Se
habían extinguido los misterios eleusinos. Sin embargo, legaron ellos sus
principales características a la escuela neoplatónica de Amonio Saccas, cuyo
sistema ecléctico estaba caracterizado por la teurgia y el éxtasis. Jámblico
añadió la doctrina egipcia de la teurgia con sus prácticas; y el judío Porfirio
se opuso a este nuevo elemento. Pero la escuela neoplatónica, con pocas
excepciones, practicó el ascetismo y la contemplación, y sus místicos se
sometían a disciplina tan rigurosa como la de los devotos hindúes. Sus
esfuerzos no tenían por objeto lograr éxito en las prácticas de taumaturgia,
nigromancia o hechicería de que hoy se les acusa, sino desenvolver las
facultades superiores del hombre interno o Ego espiritual, La escuela sostenía
que un cierto número de espíritus, moradores en esferas completamente
independientes de la tierra y del ciclo humano, eran mediadores entre los
“dioses” y los hombres, y entre el hombre y el Alma suprema. Para decirlo
llanamente, el alma humana, con la ayuda de los espíritus planetarios, llegaba
a ser “recipiente del Alma del mundo”, como dice Emerson. Apolonio de Tyana
demostró estar en posesión de semejante facultad con estas palabras (citas por
Wilder en su obra Neoplatonismo y
Alquimia) :
Puedo ver el presente y el porvenir
como en claro espejo. El sabio [adepto] no predice las plagas y epidemias por
las emanaciones del suelo y la corrupción del aire. Las conoce después de Dios,
pero antes que las gentes. Los theoi o
dioses ven lo futuro; los hombres vulgares lo presente; los sabios lo que va a
suceder. La austeridad de mi vida me produce tal agudeza de sentidos, que
equivale a una nueva facultad mediante la cual pueden llevarse a efecto
señaladas acciones.
Wilder
pone a estas palabras el siguiente notable comentario:
Esto es lo que podemos llamar fotografía espiritual. El alma es la
cámara en que igualmente se fijan los sucesos futuros, pasados y presentes; y
el entendimiento llega a tener conciencia de ello. Más allá de nuestro limitado
mundo, todo ocurre en un día y es un estado, porque lo pasado y lo futuro están
comprendidos en lo presente. Probablemente éste es el “gran día”, el “último
día”, el “día del Señor” a que se refieren los autores bíblicos, el día en que
pasamos por la muerte o el éxtasis.
Entonces el alma se liberta del impedimento corporal y su más noble parte se
une a la naturaleza superior y participa de la sabiduría y previsión de los
seres elevados.
Que el
sistema de los neoplatónicos era idéntico al de los vedantinos lo demuestra Wilder
al decir lo siguiente de los teósofos alejandrinos:
La idea
capital de los neoplatónicos era la de una suprema y única Esencia... Todas las
filosofías antiguas enseñaban que los dioses o dispensadores (.....) theoi, ángeles, demonios y otros agentes
espirituales, emanaron del supremo Ser. Amonio aceptó la doctrina de los libros
de Hermes, según la cual, del divino Todo procedió la sabiduría divina o Amun;
que de la sabiduría procedió el demiurgos o Creador; y del Creador los
espíritus subalternos, quedando en último término de procedencia los mundos y
sus habitantes. El primero está contenido en el segundo, el primero y segundo
en el tercero, y así hasta el fin de la serie.
Esto es
eco fiel de la creencia vedantina, y se deriva directamente de las secretas
enseñanzas orientales.
El mismo autor dice:
Parentesco
con esta doctrina tiene la cábala judía enseñada por los fariseos o pharsis y
tomada probablemente de los magos persas, como la denominación de la secta
hebrea parece indicar. Está ella substancialmente compendiada en la siguiente
sinopsis:
El Divino Ser es el Todo, la fuente
de toda existencia, lo Infinito. Es agnoscible. El Universo lo revela y por Él
subsiste. En el principio, Su efulgencia difundióse por doquiera.
