jueves, 10 de septiembre de 2015

Tentativas para crear al Hombre




ESTANCIA  III


11EL DESCENSO DEL DEMIURGO. 12  LOS DIOSES LUNARES RECIBEN LA ORDEN DE
CREAR. 13  LOS DIOSES SUPERIORES SE NIEGAN.

            Aquí la tradición vuelve otra vez a ser Universal. Lo mismo que pasa en la primitiva versión repetida en los Purânas, vese en la última el relato Mosaico. En la primera se dice:

            Él, el Señor (el Dios que tiene la forma de Brahmâ) cuando el mundo se convirtió en un océano, infiriendo que la tierra yacía dentro de las aguas, y deseando levantarla (separarla), se creó otra forma. Así como en el Kalpa (Manvántara) precedente había asumido la  forma de una tortuga, del mismo modo tomó en éste la forma de una Verraco, etc.

            En la “creación” Elohística  “Dios” crea “un firmamento en medio de las aguas”, y dice, “aparezaca la tierra seca”. Y ahora viene el clavo tradicional del que se cuelga la parte esotérica de la interpretación kabalística.
         
12 LOS GRANDES CHOHANS  LLAMARON A LOS SEÑORES DE LA LUNA, DE LOS
CUEPOS AÉREOS: “PRODUCID HOMBRES  HOMBRES DE VUESTRA NATURALEZA.
DADLES LAS FORMAS INTERNAS. ELLA CONSTRUIRÁ VESTIDURAS EXTER-
NAS. MACHOS-HEMBRAS  ERÁN. SEÑORES DE LA LLAMA TAMBIÉN...”

            ¿Quiénes son los “Señores de la Luna”? En la India son llamados Pitris o “Antecesores Lunares”, pero en los manuscritos hebreos es Jehovah mismo el “Señor de la Luna”, colectivamente como la Hueste, y también como uno de los Elohim. La astronomía de los hebreos y sus “observaciones del tiempo” eran reguladas por la Luna. Un kabalista, después de demostrar que “Daniel... hablaba de la providencia de Dios por tiempos determinados”, y que el Apocalipsis de Juan “menciona una ciudad cúbica cuidadosamente medida, descendiendo de los cielos”, etcétera, añade:

            Pero el poder vitalizador del cielo reside principalmente en la luna. Era el . (Jehovah) hebreo -y San Pablo prescribe-: “Que ningún hombre os juzgue por vuestra observancia del séptimo día, y del día de luna nueva - que son una sombra de las cosas que han de suceder; pero el cuerpo (o substancia) es de Cristo”,  esto es, Jehovah - esa función del poder que “hace de la mujer estéril una madre dichosa”,- “pues los hijos son el don de Jehovah”... lo cual es una clave a la objeción que su esposo hizo a la Shunamita, por la ida de ella al hombre de Dios - “pues no es ni el séptimo día ni el día de luna nueva “. Los poderes espirituales vivientes de las constelaciones y señalaban grandes guerras por los movimientos y posiciones de las estrellas y planetas, y especialmente como resultado de la conjunción de la luna, la tierra y el sol. Bentley comenta la “guerra inda entre los dioses y los gigantes”, según la señalaba el eclipse del sol en el nodo ascendente de la luna, 945 antes de Cristo (!), a cuyo tiempo nació  o fue producido por el mar, SRI (Sarai, S-r-i, la esposa del Abram hebreo)  que fue la Venus Afrodita (sic) de los occidentales, emblema “del año lunisolar, o la luna (puesto que Sri es la esposa de la Luna; véase la nota al pie), la diosa de la reproducción”. 

(Por tanto) el gran monumento y señal del período exacto del año y mes lunar, por el cual este ciclo (de 19 años tropicales del sol y 235 revoluciones de la luna) podía calcularse, era el Monte Sinaí -el Señor Jehovah descendiendo allí... Pablo habla (pues) como un mystagogo, cuando dice acerca de la mujer libre y de la mujer esclava de Abraham:- “Pues esta Hagar (la mujer esclava de Abraham) es el Monte Sinaí en la Arabia”. ¿Cómo podía ser una mujer una montaña? ¡Y tal montaña! Sin embargo, en un sentido  lo era y de un modo maravillosamente verdadero. Su nombre era Hagar, en hebreo  cuyos números se leen 235, o exactamente el número de meses lunares equivalentes a 19 años tropicales que completan este ciclo, y muestran lo verdadero de la semejanza y similitud; el Monte Sinaí siendo, en la lengua esotérica de esta sabiduría, el monumento del tiempo exacto del año y mes lunar, por los cuales podía computarse este ciclo espiritual vitalizador -y cuya montaña, en efecto, era llamada (Fuerst) “la Montaña de la Luna (Sin)”. Así también Sarai (SRI), la esposa de Abram, no pudo tener hijos hasta que su nombre se cambió en Sarah ....., dándole la propiedad de esta influencia lunar.
           
