Estriba este misterio en que Gautama, aunque fue una encarnación de la divina Sabiduría, tuvo que aprender, no obstante, en Su cuerpo humano, y ser iniciado en los secretos del mundo como cualquier otro mortal, hasta el día en que
abandonando su secreto retiro de los Himalayas, predicó por primera vez en el bosque de Benarés. Lo mismo sucedió con Jesús, de quien nada se dice ni nada se sabe desde los doce hasta los treinta años, en que le vemos predicar el Sermón de la Montaña. Gautama había jurado guardar inviolablemente el secreto de las enseñanzas esotéricas que se le comunicaron; pero la inmensa piedad que le inspiraban la ignorancia del género humano y los sufrimientos que de ella dimanan, movióle a transponer los límites del secreto. Por una parte fundó Su filosofía exotérica (la “Doctrina del ojo” ), sobre la Verdad eterna; pero por otra no supo mantener ocultas ciertas enseñanzas, y al revelarlas más allá de lo lícito dió motivo a que se tergiversaran. Ansioso Buddha de derrocar los falsos dioses, reveló, en los “Siete Senderos del Nirvâna” algunos de los misterios de las Siete Luces del mundo arûpico.
La verdad a medias es con frecuencia peor que la carencia de ella.
La verdad y la ficción son como el agua y el aceite: nunca se combinan.
Desastrosos efectos tuvo la nueva doctrina de Buddha, por presentar el cuerpo externo de las enseñanzas exotéricas sin el alma que las vivifica. Nunca le comprendieron debidamente; y los mismos buddhistas del Sur, rechazaron Sus doctrinas, tras cuyo involuntario extravío palpitaban profundísima caridad e ilimitado amor a los hombres. Pero karma no tiene en cuenta la intención, sea buena o mala, sino el fruto de la obra. Tal como Buddha predicó la “Buena Ley”, constituía el más sublime código de ética y el incomparable sistema filosófico del Universo visible; y sin embargó, extravió a las ineducadas mentes y las indujo a creer que nada encubría la letra muerta. Además, las nuevas enseñanzas perturbaron a muchos talentos, que hasta entonces habían permanecido fieles a la fe brahmánica ortodoxa.
Así es que, unos cincuenta años después de su muerte, renunció el “Gran Maestro”19 al dharmakâya y al nirvâna, y quiso renacer con propósitos kármicos y de amor a los
19 El “Gran Maestro” no significa aquí Su Ego Buddhico, sino el principio que servía de vehículo a su personalidad.
hombres.
Para Él no había sido muerte la muerte, sino que, como se dice en el “Elixir de
Vida”, cambió él.
la súbita inmersión en las tinieblas por una transición á más brillante luz.
Roto fue el yugo de la muerte; y como muchos otros adeptos, desprendióse Buddha de su mortal vestidura, cuyas cenizas guardaron los discípulos en reliquia, y revestido de su cuerpo sutil comenzó la existencia interplanetaria hasta reencarnar en Shankara, el más grande instructor vedantino de la India, cuya filosofía (basada como la de Buddha, aunque bajo distinto aspecto, en los axiomas de la eterna revelación, Shruti o primitiva sabiduría religiosa) se halla interpuesta entre las en demasía exuberantes metafísicas del hinduísmo ortodoxo y las doctrinas del buddhismo que, azotando con su exotérico ropaje las esperanzas y aspiraciones de las almas vivientes, esbozaba en su saber frío, como cristalinos carámbanos, los esquemas de las primordiales verdades de la filosofía exotérica.
¿Fué Shankarâchârya el mismo Buddha bajo nueva forma personal? Acaso el lector se intrigue todavía más al saber que el cuerpo “astral” de Buddha encarnó en el cuerpo físico de Shankara, cuyo supremo principio, o Âtman, era, no obstante, su propio divino prototipo, el “Hijo de la Luz”, el celestial nacido de la mente de Aditi.