De tiempo en tiempo se retira dentro
de Sí mismo, y de este modo forma en Su torno un espacio vacío al que transmite
Su primera emanación, un rayo que contiene el poder generador y conceptivo. De
aquí se deriva el nombre de IE, o Jah. El rayo produce a su vez el tikkun, el arquetipo o idea de la forma; y en esta emanación están contenidos
macho y hembra, o sean las potencias generadora y conceptiva. De aquí provienen
las tres primarias fuerzas: la luz, el Espíritu y la Vida. El arquetipo se une
al rayo o primera emanación, y queda penetrado por él. Por esta unión se
relaciona perfectamente el modelo con su infinita fuente. El modelo es el
primer hombre, el Adam Kadmon, el macrocosmos
de Pitágoras y otros filósofos. De él procedieron los Sephiroth... De los
Sephiroth emanaron a su vez los cuatro mundos, cada uno de los cuales emanó del
inmediato precedente, y el inferior envolvió al superior. Estos mundos son
menos puros, según descienden en la escala; y el ínfimo es el mundo material.
Esta velada exposición de las
Enseñanzas Secretas aparecerá por esta vez clara a nuestros lectores. Los
mundos mencionados son:
El primero, Aziluth, está poblado por emanaciones purísimas [la primera y casi
espiritual raza humana]. El segundo, Beriah,
por un orden inferior, siervo del primero [segunda raza]. El tercero, Jesirah, por los querubines y serafines,
los Elohim y B’ni-Elohim [Hijos de los dioses o Elohim, nuestra tercera raza].
El cuarto, Asiah, por los Klipputh, cuyo jefe es Belial
[hechiceros atlantes].
Estos mundos son desdoblamiento
terrenal de su celeste prototipo; perecederas y temporáneas sombras y reflejos
de las perdurables si no eternas razas
que moran en los mundos para nosotros invisibles. De estos cuatro mundos (razas
raíces) que nos precedieron, se derivan los elementos de las almas de los
hombres de nuestra quinta raza, a saber: el intelecto, Manas o quinto
principio, las pasiones y los apetitos mentales y corporales. Entre los mundos
prototípicos surgió un conflicto llamado “la guerra en el cielo”; y muchos eones
más tarde suscitóse nuevamente esta lucha entre los atlantes de asiah, y
los de la tercera raza razís, B’ni-Elohim o Hijos de Dios. Entonces se
recrudecieron el mal y la flaqueza humana, porque en la última subraza de la
tercera raza, según dice el Zohar:
Los
hombres pecaron en su primer padre, de cuya alma emanaron las de todos los
hombres; y por el pecado fueron “desterrados” a cuerpos más materiales, a fin
de que expiaran la culpa y llegasen a ser excelentes en bondad.
La
Doctrina Secreta dice que fue para cumplir el ciclo de necesidad y progresar en
la obra de la evolución, de que nadie se exime ni por muerte natural ni por
suicidio; pues todos hemos de atravesar el “valle de los abrojos” antes de
entrar en las planicies de la divina luz y descanso. Y así los hombres seguirán
renaciendo en nuevos cuerpos.
hasta que
sean lo suficientemente puros para pasar a superior forma de existencia.
Esto
significa que desde la primera hasta la séptima raza constituye el género
humano la misma compañía de actores que han descendido de las altas esferas
para llevar a cabo una excursión artística en este planeta. Emanados como
espíritus puros, descendimos al mundo para adquirir el conocimiento de la
verdad (ahora débilmente revelada por la Doctrina Secreta) en nosotros
inherente; y la ley cíclica nos llevó hacia la invertida cúspide de la materia,
cuyo fondo ya hemos transpuesto. La misma ley de gravedad espiritual nos
impelerá lentamente hacia esferas mucho más puras y elevadas que las de
partida.
