El
asunto es tan extraño, las sendas que se
siguen son tan intrincadas, están tan llenas de trampas peligrosas preparadas
por las teorías y la crítica adversas, que hay que presentar buenas razones a
cada paso que se da. A la vez que lanzamos la luz proyectora del esoterismo,
sobre casi cada pulgada del terreno Oculto por el cual hemos pasado, tenemos
también que emplear su lente para poner aún más de relieve las regiones
exploradas por la ciencia exacta; y esto no sólo para contrastar las dos, sino
también para defender nuestra posición.
Puede
que algunos se quejen de que se dice muy poco del aspecto físico humano de las razas extinguidas en la
historia de su desarrollo y evolución. Mucho más pudiera seguramente decirse si
la simple prudencia no nos hiciese vacilar en el principio mismo de toda nueva
revelación. Todo lo que presente probabilidades y jalones dentro de los
descubrimientos de la Ciencia Moderna, se da; todo lo que el conocimiento
exacto ignora y sobre lo cual no puede especular, y que, por tanto, negaría como
un hecho en la Naturaleza, se reserva.
Pero
aun declaraciones tales, como por ejemplo, las de que entre todos los mamíferos
el hombre fue el primero en aparecer, que el hombre es el antecesor indirecto
del mono, y que fue una especie de Cíclope en los tiempos primitivos, todo esto
será rechazado; y, sin embargo, los hombres científicos nunca podrán probar,
excepto para su propia satisfacción, que no
sucedió así. No pueden tampoco admitir que las dos primeras Razas de
hombres fuesen demasiado etéreas, y semejantes a fantasmas en su constitución,
en su organismo y hasta en su forma,
para ser llamadas de hombres físicos. Si lo hiciesen, se vería que ésta es una
de las razones por qué sus reliquias no podrán jamás ser exhumadas entre otros
fósiles. Sin embargo, todo esto lo sostenemos. El hombre fue el depósito, por
decirlo así, de todas las semillas de
vida en esta Ronda, lo mismo animal que vegetal. Así como Ain Soph es
“Uno, a pesar de las formas innumerables
que están en él, así el hombre es, en la Tierra, el microcosmo del
macrocosmo.
Tan
pronto como apareció el hombre, todo se completó... pues todo se halla
comprendido en el hombre. Él reúne en sí
mismo todas las formas.
El
misterio del hombre terrestre viene
después del misterio del Hombre Celeste.
La
forma humana -llamada así por ser el vehículo (cualquiera que sea su
configuración) del Hombre divino- es,
como lo observó tan intuitivamente el autor de los “Estudios Esotéricos”, el nuevo tipo, al principio de cada
Ronda.
El
hombre no puede nunca estar manifestado, como nunca lo estuvo, en una forma
perteneciente al reino animal in esse,
es decir, nunca ha formado parte de ese reino. Derivada, sólo derivada de la
clase más perfecta de este último, una nueva forma humana tiene que haber sido
siempre el nuevo tipo del ciclo. La
forma humana de un anillo (?), según imagino, se convierte en vestido desechado
en el próximo; y entonces pasa a ser propiedad de la clase más elevada en el
reino inmediatamente inferior.
Si
la idea significa lo que creemos -pues los “anillos” mencionados hacen el
asunto algo confuso- entonces es la Enseñanza Esotérica correcta. El Hombre -el
Astral o el “Alma”, pues el Zohar,
repitiendo la Enseñanza Arcaica, dice claramente que “el hombre real es el alma, y que su constitución
material no forma parte de ella-, habiendo aparecido desde el principio mismo,
y a la cabeza de la vida senciente y consciente, se convirtió en la Unidad animal viviente, cuyas
“desechadas vestiduras” determinaron la forma de todas las vidas y animales en
esta Ronda.
Así
“creó” él, inconscientemente, durante edades, los insectos, reptiles, aves y
animales, procedentes de sus restos y de las reliquias de la Tercera y Cuarta
Rondas. Esta misma idea y enseñanza se expresan con igual claridad en el Vendidâd de los Mazdeístas, así como en
la alegoría mosaica y caldea del Arca, todas las cuales son las muchas
versiones nacionales de la leyenda original que se da en las Escrituras indas.
