EL REY.-Oigamos este relato del principio al fin.-
SHAKESPEARE: Todo
es bien si bien acaba.
Acto V, escena III.
Él es el Uno egendrado por Sí mismo, de Quien todas
las
cosas proceden y en ellas actúa. Ningún mortal le ve,
pero Él
lo ve todo.- Himnos
órficos.
Tuya es atenas, ¡oh Atenea! Escucha, ¡oh gran diosa!,
y en
mi obscurecida mente derrama tu pura luz con ilimitada
abundancia.
Derrama, ¡oh Reina perfectísima!, aquella luz sagrada
que eternamente irradia de tu serena faz. Con tu
bendito e
impelente fuego inspira a mi alma mientras vaga por la
tierra.
PROCLO; TRAYLOR: A
Minerva.
La fe es la substancia de las cosas... Por su fe no
pereció
con los incrédulos la ramera Rahab, que había ocultado
compasivamente a los espías.- Hebreos, XI, i, 31.
¿De qué aprovecharía, ¡oh hermanos míos!, la fe sin
las
obras? ¿Podrá la fe salvarle? La ramera Rahab quedó
justificada por las obras al recibir a los espías y
despedirlos después por seguro camino.-Santiago, ii, 14, 25.
Clemente de Alejandría nos presenta
al gnóstico Basílides “dedicado a la contemplación de las cosas divinas”. Esto
mismo puede decirse de los fundadores de las primitivas sectas que acabaron por
fundirse en la estupenda amalgama de intrincados dogmas con que Ireneo,
Tertuliano y otros doctores definieron el actual cristianismo. Si se califican
de heréticas aquellas sects, también
habríamos de considerar herético el primitivo cristianismo. Basiílides y
Valentino fueron anteriores a Ireneo y tertuliano, quienes todavía tienen menos
motivo que aquéllos para cohonestar sus heréticas doctrinas, cuyo triunfo se
debió a la propicia suerte y no al derecho divino ni a la eficacia de la
verdad. Cabe asegurar con todo fundamento que el judaísmo, la cábala y el
cristianismo son brinquiños de las dos recias ramas (induísmo y budismo) del
robusto tronco de la prevédica religión universal a que pudiéramos llamar
budismo prehistórico, posteriormente dogmatizado en el induísmo para rebrotar
más tarde en el budismo de Gautama.
LA
SUCESIÓN APOSTÓLICA
Con esta última religión tiene íntimo
parentesco la predicada por Jesús y difundida por los apóstoles. El buddha
Gautama restauró la prístina pureza del sentimiento religioso estableciendo su
doctrina ética sobre tres principios fundamentales, conviene a saber:
1.º
El origen natural de todas las cosas.
2.º
Que la virtud lleva en sí misma el premio, y el vicio el castigo.
3.º
Que la vida terrena es de prueba para el hombre.
En estos tres principios se fundan
todas las creencias religiosas, que pueden resumirse en Dios y la inmortalidad
del espíritu. Por confusos que fueran los subsiguientes dogmas teológicos y por
incomprensibles las metafísicas abstracciones que embarullaron las teologías de
las diversas religiones, todas éstas, si exceptuamos el actual cristianismo, vivifican su filosofía con aquellos tres principios que resplandecieron
múltiplemente en las doctrinas de Zoroastro, Pitágoras, Moisés, Platón y
Jesús.
Examinemos, pues, siquiera
brevemente, las numerosas sectas que se llamaron cristianas por creer en un Christos, y veamos hasta qué punto
coincidieron los apóstoles Pedro y Pablo en la predicación de la nueva
doctrina.
Otra vez hemos de referirnos al
fraude capital de los doctores de la Iglesia, quienes con propósito de validar
la supremacía de Roma, afirmaron contra toda prueba histórica que el apóstol
Pedro sufrió el martirio en la ciudad eterna. Muy natural es que el clero
romano se obstine en defender esta falsedad, porque una vez descubierta,
quedaría sin apoyo alguno el dogma de la sucesión apostólica.
Recientemente se han publicado
notables obras para refutar el supuesto martirio de Pedro en Roma, entre ellas El Cristo de Pablo, escrita por Reber,
quien muy ingeniosamente demuestra:
1.º
Que la Iglesia de Roma no se estableció hasta el reinado de Antonino
Pío.
2.º
Que si fuese cierto, como afirman Eusebio e Ireneo, que los apóstoles
Pedro y Pablo nombraron por sucesor en el gobierno de la Iglesia a Lino, esta
sucesión correspondería precisamente a los años 64 al 68 de la Era cristiana.
3.º
Que este período cae dentro del reinado de Nerón.
Apoyado en estas tres demostraciones,
prueba Reber con sólido fundamento que el año 69 no podía estar San Pedro en
Roma porque estaba en Babilonia, donde escribió su primera epístola, cuya fecha
fijan Lardner y otros investigadores en aquel mismo año.
Acaso la Iglesia romana quiso denotar
desde luego su índole al elegir por fundador titular al apóstol que negó tres
veces a su Maestro en el momento del peligro, y el único (excepto Judas) que
con sus provocaciones dio motivo a que le reprendiese, diciendo:
Mas él,
volviéndose y mirando a sus discípulos, amenazó a Pedro, diciendo: Quítateme de
delante, Satanás, porque no sabes las cosas que son de Dios, sino las que son
de los hombres.
La Iglesia griega conserva una
tradición, cuyo origen atribuye a Basílides, según la cual, cuando el canto
del gallo representó a Pedro la cobardía de su triple negación, atravesaba
Jesús entre soldados el patio de Anás y encarándose con Pedro le dijo: “En
verdad te digo, Pedro, que me negarás en los siglos venideros hasta que pases
de viejo y extenderás tus manos y otro te escarnecerá”.
Dicen los griegos que este vaticinio
se refiere a la Iglesia romana, que constantemente está renegando de Cristo
bajo el disfraz de falsa religión.
ADULTERACIÓN
DE LOS EVANGELIOS
El anónimo autor de la Religión Sobrenatural prueba
concluyentemente la adulteración de los cuatro Evangelios por mano de Ireneo y
sus secuaces, quienes tergiversaron maliciosamente el cuarto, aparte de las
falsificaciones llevadas a cabo por los doctores de la Iglesia, de suerte que
resultan de muy dudosa autenticidad.
Con insuperable lógica y profundo
convencimiento trata el autor de este punto en su obra, según puede colegirse
del siguiente pasaje:
Ganamos
muchísimo más que perdemos al no creer en la revelación divina, pues al paso
que conservamos íntegro el tesoro de la moral cristiana, prescindimos de toda
superstición de adulterados elementos. No estamos ya sujetos a una teología
contraria a la razón y al sentido moral, ni tenemos de Dios y de su gobierno
del universo absurdos remedos antropológicos, pues de la mitología hebrea nos
remontamos al elevadísimo concepto del Ser de bondad y sabiduría infinitas,
cuya impenetrable gloria le encubre a la percepción de la mente humana; pero,
no obstante, le conocemos por la perfecta y maravillosa operación de sus
leyes... Ningún valor tiene el argumento tantas veces aducido por los teólogos
de que la revelación le es necesaria al hombre para robustecer su conciencia
moral. Lo único necesario para el hombre es la VERDAD, y sólo con ella debe
conformarse nuestra conciencia moral.
Muy elocuente es el hecho de que el
apóstol Pedro defendiera durante toda su vida el rito de la circuncisión; y por
lo tanto, cabe inferir que a quienquiera,
menos a Pedro, se le puede considerar como fundador de la Iglesia romana,
pues si lo hubiera sido, de seguro que sus sucesores se sometieran a esta
operación, siquiera por respeto al fundador.
El manuscrito hebreo: Sepher Toldoth Jeschu da muy
distinta versión referente a Pedro, de quien dice que, en efecto, era discípulo
de Cristo, aunque algo disidente, pero sin que los judíos le persiguiesen, como
han supuesto los historiadores eclesiásticos. El manuscrito habla con mucho
respeto de Pedro, y le llama “siervo fiel del Dios vivo”, añadiendo que pasó
austeramente el resto de sus días en lo alto de una torre de Babilonia entregado
a la meditación, predicando la caridad y componiendo himnos religiosos. Dice
también dicho tratado que Pedro recomendaba constantemente a los cristianos la
paz y concordia con los judíos; pero luego de su muerte apareció en Roma otro
apóstol diciendo que Pedro había adulterado las enseñanzas del Maestro y
amenazó con los tormentos eternos de un infierno inventado por él a cuantos no
creyeran en sus predicaciones, sin operar en apoyo de ellas milagro alguno de
los prometidos
Las relaciones entre el apóstol Pedro
y sus ex correligionarios judíos están apoyadas en el siguiente pasaje de
Teodoreto:
Los
nazarenos son judíos que veneran al ungido (Jesús) como a un justo y siguen el
Evangelio según Pedro.
Según se infiere de los documentos
históricos, las primeras sectas cristianas, fueron: nazarenos,
ebionitas y esenios o terpeutas, de los que eran una rama los nazarios.
Todas estas sectas profesaban más o menos abiertamente la cábala, creían en la
expulsión de los demonios por medio de conjuros mágicos, y hasta la época de
Ireneo nadie las tuvo por heréticas.
Todas las sectas gnósticas creían
igualmente en la magia, como comprueba el mismo Ireneo al hablar de los
discípulos de Basílides diciendo:
Emplean
imágenes, evocaciones, conjuros y todo lo referente a la magia.
LA
PALABRA NAZARENO
Por otra parte, Dunlap, apoyado en la
autoridad de Lightfoot, dice que a Jesús le llamaron por sobrenombre Nazaraios, aludiendo a la humildad de su
condición social, pues dicha palabra significa “alejamiento de los hombres”.
Sin embargo, el verdadero significado
de la palabra nazar (...) es
“consagrado al servicio de Dios”, aunque en el gramatical sentido del lenguaje
vulgar significaba diadema, y por
figura de dicción se aplicó alegóricamente este nombre a los consagrados a Dios
en cuya cabeza no tocaba filo de tijera.
A José, hijo de Jacob, le llaman nazareno las Escrituras, y el mismo
título reciben Sansón (Semes-on ...) y Samuel (Sem-va-el ...). porfirio dice
que a Pitágoras le inició en Babilonia el hierofante Zar-adas, y de esto cabe
inferir que el nombre de Zoroastro o Zoro Aster equivale a Nazar de Ishtar, Zar-adas o Na-Zar-Ad, cuyas leves diferencias
proceden de la diversidad de idiomas. De la propia suerte el escriba Esdras
(...) era hierofante y Zorobabel o Zeru Babel (...) fue el zoro o nazar que
acaudilló a los israelitas al salir de la cautividad de Babilonia.