La previsión, las profecías y los
oráculos son ilusorias fantasías para el hombre sordo a las percepciones, que
ve imágenes reales en los reflejos y sombras, y confunde pasados sucesos con
visiones proféticas de un porvenir que no tiene asiento en la eternidad. El
macrocosmos y el microcosmos repiten la misma serie de sucesos universales e
individuales en cada estación, como en cada escenario a donde el karma los
conduce para representar sus respectivos dramas. No habría falsos profetas si
no los hubiese verdaderos, y así en toda época los hubo de ambos linajes; pero
ni unos ni otros vieron nada que antes no sucediera ya, y hubiera sido
representado prototípicamente en altas esferas (si lo vaticinado se refería a
dichas o infortunios colectivos), o en alguna vida precedente, si concernía tan
sólo a un individuo; pues todo suceso está estampado como indeleble memoria de
lo que fue y de lo que ha de ser, que en suma es lo siempre presente en la
eternidad. Los “mundos” y las purificaciones, de que tratan el Zohar y otros libros cabalísticos, tanto
se refieren a nuestro globo y nuestras razas, como otros globos y razas que lo
precedieron en el ciclo grande. En los misterios se representaban
alegóricamente estas verdades fundamentales; y el epílogo del drama era la anastasis o “existencia continuada”, así
como también la “transformación del alma”.
El autor de Neoplatonismo y Alquimia indica que las doctrinas eclécticas se
reflejan en las Epístolas de San
Pablo, y que:
Se propagaron con más o menos intensidad por las
iglesias. De aquí pasajes como el siguiente: “Estabais muertos en el error y el
pecado; caminabais según el eón de
este mundo, según el archon que
domina el aire”. Nosotros no luchamos contra la carne ni contra la sangre, sino
contra las dominaciones, contra las potestades, contra los señores de las
tinieblas y los maliciosos espíritus de las religiones empíreas”. Pero Pablo
fue evidentemente hostil al esfuerzo intentado, según parece en Éfeso, de
mezclar el Evangelio con las ideas gnósticas de la escuela hebreo-egipcia. De
conformidad con su opinión escribía a Timoteo su discípulo predilecto:
“Conserva incólume la preciosa carga que te he confiado; y repudia las nuevas
doctrinas y los antagónicos principios de la falsamente llamada gnosis, la cual
profesan algunos y se desvían de la fe”.
Pero como la Gnosis es la ciencia
del Yo superior, y la fe ciega es cuestión de temperamento y emotividad; y como
la doctrina de Pablo era aún más moderna, y sus interpretaciones estaban mucho
más tupidamente veladas que las de los gnósticos para ocultar las verdades
internas, prefirieron las ideas gnósticas algunos ardientes investigadores de
la verdad.
Por otra parte, en la época de los
Apóstoles, profesaban la llamada “falsa Gnosis”, muchos maestros de tan
profundo saber como cualquier rabino converso. Si el judío Malek, que tomó el
nombre de Porfirio al convertirse, combatió la teurgia apoyado en viejas
tradiciones, hubo otros instructores como Plotino, Jámblico y Proclo, que la
practicaron. Proclo "“esumió en un sistema completo, la teosofía y teurgia
de sus predecesores"”.
Respecto de Amonio, dice el mismo
autor que “apoyado por Clemente de Alejandría y Atenágoras, y por varones
muy doctos de la Sinagoga, la Academia y otros, cumplió su tarea enseñando una
doctrina común a todos”.
