundó la secta que derivaba sus doctrinas de la antiquísima teurgia caldeo-acadiana.
Las clases inferiores de los primitivos hebreos, de procedencia cananea y fenicia, conservaron el culto de los dioses fálicos; pero, no obstante, también hubo iniciados entre ellos. Posteriormente, la influencia de los asirios modificó el carácter de la plebe hebrea, y por último, los persas difundieron las costumbres y conceptos farisaicos de que derivaron el Antiguo Testamento y las instituciones mosaicas. Los asmoneos, que a un tiempo eran reyes y sacerdotes, publicaron los cánones del Antiguo Testamento en contraposición a los Libros secretos (Apocrypha) de los judíos cabalistas alejandrinos. Hasta el pontificado de Juan Hircano, los jefes de Judea fueron asideanos (chasidim) o fariseos (parsis); pero después se convirtieron en saduceos o zadokitas, que mantenían la regla sacerdotal en opuesta distinción de la rabínica. Los fariseos eran benévolos y cultos; los saduceos, fanáticos y crueles.

MODALIDADES  DEL  BAUTISMO


Dice el Código de los nazarenos:

Juan, hijo del abasaba Zacarías y concebido por su madre Anasabet a los cien años, hacía ya cuarenta y dos  que bautizaba cuando bautizó a Jesús el Mesías... Pero Jesús alterará la doctrina de Juan y mudará su bautismo y dará otros aforismos de justicia.

El bautismo de agua quedó substituido por el del Espíritu Santo, tal vez a causa del empeño que mostraron los Padres de la Iglesia en establecer una reforma que distinguiese a los cristianos de los nazarenos, nabateanos y ebionitas con propósito de cohonestar nuevos dogmas. Los Evangelios sinópticos no solamente nos dicen que Jesús bautizaba como Juan, sino que los discípulos de éste se enojaron por ello, aunque nadie pueda acusar a Jesús de culto báquico.
El versículo 2 del capítulo IV de San Juan, que está puesto entre paréntesis y dice: “(Aunque Jesús no bautizaba, sino sus discípulos)”, tiene todas las trazas de una interpolación. Según Mateo, Juan el Bautista dice que el que viene tras él no bautizará con agua, sino “con fuego y Espíritu Santo”. Marcos, Lucas y Juan corroboran estas palabras. Más adelante demostraremos que los símbolos del agua, fuego y Espíritu Santo, proceden de la India. Pero es muy particular que los Hechos de los apóstoles nieguen el bautismo de fuego, según se infiere del siguiente pasaje:

Y aconteció que estando Apolo en Corinto  vino Pablo a Efeso y halló algunos discípulos. Y les dijo: ¿Cuándo abrazásteis la fe, recibisteis el Espíritu Santo? Y ellos le respondieron: Antes, ni aun hemos oído si hay Espíritu Santo. Y él les dijo: ¿Pues en qué habéis sido bautizados? Ellos dijeron: En el bautismo de Juan. Oídas estas cosas, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús... y vino sobre ellos el Esp´çiritu Santo y hablaban en lenguas y profetizaban .

Vemos que San Juan Bautista, el precursor, profeta y mártir, según el cumplimiento de las profecías anuncia públicamente el bautismo de fuego y del Espíritu Santo; y sin embargo, sus discípulos, que tan convencidos debieran estar de las palabras de su maestro, declaran que nunca han oído hablar del Espíritu Santo.

Verdaderamente, tenían razón los autores del Codex Nazareus; pero no a Jesús, sino a los que posteriormente tergiversaron el Nuevo Testamento con tendenciosas miras, debemos culpar de haber adulterado la doctrina de Juan, la significación del bautismo y el sentido de las palabras de justicia.
No cabe objetar que el Codex, tal como lo conocemos, fue escrito siglos después de la predicación de los inmediatos discípulos de Juan, pues lo mismo ocurrió con los Evangelios. Cuando Pablo habló con los bautistas, no había aparecido aún entre ellos Bardesanes, y por lo tanto nadie tildaba de herética a dicha secta. Además, la rivalidad suscitada desde un principio entre los discípulos de Jesús y de Juan nos da a entender que los de este último no tomaron en consideración la promesa del “Espíritu Santo”; y por otra parte, tan poco seguro estaba Juan de que Jesús fuese el Mesías prometido, que después del bautismo y no obstante la voz que desde el cielo dijo: Éste es mi Hijo el amado, envía desde la cárcel a dos discípulos para que le pregunten a Jesús: “¿Eres tú aquel que ha de venir o hemos de esperar a otro?”

EL  NAZARENO  REFORMADOR


Tan flagrante contradicción bastaría para desvanecer toda hipótesis respecto a la divina inspiración del Nuevo Testamento; pero todavía cabe pregunta: Si el bautismo simboliza regeneración en un sacramento instituido por Jesús, ¿cómo  no bautizan hoy los cristianos en fuego y Espíritu Santo en vez de seguir el rito de los nazarenos? Las interpolaciones llevadas a cabo por Ireneo no tuvieron, según se ve, otro fin que presentar el sobrenombre de nazareno dado a Jesús como dimanante de su larga residencia en Nazareth, y no de su filiación en la secta de los nazarenos.
El fraude de Ireneo fue muy poco afortunado, porque desde tiempo inmemorial tronaron los profetas contra el bautismo de fuego que practicaban los países vecinos para comunicar el “don de profecías” o sea el Espíritu Santo. Pero Ireneo se vio en situación comprometida, pues a los cristianos les llamaban las gentes nazarenos e iesaenos, según dice Epifanio, y a Jesús se le tenía, en opinión general aun de sus mismos discípulos, por uno de tantos profetas y saludadores judíos. Por lo tanto, no había en esto fundamento apropiado para proclamar la divinidad de Jesucristo ni para estatuir una nueva jerarquía, y así hubo Ireneo de inventar los elementos que requería su intencionado propósito.
Las pruebas de que Jesús pertenecía a la secta de los nazarenos no hemos de buscarlas en las traducciones de los Evangelios, sino en los textos originales. Tischendorf traduce por Iesu Nazarene  el nombre griego que en el texto siriaco dice: Iasua el nazaria. De modo que, dada la incomprensible confusión d los cuatro Evangelios, según aparecen hoy después de revisados, fácilmente colegiremos que el genuino cristianismo predicado por Jesús está contenido en las llamadas herejías siriacas. Tal era el convencimiento de Pablo cuando el abogado Tértulo le acusó ante el gobernador Félix de “promover sediciones como jefe de la secta de los nazarenos”; a lo que el acusado replica:                                                 

... ni te pueden probar las cosas de que ahora me acusan. Pero confieso... que según la secta que ellos dicen herejía, sirvo yo al Dios de mis padres, creyendo todas las cosas que están escritas en la Ley y en los profetas.

