Helena P. Blavatsky
Publicado en “Lucifer” de enero 1889
Incluye artículo “Una observación
sobre la memoria”
Digitalizado por Biblioteca Upasika
ACERCA
DE LA CONSTITUCIÓN DEL HOMBRE INTERNO Y SU DIVISIÓN
M. Es
cierto que es muy difícil y usted agrega: "desconcertante",
comprender correctamente y distinguir entre los varios aspectos que nosotros
llamamos los "principios" del verdadero Ego. Especialmente cuando
existe una diferencia significativa en la enumeración de estos principios por
parte de las distintas escuelas orientales, aunque en esencia, la enseñanza de
cada una de ella radica en el mismo substrato.
X.
¿Se está refiriendo a los vedantinos? Creo que ellos dividen nuestros siete
"principios" en cinco.
M.
Así es. Sin embargo, aunque no pretenda discutir el punto con un vedantino
erudito, mi opinión personal es que tienen una razón obvia para adherirse a su
enumeración. Según ellos, el Hombre es sólo ese agregado espiritual compuesto
por varios aspectos mentales, mientras el cuerpo físico es simplemente algo
insignificante, una simple ilusión. Sin embargo, el Vedanta no es la única
filosofía que se atiene a este cálculo. Lao- Tze, en su
"Tao-te-King", menciona sólo cinco principios, ya que él,
análogamente a los vedantinos, omite dos principios: el espíritu (Atma) y el
cuerpo físico, definiéndolo un "cadáver." En el caso de la escuela
Taraka Raja Yoga, ésta reconoce sólo tres "principios", pero, en
realidad, el total es seis; ya que Sthulopadhi o cuerpo físico en jagrata o
estado de vigilia consciente; Sukshmopadhi, el mismo cuerpo en svapna o el
estado de sueño y Karanopadhi o "cuerpo causal", lo que pasa de una encarnación
a otra, son todos duales en sus aspectos. Si a estos seis se le agrega Atma, el
principio impersonal divino o el elemento inmortal en el Hombre, indisoluble
del Espíritu Universal, tendremos nuevamente los mismos siete, como en la
división esotérica. (Véase "La Doctrina Secreta" para una explicación
clara).
X. Se
parece mucho a la división de los cristianos místicos: cuerpo, alma y espíritu.
M. Es
la misma. Podríamos fácilmente considerar el cuerpo como el vehículo del
"Doble vital"; el doble vital, el vehículo de la Vida o Prana; y
Kamarupa o alma (animal), el vehículo de la mente superior e inferior,
coronando, al final, estos seis
principios
con el espíritu inmortal uno. En Ocultismo, todo cambio calificativo en el
estado de nuestra conciencia otorga al ser humano un nuevo aspecto que, si
prevalece y se integra al EGO viviente y activo, debe recibir (y en realidad
recibe) un nombre particular, para distinguir el ser en ese estado peculiar,
del ser que es cuando entra en otro estado.
X.
Esta es la parte que es tan difícil comprender.
M. En
realidad, me parece muy simple, una vez entendida la idea principal según la
cual el ser humano actúa en este plano de conciencia o en otro, en perfecta
armonía con su condición mental y espiritual. Tal es el materialismo de la
edad, en cuanto, mientras más explicamos, menos personas parecen poder
comprender lo que decimos. Si usted prefiere, divida el ser terrenal, llamado
hombre, en tres aspectos principales, pero, a
menos
que lo convierta en un animal, esto es todo lo que se puede hacer. Consideremos
su cuerpo objetivo; el principio del sentimiento que es un poco más elevado que
el elemento instintivo en el animal o el alma vital elemental y su alma
racional o "espíritu", la cual lo coloca inconmensurablemente más
allá del animal, haciéndolo superior a éste. Ahora bien, ¿si tomamos estos tres
grupos o entidades representativas y las subdividimos según la enseñanza
oculta, qué obtenemos? En primer lugar, el Espíritu (en el sentido del Todo
Absoluto y por lo tanto indivisible) o Atma. En verdad no deberíamos llamarlo
un principio "humano", porque la filosofía jamás podrá
localizarlo
ni condicionarlo, siendo simplemente lo que ES en la Eternidad y, como Todo, no
puede estar ausente, ni siquiera, del punto geométrico o matemático más
diminuto del universo material o de la sustancia. En el mejor de los casos, es
el punto
en el
Espacio metafísico que la Mónada humana y su vehículo, el hombre, ocupan
durante el lapso de cada vida. Ahora bien, ese punto es tan imaginario como el ser
humano mismo y, en realidad, es una ilusión, maya. Sin embargo, para nosotros y
los
demás
Egos personales, somos una realidad durante este momento ilusorio llamado vida
y debemos tomarnos en consideración, al menos en nuestra fantasía, si nadie más
nos considera.
