El Sanctasantórum de
los antiguos, llamado también el Adytum -el recinto en el extremo occidental
del Templo, cerrado por tres lados por paredes en blanco, y cuya única abertura
o puerta estaba cubierta con una cortina-, era común a todas las naciones
antiguas. Se ve ahora una gran
diferencia entre el significado secreto de este lugar simbólico según lo
presenta el esoterismo pagano, y el de los judíos de tiempos posteriores, aun
cuando su simbología fue originariamente idéntica en las naciones y razas
antiguas. Los gentiles colocaban en
el Adytum un sarcófago, o una tumba (taphos), en la cual estaba el Dios
Solar, a quien el templo estaba consagrado, y que conservaban, como panteístas,
con la mayor veneración. Lo consideraban, en su sentido esotérico, como el
símbolo de la resurrección, cósmica,
solar o diurna, y humana. Abarcaba la vasta extensión de los Manvántaras
periódicos, puntuales en el tiempo, o el despertar de nuevo del Kosmos, de la
Tierra y del Hombre, a nuevas existencias; puesto que el Sol es el símbolo más
poético, así como el más grandioso de tales Ciclos en el Cielo, y en el Hombre
(en sus reencarnaciones), sobre la Tierra. Los Judíos (cuyo realismo, a juzgar por la letra muerta, era tan
práctico y grosero en los días de Moisés
como lo es ahora) (1), en el curso de su apartamiento de los dioses de sus
vecinos paganos, consumaron una política nacional y levítica, con el intento de
presentar a su Sagrario de los Sagrarios como el signo más solemne de su
Monoteísmo -exotéricamente, mientras que esotéricamente veían en él un símbolo
fálico universal. Al paso que los kabalistas sólo conocían a Ain Soph y a los
“Dioses” de los Misterios, los Levitas no tenían tumba ni Dios alguno en su
Adytum, sino el Arca “Sagrada” de la Alianza, su “Santo de los Santos”.
Sin embargo, cuando se
ponga en claro el significado esotérico de este recinto, el profano podrá
comprender mejor por qué David bailó “desnudo” ante el Arca de la Alianza, y estaba tan ansioso de aparecer vil
por la causa de su “Señor”, y abyecto
ante sus propios ojos (2).
El Arca es el Argha de
los Misterios en forma de nave. Parkhurst, que hace una larga disertación sobre
ella en su diccionario griego, y que no dice una palabra de esto en su
diccionario hebreo, lo explica de este modo:
Archè en este sentido
corresponde al Rasit hebreo o la sabiduría... una palabra que significaba el
emblema del poder generativo femenino, el Arg o Arca, en la cual se suponía que
el germen de toda naturaleza flotaba o se cernía sobre el gran abismo durante
el intervalo que tenía lugar después de cada ciclo del mundo.
Así es, en efecto; y el
Arca de la Alianza judía tenía precisamente
el mismo significado, con la adición suplementaria de que, en lugar de un
sarcófago casto y bello (símbolo de la matriz de la Naturaleza y de la
Resurrección), como en el Sanctasanctórum de los paganos, habían hecho el Arca
aún más realista en su construcción
por los dos Querubines colocados, frente a frente, sobre el cofre o Arca de la
Alianza, con las alas abiertas de tal manera, que formaban un Yoni perfecto
(como se ve ahora en la India). Además de esto, este símbolo generador tenía su
significado reforzado por las cuatro letras místicas del nombre de Jehovah, a
saber I H V H; Jod, significando el membrum
virile; Hé, la matriz ; Vau un garfio
o gancho, un clavo, y Hé de nuevo
significando también “una abertura”. El total formaba el emblema o símbolo
perfecto bisexual o I
(e) H (o) V (a) H, el símbolo macho y hembra.
Quizás también, cuando
la gente comprenda el significado verdadero del cargo y título de las Kadesh
Kadeshim, “las santas” o “las consagradas al Templo del Señor”, el “Santo de los Santos” de estas “santas”, se
les presente bajo un aspecto muy poco edificante.
Iacchus es también Iao o Jehovah; y
Baal o Adon, lo mismo que Baco, era un Dios fálico.
“¿Quién ascenderá al
monte (el lugar elevado) del Señor?”, pregunta el santo rey David, “¿Quién
ocupará su lugar sagrado (el sitio de su Kadushu?” (3). Kadesh puede significar
en un sentido “dedicar”, “consagrar”, “santificar” y hasta “iniciar” o “poner
aparte”; pero también significa el ministerio de los ritos lascivos -el culto
de Venus- y la verdadera interpretación de la palabra Kadesh se encuentra
claramente expresada (como meretriz) en el Deuteronomio,
XXIII, 17; Oseas, IV 14; y Génesis, XXXVIII, 15-22. Las “santas” Kadeshim de la Biblia eran
idénticas, en lo que se refiere a los
deberes de su cargo a las Nautch-girls de las últimas pagodas indas. Las
Kadeshim hebreas, o Galli, vivían “en la casa del Señor, en donde las mujeres
tejían colgaduras para el boscaje” o el busto de Venus-Astarté (4).
El baile que ejecutó
David alrededor del Arca era la “danza del círculo”, que se dice fue prescrita
por las Amazonas para los Misterios. Tal era la danza de las hijas de Silo (5),
y el brincar de los profetas de Baal (6). Era sencillamente una característica
del culto Sabeo, pues representaba el movimiento de los Planetas alrededor del
Sol. Esta danza parecía un frenesí báquico; usábanse Sistros en tales
ocasiones, y el reproche de Michal y la respuesta del Rey son muy expresivos
(7).