Las Escrituras hebreas aluden a dos
distintos cultos religiosos dominantes entre los isaraelitas: el exotérico de
Baco bajo el nombre de Jehovah y el esotérico de los iniciados caldeos,
nazares, teurgos y algunos profetas cuya metrópoli era Babilonia, donde había
dos escuelas rivales de magia, una exotérica y otra esotérica que,
satisfecha de sus impenetrables conocimientos, no tuvo reparo en someterse
aparentemente al poder secular del reformador Darío. La misma conducta
siguieron los gnósticos al acomodarse exotéricamente a la religión dominante en
cada país, sin menoscabo especial de sus creencias esotéricas.
También cabe suponer que Zero-Ishtar
fuese nombre común a los sumos sacerdotes o supremos hierofantes de la religión
caldea, y que cuando los arios persas, en el reinado de Darío Hystaspes,
vencieron al mago Gomates y restauraron el culto mazdeísta, sobrevino una
confusión por la cual el Zero-Ishtar se convirtió en el Zara-tushra del Vendidad, que no aceptaron los demás
arios, fieles a la religión védica.
No cabe duda de que Moisés estuvo
iniciado, pues la religión mosaica viene a ser una entremezcla de heliolatría y
sarpolatría con ligeros toques monoteísticos que Esdras elevó a concepto
fundamental en las Escrituras recopiladas al regreso de la cautividad. De todos
modos, el libro de los Números es
posterior a Moisés, y sin embargo, en él se ve con toda claridad el culto
pagano del sol y de la serpiente.
Los nazares o profetas, los nazarenos
y los iniciados eran abiertamente contrarios al culto exotérico de Baco bajo el
nombre de Jehovah, y se atenían estrictamente al espíritu de las religiones
simbólicas, sin parar mientes en las idolátricas ceremonias de la letra muerta.
Por esto, los sacerdotes, que en la superstición tenían su lucro, concitaban
frecuentemente las iras del populacho contra los profetas, hasta el punto de
morir algunos de ellos lapidados.
LA FÁBULA DE
EURÍDICE
Otfriedo Müller nos descubre las
diferencias entre los Misterios órficos
y el culto exotérico de Baco, aunque los iniciados en ellos profesaban
públicamente la religión báquica; pero la austera moralidad y el riguroso
ascetismo de las doctrinas de Orfeo, que tan escrupulosamente seguían sus
discípulos, eran de todo punto incompatibles con la grosera obscenidad y
torpeza de lasceremonias populares.
La fábula de Aristeo que persigue a
Eurídice por los bosques, donde la mata una serpiente, es clarísima alegoría de
la fuerza bruta (Aristeo) que persigue a la doctrina esotérica (Eurídice),
muerta por acometida de los dioses solares (la serpiente), que la sepultan en
el mundo subterráneo o lugar inferior, muy distinto del infierno teológico.
Además, cuando las bacantes despedazan a Orfeo, la alegoría da con ello a
entender la profunda diferencia entre la religión esotérica y el culto
exotérico, y que los groseros ritos populares tienen siempre entre el vulgo
mejor acogida que la sencilla y divina verdad.
Difícil resulta determinar con
precisión los ritos del esoterismo órfico, pues los himnos originales se
perdieron desde un principio, y ni Platón ni Aristóteles tuvieron por
auténticas las copias existentes en su tiempo. Sin embargo, la tradición oral
indica que Orfeo aprendió sus doctrinas en la India de boca de los magos, o
sean las mismas que profesaban los iniciados de todos los países.
Los esenios pertenecían a la escuela
pitagórica, antes de que alteraran más bien que perfeccionaran su organización
bajo el influjo de aquellos misioneros budistas establecidos per saeculorum millia en las riberas del
mar Muerto, según nos dice Plinio. Pero si por una parte los misioneros
budistas disciplinaron monacalmente a los esenios con estricta observancia de
las reglas conventuales, también dieron vivo ejemplo de las austeras virtudes
que en grado heroico practicó Sakya, a quien precedieron en ejemplaridad
algunos filósofos antiguos con sus discípulos y siguieron siglos después Jesús
y los ascetas cristianos, hasta que, relajándose poco a poco, las olvidó por
completo la Iglesia romana.
Los nazares iniciados se habían
mantenido siempre fieles a las enseñanzas esotéricas que antes de ellos
profesaron los primitivos adeptos. Los discípulos de Juan el Bautista formaban
una rama desgajada de los esenios y por tanto no debemos confundirlos con los
otros nazares a quienes Oseas inculpó de haberse entregado a Bosheth (...), que era el máximo de la
abominación .
La secta de los nazarenos era muy
anterior a la ley de Moisés, y nació en la comarca de Galilea, secularmente
enemistada con el resto de Israel y compuesta en otro tiempo de una confusa
mezcolanza de gentes idólatras, cuya capital era Nazara, después Nazareth,
donde los primitivos nazarenos celebraban los Misterios de vida o asambleas de iniciación, cuyos ritos religiosos
diferían opuestamente de los del culto popular de Adonis en Biblos.
Mienstras los menospreciados galileos
adoraban al verdadero Dios con el don de clarividencia trascendental, los
israelitas, que presumían de pueblo escogido, se entregaban a cultos
idolátricos, según demuestra el siguiente pasaje:
Y saliendo
una forma de mano, me asió de una guedeja de mi cabeza y me elevó el Espíritu
entre la tierra y el cielo y me llevó a Jerusalén en visión de Dios... Y
habiendo entrado, miré, y he aquí toda semejanza de reptiles y de animales y
todos los ídolos de la casa de Israel estaban pintados en la pared por todo el
rededor. Y a setenta hombres de los ancianos de la casa de Israel que estaban
en pie delante de las pinturas... Y me dijo: Hijo de Israel en las tinieblas,
porque dicen: No nos ve el Señor... Y me introdujo por la puerta de la casa del
Señor que miraba al Norte, y he aquí mujeres que estaban allí sentadas llorando
a Tammuz (Adonis).
NAZARENOS
Y NAZARES
Seguramente que los pueblos paganos
no superaron jamás al escogido en las abominables obscenidades que sus mismos
profetas les echan en cara con tanta frecuencia.
Así se explica la hostilidad,
recrudecida posteriormente, entre los nazarenos y los judíos carnales, a
quienes acusaban los primeros de adorar a Baco o Iurbo-Adonai.
Dice el Código de los Nazarenos:
No adores al
sol que llaman Adonai, Kadush y El-El. Este Adonai escogerá una nación y
la congregará en asambleas... Jerusalén llegará a ser el refugio de los abortivos, que se perfeccionarán (se
circuncidarán) con espada y adorarán a Adonai.
Descendían los nazarenos de los nazares de la Biblia, y su postrer caudillo de nota fue Juan el Bautista. Los
escribas y fariseos de Jerusalén no les molestaban, a pesar de su heterodoxia,
y aun el mismo Herodes temía un motín popular, porque las gentes consideraban a
Juan como profeta.
Los discípulos de Jesús estaban en su
mayor parte afiliados a la secta de los esenios, que era un desprendimiento de
la de los nazarenos, o como si dijéramos, una herejía de herejía a los ojos de los fariseos, quienes miraban
aviesamente a Jesús por sus innovadoras predicaciones.
Así se explica fácilmente la notable
analogía entre el ritual de los primitivos cristianos y el de los esenios, que,
según hemos dicho, habían sido catequizados por los misioneros budistas
repartidos por Egipto, Grecia y Judea desde el reinado del celoso monarca Asoka;
pero si bien es cierto que a los esenios cabe la honra de haber contado a Jesús
entre los suyos, disentía de la comunidad en algunos puntos de observancia
externa, por lo que en rigor no fue esenio, según veremos más adelante, ni
tampoco nazar de los primitivos. El Código
de los nazarenos y las injustas acusaciones de los gnósticos bardesanianos
nos dicen lo que fue Jesús, según
vemos en el siguiente pasaje:
Jesús es Nebo, el falso Mesías, el debelador de
la antigua religión ortodoxa.
Fundó Jesús la secta de los nazares
disidentes, de acuerdo con las enseñanzas budistas, como claramente se infiere
de la palabra ... (Nebo, dios de la
sabiduría) pues ... (naba) en hebreo
significa hablar por inspiración. Pero Nebo
es equivalente a Mercurio, y éste a Buddha en el monograma planetario de los
indos. Además, los talmudistas sostenían que Jesús estaba inspirado por el
genio de Mercurio.
Por lo tanto, el reformador nazareno
pertenecía a una de dichas sectas, aunque no sea posible dilucidar cuál de ellas;
pero está fuera de duda que predicó la filosofía de Sakya el Buddha.
Denunciados los nazares por los últimos profetas y malditos por el Sanhedrín,
que los persiguió solapadamente, quedaron confundidos en el concepto público
con los otros nazares, de quienes dijo Oseas:
... y se
enagenaron para su confusión y se hicieron abominables como aquellas cosas que
amaron.
Así se comprende que los fariseos
menospreciaran de tal modo a Jesús y le llamaran despectivamente el “Galileo”.
Así se comprende también la pregunta de Nathaniel:
Pues qué,
¿puede salir de Nazareth cosa buena?
tan sólo
porque sabía que Jesús era natural de esta ciudad galilea. Esto nos lleva a
suponer con fundamento que los primitivos nazares no profesaban la religión
mosaica como los judíos, sino más bien la de los teurgos caldeos. Por otra
parte, la notoria tergiversación del texto original de los Evangelios substituyó la palabra nozari (nazareno o nazar) por la de Nazareth, de modo que el
original decía:
¿Puede venir
de un nazareno cosa buena?
ERRORES
BÍBLICOS
Los errores de la Biblia son leves en comparación de los
que se echan de ver en los Evangelios,
y no hay más valiosa prueba del sistema de piadosos fraudes sobre que se funda
el armazón del mesianismo.
El evangelista San Mateo dice al
hablar de Juan:
Éste es
Elías que había de venir.
En esto se descubre una antigua
tradición cabalística; pero cuando le preguntan al Bautista: “¿Eres tú Elías)” y responde: “No lo soy”, ¿a quién hemos de creer?, ¿al Bautista o al
Evangelista? ¿Y dónde queda la revelación divina?