Esta confesión demuestra concluyentemente:
1.º  Que Pablo pertenecía a la secta de los nazarenos.
2.º  Que adoraba al Dios de sus padres, no al Dios trino, cuyo concepto se dogmatizó después de su muerte.
Además, explica el motivo de que durante largo tiempo no fueran tenidos por canónicos los Hechos de los apóstoles ni el Apocalipsis de San Juan.
Tanto los neófitos como los hierofantes de Biblos estaban obligados a ayunar y permanecer en soledad durante algún tiempo después de la celebración de los Misterios. Iguales prácticas se requerían antes y después de los ritos báquicos, adonisíacos y eleusinos. Herodoto insinúa con temor y respeto algo referente al lago de Baco, donde “los sacerdotes efectuaban por la noche escenas de la vida y pasión de dios”. En los misterios de Mithra el neófito simulaba la escena de la muerte antes de “nacer de nuevo” por virtud del bautismo.
Los sacerdotes de los Misterios estaban circuncidados, y el neófito no podía recibir la iniciación sin haber asistido de antemano a los Misterios del Lago. Los nazarenos recibían el bautismo en el río Jordán y no en otras aguas; también estaban circuncidados y ayunaban antes y después de la ceremonia bautismal.

LA  SECTA  NAZARENA


La secta nazarena existía ya unos ciento cincuenta años antes de J. C., y sus prosélitos habitaban a orillas del Jordán y en la ribera oriental del mar Muerto, según Plinio y Josefo.
Dice Munk que galileo es casi equivalente a nazareno, y que los naturales de dicha comarca de Judea mantenían muy íntimo trato con los gentiles, hasta el punto de que la plebe se había asimilado algunos ritos y ceremonias religiosas del paganismo, por lo que los judíos ortodoxos miraban despectivamente a los galileos.
Añade Munk que “los nazarenos formaban ya comunidad regular antes de la promulgación de las leyes de Musah”; y así lo demuestra el pasaje del Libro de los Números  que minuciosamente describe esta secta, hasta el punto de que en las órdenes dadas por el Señor a Moisés se reconocen sin dificultad los ritos, ceremonias y reglas de los sacerdotes de Adonis, pues como estos se obligaban los esenios a la pureza y abstinencia y se dejaban crecer el cabello. Del profeta Elías, también nazareno, dicen las Escrituras que era “hombre peludo, que lleva ceñido a sus lomos un cinto de cuero”.

Los autores antiguos aplicaron las denominaciones nazar y nazareth indistintamente a los adeptos indios y paganos. De seguro nos concitaríamos las iras clericales con sólo apuntar la idea, muy verosímil por otra parte, de que los nazarenos de Judea y sobre todo los “profetas del Señor”, estaban iniciados en los Misterios paganos y pertenecían en su mayor parte a una misma confraternidad internacional de adeptos. Recordemos a este propósito que según refieren Amiano Marcelino y otros historiadores, al penetrar Darío Hystaspes en la Bactriana (India septentrional), aprendió de los brahmanes la ciencia astrológica y cosmológica con ritos de purísima significación que comunicó a los magos. En cambio, también dice la historia que Darío acabó con los magos y restableció el culto de Ormuzd y la religión pura de Zoroastro, lo cual parece oponerse al epitafio puesto en la tumba de Darío diciendo que fue hierofante o maestro de magia. El error histórico resulta evidente, de modo que en esta confusión de nombres, el Zoroastro instructor de Pitágoras no pudo ser el fundador de la religión parsi ni el reformador Zarathustra ni el profeta de la corte de Vistaspa  ni tampoco el que sobrepuso la autoridad de los magos a la de los mismos reyes. En el Avesta, que es el más antiguo texto sagrado parsi, no se descubre ni el más ligero indicio de que el reformador hubiese tenido relación alguna con los países que posteriormente adoptaron el culto mazdeísta, pues ni siquiera menciona a los iranios, medos, asirios y persas. Por lo tanto, es muy natural que el nombre de Zoroastro no fuese propio de una sola personalidad, sino común a todos los jerarcas de la religión mazdeísta.

EL  NOMBRE  DE  ZOROASTRO


Según el cómputo de Aristóteles, Zoroastro florecería 6000 años antes de J. C. Hermipo de Alejandría, de quien se dice que leyó los libros de Zoroastro (aunque se acuse a Alejandro Magno de haberlos destruido), afirma que este instructor fue discípulo de Azonach (Azon-ach o el dios Azon) y vivió 5000 años antes de la toma de troya. Por otra parte, Clemente de Alejandría identifica a Zordusth con el Er o Eros cuya visión relata Platón en su República; y mientras unos historiadores dicen que el mago que destronó a Cambises era de nacionalidad meda y que Darío abolió los ritos mágicos para restablecer el culto de Ormazd, tenemos que Janto de Lidia señala a Zoroastro como el jerarca de los magos. ¿Quién está equivocado? ¿O todos tienen razón menos los modernos investigadores que no aciertan a descubrir la diferencia entre el reformador y sus apóstoles y discípulos? El error de los comentadores contemporáneos nos recuerda el en que Suetonio cayó al confundir a los cristianos en colectividad con la persona de un Christo o Crestos, a quien dice que desterró el emperador Claudio por perturbador del país.

Reanudando la disquisición de la palabra nazar, vemos que Plinio dice de Zaratus que “era zoroastro y nazaret”. Puesto que a Zoroastro se le llama príncipe de los magos y nazar significa consagrado, podemos inferir que la palabra nazar no es ni más ni menos, como opina Volney, que la expresión hebrea del concepto de mago. La voz persa na-zaruan significa “millones de años” y servía para designar al “Anciano de los Días”. De aquí que se denominaran nazares y nazarenos los consagrados al servicio del único y supremo Dios.

Pero también encontramos en lengua indostánica la palabra nazar, que significa visión interna o sobrenatural. Opina Wilder que la palabra zeruana procede de los magos, pues no se encuentra en el Avesta, y sí únicamente en los textos parsis de la última época. Según Wilder, el Turan de los poetas es Aturia o asiria, y el rey-sierpe Zohak  fue adorado en asiria y Media durante la unión de ambos imperios.

Sin embargo, esta opinión no invalida en modo alguno la aseverada identidad original de las doctrinas secretas de los budistas prevédicos, magos parsis, hierofantes egipcios, cabalistas caldeos, nazarenos judíos y adeptos de toda época y nacionalidad.
Zoroastro se limitó a exponer en público, esto es, a predicar, parte de las monoteísticas enseñanzas religiosas hasta entonces privativas de los santuarios, donde las comunicaban sigilosamente los brahmanes. Por lo tanto, no cabe decir que Zoroastro suscitara cisma alguno ni que fuese el primero en proclamar la unidad de Dios entrevelada en el sistema dualista, pues su tarea se redujo a establecer el culto del sol y enseñar lo que había aprendido de los brahmanes.
Max Müller afirma en el siguiente pasaje que Zarathustra y sus discípulos se establecieron en la India antes de emigrar a Persia.
Dice así:

Tan evidentemente como que los habitantes de Massilia vinieron de Grecia, puede probarse que los zoroastrianos salieron de la India en el período védico... Muchas divinidades de la religión zoroastriana son meros remedos y variaciones de las védicas.

Pero estaremos en más firme terreno si apoyados en la Kábala y las antiquísimas tradiciones de la religión de sabiduría, podemos probar que tanto las divinidades zoroastrianas como las védicas no son ni más ni menos que la personificación de las fuerzas de la Naturaleza, fieles servidoras de los iniciados en la magia o sabiduría oculta. Por lo tanto, podemos afirmar que el cabalismo y el gnosticismo procedieron indistintamente del mazdeísmo esotérico (en modo alguno del exotérico), o bien, como dicen King y otros arqueólogos, de la sabiduría ocualta o religión universal. Es pura cuestión de cronología decidir cuál de estas religiones es la más antigua y la menos adulterada, pues sólo difieren en su forma externa.

