ESTANCIA III
11EL DESCENSO DEL DEMIURGO. 12 LOS DIOSES LUNARES RECIBEN LA ORDEN DE
CREAR. 13 LOS DIOSES SUPERIORES SE NIEGAN.
Aquí
la tradición vuelve otra vez a ser Universal. Lo mismo que pasa en la primitiva
versión repetida en los Purânas, vese
en la última el relato Mosaico. En la primera se dice:
Él,
el Señor (el Dios que tiene la forma de Brahmâ) cuando el mundo se convirtió en
un océano, infiriendo que la tierra yacía dentro de las aguas, y deseando
levantarla (separarla), se creó otra forma. Así como en el Kalpa (Manvántara)
precedente había asumido la forma de una
tortuga, del mismo modo tomó en éste la forma de una Verraco, etc.
En
la “creación” Elohística “Dios” crea “un firmamento en medio de las aguas”,
y dice, “aparezaca la tierra seca”. Y
ahora viene el clavo tradicional del que se cuelga la parte esotérica de la
interpretación kabalística.
12 LOS GRANDES CHOHANS LLAMARON A LOS SEÑORES DE LA LUNA, DE LOS
CUEPOS AÉREOS: “PRODUCID HOMBRES HOMBRES DE VUESTRA NATURALEZA.
DADLES LAS FORMAS INTERNAS. ELLA CONSTRUIRÁ VESTIDURAS EXTER-
NAS. MACHOS-HEMBRAS ERÁN. SEÑORES
DE LA LLAMA TAMBIÉN...”
¿Quiénes
son los “Señores de la Luna”? En la India son llamados Pitris o “Antecesores
Lunares”, pero en los manuscritos hebreos es Jehovah mismo el “Señor de la
Luna”, colectivamente como la Hueste, y también como uno de los Elohim. La
astronomía de los hebreos y sus “observaciones del tiempo” eran reguladas por la Luna. Un kabalista, después de
demostrar que “Daniel... hablaba de la providencia de Dios por tiempos determinados”, y que el Apocalipsis de Juan “menciona una ciudad
cúbica cuidadosamente medida, descendiendo de los cielos”, etcétera, añade:
Pero
el poder vitalizador del cielo reside principalmente en la luna. Era el . (Jehovah) hebreo -y San Pablo prescribe-:
“Que ningún hombre os juzgue por vuestra observancia del séptimo día, y del día
de luna nueva - que son una sombra de las
cosas que han de suceder; pero el cuerpo (o substancia) es de Cristo”, esto es, Jehovah - esa función del poder que
“hace de la mujer estéril una madre dichosa”,- “pues los hijos son el don de
Jehovah”... lo cual es una clave a la objeción que su esposo hizo a la
Shunamita, por la ida de ella al hombre de Dios - “pues no es ni el séptimo día
ni el día de luna nueva “. Los
poderes espirituales vivientes de las constelaciones y señalaban grandes
guerras por los movimientos y posiciones de las estrellas y planetas, y
especialmente como resultado de la conjunción de la luna, la tierra y el sol.
Bentley comenta la “guerra inda entre los dioses y los gigantes”, según la
señalaba el eclipse del sol en el nodo ascendente de la luna, 945 antes de
Cristo (!), a cuyo tiempo nació o fue producido por el mar, SRI (Sarai,
S-r-i, la esposa del Abram hebreo) que fue la Venus Afrodita (sic) de los occidentales, emblema “del
año lunisolar, o la luna (puesto que Sri es la esposa de la Luna; véase la nota
al pie), la diosa de la reproducción”.