El
Ocultismo lo llama el séptimo principio, la síntesis del sexto,
proporcionándole Buddhi, el Alma Espiritual, como vehículo. Hace esto para que
se vuelva más inteligible al intelecto humano cuando se dedica, por primera
vez, al estudio del Ocultismo para
solucionar el abecé del misterio del hombre. Ahora bien, Buddhi oculta un
arcano que no se revela a nadie, exceptuando a los chelas que han dado su
promesa irrevocable y en los cuales se puede confiar sin peligro. Por supuesto,
el asunto sería menos confuso si
pudiéramos divulgarlo, sin embargo, se custodia con cuidado porque está
directamente relacionado con el poder de proyectar el doble de forma consciente
y deliberada. Esta es una capacidad que, análogamente al "anillo de Gyges",
puede resultar fatal para la humanidad en general y el poseedor de esta
facultad en particular. La clave del misterio se divulga, completamente, sólo a
los adeptos puestos a prueba e impermeables a la tentación. Evitemos las cuestiones
secundarias y atengámonos a los "principios." Esta alma divina o
Buddhi es el Vehículo del Espíritu.
En
conjunción, estos dos son uno, impersonales y sin ningún atributo, (en este
plano obviamente) y constituyen dos "principios" espirituales. Si
pasamos al Alma Humana (manas, mens), todos convendrán con que la inteligencia
humana es, al
menos,
dual: el ser mentalmente elevado difícilmente se convertirá en mentalmente
bajo. Un abismo separa al ser intelectual dotado de una mente espiritual y al
ser obtuso, torpe, material y, podríamos decir, mentalmente animal. Entonces,
¿por qué estos seres no deberían ser representados por dos
"principios" o mejor dicho, aspectos? Cada ser humano posee estos dos
principios en sí, uno más activo que el otro y, en casos raros, durante la vida, el crecimiento de uno
de los dos se atrofia completamente o, podríamos decir, se paraliza, debido a
la fuerza y la predominación del otro aspecto. Estos son los que llamamos los
dos principios o aspectos de Manas: uno superior
y el
otro inferior. El Manas superior o el Ego consciente y pensante, gravita hacia
el Alma Espiritual (Buddhi). El Manas inferior o su principio instintivo se
dirige hacia K ama, el asiento de los deseos animales y las pasiones humanas.
Entonces, cuatro
"principios"
son justificados. Ahora bien, los últimos tres son: primero el
"Doble", que hemos convenido en llamarlo Proteico o Alma Flexible, el
cual es el vehículo del segundo: el principio vital y el tercero es el cuerpo
físico. Por supuesto, ningún
fisiólogo
ni biólogo aceptará dichos principios, ni siquiera los comprenderá. He aquí el
por qué, quizá ninguno de ellos entienda, hasta la fecha, la función del bazo,
el vehículo físico del Doble Proteico o de un cierto órgano que reside en el
lado derecho del ser humano, el asiento de los susodichos deseos.
Además,
estos científicos no saben nada de la glándula pineal, limitándose a
describirla como una glándula callosa que contiene algunos granitos de arena,
aunque, en realidad, es la clave hacia la conciencia más elevada y divina en el
ser humano, su mente omnisciente, espiritual y omniabarcante. Este apéndice,
aparentemente inútil, es el péndulo que, una vez que el mecanismo del ser
interno ha sido debidamente preparado, transporta
la visión espiritual del Ego a los planos perceptivos superiores, donde el
horizonte que se le abre es casi infinito [. . .]
X.
Sin embargo, los científicos materialistas afirman que después de la muerte
humana nada permanece. El cuerpo humano se desintegra simplemente en sus
elementos constituyentes y lo que
llamamos alma es una simple autoconciencia temporal, el efecto de la acción
orgánica, que se disipará como el vapor. ¿No es éste, un estado mental extraño?
M. No
es extraño para nada. Si según ellos la autoconciencia cesa con el cuerpo,
entonces, en su caso, enuncian sencillamente una profecía inconsciente; ya que
una vez que están firmemente convencidos de lo que afirman, no es posible que
tengan ningún
tipo
de vida ultraterrena.
X.