Esto se funda, por otra parte, en la misteriosa transferencia de la divina ex personalidad, fundida en la impersonal individualidad (ahora en su plena forma trinitaria de mónada, como Âtmâ–Buddhi–Manas), a un nuevo cuerpo, ya objetivo y visible, ya subjetivo e invisible. Si la ex personalidad se transfiere a un cuerpo objetivo y visible, tenemos el caso del Mânushya–Buddha, y si se transfiere a un cuerpo subjetivo e invisible, tenemos el caso del Nirmânakâya. Dícese que Buddha está en el nirvâna, aunque el un tiempo mortal vehículo, o cuerpo sutil de Gautama, se halle aún presente entre los iniciados; y no dejará el reino del ser consciente mientras la humanidad necesite Su divina ayuda, es decir, en todo caso, hasta el fin de la actual raza raíz. De cuando en cuando el Gautama “astral” se reúne misteriosamente, y de modo incomprensible para nosotros, con avatâras y grandes santos y actúa por medio de ellos.
Se sabe el nombre de algunos de éstos.
Así se asegura que Gautama el Buddha reencarnó en Shankarâchârya, y que, como dice
Sinnet en su Buddhismo Esotérico:
Shankarâchârya fue, bajo todos aspectos, ni más ni menos que Buddha en un nuevo cuerpo21.
Pero aunque esta expresión sea verdadera en su sentido místico, puede inducir a error el modo de exponerla sin las debidas explicaciones. Shankara fue un Buddha, es decir, iluminado; pero no fue reencarnación de Buddha, por más que el ego “astral” de
20 Five Years of Theosophy, nueva edición inglesa, pág. 3.
21 Obra citada, pág. 183. – (Octava edición inglesa).
Gautama (o mejor dicho, su bodhisattva) se asociase misteriosamente con Shankarâchârya.
Tal vez fue, en efecto, ese ego de Gautama bajo el nuevo y mejor apropiado cuerpo de un brahmán de la India meridional; pero el Âtman, el Yo superior que a ambos cobijaba, era distinto del Yo superior de Buddha, que estaba a la sazón en su propia esfera cósmica.
Shankara era un Avatâra en el pleno sentido de la palabra. Sayarâchârya, el eminente comentarista de los Vedas, lo considera como tal Avatâra, como encarnación de Shiva, el Logos o séptimo principio mismo de nuestro universo.
La Doctrina Secreta ve en Shankarâchârya la morada, durante los treinta y dos años de Su vida mortal, de uno de los más elevados Seres espirituales, uno de los Siete Rayos primitivos, una Llama.
¿Qué significa “bodhisattva”? Los buddhistas de la escuela Mahâyâna enseñan que todo Buddha se manifiesta a un tiempo (hipostáticamente o de otra manera), en los tres mundos de existencia, conviene a saber: en el mundo de Kâma (de la concupiscencia o deseo, el de la sensación en la tierra), en forma humana; en el Rûpa suprasensible, como bodhisattva; y en el espiritual, incorpóreo, como Dhyâni–Buddha.
Este último prevalece eternamente en el tiempo y en el espacio; es decir, de uno a otro Mahâ–Kalpa, y la sintética culminación de los tres estados es el de Âdi–Buddha22, el principio de la sabiduría que, por ser absoluto, no está sujeto ni al espacio ni al tiempo. Su relación mutua es la siguiente: Cuando el mundo necesita un Buddha humano, el Dhyâni–Buddha engendra por el poder de Dhyâna (la meditación y devoción omnipotentes) un “Hijo de la Mente”, un bodhisattva, cuya misión es continuar la obra del Mânushya–Buddha después de la muerte física de éste, hasta la aparición del nuevo Buddha. El sentido esotérico de esta enseñanza es claro. En el caso de un simple mortal, sus principios sólo son reflejo más o menos brillante de los siete principios cósmicos, y de los siete principios celestiales o jerarquías de seres super–físicos. En el caso de un Buddha, los principios son casi ellos mismos.