Evidentemente, el propósito de Jesús
fue idéntico al de Buda, esto es, baneficiar ampliamente al género humano por
medio de una reforma religiosa que restableciese la ética en toda su pureza,
pues hasta entonces el verdadero concepto de Dios y de la Naturaleza había sido
privativo de los adeptos a las escuelas esotéricas.
Pero aunque Jesús no se abstuviese de
beber vino podía ser nazareno, pues según el Libro de los Números, luego que el sacerdote agita ante el
altar la cabellera de un nazareno, ya puede éste beber vino. La amarga
lamentación de Jesús al ver que nada bastaba para satisfacer al pueblo, está
concretada en el siguiente pasaje:
Juan vino
sin comer ni beber y dijeron de él: “Tiene demonio”. El Hijo del Hombre vino
comiendo y bebiendo y dicen: “He aquí un glotón y beodo”. (San Mateo, XI, 19).
Sin embargo, participaba Jesús de las
costumbres de los esenios y de los nazarenos, pues no sólo le oímos mandar un
mensajero a Herodes diciéndole que lanzaba demonios y curaba enfermos, sino que
se titula profeta y se declara igual a los demás profetas.
El bautismo es uno de los ritos más
antiguos, y todas las naciones lo practicaban en los Misterios a manera de
ablución sagrada. Dunlap opina que el nombre de nazar deriva del verbo nazah (rociar), a lo cual se añade que,
según los nazarenos, Bahak-Zivo creó el universo del “agua obscura”, y por otra
parte afirma Richardson que la palabra bahak
significa llover.
Sin embargo, no es fácil identificar
el Bahak-Zivo de los nazarenos con el
dios Baco, aunque éste fuese “el dios de la lluvia”, pues los nazarenos eran
acérrimos adversarios del culto de Baco. Dice Preller que las hyadas o
ninfas de las lluvias educaron a Baco, y que al terminar los Misterios los
sacerdotes rociaban los altares y los ungían con aceite; pero todo esto es muy
deleznable prueba.
El bautismo en el Jordán nada tenía
que ver con los ritos exotéricos del culto de Baco ni con las libaciones en
honor de Adonai o Adonis, tan aborrecido de los nazarenos, pues no es necesario
suponer semejante analogía para probar que la pública ceremonia bautismal
derivaba de los Misterios, cuyos ritos en modo alguno deben confundirse con los
supersticiosos e idolátricos de la plebe pagana. Juan fue el profeta de los
nazarenos y recibió en Galilea el nombre de Salvador; pero no fundó la secta
que derivaba sus doctrinas de la antiquísima teurgia caldeo-acadiana.
Las clases inferiores de los
primitivos hebreos, de procedencia cananea y fenicia, conservaron el culto de
los dioses fálicos; pero, no obstante, también hubo iniciados entre ellos.
Posteriormente, la influencia de los asirios modificó el carácter de la plebe
hebrea, y por último, los persas difundieron las costumbres y conceptos
farisaicos de que derivaron el Antiguo
Testamento y las instituciones mosaicas. Los asmoneos, que a un tiempo eran
reyes y sacerdotes, publicaron los cánones del Antiguo Testamento en contraposición a los Libros secretos (Apocrypha) de los judíos cabalistas alejandrinos. Hasta el pontificado de Juan Hircano, los jefes de Judea fueron asideanos
(chasidim) o fariseos (parsis); pero después se convirtieron en
saduceos o zadokitas, que mantenían la regla sacerdotal en opuesta distinción
de la rabínica. Los fariseos eran benévolos y cultos; los saduceos, fanáticos y
crueles.
MODALIDADES
DEL BAUTISMO
Dice el Código de los nazarenos:
Juan, hijo
del abasaba Zacarías y concebido por su madre Anasabet a los cien años, hacía
ya cuarenta y dos que bautizaba cuando bautizó a Jesús el Mesías... Pero
Jesús alterará la doctrina de Juan y mudará su bautismo y dará otros aforismos
de justicia.
El bautismo de agua quedó substituido por el del Espíritu Santo, tal vez a causa del empeño que mostraron los Padres
de la Iglesia en establecer una reforma que distinguiese a los cristianos de
los nazarenos, nabateanos y ebionitas con propósito de cohonestar nuevos
dogmas. Los Evangelios sinópticos no solamente nos dicen que Jesús bautizaba
como Juan, sino que los discípulos de éste se enojaron por ello, aunque nadie
pueda acusar a Jesús de culto báquico.
El versículo 2 del capítulo IV de San
Juan, que está puesto entre paréntesis y dice: “(Aunque Jesús no bautizaba,
sino sus discípulos)”, tiene todas las trazas de una interpolación. Según
Mateo, Juan el Bautista dice que el que viene tras él no bautizará con agua,
sino “con fuego y Espíritu Santo”. Marcos, Lucas y Juan corroboran estas
palabras. Más adelante demostraremos que los símbolos del agua, fuego y Espíritu
Santo, proceden de la India. Pero es muy particular que los Hechos de los apóstoles nieguen el
bautismo de fuego, según se infiere del siguiente pasaje:
Y aconteció
que estando Apolo en Corinto vino Pablo a Efeso y halló algunos
discípulos. Y les dijo: ¿Cuándo abrazásteis la fe, recibisteis el Espíritu
Santo? Y ellos le respondieron: Antes, ni aun hemos oído si hay Espíritu Santo.
Y él les dijo: ¿Pues en qué habéis sido bautizados? Ellos dijeron: En el
bautismo de Juan. Oídas estas cosas, fueron bautizados en el nombre del Señor
Jesús... y vino sobre ellos el Esp´çiritu Santo y hablaban en lenguas y
profetizaban .
Vemos que San Juan Bautista, el
precursor, profeta y mártir, según el cumplimiento de las profecías anuncia
públicamente el bautismo de fuego y del Espíritu Santo; y sin embargo, sus
discípulos, que tan convencidos debieran estar de las palabras de su maestro,
declaran que nunca han oído hablar del
Espíritu Santo.
Verdaderamente, tenían razón los
autores del Codex Nazareus; pero no a
Jesús, sino a los que posteriormente tergiversaron el Nuevo Testamento con tendenciosas miras, debemos culpar de haber
adulterado la doctrina de Juan, la significación del bautismo y el sentido de
las palabras de justicia.
No cabe objetar que el Codex, tal como lo conocemos, fue
escrito siglos después de la predicación de los inmediatos discípulos de Juan,
pues lo mismo ocurrió con los Evangelios.
Cuando Pablo habló con los bautistas, no había aparecido aún entre ellos
Bardesanes, y por lo tanto nadie tildaba de herética a dicha secta. Además, la
rivalidad suscitada desde un principio entre los discípulos de Jesús y de Juan
nos da a entender que los de este último no tomaron en consideración la promesa
del “Espíritu Santo”; y por otra parte, tan poco seguro estaba Juan de que
Jesús fuese el Mesías prometido, que después del bautismo y no obstante la voz
que desde el cielo dijo: Éste es mi Hijo
el amado, envía desde la cárcel a dos discípulos para que le pregunten
a Jesús: “¿Eres tú aquel que ha de venir o hemos de esperar a otro?”
EL
NAZARENO REFORMADOR
Tan flagrante contradicción bastaría
para desvanecer toda hipótesis respecto a la divina inspiración del Nuevo Testamento; pero todavía cabe
pregunta: Si el bautismo simboliza regeneración en un sacramento instituido por
Jesús, ¿cómo no bautizan hoy los
cristianos en fuego y Espíritu Santo en vez de seguir el rito de los nazarenos?
Las interpolaciones llevadas a cabo por Ireneo no tuvieron, según se ve, otro
fin que presentar el sobrenombre de nazareno dado a Jesús como dimanante de su
larga residencia en Nazareth, y no de su filiación en la secta de los
nazarenos.
El fraude de Ireneo fue muy poco
afortunado, porque desde tiempo inmemorial tronaron los profetas contra el
bautismo de fuego que practicaban los países vecinos para comunicar el “don de
profecías” o sea el Espíritu Santo. Pero Ireneo se vio en situación
comprometida, pues a los cristianos les llamaban las gentes nazarenos e
iesaenos, según dice Epifanio, y a Jesús se le tenía, en opinión general aun de
sus mismos discípulos, por uno de tantos profetas y saludadores judíos. Por lo
tanto, no había en esto fundamento apropiado para proclamar la divinidad de
Jesucristo ni para estatuir una nueva jerarquía, y así hubo Ireneo de inventar los
elementos que requería su intencionado propósito.
Las pruebas de que Jesús pertenecía a
la secta de los nazarenos no hemos de buscarlas en las traducciones de los Evangelios, sino en los textos
originales. Tischendorf traduce por Iesu
Nazarene el nombre griego que en el texto siriaco dice: Iasua el nazaria. De modo que, dada la
incomprensible confusión d los cuatro Evangelios, según aparecen hoy después de
revisados, fácilmente colegiremos que el genuino cristianismo predicado por
Jesús está contenido en las llamadas herejías siriacas. Tal era el
convencimiento de Pablo cuando el abogado Tértulo le acusó ante el gobernador
Félix de “promover sediciones como jefe de la secta de los nazarenos”; a
lo que el acusado replica:
... ni te
pueden probar las cosas de que ahora me acusan. Pero confieso... que según la
secta que ellos dicen herejía, sirvo yo al Dios de mis padres, creyendo todas
las cosas que están escritas en la Ley y en los profetas.
Esta confesión demuestra
concluyentemente:
1.º
Que Pablo pertenecía a la secta de los nazarenos.
2.º
Que adoraba al Dios de sus padres, no al Dios trino, cuyo concepto se
dogmatizó después de su muerte.
Además, explica el motivo de que
durante largo tiempo no fueran tenidos por canónicos los Hechos de los apóstoles ni el
Apocalipsis de San Juan.
Tanto los neófitos como los
hierofantes de Biblos estaban obligados a ayunar y permanecer en soledad
durante algún tiempo después de la celebración de los Misterios. Iguales
prácticas se requerían antes y después de los ritos báquicos, adonisíacos y
eleusinos. Herodoto insinúa con temor y respeto algo referente al lago de Baco, donde “los sacerdotes
efectuaban por la noche escenas de la vida y pasión de dios”. En los
misterios de Mithra el neófito simulaba la escena de la muerte antes de “nacer
de nuevo” por virtud del bautismo.