            Esto podrá considerarse como una digresión del asunto principal; pero es muy necesaria para los lectores cristianos. Pues, después de estudiar desapasionadamente las respectivas leyendas de Abram o Abraham, Sarai o Sarah, que era “hermosa a la vista”, y las de Brahmâ y Sarasvatî o Shrî, Lakshmî-Venus, con las relaciones de todas éstas con la Luna y el Agua (y especialmente comprendiendo el significado kabalístico verdadero del nombre de Jehovah, y su relación y conexión con la Luna), ¿quién puede dudar de que la historia de Abram está basada en la de Brahmâ, o que el Génesis está escrito siguiendo las antiguas líneas usadas por todas las naciones antiguas? En las antiguas Escrituras todo es alegórico, todo está basado e inseparablemente relacionado con la astronomía y cosmolatría.     

13 ELLOS FUERON CADA UNO  A SU TIERRA DESTINADA: SIETE DE ELLOS, CADA
UNO A SU LOTE. LOS SEÑORES DE LA LLAMA SE QUEDARON DETRÁS. NO QUERÍAN
IR; NO QUERÍAN CREAR.

            Las enseñanzas secretas muestran a los Progenitores divinos creando hombres en siete partes del Globo “cada uno en su lote”, esto es, cada uno una raza de hombres externa e internamente diferentes, y en Zonas distintas. Esta demanda poligenésica se halla tratada en otra parte, en la Estancia VII. Pero ¿quiénes son “Ellos”, los que crean, y quiénes son los “Señores de la Llama” “que no querían”? El Ocultismo divide a los “Creadores” en Doce Clases; de las cuales cuatro han alcanzado la “Liberación” hasta el fin de la “Gran Edad”; la quinta está próxima a alcanzarla, pero permanece todavía activa en los planos intelectuales, al paso que siete se hallan aún bajo la ley Kármica directa. Estas últimas obran sobre los Globos portadores de hombres de nuestra Cadena.
           
  Los libros exotéricos hindúes mencionan Siete Clases de Pitris, y entre ellos dos especies distintas de Progenitores o Antecesores: los Barhishad y los Agnishvâtta, o los poseídos por el “fuego sagrado”, y los vacíos de él. El ritualismo hindú parece relacionarlos con los fuegos de sacrificios y con los brahmanes Grihastha en primitivas encarnaciones; los que han atendido y los que no han han atendido debidamente a los fuegos sagrados de su casta, en anteriores nacimientos. La distinción, como se ha dicho, se deriva de los Vedas. La clase primera y más elevada (esotéricamente), los Agnishvâtta, están representados en la alegoría exotérica como los jefes de familia Grihasthas o brahmanes que, no habiendo cumplido con el deber de sostener sus fuegos domésticos, y de ofrecer sacrificios al fuego en sus vidas pasadas en otros Manvántaras, han perdido su derecho a que se les ofrezcan oblaciones con fuego. Por el contrario, los Barhishad, siendo brahmanes que han conservado los fuegos sagrados de sus moradas, son de este modo reverenciados hasta hoy. De aquí que los Agnishavâtta estén representados como vacíos de fuegos, y los Barhishad como poseídos de los mismos.
            
Pero la Filosofía Esotérica explica las cualidades originales como debidas a la diferencia de naturaleza de ambas Clases: los Pitris Agnishvâtta están vacíos de “fuego”, esto es, de pasión creadora, porque ellos son demasiado divinos y puros; mientras que los Barhishad, siendo los Espíritus Lunares más estrechamente relacionados con la Tierra se convirtieron en los Elohim creadores de la forma o el Adam de polvo
            
La alegoría dice que Sanandana y otros Vedhas, los hijos de Brahmâ, primera progenie suya:

            No tenían deseo ni pasión; estaban inspirados por santa sabiduría, apartados del universo y sin deseos de progenie.

