De
Mirville, en sus voluminosas obras Mémoires
Adressés aux Académies, tratando de llevar a cabo la tarea de probar la
realidad del demonio y de mostrar una mansión suya en todo ídolo antiguo y
moderno, ha reunido algunos cientos de páginas de “pruebas históricas” de que
en los días de los “milagros” había piedras, tanto paganas como bíblicas, que
andaban, hablaban, pronunciaban oráculos y hasta cantaban. Y que por último, la
“Piedra de Cristo” o “Roca de Cristo”, “la Roca espiritual” que seguía a Israel, “se convirtió en Júpiter-lapis” devorado por su padre Saturno, “bajo la
forma de una piedra”. No nos detendremos a discutir el abuso y la
materialización evidentes de las metáforas bíblicas sólo con objeto de tratar
de probar el “Satanismo” de los ídolos, aunque mucho es lo que pudiera decirse sobre este punto. Pero sin pretender semejante peripatetismo y facultades
psíquicas innatas para nuestras piedras, podemos, a nuestra vez, reunir toda
clase de pruebas útiles, que tenemos a mano para mostrar:
(a) que si no hubiera
habido gigantes que moviesen rocas tan colosales, jamás hubieran podido existir
un Stonehenge, un Carnac (Bretaña), y otras semejantes construcciones
ciclópeas;
(b) que si no hubiera existido lo que se llama Magia, nunca
hubiera habido tantos testimonios de piedras, “oraculares” y “parlantes”.
En
el Achaica vemos a Pausanias
confesando que al principiar su obra, había considerado a los griegos como
grandemente estúpidos “por adorar
piedras”. Pero habiendo llegado a la Arcadia, añade: “He cambiado de manera de
pensar”. Por tanto, sin necesidad de adorar piedras, o ídolos y estatuas
de piedra, que es lo mismo, crimen que los católicos romanos reprochan
imprudentemente a los paganos, es permitido creer en lo que tantos grandes
filósofos y hombres santos han creído, sin merecer ser llamados “idiotas” por
los Pausanias modernos.
El
lector puede dirigirse a la Académie des
Inscriptions si quiere estudiar las diversas propiedades de pedernales y
guijarros desde el punto de vista de los poderes mágicos y psíquicos. En un
poema sobre las “Piedras” atribuido a Orfeo, estas piedras son divididas en
Ophitês y Sideritês, la “Piedra-Serpiente” y la “Piedra-Estrella”.
La
Ophitês es áspera, dura, pesada, negra, y tiene el don del habla; cuando uno va a tirarla, produce un sonido
semejante al grito de un niño. Por
medio de esta piedra fue como Heleno predijo la ruina de Troya, su patria.
Sanchoniathon
y Filón de Biblos, refiriéndose a estos “betilos”, los llaman “piedras animadas”. Fotio repite lo que Damascio,
Asclepiades, Isidoro y el médico Eusebio, aseguraron antes que él. Eusebio,
especialmente, nunca se separaba de sus Ophitês, que llevaba en su seno, y
recibía oráculos de ellas, proferidos por
una vocecita que se parecía a un tenue silbido. Arnobio, un santo
hombre, que “de pagano se convirtió en una
lumbrera de la Iglesia” , según cuentan los cristianos a sus lectores,
confiesa que siempre que encontraba una piedra de éstas no dejaba de dirigirle
alguna pregunta, “que a veces ella contestaba con una vocecita clara y aguda” ¿En dónde está, pues, la diferencia
entre el Ophitês cristiano y el pagano? - preguntamos.
La
famosa piedra de Westminster era llamada liafail,
“la piedra parlante” y sólo elevaba su voz para nombrar al rey que debía ser
elegido. Cambry, en su Monuments
Celtiques, dice que la vio cuando tenía todavía la inscripción:
Ni
fallat fatum, Scoti quocumque locatum
invenient lapidem, regnasse tenentur
ibidem.
Finalmente,
Suidas habla de un cierto Heraescus, que podía distinguir de una ojeada las
piedras inanimadas de las que estaban dotadas de movimiento; y Plinio menciona
piedras que “se apartaban cuando una mano se aproximaba a ellas”.
