Esta frase simbólica, en sus
múltiples formas, es ciertamente muy peligrosa e iconoclasta frente a todas las
últimas religiones dualistas, o más bien teologías, y especialmente a la luz
del cristianismo. Sin embargo, no sería justo ni exacto decir que el
Cristianismo es el que ha concebido y dado luz a Satán. Como “Adversario”, como
Poder opuesto requerido por el equilibrio y la armonía de las cosas en el
Universo, así como es necesaria la sombra para hacer resaltar la Luz, la Noche
para poner más de relieve al Día, y así como el Frío hace apreciar más la
bondad del calor, así ha existido siempre Satán. La Homogeneidad es una e
indivisible. Pero si el Uno y Absoluto homogéneo no es una mera figura del
lenguaje; y si lo Heterogéneo, en su aspecto dual, es su producción, su sombra
o reflejo bifurcado, entonces aquella Homogeneidad divina tiene que contener en
sí misma tanto la esencia de lo bueno como de lo malo. Si “Dios” es Absoluto,
Infinito y Raíz Universal de todas las cosas en la Naturaleza y en su Universo,
¿de dónde viene el Mal o el Demonio, sino de la misma Matriz áurea del
Absoluto? Así pues, o tenemos que aceptar la emanación del bien y del mal, de
Agathodaemon y de Kakodaemon, como ramas del mismo tronco del Árbol de la
Existencia, o tenemos que resignarnos al absurdo de creer en dos Absolutos
eternos.
Teniendo que buscar el origen de la
idea en los mismos principios de la mente humana, es de justicia entretanto
conceder lo suyo hasta al Diablo proverbial. La antigüedad no conocía ningún
“Dios del mal” aislado, completa y absolutamente malo. El pensamiento pagano
representaba al bien y al mal como hermanos gemelos, nacidos de la misma madre,
la Naturaleza; tan pronto como aquel pensamiento se perdió, haciéndose arcaico,
la Sabiduría se convirtió en Filosofía. En el principio, los símbolos del bien
y del mal eran meras abstracciones, Luz y Tinieblas; más tarde, sus tipos
fueron elegidos entre los fenómenos
cósmicos más naturales y siempre repetidos periódicamente, el Día y la Noche, o
el Sol y la Luna. Luego fueron representados por las Huestes de las Deidades
del Sol y de la Luna, y el Dragón de las Tinieblas fue el contraste del Dragón
de la Luz. La Hueste de Satán es Hija de Dios, lo mismo que la Hueste de B’ne
Alhim, los Hijos de Dios que fueron a “presentarse ante el Señor”, su Padre. “Los Hijos de Dios” se convirtieron en “Ángeles caídos” sólo cuando
comprendieron que las hijas de los hombres “eran hermosas”.
En la filosofía
inda, los Suras estaban clasificados entre los dioses más primitivos y
resplandecientes, y se convirtieron en Asuras sólo cuando fueron destronados
por la fantasía brahmánica. Satán no tomó nunca la forma antropomórfica,
individualizada, hasta que se completó la creación por el hombre, de “un Dios
personal viviente”; y entonces sólo
como una cosa de principal necesidad. Era necesaria una pantalla, un testaferro
para explicar la crueldad, los errores y la injusticia demasiado evidentes,
perpetrados por aquél a quien se atribuía la perfección, la misericordia y la
bondad absolutas. Éste fue el primer efecto kármico de abandonar un Panteísmo
filosófico y lógico, para construir, como apoyo para el hombre perezoso, “un
Padre misericordioso en el Cielo”, cuyas acciones diarias y de cada momento,
como Natura Naturans, la “Madre hermosa, pero fría como el mármol”, desmienten
la suposición. Ésta condujo al concepto de los gemelos primitivos Osiris-Tifón,
Ormazd-Ahriman, y por último Caín-Abel y el tutti
quanti de los opuestos.
Habiendo
empezado “Dios”, el Creador, por ser sinónimo de Naturaleza, terminó por ser
convertido en su autor. Pascal resuelve muy artificiosamente la dificultad,
diciendo:
La Naturaleza tiene perfecciones
para mostrar que es la imagen de Dios; y defectos para indicar que es tan sólo su imagen.
Mientras más se profundiza en la
obscuridad de las edades prehistóricas, más filosófica aparece la figura
prototípica del último Satán. El primer “Adversario”, en forma individual
humana, que se encuentra en la antigua literatura puránica, es uno de sus más
grandes Rishis y Yoguis - Nârada, llamado “el Productor de las contiendas”.
Él es un Brahmaputra, un hijo de
Brahmâ, el masculino. Pero más adelante nos ocuparemos de él. Quien sea en
realidad el gran “Impostor”, se puede poner en claro, investigando el asunto, con los ojos abiertos y la mente libre
de prejuicios, en todas las Cosmogonías y Escrituras antiguas.
