Los primeros
gnósticos pretendían que su ciencia, la
Gnosis, se basaba en un cuadrado, cuyos ángulos representaban, respectivamente,
Sigê (el Silencio), Bythos (el Océano), Nous (el Alma Espiritual o Mente) y Aletheia (la Verdad).
Ellos fueron los primeros en revelar al mundo
lo que había permanecido oculto durante edades, a saber: la Tau, en forma de lecho de Procusto; y
Christos encarnando en Chrestos, en
aquel que, para ciertos fines, se ofrecía voluntariamente a sufrir una serie de
torturas mentales y físicas.
Para ellos, todo el Universo,
metafísico y material, estaba contenido y podía expresarse y describirse por
los dígitos que encierra el número 10, la Década Pitagórica.
Esta Década, que
representa el Universo y su evolución desde el Silencio y los Abismos
desconocidos del Alma Espiritual, o Anima Mundi, presentaba dos lados o
aspectos al estudiante. Podía ser aplicada, y lo fue en un principio, al
Macrocosmo, desde el cual descendía al
Microcosmo u hombre. Entonces existía la ciencia puramente intelectual y
metafísica, o “Ciencia interna”, así
como la meramente materialista o “ciencia de la superficie”, y las dos podían
explicarse por la Década y estar contenidas en ella. Podía estudiarse, en una
palabra, tanto por el método deductivo de Platón como por el inductivo de
Aristóteles.
El primero partía de una comprensión divina, en que la pluralidad
procedía de la unidad, o los dígitos surgían de la Década, sólo para ser
finalmente reabsorbidos, perdidos en el Círculo infinito. El último dependía
tan sólo de la percepción de los sentidos, en que la Década podía considerarse
bien como la unidad que se multiplica, o como la materia que se diferencia;
estando limitado su estudio a la superficie plana, a la cruz, o a los siete que proceden de los diez, o el número perfecto, tanto en la
Tierra como en el cielo.
Este doble sistema fue
traído por Pitágoras de la India, juntamente con la Década. que era el mismo de
los Brahmanes e Iranios, según los llaman los antiguos Filósofos griegos, nos
lo garantiza toda la literatura sánscrita, tal como los Purânas y las Leyes de Manu.
En estas Leyes o Mandamientos de
Manu se dice que Brahmâ creó primeramente a los “diez Señores del Ser”, los diez Prajâpatis o Fuerzas Creadoras; las
cuales diez producen otros siete
Manus o más bien, según lo exponen algunos manuscritos, Munin (en lugar de
Manûn), “devotos”, o seres santos, que son los siete Ángeles de la Presencia de
la religión occidental. Este misterioso número siete, nacido del Triángulo
superior ......, nacido este último de su propio vértice o los Abismos
silenciosos del Alma Universal Desconocida (Sigê y Bythos), es la planta
séptuple Saptaparna, nacida y
manifestada en la superficie del suelo, procedente del misterio de la triple
raíz profundamente enterrada en aquel
suelo impenetrable.
Esta idea se halla por completo tratada en una de las
Secciones del volumen II, Sección III, “La Substancia Primordial y el
Pensamiento Divino”; lo cual debe tener el lector bien presente si quiere
comprender la idea metafísica que encierra el citado símbolo.
Así, en el hombre
como en la naturaleza (según la Filosofía Esotérica cishimaláyica, que es la de
la Cosmogonía del Manu original), la
división septenaria es la que la Naturaleza misma determina. Sólo el séptimo
principio (Purusha) es el YO divino, estrictamente hablando; pues, según se
dice en Manu, “habiendo él (Brahmâ) compenetrado las partes sutiles de aquellos
seis, de brillantez inconmensurable”, los creó o los llamó a “Sí”; o sea a
la conciencia de aquel Yo Único.
De estos seis, cinco elementos (o principios,
o Tattvas, según piensa el comentador Medhâtithi) “son llamados los elementos
atómicos destructibles”; y estos se
describen en la Sección antes mencionada.
Tenemos que hablar
ahora de la lengua del misterio, la de las razas prehistóricas.
No es una
lengua fonética, sino puramente pictórica y simbólica. En la actualidad sólo es
conocida completamente por muy pocos, pues hace más de 5.000 años que se
convirtió para las masas en una lengua absolutamente muerta. Sin embargo, la
mayor parte de los sabios gnósticos, griegos y judíos, la conocieron y usaron
aunque de muy diversa manera. Presentaremos algunos ejemplos.
En el plano superior,
el número no es número alguno sino un cero
- un CÍRCULO. En el plano de abajo, se convierte en uno, que es un número impar. Cada letra de los alfabetos antiguos
tenía su significado filosófico y su razón de ser. El número uno significaba para los Iniciados
de Alejandría un cuerpo derecho, un
hombre vivo de pie, siendo el único animal que tiene tal privilegio. Y,
añadiendo al “1” una cabeza fue transformado en una “P”, símbolo de paternidad, de potencia creadora;
mientras que la “R” significa un “hombre en movimiento”, uno que camina. De
aquí que PATER ZEUS no tuviese nada de sexual ni de fálico, ni en su sonido ni
en la forma de sus letras; así como tampoco (Pater Deus) (según Ragón)
. Si
consideramos ahora el alfabeto hebreo, veremos que al paso que el uno o Aleph tiene un toro o buey por
símbolo, el diez, el número perfecto
o uno de la Kabalah, es un Yod ( ...
y, i .... j) y significa, como primera letra de Jehovah, el órgano procreador,
y lo demás.
Caracter Alef (Paleo Hebreo)
Los número impares son divinos, los números pares son terrestres, diabólicos y
desgraciados. Los pitagóricos detestaban el Binario.
Para ellos era el origen de
la diferenciación, y por tanto, de los contrastes, de la discordia o materia,
principio del mal. En la Teogonía Valentiniana, Bythos y Sigê (el Oéano, Caos,
Materia nacida en el Silencio) representan el Binario primordial. En todo caso,
para los primitivos pitagóricos, la Duada era ese estado imperfecto en que cayó
el primer ser manifestado, cuando se separó de la Mónada. Era el punto desde
donde los dos caminos, el bien y el mal, se bifurcaban. Todo lo que tenía dos
caras o era falso, lo llamaban “binario”. Sólo lo UNO era el bien y la armonía,
porque ninguna desarmonía puede proceder del Uno solo. De aquí la palabra
latina Solus con relación al Uno y Único Dios, el Ignoto de Pablo. Solus, sin embargo, se convirtió en Sol
- el Sol.
