Pero no se le ve nunca
el fin a las maravillas de Haeckel y los de su escuela, a quienes los
ocultistas y teósofos tienen perfecto derecho a considerar como viajeros
materialistas que penetran indebidamente en terrenos metafísicos privados. No
satisfechos con la paternidad del Bathybius (Haeckelii), inventan ahora “almas
plastidulares” y “almas “átomos” sobre la base de fuerzas puramente ciegas
y mecánicas de la materia. Se nos dice que:
El estudio de la
evolución de la vida del alma nos muestra que ésta se ha abierto camino desde
los estados inferiores de la simple alma-célula a través de una serie
sorprendente de estados graduales de la evolución, hasta el alma del hombre.
“Sorprendente”, en
verdad -basada como se halla esta extravagante especulación, en la conciencia de las “células nerviosas”.
Pues, según se nos dice:
Aunque no estemos
actualmente en situación de poder explicar por completo la naturaleza de la
conciencia, sin embargo, la observación comparada y genésica de ella indica
claramente que es sólo una función más elevada y compleja de las células
nerviosas.
La canción sobre la
conciencia de Mr. Herbert Spencer, ya se ha oído, según parece, y en lo
sucesivo puede relegarse al almacén de las antiguallas, como una de tantas
especulaciones inútiles. Sin embargo, ¿adónde llevan a Haeckel las “funciones
complejas” de sus científicas
“células nerviosas”? Una vez más directamente a las enseñanzas Ocultas místicas
de la Kabalah acerca de la
descendencia de las Almas como Átomos conscientes o incoscientes; a la MÓNADA
Pitagórica y a las Mónadas de Leibniz; y a los “Dioses, Mónadas y Átomos” de la
enseñanza esotérica a la letra
muerta de las enseñanzas Ocultas, dejadas a los amateurs kabalistas y a los profesores de Magia ceremonial. Pues
esto es lo que dice al explicar su terminología de nuevo cuño:
Almas-Plastídulas. Las
plastídulas o moléculas protoplásmicas, las partes más pequeñas y homogéneas
del protoplasma, han de ser consideradas, en nuestra teoría plastidular, como
los factores activos de todas las funciones de la vida. El alma plastidular
difiere del alma inorgánica molecular en que posee memoria.
Esto lo desarrolla en
su extraordinaria conferencia sobre la “Perigénesis de la Plastídula, o las
Ondas de movimiento de las Partículas Vivientes”. Es un progreso sobre la
teoría de Darwin de la “Pangenesis” y un paso más, un movimiento cauteloso,
hacia la “Magia”. La primera es una conjetura de que:
Algunos de los átomos
actuales idénticos que formaron parte de los cuerpos de los antecesores son
transmitidos así por medio de sus descendientes de generación en generación, de
tal modo que somos literalmente “carne de la carne” de la criatura primordial
que se desarrolló en hombre
- explica el autor de A Modern
Zoroastrian. Sobre esto último, el Ocultismo enseña que
a) los átomos
de la vida de nuestro Principio Vital (Prâna) no se pierden jamás enternamente
cuando un hombre muere. Que los átomos mejor impregnados del Principio de la
Vida, factor independiente, eterno y consciente, son transmitidos parcialmente
de padre a hijo por medio de la herencia, y se reúnen parcialmente de nuevo,
convirtiéndose en el principio animador del nuevo cuerpo en cada nueva
encarnación de las Mónadas.
Porque b), así como el Alma Individual es siempre
la misma, así también los átomos de los principios inferiores (el cuerpo, su
astral o doble vital, etc.) son atraídos por afinidad y por la ley Kármica a la
misma individualidad, en una serie de diversos cuerpos.
Para ser justos, o
cuando menos lógicos, nuestros Haeckelianos modernos debieran tomar el acuerdo
de que en lo sucesivo la “Perigenesis de la Plastídula” y otras conferencias
semejantes se encuadernasen juntamente con las publicadas sobre el “Buddhismo
Esotérico” y “Los Siete Principios del Hombre”. De este modo tendría el público
una ocasión, en todo caso, de comparar las dos enseñanzas y juzgar luego cuál
es la más o menos absurda, aun desde el punto de vista de la ciencia
materialista y exacta.
Ahora bien; los Ocultistas,
que buscan el origen de cada átomo del Universo, ya sea colectivamente o solo,
en Una Unidad, la Vida Universal; que no reconocen que pueda haber en la
Naturaleza algo inorgánico; que no
admiten la Materia muerta - los
Ocultistas están conformes con su doctrina del Espíritu y del Alma, cuando
habla de la memoria de la voluntad y de la sensación de cada átomo. Pero ¿qué quiere decir un materialista con
esta denominación? La ley de la biogénesis, en el sentido que la aplican los
Haeckelianos, es el resultado de la ignorancia del hombre de ciencia, acerca de la Física Oculta. Nosotros conocemos y hablamos de
los “átomos de la vida” y de los “átomos durmientes”, porque consideramos estas
dos formas de energía -la cinemática y la potencial- como producidas por una
misma fuerza, o la Vida Una, y consideramos a esta última como el origen y el
impulsor de todo. Pero ¿qué es lo que proporciona la energía, y especialmente
la memoria a las “almas plastidulares” de Haeckel? La “ola moviente de
partículas vivas” es comprensible con la teoría de la Vida Una Espiritual, de
un Principio Vital universal independiente de nuestra conciencia. Es lo que, individualizado en el ciclo humano,
se transmite de padres a hijos.
Ahora bien; Haeckel,
modificando la teoría de Darwin, sugiere, “más plausiblemente” de lo que cree
el autor de A Modern Zoroastrian:
Que no son los mismos
átomos idénticos, sino sus movimientos y modo de agregación peculiares los que
así han sido transmitidos (por la herencia).