Es al Demiurgo antropomorfizado, al
Creador de Cielos y Tierra, separado de la Hueste colectiva de sus Creadores
Compañeros, a quien, por decirlo así, representa y sintetiza. Ahora es el Dios de las Teologías. “El
deseo es padre del pensamiento”. Ocurrió una vez que un símbolo filosófico
abandonó a la perversa imaginación humana; después tomó la forma de un Dios
diabólico, engañador, astuto y celoso.
Como los Dragones y otros Ángeles
Caídos se describen en otras partes de esta obra, bastarán ahora unas cuantas
palabras sobre el tan maltratado Satán. El estudiante debe tener presente que
en todo el mundo, excepto en las naciones cristianas, el Diablo no es hasta hoy
más que el aspecto opuesto, en la naturaleza dual del llamado Creador. Esto es
natural. No puede pretenderse que Dios sea la síntesis de todo el Universo; que
sea Omnipresente, Omnisciente e Infinito, y divorciarlo luego del Mal. Como hay
mucho más Mal que Bien en el mundo, se deduce lógicamente que o bien Dios tiene
que abarcar el Mal y ser causa directa del mismo, o de lo contrario abandonar
toda pretensión a la Absolutividad. Los antiguos comprendían esto tan bien, que
sus filósofos, a quienes siguen ahora los kabalistas, definían el Mal como el
“revestimiento” de Dios, o el Bien; y Demon
est Deus inversus es un adagio muy antiguo. Verdaderamente, el Mal no es
sino una fuerza ciega competidora en la Naturaleza; es la reacción, la
oposición y el contraste -el mal para unos, el bien para otros-. No hay malum in se, sino sólo la Sombra de la
Luz, sin la cual ésta no podría tener existencia, ni aun para nuestra
percepción. Si el Mal desapareciese, el Bien también desaparecería con él de la
Tierra. El “Antiguo Dragón” era Espíritu puro antes de convertirse en Materia;
era pasivo antes de ser activo.
En la Magia sirio-caldea, tanto
Ophis como Ophiomorphos, se juntan en el Zodíaco en el signo Andrógino Virgo
Scorpio. Antes de su caída en la tierra, la Serpiente era Ophis-Christos; y
después de su caída, se convirtió en Ophiomorphos-Chrestos. En todas partes las
especulaciones de los kabalistas tratan al Mal como una Fuerza que es contraria, pero al mismo tiempo esencial para el
Bien, dándole la vitalidad y existencia que, de otro modo, no podría tener. No
habría Vida posible (en el sentido
mayávico) sin la Muerte; ninguna
regeneración ni reconstrucción sin destrucción. Las plantas perecerían bajo una
luz solar eterna, y lo mismo le sucedería al hombre, que se convertiría en un
autómata sin el ejercicio de su libre albedrío, y sin su aspiración hacia la
luz, que perdería su ser y su valor para él si no hubiese otra cosa. El Bien es
infinito y eterno tan sólo en lo eternamente oculto para nosotros, y por esto
nos lo imaginamos eterno. En los planos manifestados, uno equilibra al otro.
Pocos son los deístas creyentes en un Dios Personal que no hagan de Satán la
sombra de Dios, o que, confundiendo a ambos, no crean tener derecho para rogar
a su ídolo, pidiéndole su ayuda y protección para la ejecución e inmunidad de
sus actos malos y crueles. “No nos hagas caer en la tentación”, es la oración
que dirigen a “nuestro Padre en el Cielo”, y no al Diablo, millones de corazones
cristianos. Esto lo hacen repitiendo las mismas palabras que ponen en la boca
de su Salvador, y sin embargo no se les ocurre pensar en el hecho de que su
significado lo contradice por completo Santiago, “el hermano del Señor”.
Que no diga hombre alguno cuando
siente la tentación, estoy tentado por Dios; pues Dios no puede ser tentado por
el mal, ni tienta él a hombre alguno.
¿Por qué, pues, decir que el Diablo
es quien nos tienta, cuando la Iglesia nos enseña, bajo la autoridad de Cristo, que es Dios quien lo hace? Abrid
cualquier libro piadoso en donde se defina la palabra “tentación” en su sentido
teológico, y encontraréis en seguida dos definiciones:
(1ª) Aquellas aflicciones y penas con las cuales prueba Dios a los suyos.
(2ª) Aquellos medios e incitaciones empleadas por el Demonio para engañar y alucinar a la Humanidad.
Las enseñanzas de Cristo y de
Santiago se contradicen al ser aceptadas literalmente; ¿y qué dogma puede
reconciliar las dos si se rechaza el significado oculto?
¡Entre las alternativas seducciones,
sabio será el filósofo que pueda decidir dónde Dios desaparece para ser
reemplazado por el Diablo! Por lo tanto, cuando leemos que “el Demonio es un
mentiroso y el padre de la mentira”, que es
la mentira encarnada, y se nos dice al mismo tiempo que Satán, el Demonio,
era un Hijo de Dios y el más hermoso de sus Arcángeles, antes que creer que el
Padre y el Hijo son una Mentira gigantesca, personificada y eterna, preferimos
dirigirnos a la filosofía pagana y a la panteísta, para informarnos.