El Ternario es el
primero de los números impares, así como el triángulo es la primera de las figuras geométricas. Este número es
verdaderamente el número del misterio por excelencia. Para estudiarlo en el
aspecto exotérico, hay que leer Cours
Philosphique et Interprétatif des Initiations, de Ragón; y en el esotérico,
el simbolismo de los números indos; pues las combinaciones que se le aplicaron
son innumerables. Ragón basó sus estudios y fundó la famosa Sociedad Masónica
de los Trinosofistas -los que estudian tres
ciencias- sobre las propiedades Ocultas de los tres lados iguales del
triángulo; lo cual es un progreso sobre los tres grados masónicos ordinarios,
que se dan a los que no estudian nada y se dedican a comer y beber en las reuniones
de sus Logias. Según escribe el fundador:
La primera línea del
triángulo que se da al aprendiz para estudiar es el reino mineral, simbolizado por Tubalc ....... (Tubal-Caín).
El segundo lado, en el
cual tiene que meditar el compañero, es el reino
vegetal simbolizado por Shibb ...... (Shibboleth). En este reino principia
la generación de los cuerpos. Ésta es
la razón por la cual la letra G se
presenta radiante ante los ojos del adepto (?¡).
El tercer lado queda
para el maestro masón, el cual tiene que completar su educación con el estudio
del reino animal. está simbolizado
por Mac-benah ...... (hijo de purtrefacción).
La primera figura
sólida es el Cuaternario, el símbolo de la inmortalidad. Es la Pirámide, pues
el Tetraedro se halla sobre una base triangular, y termina en punta en su
vértice, dando, así, la Tríada y el Cuaternario, o el 3 y el 4.
Los Pitagóricos
enseñaban la conexión y relación entre los Dioses y los números, en una ciencia
llamada Aritmomancia. El Alma es un número, decían, que se mueve por sí y que
contiene el número 4; y el hombre, espiritual y físico, es el número 3, pues el
Ternario representaba para ellos, no sólo la superficie, sino también el
principio de la formación del cuerpo físico. De modo que los animales eran sólo
Ternarios, siendo únicamente el
hombre un Septenario, al ser virtuoso;
y un Quinario cuando era malo; pues:
El Número Cinco estaba
compuesto de un Binario y un Ternario, y el Binario desordenaba y alteraba
todo, en la forma perfecta. El hombre
perfecto, decían, era un Cuaternario y un Ternario, o cuatro elementos materiales y tres inmateriales; y estos tres
Espíritus o Elementos los encontramos igualmente en el Cinco cuando representa
el microcosmo. Este último es un
compuesto de tres Espíritus, y de un Binario directamente relacionado con la
Materia grosera. De aquí que, como dice Ragón:
esta ingeniosa figura es la unión de dos acentos griegos (‘,) colocados sobre las vocales, que deben o no ser aspiradas. El
primer signo (‘) es llamado el “espíritu fuerte” o superior, el Espíritu de
Dios aspirado (spiritus), respirado
por el hombre. El segundo signo (,), el inferior, es el “espíritu suave”
representando el espíritu secundario...; el todo encierra al hombre entero. es
la quintaesencia universal, el fluido
vital o la vida.
El sentido más místico
del número 5 (Cinco) lo expone en un excelente artículo Mr. T. Subba Row, en Five Years of Theosophy, artículo
titulado “Los Doce Signos del Zodíaco”, en el cual da algunas reglas que pueden
ayudar al investigador a encontrar “el profundo significado de la antigua
nomenclatura sánscrita, en los antiguos mitos y alegorías arios”.
Mientras
tanto, veamos lo que hasta ahora se ha declarado en las publicaciones
teosóficas acerca de la constelación de Capricornio, y lo que de ella se conoce
generalmente. Todos saben que
es el décimo signo del Zodíaco, en el
que pasa el sol por el solsticio de invierno, sobre el 21 de diciembre. Pero
pocos son los que saben (aun en la India, a menos que estén iniciados) la
verdadera relación mística que parece existir, según se nos dice, entre los
nombres Makara y Kumâra. El primero significa algún animal anfibio, llamado a
la ligera el “cocodrilo”, según creen algunos orientalistas; y el segundo es el
título de los grandes patrones de los Yogis, según los Purânas Shaiva; de los hijos de Rudra (Shiva), que es también un
Kumâra, y hasta uno con él. Por su conexión con el Hombre, los Kumâras están
igualmente relacionados con el Zodíaco. Tratemos de ver lo que significa la palabra
Makara.
Dice el autor de “Los
Doce Signos del Zodíaco”:
Makara... contiene en
sí la clave para su correcta interpretación. La letra ma es equivalente al número 5, y kara signifca mano. Ahora bien; en sánscrito, Tribhujam quiere
decir un triángulo, bhujam o karam (ambos son sinónimos) se entiende
que significa un lado. Así, pues, Makaram o Panchakaram significa un Pentágono.
Ahora bien; la estrella
de cinco puntas o pentágono representa los cinco miembros del hombre.
En el
sistema antiguo, según se nos dice, Makara era el octavo signo en lugar del décimo.
El signo en cuestión
tiene por objeto representar los aspectos o caras del universo, e indica que la
figura del universo está limitada por Pentágonos.
Los escritores sánscritos
“hablan también de Ashtadisha o el Espacio de ocho caras”, refiriéndose así a
los Loka-pâlas, los ocho puntos de la brújula, cuatro puntos cardinales y
cuatro intermedios.
Desde un punto de vista
objetivo, el “microcosmo” está representado por el cuerpo humano. Makaram puede
representar simultáneamente el microcosmo y el macrocosmo, como objetos
externos de percepción.
Pero el verdadero
sentido esotérico de la palabra Makara no es, en verdad, el de “cocodrilo”, ni
mucho menos, aun cuando sea comparado con el animal descrito en el Zodíaco
indo. Pues tiene la cabeza y las patas delanteras de antílope, y el cuerpo y la
cola de pez. De aquí que el décimo signo del Zodíaco haya sido diversamente
apreciado, como significando un tiburón, un delfín, etc., por ser el Vâhana de
Varuna, el Dios del Océano; y muchas veces se le llama por esta razón Jala-rûpa
o “forma de agua”. El delfín era vehículo de Neptuno-Poseidón para los griegos,
y uno con él, esotéricamente; y este “delfín” es el “dragón marino”, así como
el cocodrilo del Nilo Sagrado es el Vehículo de Horus, y Horus mismo. El Dios
en forma de momia, con cabeza de cocodrilo, dice:
Yo soy el pez (y la
sede) del gran Horus de Kem-oor.