El bodhisattva substituye en él al Kârana Sharina, el principio del ego, y el resto correspondiente; y así dice la filosofía esotérica que: “por virtud de Dyhâna [la meditación abstracta] el Dhyâni–Buddha [el espíritu o mónada de un Buddha] crea el bodhisattva”, o sea el Ego revestido astralmente en el Mânushya Buddha. Por lo tanto, mientras el Buddha vuelva al nirvâna, de donde procede, el Bodhisattva queda tras él para continuar en la tierra, la obra de Buddha. Al Bodhisattva pueden pertenecer, pues, los principios inferiores del cuerpo aparicional del avâtar Shankarâchârya.
Ahora bien; decir que Buddha reencarnó nuevamente después de alcanzar el nirvâna, sería una herejía desde los puntos de vista del hinduísmo y el buddhismo.
22 Inútil sería aducir argumentos sacados de obras exotéricas contra las afirmaciones que en ésta tienden a exponer, aunque superficialmente, las enseñanzas esotéricas solas.
A causa de estar imbuidos en las doctrinas exotéricas, dicen el obispo Bigandet y otros autores, que la idea de un supremo y eterno Âdi–Buddha sólo se encuentra en obras de fecha relativamente moderna. Lo que aquí exponemos está tomado de la parte secreta del Dus Kyi Khorlo, (en sánscrito Kâla Chakra, que significa Rueda del Tiempo o de la duración).
Aun en la escuela exotérica Mahâyâna, al tratar de los tres cuerpos “buddhicos”23, se dice que una vez revestido el Buddha del arûpico cuerpo ideal del dharmakâya, deja para siempre el mundo de la sensación y de los efectos y ya no tiene ni puede tener relación con él. Pero es perfectamente ortodoxo decir, de acuerdo con las escuelas Mahayana y Prasanga Mâdhyâmika (la última de las cuales es completamente contraria al esoterismo y de lo más racionalista), y según enseña la filosofía esotérica, que aunque un Buddha está en el nirvâna, puede dejar tras sí al nirmânakâya (o bodhisattva) para trabajar después de él. Porque en el Comentario al Kâla Chakra se indica que existen:
1º El Âdi–Buddha eterno e incondicionado.
2º Los Sambhogakâya–Buddhas o Dhyâni–Buddhas, existentes desde la eónica eternidad y que jamás desaparecen. Son los Buddhas Causales.
3º Los Mânushaya–Bodhisattvas. La relación entre ellos queda determinada por la definición dada. Âdi–Buddha es Vajradhara, y los Dhyâni–Buddhas son Vajrasttva; pero aunque en su respectivo plano sean distintos, son en realidad lo mismo, pues el uno actúa por medio del otro, del mismo modo que un Dhyâni actúa por medio de un Buddha humano. Adi es la “inteligencia ilimitada”; el Dhyâni es tan sólo “inteligencia suprema”. De Phra Bodhisattva, que fue después en la tierra Gautama Buddha, se dice que:
Después de cumplir todas las condiciones para el logro inmediato de la perfecta iluminación, el bendito Ser, movido de su ilimitada compasión por todo ser viviente, prefirió encarnarse una vez más en beneficio del hombre.
Según las enseñanzas esotéricas, el nirvâna de los buddhistas es tan sólo el dintel del paranirvâna; mientras que para los brahmanes es el sumo bien, el estado final del que no se vuelve, por lo menos hasta el próximo Mahâ–Kalpa. Sin embargo, ni aun esta última limitación admitirán algunos exagerados y dogmáticos filósofos ortodoxos, que rechazan las enseñanzas esotéricas y para quienes el nirvâna es la absoluta aniquilación en que nada ni nadie existe, pues lo consideran como un todo incondicionado. Para comprender las características plenas de este principio abstracto, es preciso, sentirlo por intuición y abarcar en su plenitud “la única condición permanente del universo” que los indos definen con tanta precisión: “el estado de perfecta inconsciencia”
(Chidâkâsham desnudo o el campo de conciencia en realidad), por paradójico que pueda esto parecerle al lector profano24.