Sin embargo, ¿si según la regla, la autoconciencia humana sobrevive a la
muerte, por qué deberían existir excepciones?
M. En
las leyes fundamentales del mundo espiritual, las cuales son inmutables, no
existen excepciones. Sin embargo, hay reglas para los que ven y reglas para los
que prefieren permanecer ciegos.
X.
Entiendo que así es. Es una aberración de un ciego, el negar la existencia del
sol sólo porque no lo ve. Sin embargo, ¿después de la muerte, su vista
espiritual lo obligará a ver?
M. No
lo obligará; ni siquiera verá nada. Al haber pasado su existencia negando una
vida ultraterrena, no podrá percibirla y como sus sentidos espirituales han
sido atrofiados, no podrán desarrollarse después de la muerte, así que
permanecerá ciego.
Usted,
al insistir que él debe ver, evidentemente quiere decir una cosa y yo otra. Usted
habla del espíritu procedente del Espíritu o de la llama proveniente de la
Llama, en síntesis, de Atma, confundiéndolo con el alma humana: Manas [...].
Usted no me
entiende,
permítame aclarar el asunto. La esencia de su pregunta consiste en saber si es
posible, después de la muerte, en el caso de un materialista inveterado, perder
completamente la conciencia y la percepción de sí. ¿Es ésta su pregunta? Yo
digo
que
es posible porque, creyendo firmemente en nuestra Doctrina Esotérica, que
considera el período después de la muerte o el intervalo entre dos vidas o
nacimientos, como un estado puramente transitorio, afirmo que, ya sea que ese
interludio, entre dos actos del drama ilusorio de la vida, dure un año o un
millón de años, el estado después de la muerte puede, sin infringir la ley
fundamental, ser el mismo estado que el de un ser humano sumido en un desmayo
mortal.
X.
¿Cómo es posible esto, si las leyes fundamentales del estado después de la
muerte no admiten ninguna excepción, según lo que usted acaba de decir?
M. No
estoy diciendo que admiten excepciones. Sin embargo, la ley de continuidad se
aplica sólo a las cosas que son verdaderamente reales. Quien ha leído y
entendido el "Mundakya
Upanishad" y el "Vedanta Sara", tendrá claro lo antedicho.
Agregaré que es suficiente comprender lo que queremos decir con el término
Buddhi y la dualidad de Manas, para percibir nítidamente el por qué los
materialistas pueden no experimentar una sobrevivencia autoconsciente después
de la muerte. Depende del hecho de que Manas, en su aspecto inferior, es el
asiento de la mente terrenal y, por lo tanto, puede proporcionar esa percepción del Universo que
estriba en la prueba de dicha mente y no en nuestra visión espiritual. Según
nuestra escuela Esotérica, entre Buddhi y Manas o Iswara y Pragna, (1) existe
una diferencia análoga a aquella entre una selva y .sus árboles, un lago y su
agua, esta es la enseñanza de Mundakya. Un árbol o un centenar de árboles
muertos por pérdida de vitalidad o erradicados, no pueden impedir a la selva de ser tal. La destrucción o la muerte de los
estados después del fallecimiento de una personalidad eliminada de la larga
serie, no causará el más pequeño cambio en el Ego Espiritual divino, que
siempre seguirá siendo el mismo Ego. La única diferencia es que, en lugar de experimentar el Devachan,
deberá reencarnarse inmediatamente.
x.
Según entiendo, en esta analogía Ego-Buddhi representa la selva y las mentes
personales los árboles. ¿Si Buddhi es inmortal, cómo es posible que su
concomitante: Manas-taijasi, (2) pierda completamente su conciencia hasta el
día de su nueva
encarnación?
No puedo comprenderlo.
M.
Usted no puede porque mezcla una representación abstracta del entero con sus
cambios casuales de la forma y porque confunde Manas-taijasi, el alma humana
iluminada por Buddhi, con el manas inferior animalizado. Tenga presente que, si
es posible decir que Buddhi es incondicionalmente inmortal, esto no es
aplicable a Manas y aun menos a taijasi, que es un atributo. No hay conciencia
después de la muerte o Manas-Taijasi separado de Buddhi, el alma divina, porque
Manas es, en su aspecto inferior, un atributo calificativo de la personalidad
terrenal y taijasi es idéntico a Manas con la sola diferencia que lo ilumina la
luz de Buddhi. En el caso de Buddhi, éste permanecería simplemente un espíritu
impersonal sin dicho elemento que toma prestado del alma humana,
condicionándolo y convirtiéndolo, en este universo ilusorio, en algo aparentemente
separado del alma universal durante todo el período de la encarnación cíclica.