  Esto es también lo que significan en la sloka las palabras “No quisieron crear”, y se explica como sigue:
          
 “Las Emanaciones Primordiales del Poder Creador están demasiado cerca de la Causa Absoluta. Son fuerzas transitorias y latentes que sólo se desarrollarán en los próximos y sucesivos grados”.
            
Esto lo explica. De aquí que Brahmâ se diga que se sintió irritado cuando vio que aquellos

            
Espíritus encarnados, producidos de sus miembros (gâtra), no querían multiplicarse.

            Después de lo cual, en la alegoría, crea él otros siete Hijos nacidos de la Mente  a saber: Marichi, Atri, Angiras, Pulastya, Pulaha, Kratu y Vasishtha, siendo este  último substituido a menudo por Daksha, el más prolífico de los Creadores. En casi todos los textos, estos Siete Hijos de Vasishta-Daksha son llamados los Siete Rishis del Tercer Manvántara; esto último refiriéndose tanto a la tercera Ronda como a la Tercera Raza-Raíz, y a sus Razas-Ramales en la Cuarta Ronda. Estos son todos los Creadores de los diversos Seres en esta Tierra, los Prajâpati, y al mismo tiempo aparecen como diversas reencarnaciones en los primeros Manvántaras o Razas.
            
Así se ve claro por qué los Agnishvâtta, vacíos del fuego creador más grosero, y que, por tanto, no podían crear por no tener Doble o Cuerpo Astral que proyectar, toda vez que carecían de forma, son presentados en las alegorías exotéricas como Yogis, Kumâras (jóvenes castos) que se “rebelaron”, Asuras que se oponían a los Dioses y luchaban con ellos, etcétera. Sin embargo, ellos solos podían completar al hombre, esto es, convertirlo en un Ser consciente de sí, casi divino, un Dios en la Tierra. Los Barhishad, aunque poseídos del “fuego creador”, estaban vacíos del elemento superior MAHÂT-ico. Estando al mismo nivel que los “Pincipios” inferiores -los que preceden a la materia grosera objetiva- sólo podían producir el hombre externo, o más bien el molde del físico, el hombre astral. Así, pues, aunque vemos que Brahmâ -el Mahat colectivo o la Mente Divina Universal- les había confiado la tarea, el “Misterio de la Creación” se repite en la Tierra, sólo que en sentido invertido, como en un espejo.
            
Los que no pueden crear al hombre espiritual inmortal, son los que proyectan el molde irracional (el Astral) del Ser físico; y como se verá, los que no quisieron multiplicarse fueron los que se sacrificaron en bien y por la salvación de la Humanidad Espiritual. Porque para completar al hombre septenario, para añadir a sus tres Principios inferiores y cementarlos con la Mónada Espiritual (que no podría morar nunca en semejante forma sino sólo en un estado absolutamente latente), necesitábanse dos “Principios” de enlace: Manas y Kâma. 

Esto requiere un Fuego Espiritual viviente del Principio medio procedente de los Estados Quinto y Tercero del Pleroma. Pero este Fuego es la posesión de los Triángulos, no de los Cubos (perfectos) que simbolizan a los Seres Angélicos; habiéndose los primeros posesionado de él desde la Primera Creación, y diciéndose que se lo apropiaron, como en la alegoría de Prometeo. Estos son los Seres activos, y por tanto, dejan de ser “puros” en el Cielo. Se han convertido en las Inteligencias independientes y libres, que todas las teogonías presentan luchando por esa independencia y libertad, y  de aquí que -en el sentido ordinario- sean “rebeldes a la ley divina pasiva”. Estos son, pues, esas “Llamas” -los Agnishvâtta- que, como se muestra en la sloka, “se quedan atrás” en lugar de ir con los otros a crear hombres en la Tierra. Pero el verdadero sentido esotérico es que la mayoría de ellos estaban destinados a encarnar como Egos de la próxima promoción de la Humanidad.
            