23 Estos tres cuerpos son: 1º El nirmânakâya, (llamado Pru–lpai–Ku por los tibetanos), en el cual se aparece el bodhisattva para enseñar a los hombres, después de entrar en el sendero nirvánico por los seis pâramitâs; 2º El sambhogakâya (Dzog–pai–ku) el cuerpo de bienaventuranza impasible a toda sensación física, del que se reviste quien ha cumplido las tres condiciones de perfección moral; y 3º El dharma–kâya
(Chos–Ku en tibetano) que es el nirvánico.
24 Five Years of Theosophy, artículo “Personal and Impersonal God”, pág. 129.
Se considera a Shankarâchârya como un avatar25; y como tal encarnó en el cuerpo del hijo recién nacido de un brahmán del Sur de la India; al cual, por motivos tan poderosos como ocultos, lo animaron, a lo que se dice, los residuos personales astrales de Gautama, por haberlo escogido este divino no–Ego como base física o upâdhi y apropiado vehículo para el Espíritu que descendió a este mundo de la forma.
Dice Shankarâchârya:
Parabrahman es Kartâ [Purusha], y no hay otro Adhishtâtha26. Y Parabrahman es prakriti, y no hay otra substancia27.
Ahora bien; lo que es verdad respecto del macrocosmos, lo es también respecto del microcosmos, y por lo tanto, nos acercaremos más a la verdad al decir, una vez aceptada tal posibilidad, que el “astral” o nirmânakâya de Gautama fue el upâdhi del espíritu de Shankarâchârya, pero que éste no fue reencarnación de aquél.
Cuando han de nacer hombres como Shankarâchârya, los principios del hombre mortal y manifiesto deben ser naturalmente los más puros y delicados de la tierra; y en consecuencia, los principios que un tiempo fueron de Gautama, predecesor de Shankara, fueron atraídos a éste, puesto que la economía de la Naturaleza no consiste que vuelvan a evolucionar desde su estado grosero principios semejantes. Pero debemos tener en cuenta que los principios etéreos superiores no son visibles para el hombre como algunas veces lo son los más materiales inferiores (como cuerpos astrales), y han de considerarse como separados e independientes potestades o dioses, más bien que como objeto materiales.
De aquí que lo más acertado sería decir que los diversos principios, el bodhisattva, de Gautama Buddha, no entraron en el nirvâna, y se reunieron para formar los principios medios de la entidad terrenal de Shankarâchârya28.
25 Así lo cree la autora de esta obra; pero libres son los lectores de creerlo o negarlo.
26 Adhishtâtha significa el agente operante en prakriti o la materia.
27 Vedânta–Sutras, Ad. I, Pada IV, SI. 23. Comentario. En los Sacred Books of the East, tomo XXXIV, pág.
28, traduce Thibaut como sigue el citado pasaje: “El Yo es, por lo tanto, la causa operante, pues no hay otro principio director. También es el Yo la causa material, porque no hay otra substancia de la que pueda dimanar el mundo”.
28 En Five Years of Theosophy, artículo titulado “Shâkya Muni’s Place in History”, pág. 234, nota, se afirma que estando un día el Señor en la cueva de Sattapanni, comparó al hombre con la planta de siete hojas o saptaparna. Al efecto dijo: “Mendicantes: hay siete Buddhas en cada Buddha, y seis Bhikshus, pero sólo un Buddha en cada mendicante. ¿Cuáles son los siete?
Las siete ramas del completo conocimiento. ¿Cuáles son los seis? Los seis órganos de los sentidos. ¿Cuáles son los cinco? Los cinco elementos del ser ilusorio.
¿Y cuál es el Uno que también es diez? Es un verdadero Buddha que desenvuelve en él las diez formas de santidad y las somete todas a lo Uno”. Esto significa que cada principio de Buddha era el supremo que podía desarrollarse en la tierra; mientras que en el caso de cualquier otro hombre que alcanza el nirvâna, no ocurre necesariamente lo mismo. Aun como simple mortal o mânushya, fue Gautama Buddha un modelo para todos los hombres. Pero sus arhats no lo eran.