Desde el momento que poseemos la
clave del Génesis, la kábala
científica y simbólica nos revela el secreto. La Gran Serpiente del Jardín del
Edén y el “Señor Dios” son idénticos; y lo mismo sucede con Jehovah y Caín (ese
Caín que es mencionado en la Teología como “asesino”, y el que “mintió” a
Dios). Jehovah tienta al Rey de Israel para que recuente a su pueblo, y Satán
lo tienta para que haga lo mismo en otro sitio. Jehovah se convierte en
Serpiente de Fuego, para morder a aquellos de quienes no está contento; y
Jehovah anima a la Serpiente de Bronce, que los cura.
Estas breves declaraciones
aparentemente contradictorias del Antiguo
Testamento -contradictorias porque los dos Poderes están separados, en
lugar de ser considerados como dos fases de una sola y misma cosa- son los ecos
adulterados por el exoterismo y la teología, hasta el punto de quedar
desconocidos, de los dogmas universales y filosóficos de la Naturaleza, que tan
bien comprendían los Sabios primitivos. Los mismos fundamentos encontramos en
varias personificaciones de los Purânas,
sólo que son mucho más amplias y filosóficamente significativas.
Así, Pulastya, un “Hijo de Dios”, de
la primera progenie, es representado como el progenitor de los Demonios, los
Râkshasas, los tentadores y devoradores de los hombres. Pishâchâ, un demonio
hembra, es hijo de Daksha, también “Hijo
de Dios”, y un Dios, madre de todos los Pischâchas. Los Demonios, llamados
así en los Purânas, son unos Diablos
extraordinarios cuando se los juzga desde el punto de vista europeo y ortodoxo;
pues a todos ellos, los Dânavas, los Daityas, los Pishâchas y los Râkshasas, se
los presenta como en extremo piadoso, siguiendo los preceptos de los Vedas, y algunos siendo hasta grandes
Yoguis. Pero se oponen al clero y al ritualismo, a los sacrificios y a las
formas, lo mismo que lo hacen hasta el presente los Yoguis principales en la
India, sin que por ello sean menos respetados aun cuando les es permitido no
seguir ninguna casta ni ritual; y de aquí que todos aquellos Gigantes y Titanes puránicos, sean llamados Diablos. Los
misioneros siempre alertas para demostrar, si pueden, que las tradiciones indas
no son más que un reflejo de la Biblia
judía, han compuesto toda una novela sobre la pretendida identidad de Pulastya
con Caín, y de los Râkshasas con los Cainitas, los “Malditos”, la Causa del
Diluvio “Noético” (véase la obra del Abate Gorresio, quien “etimologiza” el
nombre de Pulastya como significando el “rechazado”, de donde Caín, si os
parece bien). Pulastya mora en Kedara
-dice-, lo que significa “sitio ahondado”, una “mina”; ¡y a Caín se le muestra,
en la tradición y en la Biblia, como
el primer trabajador en metales y, por tanto, un minero!
A la vez que es muy probable que los
Gibborim, o Gigantes de la Biblia,
sean los Râkshasas de los indos, es seguro que unos y otros son los atlantes, y
pertenecen a las razas sumergidas. Sea como fuese, ningún Satán sería más
constante en maltratar a su enemigo, ni más rencoroso en su odio, que los
teólogos cristianos lo son cuando lo maldicen como causante de todos los males.
Comparad su modo de vituperar y sus opiniones sobre el demonio, con los puntos
de vista filosóficos de los Sabios puránicos y su mansedumbre, semejante a la
del Cristo. Cuando Parâshara, cuyo padre fue devorado por un Râkshasa, se
preparaba a destruir, por artes mágicas, a toda la raza, su abuelo Vasishtha,
después de mostrar al irritado Sabio, por propia confesión, que existen el Mal
y el Karma, pero no “malos Espíritus”, dice las siguientes significativas
palabras:
Calma tu resentimiento: los
Râkshasas no son culpables; la muerte de tu padre fue obra del Destino (Karma). La ira es la pasión de los necios; y
no sienta bien a ningún sabio. ¿Quién es
el que mata? -puede preguntarse-. Cada hombre recoge las consecuencias de sus propios actos. La cólera, hijo mío,
es la destrucción de todo lo que el hombre obtiene... e impide alcanzar... la
emancipación. Los... sabios evitan la cólera: no te dejes, hijo mío, influir
por ella. No permitas sean consumidos esos inofensivos
espíritus de la oscuridad; que tu sacrificio cese. La misericordia es el poder
de los justos.