(Por tanto) el gran monumento y
señal del período exacto del año y mes lunar, por el cual este ciclo (de 19
años tropicales del sol y 235 revoluciones de la luna) podía calcularse, era el
Monte Sinaí -el Señor Jehovah descendiendo allí... Pablo habla (pues) como un
mystagogo, cuando dice acerca de la mujer libre y de la mujer esclava de
Abraham:- “Pues esta Hagar (la mujer esclava de Abraham) es el Monte Sinaí en
la Arabia”. ¿Cómo podía ser una mujer una montaña? ¡Y tal montaña! Sin embargo,
en un sentido lo era y de un modo maravillosamente verdadero. Su nombre era
Hagar, en hebreo cuyos números se leen 235, o exactamente el número de
meses lunares equivalentes a 19 años tropicales que completan este ciclo, y
muestran lo verdadero de la semejanza y similitud; el Monte Sinaí siendo, en la
lengua esotérica de esta sabiduría, el monumento del tiempo exacto del año y
mes lunar, por los cuales podía computarse este ciclo espiritual vitalizador -y
cuya montaña, en efecto, era llamada (Fuerst) “la Montaña de la Luna (Sin)”.
Así también Sarai (SRI), la esposa de Abram, no pudo tener hijos hasta que su
nombre se cambió en Sarah ....., dándole la propiedad de esta influencia lunar.
Esto
podrá considerarse como una digresión del asunto principal; pero es muy
necesaria para los lectores cristianos. Pues, después de estudiar
desapasionadamente las respectivas leyendas de Abram o Abraham, Sarai o Sarah,
que era “hermosa a la vista”, y las de Brahmâ y Sarasvatî o Shrî,
Lakshmî-Venus, con las relaciones de todas éstas con la Luna y el Agua (y
especialmente comprendiendo el significado kabalístico verdadero del nombre de
Jehovah, y su relación y conexión con la Luna), ¿quién puede dudar de que la
historia de Abram está basada en la de Brahmâ, o que el Génesis está escrito siguiendo las antiguas líneas usadas por todas
las naciones antiguas? En las antiguas Escrituras todo es alegórico, todo está
basado e inseparablemente relacionado con la astronomía y cosmolatría.
13 ELLOS FUERON CADA UNO A SU TIERRA DESTINADA: SIETE DE ELLOS, CADA
UNO A SU LOTE. LOS SEÑORES DE LA LLAMA SE
QUEDARON DETRÁS. NO QUERÍAN
IR; NO QUERÍAN CREAR.
Las
enseñanzas secretas muestran a los Progenitores divinos creando hombres en
siete partes del Globo “cada uno en su lote”, esto es, cada uno una raza de
hombres externa e internamente diferentes, y en Zonas distintas. Esta demanda
poligenésica se halla tratada en otra parte, en la Estancia VII. Pero ¿quiénes
son “Ellos”, los que crean, y quiénes son los “Señores de la Llama” “que no
querían”? El Ocultismo divide a los “Creadores” en Doce Clases; de las cuales
cuatro han alcanzado la “Liberación” hasta el fin de la “Gran Edad”; la quinta
está próxima a alcanzarla, pero permanece todavía activa en los planos
intelectuales, al paso que siete se hallan aún bajo la ley Kármica directa.
Estas últimas obran sobre los Globos portadores de hombres de nuestra Cadena.
Los
libros exotéricos hindúes mencionan Siete Clases de Pitris, y entre ellos dos
especies distintas de Progenitores o Antecesores: los Barhishad y los
Agnishvâtta, o los poseídos por el “fuego sagrado”, y los vacíos de él. El
ritualismo hindú parece relacionarlos con los fuegos de sacrificios y con los
brahmanes Grihastha en primitivas encarnaciones; los que han atendido y los que
no han han atendido debidamente a los
fuegos sagrados de su casta, en anteriores nacimientos. La distinción, como se
ha dicho, se deriva de los Vedas. La
clase primera y más elevada (esotéricamente), los Agnishvâtta, están
representados en la alegoría exotérica como los jefes de familia Grihasthas o
brahmanes que, no habiendo cumplido con el deber de sostener sus fuegos
domésticos, y de ofrecer sacrificios al fuego en sus vidas pasadas en otros
Manvántaras, han perdido su derecho a que se les ofrezcan oblaciones con fuego.