Los sacerdotes de los Misterios
estaban circuncidados, y el neófito no podía recibir la iniciación sin haber
asistido de antemano a los Misterios del Lago. Los nazarenos recibían el
bautismo en el río Jordán y no en otras aguas; también estaban circuncidados y
ayunaban antes y después de la ceremonia bautismal.
LA SECTA NAZARENA
La secta nazarena existía ya unos
ciento cincuenta años antes de J. C., y sus prosélitos habitaban a orillas del
Jordán y en la ribera oriental del mar Muerto, según Plinio y Josefo.
Dice Munk que galileo es casi equivalente a nazareno,
y que los naturales de dicha comarca de Judea mantenían muy íntimo trato con
los gentiles, hasta el punto de que la plebe se había asimilado algunos ritos y
ceremonias religiosas del paganismo, por lo que los judíos ortodoxos miraban
despectivamente a los galileos.
Añade Munk que “los nazarenos
formaban ya comunidad regular antes de la promulgación de las leyes de Musah”; y así lo demuestra el pasaje del Libro
de los Números que minuciosamente describe esta secta, hasta el punto
de que en las órdenes dadas por el Señor a Moisés se reconocen sin dificultad
los ritos, ceremonias y reglas de los sacerdotes de Adonis, pues como
estos se obligaban los esenios a la pureza y abstinencia y se dejaban crecer el
cabello. Del profeta Elías, también nazareno, dicen las Escrituras que era “hombre peludo, que
lleva ceñido a sus lomos un cinto de cuero”.
Los autores antiguos aplicaron las
denominaciones nazar y nazareth indistintamente a los adeptos
indios y paganos. De seguro nos concitaríamos las iras clericales con sólo
apuntar la idea, muy verosímil por otra parte, de que los nazarenos de Judea y
sobre todo los “profetas del Señor”, estaban iniciados en los Misterios paganos
y pertenecían en su mayor parte a una misma confraternidad internacional de
adeptos. Recordemos a este propósito que según refieren Amiano Marcelino y
otros historiadores, al penetrar Darío Hystaspes en la Bactriana (India
septentrional), aprendió de los brahmanes la ciencia astrológica y cosmológica
con ritos de purísima significación que comunicó a los magos. En cambio, también
dice la historia que Darío acabó con los magos y restableció el culto de Ormuzd
y la religión pura de Zoroastro, lo cual parece oponerse al epitafio puesto en
la tumba de Darío diciendo que fue hierofante o maestro de magia. El error
histórico resulta evidente, de modo que en esta confusión de nombres, el
Zoroastro instructor de Pitágoras no pudo ser el fundador de la religión parsi
ni el reformador Zarathustra ni el profeta de la corte de Vistaspa ni
tampoco el que sobrepuso la autoridad de los magos a la de los mismos reyes. En
el Avesta, que es el más antiguo
texto sagrado parsi, no se descubre ni el más ligero indicio de que el
reformador hubiese tenido relación alguna con los países que posteriormente
adoptaron el culto mazdeísta, pues ni siquiera menciona a los iranios, medos,
asirios y persas. Por lo tanto, es muy natural que el nombre de Zoroastro no
fuese propio de una sola personalidad, sino común a todos los jerarcas de la
religión mazdeísta.
EL NOMBRE DE
ZOROASTRO
Según el cómputo de Aristóteles,
Zoroastro florecería 6000 años antes de J. C. Hermipo de Alejandría, de quien
se dice que leyó los libros de Zoroastro (aunque se acuse a Alejandro Magno de
haberlos destruido), afirma que este instructor fue discípulo de Azonach (Azon-ach o el dios Azon) y vivió 5000 años antes de la toma de troya. Por otra
parte, Clemente de Alejandría identifica a Zordusth
con el Er o Eros cuya visión relata Platón en su República; y mientras unos historiadores dicen que el mago que
destronó a Cambises era de nacionalidad meda y que Darío abolió los ritos
mágicos para restablecer el culto de Ormazd, tenemos que Janto de Lidia señala
a Zoroastro como el jerarca de los magos. ¿Quién está equivocado? ¿O todos
tienen razón menos los modernos investigadores que no aciertan a descubrir la
diferencia entre el reformador y sus apóstoles y discípulos? El error de los
comentadores contemporáneos nos recuerda el en que Suetonio cayó al confundir a
los cristianos en colectividad con la persona de un Christo o Crestos, a
quien dice que desterró el emperador Claudio por perturbador del país.
Reanudando la disquisición de la
palabra nazar, vemos que Plinio dice
de Zaratus que “era zoroastro y nazaret”. Puesto que a Zoroastro se le llama
príncipe de los magos y nazar significa
consagrado, podemos inferir que la palabra nazar
no es ni más ni menos, como opina Volney, que la expresión hebrea del
concepto de mago. La voz persa na-zaruan
significa “millones de años” y servía para designar al “Anciano de los Días”.
De aquí que se denominaran nazares y nazarenos los consagrados al servicio
del único y supremo Dios.
Pero también encontramos en lengua
indostánica la palabra nazar, que
significa visión interna o sobrenatural. Opina Wilder que la palabra zeruana procede de los magos, pues
no se encuentra en el Avesta, y sí
únicamente en los textos parsis de la última época. Según Wilder, el Turan de
los poetas es Aturia o asiria, y el rey-sierpe Zohak fue adorado en asiria
y Media durante la unión de ambos imperios.
Sin embargo, esta opinión no invalida
en modo alguno la aseverada identidad original de las doctrinas secretas de los
budistas prevédicos, magos parsis, hierofantes egipcios, cabalistas
caldeos, nazarenos judíos y adeptos de toda época y nacionalidad.
Zoroastro se limitó a exponer en
público, esto es, a predicar, parte
de las monoteísticas enseñanzas religiosas hasta entonces privativas de los
santuarios, donde las comunicaban sigilosamente los brahmanes. Por lo tanto, no
cabe decir que Zoroastro suscitara cisma alguno ni que fuese el primero en
proclamar la unidad de Dios entrevelada en el sistema dualista, pues su tarea
se redujo a establecer el culto del sol y enseñar lo que había aprendido de los
brahmanes.
Max Müller afirma en el siguiente
pasaje que Zarathustra y sus discípulos se establecieron en la India antes de
emigrar a Persia.
Dice así:
Tan
evidentemente como que los habitantes de Massilia vinieron de Grecia, puede
probarse que los zoroastrianos salieron de la India en el período védico...
Muchas divinidades de la religión zoroastriana son meros remedos y variaciones
de las védicas.
Pero estaremos en más firme terreno
si apoyados en la Kábala y las
antiquísimas tradiciones de la religión de sabiduría, podemos probar que tanto
las divinidades zoroastrianas como las védicas no son ni más ni menos que la
personificación de las fuerzas de la
Naturaleza, fieles servidoras de los iniciados en la magia o sabiduría
oculta. Por lo tanto, podemos afirmar que el cabalismo y el gnosticismo procedieron
indistintamente del mazdeísmo esotérico (en modo alguno del exotérico), o bien,
como dicen King y otros arqueólogos, de la sabiduría ocualta o religión
universal. Es pura cuestión de cronología decidir cuál de estas religiones es
la más antigua y la menos adulterada, pues sólo difieren en su forma externa.
AFINIDAD
DE DOCTRINAS
Sin embargo, poca relación tiene esto
con el asunto de que vamos tratando. Algunos años antes de la era cristiana,
los iniciados ya no constituían comunidades numerosas, excepto en la India;
pero todas las sectas, desde los esenios hasta los neoplatónicos, por efímera
que fuese su existencia, siguieron las mismas doctrinas fundamentales, aunque
se diferenciasen en la forma externa. Esta identidad substancial de la doctrina
constituye lo que llamamos la religión de sabiduría, mucho más antigua aun que
la filosofía de Siddhârtha Sakya.
Tras diecinueve siglos de
intencionadas expurgaciones para borrar de los textos sagrados toda frase que
pudiese poner al investigador en el verdadero camino, resulta muy ardua tarea
probar a los ojos de las ciencias experimentales que los adonitas, nazarenos,
esenios, terpeutas , ebionitas y otras sectas profesaban, con levísimas
diferencias, las mismas doctrinas enseñadas en los misterios teúrgicos. Sin
embargo, procediendo por analogía y examinando la oculta significación de los ritos y ceremonias, podemos descubrir
la íntima afinidad que los emparenta.
El judío Filón, contemporáneo de
Jesús y muy versado en las filosofías de Platón y aristóteles, interpretó la
antiquísima literatura hebrea hasta el punto de probar la coincidencia de la
esotérica doctrina cabalística con la de los filósofos griegos, cuyo espíritu
descubre en los libros mosaicos. Por esto dice Kingsley que Filón fue el patriarca
del neoplatonismo. Es evidente que los terapeutas de
Filón eran esenios, aunque
no todos los esenios fuesen terapeutas.
Tanto este autor como Josefo han
descrito la secta de los esenios con suficientes pormenores para evidenciar que
el reformador Jesús, después de pasar la mocedad en los monasterios del
desierto y de haber sido iniciado en los Misterios, prefirió la vida
independiente de la predicación, convirtiéndose en terapeuta errante. Lo mismo
Jesús que Juan el Bautista anunciaron el fin de los tiempos, lo cual
demuestra que conocían los cómputos secretos de hierofantes y cabalistas,
quienes con los priores de las comunidades esenias poseían el secreto, dunlap, cuyas investigaciones fueron muy felices en este punto, remonta el
origen de los esenios, nazarenos, dositeanos y otras sectas a una época
anterior a Jesucristo, y dice de ellos:
Renunciaban
a los placeres terrenales, menospreciaban las riquezas, se amaban unos a otros
y se mantenían célibes, por considerar eminente virtud el dominio de la carne.
Precisamente, éstas fueron las
virtudes predicadas por Jesús. Si atendemos al espíritu de los Evangelios, resultará que Jesús
profesaba la doctrina de la reencarnación como los esenios, que la habían
aprendido de los pitagóricos, pues según afirma Jámblico, Pitágoras residió
algún tiempo con los esenios en el monte Carmelo. En sus pláticas y
sermones solía hablar Jesús en parábolas y metáforas, según costumbre de los
esenios y nazarenos, sin que jamás se tuviera noticia de que así lo hicieran
los galileos, pues estos se admiraban de oír a su compatriota expresarse de
aquel modo, y así le decían:
¿Por qué les
hablas por parábolas ?
Y responde como verdadero inciado:
Porque a
vosotros es dado saber los Misterios del reino de los cielos; mas a ellos no
les es dado. Por eso les hablo por parábolas; porque viendo no ven y oyendo no
oyen ni entienden.