Para los gnósticos
Peratae, Chozzar (Neptuno) es el que convierte la pirámide dodecagonal en una
esfera, “y pinta su puerta con muchos colores”. Tiene él CINCO ministros andróginos: es Makara, el Leviathan.
Como el Sol naciente
era considerado el Alma de los Dioses, enviada para manifestarse diariamente a
los hombres; y como el cocodrilo salía del agua a sus primeros rayos, ese
animal llegó por fin a personificar en la India un devoto del fuego solar, así
como personificaba ese Fuego, o el Alma más elevada, entre los egipcios.
En
los Purânas, el número de los Kumâras
cambia con arreglo a las exigencias de la alegoría. Para fines Ocultos, su
número se da en un sitio como siete, luego como cuatro, después como cinco. En
el Kûrma Purâna se dice de ellos:
Estos cinco (Kumâras),
¡oh brahman!, fueron yogins que llegaron a estar completamente exentos de
pasión.
Su nombre mismo muestra
su relación con la mencionada constelación Makara, y con algunos otros
caracteres Puránicos relacionados con los signos zodiacales. Esto se hace a fin
de velar lo que era uno de los signos más sugestivos de los Templos primitivos.
Los Kumâras, generalmente, están mezclados astronómica, fisiológica y
místicamente con un número de personajes
y sucesos Puránicos. Apenas aludidos en el Vishnu,
figuran en varios dramas y sucesos en todos los demás Purânas y literatura sagrada; de modo que los orientalistas,
teniendo que recoger aquí y acullá los hilos de relación, han concluido por
proclamar a los Kumâras “debidos principalmente a la fantasía de los escritores
Puránicos”. Pero Ma - nos dice el
autor de los “Doce Signos del Zodíaco - es “cinco”; Kara, una “mano” con sus cinco dedos, así como un signo de cinco
lados, o un Pentágono. Los Kumâras (en este caso un anagrama para objetos
Ocultos), como Yogis son cinco en el
esoterismo, porque los dos últimos nombres han permanecido siempre secretos;
son el quinto orden de Brahma-devas y los Chohans quíntuples que poseen el Alma
de los cinco Elementos, predominando el Agua y el Éter, y por tanto, sus
símbolos eran acuáticos e ígneos a la
vez.
La Sabiduría se halla
oculto bajo el lecho de aquel que reposa en el Loto de Oro (Padma) flotando en
el Agua.
En la India, éste es
Vishnu, uno de cuyos Avatâras fue Buddha, según se afirmaba en los tiempos de antaño. Los Prâchetasas, los
adoradores de Nârâyana -que, como Poseidón, se movían moraban sobre
las Aguas, y no debajo- se sumergieron en las profundidades del Océano para
llevar a cabo sus devociones, y permanecieron allí 10.000 años; y los
Prâchetasas son diez exotéricamente,
pero cinco esotéricamente. Prachetâs
es, en sánscrito, el nombre de Varuna, el Dios del Agua. Nereus, un aspecto de
Neptuno, siendo de este modo los Prâchetasas idénticos a los “cinco ministros”
de Chozzar macho-hembra, o Poseidón, de los gnósticos Peratae. Estos son respectivamente
llamados Ou, Aoai, Ouô, Ouâb y... siendo el quinto, hoy perdido, esto es,
mantenido en secreto, un nombre triple
(siete en conjunto). Esto, en lo que se refiere al símbolo “acuático”; el
“ígneo” los relaciona con el símbolo ígneo, espiritualmente. Para fines de
comprobación, téngase presente que así como la madre de los Prâchetasas era
Savarnâ, la hija del Océano, así era Amphitrite, madre de los “ministros”
místicos de Neptuno.
Ahora bien; recuerde el
lector que estos “cinco ministros” están simbolizados tanto en el delfín, que
había vencido la resistencia de la casta Amphitrite a casarse con Poseidón,
como en Tritón su hijo. Este último, cuyo cuerpo de la cintura arriba es de
hombre, y de la cintura abajo de delfín, un pez, se halla además muy
misteriosamente relacionado con Oannes, el Dag babilónico, y también con el
Matsya (Pez) Avatâra de Vishnu, pues ambos enseñaban la Sabiduría a los
mortales. El delfín, como todos los mitólogos saben, fue puesto por Poseidón para
su servicio, entre las constelaciones, y se convirtió para los griegos en
Capricornio, el Chivo, con su parte posterior de delfín, siendo de este modo
idéntico a Makara, cuya cabeza es también la de un antílope, y el cuerpo y la
cola de pez. He ahí por qué el signo de Makara nació sobre la bandera de
Kâmadeva, el Dios hindú del Amor, identificado, en el Atharva Veda, con Agni, el
Dios del Fuego, hijo de Lakshmî, según
lo expone correctamente el Harivamsha.
Porque Lakshmî y Venus son una, y Amphitirte es la primera forma de Venus.
Ahora bien; Kâma, el Makara-ketu, es Aja, el “no nacido”, y Âtmâ-bhû, el
“existente por sí mismo”; y Aja es el LOGOS en el Rig Veda, en donde se le muestra como la primera manifestación del
UNO; pues el “Deseo despertóse primero en ELLO, lo cual fue el germen
primordial de la mente”, lo “que relaciona la entidad con la no entidad” -o
Manas, el quinto, con Âtmâ, el séptimo, esotéricamente- dicen los
Sabios. Ésta es la primera etapa. La segunda, en el plano siguiente de
manifestación, muestra a Brahmâ -a quien elegimos como el representante de
todos los otros Primeros Dioses de las naciones- haciendo surgir de su cuerpo a
sus Hijos nacidos de la Mente, “Sanandana y otros”, los cuales, en la quinta “creación”, y también en la novena (con objeto de que sea un “velo”)
se convierten en los Kumâras. Concluiremos recordando al lector que a
Amphitrite se le sacrificaban cabras, así como a las Nereidas en las orillas
del mar -lo mismo que hasta hoy se sacrifican cabras a Durgâ Kâli, que es sólo
el aspecto negro de Lakshmî (Venus),
el aspecto blanco de Shakti-
indicando la relación que estos animales pueden tener con Capricornio, en el
cual aparecen veintiocho estrellas en forma de una cabra, cuya cabra fue
transformada por los griegos en Amalthea, la nodriza de Júpiter. Pan, el Dios
de la Naturaleza, tenía pies de cabra, y se transformó en un macho cabrío al
aproximarse a Tifón.