Podemos decir que Buddhi-Manas no puede morir ni perder su autoconciencia,
compuesta en la Eternidad, ni el recuerdo de sus encarnaciones previas durante
las cuales, el alma espiritual y humana han sido íntimamente ligadas. Esto no
acontece en el caso de un materialista, cuya alma humana no sólo no recibe nada
del alma divina, sino que hasta rechaza reconocer su existencia. No es posible
aplicar este axioma a los atributos ya las calificaciones del alma humana, pues
correspondería a decir que, como su alma divina es inmortal, así lo es la
refulgencia de su mejilla, la cual es un fenómeno simplemente transitorio, así
como lo es taijasi o resplandor espiritual.
X.
¿Está usted diciendo que no debemos confundir el nóumeno con el fenómeno, la
causa con su efecto?
M.
Exactamente. Además repito que, en el caso de Manas o el alma humana, la
refulgencia de Taijasi se convierte en una simple cuestión de tiempo porque,
después de la muerte, el binomio inmortalidad y conciencia se vuelve, para la
personalidad terrenal humana, sencillamente en atributos condicionados en
cuanto dependen, enteramente, de las condiciones y creencias elaboradas por el
alma humana durante la vida de su cuerpo. Karma actúa incesantemente; en
nuestra vida ultraterrena cosechamos sólo el fruto de lo que hemos sembrado o
mejor dicho, creado en nuestra existencia terrenal.
X.
Sin embargo, ¿si después de la destrucción del cuerpo, mi Ego puede sumergirse
en un estado de completa inconsciencia, dónde está el castigo para los pecados
de mi vida pasada?
M.
Según la enseñanza de nuestra filosofía, el castigo Kármico alcanza al Ego sólo
en la próxima encarnación.
Después
de la muerte recibe únicamente la recompensa por los sufrimientos inmerecidos,
experimentados durante la existencia que ha llegado al término.(3) Entonces,
aun en el caso del materialista, el castigo después de la muerte, consiste en
la
ausencia
de cualquier recompensa y la completa pérdida de la dicha consciente y del
reposo. Karma es el hijo del Ego terrenal, el fruto de las acciones del árbol,
que es la personalidad objetiva visible a todos y el fruto de todos los
pensamientos y los
motivos
del "Yo" espiritual. Sin embargo, Karma es también la madre tierna
que sana las heridas que infligió en la vida previa, antes de empezar a
torturar este Ego con otras. Si se puede decir que en la vida de un mortal no
hay sufrimiento mental o físico que no sea el fruto y la consecuencia de algún
pecado en esta existencia o en la anterior, se puede también decir que, como él
no retiene el más mínimo recuerdo de esto en la vida presente y advierte que el
castigo impartido es inmerecido, creyendo sinceramente que sufre por algo que
no cometió, esto es suficiente para que se otorgue al alma humana el consuelo,
el reposo y la dicha más completos en su existencia ultraterrena.
Para
nuestro yo espiritual, la muerte llega siempre como una liberadora y una amiga.
En el caso de un materialista que, no obstante su materialismo, no era un
hombre malo, el intervalo entre las dos vidas será como el sueño ininterrumpido
y plácido de un niño, ya sea sin ensueños o con imágenes acerca de las cuales
no tendrá ninguna percepción definida. Para el creyente será un sueño tan
vívido como la existencia, lleno de dicha y visiones realísticas. En el caso del ser malo
y cruel, ya sea materialista o no, volverá a renacer inmediatamente, sufriendo
su infierno en la tierra. La entrada en Avitchi es algo excepcional y raro.
X.
Según recuerdo, en algunos Upanishads las encarnaciones periódicas de Sutratma
(4) son análogas a la vida de un mortal que oscila, periódicamente, entre el
sueño y la vigilia. Esto no me parece muy claro y le voy a decir por qué. Para
el ser humano que despierta, empieza otro día, sin embargo él es el mismo, en
alma y cuerpo, que el de ayer; mientras en cada nueva encarnación se verifica
un cambio integral, no sólo en su estuche
externo, el sexo y la personalidad, sino también en sus capacidades mentales y
psíquicas. Por lo tanto, la analogía no me parece ser muy correcta. El ser que
despierta en la mañana recuerda muy claramente lo que hizo el día antes,
anteayer, el mes pasado y el año
anterior. Pero nadie, entre nosotros, recuerda una vida previa o algún hecho o
evento pertinente a ella. Por la mañana puedo olvidarme lo que soñé durante la
noche, sin embargo sé que he dormido y tengo la seguridad que estaba viva
durante el sueño, más ¿qué recuerdo tengo de mis encarnaciones pasadas? ¿Cómo
reconcilia, usted, esto?