De
Mirville (que trata de justificar a la Biblia)
pregunta muy pertinentemente por qué las piedras monstruosas de Stonehenge eran
llamadas antiguamente chior-gaur o el
“baile de los gigantes” (de côr “baile”,
de donde viene chorea, y de gaur “gigante”). Y luego envía al lector
a que reciba la contestación del obispo San Gildas. Pero los autores de obras
como Voyage dans le Comte de
Cornouailles, sur les Traces des Géants, y de varias obras eruditas sobre
las ruinas de Stonehenge, Carnac y West Hoadley, dan informes más
completos y de más confianza sobre este asunto especial. En esas regiones
-verdaderos bosques de rocas- se encuentran inmensos monolitos, “pesando algunos
sobre 500.000 kilogramos”. Estas “piedras suspendidas” de Salisbury Plain se
cree que son los restos de un templo druídico. Pero los druidas eran hombres
históricos, y no cíclopes ni gigantes. ¿Quiénes pues, a no ser gigantes, pudieron un día levantar esas moles,
especialmente las de Carnac y de West Hoadley, colocarlas en orden tan
simétrico que pudiesen representar el planisferio, y asentarlas en tal
maravilloso equilibrio que parece que apenas tocan el suelo, y que aun cuando
el contacto más ligero de un dedo las pone en movimiento, resistirían, sin
embargo, la fuerza de veinte hombres que intentasen desplazarlas?
Ahora
bien; si dijésemos que la mayor parte de estas piedras son reliquias de los
últimos Atlantes, se nos contestaría que todos los geólogos pretenden que
tienen un origen natural; que una roca cuando se “orea”, esto es, al perder
capa tras capa de su substancia bajo las influencias atmosféricas, toma esta
forma; que los “tors” en el Oeste de Inglaterra exhiben formas curiosas
producidas también por esta causa. Y así, dado que todos los hombres de ciencia
consideran las “piedras oscilantes como de origen puramente natural, puesto que
el viento, las lluvias, etc., causan la desintegración de las rocas por capas”,
nuestro aserto será negado con razón, sobre todo porque “vemos a nuestro
alrededor, en progreso hoy día, este proceso de modificación de las rocas”.
Examinemos, pues, el caso.
Primeramente
leamos lo que la Geología tiene que decirnos, y sabremos entonces que muchas
veces estas moles gigantescas son completamente extrañas a los países en donde
hoy se encuentran fijas; que sus semejantes geológicos pertenecen muchas veces
a estratos desconocidos en aquellos países, y que sólo se encuentran muy lejos,
más allá de los mares. Mr. William Tooke, especulando sobre los bloques enormes
de granito esparcidos sobre la Rusia Meridional y la Siberia, refiere al lector
que donde ahora se encuentran no hay rocas ni montañas, y que han debido de ser
traídos “desde distancias inmensas y por esfuerzos prodigiosos”. Charton
habla de un ejemplar de tales rocas en Irlanda, que había sido sometido al
análisis de un eminente geólogo inglés, quien lo había atribuido a origen
extranjero, “quizás africano”.
Ésta
es una coincidencia extraña, pues la
tradición irlandesa atribuye el origen de sus piedras circulares a un brujo que las trajo de África. De
Mirville ve en este brujo a un “Camita maldito” (62). Nosotros vemos en él a un
oscuro Atlante, o aun quizás a algún Lemur anterior, que hubiese sobrevivido
hasta el nacimiento de las Islas Británicas; y, en todo caso, a un gigante .
Cambry dice, ingenuamente:
Los
hombres no tienen nada que ver con ello... pues ningún poder ni industria humanos ha podido verificar cosa
semejante. Sólo la Naturaleza lo ha llevado a cabo todo (!!) y la Ciencia lo
demostrará algún día (!!).
Sin
embargo, fue un poder humano, aunque
gigantesco, el que lo llevó a efecto, y ni la “Naturaleza” sola, ni ningún Dios
ni Demonio.
