miércoles, 29 de julio de 2015

ADAM-ADAMI



 Nombres tales como Adam-Adami, usados por el Dr. Chwolsohn en su Nabthean Agriculture, y menospreciados por M. Renan, prueban poca cosa para el profano. Para el Ocultista, sin embargo, desde el momento en que este término se encuentra en una obra de tan inmensa antigüedad como la arriba citada, prueba mucho. Prueba, por ejemplo, que Adami era un símbolo múltiple, que tuvo su origen en el pueblo Ario, como lo demuestra la palabra raíz, y que fue tomado de él por los semitas y los turanios - como muchas otras cosas.

 Adam-Adami es un nombre genérico compuesto, tan viejo como el lenguaje. La Doctrina Secreta enseña que Ad-i fue el nombre dado por los arios a la primera raza parlante de la humanidad, en esta Ronda. De aquí los términos Adonim y Adonai (la forma antigua del plural de la palabra Adon), que los judíos aplicaron a su Jehovah y Ángeles, que eran simplemente los primeros hijos etéreos y espirituales de la Tierra; y el Dios Adonis, que, en sus muchas variantes, representaba al “Primer Señor”. Adán es el Âdi-Nâth sánscrito, que significa también el Primer Señor, como Âd-Îshvara, o cualquier Ad (el Primero), como prefijo de un adjetivo o sustantivo.

La razón de esto, es que semejantes verdades eran herencia común. Eran una revelación recibida por la primera humanidad antes de aquel tiempo que, en la fraseología bíblica, se llama “el período de una boca y de una palabra” o lenguaje; conocimiento que se desarrolló más adelante por la propia intuición del hombre, y más tarde aún se ocultó de la profanación bajo una simbología adecuada. El autor de la Qabbalah, con arreglo a los escritos filosóficos de Ibn Gebirol, muestra a los israelitas usando a Ad-onai (A Do Na Y), “Señor”, en lugar de Eh’yeh, “Yo soy”, y YHVH; y añade, que mientras Adonai está interpretado, “Señor”, en la Biblia, La designación más inferior, o la Deidad en la Naturaleza, el término más general de Elohim, está traducido Dios (1).

 Una obra curiosa fue traducida en 1860, o cosa así, por el orientalista Chwolsohn, y presentada a la siempre incrédula y petulante Europa bajo el inocente título de Nabathean Agriculture. En opinión del traductor, este libro arcaico es una iniciación completa en los misterios de las naciones preadámicas, bajo la autoridad de documentos innegablemente auténticos. Es un compendio inapreciable, epítome completo de las doctrinas, artes y ciencias, no sólo de los caldeos, sino también de los asirios y cananeos de las edades prehistóricas (2). Los nabateos, como algunos críticos creyeron, eran sencillamente los sabeos o caldeos adoradores de las estrellas. La obra es una segunda traducción del árabe, a cuya lengua fue primeramente traducida del caldeo. Masoudi, el historiador árabe, habla de estos nabateos, y explica su origen de este modo:

 Después del Diluvio (?) las naciones se establecieron en varios países. Entre ellas estaban los Nabateos, que fundaron la ciudad de Babilonia, y eran aquellos descendientes de Cam que se establecieron en la misma provincia bajo la jefatura de Nimrod el hijo de Cush, hijo de Cam y nieto de Noé. Esto acaeció en el tiempo en que Nimrod recibió el gobierno de Babilonia como delegado de Dzahhak llamado Bieurasp (3). El traductor Chwolsohn nota que los asertos de este historiador están de perfecto acuerdo con los de Moisés en el Génesis; mientras que críticos más irreverentes pudieran expresar la opinión de que, por esta misma razón, era sospechosa su verdad. Es inútil, por tanto, argüir sobre este punto, el cual no tiene valor en la presente cuestión.