M. A
pesar de todo, algunas personas
recuerdan sus encarnaciones previas. Los Arhats lo llaman Samma-Sambuddha o el
conocimiento de la serie completa de las propias encarnaciones anteriores.
X.
¿Pero nosotros, los mortales comunes, que no hemos alcanzado Samma-Sambuddha,
cómo podemos realizar esta analogía?
M.
Mediante el estudio y tratando de comprender más correctamente las
características de los tres estados de sueño. El sueño es una ley general e
inmutable para el ser humano y los animales, sin embargo, existen diferentes
clases de sueño y aun más distintos ensueños y visiones.
X.
Así es. Pero ésta es una digresión. Volvamos al materialista que, si bien no
niega los sueños, porque no puede, rechaza la inmortalidad en general y la
supervivencia de su
individualidad
en particular.
M.
Por primera vez, el materialista no se equivoca; ya que, para uno que no tiene
ninguna percepción interna ni fe, la inmortalidad es algo imposible. A fin de
vivir una existencia consciente en los estados después de la muerte, uno debe
creer, en primer lugar, en esa vida durante su existencia terrenal. Toda la
filosofía de la conciencia ultraterrena y la inmortalidad del alma, gira
alrededor del eje de estos dos aforismos de la Ciencia Secreta. El Ego recibe
siempre de acuerdo a lo que se merece.
Después
de la disolución del cuerpo, el Ego empieza un período de plena conciencia
clara, un estado de sueños caóticos o un sueño sin ensueños indistinguible del
aniquilamiento.
Estos
son los tres estados de conciencia. Según nuestros fisiólogos, la causa de los sueños y de las visiones es localizable
en su preparación inconsciente durante las horas de vigilia. ¿Por qué no
podemos admitir lo mismo para los sueños después de la muerte? Lo repito, la
muerte es sueño. Después del fallecimiento, ante la vista espiritual del alma
empieza una representación que sigue el programa aprendido y, muy a menudo, compuesto inconscientemente por
nosotros, la realización práctica de las creencias correctas o de las ilusiones
que nosotros creamos. Un creyente de la iglesia metodista será metodista, un
musulmán será un musulmán, momentáneamente, en el paraíso perfecto de un iluso,
cuya creación es obra de cada ser humano. Estos son los frutos después de la
muerte del árbol de la vida. Naturalmente, ya sea que creamos o no en el hecho
de la inmortalidad consciente, esto no puede influenciar la realidad
incondicionada del hecho en sí. Sin embargo, creer o no creer en esa
inmortalidad como continuación o aniquilación de entidades separadas, incidirá
sobre este hecho en su aplicación a cada una de dichas entidades. ¿Ahora,
empieza usted a comprender?
X.
Pienso que sí. El materialista acepta la vida como la única existencia
consciente; ya que cree sólo en lo que los cinco sentidos o el razonamiento
científico pueden probarle y rechaza toda manifestación espiritual. Por lo
tanto, plasmará su realidad según su creencia. Perderá su Ego personal y se
sumirá en un sueño sin ensueños hasta un nuevo despertar. ¿Es así?
M.
Casi. Tenga presente la enseñanza esotérica universal de las dos clases de
existencia consciente: la terrenal y la espiritual.
Esta
última hay que considerarla real, debido a que es la región de la causa eterna,
inmutable e inmortal de todo; mientras que el Ego reencarnante se reviste con
nuevos atuendos, completamente distintos a los de sus encarnaciones previas y
todo, exceptuando a su prototipo espiritual, es destinado a un cambio tan
radical que no deja ningún vestigio atrás.
X.
¡Deténgase! [...] ¿Puede la conciencia de mis Egos terrenales perecer, no sólo
por un lapso, como la del materialista, sino que en todo caso y de forma tan
completa, que no deja huella?
M.
Según la enseñanza debe perecer así en su totalidad, excepción hecha por ese
principio que, habiéndose reunido con la Mónada, se ha convertido en una
esencia puramente espiritual e indestructible, una con ella en la Eternidad.