El Ego humano no es ni Âtman ni Buddhi, sino el Manas Superior; el fruto intelectual y la florescencia del Egotismo intelectual consciente de sí - en el sentido espiritual elevado. Las obras antiguas lo llaman Kârana Sharîra en el plano de Sûtrâtmâ, que es el “hilo de oro” en el cual se hallan engarzadas, como cuentas, las diversas Personalidades de este Ego Superior. Si se le dijera al lector, como en las alegorías semiexotéricas, que estos Seres eran Nirvânis en retorno de anteriores Mahâ-Manvántaras -edades de duración incalculable que se han sucedido en la Eternidad, hace un tiempo aún más incalculable- a duras penas comprendería el texto correctamente; al paso que algunos vedantinos podrían decir: “Esto no es así; los Nirvâni no vuelven jamás”; lo cual es verdad respecto del Manvántara al cual pertenecen, y erróneo en lo que se refiere a la Eternidad. Pues según se dice en las Slokas Sagradas:
            
“El Hilo Radiante que es imperecedero y sólo se disuelve en el Nirvâna, surge de él de nuevo en toda su integridad el día en que la Gran Ley llama a todos los seres otra vez a la acción”.
            
Por tanto, como los Pitris superiores o Dhyânis no tomaron parte en su creación física, vemos al Hombre Primordial -salido de los cuerpos de sus Progenitores espiritualmente “sin fuego”- descrito como aeriforme, no compacto y sin mente. No tenía Principio medio que le sirviese de enlace entre lo superior y lo inferior -el Hombre Espiritual y el cerebro físico-, pues carecía de Manas. Las Mónadas que encarnaron en aquellas Conchas vacías permanecieron tan inconscientes como cuando estaban separadas de sus formas y vehículos incompletos anteriores. No hay potencialidad para la Creación o Conciencia de Sí, en un Espíritu puro en este nuestro plano, a menos que su naturaleza demasiado homogénea, perfecta -por ser divina- se mezcle, por decirlo así, a una esencia ya diferenciada, y sea fortalecida por ella. Sólo la línea inferior del Triángulo -que representa la primera Tríada que emana de la MÓNADA Universal -puede proporcionar esta conciencia necesaria en el plano de la Naturaleza diferenciada. ¿Pero cómo podían estas puras Emanaciones, que, sobre este principio, han debido ser originalmente inconscientes (en nuestro sentido), suplir en modo alguno el Principio requerido, toda vez que apenas si ellas mismas lo poseían?
           
  La contestación es difícil de comprender, a menos de conocer bien la metafísica filosófica de una serie sin principio ni fin de Renacimientos Cósmicos, y de posesionarse bien y familiarizarse con esa ley inmutable de la Naturaleza que es el MOVIMIENTO ETERNO, cíclico y espiral, y por tanto progresivo, aun en su aparente retroceso. el principio Divino único, el AQUELLO innombrable de los Vedas, es el Total Universal, el cual no puede estar en “Absoluto Reposo”, ni en sus aspectos y emanaciones espirituales ni en sus Átomos físicos, excepto en las Noches de Brahmâ. 

De aquí también que los “Primogénitos” los constituyen aquellos que son los primeros puestos en movimietno al principio de un Manvántara, y, por tanto, los primeros en caer en las esferas inferiores de la materialidad. Los llamados en la Teología los “Tronos”, que son el “Asiento de Dios”, deben ser los primeros hombres que encarnan en la Tierra; y se hace comprensible, si tenemos en cuenta la serie sin fin de pasados Manvántaras, que el último tenía que venir el primero, y el primero el último. Vemos, en una palabra, que los Ángeles superiores habían atravesado, innumerables evos antes, los “Siete Círculos”, arrebatándoles así el Fuego Sagrado; esto significa, en claras palabras, que se habían asimilado en pasadas encarnaciones, tanto en Mundos inferiores como en superiores, toda la sabiduría de los mismos: la reflexión de MAHAT en sus diversos grados de intensidad. Ningún Ser, ya sea angélico o humano, puede alcanzar el estado de Nirvâna, o de pureza absoluta, sino por medio de evos de sufrimiento y del conocimiento del MAL así como del bien, toda vez que de otro modo el último permanecería incomprensible.
           
  Entre el hombre y el animal -cuyas Mónadas, o Jivas, son fundamentalmente idénticas- existe el abismo infranqueable de la Mentalidad y de la conciencia de sí mismo. ¿Qué es la mente humana en su aspecto superior? ¿De dónde procede, si no es una parte de la esencia -y en algunos casos raros la encarnación, la esencia misma- de un Ser superior; de un Ser de un plano superior y divino? ¿Puede el hombre -Dios con forma animal- ser producto de la Naturaleza Material sólo por la evolución, como sucede con el animal (que difiere del hombre en la forma externa, pero en modo alguno en los materiales de su constitución física, y el cual está animado por la misma Mónada aunque sin desarrollo), cuando se ve que las potencias intelectuales de ambos difieren como el sol difiere del gusano de luz? ¿Y qué es lo que ocasiona semejante diferencia, a menos que el hombre sea un animal más un Dios viviente dentro de su corteza física? Detengámonos y hagámonos seriamente la pregunta, sin tener en cuenta las vaguedades y sofismas de las ciencias materialistas y psicológicas modernas.
           