El Arca, en la cual se
conservan los gérmenes de todas las cosas vivas necesarias para volver a poblar
la Tierra, representa la supervivencia de la vida, y la supremacía del espíritu
sobre la materia, en el conflicto de los poderes opuestos de la naturaleza. En
el mapa astroteosófico del Rito Occidental, el Arca corresponde con el ombligo,
y está colocada al lado izaquierdo, el lado de la mujer (la Luna), uno de cuyos
símbolos es la columna de la izquierda del templo de Salomón, Boaz. El ombligo
está relacionado (por medio de la placenta) con el receptáculo en donde se
fructifican los embriones de la raza. El Arca es el Argha sagrada de los indos,
y así no es difícil inferir su relación con el Arca de Noé, teniendo en cuenta
que el Argha era un vaso oblongo, usado por los sumos sacerdotes como cáliz
sacrificador en el culto de Isis, Astarté y Venus-Afrodita, todas las cuales
eran Diosas de los poderes generadores de la naturaleza, o de la materia; y por
tanto, representaban simbólicamente al Arca que contenía los gérmenes de todas
las cosas vivas (8).
¡Cuán equivocado está
el que toma las obras kabalísticas de hoy, y las interpretaciones del Zohar por los Rabinos, como sabiduría
kabalística genuina de la antigüedad! (9). Pues lo mismo hoy que en los días de
Federico von Schelling, la Kabalah
accesible para Europa y América, no contiene mucho más que
Ruinas y fragmentos,
muchos restos desfigurados de aquel sistema
primitivo, clave de todos los sistemas religiosos (10).
El sistema más antiguo
y la Kabalah caldea eran idénticos.
Las últimas interpretaciones del Zohar
son las de la Sinagoga de los primeros siglos, esto es, el Thorah (o Ley),
dogmático e inflexible.
La “Cámara del Rey” en
la Pirámide de Cheops es, pues, un “Sagrario de Sagrarios” egipcio. En los días
de los Misterios de la Iniciación, el Candidato que representaba el Dios Solar
tenía que descender dentro del Sarcófago, y representar el rayo vivificador
penetrando en la matriz fecunda de la Naturaleza. Al salir de él a la mañana
siguiente, tipificaba la resurrección de la Vida después del cambio llamado
Muerte. En los grandes MISTERIOS, su “muerte” figurada duraba dos días,
levantándose con el Sol a la tercera mañana, después de una última noche de la
más crueles pruebas. Al paso que el Postulante representaba al Sol -el orbe que
todo vivifica, que “resucita” todas las mañanas para comunicar vida a todo- el
Sarcófago era el símbolo del principio femenino. Así era en Egipto; su forma y
figura cambiaba en cada país, pero permaneciendo siempre como un barco, una
“nave” simbólica o un vehículo en forma de bote, y un recipiente, simbólicamente, de los gérmenes o el germen de la vida.
En la India es la Vaca “de oro”, por la cual tiene que pasar el candidato al
brahmanismo si desea ser un brahman y convertirse en un Dvi-ja, “nacido por segunda
vez”. el Argha en forma de media luna de los griegos era el tipo de la Reina
del Cielo, Diana o la Luna. Ella era la Gran Madre de todas las Existencias,
así como el Sol era el Padre. Los judíos, tanto antes como después de su
metamorfosis de Jehovah en un Dios macho,
rendían culto a Astoreth, lo cual hizo decir a Isaías: “Vuestras lunas nuevas
y... fiestas odia mi alma” (11); dicho evidentemente injusto. Astoreth y las
Fiestas de la Luna Nueva (el Argha en creciente), no tenía un significado peor,
como forma de culto público, que el que tenía el sentido oculto de la Luna en
general, el cual, en sentido kabalístico, estaba relacionado directamente con
Jehovah, como es bien sabido; con la sola diferencia, sin embargo, de que uno
era el aspecto femenino y el otro el masculino de la Luna, y de la estrella
Venus.
El sol (el Padre), la
Luna (la Madre), y Mercurio-Thoth (el Hijo) constituyeron la primera trinidad
de los egipcios, quienes la personificaban en Osiris, Isis y Thoth (Hermes). En
el Evangelio gnóstico Pistis Sopha,
los siete Grandes Dioses, divididos en dos Tríadas y el Dios más elevado (el
Sol), son los Poderes (Triples) inferiores, cuyos poderes residen respectivamente
en Marte, Mercurio y Venus; y la Tríada superior, los tres “Dioses Invisibles”
que moran en la Luna, Júpiter y Saturno (12).