El problema tan debatido y largo tiempo ha enterrado y la dificultad de explicar con algún fundamento lógico el fenómeno de la derivación de millones de gentes de varias razas, de muchas naciones civilizadas y tribus, de tres parejas -los hijos de Noé y sus esposas- en 346 años (4) después del Diluvio, puede dejarse al Karma del autor del Génesis, ya se llame Moisés o Ezra. Lo que es de interés en la obra en cuestión, sin embargo, es su contenido, las doctrinas en ella enunciadas, que son también, casi todas, si se leen esotéricamente, idénticas a las Enseñanzas Secretas. Quatremère indicó que este libro podía ser sencillamente una copia hecha en tiempo de Nabucodonosor II, de algunos tratados Camíticos “infinitamente más antiguos”, mientras que el autor sostiene, con pruebas externas e internas, que el original caldeo fue escrito tomado de los discursos y enseñanzas orales de un rico propietario de Babilonia llamado Qû-tâmy, que había usado para estas conferencias materiales aun más antiguos. La primera traducción árabe la remonta Chwolsohn al siglo XII antes de Cristo.

En la primera página de esta “revelación”, el autor, o amanuense, Qû-tâmy, declara que “las doctrinas que allí se exponen, fueron dichas originalmente por Saturno... a la Luna, la cual las comunicó a su ídolo” y el ídolo las reveló a su adorador el escritor Qû-tâmy, el Adepto que escribió aquella obra. Los detalles dados por el Dios en beneficio e instrucción de los mortales, presentan períodos de duración incalculable una serie de reinos y Dinastías innumerables, que precedieron a la aparición de Adami (la “tierra-roja”) sobre la Tierra. Estos períodos, como era de suponer, soliviantaron a los defensores de la cronología de la letra muerta bíblica, hasta el punto de ponerlo casi furiosos. De Rougemont fue el primero en promover un levantamiento en armas contra el traductor.

Le reprocha sacrificar a Moisés ante autores anónimos (5). Beroso, dice él, por grandes que fueran sus errores cronológicos, estaba, por lo menos, perfectamente de acuerdo con el profeta respecto de los primeros hombres, puesto que habla de Alorus-Adam, de Xisuthros-Noé y de Belos-Nimrod, etc. Por tanto, añade, la obra debe ser apócrifa y digna de figurar con sus contemporáneas: el Libro Cuarto de Esdras, el Libro de Enoch, los Oráculos Sibilinos y el Libro de Hermes, todos los cuales no se remontan más allá de dos o tres siglos antes de Cristo. Ewald fue aún más duro con Chwolsohn, y, finalmente, M. Renan, en la Revue Germanique (6), le dice que presente pruebas de que su Nabathean Agriculture no fue la obra fraudulenta de algún judío del 3º o 4º siglo de nuestra Era. No puede ser de otro modo, arguye el autor de la Vida de Jesús, pues en este infolio sobre Astrología y hechicería: Reconocemos en los personajes presentados por Qû-tâmy a todos los patriarcas de las leyendas bíblicas, tales como Adam-Adami, Anouka-Noé, y su Ibraim-Abraham, etc.

 Pero esto no es una razón, puesto que Adán y otros nombres son genéricos. Con todo, exponemos humildemente que, todo considerado, una obra apócrifa, aunque sea del siglo III antes de Cristo, en lugar del siglo XIII antes de Cristo, es bastante antigua para parecer genuina como documento, y satisfacer las pretensiones del arqueólogo y del crítico más exigentes. Pues aun admitiendo, en gracia del argumento, que esta reliquia literaria haya sido compilada por “algunos judíos del III siglo de nuestra Era”, ¿qué importa esto? Dejando a un lado por un momento la credulidad de sus doctrinas, ¿por qué razón ha de tener menos derecho a ser atendida o ha de ser menos instructiva, en el sentido de reflejar opiniones más antiguas, que cualquier otra obra religiosa, también “compilación de antiguos textos” o de tradiciones orales - de la misma época o aun posterior? En tal caso deberíamos rechazar y llamar “apócrifo” al Koran, de tres siglos posterior, aunque sabemos que surgió como Minerva, directamente del cerebro del profeta árabe; y tendríamos que desdeñar todos los informes que podemos obtener del Talmud, el cual, en su forma actual, fue también compilación de otros materiales, y no es más antiguo que el siglo IX de nuestra Era. 