AFINIDAD  DE  DOCTRINAS


Sin embargo, poca relación tiene esto con el asunto de que vamos tratando. Algunos años antes de la era cristiana, los iniciados ya no constituían comunidades numerosas, excepto en la India; pero todas las sectas, desde los esenios hasta los neoplatónicos, por efímera que fuese su existencia, siguieron las mismas doctrinas fundamentales, aunque se diferenciasen en la forma externa. Esta identidad substancial de la doctrina constituye lo que llamamos la religión de sabiduría, mucho más antigua aun que la filosofía de Siddhârtha Sakya.

Tras diecinueve siglos de intencionadas expurgaciones para borrar de los textos sagrados toda frase que pudiese poner al investigador en el verdadero camino, resulta muy ardua tarea probar a los ojos de las ciencias experimentales que los adonitas, nazarenos, esenios, terpeutas , ebionitas y otras sectas profesaban, con levísimas diferencias, las mismas doctrinas enseñadas en los misterios teúrgicos. Sin embargo, procediendo por analogía y examinando la oculta significación de los ritos y ceremonias, podemos descubrir la íntima afinidad que los emparenta.

El judío Filón, contemporáneo de Jesús y muy versado en las filosofías de Platón y aristóteles, interpretó la antiquísima literatura hebrea hasta el punto de probar la coincidencia de la esotérica doctrina cabalística con la de los filósofos griegos, cuyo espíritu descubre en los libros mosaicos. Por esto dice Kingsley que Filón fue el patriarca del neoplatonismo. Es evidente que los terapeutas de 

Filón eran esenios, aunque no todos los esenios fuesen terapeutas.
Tanto este autor como Josefo han descrito la secta de los esenios con suficientes pormenores para evidenciar que el reformador Jesús, después de pasar la mocedad en los monasterios del desierto y de haber sido iniciado en los Misterios, prefirió la vida independiente de la predicación, convirtiéndose en terapeuta errante. Lo mismo Jesús que Juan el Bautista anunciaron el fin de los tiempos, lo cual demuestra que conocían los cómputos secretos de hierofantes y cabalistas, quienes con los priores de las comunidades esenias poseían el secreto, dunlap, cuyas investigaciones fueron muy felices en este punto, remonta el origen de los esenios, nazarenos, dositeanos y otras sectas a una época anterior a Jesucristo, y dice de ellos:

Renunciaban a los placeres terrenales, menospreciaban las riquezas, se amaban unos a otros y se mantenían célibes, por considerar eminente virtud el dominio de la carne.

Precisamente, éstas fueron las virtudes predicadas por Jesús. Si atendemos al espíritu de los Evangelios, resultará que Jesús profesaba la doctrina de la reencarnación como los esenios, que la habían aprendido de los pitagóricos, pues según afirma Jámblico, Pitágoras residió algún tiempo con los esenios en el monte Carmelo. En sus pláticas y sermones solía hablar Jesús en parábolas y metáforas, según costumbre de los esenios y nazarenos, sin que jamás se tuviera noticia de que así lo hicieran los galileos, pues estos se admiraban de oír a su compatriota expresarse de aquel modo, y así le decían:

¿Por qué les hablas por parábolas ?

Y responde como verdadero inciado:

Porque a vosotros es dado saber los Misterios del reino de los cielos; mas a ellos no les es dado. Por eso les hablo por parábolas; porque viendo no ven y oyendo no oyen ni entienden.

FRASES  PITAGÓRICAS


Además, en algunas ocasiones se valió de frases evidentemente pitagóricas, como cuando aconseja:

No déis lo santo a los perros ni echéis vuestras perlas delante de los puercos, no sea que las huellen con sus pies y revolviéndose contra vosotros os despedacen.

Wilder dice a este propósito:

Se advierte en Jesús y en Pablo la misma propensión a clasificar sus doctrinas en esotéricas y exotéricas. Jesús comunicaba los Misterios del reino de los cielos a los apóstoles, y hablaba en parábolas a la multitud. Pablo dice por su parte: “Nosotros hablamos sabiduría entre los perfectos o iniciados (90)”.

Los asistentes a los Misterios se clasificaban en neófitos y perfectos. Los primeros eran admitidos algunas veces a las dramáticas representaciones de Ceres, o sea el alma que desciende al hades; pero únicamente los perfectos podían conocer los misterios del elysium o morada de los bienaventurados, evidentemente idéntica al “reino de los cielos”.
Dice el apóstol Pablo:

Y conozco a este tal hombre; si fue en el cuerpo o fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe. Que fue arrebatado al paraíso y oyó palabras secretas (...) que al hombre no le es lícito repetir.

Este pasaje ha sorprendido a varios comentadores versados en los ritos de la iniciación, porque alude claramente a la epopteia o revelación final; y aunque pocos de ellos lo han relacionado con las beatíficas visiones de los iniciados, la terminología empleada desvanece toda duda, pues las cosas que no es lícito repetir se encubren en la misma frase, y la razón del secreto es la misma que vemos expuesta en Platón, Proclo, Jámblico, Herodoto y otros autores.
El pasaje de San Pablo, que dice:

Hablamos sabiduría entre los perfectos,

debe explicarse diciendo:

            Hablamos de las más profundas doctrinas de los Misterios únicamente entre los iniciados en ellas.

Resulta, por lo tanto, que en la frase: “el hombre arrebatado al paraíso”, y que sin duda fue el mismo Pablo, está substituida la palabra pagana elysium por la cristiana paraíso. De que este pasaje alude a las visiones de los iniciados, tenemos prueba en que, según ya dijimos en otro lugar de esta obra, asegura Platón que antes de que un iniciado pueda ver a los dioses ha de libertarse del cuerpo astral. Análogamente describe Apuleyo su iniciación en los Misterios, diciendo:

Me aproximé a los confines de la muerte, y después de pisar los umbrales de Proserpina volví transportado a través de los elementos. En medio de la noche brillaba el sol con luz esplendorosa, y vi los dioses infernales y celestes  a quienes pagué tributo de adoración .

Así, pues, como Pitágoras y otros hierofantes reformadores, Jesús dividió sus enseñanzas en esotéricas y exotéricas, y según costumbre de los esenios, jamás se sentó a la mesa sin que precediera la acción de gracias. También clasificó a sus discípulos en neófitos, hermanos y perfectos, aunque su magisterio público no duró lo bastante para formar escuela; y no parece que iniciara a ningún apóstol excepto Juan, pues el autor del Apocalipsis fue cabalista iniciado, según se infiere evidentemente de que intercaló en su obra pasajes enteros del Libro de Enoch y de su compendiado remedo la Profecía de Daniel. Además, los ofitas gnósticos repudiaban el Antiguo Testamento por “emanar de un ser inferior” (Jehovah), y en cambio admitían el Libro de Enoch, en cuyo texto apoyaban sus dogmas religiosos. Otra prueba de que Juan era cabalista, la tenemos en que fue desterrado a la isla de Patmos cuando la persecución emprendida por el emperador Domiciano contra los astrólogos y cabalistas.

CABALISMO  DEL  APOCALIPSIS


En todas las poblaciones adonde iba Jesús a predicar le acusaban los fariseos de ejercer la magia egipcia  y de lanzar los demonios en nombre de Beelzebú. Por otra parte, San Justino Mártir no sólo afirma con toda autoridad que los gentiles de su tiempo atribuían los milagros de Jesús a operaciones mágicas (...) idénticas a las de los taumaturgos paganos, sino que deplora que le llamaran embaucador del pueblo.