Esto no requiere prueba
alguna. Astoreth era, en un sentido, un símbolo impersonal de la Naturaleza, el
Barco de la Vida, que lleva los gérmenes de todo ser a través del Océano
Sideral sin límites. Y cuando Astoreth no era identificada con Venus, como
todas las demás “Reinas de los Cielos”, a quienes se ofrecían tortas y bollos
en sacrificio, se convertía en la reflexión de la “Nuah, la Madre Universal”,
caldea (el Noé femenino, considerado como uno con el Arca), y de la Tríada
femenina, Ana, Belita y Davkina; llamadas, cuando confundidas en una, “Diosa
Soberana, Señora del Abismo Inferior, Madre de los Dioses, Reina de la Tierra y
Reina de la Fecundidad”. Más tarde, Belita o Tamtu (13) (el mar), la Madre de
la Ciudad de Erech (la gran Necrópolis caldea), se convirtió en Eva; y ahora es
la Virgen María de la Iglesia Latina, representada de pie sobre la Luna
Creciente, y, a veces, sobre el Globo, para variar el programa. La Nave, o
forma de barco de la media luna, que encierra en sí todos los símbolos comunes
del Barco de la Vida, tales como el Arca de Noé, el Yoni de los indos y el Arca
de la Alianza, es el símbolo femenino de la “Madre de los Dioses” Universal, y
se encuentra ahora bajo su símbolo cristiano en todas las Iglesias como la nave (de navis) (14). La Nave, el Barco Sideral, es fructificado por el
Espíritu de la Vida, el Dios masculino; o, como lo llama el erudito Kenealy en
su Apocalypse, con mucha propiedad,
el Espíritu Santo. En la simbología religiosa occidental, la media luna era el
aspecto macho, y la Luna llena el aspecto hembra de ese Espíritu Universal. La
palabra mística ALM, que el profeta Mahoma aplicó a muchos capítulos del Korán, alude a ella como el Alm, la Virgen Inmaculada de los Cielos (15). Y de
esta raíz Alm -lo sublime desciende siempre a lo ridículo- es de donde
derivamos la palabra Almeh, las bailarinas egipcias. Estas últimas son
“vírgenes” del mismo tipo que las Nautches en la India y que las Kadeshim
(femeninas), las “santas” de los templos judíos (consagrados a Jehovah, que
representaba ambos sexos), cuyas santas funciones en los templos israelitas eran idénticas a las de las Nautches.
Ahora bien; Eustaquio
declara que IO significa la Luna , en
el dialecto de los argianos; era también uno de los nombres de la Luna en
Egipto. Jablonski dice:
Ioh, Egyptüs Lunam significat neque
habent illi, in communi sermonis usu, aliud nomen quo Lunam designent proeter
IO.
La Columna y el Círculo (IO), que era para Pitágoras el número perfecto
contenido en la Tetraktys (16), se convirtió más tarde en un número eminentemente fálico, principalmente
entre los judíos, para los cuales es el Jehovah macho y hembra.
He aquí cómo lo
explica un erudito:
Veo, en la piedra
Rosetta de Uhlemann, la palabra mooth
(también en Seiffarth), el nombre de la Luna,
usada como un ciclo de tiempo; de aquí el mes lunar del jeroglífico con y
como determinantes, presentados como el IOH copto, o IOH. El hebreo puede usarse también como IOH, pues
la letra vau era usada como o y como u, y como v o w.
Esto era antes de la Masora, cuyo punto (.)
era usado como = o,
= u, y = v o w. Ahora bien; yo
había puesto en claro, buscando entre originales, que la gran función
distintiva del nombre de Dios Jehovah designaba la influencia de la luna como
la causa de la generación, y de su
valor exacto como año lunar en la medida
natural de los días, como veréis perfectamente...
Y aquí se presenta esta misma palabra lingüística de un origen mucho más
antiguo; esto es, el copto, o más bien del antiguo egipcio en tiempo del copto
(17).
Esto es tanto más
notable cuanto que la egiptología lo compara con lo poco que sabe de la Tríada
tebana, compuesta de Ammon, Moth (o Mot) y su hijo Khonsoo. Esta Tríada, cuando
unida, estaba contenida en la Luna como símbolo común; y cuando separada, era
Khonsoo, el Dios Lunus, confundido de este modo con Thoth y Phtah. Su madre
Moot, cuyo nombre, sea dicho de paso, significa “Madre”, y no la Luna, que era
sólo su símbolo, es llamada la “Reina del Cielo”, la “Virgen”, etc., por ser un
aspecto de Isis, Hathor y otras Diosas Madres. Más bien que la esposa era la
madre de Ammon, cuyo título distintivo es el de “esposo de su madre”. En una
pequeña estatua de Boulaq, Cairo, esta Tríada está representada como la momia
de un Dios, teniendo en la mano tres cetros diferentes, y con el disco lunar en
la cabeza, mostrando la característica trenza de pelo el designio de
representarla como la de un Dios niño,
o el “Sol”, en la Tríada. Era el Dios de los Destinos en Tebas, y aparece bajo
dos aspectos: 1º, como Khonsoo, el Dios Lunar y Señor de Tebas, Nofir-hotpoo, “el que está en absoluto
reposo”; y 2º, como “Khonsoo irisokhroo”
o “Khonsoo, que ejcuta el Destino”; el primero preparando los sucesos y
concibiéndolos para aquellos que nacen bajo su influencia generadora, y el
último poniéndolos en acción (18). Bajo las permutaciones teogónicas Ammon se
convierte en Horus, Hor-Ammon; y a Moot (h)-Isis se la ve amamantándole en una
escultura de la época saítica (19). Khonsoo, a su vez, en su Tríada
transformada, se convierte en Thoth-Lunus, “el que opera la salvación”. Su
frente está coronada con la cabeza de un ibis adornada con el disco lunar y la
diadema llamada Io-tef (IO-tef) (20).
Ahora bien; todos estos símbolos se
encuentran, ciertamente, reflejados en el Yave (con el cual algunos los
identifican), o el Jehovah de la Biblia. Esto lo verá claro todo el que lea The Source of Measures, o The Hebrew Egyptian Mystery, y comprenda
sus pruebas claras, matemáticas e innegables de que el fundamento esotérico del sistema usado en la construcción de la
Gran Pirámide, y las medidas arquitectónicas empleadas en el Templo de Salomón
(ya sea éste un mito o una realidad), el Arca de Noé y el Arca de la Aliana,
son lo mismo. Si hay algo en el mundo que pueda dirimir la contienda de si
tanto los judíos antiguos como los modernos postbabilónicos, y especialmente
los primeros, construyeron su Teogonía y Religión sobre el mismo fundamento que
lo hicieron todos los paganos, es la obra en cuestión.