De modo que todos los tales
“sacrificios” u oraciones a Dios, pidiendo ayuda, no son otra cosa que actos de Magia Negra. Lo que Parâshara pedía,
era la destrucción de los Espíritus de la Obscuridad, por venganza personal. Se
le llama pagano, y como tal ha sido condenado por los cristianos, al Infierno
Eterno. Sin embargo, en este respecto, ¿son por ventura mejores las plegarias
de los reyes y generales, que ruegan antes de cada batalla por la destrucción
de sus enemigos? Semejante oración es en todo los casos Magia Negra de la peor
especia, oculta como el demonio “Mr. Hyde” bajo la santidad del “Dr. Jekyll”.
En la naturaleza humana, el mal denota
sólo la polaridad de la Materia y el Espíritu, la “lucha por la vida” entre los
dos principios manifestados en el Espacio y en el Tiempo, cuyos principios son
uno per se, puesto que tienen sus
raíces en lo Absoluto. En el Cosmos, tiene que ser reservado el equilibrio. Las
operaciones de los dos opuestos producen armonía, como las fuerzas centrípeta y
centrífuga, que, siendo mutuamente interdependientes, son necesarias la una a
la otra, “a fin de que ambas puedan existir”. Si una se detuviese, la acción de
la otra se convertiría inmediatamente en destructora de sí misma.
Puesto que la personificación
llamada Satán ha sido analizada ampliamente desde su triple aspecto, en el Antiguo Testamento, en la Teología
Cristiana y en la manera de pensar de los antiguos gentiles, los que quieran
saber más sobre el asunto deben dirigirse a Isis
sin Velo y a la segunda parte del volumen IV de esta obra. El asunto se
esboza ahora aquí, y existen muy buenas razones para tratar de dar más
explicaciones. Antes de que podamos acercarnos a la evolución del Hombre Físico
y Divino, tenemos primero que dominar la idea de la Evolución Cíclica, y
conocer las filosofías y creencias de las cuatro Razas que precedieron a la
nuestra, y saber qué ideas eran las de aquellos Titanes y Gigantes (Gigantes,
en verdad, tanto mental como físicamente). Toda la antigüedad se hallaba
impregnada con esa filosofía que enseña la involución del Espíritu en la
Materia, el descenso progresivo cíclico; o la evolución activa, consciente de
sí. Los gnósticos alejandrinos han divulgado bastante los secretos de la
Iniciación, y sus anales están llenos de la “caída de los AEones”, en su doble
calidad de Seres Angélicos y de Períodos; siendo los unos la evolución natural
de los otros. Por otro lado, las tradiciones orientales en ambos lados del
“Agua Negra”, los Océanos que separan los dos Orientes, están igualmente llenas
de alegorías sobre la caída del Plerôma, o la de los Dioses y Devas. Todas
ellas alegorizan y explican la Caída, como el deseo de aprender y de adquirir conocimiento: el deseo de saber.
Ésta es la consecuencia natural de la evolución mental, lo Espiritual llegando
a transmutarse en lo Material o Físico. La misma ley de descenso en la
materialidad y de reascenso a la espiritualidad se afirmó durante la Era
cristiana, habiéndose detenido la reacción precisamente ahora, en nuestra
Subraza especial.
Lo que fue una alegoría, de triple
interpretación, en Pymander, hace
quizás diez mil años, destinada a registrar un hecho astronómico, antropológico
y hasta químico, a saber, la alegoría de los Siete Rectores abriéndose paso a
través de los Siete Círculos de Fuego, quedó empequeñecida en una
interpretación material y antropomórfica: la Rebelión y Caída de los Ángeles.
La multivocal narración, profundamente filosófica bajo su forma poética, del
“Casamiento del Cielo con la Tierra”. El amor de la Naturaleza por la Forma Divina, y el Hombre
Celeste embelesado con su propia hermosura reflejada en la Naturaleza; esto es,
el Espíritu atraído hacia la Materia, se ha convertido ahora, bajo la
manipulación teológica, en los Siete Rectores desobedeciendo a Jehovah;
engendrando la propia admiración el orgullo satánico, seguido de su Caída, pues
Jehovah no permitía ningún culto que no le fuera dedicado. En una palabra, los
hermosos Ángeles Planetarios, los AEones cíclicos gloriosos de los antiguos, se
han sintetizado en su forma más ortodoxa en Samael, el Jefe de los Demonios en
el Talmud, “esa Gran Serpiente con
Doce Alas, que arrastra consigo, en su caída, al Sistema Solar o los Titanes”.
Pero Schemal (alter ego y tipo sabeo
de Samael) esotérica y filosóficamente significa el “Año” en su mal aspecto
astrológico, con sus doce meses o “Alas” de males inevitables, en la
Naturaleza.
En la Teogonía Esotérica, tanto Schemal como Samael representaban
una divinidad particular . Para los kabalistas son el “Espíritu de la
Tierra”, el Dios Personal que la gobierna, y por tanto son defacto idénticos a
Jehovah. Los mismos talmudistas admiten que Samael es un nombre divino de uno
de los siete Elohim. Los kabalistas, además, muestran a los dos, Schemal y
Samael, como forma simbólica de Saturno, Cronos; los “Doce Alas” significando
los doce meses, y el símbolo en su colectividad representando un ciclo de raza. Jehovah y Saturno son
también idénticos en sus símbolos.