Para estudiar esotéricamente la doctrina de los Buddhas y advertir las sutiles diferencias entre los varios planos de existencia, es preciso en absoluto comprender debidamente cuanto hemos expuesto. Podemos aclararlo todavía más diciendo que Gautama, el Buddha humano, que tenía a Amitâbha por su Bodhisattva, y Avalokiteshavara por su Dhyâni–Buddha (la triada emanada directamente de Âdi–Buddha), se los asimiló por su “Dhyâna” (meditación), y así llegó a ser un Buddha o
“iluminado”.
Hasta cierto punto esto mismo sucede con todos los hombres; pues cada uno de nosotros tiene su bodhisattva (el principio medio si nos atenemos a la trínica división del grupo septenario) y su Dhyâni–Buddha o Chohan, el “Padre del Hijo”. Nuestro lazo de unión con la suprema jerarquía de seres celestiales es sencillísimo, pero somos demasiado flacos y pecadores para asimilárnoslos.
Seis siglos después de la desencarnación del Buddha humano (Gautama), otro reformador tan noble y tan amoroso, aunque menos favorecido por las circunstancias, surgió en otra parte del mundo, en una raza menos espiritual. Gran semejanza ofrecen los resultados obtenidos por ambos salvadores, de oriente y accidente. Millones de almas se convirtieron a las doctrinas de los dos Maestros, pero los insidiosos enemigos que contra uno y otro suscitó el sectarismo, las destruyeron con maliciosas tergiversaciones de verdades que, por ocultas, eran doblemente peligrosas. Los brahmanes dijeron de Buddha que, en efecto, era un avatâra de Vishnu; pero que como vulneraba la fe de los brahmanes, debía tenérsele por el mal aspecto del Dios.
De Jesús dijeron los gnósticos bardesanianos y otros, que era Nebo, el falso Mesías, el destructor de la antigua religión ortodoxa. Otros sectarios lo tuvieron por “fundador de una nueva secta de nazars”. En hebreo, la palabra naba significa “hablar por inspiración”29. Pero Nebo es también Mercurio, que en el monograma indo de los planetas es Buddha. Así lo demuestra el que los talmudistas sostienen que Jesús fue inspirado por el espíritu planetario, Genio o Regente de Mercurio, al que Sir Guillermo Jones confunde con Gautama Buddha. Hay otros puntos de semejanza entre Buddha y Jesús, que no podemos exponer aquí30.
Si ambos iniciados, sabedores del peligro dimanante de comunicar a masas ineducadas los poderes inherentes al final conocimiento, dejaron en profundas tinieblas los más recónditos lugares del santuario, ¿quién que conozca la naturaleza humana podrá vituperarlos por ello?
Sin embargo, aunque tal vez Gautama reveló más de lo estrictamente necesario para el bien de la posteridad, mantuvo en prudente secreto las más peligrosas porciones del conocimiento esotérico y murió a la avanzada edad de ochenta años31 convencido de haber enseñado las verdades esenciales, y de haber esparcido las semillas para la conversión de una tercera parte del mundo. Pero Jesús, que había prometido a Sus discípulos conferirles el don de producir “milagros”, de modo que aun los obrasen mayores que él, sólo dejó al morir unos cuantos discípulos fieles, que estaban a medio camino del conocimiento. Por lo tanto, hubieron ellos de
29 abk y rbk es Nebo, el dios de la Sabiduría.
30 Véase Isis sin Velo, II, 132 (edición inglesa).
31 Las enseñanzas esotéricas dicen que vivió cien años.
Por lo tanto, hubieron ellos de luchar con un mundo al que sólo podían comunicar el incompleto conocimiento que poseían y no más. En tiempos posteriores, los partidarios exotéricos de ambos Maestros desvirtuaron las verdades enseñadas, hasta el extremo de adulterarlas por completo. Respecto a los prosélitos del Maestro occidental, tenemos la prueba de dicha adulteración en que ninguno de ellos puede producir actualmente los prometidos
“milagros”. Han de elegir entre su propio error o que su Maestro les hubiese prometido jactanciosamente lo que no podía cumplir32.