Pero esto es un misterio en el que la escritora no se
atreve a extenderse, por no estar segura de ser comprendida. El aspecto místico
de la interpretación tiene que dejar a la intuición del estudiante. Anotemos un
dato más en relación con el misterioso número Cinco. Simboliza él al mismo
tiempo el Espíritu de la Vida Eterna, y el espíritu de la vida y el amor
terrestre - en el compuesto humano; e incluye la magia divina y la infernal, y
la quintaesencia universal e individual del ser.
Así, las cinco palabras o vocales místicas pronunciadas por Brahmâ en la
“creación”, que se convirtieron luego en los Panchadasha (ciertos Himnos
védicos atribuidos a este Dios), son en su potencialidad creadora y mágica, el
aspecto blanco de los cinco Ma-kâras
Tántricos negros, o las cinco m’s. Makara, la constelación, es un
nombre aparentemente sin sentido y absurdo; sin embargo, aun sin contar su
significado anagramático en conjunción con el término de Kumâra, el valor
numérico de su primera sílaba, y su resolución esotérica en cinco, tienen un significado muy grande
y oculto en los misterios de la naturaleza.
Baste decir que así
como el signo de Makara está relacionado con el nacimiento del Microcosmo
espiritual, y con la muerte o disolución del Universo físico - su paso al reino
de lo Espiritual (17), asimismo están relacionados con ambos los Dhyân Chohans,
llamados Kumâras en la India. Por otra parte, en las religiones exotéricas
ellos se han convertido en sinónimo de los Ángeles de las Tinieblas. Mâra es el
Dios de las Tinieblas, el Caído, y la Muerte (18);y sin embargo, es uno de los
nombres de Kâma, el Primer Dios de los Vedas,
el Logos, del cual han surgido los Kumâras, y esto los relaciona aún más con
nuestro “fabuloso” Makara indo y el Dios de cabeza de cocodrilo de Egipto (19).
Los Cocodrilos en el Nilo Celeste son cinco,
y el Dios Tum, la Deidad Primordial que crea los cuerpos celestes y los seres
vivos, produce estos Cocodrilos en su quinta
“creación”. Cuando Osiris, el “Sol Difunto es enterrado y entra en el Amenti,
los Cocodrilos sagrados se sumergen en el abismo de las Aguas primordiales - el
“Gran Verde”. Cuando el Sol de la Vida se levanta, vuelven a surgir fuera del
río sagrado. Todo esto es altamente simbólico, y muestra cómo las verdades
primitivas esotéricas encontraron su expresión en símbolos idénticos. Pero,
como declara Mr. T. Subba Row:
El velo hábilmente echado sobre ciertas partes
del misterio relacionado con estos signos (zodiacales) por los antiguos
filósofos, jamás será levantado para
diversión ni edificación del público no iniciado.
No
era el número Cinco menos sagrado
para los griegos. Las “Cinco Palabras” de Brahmâ se han convertido entre los
gnósticos en las “Cinco Palabras” escritas en la Vestidura Âkâshica
(Resplandeciente de Jesús en su glorificación - las palabras “Zama Zama Özza
Rachama Özai” (ZAMA ZAMA QZZA RAXAMA QZAI), traducidas por los orientalistas
“la vestidura, la gloriosa vestidura de mi fuerza”. Estas palabras eran, a
su vez, el “velo” anagramático de los
cinco Poderes místicos representados en la vestidura del Iniciado “resucitado”
después de su última prueba de tres días de trance, convirtiéndose los cinco en
siete sólo después de su “muerte”,
cuando el Adepto se convierte en el Christos pleno, el completo Krishna-Vishnu,
esto es, sumergido en el Nirvâna. El E de Delfos, un símbolo sagrado, era
también el número cinco; y cuán
sagrado era, lo muestra el hecho de que los corintios, según Plutarco,
reemplazaron el numeral de madera del Templo de Delfos por uno de bronce, y
éste fue cambiado por Livia Augusta en un facsímile de oro.
Es fácil reconocer en
los dos “Spiritus” - los signos griegos (‘,) de que habla Ragón-Âtmâ y Buddhi,
o el Espíritu Divino y su Vehículo, el Alma Espiritual.
El
Seis o el Senario es tratado más
adelante en esta Sección, mientras que el Septenario lo será por completo en el
curso de este volumen, en la Sección sobre “Los Misterios de la Hebdómada”.
La Ogdoada u Ocho significa el movimiento eterno y su espiral de los
ciclos, el 8, es simbolizado a su vez
por el Caduceo. Él muestra la respiración regular del Kosmos, presidida por los
Ocho Grandes Dioses - los Siete de la Madre primordial: el Uno y la Tríada.
Luego viene el número
Nueve, o el triple Ternario. es el número que se reproduce constantemente bajo
todas las formas y figuras en toda la multiplicación. Es el signo de todas las
circunferencias, puesto que su valor en grados es igual a 9, esto es, a 3 + 6 +
0 . Es un mal número bajo ciertas
condiciones, y muy desgraciado. Si el número 6 era el símbolo de nuestro Globo
en estado de ser animado por un Espíritu divino,
el 9 simbolizaba nuestra Tierra informada por un Espíritu malo.
El Diez, o la Década, vuelve a traer todos estos dígitos a la unidad y
termina la tabla pitagórica. De aquí que esta figura, .......... -la unidad dentro del cero - son el símbolo
de la Deidad, del Universo y del Hombre. Tal es el significado secreto de “la
fuerte presa de la garra de león, de la tribu de Judah” (la “presa del maestro
masón”) entre dos manos, cuyos dedos son en junto diez.