Encuéntrase en la alegoría del Manu Vaivasvata y su Arca con los Siete Rishis, a cada uno de los cuales se le
presenta como Padre y Progenitor de especies animales, de reptiles y hasta de
monstruos, así como en el Vishnu y
otros Purânas. Ábrase el Vendidâd Mazdeísta, y léase la orden de
Ahura Mazda a Yima, un Espíritu de la Tierra que simboliza a las tres Razas,
después de decirle que construya un Vara, “un cercado”, un Argha o Vehículo.
Allí
(dentro del Vara) llevarás las semillas de hombres y mujeres, de las clases
grandes, mejores y más refinadas de esta tierra; allí llevarás las semillas de
toda especie de ganado, etc.... Todas estas semillas traerán, dos de cada
especie, para conservarlas allí perdurablemente, durante el tiempo que aquellos
hombres permanezcan en el Vara.
Aquellos
“hombres” encerrados en el “Vara” son los “Progenitores”, los Hombres Celestes
o Dhyânis, los Egos futuros encargados de animar a la humanidad. Pues el Vara o
Arca, o sea el Vehículo, significa sencillamente el Hombre.
Sellarás
el Vara (después de llenarlo con las semillas) y harás una puerta, y una
ventana que alumbre al interior (la
cual es el Alma).
Y
cuando Yima pregunta a Ahura Mazda lo que tenía que hacer para construir aquel
Vara, se le contesta:
Desmenuza
la tierra... y amásala con tus manos, como hace el alfarero cuando amasa la
arcilla.
El
Dios egipcio de cabeza de morueco hace al hombre de barro en una rueda de
alfarero, y así también en el Génesis los Elohim lo construyen del mismo
material.
Cuando
se sigue preguntando al “Hacedor del mundo material”, Ahura Mazda, qué es lo
que dará la luz “al Vara que Yima hizo”, contesta que:
Hay
luces increadas y luces creadas. Allí (en Airyana Vacéjó, donde el Vara es
construido), las estrellas, la luna y el sol sólo se ven una vez (al año) salir
y ponerse, y un año parece solamente un día (y una noche).
Ésta
es una clara referencia a la “Tierra de los Dioses”, o las (ahora) Regiones
Polares. Además, contiene este versículo otra alusión, una indicación clara a
las “luces increadas” que iluminan al hombre interno: a sus “principios”. De
otro modo, ningún sentido ni razón podría encontrarse en la contestación de
Ahura Mazda, a la que siguen inmediatamente estas palabras:
Cada
catorce años, a cada pareja (hermafrodita) nacen
dos: un macho y una hembra.
Esto
último es un eco claro de la Doctrina Secreta, de una Estancia que dice:
A la conclusión de cada cuarenta Soles
(anuales), al final de cada catorce Días, el doble se convierte en cuatro;
macho y hembra en uno, en el primero y segundo y el tercero...
Esto
es claro, puesto que cada “Sol” significaba todo un año, el cual se componía
entonces de un Día, así como en el Círculo Ártico se compone ahora de seis
meses. Según la enseñanza antigua, el eje de la Tierra cambia gradualmente su
inclinación con la eclíptica, y en el período a que esto se refiere, era tal la
inclinación, que un día polar duraba
todo el período de la revolución de la tierra alrededor del Sol,
mediando una especie de crepúsculo de muy poca duración; después del cual, la
tierra polar volvía a tomar su posición directamente bajo los rayos del Sol.
Esto puede ser contrario a la Astronomía según se enseña y se comprende ahora;
pero ¿quién puede decir que no ocurriesen, hace millones de años, cambios en el
movimiento de la Tierra que no ocurren actualmente?
Volviendo
de nuevo a la declaración de que el VARA significaba el HOMBRE de la Cuarta
Ronda, así como la Tierra de aquellos tiempos, la Luna, y hasta el Arca de Noé,
si así se quiere; esto se demuestra de nuevo en el diálogo entre Ahura Mazda y
Zarathushtra. Así, cuando este último pregunta:
¡Oh
Hacedor del mundo material, tú Único Santo! ¿Quién fue el que puso la ley de
Mazda dentro del Vara que Yima hizo?