Según el Evangelio de Nicodemus, los judíos acusaron de mago a Jesús ante Pilatos diciendo: 
“¿No te hemos dicho que era mago?” Celso alude a la misma acusación, y como neoplatónico cree en ella . 
El rabino Iochan refiere que a Jesús le era tan fácil volar por los aires como al común de las gentes andar por el suelo. San Agustín asegura que, en opinión general de los contemporáneos, Jesús había sido iniciado en Egipto y escribió tratados de magia que legó a Juan. En las Clementinae Recognitionis se acusa a Jesús de haber operado milagros no como profeta judío, sino como mago pagano.
Entonces, igual que ahora, el clero fanático, la plebe ínfima y la aristocracia no iniciada en los Misterios solían acusar de hechicería a los hierofantes y adeptos de mayor nota. 
Una de las pruebas más valiosas de que a Jesús le tuvieron por mago sus coetáneos, nos la ofrece el sacófago del Museo Gregoriano, cuyos bajorrelieves representan los milagros de Jesús y entre ellos el de la resurrección de Lázaro, donde figura Jesús con el rostro lampiño y una varita en la mano, como los nigrománticos, mientras que el cuerpo de Lázaro está vendado exactamente como las momias egipcias.

De seguro que el mundo cristiano se parecería más a Cristo y la humanidad no tendría más que una religión y un solo Dios, sin las complicadas y absurdas disquisiciones acerca del “Hijo del Hombre”, si dispusiéramos de un retrato auténtico de Jesús, trazado como la figura del sarcófago en los albores del cristianismo, cuando todavía las gentes conservaban vivo el recuerdo de las circunstancias personales de fisonomía e indumentaria del Reformador. Las dudas y perplejidades religiosas proceden de la falta de datos positivamente personales de la figura divinizada por el cristianismo, pues mientras predominó en la nueva religión el elemento judío no hubo imagen alguna de Jesús, por el horror que inspiraba toda representación plástica, según enseñaron los caldeos. Así es que hubieran tenido por sacrílega irreverencia cualquier representación de su Maestro.
En los días de Tertuliano, la única efigie válida de Jesús era una alegoría del Buen Pastor, que, sin embargo, no lo representaba fisonómicamente, pues se reducía a una figura de hombre con cabeza de chacal, como Anubis, y con la rescatada oveja al hombro.

LA  FIGURA  DE  JESÚS


Esta figura, según dice King, tenía dos significaciones: una exotérica, para el vulgo, y otra esotérica, para el iniciado, y tal vez sería el sello de algún apóstol o adepto de superior categoría . 
Esto es una nueva prueba de que la doctrina de los primitivos cristianos no difería mucho de la de los gnósticos. Epifanio  acusa a los carpocracianos de adorar pinturas y esculturas de oro, plata y otros materiales, que, según ellos, eran efigies de Jesús trazadas por Pilatos, a los que secretamente tributaban culto y ofrecían sacrificios al uso de los gentiles, como también a las imágenes de Pitágoras, Platón y Aristóteles. De esto infiere King que en el año 400 de nuestra era todavía se tenía por pecado abominable la representación figurada de la persona de Jesucristo. También San Ambrosio se indigna contra la afirmación de Lampridio de que Alejandro Severo tenía en su oratorio particular una imagen de Jesucristo entre las de eminentes filósofos, y a este propósito exclama:

La mente se conturba y se resiste a la idea de que los paganos hayan conservado la efigie de Cristo y los cristianos no hayan cuidado de tenerla.

De esto se colige que, excepto el núcleo de cristianos más tarde triunfantes, la aristocracia intelectual del paganismo honró a Jesús como un filósofo adepto de la misma categoría que Pitágoras y Apolonio. Si hubiese sido, según pretenden los Evangelios sinópticos, un obscuro carpintero de Nazareth, no le tributaran de seguro tales honras los paganos. No hay de la divinidad de Jesús, es decir, considerado como encarnación del Hijo de Dios, ni una sola prueba que resista a la crítica exegética. En cambio, cuando se le mira como reformador radical, acérrimo adversario del dogmatismo teológico, debelador de la hipocresía y promulgador de uno de los más sublimes códigos de moral, es Jesucristo una de las más colosales y mejor definidas figuras de la historia, que irá tomando mayor relieve a medida que transcurran los siglos, aunque los teológicos dogmas forjados por la fantasía humana vayan perdiendo de día en día su inmerecido prestigio. Jesucristo reinará universalmente el día en que todos los hombres se amen como hermanos con el amor del incognoscible Padre común de la raza humana.

Es una carta atribuida apócrifamente al senador Léntulo, escrita en latín horrible y dirigida al Senado romano, hallamos una descripción de la persona de Jesús, que se ajusta a las usanzas de la época, pues dice que “Jesús llevaba la cabellera suelta en ondas que le caían sobre los hombros, pero partida en raya por la mitad, a estilo de los nazarenos”. Este pasaje de la descripción nos inclina a considerar concluyentemente:

1.º  Que, en efecto, los nazarenos, por observancia de su regla, llevaban la cabellera tal como la descrita y según aparece en la figura bíblica de Juan el Bautista.

2.º  Que si el senador Léntulo hubiese escrito la carta que se le atribuye, seguramente la conociera San Pablo y no dijera como dijo, con ofensa de Cristo su Señor, que es vergonzoso para un hombre llevar el pelo largo.

3.º  Que si Jesús llevaba el pelo a usanza de los nazarenos, debió recibir este sobrenombre, no por ser vecino de Nazareth, pues estos no llevaban así el pelo, sino por pertenecer a la secta de los nazarenos, que en la época de Juan el Bautista era ya herética a los ojos del Sanhedrín.
El Talmud dice que los nazarenos eran saludadores y exorcistas errantes, y así lo atestigua Jervis  al declarar que “los nazarenos iban de pueblo en pueblo curando enfermos y vivían de limosna”. Por su parte, Epifanio dice incongruentemente que “los nazarenos seguían en gradación herética a los corintios, ya fuesen anteriores o posteriores a estos, no obstante ser coetáneos”, y añade que “en aquel tiempo a todos los cristianos se les conocía con el nombre de nazarenos.

TRANSMIGRACIONES  DEL  ALMA


Al hablar Jesús de Juan dice que éste es el “Elías que había de venir”. Si este pasaje no se interpoló posteriormente para simular el cumplimiento de una profecía, da a entender que Jesús, además de nazareno, también era cabalista y creía en la reencarnación, pues en esta doctrina sólo estaban iniciados los esenios, nazarenos y discípulos de Simeón ben Iochai y de Hillel, sin que nada supieran de ella los judíos ortodoxos ni los galileos .
Sobre el particular dice la Kábala:

Pero el autor de esta restitución fue nuestro maestro Mosah, la paz sea con él, quien era la reevolución (transmigración) de Seth y de Hebel, para que pudiese cubrir la desnudez de su primer padre Adán.

Por lo tanto, al decir implícitamente Jesús que Juan era la reevolución o transmigración de Elías, denotaba claramente a qué escuela pertenecía.
Los cabalistas y masones no iniciados confunden el concepto de la reevolución con el de la metempsícosis; pero se equivocan tan gravemente respecto a las verdaderas doctrinas cabalistas como respecto de las genuinas enseñanzas budistas.
Dice el Zohar:

Toda alma está sujeta a la transmigración...; los hombres no conocen los designios del Santo, ¡bendito sea!, ni saben que comparecen ante el tribunal, tanto al entrar como al salir de este mundo.