Sin embargo, ¿en
el
caso de un materialista empedernido, en cuyo "yo" personal Buddhi
jamás se ha reflejado, cómo puede, éste, absorber en las infinidades, una
partícula de esa personalidad terrenal? Su "Yo" espiritual es
inmortal, sin embargo, de su presente personalidad puede llevar al más allá
sólo lo que se merece la inmortalidad, es decir, el simple aroma de la flor que
la muerte ha cortado.
X.
Ahora bien, ¿qué pasa con la flor, el "yo" terrenal?
M. La
flor volverá al polvo, así como las flores pasadas y futuras que germinaron y
murieron para volver a florecer en la rama madre, Sutratma. Cada flor es la
prole de una raíz de Buddhi. Como usted sabe, su "Yo" actual no es el
cuerpo sentado delante de mí, ni es aún lo que llamaría Manas-Sutratma, sino
Sutratma-Buddhi.
X.
Pero esto no me explica por qué llama a la vida después de la muerte inmortal,
infinita y real, definiendo la terrenal como un simple fantasma o una ilusión,
visto que aun esa existencia después de la muerte tiene límites, a pesar de lo
más amplios que pueden ser de los de la vida terrenal.
M. Es
cierto. El Ego espiritual del ser humano se mueve en la Eternidad como un
péndulo, oscilando entre las horas de la vida y de la muerte. Sin embargo, si
estas horas que marcan los períodos de la vida terrenal y espiritual son
limitadas en su duración y si el número de estos estadios en la Eternidad,
entre el dormir y el despertar, la ilusión y la realidad, tiene su principio y
fin, de otro modo, el "Peregrino" espiritual es eterno.
Por
lo tanto, según nosotros, la única realidad son las horas de su vida después de
la muerte, cuando, desencarnado, se encuentra cara a cara con la verdad y no
con los espejismos de sus existencias terrenales transitorias, durante el período
de ese
peregrinaje
que llamamos "el ciclo de los renacimientos". Estos intervalos, no
obstante su limitación, no le impiden al Ego seguir sin desviarse, aunque
gradual y lentamente mientras está siempre perfeccionándose, el sendero hasta
su última transformación, cuando ese Ego, habiendo alcanzado su meta, se
convierte en el Todo divino. Tales intervalos y estadios facilitan este
resultado final, en lugar de obstruirlo. Sin dichos intervalos limitados, el
Ego divino jamás podría alcanzar su meta última.
Este
Ego es el actor y sus numerosas y variadas encarnaciones son los papeles que
desempeña. ¿Quizá, usted llamaría a estas partes, con sus atavíos, la
individualidad del actor mismo?
Análogamente
al actor, al Ego le corresponde desempeñar muchos roles, algunos quizá
desagradables, durante el Ciclo de la Necesidad, hasta el umbral del
Para-nirvana. Como la abeja liba su miel de cada flor, dejando el resto como
nutrimiento para los gusanos, lo mismo acontece con nuestra individualidad
espiritual, ya sea que la llamemos Sutratma o Ego. Liba de toda personalidad
terrenal en la que Karma la obliga a encarnar, sólo el néctar de las cualidades
espirituales y de la autoconciencia y, al unirlas en todo, emerge de su
crisálida como el Dhyan Chohan glorificado. Desafortunadas estas personalidades
terrenales de las cuales no pudo absorber nada e,
indudablemente,
no podrán sobrevivir de manera consciente a su existencia terrenal.
X.
Entonces, parece que para la personalidad terrenal, la inmortalidad es aun condicional.
Así, ¿la inmortalidad misma no es incondicional?
M.
Para nada. Pero no puede tocar a lo inexistente; ya que todo lo que existe como
Sat y siempre anhela a Sat, la inmortalidad y la Eternidad son absolutas. La
materia es el polo opuesto del espíritu
y los dos son uno. La esencia de todo esto es que: Espíritu, Fuerza y Materia o
los tres en uno, son tan infinitos como son sin principio, sin embargo, la
forma que esta triple unidad adquiere durante sus encarnaciones, la
exterioridad, es ciertamente una mera ilusión de nuestras concepciones
personales. Por eso llamamos realidad sólo a la vida después de la muerte,
relegando la existencia terrenal, incluyendo a su personalidad homóloga, al
campo fantasma de las ilusiones.
X.
Entonces, en tal caso, ¿por qué no llamar el dormir realidad y el despertar
ilusión, en lugar de lo contrario?
M.
Porque empleamos una expresión elaborada para facilitar la comprensión del tema
y desde el punto de vista de las concepciones terrenales es muy correcta.
X.