FRASES
PITAGÓRICAS
Además, en algunas ocasiones se valió
de frases evidentemente pitagóricas, como cuando aconseja:
No déis lo
santo a los perros ni echéis vuestras perlas delante de los puercos, no sea que
las huellen con sus pies y revolviéndose contra vosotros os despedacen.
Wilder dice a este propósito:
Se advierte
en Jesús y en Pablo la misma propensión a clasificar sus doctrinas en
esotéricas y exotéricas. Jesús comunicaba los Misterios del reino de los cielos
a los apóstoles, y hablaba en parábolas a la multitud. Pablo dice por su parte:
“Nosotros hablamos sabiduría entre los perfectos
o iniciados (90)”.
Los asistentes a los Misterios se
clasificaban en neófitos y perfectos. Los primeros eran admitidos
algunas veces a las dramáticas representaciones de Ceres, o sea el alma que
desciende al hades; pero únicamente los perfectos podían conocer los
misterios del elysium o morada de los
bienaventurados, evidentemente idéntica al “reino de los cielos”.
Dice el apóstol Pablo:
Y conozco a
este tal hombre; si fue en el cuerpo o fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo
sabe. Que fue arrebatado al paraíso y oyó palabras secretas (...) que al hombre
no le es lícito repetir.
Este pasaje ha sorprendido a varios
comentadores versados en los ritos de la iniciación, porque alude claramente a
la epopteia o revelación final; y
aunque pocos de ellos lo han relacionado con las beatíficas visiones de los
iniciados, la terminología empleada desvanece toda duda, pues las cosas que no es lícito repetir se
encubren en la misma frase, y la razón del secreto es la misma que vemos
expuesta en Platón, Proclo, Jámblico, Herodoto y otros autores.
El pasaje de San Pablo, que dice:
Hablamos
sabiduría entre los perfectos,
debe
explicarse diciendo:
Hablamos de las más profundas doctrinas de los
Misterios únicamente entre los iniciados en ellas.
Resulta, por lo tanto, que en la
frase: “el hombre arrebatado al paraíso”, y que sin duda fue el mismo Pablo, está substituida la palabra pagana elysium
por la cristiana paraíso. De que este
pasaje alude a las visiones de los iniciados, tenemos prueba en que, según ya
dijimos en otro lugar de esta obra, asegura Platón que antes de que un iniciado
pueda ver a los dioses ha de libertarse del cuerpo astral. Análogamente
describe Apuleyo su iniciación en los Misterios, diciendo:
Me aproximé
a los confines de la muerte, y después de pisar los umbrales de Proserpina
volví transportado a través de los elementos. En medio de la noche brillaba el
sol con luz esplendorosa, y vi los dioses infernales y celestes a quienes
pagué tributo de adoración .
Así, pues, como Pitágoras y otros
hierofantes reformadores, Jesús dividió sus enseñanzas en esotéricas y
exotéricas, y según costumbre de los esenios, jamás se sentó a la mesa sin que
precediera la acción de gracias. También clasificó a sus discípulos en neófitos, hermanos y perfectos, aunque su magisterio público no duró lo bastante para
formar escuela; y no parece que iniciara a ningún apóstol excepto Juan, pues el
autor del Apocalipsis fue cabalista
iniciado, según se infiere evidentemente de que intercaló en su obra pasajes enteros
del Libro de Enoch y de su
compendiado remedo la Profecía de Daniel.
Además, los ofitas gnósticos repudiaban el Antiguo
Testamento por “emanar de un ser inferior” (Jehovah), y en cambio admitían
el Libro de Enoch, en cuyo texto
apoyaban sus dogmas religiosos. Otra prueba de que Juan era cabalista, la
tenemos en que fue desterrado a la isla de Patmos cuando la persecución
emprendida por el emperador Domiciano contra los astrólogos y cabalistas.
CABALISMO
DEL APOCALIPSIS
En todas las poblaciones adonde iba
Jesús a predicar le acusaban los fariseos de ejercer la magia egipcia y
de lanzar los demonios en nombre de Beelzebú. Por otra parte, San Justino
Mártir no sólo afirma con toda autoridad que los gentiles de su tiempo atribuían
los milagros de Jesús a operaciones mágicas (...) idénticas a las de los
taumaturgos paganos, sino que deplora que le llamaran embaucador del pueblo.
Según el Evangelio de Nicodemus, los judíos acusaron de mago a Jesús ante
Pilatos diciendo:
“¿No te hemos dicho que era mago?” Celso alude a la misma
acusación, y como neoplatónico cree en ella .
El rabino Iochan refiere que
a Jesús le era tan fácil volar por los aires como al común de las gentes andar
por el suelo. San Agustín asegura que, en opinión general de los
contemporáneos, Jesús había sido iniciado en Egipto y escribió tratados de
magia que legó a Juan. En las Clementinae
Recognitionis se acusa a Jesús de haber operado milagros no como profeta
judío, sino como mago pagano.
Entonces, igual que ahora, el clero
fanático, la plebe ínfima y la aristocracia no iniciada en los Misterios solían
acusar de hechicería a los hierofantes y adeptos de mayor nota.
Una de
las pruebas más valiosas de que a Jesús le tuvieron por mago sus coetáneos, nos
la ofrece el sacófago del Museo
Gregoriano, cuyos bajorrelieves representan los milagros de Jesús y entre
ellos el de la resurrección de Lázaro, donde figura Jesús con el rostro lampiño
y una varita en la mano, como los nigrománticos, mientras que el cuerpo de
Lázaro está vendado exactamente como las momias egipcias.
De seguro que el mundo cristiano se
parecería más a Cristo y la humanidad no tendría más que una religión y un solo
Dios, sin las complicadas y absurdas disquisiciones acerca del “Hijo del
Hombre”, si dispusiéramos de un retrato auténtico de Jesús, trazado como la
figura del sarcófago en los albores del cristianismo, cuando todavía las gentes
conservaban vivo el recuerdo de las circunstancias personales de fisonomía e
indumentaria del Reformador. Las dudas y perplejidades religiosas proceden de
la falta de datos positivamente personales de la figura divinizada por el
cristianismo, pues mientras predominó en la nueva religión el elemento judío no
hubo imagen alguna de Jesús, por el horror que inspiraba toda representación
plástica, según enseñaron los caldeos. Así es que hubieran tenido por sacrílega
irreverencia cualquier representación de su Maestro.
En los días de Tertuliano, la única
efigie válida de Jesús era una alegoría del Buen Pastor, que, sin embargo, no
lo representaba fisonómicamente, pues se reducía a una figura de hombre con
cabeza de chacal, como Anubis, y con la rescatada oveja al hombro.
LA FIGURA DE
JESÚS
Esta figura, según dice King, tenía
dos significaciones: una exotérica, para el vulgo, y otra esotérica, para el
iniciado, y tal vez sería el sello de algún apóstol o adepto de superior
categoría .
Esto es una nueva prueba de que la doctrina de los primitivos
cristianos no difería mucho de la de los gnósticos. Epifanio acusa a los
carpocracianos de adorar pinturas y esculturas de oro, plata y otros
materiales, que, según ellos, eran efigies de Jesús trazadas por Pilatos, a los
que secretamente tributaban culto y ofrecían sacrificios al uso de los
gentiles, como también a las imágenes de Pitágoras, Platón y Aristóteles.
De esto infiere King que en el año 400 de nuestra era todavía se tenía por
pecado abominable la representación figurada de la persona de Jesucristo.
También San Ambrosio se indigna contra la afirmación de Lampridio de que
Alejandro Severo tenía en su oratorio particular una imagen de Jesucristo entre
las de eminentes filósofos, y a este propósito exclama:
La mente se
conturba y se resiste a la idea de que los paganos hayan conservado la efigie
de Cristo y los cristianos no hayan cuidado de tenerla.
De esto se colige que, excepto el
núcleo de cristianos más tarde triunfantes, la aristocracia intelectual del
paganismo honró a Jesús como un filósofo adepto de la misma categoría que
Pitágoras y Apolonio. Si hubiese sido, según pretenden los Evangelios
sinópticos, un obscuro carpintero de Nazareth, no le tributaran de seguro tales
honras los paganos. No hay de la divinidad de Jesús, es decir, considerado como
encarnación del Hijo de Dios, ni una sola prueba que resista a la crítica
exegética. En cambio, cuando se le mira como reformador radical, acérrimo
adversario del dogmatismo teológico, debelador de la hipocresía y promulgador
de uno de los más sublimes códigos de moral, es Jesucristo una de las más
colosales y mejor definidas figuras de la historia, que irá tomando mayor
relieve a medida que transcurran los siglos, aunque los teológicos dogmas
forjados por la fantasía humana vayan perdiendo de día en día su inmerecido
prestigio. Jesucristo reinará universalmente el día en que todos los hombres se
amen como hermanos con el amor del incognoscible Padre común de la raza humana.
Es una carta atribuida apócrifamente
al senador Léntulo, escrita en latín horrible y dirigida al Senado romano,
hallamos una descripción de la persona de Jesús, que se ajusta a las usanzas de
la época, pues dice que “Jesús llevaba la cabellera suelta en ondas que le
caían sobre los hombros, pero partida en raya por la mitad, a estilo de los
nazarenos”. Este pasaje de la descripción nos inclina a considerar
concluyentemente:
1.º
Que, en efecto, los nazarenos, por observancia de su regla, llevaban la
cabellera tal como la descrita y según aparece en la figura bíblica de Juan el
Bautista.
2.º
Que si el senador Léntulo hubiese escrito la carta que se le atribuye,
seguramente la conociera San Pablo y no dijera como dijo, con ofensa de Cristo
su Señor, que es vergonzoso para un hombre llevar el pelo largo.
3.º
Que si Jesús llevaba el pelo a usanza de los nazarenos, debió recibir
este sobrenombre, no por ser vecino de Nazareth, pues estos no llevaban así el
pelo, sino por pertenecer a la secta de los nazarenos, que en la época de Juan
el Bautista era ya herética a los ojos del Sanhedrín.
El Talmud dice que los nazarenos eran
saludadores y exorcistas errantes, y así lo atestigua Jervis al declarar
que “los nazarenos iban de pueblo en pueblo curando enfermos y vivían de
limosna”. Por su parte, Epifanio dice incongruentemente que “los nazarenos
seguían en gradación herética a los corintios, ya fuesen anteriores o
posteriores a estos, no obstante ser coetáneos”, y añade que “en aquel tiempo a
todos los cristianos se les conocía con el nombre de nazarenos.