La misma doctrina profesaban los fariseos, como dice Josefo; y según enseñaba Gilgul en su teoría de la “rotación del alma”, los cadáveres de los judíos enterrados lejos de Palestina conservan una partícula del alma, que no puede salir del cadáver ni gozar de reposo hasta enterrarlo en el suelo patrio. También enseñaba que la rotación del alma se efectuaba a través de las formas, desde el más diminuto insecto hasta el más corpulento cuadrúpedo.
Sin embargo, todos estos pasajes y citas exponen la doctrina exotérica, sin que la reevolución pueda confundirse con la metempsícosis o transmigración.
Aunque los cabalistas consideraran a Moisés como una transmigración de Abel y Seth, no se infiere de ello que los iniciados creyeran que el espíritu de Abel y el de Seth se hubiesen infundido en el cuerpo de Moisés, sino que tal expresión era el medio de traslucir uno de los más profundos misteriow de la sabiduría oculta, es decir, que Moisés había llegado a la más elevada etapa de evolución aquí en la tierra, o sea la íntima unión de la duada terrena en perfecta trinidad con el espíritu inmortal. Es el concepto del dios-hombre, del hombre-dios o del dios encarnado, de que tan rarísimos ejemplos ofrece la raza humana. 

Las palabras de Jesús “vosotros sois dioses”, que a los exégetas les parece mera abstracción, tiene para los cabalistas profundísimo significado, porque un dios es el espíritu inmortal que ilumina al ser humano desde el momento en que emana directamente de la Causa primera, del incognoscible Dios de que es partícula, el microcosmos del macrocosmos. El espíritu humano tiene en potencia todos los atributos del Espíritu de que procede, y entre ellos la omnisciencia y la omnipotencia. Cuando el hombre logra actualizar en todo y por todo estos atributos, aunque durante la vida terrena estén velados por la naturaleza física, superará a los demás hombres y podrá mostrar en sus palabras la sabiduría y en sus obras el poder de Dios, pues mientras los demás hombres están únicamente cobijados por su divino Yo con la posibilidad de alcanzar la trina unión mediante su propio esfuerzo, el hombre evolucionado goza ya de la inmortalidad aun durante su estancia en la tierra. Ha recibido el premio, y de allí en adelante vivirá para siempre en la vida eterna. No sólo dominará las obras de la creación por virtud del inefable NOMBRE, sino que aun en esta vida será superior a los ángeles.

EL  HOMBRE  DIVINO


Los antiguos no tuvieron jamás la temeraria idea de que los hombres perfectos fuesen encarnaciones del supremo e invisible Dios, pues Moisés y otros instructores de su índole eran para ellos hombres perfectos, dioses en la tierra, entendiendo por dioses los divinos espíritus infundidos en los puros cuerpos materiales como en tabernáculos sagrados. Los antiguos tributaban honores divinos y llamaban dioses a los desencarnados espíritus de los sabios y de los héroes, por lo que les acusaron de politeístas e idólatras precisamente quienes antropomorfizaron los más puros conceptos metafísicos.
Todos los iniciados conocían el verdadero sentido esotérico de esta enseñanza, que los tanaímes comunicaban a sus discípulos predilectos los isarimes en las solemnes soledades de las criptas y de los yermos. 

Era éste uno de los puntos más sigilosamente velados, porque la condición humana era entonces la misma que ahora, y la casta sacerdotal estaba tan engreída de su intelectual superioridad como el clero de nuestros días y tan afanosa de avasallar a las muchedumbres ignaras, con la diferencia de que los hierofantes podían demostrar la verdad de sus enseñanzas, y el clero contemporáneo se apoya en la ciega fe de las gentes.
Los primitivos nazarenos pertenecientes a la escuela gnóstica, creían que Jesús era un profeta enviado por Dios para enderezar los pasos de las gentes por el camino de la justicia. A este propósito dice el Código de los nazarenos:

La mente divina es eterna. Es pura luz derramada espléndidamente por el pleroma
. Es madre de los eones. Un eón agitó turbulentamente la materia (caos) y con una porción de luz celeste le dio forma apropiada para la manifestación objetiva y tangible; pero de ella dimanó todo mal. El Demiurgo pretendió honores divinos, y en consecuencia fue enviado Cristo (el ungido), el príncipe de los eones , quien se infundió dominadoramente en la persona del piadosísimo Jesús, hasta que le abandonó para ascender a lo alto.

Para la mejor comprensión de este pasaje y otros igualmente enigmáticos, daremos una sumaria explicación de los dogmas comunes, salvo levísimas diferencias, a todas las sectas gnósticas. Por entonces el principal colegio gnóstico estaba en Efeso, donde se aunaba la enseñanza de la filosofía oriental con la de la platónica. Era uno de los focos de la universal doctrina secreta, el laboratorio donde la elegante terminología griega alquitaraba las filosofías buditas, zoroastriana y caldea.
Pablo venció a Artemis; pero aunque los conversos quemaron gran número de tratados acerca de ... (artes curiosas), todavía quedaron los suficientes para reanudar los estudios una vez se hubo entibiado el primitivo celo. De Efeso brotó la gnosis en antitética oposición a los dogmas de Ireneo, y en Efeso estuvo el semillero de cuantas especulaciones trajeron de la cautividad los tanaímes. Sobre este particular dice Matter:

Las doctrinas de la escuela hebreo-egipcia y los conceptos semiparsis de los cabalistas habían acrecentado por entonces en Efeso la copiosa afluencia de enseñanzas griegas y asiáticas, por lo que no es extraño que salieran de allí instructores deseosos de conciliar las doctrinas tradicionales de la escuela gnóstica con la nueva religión predicada por el apóstol Pablo.

Si los cristianos no se hubiesen echado encima la carga de la revelación mosaica ni aceptado el Jehovah bíblico, nadie se atreviera a tildar de herejes a los gnósticos; porque exento el cristianismo de exageraciones dogmáticas, hubiese tenido el mundo para su mayor bien una religión fundada en la pura filosofía platónica.

EL  CREDO  DE  BASÍLIDES


Veamos ahora cuáles eran las ideas básicas de los gnósticos y si merecen el calificativo de heréticas. Tomaremos a Basílides como dechado de gnósticos, pues todos los demás expositores de esta escuela se agrupan en torno de él como planetas que reciben la luz del sol.
Afirmaba Basílides que había aprendido sus doctrinas de labios de Glauco, discípulo del apóstol Pedro, y del mismo apóstol Mateo. Según Eusebio, escribió Basílides la obra Interpretaciones de los Evangelios, compuesta de veinticuatro tomos, que los cristianos arrojaron a las llamas. El credo de Basílides puede resumirse en los siguientes conceptos:

El Eterno Padre, increado e incognoscible, engendró desde un principio la Mente (Nous), de la que emanó el Logos, y de éste, a su vez, emanaron los espíritus humanos (Phronesis o inteligencias). De Phronesis emanaron Sophia (sabiduría femenina) y Dynamis (la fuerza).