Así, pues, ni el judaísmo ni el
cristianismo refundieron la antigua sabiduría pagana; sino que más bien esta
última puso su freno gentil, lenta e insensiblemente, a la nueva fe; y ésta,
además, recibió la intensa influencia del sistema teosófico ecléctico,
directamente emanado de la Religión de la Sabiduría. Del neoplatonismo proviene
todo cuanto de grande y noble hay en la teología cristiana. De sobra se sabe,
para que necesitemos repetirlo; que Amonio Saccas, “el enseñado por Dios” y
“amante de la verdad”, fundó su escuela con propósito de beneficiar al mundo
con la enseñanza de aquellas partes de la Doctrina Secreta cuya revelación
permitían entonces los guardianes de ella. El moderno movimiento de
nuestra Sociedad Teosófica, tuvo los mismos comienzos. Porque la escuela
neoplatónica de Amonio aspiraba, como nosotros, a la reconciliación de todas
las sectas y pueblos, bajo la común fe de la edad de oro; tratando para ello de
disuadir a las gentes de su intransigencia (al menos en materias religiosas),
probando que todas las creencias se derivan más o menos directamente de su
primitiva madre común, la Religión de la Sabiduría.
El sistema teosófico ecléctico no es
exclusivo del siglo III de la era cristiana, como han supuesto algunos autores
inspirados por Roma; sino que data de época muy anterior, según demuestra
Diógenes Laercio. Éste lo remonta a los comienzos de la dinastía prolemaica; al
tiempo del gran vidente y profeta egipcio Pot-Amun, sacerdote del dios de ese
nombre, porque Amun era el dios de la Sabiduría. Hasta aquel día no había
cesado la comunicación entre los adeptos de la India superior y la Bactriana,
con los filósofos occidentales.
En el reinado de Ptolomeo
Filadelfo... los maestros hebreos emulaban a los rabinos del colegio de
Babilonia. Los sistemas buddhista, vedantino y mágico, se enseñaban al par de
las filosofías de Grecia... El judío Aristóbulo decía que la ética de
Aristóteles estaba tomada de la ley de Moisés (!); y Filón trató de interpretar
el Pentateuco de conformidad con las
doctrinas de Pitágoras y de la Academia. Afirma Josefo que Moisés escribió el Génesis en estilo alegórico, y que los
esenios del Carmelo fueron reproducidos en los terapeutas de Egipto, a quienes
Eusebio equipara con los cristianos, aunque ya existían mucho antes de la era
cristiana. También se enseñaba el cristianismo en Alejandría y a su vez sufrió
análoga metamorfosis. Panteno, Atenágoras y Clemente aprendieron la filosofía
platónica, y echaron de ver su esencial unidad con los sistemas orientales.
Aunque Amonio fue hijo de padres
cristianos, amaba la verdad sobre todo y fue un verdadero filaleteo. Quiso él
armonizar los diferentes sistemas, porque ya advertía la propensión del
cristianismo a levantarse sobre las ruinas de los demás credos. El historiador
eclesiástico Mosheim dice a este propósito.
Viendo Amonio que no sólo los
filósofos griegos, sino también los de las naciones extranjeras, coincidían en
los puntos esenciales de sus respectivas doctrinas acometió la empresa de
exponer los principios de las diversas sectas, de modo que se evidenciase su
común derivación de una misma fuente y que todas se encaminaban al mismo fin.
Según dice además Mosheim, Amonio enseñó que la religión de las gentes iba
paralela con la filosofía, y que la corrupción de una contagiaba a la otra con
supersticiones y conceptos puramente humanos; debiendo, por tanto, restituirla
a su original pureza purgándola de escorias y por la exposición de principios
filosóficos como fundamento; pues el capital pensamiento de Cristo había sido
restaurar en su prístina integridad la Sabiduría antigua.