Y ahora puede ser
conveniente recordar al lector lo que dijimos de IAO en Isis sin Velo:
Ninguna deidad presenta
tanta variedad de etimologías como Iaho, ni tampoco hay otro nombre que pueda
pronunciarse de tantos modos diversos. Sólo asociándolo con las puntos
Masoréticos, consiguieron los últimos Rabinos que Jehovah se leyese “Adonai”, o
Señor. Filón de Biblos lo escribe en letras griegas IETQ, IEVO. Theodoret dice
que los samaritanos lo pronunciaban Iabé (Yahva), y los judíos Yaho; lo cual le
haría ser, como hemos indicado, I-Ah-O. Diodoro declara que “entre los judíos
se cuenta que Moisés llamó al Dios IAO”. Bajo la autoridad de la misma Biblia,
sostenemos que Moisés, antes de su iniciación por Jethro, su suegro, nunca
había conocido la palabra Iaho (21).
Lo anterior ha sido
corroborado por una carta privada, de un kabalista muy erudito. En nuestro
primer volumen (22), se declara que exotéricamente Brahma (neutro), que
confunden con tanta ligereza y tan a menudo los orientalistas con Brahmâ (el
masculino), es llamado algunas veces Kâlahamsa, el “Cisne de la Eternidad”; y
el significado Esotérico de Ahamsa, se expone como “Yo (soy) él”, siendo So-ham
igual a Sah “el”, y a Aham “Yo”; un anagrama y permutación místicas. Es también
el Brahmâ de “cuatro caras”, el Chatur-mukham (el Cubo Perfecto) formándose dentro del Círculo Infinito, y del
mismo; y también se explica el uso del 1, 3,
5, y (7 bajo 7) = 14, como la Jerarquía Esotérica de los Dhyân Chochans.
Sobre este punto el corresponsal antes mencionado, comenta del siguiente modo:
Del 1, 3, 5 y doble 7, teniendo por
objeto, y muy especialmente, 13514, que en un círculo pueda leerse como 31415
(o valor ‘pi’), creo que no es posible dudar; y, sobre todo, cuando se
considera con marcas simbólicas sobre Sacr’ (23), “Chakra” o círculo de Vishnu.
Pero permitidme que
lleve vuestra descripción un paso más lejos. Decís: “El Uno procedente del
Huevo, el Seis y el Cinco (24) dan
los números 1065 , valor del Primogénito”. Si es así, entonces en 1065 tenemos
el famoso nombre de Jehovah, el Jve o Jave, o Júpiter; y por cambio del en ,
o h en n , luego o el Jun o
Juno latino, base de enigma chino, clave para medir los números de Sni (Sinaí)
y Jehovah, descendiendo sobre este Monte, cuyos números (1065) son sólo el uso de nuestra razón de 113 :
335; porque 1065 = 355 x 3, que es la circunferencia de un diámetro de 113 x
3 = 339. De modo que el primogénito de
Brahmâ-Prajâpati (o de cualquier Demiurgo) indica el uso de la medición de una
relación circular tomada del Chakra (o Vishnu), y, como se ha dicho antes, la
manifestación Divina toma la forma de la Vida y del Primogénito.
Es una cosa muy
singular: En el pasaje de entrada a la Cámara del Rey, la medida desde la superficie del Gran Escalón (25) y de la Gran Galería
hasta el extremo de ésta, es, según las medidas muy cuidadosas de Piazzi Smyth,
de 339 pulgadas. Tómese a como centro,
y con este radio descríbase un círculo; el diámetro de este círculo será 339 x
2 = 678, y estos números son los de la expresión y el cuervo en las escenas o imágenes de la “paloma y del cuervo”
del Diluvio de Noé (tomándose el radio para mostrar la división en dos partes,
las cuales son 1065 cada una); pues 113
(el hombre) x 6 = 678, y el diámetro
para una circunferencia de 1065 x 2; así que tenemos aquí una indicación del hombre cósmico en este alto grado o
escalón, a la entrada de la Cámara
del Rey (el Santo de los Santos), que es
la matriz. Ahora bien; este pasaje tiene tal altura que para penetrar en él
tiene un hombre que encorvarse. Pero
un hombre derecho es 113, y dividido
o encorvado se convierte en 113 sobre 2 = 56’5,
ó 5,65 x 10, Jehovah. Es decir, que él le personifica (26) entrando en
el Santo de los Santos. pero para el Esoterismo hebreo, la función principal de Jehovah era dar hijos, etc. y esto porque, según los números de su nombre, era
la medida del año lunar, cuyo ciclo
de tiempo -puesto que por medio de su factor 7 (siete) transcurría tan
coordinadamente con los períodos del de la vivificación, viabilidad y
gestación- fue tomado como causante de la
acción generadora, y por tanto, se le adoraba e imploraba.
Este descubrimiento
relaciona aún más a Jehovah con todos los demás Dioses Creadores o Generadores,
Solares y Lunares, y especialmente con el “Rey” Soma, el Deus Lunus indo, la
Luna, a causa de la influencia esotérica atribuida a este astro en Ocultismo.
Hay, sin embargo, otras corroboraciones de eso en la misma tradición hebrea.