Por el contrario, los Barhishad, siendo brahmanes que han conservado los fuegos
sagrados de sus moradas, son de este modo reverenciados hasta hoy. De aquí que
los Agnishavâtta estén representados como vacíos de fuegos, y los Barhishad
como poseídos de los mismos.
Pero
la Filosofía Esotérica explica las cualidades originales como debidas a la
diferencia de naturaleza de ambas Clases: los Pitris Agnishvâtta están vacíos
de “fuego”, esto es, de pasión creadora, porque ellos son demasiado divinos y
puros; mientras que los Barhishad, siendo los Espíritus Lunares más
estrechamente relacionados con la Tierra se convirtieron en los Elohim
creadores de la forma o el Adam de polvo
La
alegoría dice que Sanandana y otros Vedhas, los hijos de Brahmâ, primera
progenie suya:
No
tenían deseo ni pasión; estaban inspirados por santa sabiduría, apartados del
universo y sin deseos de progenie.
Esto
es también lo que significan en la sloka las palabras “No quisieron crear”, y
se explica como sigue:
“Las Emanaciones Primordiales del Poder
Creador están demasiado cerca de la Causa Absoluta. Son fuerzas transitorias y
latentes que sólo se desarrollarán en los próximos y sucesivos grados”.
Esto
lo explica. De aquí que Brahmâ se diga que se sintió irritado cuando vio que
aquellos
Espíritus
encarnados, producidos de sus miembros (gâtra),
no querían multiplicarse.
Después
de lo cual, en la alegoría, crea él otros siete Hijos nacidos de la Mente a saber: Marichi, Atri, Angiras, Pulastya, Pulaha, Kratu y Vasishtha, siendo
este último substituido a menudo por
Daksha, el más prolífico de los Creadores. En casi todos los textos, estos
Siete Hijos de Vasishta-Daksha son llamados los Siete Rishis del Tercer Manvántara; esto último
refiriéndose tanto a la tercera Ronda como a la Tercera Raza-Raíz, y a sus
Razas-Ramales en la Cuarta Ronda. Estos son todos los Creadores de los diversos
Seres en esta Tierra, los Prajâpati, y al mismo tiempo aparecen como diversas
reencarnaciones en los primeros Manvántaras o Razas.
Así
se ve claro por qué los Agnishvâtta, vacíos del fuego creador más grosero, y que, por tanto, no podían crear por no
tener Doble o Cuerpo Astral que proyectar, toda vez que carecían de forma, son presentados en las alegorías
exotéricas como Yogis, Kumâras (jóvenes castos) que se “rebelaron”, Asuras que
se oponían a los Dioses y luchaban con ellos, etcétera. Sin embargo, ellos
solos podían completar al hombre, esto es, convertirlo en un Ser consciente de
sí, casi divino, un Dios en la Tierra. Los Barhishad, aunque poseídos del “fuego
creador”, estaban vacíos del elemento superior MAHÂT-ico. Estando al mismo
nivel que los “Pincipios” inferiores -los que preceden a la materia grosera
objetiva- sólo podían producir el hombre externo, o más bien el molde del
físico, el hombre astral. Así, pues, aunque vemos que Brahmâ -el Mahat colectivo o la Mente Divina
Universal- les había confiado la tarea, el “Misterio de la Creación” se repite
en la Tierra, sólo que en sentido invertido, como en un espejo.
Los
que no pueden crear al hombre espiritual inmortal, son los que proyectan el
molde irracional (el Astral) del Ser físico; y como se verá, los que no
quisieron multiplicarse fueron los que se sacrificaron en bien y por la
salvación de la Humanidad Espiritual. Porque para completar al hombre septenario, para añadir a sus
tres Principios inferiores y cementarlos con la Mónada Espiritual (que no
podría morar nunca en semejante forma sino sólo en un estado absolutamente latente), necesitábanse dos “Principios” de
enlace: Manas y Kâma.