Pero ¿cuál era esta “Sabiduría
antigua” que el fundador del cristianismo tuvo en su pensamiento? El sistema
que Amonio enseñaba en su escuela de Teosofía ecléctica, estaba constituido por
las migas del saber antediluviano que se permitió recoger. Las enseñanzas
neoplatónicas están descritas del modo siguiente en la Enciclopedia de Edimburgo:
Amonio adoptó las
doctrinaspredominantes en Egipto sobre Dios y el Universo, considerados como un
gran conjunto; sobre la eternidad del mundo, la naturaleza de las almas, los
efectos de la Providencia [Karma] y el gobierno del mundo por los demonios
[espíritus]. Estableció asimismo un sistema de disciplina moral que permitía a
las gentes vivir con arreglo a las leyes de su respectivo país y los dictados
de la naturaleza; pero exigiendo del sabio la exaltación de la mente por medio
de ejercicios contemplativos y la mortificación del cuerpo para que fuesen
capaces de gozar la presencia y auxilio de los demonios, [incluso su propio daimon o séptimo principio] y de
ascender después de la muerte hasta el Padre supremo. A fin de conciliar las
religiones populares, y particularmente la cristiana, con su nuevo sistema,
presentó alegóricamente la historia de los dioses paganos, sosteniendo que eran
tan sólo mensajeros celestes a quienes se debía tributar un menor grado de
adoración. Reconocía además, que Jesús fue un grande hombre y amigo de Dios,
pero decía que su propósito no atendía a la abrogación delculto de los demonios
(18), sino a purificar la antigua religión.
Nada más puede decirse, a no ser a
los iniciados filaleteos “debidamente instruidos y disciplinados”, a quienes
Amonio comunicó sus más importantes doctrinas, obligándoles con juramento al
sigilo, como antes habían hecho Zoroastro y Pitágoras, y en los Misterios
[donde se exigía de los neófitos o catecúmenos juramento de no divulgar lo
aprendido]. El gran Pitágoras diviía sus enseñanzas en exotéricas y esotéricas.
¿No hizo lo mismo Jesús, puesto que
reservó para sus discípulos los misterios del reino de los cielos, mientras que
hablaba a las multitudes en parábolas de doble significado?
Sigue diciendo Wilder:
Así
halló Amonio la obra preparada. Su profunda intuición espiritual, su vasta
erudición, y su amistad con cristianos como Panteno, Clemente y Atenágoras, y
con los más doctos filósofos de su tiempo, le invitaban a emprender la tarea
que tan cumplidamente llevó a cabo... Los resultados de su ministerio se
advierten aún hoy día en la cristiandad; porque todos los sistemas doctrinales
llevan la huella de sus manos. Todas las filosofías antiguas han tenido sus
partidarios entre los modernos; y aun el judaísmo, la más antigua de todas, ha
sufrido cambios determinados por las enseñanzas del gran theodidaktos alejandrino.
En la escuela neoplatónica de
Alejandría, fundada por Amonio (y que se propone como prototipo a la Sociedad
Teosófica), se enseñaba teurgia y magia, como las habían enseñado Pitágoras y
otros antes de él; pues, según dice proclo, de las doctrinas de Orfeo, natural
de la India y emigrado a Grecia, se derivaron todos los sistemas posteriores.
Pitágoras aprendió en los misterios
órficos lo que Orfeo enseñaba bajo alegtorías ocultas; y Platón tuvo perfecto
conocimiento de todo ello gracias a los escritos de Orfeo y Pitágoras .
Los filaleteos se clasificaban en
neófitos e iniciados; y el sistema ecléctico estaba basado en tres principios
fundamentales de puro carácter vedantino, a saber: una Esencia suprema, única y
universal; la eternidad e indivisibilidad del humano espíritu; y la teurgia,
que es el empleo de los mantrams. Según hemos visto, tenían los filaleteos
enseñanzas secretas o esotéricas como las demás escuelas místicas; y del mismo
modo que los iniciados en los misterios, juraban guardar sigilo acerca de los
dogmas ocultos, con la única diferencia de que entre los iniciados en los
misterios, eran más terribles las penas impuestas al perjuro. Esta prohibición
subsiste todavía no sólo en la India, sino entre los cabalistas judíos de Asia.