Habiendo
tratado la “Ciencia” de demostrar que hasta la Mente y el Espíritu del hombre
son simplemente el producto de “fuerzas ciegas”, es muy capaz de aceptar la
empresa, que podrá suceder que emprenda cualquier día, de probarnos que la
Naturaleza sola ha puesto en orden las rocas gigantescas de Stonehenge, ha
trazado su posición con precisión matemática, les dio la forma del planisferio
de Dendera y de los signos del Zodíaco, y trajo piedras que pesan cerca de un
millón de libras desde África y Asia a Inglaterra e Irlanda.
Verdad
es que Cambry se retractó más tarde, cuando dijo:
Durante
mucho tiempo creí que era la Naturaleza,
pero rectifico... pues la casualidad no
puede crear tan maravillosas combinaciones... y los que han colocado las
mencionadas rocas en equilibrio son los mismos que han levantado las masas
movientes del pantano de Huelgoat, cerca de Concarneau.
El
Dr. John Watson, citado por el mismo autor, dice hablando de las rocas movientes o piedras oscilantes situadas
en la pendiente de Golcar (el “En cantador”):
El
asombroso movimiento de aquellas masas colocadas en equilibrio hizo que los
Celtas las comparasen con Dioses.
En
Stonehenge, por Flinders Petrie, se
dice que:
Stonehenge
está construido con piedras del distrito, una piedra arenisca roja o “porosa”,
llamada en la localidad “carneros grises”. Pero algunas de las piedras,
especialmente las que se dicen dedicadas a objetos astronómicos, han sido traídas de lejos, probablemente del
Norte de Irlanda.
Finalmente,
las reflexiones de un hombre de ciencia en un artículo sobre el asunto,
publicado en 1850 en la Revue
Archéologique, son dignas de citarse:
Cada
piedra es un bloque cuyo peso pondría a prueba las máquinas más poderosas. En
una palabra: existen esparcidas por el globo moles ante las cuales la palabra materiales parece inexplicable, a cuya
vista la imaginación se confunde y a las que deberían aplicarse un nombre tan
colosal como ellas mismas. Además de esto, estas piedras oscilantes inmensas, llamadas algunas veces dispersadoras, erectas sobre uno de sus extremos como de punta,
tienen su equilibrio tan perfecto, que el menor contacto es suficiente para
ponerlas en movimiento... revelando un conocimiento de los más positivos de la
estática. Contramovimiento recíproco, superficies planas, convexas y cóncavas,
por turno... todo esto las relaciona con los monumentos ciclópeos, de los
cuales puede decirse con mucha razón, repitiendo a De la Vega, que “más bien
parece han trabajado en ellos los demonios que no los hombres”.
Por
una vez estamos de acuerdo con nuestros amigos y contrarios, los católicos
romanos, y preguntamos si semejantes prodigios de estática y de equilibrio con
moles que pesan millones de libras pueden ser obra de salvajes paleolíticos u hombres de las cavernas, más altos que el
término medio del hombre de nuestro siglo, pero sin embargo, mortales
ordinarios como nosotros. No es nuestro propósito referir las diversas
tradiciones relacionadas con las piedras oscilantes. Sin embargo, bueno será
recordar al lector inglés, a Giraldus Cambrensis, que habla de una piedra
semejante en la Isla de Mona, la cual volvía a su sitio a pesar de todos los
esfuerzos que se hacían para mantenerla en otra parte. Cuando la conquista de
Irlanda por Enrique II, un Conde Hugo Cestrensis, deseando convencerse de la
realidad del hecho, ató la piedra Mona a una mucho mayor y luego las arrojó al
mar.
A la mañana siguiente se la encontró en su sitio acostumbrado. El sabio
William de Salisbury garantiza el hecho, dando testimonio de su presencia en la
pared de una iglesia en donde la vio en 1554. Y esto nos hace recordar lo que
dijo Plinio de una piedra que los Argonautas dejaron en Cizico, la cual los
cizicanos colocaron en el Pritaneo, “desde donde echó a correr varias veces, de modo que se vieron obligados a
cargarla de plomo”. Tenemos, pues, aquí, piedras inmensas que toda la
antigüedad afirma que “están vivas, que se mueven, que hablan y que caminan por
sí solas”. También eran capaces, según parece, de hacer correr a la gente,
puesto que eran llamadas dispersadoras,
de la palabra “dispersar” o “poner en fuga”; y Des Mousseaux las presenta como siendo
todas piedras proféticas, llamadas algunas veces “piedras locas”.