  Hasta cierto punto, se admite que aun la Enseñanza Esotérica es alegórica. Para hacer llegar ésta a la inteligencia ordinaria, se necesita el uso de los símbolos en una forma inteligible. De aquí las narraciones alegóricas y semimíticas en las enseñanzas exotéricas, y las representaciones sólo semimetafísicas y objetivas en las esotéricas. Pues los conceptos pura y trascendentalmente espirituales se adaptan tan sólo a la percepción de aquellos que ven sin ojos, que oyen sin oídos y sienten sin órganos”, según la gráfica expresión del Comentario. El idealista demasiado puritano puede espiritualizar como quiera el principio, mientras que el psicólogo moderno tratará simplemente de arrebatarnos nuestra Alma humana “caída”, y sin embargo, divina, divina en su conexión con Buddhi.
          
  El misterio que se refiere a los Antecesores altamente espirituales del Hombre Divino dentro del hombre terrestre, es muy grande. La creación dual está veladamente indicada en los Purânas, aunque su significado esotérico sólo puede vislumbrarse juntando y relacionando los muchos y variados relatos, y leyéndolos en su carácter simbólico y alegórico. Así sucede en la Biblia, tanto en el Génesis como en las mismas Epístolas de Pablo. Pues aquel “Creador”, llamado en el segundo capítulo del Génesis el “Señor Dios” es en el original los Elohim o Dioses (los Señores), en plural; y al paso que uno de ellos hace el Adam terrestre de Polvo, otro le insufla el Aliento de Vida, y el tercero hace de él un Alma Viviente, todo lo cual está implicado en el número plural de la palabra Elohim . Además, según dice Pablo:

            El primer hombre es de la tierra, el segundo (el último, o más bien el más elevado) es el Señor del cielo.

            En la alegoría aria, los Hijos rebeldes de Brahmâ son todos representados como Ascetas y santos Yogis. Renaciendo en cada Kalpa, tratan generalmente de impedir la obra de la procreación humana. Cuando Daksha, el jefe de los Prajâpatis o Creadores, produce 10.000 hijos con objeto de poblar el mundo, Nârada -hijo de Brahmâ, el gran Rishi, y virtualmente un Kumâra, si no tal en el nombre- se interpone y por dos veces hace fracasar el objeto de Daksha, persuadiendo a los Hijos de que permanecieran siendo santos Ascetas y rehuyesen el matrimonio. A causa de esto, Daksha lanza a Nârada la maldición de renacer como hombre, así como Brahmâ lo había hecho antes con él, por rehusar casarse y tener progenie, diciéndole: “Perece en tu (presente forma (Deva o Angélica), y toma albergue en la matriz”, esto es, conviértete en hombre.
            
A pesar de algunas versiones de la misma historia que se contradicen, es fácil ver que Nârada pertenece a esa Clase de “Primogénitos” de Brahmâ, en que todos se manifestaron rebeldes a la ley de la procreación animal, por lo cual tuvieron que encarnar como hombres. De todos los Rishis védicos, Nârada, como ya se ha mostrado, es el más comprensible, por ser el más estrechamente relacionado con las Doctrinas Ocultas, especialmente  con los Ciclos y Kalpas Secretos.
            
Algunas afirmaciones contradictorias acerca de este sabio han confundido extraordinariamente a los orientalistas. Por ejemplo, se le presenta como rehusando positivamente “crear” o tener progenie, y hasta llamando a su padre Brahmâ “falso maestro”, por aconsejarle que se case, según se lee en el Nârada-Pancha-Râtra; ¡y sin embargo, se le menciona como uno de los Prajâpatis o Progenitores! En el Nâradiya Purâna, describe él las leyes y los deberes de los Adeptos célibes; y como estos deberes Ocultos no se encuentran en los  fragmentos de cerca de 3.000 Estancias que se hallan en los museos europeos, los brahmanes han sido declarados embusteros; olvidándose los orientalistas de que el Nâradiya se afirma que contiene 25.000 Estancias, y que no es probable que semejantes Manuscritos se encuentren en poder del indo profano, que está pronto a vender cualquier preciosa olla por un potaje. 