Adán es mencionado en el More Nevochim
(o “Guía de los Perplejos” -¡verdaderamente!-) de Maimónides, con dos aspectos:
cual hombre nacido como todos los demás de hombre y mujer, y como el Profeta de la Luna; y la razón de esto
se presenta ahora aparente y tiene que explicarse.
Adán, como supuesto
gran “Progenitor de la Raza Humana”, es hecho, como Adam Kadmon, a imagen de Dios, y por tanto, es una
imagen priápica. Las palabras hebreas Sacr’ y N’cabvah, son, literalmente
traducidas, Lingam (Falo) y Yoni (Cteis), a pesar de su traducción en la Biblia
por “macho y hembra” (27). Según se dice allí, “Dios crea al hombre a su propia imagen, a la imagen
de Dios él le creó; macho y hembra
los creó”: el Adam-Kadmon andrógino. Ahora bien; este nombre kabalístico no es
el de ningún hombre viviente, ni aun el de un Ser humano o divino, sino el de
los dos sexos u órganos de la procreación, llamados en hebreo, con esa usual
sinceridad del lenguaje preeminentemente bíblica, Sacr’ y N’cabvah (28); siendo
estos dos, por tanto, la imagen bajo
la cual el “Señor Dios” se aparecía generalmente a su pueblo escogido. Que esto
es así, está ahora probado de un modo innegable por casi todos los
simbologistas y eruditos hebreos, así como por la Kabalah. Por tanto, Adán es, en un sentido, Jehovah. Esto pone en
claro otra tradición general en Oriente, mencionada en Notes and Observations upon several Passages in Escriture (29), de
Gregorie, y citada por Hargrave Jennings en su Phallicism:
Ese Adán fue ordenado
por Dios que su cadáver permaneciese sobre la tierra hasta que, completado el
tiempo, llegase a ser depositado... en medio
de la tierra, por un sacerdote del Más Alto Dios...
Por este motivo,
Noé oraba diariamente
en el Arca ante el “Cuerpo de Adán -(30).
o ante el Falo en el Arca, o también el Santo de los Santos. El que es
kabalista y está acostumbrado a la permutación incesante de los nombres
bíblicos, una vez interpretados numérica y simbólicamente, comprenderá el
sentido.
Las dos palabras de que
se compone el nombre de Jehovah completan la idea original de macho hembra,
como causa del nacimiento; pues el era
el membrum virile, y Hovah era Eva. Así... el perfecto,
como originador de las medidas, toma también la forma de origen del nacimiento, como hermafrodita; de aquí, el uso fálico de la forma (31).
Además, el mismo autor
demuestra numérica y geométricamente que (a) Arets, “la tierra”; Adán, “el
hombre”, y H-adam-h están estrechamente relacionados, y se hallan personificados en la Biblia bajo una
sola forma, como el Marte egipcio y hebreo, Dios de la Generación (32); y (b)
que Jehovah, o Jah, es Noé, pues Jehovah
es Noé, en hebreo sería , o
literalmente, Pulgada.
Lo anterior
proporciona, pues, una clave de las mencionadas tradiciones. Noé, una
permutación divina, el supuesto Salvador de la humanidad, que lleva en su Arca
o Argha (la Luna), los gérmenes de todas las cosas vivas, rinde culto ante el
“Cuerpo de Adán”, cuyo cuerpo es la imagen del Creador, y un Creador él mismo. De aquí que Adán sea
llamado el “Profeta de la Luna”, el Argha o “Santo de Santos” de Yod. Esto
muestra también el origen de la creencia popular judía de que la cara de Moisés
está en la Luna, esto es, las manchas
de la Luna. Pues Moisés y Jehovah son, kabalísticamente, otras permutaciones,
como se ha indicado. El autor de The
Source of Measures, dice:
Hay un hecho referente a Moisés y a sus
obras demasiado importante para ser omitido. Cuando el Señor le instruye acerca
de su misión, el nombre de poder que asume la Deidad es, Yo soy lo que soy, siendo las palabras hebreas, una lectura diversa de . Ahora bien, Moisés es e igual a
345.
Añádese el valor de la nueva forma del nombre de Jehovah, 21 +
501 + 21 = 543, o leyendo a la
inversa 345; mostrando así que Moisés es una forma de Jehovah en esta
combinación 21 ./. 2 = 10,5 , o invertido 501; de modo que el asher o el lo que en Yo soy lo que soy es simplemente una guía para usar el 21
ó 7 x 3. 501a la 2ª potencia = 251 +, un número de pirámide muy valioso, etc.
(33).
Súmense los números de estas palabras separadas, tendremos:
21 501 21
Esto se relaciona con
el proceso de descenso en el Fuego, sobre el Monte, para hacer al Hombre, etc.,
y se explica que no es sino una contraseña y uso de los números de las montañas; pues
por una lado tenemos 10 + 5 + 6 = 21, en medio de 501 y al otro lado 6 + 5 + 10
= 21 (34).