La
piedra oscilante es aceptada por la Ciencia. Pero ¿por qué oscila? Es necesario
estar ciego para no ver que este movimiento fue una vez un medio más de
adivinación, y que por esta misma causa eran llamadas las “piedras de la
verdad”.
Esto es historia, y el pasado de los
tiempos prehistóricos garantiza lo mismo en edades posteriores. Las Draconcias
consagradas a la Luna y a la Serpiente fueron las más arcaicas “rocas del destino”
de las naciones antiguas; y su movimiento o balanceo
era un sistema perfectamente claro para los
sacerdotes iniciados, que eran los únicos que tenían la clave de esta
antigua lectura. Vormio y Olao Magno
muestran que los reyes de Escandinavia eran elegidos con arreglo a las órdenes
del oráculo, cuya voz hablaba por conducto de “estas inmensas rocas, levantadas
por las fuerzas colosales de gigantes (antiguos)”. Plinio dice:
En
la India y en Persia era a ella (la Otizoë persa) a quien los Magos consultaban
para la elección de sus soberanos.
Y luego continúa describiendo una
roca que daba sombra a Harpasa, en Asia, colocada de tal manera que “un solo
dedo puede moverla al paso que el peso de todo el cuerpo la hace resistir”. ¿Por qué, pues, no habrían podido servir las piedras oscilantes de
Irlanda o las de Brimham, en Yorkshire, para el mismo sistema de adivinación o comunicación oraculares?
Las más enormes de ellas son, evidentemente, reliquias de los Atlantes; las más
pequeñas, como las Rocas de Brimham, con piedras giratorias en su cúspide, son
copias de los lithoi más antiguos. Si los obispos de la Edad Media no hubiesen
destruido todos los modelos de las Draconcias a que pudieron echar mano, la
Ciencia sabría hoy mucho más acerca de las mismas. Así y todo, sabemos que
fueron usadas universalmente durante largas edades prehistóricas, y todas con
el mismo objeto de profecía y de MAGIA. E. Biot, miembro del Instituto de
Francia, publicó en las Antiquités de
France (vol. IX) un artículo mostrando que el Châttam-parambu (el “Campo de
la Muerte”, o antiguo Cementerio en Malabar) está en idéntica situación que las
antiguas tumbas de Carnac; esto es, “una prominencia y una tumba central”. En
las tumbas se encuentran huesos, y Mr. Halliwell nos dice que algunos de ellos
son enormes; los naturales del país llaman a estas tumbas las “moradas de los
Râkshasas” o gigantes. Varios círculos de piedra, “considerados como obra de
los Panch Pânava (cinco Pândus), como lo son todos estos monumentos en la
India, en donde se hallan en tan gran número”, al ser abiertos por orden del
Rajah Vasariddi “se encontró que contenían huesos
humanos de grandísimo tamaño”.
También
De Mirville tiene razón en su generalización,
ya que no en sus conclusiones. Como la teoría, largo tiempo favorita, de que
las Draconcias son en su mayor parte testigos de “grandes conmociones
geológicas naturales” (Charton), y “obra de la Naturaleza” (Cambry), está ahora
desacreditada, sus observaciones son muy justas:
Aconsejamos
a la Ciencia que reflexione... y, sobre todo, que no siga clasificando a los
Titanes y Gigantes entre las leyendas primitivas; pues sus obras están ahí, a
nuestra vista, y esas masas oscilantes se balancearán sobre su base hasta el
fin del mundo para que contribuyan a hacer comprender que uno no es un
candidato para un manicomio por creer en las maravillas certificadas por toda
la antigüedad.
Esto
es precisamente lo que nunca podremos repetir demasiado, aunque es probable que
las voces, tanto de los Ocultistas como las de los Católicos romanos, prediquen
en el desierto. Sin embargo, nadie dejará de ver que la Ciencia es, cuando
menos, tan variable en sus especulaciones modernas como lo era la Teología
antigua y la medieval en sus
interpretaciones del llamado Apocalipsis.