Esto requiere un Fuego Espiritual viviente del Principio
medio procedente de los Estados Quinto y Tercero del Pleroma. Pero este Fuego
es la posesión de los Triángulos, no
de los Cubos (perfectos) que
simbolizan a los Seres Angélicos; habiéndose los primeros posesionado de
él desde la Primera Creación, y diciéndose que se lo apropiaron, como en la
alegoría de Prometeo. Estos son los Seres activos, y por tanto, dejan de ser
“puros” en el Cielo. Se han convertido en las Inteligencias independientes y
libres, que todas las teogonías presentan luchando por esa independencia y
libertad, y de aquí que -en el sentido
ordinario- sean “rebeldes a la ley divina pasiva”. Estos son, pues, esas
“Llamas” -los Agnishvâtta- que, como se muestra en la sloka, “se quedan atrás”
en lugar de ir con los otros a crear hombres en la Tierra. Pero el verdadero
sentido esotérico es que la mayoría de ellos estaban destinados a encarnar como
Egos de la próxima promoción de la Humanidad.
El Ego humano no es ni Âtman ni Buddhi,
sino el Manas Superior; el fruto
intelectual y la florescencia del Egotismo
intelectual consciente de sí - en el sentido espiritual elevado. Las obras
antiguas lo llaman Kârana Sharîra en
el plano de Sûtrâtmâ, que es el “hilo
de oro” en el cual se hallan engarzadas, como cuentas, las diversas
Personalidades de este Ego Superior.
Si se le dijera al lector, como en las alegorías semiexotéricas, que estos Seres eran Nirvânis en retorno de
anteriores Mahâ-Manvántaras -edades de duración incalculable que se han
sucedido en la Eternidad, hace un tiempo aún más incalculable- a duras penas
comprendería el texto correctamente; al paso que algunos vedantinos podrían
decir: “Esto no es así; los Nirvâni no vuelven jamás”; lo cual es verdad
respecto del Manvántara al cual pertenecen, y erróneo en lo que se refiere a la
Eternidad. Pues según se dice en las Slokas Sagradas:
“El Hilo Radiante que es imperecedero y sólo
se disuelve en el Nirvâna, surge de él de nuevo en toda su integridad el día en
que la Gran Ley llama a todos los seres otra vez a la acción”.
Por tanto, como
los Pitris superiores o Dhyânis no tomaron parte en su creación física, vemos
al Hombre Primordial -salido de los cuerpos de sus Progenitores espiritualmente “sin fuego”- descrito
como aeriforme, no compacto y sin mente.
No tenía Principio medio que le sirviese de enlace entre lo superior y lo inferior
-el Hombre Espiritual y el cerebro físico-, pues carecía de Manas. Las Mónadas que encarnaron en
aquellas Conchas vacías permanecieron tan inconscientes como cuando estaban
separadas de sus formas y vehículos incompletos anteriores. No hay
potencialidad para la Creación o Conciencia de Sí, en un Espíritu puro en este nuestro plano, a menos que
su naturaleza demasiado homogénea, perfecta -por ser divina- se mezcle, por
decirlo así, a una esencia ya diferenciada, y sea fortalecida por ella. Sólo la
línea inferior del Triángulo -que representa la primera Tríada que emana de la
MÓNADA Universal -puede proporcionar esta conciencia necesaria en el plano de
la Naturaleza diferenciada. ¿Pero cómo podían estas puras Emanaciones, que,
sobre este principio, han debido ser originalmente inconscientes (en nuestro sentido), suplir en modo alguno el
Principio requerido, toda vez que apenas si ellas mismas lo poseían?