Si Haeckel o cualquier
otro hombre de ciencia supiese más de lo que sabe acerca de la naturaleza del
átomo no hubiera corregido de este modo tal punto. Pues lo que hace es
manifestar lo mismo que Darwin, en lenguaje más metafísico. El Principio de la
Vida, o Energía de la Vida, que es
omnipresente, eterno, indestructible, es una Fuerza y un PRINCIPIO como nóumeno,
al paso que es los Átomos, como fenómeno.
Es una y la misma cosa, y no pueden considerarse como separadas excepto en el
materialismo.
Más adelante, Haeckel
manifiesta acerca de las Almas-Átomos lo que a primera vista parece tan oculto
como la Mónada de Leibniz:
La reciente polémica
acerca de la naturaleza de los átomos, los cuales tenemos que considerar como
los últimos factores, bajo una forma u otra, en todos los procesos físicos y
químicos, parece tener facilísimo arreglo, por el concepto de que estas masas
excesivamente diminutas poseen, como centros de fuerzas, un alma persistente, y
que cada átomo tiene sensación y el poder de moverse.
No dice él una palabra respecto del hecho de
ser ésta la teoría de Leibniz, y preeminentemente Oculta. Tampoco comprende el
término “alma” como nosotros; pues para Haeckel es, simplemente, lo mismo que
la conciencia, producto de la materia gris del cerebro, una cosa que, como el
alma-célula,
está tan
indisolublemente ligada al cuerpo protoplásmico, como el alma humana al cerebro
y a la espina dorsal.
Rechaza él las
conclusiones de Kant, de Herbert Spencer, de du Bois-Reymond y de Tyndall. este
último expresa la opinión de todos los grandes hombres de ciencia, así como de
los más grandes pensadores de las edades pasadas y presentes, al decir que:
El paso de lo físico
del cerebro a los hechos correspondientes de la conciencia es incomprensible.
Si nuestra mente y sentidos fueran... iluminados de modo que nos permitiesen
ver y sentir las moléculas mismas del cerebro; si fueran capaces de seguir
todos sus movimientos, todas sus agrupaciones... descargas eléctricas...,
estaríamos tan lejos como siempre de la solución del problema... El abismo
entre las dos clases de fenómenos, seguiría siendo intelectualmente
infranqueable.
Pero la función
compleja de las células nerviosas del gran empírico alemán, o en otras
palabras, su conciencia, no le permiten seguir las conclusiones de los más
grandes pensadores de nuestro globo. Él
es más grande que ellos. Él asegura esto, y protesta contra todos:
Nadie tiene derecho a
sostener que en el futuro no podamos pasar más allá de los límites de nuestro
conocimiento, que hoy parecen infranqueables.
Y cita de la
introducción de Darwin a The Descent of
Man, las palabras siguientes, que modestamente aplica a sus contrarios
científicos y a él mismo.
Los que saben poco, y
no los que saben mucho, son siempre los que positivamente afirman que este o
aquel problema no será jamás resuelto por la Ciencia .
El mundo puede estar
tranquilo. No está lejano el día en que el “tres veces grande”, Haeckel,
demostrará a su satisfacción que la conciencia de Sir Isaac Newton no era,
filosóficamente hablando, sino la acción refleja (o conciencia minus) causada por la perigénesis de las
plastídulas de nuestro antecesor común y antiguo amigo, el Moneron Haeckelii.
Aun cuando el mencionado Bathybius haya sido encontrado y presentado como un
pretendiente que simula la substancia orgánica que no es, y aunque entre los hijos de los hombres sólo la mujer de
Lot -y aun ésta, sólo después de su desagradable metamorfosis- pueda pretender
como antepasado suyo el puñado de sal que
es; todo eso no le desanima en lo más mínimo. Seguirá asegurando, con tanta
sangre fría como siempre, que sólo el modo y movimiento peculiares del fantasma
de los hace tiempo desaparecidos átomos de nuestro Padre Bahtybius -transmitido
a través de evos de tiempo en el tejido celular de la materia gris del cerebro
de todo gran hombre- son los que han hecho que Sófocles, Esquilo y también
Shakespeare hayan escrito sus tragedias; Newton, sus Principia; Humboldt, su Cosmos,
etc. También impulsaron a Haeckel a inventar sus nombres grecolatinos de tres
pulgadas de largo, pretendiendo decir mucho con ellos, y no diciendo nada.
Por supuesto, sabemos
que los evolucionistas verdaderos y honrados están de acuerdo con nosotros; y
que son los primeros en decir que no sólo son imperfectos los anales
geológicos, sino que hay enormes vacíos en la serie de los fósiles hasta ahora
descubiertos, que no podrán llenarse nunca. Nos dirán, además, que “ningún
evolucionista pretende que el hombre desciende de ningún mono existente, ni
tampoco extinguido”; sino que el hombre y los monos tuvieron su origen, probablemente hace evos de tiempo, en
algún tronco fundamental común. Sin embargo, como de Quatrefages señala,
expondrán igualmente como prueba corroboradora de sus asertos esta abundancia
de falta de pruebas, diciendo que:
Todas las formas vivas
no han sido conservadas en la serie de
fósiles, por ser las probabilidades de conservación pocas y muy distantes entre
sí... (hasta los hombres primitivos) enterraban o quemaban sus muertos.
Esto es justamente lo
que nosotros pretendemos. Es precisamente tan posible que el futuro nos reserve el descubrimiento del gigantesco
esqueleto del Atlante, de treinta pies de altura, como el del fósil de un
pitecoide “eslabón perdido”; sólo que lo primero es más probable.
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