Mencionaremos esta curiosa “Biblia” del Adepto caldeo y las varias críticas de ella (como en la traducción de Chwolsohn), porque tiene una relación importante con una gran parte de esta obra. A excepción de la repulsa de M. Renán, un iconoclasta en principio, a quien sutilmente llamó Julio Lemaitre “le Paganini du néant” (el Paganini del vacío), el mayor defecto que se le ha encontrado a la obra es, a lo que parece, que este apócrifo se pretende que fue comunicado como una revelación a un Adepto, por el “ídolo de la Luna”, que la recibió de “Saturno”. De aquí que, naturalmente, sea por completo “un cuento de hadas”. A esto basta una contestación: no es más cuento de hadas que la Biblia; y si el uno cae por tierra, la otra debe seguirle, pues hasta el modo de adivinación por medio del “ídolo de la Luna”, es el mismo practicado por David, Saúl y los Sumos Sacerdotes del Tabernáculo judío por medio de los Teraphim. Nabathean Agriculture es verdaderamente una compilación; pero no es apócrifo, sino la repetición de las enseñanzas de la Doctrina Secreta, bajo la forma exotérica caldea de los símbolos nacionales, con el objeto de “ revestir” las doctrinas, del mismo modo que los Libros de Hermes y los Purânas son tentativas semejantes de los egipcios e hindúes.

Esta obra era tan bien conocida en la antigüedad como lo fue en la Edad Media. Maimónides habla de ella, y se refiere más de una vez a este manuscrito caldeo-árabe, llamando a los nabateos por el nombre de sus correligionarios, los “adoradores de las estrellas” o sabeos; pero, sin embargo, no llegando a ver en la palabra desfigurada “nabateo”, el nombre místico de la casta dedicada a Nebo, el Dios de la Sabiduría Secreta, lo cual muestra aparentemente que los Nabateos eran una Fraternidad Oculta (7). Los Nabateos, que según el Yezidi persa vinieron originariamente de Bushrah a Siria, eran los miembros degenerados de esa fraternidad; pero, sin embargo, su religión, aun en sus últimos tiempos, era puramente kabalística (8). Nebo es la Deidad del planeta Mercurio, y Mercurio es el Dios de la Sabiduría, o Hermes, o Budha, que los judíos llaman Kokab “el Señor de lo alto, el que aspira”, y los griegos Nabo, y de aquí los Nabateos. A pesar de que Maimónides llama a sus doctrinas “necedades paganas” y su literatura arcaica “Sabeorum foetum”, coloca él a su “agricultura” la Biblia de Qû-tâmy, en primera línea de la literatura arcaica; y Abarbanel la alaba en términos desmesurados. Spencer (9), citando a este último, la menciona como “la obra oriental más excelente”, y añade que por nabateos debe entenderse los sabeos, caldeos y egipcios; en una palabra, todas las naciones contra las cuales fueron más severamente establecidas las leyes de Moisés. Nebo, el Dios de la Sabiduría más antiguo de Babilonia y de Mesopotamia, era idéntico al Budha indo y al Hermes-Mercurio de los griegos, siendo la única alteración una ligera variante en los sexos de los padres.

Así como Budha era el Hijo de Soma (la Luna) en la India, y de la esposa de Brihaspati (Júpiter), así también Nebo era el hijo de Zarpanitu (la Luna) y de Merodach, que se convirtió en Júpiter después de haber sido un Dios sol. Lo mismo que el Planeta Mercurio, Nebo era el “inspector” entre los siete Dioses de los Planetas; y como personificación de la Sabiduría Secreta era Nabin, un vidente y un profeta. A Moisés se le hace morir y desaparecer en el monte consagrado a Nebo. Esto muestra que era un Iniciado y sacerdote de ese Dios bajo otro nombre; pues este Dios de la Sabiduría era la gran Deidad Creadora, y como tal era adorada.