La Ciencia quiere que los hombres desciendan del mono pitecoide, transformación
que requeriría millones de años, y, sin embargo, teme hacer a la humanidad más
vieja de 100.000 años. La Ciencia enseña la transformación gradual de las especies,
la selección natural y la evolución, desde la forma inferior a la más elevada,
del molusco al pescado, del reptil al pájaro y al mamífero, y sin embargo,
niega al hombre, que fisiológicamente sólo es un mamífero y un animal superior,
una transformación semejante de su forma externa.
Pero si el iguanodonte
monstruoso de la formación wealdense puede haber sido el antecesor del diminuto
iguana de hoy, ¿por qué no ha de haberse podido convertir el hombre monstruoso
de la Doctrina Secreta en el hombre moderno; el eslabón entre el Animal y el
Ángel? ¿Hay en esta “teoría” algo más
de anticientífico que en la de negar al hombre un Ego espiritual inmortal,
haciendo de él un autómata y clasificándolo al mismo tiempo como un género distinto en el sistema de
la Naturaleza? Las Ciencias Ocultas podrán ser menos científicas que las
Ciencias Exactas del día, pero son más lógicas y consistentes en sus
enseñanzas. Las fuerzas físicas y las afinidades naturales de los átomos pueden
ser factores suficiente para transformar una planta en un animal; pero se
necesita más que el mero interfuncionamiento de ciertos agregados materiales y
su medio ambiente para llamar a la vida a un hombre completamente consciente, aunque en verdad no fuera más que
una ramificación entre dos “pobres primos hermanos” del orden de los
cuadrúmanos. Las Ciencias Ocultas admiten, con Haeckel, que la Vida (objetiva)
sobre nuestro Globo es un “postulado lógico de la historia científica natural”;
pero añaden que el rechazar una involución semejante espiritual, desde adentro
afuera, de la Vida del Espíritu subjetiva, invisible (Eterna y Principio de
la Naturaleza), es más ilógico, a ser posible, que decir que el Universo, y
todo en él, ha sido construido gradualmente por “fuerzas ciegas” inherentes a
la Materia, sin ninguna ayuda externa.
Supongamos
que un Ocultista sostuviese que el primer gran órgano de una catedral había
venido originalmente a la existencia como sigue: primeramente, hubo en el
espacio una elaboración gradual y progresiva de una materia organizable, que
dio por resultado la producción de un estado de materia llamado PROTEIN orgánico; luego, bajo la influencia de
fuerzas incidentales, estos estados, pasando a una fase de equilibrio
inestable, se convirtieron, evolucionando lenta y majestuosamente, en nuevas
combinaciones de madera labrada y pulida, de clavijas y chapas de bronce, de
cuero, de marfil, de tubos acústicos y fuelles; después de lo cual, habiéndose
adaptado todas las partes y formando una máquina armoniosa y simétrica, el órgano
empezó repentinamente a tocar el “Requiem” de Mozart, el cual fue seguido de
una Sonata de Beethoven, etcétera, ad
infinitum, tocando sus teclas por sí mismas, y corriendo el aire en los
tubos por su propia fuerza y voluntad inherentes. ¿Qué diría la Ciencia de
semejante teoría? Y sin embargo, esto es precisamente lo que los savants materialistas nos dicen respecto
del modo como se ha formado el Universo, con sus millones de seres y con el
hombre, su corona espiritual.
Sea
el que fuese el pensamiento íntimo de Mr. Herbert Spencer, cuando escribió
sobre el asunto de la transformación gradual de las especies, sus palabras se
aplican a nuestra doctrina.
Construido
en términos de evolución, concíbese toda clase de ser como un producto de las
modificaciones verificadas gradual e insensiblemente en una especie de ser preexistente.
Entonces,
¿por qué en este caso no ha de ser el hombre histórico producto de la
modificación de una especie de hombre prehistórico preexistente, aun
suponiendo, en gracia del argumento, que nada
haya en él, que dure más tiempo que su estructura física, ni que sea
independiente de la misma? ¡Pero esto no es así! Pues cuando se nos dice que
“las materias orgánicas son producidas en el laboratorio por lo que pudiéramos
llamar literalmente evolución artificial”, contestamos al distinguido filósofo inglés que los Alquimistas y grandes
Adeptos han hecho otro tanto, y, verdaderamente, mucho más, antes de que los
químicos intentasen “hacer combinaciones complejas con elementos disociados”.