Tales eran las cinco emanaciones  de la Divinidad o cinco substancias espirituales, equivalentes a las cinco virtudes ontológicas o entidades externas al Dios inmanifestado. Esta enseñanza es eminentemente cabalista, y más todavía búdica, pues el antiquísimo sistema de la religión de sabiduría, muy anterior a Gautama, está fundado precisamente en el concepto de la substancia increada de Adi-Buddha o Divinidad incognoscible.
La eterna e infinita Mónada tiene inherentes a su esencia cinco actualizaciones de la sabiduría, que se manifiestan separadametne en los cinco Dhyani-Buddhas, que de por sí son inactivos como Adi-Buddha, pues ninguno de ellos encarnó jamás sino que encarnaron sus respectivas emanaciones.
Al tratar de la doctrina de los gnósticos expuesta por Basílides, dice Ireneo:

Cuando el increado e innominado Padre vio la corrupción del género humano, envió a la tierra a su primogénito Nous en figura de Cristo para redimir a cuantos creyesen en él por el poder de los que construyeron el mundo (136). Apareció Cristo entre los hombres en el cuerpo de Jesús e hizo milagros. Pero la entidad Cristo no sufrió en la pñersona de Jesús, sino que sufrió Simón Cireneo, a quien prestó su forma corporal. Porque la divina Potestad, el Nous del Eterno Padre, no tiene cuerpo y no puede morir. Por lo tanto quien sostenga que Cristo murió es todavía esclavo de la ignorancia. Quien niegue la muerte de Cristo está libre de error y comprende los designios del Padre.

En conjunto y en su abstracto sentido, no se advierte blasfemia alguna en esta exposición de ideas que podrán ser heréticas respecto de la teología dogmática de Ireneo y Tertuliano, pero que en nada adulteran el puro concepto religioso, mucho más conciliable con la majestad divina que el actual antropomorfismo cristiano. Los discípulos de Ireneo aplicaron a los gnósticos el sobrenombre de docetoe o ilusionistas, porque creían que Cristo no padeció ni murió en cuerpo físico.

EL  UNIVERSO  ILUSORIO


Muy difícil es que las naciones occidentales, que de tan civilizadas presumen y sin embargo desdeñan el examen de los fenómenos psíquicos tan familiares en Oriente, comprendan ni siquiera estimen los conceptos religiosos del pueblo índico, cuyos metafísicos basaron sus más profundas y trascendentales especulaciones en el capital principio, a la par induísta y budista, de que todo lo finito es ilusorio y que sólo es real lo infinito y eterno. Los accidentes y cualidades de los objetos (forma, color, olor, sabor, tactilidad y sonoridad) existen para nosotros en proporción a la agudeza receptiva de los sentidos corporales. El ciego de nacimiento no puede tener idea de la forma ni del color; pero no obstante, los objetos existen para él aun sin estas cualidades, y los percibe por los sentidos suprafísicos. Todos vivimos en este mundo sujetos a la influencia de la ilusión que nos muestra más o menos correctamente, según nuestro temperamento físico y mental, el reflejo de los originarios arquetipos emanados de la Mente absoluta. Tan sólo estos arquetipos son manifestaciones reales y permanentes.
Hace muchísimos siglos, el místico filósofo indo Kapila  expuso magistralmente este concepto, diciendo.

Tan poca importancia tiene la condición física del hombre, que difícilmente puede comprobar su propia existencia ni la de la Naturaleza. Tal vez lo que llamamos universo, con cuantos seres lo pueblan, no tiene nada de real, y es tan sólo el producto de la continuada ilusión (maya) de nuestros sentidos.

Al cabo de diez mil años, repite Schopenhauer el mismo concepto, diciendo:

La naturaleza no existe per se. Es la indefinida ilusión de nuestros sentidos.

Si los objetos de sensación son ilusorios y fluctuantes, no pueden ser reales. Únicamente el Espíritu es real porque es inmutable. Así lo enseñó primero la filosofía búdica y después los gnósticos que de ella derivaron su doctrina. La entidad Cristo sufrió espiritualmente mucho más de lo que sufrió corporalmente la personalidad ilusoria de Jesús clavado en el leño.
Según el concepto cristiano, Jesús equivale a Cristo; pero los gnósticos y los iniciados distinguían entre ambas entidades. El Christos de los griegos significaba ungido con aceite puro (chrism), aparte de otras acepciones, entre las cuales tenemos la equivalente a la que en todas las lenguas significa la pura y sagrada esencia de la primera emanación del Absoluto que se manifiesta en espíritu perceptible. El Logos griego, el Mesías hebreo, el Verbo latino y el Viradj sánscrito expresan el idéntico concepto de la primera emanación, el Hijo del Padre, la llama desprendida del eterno e inextinguible foco de Luz.
Dice Manú:

El hombre que obra piadosamente con la interesada mira de su propia salvación, puede alcanzar la dignidad de los devas; pero el que obra piadosa y al mismo tiempo desinteresadamente, se libra para siempre de los cinco elementos (materia)... Quien ve el supremo Ser en todos los seres y todos los seres en el supremo Ser y ofrece su propio ser en sacrificio, se identifica con el Ser que brilla por su propio esplendor.

Así tenemos que el verdadero significado de la palabra Christos es el colectivo concepto de los espíritus individuales de los hombres, erróneamente llamados almas. Son los divinos Hijos de Dios, algunos de los cuales cobijan a las entidades humanas, aunque en su mayoría permenecen en la condición de espíritus planetarios, y en su mínima parte quedan temporalmente unidos en la tierra a hombres como Gautama, Jesús, Tissu, Krishna, que por virtud de esta unión fueron dioses-hombres en la tierra. Otros como Moisés, Pitágoras, Apolonio, Plotino, Confucio, Platón, Jámblico y algunos santos del cristianismo, se unieron de cuando en cuando con el Christo o Hijo de Dios, y merced a esta interválica unión se elevaron a la categoría de semi-dioses instructores de la humanidad. Luego de separados de sus tabernáculos terrestres y unidos para siempre con el espíritu inmortal, se restituyen a la luminosa hueste de los ungidos en solidaridad de pensamiento y de acción. De aquí que al decir los gnósticos que Christo sufrió espiritualmente por la humanidad daban a entender con ello que sufrió su divino Espíritu.

EL  NOBLE  HERESIARCA  MARCIÓN


Así opinaba también Marción, “el gran heresiarca del siglo II”, como le llamaron los titulados ortodoxos. Floreció Marción en Roma por los años de 139 a 142. Muy poderosa debió de ser su influencia, porque dos siglos después todavía se queja Epifanio de la multitud de discípulos de Marción repartidos por todo el mundo. Por otra parte, delatan la magnitud del peligro los dicterios e infamantes epítetos derramados sobre Marción por el “gran africano”, aquel cancerbero de los doctores de la Iglesia, que siempre estaba vociferando en guarda de los dogmas de Ireneo. No hay más que leer su célebre refutación de las Antítesis de Marción para advertir las sutilezas del odio monástico de la escuela cristiana, que a través de los tiempos medioevales ha renovado en los nuestros el Vaticano.
Para muestra, basta el pasaje que dice:

Seguid, sabuesos, ladrando al Dios de la verdad y disputaos por roer los huesos que os arrojan los apóstoles.