Y esto no sucedía sólo en Borsippa en su vistoso Templo, o Torre planetaria, sino que era también adorado por los moabitas, los cananitas, los asirios y en toda la Palestina. Y en este caso, ¿por qué no por los israelitas? “El templo planetario de Babilonia” tenía su Sanctasantórum en el santuario de Nebo, el Dios-Profetaa de la Sabiduría. En las Conferencias de Hibbert se nos dice que: Los antiguos babilonios tenían un intercesor entre los hombres y los dioses... y Nebo era el “proclamador” o “profeta”, pues daba a conocer el deseo de su padre Merodach (10). Nebo es, como Budha, un Creador de la Cuarta Raza, así como también de la Quinta. Pues el primero da lugar a una nueva raza de Adeptos, y el segundo a la Dinastía Solar-Lunar, o los hombres de estas Razas y Ronda.

Ambos son los Adanes de sus respectivas criaturas. Adam-Adami es una personificación del Adán dual; del Adam-Kadmon paradigmático, el Creador, y del Adán inferior, el terrestre, el cual, según lo expresan los kabalistas sirios, sólo tenía Nephesh, el “aliento de vida”, pero sin ninguna Alma-Viviente, hasta después de su Caída. Por tanto, el que Renán persista en considerar las Escrituras caldeas, o lo que de ellas queda como apócrifas, nada influye en la verdad ni en los hechos. Otros orientalistas hay que pueden opinar de distinto modo; y, aun cuando así no fuese, sin embargo, realmente importaría poco. Estas doctrinas contienen las enseñanzas de la Filosofía Esotérica, y esto debe bastar. Para los que no entienden nada de simbología puede parecer astrología, pura y simple, y para el que quisiera ocultar la Verdad Esotérica, hasta “necedades paganas”. Maimónides, sin embargo, al paso que manifestaba desdén por el esoterismo de la religión de otras naciones, confesaba la existencia del esoterismo y de la simbología en la suya propia; predicaba el silencio y el secreto sobre el verdadero significado de los dichos de Moisés, y de ahí el error.

Las doctrinas de Qû-tâmy el caldeo son, en una palabra, la interpretación alegórica de la religión de las primeras naciones de la Quinta Raza. ¿Por qué, pues, ha de tratar M. Renán el nombre “Adam-Adami” con tal desdén académico? El autor de los Orígenes del Cristianismo no sabe evidentemente nada de los orígenes del simbolismo pagano ni tampoco del esoterismo; pues de otra manera sabría que el nombre Adam-Adami era una forma de un símbolo universal que se refiere, hasta entre los judíos, no a un solo hombre, sino a cuatro distintas humanidades de la especie humana. Esto se prueba fácilmente.

 Los Kabalistas enseñan la existencia de cuatro Adanes diferentes, o la transformación de cuatro Adanes consecutivos, emanaciones del Dyooknah (fantasma divino), del Hombre Celeste, una combinación etérea de Neshamah, el Alma más elevada o Espíritu; no teniendo, por supuesto, este Adán ni cuerpo grosero humano, ni cuerpo de deseos. Este Adán es el Prototipo (Tzure) del segundo Adán. Que representan ellos a nuestras Cinco Razas, es seguro, pues esto pueden verlo todos en su descripción en la Kabalah. El primero es el Santo Adán Perfecto, “una sombra que desapareció” (los Reyes de Edom), producido de la divina Tzelem (Imagen); el segundo es llamado el Adán Andrógino Protoplásmico del Adán terrestre futuro y separado; el tercer Adán es el hombre hecho de “polvo” (el primer Adán Inocente); y el cuarto es el supuesto antepasado de nuestra raza, el Adán Caído. Véase en todo caso la descripción admirablemente clara que de ellos hace Isaac Myer en su Qabbalah. Sólo presenta él cuatro Adanes, a causa, sin duda, de los Reyes de Edom, y añade: El cuarto Adán... estaba revestido de piel, carne, nervios, etcétera. Éste corresponde a la vez con el Nephesh Inferior y con el Guff, o sea el cuerpo unidos. Posee el poder animal de la reproducción y continuación de las especies (11).