Sin embargo, no entiendo. Si la vida futura estriba en la justicia y la
retribución merecidas por todo nuestro sufrimiento terrenal, ¿en el caso de los
materialistas, muchos de los cuales son idealmente probos y caritativos,
debería permanecer, de su personalidad, sólo el desecho de una flor mustia?
M.
Nadie, jamás, ha dicho esto. Ningún materialista, si es un ser bueno, puede
morir para siempre en la plenitud de su individualidad espiritual, a pesar de
que no crea. Lo que dijimos es que la conciencia de una vida puede desaparecer
completa o
parcialmente.
En el caso de un materialista inveterado, en su serie de vidas no queda ningún
vestigio de esa personalidad que no creía.
X.
¿No es éste, el aniquilamiento para el Ego?
M.
Ciertamente que no. Durante un largo viaje en tren, uno puede dormir como una
piedra pasando por una o diversas estaciones sin conservar el mínimo recuerdo o
conciencia de esto. Se despierta en una estación dada y sigue su trayecto
rememorando otras paradas, hasta que el viaje termina, una vez que llega a su
destino. Le mencioné tres clases de sueño: el sin ensueños, el caótico y el que
es tan real que para el durmiente sus sueños se tornan en realidades plenas.
¿Si puede creer en este último, por qué no puede creer en el primero? Según lo
que uno cree y espera después de la muerte, este es el estado que tendrá. Aquel
que no esperaba ninguna vida futura, tendrá un vacío completo, equiparable al aniquilamiento
entre los dos renacimientos. Esta es simplemente la realización del programa
que mencionamos, cuyo artífice fue el mismo materialista. Sin embargo, como
usted dice, existen numerosas clases de materialistas. Una persona egoísta y
malvada, que jamás ha sido receptiva al dolor ajeno, sintiendo sólo el suyo,
agregando así la indiferencia a su mundo entero de no creencia, en el momento
de la muerte debe dejar la personalidad para siempre. Esta personalidad, no
teniendo ningún lazo de simpatía con el mundo circundante, nada que engarzar en
el hilo de Sutratma, ve interrumpirse, con el último respiro, toda relación
entre los dos.
Dado
que para esta clase de materialista no hay Devachan, Sutratma se reencarnará
casi inmediatamente. Pero en el caso de los materíalistas que no erraron en
nada, excepto que en su no creencia, saltarán sólo una parada del tren porque
dormían.
Además:
llegará el momento en que el ex-materialista se percibirá a sí mismo en la
Eternidad y quizá se arrepienta de haber perdido hasta un día o una parada, de
la vida eterna.
X.
Sin embargo, ¿no sería más correcto decir que la muerte es nacer en una nueva
vida o un retorno, una vez más, al umbral de la eternidad?
M.
Usted puede decirlo, si así quiere. Pero hay que tener presente que los
nacimientos difieren y hay seres que nacen "muertos", es decir: son
fracasos. Además, con sus ideas occidentales
tan grabadas acerca de la vida material, las palabras "viviente" y
"ser" son inaplicables al estado puramente subjetivo de la existencia
después de la muerte. Tales ideas han contribuido a vuestras concepciones muy
estrechas acerca de la vida y de la muerte. Se pueden omitir sólo algunos
filósofos poco leídos y con ideas muy confusas para que puedan presentar un
cuadro claro de esto. Dichas ideas han conducido, por un lado, al materialismo burdo y por el otro, a
una concepción aun más material de la vida ultraterrena, que los espiritistas
tradujeron en la Summer-land (la tierra estival). Ahí, las almas de los seres
humanos comen, beben, se casan y viven en un paraíso tan sensual como el de
Mahoma, pero menos filosófico.
Las
concepciones medias de los cristianos incultos no son mejores y quizá más
materiales, consteladas de ángeles, trompetas, arpas doradas, calles en
ciudades paradisíacas pavimentadas de joyas y fuegos infernales, el todo se
parece a una escena durante una pantomima navideña. Estas nociones estrechas
son la razón por la cual a usted se le dificulta comprender lo antedicho.
Además, los filósofos orientales han comparado
la vida del alma desencarnada con las visiones durante el sueño, porque, aun
poseyendo el brillo de la realidad como en ciertos ensueños, está exenta de
toda forma objetiva material de la vida terrenal.
NOTAS
(1)
Iswara es la conciencia colectiva de la deidad manifestada, Brahma: la
conciencia colectiva de la hueste de Dhyan Chohans y Pragna es su sabiduría
individual.