Ahura
Mazda contesta: “Fue el ave Karshipta, ¡oh Santo Sarathushtra!”.
Y
la nota explica:
El
ave Karshipta mora en los cielos; si viviese en la tierra, sería reina de las
aves. Ella puso la ley dentro del Vara de Yima, y recita el Avesta, en el lenguaje de las aves.
Ésta
es también una alegoría y un símbolo que sólo han interpretado mal los
orientalistas, quienes ven en este pájaro “una encarnación del relámpago”, y
dicen que su canto “se creía muchas veces que era el lenguaje de un dios y una
revelación”, y no sabemos qué más. Karshipta es el “Alma-Mente” humana, y la
deidad de la misma, simbolizada en el antiguo Magismo por un ave, así como los
griegos la simbolizaban por una mariposa. Tan pronto como Karshipta penetró en
el Vara u hombre, él comprendió la ley de Mazda, o la Sabiduría Divina. En el
“Libro del Misterio Oculto” se dice del Árbol, que es el Árbol del conocimiento
del bien y del mal:
En
sus ramas moran las aves y construyen sus nidos (las almas y los ángeles tienen
su sitio).
Por
eso los kabalistas tenían un símbolo semejante. “Ave” era un sinónimo y símbolo
caldeo, convertido en hebreo, de Ángel, de un Alma, un espíritu o un Deva, y el
“Nido del Ave” era para ambos el Cielo, y en el Zohar el Seño de Dios. El Mesías perfecto entra en el Edén, “en el
lugar que se llama el Nido del Ave”.
“Como
un ave que vuela desde su nido”, y esa es el Alma, de la cual She’khin-ah (la
sabiduría divina o gracia) no se aparta.
El Nido del Ave Eterna, el revoloteo de
cuyas olas produce la Vida, es el Espacio sin límites
-dice el Comentario, indicando a
Hamsa, el ave de la Sabiduría.
Adam
Kadmon es el árbol de los Sephiroth, y el que se convierte en el “árbol del
conocimiento del bien y del mal” esotéricamente. Y ese “árbol tiene a su
alrededor siete columnas (siete pilares) del mundo, o Rectores (de nuevo los
mismos Progenitores o Sephiroth), operando por medio de los órdenes respectivos
de Ángeles, en las esferas de los siete planetas”, etc., uno de cuyos órdenes
procrea Gigantes (Nephilim) sobre la Tierra.
Era
creencia de toda la antigüedad, pagana y cristiana, que la humanidad primitiva
fue una raza de gigantes. En ciertas excavaciones hechas en América (en
terraplenes y en cuevas) se han encontrado ya, en casos aislados, grupos de
esqueletos de nueve y de doce pies de alto . Estos pertenecen a tribus de
la Quinta Raza primitiva, degenerada ahora hasta el tamaño de cinco y seis
pies. Pero podemos creer sin dificultad que los Titanes y Cíclopes de antaño
pertenecían realmente a la Cuarta Raza (Atlante), y que todas las leyendas y
alegorías posteriores que se encuentran en los Purânas indos y en los poemas griegos de Hesiodo y de Homero se
basaban en nebulosas reminiscencias de Titanes verdaderos (hombres de un poder
físico sobrehumano tremendo, que les permitía defenderse y tener a raya a los
monstruos gigantescos de los tiempos primitivos mesozoicos y cenozoicos) y de
Cíclopes reales, mortales de “tres ojos”.
Se
ha notado muchas veces por escritores observadores que el “origen de casi todos
los mitos y leyendas populares pueda invariablemente encontrarse en un hecho de
la Naturaleza”.
En
estas creaciones fantásticas, de un subjetivismo exuberante, existe siempre un
elemento de lo objetivo y real. La imaginación de las masas, por desordenada y
mal dirigida que sea, no hubiera podido nunca concebir ni fabricar ex nihilo tantas figuras monstruosas,
semejante masa de historias extraordinarias, si no hubiese tenido, como núcleo
central, esas reminiscencias flotantes, oscuras y vagas que unen los eslabones
rotos de la cadena del tiempo para formar con ellos el fundamento soñado,
misterioso de nuestra conciencia colectiva.