La
contestación es difícil de comprender, a menos de conocer bien la metafísica
filosófica de una serie sin principio ni fin de Renacimientos Cósmicos, y de
posesionarse bien y familiarizarse con esa ley inmutable de la Naturaleza que
es el MOVIMIENTO ETERNO, cíclico y espiral, y por tanto progresivo, aun en su
aparente retroceso. el principio Divino único, el AQUELLO innombrable de los Vedas, es el Total Universal, el cual no
puede estar en “Absoluto Reposo”, ni en sus aspectos y emanaciones espirituales
ni en sus Átomos físicos, excepto en las Noches de Brahmâ.
De aquí también que
los “Primogénitos” los constituyen aquellos que son los primeros puestos en
movimietno al principio de un Manvántara, y, por tanto, los primeros en caer en
las esferas inferiores de la materialidad. Los llamados en la Teología los
“Tronos”, que son el “Asiento de Dios”, deben ser los primeros hombres que
encarnan en la Tierra; y se hace comprensible, si tenemos en cuenta la serie
sin fin de pasados Manvántaras, que el último tenía que venir el primero, y el
primero el último. Vemos, en una palabra, que los Ángeles superiores habían
atravesado, innumerables evos antes, los “Siete Círculos”, arrebatándoles así el Fuego Sagrado; esto significa, en claras
palabras, que se habían asimilado en pasadas encarnaciones, tanto en Mundos
inferiores como en superiores, toda la sabiduría de los mismos: la reflexión de
MAHAT en sus diversos grados de intensidad. Ningún Ser, ya sea angélico o
humano, puede alcanzar el estado de Nirvâna, o de pureza absoluta, sino por medio
de evos de sufrimiento y del conocimiento
del MAL así como del bien, toda vez que de otro modo el último permanecería
incomprensible.
Entre
el hombre y el animal -cuyas Mónadas, o Jivas, son fundamentalmente idénticas-
existe el abismo infranqueable de la Mentalidad y de la conciencia de sí mismo.
¿Qué es la mente humana en su aspecto superior? ¿De dónde procede, si no es una
parte de la esencia -y en algunos casos raros la encarnación, la esencia misma- de un Ser superior; de un
Ser de un plano superior y divino? ¿Puede el hombre -Dios con forma animal- ser
producto de la Naturaleza Material sólo por la evolución, como sucede con el
animal (que difiere del hombre en la forma externa, pero en modo alguno en los
materiales de su constitución física, y el cual está animado por la misma
Mónada aunque sin desarrollo), cuando se ve que las potencias intelectuales de
ambos difieren como el sol difiere del gusano de luz? ¿Y qué es lo que ocasiona
semejante diferencia, a menos que el hombre sea un animal más un Dios viviente dentro de su corteza física? Detengámonos y
hagámonos seriamente la pregunta, sin tener en cuenta las vaguedades y sofismas
de las ciencias materialistas y psicológicas modernas.
Hasta
cierto punto, se admite que aun la Enseñanza Esotérica es alegórica. Para hacer
llegar ésta a la inteligencia ordinaria, se necesita el uso de los símbolos en
una forma inteligible. De aquí las narraciones alegóricas y semimíticas en las
enseñanzas exotéricas, y las representaciones sólo semimetafísicas y objetivas en las esotéricas. Pues los conceptos
pura y trascendentalmente espirituales se adaptan tan sólo a la percepción de
aquellos que “ven sin ojos, que oyen sin
oídos y sienten sin órganos”, según la gráfica expresión del Comentario. El
idealista demasiado puritano puede espiritualizar como quiera el principio,
mientras que el psicólogo moderno tratará simplemente de arrebatarnos nuestra
Alma humana “caída”, y sin embargo, divina, divina en su conexión con Buddhi.