Esto conduce, a su vez, a una deducción muy
curiosa de un dogma católico romano. Muchos renombrados escritores
pertenecientes a la Iglesia Latina admiten una diferencia: que debe
distinguirse entre los Titanes Uranos, los Gigantes antediluvianos, que eran
también Titanes, y aquellos Gigantes posdiluvianos que los católicos romanos
persisten en suponer descendientes del Ham mítico. Más claro: hay que hacer una
diferencia entre las Fuerzas opuestas cósmicas primordiales, guiadas por la Ley Cíclica, los Gigantes atlantes
humanos, y los grandes Adeptos posdiluvianos, ya sean de la mano Derecha o de
la Izquierda. Al mismo tiempo muestran que Miguel, “el generalísimo de la Hueste Celestial combatiente, el Guardia de Corps de Jehovah”, es
también, a lo que parece, según Mirville, un Titán, pero con el adjetivo de
“divino” añadido al sobrenombre. Así, aquellos “Uranidas” que en todas partes
se llaman “Titanes Divinos” -y que habiéndose rebelado contra Cronos, o
Saturno, se muestra también, por tanto, que son los enemigos de Samael, que es
igualmente uno de los Elohim y sinónimo de Jehovah en su colectividad- son
idénticos a Miguel y su Hueste. En una palabra, los papeles están cambiados;
todos los combatientes están confundidos, y ningún estudiante puede distinguir
con claridad quién es quién.
Las explicaciones esotéricas pueden, sin embargo,
poner algún orden en esta confusión, en que Jehovah se convierte en Saturno, y
Miguel y su ejército en Satán y los Ángeles Rebeldes, debido a los esfuerzos
indiscretos, de los demasiado fanáticos creyentes, para ver un Diablo en cada
Dios pagano. El verdadero significado es mucho más filosófico; y la leyenda de
la primera “Caída” de los Ángeles toma un matiz científico cuando se comprende
debidamente.
Cronos
significa la Duración ilimitada, y por tanto, inmutable, sin principio ni fin,
más allá de la división del tiempo y más allá del espacio. Esos Ángeles, Genios
o Devas, que nacieron para actuar dentro
del espacio y del tiempo, esto es, para abrirse paso a través de los Siete Círculos de los planos
superespirituales, a las regiones superterrestres, fenomenales o circunscritas,
se dice alegóricamente que se rebelaron
contra Cronos y combatieron al León, que era entonces el Dios viviente y más
elevado. Cuando Cronos, a su vez, es representado mutilando a Urano, su padre,
el significado de la alegoría es muy sencillo. El Tiempo Absoluto se ha
convertido en finito y condicionado; una porción es substraída al todo,
mostrando así que Saturno, el Padre de los Dioses, ha sido transformado de
Duración Eterna en período limitado. Cronos con su guadaña echa abajo hasta los
ciclos más largos, que para nosotros son como sin fin, pero que, después de
todo, son limitados en la Eternidad; y con la misma guadaña destruye a los
rebeldes más poderosos. ¡Sí; ni uno solo escapará a la guadaña del tiempo! Ya
roguéis a Dios o a los Dioses, o ya os moféis de aquél o de estos, esa guadaña
no vacilará una millonésima parte de segundo en su curso ascendente o descendente.
Los
Titanes de la Teogonía de Hesíodo
fueron copiados en Grecia de los Suras y Asuras de la India. Estos Titanes
hesiódicos, los Uranidas, que en un tiempo se contaban sólo como seis, se ha
descubierto recientemente, en un antiguo fragmento que hace referencia al mito
griego, que son siete, llamándose el
séptimo Phoreg. Así pues, la identidad con los Siete Rectores se demuestra
plenamente. El origen de la Guerra en los Cielos y de la Caída tiene, en
nuestra opinión, que buscarse inevitablemente en la India, y en un tiempo
quizás mucho más remoto que el que los relatos puránicos dicen sobre el
particular. Pues el Târakâmaya fue de una época posterior; y en casi todas las
cosmogonías se da cuenta de tres Guerras distintas.
La primera Guerra tuvo lugar en la
noche de los tiempos, entre los Dioses y los (A)-suras, y duró un Año Divino. En esta ocasión las Deidades fueron derrotadas por los Daityas, bajo el
mando de Hrâda. Pero después, debido a un artificio de Vishnu, a quien
acudieron en demanda de auxilio los Dioses vencidos, estos últimos derrotaron a
los Asuras. En el Vishnu Purâna no se ve intervalo entre ambas guerras. Sin
embargo, según la Doctrina Secreta, tiene lugar una Guerra antes de la
construcción del Sistema Solar; otra, en la Tierra, cuando la “creación” del
hombre; y una tercera Guerra tuvo lugar al final de la Cuarta Raza, entre sus
Adeptos y los de la Quinta Raza, esto es, entre los Iniciados de la “Isla
Sagrada” y los Brujos de los atlantes. Nos fijaremos en la primera guerra, según
la refiere Parâshara, y trataremos de separar los dos relatos, que se hallan
mezclados con intención.