La
evidencia de los Cíclopes -raza de Gigantes- se señalará en las Secciones
siguientes en los restos Ciclópeos, llamados así hasta hoy día. La Ciencia nos
suministra también la indicación de que la Cuarta Raza primitiva -durante su
evolución y antes del ajustamiento final del organismo humano, que se hizo
perfecto y simétrico sólo en la Quinta Raza- pudo haber tenido tres ojos sin
tener necesariamente un tercer ojo en medio de la frente, como los Cíclopes
legendarios.
Para
los Ocultistas, que creen que la involución
espiritual y psíquica procede en líneas paralelas con la evolución física -o sea que los sentidos
internos, innatos en las primeras razas humanas, se atrofiaron durante el
desarrollo de la raza y el desenvolvimiento material de los sentidos externos-,
para los estudiantes de la simbología Esotérica, la declaración anterior no es
una conjetura o una posibilidad, sino simplemente una fase de la ley de desarrollo, un hecho probado, en una palabra.
Ellos comprenden el sentido del pasaje de los Comentarios, que dice:
En aquellos primitivos tiempos de los
machos-hembras (hermafroditas), había criaturas humanas con cuatro brazos; con
una cabeza, pero con tres ojos. Podían ver por delante y por detrás. Un
Kalpa más tarde (después de la separación de los sexos) habiendo caído los
hombres en la materia, su visión espiritual se nubló; y, a la par, el Tercer
Ojo principió a perder su poder... Cuando la Cuarta (Raza) llegó a la mitad de
su carrera, la Visión Interna tuvo que ser despertada y adquirida por
estimulantes artificiales, cuyo procedimiento conocían los antiguos Sabios.... Del mismo modo el Tercer Ojo, petrificándose gradualmente pronto
desapareció. Los de dos caras se convirtieron en los de una cara, y el ojo se
hundió profundamente en la cabeza y se halla ahora enterrado bajo el cabello.
Durante la actividad del hombre Interno (durante el trance y la visión espiritual)
el ojo se hincha y se dilata. El Arhat lo ve y lo siente, y por consecuencia
regula su acción... El Lanú puro (Discípulo, Chela) no debe temer peligro
alguno; el que no se conserva puro (que no es casto) no recibirá ayuda del “Ojo
Deva”.
Desgraciadamente
no. El “Ojo Deva” no existe ya para la mayoría de la humanidad. El Tercer Ojo
está muerto y no funciona, pero ha
dejado tras sí un testigo de su existencia. Este testigo es ahora la GLÁNDULA
PINEAL. En cuanto a los hombres de “cuatro brazos”, son los que sirvieron de
prototipos para los Dioses indos de cuatro brazos, según se ha indicado en una
nota anterior.
Tan
grande es el misterio del ojo humano,
que algunos hombres de ciencia han tenido que recurrir a las explicaciones
Ocultas en sus vanos esfuerzos para encontrar la razón y explicar todas las
dificultades que rodean su acción. El desarrollo del ojo humano prueba más la
Antropología Oculta que la de los fisiólogos materialistas. “Los ojos del
embrión humano crecen desde adentro
afuera” -procediendo del cerebro en lugar de ser parte de la piel, como en
los insectos y en el pez jibia-. El profesor Lankester, pensando que el cerebro
era un sitio muy raro para el ojo, y tratando de explicar el fenómeno por el
método darwiniano, sugiere la curiosa opinión de que “nuestro” primer antecesor
vertebrado era un ser “transparente”,
y de aquí que no importase en dónde tuviera el ojo. Así, pues, se nos enseña
que el hombre fue en un tiempo un “ser transparente”, y, por tanto, nuestra
teoría se sostiene firme. Pero ¿cómo se armoniza la hipótesis de Lankester con
la opinión haeckeliana, de que el ojo del vertebrado se originó por cambios en la epidermis? Si partió de adentro, la última teoría va al cesto de
lo inútil. Esto parece probado por la embriología. Por otra parte, la
indicación extraordinaria del profesor Lankester (¿o diremos admisión?) se hace
probablemente necesaria a causa de exigencias evolucionistas. La enseñanza que
presenta el Ocultismo del desarrollo gradual de los sentidos “desde dentro afuera”, procedentes de
prototipos astrales, es mucho más satisfactoria. El Tercer Ojo se retiró al interior cuando concluyó su curso: otro punto en favor del
Ocultismo.