El
misterio que se refiere a los Antecesores altamente espirituales del Hombre Divino dentro del hombre terrestre, es
muy grande. La creación dual está veladamente indicada en los Purânas, aunque su significado esotérico
sólo puede vislumbrarse juntando y relacionando los muchos y variados relatos,
y leyéndolos en su carácter simbólico y alegórico. Así sucede en la Biblia, tanto en el Génesis como en las mismas Epístolas
de Pablo. Pues aquel “Creador”, llamado en el segundo capítulo del Génesis el “Señor Dios” es en el
original los Elohim o Dioses (los Señores), en plural; y al paso que uno de
ellos hace el Adam terrestre de Polvo, otro le insufla el Aliento de Vida, y el
tercero hace de él un Alma Viviente, todo lo cual está implicado en el número
plural de la palabra Elohim . Además, según dice Pablo:
El
primer hombre es de la tierra, el segundo (el último, o más bien el más
elevado) es el Señor del cielo.
En
la alegoría aria, los Hijos rebeldes de Brahmâ son todos representados como
Ascetas y santos Yogis. Renaciendo en cada Kalpa, tratan generalmente de
impedir la obra de la procreación humana. Cuando Daksha, el jefe de los
Prajâpatis o Creadores, produce 10.000 hijos con objeto de poblar el mundo,
Nârada -hijo de Brahmâ, el gran Rishi, y virtualmente
un Kumâra, si no tal en el nombre- se interpone y por dos veces hace fracasar
el objeto de Daksha, persuadiendo a los Hijos de que permanecieran siendo
santos Ascetas y rehuyesen el matrimonio. A causa de esto, Daksha lanza a
Nârada la maldición de renacer como
hombre, así como Brahmâ lo había hecho antes con él, por rehusar casarse y
tener progenie, diciéndole: “Perece en tu (presente forma (Deva o Angélica), y
toma albergue en la matriz”, esto es, conviértete en hombre.
A
pesar de algunas versiones de la misma historia que se contradicen, es fácil
ver que Nârada pertenece a esa Clase de “Primogénitos” de Brahmâ, en que todos
se manifestaron rebeldes a la ley de la procreación animal, por lo cual
tuvieron que encarnar como hombres.
De todos los Rishis védicos, Nârada, como ya se ha mostrado, es el más
comprensible, por ser el más estrechamente relacionado con las Doctrinas
Ocultas, especialmente con los Ciclos y
Kalpas Secretos.
Algunas
afirmaciones contradictorias acerca de este sabio han confundido
extraordinariamente a los orientalistas. Por ejemplo, se le presenta como
rehusando positivamente “crear” o tener progenie, y hasta llamando a su padre
Brahmâ “falso maestro”, por aconsejarle que se case, según se lee en el Nârada-Pancha-Râtra; ¡y sin embargo, se
le menciona como uno de los Prajâpatis o Progenitores! En el Nâradiya Purâna, describe él las leyes y
los deberes de los Adeptos célibes; y como estos deberes Ocultos no se
encuentran en los fragmentos de cerca de
3.000 Estancias que se hallan en los museos europeos, los brahmanes han sido
declarados embusteros; olvidándose los orientalistas de que el Nâradiya se afirma que contiene 25.000
Estancias, y que no es probable que semejantes Manuscritos se encuentren en
poder del indo profano, que está pronto a vender cualquier preciosa olla por un potaje.
Baste decir que
Nârada es el Deva-Rishi por excelencia del Ocultismo, y que el
Ocultista que no medita, analiza y estudia a Nârada en sus siete facetas
esotéricas, no podrá jamás profundizar ciertos Misterios antropológicos,
cronológicos y hasta cósmicos. Es uno de los Fuegos antes mencionados, y toma
parte en la evolución de este Kalpa, desde el estado incipiente hasta el fin.
Es un actor que aparece en cada uno de los actos sucesivos, o Razas-Raíces, del
drama Manvantárico presente, en las alegorías del mundo que dan la nota del Esoterismo, y que ahora van siendo más
familiares al lector. Pero, ¿es que debemos volvernos a otras antiguas
Escrituras y documentos para la corroboración de los “Fuegos”, “Chispas” y
“Llamas”? Hay plétora de ellos, bastando que se busquen en los sitios debidos.