El “Santo de los
Santos”, tanto kabalístico como rabínico, se ve, pues, que es un símbolo
internacional y de propiedad común. Ninguno de ellos se había originado entre
los hebreos; pero debido al manejo demasiado realista de los levistas medio
iniciados, el símbolo había adquirido entre ellos un significado que no tiene
ningún otro pueblo hasta hoy, y que originalmente nunca le fue atribuido por el
verdadero kabalista. El Lingam y Yoni de la generalidad de los indos modernos,
no es, por supuesto, como tal, mejor que el “Santo de los Santos” rabínico,
pero tampoco es peor; lo cual es un
punto ganado a los traductores cristianos de las filosofías religiosas
asiáticas. Pues, en tales mitos religiosos, en el simbolismo oculto de una
creencia y filosofía, el espíritu de
las doctrinas propuestas debe decidir de su valor relativo. Y nadie dirá que,
examinada en cualquier sentido, esta llamada “Sabiduría”, aplicada solamente a
los usos y a beneficio de una pequeña nación, haya desarrollado jamás en ella
algo que se asemeje a una ética nacional. Los Profetas están ahí para enseñar
el camino de la vida al pueblo elegido pero “de dura cerviz”, antes, en tiempo
de Moisés, y después de él. Que en un tiempo poseyeron la Sabiduría de la
Religión y el uso de su lenguaje y símbolos universales está probado, por
existir el mismo esoterismo hasta hoy en la India, respecto del “Santo de los
Santos”. Éste, como ya se ha dicho, era y es aún el paso por la Vaca “de Oro”
en la misma posición encorvada que requería la Galería de la Pirámide, y que
identificaba al hombre con Jehovah en el esoterismo hebreo.
Toda la diferencia
radica en el espíritu de la interpretación. Para los indos, lo mismo que para
los egipcios antiguos, este espíritu era y es completamente metafísico y
psicológico; para los hebreos era realista
y fisiológico. Señalaba la primera separación sexual de la raza humana -Eva
dando a luz a Caín-Jehovah, como se muestra en The Source of Measures; la consumación de la unión y concepción
fisiológica terrestre- como en la alegoría de Caín derramando la sangre de
Abel, siendo Habel el principio
femenino; y el parto, proceso que se ha dicho principió en la Tercera Raza, o
con el Tercer hijo de Adán, Seth, con
cuyo Hijo Henoch, los hombres principiaron a llamarse Jehovah o Jah-hovah, el
Jod masculino y Havah o Eva, a saber, seres machos y hembras (35). De modo que
la diferencia está en el sentimiento religioso y ético, pero los dos símbolos
son idénticos. No hay duda que para el iniciado completo Judean Tanaim, el
sentido interno del simbolismo era tan santo en su abstracción como para los
antiguos Dvijas arios. El culto del “Dios en el Arca” data solamente de David;
durante un millar de años, Israel no conoció ningún Jehovah fálico. Y ahora la
antigua Kabalah editada y vuelta a
editar, se halla plagada de él.
Entre los antiguos
arios, el significado oculto era grandioso, sublime y poético, por mucho que la
apariencia externa de su símbolo pueda militar ahora contra esta
pretensión. La ceremonia de pasar por el Santo de los Santos -simbolizado ahora
por la Vaca, pero en el principio por el templo Hiranyagarbha, el Huevo
Radiante, en sí mismo símbolo de la Naturaleza Abstracta Universal- significaba
la concepción y nacimiento espiritual, o más bien el renacimiento del individuo y su regeneración; el hombre encorvado a la entrada del Sanctasanctórum,
pronto a pasar por la Matriz de la Madre Naturaleza, o la criatura física
pronta para volver a convertirse en el Ser Espiritual original, el HOMBRE pre-natal. Entre los semitas, este
hombre encorvado significaba la caída del Espíritu en la Materia,
y de esta caída y degradación hacían
apoteosis, con el resultado de arrastrar a la Deidad al nivel del hombre. Para
los arios, el símbolo representaba el divorcio del Espíritu de la Materia, la
vuelta a la Fuente primordial y la
sumersión en ella; para el semita, el connubio del Hombre Espiritual con la
Naturaleza Femenina Material, lo fisiológico sobreponiéndose a lo psicológico y
puramente inmaterial. Los puntos de vista arios sobre el simbolismo eran los de
todo el mundo pagano; las interpretaciones semíticas emanaban, y eran
eminentemente propias de una tribu pequeña, marcando así sus rasgos nacionales
y los defectos idiosincrásicos que caracterizan a muchos judíos hasta hoy día;
realismo grosero, egoísmo y sensualidad. Habían hecho un trato, por medio de su
padre Jacob, con la deidad de su tribu, exaltada por sí sobre todas las demás,
y el pacto de que su “semilla será
como el polvo de la tierra”; y esta deidad no podía tener en lo sucesivo una
imagen mejor que la del símbolo de la generación, y como representación un número
y números.
Carlyle tiene frases
sabias para ambas naciones. Para los indo-arios -el pueblo más metafísico y
espiritual de la tierra- la religión ha sido siempre, según sus palabras:
Una perdurable
estrella-guía que brilla tanto más luminosa en el cielo cuanto más oscura es la
noche que aquí en la tierra les rodea.
La religión del indo le
aparta de esta tierra; por tanto, aun hoy, el símbolo de la vaca es uno de los
más grandiosos y filosóficos entre todos los demás en un sentido interno. Para
los “Amos” y “Señores” de las potencias europeas, los israelitas, ciertas
palabras de Carlyle se aplican aún más admirablemente; para ellos
La religión es un
sentimiento prudencial fundado en el mero cálculo.
y así ha sido desde su principio. Habiéndose cargado con ella, las
naciones cristianas se ven obligadas a defenderla y a poetizarla a expensas de todas las demás religiones.