La
expresión alegórica de los indos místicos que hablan del “Ojo de Shiva”, el
Tri-lochana, o “tres-ojos”, recibe de este modo su justificación y razón de
ser; siendo la transferencia de la glándula pineal (que fue ese Tercer Ojo) a
la frente, una licencia exotérica. Esto arroja también luz en el misterio,
incomprensible para algunos, de la relación entre la Videncia anormal, o espiritual, y la pureza
fisiológica del Vidente. Muchas veces se hace la siguiente pregunta: ¿Por qué
el celibato y la castidad son condición sine
qua non del Chelado regular o del desarrollo de poderes psíquicos y ocultos?
La respuesta se halla en el Comentario. Cuando se nos dice que el Tercer Ojo
fue un día órgano fisiológico, y que más tarde, debido a la desaparición
gradual de la espiritualidad y al aumento de la materialidad, extinguiendo la
naturaleza física a la espiritual, se convirtió en un órgano atrofiado, tan
poco comprendido ahora por los fisiólogos como el bazo; cuando llegamos a saber
esto, la relación se hace evidente. Durante la vida humana, el mayor obstáculo
para el desarrollo espiritual, y especialmente para la adquisición de los
poderes Yoga, es la actividad de nuestros sentidos fisiológicos. Estando de
igual modo la acción sexual estrechamente relacionada, por interacción, con la
médula espinal y la materia gris del cerebro, es inútil entrar en más explicaciones.
Por supuesto, el estado normal y anormal del cerebro, y el grado de actividad
en la médula oblongada, reacciona poderosamente sobre la glándula pineal, pues
debido al número de “centros” de esa región, que gobiernan la gran mayoría de
las funciones fisiológicas de la economía animal, y debido también a la
estrecha e íntima proximidad de las dos, la médula oblongada tiene que ejercer
una acción “inductiva”, muy poderosa, sobre la glándula pineal.
Todo
esto es muy claro para el Ocultista, pero es muy vago para los lectores en
general. A estos últimos se les debe mostrar la posibilidad de un hombre de
tres ojos en la naturaleza, en aquellas épocas en que su formación estaba
todavía en un estado relativamente caótico. Esta posibilidad puede inferirse
por los conocimientos anatómicos y zoológicos, en primer término, y luego puede
apoyarse en las presunciones de la misma Ciencia materialista.
Se
asegura, por la autoridad de la Ciencia, y por demostraciones que por esta vez
no son una mera ficción de las especulaciones teóricas, que muchos animales
(especialmente entre las órdenes inferiores de los vertebrados) tienen un tercer ojo, hoy atrofiado, pero que
necesariamente debió ser activo en su origen. La especie Hatteria,
lagarto del orden Lacertilia,
recientemente descubierto en Nueva Zelanda (la
cual, nótese bien, es una parte de la antigua Lemuria, según la llaman)
presenta esta particularidad de una manera extraordinaria; y no sólo el Hatteria punctata, sino también el
camaleón, y ciertos reptiles, y hasta peces. Se creyó en un principio que esto
no era más que la prolongación del cerebro que terminaba con una pequeña
protuberancia, llamada epífisis, como un pequeño hueso que esté separado del
hueso principal por un cartílago, y que se encuentra en todos los animales.
Pronto se vio que es más que esto. Según demostró su desarrollo y estructura
anatómica, ofrecía tal analogía con la del ojo, que no fue posible ver otra
cosa. Hay paleontólogos que aun hoy están convencidos de que este Tercer Ojo funcionó
originalmente, y sin duda tienen razón. Pues he aquí lo que se dice de la
Glándula Pineal en la Anatomía de
Quain:
De
esta parte, que constituye primeramente la totalidad, y más tarde la parte
posterior de la primitiva vesícula encefálica anterior, es de donde se
desarrollan en el primer período las vesículas ópticas; y la parte anterior es
aquella en relación con la cual se forman los hemisferios cerebrales y las
partes adyacentes. El tálamo óptico de cada lado es formado por un
engrosamiento lateral del tabique medular, mientras que el intervalo que existe
entre uno y otro, descendiendo hacia la base, constituye la cavidad del tercer
ventrículo con su prolongación en el infundíbulo. La comisura gris se extiende
luego a través de la cavidad ventricular... La parte posterior de la bóveda se
desarrolla mediante un proceso especial que se observa después dentro de la
glándula pineal, que permanece unida en cada lado por sus pedúnculos al tálamo,
y detrás de estos se forma una faja transversal a modo de comisura posterior.