TRANSMIGRACIONES
DEL ALMA
Al hablar Jesús de Juan dice que éste
es el “Elías que había de venir”. Si este pasaje no se interpoló posteriormente
para simular el cumplimiento de una profecía, da a entender que Jesús, además
de nazareno, también era cabalista y creía en la reencarnación, pues en esta doctrina
sólo estaban iniciados los esenios, nazarenos y discípulos de Simeón ben Iochai
y de Hillel, sin que nada supieran de ella los judíos ortodoxos ni los galileos .
Sobre el particular dice la Kábala:
Pero el
autor de esta restitución fue nuestro
maestro Mosah, la paz sea con él, quien era la reevolución (transmigración) de Seth y de Hebel, para que pudiese
cubrir la desnudez de su primer padre Adán.
Por lo tanto, al decir implícitamente
Jesús que Juan era la reevolución o
transmigración de Elías, denotaba claramente a qué escuela pertenecía.
Los cabalistas y masones no iniciados
confunden el concepto de la reevolución con el de la metempsícosis; pero se
equivocan tan gravemente respecto a las verdaderas doctrinas cabalistas como
respecto de las genuinas enseñanzas budistas.
Dice el Zohar:
Toda alma
está sujeta a la transmigración...; los hombres no conocen los designios del
Santo, ¡bendito sea!, ni saben que comparecen ante el tribunal, tanto al entrar
como al salir de este mundo.
La misma doctrina profesaban los
fariseos, como dice Josefo; y según enseñaba Gilgul en su teoría de la
“rotación del alma”, los cadáveres de los judíos enterrados lejos de Palestina
conservan una partícula del alma, que no puede salir del cadáver ni gozar de
reposo hasta enterrarlo en el suelo patrio. También enseñaba que la rotación
del alma se efectuaba a través de las formas, desde el más diminuto insecto
hasta el más corpulento cuadrúpedo.
Sin embargo, todos estos pasajes y
citas exponen la doctrina exotérica, sin que la reevolución pueda confundirse con la metempsícosis o transmigración.
Aunque los cabalistas consideraran a
Moisés como una transmigración de Abel y Seth, no se infiere de ello que los
iniciados creyeran que el espíritu de Abel y el de Seth se hubiesen infundido
en el cuerpo de Moisés, sino que tal expresión era el medio de traslucir uno de
los más profundos misteriow de la sabiduría oculta, es decir, que Moisés había
llegado a la más elevada etapa de evolución aquí en la tierra, o sea la íntima
unión de la duada terrena en perfecta trinidad con el espíritu inmortal. Es el
concepto del dios-hombre, del hombre-dios o del dios encarnado, de que tan
rarísimos ejemplos ofrece la raza humana.
Las palabras de Jesús “vosotros sois
dioses”, que a los exégetas les parece mera abstracción, tiene para los
cabalistas profundísimo significado, porque un dios es el espíritu inmortal que
ilumina al ser humano desde el momento en que emana directamente de la Causa
primera, del incognoscible Dios de que es partícula, el microcosmos del
macrocosmos. El espíritu humano tiene en potencia todos los atributos del
Espíritu de que procede, y entre ellos la omnisciencia y la omnipotencia.
Cuando el hombre logra actualizar en todo y por todo estos atributos, aunque
durante la vida terrena estén velados por la naturaleza física, superará a los
demás hombres y podrá mostrar en sus palabras la sabiduría y en sus obras el
poder de Dios, pues mientras los demás hombres están únicamente cobijados por su divino Yo con la posibilidad de alcanzar la trina unión mediante su propio esfuerzo,
el hombre evolucionado goza ya de la inmortalidad aun durante su estancia en la
tierra. Ha recibido el premio, y de allí en adelante vivirá para siempre en la
vida eterna. No sólo dominará las obras de la creación por virtud del inefable
NOMBRE, sino que aun en esta vida será superior a los ángeles.
EL HOMBRE DIVINO
Los antiguos no tuvieron jamás la
temeraria idea de que los hombres perfectos fuesen encarnaciones del supremo e
invisible Dios, pues Moisés y otros instructores de su índole eran para ellos
hombres perfectos, dioses en la tierra, entendiendo por dioses los divinos
espíritus infundidos en los puros cuerpos materiales como en tabernáculos
sagrados. Los antiguos tributaban honores divinos y llamaban dioses a los
desencarnados espíritus de los sabios y de los héroes, por lo que les acusaron
de politeístas e idólatras precisamente quienes antropomorfizaron los más puros
conceptos metafísicos.
Todos los iniciados conocían el verdadero
sentido esotérico de esta enseñanza, que los tanaímes comunicaban a sus discípulos predilectos los isarimes en las solemnes soledades de
las criptas y de los yermos.
Era éste uno de los puntos más sigilosamente
velados, porque la condición humana era entonces la misma que ahora, y la casta
sacerdotal estaba tan engreída de su intelectual superioridad como el clero de
nuestros días y tan afanosa de avasallar a las muchedumbres ignaras, con la
diferencia de que los hierofantes podían demostrar la verdad de sus enseñanzas,
y el clero contemporáneo se apoya en la ciega fe de las gentes.
Los primitivos nazarenos
pertenecientes a la escuela gnóstica, creían que Jesús era un profeta enviado por Dios para enderezar los
pasos de las gentes por el camino de la justicia. A este propósito dice el Código de los nazarenos:
La mente
divina es eterna. Es pura luz derramada espléndidamente por el pleroma
.
Es madre de los eones. Un eón agitó turbulentamente la materia (caos) y con una
porción de luz celeste le dio forma apropiada para la manifestación objetiva y
tangible; pero de ella dimanó todo mal. El Demiurgo pretendió honores divinos, y en consecuencia fue enviado Cristo (el ungido), el príncipe de los
eones , quien se infundió dominadoramente en la persona del piadosísimo
Jesús, hasta que le abandonó para ascender a lo alto.
Para la mejor comprensión de este
pasaje y otros igualmente enigmáticos, daremos una sumaria explicación de los
dogmas comunes, salvo levísimas diferencias, a todas las sectas gnósticas. Por
entonces el principal colegio gnóstico estaba en Efeso, donde se aunaba la
enseñanza de la filosofía oriental con la de la platónica. Era uno de los focos
de la universal doctrina secreta, el laboratorio donde la elegante terminología
griega alquitaraba las filosofías buditas, zoroastriana y caldea.
Pablo venció a Artemis; pero
aunque los conversos quemaron gran número de tratados acerca de ... (artes
curiosas), todavía quedaron los suficientes para reanudar los estudios una vez
se hubo entibiado el primitivo celo. De Efeso brotó la gnosis en antitética
oposición a los dogmas de Ireneo, y en Efeso estuvo el semillero de cuantas
especulaciones trajeron de la cautividad los tanaímes. Sobre este particular
dice Matter:
Las doctrinas
de la escuela hebreo-egipcia y los conceptos semiparsis de los cabalistas
habían acrecentado por entonces en Efeso la copiosa afluencia de enseñanzas
griegas y asiáticas, por lo que no es extraño que salieran de allí instructores
deseosos de conciliar las doctrinas tradicionales de la escuela gnóstica con la
nueva religión predicada por el apóstol Pablo.
Si los cristianos no se hubiesen
echado encima la carga de la revelación mosaica ni aceptado el Jehovah bíblico,
nadie se atreviera a tildar de herejes a los gnósticos; porque exento el
cristianismo de exageraciones dogmáticas, hubiese tenido el mundo para su mayor
bien una religión fundada en la pura filosofía platónica.
EL CREDO DE
BASÍLIDES
Veamos ahora cuáles eran las ideas
básicas de los gnósticos y si merecen el calificativo de heréticas. Tomaremos a
Basílides como dechado de gnósticos, pues todos los demás expositores de esta
escuela se agrupan en torno de él como planetas que reciben la luz del sol.
Afirmaba Basílides que había
aprendido sus doctrinas de labios de Glauco, discípulo del apóstol Pedro, y del
mismo apóstol Mateo. Según Eusebio, escribió Basílides la obra
Interpretaciones de los Evangelios, compuesta de veinticuatro tomos, que
los cristianos arrojaron a las llamas. El credo de Basílides puede
resumirse en los siguientes conceptos:
El Eterno
Padre, increado e incognoscible, engendró desde un principio la Mente (Nous), de la que emanó el Logos, y de éste, a su vez,
emanaron los espíritus humanos (Phronesis
o inteligencias). De Phronesis emanaron
Sophia (sabiduría femenina) y Dynamis (la fuerza).
Tales eran las cinco emanaciones de la Divinidad o cinco substancias espirituales, equivalentes a las
cinco virtudes ontológicas o entidades externas al Dios inmanifestado. Esta
enseñanza es eminentemente cabalista, y más todavía búdica, pues el
antiquísimo sistema de la religión de sabiduría, muy anterior a Gautama, está
fundado precisamente en el concepto de la substancia increada de Adi-Buddha o Divinidad incognoscible.
La eterna e infinita Mónada tiene
inherentes a su esencia cinco actualizaciones de la sabiduría, que se
manifiestan separadametne en los cinco Dhyani-Buddhas,
que de por sí son inactivos como Adi-Buddha,
pues ninguno de ellos encarnó jamás sino que encarnaron sus respectivas
emanaciones.
Al tratar de la doctrina de los
gnósticos expuesta por Basílides, dice Ireneo:
Cuando el
increado e innominado Padre vio la corrupción del género humano, envió a la
tierra a su primogénito Nous en
figura de Cristo para redimir a cuantos creyesen en él por el poder de los que
construyeron el mundo (136). Apareció Cristo entre los hombres en el cuerpo de
Jesús e hizo milagros. Pero la entidad Cristo no sufrió en la pñersona de
Jesús, sino que sufrió Simón Cireneo, a quien prestó su forma corporal. Porque
la divina Potestad, el Nous del
Eterno Padre, no tiene cuerpo y no puede morir. Por lo tanto quien sostenga que
Cristo murió es todavía esclavo de la ignorancia. Quien niegue la muerte de
Cristo está libre de error y comprende los designios del Padre.
En conjunto y en su abstracto
sentido, no se advierte blasfemia alguna en esta exposición de ideas que podrán
ser heréticas respecto de la teología dogmática de Ireneo y Tertuliano, pero
que en nada adulteran el puro concepto religioso, mucho más conciliable con la
majestad divina que el actual antropomorfismo cristiano. Los discípulos de
Ireneo aplicaron a los gnósticos el sobrenombre de docetoe o ilusionistas, porque creían que Cristo no padeció ni
murió en cuerpo físico.