Pero no sucedía lo
mismo con las naciones antiguas. Para ellas el pasaje de entrada y el sarcófago
en la Cámara del Rey significaban regeneración, no generación. Era el símbolo
más solemne un Santuario de Santuarios
, verdaderamente, en donde se formaban Hierofantes Inmortales e “Hijos de
Dios”, nunca hombres mortales e hijos de la lujuria y de la carne, como sucede
ahora en el sentido oculto del kabalista semita. La razón de la diferencia en
los puntos de vista de las dos razas, se explica fácilmente. El indo-ario
pertenece a las razas más antiguas existentes ahora en la Tierra; el hebreo
semita, a las últimas. El primero tiene casi un millón de años de antigüedad;
el segundo pertenece a una pequeña subraza de unos 8.000 años no más de edad
(36).
Pero el culto fálico se
ha desarrollado solamente con la pérdida gradual de las claves de los
significados íntimos de los símbolos religiosos; y hubo un día en que los
israelitas tuvieron creencias tan puras como la de los arios. Ahora el
judaísmo, basado sólo en el culto
fálico, se ha convertido en una de las últimas creencias del Asia, y
teológicamente en una religión de odio y malicia hacia todos y todo fuera de
ella. Filón - el judío muestra lo que era la fe genuina hebrea. Las Escrituras
Sagradas -dice- prescriben lo que debemos hacer, ordenándonos odiar a los paganos, sus leyes e instituciones.
Cierto: odiaban, en efecto, públicamente, el culto de Baal o Baco, pero dejaban
que sus peores rasgos se siguiesen en secreto. Entre los judíos talmúdicos era
donde se profanaban más los grandes símbolos de la naturaleza. Entre ellos,
como se ha demostrado ahora con el descubrimiento de la clave para la
comprensión exacta de la Biblia, se profanaba la Geometría, la quinta
Ciencia Divina - “quinta” en la serie de las Siete Claves para el
Lenguaje y Simbología Esotéricos universales- aplicándola a ocultar los
misterios sexuales más terrestres y groseros, que degradaban tanto a la Deidad
como a la religión.
Se nos dice que sucede
precisamente lo mismo con nuestro Brahmâ-Prajâpati, con Osiris y todos los
demás Dioses Creadores. Así es,
cuando se juzga a sus ritos exotérica y externamente; pero lo contrario ocurre
cuando su significado interno es develado, como vemos. El Lingam hindú es
idéntico a la “Columna” de Jacob; es innegable. Pero la diferencia, como se ha
dicho, parece consistir en el hecho de que el significado esotérico del Lingam
era verdaderamente demasiado sagrado y metafísico para poderse revelar al
profano y al vulgo; de aquí que su apariencia superficial se dejase a las
especulaciones de la muchedumbre. Los hierofantes arios y brahmanes, en su
orulloso exclusivismo y en la satisfacción de su conocimiento, no se hubieran
tomado el trabajo de ocultar su desnudez primitiva bajo fábulas ingeniosas; mientras
que los Rabinos, habiendo interpretado el símbolo con arreglo a sus propias
tendencias, tuvieron que velar su crudo significado; y esto sirvió para un
doble propósito: el de guardar el secreto para sí mismo, y el exaltarles en su
supuesto monoteísmo sobre los paganos que su ley les ordenaba odiar (37),
mandamiento aceptado ahora gustosamente también por los cristianos, a pesar del
otro mandamiento posterior: “Amaos los unos a los otros”. Tanto la India como
el Egipto tenían y tienen sus lotos sagrados, símbolos del mismo “Santo de los
Santos” -el loto, al crecer en el agua, siendo un símbolo doble femenino-, el portador de su propia semilla y raíz de
todo. Virâj y Horus son ambos símbolos masculinos, emanando de la Nauralezaa
Andrógina (uno de Brahmâ y de su doble femenino Vâch, el otro de Osiris e
Isis), nunca del Dios Uno infinito. En el sistema judeo-cristiano es diferente.
Mientras al loto, conteniendo a Brahmâ, el Universo, se le presenta saliendo
del ombligo de Vishnu, Punto Central de las Aguas del Espacio Infinito, y al
paso que Horus surge del loto del Nilo Celestial -todas estas ideas panteístas
abstractas son empequeñecidas y terrestremente concretadas en la Biblia. Casi
se siente uno inclinado a decir que en lo esotérico
son los judíos más groseros y aun más
antropomórficos que en sus interpretaciones exotéricas. Tómese como ejemplo el mismo símbolo, aun en su
aplicación cristiana: las azucenas en
la mano del Arcángel Gabriel (38). En el Hinduismo, el “Santo de los Santos” es
una abstracción universal, cuyos dramatis
persanae son el Espíritu Infinito y la Naturaleza; en el Judaísmo Cristiano
es un Dios personal, exterior a esta Naturaleza, y la matriz
humana -Eva, Sarah, etcétera-; de aquí un Dios fálico antropomórfico, y su
imagen: el hombre
De modo que se sostiene
que, respecto al contenido de la Biblia, hay que admitir una de estas dos
hipótesis. O bien detrás del Jehovah sustituto simbólico estaba la Deidad
Desconocida e Incognoscible, el Ain Seph kabalístico, o los judíos no han sido
desde un principio más que adoradores del Lingam de la letra muerta (39) de la
India de hoy. Nosotros decimos lo primero; y por tanto, el culto secreto o
esotérico de los judíos era el mismo Panteísmo que se reprocha hoy a los
filósofos vedantinos; Jehovah era un sustituto para los objetos de la fe nacional exotérica,
y no tenía importancia ni realidad a los ojos de los sacerdotes y filósofos
eruditos, los saduceos, la más refinada e instruida de todas las sectas