¿En qué consiste la diferencia del destino de ambos Maestros? Para los ocultistas, el enigma de la desigualdad de karma o la Providencia, lo resuelve la Doctrina Secreta.
“No es lícito” hablar públicamente de estas cosas, como nos dice San Pablo; y así sólo daremos una somera explicación más del asunto. Dijimos antes que un adepto que por sacrificio se somete a nueva vida y renuncia al nirvâna, aunque no puede perder el conocimiento adquirido en anteriores existencias, tampoco le es posible elevarse a más alto nivel en esos cuerpos prestados; porque en tal caso se convierte sencillamente en vehículo de un “Hijo de la Luz” perteneciente a una esfera más elevada todavía, y que por ser arûpico carece de cuerpo astral a propósito para actuar en este mundo.
Estos
“Hijos de la Luz”, o Dhyâni–Buddhas, son los dharmakâyas de manvantaras precedentes que, terminado su ciclo de encarnaciones en el sentido ordinario, y estando así desprovistos de Karma, hace mucho tiempo que han abandonado sus Rûpas o formas, y se han identificado con el Principio superior.
De aquí la necesidad de un nirmânakâya que se ofrezca en sacrificio, y esté dispuesto a sufrir por los pecados y errores del nuevo cuerpo en su peregrinación terrestre sin recompensa alguna en el orden evolutivo, puesto que no hay renacimientos para él en el ordinario sentido. El Yo superior, o mónada divina, no queda en semejante caso ligado al yo inferior; sino que su conexión es sólo temporánea, y casi siempre actúa por decretos kármicos. Es un verdadero y genuino sacrificio, cuya explicación corresponde al supremo conocimiento oculto, a la más elevada Iniciación de Gñana.
Está íntimamente relacionado, por la evolución directa del espíritu e involución de la materia, con el grande y primitivo sacrificio en la manifestación de los mundos, y el gradual ahogo y muerte de los espiritual en lo material. La semilla “no se vivifica si antes no muere”33. Por esto mismo, en el Purusha Sûkta del Rig Veda 34, fuente y origen de todas las siguientes religiones.
32 “Antes de llegar al estado de Buddha es preciso pasar por el de Bodhisattva; y antes de llegar al Bodhisattva se ha de ser Dhyâni–Buddha… Un Bodhisattva es el camino para llegar al Padre, y del Padre a la única y suprema Esencia”. Así lo explica el tratado sobre el Descenso de los Buddhas de Âryâsanga, pág. 17; y las palabras del evangelista San Juan (XIV, 6), que dicen: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie puede llegar al Padre sino por mí”. El “camino” no es la “meta”. En ningún pasaje del Nuevo Testamento se llama Jesús a sí mismo Dios, sino tan sólo “Hijo de Dios”, el hijo de un “Padre” sintéticamente común a todos. San Pablo no dijo: “Dios se manifestó en la carne”, sino “El que se manifestó en la carne”. (I, Ep. a Timoteo, III, 10) . La masa general de los buddhistas y especialmente los birmanos, consideran a Jesús como una encarnación de Devadatta, un pariente que se opuso a las enseñanzas de Buddha; mientras que los estudiantes de filosofía esotérica ven en el sabio nazareno un Bodhisattva animado del espíritu de Buddha mismo.
33 I, Corintios, XV, 36.
34 Obra citada, Mandala X, himno 90.
Se dice alegóricamente que el “kilocéfalo Purusha” fue asesinado cuando la fundación del mundo, a fin que de sus restos se produjera el Universo. Éste no es ni más ni menos que la base, la semilla en verdad, del símbolo del sacrificio del Cordero, símbolo que se encuentra en múltiples formas en varias religiones posteriores, incluso el cristianismo. Esto no es ni más ni menos que un juego de palabras. En sánscrito, la palabra “Aja”
(Purusha), con que se designa al eterno y “nonato” Espíritu, significa también “cordero”. Como quiera que el espíritu desaparece, o muere, metafóricamente hablando, al descender a la materia, de aquí la alegoría del sacrificio del “nonato”, o del “cordero”.