La
lámina terminal (lámina cinerea) se prolonga hasta cerrar por delante el tercer
ventrículo; debajo de ella, la comisura óptica forma el suelo del ventrículo, y
más hacia atrás el infundíbulo desciende a unirse en la silla turca con el
tejido adjunto al lóbulo posterior del cuerpo pituitario.
Los
dos tálamos ópticos formados de la
parte posterior y externa de la vesícula anterior consisten al principio en un
simple saco hueco de materia nerviosa, cuya cavidad comunica en cada lado por
delante con la de los incipientes hemisferios cerebrales, y por detrás con la
de la vesícula cefálica media (cuerpos cuadrigéminos). Poco después, sin
embargo, mediante un progresivo depósito que se forma en su interior, por
atrás, por abajo y por los lados, los tálamos se solidifican, y al mismo tiempo
aparece entre ellos una hendidura o fisura que penetra hasta la cavidad
interna, y continúa abierta en la parte de atrás opuesta a la entrada del
acueducto de Sylvio.
Esta fisura o grieta es el tercer ventrículo. Por detrás, los dos tálamos continúan unidos por
la comisura posterior, que empieza a
ser visible hacia el fin del tercer mes, y además por los pedúnculos de la glándula pineal.
Al
principio, los hacecillos ópticos
pueden reconocerse como huecas prolongaciones de la parte externa de la pared
de los tálamos, mientras son todavía vesiculares. Hacia el cuarto mes estos
hacecillos están ya distintamente formados. Más tarde se prolongan hacia atrás
en relación con los cuerpos cuadrigéminos.
La
formación de la glándula pineal y del cuerpo pituitario presenta algunos
fenómenos de lo más inteesante, relacionados con el desarrollo del
thalamencephalon.
expuesto ofrece un interés muy especial cuando se tiene en cuenta que, a no ser
por el desarrollo de la parte posterior de los dos hemisferios cerebrales, la
glándula pineal sería perfectamente visible al separar los huesos parietales.
También es muy interesante observar la evidente relación que puede trazarse
entre el primitivamente hueco haz óptico y los ojos por delante y la glándula
pineal y sus pedúnculos por detrás; y entre todos ellos y los tálamos ópticos.
Así es que los recientes descubrimientos relativos al tercer ojo de la Hatteria punctata tienen un valor
importantísimo para la historia del desarrollo de los sentidos humanos, y para
los asertos Ocultos del texto.
Es
bien sabido que Descartes vio en la glándula pineal la Sede del Alma, aunque esto se considera ahora como una ficción
para los que han cesado de creer en la existencia de un principio inmortal en
el hombre. Aun cuando el Alma está unida a todas las partes del cuerpo, decía
él que hay una parte especial del mismo en la cual ejercía el Alma sus
funciones más especialmente que en ninguna otra; y como ni el corazón ni aun el
cerebro podían ser esta localidad “especial”, dedujo en conclusión que ésta era
aquella pequeña glándula unida al cerebro, y que, sin embargo, tenía una acción
independiente del mismo, puesto que podía ponerse en una especie de movimiento
oscilatorio “por los espíritus animales que cruzan en todos los sentidos las cavidades del cráneo”.
Por
más anticientífico que esto parezca en nuestros días de ciencia exacta,
Descartes estaba, sin embargo, mucho más cerca de la verdad Oculta que
cualquier Haeckel. Pues la glándula pineal está, como se ha indicado, mucho más
relacionada con el Alma y el Espíritu, que con los sentidos fisiológicos del
hombre. Si los hombres científicos de más nota tuviesen una vislumbre del
procedimiento verdadero empleado por
el Impulso Evolucionario, y del curso cíclico
espiral de esta gran Ley, sabrían en
lugar de conjeturar, y estarían seguros de las futuras transformaciones físicas
que aguardan a la especie humana por el conocimiento de sus formas pasadas.