Baste decir que Nârada es el Deva-Rishi por excelencia del Ocultismo, y que el Ocultista que no medita, analiza y estudia a Nârada en sus siete facetas esotéricas, no podrá jamás profundizar ciertos Misterios antropológicos, cronológicos y hasta cósmicos. Es uno de los Fuegos antes mencionados, y toma parte en la evolución de este Kalpa, desde el estado incipiente hasta el fin. Es un actor que aparece en cada uno de los actos sucesivos, o Razas-Raíces, del drama Manvantárico presente, en las alegorías del mundo que dan la nota del Esoterismo, y que ahora van siendo más familiares al lector. Pero, ¿es que debemos volvernos a otras antiguas Escrituras y documentos para la corroboración de los “Fuegos”, “Chispas” y “Llamas”? Hay plétora de ellos, bastando que se busquen en los sitios debidos.
            
En el Book of the Concealed Misery (Libro de los Misterios Ocultos) Kabalístico, están claramente enunciados, así como también en el Ha Idra Zuta Qadisha o “La Asamblea Santa Menor”. El  lenguaje es muy místico y velado, pero sin embargo, comprensible. En el último, entre las chispas de Mundos Anteriores, “Llamas y Chispas vibrantes” del pedernal divino el “Obrero” procede a crear al hombre “varón y hembra” (427). Estas “Llamas y Chispas” -Ángeles y sus Mundos, Estrellas y Planetas- se dice figuradamente que se extinguen y mueren, esto es, permanecen sin manifestarse, hasta que se ha verificado cierto proceso de la Naturaleza. Para demostrar cuán densamente velados para el público se hallan los hechos más importantes de la Antropogénesis, se citan a continuación dos pasajes de dos libros kabalísticos. El primero es del Ha Idra Zuta Qadisha:

            
429.  De un Portador de Luz (uno en los Siete Planetas Sagrados) de resplandor insoportable, procedió una Llama Radiantes, que despedía, como un martillo colosal y potente, esas chispas que fueron los Mundos anteriores.
            
430.  Y estos eran mezclados y enlazados mutuamente por el éter más sutil, pero tan sólo cuando se juntaban, hasta el mismo Gran Padre y la Gran Madre.
            
431.  De Hoa, él mismo, es AB, el Padre; y de Hoa, él mismo, es Ruach el Espíritu; que están ocultos en el Anciano de los Días, y allí dentro está aquel éter oculto.
            
432.  Y fue relacionado con su portador de luz (un Planeta o su Ángel o Regente), que salió de aquel Portador de Luz de resplandor insoportable, que se halla oculto en el seno de Aîma, la Gran Madre.

            Luego, el siguiente extracto del Zohar  bajo el epígrafe “Los Reyes Pre-Adámicos”, trata también del mismo misterio:

            Hemos aprendido en el Siphrah D’Tzniootha: Que el At-tee’kah  D’At-tee’keen, el Anciano de los Ancianos, antes de que Él preparara Su Forma, construyó reyes y grabó reyes, y bosquejó reyes (hombres, los “ reyes” de los animales) y no pudieron existir, hasta que Él los destruyó y los ocultó hasta cierto tiempo; por tanto, está escrito: “y estos son los reyes que reinaron en la tierra de Edom”... Y no pudieron existir hasta que Resha’Hiv’rah  la Cabeza Blanca, el At’tee-kah  D’At’tee’-keen, el Anciano de los Ancianos, se arregló. Cuando Él se hubo arreglado formó todas las formas Arriba y Abajo... Antes de que Él se arreglase en Su Forma, no habían sido formados todos los que él deseaba formar, y todos los mundos habían sido destruidos... No permanecieron ellos en sus sitios porque la forma de los reyes no había sido formada como es debido, y la Ciudad Santa no había sido preparada.