Si fijamos ahora
nuestra atención en la cruz egipcia, o la Tau
podremos descubrir que esta
letra, tan exaltada por los egipcios, griegos y judíos, está misteriosamente
relacionada con la Década. La Tau es
el Alfa y Omega de la Secreta Sabiduría Divina, que está simbolizada por la
letra inicial y final de Thot (Hermes). Thot fue el inventor del alfabeto
egipcio, y la letra Tau terminaba los alfabetos de los judíos y samaritanos,
quienes la llaman el “fin” o “perfección”, “culminación” y “seguridad”. De aquí
que, según nos dice Ragón, las palabras erminus (fin) y Tectum (techo) sean
símbolos de protección y seguridad, lo cual es más bien una definición
prosaica. Pero tal es el destino común de las ideas y de las cosas en este
mundo de decadencia espiritual, aunque al mismo tiempo de progreso físico. Pan
fue en un tiempo la Naturaleza Absoluta, el Uno y el Gran Todo; pero cuando la
historia percibe la primera vislumbre de él, Pan ha caído ya a ser un diosecillo del campo, un Dios rural; la
historia no quiere reconocerle, al paso que la teología hace de él, el Demonio.
Sin embargo, su flauta de siete tubos, emblema de las siete fuerzas de la
naturaleza, de los siete planetas, de las siete notas musicales, en una
palabra, de toda la armonía septenaria, muestra bien su carácter primordial. Así sucede con la Cruz. Mucho
antes de que los judíos hubiesen ideado su candelabro de oro del Templo, con tres mecheros en un lado y cuatro en el otro, e hiciesen del número
siete un número femenino de la
generación -introduciendo así el elemento fálico en la religión- las
naciones más espirituales habían hecho de la cruz (como 3 + 4 = 7) su símbolo
divino más sagrado. De hecho, el círculo, la cruz y el siete -habiéndose hecho
de este último una base de la medida circular-
son los primeros símbolos primordiales. Pitágoras, que trajo su sabiduría de la
India, dejó a la posteridad una vislumbre de esta verdad. Su Escuela
consideraba al número 7 como un compuesto de los números 3 y 4, los cuales
explicaba de un modo dual. En el plano del mundo noumenal, el Triángulo era,
como primer concepto de la Deidad manifestada, su imagen, “Padre-Madre-Hijo”; y
el Cuaternario, el número perfecto, era la raíz noumenal, ideal, de todos los
números y cosas en el plano físico. Algunos estudiantes, en vista de lo sagrado
de la Tetraktys y del Tetragrammaton, confunden el significado místico del
Cuaternario.
Este último era para los Antiguos sólo una “perfección” secundaria, por decirlo así, porque
únicamente se relacionaba con los planos manifestados; mientras que el
Triángulo, el Delta griego
era el “vehículo de la Deidad desconocida”.
Una buena prueba de esto es que el nombre de la Deidad principia con Delta.
Zeus se escribía (Deus), por los naturales de Beocia, y de aquí el Deus de los
latinos. Esto, considerado en relación al concepto metafísico respecto del
significado del septenario en el mundo
fenomenal; pero para fines de la interpatción profana o exotérica, el
simbolismo cambiaba.
El tres se
convertía en la ideografía de los tres Elementos materiales, Aire, Agua, Tierra; y el cuatro venía a ser el principio de todo lo que no es corpóreo ni
perceptible.
Pero esto no ha sido nunca aceptado por los verdaderos
Pitagóricos. Considerado como un compuesto de 6 y 1 el Senario y la Unidad, el número 7 era el centro
invisible, el Espíritu de todo, pues no existe ningún cuerpo hexagonal sin que
se encuentre en él una séptima
propiedad, como punto central. Por ejemplo, los cristales y copos de nieve, en
lo que se llama naturaleza “inanimada”. Además el número siete, dicen ellos, tiene toda la perfección de la UNIDAD
el
número de los números. Pues, así como la unidad absoluta es increada, e
indivisible, y por tanto, sin número, y ningún número puede producirla, lo
mismo sucede con el siete; ningún
dígito contenido en la Década puede engendrarlo o producirlo. Y el cuatro es el que proporciona una
división aritmética entre la unidad y
el siete, pues excede al primero por
el mismo número (tres), por el cual a
su vez le excede el siete, puesto que
el cuatro tiene tantas unidades sobre
el uno como el siete tiene sobre el cuatro
(23).
“Para los egipcios el
número 7 era el símbolo de la vida
eterna”, dice Ragón, y añade que ésta es la razón de la letra griega Z, que no
es sino un doble 7, y la inicial de Zaô, “Yo vivo”, y de Zeus, el “padre de
todo lo viviente”.
Además, el número 6 era
el símbolo de la Tierra durante el otoño e invierno, los meses de “sueño”; y el
número 7 durante la primavera y el verano, pues el Espíritu de la Vida la
animaba en este tiempo, la Fuerza
séptima o central informadora. Lo mismo se encuentra en los mitos y símbolos
egipcios de Osiris e Isis, que personifican metafísicamente el Fuego y el Agua,
y físicamente el Sol y el Nilo. el número del año solar, 365 en días, es el
valor numérico de la palabra Neilos (Nilo). Esto, juntamente con el Toro, con
el creciente y la cruz ansata entre sus cuernos, y la Tierra bajo su símbolo
astronómico (....) son los símbolos más fálicos de la antigüedad posterior.
El Nilo era el río del
tiempo con el número de un año, o un año y un día (364 + 1 = 365). Representaba
el agua parturienta de Isis, o Madre Tierra, la luna, la mujer y la vaca;
también el taller de Osiris,
representando el T’sod Olaum de los hebreos. El antiguo nombre de este río era
Eridanus, o el Iardan hebreo, con el sufijo copto o griego antiguo. Ésta fue la
puerta de la palabra hebrea Jared, o fuente,
u origen... del río Jordán que tenía
el mismo uso mítico entre los hebreos, que el Nilo entre los egipcios (24); era
la fuente de la descendencia, y contenía las aguas de la vida (25).
Era, diciéndolo
claramente, el símbolo de la Tierra personificada, o Isis considerada como la
matriz de esta Tierra. Esto se muestra con suficiente claridad; y el Jordán -el
río ahora tan sagrado para los cristianos- no encerraba ningún significado más
sublime ni poético, que las aguas parturientas de la Luna - Isis o Jehovah en
su aspecto femenino. Ahora bien; según ha demostrado el mismo sabio, Osiris era
el Sol y el río Nilo, así como el año de 365 días; mientras que Isis era la
Luna, el lecho de ese río o la Madre Tierra, “para cuyas energías parturientas
era una necesidad el agua”, así como también el año lunar de 354 días, “el
tiempo hacedor de los períodos de gestación”. Todo esto, pues, es sexual y
fálico; y nuestros modernos eruditos parece que no encuentran en estos símbolos
nada más que un significado fisiológico o fálico. Sin embargo, no hay más que
leer las tres cifras 365, o el número de días de un año solar, con la clave
Pitagórica, para encontrar en ellas un significado altamente filosófico y
moral. Un ejemplo bastará. Puede leerse:
La Tierra
(3) - animada por (6) - el Espíritu
de Vida (5)
Sencillamente, porque 3
es equivalente a la Gamma griega (I’) que es el símbolo de Gaia, la Tierra,
mientras que la cifra 6 es el símbolo del principio animador o informante, y el
5 es la quintaesencia universal que se extiende en todas direcciones, y forma
toda materia .