EL
UNIVERSO ILUSORIO
Muy difícil es que las naciones
occidentales, que de tan civilizadas presumen y sin embargo desdeñan el examen
de los fenómenos psíquicos tan familiares en Oriente, comprendan ni siquiera
estimen los conceptos religiosos del pueblo índico, cuyos metafísicos basaron
sus más profundas y trascendentales especulaciones en el capital principio, a
la par induísta y budista, de que todo lo finito es ilusorio y que sólo es real
lo infinito y eterno. Los accidentes y cualidades de los objetos (forma,
color, olor, sabor, tactilidad y sonoridad) existen para nosotros en proporción
a la agudeza receptiva de los sentidos corporales. El ciego de nacimiento no
puede tener idea de la forma ni del color; pero no obstante, los objetos
existen para él aun sin estas cualidades, y los percibe por los sentidos
suprafísicos. Todos vivimos en este mundo sujetos a la influencia de la ilusión
que nos muestra más o menos correctamente, según nuestro temperamento físico y
mental, el reflejo de los originarios arquetipos emanados de la Mente absoluta.
Tan sólo estos arquetipos son manifestaciones reales y permanentes.
Hace muchísimos siglos, el místico
filósofo indo Kapila expuso magistralmente este concepto, diciendo.
Tan poca
importancia tiene la condición física del hombre, que difícilmente puede
comprobar su propia existencia ni la de la Naturaleza. Tal vez lo que llamamos
universo, con cuantos seres lo pueblan, no tiene nada de real, y es tan sólo el
producto de la continuada ilusión (maya)
de nuestros sentidos.
Al cabo de diez mil años, repite
Schopenhauer el mismo concepto, diciendo:
La
naturaleza no existe per se. Es la indefinida ilusión de nuestros sentidos.
Si los objetos de sensación son
ilusorios y fluctuantes, no pueden ser reales. Únicamente el Espíritu es real
porque es inmutable. Así lo enseñó primero la filosofía búdica y después los
gnósticos que de ella derivaron su doctrina. La entidad Cristo sufrió espiritualmente
mucho más de lo que sufrió corporalmente
la personalidad ilusoria de Jesús clavado en el leño.
Según el concepto cristiano, Jesús
equivale a Cristo; pero los gnósticos y los iniciados distinguían entre ambas
entidades. El Christos de los
griegos significaba ungido con aceite puro (chrism),
aparte de otras acepciones, entre las cuales tenemos la equivalente a la que en
todas las lenguas significa la pura y sagrada esencia de la primera emanación
del Absoluto que se manifiesta en espíritu perceptible. El Logos griego, el Mesías
hebreo, el Verbo latino y el Viradj sánscrito expresan el idéntico
concepto de la primera emanación, el Hijo
del Padre, la llama desprendida
del eterno e inextinguible foco de Luz.
Dice Manú:
El hombre
que obra piadosamente con la interesada mira de su propia salvación, puede
alcanzar la dignidad de los devas; pero el que obra piadosa y al mismo tiempo
desinteresadamente, se libra para siempre de los cinco elementos (materia)...
Quien ve el supremo Ser en todos los seres y todos los seres en el supremo Ser
y ofrece su propio ser en sacrificio, se identifica con el Ser que brilla por
su propio esplendor.
Así tenemos que el verdadero
significado de la palabra Christos es
el colectivo concepto de los espíritus individuales de los hombres,
erróneamente llamados almas. Son los divinos Hijos de Dios, algunos de los
cuales cobijan a las entidades humanas, aunque en su mayoría permenecen en la
condición de espíritus planetarios, y en su mínima parte quedan temporalmente
unidos en la tierra a hombres como Gautama, Jesús, Tissu, Krishna, que por
virtud de esta unión fueron dioses-hombres en la tierra. Otros como Moisés,
Pitágoras, Apolonio, Plotino, Confucio, Platón, Jámblico y algunos santos del
cristianismo, se unieron de cuando en cuando con el Christo o Hijo de Dios, y
merced a esta interválica unión se elevaron a la categoría de semi-dioses
instructores de la humanidad. Luego de separados de sus tabernáculos terrestres
y unidos para siempre con el espíritu inmortal, se restituyen a la luminosa
hueste de los ungidos en solidaridad de pensamiento y de acción. De aquí que al
decir los gnósticos que Christo sufrió espiritualmente por la humanidad daban a
entender con ello que sufrió su divino Espíritu.
EL NOBLE HERESIARCA
MARCIÓN
Así opinaba también Marción, “el gran
heresiarca del siglo II”, como le llamaron los titulados ortodoxos. Floreció
Marción en Roma por los años de 139 a 142. Muy poderosa debió de ser su
influencia, porque dos siglos después todavía se queja Epifanio de la multitud
de discípulos de Marción repartidos por todo el mundo. Por otra parte,
delatan la magnitud del peligro los dicterios e infamantes epítetos derramados
sobre Marción por el “gran africano”, aquel cancerbero de los doctores de la
Iglesia, que siempre estaba vociferando en guarda de los dogmas de Ireneo. No hay más que leer su célebre refutación de las Antítesis de Marción para advertir las sutilezas del odio monástico
de la escuela cristiana, que a través de los tiempos medioevales ha renovado en
los nuestros el Vaticano.
Para muestra, basta el pasaje que
dice:
Seguid,
sabuesos, ladrando al Dios de la verdad y disputaos por roer los huesos que os
arrojan los apóstoles.
El autor de la Religión sobrenatural dice sobre este punto:
La pobreza
de los argumentos que emplea el “gran africano” guarda proporción directa con
la acritud de sus dicterios.
Las controversias religiosas de los Padres de la
Iglesia están erizadas de supercherías y henchidas de piadosos insultos.
Tertuliano era maestro en este linaje de dialéctica, y los acerbos vituperios
que lanza contra Marción, a quien llama impío y sacrílego, no tienen
absolutamente nada de imparcial y sincera crítica... Tertuliano y Epifanio
motejaban de “bestia” a Marción, y le imputaban haber eliminado del Evagelio
según San Lucas pasajes que jamás estuvieron en él... Prueba de la obcecación y
parcialidad de Tertuliano tenemos en que, no sólo imputa falsamente a Marción (Contra Marción, IV, 9, 36) el haber
mutilado el texto, sino que explica los
motivos que tuvo para mutilarlo. También le acusan Tertuliano y Epifanio de
haber suprimido el pasaje en que Cristo dice que no vino a abrogar la ley sino
a cumplirla, siendo así que esta frase aparece en el texto de Mateo (cap. V,
vers. 7) sin que jamás haya estado en el de Lucas.
Vemos, por lo tanto, cuán poca
confianza merecen las obras de los Padres de la Iglesia, quienes, como aseguran
la mayoría de exégetas, no expusieron la verdad, sino deleznables y
personalísimas opiniones sin fundamento lógico.
El autor de la Religión sobrenatural dice al hablar de Marción:
Mucha
desgracia fue para Marción vivir en época en que el cristianismo, perdida ya la
pura moral de su infancia, estaba conturbado por espinosas cuestiones
dogmáticas. La sencilla fe y el pío entusiasmo que cimentaron la confraternidad
cristiana iban degenerando rápidamente en las teológicas controversias que
acabaron en cismas, persecuciones y enconadas luchas. Siglos más tarde hubiera
sido honrado Marción como reformador; en su tiempo no podía por menos de ser
condenado por hereje, aunque no dejara de influir intensamente entre sus
coetáneos con su irreprensible conducta. Aspiraba Marción a una pureza
angelical en el hombre, y mantenía opiniones austerísimas respecto del
matrimonio y de la subyugación de la carne; pero aunque sus adversarios se
burlaran de esta manera de pensar, no cabe duda de que estaba de acuerdo con la
estricta práctica de la virtud y que los mismo sostuvieron después los más
eminentes santos de la Iglesia.
Veamos ahora si las opiniones de
Marción merecían que Tertuliano le combatiera como el más peligroso hereje de
su tiempo. Para ello recurriremos al autor de Religión sobrenatural, quien, a su vez, corrobora sus propias
investigaciones en la autoridad de críticos eminentes. Dice a este propósito
DUALIDAD
DEL CRISTIANISMO PRIMITIVO
En la época
de Marción pugnaban en el seno del cristianismo dos orientaciones: la que
consideraba la doctrina de Jesús como mera continuación de la ley de Moisés y
reducía el carácter de la Iglesia a una secta del judaísmo, y la que miraba la
nueva religión como campo abierto a todas las gentes, en donde la ley de Moisés
quedaba ventajosamente subrogada por la ley de gracia. Estas dos orientaciones
empezaron a dibujarse desde un principio en los opuestos temperamentos de los
apóstoles Pedro y Pablo, cuyo antagonismo se echa de ver en la Epístola a los gálatas.
También se advierte, acaso con mayor
intensidad, este antagonismo en las Homilías
clementinas, donde Pedro repudia inequívocamente a Pablo, le apellida Simón
el Mago, le trata de “enemigo” y le echa en cara que jamás ha tenido la visión de Cristo. Westcott dice sobre
esto que “sin duda alguna fue considerado San Pablo como enemigo”. Pero
el antagonismo entre ambas tendencias, que perdura en nuestros días, se delata
asimismo en las Epístolas de San
Pablo, según colegimos de la contundente expresión de los siguientes pasajes:
Mas entiendo
que no hice yo menos que los grandes apóstoles...
Porque los
tales falsos apóstoles son obreros engañosos que se transfiguran en apóstoles
de Cristo.
Pablo
apóstol, no de los hombres ni por hombre, mas por Jesucristo y por Dios Padre
que lo resucitó de entre los muertos...
Porque no
hay otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren trastornar el
Evangelio de Cristo... .
Ni aun por
los falsos hermanos que se entremetieron a escudriñar nuestra libertad...
Y cuando
vino Cephas a Antioquía, le resistí en su cara porque merecía reprensión.
Por cuanto
antes de que viniesen algunos de parte de Santiago, comía con los gentiles; mas
después que vinieron, se retiraba temeroso de los de la circuncisión.
Y los otros
judíos consintieron en su disimulación, tal, que aun Bernabé fue inducido por
ellos en aquella disimulación.