En
el Book of the Concealed Misery (Libro
de los Misterios Ocultos) Kabalístico, están claramente enunciados, así como
también en el Ha Idra Zuta Qadisha o
“La Asamblea Santa Menor”. El lenguaje
es muy místico y velado, pero sin embargo, comprensible. En el último, entre
las chispas de Mundos Anteriores, “Llamas y Chispas vibrantes” del pedernal
divino el “Obrero” procede a crear al hombre “varón y hembra” (427). Estas
“Llamas y Chispas” -Ángeles y sus Mundos, Estrellas y Planetas- se dice
figuradamente que se extinguen y mueren, esto es, permanecen sin manifestarse, hasta que se ha
verificado cierto proceso de la Naturaleza. Para demostrar cuán densamente
velados para el público se hallan los hechos más importantes de la
Antropogénesis, se citan a continuación dos pasajes de dos libros kabalísticos.
El primero es del Ha Idra Zuta Qadisha:
429. De un Portador de Luz (uno en los Siete
Planetas Sagrados) de resplandor insoportable, procedió una Llama Radiantes,
que despedía, como un martillo colosal y potente, esas chispas que fueron los
Mundos anteriores.
430. Y estos eran mezclados y enlazados mutuamente
por el éter más sutil, pero tan sólo
cuando se juntaban, hasta el mismo Gran Padre y la Gran Madre.
431. De Hoa,
él mismo, es AB, el Padre; y de Hoa,
él mismo, es Ruach el Espíritu; que están ocultos en el Anciano de los Días, y
allí dentro está aquel éter oculto.
432. Y fue relacionado con su portador de luz (un
Planeta o su Ángel o Regente), que salió de aquel Portador de Luz de resplandor
insoportable, que se halla oculto en el seno de Aîma, la Gran Madre.
Luego,
el siguiente extracto del Zohar bajo el epígrafe “Los Reyes Pre-Adámicos”, trata también del mismo misterio:
Hemos
aprendido en el Siphrah D’Tzniootha: Que el At-tee’kah D’At-tee’keen, el Anciano de los
Ancianos, antes de que Él preparara Su Forma, construyó reyes y grabó reyes, y
bosquejó reyes (hombres, los “ reyes” de los animales) y no pudieron existir,
hasta que Él los destruyó y los ocultó
hasta cierto tiempo; por tanto, está escrito: “y estos son los reyes que
reinaron en la tierra de Edom”... Y no pudieron existir hasta que Resha’Hiv’rah la Cabeza Blanca, el At’tee-kah D’At’tee’-keen,
el Anciano de los Ancianos, se arregló. Cuando Él se hubo arreglado formó todas
las formas Arriba y Abajo... Antes de que Él se arreglase en Su Forma, no
habían sido formados todos los que él deseaba formar, y todos los mundos habían
sido destruidos... No permanecieron ellos en sus sitios porque la forma de los
reyes no había sido formada como es debido, y la Ciudad Santa no había sido preparada.
El
sentido claro de estas dos disquisiciones alegóricas y metafísicas es
sencillamente el siguiente: mundos y hombres fueron sucesivamente formados y
destruidos, bajo la ley de evolución y de
materiales preexistentes, hasta que los Planetas y sus hombres, y en
nuestro caso nuestra Tierra y sus razas animales y humanas, se convirtieron en
lo que ahora son en el presente ciclo: fuerzas polares opuestas, un compuesto
equilibrado de Espíritu y Materia, de lo positivo y negativo, de lo masculino y
femenino. Antes de que el hombre se pudiera convertir en varón y hembra físicamente, su prototipo, el Elohim
creador, tuvo que arreglar su Forma, astralmente,
sobre este plano sexual. Esto es, los átomos y las fuerzas orgánicas, al
descender en el plano de determinada diferenciación, tuvieron que ser
arreglados en el orden prescrito por la Naturaleza, de manera que llevasen
siempre a efecto de un modo inmaculado esa ley que los kabalistas llaman la
“Balanza”, por medio de la cual todo lo que existe es como macho y hembra en su
perfección final, en el presente estado de materialidad. Chokmah, la Sabiduría,
el Sephira Masculino, tuvo que difundirse en y por medio de Binah, la Naturaleza inteligente, o Entendimiento. Por
tanto, la primera Raza Raíz de hombres, sin sexo y sin mente, tuvo que ser
destruida y “oculta hasta después de cierto tiempo”; esto es, la Primera Raza,
en lugar de morir, desapareció en la
Segunda Raza, como verifican ciertas vidas y plantas inferiores en su progenie.