Los pocos ejemplos que
se han presentado revelan solamente una pequeña parte de los métodos usados
para leer las ideografías y numerales simbólicos de la antigüedad. Como el
sistema es de una grandísima y compleja dificultad, muy pocos, aun entre los Iniciados, podrían dominar todas las siete claves. ¿Es, pues, de
admirar que la Naturaleza metafísica degenerase gradualmente en la física; que
el Sol, que en un tiempo fue el símbolo de la Deidad, se convirtiese, con el
transcurso de los siglos, sólo en el de su ardor creador, y que de aquí cayese
en un signo de significación fálica? ¡Pero, seguramente, aquellos cuyo método,
como el de Platón, era proceder de lo universal a lo particular, no pudieron
jamás haber principiado simbolizando sus religiones con emblemas sexuales” Es
mucha verdad, aunque dicho por Eliphas Lévi, la paradoja encarnada, que “el
hombre es Dios en la Tierra, y Dios es el hombre en el Cielo”. ¡Pero esto no
podía aplicarse, ni se aplicó jamás, a la Deidad Una, sino sólo a las Huestes
de SUS rayos encarnados, llamados por nosotros Dhyân Chohans, por los antiguos
dioses, y transformados ahora por la Iglesia en Demonios a la izquierda, y en el Salvador a la derecha!
Pero todos esos dogmas
salieron de la raíz única, la raíz de la Sabiduría, que crece y medra en el
suelo indo. No hay un solo Arcángel cuyo origen no pueda encontrarse en su
prototipo, en la tierra sagrada de Âryâvarta. Estos prototipos están todos
relacionados con los Kumâras que aparecen en escena “rehusando”, como
Sanatkumâra y Sananda, “crear progenie”. Sin embargo, son llamados los
“creadores” del hombre (pensante). Más de una vez se les pone en relación con
Nârada - otro manojo de aparentes incongruencias,
que es, sin embargo, un tesoro de doctrinas filosóficas. Nârada es el jefe de
los Gandharvas, los cantores y músicos celestiales; esotéricamente, la razón de
esto se explica por el hecho de que los Gandharvas son los “instructores de los
hombres en las Ciencias Secretas”. Ellos son los que “amando a las mujeres de
la Tierra” les revelaron los misterios de la creación; o, como en el Veda, el Gandharva “celeste” es una
deidad que conocía los secretos del cielo
y las verdades divinas en
general, y las revelaban. Si tenemos presente lo que se dice de esta clase de
Ángeles en Enoch y en la Biblia, entonces la alegoría es clara;
su jefe, Nârada, al paso que rehusa procrear, conduce a los hombres para que se
conviertan en Dioses.
Además, todos estos, como se declara en los Vedas, son Chhandajas, “nacidos por la
voluntad”, o encarnados, en diferentes Manvántaras, por su propia voluntad. En la literatura exotérica se les muestra
existiendo edad tras edad; algunos con “la maldición de renacer”, otros
encarnando como un deber. Finalmente, lo mismo que los Sanakâdikas -los siete
Kumâras que fueron a visitar a Vishnu en la “Isla Blanca” (Shveta-dvîpa), la
Isla habitada por los Mahâ Yogis- ellos están relacionados con Shâkadvipa, y
con los Lemures y Atlantes de la Tercera y Cuarta Razas.
En la filosofía
Esotérica, los Rudras (Kumâras, Âdityas, Gandharvas, Asuras, etc.), son los
Dhuyân Chohans o Devas más elevados, en lo que se refiere a la inteligencia.
Son aquellos que, debido a la adquisición por propio desenvolvimiento de la
naturaleza quíntuple -de aquí lo
sagrado del número cinco- se hicieron
independientes de los puros Devas Arûpa. Éste es un misterio muy difícil de
ñpenetrar y entender correctamente. Pues vemos que los que fueron “obedientes a
la ley” están, igualmente que los “rebeldes”, condenados a renacer en todas
las edades. Nârada, el Rishi, es maldecido por Brahmâ, condenado a
incesante peripatetismo en la tierra, esto es, a renacer constantemente. Es un
rebelde contra Brahmâ, y sin embargo, su destino no es peor que el de los
Jayas, los doce grandes Dioses creadores
producidos por Brahmâ como sus auxiliares
en las funciones de la creación. Pues estos, sumidos en la meditación, se olvidaron sólo de crear; y por esto
fueron igualmente condenados por Brahmâ a renacer en cada Manvántara. Y, sin
embargo -juntamente con los rebeldes-, son llamados Chhandajas, o los nacidos,
por su propia voluntad, en forma humana.
Todo esto es muy
enigmático para el que no puede leer y comprender los Purânas, sino en el sentido de su letra muerta De aquí que
veamos a los orientalistas rehusando el enigma y cortando el nudo gordiano de
la perplejidad, al declarar todo el esquema como “ficciones... de la fantasía
brahmánica y de su afición a exagerar”. Pero para el estudiante de Ocultismo,
todo está lleno de profundo significado filosófico. Gustosos dejamos la corteza
para los sanscritistas occidentales, pero reclamamos la esencia del fruto para
nosotros. Hacemos más: concedemos que, en un sentido, mucho de lo que hay en
estas llamadas “fábulas” se refiere a alegorías astronómicas acerca de
constelaciones, asterismos, estrellas y planetas. Sin embargo, al paso que al
Gandharva del Rig Veda se le hace
allí personificar el fuego del Sol, los Devas Gandharvas son entidaes de un
carácter tanto físico como psíquico; mientras que los Apsarasas (co notros
Rudras) son a la vez cualidades y
cantidades. En una palabra: si alguna vez se desenmaraña la Teogonía de los
Dioses védicos revelará insondables misterios de la Creación y del Ser. Con
verdad dice Parâshara:
Estas clases de treinta
y tres divinidades... existen edad tras edad... y su aparición y desaparición
es... de la misma manera que como el sol se pone y vuelve a salir.