 Ésta es la Raza-Raíz humana. Precisamente en este punto es donde los kabalistas modernos, inducidos al error por largas generaciones de místicos cristianos que han desnaturalizado los anales cabalísticos siempre que han podido, difieren de los Ocultistas en sus interpretaciones, y toman el pensamiento posterior por la idea primitiva. La Kabalah original era completamente metafísica, y no se refería para nada a los sexos animales o terrestres; la Kabalah posterior ha ahogado el divino ideal bajo el pesado elemento fálico. Los kabalistas dicen: “Dios hizo al hombre macho y hembra”. El autor de la Qabbalah dice: Entre los kabalistas, la necesidad de la creación y existencia continuadas se llama la Balanza (12).

 Y no teniendo esta “Balanza”, relacionada con Maqom (el “Lugar” misterioso) (13), ni aun la Primera Raza es, como hemos visto, reconocida por los Hijos del Quinto Adán. Desde el Hombre Celeste más elevado, el Adán Superior que es “macho-hembra” o andrógino, hasta el Adán de barro, estos símbolos personificados están todos en relación con el sexo y la procreación. Para los Ocultistas orientales es completamente lo contrario. La relación sexual la consideran como un “Karma” que pertenece sólo a las relaciones mundanas del hombre, que está dominado por la Ilusión, como una cosa que se tiene que desechar, así que la persona llegue a ser “sabia”.

Consideraban una circunstancia de las más afortunadas si el Gurú (maestro) encontraba en su discìpulo aptitud para la vida pura de Brahmâchârya. Los símbolos duales eran para ellos la imagen poética de la sublime correlación de las fuerzas cósmicas creadoras. Y este concepto ideal se ve brillando como un rayo dorado sobre cada ídolo, por más grosero y grotesco que sea, en las atestadas galerías de los sombríos templos de la India y otras tierras-madres de los cultos. Esto lo demostraremos en la Sección próxima. Mientras tanto, podemos añadir que para los Gnósticos, el segundo Adán emana también del Hombre Primordial, el Adamas Ofita, “a imagen del cual es hecho”; el tercero de este segundo, un Andrógino. Este último está simbolizado en los pares sexo y séptimo de los Eons macho-hembras, Amphain-Essumem, y Venanin-Lamertade -Padre y Madre (14), mientras que el cuarto Adam, o Raza, se representa por un monstruo priápeo. El último, que es una fantasía postcristiana, es la copia degradada del símbolo gnóstico ante-cristiano de “El Bueno”, o “El que creó antes que nada existiese”, el Priapo Celeste - nacido verdaderamente de Venus y Baco, cuando este Dios volvió de su expedición a la India; pues Venus y Baco son los post-tipos de Aditi y del Espíritu. El último Priapo que, sin embargo, es uno con Agathodaemon, el Salvador Gnóstico y hasta con Abraxas, ya no es un símbolo del Poder creador abstracto , sino que simboliza a los cuatro Adanes o Razas, estando la quinta representada por las cinco ramas cortadas del Árbol de la Vida sobre el que se halla el anciano en las joyas gnósticas.

El número de Razas Raíces se hallaba registrado en los antiguos templos griegos por las siete vocales, de las cuales cinco estaban representadas en un entrepaño en las Cámaras de Iniciación del Adyta. El signo egipcio de ellos era una mano con los cinco dedos extendidos, pero con el dedo meñique a la mitad de su desarrollo, y también cinco jeroglíficos de la “N”, representando a esta letra. Los romanos usaban las cinco vocales A E I O U en sus templos; y este símbolo arcaico fue adoptado durante las edades medievales como divisa de la Casa de los Hapsburgos (15). Sic transit gloria!

H.P. Blavatsky - D.S T IV

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