(2)
Taijasi significa el radiante, debido a la unión de Manas con Buddhi,
lo
humano es iluminado por el brillo del alma divina. Por lo tanto, a
Manas-taijasi se le puede describir como la mente radiante, la razón humana
alumbrada por la luz del espíritu. Buddhi-Manas es la representación de lo
divino más el intelecto y la autoconciencia humana.
(3)
Algunos Teósofos discrepan con esta frase, sin embargo son las palabras de los
Maestros y el sentido dado al adjetivo "inmerecido" corresponde a lo
que presentamos anteriormente. En el opúsculo número 6 de la serie de panfletos
teosóficos, se usó una frase que quería trasmitir la misma idea y que después
fue artículo de crítica en la
revista
"Lucifer". Podemos decir que la forma no fluía bien, prestándose,
entonces, a la crítica que suscita, sin embargo, la idea esencial era que los
seres humanos a menudo sufren los efectos de las acciones ejecutadas por otros,
efectos que no pertenecen,
rigurosamente
hablando, a su Karma, sino al de las otras personas. Por lo tanto, merecen ser
compensados por estos sufrimientos. Si es verdadero decir que todo lo que nos
acontece se debe sólo al Karma, o el efecto directo o indirecto de una causa,
sería un gran error pensar que todo el bien y el mal que experimentamos depende
sólo de nuestro
Karma
personal.
(5)
Sutratma es nuestro principio inmortal y reencarnante en conjunción con los
recuerdos Manásicos de las vidas anteriores. El sentido literal de Sutratma es
Alma-Hilo, porque las largas series de vidas humanas enhebradas en este hilo es
análoga a las perlas en un collar. Manas debe convertirse en taijasi, el
refulgente, antes de que pueda ensartarse en Sutratma, como una perla y su
hilo, teniendo, entonces, una percepción
plena
y absoluta de sí en la Eternidad. Como mencionamos anteriormente, una
asociación demasiado íntima sólo con la mente terrenal del alma humana, causa
la pérdida completa de esta refulgencia.
Una Observación Sobre La "Memoria"
Ningún
evento, ninguna manifestación, a pesar de lo rápido o lento que sea, jamás
puede borrarse del archivo Skándico de la vida de un ser humano. No existe la
más diminuta sensación, la acción más
superficial, el impulso, el pensamiento y la impresión que pueda desaparecer
del Universo o en éste. Podemos pensar que nuestra memoria no la ha grabado y
nuestra conciencia no la ha percibido, sin embargo se inscribirá en las
tablillas de la luz astral. La memoria personal es una ficción del fisiólogo.
En nuestro cerebro hay células que reciben y transmiten sensaciones e
impresiones y, una vez
llevado
a cabo tal proceso, su misión ha sido realizada. Estas células del presunto
"órgano de la memoria", son los receptores y los transmisores de
todas las imágenes e impresiones del pasado, pero no son sus conservadores.
Bajo varias condiciones y estímulos pueden recibir de nuevo e instantáneamente,
el reflejo de estas imágenes astrales, que llamamos memoria, recuerdo y
remembranza, sin embargo no pueden preservarlas.
Cuando
decimos que uno ha perdido su memoria o que ésta se ha debilitado, es
simplemente una manera de hablar. Sólo nuestras células de la memoria están
sujetas a la debilidad o a la destrucción. El vidrio de la ventana nos permite
ver el sol, la luna, las estrellas y todos los objetos externos claramente,
pero si lo rajamos, todas las imágenes serán distorsionadas. Si lo rompemos,
sustituyéndolo con una tabla de madera o si bajamos las cortinas, las imágenes
permanecerán fuera del alcance de nuestra vista. Pero, ¿podríamos decir, que
todas las imágenes: el sol, la luna y las estrellas han desaparecido a causa de
esto cuando, al reparar la ventana con un nuevo vidrio, serán reflejadas nuevamente en el cuarto? Existen
casos de demencia que han durado por meses y años y se enumeran también
ejemplos de largos días de fiebre durante los cuales todo lo que se hizo y se
dijo fue inconscientemente. Sin embargo, cuando el paciente se recupera, ocasionalmente recuerda
sus palabras y sus acciones completas. El pensamiento inconsciente es un
fenómeno, en este plano, que envuelve sólo a la mente personal.
Pero
la Memoria Universal conserva todo movimiento, la ola y el sentimiento más
diminuto que ondula la superficie de la naturaleza diferenciada del ser humano
o del Universo.
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