Se
dice allí que como los Daityas y Asuras cumplían los deberes de sus órdenes
(Varnas) respectivas, y seguían el sendero prescrito por la Sagrada escritura,
practicando además penitencias religiosas -rara ocupación para Demonios si eran idénticos a nuestros Diablos, como se pretende-, los Dioses
no podían destruirlos. Las oraciones dirigidas por los Dioses y Vishnu son
curiosas; pues muestran las ideas implicadas en una Deidad antropomórfica.
Habiendo huido, después de su derrota, “a las costas del Norte del Océano de
Leche (Océano Atlántico)”, los vencidos Dioses dirigieron muchas súplicas
“al primero de los Seres, el divino Vishnu”, y entre otras la siguiente:
Gloria a ti, que eres uno con los
Santos, cuya naturaleza perfecta es siempre bendecida, y atraviesa sin
obstáculo todos los elementos permeables. Gloria a ti, que eres uno con la Raza-Serpiente, de doble lengua, impetuoso, cruel,
insaciable de goces y colmado de riquezas... Gloria a ti... ¡oh Señor! que no tienes ni color ni extensión, ni
tamaño (ghana), ni ninguna cualidad
decible, y cuya esencia (rûpa),
la más pura entre las puras, es sólo apreciable por los santos Paramarshis (los
más grandes Sabios o Rishis). A ti nos humillamos en la naturaleza de Brahmâ,
increado, sin decadencia (avyaya);
que estás en nuestros cuerpos, y en todos
los demás cuerpos, y en todas las criaturas vivientes, y fuera de quien
nada existe. Glorificamos a ese Vâsudeva, el señor (de todo) que no tiene
mancha, la semilla de todas las cosas, exento de disolución, no nacido, eterno;
siendo, en esencia, Paramapadâtmavat (más allá de la condición del Espíritu), y
en substancia (rûpa), todo este
(Universo).
Se cita lo anterior como ejemplo del
vasto campo que presentan los Purânas
para la crítica contraria y errónea de todo fanático europeo, que forma su
opinión sobre una religión que no sea la propia, por sólo la apariencia
externa. Cualquier hombre acostumbrado a someter lo que lee a un detenido
análisis, verá desde luego lo incongruente de dirigirse a lo aceptado como
“Incognoscible”, al Absoluto sin forma y sin atributos, tal como los vedantinos
definen a Brahman, como siendo “uno con la Raza-Serpiente, de doble lengua,
cruel e insaciable”, asociando así lo abstracto con lo concreto, y poniendo
adjetivos a lo que está libre de toda limitación y es incondicionado. Hasta el
profesor Wilson, que después de haber vivido en la India rodeado de brahmanes y
pandits tantos años, debía de haber sabido mejor a qué atenerse - hasta este
mismo erudito no perdió ocasión para criticar en este particular a las
Escrituras indas. He aquí cómo se expresa:
¡Los
Purânas enseñan siempre doctrinas
incompatibles! Según este pasaje, el Ser Supremo no es sólo la causa
inerte de la creación, sino que ejerce también las funciones de una providencia
activa. El Comendador cita un texto del Veda
en apoyo de esta opinión: “El Alma Universal, penetrando en los hombres,
gobierna su conducta”. Las incongruencias, sin embargo, son tan frecuentes en
los Vedas como en los Purânas.
Menos frecuentes, en estricta
verdad, que en la Biblia Mosaica.
Pero son grandes los prejuicios que abrigan los orientalistas, especialmente
los doctos “reverendos”. El Alma Universal no
es la Causa inerte de la Creación o (Para)Brahman, sino simplemente lo que
nosotros llamamos el Sexto Principio del Kosmos Intelectual, en el plano
manifestado del ser. Es Mahat o Mahâbuddhi, la Gran Alma, el Vehículo del
Espíritu, la primera reflexión primordial de la CAUSA sin forma, y aquello que
está aún más allá del Espíritu. Esto,
por lo que respecta a la intempestiva burla del profesor Wilson sobre los Purânas. En cuanto al ruego,
aparentemente incongruente a Vishnu, de los Dioses derrotados, si los
orientalistas quisiesen tomarse el trabajo, encontrarían la explicación en el
texto del Vishnu Purâna. La filosofía
enseña que hay un Vishnu como Brahmâ, y un Vishnu en sus dos aspectos. Pero sólo hay un Brahman, “esencialmente Prakriti
y Espíritu”.