israelitas, que se presentan como una prueba viviente de ello, al rechazar
desdeñosamente toda creencia, excepto la Ley. Pues ¿cómo podían los que
inventaron el esquema estupendo que ahora conocemos por la Biblia, ni sus
sucesores, los cuales sabían, lo mismo que lo saben todos los kabalistas, que
fue totalmente inventada para que sirviese como “velo” popular; cómo podían
ellos, preguntamos, sentir reverencia alguna por semejante símbolo fálico y por
un número, como se muestra de modo
innegable, que es Jehovah, en las obras kabalísticas? ¿Qué filósofo digno de
tal nombre y que supiese el sentido secreto
verdadero de su “Pilar de Jacob”, de sus Bethels, de su Falo ungido
de aceite, y de su “Serpiente de Bronce”, podría rendir culto a semejante
símbolo grosero, y oficiar bajo el mismo, viendo en él su “Alianza”, el Señor
mismo? Que el lector se dirija al Gemara
Sanhedrim, y que juzgue. Según han mostrado diversos escritores, y según
Hargrave Jennings declara brutalmente en su Phallicism:
Sabemos por los anales
judíos que el Arca contenía una tabla de piedra; y siendo así, puede
demostrarse que esta piedra era fálica, y sin embargo, idéntica al sagrado
nombre de Jehovah o Yehovah, el cual, escrito en hebreo sin puntuar, con cuatro
letras, es J-E-V-E- o J-H-V-H ( siendo la H meramente una letra aspirada y lo
mismo que E. Este proceso nos deja las dos letras I y V (o en otra de sus
formas U); luego, si colocamos la I en la U tenemos el “Santo de los Santos”;
tenemos también el Linga y Yoni y Argha de los indos, el Iswara (Íshvara) o
“Señor supremo”; y aquí está todo el secreto de su significación mística y de
arco celestial, confirmada por sí sola, al ser idéntico al Linyoni (?) del Arca
de la Alianza (40).
Los judíos bíblicos de
hoy no datan de Moisés sino de David, aun admitiendo la identidad de los
documentos antiguos y genuinos con los posteriores mosaicos reformados. Antes
de aquel tiempo, su nacionalidad se pierde en
las nieblas de la oscuridad prehistórica, cuyo velo levantamos ahora,
tanto como nos lo permite es espacio. Los críticos menos severos sólo pueden
referir el Antiguo Testamento a los
días de la cautividad de Babilonia, como siendo aproximadamente las opiniones
corrientes en los tiempos de Moisés. Hasta cristianos y adoradores de Jehovah,
tan fanáticos como el Rev. Mr. Horne, tienen que admitir los numerosos cambios
y alteraciones hechos por los últimos compiladores del “Libro de Dios” desde
que fue encontrado por Hilkiah (41),
y dado que
El Pentateuco salió de
los documentos más antiguos o primitivos, por medio de uno suplementario.
Los textos Elohíticos
se volvieron a escribir 500 años después de la fecha de Moisés, y los
Jehovíticos 800, con arreglo a la autoridad de la misma cronología bíblica. Por
esto se sostiene que la deidad, representada como el órgano de la generación en
su forma de columna, y como símbolo del
órgano de doble sexo en el valor numérico de las letras de su nombre -el Yod, o
“falo” y Hé, la “abertura” o la “matriz” según la autoridad kabalística-, es de
una fecha muy posterior a la de los símbolos de Elohim, y ha sido tomada de los
ritos exotéricos paganos; y he aquí que Jehovah
esté al nivel de los Lingam y Yoni que pueden verse a los lados de los caminos
de la India.
Así como el IAO de los
Misterios era distinto de Jehovah, el Iao y Abraxas posterior, o Abrasax, de
algunas sectas gnósticas, era idéntico al Dios de los hebreos, el cual era lo
mismo que el Horus egipcio. Esto está probado de modo innegable, tanto por
joyas “paganas” como por las gnósticas “cristianas”. En la colección de Matter
de tales joyas hay un “Horus”
Sentado en el loto,
inscrito (abrasax Iao) - nombre exactamente paralelo al tan frecuente (Eis Zeus
Sarapi) de las joyas paganas contemporáneas, y por tanto, que sólo puede
traducirse por “Abraxas es el Jehovah Uno” (42).
Pero ¿quién era Abraxas? Según
indica el mismo autor:
El valor numérico o kabalístico del
nombre de Abraxas se refiere directamente al título persa del dios “Mithras”,
Regente del año, adorado desde los tiempos más primitivos bajo el apelativo de
Iao (43).
Así, pues, era el Sol
bajo un aspecto, y la Luna o el Genio Lunar en otro, esa Deidad Generadora a
quien los gnósticos saludaban como “Tú que presides sobre los Misterios del
Padre y del Hijo, que brillas durante la noche, teniendo el segundo rango, el primer Señor de la
Muerte.”
Sólo en su capacidad de
Genio de la Luna -en la antigua cosmogonía, supuesta madre de nuestra Tierra-
es como Jehovah ha podido ser considerado como Creador de nuestro Globo y
de su
Cielo, esto es, el Firmamento.
El conocimiento de todo
esto, sin embargo, no significará prueba alguna para la generalidad de los
fanáticos. Los misioneros continuarán con sus violentísimos ataques contra las
religiones de la India, y los cristianos seguirán leyendo con la misma sonrisa
ignara de satisfacción la siguiente injusta y absurda frase de Coleridge:
Es muy digno de notar
que los escritos inspirados recibidos por los cristianos se distinguen de todos
los demás libros que pretenden la
inspiración, de las Escrituras de los brahmanes, y hasta del Korán, en su
acentuaada y frecuente recomendación de
la verdad (!!).
H.P. Blavatsky- D.S T IV
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