A esto parecen responder las quejas
que, según las Homilías, dirigió San Pedro a Simón el Mago, pero que iban sin
duda alguna contra Pablo, como se infiere de estotros pasajes:
Pues de
entre los gentiles, algunos han rechazado mis legítimas predicaciones y
aceptado enseñanzas bastardas y quiméricas de hombres hostiles... Simón (Pablo)
vino antes que yo a los gentiles..., y le he seguido como la luz a la sombra,
como el conocimiento a la ignorancia, como la salud a la enfermedad... Nuestro
Señor y profeta Jesús nos advirtió que se levantarían falsos profetas, por lo
cual rehuid las palabras de todo apóstol, instructor o profeta que desde un
principio no acomode sus enseñanzas a las de Jaime, llamado el hermano de
Nuestro señor... Porque el espíritu maligno pudiera enviaros un falso apóstol
como nos ha enviado a Simón, que predica en nombre de Nuestro Señor la verdad
falseada y propaga el erro... Por lo tanto, si Jesús se te apareció verdaderamente en visión, sería como irritado adversario. Pero ¿cómo es posible
ser maestro de enseñanzas por medio de visiones? Y si dijeres que es posible,
preguntaré que ¿dónde estuvo el Maestro un año entero para hablar a quienes le
escuchaban? Ahora te revuelves contra mí que soy la firmísima piedra angular de la Iglesia. Si no fueses mi enemigo no
me calumniarías ni menospreciarías mis enseñanzas (158) para que no me crean,
como si estuviese condenado, a pesar de que enseño lo que oí de boca del
Señor... Y si dices que estoy condenado, blasfemas de Dios que me reveló a Cristo.
El autor de la Religión sobrenatural dice a este propósito:
La frase “si
dices que estoy condenado” alude claramente al pasaje: “le resistí en su cara
porque merecía reprensión”.
No cabe duda
de que Pedro ataca a Pablo porque le considera formidable enemigo de la
verdadera fe, y le designa con el odioso sobrenombre de Simón el Mago, y le
sigue a todas partes para desenmascararle y confundirle.
JESÚS NO ALUDÍA
A JEHOVAH
Marción no admitía otro Evangelio que las Epístolas de San Pablo (no en conjunto), repudiaba el
antropomorfismo del Antiguo Testamento
y distinguía divisoriamente entre el judaísmo y el cristianismo, considerando a
Jesús no como el Mesías prometido ni como hijo de David ni como profeta ni como
doctor de la ley, sino como un ser divino, enviado para revelar a los hombres
una nueva religión espiritual que hermanase a todas las gentes, y declararles
el concepto, hasta entonces desconocido, de un Dios de bondad y misericordia,
tan distinto del Jehovah o Demiurgos de los judíos, como el espíritu de la
materia y la corrupción de la pureza.
¿Se quivocaba Marción en esto? ¿Era
blasfemo o intuitivo aquel concepto de Dios que late en toda mente ansiosa de
verdad? El sincero deseo que Marción sentía de espiritualizar el cristianismo
con entera separación de la ley mosaica, estaba apoyado en las mismas palabras
de Cristo cuando decía:
Y ninguno
echa remiendo de paño recio en vestido viejo, porque se lleva cuanto alcanza
del vestido y se hace peor la rotura.
Ni echa vino
nuevo en odres viejos. De otra manera se rompen los odres, y si vierte el vino
y se pierden los odres. Mas echan vino nuevo en odres nuevos, y a sí se
conserva lo uno y lo otro.
El vengativo, iracundo y celoso Dios
de Israel no tiene ningún parecido psicológico con el misericordioso Dios de
Jesús, el Padre común de todos los hombres, que está en los cielos, es un error
comparar el puramente espiritual concepto del Padre con la caprichosa y
subalterna deidad sinaítica. Jamás pronunció Jesús el nombre de Jehovah ni puso
en parangón este juez implacable, cruel y vengativo con el Dios de
misericordia, amor y justicia. Desde el memorable día en que predicó el Sermón
de la Montaña, quedó abierto un abismo infranqueable entre el Dios de Jesús y
la deidad que desde el Sinaí fulminó los mandamientos de la antigua ley. Las
palabras de Jesús demuestran inequívocamente no sólo rectificación sino
enmienda a los preceptos del “Señor Dios” de Israel, según se infiere de los
siguientes pasajes:
Habéis oído
que fue dicho: Ojo por ojo y diente por diente.
Mas yo os
digo que no resistáis al mal; antes si alguno te hiriere en la mejilla derecha,
párale también la otra.
Habéis oído
que fue dicho: Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo.
Mas yo os
digo: Amad a vuestros enemigos; haced bien a los que os aborrecen y rogad por
los que os persiguen y calumnian.
Estos principios morales tienen su
precedente en aquellos otros expuestos siglos antes por Manú, quien dijo:
En estas
diez virtudes consiste el deber: resignación, templanza, probidad, pureza,
continencia, veracidad, paciencia, conocimiento del supremo Espíritu,
conocimiento de las sagradas Escrituras y devolución de bien por mal. Quienes
mediten estas virtudes y a ellas ajusten su conducta, alcanzarán la condición
suprema.
Análoga moral resplandece en los diez
mandamientos de la religión budista:
1.º No matarás.
2.º No hurtarás.
3.º No fornicarás.
4.º No mentirás.
5.º No descubrirás los secretos del prójimo.
6.º No desearás la muerte de tus enemigos.
7.º No codiciarás los bienes ajenos.
8.º No dirás palabras torpes e injuriosas.
9.º No te entregarás a la ociosidad ni a la
molicie.
10.º No recibirás en dádiva oro ni plata.
Otro motivo de cotejo nos ofrecen los
dos pasajes siguientes:
Y vino uno y
le dijo: Maestro bueno; ¿qué bien haré para conseguir la vida eterna?
Él le
dijo:... guarda los mandamientos.
Él le dijo:
¿Cuáles?... No matarás, no adulterarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio.
-¿Qué haré
yo para conocer la verdad eterna (bodhi)?
¿Cómo llegaré a ser upasaka?
-Guarda los
mandamientos.
-¿Qué
mandamientos?
-No mates,
no robes, no forniques, no mientas.
Resulta evidente la identidad de
ambos sistemas preceptivos, cuya práctica mejoraría a la humanidad. No son más
divinos estos preceptos cuando salen de unos que de otros labios. El precepto
de devolver bien por mal es tan sublime cuando lo predica un nazareno que si lo
pregona un indo o un tibetano.
Ciertamente, no arranca de Jesús la
Ley de Oro, sino de la India, pues no es posible negar que el buda o iluminado
Sakya floreció muchos siglos antes de Jesucristo, cuya doctrina es continuación
de la de aquél, pues el Fundador del cristianismo no buscó su modelo al pie del
Sinaí sino al pie de los Himalayas. Su doctrina armoniza con las de Manú y
Gautama, al paso que difiere de la de Moisés. Los induístas preceptuaban la
devolución de bien por mal. Los hebreos decían: “Ojo por ojo y diente por
diente”.
JEHOVAH Y BACO
No es posible que los cristianos
sostengan la identidad entre el Padre de Jesús y el Jehovah de Moisés, desde el
punto en que está demostrado que el Dios de los judíos era ni más ni menos que
el pagano Baco o Dionysos. El nombre ... (Yava o Iao) es, según Teodoreto, el
que secretamente se aplicaba al dios de los misterios fenicios (168) y al
Creador de la cosmogonía caldea. En todos los países que adoraban a Baco había
una tradición relativa a Nysa y a la cueva donde fue criado.
En Palestina esta
cueva estaba en Beth-San o Seythopolis, y era análoga a la del monte Parnaso.
Diodoro declara que la cueva de Nysa
estaba situada entre Fenicia y Egipto. Por otra parte, dice Eurípides que
Dionysos fue de India a Grecia; y Diodoro añade:
Osiris fue
llevado a Nysa, en la Arabia Feliz. Era hijos de Zeus y se le llamó Dionysos.
Los griegos consideraban a Dionysos
como el lugarteniente de Zeus, según se colige de este verso de Píndaro:
Así el padre
Zeus gobierna todas las cosas y también las gobierna Baco.
Pero fuera de Grecia, Baco era el
Todopoderoso “Zagreus, el supremo Dios”. Aunque Moisés le adoró conjuntamente
con el pueblo en el monte Sinaí, es lógico suponer que, como iniciado en la
sabiduría oculta, guardaba el secreto que encubren todos los cultos exotéricos.
Una de las pruebas más concluyentes de la equivalencia de Baco, Osiris y
Jehovah nos la ofrece aquel pasaje que dice:
Y edificó
Moisés un altar y llamó su nombre Jehovah-Nissi.
Sharpe corrobora esta aserción
diciendo que Osiris nació en el monte Sinaí, llamado monte Nysa por los
egipcios.
Si el Dios de los judíos hubiese sido
el único Dios vivo y Jesús su único Hijo, no viéramos como éste subroga la ley
judía del talión por la de caridad y sacrificio. Si el Antiguo Testamento está inspirado por Dios, no puede estarlo el Nuevo Testamento o recíprocamente. No es
posible creer que Dios se contradiga en el relativamente corto tiempo de unos
cuantos siglos, y forzosamente habrán de confesar los teólogos que o estuvo
inspirado Moisés o no era Jesús el Hijo de Dios. eN este dilema prendieron los gnósticos
al naciente cristianismo.
Durante diecinueve siglos ha estado
esperando la justicia que los comentadores de sano criterio advirtiesen la
diferencia entre el ortodoxo Tertuliano y el gnóstico Marción. La brutal
violencia, doblez y mojigatería del “insigne africano” repugna aun a los mismos
cristianos.
Oportunamente pregunta Marción:
¿Cómo puede
Dios quebrantar sus propios mandamientos? ¿Cómo prohibir por una parte la
idolatría y el culto de las imágenes, y ordenar por otra la adoración de la
serpiente de bronce? ¿Cómo prohibir el robo y mandar después a los israelitas
que roben el oro y la plata de los egipcios?
EL
EMMANUEL DE ISAÍAS
Anticipándose Marción a las
conclusiones de la crítica moderna, rechaza el mesianismo atribuido a Jesús.
Sobre esto dice el autor de la Religión
sobrenatural:
El Emmanuel profetizado por Isaías no es cristo, pues la virgen su madre es un alma del templo; ni los sufrimientos del
siervo de Dios (Isaías, LII, 13, y
LIII, 3) vaticinan la muerte de Jesús .
BLAVATSKY
No hay comentarios:
Publicar un comentario