Uno de los motivos de tal sigilo
debieron de ser las verdaderamente graves dificultades y fatigas del
discipulado, y los peligros propios de la iniciación. El candidato moderno,
como su predecesor de la antigüedad, ha de vencer o morir; si, lo que todavía
es peor, no pierde el juicio. Sin embargo, ningún peligro hay para el que
verídico, sincero y sobre todo altruísta, está preparado a afrontar las
tentaciones, de antemano:
Quien plenamente reconocía el poder
de su espíritu inmortal y ni por un instante dudaba de su omnipotente
protección, no tenía que temer. Pero ¡ay! Del candidato a quien el más leve
temor físico, enfermiza criatura material, le hacía perder la fe en su
invulnerabilidad. Sentenciado quedaba el que no tenía entera confianza en su
fuerza moral, para aceptar la carga de estos terribles secretos.
En las iniciaciones neoplatónicas no
había tales peligros. El egoísta y el inepto fracasaban en su propósito, y el
fracaso era su castigo. Era el capital objeto: “La unión de la parte con el
Todo”. El Todo era Uno, con innumerables nombres; pues aunque los arios le
llamaban Dui, “el brillante Señor de
los cielos”; los caldeos y cabalistas, Iao;
los samaritanos, Iabe; los escandinavos,
Tuisco o Tiu; los bretones, Duw; los griegos, Zeus; y los romanos, Júpiter,
es el Ser, el Hacedor único y supremo, la inderivada e inagotable fuente de
toda emanación, el eterno manantial de la vida, el inextinguible foco de luz
eterna del que cada uno de nosotros lleva un rayo en la tierra. Estos
misterios, así como las reglas y métodos para producir el éxtasis, habían
llegado a los neoplatónicos desde la India por conducto de Pitágoras y
posteriormente por el de Apolonio de Tyana. La divina Vidyâ o Gnosis tenía su
brillante foco en Âryavarta, a donde desde el principio de los tiempos habían
afluido los ígneos chorros de la Divina Sabiduría, hasta llegar a ser el centro
del cual irradiaban por el mundo las "“enguas de fuego"” El samâdhi no es más que el sublime éxtasis
o estado en que, como dice Porfirio, se nos revelan las cosas divinas y los
misterios de la Naturaleza; el efluvio del alma divina que se comunica sin
reservas al humano espíritu, el que realiza de este modo su unión con la Divinidad,
capacitando al que habita en el cuerpo, para participar de la vida que no está
en el cuerpo.
Así se enseñaban con el título de
magia, todas las ciencias físicas y metafísicas, naturales o aquellas que
consideran sobrenaturales los que ignoran la omnipresencia y la universalidad
de la Naturaleza. “La magia divina convierte al hombre en Dios; la magia humana
crea un nuevo diablo”.
Dijimos en Isis sin Velo:
En los Vedas y las Leyes de Manu,
los documentos más antiguos del mundo, vemos que los brahmanes practicaban y
permitían muchos ritos mágicos. En el Tíbet, Japón y China, se enseña hoy
día lo mismo que enseñaron los antiguos caldeos. Los sacerdotes de estos países
prueban además lo que enseñan; esto es, que la austeidad física y la pureza
moral, vigorizan la facultad anímica de la autoiluminación que, al conceder al
hombre el dominio de su espíritu inmortal, le da también potestad mágica en
verdad, sobre los espíritus elementales inferiores a él. En Occidente hallamos
magia tan antigua como en Oriente. Los druidas de la Gran Bretaña la
practicaban en las silentes criptas de sus profundas cavernas; y Plinio dedica
más de un capítulo a la “sabiduría” de los caudillos celtas. Los semotis o
druidas gálicos enseñaban ciencias físicas y espirituales y exponían los
secretos del universo, el armónico movimiento de los cuerpos celestes, la
formación de la tierra y, sobre todo, la inmortalidad del alma. En sus
sagrados bosques, semejantes a naturales academias edificadas por el invisible
Arquitecto, se reunían los iniciados a la silenciosa hora de la media noche,
para aprender el pasado y el porvenir del hombre. No necesitaban luz
artificial para alumbrar sus templos, porque la casta diosa de la noche enviaba
sus plateados rayos sobre las cabezas ceñidas de roble; y los bardos de blancas
vestiduras, sabían conversar con la solitaria reina de la bóveda estrellada.