Los Homunculi de Paracelso son un hecho en Alquimia, y probablemente llegarán a
serlo también en la Química; y entonces el monstruo de Frankenstein de Mrs.
Shelley, tendrá que considerarse como una profecía. Pero ningún químico, ni
alquimista, podrá dotar a ese monstruo de algo más que con instinto animal, a
menos que haga lo que se atribuye a los “Progenitores”, esto es, deje su cuerpo
Físico y encarne en la “Forma Vacía”. Pero aun esto sería un hombre artificial y no natural, pues nuestros
“Progenitores” tuvieron, en el curso de la eterna evolución, que convertirse en
Dioses antes de convertirse en
hombres.
La
anterior digresión, si como tal se considera, es un intento para tratar de
justificarnos ante los pocos hombres pensadores del próximo siglo que puedan
leer esto.
También
da ella la razón por la cual los hombres mejores y más espirituales de nuestra
época no pueden ya estar satisfechos con la Ciencia ni con la Teología, y por
qué prefieren cualquier “locura psíquica” a las afirmaciones dogmáticas de
ambas, pues ninguna de las dos tiene, en su infalibilidad, otra cosa mejor que
ofrecerles, que la fe ciega. La
tradición universal es, con mucho, el
mejor guía en la vida. Y la tradición universal muestra al Hombre Primitivo
viviendo durante edades, juntamente con sus Creadores y primeros Instructores
-los Elohim- en el “Jardín del Edén” o de las “Delicias”, del Mundo.
45 LAS PRIMERAS GRANDES AGUAS VINIERON.
ELLAS SUMERGIERON LAS SIETE GRANDES ISLAS (a).
46 LOS JUSTOS TODOS SALVADOS, LOS IMPÍOS
DESTRUIDOS. CON ELLOS PERECIERON LA MAYOR PARTE DE LOS ENORMES ANIMALES
PRODUCIDOS DEL SUDOR DE LA
TIERRA (b).
a) Como de este asunto (el cuarto gran Diluvio
de nuestro globo en esta Ronda) nos ocupamos extensamente en las Secciones que
siguen a la última Estancia, decir ahora algo sería una mera anticipación. Las
siete Grandes Islas (Dvipas) pertenecían al Continente de los Atlantes. Las
Enseñanzas Secretas indican que el Diluvio alcanzó a la Cuarta Raza Gigante, no
a causa de su perversidad, ni porque se hubiera “convertido en negra por el
pecado”, sino simplemente porque tal es el destino de cada Continente, que
(como todo lo demás bajo el Sol) nace, vive, se hace decrépito y muere. Esto
sucedió cuando la Quinta Raza estaba en su infancia.
b) Así perecieron los Gigantes -los Magos y los
Brujos, añade la fantasía de la tradición popular-. Pero “todos los justos”
fueron “salvados y sólo los “impíos destruidos”. Esto fue debido, sin embargo,
tanto a la previsión de los “justos”
que no habían perdido el uso de su Tercer Ojo, como al Karma y a la Ley
Natural. Hablando de la Raza subsiguiente, nuestra Quinta Humanidad, dice el
Comentario:
Solamente aquel puñado de Elegidos, cuyos
Instructores Divinos habían ido a habitar esa Isla Sagrada -”de donde vendrá el
último Salvador”-, impidió entonces que la mitad de la humanidad se convirtiese
en la exterminadora de la otra mitad (como la humanidad lo es ahora -H.P.B.).
La especie humana se dividió. Las dos terceras partes estaban gobernadas por
Dinastías de Espíritus materiales, inferiores, de la Tierra, que tomaban
posesión de los cuerpos fácilmente asequibles; una tercera parte permaneció
fiel, y se unió a la naciente Quinta Raza, los Encarnados Divinos. Cuando los
Polos se movieron (por cuarta vez), esto no afectó a los que estaban
protegidos, y que se habían separado de la Cuarta Raza. Lo mismo que los
Lemures, sólo los Atlantes perversos perecieron, y no se les volvió a ver”...
H.P. BLAVATSKY D.S T III
No hay comentarios:
Publicar un comentario