El autor de la Religión sobrenatural dice sobre este punto:

La pobreza de los argumentos que emplea el “gran africano” guarda proporción directa con la acritud de sus dicterios. 
Las controversias religiosas de los Padres de la Iglesia están erizadas de supercherías y henchidas de piadosos insultos. Tertuliano era maestro en este linaje de dialéctica, y los acerbos vituperios que lanza contra Marción, a quien llama impío y sacrílego, no tienen absolutamente nada de imparcial y sincera crítica... Tertuliano y Epifanio motejaban de “bestia” a Marción, y le imputaban haber eliminado del Evagelio según San Lucas pasajes que jamás estuvieron en él... Prueba de la obcecación y parcialidad de Tertuliano tenemos en que, no sólo imputa falsamente a Marción (Contra Marción, IV, 9, 36) el haber mutilado el texto, sino que explica los motivos que tuvo para mutilarlo. También le acusan Tertuliano y Epifanio de haber suprimido el pasaje en que Cristo dice que no vino a abrogar la ley sino a cumplirla, siendo así que esta frase aparece en el texto de Mateo (cap. V, vers. 7) sin que jamás haya estado en el de Lucas.

Vemos, por lo tanto, cuán poca confianza merecen las obras de los Padres de la Iglesia, quienes, como aseguran la mayoría de exégetas, no expusieron la verdad, sino deleznables y personalísimas opiniones sin fundamento lógico.
El autor de la Religión sobrenatural dice al hablar de Marción:

Mucha desgracia fue para Marción vivir en época en que el cristianismo, perdida ya la pura moral de su infancia, estaba conturbado por espinosas cuestiones dogmáticas. La sencilla fe y el pío entusiasmo que cimentaron la confraternidad cristiana iban degenerando rápidamente en las teológicas controversias que acabaron en cismas, persecuciones y enconadas luchas. Siglos más tarde hubiera sido honrado Marción como reformador; en su tiempo no podía por menos de ser condenado por hereje, aunque no dejara de influir intensamente entre sus coetáneos con su irreprensible conducta. Aspiraba Marción a una pureza angelical en el hombre, y mantenía opiniones austerísimas respecto del matrimonio y de la subyugación de la carne; pero aunque sus adversarios se burlaran de esta manera de pensar, no cabe duda de que estaba de acuerdo con la estricta práctica de la virtud y que los mismo sostuvieron después los más eminentes santos de la Iglesia.

Veamos ahora si las opiniones de Marción merecían que Tertuliano le combatiera como el más peligroso hereje de su tiempo. Para ello recurriremos al autor de Religión sobrenatural, quien, a su vez, corrobora sus propias investigaciones en la autoridad de críticos eminentes. Dice a este propósito

DUALIDAD  DEL  CRISTIANISMO  PRIMITIVO


En la época de Marción pugnaban en el seno del cristianismo dos orientaciones: la que consideraba la doctrina de Jesús como mera continuación de la ley de Moisés y reducía el carácter de la Iglesia a una secta del judaísmo, y la que miraba la nueva religión como campo abierto a todas las gentes, en donde la ley de Moisés quedaba ventajosamente subrogada por la ley de gracia. Estas dos orientaciones empezaron a dibujarse desde un principio en los opuestos temperamentos de los apóstoles Pedro y Pablo, cuyo antagonismo se echa de ver en la Epístola a los gálatas.

También se advierte, acaso con mayor intensidad, este antagonismo en las Homilías clementinas, donde Pedro repudia inequívocamente a Pablo, le apellida Simón el Mago, le trata de “enemigo” y le echa en cara que jamás ha tenido la visión de Cristo. Westcott dice sobre esto que “sin duda alguna fue considerado San Pablo como enemigo”. Pero el antagonismo entre ambas tendencias, que perdura en nuestros días, se delata asimismo en las Epístolas de San Pablo, según colegimos de la contundente expresión de los siguientes pasajes:

Mas entiendo que no hice yo menos que los grandes apóstoles...
Porque los tales falsos apóstoles son obreros engañosos que se transfiguran en apóstoles de Cristo.
Pablo apóstol, no de los hombres ni por hombre, mas por Jesucristo y por Dios Padre que lo resucitó de entre los muertos...
Porque no hay otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren trastornar el Evangelio de Cristo... .
Ni aun por los falsos hermanos que se entremetieron a escudriñar nuestra libertad...
Y cuando vino Cephas a Antioquía, le resistí en su cara porque merecía reprensión.
Por cuanto antes de que viniesen algunos de parte de Santiago, comía con los gentiles; mas después que vinieron, se retiraba temeroso de los de la circuncisión.
Y los otros judíos consintieron en su disimulación, tal, que aun Bernabé fue inducido por ellos en aquella disimulación.

A esto parecen responder las quejas que, según las Homilías, dirigió San Pedro a Simón el Mago, pero que iban sin duda alguna contra Pablo, como se infiere de estotros pasajes:

Pues de entre los gentiles, algunos han rechazado mis legítimas predicaciones y aceptado enseñanzas bastardas y quiméricas de hombres hostiles... Simón (Pablo) vino antes que yo a los gentiles..., y le he seguido como la luz a la sombra, como el conocimiento a la ignorancia, como la salud a la enfermedad... Nuestro Señor y profeta Jesús nos advirtió que se levantarían falsos profetas, por lo cual rehuid las palabras de todo apóstol, instructor o profeta que desde un principio no acomode sus enseñanzas a las de Jaime, llamado el hermano de Nuestro señor... Porque el espíritu maligno pudiera enviaros un falso apóstol como nos ha enviado a Simón, que predica en nombre de Nuestro Señor la verdad falseada y propaga el erro... Por lo tanto, si Jesús se te apareció  verdaderamente en visión, sería como irritado adversario. Pero ¿cómo es posible ser maestro de enseñanzas por medio de visiones? Y si dijeres que es posible, preguntaré que ¿dónde estuvo el Maestro un año entero para hablar a quienes le escuchaban? Ahora te revuelves contra mí que soy la firmísima piedra angular de la Iglesia. Si no fueses mi enemigo no me calumniarías ni menospreciarías mis enseñanzas (158) para que no me crean, como si estuviese condenado, a pesar de que enseño lo que oí de boca del Señor... Y si dices que estoy condenado, blasfemas de Dios que me reveló a Cristo.

El autor de la Religión sobrenatural dice a este propósito:

La frase “si dices que estoy condenado” alude claramente al pasaje: “le resistí en su cara porque merecía reprensión”.
No cabe duda de que Pedro ataca a Pablo porque le considera formidable enemigo de la verdadera fe, y le designa con el odioso sobrenombre de Simón el Mago, y le sigue a todas partes para desenmascararle y confundirle.

JESÚS  NO  ALUDÍA  A  JEHOVAH


Marción no admitía otro Evangelio que las Epístolas de San Pablo (no en conjunto), repudiaba el antropomorfismo del Antiguo Testamento y distinguía divisoriamente entre el judaísmo y el cristianismo, considerando a Jesús no como el Mesías prometido ni como hijo de David ni como profeta ni como doctor de la ley, sino como un ser divino, enviado para revelar a los hombres una nueva religión espiritual que hermanase a todas las gentes, y declararles el concepto, hasta entonces desconocido, de un Dios de bondad y misericordia, tan distinto del Jehovah o Demiurgos de los judíos, como el espíritu de la materia y la corrupción de la pureza.
¿Se quivocaba Marción en esto? ¿Era blasfemo o intuitivo aquel concepto de Dios que late en toda mente ansiosa de verdad? El sincero deseo que Marción sentía de espiritualizar el cristianismo con entera separación de la ley mosaica, estaba apoyado en las mismas palabras de Cristo cuando decía:

Y ninguno echa remiendo de paño recio en vestido viejo, porque se lleva cuanto alcanza del vestido y se hace peor la rotura.
Ni echa vino nuevo en odres viejos. De otra manera se rompen los odres, y si vierte el vino y se pierden los odres. Mas echan vino nuevo en odres nuevos, y a sí se conserva lo uno y lo otro.