            El sentido claro de estas dos disquisiciones alegóricas y metafísicas es sencillamente el siguiente: mundos y hombres fueron sucesivamente formados y destruidos, bajo la ley de evolución y de materiales preexistentes, hasta que los Planetas y sus hombres, y en nuestro caso nuestra Tierra y sus razas animales y humanas, se convirtieron en lo que ahora son en el presente ciclo: fuerzas polares opuestas, un compuesto equilibrado de Espíritu y Materia, de lo positivo y negativo, de lo masculino y femenino. Antes de que el hombre se pudiera convertir en varón y hembra físicamente, su prototipo, el Elohim creador, tuvo que arreglar su Forma, astralmente, sobre este plano sexual. Esto es, los átomos y las fuerzas orgánicas, al descender en el plano de determinada diferenciación, tuvieron que ser arreglados en el orden prescrito por la Naturaleza, de manera que llevasen siempre a efecto de un modo inmaculado esa ley que los kabalistas llaman la “Balanza”, por medio de la cual todo lo que existe es como macho y hembra en su perfección final, en el presente estado de materialidad. Chokmah, la Sabiduría, el Sephira Masculino, tuvo que difundirse en y por medio de Binah, la Naturaleza inteligente, o Entendimiento. Por tanto, la primera Raza Raíz de hombres, sin sexo y sin mente, tuvo que ser destruida y “oculta hasta después de cierto tiempo”; esto es, la Primera Raza, en lugar de morir, desapareció en la Segunda Raza, como verifican ciertas vidas y plantas inferiores en su progenie. Fue una transformación completa. La Primera se convirtió en la Segunda Raza Raíz, sin engendrarla, procrearla, ni morir.

            “Pasaron a la vez”, según está escrito: “Y murió” y otro “reinó en su lugar”.

            ¿Por qué? Porque la “Ciudad Santa no había sido preparada”? ¿Y qué es la “Ciudad Santa”? El Maqom, el lugar sagrado o el Santuario, en la Tierra; en otras palabras, la matriz humana, la copia microcósmica o reflejo de la Matriz Celeste, el Espacio femenino o Caos primordial, en el cual el Espíritu varón fecunda el germen del Hijo, o el Universo visible. Tan es así, que en el párrafo sobre “La Emanación de los Principios Varón y Hembra”, en el Zohar se dice que, en esta Tierra, la Sabiduría del “Santo Anciano” “no brilla sino en el varón y hembra”.

            (‘Hokhmah, Sabiduría, es el Padre, y Binah, Entendimiento, es la Madre)... Y cuando se relacionan el uno con el otro, producen, difunden y emanan la verdad. en los relatos del Rabí Ye-yeva, Sabbah, esto es, el Viejo, aprendemos lo siguiente: ¿qué es Binah Entendimiento? Pero cuando se relacionan el uno con el otro, el ... (Yod en el .... (Heh), se impregnan y producen un Hijo. Y, por tanto, ello es llamado Binah, Entendimiento. Significa BeN YaH, esto es, Hijo de YaH. Ésta es la perfección del Todo.

            Esto es también la “perfección” del falicismo de los rabinos, su apoteosis perfecta, el ser divino arrastrado en lo animal, lo sublime convertido en lo grosero de lo terrestre. Nada tan gráficamente grosero existe en el Ocultismo Oriental ni en la Kabalah primitiva, el Libro   de los Números Caldeo. Ya lo hemos dicho en Isis sin Velo:

            Encontramos poco prudente de parte de los escritores católicos que muestren su ira en frases como ésta: “En una multitud de pagodas, la piedra fálica asumiendo siempre, como el batylos griego, la forma indecente y brutal del lingam... el Mahâ Deva”. Antes de arrojar borrones sobre un símbolo cuyo significado metafísico profundo es demasiado para la comprensión de los campeones modernos de esa religión del sensualismo por excelencia, el Catolicismo Romano, tiene el deber de destruir sus iglesias más antiguas, y cambiar la forma de las cúpulas de sus propios templos. El Mahadeo de Elefanta, la Torre Redonda de Bhagulpore, los minaretes del Islam -ya sean redondos o puntiagudos-, son los originales del campanile de San Marcos en Venecia, de la Catedral de Rochester y del moderno duomo de Milán. Todos estos campanarios, torreones, cúpulas y templos Cristianos, son reproducción de la idea primitiva del lithos, el falo erguido.


            Sin embargo, y como quiera que sea, el hecho de que todos estos Elohim, Chispas y Querubines hebreos son idénticos a los Devas, los Rishis y los Fuegos y las Llamas, los Rudras y los cuarenta y nueve Agnis de los antiguos arios, está suficientemente probado en y por la Kabalah.

H.P Blavatsky D.S T III

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