Esta ignorancia está expresada de un
modo verdadero y hermoso en la alabanza de los Yogins a Brahmâ, “el sostenedor
de la tierra”, cuando dicen:
Aquellos que no han practicado la
devoción conciben de una manera errónea la naturaleza del mundo. Los
ignorantes, que no perciben que este Universo es de la Naturaleza de la
Sabiduría, y lo juzgan sólo como un objeto de percepción, están perdidos en el
Océano de la ignorancia espiritual. Pero aquellos que conocen la verdadera
Sabiduría, y cuyas mentes son puras, contemplan todo este mundo como uno con el Conocimiento Divino,
como uno contigo, ¡oh Dios! Sé favorable, ¡oh Espíritu universal!.
Por lo tanto, no es Vishnu “la causa
inerte de la creación”, que ejerce “las funciones de una Providencia Activa”; sino el Alma Universal, la que
Eliphas Lévi llama, en su aspecto material, Luz Astral. Y esta Alma, en su
aspecto doble de Espíritu y Materia, es el verdadero Dios antropomórfico de los
deístas; pues este Dios es una personificación
de ese Agente Creador Universal, a la vez puro e impuro, debido a su condición
manifestada y a su diferenciación en este mundo Mâyâvico: Dios y el Diablo, verdaderamente. Pero el profesor Wilson no llegó
a ver cómo Vishnu, bajo este aspecto, se parece estrechamente al Señor Dios de
Israel, “especialmente en su conducta de engañador, tentador y astuto”.
En el Vishnu Purâna, está esto del modo más claro posible; pues se dice
allí que:
A la conclusión de sus oraciones (stotra), los Dioses vieron a la Deidad
Soberana Hari (Vishnu), armado con la concha, el disco y la maza, cabalgando
sobre Garuda.
Ahora bien; Garuda es el Ciclo
Manvantárico, como se hará ver oportunamente. Vishnu, por lo tanto, es la
Deidad en el Espacio y el Tiempo; el
Dios peculiar de los Vaishnavas. Tales Dioses son llamados de tribu o de raza; esto es, uno de los varios Dhyânis, Dioses o
Elohim, uno de los cuales era generalmente elegido por algún motivo especial,
por una nación o por una tribu, y así se convertía gradualmente en “un Dios sobre todos los Dioses”, “el Dios
más elevado”, como Jehovah, Osiris, Bel o cualquier otro de los Siete Regentes.
“El árbol se conoce por su fruto”;
la naturaleza de un Dios por sus acciones. Tenemos que juzgar estas acciones
por la letra muerta de las narraciones, o aceptarlas alegóricamente. Si
comparamos a los dos -a Vishnu como defensor y campeón de los derrotados
Dioses; y a Jehovah, defensor y campeón del “pueblo escogido”, llamado así sin
duda por antífrasis, puesto que fueron los judíos los que eligieron a este Dios
“celoso”-, encontraremos que ambos usan del engaño y la astucia.
Hacen esto
basados en el principio de que “el fin justifica los medios”, a fin de poder
vencer a sus respectivos adversarios y enemigos -los Demonios-. Así, mientras que,
según los kabalistas, Jehovah asume la forma de la Serpiente tentadora en el
Jardín del Edén, envía a Satán con la misión especial de tentar a Job, consume
y cansa a Faraón con Saraï, la mujer de Abraham, y “endurece” el corazón de
otro Faraón contra Moisés, a fin de que no faltase oportunidad para lanzar las
“más grandes plagas sobre sus víctimas”; Vishnu aparece en su Purâna echando mano de una estratagema
no menos indigna de un Dios respetable.
Los Dioses derrotados se dirigen a
Vishnu del modo siguiente:
Ten compasión de nosotros, ¡oh
Señor! y protégenos, pues a ti venimos a pedirte socorro contra los Daityas
(Demonios). Ellos se han apoderado de los tres mundos y se han apropiado las
ofrendas que constituyen nuestra parte, teniendo
cuidado de no quebrantar los preceptos del Veda. Aun cuando nosotros, lo mismo que ellos, somos parte de
ti mismo... metidos (como están)... en los senderos prescritos por la
santa escritura... es imposible para nosotros destruirlos. ¡Tú, cuya sabiduría
es inmensurable (Ameyâtman), dinos alguna
treta con la cual podamos llegar a exterminar a los enemigos de los Dioses!
Cuando el poderoso Vishnu oyó este
ruego, emitió de su cuerpo una forma ilusoria
(Mâyâmoha, el “engañador por medio de la ilusión”) que dio a los Dioses
diciéndoles: “Este Mâyâmoha seducirá por
completo a los Daityas, de modo que, apartándose de la Senda de los Vedas, puedan ser destruidos... Id y no
temáis. Que esta visión engañadora os preceda. Ella os hará este día un gran
servicio, ¡oh Dioses!”.
Después de esto, el gran Engaño
(Mâyâmoha) marchó (a la Tierra) y vio a los Daityas ocupados en penitencias
ascéticas y aproximándose a ellos, bajo la figura de un Digambara (mendicante
desnudo) con la cabeza afeitada... les habló así, con suave acento: “Señores de
la raza Daitya, ¿por qué practicáis esas penitencias?”, etcétera.