El vengativo, iracundo y celoso Dios de Israel no tiene ningún parecido psicológico con el misericordioso Dios de Jesús, el Padre común de todos los hombres, que está en los cielos, es un error comparar el puramente espiritual concepto del Padre con la caprichosa y subalterna deidad sinaítica. Jamás pronunció Jesús el nombre de Jehovah ni puso en parangón este juez implacable, cruel y vengativo con el Dios de misericordia, amor y justicia. Desde el memorable día en que predicó el Sermón de la Montaña, quedó abierto un abismo infranqueable entre el Dios de Jesús y la deidad que desde el Sinaí fulminó los mandamientos de la antigua ley. Las palabras de Jesús demuestran inequívocamente no sólo rectificación sino enmienda a los preceptos del “Señor Dios” de Israel, según se infiere de los siguientes pasajes:

Habéis oído que fue dicho: Ojo por ojo y diente por diente.
Mas yo os digo que no resistáis al mal; antes si alguno te hiriere en la mejilla derecha, párale también la otra.
Habéis oído que fue dicho: Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo.
Mas yo os digo: Amad a vuestros enemigos; haced bien a los que os aborrecen y rogad por los que os persiguen y calumnian.

Estos principios morales tienen su precedente en aquellos otros expuestos siglos antes por Manú, quien dijo:

En estas diez virtudes consiste el deber: resignación, templanza, probidad, pureza, continencia, veracidad, paciencia, conocimiento del supremo Espíritu, conocimiento de las sagradas Escrituras y devolución de bien por mal. Quienes mediten estas virtudes y a ellas ajusten su conducta, alcanzarán la condición suprema.

Análoga moral resplandece en los diez mandamientos de la religión budista:

1.º  No matarás.
2.º  No hurtarás.
3.º  No fornicarás.
4.º  No mentirás.
5.º  No descubrirás los secretos del prójimo.
6.º  No desearás la muerte de tus enemigos.
7.º  No codiciarás los bienes ajenos.
8.º  No dirás palabras torpes e injuriosas.
9.º  No te entregarás a la ociosidad ni a la molicie.
10.º  No recibirás en dádiva oro ni plata.
Otro motivo de cotejo nos ofrecen los dos pasajes siguientes:

Y vino uno y le dijo: Maestro bueno; ¿qué bien haré para conseguir la vida eterna?
Él le dijo:... guarda los mandamientos.
Él le dijo: ¿Cuáles?... No matarás, no adulterarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio.

-¿Qué haré yo para conocer la verdad eterna (bodhi)? ¿Cómo llegaré a ser upasaka?
-Guarda los mandamientos.
-¿Qué mandamientos?
-No mates, no robes, no forniques, no mientas.

Resulta evidente la identidad de ambos sistemas preceptivos, cuya práctica mejoraría a la humanidad. No son más divinos estos preceptos cuando salen de unos que de otros labios. El precepto de devolver bien por mal es tan sublime cuando lo predica un nazareno que si lo pregona un indo o un tibetano.
Ciertamente, no arranca de Jesús la Ley de Oro, sino de la India, pues no es posible negar que el buda o iluminado Sakya floreció muchos siglos antes de Jesucristo, cuya doctrina es continuación de la de aquél, pues el Fundador del cristianismo no buscó su modelo al pie del Sinaí sino al pie de los Himalayas. Su doctrina armoniza con las de Manú y Gautama, al paso que difiere de la de Moisés. Los induístas preceptuaban la devolución de bien por mal. Los hebreos decían: “Ojo por ojo y diente por diente”.

JEHOVAH  Y  BACO


No es posible que los cristianos sostengan la identidad entre el Padre de Jesús y el Jehovah de Moisés, desde el punto en que está demostrado que el Dios de los judíos era ni más ni menos que el pagano Baco o Dionysos. El nombre ... (Yava o Iao) es, según Teodoreto, el que secretamente se aplicaba al dios de los misterios fenicios (168) y al Creador de la cosmogonía caldea. En todos los países que adoraban a Baco había una tradición relativa a Nysa y a la cueva donde fue criado. 
En Palestina esta cueva estaba en Beth-San o Seythopolis, y era análoga a la del monte Parnaso.
Diodoro declara que la cueva de Nysa estaba situada entre Fenicia y Egipto. Por otra parte, dice Eurípides que Dionysos fue de India a Grecia; y Diodoro añade:

Osiris fue llevado a Nysa, en la Arabia Feliz. Era hijos de Zeus y se le llamó Dionysos.

Los griegos consideraban a Dionysos como el lugarteniente de Zeus, según se colige de este verso de Píndaro:

Así el padre Zeus gobierna todas las cosas y también las gobierna Baco.

Pero fuera de Grecia, Baco era el Todopoderoso “Zagreus, el supremo Dios”. Aunque Moisés le adoró conjuntamente con el pueblo en el monte Sinaí, es lógico suponer que, como iniciado en la sabiduría oculta, guardaba el secreto que encubren todos los cultos exotéricos. Una de las pruebas más concluyentes de la equivalencia de Baco, Osiris y Jehovah nos la ofrece aquel pasaje que dice:

Y edificó Moisés un altar y llamó su nombre Jehovah-Nissi.

Sharpe corrobora esta aserción diciendo que Osiris nació en el monte Sinaí, llamado monte Nysa por los egipcios.
Si el Dios de los judíos hubiese sido el único Dios vivo y Jesús su único Hijo, no viéramos como éste subroga la ley judía del talión por la de caridad y sacrificio. Si el Antiguo Testamento está inspirado por Dios, no puede estarlo el Nuevo Testamento o recíprocamente. No es posible creer que Dios se contradiga en el relativamente corto tiempo de unos cuantos siglos, y forzosamente habrán de confesar los teólogos que o estuvo inspirado Moisés o no era Jesús el Hijo de Dios. eN este dilema prendieron los gnósticos al naciente cristianismo.
Durante diecinueve siglos ha estado esperando la justicia que los comentadores de sano criterio advirtiesen la diferencia entre el ortodoxo Tertuliano y el gnóstico Marción. La brutal violencia, doblez y mojigatería del “insigne africano” repugna aun a los mismos cristianos.
Oportunamente pregunta Marción:

¿Cómo puede Dios quebrantar sus propios mandamientos? ¿Cómo prohibir por una parte la idolatría y el culto de las imágenes, y ordenar por otra la adoración de la serpiente de bronce? ¿Cómo prohibir el robo y mandar después a los israelitas que roben el oro y la plata de los egipcios?

EL  EMMANUEL  DE  ISAÍAS


Anticipándose Marción a las conclusiones de la crítica moderna, rechaza el mesianismo atribuido a Jesús. Sobre esto dice el autor de la Religión sobrenatural:

El Emmanuel  profetizado por Isaías no es cristo, pues la virgen su madre es un alma del templo; ni los sufrimientos del siervo de Dios (Isaías, LII, 13, y LIII, 3) vaticinan la muerte de Jesús .


BLAVATSKY
























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