Entonces verían ellos la falsedad y el absurdo de su moderna “fuerza ciega”, y
procesos “mecánicos” de la naturaleza; y, como consecuencia de tales
conocimientos, se harían cargo de que la glándula pineal, por ejemplo, tenía
que estar inutilizada para uso físico,
en este período de nuestro ciclo. Si el “ojo” singular está atrofiado ahora en
el hombre, es una prueba de que, lo mismo que en el animal inferior, ha estado
una vez activo; pues la naturaleza jamás crea la forma más pequeña e
insignificante, sin que tenga un objeto definido o algún uso. Fue un órgano
activo, decimos, en aquel estado de la evolución, en que el elemento espiritual
en el hombre reinaba supremo sobre los apenas nacientes elementos intelectuales
y psíquicos. Y cuando el Ciclo siguió su curso, descendiendo hacia aquel punto
en que los sentidos fisiológicos se desarrollaron con el desenvolvimiento y
consolidación del hombre físico, marchando
pari passu con él -vicisitudes y tribulaciones complejas e interminables
del desarrollo zoológico-, este “ojo” medio se atrofió por fin, juntamente con
las características primeras espirituales y puramente psíquicas del hombre. Los
ojos son el espejo, así como las ventanas del Alma, dice la sabiduría popular, y vox populi vox Dei.
Al
principio, todas las clases y familias de las especies vivientes eran
hermafroditas y objetivamente de un solo ojo. En el Animal -cuya forma era tan
etérea (astralmente) como la del hombre, antes que los cuerpos de ambos
principiasen a desenvolver sus “vestidos de piel”, esto es, a desenvolver desde
adentro afuera el denso revestimiento
de substancia física o materia con su mecanismo fisiológico-, el Tercer Ojo
era, primitivamene, lo mismo que en el hombre, el único órgano visual. Los dos
ojos físicos frontales sólo se desarrollaron más tarde, tanto en el bruto
como en el hombre, cuyo órgano visual físico estaba al principio de la Tercera
Raza en la misma posición que el de algunos de los vertebrados ciegos en
nuestros días, o sea debajo de una piel opaca. Solamente que las etapas
de desarrollo del ojo singular o primitivo, tanto en el hombre como en el
animal, están ahora invertidas; pues el primero pasó ya por el estado no
racional en la Tercera Ronda, y se encuentra más avanzado que el bruto en todo
un plano de conciencia. Por lo tanto, al paso que el ojo ciclópeo era y es aún en el hombre el órgano de la
visión espiritual, en el animal fue
el de la visión objetiva; y este ojo, habiendo cumplido su misión, fue
reemplazado en el curso de la evolución física de lo simple a lo complejo, por
dos ojos, y de este modo fue puesto a un lado y conservado por la naturaleza
para posterior uso en futuros evos.
Esto
explica por qué la Glándula Pineal alcanzó su mayor desarrollo
proporcionalmente al menor desenvolvimiento físico. En los vertebrados es en
donde es más prominente y objetivo, mientras que en el hombre se encuentra
cuidadosamente oculto e inaccesible, excepto para el anatómico. No por ello,
sin embargo, es menor la luz que esto arroja sobre el porvenir físico,
intelectual y espiritual de la humanidad, en períodos correspondientes en
líneas paralelas con otros períodos pasados, y siempre en líneas de
desenvolvimiento y evolución cíclica, descendente y ascendente. así, unos
cuantos siglos antes del Kali Yuga -la edad que principió hace cerca de 5.000
años-, se dijo en el Comentario Veinte, parafraseando de un modo comprensible:
Nosotros (La Quinta Raza-Raíz), desde
nuestra primera mitad (de duración) en adelante (en el hoy arco ascendente del
Ciclo), estamos en el punto medio de (o entre) la Primera y Segunda Razas,
cuando caían hacia abajo (esto es, las Razas estaban entonces en el arco
descendente del Ciclo)... Calcula por ti mismo, Lanú, y ve.
H.P. Blavatsky D.S T III
H.P. Blavatsky D.S T III
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