Finalmente, los Daityas fueron
seducidos por las astutas frases del Mâyâmoha, lo mismo que Eva lo fue con los
consejos de la Serpiente. Se hicieron apóstatas de los Vedas. El Dr. Muir traduce el pasaje de este modo:
El gran Engañador, empleando la
ilusión, sedujo luego a otros Daityas por medio de diversas clases de herejía.
En muy poco tiempo, estos Asuras (Daityas) inducidos al error por el Engañador
(que era Vishnu), abandonaron todo el
sistema fundado sobre los mandamientos del triple Veda. Algunos difamaron a los Vedas;
otros al ceremonial del sacrificio; y otros a los brahmanes. Ésta (exclamaron)
es una doctrina que no sufre la discusión; la matanza (de los animales en los
sacrificios) no puede producir méritos religiosos. (El decir que) las
oblaciones de manteca consumida por el fuego producen recompensas futuras, es
cosa de niños... Si es un hecho que a un animal muerto en el sacrificio se le
exalta a los cielos, ¿por qué no mata el devoto a su propio padre?... Las
frases infantiles, grandes Asuras, no bajan del firmamento; sólo los asertos
fundados en el razonamiento es lo que yo acepto y lo que aceptan las personas
(inteligentes) como vosotros. De esta manera y de diferentes modos fueron
perturbados los Daityas por el gran Engañador (la Razón)... Cuando los Daityas penetraron en la senda del error,
las Deidades reunieron todas sus energías y se aproximaron para dar la batalla.
Luego siguió un combate entre los Dioses y los Asuras; y estos últimos, que
habían abandonado el buen camino, fueron destrozados por los primeros. En otro
tiempo se hallaban defendidos con la armadura de la justicia que llevaban; pero
cuando destruyeron a ésta, perecieron.
Sea lo que fuese lo que se piense de los
indos, ningún enemigo suyo puede considerarlos como necios. Un pueblo cuyos
santos y sabios han dejado al mundo las filosofías más grandes y sublimes deben
de haber conocido la diferencia entre lo justo y lo injusto. Hasta el salvaje
puede distinguir lo blanco de lo negro, lo bueno de lo malo, y la sinceridad y
la veracidad, del engaño y de la falsedad. Los que han narrado este suceso en
la biografía de su Dios deben de haber visto que en este caso era Dios el
Archiengañador; y que los Daityas, que “nunca violaron los preceptos de los Vedas”, eran los que tenían el lado
luminoso en aquel caso, y eran los verdaderos “Dioses”. De aquí que debe de
haber habido y exista un significado
secreto oculto bajo esta alegoría. En ninguna clase de la sociedad, en ninguna
nación, son considerados el engaño y la astucia como virtudes divinas -excepto quizás en las clases
clericales de los teólogos y del Jesuitismo moderno.
El Vishnu Purâna , como todas las demás obras de esta clase, pasó
más tarde a manos de los brahmanes de los templos, y los antiguos manuscritos
han sido, indudablemente, adulterados por los sectarios. Pero hubo un tiempo en
que los Purânas eran obras
esotéricas, y lo son todavía para los Iniciados que pueden leerlas con la clave
que poseen.
Que los brahmanes Iniciados den
alguna vez a conocer todo el significado de estas alegorías es un asunto que no
concierne a la escritora. El objeto que se propone es demostrar que, honrando a
los Poderes Creadores en sus múltiples
formas, ningún filósofo hubiera podido aceptar, ni ha aceptado nunca, lo
externo de la alegoría como su verdadero espíritu, excepto, quizás, algunos
filósofos pertenecientes a las razas cristianas “superiores y civilizadas” de
nuestra época. Pues, como se ha mostrado, Jehovah no es en lo mínimo superior a
Vishnu en punto de ética. Por esto los ocultistas, y hasta algunos kabalistas,
ya consideren o no a estas Fuerzas creadoras como Entidades vivientes y conscientes -y no vemos por qué no han de ser
aceptadas como tales-, no confundirán nunca la Causa con el Efecto, ni
aceptarán el Espíritu de la Tierra por Parabrahman, o Ain Soph. De todos modos,
ellos conocen bien la verdadera naturaleza de lo que los griegos llaman Padre
AEther, Júpiter-Titán, etc. Saben que el Alma de la Luz Astral es divina, y que
su cuerpo -las ondas de Luz en los planos inferiores- es infernal. Esta Luz
está simbolizada en el Zohar por la
“Cabeza-Mágica”, la Doble Cara sobre la Doble Pirámide; la Pirámide negra
levantándose frente a un campo blanco puro, con
una Cabeza y Cara blancas dentro de su Triángulo negro; la Pirámide Blanca,
invertida -reflejo de la primera en las obscuras Aguas-, mostrando la reflexión negra de la cara Blanca.
Ésta es la Luz Astral, o Demon est Deus inversus.
H.P.B D.S TII
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