Fue una transformación completa. La Primera se convirtió en la Segunda Raza
Raíz, sin engendrarla, procrearla, ni morir.
“Pasaron a la vez”, según está escrito:
“Y murió” y otro “reinó en su lugar”.
¿Por
qué? Porque la “Ciudad Santa no había sido preparada”? ¿Y qué es la “Ciudad
Santa”? El Maqom, el lugar sagrado o el Santuario, en la Tierra; en otras
palabras, la matriz humana, la copia microcósmica o reflejo de la Matriz Celeste, el Espacio femenino o
Caos primordial, en el cual el Espíritu varón fecunda el germen del Hijo, o el
Universo visible. Tan es así, que en el párrafo sobre “La Emanación de los
Principios Varón y Hembra”, en el Zohar
se dice que, en esta Tierra, la Sabiduría
del “Santo Anciano” “no brilla sino en el varón y hembra”.
(‘Hokhmah, Sabiduría, es el Padre, y Binah, Entendimiento, es la Madre)... Y
cuando se relacionan el uno con el otro, producen, difunden y emanan la verdad.
en los relatos del Rabí Ye-yeva, Sabbah, esto es, el Viejo, aprendemos lo
siguiente: ¿qué es Binah Entendimiento? Pero cuando se relacionan el uno con el
otro, el ... (Yod en el .... (Heh), se impregnan y producen un Hijo. Y, por
tanto, ello es llamado Binah,
Entendimiento. Significa BeN YaH, esto es, Hijo de YaH. Ésta es la perfección
del Todo.
Esto
es también la “perfección” del falicismo de los rabinos, su apoteosis perfecta,
el ser divino arrastrado en lo animal, lo sublime convertido en lo grosero de
lo terrestre. Nada tan gráficamente grosero existe en el Ocultismo Oriental ni
en la Kabalah primitiva, el Libro de los
Números Caldeo. Ya lo hemos dicho en Isis
sin Velo:
Encontramos
poco prudente de parte de los escritores católicos que muestren su ira en
frases como ésta: “En una multitud de pagodas, la piedra fálica asumiendo
siempre, como el batylos griego, la
forma indecente y brutal del lingam...
el Mahâ Deva”. Antes de arrojar borrones sobre un símbolo cuyo significado
metafísico profundo es demasiado para la comprensión de los campeones modernos
de esa religión del sensualismo por excelencia, el Catolicismo Romano, tiene el
deber de destruir sus iglesias más antiguas, y cambiar la forma de las cúpulas
de sus propios templos. El Mahadeo de Elefanta, la Torre Redonda de Bhagulpore,
los minaretes del Islam -ya sean redondos o puntiagudos-, son los originales
del campanile de San Marcos en Venecia, de la Catedral de Rochester y del
moderno duomo de Milán. Todos estos campanarios, torreones, cúpulas y templos
Cristianos, son reproducción de la idea primitiva del lithos, el falo erguido.
Sin
embargo, y como quiera que sea, el hecho de que todos estos Elohim, Chispas y
Querubines hebreos son idénticos a los Devas, los Rishis y los Fuegos y las
Llamas, los Rudras y los cuarenta y nueve Agnis de los antiguos arios, está
suficientemente probado en y por la Kabalah.
H.P Blavatsky D.S T III
H.P Blavatsky D.S T III
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