Claramente comprenderán por qué Buddha eligió este sacrificio, sólo cuantos, al minucioso conocimiento de Su vida terrena, añadan una completa comprensión de las leyes kármicas. Sin embargo, casos como el de Gautama son verdaderamente excepcionales.
Según tradición, los brahmanes cometieron gravísimo pecado al perseguir a Gautama Buddha y condenar sus enseñanzas, en vez de armonizarlas con los dogmas del puro hinduísmo védico, como más tarde hizo Shankarâchârya. Nunca se opuso Gautama a los Vedas; sino a sus desarrollos exotéricos y prejuiciosas interpretaciones, porque eterna es la divina revelación oral (Shruti), cuyo resultado fueron los Vedas, e hirió el oído de Gautama como había herido el de los rishis que la transcribieron. Gautama aceptaba la revelación; y si bien rechazaba las superposiciones amañadas posteriormente por la fantasía de los brahmanes, fundó Sus doctrinas sobre la inconmovible base de la única verdad. Como en el caso de su sucesor occidental. Gautama, el “misericordioso”, “puro” y “justo”, fue el primer adepto de la jerarquía oriental, sino del mundo entero, que estrechó en fraternal abrazo a todos los hombres sin distinción de cuna, ni casta, ni raza.
Fue el que por vez primera proclamó esa sublime máxima y el que por primera vez la puso en práctica. A los pobres, a los oprimidos, a los parias y a los miserables invita al festín del rey, y de él excluye a quienes hasta entonces se habían encastillado en su egoísmo y altivez, creyendo que los contaminaba la sombra misma de los desheredados de la tierra. Estos brahmanes no espirituales, tomaron esta exclusión por agravio y contra Él se revolvieron. Desde entonces sus semejantes no han olvidado al príncipe mendigo, al hijo de reyes que, menospreciando su categoría y posición social, abrió de par en par a los parias las puertas del prohibido santuario, inaccesible, hasta entonces, a hombres de casta inferior, y con ello antepuso el mérito propio del individuo al hereditario rango del nacimiento y de la fortuna. El pecado era de ellos, pero la causa era Suya; y por ello el “Misericordioso y Bendito” no podía salir completamente de este mundo de ilusión y engendró causas impropiciatorias por los pecados de todos, incluso de los mismos brahmanes.
Si el “hombre afligido por el hombre” se refugió en el Tathâgata, el “hombre que aflige al hombre” tuvo también participación en Su sacrificio de ilimitado y misericordioso amor. Dícese que quiso expiar los pecados de sus enemigos; y únicamente entonces anheló llegar a la plenitud de dharmakâya, de jîvanmukta “sin residuos”.
El término de la vida de Shankarâchârya nos pone frente a frente de un nuevo misterio. Shankarâchârya se retira a a una cueva de los Himalayas sin consentir que
ningún discípulo le siga, y de allí desaparece para siempre de miradas profanas. ¿Murió? La tradición y las creencias populares responden negativamente; y algunos de los gurús de la comarca no desmienten el rumor, aunque tampoco lo corroboran rotundamente. Pero únicamente los gurús conocen la verdad con todos sus misteriosos detalles, tal corno la enseña la Doctrina Secreta; y ellos tan sólo pueden comunicarla a los discípulos directos del gran Maestro dravidiano, dignos de conocerla. Todavía perdura la creencia de que este Adepto de Adeptos vive astralmente en su entidad espiritual, como misteriosa e invisible, aunque imponente presencia, en la Fraternidad de Shamballa, mucho más allá de las nevadas cimas de los Himalayas.
D.S TVI
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