Hubo un tiempo en que
el símbolo oriental de la cruz y el círculo, la Svastika, fue adoptado
universalmente. Para los buddhistas esotéricos y hasta para los exotéricos,
chinos y mogoles, significa las “diez mil verdades”. Estas verdades, dicen, pertenecen
a los misterios del Universo Invisible y de la Cosmogonía y Teogonía
Primordiales.
Desde que Fohat cruzó el Círculo como dos líneas de llama (horizontal y
verticalmente), las Huestes de los Benditos nunca han dejado de enviar sus
representantes a los Planetas, por los cuales tienen que velar desde el
principio.
Ésta es la razón por la
que la Svastika es colocada siempre -como en Egipto la cruz ansata- sobre el
pecho de los Místicos difuntos. Se la encuentra en el corazón de las imágenes y
estatuas de Buddha, en el Tibet y en Mogolia. Es también el sello que se coloca en el corazón de los
Iniciados vivos, y que algunos tienen grabado por siempre a fuego en la carne.
Esto es, porque deben guardar estas verdades inviolables e intactas, en el
silencio y secreto eternos, hasta el día en que son percibidas y leídas por sus
sucesores escogidos -nuevos Iniciados-, “dignos de que se les confíen las diez
mil perfecciones”. Tanto se ha degradado ahora, sin embargo, que muchas veces
la colocan en el tocado de los “Dioses”, los horribles ídolos de los sacrílegos
Bhons -los Dugpas o Brujos de las fronteras tibetanas-, hasta que los ve un
Gelugpa y la arranca juntamente con la cabeza del “Dios”, aunque mejor sería
que fuera la del sacrílego la separada de su cuerpo pecador. Sin embargo, nunca
puede perder sus propiedades misteriosas. Echemos una ojeada retrospectiva, y
la veremos usada igualmente por los Iniciados y Videntes, así como por los
Sacerdotes de Troya; pues Schliemann ha encontrado muchos ejemplares de ella en
el emplazamiento de esta antigua ciudad. Se la encuentra entre los antiguos
peruanos, asirios y caldeos, así como en las paredes de las construcciones
ciclópeas del mundo antiguo; en las catacumbas del Nuevo Mundo y en las del Antiguo
(?), en Roma, donde -pues se supone que los primeros cristianos se ocultaban
con su religión- es llamada Crux Dissimulata.
Según De Rossi, la
Svastika fue, desde una época muy remota, una forma favorita de la cruz
empleada con un significado oculto, que muestra que el secreto no era el de la
cruz cristiana. Una cruz Svastika en las catacumbas es el signo de una
inscripción que dice: “ZQTIKQ ZOTIKH ( ? ZQTIKH), Vitalis Vitalia”, o vida de
la vida .
Pero la mayor prueba de
la antigüedad de la cruz es la presentada por el autor mismo de The Natural Genesis.
El valor de la cruz,
como símbolo cristiano, se supone que
data del tiempo en que Jesucristo fue crucificado. Y sin embargo, en la
iconografía “Cristiana” de las catacumbas no aparece figura alguna de hombre
sobre la Cruz, durante los primeros seis o siete siglos. Existen todas las
formas de la cruz excepto esa -el supuesto punto de partida de la nueva
religión. No fue ella la forma inicial del Crucifijo, sino la final (30).
Durante unos seis siglos después de la era Cristiana, la fundación de la
religión cristiana en un redentor crucificado hállase por completo ausente del
arte cristiano. La primera forma conocida de la
figura humana sobre la cruz es el crucifijo presentado por el Papa
Gregorio el Grande a la Reina Teodolinda de Lombardía, que se halla ahora en la
iglesia de San Juan de Monza, mientras que en las catacumbas de Roma no se ve
imagen alguna del crucificado antes de la de San Giulio, perteneciente al siglo
VII u VIII... No hay ningún Cristo ni ningún Crucificado; la Cruz es el Cristo,
como los Stauros (la Cruz) era un tipo, y un nombre de Horus el Cristo
Gnóstico.
La Cruz, no el crucificado, es el símbolo primario de la Iglesia
Cristiana. La Cruz, no el crucificado, es el objeto esencial de representación
en su arte, y de adoración en su religión. El germen de todo el desarrollo y
desenvolvimiento puede encontrarse en la cruz. Y esta cruz es precristiana, es
pagana y gentil, en una media docena de formas diferentes. El Culto principió
con la cruz, y Juliano tenía razón al decir que se aventuraba a “la guerra con
la X”, la cual a todas luces consideraba había sido adoptada por los
a-gnósticos y mitólatras, dándole un significado imposible. Durante siglos
la cruz ocupó el lugar del Cristo, y se dirigían a ella como a un ser vivo. Fue
divinizada en un principio, y por último, humanizada.
Pocos símbolos del
mundo encierran más significado Oculto real que la Svastika. Es ella
simbolizada por la cifra 6. Lo mismo que ésta, señala en su exterioridad
concreta, como sucede con la ideografía del número, al Cenit y al Nadir, Norte,
Sur, Oeste y Este; en todas partes se ve la unidad, y a esta unidad reflejada
en todo y en cada unidad. Es el emblema de la actividad de Fohat, de la
continua revolución de las “Ruedas”, y de los Cuatro Elementos, el “Cuatro
Sagrado”, en su sentido místico, además del cósmico; por otra parte, sus cuatro
brazos, doblados en ángulos rectos, están íntimamente relacionados, como se
muestra en otra parte, con las escalas Pitagórica y Hermética. El que esté
iniciado en los misterios del significado de la Svastika, dicen los
Comentarios, “puede encontrar en ella, con precisión matemática, la evolución
del Cosmos y todo el período de Sandhyâ”. También “la relación de lo Visible
con lo Invisible” y “la primera procreación del hombre y de las especies”.
Para el Ocultista
oriental, el Árbol del Conocimiento, en el Paraíso del propio corazón del
hombre, se convierte en el Árbol de la Vida Eterna, y no tiene nada que ver con
los sentidos animales del hombre. Es un misterio absoluto que sólo se revela
por los esfuerzos del aprisionado Manas, el Ego, para librarse de la esclavitud
de la percepción de los sentidos, y ver a la luz de la Realidad Una,
eternamente presente. Para el kabalista occidental, y ahora mucho más para el
simbólogo superficial, criado en la atmósfera mortal de la Ciencia
Materialista, la explicación principal de los misterios de la cruz es su
elemento sexual. Hasta el, por otro lado, comentador moderno espiritual,
encuentra ese rasgo en la cruz y la Svastika antes que ningún otro.