En los gloriosos días del
neoplatonismo, ya no existían los bardos, porque pasdo estaba su ciclo, y los
últimos druidas habían perecido en Bibractis y Alesia. Pero la escuela
neoplatónica se mantuvo floreciente, poderosa y próspera durante largo tiempo.
Sin embargo, al adoptar la sabiduría aria en sus doctrinas, fracasó en la
práctica de la sabiduría de los brahmanes. El neoplatonismo mostró muy
abiertamente su superioridad moral e intelectual, atendiendo demasiado a las
grandezas y pompas de la tierra. Mientras los brahmanes y sus grandes yoguis,
expertos en materias de filosofía, metafísica, astronomía, moral y religión, se
mantenían apartados del mundo y de los príncipes, de quienes no solicitaban el
más ligero favor (30), los emperadores Alejandro Severo y Juliano y la mayor
parte de los aristócratas y cortesanos profesaron los dogmas de los
neoplatónicos, que vivían libremente en el mundo. El sistema prevaleció durante
algunos siglos, contando entre sus partidarios a los más conspicuos e
instruidos hombres de la época. Hipatia, maestra del obispo Sinesio, fue
ornamento de la escuela hasta el fatífico y vergonzoso día en que la asesinaron
las turbas cristianas a instigación del obispo Cirilo de Alejandría. La escuela
se trasladó por último a Atenas, en donde la mandó cerrar el emperador
Justiniano.
Wilder observa muy acertadamente que
“los modernos comentadores de los textos neoplatónicos raras veces los
interpretan correctamente, aunque lo pretendan así”.
Las pocas especulaciones que los
neoplatónicos dejaron escritas acerca de los universos sublunar, material
y espiritual, no permiten que la posteridad los juzgue rectamente, aunque los
primitivos cristianos, los últimos cruzados y los fanáticos de la Edad Media,
no hubiesen destruido las tres cuartas partes de lo que quedaba de la
biblioteca de Alejandría y de sus escuelas póstumas.
Afirma Draper que sólo el cardenal
Cisneros “mandó quemar en las plazas públicas de Granada ochenta mil
manuscritos árabes, en su mayor parte traducciones de autores clásicos”.
En la biblioteca del Vaticano hay
muy raros y preciosos tratados antiguos, con pasajes enteros raspados y
tachados, para “interpolar en ellos absurdas salmodias”. Se sabe, además, que
unos treinta y seis volúmenes de Porfirio fueron arrojados a las llamas o
destruidos por los “Padres” de la Iglesia. Casi todo lo poco que se conoce de
las doctrinas neoplatónicas, se halla en las obras de Plotino y de los mismos
Padres de la Iglesia.
Dice el autor de Neoplatonismo y Alquimia:
Lo
que Platón respecto de Sócrates y el apóstol San Juan respecto de Jesús, fue
Plotino respecto de Amonio. A Plotino, Orígenes y Longino debemos lo que
conocemos del sistema filaleteano, cuyos partidarios fueron sin duda
instruidos, iniciados y adeptos de las doctrinas internas.
Esto indica muy bien porqué Orígenes
llama “idiotas” a las gentes que creen en el Paraíso terrenal y en los mitos de
Adán y Eva; como también que sean tan pocas las obras que de este Padre de la
Iglesia han llegado hasta nosotros. Entre el Obligado sigilo, el voto de
silencio, y lo que la malicia destruyó por insanos medios, es verdaderamente
milagroso que se haya conservado tanto de los principios filaleteos.
D.S TV
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