La cruz se usaba en
Egipto como un talismán protector y un símbolo de poder salvador. A Tifón, o
Satán, se le ve efectivamente encadenado a la cruz y sujeto por ella. En el Ritual, el Osorio grita: “El Apohis ha sido derribado, sus cuerdas
sujetan el Sur, Norte, Este y Oeste; sus cuerdas le sujetan. Har-ru-bah lo ha
atado” (33). Éstas eran las Cuerdas de los cuatro cuadrantes, o la Cruz.
Thor se dice que aplastó la cabeza de la serpiente con su martillo... una forma
de la Svastika o cruz de cuatro pies... En los primitivos sepulcros de Egipto,
el modelo de la Cámara tenía la forma de una cruz (34). La pagoda de Mathura...
el lugar del nacimiento de Krishna, fue construida en forma de cruz (35).
Esto es perfecto, nadie puede distinguir en ello ese “culto
sexual” con que los orientalistas gustan romper la cabeza del Paganismo. Pero
¿qué pasa con los judíos y las religiones exotéricas de algunas sectas indas,
especialmente los ritos de los Vallabâchâryas? Pues, como se ha dicho, el culto
de Shiva, con su Lingam y Yoni, es demasiado elevado filosóficamente, a pesar
de su moderna degeneración, para poder llamarle un simple culto fálico. Pero el
culto del Árbol o de la Cruz (36) de los judíos, según lo han
denunciado sus propios Profetas, no puede escapar a la inculpación. Los “hijos
de los brujos, la semilla del adúltero” (37), como Isaías los llama, nunca
perdieron ocasión de “inflamarse con los ídolos bajo cada árbol verde” (38) -
lo cual no denota ninguna recreación metafísica. De estos judíos monoteístas es de quien las naciones
cristianas han derivado su religión, su “Dios de Dioses, el Dios único
viviente”, al paso que despreciaban y se burlaban del culto de la Deidad de los
antiguos Filósofos. Dejémosles que crean y rindan culto a la forma física de la
cruz, como mejor les plazca.
Pero para el amante de
la verdadera Sabiduría Oriental Arcaica; para aquel que no adora en espíritu
nada que no sea la Unidad Absoluta, ese gran Corazón siempre en pulsación, que palpita en todas partes, en cada
átomo de la naturaleza; para él, cada uno de estos átomos contiene el germen
con el cual puede levantar el Árbol del Conocimiento, cuyo fruto da la Vida
Eterna y no sólo la física. Para él, la cruz y el círculo, el Árbol o la Tau
-aun después que todos los símbolos relacionados con ellos han sido señalados y
leídos, uno después de otro- permanecen todavía siendo un profundo misterio en
su Pasado, y sólo a este Pasado dirige él su ansiosa mirada. Poco le importa
que sea la Semilla de la que procede el Árbol genealógico del Ser, llamado el
Universo. Ni tampoco le interesan los Tres en Uno, el triple aspecto de la
Semilla -su forma, color y substancias- sino más bien la Fuerza que dirige su
crecimiento, siempre misteriosa, siempre desconocida. Pues esta Fuerza vital,
que hace germinar la Semilla, abrirse y echar retoños, forma luego el tronco y
ramas, las cuales, a su vez, se doblan como las ramitas del Ashvattha, el Árbol santo de Bodhi;
echan su semilla, se arraigan y procrean otros árboles - ésta es la única
FUERZA que tiene realidad para él, por ser el eterno Aliento de la Vida.
El
filósofo pagano buscaba la causa, el moderno se contenta con sólo los efectos y
busca la primera en los últimos. Lo que hay más allá, no lo sabe, ni le importa
tampoco al agnóstico moderno, rechazando así el único conocimiento sobre el
cual puede basar su ciencia con toda seguridad. Sin embargo, esta Fuerza
manifestada tiene una respuesta para aquél que trata de profundizarla. El que
ve en la cruz el círculo decusado de
Platón, el pagano, y no el
antetipo de la circuncisión, como lo hizo el cristiano (San) Agustín (39), es por ello considerado por la
Iglesia como gentil, y por la Ciencia,
como loco. Y ocurre esto porque al paso que se niega a rendir culto al Dios de
la generación física, confiesa que no puede saber nada de la Causa que se halla
más allá de la llamada Primera Causa,
la Causa sin Causa de esta Causa Vital. Al paso que admite tácitamente la
Omnipresencia del Círculo sin Límites, y hace de ella el Postulado universal
sobre el que se basa todo el Universo manifestado; el Sabio guarda un silencio
reverente respecto de aquello sobre lo cual ningún hombre mortal debe atreverse
a especular. “El Logos de Dios es el revelador del hombre, y el Logos (el
Verbo) del hombre es el revelador de Dios”, dice Eliphas Lévi en una de sus
paradojas. A esto, contesta el ocultista oriental: Con la condición, sin
embargo, de que el hombre sea mudo, sobre la Causa que produjo a Dios y a su
Logos. De otro modo, se convierte él invariablemente en el ultrajador, no en el revelador,
de la Deidad Incognoscible.
Vamos ahora a tratar de
un misterio: la Hebdómada en la Naturaleza. Quizás, todo lo que digamos se
atribuya a coincidencia. Se nos podrá decir que este número de la naturaleza es
muy natural -como verdaderamente
nosotros decimos que lo es- y no tiene más significación que la ilusión del
movimiento que forma los llamados “círculos estróbicos”. No se dio gran
importancia a estas “singulares ilusiones” cuando el profesor Sylvanus Thompson
las presentó en la sesión de la Asociación Británica en 1877. Sin embargo,
quisiéramos saber la explicación científica de por qué el siete ha de
constituirse siempre en un número prominente -seis círculos concéntricos alrededor
de un séptimo, y siete anillos uno dentro de otro, alrededor de un punto
central, etc.- en esta ilusión,
producida por la vibración de un platillo, o cualquier otro recipiente.
Nosotros damos en la Sección que sigue la solución que la Ciencia niega.
H.P.Blavatsky D.S T IV
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